Hitler Y Stalin

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HITLER Y STALIN El autoritarismo ideológico y genocida por LEONARDO STREJILEVICH Stalin (= hombre de acero) (Iósif Vissariónovich Stalin; 1878 – 1953) era bajito, medía un metro sesenta, era un ex seminarista de Georgia hijo de un zapatero borracho, cauteloso, inseguro, cruel, noctámbulo, suspicaz, conciliador, maniobrero, de apariencia nada impresionante, estaba en la cumbre del poder antes de la revolución rusa de 1917. Se convirtió por fin en jefe indiscutible del partido y del Estado aunque siempre le faltó la noción de destino personal, el carisma y la confianza en sí mismo; gobernó su partido por medio de su poder personal, el terror y el miedo convirtiéndose en una especie de zar, defensor de la fe ortodoxa secular y demostrando pese a ello un agudo sentido de las relaciones públicas. Stalin que presidió la edad de hierro de la URSS fue un autócrata de una ferocidad, crueldad y falta de escrúpulos únicos y excepcionales. En ese tiempo, el pueblo ruso era un amasijo de hombres y mujeres dedicados a la agricultura y la ganadería cuya mentalidad y cultura era el equivalente a la del siglo XI occidental por eso el líder se expresaba con catecismos simples y dogmáticos que era la forma más eficaz de lograr consenso y legitimidad. Stalin disfrutaba del poder, con el miedo que inspiraba, con su discrecionalidad de dar la vida o la muerte pero no le importaban los beneficios materiales que podía obtener dada su posición. El terror estalinista era un instrumento táctico racional como su cautela cuando las cosas se le escapaban de las manos. Trataba siempre de evitar riesgos porque conocía su incapacidad de análisis correcto de las situaciones. La terrorífica carrera de Stalin estaba impulsada por la terquedad de imponer por la fuerza el objetivo utópico de una sociedad comunista. Hitler (Adolf Hitler; 1889 – 1945) tenía la noción y la convicción de su destino personal, carisma y confianza absoluta en sí mismo;estas características que le faltaban a Stalin le permitieron ser fundador y jefe acatado de su partido y obtuvo la lealtad absoluta de sus allegados y seguidores sin necesidad de coacciones. Para Stalin e Hitler el poder era la única herramienta de la que podían servirse para cambiar la sociedad y para ello era necesario usar y ejercer el poder en forma consistente y despiadada con el fin de eliminar todos y cada uno de los obstáculos posibles que podían presentarse durante el proceso de transformación y que permitiera garantizar el éxito final. Ambos creían que ellos solamente sabían cuál era el buen camino para lograr los objetivos propuestos y que eran indispensables, al ejercer el poder absoluto obligaban a los demás a compartir sus ideas. Las grandes purgas en Rusia implementadas a partir de 1930 estaban destinadas a ir contra el propio partido ya que algunos miembros se oponían a este escenario de crueldad, sacrificios y brutalidad excesiva. Entre 1934 y 1939 más de cuatro millones de miembros del partido de gobierno fueron arrestados por motivos políticos y más de cuatrocientos mil fueron ejecutados sin juicio previo; este terror no tenía límites y era la aplicación permanente del principio de guerra total; la lucha interna era un juego de suma cero en el que el ganador se queda con todo, y el perdedor con nada. Esto no era nuevo ya que los estados liberales, en las dos guerras mundiales, lucharon con la misma mentalidad y sin límites imponiendo sufrimientos indecibles a la población enemiga, a sus propias fuerzas armadas y la persecución y confinamiento de colectivos humanos enteros en campos de concentración renaciendo la barbarie; la paranoia reinaba en el poder como es lógico. Sólo la información autorizada oficialmente estaba al alcance de los ciudadanos, había un estado policial autoritario y carente de libertad, la libertad de desplazamiento y residencia estaba sujeta a la autorización oficial, existía la facultad de imponer encarcelamiento administrativo, o sea arbitrario, o un destierro y confinamiento interior (gulag). Este sistema centralizado de ejercer el poder y el gobierno lo abarcaba todo, ejercía un control físico total sobre la población y al tener el monopolio de la propaganda y la educación conseguía que la gente incorpore sus valores. Era una sociedad de masas a las que habían lavado el cerebro, vigiladas por la mirada escrutadora del “Gran Hermano”, en la que sólo pocos individuos aislados discrepaban de vez en cuando al decir de George Orwell en “1984” publicado en 1948. Había una divinización del líder lo que hoy se llama culto a la personalidad y el resultado de la acción política fue la despolitización de la población y, al mismo tiempo, en una sociedad construida alrededor de una ideología racional y científica al decir de aquella época que otorgaba privilegios y ventajas a quienes no discrepaban especialmente a grupos de intelectuales; el país debía ser oficialmente monolítico. Hitler había sido un Frontsoldat que había desarrollado un sentimiento de indomable superioridad al haber vivido la experiencia de la guerra, el valor, la muerte, la justificación de la guerra que más adelante definiría la actitud de los grupos ultraderechistas de posguerra. Después de 1920 la economía mundial se sumergió en una crisis profunda y dramática y esa crisis instaló en el poder en Alemania fuerzas políticas del militarismo y la extrema derecha decididas a romper el statu quo mediante el enfrentamiento militar donde era previsible el estallido de una segunda guerra mundial. Alemania estaba resentida y todos los partidos incluyendo al nacionalsocialismo de Hitler condenaban el tratado de Versalles como injusto e inaceptable. La lógica de Hitler era adueñarse de Europa Occidental y conquistar un vasto imperio terrestre en el Este rico en recursos y mano de obra servil pero subestimó la capacidad de resistencia. Pese a la derrota del hitlerismo no se registró en Alemania ningún conato de rebelión contra Hitler. Sólo los generales alemanes que constituían el núcleo duro del poder militar tradicional conspiraron para precipitar la caída de Hitler en julio de 1944 porque estaban animados por un patriotismo racional y no de la épica wagneriana que produciría la destrucción total de Alemania. Fracasaron en su intento y fueron asesinados en masa por elementos leales a Hitler. Los movimientos fascistas se originaron en Italia y el término fue creado por un periodista socialista renegado llamado Benito Mussolini; el propio Hitler reconoció su deuda para con Mussolini y le manifestó su respeto. Mussolini tomó de Hitler el antisemitismo que había estado ausente de su movimiento hasta 1938. De no haber triunfado Hitler en Alemania asumiendo como Canciller en 1933 el fascismo no se hubiera convertido en un movimiento general. La idea del fascismo era la de un movimiento universal equivalente en la derecha al comunismo internacional. No era una forma concreta de organización del Estado, el estado corporativo, sino como única e indivisible comunidad del pueblo; el fascismo compartía el nacionalismo, el anticomunismo, el antiliberalismo, la concepción política de la violencia callejera, las movilizaciones de masas como escenografía política adaptando la bandera roja de los revolucionarios sociales como estandarte del Partido Obrero Nacionalsocialista de Hitler; propugnaba el retorno al pasado tradicional, estaba en contra de la emancipación liberal, del arte degenerado de vanguardia; el liderazgo estaba encarnado en el hombre hecho a sí mismo legitimado por el apoyo de las masas y una ideología de carácter laico; la eugenesia, rama de la genética aplicada, soportaba el proyecto de crear una superraza humana mediante la reproducción selectiva y la eliminación de los menos aptos, raza destinada a dominar el mundo con Hitler. Paralelamente, comienzan a desarrollarse los movimientos sociales basados en el resentimiento en una sociedad capitalista que los aplastaba con los movimientos obreros en ascenso. Una de las expresiones de esta situación fue el antisemitismo que comenzó a animar en diversos países movimientos políticos específicos basados en la hostilidad hacia los judíos. Los judíos estaban en todas partes y podían simbolizar con facilidad lo más odioso de un mundo injusto. Los judíos habían aceptado las ideas de la Ilustración y de la revolución francesa que los había emancipado y tornado más visibles y podían servir perfectamente como símbolos del odiado capitalismo financiero, del agitador revolucionario, de intelectuales desarraigados, de la competencia injusta ya que tenían el mayor número de puestos jerárquicos para los que se necesitaba capacitación y el dominio de numerosas profesiones y que además habían matado a Jesucristo. Por aquellos años en Alemania, la gran inflación, redujo a cero el valor de la moneda y la Gran Depresión radicalizó a una masa crítica de ciudadanos y funcionarios; los votantes de los partidos burgueses del centro y de la derecha se inclinaron en masa por el partido nazi. Hitler fue llevado al poder por una coalición de la derecha tradicional a la que muy pronto devoró. El fascismo una vez instalado en el poder no respet las normas del uego pol tico, impuso una autoridad absoluta, trat adversarios, no tuvo l mites pol ticos de eliminar a todos los pas a ser una dictadura ilimitada conducida por un l der populista supremo llamado uce o rer. No hubo una revolución fascista si bien sus miembros deseaban una transformación de la sociedad con tendencia anticapitalista y antioligárquica sin compromiso con el libre mercado y con programas sociales para las masas; Hitler se apresuró a eliminar a quienes tomaban en serio el componente socialista que contenía el nombre del Partido Nacionalsocialista, lo que sí consiguió fue depurar las viejas elites y las estructuras institucionales imperiales y construir la República Federal Alemana que fue más sólida que la República de Weimar (1918 – 1933) que fue el imperio derrotado pero sin el Káiser. Cuando Hitler accedió al poder el capitalismo cooperó decididamente con él a punto tal que durante la segunda guerra mundial usó mano de obra esclava y de los campos de exterminio, se beneficiaron con la expropiación a los judíos, la supresión de los sindicatos obreros, la eliminación de la revolución social izquierdista y la dinamización de las economías industriales. Adolf Hitler desempeñó por primera vez un papel destacado en la revuelta de Munich de 1923; tras la recuperación económica de 1924 el partido nazi quedó reducido al 2,5 por 100 de los votos y en las elecciones de 1928 obtuvo poco más de la mitad de los votos del Partido Demócrata alemán, una quinta parte de los votos comunistas y una décima parte de los votos de los socialdemócratas. Dos años más tarde consiguió el apoyo de más del 18 % del electorado convirtiéndose en el segundo partido político alemán. Cuatro años después en 1932 era el primer partido con más del 37% de los votos; fue la Gran Depresión y la división entre los países las que transformaron a Hitler en un fenómeno de la política y real dominador de Alemania. Hitler era un artista frustrado que utilizó al arquitecto Albert Speer para llevar a la práctica sus desmesurados proyectos verdaderos mastodontes arquitectónicos y sepultó el arte de vanguardia provocando un desastre cultural; estimuló el arte de masas y propagandístico creando una hegemonía cultural creciente. El triunfo de Hitler y de Stalin supuso un desastre cultural. El racismo nazi se tradujo en forma inmediata en el éxodo en masa de intelectuales judíos e izquierdistas que se dispersaron por el mundo. La hostilidad de los nazis hacia la libertad intelectual ocasionó la desaparición de casi una tercera parte de los profesores universitarios combinado con la destrucción pública en la hoguera de libros de judíos y de otros muchos considerados indeseables. Otro aspecto parecido de los gobiernos de Hitler y Stalin fue la creación de un laberinto burocrático que crecía dos veces y media por encima del ritmo medio de creación de empleo que eludía los controles y órdenes del gobierno y que tenía una tendencia a adueñarse del poder; la administración pública no hacía más que hincharse y tornarse cada vez más indispensable. El sistema soviético estaba pensado para industrializar un país muy atrasado y subdesarrollado lo más rápido posible, dando por sentado que la población se conformaría con un nivel de vida que garantizara unos mínimos sociales que estaban ligeramente por encima del de la subsistencia si bien su nivel dependía de lo que sobrara en una economía organizada para una forzada industrialización. Tanto para el estalinismo como para el nacionalsocialismo alemán la ciencia, aunque con diferentes argumentos, era objetada porque desafiaba los valores y visiones sobre el mundo que ellos tenían y conculcaba valores expresados a priori pero ambos la empleaban para fines tecnológicos. Por ejemplo, la física de Einstein era rechazada por los nazis por judía y por no ser lo suficientemente materialista por los líderes e ideólogos soviéticos. Alemania se privó de los mejores talentos al forzar el exilio a judíos y antagonistas políticos, algo parecido sucedió en Rusia (entre 1900 y 1933, 25 de los 66 premios Nobel de física y química habían correspondido a Alemania, después de 1933 sólo recibió uno de cada diez); ninguno de los dos regímenes sintonizaba tampoco con las ciencias biológicas y cabe agregar que el racismo nazi encontró bastante apoyo entre los médicos y biólogos alemanes. Entre 1933 y 1945 de acuerdo con la política de la muerte en el Este europeo murieron en gran parte asesinados 14 millones de personas. Para 1938 la Unión Soviética había matado más judíos que la Alemania de Hitler habida cuenta que Stalin estuvo en el poder 15 años antes que Hitler que sólo estuvo cinco. La muerte de los judíos de Ucrania no fue por su etnia sino por ser parte de los habitantes de Ucrania. Para esa época había más de 1 millón de ciudadanos soviéticos en los gulags y 20.000 alemanes en los primeros campos de concentración hitlerianos que fueron expandidos con posterioridad. Siempre se ocultó el antisemitismo de ucranianos y polacos que eran previos a la invasión nazi. Fue Hindenburg y no Hitler quien disolvió el Reichstag; la arianización de los bienes de los judíos comenzó en 1933. Hitler decidió instrumentar la solución final de la cuestión judía ante la frustración de no haber podido conquistar a la Unión Soviética en una guerra relámpago (blitzkrieg). Este texto no sólo tiene un interés histórico. La violencia discursiva ejercida a través de un relato consistente repetido machaconamente para convencer a los pueblos, el aprovechamiento de las reiteradas crisis que tienen las sociedades humanas que justifican la implantación de otros modelos de convivencia, ejercicio del poder y diseño socioeconómico, el uso de la violencia física que llega al exterminio de la vida humana para sostenerse en el poder, la falta de respeto por la ley y las normas, la corrupción de los propios Estados, funcionarios y políticos, la indiferencia de los pueblos que no han logrado tener carta de ciudadanía y que no se dan cuenta, no se indignan ni reaccionan a tiempo ante lo evidente; estas no son simples historias o antiguallas sociopolíticas, estos hechos se siguen repitiendo y el mundo no acaba de componer un sistema político consensuado que implique el ejercicio de la libertad individual, la justicia social, la igualdad real ante la ley en suma la alegría de vivir en paz y concordia.