Paradigma Tecnológico

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EL ORDEN CULTURAL LOS COMPONENTES DEL SISTEMA CULTURAL Y SUS RELACIONES CON EL MEDIO EL PARADIGMA TECNOLÓGICO En primer lugar se considera el paradigma tecnológico dentro del la población produce y se reproduce. Es necesario entonces explicar qué se entiende por paradigma tecnológico, para ubicar luego la tecnología dentro del proceso histórico y al interior de la estructura cultural. Llamamos paradigma tecnológico al conjunto de conocimientos y técnicas que permiten un determinado dominio del ecosistema y de desarrollo material del sistema cultural en su conjunto. El concepto de paradigma significa que cada cultura está construida sobre una plataforma tecnológica diferente. Cuando hablamos de paradigma, nos referimos a las características tecnológicas propias de cada cultura. Cuando hablamos de plataforma nos referimos en cambio a la inevitable base tecnológica que fundamenta todo desarrollo cultural. El paradigma tecnológico no es solamente un manojo de instrumentos físicos. Implica igualmente la creatividad científica y la capacidad de manejo del mundo instrumental. Por el momento nos vamos a referir a esta plataforma tecnológica, sin preocuparnos de su inserción en el mundo social. Ello será el objeto del siguiente capítulo. El paradigma tecnológico así concebido es, de hecho, lo que permite al hombre transformar físicamente el ecosistema y, por lo tanto, no sólo subsistir, sino progresar como especie. De hecho la especie humana es la única que ha podido progresar aumentando o complejizando su plataforma tecnológica. Entender lo que significa la tecnología es indispensable para lograr una adecuada explicación del problema ambiental. Puede decirse que la adaptación tecnológica es la raíz de dicho problema. El término problema no tiene aquí un significado negativo. Es algo que el hombre tiene que resolver. Por otra parte, el crecimiento poblacional y su densificación, como vimos antes, depende del paradigma tecnológico adoptado o desarrollado por cada sistema cultural. Sobre este tema no se ha profundizado suficientemente ni desde la perspectiva de las ciencias naturales, ni desde las ciencias sociales. La biología da por hecho la técnica, pero no se ha preocupado por desentrañar su sentido desde la teoría de la evolución. Para las ciencias sociales igualmente es un hecho, pero la mayor parte de las corrientes ni siquiera le dan importancia en la determinación de la cultura. La percepción simbólica de la tecnología Los mitos antiguos resaltan el hecho tecnológico, pero lo matizan con un cierto sentimiento de culpa. Ello se ve en el mito de Prometeo. Como se recordará, el hermano de Prometeo, llamado Epimeteo, había sido el responsable de plasmar al hombre. Lo había hecho con cierto descuido, pues lo había dejado desnudo e indefenso ante un medio agresivo. Prometeo, se compadece de esa criatura inválida y le proporciona los medios tecnológicos para que pueda subsistir. Zeus empieza a temer el poder del hombre y descarga su ira contra Prometeo a quien encadena en las rocas del Cáucaso y permite que un buitre le desgarre eternamente las entrañas. El segundo mito tomado de la mitología griega se refiere al amigo de Zeus, Tántalo, quien tuvo el atrevimiento de proporcionar al hombre el conocimiento de la agricultura y por ello fue relegado al Hades, sometido a un castigo singular. Rodeado de frutos y de fuentes de agua, no podía alcanzarlas y se vio sometido a perecer eternamente de hambre. La eternidad que acompañaba a los dioses y semidioses, no era por lo visto, un privilegio muy apetecible. Escenas como estas se pueden recoger en la tradición de muchas culturas. En la mayor parte de las cosmogonías primitivas, el asombro mítico aflora, no tanto como resultado de la subordinación del hombre a las fuerzas de la naturaleza, sino por la percepción de que el trabajo tecnológico significa un rompimiento con el orden que hasta ese momento había regido la naturaleza. El primitivo Adán babilónico sólo es consciente de su propia historia en el momento en que se rompe la armonía paradisíaca a través del trabajo agrícola. Casi todas las cosmogonías recuerdan un pasado idílico y guardan la memoria de un cataclismo que rompe el orden anterior e introduce el desgaste del tiempo. El mito más primitivo que conocemos se refiere a un dios ocioso, reemplazado por dioses más activos, preocupados por el que-hacer técnico. Los dioses anteriores murieron asesinados. La mayor parte del culto primitivo, como los ritos de iniciación, el canibalismo o los ritos sexuales, giran al rededor del asesinato del viejo dios, que era la personificación de la naturaleza. Los griegos fueron los primeros en desacralizar el que-hacer técnico. Todavía en Homero el término TECHNE se aplica por igual al conocimiento de los artesanos y a la magia de Efestos o de Proteo, como también a las prácticas esotéricas de los adivinos, aedas y curanderos. En la época clásica ya se había logrado la plena secularización del concepto. La técnica es un que-hacer humano, sin influjo del azar, del Moira divino o de los daimones. Se debe exclusivamente al saber práctico. Este movimiento de secularización fue llevado a su máxima expresión por los sofistas, quienes redactaron manuales para trasmitir el acervo de conocimientos técnicos. Por primera vez, como dice Espinas, podemos hablar de tecnología como reflexión sobre la práctica. Los sofistas intentaron incluso reducir a técnicas el uso del lenguaje y le dieron el nombre de "dialéctica", al dominio de este instrumento, que era la base del poder político. La cultura europea recogerá desde el siglo XII la herencia del racionalismo griego e insertará la práctica tecnológica en la conciencia moderna. Hubo que recorrer de nuevo el camino de desacralización del mundo que habían intentado los griegos. La ruptura entre el orden espontáneo de la naturaleza y el orden artificial y técnico impuesto por el hombre es, pues, el tema dolorosamente sentido por las comunidades primitivas. Esta sensación de malestar quizás no valdría la pena mencionarla si no continuase presente en la tradición de las grandes religiones contemporáneas. El optimismo racionalista del manejo técnico no ha logrado vencer la carga mítica ancestral y esta dicotomía está en la base de algunas de las esquizofrenias de la cultura actual. Se puede seguir el camino de esta ruptura desde el brujo primitivo, pasando por el mundo esotérico de la alquimia, que Umberto Eco ha recordado en su novela "El Péndulo de Foucault", hasta el mundo contemporáneo poblado todavía de figuras arcaicas, de monstruos desacralizados pero no menos reales, que surgen de los ambientes primitivos para luchar contra el progreso técnico. Estas imágenes con las que nos alimenta diariamente el cine o la televisión, no son sino la continuación ininterrumpida de los viejos mitos. Esta sensación de ruptura o de esquizofrenia cultural introducida por la actividad tecnológica del hombre, se siente a lo largo de la historia moderna. En los siglos XVI y XVII se agudizan los contrastes. Es la época de la prisión de Galileo y del martirio de Giordano Bruno, de la Reforma y de la Contra Reforma, y de las guerras de religión. Los ecos de esa lucha se sienten todavía en épocas más recientes. La cultura sigue siendo para Hegel un "extrañamiento del ser natural" y esa enajenación es "tanto el fin como la realidad (dasein) del individuo". Las últimas vibraciones de ese malestar se pueden ver tanto en Freud como en los seguidores de la Escuela de Frankfurt. Se puede decir que la conciencia moderna no ha logrado todavía asimilar las consecuencias del desarrollo científico y tecnológico. Esa es al menos, la preocupación esencial tanto de Popper como de Monod. Dentro del pensamiento moderno, el marxismo ha sido quizás, junto con el positivismo, el que ha asumido con más decisión las bases tecnológicas de la cultura. Para el marxismo, el sistema social se basa en el trabajo y este se realiza a través de la transformación tecnológica de la naturaleza. No es posible pensar lo social como sistema, sin comprender sus bases tecnológicas. Una de las corrientes del marxismo llevó sin embargo a la mitificación del desarrollo técnico y la Escuela de Frankfurt tuvo razón en descodificar hacia el pesimismo la opulencia tecnológica del mundo moderno. La técnica como instrumento adaptativo La técnica no es un don de Prometeo, sino, como vimos más arriba, el resultado del proceso evolutivo. La adquisición de la cultura significa ante todo, la conquista de la instrumentalidad técnica. Esta es la base de cualquier adaptación cultural. El hombre, como especie, se adapta a través de herramientas. La tecnología es una forma adaptativa surgida en el proceso mismo de la evolución, pero que modifica drásticamente los mecanismos adaptativos anteriores. La especialización y complejización orgánica no es, en efecto, el último "hallazgo" de la evolución natural. La evolución biológica intenta un paso más al establecer las bases de la instrumentalidad. Esta "salida" como la llama Dubos es una salida hacia fuera del sistema de adaptación orgánica y constituye el principio de la evolución cultural. Las transformaciones biológicas están orientadas ante todo hacia el manejo técnico del medio. Este resultado del proceso evolutivo puede parecer demasiado pedestre y poco acorde con la elevada imagen que el hombre se ha fijado sobre sí mismo. Oakley y otros autores han considerado esta ventaja evolutiva como demasiado limitada e imperfecta para centrar en ella el análisis. Moscovici ha propuesto reemplazarla por el conjunto estructural de modificaciones biológicas y sociales que exigió la actividad de la caza. Otros proponen actividades más espirituales y al parecer más nobles, como la capacidad simbólica, la inteligencia, el lenguaje para basar en ellas el cambio estructural sufrido por las especies con la aparición del hombre. Sin embargo, el análisis del hombre y de la cultura hay que iniciarlo por su base técnica. Esta base, sin embargo, no se puede desligar de los otros atributos que la acompañan, como la organización social y el mundo simbólico. La tecnología no puede aparecer sin una organización social y sin un mundo simbólico. Se trata, por lo tanto, de una plataforma compleja que transforma los sistemas adaptativos. Ya sería bastante si se aceptara que hubo un cambio estructural en las formas de adaptación. Algunos de los autores provenientes de la biología no estiman que los cambios hayan sido suficientemente significativos para aceptar una estructura adaptativa diferente. Se basan, por supuesto, en la similitud de la organización biológica del hombre con la de los otros cordados y sobre todo con los mamíferos, sus compañeros de clase. Otro de los argumentos favoritos utilizado, se basa en la comparación entre los comportamientos que se consideraban privativos del hombre y que los biólogos han ido encontrando en otras especies. Los chimpancés utilizan mejor que ninguna especie anterior, instrumentos de adaptación. Los macacos han desarrollado una sorprendente organización social. Casi todos los primates y otras muchas especies utilizan signos precisos de comunicación, que les permiten manejarse socialmente en diferentes circunstancias de la vida cotidiana. Todo ello es cierto, pero no toca lo esencial. La línea evolutiva se desarrolló hacia una mayor organización biológica y social y ello implica sistemas de comunicación más especializados. Pero lo que separa al hombre de las otras especies es que estas líneas evolutivas se desarrollan hasta lograr una independencia de los mecanismos homeostáticos que regulan el conjunto de los ecosistemas. La evolución se basará en adelante no a través de la transformación de los órganos, sino gracias a la transformación de la plataforma instrumental. Lo característico de la instrumentalidad humana, tanto la de los instrumentos físicos como sociales y simbólicos, no es la utilización esporádica de un objeto como instrumento utilizado para una actividad concreta. La instrumentalidad humana es una plataforma creciente de adaptación al medio. Ninguna de las especies anteriores ha evolucionado con base en el perfeccionamiento técnico de los instrumentos. Algunos estudiosos han intentado diferenciar la instrumentalidad humana de la animal por el hecho de que ésta utiliza esporádicamente un instrumento, mientras el hombre los fabrica (K.P. Oakley, 1961 - G. Glilde, 1951, Loyrebee, etc.). Esta distinción podría refutarse, porque separar un objeto de los demás para utilizarlo en una actividad precisa, ya es en parte construirlo. La diferencia va más allá. La instrumentalidad, como soporte de la subsistencia y desarrollo de la especie humana, es una estructura tecnológica en continuo crecimiento que ha reemplazado las antiguas formas de adaptación al ambiente. Como dice Moscovici, "el alcance de lo logrado reside, en esta ocasión, menos en la separación biológica alcanzada en el interior de un proceso existente, que en la desviación de éste; está menos en el contenido específico de las propiedades orgánicas, que en el principio en que se basa la génesis. Si en el nivel elemental de la sustancia viva los organismos obedecen a las reglas de la selección y de la adaptación, en el nivel que aquí nos ocupa no lo obedecen sino accesoriamente. Lo que llega en la evolución está manifiestamente subordinado a lo que llega con la evolución. La rama del género humano hace surgir entonces, simultáneamente, una clase biológica y un movimiento singular en la naturaleza" (Moscovici, 1975, pag. 90). Al hablar de estructura tecnológica que inaugura este movimiento singular, no se hace referencia solamente al conjunto de los instrumentos físicos que posibilitan la adaptación e impulsan el nuevo proceso evolutivo. La instrumentalidad está relacionada con las otras características que se afianzan y se desarrollan en la especie humana, aunque muchas de ellas se encuentren ya prefiguradas en las especies anteriores. El perfeccionamiento de los sistemas de comunicación, la capacidad de relación, el desarrollo de la vista estereoscópica, etc., todas estas formas evolutivas, junto con la posición erecta, o la liberación o la conformación de las extremidades prensiles, no se deben tomar en forma aislada. Todas ellas conforman una estructura de comportamiento y de adaptación al medio. En esta nueva estructura funcional de adaptación cada uno de los elementos están articulados para asegurar las nuevas estrategias adaptativas. La fabricación y utilización permanente y evolutiva de los instrumentos como nueva forma adaptativa no hubiese sido posible sin el desarrollo del neoncéfalo, la aparición de la mano, la organización de la vista estereoscópica y la conformación de una compleja organización social. La plataforma tecnológica de adaptación presupone una estructura combinatoria de estos diferentes elementos. Es inútil preguntarse si la adaptación instrumental presupone la conformación craneana del neoncéfalo o si a ambos antecede la posición erecta y la formación de los órganos prensores. La nueva forma adaptativa es una estructura sistémica en la que cada uno de los elementos se requiere con exigencia similar, para posibilitar una actividad coordinada. La técnica en la historia El desarrollo técnico se ha dado, al igual que el proceso evolutivo, más por saltos, que por evolución constante y regular. Encontramos ya las herramientas por lo menos desde el principio del Pleistoceno, antes de la Primera Edad Glacial. Instrumentos rudimentarios, sin duda, pero sin ellos el hombre no podía subsistir. Los primeros instrumentos encontrados en el desfiladero de Olduvai en Africa, datan de hace unos dos millones de años y son simples lascas no modificadas que se utilizaban para cortar, o piedras mas grandes para golpear. Suponía ya un uso premeditado, porque el material de Cuarzo tuvo que ser transportado de lejos. Estas herramientas les servían para desollar las presas, pero posiblemente no para cazarlas. Es probable que estos homínidos se sirviesen de las presas obtenidas por los grandes predadores. El homo habilis ya se había independizado de un nicho trófico muy preciso y podía sustentarse tanto de dieta vegetal como cárnica. Es muy escaso el desarrollo técnico durante este largo período de adaptación biológica. Un poco menos de dos millones de años subsistió y evolucionó la especie con instrumentos primitivos. Sin embargo, la conquista de las tierras templadas exigió un nuevo esfuerzo técnico. Ciertamente el hombre de Pekín había logrado el manejo artificial del fuego y sin este "instrumento" no se hubiese podido adaptar a los rigores del nuevo clima. No sabemos mucho sobre el desarrollo tecnológico de estas lejanas culturas, pero trabajaban ya la piedra dura como el sílex, la cuarcita, la diorita y otras, afilando sus caras con puntas rudimentarias. El siguiente salto se da durante la estación de clima benigno que presidió el largo período entre las glaciaciones de Riss y Würm, período en el que aparece el hombre de Neanderthal, hace unos 150 mil años. Hachas de piedra, buriles, raederas y otras muchas herramientas, permitieron a este antepasado dominar los mas diversos climas y zonas de vida. La entrada de la última glaciación, hace unos cien millones de años, coincide con el desarrollo de la especie actual. El desarrollo técnico permitió adaptarse bien a las nuevas condiciones climáticas. A las herramientas del Neanderthal, el Homo Sapiens añadió agujas, punzones, buriles y arpones. La fusión de los grandes glaciares, al final de la última glaciación, hace unos quince mil años, significó quizás en sus inicios, un período más difícil. Es posible que las grandes variaciones climáticas y el aumento en los niveles oceánicos haya disminuido en un principio la presencia del hombre en vastas zonas. En el continente americano, el cambio climático secó las grandes praderas y acabó con los grandes herbívoros, que servían de alimento al hombre. Es tal vez ese momento crítico el que ha conservado la tradición de tantos mitos sobre un diluvio universal que inundó las tierras continentales y amenazó con extinguir a la especie humana. Fue sin embargo, un momento definitivo para las nuevas adaptaciones culturales. La revolución neolítica, que siguió poco después, significó el cambio tecnológico más importante de la historia. Sólo la época moderna es comparable con esos pocos miles de años que vieron nacer la mayor parte de las realizaciones tecnológicas con las que cuenta todavía la humanidad y que Gordon Childe ha llamado acertadamente "la revolución neolítica". Casi todos los animales domésticos que conocemos y la mayor parte de las especies vegetales fueron sometidos durante el neolítico al dominio del hombre. Aparece la alfarería que es la primera transformación química inducida por la técnica, lo mismo que la industria textil. El hombre aprovechó la fuerza de los animales y la del viento, inventó el arado, el carro de ruedas y el bote de vela. Logró el aprovechamiento de nuevos materiales como el cobre, los cristales, el barro para la construcción de ladrillos. La época posterior, conocida como la de los Grandes imperios Agrarios, no significó sino la consolidación de los descubrimiento técnicos anteriores. Aunque parezca extraño, la época de esplendor que siguió a los neolíticos tanto en el viejo como el nuevo Continente, fueron pobres en descubrimiento tecnológicos y los pocos que se dieron, como la aleación del bronce o el manejo del hierro, se pueden considerar como la continuación de la dinámica neolítica. Los principales hallazgos en tecnología, medicina o arte, sólo llegaron hasta la tercera dinastía egipcia. Después se implanta como religión el culto al pasado, que restringe la iniciativa creadora. Los avances técnicos ocurridos desde el neolítico hasta la revolución industrial moderna, son relativamente escasos. La agricultura impulsada por tracción animal y las fuentes energéticas fueron prácticamente las mismas hasta el siglo XVIII. En 1780, el hombre dependía todavía en un aproximadamente un 90% de la energía de los animales de tracción y de su propio brazo. Ciertamente, China dio un nuevo impulso hacia el siglo X de nuestra Era con el invento del cabestro, el reloj, la brújula, el codastre de timón, la pólvora, el papel y la imprenta. Son los instrumentos técnicos que adoptará Occidente y que se continuarán con la revolución industrial moderna, mientras el gran avance chino se estancará con el advenimiento de la nueva burocracia de los mandarines, que revertían las ganancias en usos suntuarios. Esta tesis, sugerida por el profesor Needham, coincide con la que Gordon Childe ha formulado para explicar el estancamiento tecnológico del antiguo Egipto. El desarrollo tecnológico moderno, que Engels llamó por primera vez, la Revolución Industrial, requirió un prolongado camino de purificación ideológica y política. Conocemos los grandes adelantos técnicos de la época: el torno de hilar (1764), el telar hidráulico (1769), la tejedora de Crompton (1779), herramientas que reemplazaron la fuerza humana en la industria textil. Por la misma época, el desarrollo científico, aplicado exclusivamente desde el tiempo de la Royal Society al incremento de la técnica, lograba, tras innumerables esfuerzos, la condensación del vapor. Desde Galileo y Newton la ciencia va tomando la delantera sobre la aplicación técnica y empieza a resolver en modelos teóricos los problemas inmediatos de la práctica. Los estudios de la termodinámica parecían aclarar todos los problemas. Si se había podido condensar el vapor, para extraer su fuerzo motriz, porqué no podía hacerse lo mismo con el fluido eléctrico que había sido postulado por los discípulos inmediatos de Newton? Con experimentos rudimentarios como los de la botella de Leyden y el descubrimiento de la electricidad animal por Galvani, fue posible llegar a la construcción de la pila de Volta y a la inducción electromagnética de Faraday. A finales del siglo XIX se logró llevar los nuevos descubrimientos a la solución de problemas técnicos como la iluminación, la galvanoplastia y la fuerza motriz. Esta aplicación de la ciencia al desarrollo tecnológico es más clara aún en el presente siglo. Los modelos teóricos preceden la aplicación inmediata e incluso las observaciones empíricas. Yukawa predice la existencia del mesón antes de ser observado. Igualmente los neutrinos fueron previstos por Pauli mucho antes de ser detectados experimentalmente. Es imposible enumerar en breve espacio la inmensa acumulación tecnológica del presente siglo. En el microscopio electrónico el hombre ha aumentado mil veces sus posibilidades de observación del mundo infinitamente pequeño. El dominio de ondas electromagnéticas ha posibilitado adentrarse en el espacio a distancias de miles de millones de años luz. Los tubos de rayos catódicos permiten reproducir la imagen y seguirla en su movimiento. La necesidad de calcular la trayectoria del proyectil hizo posible el descubrimiento de los computadores electrónicos. Con la fusión de los elementos más simples se han podido condensar productos que no se encuentran en la naturaleza, como lo polímeros y los plásticos. En otros campos, el control de la herencia ha permitido mejorar las especies vegetales, al menos para aplicarla al uso humano y la agroquímica ha permitido aumentar considerablemente la producción de alimentos. Con el motor de combustión interna se pudo alcanzar una mayor capacidad de desplazamiento personal, en contraste con las rutas fijas del ferrocarril y la aviación superó las barreras de los accidente geográficos y nos hizo comprender mejor la unidad del planeta. El servomecanismo no solo reemplaza la fuerza del brazo o prolonga los sentidos, sino que toma el lugar del hombre mismo en muchas funciones. Técnica y medio ambiente El problema ambiental es el precio que el hombre tiene que pagar por su desarrollo tecnológico. La técnica es una exigencia biológica del hombre. Ella le sirve para adaptarse y transformar el ecosistema, pero esta transformación tiene sus costos. A lo largo de toda la historia de la especie o de las especies, desde el momento en que en el valle de Orduvai nuestro lejano antepasado pulió unas piedras para defenderse o para prepararse su alimento, el avance del hombre ha significado la transformación del sistema natural, incluidos el ecosistema y el mismo ser humano. Una transformación que no siempre o casi nunca ha resultado favorable al desarrollo de los sistemas vivos. El problema ambiental no es una característica del hombre moderno. Lo ha acompañado a lo largo de su extensa aventura técnica. El cazador primitivo desde el momento en que tomó en sus manos la lanza o la flecha, superó a cualquier predador en sus posibilidades de transformación del ecosistema. La caza, desarrollada por el hombre con instrumentos que a la mentalidad moderna le parecen primitivos, significó una fuerte presión sobre la fauna. Ello se fue incrementando con el desarrollo técnico. Más aún, es muy posible que el desarrollo técnico de los instrumentos de caza estuviese ligado al agotamiento de la fauna inducido por la actividad humana. Es probable que el cazador primitivo haya incidido en la extinción de la fauna característica de la última glaciación. Junto a los restos de las culturas humanas se han encontrado grandes depósitos fósiles de animales sacrificados. ¿Qué significan los restos de cerca de cien mil caballos encontrados al rededor de las culturas de Solutré en la Dordogna francesa o los innumerables restos de Mamuts que acompañan las culturas de Premont? El cazador primitivo tenía dos herramientas de un inmenso poder: el fuego y el veneno. Como vimos, el neolítico significó la verdadera revolución tecnológica del hombre. El impacto de esta revolución recae principalmente sobre la estructura de las cadenas tróficas. La invención de la agricultura y la domesticación de los animales es la transformación más drástica de las leyes generales del ecosistema realizada por el hombre. Al seleccionar las especies más beneficiosas para su propio sustento, el hombre modifica las leyes de asociación vegetal. Las especies asociadas al trigo o al maíz empiezan a ser consideradas como perjudiciales, porque entran en competencia por los nutrientes y demás elementos ambientales. Se les da el nombre despreciativo de malezas y se inicia una lucha sin cuartel contra ellas. Con el monocultivo, las leyes de regulación poblacional se desajustan y aparece lo que el hombre empieza a llamar despreciativamente "plagas". Los conceptos de maleza y plaga no pertenecen al orden ecosistémico, sino al orden de la cultura. Algo similar puede decirse sobre el proceso de domesticación. El hombre selecciona sobre todo los grandes hervíboros, que no entran en competencia con sus recursos alimenticios y pueden ser aprovechados con la utilización de su fuerza motriz. Los predadores entran en competencia con el hombre o el hombre con ellos. El recuerdo de la lucha contra los grandes predadores impregna la conciencia mítica. Los grandes héroes, como Gilgamesh, Teseo o Sansón, sólo logran la consagración social después de haber abatido al león o al toro salvaje y después de haberse cubierto con su piel. La figura de Heracles, ceñido con la piel del león, es el símbolo más expresivo de la Grecia Minoica. El desarrollo industrial de los dos últimos siglos es sobre todo una revolución energética. La mayor parte de las tecnologías dependen del suministro de energía fósil. El tren, el automóvil, el avión, han marcado la carrera tecnológica moderna. Tras ellos están el carbón y el petróleo, como los verdaderos motores del desarrollo. Las consecuencias ambientales del consumo de la energía fósil son analizadas en diversas fuentes y significaron la preocupación fundamental de la Cumbre de Río. La lluvia ácida, la posibilidad del cambio climático, el debilitamiento de la capa de ozono no son simples fantasías alarmistas. Representan los márgenes de resiliencia del desarrollo moderno. Las alternativas, como vimos, no están claras. En el futuro se cierne como una amenaza la energía nuclear, que, en caso de que se consolide como fuente energética predominante, significará posiblemente la construcción de una sociedad distinta a la que fue construida sobre los criterios de libertad y democracia. Ello nos lleva al análisis del siguiente tópico cultural que deseamos analizar: la organización social.