La Depresión En La Medicina Mesoamericana Precolombina

   EMBED

Share

Preview only show first 6 pages with water mark for full document please download

Transcript

HISTORIA Y HUMANIDADES La depresión en la medicina mesoamericana precolombina J.F. Rodríguez-Landa a,b, F. Pulido-Criollo a, M. Saavedra a,b LA DEPRESIÓN EN LA MEDICINA MESOAMERICANA PRECOLOMBINA Resumen. Objetivo. Revisar el concepto de la depresión y su tratamiento en el contexto de la medicina mesoamericana precolombina (ticiotl). Desarrollo. Los orígenes de la ticiotl sin duda son imprecisos debido a que sus conceptos teóricos y curativos acerca de la enfermedad estuvieron influenciados por sus creencias mágicas y religiosas. No obstante, la ticiotl se fundamentó en una ‘teoría’ basada en información estructurada e integrada en la visión del mundo, que incluyó el comportamiento social, religioso y cultural del pueblo azteca. La salud se consideraba como el equilibrio de la polaridad frío-calor, mientras que su desequilibrio era la causa de la enfermedad, que provocaba la falla en la dinámica del cuerpo y su relación con el cosmos. La enfermedad tenía un origen multifactorial, podía ser causada por el castigo de los dioses, por la maldad de los hombres o por el destino marcado desde el nacimiento. La depresión, entre otras enfermedades, se identificó en la ticiotl y se atribuyó a alteraciones del yollotl (corazón). Su tratamiento se basó en el consumo de plantas como la quauhyayual, la iztauhyatl y el xoxocoatl, de animales como la liebre, el pollo y el pescado, así como de algunos minerales además de recomendaciones en el estilo de vida del individuo en un contexto mágico y religioso. Conclusión. En la medicina mesoamericana precolombina se identificó la depresión, para la cual desarrollaron métodos terapéuticos que, aun cuando distan de nuestro concepto médico moderno, en su momento cumplieron la función de entender y reestablecer la salud del individuo. [REV NEUROL 2007; 44: 375-80] Palabras clave. Depresión. Historia de la medicina. Medicina prehispánica. Medicina tradicional. Mesoamérica. Trastorno afectivo. INTRODUCCIÓN El ambiente ha influido en el comportamiento del ser humano desde su origen. De forma cotidiana experimenta una serie de emociones como la ira, la alegría, la tristeza y la ansiedad; estados ‘normales’ que son inseparables de la condición humana. Sin embargo, cuando el ser humano se enfrenta continuamente a perturbaciones, conflictos, crisis, pérdidas, carencias y otras situaciones que le resultan estresantes, pueden producirse cambios en la funcionalidad de algunas estructuras cerebrales que conllevan una respuesta emocional y conductual anormal que puede influir en la aparición de trastornos mentales [1] o afectivos como la depresión [2]. La depresión es un trastorno del estado de ánimo identificado desde tiempos remotos por diversas culturas alrededor del mundo [3,4]. En la medicina mesoamericana precolombina (ticiotl), la depresión fue un padecimiento de interés médico para el cual se desarrollaron esquemas terapéuticos basados en el uso de plantas y animales, además de recomendaciones en el estilo de vida del individuo deprimido. La depresión en la medicina mesoamericana precolombina se concibió como una enfermedad del yollotl (corazón), donde, según los antiguos mesoamericanos, residían los procesos anímicos y las funciones vitales del individuo. Además, los dioses, la maldad de los hombres y el destino marcado desde el nacimiento también podían ser la causa de esta enfermedad. Sin duda, la historia médica de las culturas mesoamericanas precolombinas, entre otras, desempeña una función importante en la historia de la medicina universal. Fue a partir del siglo XVI, con la fusión de las raíces médicas europeas y de las culturas del nuevo continente, cuando se originó una forma de sincretismo en la medicina y la terapéutica en las instituciones que se fundaron en la Nueva España, lo que permitió el desarrollo de una conciencia médica en el llamado Nuevo Mundo [5]. El objetivo del presente trabajo consiste en revisar la concepción del trastorno depresivo y su tratamiento en la medicina mesoamericana precolombina con la finalidad de destacar que toda cultura, por primitiva que parezca, es capaz de identificar la enfermedad y desarrollar métodos terapéuticos que, aun cuando sean totalmente diferentes de nuestros conceptos médicos modernos, en su momento cumplieron la función de entender y reestablecer la salud del individuo. © 2007, REVISTA DE NEUROLOGÍA GENERALIDADES DE LA DEPRESIÓN La depresión es un trastorno afectivo que ha estado presente a lo largo de la historia de la humanidad [3,6] y se ha abordado desde diferentes puntos de vista de acuerdo con la época, el pensamiento y los avances científicos y tecnológicos. En la actualidad, la depresión se clasifica en el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-IV) como un trastorno del estado de ánimo [7] que afecta a varios componentes del individuo (Tabla I). Dentro de sus síntomas centrales encontramos la anhedonia, además de alteraciones del estado de ánimo en las que aparecen episodios de irritabilidad, ansiedad y miedo, alteraciones del apetito, del peso corporal, del sueño y de la eficacia psicomotora. Todo ello acompañado de la disminución de la autoestima, el aumento de los sentimientos de culpa e ideas de muerte que conllevan el riesgo de suicidio [7]. La depresión se presenta con alta frecuencia en la población general. Se calcula que el 15-20% de la población mundial ha padecido algún tipo de depresión en alguna etapa de su vida [7]. Este trastorno se presenta con un marcado dimorfismo sexual; es mayor en las mujeres (10-25%) en comparación con los hombres (5-12%), en una proporción de 2 a 1 [8]. Múltiples estudios en el ser humano y en animales de experimentación han tratado de establecer las causas neurobioló- REV NEUROL 2007; 44 (6): 375-380 375 Aceptado tras revisión externa: 26.09.07. a Laboratorio de Neurofarmacología. Instituto de Neuroetología. b Facultad de Química Farmacéutica Biológica. Zona Xalapa. Universidad Veracruzana. Xalapa, Veracruz. México. Correspondencia: Dr. J.F. Rodríguez Landa. Apdo. Postal 391. Xalapa 91001, Veracruz, México. Fax: (228) 8-41-89-20. E-mail: [email protected] Esta investigación se realizó con el apoyo otorgado a J.F. Rodríguez Landa por la Secretaría de Educación Pública a través de la Universidad Veracruzana, proyecto: UVER-PTC-155, PROMEP/103.5/05/1955. J.F. RODRÍGUEZ-LANDA, ET AL gicas de la depresión y del efecto de las terapias antidepresivas. Sin embargo, sólo se ha logrado una comprensión parcial de la fisiopatología de la depresión, en la que se involucran alteraciones en el funcionamiento de sistemas neuroanatómicos, bioquímicos, neuroendocrinos y fisiológicos [2,6,9-13]. En la actualidad, algunas teorías que tratan de explicar la etiología de la depresión, además de incluir las alteraciones en los sistemas de neurotransmisión, también consideran los cambios en las concentraciones de neuroesteroides en el sistema nervioso central, la disfunción inmunitaria y endocrina, que en conjunto modifican las cascadas de señalización intracelular y la regulación de la expresión génica [2,6]. En algunos pacientes deprimidos existe una disminución de la concentración de neurotransmisores como serotonina, noradrenalina, dopamina y el ácido γ-aminobutírico en el líquido cefalorraquídeo en plasma, además de algunas hormonas como la progesterona y su metabolito α-reducido alopregnanolona [14,15]. En este sentido, la baja concentración plasmática de hormonas esteroidales durante el síndrome premenstrual, el posparto, el climaterio y la menopausia se relaciona con estados de irritabilidad, ansiedad y depresión [15-17]. Desde otro punto de vista, la depresión también puede desencadenarse por factores ambientales y socioculturales que resultan estresantes para el individuo [10,18-21]. A pesar de que el estudio actual de la depresión y su tratamiento se encuentra en los ilimitados campos de la medicina genómica y la farmacogenética, las tendencias del pensamiento científico han vuelto su vista para explorar posibles alternativas terapéuticas en el legado médico de nuestros antepasados, quienes basaron sus métodos de curación en el uso de productos minerales, animales y botánicos [6,22-24]. Así, renace el interés por estudiar la medicina natural ancestral de diversas culturas con la posibilidad de encontrar fuentes de materia prima que, bajo el estudio científico, puedan contribuir al entendimiento de la enfermedad y su tratamiento para conservar el bienestar del ser humano en un mundo regido por el desarrollo tecnológico [24,25]. LA CULTURA MESOAMERICANA PRECOLOMBINA Los primeros asentamientos humanos que se establecieron en el Valle de México ocurrieron hace aproximadamente 12.000 o 15.000 años [26] y debe pensarse que la medicina que ellos utilizaron fue, sin duda, primitiva. Sin embargo, las culturas que se originaron a partir de esos primeros grupos sociales dejaron huella con sus métodos para identificar y curar enfermedades. Una de estas culturas fue la olmeca, que se estableció en los años 1500-600 a.C. en los actuales estados de Veracruz, Tabasco, Campeche, Chiapas y el Valle de México [27]. La cultura olmeca dio origen a los teotihuacanos, toltecas, mayas, mixteco-zapotecos y a los mexicas o aztecas, que en conjunto conformaron la gran cultura mesoamericana que permaneció durante aproximadamente 3.000 años y dejó evidencias de su desarrollo en la arquitectura, la astronomía y la medicina. Este último aspecto se basó en la utilización de vegetales, animales y minerales; sin embargo, debido a la concepción que tenían estas culturas sobre el origen de la enfermedad, incluyeron también tratamientos mágicos y religiosos [23,28]. La ciudad de Teotihuacan surgió, aproximadamente, al inicio de nuestra era y floreció hasta alrededor del año 750, cuando inició un proceso de deterioro que culminó con su abandono y la desaparición de su gran poder. Posteriormente, surgió la 376 Tabla I. Alteraciones presentes en el sujeto deprimido. Alteraciones afectivas Tristeza, incapacidad para experimentar placer, aislamiento social, miedo y ansiedad Alteraciones cognitivas Falta de concentración, sentimiento de culpa, ideación recurrente de peligro o muerte, ideación suicida Alteraciones psicofisiológicas Alteraciones en los patrones de sueño-vigilia, alteraciones del apetito y del deseo sexual gran Tenochtitlán en el año 1325 y se convirtió al poco tiempo en la ciudad más poderosa de Mesoamérica hasta el año 1521, cuando la colonizaron los conquistadores españoles al mando de Hernán Cortés. La ciudad de Tenochtitlán albergó a los mexicas o aztecas, quienes formaron uno de los imperios más importantes de Mesoamérica. Es por ello que de la cultura que se tiene una mayor información sobre los conocimientos y prácticas médicas es precisamente la azteca, debido a su predominio en el altiplano mexicano cuando llegaron los españoles. Por esta razón, al hacer referencia a la historia de las culturas mesoamericanas precolombinas, se tiene una marcada orientación hacia las culturas del altiplano mexicano, que fueron las que causaron un mayor interés entre los conquistadores europeos y el mundo novo hispano [29,30]. LA MEDICINA EN LA CULTURA MESOAMERICANA PRECOLOMBINA Al estudiar la medicina y los conceptos de salud y enfermedad de nuestros antepasados, no es posible compararla con la medicina moderna ni aplicar criterios modernistas para su entendimiento [28]. En este sentido, el arte de curar y la concepción de la enfermedad deben analizarse en el contexto en el cual se produjeron sin tratar de verlos como un conocimiento racional y lógico con un fundamento científico. Pero tampoco sería válido verlos como irracionales o exóticos, debido a que en su momento cumplieron la función de mantener la salud y el bienestar de los integrantes de aquellas culturas. No olvidemos que, en la actualidad, algunos de los tratamientos farmacológicos utilizados en la terapéutica tuvieron su origen en el legado histórico de la medicina ancestral y que con los avances científicos y tecnológicos actuales se pudieron identificar y dosificar los principios activos de origen natural que ejercen los efectos en el organismo [24,25,29,31]. Dentro de la historia de la medicina universal, la historia médica de Mesoamérica ocupa un lugar importante. La medicina mesoamericana precolombina fue rica en información al igual que la de otras culturas conquistadas por los españoles en el continente americano [5]. Los datos que se tienen de las demás culturas que se desarrollaron en este continente no distan en lo esencial de los elementos terapéuticos de los aztecas, pues fueron los herederos del cúmulo de conocimientos herbolarios de sus antecesores [22]. No obstante, cada cultura tuvo conocimientos propios debido a su idiosincrasia y a los recursos naturales disponibles en su entorno, los cuales no fueron menos importantes [24]. Los orígenes de la medicina y la descripción de las enfermedades en las culturas mesoamericanas precolombinas son imprecisos debido a que los conceptos teóricos y curativos acerca de la enfermedad fueron el resultado del desarrollo paulatino de REV NEUROL 2007; 44 (6): 375-380 DEPRESIÓN EN MESOAMÉRICA estos pueblos, lo que no escapó de un matiz mágico y religioso. Como resultado de esta idiosincrasia, las culturas mesoamericanas establecieron sus propios conceptos sobre la etiología de la enfermedad que influyeron en los recursos terapéuticos empleados en la medicina de aquella época [29]. La medicina empleada por los antiguos mexicanos se conoció como ticiotl [32] y, a pesar de que se basó en la selección, el reconocimiento, la combinación y la dosificación empírica de plantas, minerales y animales, también tuvo un matiz místico [28]. No obstante, se fundamentó en una ‘teoría’ basada en información estructurada e integrada en la visión del mundo, que incluyó el comportamiento social, religioso y cultural del pueblo azteca [5]. En la actualidad, los principales legados sobre la medicina mesoamericana precolombina son aquellos documentos que se realizaron con la llegada de los españoles al continente americano en 1519. La llegada de los franciscanos a la Nueva España (1529) propició que la información sobre la medicina empleada por los titici (médicos aztecas) se compilara, estructurara y estudiara. Martín de la Cruz, un curandero indígena, describió en náhuatl sus métodos curativos basados en el uso de plantas, animales y algunos minerales. Como resultado de ese trabajo, en 1552 apareció la versión en latín hecha por Juan Badiano llamada Libellus de medicinalibus indorum herbis, conocida en la actualidad como Códice Badiano [33]. La importancia de este códice no sólo radica en el amplio conocimiento sobre el uso de plantas medicinales, sino en su contenido artístico al estar ilustrado en color mediante pigmentos naturales. En él se ilustran plantas con sus nombres en náhuatl, la descripción de sus efectos sobre el organismo y sus aplicaciones terapéuticas [23]. Por otro lado, Francisco Hernández, protomédico del rey Felipe II de España, fray Alonso de Molina y fray Bernardino de Sahagún tuvieron la encomienda de recabar la información sobre la medicina del México prehispánico [5] al establecerse en el Imperial Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco, primera casa de estudios superiores fundada en el México antiguo (1536). Sahagún fue comisionado en 1557 para recopilar datos acerca de los indígenas, de quienes obtuvo información en su idioma original y creó su monumental obra conocida como Códice Florentino, en náhuatl, o Historia general de las cosas de la Nueva España, en español [34]. En esta obra no sólo se destacaron los aspectos relacionados con la anatomía del cuerpo, sino también sus distintas enfermedades y sus tratamientos basados en vegetales y animales [34]. Posteriormente, en 1570 Francisco Hernández, a solicitud del rey Felipe II, estudió la medicina indígena mesoamericana de donde resultó la obra Historia de las plantas, donde nuevamente se destaca el basto conocimiento en el manejo de los vegetales para el tratamiento y la prevención de diversas enfermedades. Los documentos señalados son sólo una pequeña muestra del interés que tuvieron los españoles por estudiar la medicina mesoamericana precolombina. En ellos se refleja una inclinación muy marcada hacia el conocimiento de la herbolaria en la práctica médica indígena, que los llevó a elaborar listados de plantas medicinales, herbarios y algunas obras pictóricas como las contenidas en el Códice Badiano. Sin embargo, en esas obras se integraron escasamente la cosmovisión indígena en la cual se aplicaba la herbolaria, así como los rituales y el pensamiento mágico que acompañaban a sus prácticas médicas [35], los cuales estuvieron y están presentes en la medicina indígena [4,5,35-38]. La mayoría de los documentos en los que se recopiló la información sobre la medicina mesoamericana precolombina re- REV NEUROL 2007; 44 (6): 375-380 fleja en mayor o menor grado la influencia de la confrontación de europeos e indígenas. Los elementos indígenas se incluyeron en el pensamiento europeo y viceversa, y se presentó el sincretismo cultural con la fusión de ambas culturas. Esta visión queda claramente ejemplificada en el Libellus de medicinalibus indorum herbis, que tiene un formato europeo, pero un contenido puramente indígena [23,29]. LA ENFERMEDAD EN LA MEDICINA MESOAMERICANA PRECOLOMBINA La enfermedad en la medicina mesoamericana precolombina tenía un origen multifactorial. Consideraban que el equilibrio era salud, mientras que su ruptura era la causa de la enfermedad, que, a su vez, era consecuencia de la falla en la dinámica del cuerpo y en su relación con el cosmos [28]. El desequilibrio se consideraba temporal o duradero y podía ser provocado por los dioses, por la maldad de los hombres, por el mal comportamiento o por fenómenos que tenían un carácter mágico y religioso [29,35,39]. El destino marcado al nacimiento también podía ser la causa de la enfermedad, por lo cual se consultaba al Tonalpohuque, que era el sacerdote que conocía el significado del Tonalamatl (libro de los destinos humanos). En la interpretación del Tonalamatl, la magia, la adivinación y la religión desempeñaban una función importante. En este libro se podía conocer desde el nacimiento de una persona hasta su salud o enfermedad en el futuro, la esperanza de vida y, en ocasiones, el tipo y la frecuencia de las enfermedades que padecería [29]. La interpretación del Tonalamatl podía ser sobre la enfermedad futura de un indígena sano o del pronóstico de una enfermedad ya existente. El día y año de nacimiento, la orientación y la deidad [3] influían en el destino sobre la salud del individuo. Las personas nacidas en el día atl (agua) o el día acatl (caña) estaban señaladas por el infortunio, en lo cual influían, además, los números (por ejemplo, el 4, el 5, el 6, el 8 y el 9 se consideraban nefastos) y el rumbo, donde el norte representaba la región de los muertos [40]. Dentro de la medicina mesoamericana precolombina los titici tenían una cosmovisión de tipo dualista y, por tanto, consideraban las enfermedades dentro de la polaridad frío-caliente [5,29]. Éste es un concepto propio de la cultura prehispánica mesoamericana [32,39,41] que no estaba vinculado con la teoría de los cuatro humores traída por los españoles, como sugieren algunos autores [30,42]. Actualmente, está bien establecido que en la medicina azteca existen dos elementos (frío y caliente) involucrados en el proceso salud-enfermedad y no cuatro. Además, los conceptos de frío y caliente no eran humores o elementos físicos sino una concepción filosófica que dependía de la relación relativa que mantenía el individuo con el cosmos [41] (Tabla II). De esta manera, se puede decir que el concepto frío-caliente es una característica de la medicina mesoamericana precolombina diferente a la teoría hipocrático-galénica de los cuatro humores. Los antiguos mexicanos también contemplaban enfermedades anímicas como la pérdida del ‘alma’ [43]. En este sentido, ellos identificaban tres centros anímicos mayores: el corazón, el hígado y la cabeza. Los procesos anímicos eran el resultado de la interacción de los distintos centros y otras partes del cuerpo. En la parte superior de la cuaitl (cabeza) ubicaron la conciencia y la razón, así como el tonali, que correspondía al ‘alma’ en la interpretación semántica de los españoles [28]. El tonali representaba la sombra del individuo, la cual podía debilitarse o per- 377 J.F. RODRÍGUEZ-LANDA, ET AL derse por el sueño, el coito repetido, la ebriedad o la inconsciencia. El tonali podía recuperarse con el consumo de cacao, aguardiente, chile y al colocarse listones rojos, que eran objetos codiciados por los ‘seres acuáticos’ que robaban el tonali [5]. En el yollotl (corazón) localizaron los procesos anímicos y las funciones vitales del individuo; además, también se encontraba la teyolía, otra entidad anímica en la que residían el pensamiento racional organizado y la capacidad para interpretar la naturaleza y donde se estructuraban los poderes de adivinación y otros productos de la imaginación. Por otro lado, en el hígado se localizaba el ihíyotl (aliento), otra entidad anímica espiritual que correspondía a la parte inferior del cuerpo y era el símbolo del inframundo, que se originaba en las regiones inferiores y se relacionaba con la vida emocional [3,5]. En resumen, la explicación que dieron los antiguos mexicanos a la enfermedad no dista en mucho de la de otras culturas antiguas, que concibieron explicaciones diversas que en la mayoría de los casos coinciden en el castigo, el azar, el destino y las pruebas divinas que llevan al individuo a un desequilibrio. Finalmente, la medicina mesoamericana precolombina fue algo más que un cúmulo de conocimientos empíricos; tenía un saber teórico integrado en su visión del mundo y en el entorno sociocultural [28]. De esta manera pudo identificar, describir y curar enfermedades que aquejaron a las personas de la Mesoamérica precolombina [5]; entre ellas, el trastorno afectivo o la depresión [3,44-46]. LA DEPRESIÓN EN LA MEDICINA MESOAMERICANA PRECOLOMBINA A pesar de que algunos autores consideran erróneo hablar de psiquiatría en el período prehispánico, no descartan la posibilidad de que los antiguos mexicanos contaran entre sus enfermedades con cuadros clínicos que hoy encajarían por completo dentro de la especialidad psiquiátrica moderna [47]. A partir de las descripciones que realizaron los antiguos indígenas y de algunos manuscritos elaborados por los colonizadores europeos a su llegada al continente americano, se han podido identificar diversas enfermedades psiquiátricas como la depresión [3,44-46]. En un estudio realizado por De la Fuente et al acerca de la representación de las enfermedades en figuras de cerámica precolombinas, pudieron identificar en cuatro de ellas características típicas que podrían considerarse representativas de un estado depresivo [45]. Este hallazgo sugiere que los trastornos psiquiátricos, como la depresión, no sólo estuvieron presentes en el México prehispánico, sino que, además, se identificaron desde antes de la llegada de los españoles al continente americano. En efecto, en varios de los escritos realizados por los españoles en la Nueva España se describen estados anímicos que podrían corresponder a estados depresivos. Por ejemplo, en la Historia general de las cosas de la Nueva España, escrita por fray Bernardino de Sahagún, consta que los titici precolombinos identificaban dos tipos de depresión: la agitada o Tlahuilolocoyotl y la retardada o Xolopiyotl, las cuales se concebían como enfermedades del yollotl o corazón [41]. Asimismo, en el Tratado breve de medicina, escrito por Agustín Farfán en 1592 [45], también se describe el estado de ánimo abatido del individuo que, en nuestra concepción actual, pudiera representar un estado depresivo. En ese texto se describe: ‘Cosa de maravillar, qué común es esta enfermedad en muchos y cómo los aflige y atormenta con tan graves accidentes que, apenas tienen el hom- 378 Tabla II. Conceptos de la polaridad frío-caliente en la medicina mesoamericana precolombina (basado en [5,30]). Frío Todo lo femenino, lo que viene de abajo o del inframundo Todo lo orientado en dirección noroeste en el plano horizontal de la Tierra, es decir, en el cosmos celestial de los aztecas El universo mantiene un balance entre el cielo y el inframundo, lo cual se replica en el cuerpo humano. De esta manera, los pies y el hígado representan lo frío debido a que pertenecen al inframundo Caliente Todo lo masculino, celestial o que proviene de arriba Lo orientado en dirección sudeste en el cosmos celestial de los aztecas En la dualidad del universo del cuerpo humano, según los aztecas, la punta de la cabeza corresponde a lo caliente, al igual que el corazón bre o la mujer veinte años, cuando se quejan de melancolía y del corazón’. Cabe señalar que aun cuando el uso del término ‘depresión’ es relativamente reciente, Hipócrates describió el cuadro patológico en su estado grave en el siglo IV a. C. con el nombre de melancolía (de melanos, ‘negro’, y cole, ‘bilis’), la cual era originada por la bilis negra o antrabilis de acuerdo con su teoría de los cuatro humores [48-50]. Es por ello que en los escritos que realizaron los colonizadores europeos en el México prehispánico, al hacer referencia al temperamento depresivo del individuo se utiliza el término ‘melancolía’. Por otro lado, Montesinos Balboa [46], médico especialista en psiquiatría, basándose en el análisis detallado de la Leyenda de Quetzalcóatl, una deidad prehispánica, resalta datos que sugieren que los antiguos mexicanos identificaron y trataron la depresión. Señala que en el mito de Quetzalcóatl se puede identificar el estado de ánimo abatido, caracterizado por la pérdida de la capacidad para interesarse y disfrutar de las cosas, la disminución de la atención y la concentración, la pérdida de la confianza en uno mismo y el sentimiento de inferioridad, ideas de culpa y de inutilidad, una perspectiva negativa del futuro y, finalmente, el acto suicida. Sin duda, estas características podrían corresponder a un estado depresivo de acuerdo con el DSM-IV [7]. Si bien la descripción anterior se basa en un mito o leyenda, no debemos olvidar que ‘los mitos, al igual que los sueños, presentan relatos de hechos ocurridos en el tiempo y el espacio; expresan en lenguaje simbólico ideas religiosas y filosóficas, experiencias anímicas en las que reside su significado’ [51]. Por tanto, es posible que en el mito de Quetzalcóatl se estén plasmando hechos que ocurrieron en algún momento de la historia del México prehispánico. EL TRATAMIENTO DE LA DEPRESIÓN EN LA MEDICINA MESOAMERICANA PRECOLOMBINA La depresión se consideró un problema de interés médico en la Mesoamérica prehispánica [52,53], por lo que su tratamiento se sistematizó. En la terapéutica de la depresión se utilizaron plantas como la iztauhyatl y la quauhyayual preparadas en forma de tizanas que se daban a beber a las personas que se quejaban de tener ‘el corazón angustiado por algún disgusto que lo estuviera oprimiendo’ [45]. Asimismo, el uso de estas plantas se asociaba con la entidad anímica teyolia, la misma que tenía su asiento en el yollotl, cuyo mal funcionamiento era la causa de la depresión. REV NEUROL 2007; 44 (6): 375-380 DEPRESIÓN EN MESOAMÉRICA Por tanto, el tratamiento de la depresión estaba destinado a restablecer el buen funcionamiento del yollotl. En el Libellus de medicinalibus indorum herbis se describe el tratamiento para la depresión (‘remedio para la sangre negra’ o nigri remedium sanguinis), el cual estaba constituido por el jugo de ‘flores de buen olor’, además de recomendaciones complementarias donde ‘el (enfermo) debe caminar por un lugar sombreado, refrenarse de tener relaciones sexuales y beber nuestro vino (neutle o pulque) moderadamente (de hecho, no debe beberlo sino como medicina); debe entretenerse en actividades alegres o divertidas, tales como cantar o tocar música y tocar los tambores que usamos en los bailes públicos’ [54]. En el Libellus, Martín de la Cruz también recomienda que una persona melancólica debe consumir liebre cocida y sin entrañas con la finalidad de transferir las propiedades del animal al paciente, tales como su agilidad y viveza, elementos necesarios para contrarrestar la apatía y la lentitud inherentes a un sujeto deprimido [23]. De igual manera, en el Tratado breve de medicina, escrito por Agustín Farfán en 1592, se recomienda a las personas deprimidas lo siguiente: ‘Si los melancólicos pudiesen vivir en tierras templadas, hacerles ya mucho al caso para su mal, anden donde hay aguas, arboledas y prados frescos, procuren de noche dormir bien y excúsenlo a mediodía... procuren conversación alegre... es muy provechosa la música. Coma gallinas, pollos, codornices y de un poco de carnero manido y yemas de huevos pasados por agua. Si comiera algún pescado fresco, échenle sal un día antes. Puede comer cabrito y ternera, que es buen manjar para melancólicos. Lo que comiere cocido y guisado lleve especies de Castilla’ [44]. Otro de los productos vegetales mencionados en el Libellus destinados al tratamiento de la depresión fue el cacahuatl o xoxocoatl (cacao o chocolate) [55,56]. El cacao se recomendaba como estimulante, especialmente para aquellos pacientes que se identificaban como débiles, con falta de energía y fatiga, o quienes sufrían de decaimiento o apatía; síntomas que, en la perspectiva de la medicina del siglo XXI, reflejan varios síntomas de la depresión [56]. Cabe señalar que el cacao no se usó sólo como medicamento per se, sino también como vehículo para facilitar la administración de otras sustancias al organismo, es decir, como excipiente natural. A pesar de que la mayoría de los tratamientos para la depresión en la medicina mesoamericana precolombina no se ha com- probado en la actualidad, otros se han estudiado científicamente y se han identificado algunos efectos terapéuticos. El cacao o chocolate, por ejemplo, tiene un impacto directo sobre el estado emocional del individuo y se ha observado un incremento en el deseo de consumirlo en situaciones de miedo, infelicidad, ansiedad, bajo estado emocional y depresión [9,57,58]. En este sentido, algunos estudios en humanos comunican que el consumo moderado de chocolate disminuye la ansiedad, mejora el estado de ánimo y los procesos cognitivos [59]. Lo anterior puede explicarse por sus efectos sobre el sistema nervioso central debido a sus metabolitos activos como las metilxantinas, las aminas biogénicas y algunos ácidos grasos [60]. Moller informó de que el consumo de chocolate y otros carbohidratos puede incrementar la concentración de triptofano en los animales y en el ser humano, así como la síntesis de serotonina en la rata [61]. Basado en esos hallazgos se sugiere que la ingesta de chocolate y de carbohidratos en pacientes con síndrome premenstrual y trastornos afectivos estacionales refleja una automedicación que temporalmente disminuye el estado depresivo a través de la reactivación de los sistemas de neurotransmisión involucrados en la regulación del estado de ánimo como son los sistemas serotonérgicos y dopaminérgicos [61], lo cual es consistente con el mecanismo por el cual algunos fármacos antidepresivos clínicamente eficaces ejercen sus efectos terapéuticos en el paciente deprimido [6,13]. CONCLUSIÓN La medicina constituyó uno de los legados más importantes de las culturas mesoamericanas precolombinas e impactó en la cultura europea a partir del siglo XVI. Esto quedó plasmado en los numerosos escritos de quienes estudiaron el conocimiento y los recursos utilizados en la terapéutica médica de aquella época. Las culturas que se desarrollaron en Mesoamérica antes de la llegada de los españoles fueron capaces de identificar el trastorno depresivo y otras enfermedades para las cuales desarrollaron métodos terapéuticos basados en la utilización de vegetales, minerales y animales en un contexto místico; aun cuando distan de nuestros conceptos médicos modernos, en su momento cumplieron la función de reestablecer y mantener la salud del individuo. A pesar de la larga historia acumulada a través de miles de años por nuestros antepasados sobre el uso de la medicina natural, el camino aún es largo. BIBLIOGRAFÍA 1. Meyer L. Alteración y salud mental. Acta Psiq Psicol Am Lat 1997; 43: 17-8. 2. Contreras CM, Saavedra M, Rodríguez-Landa JF, Bernal-Morales B, Gutiérrez-García AG. Neuroquímica de la emoción y la motivación. In Hernández-González M, ed. Motivación animal y humana. México: El Manual Moderno; 2002. p. 39-64. 3. Marván ML, Alcalá-Herrera V, Chacón L, Contreras CM. El desarrollo de los conceptos biológicos sobre la depresión. Bol Est Méd Biol Méx 1988; 36: 61-74. 4. Carod-Artal FJ, Vázquez-Cabrera CB. Estudio etnográfico sobre las enfermedades neurológicas y mentales entre los urus-chipayas del altiplano andino. Rev Neurol 2005; 41: 115-25. 5. Peña JC. El concepto de enfermedad y de los padecimientos del riñón en la medicina náhuatl. Síntesis de la medicina precolombina mesoamericana. Rev Invest Clin 2002; 54: 474-81. 6. Páez X, Hernández L, Baptista T. Avances en la terapéutica molecular de la depresión. Rev Neurol 2003; 37: 459-70. 7. American Psychiatric Association. DSM-IV, Diagnostic and statistical manual of mental disorders. 4 ed. Washington: APA; 1994. p. 345-59. 8. Breslau N, Schultz L, Peterson E. Sex differences in depression: a role for preexisting anxiety. J Psychiatr Res 1995; 58: 1-12. REV NEUROL 2007; 44 (6): 375-380 9. Willner P, Benton D, Brown E, Cheeta S, Davies G, Morgan J, et al. ‘Depression’ increases ‘craving’ for sweet rewards in animal and human models of depression and craving. Psychopharmacology (Berl) 1998; 136: 272-83. 10. Rodríguez-Landa JF, Contreras CM. Algunos datos recientes sobre la fisiopatología de los trastornos por ansiedad. Rev Biomed 1998; 9: 181-91. 11. Rodríguez-Landa JF, Contreras CM. Los fármacos antidepresivos y sus acciones en algunas estructuras del sistema límbico. La Ciencia y el Hombre 1998; 30: 51-63. 12. Rodríguez-Landa JF, Contreras CM. Los fármacos antidepresivos y la conducta de inmovilidad en la prueba de nado forzado: participación de los sistemas de neurotransmisión. Arch Neurocien (Méx) 2000; 5: 74-83. 13. Rodríguez-Landa JF, Gutiérrez-García AG, Contreras CM. Implicación del núcleo accumbens y del sistema dopaminérgico en las acciones neurofarmacológicas de las terapias antidepresivas. Psicología y Salud 2001; 11: 175-86. 14. Briley M, Moret C. Neurobiological mechanisms involved in antidepressant therapies. Clin Neuropharmacol 1993; 16: 387-400. 15. Van Broekhoven F, Verkes RJ. Neurosteroids in depression: a review. Psychopharmacology (Berl) 2003; 165: 97-110. 379 J.F. RODRÍGUEZ-LANDA, ET AL 16. Dubrovsky BO. Steroids, neuroactive steroids and neurosteroids in psychophathology. Prog Neuropsychopharmacol Biol Psychiat 2005; 29: 169-92. 17. Rodríguez-Landa JF, Contreras CM. Aportaciones de la investigación básica al estudio de la participación de los neuroesteroides en la depresión. In Trimboli A, Fantin JC, Raggi S, Friedman P, eds. Encrucijadas actuales en salud mental. Buenos Aires: Akaida; 2006. p. 103-6. 18. Landazuri MA. Efectos de la contaminación en la conducta humana. ICYT 1989; 11: 5-9. 19. McGrath E, Puryear-Keita G, Strickland BR, Felipe-Russo N. Woman and depression risk factors and treatment issues. Washington: APA; 1990. p. 123. 20. Austin-Millán TR. La dimensión social de la depresión: una mirada desde la modernidad. Punta Arenas: Memorias de la Agrupación SERVIR y Servicio de Salud de Magallanes; 2000. 21. Van Praag HM. Can stress cause depression? Prog Neuropsychopharmacol Biol Psychiat 2004; 28: 891-907. 22. Pérez-Tamayo R. La medicina de los pueblos primitivos. In PérezTamayo R, ed. De la magia primitiva a la medicina moderna. México: SEP-Fondo de Cultura Económica; 1997. p. 17-29. 23. Aranda A, Viesca C, Sánchez G, Sánchez G, Ramos de Viesca M, Sanfilippo J. La materia médica en el Libellus de medicinalubus indorum herbis. Rev Fac Med UNAM 2003; 46: 12-7. 24. Cortez-Gallardo V, Macedo-Ceja JP, Arteaga-Aureoles G, HernándezArroyo M, Espinosa D, Rodríguez-Landa JF. Farmacognosia: breve historia de sus orígenes y su relación con las ciencias médicas. Rev Biomed 2004; 15: 123-36. 25. Kinghorn AD. Pharmacognosy in the 21st century. J Pharm Pharmacol 2001; 53: 135-48. 26. Lorenzo JL. Los orígenes mexicanos: historia general de México. México DF: Colegio de México; 1976. p. 83-123. 27. Bernal I. El mundo olmeca. México DF: Porrúa; 1968. p. 272. 28. Quijano-Narezo M. Ticiotl: la medicina prehispánica. Rev Fac Med UNAM 2000; 43: 217-8. 29. Fuentes-Yunes L, Ramírez-Anaya M. Estudio e influencia de la medicina náhuatl. LAB-acta 1999; 11: 119-24. 30. López-Austin A. Textos de medicina náhuatl. 3 ed. México DF: UNAM; 1984. p. 225. 31. Rodríguez-Landa JF, Contreras CM. A review of clinical and experimental observations about antidepressant actions and side effects produced by Hypericum perforatum extracts. Phytomedicine 2003; 10: 688-99. 32. Viesca CT. Ticiotl: conceptos médicos de los antiguos mexicanos. México DF: UNAM; 1997. p. 190. 33. De la Cruz M. Libellus de medicinalibus indorum herbis. Versión española con estudios y comentarios por diversos autores. México DF: Ediciones del Instituto Mexicano del Seguro Social; 1964. 34. De Sahagún B. Historia general de las cosas de la Nueva España. México DF: Porrúa; 1982. 35. Quijano-Narezo M. Historia de la enfermedad. Rev Fac Med UNAM 2000; 43: 39-40. 36. Carod FJ, Vázquez-Cabrera CB. Pensamiento mágico y epilepsia en la medicina tradicional indígena. Rev Neurol 1998; 26: 1064-8. 37. Carod-Artal FJ, Vázquez-Cabrera C. Antropología neurológica entre los indios kamayurá del Alto Xingú. Rev Neurol 2001; 32: 688-95. 38. Carod-Artal FJ, Vázquez-Cabrera CB. Mescalina y ritual del cactus de san Pedro: evidencias arqueológicas y etnográficas en el norte de Perú. Rev Neurol 2006; 42: 489-98. 39. López-Austin A, López-Lujan L. El pasado indígena. México DF: Fondo de Cultura Económica; 1996. p. 306. 40. Lorenzo A. Uso e interpretación del calendario azteca. México DF: Porrúa; 1983. 41. López-Austin A. Cuerpo humano e ideología. Las concepciones de los antiguos nahuas. 2 ed. México DF: UNAM/Instituto de Investigaciones Antropológicas; 1984. p. 492. 42. Foster G. On the origin of humoral medicine in Latin America. Med Anthropol 1987; 1: 355-92. 43. Martínez-Cortes F. Las ideas en la medicina náhuatl. México DF: La Prensa Médica Mexicana; 1965. 44. Trabulse E. Historia de la ciencia en México. Siglo XVI. México DF: CONACYT/Fondo de Cultura Económica; 1983. 45. De la Fuente JR, Alarcón-Segovia D. Depression expressed in Precolumbian Mexican art. Am J Psychiatry 1980; 137: 1095-8. 46. Montesinos-Balboa JE. El mito de Quetzalcóatl y la descripción del trastorno depresivo. ALCMEON 2004; 11: 12-8. 47. Somolinos-D’Ardois S. La medicina en las culturas mesoamericanas anteriores a la conquista. México DF: Sociedad Mexicana de Historia y Filosofía de la Medicina; 1978. 48. Hill D. La depresión en la historia médica. N. York: McGraw-Hill; 1970. 49. Barquín M. Historia de la medicina. Su problemática actual. México DF: Librería de Medicina; 1980. 50. Rosen G. Locura y sociedad; sociología e historia de la enfermedad mental. Madrid: Alianza Universitaria; 1974. 51. Fromm E. El lenguaje olvidado. Buenos Aires: Librería Hachette; 1972. 52. Calderón NG. Conceptos psiquiátricos en la medicina azteca contenidos en el Códice Badiano escrito en el siglo XVI. Rev Fac Med UNAM 1965; 75: 229-38. 53. Viesca C, Ramos de Viesca M, Aranda A. Los tratamientos medicamentosos de las enfermedades mentales en la medicina náhuatl prehispánica. In Aceves-Patrana P, ed. Tradiciones e intercambios científicos: materia médica, farmacia y medicina. México DF: Universidad Autónoma Metropolitana; 2000. p. 27-44. 54. Murria CJL, López AD. Alternative projections of mortality and disability by cause 1990-2020: Global Burden of Disease Study. Lancet 1997; 349: 148-54. 55. Morton JF. Atlas of medicinal plants of middle America. Springfield: Charles C. Thomas; 1981. p. 1420. 56. Dillinger TL, Barriga P, Escárcega S, Jiménez M, Salazar-Lowe D, Grivetti LE. Food of the gods: cure for humanity? A cultural history of the medicinal and ritual use of chocolate. J Nutr 2000; Supp1 30: S2053-72. 57. Bonton D, Donohoe RT. The effects of nutrients on mood. Public Health Nutr 1999; 2: 403-9. 58. Ottley C. Food and mood. Nurs Stand 2000; 15: 46-52. 59. Dallard I, Cathebras P, Sauron C, Massoubre C. Is cocoa a psychotropic drug? Psychopathology study of a population of subjects self-identified as chocolate addicts. Encephale 2001; 27: 181-6. 60. Bruinsma K, Taren DL. Chocolate: food or drug? J Am Diet Assoc 1999; 99: 1249-56. 61. Moller SE. Serotonin, carbohydrates, and atypical depression. Pharmacol Toxicol 1992; 71: 61-71. DEPRESSION IN PRECOLUMBIAN MESOAMERICAN MEDICINE Summary. Aim. To review the concept of depression and its treatment in the context of Precolumbian Mesoamerican medicine. Development. The origins of Precolumbian Mesoamerican medicine (ticiotl) are imprecise, since the theoretical and diseasehealing concepts of the times were doubtlessly influenced by magic and religious beliefs. However, the ticiotl was constructed on a ‘theory’ based on structured information integrated to the world philosophy, which included the social, religious and cultural behavior of the Aztec people. Health was considered a result of the balance between cold-hot polarity. Imbalance caused disease, which in turn produced a dynamic impairment of the body and its relation to the cosmos. Disease could be originated by multiple factors, e.g., by god-sent punishment, or caused by man’s evil or by a destiny marked since birth. Depression, among other diseases, was identified in the ticiotl, and was attributed to alterations in the yollotl (heart). It was treated with plants such as quauhyayual, itzauhyatl and xoxocoatl, with animals such as hare, chicken and fish, and with some minerals. Also, recommendations were given to the individual on his life style in a magic-religious context. Conclusion. In Precolumbian Mesoamerican medicine, depression was identified, and therapeutic methods were developed which may be far from the modern medical concept, but at the time fulfilled the function of understanding and recovering the individual’s health. [REV NEUROL 2007; 44: 375-80] Key words. Affective disorders. Depression. History of medicine. Mesoamerica. Prehispanic medicine. Traditional medicine. 380 REV NEUROL 2007; 44 (6): 375-380