(i) Véase I A Gacétá De ñjreir.

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M ADRID 1 .° DE SETIEMBRE. ESTUD IOS HISTORICOS. FEDERICO GUILLERMO 111. (Continuación.) ( í ) En Berlín * sobre todo, era dónde hahia colocado Ñapó¿ Jeon su punto de apoyo para asegurar e l éxito de estas com­ binaciones. Lu Prnsia era parte esencial del nuevo sistema que meditaba fundar de la otra parte d'd Rhib : quería Sa­ tisfacerla de modo que se hiciese temible al Austria , y forti­ ficar el N ort e a costa del Mediodía. Procediendo asi 110 hacia sino seguir las tradiciones de Francisco i , d'él cardenal de Richelieu y de Luis xiv. Federico G uil le rm o entró con v e r ­ dadera pasión en los proyectos del primer eóhsul. En reali­ dad , poco era lo que la Prnsia habia perdido en lu orilla izquierda; pues limitábase á los ducados de G ueldres y de J u l i e r s , él principado de M eurs y parte del ducado de L l e ­ ves. La población de estos dominios tío ascendía mas que á 1379 al mas, y su pioducto era apenas de trés millones de francos (unos 12 millones de r e a le s) Si solo se hubiese tr a ­ tado de recibir el valor exacto de lo que poseía en la orilla izquierda , no hubiera manifestado en este asunto la Prnsia el ardor que desplegó entonces' pero habia resuelto ap rov e­ charse de la amistad de la Francia para hacer que se le a d ju ­ dicase una gran parte en las indemnizaciones. Puso pues eti o t r a aquella Potencia lodos los medios de seducción qué esta­ ban á su alcance para cautivar al primer cónsul é interesar!*» en su suerte, asi como en la del Príncipe de Nassau * cuñado del Rey. Federico Guillerm o V el E mper ad or A le ja n dro ma­ nifestaron mutuamente deseo de con cerse, y convinieron fen una entrevista que se verificó, en Memel , en los primeros días de Junio de 1802. Los dos Monarcas se inspiraron en ton­ ces un recíproco afecto ; comprendiéronse ambos , y esta a r ­ monía redundó en provecho de la Francia. Calmó el Rey de Prnsia la desconfianza que comenzaba á apoderarse del E m ­ perador A b jand 1 o acerca de las miras ambiciosas del p rim et cónsul y y obteniendo su concurso para la pacificación del im­ p er io , fue como el vínculo: de una triple alianza cuyo influjo en el asunto de las seenlai izaeiones fue decisivo. Por 11 (i convenio firmado el 19 de M ay o de 1 8 0 2 f se obli­ gó la Francia á asegurar á la Pr nsi a , n i cambio de sus pose siones sobre la orilla izquierda del Rliin, los obispados de Padebotn y dett ild e sh e im , Eichsfeldt, E r f u r l h , U ntergleichen, lu ciudad y una parte del obispado de M n n s t e r , y otras ciu­ dades y abadías. Estas adquisiciones no gu ardab an la menor proporción con lo que habia perdido. El aumento en población era de más de 4008 almas. P o r aquel mismo convenio quedó asi determinada la suerte del Príncipe de Nassau: recibió el obispado y la abadía de Fu l d e, las abadías de Corcoen y de W e i n g a r t e n , y quedó decidido que en caso de extinción de la línea directa del Príncipe actual de Nassau, heredaría la casa de Prusia los territorios que acababan de serle d e v ue l­ tos. En cambio de estas ven ta jas, la corte de Berlín recono­ cía y garantizaba (art. 13) todos los arreglos que la Franc ia había hecho en Italia. Ahora bien; esta garantía comprendía la incorporación del Piamonte al territorio francés que aca­ baba de declararse defiiiitiva. Al mismo tiempo que la diplo­ macia consular aumentaba el territorio de la P r u s ia , fortifi­ caba esta también por medio de amplias indemnizaciones á la Baviera , al W u r t e m b e r g y al gran ducado de B a d é n , y ad ­ hería aquellos estados por e! Ínteres y el engrandecimiento, á la fortuna de la Francia. El Austria luchó mucho tiempo, J)ero vanamente contra el nuevo orden de cosas que el primer cónsul secundado por la Prusia y la Rusia logró establecer fin Alemania, y hasta el 24 de Marzo no ratificó el registro de­ finitivo del 23 de F e b r e r o , que secularizaba el patrimonio del clero alernan. v. L a repartición-de las indemnizaciones por la tr iple inter­ vención de la F ranc ia , de la Prusia y de la Rusia des tr uyó toda la,economía del sistema germánico, y dio un golpe m o r ­ tal a su vieja constitución. Aun subsistió de nombre dura nte algunos añoS; pero todo ló que .constituía su vida , d es apar e­ ció para siempre. En vano trató el E m p e r a d o r de hacer re­ servas en el acta del 24 de Marzo para retener á todos los confederados en el vínculo f ede rativo; en vano confirmó las leyes fundamentales de! imperio : el imperio no existia ya. E l registro de la dieta del 25 de F e b re ro notificó á todos los Príneipps que la Alemania habia mudado dé d u e ñ o , y q u e ya no era¡ en i Vié.na., srnóeri P a ri s, donde se decidían sus des­ tinos. Plasta este momento solo ventajas habia obtenido Federico Gtri 1l#r mó dé 1 si slc niá q ue habia a brazado. H a hía pues log 1 a do lo que mas ardien temente dese ab a; un acrecimiento nota­ ble de poder y de influencia en el Norte de A l e m a n i a , por ni edió %4 ? Jas siin pl es o.pé ra ci u ries: d e ii na pó Ii t i ca ha bi 1. Oh j e ­ to dé ;]lats atcucioues mas cuín pl idas del E m p e r a d o r A le ja n­ dro ^del,.primer, c ó n s u l, lisonjeábase de t e n s i e m p r e la ba* lanza entre ellos y de serví ries de intermediario oficioso para sus comunicaciones. Esperaba en, fin , á favor de la armonía qu e á la sazón reinaba entre la Francia , la Prusia y la Rusia, Inglaterra y a l : A u s tria , y g aran ti r el man teni­ miento de la paz general. Engaitábase empero lastimosamente.'" L a paz de Amien^ Rabia sido 4¿ira la Inglaterra no mas que una suspensión de las hostilidades, y apenas trascurrido .1111 año después de firmado, hdllolb cofi fiiróc y ños d eclaró n u e­ vamente la guerrj*. Acercábase pa ra la Prusia el momento de las pruebas penosas. <• Cbaudor ha Inglaterra desgarró el tratado ^ e Amícns no íófogun aji.ada en el continente : volvió pues í lá liya cop g u d ae ia , y presentóse sola probando asi que se sentía con fuerzas para luchar cuerpo á cuerpo yon un ; te rrible en e— migo. Podíase sin embargo asegura r que no mucho tiempo perm an e cerá; en $11 á i d a m i e n t ó , y que baria jiigaF todos los resoltes de s u ; política, para asociar de nüev'o á> su causa las monarquías del continente. Al deseo que tenia de abatir nues­ tra supremacía, jmRábasfc itn interes ólas v i v n todavía* el de atrae r nuestras tropas ,desde las orillas del Océano á los c a m ­ pos de batalla del continente, y quita rnos asi el poder de ir ( i ) Véase Ia Gacétá de ñjreir. ' a dictarle lá paz dentro de los duros de LóndreS. Eti esta si­ tuación no teníamos que elegir «mire mnéhos sistemas. Debía­ mos trata r de ro m per lá trama de sus intrigas, y en el caso de que nos fuese imposible impedir la fórmacion de Una n ue­ va liga, ponernos c?i posición de vencerla. Desde c|ú'e N a p o ­ león hubo adquir ida por la práctica dfel p o d e r , 00 conoci­ miento profundo de los asuntos de la E b r o p a , su Sagacidad descnbi io bien pronló el lado v ulnerable de la Francia. Comprend o que en Vnedió de su grandeza y de su gloria éVa d é ­ bil porque se hallaba aislada: (pie era urgente reeónsVruir Id mal? pronto posible su sistenVá teder.Viivó, que se había a r r u i ­ nad o, y que no adquiriría fei.grádo dé poder necesario para hacer ¡rente á Mis enemigos sino apoyándose en fuertes y só­ lidas alianzas. La Holanda* lá Suiza, la I ta lia , que habián llegado á ser partes integrantes de su sistema , 110 eran alia­ das bastante poderosas para impedir riueVas coaliciones y triunfar de ellas si llegasen á formarse; Ló que se necesitaba en fin, y lo que Napoleón deseaba con extremado ardor* era el ápoyü de una dé las grandes monarquías del continente. Nó se debia contar con el Austria* porque habíamoslá heVidó harto profundame nte ert lá Italia y en Alemania para que pudiésemos esperar nunca atraérnosla. Era imposible que nos perdonase el haberla limitado á la orilla derecha del Aflija* arte balándole el apoyo dé los votos eclesiásticos en la dicta imperial. Era pues en el continente nuestra im pl a­ cable e n e m ig a * como en los mares lo era la Inglaterra. T a n ­ to la una como la otra habían decidido nó ad optar miras real­ mente pacíficas hásta que nos hubiesen arroj ado cada cual respectivamente de Italia y de Amberes. E n tre nosotros y el Austria habla un abismo insondable. Pero el Austria era una Potencia litó ida : hallábanse mermadas sus rentas, y desani­ mados sUs pueblos: erarios permitido creer que si la Francia lóghiba alraei*sc la Rusia o la Prusia, la corte de Viena se cOiiteíídria , siendo asi impotente su rencor. H ubo tin momento en que Napoleón creyó enc ontrar en la Rtisia el poderoso áÜádo que buscaba. La Franeia y la Rusia se hallaban sobrado distantes para éhocár entre sí: tení an.am­ bas su esfera distinta dé influencia y de acción, cñ la que se podiütt mover libremente , sin temór de suscitar sospechas la urta á lá otra. Ünidas eran bastante fuertes paró gobernar el conlineOle é impedi r que las pasiones tempestuosas in te rr u m ­ piesen su reposo. La muerte del E m p er ad o r Pablo arrebató al primer cónsul un amigo y un aliado* que si hubiese vivido hubiera cambiado probablemente el curso de los acontecimien­ tos. A le ja n d r o , al principio dfe.su reinado, pareció no ap a r­ tarse casi nada de la linea de conducta trazada por.su padre. Sin mantener con Napoleón relaciones de confianza jtaii; ínti­ ma , manifestó un ardiente deseo de vivir con él en perfecta armonía. Dotado por la naturaleza de un talento fino , d e li­ cado , penetrante y móvil á las veces y exaltado * no eVa d u e ­ ño de re p ri m ir una admiración secreta hacia el pri m er cón­ sul , y se sentía arrastrado por un atractivo invencible á aquél hombre superior. Pe ro no reconocía en d e rre do r süvo las mismas disposiciones: su gabinete y su nobleza estaban celosos dé la grandeza á que el primer cónsul habia elevado á la F r a n ­ cia. Sentíanse heridos al v er que en el fondo del Occidente ún hombre n u e v o , primero soldado feliz, después ascendido por el poder de su espada y la autoridad de sus grandes ac­ ciones á dueño de la F'rancia, tuviese la insolente idea de p ri var á la Rusia de influir en los asuntos de Occidente. A l e ­ j a n d r o se sometia á la v olu nta d de su corte : el papel secun­ dario que habia representado en la operación del reparti m ie n­ to de las indemnizaciones, habia comenzado á exasp er ar le contra nosotros. Creíase ju g u e te de nuestra habilidad , y se sentía humillado con h a b e r concurrido á fundar nuestra p re ­ ponderancia en Alemania , mientras que solo habia inte rveni­ do en la Operación para disminuirla dividiéndola. Inmediatamen­ te después de la rup tur a de la paz de,Atn¡ens habia ocupado N a ­ poleón el H an n óv er y el reino de Ñapóles; el Hannóver , pose­ sión del Rey de Inglaterr a , y donde afluían los principales p r o ­ ductos de la industria británica , destinados á los mercados de la A le m a nia : el reino de Ñ apó le s, que estaba sometido sin r e ­ serva a l a acción del g ab in e te de Londres. Ahora bien; la Rusia habia lomado á Ñapóles y al Hannóver bajo su protec­ ción. Sintióse herida de que hubiésemos tomado posesión de la. rada de T a r e n to y del Elec torado sin consultarla; y ha­ biendo solicitado el primer cónsul que pronunciase como á r ­ bitro supremo en las diferencias que ponian las armas en m a ­ nos de la Fran cia y de la I n g l a te r r a , el em perador Aleja ndro declinó aquel papel , que hubiese embarazado su d eli cadeza , para atenerse al de m e d i a d o r , que dejaba mas latitud a sus exigencias. Sus decisiones fueron no de un juez im p a r ­ cial , sino de un amigo apasionado de la Inglaterra. El escán­ dalo que ocasionó aquel Príncipe á, la muerte del d uq ue de En ghien y las explicaciones amargas que se verificaron en aquélja triste ocasipu entre el Czar y el gefe de la Francia, acabaron de destruir toda armonía entre ios dos. , Desde entonces perdimos toda es pera nza , no solamente de concillarnos la R u s i a , sino siquiera de retenerla en una linea de mod er ac ió n , pues habia enarbolado los_ colores de nuestros ene^inigps. La ^ u erra no se habia declarado en el con­ tinente; pero hallábasé roto el equilibrio entre los gabinetes. Estábamos seguros de tener que combatir mas ó menos pronto con la Inglaterra , con el Austria y con la Rusia , á no ser que pudiésemos lograr contenerlas por medio del freno de una formida ble alianza. De las tres grandes monarquías del continente solo una habia disponible para riueslrásj miras federativas, y 1 esta era la Prusia. Aquel a monarquía podia poner bajo el pie de gu er ra 2009 hombres , y con ella intimidábamos á la Rusia y al Austria. Su pueblo tenia el gusto y el sentimiento de la g u e r ra : su voz era; escuchada en los consejos de la E ur opa. Si lográbamos interesarla á favor nuestro, quedaría asi r esta ­ blecido el equilibrio entre los gabinetes: la.Rusia y el Austfiá se verían contenidas, y .-si' querían combatir absolutamen­ t e , la derrota seria el premio de su temeridad. Si por el contrarió nuestros enemigos triunfaban en Bcrlin, como habiam triunfado ya en San Pe tersb urgo y en V ie n a ,.n o seria ya con esas tres Potencias con las que tendríamos que lu ch a r, sino con la masa reunida de la> graudes monarquías de la E u r o ­ pa y de todos los Estados .secundarios colocados en su esfera d e acción: ya no seria nuestra supremacía sola la que se ha­ llase en p eligro , sino nuestra existencia misma. L a alianza de la Prusia nos era pues necesaria * indispensable, primero p a r a tratar, de man tener l a e n el continente y poder dispóner de todas nuestras fuerzas contra la Ingl aterra , y en Lánguida sí sé volvía á ericen Icr la guerra e u r o p e a , para **+ lir vencedores de ellá. Tal era la combinador! sencilla y fecunda que Napoleón se dedico á Realizar, y tjufe llegó á ser el objeto principal de sus pensamientos : para iograido usó de todos los medios qu e pudo sugerirle la mas profunda habilidad. Resuelto á a p o d e ­ rarse á toda cOsta de Pede rico G 1I 1 Í le r m o , obró sobre él con todos los medios de seducción. Apoderó se, por decirlo asi, de todas sus libras: caricias, promesas brillante s, perspecti­ va de una grandeza infinita, proposición formal de colocar sobre su frente la corona imperial* afectada fria ldad seguida á poco de mas ardientes seducciones* todo lo puso en obra, y iodo fue inútil. Mas de una vez se creyó á punto de a r ­ rastrarle á sus ideas * y siempre logró Federico G uil le rm o descartarse de sus exigencias. La historia de las relacione» ezilre estos dos hombres* el uno tan ardiente en sus resolu­ ciones, táú obstinado el otro en la suya de permanecer libre y dé 110 entregarse á iiadie* ni á la Francia ni á la Rusia, prueba cuánta inteligencia de su posición tenia Bonaparté, y qné arte sabía desplegar entonces en su política. El R e y Se lisonjeaba, y en esto se equivocaba m u c h o , de que su im­ parcial neutralidad paralizaría toaos los movimientos g u e r ­ reros en Viena como en S. Peter sburgo, y baria imposible óna nueva coalición. La doblez de nuestros enemigos le man­ tenía en su funesta ilusión. El E m p er ad o r Alejandro no se cansaba de escribirle protestándole sus sentimientos pacíficos, y la corte d-* Viena le prodigaba iguales seguridades. En v a­ no Napoleón se esforzaba para desengañarle y para convencer­ le de que la Rusia y el Austria estaban de acuerdo con la Inglaterra para abatirnos y desposeernos de la Italia : F e d e ­ rico G u iller mo no lo quería creer¿ Como todos los hombres dominados por una sola idea, desechaba todo lo que no en ­ traba en el marco, á la verdad Un tanto estrecho, de su sistema , y no percibía el conjunto ni el fondo de las cosas. Creia hacer mucho por el mantenimiento de la paz siendo el m e n ­ sajero tímido y dulce de las quejas y de ios votos de todo» los Gabinetes: cometía sobre todo la falta de deja r ver á i o» dos partidos que se le disputaban cuánto ternia la g u e r r a , y el no colocarse entre la Francia y sus enemigos corno ver ­ dadero mediador. T en ia , pues, Federico Guillermo que optar entre tres extremos: podia aliarse á la I n g l a t e r r a , al Austria y á la Rusia contra la Franc ia; á la Francia contra estas tres coronas, y en fin, arrojarse enmedio de los dos partidos como mediador a r m a d o , y si los podia reconc iliar, pronunciarse entonces según los consejos de la equidad ó de la ambición. Cada uno de estos sistemas le ofrecía probabilidades de en­ grandecimiento. Peio Federico G uil le im o tenia una rep ug­ nancia invencible hacia todos los partidos decisivos. H u bo un momento eti qué era menester pasar de la neutralidad á la acción, y no tuvo Valor de aprovechar aquel momento. Supóngase en lugar de este Príncipe débil é. incierto al giran Federico, firmemente resuelto á mantener la paz , leva n­ tando con este objeto Í009 hombres, hablando en Pe tersbur­ go , en V i e n a , en P a ri s, un lenguaje moderado y firme: ¿qui én duda que hubiera conjurado la tempes ta d, ó que si 110 lo hubiese conseguido, habría evitado al menos la catás­ trofe que pronto debía sobrevenirle á su sucesor? Napoleón se desesperaba de la impotencia de sus esfuer­ zos para compromete r al Rey. Conocía que la paz del con­ tin e nte , y con la paz los destinos de la E u r o p a , dependían del partido que abrazase aquel Príncipe. Tambié n habia de­ cidido en el secreto de sus pensamientos, que le perteneciese tarde ó temprano , aunque debiese violentarle para ello. Des­ pués de todo esto, no podia explicarse la repugnancia del Rey á asociarse á su fortuna. ¿ No le habia retribuido a m ­ pliamente en la repartición de las indemnizaciones germáni­ cas?... ¿ N o podia elevarle todavía m as ?...... Mucho habia Hecho Federico 11 por la grandeza de su pais: Napoleón por los solos beneficios de su al ianza , podía completar la obra de aquel grande hombre. Hubiérase adhe­ rido sinceramente la Prusia sin reserva á nuestra fortuna; hubierase asociado á todos nuestros peligros como á todas nuestras glo ria s, y nosotros habríamos recompensado cu mpli­ dam ente sus servicios. ^ No era una perspectiva digna de se­ ducir y de apasionar á un pueblo ambicioso y gu er re ro la de ar re b a ta r al Austria el cetro imperial, la de engrandecerse con todas las posesiones alemanas de la casa de H an n ó v er , la de llegar por ultimo á ser gefe de lá patria y de la unidad germánica , y en fin, la de imponer la ley de consuno con nosotros á la Europa entera ?... Por otra parte, una alianza franca y since­ ra de la Prusia con la Francia era la combinación mas segu­ ra para contener la ambición de Napoleón. U n aliado que dispone de 2008 hombres, tiene derecho á fijar sus con di­ ciones: no es un instrumento pasivo; esta unión hubiese sido á la vez para el gefe de la Francia un apoyo y un freno. Pero el genio atrevido y em prendedo r de Napoleón, que acababa de ceñirse la corona imperial , alarmaba al án*mo circunspec­ to y mesurado de Federico G uil le rmo, y hacíale temer que una vez comprometido en sus planes, fuese arrastr ado mas allá del puntó adonde quería llegar. A la v e r d a d , si bien se reflexiona, era imposible que uquellós 'dos homb res, de todo punto desemejantes, pudiesen comprenderse y unirse estre­ chamente. El Rey era prudente hasta la timidez: la audacia y la grandeza en el pensamiento y en Ja ejecución eran lo» rasgos dominantes y distintivos en el carácter del. jj m p e r a í-dor. El primero tenia una ambición moderada que temia el escándalo y la publicidad; el segundo, dueño del primer tro­ no del muudo por sus grandes acciones, no creía haber h e­ cho bastante para justificar su elevación. Temía el uno la guerra como el mas terrible dé los males: amábala el otro ¡como un; gra nde artista arna á su arte'; amábala también como al -origen de su fortuna y del poder de su pais. Los proyeedos de Federico G uillerm o estaban circunscritos en una es­ fera un tanto estrecha : los de Napoleón abrazaban al mundo entero. El Rey dé Prusia manifestaba en los negocios las de­ licadezas de la moral privada : á los ojos del gefe de la F r a n ­ cia , la moralidad de un soberano consistía en el fin mas bien :q«« en los medios. A las profundas diferencias que separa;ban á aquellos dos P r ín c i p e s , añadurnos todavía las pre ven ­ ciones de la nobleza prusiana y la influencia personal de U Reina¿ En Berlín, como en todas las cortes, tenia Napoleón infini­ tos enemigos que no podían perdonarle habe r puesto su espa­ da y su genio al servicio de aquella terrible revolución (pie d e r r o c ó el trono legítiinista y la antigua nobleza, que Uixo temblar á todos los Re je s y & las castos nobiliarios de la vieja Europa. En cuanto á la Reina , tenia en el ánimo de su esposo lodo el ascendiente que da un carácter lleno de gracias y de dulzura , unido á los encantos de una belleza seductora. Temia ella verle abandonar ó interrumpir sus hábitos priva­ dos, y sin tratar de averiguar si puede un Monarca sobre el trono encontrar la vida pacitiea que es patrimonio de los des­ tinos oscuros, creia que el Rey podía conciliar lo que se de­ bía á sí mismo y á sus antepasados , con su amor á la paz. Aconsejándole que no se entregase á la Francia , 110 se cu ida­ ba solamente de conservarle en su sistema , sino que trabaja­ ba también en secreto por los intereses de la Rusia , y 110 permanecía extraña á las intrigas de la política. E 11 la entre­ vista de Memel , agradáronse mutuamente la Reina de Prusia y el Emperador Alejandro, y la galantería del Czar redun­ dó en provecho de su política. Desde aquei momento todas las predilecciones de la Reina tueron por la corte de San Petersburgo. Establecióse una correspondencia seguida entre los Soberanos de Prusia y Rusia, y la Reina tomó una parte muy activa en ella. No habiendo podido conseguir la Francia formar una só­ lida alianza con la Prusia, era inevitable una nueva guerra continental, y estalló aquella en el mes de Setiembre de 1805. No es cierto que esta la hubiese provocado con la reunión de Genova, de Parma y de Plasencio al territorio francés. La reunión de Genova se verificó el 9 de Junio de 1805 , y el 11 de Abril del mismo ano la Inglaterra, la Rusia y el Austria habían determinado las bases de la tercera coalición. El ob­ jeto aparente de la liga era despojarnos de la Italia: el obje­ to real, positivo y secreto era desposeernos de todas nuestras conquistas, de las que podían imputarse á nuestra ambición, asi como de las mas legítimas: tratábase en fin de encerrarnos en los límites de la antigua monarquía. Al poner sobre sus sienes la vieja corona de los Reyes lombardos, y al apode­ rarse de Genova, había hecho Napoleón no mas que levan­ tar el guante que le habían arrojado sus contrarios. E n el instante de despedirse de las orillas del Occéano y de ir á combatir á las del Danubio á los austríacos, quiso tentar un último esfuerzo para captarse á Federico Guillermo: pr opú­ sole con su alianza la cesión definitiva del Ilannóver. Mr. de Hard enberg , que poseía un talento elevado y atrevido , acogió aquel pensamiento como un pensamiento grande y acertado, cuya realización completaría la reorga­ nización territorial de la Prusia; pero el Rey, que ambicio­ naba ardientemente la posesión del Ilannó ver, retrocedía ante los escrúpulos de su conciencia y los peligros de una r uptu­ ra con la Inglaterra y la Rusia. " ¿P ue do y o , preguntaba á Mr. de Hard en berg , sin faltar á las reglas de la moral, sin perder enE urop a la estimación de los hombres honrados, sin quedar marcado en la historia como un príncipe sin fe, des­ pojarme, para poseer ei H a nnóv er, del carácter que he sos­ tenido hasta a q u i ? ” Píntase aqui el Rey perfectamente á sí propio. Su ministro le respondió que la moral de un Sobera­ no no era la de un particular, y que se trataba de la opera­ ción mas propia para conservar el rango de su monarquía. El Rey medio convencido consintió en tratar de una alianza so­ bre la base de la incorporación del Hannóver á la Prusia. Esta vez esperaba el Em perador haberle comprometido sin remedio, y habíale enviado á Duroc para manifestarle su u l tim atum y firmar el tratado (3 de Setiembre). Hacíase en­ tonces como antes ilusiones. Apenas hubo dado el Rey algu­ nos pasos para la alianza, sobrecogióle el miedo y le hizo re­ troceder. Rompió pues las negociaciones comenzadas y decla­ ró que su resolución era permanecer neutral. Mientras que Napoleón movia todos los resortes de su po­ lítica para atraerle, la Inglaterra y la Rusia no menos hacían para asociarle á su coalición. Acusábanle de permanecer por intereses mezquinos en un sistema de inmovilidad q u e , según decian ellas, desacreditaba su poder. E l Norte debia prepa­ rarse á presentar á la Francia un flanco impenetrable. Este era el solo medio de contener en sus límites á aquella tu r b u ­ lenta Potencia : sino los traspasaría todos con el gefe audaz que á su cabeza había puesto. La Prusia, la primera en el orden de las invasiones, seria también la primera que arrastrase el desbordamiento general. Pero los mismos motivos que tenia Federico Guillermo para 110 ofender á la Rusia, le asistían también para no herir á la Francia. Su flaco era querer ser amigo de todo el mundo, medio infalible de no contentar á nadie. La corte, movida por las pasiones de la Reina, habia hecho su elección: sus simpatías y sus votos eran por la R u ­ sia ; pero el ejercito no tenia aun preferencia decidida. Do­ minaba en sus filas un pensamiento casi único: el temor de ser un objeto de desprecio para la Europa. Rodeado por to­ cias parles de ejércitos beligerantes, pesábale su inactividad. Avergonzábase de ella como de una actitud humillante: cen­ suraba el sistema del Rey , y quería batirse, menos para hacer triunfar á uno de los dos partidos, que para tomar en los campos de batalla su parte de gloria y de peligros. En el estado de singular fermentación en que se encon­ traban los ánimos, todo dependía del menor incidente. La Violación del territorio de Anspaeb por Beruadotte decidió la cr isis, y la decidió contra nosotros. En el fondo, esta in­ fracción de la neutralidad del margraviato estaba muy lejos de tener un carácter ultrajante para la Prusia. Aislado en medio del vasto campo de batalla en que iban á chocar la Francia , el Austria y la Rusia, era imposible que aquel pe­ queño Estado pudiese sustraerse á las incursiones de sus ejér­ citos. La Prusia las habia tolerado en 1796 de las Potencias entonces en guerra. Antes que Bernadotte le atravesase, los bávaros, en su retirada de Munich sobre W u rt z b u r g o , ha­ bían forzado el paso, siendo seguidos por un destacamento austríaco. Era pues corno un pais abierto á todo el mundo. Cuando se envió al príncipe de Ponte-Corbo la orden de pa­ sar por Austria, el Emperador negociaba su alianza con la Prusia, y creia que iba á ser firmada. En fin, menester es decirlo: habia conocido el pie de que cojeaba el Rey, y sa­ bia que podia atreverse á todo. Sin embargo, al saber F ed e­ rico Guillermo que nuestras tropas habían violado el terri­ torio de su margraviato, se sintió acometido de un violento acceso de cólera. Su primer movimiento fue romper con la Francia. En la corte, en el ejercito, en los salones de ia no­ bleza, no hubo mas que un grito, grico de furor y de guerra contra nosotros. La opmion, que la víspera aun, era poco fa­ vorable á la Rusia, tomó á la Francia por objeto de su abor­ recimiento. No se hablaba mas que de vengarse de la ver­ gonzosa afrenta que acabábamos de hacer al honor de la P r u ­ sia. La ocasión era excelente para comprometer al Rey, que no cesaba de repetir después de algún tiempo, que se de­ clararía contra el primero que atentase á su neutralidad. Los ministros de Inglaterra , de Rusia y de Viena se agitan, le rodean y le intiman que cumpla su palabra. La Reina es­ tá entonces á la cabeza del movimiento guerrero. Envíanse espresos á toda prisa al Emperador Alejandro, que habia es­ crito al Rey pidiéndole una entrevista, y que esperaba la respuesta en Pulawi. Instruyesele del incidente de Anspach: díjosele que habia Hígado el momento de apoderarse de F e ­ derico Guillermo, y se le suplicó que se apresurase á venir á Berlín. Alejandro con esto sale inmediatamente de Pulawi, y aparece de improviso enmedio de la familia Real de P r u ­ sia. El Rey , oprimido, subyugado por las pasiones verdade­ ras ó ficticias que se agitan con furor para arrastrarle á de­ cidirse, no puede resistir por mas tiempo al torrente, y se de ja arrancar el convenio de Potsdam (3 de Octubre de 1805). Prepárase de intento una escena nocturna y teatral en el pan­ teón de Potsdam, donde reposan lascenizas de Federico 1 1 . El Emperador de Rusia, el Rey y la Reina van a el la noche del 3 al 4 de Octubre: Alejandro, acometido de una emo­ ción profunda, besa la tumba del grande hombre, y los So­ beranos se separan después de haberse jurado paz y amistad sobre el sepulcro de Federico. El tratado de Potsdam no era una alianza propiamente dicha, sino una simple promesa de alianza, cuya ejecución dependia de la aeeptacion ó de la negativa por Napoleón de las bases de pacificación que debia someterle el conde de Haugwitz. Habíase fijado un término de rigor, ei 15 de Di­ ciembre de 1805 , para la aceptación ó desechamiento de las proposiciones. Todo induce á creer que las condiciones de que era porta­ dor el conde de Haugwitz no tenían la precisión de un ulti­ mátum , que se habia dejado una gran latitud en este punto, y que sus proposiciones debian variar , según la fortuna del Emperador hubiese menguado ó crecido entretanto. Sabíase en Berlín que se darían los grandes golpes antes del 15 de Diciembre , y que para entonces seria Napoleón vencedor ó vencido. En el primer caso el conde de Haugwitz iria á cum­ plimentarle; en el segundo le dictaría la ley. Parecía haberse apoderado de la corte de Berlín el espí­ ritu de vértigo y de e r r o r , arrojándola en un camino de pe r­ dición. ¿Cómo los hombres de Estado no habían comprendido que en el punto á que habia llegado la lucha entre la Francia y las grandes monarquías de E u r o p a , no podia permanecer Napoleón en la inceitidumbre acerca de las disposiciones de la Prusia; que ya tenia aquel sobrados enemigos para permi­ tir que aumentase su número ; que después de haber agotado vanamente durante cuatro años todos los recursos de su polí­ tica para hacerse de la Prusia una aliada, era menester que al menos estuviese seguro de que permanecería neutral , y si ella tenia la desgracia de unirse á los proyectos de la coali­ ció n, no le dejaría (la elección sino entre estos dos partidos: expiar su falta entregándose á el sin reserva , ó entrar en guerra?... El convenio de Potsdam era una falta enorme, por­ que aun cuando fuese firmado, habia dejado escapar á la P r u ­ sia la ocasión de obrar con buen éxito. Ülm se hallaba á pun­ to de ca pitular: Viena ibaá abrirnos sus puertas: el Austria, vencida y descubierta , no podia ser libertada sino por los r u ­ sos, que avanzaban á marchas forzadas desde el fondo de la Moravia. Sin embargo, aun no estaba todo en uri caso deses­ perado. Una vez firmado el fatal tratado de Potsdam, era menester no perder un dia, un momento: era menester m a r­ char sobre ei Danubio, obligar ai Emperador á abandonar su presa y á volverse atras. La salud de la Prusia estaba en la rapidez de estos golpes. E n un caso tan crítico, las medidas templadas no hacían mas que agravar la primera falta y tor­ narla irreparable. Ya no se podia pensaren medios de recon­ ciliación con Napoleón: la Prusia se habia comprometido de­ masiado parn esperar nunca un perdón sincero de su parte. En lugar de adoptar esta política fuerte y atrevida, el Rey prefirió contemporizar, y se arrojó por sus erradas maniobras en las garras de su enemigo. El conde de Haugwitz llegó al campo del Emperador tres dias antes de la batalla de Austerlitz. Según las instrucciones de su corte , no era aquel momento el de llenar su misión; y menos el de que Napoleón le escuchase. Dilatáronse pues de común acuerdo las explicaciones. Lo que hace que la victoria de Austerlitz sea una de las mas grandes páginas de la vida del Emperador , es que jugó en aquel campo de batalla su fort una y la de la Francia. Si hubiese sido vencido, habría quedado perdido; cerrábanle 1009 prusianos su retirada sobre el Rhin. Al triunfar de los rusos y de los 'austríacos, triu n­ faba también de la P ru s ia, que no tenia mas que hacerse per­ donar, á fuerza de humildad, sus últimas faltas. Sabidas son las palabras del Emperador al conde H a u g w i t z , que vino á unir sus felicitaciones á los de nuestros aliados: "Ese es un cumplimiento que ha variado de índole por nuestra fortu­ n a . E l tratado de Presburgo ( 2 6 de Diciembre de 1805), que arrebató al Austria Venecia, el Tirol y las islas ' I lirias, fue el premio de la victoria de Austerlitz. (Se continuará.} cam bios; Londres, á 90 d¡as, 38 ^ Pa ris, 16-4 din. Alicante , par. Barcelona , ps. fs., J b. Bilbao, par. Cádiz, d. |C o ru ñ a , ¿ d. (Granada, 1 id. Málaga, par. S a n t a n d e r , | b. Santiago, d. Sevilla , | id. V alencia, i b. Zaragoza , £ papel d. Descuento de letras, á 6 por 100 al año. PROVIDENCIAS JUDICIALES. conformidad á lo acordado en junta general de acreedores al concurso de D. Eugenio Ahumada celebrada á 12 de Julio último en el juzgado del Sr. D. Tomas Pacheco y por ante el escribano del numero D. Manuel Mateos, lo* interesados que no hayan legitimado sus créditos aun, lo ha­ rán en el preciso termino de 30 dias ante cualquiera de los síndicos que lo son los licenciados D. Pedro Antonio Selva D. Tomas Zanon y D. José Sirvent y Bonifacio, en la inteli­ gencia de que su omisión les parará el perjuicio que haya lugar. SUBASTAS. L A subasta de las dos casas calle M a y o r , núm. 46 , y de Iá ^ Cruz del Espíritu Santo, núm. 31, anunciada en el Dia­ rio y Gaceta de 15 y 17 de Octubre, 22 y 23 de Noviembre últimos que se mandó suspender, asi como en el de 11 de Marzo del presente año en virtud de providencia de los se­ ñores D. Tomas Pacheco y D. Miguel María D u ra n , se lia mandado se vuelva á anunciar y señalado para su remate el viernes 11 del corriente á las doce de su mañana en la casa posada del primero, plazuela de San Miguel, núm. 6, cuarto principal, hasta cuyo dia se admitirán las posturas que se hicieren en la escribanía del número que ejerce D. Manuel Mateos. IMPRENTANACIONAL COLECCION DE LEYES, REALES DECRETOS, ORDENES Y REGLAMENTOS DEL GOBIERNO Y DE LAS DIRECCIONES Y AUTORIDADES SUPERIORES* E n treg a de J U L I O de 1840. C o m p r e n d e esta los decretos, órden es y circulares de las direcciones generales ex pedidas d u r a n t e dicho mes. Se halla venal en el despacho de dicha imprenta Nacional al precio de 3 rs. , tanto en rústica como en rama. Se hallan de venta tomos en cuad ernado s de las doce entregas del a ñ o a n t e r i o r , q u e f o rm an el tom o 25 de la colección, al precio de 31 rs. en rústica y 36 en pasta. Estam pas que se hallan de venta en el despacho de la im­ prenta nacional . * Cuadro pintado por Pablo Caliari (el Veroncs'). Unas nnigeres del sequilo dé la hija de Faraón , después de haber sacado al niño Moisés de las aguas del Nilo, se le presentan á su señora, en cuyo semblante se ven retratadas á un tiempo la compasión y la sorpresa, no menos que en las demas personas circunstantes. Acompaña á esta graciosa com­ posición la belleza del pais donde se representa la escena, to­ do lo cual inspira el mayor Ínteres. Grabó este cuadro en Pa^ ris el profesor Henriquez. Tiene de alto 17 p. y G l . , de an* cho 20 p. y 6 1. Precio 50 rs. TEATROS. P R I N C IP E . A las ocho; de la noche. Se repetirá la muy aplaudida ó p e r a , en tres actos , del célebre maestro Riccí, que tantos aplausos ha obtenido en sjis representaciones, ti** tulada LA PR1GIONE DE EDIMBURGO. N o ta . Se está ensayando la linda comedia nu eva, en do$y actos, titulada L A S DOS H E R M A N A S , Cotización del 1.º a las tres de la tarde y el d r a m a , nuevo también, titulado EFECTOS PUBLICOS. L A ABAD IA D E C A S T R O . Inscripciones en el gran libro a 5 por 100, 00. Asimismo dispone la Empresa para el dia en que se ’haga Títulos al portador del 5 por 100 , 2 5 | y 25^ con cu­ la traslación de los restos del inmortal D. Ped ro Cáldéron de pones ai contado: 2 5 f , once dieziseisavos, f , ^ , siete diezi- la Barca, una brillante función, compuesta de la célebre co­ seisavos , ^ siete dieziseisavos, cinco dieziseisavos, b i y 25 media de aquel gran poeta, titulada nueve dieziseisavos á v. 1. ó vol. y firme: 2 6 | , 25|-, 2 6 ^ , | , 25 trece dieziseisavos , 2 5 J , 2 6 ^ , 2 5 f , siete dieziseisavos y A SECRETO AGRAVIO SECRETA VENGANZA, 26£á v. f. ó vol. á prima de F , i , | y cinco dieziseisavos p or Ó VENGARSE EN FUEGO Y EN AGUA.* 100 con cupones. Inscripciones en el gran libro á 4 por 100, 00. y de la loa, escrita ai efecto por D. José Z o r r i l l a , con el tí­ Títulos al portador del 4 por 100, 00. tulo de < Vales Reales no consolidados, 00. A P O T E O S I S D E DON P E D R O C A L D E R O N . Deuda negociable de 5 por 100 á papel, 00. Idem sin Ínteres, 5f á v. f. ó vol. nuevas. Acciones del banco español de S. Fer nando, 00. BOLSA D E M A D R I D .