José Ma. Alegre Peyrón Gebyr 5,00 Kr.

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Nummer 115 November 1984 José Ma. Alegre Peyrón Decadencia socio-cultural de la Francia merovingia Romansk lnstitut K0benhavns Universitet Njalsgade 78-80 2300 Kbh. S Gebyr 5,00 kr. 3 INDICE J.á.gina I - J.ntrod1J.cci6r:;. ...................................... .L. ..l.- - Q ................. Una monarq_ufa a rcerceC. d. el azar ......................... III- El poder de la lglesia .......................... L.; 8 e: ~ 9 IV- Una sociedad laica en descomposici6n ............... 12 V - Abandono de la vida intelectuaJ. y te la enseñan.za .......................... ~ .. • .. • . . .. .. . .. .. .. .. .. • .. .. .. .. .. .. J.6 VI - I"a aristocracia, nueva categoría social ascendente •..••....••.••.•.••..•...•••...••••. 18 VII - La inmunidad, factor incrementador de la diferencia de clases ........................................ ~, VIII - Un e,jérci to deEore;a..rtizado y variopinto ........ 22 IX- Poblaci6n urbana, rural, servil y r:colonaJ. 11 X- Hacia la fe~dalizaci6n ..... 23 de la sociedad: la administración central y local .............. 36 XI - Los impuestos~ cargas in1Jt:L.les q_ue r:o ge.neran beneficios ............................................... 3E5 XII - La moneda, exponente de u.na econor-.ía a la deriva ................ o••··~·· ................... 3S1 XIII- Una economía agraria heredada ............•••.. 40 XIV - Conclusi6n ....•••.••..•.••.•...........•••.... 42 XV - Notas ...............•.•....•.....•.••..•..•... 44-5;, 4 I - INTRODUCCION En los ~ijos que transcurren desde que los bárbaros entran en la Galia hasta que Clodoveo implanta una monarquía nacional, el país va a olvidar su carácter de provincia romana para convertirse en asiento del potente y dilatado reino visigodo de Tolosa,primero, y después del reino de los francos y otros menores. A partir de los años finales del siglo V y, sobre todo, desde 507 Galia comenzará a dejar de serlo para convertirse en Francia y empezará a constituirse como verdadera nación, aunque la conciencia de tal nación no la tendrá hasta siglos después (1). El hundimiento del Imperio provoca la regresión de toda la economía, tanto la rural como la urbana. Pues bien, sobre una sociedad de tipo primordialmente económico viene a superponerse una sociedad militarizada. Pero, aÚn siendo el elemento vencedor, el germano se ahoga pronto en el fenómeno de una romanización que en Francia, Italia y España se produce particularmente pronto en muchos aspectos ya que las dos barreras más fuertes, étnica y religiosa, desaparecen enseguida. Como en los demás reinos occidentales, los bárbaros darán al substrato romano y a toda la sociedad medieval el militarismo que en parte está en su propia naturaleza y en parte, y no pequeña, porque las nuevas circunstancias históricas obligan a los nuevos países en formación a una lucha constante por su propio equilibrio. Como consecuencia lógica de la nueva situación se suavizan las categorías sociales indígenas. No desaparecen los grandes propietarios, tampoco se comparten las tierras pues Clodoveo sólo se adueña de las fiscales y de las de los rebeldes. La vieja aristocracia senatorial conserva cierta autoridad y prestigio, pero en definitiva la nueva clase superior la constituyen los conquistadores. No obstante, al ganar un asiento territorial fijo su organización evoluciona rápidamente hacia los cuadros tradicionales que han destruido. Si antes había en cada pueblo varios jefes militares con sus propias comitivas, la entrada en el Imperio es una empresa nacional y exige una sola cabeza. La duración de la campaña produce el que ese único jefe acabe por asimilarse al viejo rey y que sus 5 ocasionales poderes absolutos se conviertan en el apoyo y justificación de su realeza. Es la propia fuerza y envergadura de su movimiento y no el contacto con Roma lo que, en mi opinión, transforma las sociedades bárbaras. Las invasiones, si no han alterado por completo los instintos germanos de democracia y gobierno directo del pueblo, han acabado por impedir su realización. En el siglo VI no hay asambleas populares o su trascendencia es casi nula. Pero, una vez asentados los germanos, el país debe ser repartido de la forma que sea entre los soldados, de tal manera que la organización romano-indígena desaparece cierto tiempo para volver adaptada a la vida de los nuevos pobladores con las ventajas e inconvenientes que esa sustitución entraña. Entre los francos, en particular, la nobleza ha quedado por completo anulada mientras que entre los bávaros, por ejemplo,subsisten ciertos cuadros aristocráticos (2). Por ello, la organización merovingia se sustraerá en cierto modo a esa renovación del mundo antiguo en su propio seno y se basará, en principio, en un tipo de monarquía absoluta y despótica, sólo limitada por reacciones populares y el rápido progreso político de la aristocracia que comienza a nacer. II - UNA MONARQUIA A MERCED DEL AZAR Uno de los grandes cambios de la situación política es la completa desaparición de la idea de ESTADO que Roma poseía de tradición clásica. La idea de ESTADO aseguraba antes la continuidad del PODER. Ahora, el rey merovingio escapa a toda idea de soberanía, de bien común. De ahí que la monarquía no sea territorial en su base como la romana, sino de bases personales de relación, mucho más en consecuencia con el germanismo. El rey lo es de los francos y no de Francia; él miemo es el poder y en consecuencia la organización es en cierta medida anárquica y rudimentaria (3). Contra todo este absolutismo está, en cambio, la realidad de que los reyes merovingios no lo son por completo: carecen de los medios para imponer su indiscutida autoridad y no pueden crear ni disfrutar de inmediato de un sistema fiscal ni de un funcionariado (4). Para los francos, el poder de sus reyes se parece al del cabeza de familia germánico, el munt; el rey es un patr6n que brin- 6 da protecci6n y exige ciega obediencia:-"Convertimini ad me et sub defensione mea sitis"-, dice Clodoveo. La obediencia se debe en virtud de la fidelidad al hombre superior, al jefe, pero no en cuanto rey. El pueblo entero jura obligatoriamente en manos de los leudes reales y cada nuevo rey tiene que conseguir ese juramento. Esto es lo que se ha dado en llamar "carácter patronal" de esta monarquía e5) . Por otra parte, siendo el soberano un jefe militar que lleva a su pueblo a la conquista, la tierra ganada es propiedad particular suya y la reparte entre sus hombres segdn su voluntad. No se trata de bienes del Estado, puesto que no existe o no es comprendido, sino de patrimonio real por derecho legítimo de conquista. El derecho privado de la Ley Sálica (6) es el único aplicado a su muerte cuando lo reparte entre sus hijos como puede hacer un campesino con su predio. No obstante queda inamovible una cosa: el reino o el reinado sobre los francos no se divide, -lo mismo ocurre en España con los visigodos-. Tan s6lo se reparte el poder sobre la conquista de la familia, se delimitan las zonas de influencia, pero todos los sucesores siguen siendo "rex francorum". Todo esto viene a explicar que los francos abandonen muy pronto el viejo principio electivo germano y hagan indiscutiblemente hereditaria la transmisi6n de la corona, mientras los visigodos españoles, de antiguo mucho más romanizados, permiten difícilmente a sus monarcas la práctica de la hereditariedad del poder supremo. No deja de ser extraño que el germanismo franco se haya anulado hasta el extremo de respetar siempre esta condici6n hereditaria a pesar de la notoria incapacidad de los últimos representantes de la dinastía. Estos, y no un cambio de posici6n en el pueblo,fueron la causa de su ruina. Cuando los reyes francos legitiman su posici6n respecto al Imperio aceptan de Roma la teoría de lesa majestad y muchos otros derechos que disfrutan extensamente: de acuñaci6n e impuesto, legislativo, judicial, militar, etc (7). Esta realeza no está fundada en un patriotismo a la antigua, ni en una burocracia manejada por el ejército, no es la monarquía patriarcal de la Edad Media sometida al imperio de la costumbre, no es el régimen de clan, ni es tampoco el régimen feudal del que todavía dista mucho. Dicha realeza es simplemente la persona del 7 rey que está tan sumamente unido al Estado que se confunde con su misma persona. El "regnum" es una propiedad cuyo propietario se llama rey y éste dispone de aquél según las reglas del derecho privado. La finalidad del gobierno merovingio es la satisfacción personal del monarca. El reino adquirido es simplemente un terreno de explotación y si se emprende una guerra es para acrecentar su parte. Sus expeaJ.ciones no tienen otro fin que el pillaje o la imposición de un tributo (8). Para construir su morada el rey merovingio recoge materiales de todas partes y sería absurdo decir que el conjunto es romano o germano porque tal piedra procede de Roma o Germanía ya que los materiales podrán ser compuestos pero la estructura está adaptada a las necesidades y a los gustos del nuevo dueño de la Galia. La conquista de la Galia trae como consecuencia el cambio de situación del pueblo y del rey. El monarca merovingio no ha heredado de su pasado germánico muchas prerrogativas amplias ya que fuera del tiempo de guerra su poder estaba lin.:i ta.do por la nobleza y por la asamblea del pueblo. La conquista da a la realeza un puesto tan eminente que los derechos del pueblo se desvanecen y la asamblea deja de reunirse (9). El rey continúa rodeándose de francos y sigue llamándose rey de los francos, pero ya no reside en territorio franco. En el ejército la mayoría es galorromana reclutada entre los hombres libres sin distinción de razas. La conquista conduce a una ruptura total con el pasado y aparta al rey del "populus francorum" situándolo tan alto que en lo sucesivo desaparece toda huella de elección y la monarquía se convierte en hereditaria y absoluta. Como a pesar de todo el Estado se apoya en el rey, la monarquía franca es esencialmente ~~ gobierno personal y si por alguna causa el señor falla todo se desarregla y la institución se tambalea. Un poder absoluto sólo puede subsistir si se sabe hacer perdonar su dureza a cambio de servicios al pueblo o consigue crear una burocracia sólida que lo sostenga en las épocas de debilidad. Entre los merovingios no se dan estos servicios al pueblo ni los monarcas saben crear y menos organizar una burocracia sólida. El monarca merovingio no puede ser querido por ser caprichoso, déspota, suspicaz, cruel y egoísta. Como entre él y su pueblo no existe ningún lazo de simpatía, es muy comprensible que al no haber 8 ninguna base efectiva el gobierno se derrumbe. Tan s6lo se le sirve por miedo o por interás. Indiferente al bienestar público,prodiga sus larguezas entre la camarilla cortesana, a cuyos componentes llama sus fieles. Toda raz6n de su política va encaminada, o se reduce a sobornar a los fieles del rival. Se produce una perversión del espíritu público. El funcionario acaba de desaparecer tras del protegido, o tras del servidor, y esto hace arraigar fuertemente en los espíritus la idea de que el servicio del Estado es la contrapartida de un beneficio. No se realiza ninguna función si no es a cambio de una recompensa e, igualmente, si no se reciben beneficios del rey tampoco se le obedece ni se tiene obligaci6n de servir al Estado (10). El soberano a su vez al menor indicio de infidelidad tiene derecho a renovar su donación y lo utiliza como un arma represiva. Como no existe vida política, ni garantía de seguridad, la masa de los hombres libres no dispone de ningún procedimiento legal para dar a conocer sus quejas y obtener justicia (11). El único procedimiento o recurso posible son las revueltas. No obstante, hay una ocasión en la que todos los hombres libres de todas las nacionalidades y súbditos del rey merovingio pueden levantar la voz y adoptar una actitud amenazadora. Es la llamada reuni6n del Campo de Marte, cuando se celebraba la revista general de las tropas que precedía a una expedici6n militar. El rey merovingio deja prácticamente de serlo cuando convoca este amasijo de franceses de todas partes que componen el "populus francorum". Sin existir verdaderas instituciones que respaldasen la monarquía franca, ésta estaba a merced del azar. Su decadencia fue precipitada por las guerras civiles nacidas de las particiones al estilo germánico y, luego, por una serie de minorías étnicas. Lo que hoy nos produce todavía asombro es que en estas condiciones pudiese figurar como gran potencia durante más de un siglo después de la muerte de Clodoveo. Cuando hablemos de la feudalizaci6n de las instituciones merovingias tendremos ocasi6n de ver c6mo esta monarquía tenía en la práctica muy menguadas sus atribuciones. En otro aspecto, la realeza franca tiene a su servicio, como afirma E.Demougeot (12), una antigua fuerza: la Iglesia y sus obispos, mediadores entre los reyes y la poblaci6n.romana. Estos obispos, verdaderos funcionarios reales, no hacen sino conservar en sí una parte de la antigua administración romana. 9 La Iglesia mantiene y acrecienta el poder real de una manera clara, pero será también, paradójicamente, una de las primeras razones de su decadencia (13). III - EL PODER DE LA IGLESIA Al hundirse el Imperio Romano, la Iglesia católica es la única institución que queda en pie y en ella se cifran todas las esperanzas. En la Galia, su organización permanece intacta salvo en las fronteras con los territorios ocupados durante las invasiones bárbaras. Subsiste la geografía eclesiástica mientras desaparece en la organización civil. Además, la Iglesia triunfa sobre el arrianismo al convertirse Clodoveo e intenta atraerse a los germanos al cristianismo. En el siglo VI, la Iglesia es el episcopado y el obispo es una especie de soberano. Por su linaje siempre ilustre se recluta entre la nobleza senatorial y en el siglo VII entre la aristocracia galo-franca. Une al conocimiento de las Escrituras otro quizá muy elevado de las letras antiguas. El clero y el pueblo velan por su conducta ya que la prosperidad del país depende de la conducta del pastor. Si está casado se separa de su esposa para vivir en la continencia. Hay una estrecha unión entre obispo y feligreses (14). La fortuna de las iglesias es bastante considerable y gracias a ella el obispo puede socorrer al clero e incluso a los laicos porque el Estado se desentiende de los servicios públicos (15). Existe el derecho de asilo para los desventurados pero también, y no pocas veces, para los criminales. Defiende a sus feligreses del fisco y en el siglo VII logra la inmunidad (16). Con gran rapidez, la ciudad y sus arrabales pasan a ser propiedad del obispo y la vida espiritual y material de la "civitas" queda concentrada en sus manos (17). En realidad, este es un fenómeno general porque la preponderancia del episcopado aparece por todas partes. Los reyes no se inquietan por ello sino que al contrario le dan poderes para vigilar al conde y le conceden jurisdicción episcopal, contenciosa y arbitral. Su persona es intocable y sólo puede ser condenado legalmente por un concilio. En realidad, si el rey se muestra tan magnánimo con el obis- 10 po es porque lo juzga en provecho propio y cree que el procedimiento ideal y más seguro es nombrar al obispo directamente, aunque los hechos nos demuestran que estas elecciones casi siempre fueron desafortunadas (18). En el siglo VII, el clero se enfrenta al rey en más de una ocasión y éste necesita de una gran energía, como la de Carlos Martel, para abatirlo. Estos clérigos contestatarios son los precursores de los obispos-condes de los capetos. El clero suele reunirse frecuentemente en concilios y sus preocupaciones giran en torno a la disciplina y a la vida práctica, regulación de vida de clérigos, exclusión de funcionarios reales de los asuntos clericales, ,etc. Poco a poco, estos concilios se van espaciando y el último de la época merovingia se celebra en 695 tras una interrupción de 19 años. Hasta 742 no tiene lugar el siguiente. Hay que dejar sentado bien claro que el clero rural es poco edificante por su conducta y sus componentes son muchas veces violentos y sanguinarios. El clero secular se retira después a los monasterios para buscar refugio. Al principio, los monjes no son sacerdotes, ni siquiera clérigos. Estas agrupaciones religiosas empiezan a seguir las reglas monásticas practicadas en los cenobios de Oriente, adaptadas a la vida occidental por Casiano y Cesareo. A finales del siglo VI, el irlandés Columbano las refuerza en el sentido de austeridad. En el siglo VIII, su regla deja paso a la de San Benito de Nursia, fundador de Montecasino, que había muerto a finales del siglo VI. Los monjes trabajan, rezan y su vida transcurre en el campo debido a la falta de espacio para edificar claustros en las ciudades. Los cenobitas ingleses e irlandeses buscan la soledad refugiándose en las islas de la propia Irlanda, Oreadas, Sheltland, etc. Los monjes, alejados de la ciudad, incitan a la piedad popular. El favor de los reyes les vale la inmunidad. También los obispos, de cuya autoridad dependen los monjes y religiosos, comienzan a otorgar, a partir del siglo VII, privilegios de exención que relajan los lazos entre la catedral y el monasterio hasta el punto de que los establecimientos religiosos llegan a constituir pequeñas soberanías casi autónomas (19). La difusión del cristianismo es una tarea que incumbe tanto al clero secular como al regular y alcanza tanto a los galorromanos como a los bárbaros. 11 Los campesinos, colonos y siervos no tienen libertad de movimientos y carecen de recursos por lo que el señor se preocupa de construirles oratorios y capillas. Los obispos y abades son los primeros en dar ejemplo. Sin embargo, en la época merovingia no se hace más que esbozar esta obra que quedará completada en la carolingia. Entonces es cuando se construirá la parroquia rural y se practicará el cristianismo. Aunque en verdad, este cristianismo será más practicado que comprendido pues a los galorromanos, germanos, fieles y hasta al mismo clero les resultaba difícil comprender las ceremonias celebradas en una lengua no usada como era el latín clásico que ya antes de la caída del Imperio Romano entendían con d~ficultad. Se proseguirá sin descanso la lucha contra el paganismo. Las religiones y sistemas rivales del cristianismo habían desaparecido y sólo subsistían ciertas supersticiones carentes de peligro al no pasar de ser ritos locales, tradiciones misteriosas poco o nada comprendidas. Las únicas regiones de la Galia donde el olero encontró serias dificultades para erradicar la idolatría fueron las habitadas por los francos, pero al final aquéllas serían superadas. Esta campaña evangelizadora fracasará en los territorios que estaban fuera de la autoridad de los reyes, como los frisones y sajones. En el siglo VIII, la evangelización se encomendó a los irlandeses ya que el clero de la Galia era incapaz o estaba demasiado corrompido para confiarle una empresa de conversión erizada de dificultades. El cristianismo que triunfó en Occidente no revestía calidades altas ni esencias demasiado puras. Los obispos eran por lo general supersticiosos y creían en presagios, obsesionados por el temor al diablo. Su concepto de la divinidad era, a menudo, el de un dios celoso y vengativo que favorecía a sus devotos sin tener en cuenta su moralidad. La actitud de los fieles era peor y degradaban el sentimiento cristiano con prácticas tales como la costumbre de los penitenciales, costumbre esta al parecer originaria de Irlanda y que consistía en pagar tarifas para obtener el perdón de los pecados. El culto divino, en esta época, cede ante el culto de los santos. La admiración profesada a los mártires y más tarde a los santos confesores de la Iglesia se transforma en un verdadero culto. Se espera de los santos no sólo su intercesión ante la divinidad sino también provechos materiales. Su cuerpo protegía al país donde estaba enterrado, sus 12 reliquias eran talismanes que curaban enfermedades y achaques. El santo, pues, está al tanto de los males del cuerpo y del alma y así se fueron creando entre los santos diferenciaciones que especializaban los efectos de su intercesión. Los santos curanderos sustituyen a los dioses y héroes de la antigüedad. La humanidad que no era ní justa ní buena se consideraba incapaz de satisfacerse con un díos justo y bueno y se volvió hacia potencias más accesibles por creerlas más favorables a sus necesidades y hasta más indulgentes con sus vicios, y así el espíritu humano abandonado a sus vicios y a estas creencias volvió a caer plenamente en el paganismo. Los fieles menifestaban su reconocimiento y esperanza con abundantes donativos, especialmente a los monasterios. La excesiva riqueza del clero se convirtió en un peligro para éste. Cuando el Estado no tuvo más tierras para distribuir fijó la mirada en los bienes de la Iglesia. Mas, no atreviéndose a despojarla de ellos brutalmente, hizo valer en su provecho una práctica eclesiástica, imitación de la costumbre romana, la del precario, a título esencialmente revocable, pero en la segunda mitad del siglo VII el mayordomo de palacio, basándose ~n esta práctica, obtuvo para sus partidarios bienes eclesiásticos, como el dominio de Taverny concedido por San Dionisio a un fiel de Ebroin (20). Como se puede imaginar fácilmente, el ruego del señor era una orden. Carlos Martel aplicará en gran escala este procedimiento para recompensar a los guerreros austrianos por la ayuda prestada. Sus sucesores, al no estar en disposición de rest::.tair se limitarán a darle una apariencia legal. Los monasterios no lograron jamás rehacerse de este golpe dado por la monarquía merovingia en el momento en que se acercaba el fin de su era. IV - UNA SOCIEDAD LAICA EN DESCOJ:JPOSICION Debemos a Gregorio de Tours la descripción de la corte de esta época y su visión es de lo más abominable: todo es una continua conspiración entre hijos y padres, entre tíos y sobrinos, y entre hermanos. La delación, al igual que en el Bajo Imperio, llega a su apogeo. El rey es colérico y orgulloso, y sus castigos, dados al azar sin descernimiento ni piedad, lo demuestran claramente (21). Las costumbres llegan al grado de depravación más inmunda y 13 el rey, junto con su camarilla, son ejemplos de la más abyecta inmoralidad. Este estado de depravación llega al máximo en los siglos VII y VIII. Con frecuencia el soberano es un vicioso, un degenerado que muere joven, víctima de sus excesos. A finales del siglo VI y durante la centuria siguiente, la aristocracia de los funcionarios, poseedora de la tierra, manifiesta una brutalidad y corrupción sin límites. Su nivel intelectual y su instrucción experimentan un marcado descenso. El tipo de gran señor letrado que existía en el siglo V se esfumó en el transcurso del siglo siguiente para desaparecer después por completo. El servicio del merovingio no requirirá una gran cultura literaria, aunque se darán excepciones como Chilperico y Cariberto, reyes que conocían el latín clásico. Además, el contacto con los francos no era precisamente lo más indicado para pulir las costumbres y el estilo. Por el contrario, la aristocracia galorromana desde el primer momento se sintió atraída por la vida ruda y guerrera de los bárbaros (22). Los matrimonios mixtos fueron frecuentes y aunque subsistió la dualidad de leyes, en la práctica fue relegada casi al olvido. En el siglo VII se completó la fusión de las familias galorromanas y francas y de esta unión nació una aristocracia francesa de lo más turbulento, batalladora, ignorante, nula en cuanto a las cosas del espíritu e incapaz de elevarse a algún concepto político serio, además de ser fundamentalmente egoísta y anárquica. En la formación de la sociedad galofranca, a partir de los siglos VII y VIII, la aportación germánica fue considerable y hasta predominante en muchos conceptos.Los francos no consideraban a sus conquistadores como una raza inferior sino que trataron de asimilar todo cuanto podía convenirles de su organización y cultura. Pero el prestigio franco fue enorme y lo sigió siendo durante cuatro siglos. Un testimonio claro lo tenemos en la onomástica. A medida que avanzaba el siglo VI, los romanos abandonaron sus nombres latinos para adoptar nombres fr~~cos, y en el siglo VII ya sólo encontramos nombres germánicos. Algo parecido sucedió con el vestuario y el armamento. Unicamente el clero impuso su vestidura romana, introducida entre los bárbaros a través del ritual. La influencia bárbara en la lengua latina fue innegable y sin modificar la estructura gramatical del latín se fueron añadiendo gran cantidad de vocablos usuales, términos relacionados con la guerra, armamento, vestimenta, adorno, habitaci6n y 14 amueblamiento, alimentación, diversiones, fauna, flora, colores, partes del cuerpo, etc. (23). La Galia del Norte y parte de Aqui tania hasta la !"le seta Central fueron marcadas con una profunda huella por el derecho germánico. Y no fue porque los francos lo impusieran o extendieran, ya que ~stos no se preocuparon es propagarlo por parecerles justo y normal que los romanos fueran juzgados según sus propias leyes. El derecho germánico se extendió debido a la práctica del tribunal del jurado, el mall, en el que los "hombres buenos" de cualquier nacionalidad "dictaban la ley". Los francos fueron numerosos e influyentes en todos los aspectos de la vida y esto nos explica el hecho de que en el siglo IX el derecho germánico hubiera ganado tanto terreno en el Orleanesado hasta el punto de que ya nadie recordaba el derecho romano. La potestad del padre en la familia era desorbitada porque detentaba la plena autoridad sobre la mujer y los hijos, y esta potestad llega·::>a incluso a conferirle el derecho de venderlos.Con mayor razón podía casar a sus hijas segdn su deseo. Ni siquiera el matrimonio liberaba al hijo de la potestad paterna. Con respecto a la condición de la mujer se aprecia que jurídicamente la germana estaba más degradada que la romana al ser la mujer una eterna menor bajo el "mundium" del padre, del marido e incluso del hijo (24). El menor y su fortuna estaban poco menos que a discreción del tutor. Las leyes del matrimonio prescindían de toda moralidad. El divorcio por mutuo acuerdo o el repudio de la mujer por el marido eran admitidos por un simple capricho de ~ste. Entre los reyes y los grandes se daba con frecuencia la práctica de la poligamia. El derecho germánico es rico en formalismos, lo que es signo de una civilización retardataria. No existe el concepto de los contratos por consentimiento mutuo. Las obligaciones tienen un carácter tan estrictamente personal que los cr~ditos, por ejemplo, no pueden cederse a terceros. Es necesario señalar que la buena fe o el error no son tenidos en cuenta para nada en la apreciación del valor de un contrato. El capítulo de las sucesiones es tambi~n muy imperfecto. En un privilegio de masculinidad, las mujeres están excluidas de la propiedad de los inmuebles. La transmisión de bienes está tan rigurosamente reglamentada que no deja ningún resquicio a la manifestación de la voluntad del moribundo, y el testamento en sí es des- 15 conocido. El procedimiento es aún más rígido. El más ligero error de palabra o de gesto entraña la pérdida del proceso. El procedimiento sigue siendo privado. El requerimiento es formulado por el demandante y es éste también el que procede al embargo. EJ. sistema de pruebas tampoco es satisfactorio y es más bien primitivo. El juramento con conjuradores y la ordalia, -pruebas por el fuego o por agua-, se sobreponen a la prueba testifical y con mayor razón a la prueba escrita. La prueba incumbe al defensor y no al acusador. La jurisprudencia no puede corregir las imperfecciones legales y cuando los expertos, los "hombres buenos", "dictan el derecho", el juez, es decir el conde y la asistencia quedan obligados, y el pueblo con su asentimiento expreso o tácito confirma la sentencia. Esta sólo puede ser rechazada por la parte condenada. Sin duda alguna se puede afirmar que el retroceso del derecho romano ante el germánico es notorio y este es uno de los testimonios más contundentes de la barbarie de aquellos tiempos. La composición es el rasgo más conocido del derecho penal germánico y permite rescatar a fuerza de dinero los golpes, heridas e incluso la muerte. Este procedimiento es adoptado pronto por los romanos y favorecido por la Iglesia,al ver en él una forma de evitar la efusión de sangre, y por el Estado incapaz de mantener el orden público. Se dan casos muy curiosos en cuanto a la indemnización. Así por ejemplo, el cortar el brazo a una mujer por encima del codo vale 35 sueldos, cinco más que por las heridas que han puesto al descubierto la masa encefálica o han abierto el vientre de la víctima. En realidad, lo de menos es la multa. Se busca la forma de evitar la venganza, la faida (25), y el rescate es tanto más considerable cuanto más poderosa es la parentela. Como puede observarse, la composición no tendía a proteger a los débiles sino que era simplemente el pago de una prima contra el ejercicio del derecho de venganza. Desde luego era una garantía muy precaria ya que los poderosos no se privaban de ejercer la~­ detta. La venganza no detendrá su marcha y caracterizará las costumbres de la Edad .Media. Había también una gran inseguridad en relación a los bienes de las personas y poca claridad con respecto a la idea de donación. La concesión podía ser revocada bajo cualquier pretexto por poca base que tuviera. Desde este punto de vista es clarísimo que en materia de legislación la barbarie marc6 en la humanidad un 16 gran retroceso. V - ABANDONO DE LA VIDA INTELECTUAL Y DE LA ENSEÑANZA Mientras la Iglesia es atacada y expoliada, las naciones se hallan en continuas luchas y el cultivo de las letras va desapareciendo de las ciudades de la Galia. El retroceso de la literatura latina comienza en la época de los Antoninos. A finales del siglo IV y principios del V se dibuja una pretensión de renacimiento de las letras, pero en realidad lo que se oculta es un decantamiento. Con la llegada del cristianismo la literatura pagana tenía que ser condenada al estar la poesía estrechamente ligada a la mitología y el teatro a la religión. Como para los cristianos de entonces los dioses de los poemas no eran abstracciones inofensivas sino que les infundían un miedo horroroso o los despreciaban por paganos, optaron por relegar al olvido la literatura que representaba esta temática. La mayor hostilidad hacia las letras aparece en los Padres de la Iglesia y esta reprobación subsistirá a lo largo de toda la Edad Media. Los máximos representantes de la Iglesia temen y condenan la literatura clásica. San Gregario Magno, en Italia, y San Isidoro de Sevilla, en España, son ejemplos de esta actitud. No obstante, los Padres de la Iglesia vacilaron antes de pronunciar una condena sin apelación y esto por dos razones obvias: la primera porque las letras, bajo el Imperio, gozaban de gr~~ prestigio, y menospreciar los recursos de la retórica en las polémicas contra los paganos y heréticos que la poseían a fondo era exponerse a no ser leídos ni entendidos; y en segundo lugar porque a falta de tratados didácticos se sacaban de los comentarios de los clásicos nociones indispensables para la interpretación de los libros no sagrados, tales como los de historia, filosofía, ciencias físicas, etc. De todas formas, a medida que se va formando la literatura cristiana, cuyo estilo se inspira en la literatura pagana, ésta pasa a un segundo plano. Los grandes modelos son sustituidos por los escritos de los Padres: Tertuliano, Lactancia, Hilario, Ambrosio, Jerónimo, Agustín, etc. Puestos a sacar conclusiones,podemos afirmar que de no ser 17 porque Irlanda se convirtió en el siglo V y se transformó luego en un refugio para la cultura, la pérdida hubiera sido total, o al menos muy considerable. Desde finales del siglo IV, el griego fue extinguiéndose y la cultura helénica desapareció en Occidente. Con el retoceso y luego con la extinción de la cultura helénica, la filosofía y la ciencia sufrieron pérdidas irreparables. La Edad Media sólo conocerá la filosofía por los resúmenes de Boecio, muerto en 525. El mismo renacimiento carolingio carecerá de originalidad filosófica , y si exceptuamos al irlandés Juan Eseoto, hasta San Anselmo no se encontrará el verdadero espíritu filosófico (26). La teología, tan íntimamente unida a la filosofía en la Edad Media, tampoco alcanzó metas bril1antes. Durante este periodo no surge ninguna herejía nueva por lo que esta anomalía se puede interpretar como señal de tibieza religiosa, o como prueba de estancamiento intelectual. La ciencia no progresa lo más mínimo, y si algo hace es perder terreno en Occidente. El olvido de la literatura antigua no sólo fue debido a la insatisfacción intelectual y moral de los hombres de este tiempo, sino también porque se hacía casi imposible comprenderla sin una penosa iniciación. Poco faltó para que sucediera lo mismo a la literatura cristiana. Las pérdidasen el vocabulario fueron enormes. El lenguaje vulgar, simplificado hasta el exceso, había hecho desaparecer los sinónimos, había reemplazado voces usadas por los más preclaros autores por términos populares, la morfología había quedado malparada, no se empleaba el neutro, ni el comparativo, ni el adverbio. Este fue sustituido por el adjetivo femenino unido a la terminación -mente. Tampoco se usaba el deponente, ni siquiera el pasivo, reemplazado por el participio con el verbo ser. Se olvidaron los casos y el empleo del futuro que fue sustituido por el infinitivo unido al verbo haber. Las desinencias causales fueron sustituidas por las preposiciones de y ad. La ruina de la conjugación y de la declinación afeetó profundamente a la sintaxis que sufrió innumerables cambios, de tal forma que se volvió incomprensible para la población romana. La única poesía inteligible será la fundada en la sucesión de sílabas altas y bajas, es decir en la rítmica de intensidad, mientras que la antigua rítmica se basaba en la alternancia musical de largas y breves. Será en el llamado renacimiento carolingio cuando el latín volverá a adquirir la corrección clásica y só- 18 lo porque a partir de entonces se convertirá en lengua muerta. La enseñanza no pudo prolongar mucho tiempo la tradición pues la invasión goda le asestó un golpe mortal. Los reyes merovingios no se preocuparon de subvencionar los establecimientos de enseñanza (27).La llaJLada "escuela de palacio" fue un eufemismo ya que los escolares no eran estudiantes sino recomendados de la clase alta que hacía allí el aprendizaje del arte de la guerra y de la administración. En adelante, la enseñanza adquirirá un tinte marcadamente eclesiástico, y es natural que fuera en los claustros y obispados donde ésta encontrase refugio. Limitado el programa de estudios de estas escuelas a la gramática en el trivium, y al guadrivium, aquél quedaría reducido a la práctica o a nociones de cómputo y canto para la determinación de fiestas sagradas y celebración de oficios religiosos • .l,a confiscación de los bienes de la Iglesia por Carlos Nartel y la instalación violenta en las sedes episcopales y monásticas de guerreros avarientos, brutales y de una ignorancia sin límites contribuyó a extinguir los últimos fulgores, bastante débiles ya, de la cultura antigua. En el siglo VIII, la Galia quedó en la más completa oscuridad. En España, después de una esplendorosa era isidoriana y leandrina durante el periodo visigodo, la civilización cristiana sufrirá el corte tremendo de la invasión musulmana. VI - LA ARISTOCRACIA, NUEVA CATEGORIA SOCIAL ASCENDENTE La carencia de unión fue la característica principal de la aristocracia debido a la multiplicidad de sus orígenes y al temprano particularismo regional. La vieja aristocracia galorromana no había desaparecido por completo, pero quedó anulada en su papel de preminencia (28). En los primeros tiempos de la dinastía falta toda tradición de nobleza de sangre, pero se crea de inmediato merced a los cargos palatinos, en gran parte hereditarios desde muy pronto (29). Hay un "refrendario" o jefe de la administración, un conde de palacio a la cabeza de la justicia, un "cubiculario" o tesorero y un "maior domus", pero todos ellos son de nombramiento real revocable, no son hereditarios en principio. Aunque la nobleza francesa ha desaparecido ya, queda la aris- 19 tocracia galorromana de los senadores, pero eso sí, s6lamante como clase social (30). La aristocracia del siglo VI no es en realidad una verdadera nobleza, es simplemente de función temporal a merced del soberano. El poder del soberano no conoce límites y los súbditos no poseen ninguna garantía contra su arbitraridad. Hasta los mismos obispos que por su carácter sagrado están por encima del pueblo no siempre quedan libres de su c6lera y los concilios tiemblan ante la corte. La médula de la clase alta la formará ella misma en cuanto consiga guardar sus prerrogativas para sus descendientes. Con todo, el poder no está en sus manos sino en la de los consejeros del rey, en sus "fideles" o "leudes". Los próceres y optimates de palacio son los verdaderos aristócratas. A diferencia de la época antigua, la aristocracia se funda en las monarquías bárbaras en el desempeño de las funciones públicas, y por ello está abierta a todos. De la sociedad galorromana sale la clase de los obispos que se convertirán en los señores rrás poderosos econ6micamente, y mientras los cargos palaciegos van incrementando sus prerrogativas lo consiguen también los jefes de la administración local, de nombramiento de matiz local. Los condes van consiguiendo hacer también de sus funciones algo transmisible y hereditario. Su temprana vinculación a un lugar les proporciona los medios de enriquecerse muy rápidamente por ser sus poderes civiles y militares demasiado amplios. El fuerte regionalismo se opone con fuerza a los intentos de reunificaci6n de un Clotario o un Dagobcrto (31). El enriquecimiento de los altos funcionarios es aún más rápido. Por los medios ya conocidos van concentrando en sus manos la tierra y comienzan a surgir los brotes de la nobleza militar posterior. Como es natural en todo gobierno, en el merovingio el rey reclama servicios a sus súbditos y obtiene de éstos dinero sin dar nada y muy cómodamente a cambio. Ya no hay gasto de interés pú.blico y desaparece hasta su noción. El rey retira tranquilamente de la circulación todas las especies metálicas y las apila en sus cofres, en su tesoro. De esta forma el impuesto llega a tomar todo el carácter de abuso (32). Pero tras esta fachada de una monarquía de lo más despótico irá surgiendo una fuerza social que durante la segunda mitad del siglo VI suplantará a la realeza. Esta fuerza social ascendente es la aristocracia. Fuera de los merovingios ya no quedará al final ninguna fa- 20 milia noble. Por lo demás, las prerrogativas de esta clase eran de orden econ6mico y moral, no legal. El único privilegio que elevaba al hombre por encima del vulgo era el servicio del rey, y como nadie se prestaba a servirle sin ser remunerado, el monarca les concedía tierras. Estas concesiones fueron el origen de la nueva clase social. Por otra parte, se tendía a escoger a los, llamémosles, funcionarios entre los grandes propietarios y así éstos siguieron adquiriendo enormes extensiones de tierra. S6lo el servicio del rey reporta privilegios. El hombre que sirve al rey, e incluso el que le es simplemente recomendado es, pues, de hecho un noble. Esta nobleza, legalmente, no es hereditaria, pero muy pronto llegará a serlo. El espíritu de la época será profundamente aristocrático, y era tan exagerado entre los romanos que constituía una especie de casta, la "familia senatorial". Este espíritu aristocrático lleg6 a ser inevitable entre los francos. Normalmente, el hijo del propietario servía también al rey y buscaba beneficios. Al cabo de unas cuantas generaciones se había establecido la costumbre. El servicio del rey y las prerrogativas que entrañaba hiciéronse hereditarios. La monarquía merovingia reinstaur6 de este modo la aristocracia que más adelante sería el origen de su ruina. La aristocracia triunf6 porque desde hacía poco contaba con un jefe, el mayordomo de palacio (33), cuyas funciones tenían una importancia capital. Además no fue una insignificante paradoja de esta época que el jefe de los funcionarios se convirtiera en el cabeza visible de la oposici6n aristocrática al absolutismo real. Las repetidas minorías de edad, el reinado de dos mujeres, Brunequilda y Fredegunda, tiránicas y vengativas pero incapaces de sostener el reino sin ayuda masculina, permiti6 al partido aristocrático levantar cabeza y hasta imponer sus condiciones. La principal de ellas sería la designaci6n del mayordomo de palacio por el conjunto de los grandes laicos y eclesiásticos. En adelante existirá un contacto no s6lo entre la realeza y la aristocracia, sino también entre ésta y el mayordomo de palacio. Y desde entonces, las funciones públicas tenderán a perpetuarse en las mismas familias. 21 VII - LA INMUNIDAD, FACTOR INCREI"iENTADOR DE LA DIFERENCIA DE CLASES Su vital importancia en el periodo que estudiamos estriba en que es el único uso que se practica en forma descendente ya que sale de la propia corte real y se aplica a los elementos sociales inferiores. De cualquier forma, sus efectos son parecidos: supresión o debilitamiento de todo lazo de dependencia legal en favor de la libertad económica de los grandes terratenientes. Por ella, el ejercicio de la autoridad real se transforma en cierto modo en patronato. Los primeros testimonios parece que se remontan a Clodoveo, pero hasta el siglo VI sólo aparece como una simple exención de impuestos. En su mejor época consiste en eximir de todas las cargas, incluso de las tierras adquiridas con posterioridad, pero lo que es más importante es que los oficiales del rey no pueden instruir por sí mismos procesos ni exigir fianzas a los inmunistas sin destruir por completo la jurisdicción de condes y de sus subordinados. Frecuentemente se extiende a la exención de obligaciones como la de albergue, pero si se ha tratado de ayudar con ella al pueblo bajo el fracaso es rotundo porque su uso no tiene nada de democrático. Su origen quizás pueda encontrarse en la donación de algunas tierras que ya en el Bajo Imperio escapaban a la administración ordinaria. Después, a esas mismas tierras se las libera de impuestos y cuando el rey franco las reparte a sus soldados las da con esas mismas ventajas. La inmunidad suele encontrarse también con el carácter de privilegio personal cuyo disfrute permite al favorecido enfrentarse al poder de los condes y exactores en un momento en que estos funcionarios cohartan a todos los últimos restos de libertad que permite el absolutismo monárquico. La concesión se realiza por el simple mandato del rey dirigido concretamente a los funcionarios de su administración. En la práctica, el privilegio es vitalicio y revocable, y tiene que ser renovado a la muerte de cualquiera de las partes. Se dan casos en que se aplica a mercancías que pasan por determinados lugares, medidas estas con las que se comienza a favorecer el comercio. En teoría, la inmunidad provoca el fortalecimiento de la re- 22 laci6n directa entre el pueblo y su monarca. De hecho, como el pueblo en conjunto no es inmunista se encuentra con que los recaudadores se ceban más en él precisamente por el hecho de que las mayores y mejores propiedades son las libres de cargas. La diferencia de clases se acentúa así más. En el mejor de los casos lo que impedía la inmunidad era toda ayuda al campesinado contra el señor, sobre el que no gravan todos los impuestos en bloque sino sobre los cultivadores de su dominio. Las obligaciones que antes tenía el labrador con el funcionario las tiene ahora con el "dominus", que sustituye por la suya propia la autoridad real. VIII - UN EJERCITO DESORGANIZADO Y VARIOPINTO Esta instituci6n acaparaba el gasto mayor de los estados de forma que al rey merovingio no le costaba dinero el mantenimiento del ejército. En principio, todo franco debía prestar el servicio militar a sus expensas y el refractario o negligente pagaba una fuerte multa, siendo la pena, ban, de 60 sueldos. Los pobres de condici6n tampoco quedaban exentos del servicio, al menos en teoría. Fácilmente podemos observar que los ejércitos de los francos eran un revoltijo de indígenas sin instrucci6n militar ni valor guerrero real, más temibles a veces para sus conciudadanos que para sus enemigos. El rey en persona ejercía el mando, pero muchas veces lo confiaba a condes y duques, como así ocurri6 en la segunda mitad del siglo VI. Los jefes eran siempre francos, aunque a veces también encontramos romanos, borgoñones y provenzales. Las levas generales eran rarísimas. Lo más corriente era llamar a los contingentes de los "pagi" vecinos del objetivo de la expedici6n. Así por ejemplo, para luchar contra los bretones llamaban a los turenenses, poitevinos, bayocasinos, manceos, angevinos. Desde luego no se comprende c6mo estas masas indisciplinadas, mal armadas y difíciles de transportar podían alcanzar triunfos. Lo más seguro es que sus adversarios estarían peor organizados y a los francos les resultaría fácil aplastarlos bajo el peso de su masa. En cambio, éstos son derrotados con facilidad cuando tienen que enfrentarse a jinetes bien armados y a guerreros consumados como los ávaros (34). 23 IX - POBLACION URBANA, RURAL, SERVIL Y "COLONAL" La decadencia urbana del Bajo Imperio no se remedia con el cambio de régimen, sino que se acentúa (35). La población emigra al campo (36) y las murallas cierran cada vez más el recinto urbano (37). La autoridad corporativa, o sus restos, va desapareciendo en manos de los funcionarios reales y la ciudad sólo se mantiene precariamente merced a que se convierte en sede episcopal e37b). 'rodo resto de vida industrial se refugia en las "villce" y sólo quedan miserables reliquias de artesanado y pequeño comercio e38). Por carecer de serios estudios sobre demografía de la Alta Edad Media, sólo podemos emitir ciertos juicios hipotéticos basándonos en hechos probados y en tanteos aproximados con la época anterior, mejor conocida, el Bajo Imperio. Para Doenhaerd e39), emitir la hipótesis de una débil densidad de población en la Alta Edad Media por el hecho probado de una débil producción no es más que expresar una tautología. No hay que olvidar que cuando el historiador se plantea el problema demográfico en relación con la producción lo hace con un criterio relacionado entre el grupo de productores y el de consumidores en el seno de un ámbito social. En seguida comprenderemos que se proyecta desde el ángulo de la cantidad relativa de trabajo aplicado al aparato productor. Antes de seguir adelante conviene expresar claramente que el problema demográfico en este periodo permanece hasta ahora sin solución. Es más, creo que no se solucionará jamás por el hecho de no existir fuentes cuya finalidad hubiera sido la de dar cifras aproximadas de la población de la época. Esta constatación habrá que tenerla en cuenta también en los estudios referentes a los siglos X y XI. El historiador no puede aventurarse a dar un cuadro demográfico por el hecho de desconocer, incluso, los diferentes niveles entre los que fluctuaría la curva demográfica indicadora. Esto no quiere decir que debamos abandonar la idea de insistir sobre el tema, aunque para ello tengamos que basarnos en índices de orden cualitativo, cuya interpretación siempre será incierta. Podemos razonar de la siguiente manera: ciertas situaciones o cambios de la sociedad de entonces podrían explicarse comparándolos a las 24 fluctuaciones de la masa de población.Puesto que no podemos negar estos cambios o diferenciaciones, deducimos que están íntimamente relacionados con el aumento o descenso de la población. Conocemos el descenso de población durante el Bajo Imperio, situación ésta que irá mejorando con el espaciamiento de las guerras, la dedicación a la agricultura de muchos guerreros y la liberación de esclavos dedicados a la agricultura que se convertían en soldados cuando el Imperio los necesitaba. Viene después la masiva afluencia de bárbaros al Imperio, que aunque no tan numerosa como muchos historiadores creen, tiene importancia en el desarrollo demográfico. El hecho de desistir muchos gobernantes a percibir el impuesto sobre las tierras de labor en el siglo IV (40) nos hace pensar en dos cosas: en la debilidad demográfica en el campo al principio y, debido a la anulación del impuesto, en un ligero aumento de población después. Aunque Roma practicaba el reclutamiento de soldados entre los bárbaros establecidos en el Imperio, originando un descenso demográfico en las zonas rurales, este descenso se vería pronto paliado con el desarrollo de una legislación que prohibía o limitaba a los miembros de la clase campesina, no poseedores de tierras propias, el acceso a la carrera militar o el abandono de las zonas rurales (41). Hasta el momento es imposible refutar la afirmación de l"'. Bloch, que describe la Romanía del siglo IV como zona débilmente poblada (42), y la hipótesis de G. l"lickwitz, que afirma que muchos cambios en la sociedad del siglo IV podrían explicarse por una baja en la curva demográfica (43). El desequilibrio existente entre productores y consumidores en el siglo IV pudo muy bien inducir a los grandes propietarios a abandonar las ciudades e instalarse en sus tierras. En apoyo de esta teoría tenemos el hecho conocido de la multiplicación de guarniciones y fortines protectores en ámbitos rurales (44), y la paulatina desploblación de las ciudades. El abandono de las ciudades por los mercaderes podría estar relacionado con el éxodo de los ricos terratenientes. Sin pasar de hipótesis, este fenómeno migratorio de la ciudad al campo nos explicaría la paulatina desaparición de muchas ciudades y un cierto repoblamiento del ámbito rural. Sabemos por A. Dauzat (45) que el emplazamiento de las villas y aldeas se hacía a lo largo de las vías de comunicación dependien- 25 tes del Estado y de las ciudades o a la vera de los caminos privados. Para evitar una nueva marea migratoria inversa, del Caffipo a la ciudad, que originaría una regresión demográfica, se dictaron sin duda las leyes en tiempos del emperador Mayoriano que prohibían a los jóvenes menores de 14 años la salida de sus villas o aldeas natales y oblig,aban a las viudas a casarse antes de los cinco años de viudedad bajo pena de confiscación de los bienes patrimoniales (46). Se ha exagerado a veces la amplitud de las invasiones en las antiguas provincias romanas durante los siglos V y Vl. F. Lot fija, creo que acertadamente, un número aproximado de 50.000 a 80.000 personas por cada invasión (47).El desplazamiento hacia el sur: Francia, España e Italia, originó sin duda un vacío en los territorios abandonados. La Germanía de la orilla oriental del Rhin y del norte del Danubio será durante siglos una zona de baja densidad demográfica si se compara con Francia, España e Italia. Los cataclismos sociales originados por las invasiones, la caída del Imperio Romano, el triunfo del invasor, la diezmación de los ciudadanos romanos habitantes de las provincias de Roma, el expolio, la relegación de muchos al estado de esclavitud originaría sin duda un descenso demográfico entre los pueblos sometidos. Si a esto añadimos las constantes guerras y la lucha por el poder entre los invasores durante los siglos VI y VII en las zonas ocupadas, ribereñas del Mediterráneo, nos permitirá concluir en que la curva demográfica bien pudiera haber llegado a un nivel de los más bajos. Según F. Courcelle (47b), ya Rutilio Namanciano expresaba la necesidad de repoblar Italia después de la llegada de los godos, y Procopio culpaba a éstos de la despoblación del país (48). Conocemos muy bien (49) los desiertos deshabitados que se establecen en el centro de España a partir de la invasión musulmana para establecer una tierra de nadie entre los dos grupos étnicos. Las cartas papales de Gregario el Grande (50) y los cartularios merovingios (51) nos hablan de pueblos destruidos, campos abandonados y desiertos improductibles tanto en Italia como en Francia. La Iglesia, mediante la donación de terrenos baldíos recibidos de los reyes remediará en parte esta situación caótica. A costa de los antiguos terratenientes aumentará su poderío y riqueza, fenómeno este característico también de siglos posteriores. Son significativas la prohibición del papa Pelagio, entre 555 y 560, 26 a uno de los intendentes de :l.os dominios pontificios para que no sacase a los esclavos cultivadores de la tierra con el fin de instalarlos en los gineceos si no podían ser reemplazados por otros nuevos (52), y las normas dictadas en los concilios de Agde en 506 y de Y~?nne en 517 que prohibían a los abades emancipar a los esclavos que trabajaban la tierra (53). Muchos documentos de la época merovingia y textos hagiográficos testimonian la iniciativa de numerosos obispos que establecen cultivos en terrenos baldíos,cotos rie caza, ti~?rras abandonadas, asi como la tala de gran:ies partidas de bosque para dedicarlas a la agricultura (54). A pesar de todos estos datos, sería temerario afirmar que la puesta en cultivo de estas tierras haría ascender considerablemente la curva demográfica. :Pero no se puede negar su importancia desde el punto de vista del incremento de los poderes y riquezas de la Iglesia. Evitando caer en afirmaciones a la ligera, todo lo expuesto anteriormente nos permite demostrar el estado de una Iglesia expansionista y conquistadora, mejor 1ue concluir en la existencül de una sociedad <'m situación de alto índice expansivo. En época reciente han aparecido obras de gran rigor científico sobre poblamientos y repoblamientos en diversas partes de la geografía europea d;li'ailte el periodo estudiado, en zonas rurales, villas y ciudades (55). De esta importante bibliografia se puede sacar ya algunas conclusiones. Parece ser que la roturación de nuevas tierras y el establecimiento de nuevos cultivos no se extienden de una manera generalizada por toda Europa sino que sor: consecuencia del incremento deÍ poder de reyes, magnates y dignidades eclesiásticas en ciertos lugares, y de la constante variación de las familias de agricultores que se desplazan muchas veces a las nuevas zonas de cultivo de las explotaciones monásticas. Otras veces, son movimientos migratorios de pueblos hacia áreas abandonadas anteriormente como ocurrirá con el estanlecimiento de pueblos germanos en Alemania. :Por último, podemos entrever el fin del éonstante descenso demográfico que se inicia en el Bajo Imperio, durante las invasiones y en el tiempo de su consolidación. W.Abel (56) nos da incluso cifras de la densidad de población por kilómetro cuadrado en esta época: en Europa occidental el máximo es de 5 a 6 habitantes y en Alemania de 2,2 a 2,4. Claro es que son cifras conjeturales deducidas en consideración a la extensión de las zonas cultivadas en relación a la cantidad de trigo necesario para el consumo, pero que no nos impiden constatar la baja densidad demográfica de 27 la Europa de entonces. Si difícil es valorar la población rural, más difícil es todavía hacerlo con respecto a la población urbana. Carecemos por completo de datos referentes al Bajo Imperio y por eso es necesario recurrir a la arqueología para conjeturar la densidad de población de las ciudades con relación al perímetro edificado tomando como punto de partida las aglomeraciones fortificadas del siglo III (57). Pero debemos recordar que el perímetro amurallado de la ciudad a partir del siglo III no englobaba toda la población urbana. Barrios habitados se extendían fuera de las murallas, y bien claro nos lo expresa la denominación "extra muros" de ciertos edificios religiosos. Otras veces, las murallas no sólo circundaban la ciudad sino también extensas zonas de cultivo. Solamente, pues, en aquellos casos en que exista una documentación complementaria podrá determinarse con mayor precisión el coeficiente de habitantes. Hemos hablado anteriormente del éxodo de los grandes terratenientes de la ciudad al campo a partir del siglo IV dejando los placeres de la urbe a cambio de un mayor incremento de la producci6n de sus tierras. Pero es de suponer que sólo se atreverían a hacer este desplazamiento los que dispusieran de medios suficientes para organizar su defensa en las zonas rurales n;al protegidas y llenas de peligro. El ~xodo de esta clase rica originó el estancamiento econ6mico de la ciudad, pero en numerosos casos no logró vaciarla de habitantes. En España, Francia, Italia, sabemos de numerosas ciudades que no sólo resisten la avalancha de los bárbaros sino que gozan de un esplendor cada vez, mayor. La aristocracia bárbara se instaló en las ciudades de hispano-galo-italorromanos. Con el tiempo, la fusión de las dos comunidades contribuirá en parte al renacimiento de las ciudades que se distinguen desde el punto de vista demográfico de las otras aglomeraciones humanas en el periodo que va desde el siglo V hasta el X (58). No temo equivocarme al afirmar que las invasiones germánicas en el mundo latino volvieron a dar nueva vida a las ciudades erosionadas por el constante despoblamiento anterior. Incluso, al6~­ nos nobles que habían abandonado con anterioridad la ciudad volvieron de nuevo a ella en busca de ventajas de orden cultural que no podían encontrar en los medios rurales (59). Sin embargo, la ciudad medieval no atraerá ya a las gentes por concentrarse en ella, como en la época romana, el aparato de la administraci6n. Aunque encontremos en ella condes, soldados y funcionarios públicos no se 28 puede definir esta ciudad medieval como el centro de la administración civil y militar. Tampoco atrae ya la ciudad como centro de mercado regional o comunidad de mercaderes y artesanos puesto que todo ello se encuentra también en los burgos, villas, pequeñas aglomeraciones fortificadas y centros de explotación agrícola de los ricos terratenientes. ¿En qué consiste pues el hecho diferenciador entre la ciudad antivla 1 centro de la administración civil y militar, de las comunidades de mercaderes y artesanos, residencia de la élite cultural y artística, y la ciudad de la Alta Edad ~edia que ya no es necesariamente el lugar de concentración de todos estos poderes? La sola figura del obispo será la causa de la perduración de la vida ciudadana. Podemos decir que si la ciudad continúa se debe sólo al obispo y no a ninguna otra institución. Las funciones y prerrogativas episcopales configurarán durante siglos la estructura social de la ciudad. El obispo será el poder om.YJ.Ímodo de la ciudad. Unica autoridad real, será el jefe de la Iglesia estructurada en una jerarrluía sumisa, el señor de la ad.ministración y de la explotación d8 vastos dominios. Exento del pago de impuestos,se beneficiará del ejercicio de los poderes públicos y de las cargas y contribuciones tributadas por todos los l:abitantes de sus dominios. Pero sobre el poder civil destacará la función religiosa del obispo que convierte a la ciudad en un lugar santo. Alrededor de la catedral y de la residencia episcopal irán surgiendo nuevas iglesias. Desbordando el recinto amurallado, aparecerán primero las basílicas y luego los monasterios. El peligro que para la ciudad supuso la diferencia de religión entre los invasores bárbaros y los ciudadanos romanos desaparecerá con la conversión al catolicismo de los primeros y esto realzará más la importancia del obispo. La actitud pública de la ciudad quedará subordinada al carácter religioso impuesto por la figura espiritual del prelado. Por eso, las ciudades anti~úas que perdieron a su obispo se irán apagando lentamente o desaparecerán (60). Aquellas otras sin obispo en la antigüedad y que se beneficiaron de su presencia a partir del siglo V adquirieron importancia superior al resto de las aglomeraciones de población durante los siglos de la Alta Edad Media (61). La ciudad toma así el aspecto de santuario donde se aglomeran iglesias, basílicas, monasterios, hospicios, hospitales, et;c. ?3~te de la población está compuesta por clérigos, monjes y serví- 29 dores de la Iglesia. Para abastecer de alimentos a esta numerosa clase social eclesiástica, las ciudades disponen de cinturones de tierras de labranza trabajadas por los propios habitantes de la urbe. Este trabajo es el único medio de subsistencia y está encabezado muchas veces por los propios monjes de los monasterios y hasta por los obispos (62). El concilio de Aix-la-Chapelle de 816 obliga a los obispos en caso de hambre a distribuir equitativamente alimentos entre todos los habitantes de la ciudad (63). Los judíos, dedicados preferentemente al mercado del dinero y de metales preciosos, aparecen en muchas ciudades como poseedores de tierras de labor por el sistema de alodio. La ruralizaci6n de la ciudad durante la Edad I"ledia fue necesaria para su mantenimiento (64). Al definir la ciudad medieval como ciudad-monasterio nos será fácil imaginar la vida cotidiana. Las funciones reli~iosas y los actos de culto ocuparían gran parte del tiempo ocioso de los ciudadanos. Es verdad que no podemos describir con detalle la vioa de estas gentes populares durante esta época porque carecemos de documentación pertinente. Sin embargo, parece ser c;ue tanto las masas ciudadanas como las rurales permanecieron tan r;asivns como en la época del Imperio romano. No hay revoluciones contra sus reyes o magnates. Sólo algunas revueltas con ocasión del pago de i.n;puestos y, en general, debicio al abuso de poder de los funcionarios reales, obispos o señores encargados de estas funciones al querer someter a los hombres libres a la tasa de la "capitación" juzgada por estos últimos como degradante de su condición de hombres libres. El pueblo aparece mencionado en los documentes de la época s6lo con ocasión de los días de fiesta y, en general, de forma reprobatoria por la costumbre de celebrarlos con cantos, danz,as y prácticas obscenas y paganas reprobadas por la Iglesia. A decir verdad poca diferencia se encuentra en las costumbres de estas gentes durante los siglos IV al VIll con las de sus antecesores o con las de los que vivieron después. La alegría bulliciosa y depravance de ciertos días cie fiesta religiosa era sin duda el escape de gentes sometidas durante el resto del año a una vida miserable y extren:adamence dura. El refinamiento de las costumbres se daba en sentido paralelo a la condición social del individuo. Con respecto a estas costumbres fue una época violenta en la que los delitos por lesi6n y muerte eran el pan nuestro de cada día y los encontramos en todas 30 las esferas sociales. La embriaguez era una costumbre de la que no se escapaba nadie desde el rey, obispo o señor hasta el villano y el siervo y se hablaba de ella como una práctica natural y corriente. Las anatemas de la Iglesia, a falta de otra documentación, nos sirven para darnos una idea de la vida de la gente de aquella ~poca. Era una sociedad llena de vicios y de prácticas supersticiosas. Entre las clases sociales más bajas existía la afición a disfrazarse de bestias, -ciervos, cabras, etc.-, y los hombres con capas femeninas. Esta práctica tenía lugar con preferencia el primer día del año. Este dfa terminaba con reuniones nocturnas de sabor mágico y con cantos de tema diabólico. Los campesinos guarnecían esa noche las mesas de manjares creyendo que con este rito tendrían asegurada la abundancia de comida durante el resto del año y se negaban a compartir el fuego con vecinos y peregrinos. La Iglesia condenaba la extend~da creencia entre cristianos en augurios y oráculos. La gente recurría a prácticas secretas, consultaba a adivinos, augures, brujas para conseguir la c<:ración de enfermedades de personas o de animales domésticos, o de mordeduras de serpientes. Además del crucifijo, llevaban colgados del cuello amuletos y recurrían al poder secreto de ciertas plantas medicinales que aplicaban al enfermo si~Jiendo ritos paganos. Se continuaba el rendimiento de culto a astros, árboles, fenómenos climatológicos, y se rezaba alrededor de las fuentes de agua.Junto al Dios cristiano se rendía culto a dioses mitológicos como Diana y en particular a Júpiter y dejaban de trabajar muchas veces los jueves para celebrar el día en su honor. Los días de la semana recibieron el nombre de las antiguas divinidades paganas. Se continuó la costumbre pagana de entonar cantos a la luna y de sumergirse en el a~Ja el día de San Juan para protegerse de futuros males corporales.Se rendía culto a los placeres de la carne expresado en canciones deshonestas. Al igual que la embriaguez, la deshonestidad imperaba en todas las esferas sociales y era más notoria entre las clases altas y el clero. Al final de los actos de culto, los dias de fiesta, la salida de la iglesia daba lugar a la costumbre de emborracharse para iniciar danzas de origen pagano mientras otros cantaban canciones de amor de tono deshonesto. El hecho de que la Iglesia reiterara constantemente y durante siglos la condena de estas prácticas populares nos induce a creer que fueron practicadas normal y continuadamente por la po- 31 blación, al mismo tien::po que nos demuestra. la ineficacia del rigor normativo eclesiástico. El deseo de distracciones de 1ma sociedad n::iserable y hasta de las clases altas era superior al miedo a las condenas de la Iglesia que ve!a costumbres paganas donde la población sólo ve!a distracción y medio de alegrar su triste existencia. Resulta fácil imaginar que la posibilidad de distraccl.ones seria mayor en las ciudades que en las zona:=, rurales. La contin,;ada presencia del obispo realzaba el esplendor de los actos. Otras veces, la presencia del rey y de su cortejo real en viaje por sus dominios, o de otros obispos y sefiores, daba ocasión a festejos extraordinarios. Todo ello atraía a la ciudad a las gentes de lugares cercanos. La multiplicación de estos festejos haría canbi.ar de opinión a muchos horcbres ricos que volver:fan a la ciude.d er: busca de un ambiente más disipado para matar el tedio <1e EU existencia. Pero esto no nos debe hacer caer en la exageraciór hasta el punto de afirmar que el deseo de r;laceres y de una vidE muelle despoblaría los campos y auliJentaría considerablemente la dcr~oe;ra­ fía urbana. En verdad no fue así por la sencilla razón de oue a.ntes que el circo es necesario el pail y las ma.sas necesitaban alimentos y trabajo que difícilmente podían encontrar en la cil;dad. En cambio, si. el ca'llpo no les proporcionaba la alegría de c:nil. vida de pJ..acer, sí podían al menos encontrar en él el sustento diario aunque fuera a costa de trabajos y padecinüentos sobrehumanos. A pesar de carecer de documentación suficiente, podeffios concluir sin temor a equivocarnos en la existencia de una d6bil densidad demográfica en las ciudades durante este periodo hist6rico y afirmar que la producción de víveres era más importante que la de los restantes bienes de consumo. La mayor parte de la mano de obra se dedicaba a la producción agrícola y en mucho menor porcentaje a la de otros bienes. Los mercados de~an de ser acontecirLientos exclusivos de las ciudades y aparecen en las villas, ruertcs, a lo largo de los caminos y de las costas hasta hacerle verdadera competencia a las ciudades. Basta consultar los libros de or·denanzas y de formularios mercantiles de la época para darnos idea de la dispersión de los focos comerciales. La alusión a villas, ciudades, aldeas, castros, fortalezas y castillos aparece constantemente en los documentos de la época. Cuando un m;evo monarca accede al trono manda a los señores a los diversos centros de población para recoger el testimonio del juramento de fideli- 32 dad de sus súbditos. El ejercicio de la justicia ya no se limita al recinto de la ci'Jdad sino que se ejerce indistintamente en cualquier habitáculo con la previa convocatoria de la población. Hasta las asambleas y reuniones de los ejércitos convocados por el rey tienen lugar muchas veces lejos de las ciudades. Los obispos se darfu~ cuenta pronto de la importancia de las villas y aldeas y establecerán en ellas el arciprestazgo de las parroquias (65). El éxodo de los señores de la ciudad al campo ocasionó la atomización de poderes y funciones en microaglomeraciones de población en otro tiempo exclusivos de las ciudades.Sin embargo, sería peligroso afirmar que la competencia de estos centros de población contra la ciudad le harían perder a ésta su situación preminente y privilegiada con respecto a las otras aglomeraciones. En España, después de la invasión árabe, la situación será diferente porque las continuas guerras de conquista exigirá la concentración de población en lugares am'Jrallados, pensando en su defensa y para evitar la proliferación de microconglomerados, presa fácil de los ataques musulmanes. Por lo que respecta a Germanía y Países Escandinavos, la cristianización tuvo importancia decisiva en el nacimiento de las ciudades o en la consagración de la ya existentes.Será también la persona del obispo el factor decisivo en la historia del urbanismo. Las numerosas sedes episcopales creadas en estos territorios originaron el nacimiento de muchas de las actuales ciudades. He dicho anteriormente que el historiador no puede presentar un cuadro demográfico por el hecho de desconocer los niveles entre los que fluctuaría la curva demográfica indicadora. Siguiendo a R. Doehaerd (66), podemos concluir en que la curva demográfica durante la Edad Media presentaría un brusco descenso durante los siglos V y VI, continuaría estancada en esta baja posición durante el siglo VII en que tocaría fondo, para remontarse paulatinamente durante la época carolingia, en especial durante los siglos IX y X. La ausencia o las pocas alusiones a los esclavos en la documentación de la época ha inducido a error a muchos historiadores que afirman que si bien existían esclavos eran menos numerosos que durante el Bajo Imperio. Hoy, a la luz de las Instituciones de la Edad Media, podemos comprender mejor la situación. El hecho de que tan apenas aparezca la mención a los esclavos se debe a que no se acostumbraba a incluirlos en los inventarios o listas de perso- 33 nas que trabajaban en los dominios de un señor. l"i.Bloch (6'?) afirma que los esclavos eran numerosos durante este periodo. La legislación fiscal del Bajo Imperio se olvida de la esclavitud y en el siglo IV la adscribe a la libre disposición del propie~ario de la tierra. La situación del esclavo no mejoró con las invasiones germánicas. Ni la Ley de los Burgundios (68) ni el Edicto de Teodorico (69) mejoraron la condición del esclavo y reafirman a favor del señor el derecho de venderlo, cambiarlo, donarlo y hasta de darle muerte (70).La esclavitud no estaba respaldada por ninguna protección civil. La manumisión era el arma ée choque del clero católico y de algunos señores magnánimos desde rr:uy rronto, aunque las condiciones del siervo continuarár, siendo precarias según, por ejemplo, la nacionalidc:d de} dueño que le sorr.ete a una u otra ley. Desde el punto de vista de la ma.no de obra, la acción caritativa de algunos señores que conceden la libertaci a los esclavos erosiona el número de los que se dedican a la ag:r·icultura. Pero en este asunto es también imposible darse una idea del número de mano de obra servil como ya vimos lo era también de la no servil. De la escasa documentación conservada podemos deducir que hasta el siglo XI el trabajo de las explotaciones agrícolas del rey, Iglesia y grandes señores lo hacía en parte la población servil. Ahora bien, haciendo un balance demográfico pod.emos decir que la mayor parte de la población era libre. La condición de esclavc varía según la nacionalidad y estado de su dueño. Si éste es rorr,ano el siervo qued& sometido a la ley sobre esclavitud de Constantino. Si el dueñc es germano, el esclavo queda sometido a las leyes germánicas. Er: ambos casos la situación del siervo se diferencia poco. El señor es dueflo de vida o muerte, el siervo es una cosa que se sdquiere o se vende y debe ser restituido a su dueño si huye. No se le reconoce el matrimonio ni se le permite poseer bienes propios. Su propia descendencia no le pertenece sino que pasa a engrosar el dominio del señor. El Edicto de 614 mejoró la situaci6n del esclavo porque prohibe matarlo o venderlo sin la autorizaci6n del conde o del obispo. En cambio, había diferencia notoria entre el esclavo del rey o de la Iglesia y el de los otros señores. La situación del primero era mejor porque podía ser propietario de un peculio que podía ser transferido a sus hijos y se le autorizaba también a recurrir a la protección de la justicia (71). 34 La Iglesia procur6 mejorar la condici6n del esclavo a partir del siglo VI al intentar anular el derecho de los señores sobre la vida y muerte de sus siervos y al excomulgar a aquéllos que osaban matarlos. También exigi6 que el esclavo culpable fuera j11zgado por U..'l tribunal público. El siervo podía refugiarse en las iglesias que le ofrecían asilo y s6lo eran devueltos a sus dueños bajo la promesa de no matarlos. La legislaci6n eclesiástica prohibía la venta de esclavos a extranjeros y el comerciar con ellos y obligaba a sus dueños a concederles el descanso dominical. ¿De d6nde proceden los esclavos y qué condiciones y leyes relegan al hombre al estado de esclavitud? Ya he dicho que todo hijo de esclavo nace esclavo. Bastaba con que lo fuera uno de los padres, aunque esta situaci6n se daba pocas veces por el hecho de caer en la esclavitud el libre que se casaba con esclavo o esclava. La excepci6n se daba entre los siervos de la Iglesia porque las personas libres podían casarse con ellos sin caer en la esclavitud y muchas veces el señor eclesiástico renunciaba al derecho de propiedad sobre la persona esclava casada con libre. El hombre libre podía ser relegado al estado servil por condena de ciertos delitos: rapto, adulterio, falsificaci6n de moneda, traici6n, etc. El culpable se convertía en esclavo de la víctima. Otras veces, el hombre libre caía en la esclavitud por voluntad propia al vender su libertad a otra persona libre, -"obnoxiatio"-. Los casos son frecuentes: deudores insolventes, condenados a muerte comprados por un tercio del valor, miserables que prefieren acogerse a la protecci6n de un señor, etc. La "obnoxiatia~' reviste a veces un sentido religioso: un libre que quiere ofrecerse a Dios se entrega como esclavo de la Iglesia. A partir del siglo VI, obligadas por la miseria,muchas personas pobres venden a sus hijos para ser convertidos en esclavos. Pero la causa más frecuente para reducir a la esclavitud a hombres libres era la guerra. Innumerables guerras que acechaban constantemente la seguridad de las personas con sus secuelas de muerte, miseria y esclavitud. Sabemos que la Iglesia contribuy6 a mejorar la condici6n del esclavo, -mejorar que no exterminar-, porque ella misma poseerá 1m gran n6mero de ellos. La manumisi6n o liberaci6n de esclavos .fue recomendada por la Iglesia, y la piedad de muchos señores seguía esta práctica. Unas veces éstos premiaban los servicios de sus siervos con la libertad, otras los propios esclavos compraban 35 la libertad con su peculio. Se daban casos de obispos que compraban la libertad de esclavos a terceras personas por el doble de la cantidad acostumbrada para dedicarlos a la carrera sacerdotal. Las formas de manumisión eran varias. Los expertos en n:ateria de Historia de las Instituciones nos hablan de las de origen romano y germánico. No entraré en detalles sobre esta práctica. !·,e interesa más recaJ.car la condición del "manumitido" u ~ombr·e liberado de la esclavitud. t1uchas veces aparece como perteneciente a una condición social inferior a la del hombre libre y a pesar de la libertad conseguida quedaba sometido al derecho del antiguo patrón. Cuando no existía esta sumisión eJ. liberto debía buscar protección del antiguo señor o de otro patrón o de la Iglesia par·a consef!;uir una situación social reconocida por todos. Los libertos del rey .salían mejor parados poroue siempre estaban bajo su protección,o_c;edaban por lo general a su servicio y jamás podían perder la libertad.La historia nos habla de libertos que lograron escalar los más altos estadios dentro de la vida política, civil y eclesiástica. Antes de terminar este capítulo conviene recorda.r 1a existencia de otra clase de gentes, los semilibres, que gozando de1 estado de hombre libre está.:J adscritos a J.a tierra del sefwr y oblir,ados al pago de servicios y capitulaciones tasados en dinero. Viven en condiciones parecidas a los libertos y sus orígenes se remontan al tiempo de los ciudadanos latinos del Imperio Romano. Despué¡; de las invasiones los encontramos en los dominios de los señores y de la Iglesia. No aparecen nombrados en la legislación de los germanos y son los antepasados de los siervos de J.a gleba, ciase despreciada que perdurará en algunos países hasta bien entrada la Edad t!oderna. En la Edad nedia se les conoce bajo el nombre de colonos. Cultivan las tierras de los grandes señores y ~stos les alojan a veces en casas de su propiedad y les proveeen de alimentos necesarios. Es rara la mención de esta clase social en los documentes antiguos. J.de l"'alafosse afirma que el colono permanece ligado a la tierra que trabaja tanto en Occidente como en Bizancio (72). En las cartas de San Gregario el Grande aparecen alusiones a la imposiblidad de 1os colonos de abandonar las tierras que trabajaban (73), o bien a J.a costumbre de sucederse hereditariamente en el trabajo de la misma tierra (74). El propietario de un dominio puede reclamar al colono que abandona la tierra y se instala en la de otro señor, y esta reclamación puede hacerse incluso despué¡; de 30 años de ausencia. Las formas de reclamación ante el juez apare- 36 cen detalladas en las Cartre Senonicre del siglo VIII (75). La ley era más benigna con los hijos del colono. El propietario sólo podía obligarles a permanecer en su dominio con vistas a asegurar la herencia de la permanencia. Asegurada ésta, los restantes descendientes podían abandonar libremente la tierra para servir a otros señores. Esta práctica con los colonos, juntamente con la existencia de esclavos, proporcionó al señor durante siglos la existencia de mano de obra estable para la explotación de sus dominios. X - HACIA LA FEUDALIZACION DE LA SOCIEDAD: LA AD!'1INISTRACION CENTRAL Y LOCAL I'odemos definir el verdadero significado de la Adn:inistración en esta época como "la explotación del Estado por el rey". Lo que ahora llamamos administración central se confundía en Francia en la época merovingia con el servicio particular del rey.Los altos personajes o altos funcionarios son sus servidores personales. Entre estas personas no existe una división clara del trabajo ni consideración alguna de la naturaleza de sus funciones (76). Los procesos de los cortesanos o funcionarios destinados a las provincias son vistos en palacio. Con este término se designa la Corte, la administración central. El rey es el juez soberano aunque en la práctica delega la presidencia de este tribunal al conde de palacio (77). La administración local ofrece un aspecto muy simple.La provincia de la época imperial, -división administrativa artificial-, no puede sobrevivir a las convulsiones de finales del siglo V y desaparece completamente. Sólo queda la "civitas", la ciudad, es decir un pequeño estado de origen galo. En cada una de ella el príncipe pone al frente a un conde, "comes", verdadero virrey que reune en sus manos la plenitud de los poderes administrativos,judiciales,económicos y militares (78). En las áreas germánicas del "regnum", o cuando la "civitas" es demasiado vasta hay un conde en cada "pagus". Esta organización vuelve a encontrarse en el Estado visigótico y desde luego lo más probable es que fuera de origen romano. Los condes son nombrados y destituidos por el rey y a la menor sospecha éste los maltrata o los condena a muerte. En realidad los trata como si fueran esclavos y la verdad es que 37 más de uno es de condición servil. El conde que compra su nombramiento no es retribuido por sus funciones, vive del producto de algunas propiedades del fisco situadas en su jurisdicción y del tercio de las mU.tas judiciales que revierten al rey (79). I,os duques aparecen en mayor número en el sie;lo VI y se encargan especialmente de la dirección de los ejércitos. Aunoue no podemos demostrarlo plenamente ahora, seguramente esta :i.nstitución esta.::-ía influenciada en Occidente por la administracción bizantina. El dominio público, confundido con la fortuna particular del príncipe, tiene una administración particular. Cada una de las circunscripciones patrimoniales, "fisci", está d.\rigida por un intendente, "domesticus", cuyo ran.go es igual al del conde. El jefe de todos ellos es el "maior domus" de palacio y hasta finales del siglo VI su importancia aumenta considerabler.JCnte hasta el punto de que el intendente central, el ma;yordomo de paJ.acio, se convierte en el siglo VII en eJ jefe del Estado. Antes de los siglos VII y VIII los ¡>;randes funcionar:ios no tiene~ más categoría que la de simples lnrócratas BObre los r;w: se lev9C122l, :arís,l938; GUSTAV SCilliÜEER: L'Église et la civilisation au l"loyen Age, trad. francesa de CATELLA-BUEGARD, 3 vols. ,París,l93338¡ 'd.ULLl1AN: The Growth of Papal Government in the M:i.dcJJe A¡¡;es, 46 I,ondres,l955; GONZALO l'lid'INEZ DIEZ: El patrimonio eclesiástico en la España visigoda.Estudio histórico-jurídico, Comillas,l959; R.H. BAITON: 'The Medieval Church, Princeton, 1962; C. BIHL!"'EYER y H. TUCHL~: Histoire de l'Eglise, T.I: L'Antiguité chrétienne, adaptado por CH.IilJNIEl:l, 'l'oulouse,l962. Es un excelente resumen acompañado de una copiosa e importante bibliografía; Una historia de conjunto con una visión muy clara es la obra de J.DANIÉLOU y H.f~RROU: Des origines a Saint Grégoire le Grand, París, 1963; G.LE BAS: Institutions eclésiatiques de la chrétienté médiévale, París,l962-l964: 2 vols., [T.XII/1,(1962), y 'l'.XII/2,(1964) de L'Histoire de l'Église, de A• .F'L~CHE y ftARTIN] ¡l"l.D.IGW',f';;E y D.OBOLENSKY:Nouvelle Histoire de l'Eglise, T.II: Le ¡v¡oyen .~ge, trd. del holandés,París,l968; R.W. SOU'THERN: Western Society and the Church in the l"iiddle Ages, Harmondsworth,l970; J.l'ía.ORLANDIS: La Iglesia en la España visigótica y medieval, Pamplona,l976; Nouvelle Histoire de l'Eglise, bajo la d.Lrecci6n de L.G.ROGIER, R ......t:BER'l', h.D.KNGWIMS, I y II, Seuil, París, 1963-l968;E.LOZC~T~N:ilacia Sacra,Hist.Rel. ,Chicago,l9G8,p.209-43. (15)- R.DOEP~ERD, op.cit., p.22. (16) - E.LESNE: Propiété ecclésiastigue,op.cit.,pp.l22 y ss. (17) - F.L01: Naissance de la Hrance, op.cit., pp.l9l-200. (18) - J .EL.LUL, op.cit., pp.648-650. (19) - Ibidem,pp.652-653; F.LOT, op.cit. ,pp.200-202; También sobre el monacato disponemos de una valiosisima bibliografía.Basta citar obras tan importantes como las de: DCI"i J.BESSE: Les moines de l'ancierL~e France, périodes gallo-romaine et mérovingienne, París, 1')06; DOI"l URSMER BERLIERE: L' ordre monastique, des origines au XIIe siecle, París,l929; PH.SCHf!ITZ: Histoire de l'ordre de Saint Benoit, Maredsous, 19Le2-1947, 7 vols; Sobre el gran movimiento monástico cuyo promotor fue San Colombano: l'íélanges Colombaniens. Actes du Congres international de Luxeuil, 20-23 ,juillet,l950, París,l95l; San Colombano e la sua opera in Italia, Bobbio,l953; Importantes son también las obras de DOl"l PATRICE COUSIN: Précis d'histoire monastique, Farís,l956; A.LATREILLE, E.DELARRUELLE y J.R.PALANQUE: Histoire du catholicisme en France, T.I: Des origines a la chrétienté rnéd.iévale (II 8 fun du XIIe siecle), París,l95z; J.LECLERCQ, :b'.VANDENBROUKE y L.BOUYER: La Spiritualité du r-'loyen Age, París, 1961; J.DÉCARREAUX: Les moines et la civilisation en Occident, des invasions a Charlemagne, Grenoble,l962; F.FRINZ: Zur geistigen Kultur des f'lonchtums im spatantiken Gallien und im l"lerowingerreich,en Zeitschrift für Bayerische Landesgeschichte, Munich, 1963, pp.29- 47 102; DOM DAVID KNOWLwS: Les moines chrétiens, trad. de C.RENARDCHEibiSSE, París,l969; M.f'ACAUT: Les ordres monastigues et religieux au !'ioyen Age, Nathan, París,l970; E.DSLAHcELLE: La piété LO- pulaire au !"!oyen Age, Bottega de Erasmo, Turín,l975; A.VAGCHEZ: La Spiri tuali té a u l'ioyen Age occidental, PUF, Farís, 1975. (20) - E.LESNE: Prooieté ecclésiastigue, op.cit.,T.II. (21) - He consultado la obra de GRÉGOIRE DE TODRS: Historié Francorum en las ediciones de R.POUFARDIN, coll.,Ficard, París, 1913, y la de R.LATOUCHE, 2 vols., París, 1963. (22) -Véase F.SALIN: La civilisation mérovingienne, Farís, Fi- a card, 4 vols., 1950-59; Ch.LELONG: La vie quotidienne en Gaule l'époque mérovingienne, París,l963; J.F.LE l'iARIGNIER: La l<'rance n:é-diévale: institutions et société, París,l971; R.DELCRT: La hoven Age, histoire illustrée de la vie guotidienne, Edita, Lausana,lS'/2. (23)- F.LOT:Naissance de la Fra..Y!ce, op.ci.t., pp.l58-lE)?. (24) -Véase el trabajo de ARCADIO DEL CJ;S'TILLG: La err.ancireci6n de la mu,jer ronana en el siglo I d.C., Granada,J.97G y :Far.1i:lle et , Ed. cie parenté dans l'Occident médiéval (Collooue de larís, Boccard, París, 1977. (25) - J .ELLUL, op.cit., p.G)l. (26) - F.LOT: Na~ssance ~e 1 a Frarce.op.cit., pp.2?4-237; Entre la numerosa bibliografía C.e estuciios lingüísticos sobre la Edad Media, véase :FERDlNAND BRUNOT: Histoire de la la..'1gue frans:aise: des origines a nos jours, Nueva ed., París,l966, T.I: De l'éuocue latine a la Renaissance.Bibliograohie établie P.ar JEAN BP/ri.l\Y, l-élJ'Ís, 1966¡ F.LOT: A g:1elle épooue a-t-on cessé de uarler latin, en Eulletin du Cange, VI,l931, pp.9?-159¡D,\.G NGBBERG: rlanuel pr'ati.que de latin médiéval, Pa~·ís,l968¡ K.H.DEBUS: Studien z,u Merovinfischen Urkunden und Eriefen.rntersuchungen und Texte, en Arkiv flir Diolomatik, Schriftgeschichte, Siegel-und Wappenkunde, 1968, fP· 1-192¡ Sobre la lengua de los autores del periodo merovingio existen numerosos trabajos recopilados por P.W.HOOGTERP: Deux proc'eErverbaux donatistes, en Bulletin du Canp:e, XV,l940,pp.1+4-46; Sobre literatura latina, véase: D.C.f1UNRO: 'rhe Attitude of the ''iestern Church towards the Stuciy of t:te Latin Classics in the early hiddle Ages, vol.VIII de la American Society of Church Ristory,l20,7; J.DE GRELLINK: Littérature latine au rioyen Age: depuis les origines jusou'a la fin de la Renaissance, París,l939; F.J.E.RABY: ~ History of Christian Latin l'oetry from the beginning to the close 48 of the f:iddle Ages, úxford,l927; Ibid: A History of Secular Latin Poetry in t.he í'üddle Ages, Oxford, 1934, 2 vols.; Sobre las dos grandes figuras medievales: Gregario de Tours e Isidoro de Sevilla, véase: R.LATOUCHE: Études médiévales,París,l966, pp.53-59, y J.FONTAINE: lsidore de Séville et la culture classique dans l'EsRagne wisigothigue, [Tesis doctoral], París,l959; Sobre la vida intelectual, váse: Études d'esthétigue médiévale, 3 vols., Brujas, 1946 y L'Esthétique du I'loyen Age, Lovaina,l947, de E.DE BRUYNE; G. BOAS: Essays on Primitivism and Related Ideas in the Middle Ages, Baltimore,l'-)48; J.BALTRUSAITIS: Le Moyen Age fantastique, París, 195'); FH.DELHAYE: La Philosophie chrétienne au J:Ioyen Age, París, 19:',9; P.\·JILFER'J': edici6n: l''liscellanea I"Jedüevalia, T.III: Beitrage zum Berufsbewsustsein des mittelalterlinchen Menschen, Berlín,l964; Arts libéraux et philosophie au !"!oyen Age, en Actes du IVe Congri"!s International de philosophie a u l"ioyen Áge, Montreal-París, 1969; J • .FJ,UL: Histoire intellectuelle de 1' Occi dent médiéval, A.Colin,París, 1')73; J .J:Ia.ALEGRE: Influencias árabes en el pensamiento europeo y en las lenguas y literaturas romances, 2 vols., RIDS, Universidad de Coper:hague, 1976; JUAN VERNET: La cultura hispano árabe en Oriente y Occidente, Barcelona,l978. (27) -Véase PIERRE RICHÉ: Éducation et culture dans l'Occident barbare, VI~VIIIe siecles, París, 1962. (28) - J.ELLUL, op.cit., pp.674-676. (29) - F.LOT: Naissance de la France, op.cit., pp.242-245. (30) - Tema ampliamente estudiado por SAI"!UEL DILL: Roman Society in Gaul in the I"'erovingian Age, Londres,l926. (31) - F.LOT: Naissance de la France, op.cit., pp.78-85. (32)- R.DOEHAERD: Le haut f"wyen Áge. Economies et sociétés, Parls,l971, pp.306-309. (33) - J.ELLUL, op.cit., pp.665-667. ()L>) - F.LO'r: Naissance de la France, op.cit., pp.l76-177; F. LOT y R. FAW'EIER: Histoire des institutions fran9aises ••• , op.cit., J.'.II, pp.5ll-53l; No existe una historia completa del ejército francés en la Edad ~1edia. No obstante, son de gran valor para el estudio de este tema obras como F.LOT: L'art militaire et les armées au Noyen Age, París,l94'7; C.OI"lAN: A History of the Art of War in the l'iiddle Ages, ?a. ed.,Londres,l924; J.F.VERBHUGGEN: Di Kri,jgskunst in West-Europa in the lüddel-Eeuwen, Bruselas, 1954; J. VJERNEE: Bewaffnung und Waffenbeigabe in der l'lerowingerzei t, en Settimane di studio ••• , Spoleto, T.XV,l96?,pp.95-108; G.DUBY: Guerriers X 49 et paysans: premier essor de l 1 économie europenne (VIIe-XIIe siecle), París, 1973¡ PH.CONTAJ"'INE: La gue-rre au hoyen hp;e, 1-UF, París, 1980. ( 35) • R. RÉI'\ONDON: La crise de 1 1 Empire roma in, I'arís, 1964, pp300-301; I'l.BLOCH: Les ir,vasjons. Deux structures économioues:oc- cupation du sol et peuplement, en Annales d 1 Histoire sociale, Farís,l945,p.36¡ G.hiCKWITZ: Die Systeme des im IV. Jahrhundert, en r~mischen Silbergeldes Comm.Hum.lit.,VI,2,Helsinki,l935,p.l81~. (36) - A.DAUZAT: La vie rurale en France, l'arís,l'?6l,p.2C. (37) - A.BLANCHE'l':Les enceintes rornaines ce la Gac;le,farís,l'?5C, p.88. (38) - J .ELLUL,op.cit. ,I,p.696¡ E.ENN:F.N: Fr,ühgeschichto der ec;ropa'Lschen Stadt, Borm,1953,p.SC)¡ BRÉ~UIGNY et ff,_ED.t,f:OSUS: Diplonata, chartffi et instrumenta ~tatis merovingicffi, 2 vals., farís,l8431849, Vol.I, p.l98; GHÉ:GOIRE DE 'TOURS: Historia Francorur:1, ec:. ée R.LATOUCHE, 2 vals., .!:'arís,l963,1II ,c.XVIII. (39) - Op.cit. ,p.85. (40) - R.R:Ér-lONDON: La_srise ... , op.cit., p.36. (41) - A.PIGANIOL: L 1 empire chréUen ( 325-395), en Histoire romaine, IV,2 [G.GLO'IZ],París,lC)4'(,p.2t13. (42) - l"l.BLOCH: Les invasions ... , op.cit. ,p.3E·. (43) - G.MICKWlTZ: Geld und Wirtschaft im r~mischen Reich de~ IV. Jahrhc;nderts, en Comm.HurG.lit., Helsinki,l935,p.l84; Véase también: C.I·;.CIPOLI,A: EC'.onomic HistoC"y of h'orld Population, Harmondsworth,l962; l"J.REINHARD, ;~.ARl'IEc\fGAUD y J .DUEA.~UIER: Histoire p;ér:6rale de la nopulation mondiale, Farís,l96B; J.C.!~USELL: .Late ~~r:ci­ ent ant l"ledieval Population, Fhilaóelphie, 195t1. (44)- 'I'eoría expresada por A.BLANCHE'I': Les enceintes .•• ,op.cit. (Li-5) - La vie rurale en France,I'arís,196l,p.2G¡ Vide: G.IJUEY: L 1 éconornie rural e et la vi e des e an:pap;nes dans 1 1 Oc cid ent r~,éd i~vs 1, Fa ís,1962, 2 vols. (46) Código de Teodosio, ed. por 110l'J'lSEN Y hEYER: NoveUffi VI (458), Vol.I,l905, p.153. (47) - F.LOT: Histoire du Moyen Áge,París,l94l,p.l2¡ J.~a.ALE­ GRE: La España visigoda.Germanización de una orovincia romana, en Re~~e Romane, T.I.,Copenha6ue,1966,pp.l-23. ( 47bis) - P. COURCEI,LE: Histoire 1 i ttéraire des grandes invasions p;ermanigues,París,1948,p.38. (48) - Ibídem, p.37 (49) - C.SANCHEZ ALBORNOZ: Despoblación y repoblación en el va- 50 lle del Duero,Buenos Aires,l966; Ibídem: Orígenes de la nación española, 3 vols., Oviedo,l972-1971+; JOSE l'ía. ALEGRE: Influencias árabes ••. , op.cit., Vol.II, pp.l?-26. (50) - Ed. de P.EwALTI y L.l'l.HARTl'lANN: S. Grep;orii PapeE Episto1~ sive Re5istrum, op.cit., I,p.73,c.49. (51) - Ed. de BREQUIGNY y PARDESSUS: Diplomata ••• , op.cit. (52) - Véase i''l. bLOCH: La société du haut Moyen Age et ses ori- gines, en Journal des Savants, Farís,l926,p.418. (53) - Ed. de H.Hd.SSEN y h..wERl'íiNGHOFF: Canons des conciles mérovingiens et carolingiens, 3 vols., 1893-1908, Vol.I,p.2l,c.8 y e .4(). (54) - R.L.A'I'OUCHE: Economie occidentale, en La civilisation de l'Occident médiéval,París,l964,p.80 y ss; E.LESNE: Histoire de la ;Jroniété ecclésiastique en France, 6 vals. ,Lille,l910-1943,T.I., p.C)) y ss; CH.HIGOUNET: L'Église et la vie ruralependant le tres haut l"lo~rer:. Age, en s.s.C.I.A.l'í.E., t. VII, Spoleto, 1960. (55) -Una amplísima bibliografía aparece en R.DOEHAERD,op.cit., pp. 30-34. (56) - Geschichte der deutschen Landwirtschaft vom frühen l"littelalter bis zum 19.Jah:c>hundert, en Deutsche Agrargeschichte,Stuttgart,l962,pp.l2-13. (';'?) - V!iase: A.GRANIER: Nanuel d'archéologie gallo-romaine, 2 volr;.,raris,l93l-l934,Vol.I,p.3')6; 1~.BLANCHE'I': Ler; enceinter; romcLiner; de la Gaule,París,l907; F.LOT: Recherches r;ur la population ct la Sclperficie des cités remontant a la période gallo-ro- maine, Faris,l945-1953, 3 vols.; F.L.GANSHOF: Étude sur le dévelo_p.t-•ement des villes entre Loire et Rhin au Eoyen Áge,París y Bruselas, 1943; G.DUBY: Les villes du sud-est de la Gaule du VIII 8 au XI 8 :üecle, en S.S.C.l.A.l'i.E., t. VII, Spoleto, 1959; E.ENNEN:Früh- r;eschLehte der europa'Lschen Stadt, Bonn,l953; Ibídem: Die Entwiclüung des Stadwesens am Hhein und JYiosel vom 6 bis 9 J ahrhundert, S.S.C.I.A.l'l.E., t.VI, Spoleto, 1959; J.HUBERT: Evolution delatopop;ranhie et de l'asnect des villes de la Gaule du Ve au Xe~ Gle, S.S.C.I.A.l"í.E., Spoletc, t.V ,Spoleto, 1959; JOSE !·ía. LACA- RitA: I-anora:na de la historia urbana, Ibídem; F.LAVEDA!"i: Histoire de l'urbanisme, 'r.I: Antiquité et l'Ioyen Age, Farís,l926; J.H.l'iUNDY y :P.RI:SSEN BERG: 'I'he JYledieval Town, Princeton,l958; H.PLANPrZ: Die Deutsche Stadt in JVlittelalter, Graz-Colonia,l954; L.JVlUJVlFORD: The yity in History, its Origins, its Transformations and its Pro~, New-York,l965! L.G.DE VALDEAVELLANO: Sobre los burgos y los bur- 51 gueses de la España medieval, l"Jadrid, 1960. (58) - San Isidoro de Sevilla definía la ciudad en el siglo VII como "multitudo hominum societatis vinculo adunata" en Etymologüe, t.LXXXII, col.536. (59) - A.COVILLE: Recherches sur l'histoire de Lyon du Ve au IXe siecle (450-80C),París,l928,p.l35; :C: • .CNNEN op.cit. ,p.SC). (60)- F.LOT: Hecherches sur la pooulation .. ,op.cit. ,t.II. pp.l95-20ú. (61) - R.LATOUCHE: Les orip;ines de l'économie cccidentale,farfs, 1956, pp.l22-23. (62) - A.Cov:::LI,E,op.ci.t. ,p.335;E.LESNE,op.cit,p.34;E.LOElLiERD, op.cit.,pp.l22-l23. (63)- Concilia, ed. de F.l"íAAS:c:N y L.~JEHi'élNGIWF':F, 3 vols.,l8C)3l9C8, II, p.40l, c.l22. (64) - Este asunto ha sido bien estudiado en Francia.Yara el caso de España, véase J .Iia .LACARRA: Panorama de la historia ur.·tana,op.cit.; Para el de Italia: J.}'.BCGNE'J'TI: Froblerr:i di meto:lo e oggetti di studio nella sto:;oia delle citta italiane dell'alto rre- dioevo, S.S.C.I.A.M.E., t.VI, SpoJeto~ 1959. (65) - J.F.l1ARIGNIER: Queloues ""emaroues sur l'orvanisatio:1 ecclésiastique de la Gaule dt< VIIe au XI e siecle, Ibid, S¡:cleto, pp. 4')5-56; nm,~RT DE LA 'rGUE: Les paroisses rura.les de 1' anci.enne France, Pa.rís, 1900. (66) - R.DOEHAEHD, op.cit. ,p.l3(,, (67)- l"l.BLOCH: Comment et uourouoi. fir:it l'esclavare antinc:e_, en Annales E.S.C. ,l947,pp.l6l-6'7 y 185 y ss. (68)- IJ.'ítulo XI,VI,2~Ce la Ed. de L.R.S.ALIS,l892. (69) - Ed. de BEYERLE, vie::mar,l947,L.L. ,V,c.Sil.,p.l6l. (70) - Ibide&, c.l4?,p.l6E. (?l) - J.ELLUL,op.cit. ,p.677; Véase también: C.VEHLINDEN: L'eE.- clavap;e en Europe médiévale,T.I: Féninsc;le Iberigue,l~'rance, Brujas, 1955; CH.E.PEHRIN: Le serva5e en France et en Allemagne, en X8 Congrés Sc.Hist.,Roma,l955,T.III¡ J.PErr'OT: :Fluctu.ations numériques de la classe servile, Ibid, T.VII. ( 72) - J. DE !"tALA:FOSSE: Les lois agraires de 1' éuoque byzantine, en Rec. de l'Ac. de Législation, Tou.lousse,l949,p.40¡ P.:FABRE: Les colons de l'Église romaine au VIe siecle, en Revue d'Histoire et de Littérature religiec:se, T.I, Farís,l896. (73)- P.EwALD y IlAHTI"iANN: S.G""egorj i Papa; E:oi stola; ••• ,op.cit., T.I,p.65, T.II,p.l28. 52 ('?L+) - lbidem, l,p.G;,. íld. de ILZ~ur!E: Formula? merovingici (75) et karolini a?Vi, en r'l.G.E., L., sección li, Berlín, l886,pp.?ll-214. - F.LO'l' y H.Fiú/TlER: Histoire des institutions .• ,op.cit, T.II,pp.l40-159. ('¡'?)- J.ELI,UL, op.cit.,p.G69. (78)- F.LUT: Naissance de la France, op.cit.,pp.l72-75. (79) -Véase F.LOT: La nomination du Comte a l'éuoaue mérovingiene, R.H.D., Farfs,l924; L.LEVI!:.LAIN: Les comtes de Paris a l'énog:1e frangue, en J'¡o,yen Age, París,l941; S.SPRANDEL: lJux und Comes in der Merovinger5eit, Z.S.S., G.A.,l957. (00) - F.LO'T: Naissance de la France, op.cit. ,p.l70. (81) - Asunto muy bien estudiado por GARAUD: Les origines des "l'agi'' poitevins du fioyen Age (Vle-Xle siecles), en R.H.D. ,.París, l')Lr9 1 y por h.PACAUT: Les structures poli tiques de l' Occident médiéval1.Paris,l969. (82) - J.ELLGL,op.cit.,p.669. (83) - F.LUT: L'imp6t foncier et la capitation personelle sous le Bas-Empire et a l'épogue franque, París,l928 1p.83; l!'.'l'HIBAU'T: L'imp6t direct dans les royaumes des Ostrov,oths, des Vlisigoths et des BurgoJ].deE>, dans J. e ro;zau!