Historia, Viajes, Ciencias, Artes, Literatura.

   EMBED

Share

Preview only show first 6 pages with water mark for full document please download

Transcript

H I S T O R I A , VIAJES, CIENCIAS, A R T E S , L I T E R A T U R A . GRECIA Y ROMA. —GRECIA: Una calle de Atenas , con la torre de los vientoa. En el centro de la torre hay una clepsidra {reloj de agua); al exterior, relojes Je sol, y encima la representación de los vientos. El tritón de bronce que corona el edificio es giratorio y con una varita indica de donde viene el viento. T. 111.-32. 250 EL MUNDO ILUSTRADO. El Pnix de hoy día. GRECIA Y ROMA, J A C O B O DE F A L K E . GRECIA. VIDA Y COSTUMBRES DE LOS GRIEGOS. VI.-LA VIDA PÚBLICA. EDiA noche ha pasa­ do; los trasnochado­ res se han retirado á sus viviendas, y muy pronto el alba ilumi­ nará con su claridad opaca y pálida la ciu­ dad de Atenas. Los ^^^^ vig-ilantes nocturnos, "" - cuyas rondas han de­ tenido á más de un individuo sospechoso y llevado á buen re­ caudo alg'un ladrón que desde oscuro es­ condrijo atisbaba al solitario transeúnte con objeto de quitarle la capa, han regresa­ do ya 4 sus cuarteles para entregarse al descanso. El más pro­ fundo silencio reina en las callas, angos­ tas y en pendiente, que limitan casas de fachada estre­ cha y üsencilla; silenciosos están también los peristilos, las plazas situadas ante los templos y los mercados. Pero á medida que el dia se aproxima se destacan de la pe­ numbra los edificios públicos, cuyas moles surgen entre la multitud de casas bajas que les rodean, como testimo­ nios del orgullo y de la pujanza de un espíritu público consciente de su propia fuerza: en las plazas se distin­ guen ya los numerosos altares, y en las calles, delante de cada casa, los hermes, bustos de les dioses, sobre un pilar cuadrado, que revelan, en su forma tradicional, el espíritu piadoso heredado de los mayores, símbolos de la protección divina bajo la cual se ha puesto á la ciudad y á sus viviendas. A medida que la luz aumenta y que el sol se aproxi­ ma al horizonte, se animan las calles con nueva vida. Los atenienses, y en general los griegos, se levantaban siempre con el dia. Después de haberse desayunado con un bocado de pan mojado en vino, el varón salia de casa para entregarse á sus quehaceres ó tomar parte en Iosasuntos públicos; pero antes que el habitante de la ciudad, ya se había levantado el campesino para llevar á ésta, cuando apenas el alba alumbraba el horizonte, los productos destinados al mercado, y vender á los revendedores y á los expendedores al por menor, los frutos de su huerto, verduras y frutas, y además la leche y la miel, aquella tan celebrada aromática miel del Himeto, juntamente con todos los artículos que EL MUNDO ILUSTRADO. 25L produce el campo para satisfacer las necesidades del charrerías, las roperías, la pescadería, este último punto habitante de la ciudad. En tanto van saliendo de las favorito de los gastrónomos, y en extremo concurrido. casas alg-unas esclavas con cántaros de elegante forma En él se precipitaba la multitud, tan luego como una en la cabeza, para llenarlos con el agua cristalina de la campana daba la señal de que empezaba la venta del fuente, adornada por el escultor de g-enios y festones, y pescado fresco de mar. y allí el oído del recatado comde la que cae abundante y puro el fresco líquido, después prador se acostumbraba á toda clase de palabras. de atravesar los grandes acueductos y las minas abiertas El mercado no sólo ofrecía con que satisfacer las exien la peña, obras debidas á los pisistratidas. Muchaclios g-encias de la alimentación y necesidades diarias, sino de casta y modesta mirada cruzan la calle, dirigiéndose que daba lugar también á otras industrias y tráficos. En á la escuela, unos vestidos pobremente, otros acompaña- sus inmediaciones se establecían los numerosos obradodos de un esclavo, el pedagogo, quien les lleva sus ins- res y talleres de los artesanos y artífices, siempre contrumentos músicos y recado de escribir. Los artesanos curridos por los ociosos, ya con objeto de satisfacer su acuden de todas partes, lo propio que los vendedores; curiosidad contemplando los trabajos, ya por pasar el aquellos para encaminarse á los talleres y éstos á sus rato conversando, pues entre estos establecimientos, barracones y mesas; y aunque van llegando las gentes por diferentes puntos, todos se dirigen al mercado ó á sus inmediaciones, donde se despachan infinidad de asuntos; porque el mercado es el corazón de la ciudad griega: de él arrancan y parten todas las arterias de la vida grieg-a, todas las calles y grandes vías que cruzan la ciudad y el país, y que se miden desde aquel punto de partida. La ciudad estaba orguUosa de su plaza-mercado, y en la comunidad existia una noble emulación para engrandecerla, hermosearla y embellecerla con templos y altares, con estatuas y monumentos. Hallábase circuida de pórticos y columnatas, donde pasaban sus ratos y se paseaban los ociosos aficionados al espectáculo bullicioso del mercado. Allí iban á buscarse los amigos y allí se encontraban. No siempre, empero, era el mercado una plaza de forma regular, circuida simétricamente de edificios. El mercado se engrandecía á medida que las necesidades ihan en aumento, ensanchándose á medida que aumen''aba la ciudad. Su historia era la historia de la ciudad, sus monumentos las páginas de esta historia. De aquí que cada mercado tuviera la suya, y así el de Atenas destinado en un principio á satisfacer las escasas necesidades de un arrabal de artesanos, del Querameicos, hubo de ensancharse progresivamente hasta llegar á convertirse en una plaza irregular, y que más que plaza venia a ser el barrio de una ciudad, á medida que ésta se fué convirtiendo en tal y en una capital de primer orden. A-Uí tenia cada objeto, cada clase de vendedores y cada comercio su sitio determinado, y todas las transacciones estaban sujetas á reglamentos. Para vigilar su observancia, había una policía de mercado, los a^rtí/íomos, que revestidos de suficiente autoridad y jurisdicción para dictar penas, zanjaban las desavenencias, examinaban la Calidad de los géneros, tenían en cuenta los precios, que Esclavas que sacan agua de una fuente. procuraban fuesen equitativos y baratos, y no descuidaban la exactitud de los pesos y medidas y la buena ley de las monedas. debe advertirse, los había en Atenas que eran un emAsí es que el que iba á la plaza lo encontraba todo, y porio del arte más refinado. A idéntico objeto servían cada cosa en su lugar determinado. Entre los diversos las barberías establecidas en las cercanías, verdaderamos existia la debida separación : á un lado los ven- ros centros de chismografía, ó los barracones de los dedores de cebolla.-, y ajos, á los que era muy aficionado curanderos , que también allí estaban establecidos. el pueblo bajo, colocados en barracones hechos de ces- Grecia tenia médicos como Hipócrates, y Atenas, en tería de caña y de tablazón llamados ciclos, que quiere especial, médicos doctos que gozaban de la más justa decir círculos; en otro, separados también, los que ven- fama y pública consideración, médicos que habían hecho dían vino, frutas y legumbres , tales como garbanzos y estudios profundos, provechosas observaciones y análientejas, las que también se expendían cocidas; más allá, sis, que por e.sta razón merecían la confianza de'sus las ñoristas con su provisión de coronas, flores y cintas clientes, y cuya larga experiencia suplía en parte el code indispensable uso en los convites y banquetes; las nocimiento de la anatomía, que entonces todavía no era panaderas con los panes apilados ó en columnas, y estudiada. Pero á .su lado figuraba una multitud de ¡ay del que tuviera la desgracia de derribar una'de charlatanes, cuya presencia era tan temida por algunos, éstas! un diluvio de improperios salidos de la boca de como podía serlo la de la misma muerte. Se decía de estas vendedoras, famosas por su lengua de víbora ano- ellos que en lugar de conservar la vida, despachaban al nadaba al infeliz. En otro sitio se encontraban las ca- otro mundo hasta á los mismos inmortales: 252 EL MUNDO ILUSTRADO. «Ayer tocó el cirujano Monedemos la estatua de Júpiter, y hoy la entierran, á pesar de ser Júpiter, y Júpiter de piedra.» Hasta el soñarlos era peligroso. Ejemplo: «Un dia vio en sueños Diofantes al médico Hermóg'enes; esto bastó para que ya no despertara. ¡Y eso que llevaba un amuleto protector!» No faltaban, pues, como se ve, junto á los médicos que recetaban en sus despachos abiertos al público, los charlatanes y curanderos que ensalzaban los ung-üentos y medicamentos que ellos mismos componían y vendían, en unión de toda clase de amuletos, para y contra embrujamientos y encantos, sortijas que preservaban de ciertas enfermedades, protegían contra mordeduras y MERCURIO. (Estatua conservada en Villa Borghese, Roma). daba lugar. También se acudía á las mesas de los banqueros para cambiar moneda del país por moneda extranjera, cuando se quería emprender algún viaje á otra tierra: examinaban ellos y pesaban cada pieza, cerciorándose de su ley ó de si le faltaba peso, porque en aquellos tiempos abundaba la moneda falsa, hecha regularmente de metal ordinario, con un baño de oro ó plata. Los trapacistas encargábanse también del cobro de fondos por cuenta de comerciantes y banqueros de otros puntos y hacian pagos á su orden, dada por escrito. También se hacian cargo de la administración de capitales ó sumas que al contado les entregaban sus clientes, abonándoles los intereses y efectuando pagos por su cuenta. Todas estas transacciones se efectuaban en el mercado, de suerte que no faltaba en éste movimiento, aun por parte de aquellas personas distinguidas y ricas que tenían á uno de esos trapacistas como agente de confianza, y en cuya casa y con su mediación hacian otros objetos, con los que fomentaban esa superstición á que tan aficionado era el pueblo. Si en esta parte del mercado era grande el bullicio y la gritería, sucedía lo contrario en aquella en que se hacian negocios de mayor importancia: en ella se hallaban las mesas de los trapacistas, mejor dicho, los cambistas y banqueros de nuestros dias. Realizábanse en este punto las transacciones de fondos en pequeñas y grandes cantidades, así de la plaza como de Ultramar. Los trapacistas cambiaban las monedas extranjeras, que en gran número circulaban en el mercado de Atenas y en todas las ciudades marítimas de alguna importancia, á consecuencia del comercio que mantenían y de la afluencia de extranjeros á que éste ESCULAPIO. (Estatua conservada en Villa Albani, Roma). los contratos de compra y venta, y aun depositaban sus testamentos. Los trapacistas tenían sus arcas de seguridad y llevaban la cuenta y razón de todo lo que se les confiaba. De igual modo que estos cambistas y banqueros hacian sus giros, grandes y pequeños, en la plaza-mercado, los comerciantes. Aquel era el centro del comercio al por mayor y menor. Por supuesto, en las calles, tiendas y barracones no faltaban vendedores ambulantes y pregoneros, en especial de comestibles, no escaseando entre estas tiendas las tabernas, que figuraban en muchas y distintas partes; pero la mayor parte del comercio al por menor estaba reunido en la plaza ó en sus cercanías. Allí se encontraban las tiendas y las mesas colocadas á descubierto, de estos negociantes, gentes de poca importancia y consideración, aunque unidos á los artesanos llegaran á desempeñar un papel importante y con frecuencia fatal á la democracia, como instrumentos de EL MUNDO ILUSTRADO. los oradores populares, de los sicofantas y de los sofistas. Más respetados y considerados eran en cambio, los comerciantes al por mayor, los fabricantes que contaban en sus fábricas numerosos esclavos, y los negociantes que trabajaban en la exportación é importación con los países ultramarinos. Sus buques, protegidos por la flota de guerra de Atenas, navegaban por toda la costa de Levante del Mediterráneo; se les encontraba en Sicilia, en Egipto y en los puertos de Crimea. Estos comerciantes tenian á la vista del público, en el mercado, sus muestras, y realizaban en él sus ventas, si bien sus almacenes y depósitos se hallaban en su mayor parte en el Pireo, ó sea en la ciudad marítima, extendiéndose sus edificios 253 á lo largo de la playa y separados del mar sólo por una ancha vía ó avenida. Casi todo el comercio, la compra y la venta, que se hacia en el mercado, lo efectuaban los hombres, excepción hecha de los puestos donde se vendían el pan y las flores, artículos que corrían á cuenta de mujeres: quizás por esta razón no gozaban éstas de la mejor fama, en especial las vendedoras de flores, que frecuentemente jóvenes y hermosas, tenian que escuchar galanterías é indirectas, que según el caso no recibían con disgusto. Véase, por ejemplo, la pregunta dirigida á una de ellas y que por su intención nos permitiremos citar: «¡Tú, con la cesta llena de rosas! ¿Qué vendes, her- í C?¿j/•:BC^C.-J:: PLAZA-WERCADO DB ESPARTA. El castillo en el fondo; en primer término la estatua de Kermes llevando en brazos al niño Baco; detrás la estatua del pueblo de Esparta y el templó de las Parcas, donde descansan las cenizas de Orestes; á la derecha la columnata pérsica, edificada con el botin cogido á los persas. mo.sa? ¿Rosas? ¿ i tí misma, ó ambas cosas á la vez?» Mas no eran sólo los negocios y las necesidades mateComo por regla general eran los hombres los que riales los que solían atraer concurrencia al mercado, vendían, también eran hombres los encargados de las pues había en Grecia y en las demás ciudades griegas compras. El ama de casa no iba á la plaza, porque esto gran número de gente ociosa que creía no poder era mirado como indecoroso, siendo el dueño quien iba emplear mejor la mañana en otro punto que en plena á hacer las provisiones, y mucho más sí se trataba de plaza. Allí se recreaban contemplando el animado y vaescoger buenos bocados para la comida de la tarde, caso riado cuadro, el conjunto abigarrado que formaba la de tener el amo convidados á algunos amigos. Regular- multitud agitada por incesante movimiento. Acudían mente solía estar la compra al cuidado de un esclavo también los mozos petimetres con flores en las manos que muy tempranito se dirigía á la plaza para adquirir para lucir y examinar los trajes á la moda, que llevaban las provisiones diarias. Los que por su pobreza no podían con afectada elegancia. Pero no por eso faltaban los tener esclavo iban en persona á buscar su modesto ali- hombres formales, de testa canosa y venerable, que iban mento, consumiéndolo frecuentemente en el acto y en á dar el paseo matinal á la sombra de las columnatas, ó el mercado mismo, como sucedía con las judías, lente- que cruzaban entre la movediza muchedumbre para, jas, guisantes cocidos y el pan con cebolla y ajo; así lo observar y estudiar al individuo, y para platicar con sus. efectuaban los artesanos, el marinero y el soldado, que se amigos. Allí se les veía, con las modestas capas laconías, hacia echar su porción en el casco á guisa de plato. usadas por los filósofos, echadas al hombro, apoyados en 254 EL MUNDO ILUSTRADO. sus largos y nudosos palos, y sig-uiendo atentos la conversación y el movimiento de las masas. Sócrates era uno de estos habituales concurrentes al mercado ó á los talleres; entablaba conversación con cualquiera, pues nadie era poca cosa para él, por humilde que fuera en posición, para que sus respuestas dejaran de interesarle, cuando le dirig-ia sus significativas preguntas; Diógenes el perro, el filósofo de canosa barba y extravagante aspecto, también concurria allí, haciendo su grotesca figura notable contraste en aquel panorama, y excitando la hilaridad y la chacota en la multitud, entre la que buscaba, empuñando un farol, en pleno diaun hombre verdadero, acompañado de las pullas con que aquella saludaba al despreciador de las vanidades mundanas. Pero no todos los griegos y en especial los atenienses tenian tiempo de sobras para visitar el mercado: muchos eran los que sacrificaban sus propios intereses á obligaciones superiores, porque las horas que podian gastar en la plaza tenian que consagrarlas al país, que diariamente necesitaba de una gran parte de sus ciudadanos. En primitivas épocas estaban los negocios del gobierno, los asuntos del Estado y los tribunales á cargo de los ricos y de la gente distinguida, que podía evacuar los asuntos con ellos relacionados .sin necesidad de recibir por estos servicios retribución alguna. Los indu.«triales q u e d a b a n por necesidad excluidos, ya porque tenian que atender á procurarse con su oficio el sustento y no les quedaba tiempo de sobra para encargarse de las obligaciones que exigía el gobierno y la adm i n i s t r a c i o n del país, Atenienses ya porque no gozaban como clase de suficiente consideración, para que se les viera con gusto k la cabeza del gobierno ó figurando en los tribunales. Sólo el individuo verdaderamente libre é independiente, por la fortuna heredada de sus mayores, rodeado de aquella consideración que atrae la posesión de grandes propiedades, y con una posición asegurada é inñuyente, sólo éste fué en un principio juzgado digno de figurar en los tribunales y en el gobierno. Pero las circunstancias cambiaron por completo en aquellos Estados donde llegó á preponderar la democracia, en primer lugar y desde luego en Atenas, donde la constitución de Solón y su desarrollo posterior por Cleistenes , había abierto de par en par las puertas á la democracia, bien que aun hubo de pasar algún tiempo antes de que aparecía con todo su poder. Mientras el servicio del Estado requería indispensablemente la posesión de una fortuna, distinguida posición é independencia material, pudo ser gratuito: era por lo tanto difícil á la mayoría de los industríales hacer uso completo de su derecho. Sólo cuando la presencia en las asambleas populares y en los tribunales se retribuyó, y cuando esta retribución fué fijada por Cleon en tres Óbolos (1) para los jueces, cantidad que bastaba e.scasamente para la manutención de un día y correspondía en cierto modo al producto que el indu.strial podía sacar de su trabajo, sólo entonces se abalanzó la multitud á los negocios públicos y despertó en ella aquella pasión política que suele ser compañera constante de la democracia. No dejaba de ofrecer esto sus extremos bueno y malo, uno y otro exagerados, es decir, en armonía con el carácter del pueblo ateniense, y ático en general. Lo que más se admira en ese pueblo es la sensibilidad y la movilidad exquisita que le distinguen y con.stituyen los rasgos más salientes de su fisonomía: y en esas cualidades hallamos la razón de las múltiples manifestaciones de su civilización y de las contradicciones que en ellas se manifiestan. En un momento de entusiasmo y ardor se lanza este pueblo á las más atrevidas empresas, se impone los mayores sacrificios y hace sobrehumanos esfuerzos ; pero un i n s t a n t e después, cuando llega la hora de la prueba ó de la desgracia, se entrega al descorazonamiento , al temor, al d e c a i m i e n t o moral, para volver tal vez á entusiasmarse de nuevo con la misma facilidad. Y este mismo pueblo, libre, inteligente, artista, maestro por su cultura y elegancia de todo el universo, creador de los sistemas filosóficos más independientes, ese pueblo que vilipendia en sus comedias lo sagrado y lo tradicional, es víctima por otra parte de las más groseras preocupaciones, expatria y castiga con la mayor dureza, hasta con la muerte, á sus varones platicando más eminentes y virtuosos. Sensible para todo lo grande, para todo lo noble y lo bello, pronto á reconocer y recompensar el mérito de los que le sirven, ora les ensalza y saluda sus triunfos embriagado de júbilo, ora les persigue con su ingratitud, les anonada con su injusticia ó les arruina con su crueldad. Así vemos indistintamente en él una predisposición para todo lo noble, al mismo tiempo que para todo lo bajo: su lado fuerte, el amor á la libertad; su lado bajo, la volubilidad: los vicios y las virtudes dándo.se, por decirlo así, la mano. . La democracia le colocó en la senda de la política y de los negocios públicos, y no hay duda que esta participación en el gobierno, en la administración de justicia y en la aplicación de las leyes, elevó su inteligencia y fomentó el amor á la patria, ya que debía atender al cuidado de asuntos importantes de suyo y que en otras partes están fuera del alcance de la grosera multitud, como eran, entre otros, los concernientes á las obras y construcciones artísticas con que embelleció Feríeles la ciudad; pero por otro lado se le distrajo del trabajo habi(1) El óbolo equivalía á unos 16 céntimos de peseta. Había además dióbolos, trí-óbolos, tetróbolos, etc., es decir, piezas de dos, tres, cuatro óbolos. La cantidad de éstos que cabia en una mano, es decir, un puñado poco más ó menos, constituía el dracma. EL MUNDO ILUSTRADO. tual, se le acostumbró á la indolencia, á la vida ociosa, y al propio tiempo á la excitación de las asambleas, tribunales y reuniones, sin que su inteligencia alcanzara el grado de suficiencia necesario, para no ser victima de jefes populares perversos y ambiciosos. Estos demag-ogos adulaban su vanidad, algo fundada KSÍ se tiene en cuenta la grandeza que habia alcanzado la patria, y de este modo dirigían á la muchedumbre, aguijoneándola con el odio, la sospecha y la desconfianza, trabajo tanto más cómodo y fácil, en cuanto los hombres verdaderamente independientes, libres é instruidos, hastiados de estériles luchas, se retiraban de la vida pública; por manera, que bien podia, al preguntarse: ¿quién constituye el Estado? responderse: la multitud, los pobres, los desheredados, los desconocidos, las clases menesterosas. Los demagogos por el estilo de Cleon y comparsa no eran sin emba'-go los peores entre aquellos que sostenían y fomentaban el reinado de la democracia. A su lado florecían los sicofantas, cuya verdadera profesión era la de entablar pleitos. Los jefes populares se servían de ellos para inutilizar á sus contrarios con todo género de querellas y enredos, sin que por eso dejaran de emplear los sicofantas su talento flexible y mal intencionado contra los particulares, bien fuese por odio ó enemistad personal, ó bien por cuenta ajena, pero con la mira de saquearlos con sus exacciones. Apoderábanse de todo aquello que podia dar lugar á pleitos y causas, cuando no las forjaban, y presentaban testigos falsos, para dar con su declaración un fundamento á las acusaciones; de manera que á la postre nadie, por honrado ó rico que fuera, por encumbrada y distinguida posición que ocupara, podia estar con la seguridad de no verse á lo mejor citado ante los tribunales y aun de ser sentenciado por jueces crédulos, suspicaces y parciales. Atenas se habia convertido en un pueblo de abogados y querellantes, ó, según gráfica expresión, en un nido de pleitos. La ciudad entera estaba infestada de esta epidemia, y no parecía sino que todos eran jueces, abogados y partes. Aristófanes decia, con razón, que á la cigarra sólo se la oye cantar un mes, «Mientras que el pueblo de Atenas es un grillo que canta sus querellas (pleitos) toda la vida.» Para escapar á ese mal, presenta en sus Aves dos ciudades: Atenas es aquella en donde se gasta el capital y la fortuna en pleitos, y los que de ella emigran van á fundar en las nubes una nueva ciudad, designada con grotesco nombre; pero ¡ oh desgracia! apenas se crea la nueva ciudad y llega su fama á la antigua Atenas, comienza á dirigirse á las alturas la temida plaga de los sicofantas y leguleyos! A primera hora de la mañana se animaban ya las calles de Atenas con el confuso rumor de las peroraciones, controversias y disputas que originaba esta vida de tropelías judiciales. Una cuarta ó quinta parte de los ciudadanos se hallaba en pié para dirigirse á las diez partes distintas de la ciudad en que se hallaban situados los tribunales; porque desde que habia pasado á manos del pueblo la administración general de la justicia, excepción hecha de las salas especiales de comercio y policía, unos cinco mil ciudadanos ocupaban diariamente sus asientos de juez en los tribunales, organizados en la siguiente forma: Designábanse cada año por suerte seis mil individuos, entre todos los ciudadanos mayores de treinta años, para jurados de la ÍTeííea; mil de ellos se destinaban á cubrir las vacantes de los que faltaran. Estos ciudadanos, llamados heliastos, se dividían en diez secciones ó dicasterios, distribuidas por la ciudad La suerte decidía asimismo el tribunal que incumbía á cada una, y á excepción de los días festivos y de asam- 255 blea popular, funcionaban estos tribunales diariamente, desde la mañana hasta medio día. Los jueces se hallaban sentados en bancos elevados, las partes en una tribuna, y el tribunal separado de los concurrentes por una barrera, pero los actos y discusiones eran públicos, lo que, atendida la afición á los pleitos, atraía gran número de ociosos. El demandante, el demandado y los testigos debían acudir y hablar, y, por lo menos al principio, aducir personalmente sus razones; después podían hacerse representar por oradores y abogados. ¡Y por cierto que los tales oradores eran gente lista, mañosa, práctica en argucias y en recursos de todo género! Discípulos y maestros en la escuela de los sofistas, prácticos en el empleo de ciertas sutilezas, de fácil palabra, hábiles en la réplica, eran, según convenia, enérgicos, oscuros y artificiosos, pero siempre locuaces. Aristófanes describe uno de esos oradores: «Charlatán callejero, á la moderna usanza, que estudia un discurso intencionado contra su oponente y que lucha con él en el pleito.» HIPÓCRATES. (Busto en m á r m o l que se c o n s e r v a en el Louvre). Gomóse ve, la asistencia á las sesiones judiciales tenia cierto atractivo para los atenienses, que acudían gustosos á ellas. Lo que se discutía allí respondía á su afición por los pleitos y las causas, y la retribución indemnizaba el tiempo que consagraban á estos actos; pero no sucedía lo propio por lo que atañe á las asambleas populares que, á manera de parlamentos, se verificaban cuatro veces al mes en las mesetas del Pnix, cerro situado al Oeste de la Acrópolis, porque la remuneración que allí se pagaba por la asistencia era muy insignificante. La multitud prefería charlar en la plaza á concurrir al Pnix, donde los bancos quedaban desiertos. Pero los magistrados superiores, los pritanos, que por otra parte no dejaban de merecer los reproches de sus conciudadanos por su falta de puntualidad en asistir á la asamblea, á la que por lo regular llegaban al medio día, empleaban un medio muy curioso para que el pueblo concurriera á ella. Dos agentes de policía tendían una cuerda teñida de almazarrón de uno á otro lado de la calle y se encaminaban de este modo hacia el Pnix, empujando y haciendo correr por las calles donde pasaban y en dirección á la asamblea á cuantos encontraban, por(5[ue al que no andaba listo y le tocaba la cuerda, le §55 EL MÜÍÍDÓ iLÜSÍfiADO. EGIPTO. —Puerta de la sopa de la mezquita El-Azhar. (Véase la página 272). EL MUNDO ILUSTRADO. 2o7 < I w -a es te '3 N o; g -t3 O 3 T, ni.~33. 258 EL MUNDO ILUSTRADO. quedaba la mancha de almazarrón en el ropaje y tenia que pagar una multa; así es que todos corrían y se apresuraban, aunque sólo fuese para ocupar, ya que no había otro remedio, los primeros bancos de la asamblea. En ésta todo se hallaba bien ordenado y reglamentado, cuidando los agentes públicos ó vigilantes especiales del mantenimiento del orden: abríase la sesión con la oración y bendición, se pasaba á la orden del día y luego se presentaban las mociones. Cada ciudadano, con tal que tuviera la edad necesaria, podía usar de la palabra y presentar mociones; para hablar se colocaba en la cabeza una guirnalda, símbolo de inviolabilidad. La asamblea popular resolvía todos los asuntos del Estado, pero la dirección de los trabajos y su preparación estaban á cargo de un consejo llamado Boule, que venia á ser un comité de quinientos miembros elegidos desde la época de Cleistenes por suerte y que se renovaba anualmente. Este consejo celebraba sus sesiones diariamente en el Bouleuteríon, edificio situado entre la Acrópolis y el mercado; estaba dividido en secciones de cincuenta miembros llamados pritanos, y de aquí el que se las designara con el nombre de prítanias; por manera que en lugar de reunirse todo el consejo, alternaban en el edificio las secciones, según lo designaba la suerte. Estos pritanos eran de consiguiente quienes dirigían Icis asuntos de mayor importancia y gravedad del Estado, preparaban las asambleas populares, las presidian y hacían cumplir sus acuerdos; suya era la iniciativa en todo lo concerniente á la legislación, á la hacienda, al ejército, á la marina, á la paz y á la guerra, en cuanto no necesitaban de las decisiones de la asamblea popular; siendo también de su incumbencia el recibir las embajadas extranjeras y el nombrar las que habían de representar al país; de manera que, todos los negocios importantes y más trascendentales, estaban en sus manos; y como la Boule, y con ella los pritanos, sufrían una modificación y renovación periódica, cualquier ciudadano ateniense, así el más noble como el más plebeyo, así el más opulento como el más pobre, podia tener la confianza de llegar, siquiera alguna vez, á ser miembro del gobierno superior del Estado. El ateniense podía tener el orgullo y la justa satisfacción de que si bien tenia que obedecer las leyes, también era de hecho uno de los que gobernaban y regían el país, es decir, uno de sus señores. Claro está que este derecho lo ejercía no pocas veces no sólo como tirano, sino como tirano de la peor especie. domina el lago. Fieles á nuestra promesa, no ocupamos ningún poblado, sino que levantamos nuestro campamento en la ancha cúspide de una colina poco elevada, desde cuyo punto se disfruta de un vasto panorama. La expedición ocupó la margen del lago inmediato á la colina, y los uaganda el centro de la misma y la parte oriental. Hacia el Sur y el Norte esa colina formaba pendientes rápidas y herbosas. Ningún árbol ni edificio nos impedían el dominio de las cercanías. Los reales de los uaganda estaban rodeados de cabanas, cuyas puertas daban afuera; de este modo podían observar lo que pasaba á su alrededor sin ser vistos. Al otro dia se nos contestó que no estando acostumbrados loci habitantes de aquel país á la presencia de los extranjeros, les desplacía que nosotros lo hubiésemos invadido; que Uzimba y Unyampaka pertenecían al Unyoro , y que hallándose el soberano de este país en guerra con los blancos, ¿cómo podia esperar ser bien tratado por ellos el hombre blanco? El mensaje anadia que nuestras palabra.'* eran buenas, pero que estaban seguros de la perversidad de nuestros propósitos, y que por lo tanto debíamos esperar vernos atacados el dia siguiente. Esta respuesta fué traída por unos 300 indígenas, quienes antes de dar cuenta de su embajada tomaron todas las precauciones para no verse sorprendidos. Una vez desempeñado su cometido, retiráronse en dirección al monte Uzimba. Esta declaración de guerra excitó un poco los nervios de los jefes uaganda, principalmente de los de menos categoría y de la guardia de Mtesa, de lo que resultó una reunión tumultuosa. Sabadu y Bugomba, hermano del primer ministro, emplearon toda su elocuencia para persuadir á Sambuzi á volver las espaldas, mientras Sekajugu y Lukoma apoyaban la idea con sólidas razones y querían que el regreso no se demorase ni un solo instante. Sin embargo, añadieron que estaban resueltos á acompañar á Sambuzi donde quiera que los guiase, aunque tuviesen que morir. Temiendo que el pánico se apoderase de aquella gente, supliqué á Sambuzi que me oyera. Díjele que aunque estábamos á un tiro de fusil del Nyanza, todavía no habíamos visto el lago, y que el emperador le había mandado que me acompañase hasta el Nyanza; que antes de acampar convenientemente para defendernos sí se nos atacaba, ya hablaba de irse; que si todos estaban decididos á retroceder, le suplicaba me concediese dos días, trascurridos los cuales le daría una carta para Traducido del alemán y anotado por Mtesa que le absolvería de toda responsabilidad; que FRANCISCO BARADO. entretanto quinientos uaganda y cincuenta hombres de mí escolta serian mandados en busca de un sendero por donde pudiesen ser trasportadas sin temor hasta el lago la Lady Alice, la canoa y las mercancías, y para que EL CONTINENTE MISTERIOSO. indagaran sí á nuestro arribo encontraríamos canoas ^ POB donde embarcarse la expedición. Estas advertencias dejaron satisfechos á los jefes, y EMiílQUE M. STANLEY. como no había tiempo que perder, á las ocho de la mañana quinientos uaganda y cincuenta de los nuestros, á toonxnnitAoioK). las órdenes de Lukoma y de Manuva Sera fueron despachados al lago, advertidos de que obrasen con cautela y ^ CAPÍTULO XXXV. no alarmasen á los indígenas de las márgenes. Yo me dirigí con cincuenta hombres á. explorar el límite de la Pánico en el campamento.—Sambuzl me anuncia que piensa dejarme.— Fuga, cuando nadie persigue.—El despojador despojado.—Mtesa me insta meseta, para ver sí encontraba algún sitio por donde para que retroceda.—En Kafurro. pudiese bajarse fácilmente al lago. Éste se reflejaba á El 11 de enero dejamos los pueblos del Uzimba, nuestros píes como un vasto espejo, tranquilo y azul, encaminándonos á una milla de distancia de la extre- exceptuando á lo largo de la playa, donde se veia una midad de la meseta (1) que desde la altura de 1,500 pies pequeña línea de espuma. La margen opuesta era la elevada cadena del Usongora, que se divisaba á la dis(1) Nuestro campamento fué establecido á 4,724 pies sobre el nivel tancia de quince millas, á pesar de que el cielo no estaba del mar. EL MUNDO ILUSTRADO. 259 muy despejado. El Usongora limita al Oe.ste el golfo lo que hizo con toda la cobarde malicia de un Tersites. Sabadu adujo cuantos motivos podían enfriar la virtuosa Beatriz. Al medio dia Lukoma y Manuva Sera regresaron de su resolución de obedecer las órdenes de Mtesa, y con la excursión, diciendo que seria empresa difícil la de hacer autoridad que daban á su opinión su empleo de jefe de bajar la Zarfí/ Alice por un precipicio de cincuenta pies, la guardia imperial y su supuesta influencia sobre el primer descenso que conduela al lago, sin el auxilio de ánimo del monarca, asumió toda la responsabilidad que largos y fuertes cables; que los indígenas procedentes pudiese caberle en aquel caso, asegurando que aplacaría del mercado de sal, al pasar por allí izaron sus sacos, la cólera de su amo y que liaría recaer toda la culpa sobre bien envueltos en cueros de res, hasta arriba del preci- Kabba Rega, rey del Unyoro. El hermano del primer picio; que ningún hombre cargado puede subir ni bajar ministro del Uganda, Bugomba, quien aunque sólo conpor él, ya que se necesitan ambas manos para sostenerse taba diez y seis años gozaba de mayor influencia y era durante la ascensión ó el descenso. Y añadieron que sólo más hábil de lo que hubiese podido suponerse tratánencontraríamos cinco pequeñas canoas de pescadores, dose de un africano, secundó modestamente á Sabadu, las cuales serian del todo inútiles para el trasporte de y lo que á éste se le había quedado en el tintero, díjolo el nuestros hombres y mercancías por el lago. Nuestros paje del emperador, ó sea el joven Bugomba, hallándose men.«ajeroshablan visto grandes depósitos de sal, traida de esta suerte remachado el argumento de la absoluta é del Usongora, y tampoco faltaban á orillas del agua inmediata fuga. cereales, plátanos, batatas y caña dulce. El consejo oyó sus palabras con grandes muestras de Estas malas nuevas' infundieron el desaliento en el aprobación, y muchos, de los allí presentes declararon ánimo de los uaganda, de suerte que todos querían vol- que valdría más huir en el acto que esperar á la noche verse en el acto. Gran número do indígenas apostados ó al día siguiente. Lukoma y Sekajugu, coroneles en las cimas de las colinas que nos rodeaban, aumenta- que iban á las órdenes de Sambuzi, dijeron gravemente á éste que recapacitase ban el temor de aquellos "".^ .. _ , -l^ien respecto de la mulhombres pusilánimes, y "^ titud que el día siguiente no faltó quien dijo que ^*-=*^"^ nos atajaría el paso; que por la parte del Sur venia recordase que no podíauna enorme fuerza á tramos ser auxiliados, caso bar batalla con nosotros, de que auxilio pudiéselisto hizo que los uaganmos recibir, sino muy da se proveyeran abuntarde, y que todas las dantemente de batatas ventajas estaban de parpara su viaje de regreso te del enemigo. Éste comá través de la agreste batiría en su propio terselva de Ankori. Contareno, en defensa de sus minados por el mal ejemhogares; si era rechaplo los individuos de mi zado el primer día, volexpedición, se disponían vería en mayor número en silencio á seguir á los una y otra vez, y que Uaganda, pues decíanse, cuanto más se esparciey con alguna lógica, que Monte Edwin Arnold. sen los rumores de la si dos mil g-uerreros no guerra y más tiempo trascurriese , más crítica sería se consideraban bastante fuertes para mantener sus ponuestra situación, pues tendríamos que habérnoslas con siciones , menos podría conservarlas un cuerpo expedicionario compuesto únicamente de ciento ochenta hom- todo el Unyoro, país tan grande como el Uganda, de bres. Así pues, todos se preparaban para la huida antes de suerte que no quedaría ni uno solo de nosotros para que se hubiese dado orden do retroceder ó do discutirse contarlo. Con todo, añadieron, Sambuzi es nuestro general y jefe, y si él piensa que vale más sostener á el caso cual convenia. Los jefes vuanguvana, muy acobardados, se me pre- Stamli, permaneceremos á su lado hasta morir. Entonces Sambuzi me invitó para que hablara. La insentaron durante la tarde y me preguntaron qué había resuelto. Díjeles que creia poder ablandar á Sambuzi dignación me trababa la lengua, pues era un suplicio prometiéndole la cuarta parte de todos nuestros efectos para mí tener que terciar en el debate cuando todos si retardaba su partida dos días más, durante cuyo estaban tan decididos á obrar contrariamente al objeto tiempo confiaba poder bajar las embarcaciones hasta la y propósitos del viaje, que ni siquiera el temor de inplaya y ponerlas á flote en el Nyanza. La Ladij Alice y currir en la cólera del emperador bastaba á detenerles, la canoa recorrerían la costa para prestar auxilio, en y cuando un jefe tan experimentado y valeroso como caso de ataque, á los que se hubiesen quedado en tierra, Sambuzi hacia caso de los consejos de un muchacho <>' para trasportarlos por el rio hasta que llegásemos tal como Bugomba y de \m hombre como Sabadu. De •1 alguna isla deshabitada, donde podría refugiarse todos modos, armándome de paciencia, dije: «No veo la iíi expedición hasta tanto que explorando descubriése- utilidad que hay en que yo hable, pues sé que haréis mos alguna comarca más tranquila ó encontrásemos otro todo lo contrario de lo que os aconseje; empero, para medio de proseguir el viaje. Los capitanes aprobaron mí que no podáis decir que no estabais advertidos, y sabiendo el peligro que corréis en vuestra fuga, hablaré. plan en todas sus partes. A las cinco de la tarde vino un mensajero de parte de Vos, Sambuzi, me dijisteis en Laugurue que no erais un Sambuzi á invitarme para un consejo dé guerra, al que chiquillo, sino un hombre: si esto es verdad, ¿cómo concurrieron todos sus jefes, al objeto de discutir las permitís que un muchacho pusilánime como Bugomba ventajas que resultarían de tomar la ofensiva ó mante- hable en un consejo de guerra celebrado por guerreros nerse á la defensiva, es decir, de afrontar el peligro ó dotados de tanta experiencia y arrojo como los aquí preesquivarlo retirándose. Sabadu, capitán del destacamento sentes? ¿Creéis por ventura que Bugomba salvará vuestra de la guardia de Mtesa fué invitado á dar su opinión, cabeza y que os librareis de la justa cólera del empera- 260 EL MUNDO ILUSTRADO. (lor cuando Ueg'ue á sus oidos la noticia de vuestra verg-onzosa fuga? No; el afecto que este chicuelo dice sentir por vos se evaporará como el humo cuando vea el rostro ceñudo de Mtesa. ¿Y os apoyará el katekiro porque estiméis á su hermano Bugomba? No; el primer ministro censurará el proceder de su hermano, y la primera víctima seréis vos. Si es verdad que sois un hombre y un jefe, ¿por qué os fijáis en lo que dice el esclavo Sabadu, que tiene tanto miedo de acercarse al sillón de Mtesa, como de encontrarse mañana frente á frente de los uanyoro? ¿Es Sabadu el jefe y general de los uaganda, ó Sambuzi, caudillo que tan bien se portó en Uvuma? Si vuestros segundos Lukoma y Sekajugu os aconsejan la huida, hacéis mal en darles oidos, ya que Mtesa no les castigará á ellos, sino á vos. Así pues, como amigo vuestro que soy os amonesto para que aguardéis dos dias más, hasta tanto que yo tenga dispuestas mis embarcaciones. Trascurrido el plazo escribiré una carta á Mtesa, el cual nada hará contra vos; y además, si me concedéis lo que os pido, os daré la cuarta parte de mis valores sonantes, así como la mitad de todas las perlas, alambre y telas que poseo, con lo cual podéis recompensar á vuestros amigos y guardar un buen lote para vos. No temáis á los uanyoro; esta noche es fácil levantar una empalizada tan sólida, que aunque viniera Kabba Rega en persona nada podría contra nosotros. No corréis mucho peligro deteniéndoos aquí un par de días, pero si regresáis al Uganda sin mi carta, vuestros momentos están contados. He dicho.» Después de una corta pausa, en cliyo tiempo Sambuzi cambió algunas palabras con su gente, dijo: —Sois mi amigo, Stamli, y amigo del emperadora CASA Y UTENSILIOS DEL UZIMBA Y DEL ANKORI. 1 y 8, Taburetes de madera. —2, Taza para la leche, de madera —4, Copa de madera.—5, Escudilla de madera para la sopa.—6, Plato de madera para la sopa.—7, Vasija de madera de Ankori, para la leche.—8. Taza de madera,— 9 y 10, Cacharros de barro para la cocina.—11, Jarrada barro para el agua. — 12, Escudilla de madera. —13, Vaso de madera.—14, Plato de madera para comer Ja familia los plátanos y las batatas.— 15, Casa del Uzimba.—16, Copa de madera del Uzimba para el agua.—17, Taza de madera del Uzimba. hijo del Uganda, y quiero cumplir mi deber hacia vos hasta donde pueda; pero debéis saber la verdad. Nosotros no podemos otorgaros lo que nos pedís; no podemos permanecer aquí dos dias más, ni uno siquiera. Es indudable que mañana nos batiremos; y si creéis que es el miedo lo que me hace hablar, ya veréis cómo manejo la lanza. Hace tiempo que esta gente me conoce, y sabe que mi lanza es muy afilada y que mata sin compasión. Mañana al salir el sol pelearemos, y nos abriremos paso á través del Unyoro hasta el Uganda. No podemos luchar y estar en el campamento, pues una vez entablada la lucha será cuestión de vida ó muerte, ya que este pueblo no hace prisioneros para esclavizarlos como en Uganda. De consiguiente, el único camino de salvación que yo veo, es que arreglemos nuestros bagajes esta noche, y mañana, al salir el sol, emprendamos la marcha para abrirnos paso á viva fuerza. Decidme ahora como amigo, qué intentáis hacer. ¿Queréis quedaros aquí ó venir con nosotros á buscar otro paso? Debo advertiros, si es que no lo veis ó no lo comprendéis, que no lograreis desde este sitio lanzar al agua vuestras embarcaciones. ¿Cómo podéis hacer bajarlas por la cuesta mientras estáis peleando y rodeado de gente que os hostiliza? Y aunque llegaseis hasta la orilla del agua, ¿podréis trabajar y batiros á un tiempo? A lo cual contesté: —Por lo que en otras ocasiones me ha sucedido con los uaganda, sabia de antemano el desenlace de todo esto. Cuando Magassa recibió orden de acompañarme por el lago en el Usukuma, huyó y me dejó solo frente á frente de los indígenas de Bumbireh; los uaganda que acompañaban á Abdul Assiz Bey (el señor Linant de Bellefonds), le siguieron hasta el Unyoro, y cuando vieron que se acercaban los uanyoro, le abandonaron y le robaron casi todas las cajas que llevaba, y Abdul Assiz tuvo que abrirse paso por sí solo con las armas en la mano hasta Gondokoro. Los hombres blancos no tardarán en saber que no hay en el mundo seres tan cobar- 261 EL MUNDO ILUSTRADO. Pez Señal en una palmera. Grondino. {Trigla gurnardus. Linneo). Señal. [Anabas scaniens. Cuvier). El Cofre triangular. (Ostmciun trlqueter. Linneo). El Mazo ó Martillo. [Zygcena ludes {Ceslracion, Klein) Valenciennes). Anfacanto circulado. (ÁntphacanUis doUatm. Cuvier y Valenciennes). Escorpeno de la isla de Francia {Scorpa:,ia iieaogallUa. Cuvier y Valenciennes). EL MAR. (Véase el capitulo XXXI: Los PECES). 262 EL MUNDO ILUSTRADO. des como los naturales del Uganda. Os agradezco vuestros consejos; esta noche conoceréis mi resolución. Apenas abandoné el local donde se habia celebrado la sesión, Sambuzi mandó tocar el g-ran tambor de g'uerra para que su g-ente se preparase para la marcha del dia siguiente y para el esperado combate, lo cual llenó de contento á cuantos ardian en deseos de volverse atrás. Al llegar á mi campamento, vi el desaliento pintado en todos los rostros. Llamé á Pocock y á los capitanes de mi expedición, y les di cuenta de nuestra posición y de la intención de Sambuzi de regresar al Uganda, describiéndoles los peligros que nos rodeaban y las probabilidades de buen éxito que nos quedaban, suplicándoles me dijesen con toda franqueza lo que opinaban sobre el particular. Después de titubear un buen rato, el intrépido y siempre fiel Kacheché hablo de esta suerte: —Yo no sé, amo mió, lo que piensan mis hermanos respecto de lo que está sucediendo, pero veo claramente que somos llevados al pié de un gran precipicio, y que los uaganda nos arrojarán dentro si no les seguimos. Por mi parte dig-o que estoy dispuesto á ha^cer lo que usted ordeno. Lo mismo me tiene vivir que morir. Si usted dice: dejemos á los uaganda que vuelvan atrás solos, yo dig'o lo mismo; si opina usted lo contrario, también me conformo. Esta es mi opinión. Pero si se resuelve seg-uir adelante, pregunto á usted: ¿tenemos alguna probabilidad de poder salir de aquí? pues veo que estamos rodeados de indígenas armados hasta los dientes. Si el cuerpo uaganda, ayudado por nosotros, es incapaz de hacer tolerable nuestra posición, ¿podrá conseguir más un puñado de hombres como somos nosotros? Esto es lo que pienso, y lo que supongo ha introducido el pánico en todos los ánimos. Además, he de advertir á usted otra cosa: cuando mañana toque á marcha el tambor de guerra de Sambuzi, más de la mitad de los hombres de nuestra expedición se reunirán con él, y usted no podrá impedirlo. —Bueno, repliqué, hé aquí mi resolución: He venido para explorar ese lago; al partir del Usukuma dudaba poder hacerlo sin auxilio de los uaganda, ya que á orillas del tal lago no hay ningún pueblo amigo de los extranjeros; por esto supliqué á Mtesa que me procurase un buen número de hombres en clase de escolta. Como no se podia encontrar ningún puerto amigo donde detenerse, al emprender la navegación del lago en mi embarcación me hubiese posesionado de un puerto manteniéndolo durante uno ó dos meses. Ahora me falta la fuerza con que contaba, y la población es hostil; de consiguiente, no me queda otro recurso que retroceder en compañía de Sambuzi, y encaminarme al lago por otro camino, y si no podemos encontrarlo, bastará con lo que hemos hecho. Los vuanguvana que estaban fuera se mostraron muy contentos al saber mi determinación, y dijeron:—Si Dios quiere encontraremos otro camino, y cuando tengamos que empeñarnos en una empresa como esta lo haremos sin los uaganda. Participé á Sambuzi lo que habia resuelto, suplicándole de paso me mandara veinte hombres para ayudar á nuestra fatigada gente á llevar nuevamente las mercancías al üganda. Al despuntar el alba reunimos nuestras fuerzas, y con más regularidad y orden que cuando habíanlos penetrado en Unyampaká, nos dispusimos á abandonar nuestro campamento de los cerros de Muta Nzigé. Formaban la vanguardia un millar de hombres armados de lanza y. escudo, y la retaguardia treinta vuanguvana escogidos, que también llevaban escudo. Las mercancías y el cuerpo expedicionario ocupaban el centro. La señal de ponerse en marcha fué dada por los tambores, los pífanos y las bandas de música. Los indígenas que nosotros presumíamos nos atacarían, se contentaron con seguirnos á respetuosa distancia, hasta que estuvimos fuera del Uzimba, y viendo que nuestro orden de marcha era muy compacto, nos dejaron ir en paz. Nuestro viaje de regreso se efectuó por el Sur, es decir, por un camino distinto del que habíamos tomado cuando penetramos en el territorio de Uzimba. Habiendo llegado á Ankori, á las cuatro de la tarde de aquel dia establecimos nuestro campamento á orillas del rio Rusango. El 15 de enero por la mañana, después de haber cruzado una baja colina de dos millas de latitud, atravesamos el Katonga procedentes del Noroeste, y volvimos á penetrar en Unyoro. A la sazón el cuerpo expedicionario ocupaba la retaguardia, y al hallarnos á pocas millas de Kaziñga, en el Benga, nuestra retaguardia vióse atacada de improviso por un cuerpo emboscado, pero pronto fué rechazado el enemigo sin haber experimentado por parte nuestra ninguna pérdida. El dia 27 estábamos acampados en Kisosi, perteneciente al Uganda, un poco al Este del sitio donde Sambuzi se nos incorporó con su fuerza dos meses atrás. Aquí nos separamos; Sambuzi ó Mta-usa, el Espoliador, para entrar en su rico territorio, y yo para ponerme á merced de la fortuna, puesto que ignoraba la suerte que nos estaba reservada. El Es/joliadoi" hizo honor á su alias, pues durante nuestra marcha me despojó de 180 libras de perlas diversas, lo cual aumentó la aversión que por él sentía. En Kisosi me detuve tres días para que el cuerpo expedicionario tuviese algún reposo, que bien lo necesitaba. Durante este tiempo despaché á Kacheché y á dos hombres más con una carta para Mtesa, en la cual no me olvidaba de decirle que Sambuzi habia faltado á su palabra, que me habla robado tres sacos de perlas, dándole cuenta además de la extraña conducta de Sabadu y de Bugomba. A los pocos dias Kacheché reunióse conmigo en Charugaua, informándome sobre el efecto que mi carta habia producido á Mtesa y á sus cortesanos: parece que les llenó do vergüenza, de sorpresa y de indignación. Kacheché fué admitido en el burzah, obligándosele árepetir en alta voz todo lo que habia pasado entre Sambuzi y yo desde que nos reunimos en Laugurue. Mtesa y sus jefes no perdieron una palabra de lo que dijo el mensajero, interrumpiendo el emperador de vez en cuando la narración con grandes exclamaciones que nada bueno auguraban para los culpables. Cuando Kacheché cesó de hablar, Mtesa dijo: '—¿Veis como me avergüenzan mis vasallos? Es la tercera vez que no cumplo mis promesas á los hombres blancos. Pero, por la tumba de Suna (en el Uganda este es un juramento sagrado) mi padre, yo enseñaré á Sambuzi y á todos vosotros que no se escarnece así como así al kabaka. Stamli fué al lago tanto por mi voluntad comopor lasuya, y ya veis como soy contrariado por un vil esclavo como Sambuzi, que delante mi huésped pretende ser más que yo. ¿Y cuándo he estado yo tan descortés con mi huésped como él se ha mostrado para con Stamli? Saruti, dijo repentinamente al;jefe de su guardia, tomad algunos guerreros é id á comeros el país de Sambuzi, á quien me traeréis cargado de cadenas. Saruti se prosternó, jurando que se tragarla sin preámbulos las tierras del JEspoliador, que él se trasformaria en Espoliador, y que Sambuzi seria traído á presencia del monarca encadenado como un esclavo. Haré observar de pasada que en el campamento de Nakaranga, EL MUNDO ILUSTRADO. Saruti y Sambuzi se querían como dos hermanos. —¿Y cómo es, katekiro, añadió Mtesa arrojando miradas de fueí)-o, que vuestro hermano Bug-omba, un rapazuelo, se mete en la cabeza hacer el hombre? Decidme: ¿quién le ha enseñado á darse esos aires? —Mi amo y señor (Mkama ange), Bugomba es un muchacho y merece ser azotado con una varilla. Yo me encargo de esto. —Perfectamente, que vengan inmediatamente Bugomba y el charlatán Sabadu, y haré de modo que no les queden más ganas de hablar contra mis huéspedes. ÁY qué vá á hacer ahora Stalmi, Kacheché? añadió Mtesa. ¿Creéis que si le enviase 100,000 hombres á las órdenes de Sekebobo y de Mkuenda, volverla á intentar la exploración del lago Muta Nzigé? —Sí, kabaka, pero creo que ya no volverla a fiarse de los uaganda, porque esta es la segunda vez que le han engañado. Magassa huyó, Sambuzi ha hecho lo mismo; de consiguiente, Stamli no podrá menos de creer que Sekebobo seguirla el ejemplo de los otros dos. Los uaganda ¡oh kabaka! son muy buenos cuando vos estáis delante, pero lejos de aquí no quieren acordarse de vuestras órdenes y roban seres humanos, ganado vacuno y cabrío, dijo Kacheché sin preámbulos. Al oír esto Sekebobo y Mkuenda levantaron el pié delante del emperador, y dijeron: —Ordenad, kabaka, y nosotros arrancaremos el corazón á Kabba Rega, del Unyoro, ó á Mtambuko, rey de Ankori, penetrando hasta Muta Nzigé, y todos los pueblos circunvecinos no son capaces de hacernos retroceder ! — ¡Bravo! ¡bravísimo! profirió el emperador. Vos, Dallington, añadió encarándose con el joven misionero inglés que yo había dejado á su lado, escribid una carta á Stamli suplicándole que vuelva al Katonga, y Sekebobo y Mkuenda con C0,000 ó 100,000 hombres le acompañarán hasta el Muta Nzigé, quedándose allí hasta que quede terminada su exploración. Decidle que si los hombres que le mando no cumplen con su deber y quieren volver al Uganda, le autorizo para que haga con ellos lo que mejor le parezca. En Charugaua, cerca del Nilo Alejandra, recibí la carta de Dallington, en la que me invitaba á emprender nuevamente el camino del lago y su exploración (1). Esta carta me puso en un grave aprieto, pero después de reflexionar el asunto con calma, vi que no era prudente perder el tiempo de ese modo; además, yo no hubiera podido gobernar á fuerzas tan indisciplinadas como las del soberano del Uganda, y las disputas y luchas redundaban siempre en daño de los individuos del cuerpo expedicionario, que tantos sacrificios estaban haciendo. Luego, á-la sazón me encontraba demasiado lejos del Muta Nzigé, y me parecía una locura volver sobre mis pasos con la incertidumbre que hacia presa(1) Hé aquí la carta, transcrita toxtualm» nte : «Querido señor Enrique M. Stanley: »¿Qué ha sucedido que se nos ha presenlado Sabadu sin haber recibido antes una carta de aviso? Él ha venido antes Que dicha carta. Yo le preeunté:-¿Ii6nde está la carta que traeis?-Y me respondió:—La c a r t e e s irn boca;-pero yo no di crédito á sus palabras. Entonces me dirigí al Sultán y le noticié lo que acababa de pasar. El Sultán llamó á Sabadu y le preguntó:-¿Dónde está ia c a r t a ? - S a b a d u contestó:-No hay c a r t a . Luego iué mandado á presencia de Pokino, el kateldro; pero wi corazón me dice, y no me engaña que han huido abandonándoos. Ahora él os manda otra gente, en vez de aquélla, y vá á castigar é Sambuzi. Es mucho mejor para vos aguardará los uaganda que os acompañarán hasta Muas Ó ^ H ' - Í T L ' ; r ' v " n ^ r « f ^ Sambuzi, todos los'demás obedecerán las órdenes del rey Yo, Dall.ngton, servidor de ios hombres blancos, rio d.80 mentira, s.no la pura verdad. El Sultán (Mtesá) no es malo. Escribo esta carta apresuradamente, y os suphco me mandeisdos ó tres hojas de papel para que pued« comunicarme por escrito con vos. SKYYIO MTESA, Hijo del sultán Suna del Uganda. Enero 30 de 1876.» 263 giar el carácter de los uaganda, á pesar de las protestas y promesas de su emperador. Así pues, en este sentido escribí á Mtesa, y. terminé la carta dándole las gracias por su bondad y por las atenciones que le debía, y despidiéndome de él cordialmente. Al volver Kacheché de la capital con la carta del emperador, encontró al desgraciado Sambuzi cargado de cadenas. El rústico soldado no pudo menos de decirle: —i Ola, ola, Sambuzi! Ahora no estáis tan elegante como antes. Id á hacer el kabaka en presencia de Mtesa. Os está bien empleado, Sambuzi. Saruti, el devorador, obtuvo un gran botín, pues le tocaron en suerte doscientas mujeres y trescientas vacas de leche, además de un grande y fértil distrito situado en el valle del Katonga, bien poblado de campesinos esbeltos é industriosos y de guerreros, los cuales debían prestarle obediencia. La carta que escribí á Mtesa en contestación á la suya puso término á mis relaciones con el poderoso monarca del Uganda, y á mi estancia en el país de los plátanos y de la vida regalada. Desde aquel momento el cuerpo expedicionario debia obedecer á una voluntad única y ser guiado por un solo hombre, el cual estaba resuelto á no sacrificar una sola hora ál capricho de nadie, ni á dejarse sujetar ó dominar por el poder ó los favores de quien quiera que fuese. Al acercarnos ál Nilo Alejandra, en un punto llamado Ndongo fué puesta á prueba tan virtuosa resolución, ya que los turbulentos inmigrantes allí establecidos declararon que no pasaríamos adelante hasta tanto que hubiésemos ganado la voluntad de su jefe por medio de algún regalo. Empero, habiéndonos negado terminantemente á complacerles, nos dejaron atravesar el Nilo Alejandra sin molestarnos. Las noticias y rumores relativos á la anchura y fuerza de la corriente del rio llamado Kagera, Kitangule é Inge::i, que nos habían suministrado los representantes del Uganda, del Kiziva y del Karagué, algunos de los cuales eran indíg-enas muy inteligentes y se mostraban muy conocedores del curso de dicha corriente, hablan despertado en mí vivo deseo de examinar ese río con más atención que lo había hecho antes á su salida del lago Victoria. De orilla á orilla tiene unas 450 yardas de anchura, pero durante 350 yardas corre mansamente por entre juncos, cañaverales y papirus. Las otras 100 yardas con.stituyen una enorme y profunda masa de agua con una corriente de tres millas y medía por hora. A la sazón el agua era de color de hierro, aunque bastante pura tratándose de un rio tan dilatado, lo que hace presumir que debe derivar de algún lago no muy distante. Los uaganda y los uanyambu de la corte de Rumanika nombran á este río La madre del rio en Jihja (Nilo Victoria), pero los primeros profesan muy extrañas ideas relativamente á sus orígenes. Dicen que deriva del Muta Nzigé en Mpororo, y que corriendo en dirección Sur divide por mitad el país de Ruanda, y dando la vuelta por Kishakka, se dirige al Norte, separando el Karagué de Ruanda. Rumanika, rey del Karagué, profesa uña teoría no menos extraña respecto á los orígenes del Nilo Alejandra, pues dice que viene del lago Tahganika á través de Urundi. De todos modos, estos informes y.otros varios sirvieron.para acrecentar el int^és que me inspiraba aquel gran rio, y me prestaron aliento para no cejar en mí empresa hasta haber alcanzado lo que me proponía. Algunos sondajes que practiqué después de la circumnavegacion del lago Victoria y el examen de diversas corrientes que en él se vierten, me permitieron pensar EL MUNDO ILUSTRADO. 264 el > O > O O ce Sí -O 13 i' 1^ o > O O o M B W z n o Z H > -i EL MUNDO ILUSTRADO. EL ORANGUTÁN DEL JARDÍN ZOOLÓGICO DE FRANCFORT. ;Véase la página 2^9). T. 1 1.-34. 265 EL MUNDO ILUSTRADO. 266 con fundamento de causa de que el rio en cuestión es el principal afluente y alimentador del lag'o. Una jornada de catorce millas en dirección Sur y á través del valle Alejandra por su margen meridional, nos condujo á la base de las altas colinas del Karag-ué. Esta comarca abraza todas las cadenas montañosas entre el Usong-ora al Este y el Nilo Alejandra al Oeste. Parece que en remota época estas montañas estuvieron en comunicación con los países montañosos de Kori y Ankori al Norte, y de Rug-anda al Oeste, pero que así como el lago Victoria se lia abierto paso por entre la arcilla y los esquistos del Usog-a y del Ug-anda, disminuyendo su altura sobre el nivel del mar, la impetuosa corriente del Kag-era ó Alejandra háse abierto un leclio más profundo á través del corazón del terreno que primeramente constituía una meseta elevada, y sus millares de tributarios recorren ahora la honda depresión que él formara. El 24 de febrero de 1876 estábamos acampados en Nakaranga, pueblo situado á doce millas al Oeste de la parte meridional de Kiyanga, y el día siguiente, después de andar por espacio de trece millas, penetramos en la estación árabe de Kafurro, comarca del Karagué. T r a d u c i d o del inglés por MAHIANO BLANCH. (Continuará). E: viven y mueren en el agua; son sus habitantes por excelencia y si se les saca de ella sucumben por una especie de asfixia, como sucumben los pulmoníferos privados de aire. Definen los ictiólogos el pez diciendo que es ün animal acuático, ovíparo, de piel desnuda ó escamosa, de sangre roja y fría, provisto de nadaderas, respirando por las branquias, teniendo un corazón de un solo ventrículo y respiración branquial completa, las dos mandíbulas movibles y la cola terminada con una nadadera casi siempre vertical. Los peces no tienen ni tráqueas, ni laringe, ni voz propiamente dicha; y se dividen en varias clases seg-un la carencia, multiplicidad, forma, situación, etc., de sus nadaderas. Aunque los peces ya poblaban los mares cuando la aparición del hombre en la tierra, fueron muy poco conocidos en los antig'uos tiempos. Hasta Plinio su catálogo fué muy reducido. Este naturalista conocía únicamente 94 especies; pero Linneo caracterizó mejor ó peor hasta 478 especies; y los sabios de hoy día conocen más de 13,000, cuya décima parte á lo más pertenecen al agua dulce, de la que jamás salen; no así ciertas clases de los marinos que algunas veces, aunque pocas, remontan los ríos ó moran accidentalmente en las lagunas ó marismas en las inmediaciones del mar. Sí bien por lo general se limita su estancia á determina- IMIJLI^ s u s POBLADORES , SUS DOMINIOS , SUS TESOROS Y MARAVILLAS, DON SANTIAGO A. SAURA. (OONTINOACION). CAPÍTULO XXXI. Los Peces. I. En n i n g u n a p a r t e c o m o en el m a r , esto e s , en l a s t r e s c u a r t a s p a r t e s aprox i m a d a m e n t e de la superficie t e r r e s t r e , s u c u m b e c a s i s i e m p r e el débil y el poderoso triunfa ; por e s t o la N a t u r a l e z a lia a u m e n t a d o el poder de la g e n e r a c i ó n en los peces y d e m á s h a b i t a n t e s del m a r , á m e d i d a q u e son m e n o r e s la fuerza y r e s i s t e n c i a de e s t a s múltiples y admirables criaturas, p a s m o del h o m b r e y t e s t i m o n i o del poder de Dios. U. AisaESSAAi,, Entramos en un dilatado campo que exigiría muchos volúmenes si quisiéramos detallar, siquiera someramente, laí numerosas riquezas que encierra. No siendo esto posible, atendida la índole de nuestra obra, nos limitaremos á indicar lo más notable que existe de esta parte del reino animal en los vastos dominios del mar, como hemos hecho respecto de las demás. Siguiendo el sistema de pasar de lo simple á lo compuesto, corresponde, después de los animales sin vértebras que acabamos de reseñar, que tratemos de los Vertebrados, llamados también unitarios, animales que no presentan ya en su organismo ni disposición radiada ni agrupamiento por series, sino que ofrecen dos mitades semejantes, una á la derecha y otra á la izquierda, y cuya simetría es simplemente bilateral. Los peces son en cierto modo el lazo que une á los animales vertebrados con los que carecen de vértebras' y tienen una organización más complicada que todos los seres, pequeños y grandes, de que hemos hablado hasta el presente. Nacen, Monocentro del J a p ó n . {Monocentrísjaponícus. Bloch, Sclineider das zonas, la mayor parte de los peces cambian de habitación según las e.staciones. Pocos se juntan para engendrar; en el mayor número de especies las hembras depositan los huevos en lugares convenientes y de modos varios, como diremos luego; y los machos los rocían después con su lechaza para fecundarlos, sin verse ni conocerse, presentándose muy abultados antes de esta operación y extenuados después de ella. Estas circunstancias son á nuestro modo de ver, dice Guérin, poco favorables á la propagación de las especies; pero la Naturaleza no se sujeta á nuestras limitadas concepciones. El número incomprensible de huevos, la extraordinaria actividad del líquido fecundante, su acción á gran distancia y quizás otras causas también, contribuyen á asegurar la reproducción. Generalmente los peces se nutren unos de otros ó de diferentes animales acuáticos, siendo siempre los menores ó más débiles víctimas de los fuertes y mayores. No obstante, algunas pocas especies se alimentan sólo de vegetales. La mayor parte viven solitarios y no se apartan mucho del paraje en que principiaron su existencia, mientras que los hay que unidos en pequeñas ó grandes bandadas, á veces en número considerable, emprenden viajes de muchos centenares y hasta millares de kilómetros, lo que se verifica en la época del desove ó para perseguir á los que les sirven de alimento. En la estación primaveral, hasta principios de verano, al paso que las costas de algunos mares se pueblan de innumerables legiones de peces de varias clases, otras quedan casi desiertas ó há- EL MUNDO ILUSTRADO. 267 llanse muy pocos peees de los que antes las frecuenta- lugar entre éstos la 7?a//a (/?fl./a c/ara/a de Linneo), el ban : como las golondrinas ú otras aves, buscan en sitios Pastenaco [Raja pastinaca de Linneo) y la Baldcraya más favorables las condiciones de clima que no hallarían ó Diablo de mar {Lophius piscatorius de Linneo). para confiar á la Providencia la salvación de la raza que Como dijimos, hay peees que son exclusivamente huéspedes del mar; no pueden vivir fuera del agua salada, ha de perpetuarlas. Los peces no están dispersos acá y acullá casualmente, así como los hay que son propios del agua dulce y otros como podria suponerse. En medio de los mares, como en que viven en una mezcla natural de estas aguas, como la tierra, la distribución de los animales está sometida á acontece en las embocaduras de los grandes ríos: el leyes fijas y constantes; y tanto es así que ha lleg-ado Miifjo, Mügil, Mújal ó Cabezudo [Mugil cephalus de a formarse un verdadero mapa de la estación de los Linneo), el Dorado (C/trysophrys aurata de Cuvier), el peces, de sus emigraciones, retornos al sitio de parti- BipogIon (Pleuronecíes Jlesiís de Linneo), ofrecen noda, etc. Llevada por su instinto, cada raza elige las tables ejemplos de esta necesidad de una permanencia aguas más favorables á su organización; muchos peces en un baño salobre. Linneo que, como es sabido, fué uno de los primeros ocupan localidades determinadas y no pueden impunemente cambiar de habitación; muchos están esparcidos naturalistas que puso cierto orden en esta importante en vastas regiones, los otros acantonados, por decirlo así, rama de la Historia Natural, hizo una sabia división de en espacios limitados. Los hay que viven enteramen- los peces y tomó por base la presencia y colocación de te en la superficie de las aguas, por ejemplo, el Lofio- ías aletas ventrales dividiéndolos en Apodos, Yugulares, solar (Glysiphodon saxatile de Cuvier y Valenciennes) Torácicos y Abdominales. Gmeliu añadió con razón los de las Antillas; otros, por el contrario, no abandonan Branquiostegos y los Condropterigios, que Linneo con el nunca las profundidanombre de Nantcs había des, entre los cuales puecolocado entre los Anden c i t a r s e el Perro fibios. Más tarde, Cuvier, marino (1) {Hexanchus fundándose en la consi.sgriseus de Eafinesque), tencia y textura del esllamado también Hequeleto , estableció dos xanco con motivo de las grandes series de peces seis hendiduras respiraóseos y peces cartilagitorias que tiene en los nosos , que dividió en lados; el Peristcdion órdenes y familias, cuj-a acora::ado [P. catanomenclatura seria harpliractcs de Lacépéde), to prolija para una obra que no sale de sus abisdel carácter de la nuesmos sino en la época de tra. Con los conocimienla puesta, el Telescopio tos, cada vez mayores, [Pomatomus telescopus que versan sobre los pede Risso), tan notable por ces vivientes, varios auel grandor de sus ojos, toresdedicadosalestudio y el Granadero [Made los fósiles han podido cropus rupestris de adelantar en el conociBloch) (2), tan singular miento de los seres de por la disposición de sus esta clase que existían escamas. Este último, en los primeros tiempos según Risso, vive todo de la consolidación de Salmonete. {MuUus barbaíus. Linneo). el año á 1,200 metros de la corteza terrestre y enprofundidad. tre ellos M. Agassiz ya Así como muchos peces apenas abandonan la super- ha hecho ascender hasta á más de doscientos el número ficie del mar y otros sus mayores profundidades, de géneros conocidos, cuyas especies se aproximan á otros hay y no pocos que raras veces dejan el limo que novecientas, y para poderlos clasificar junto con los forma el mar cerca de sus playas, fig-urando en primer peces actualmente existentes ha establecido una división en cuatro gTupos, que llama Placoídios, Gonoídios, (1) No debe confundirse á este rcn-omí/ri;(í/con una especie de Tiburón Etenoídios y Cicloídios, fundados en caracteres que se de este nombre que ataca algunas veces á las Jibias y Calamares más toman de los tegumentos y son aplicables á los fósiles. monstruosos y terribles, tal es su voracidad; por manera que más que 1 erro podria llamárselo Lobo bambriento. Este rapaz animal no desciende Pocos ejemplares quedan sin embargo en perfecto estado a grandes profundidades. de conservación y por consiguiente de completo examen. ( ) i-os peces viajeros que se reúnen en grandes bandadas y que están Aunque muchos de aquellos peces que poblaron los sometidos a las emigraciones que el instinto o l a necesidad les imponen, primeros mares de la tierra no tienen hoy representansiguen generalmente las corrientes cuya dirección favorece su traslación y en a que hallan una temperatura más igual y un pasto más abundante. tes en los actuales, la forma de los nuestros no ha varíaNO obstante, las rutas seguidas cada año no parecen claramente determido, por lo general, ni en su esencia ni en su conjunto nadas, y sea que deban atribuirse las variaciones á las oscilaciones de las corrientes, sea por cualquiera otra causa todavía desconocida, vense las característico.. La forma de nuestros peces, como la de bandadas de vanas clases de peces muy conocidos, cambiar de región aquellos remotos tiempos, es siempre prolongada, adelcomo por capricho y burlar asi las previsiones de los pescadores y de los autores que intentan trazar el mapa y curso de sus movimientos. Se ha gazada por delante y por detrás, abultada hacia el centro observado, empero, que casi constantemente ciertos peces gustan de y más ó menos comprimida. Esti'm admirablemente corlas aguas callentes, mientras nue otros «e nt,„„t„„ • i n i tados para surcar el elemento que les pertenece y difícil,,„„ , , . . . '. oi-'o^ se apartan siempre de ellas. Los mente, por no decir que es imposible, ningún hombre peces de los trópicos en sus emigraciones llor-nn oi„ • • j „i o II-e. I . . <='"'-'""es llegan algunas veces, siguiendo concebiría nada más sencillo ni más perfecto. Díganlo e^ Gull-Stream, hasta as costas de Inglaterra; no sucede asi con los de los ma.es I nos a los cuales nunca se les ve, emigrar hacia el polo, y por el sino las naves y cuanto ha ideado para dominar el agua contrario buscan para su desove los mares templados ó del Sur I a mayor del mar en lo cual no sólo no iguala, sino que no llega en parte parecen muy aficionados a sitios determinados, á ciertas ¡-uas en mucho, no diremos á la elegancia y hermosura, sino á la as t l n ? ' ' f r " " V ' ' ° ' " " ^ 7 r ' " r " ' ^ "'=S«n á bandadas 1 mensas, tan apretadas que forman verdaderos bancos, ofreciendo á In- ,.„.„„ dores la más abundante y fácil captura. 'recendo a lo» pesca- 268 EL MUNDO ILUSTRADO. fuerza y resistencia de aquellas humildes criaturas. Sencillas y variadas al par que admirablemente ordenadas todas las obras de la Naturaleza, obsérvase un parentesco sumamente íntimo entre todos los miembros de la numerosa clase de los peces; su anatomía varía apenas, aunque su fisonomía sea muchas veces muy diferente sin alterar el conjunto. «Que estos animales habiten las profundidades del mar, las rocas de la costa ó la embocadura de los rios, dice un disting-uido naturalista; que sean escamosos ó de piel de lija, huesosos ó cartilag-inosos, su composición orgánica es siempre la misma ó casi la misma en sus elementos esenciales: todos tienen un tipo constante, en medio de millares de matices y bordados; son semejantes y sin embargo diversos; ¡ siempre la unidad y siempre la variedad ! Alg"unas veces, no obstante, en la clase de los peces, como en todos los grupos más naturales , se hallan algunas especies de forma extraña, excepcional , y por decirlo así anómala. Este es barrigudo como un odre, ó aplanado como un cuchillo; este se parece á un martillo y aquel á una regadera. Los hay que son más altos que largos, con la boca en el vientre y las aletas en forma de media luna; otros que se extienden en forma de espátula, con la cabeza apenas distinta de la cola y con oídos abiertos como los ag-ujeros de una nauta; otros que tienen la forma de un escudo, y otros en fin, que presentan en pugna la línea recta con la curva sin que por esto desagraden á la vista ni contradigan las leyes de una rigorosa estética!... »Los peces están cubiertos de escamas delgadas, duras y apretadas, ofreciendo una serie de mallas simétricamente ordenadas, compactas, anacaradas ó coloreadas, aplastadas, enhiestas ó biseladas, siempre dispuestas con orden, y generalmente como las tejas de una casa. Estas escamas algunas Columnata del rey Átalo. veces son robustas, otras veces no parecen existir como en la Anguila{Murcenaanguila, de Linneo). La piel de los peces eitá siempre lubrificada por una capa de materia viscosa; su tejido está penetrado por una grasa oleosa que le impide ser alterado por el agua salada. »Estos animales presentan los colores más vivos y los trajes más elegantes; no ceden en nada, por la belleza del adorno, ni á las Mariposas, ni á las Aves, ni á las Conchas tan variadas del Océano. Los Salmonetes están vestidos de púrpura; la Boya [Holacanthus trico- EL MUNEO ILUSTRADO. 269 de su cuerpo. Un individuo trasladado á un aposento regular lo llenó de luz. El pez tenia un aspecto horrible; su luz era permanente, pero no parecía aumentar ni por el movimiento ni por el frote. Cuando el Tiburón murió, que fué tres horas después de haberlo sacado del agua, la luz del vientre fué la primera que desapareció, la de las demás partes fué extinguiéndose gradualmente; las mandíbulas y las nadaderas fueron las últimas fosforescentes. La única parte de la superficie inferior del monstruo que no brilló fué la faja negra de la garganta. La pequenez de las aletas en . esta especie es causa de que no nade fácilmente ; y como vive de rapiña y es nocturna, Bennet conjetura que con su fosforescencia hace venir su presa como el pescador con una antorcha ó cosa parecida atrae el pescado. Cuanto se halla á su alcance es devorado por los peces, desde el alga microscópica hasta animales corpulentos. Prefieren, no obstante, de los animales los más sencillos y de sus partes las más blandas, y de las plantas marinas las más suculentas. Las más de las veces no se contentan con buscar los cuerpos de los animales muertos, sino que atacan á los demás peces, aunque sean de .su propia raza, sobre todo cuando son más pequeños. Aunque voraces por instinto, los peces jamás libran combate con otro igual; cuando embisten para devorarle á un compañero en las ag'uas, cualquiera que sea su clase, está seguro el acometedor por su fuerza y corpulencia de vencer al que elige por víctima ó la casualidad le depara. Muchas veces, sin embargo, la astucia ó ligereza de este último suplen sus fuerzas ' y escapa á su poderoso enemigo, sin contar con los medios que la Naturaleza le da á veces para burlar á su contrario. En general los peces tragan, tanto á sus menores presas, Areópago. Acrópolis como á los pedazos de los aniBuleutei"'", (Sitio donde se reunia el senado). Columnata Poiquilo. Motroon. (Templo de la madre de los dioses). Tolas. (CúP" '• Tribuno para los oradores. males mayores, sin mascarlos, Estatua de Cirene con el niño Pluton. Columnata de los Eponimos y las más de las veces sin corGRECIA Y ROMA.'^*^^'^^'-^- Mercado de Atenas. tarlos ni dividirlos. Refiérese (Véase la Pagina 251). haber visto á algunos peces tramar ya dijimos el papel que representaban e.stos seres garse otros una vez y media más largos que ellos, pero más Ó Escombros y los Dorados, resplandecen con el brillo en la iluminación fantástica de las aguas del Océano en débiles ó más miedosos. John Barro\v cuenta que un Perro de la esmeralda, del rubí, del topacio y del zafiro... Todos una noche de verano. En algunas especies este poder marino, pescado con el auxilio del arpón cerca de la isla estos colores muchas veces están distribuidos en fajas es extraordinario. Borda asegura que ciertas especies de Java, tenia en su estómago un gran número de huesos ondeadas ó en manchas á modo de la niña del ojo. La fosforescentes han sido vistas distintamente á siete metros y algunos fragmentos de una gran Tortuga, parte de mayor parte de los colores, hasta los más vivos, parecen de profundidad en un mar tranquilo; y Bennet ha dado una cabeza de Búfalo y un becerrillo. Preciso es no olsumamente fugaces: debilítanse cuando el animal ená conocer un Tiburón notable por la fosforescencia de vidar que, siendo estos animales muy notables por su ferma ó se vuelve viejo; se marchitan cuando no se un verde brillante que reinaba en toda la parte inferior voracidad y estando además provistos de gran boca y de halla en su elemento; se transforman durante el invierno lor, de Lacépéde), está salpicada de bermellón y violeta; la Jarretera {Lepidopus argyreus, de Cuvier), se parece á una serpiente plateada, que nada por ondulaciones, reñejando sus matices de rosa y azul. Los Zeos (género de peces holobranquios leptósomos), están decorados con un rico y suntuoso bordado. Los Escaros, los Maquereles y desaparecen del todo en el momento de la muerte... A los romanos, según Séneca, les gustaba contemplar los cambios de color que sufre el Salmonete durante su agonía.» Numerosas son las especies fosforescentes que pueblan los mares del Sur. Al hablar de las fosforescencias del 270 EL MUNDO ILUSTRADO. fuertes, robustos y numerosos dientes, y órg-anos digesti- cierto muy apetecidos en las mesas de los gastrónomos, vos muy poderosos y extensos, no es de extrañar que des- hay otros peces que apenas los tocan, si llegan á hacerlo, pedacen, engullan y digieran semejantes alimentos. Lo prefiriendo otras sustancias alimenticias menos sucuque no podemos admitir sino con gran reserva, por más lentas. que lo afirmen personas dignas de crédito, es, como Los peces tienen dientes, no solamente en los bordes nos dice Frédol, que estando Brunich en Marsella, estu- altos de las mandíbulas, sino también en el paladar, en diando los peces del Mediterráneo, hallase en un cor- la garganta y hasta en la lengua, privilegio que todavía pulento Perro marino dos grandes atunes y un marinero no ha podido explicar satisfactoriamente la ciencia movestido, y que otro individuo de la misma clase, pescado derna, si bien son muy ingeniosas, cuando no verosímien el mismo mar, encerrara en su estómago un soldado les, algunas teorías sentadas por reputados profesores. con su uniforme y su sable ! En la misma categoría de En los Mamíferos, dice Cuvier, no hay más que tres ridiculas fábulas colocamos lo que asegura MuUer, di- huesos que puedan llevar los dientes; mientras que en ciendo que en uno de estos animales, cuyo peso era de los peces se cuentan hasta ocho. Raras veces se ven en 750 kilogramos, pescado en las inmediaciones de las islas aquellos los dientes palatinos de los peces, por cuanto de Santa Margarita, el tubo digestivo encerraba un Caba- así en los unos como en los otros no se explican debillo entero sin haber entrado en descomposición! damente sus funciones de ensambladura, como acabamos Lo que sí tiene todos los visos de verdad, es lo que re- de indicar. Los dientes de los peces son cónicos y punfiere Carlos Douglas diciendo que en el combate naval tiagudos ó bien chatos y cortantes ó deprimidos y redondel 12 de abril de 1782, habiéndose prendido fuego al deados. Los de la Raga representan planchuelas de navio francés El César, marfil apretadas unas varios m a r i n e r o s que contra otras y dispuestas habían sido arrojados al como las baldosas de un mar, fueron despedazaempedrado. Los de aldos y devorados por los gunos otros peces están Tiburones que rodeaban arqueados ó encorvados, ambas flotas. Aquellos y se parecen más á garmonstruos marinos se fios que á dientes. Los disputaban su presa con más terribles, entre esencarnizamiento, sin tos órganos, son quizás que les asustaran las los de los Lobos maridescargas de artillería nos. Estos dientes son que retumbaban de amtriangulares, agudos, bos lados. Yhemos dicho cortantes, algunas veces que este hecho lo juzgacon dientecíUos en los mos verídico por cuanto bordes, y distribuidos varios viajeros , navegeneralmente en seis gando por el Atlántico, liileras. Steller estaba han presenciado repepresente cuando se cogió tidas veces cómo uno ó un Lobo marino en la más individuos de esta costa de Kamtchatka. clase de voraces peces El animal se apoderó de se han cebado en infelila palanca con la que se ces marineros que han le golpeaba y la rompió Escorpión de mar ó Gobio. (Cottus huhalis. Euplirasen). caído al agua, y que ni como un pedazo de crislas descargas de los futal. Schcenfeld asegura siles ni otros medios han podido alejar, ni menos privar- que este monstruo deja la huella de sus dientes en las les de su presa rápidamente destrozada y engullida. án.coras de los grandes buques. La potencia de la dentadura doble, triple y cuádruple en muchos de los grandes Tampoco son menos fabulosas varias relaciones que cetáceos que pululan por el Atlántico están poderosa, hallamos en algunos autores formales sobre la calidad los dientes son tan afilados, tan robustos, tan bien sende la carne que más apetecen los Tiburones y sus afines. tados y unidos entre sí, que admira la presión que ejerEl padre Labat afirma, del modo más formal, que estos cen en muchos cuerpos que apenas podría dividir el monstruos, siempre hambrientos, algunos de los cuales hombre más forzudo valiéndose de los instrumentos más siguen durante muchas leguas á las embarcaciones que perfeccionados. Óyense crujir á gran distancia los huecruzan el Océano, sobre todo en las regiones meridio- sos de corpulentos animales de que se han apoderado los nales, prefieren la carne de los negros á la de los hambrientos Tiburones , cuyos huesos midiendo á veces blancos, y esto porque es más sabrosa y más perfuma- muchos centímetros, reducen rápidamente á papilla, ó da. Añade después que l,os ingleses son más codiciados de son destrozados en pequeñas partículas que traga aprelos Tiburones que los franceses. Trabajo le hubiera cos- suradamente el monstruo insaciable. tado al buen padre probar su aserto que, á lo más, no pasa de ser una suposición suya, porque sabido Suponen algunos autores que existen en los mares del es por demás que los Tiburones, verdaderos Chacales de Sur unos peces de dientes acerados, que pacen el Coral mar, son tan poco escrupulosos en escoger su alimento, como un carnero pace la hierba; pero esta es otra supocomo audaces en procurárselo, cualquiera que éste sea. sición que merece confirmación, así como que existen Lo que es mucho más positivo, y fruto de la observación peces cuyos dientes son tan finos y tan unidos que paen nuestras costas, que así como hay cierta clase de sando los dedos por encima de ellos, créese tocar terciopeces que se ceban con predilección en los cadáveres de pelo. Parece dudoso que así sea, atendiendo alas funciohombres y animales que el mar arroja ó detiene notan- nes á que están destinados estos órganos en toda clase tes en las aguas en las inmediaciones de la playa entre de animales. rocas, rompientes, etc., algunos de cuyos peces son por (Continuará). SANTIAGO A. S A U R A . EL MUNDO ILUSTRADO. 271 JORGE EBERS. UNIVERSIDAD MEZQUITA EL-AZHAR. En una sección anterior hemos hablado de la fundación de la universidad mezquita el-Azhar por Dschohar, el general de Mu'izz, y dijimos que este famoso establecimiento ha sido la fuente y el punto céntrico de toda la vida científica del Oriente. Así lo ha sido desde los primeros fatimidas, y así ha seguido siéndolo hasta el dia; y con mucho gusto vamos á presentar á nuestros lectores este instituto, único en su especie, apoyándonos en los apreciables apuntes del excelente Ignacio Goldziher, el cual personalmente perteneció á esta alta escuela como discípulo muy superior á sus profesores, los claustros desde los cuales la erudición mahometana irradia á todos los extremos del mundo islamita, salimos del nuevo cuartel de color completamente occidental en las cercanías de la plaza de Ezbekije, y nos mezclamos con la turba medio europea de la calle de Muski, llamada también calle Mayor del Cairo. En los bajos de aquellas casas llama la atención un almacén europeo con ricos y brillantes paradores que se tocan unos con otros. Raras veces levantamos la vista á los balcones de los pisos superiores ó la dirigimos á las calles laterales llenas de gentío, porque los coches, los caballos y gentes que van á pié y que nos rodean reclaman toda nuestra atención. Así es que no tenemos tiempo para observar y describir aquel movimiento incesante. Sin olvidar nuestro objeto, torcemos á la derecha y nos metemos en una casa lateral y andamos entre tiendas (dukkan), en las cuales se venden dos cosas muy heterogéneas: libros y babuchas. ¿ Qué circunstancias habrán motivado que estas dos cosas tan diferentes se encuentren reunidas, no sólo aquí, sino también en las tiendas siríacas? «Libros, dice el sabio, se encuadernan ordinariamente en cuero rojo, y las babuchas son ordinariamente del mismo color rojo, ergo pertenecen libros y babuchas á la misma tienda, y mercaderes de libros y babuchas son una misma cosa.» De buena gana hubiéramos entrado en la tienda de nuestro amigo Hasan ó de su vecino, natural de la Meca, y regateado con él saboreando una taza de café ó al vapor de la nargile alguna hermosa impresión deBulak ó uno de aquellos antiguos manuscritos que no son raros en el Cairo, los más hermosos de los cuales, realzados de magníficos dibujos, proceden del tiempo de los sultanes mamelucos y se custodian en la biblioteca del virey; 272 EL MUNDO ILUSTRADO. pero no es dia hoy de mercar libros, sino de visitar los libro de Derecho extendiéndose en profundas consideralugares en donde hace ya siglos que se conserva la cien- ciones. El número de los oyentes que le rodean excede cia y se cultiva el pensamiento, á los cuales deben su en mucho á los que oyen las lecciones de sus colegas. origen la mayor parte de estos libros. Muchos florones, Este hombre, así por su erudición como por su vida viñetas y arabescos de venerables manuscritos del Coran ascética , es el famoso jeque Aschmuni, una de las adornarán precisamente esta sección destinada á la glorias de la escuela. De su saber da testimonio una obra gramatical extensa y profunda por él compuesta é imerudición y escritura árabes. Ya hemos llegado a l a mezquita, no sin echar antes presa en Bulak; y de su continencia habla el celibato en una mirada á un escribiente 6 memorialista sentado en que vive. Mientras sus colegas en sus lecciones están un ángulo de la calle, y á quien un artesano dicta una sentados sobre la estera, y sólo por estar arrimados á la carta. ¿Por cuál de estas seis puertas vamos á entrar? La columna se echa de ver que son profesores (el estar senoriental, llamada Bab esch-S'churbe ó puerta de la Sopa, tado junto á la columna quiere decir entre los mahotiene un grande atractivo pintoresco, pero preferimos la metanos ser «profesor docente»), se le concede á este «Puerta de los Barberos,» imponente portal principal de anciano, cuya superioridad sobre los demás todos recola escuela, y pasamos su umbral con ánimo preocupado, nocen, la preeminencia de un sitio más elevado. El otro por cuanto ya hemos leido la inscripción que dirige al estrado, que no sehalla ocupado en este momento, está desvisitante las palabras siguientes: «Los hachos son juz- tinado para el jeque más anciano de la mezquita, el respetable as-Sakgados por los ka, á quien su sentimientos, y estado valetudiá cada cual se le nario y su museñalará su sacha edad no le lario según sean perniiten ocusus sentimienpar 'su puesto tos.» junto á la coDespués de lumna. El puehabernos quitablo le damas de do los zapatos cien años, pero cambiándolos realmente sólo por unas babutiene unos nochas de p a j a , venta. En la accondúcenos el tualidad suele portero por un dar la lección corredor donde en su casa, al vemos á los barp a s o q u e en beros que están años anteriores tonsurando la se d i s t i n g u i ó , cabeza de sus no sólo «por esparroquianos tar arrimado á en un hermoso la c o l u m n a , » y g-rande vestísino t a m b i é n bulo con el piso como predicade m á r m o l . dor del viernes Aquí están senpor la finura y tados junto á la Ebcribitíiitü publico. brillantez de su cisterna destilapalabra. Se le da al lavatorio ' ritual antes de la oración muchachos algo crecidos detrás tiene por el mahometano más docto de Egipto, y el puede sus grandes láminas de hojalata, los cuales van apren- blo, que habla con cariño de las cosas de la mezquita, diendo en medio de un incesante movimiento del cuerpo asegura con mucha formalidad que este profesor hubiera como si fueran péndulos, los elementos de la ciencia alcanzado la dignidad de mufti, superior ó rector de la mahometana. A los estudiantes propiamente tales no los mezquita, si en su juventud no hubiese ejercido el oficio vemos hasta después de haber penetrado en lo interior de lavar cadáveres. Otros motivos, sin embargo, confesionales todos, se han opuesto á su ascenso ; pero no ha de la mezquita. podido menos de llamarnos la atención que el desprecio Llegados allí, rodéanos por todas partes una vida muy con que los antiguos egipcios miraban á los que lavacaracterística. Sobre el suelo cubierto de esteras de un ban los cadáveres y los abrían, haya venido á consergrandísimo local, de cuyo techo cuelgan nada menos varse entre sus descendientes mahometanos. que 1,200 lámparas, sostenido por 380 columnas, están Entre los jeques presentes y los miles de estudiantes acurrucados en grupos una multitud de jóvenes y de adultos. Los primeros forman medio círculo en torno del que los rodean, nos llaman la atención algunas cabezas jeque, su catedrático, arrimado auna columna,teniendo de barba canosa. Es notable entre ellos eljeque Achmed en él clavada la vista mientras vá interpretando uno de es-Sanhuri, ciego. En torno de él se ha reunido la genelos muchos textos y comentarios del Derecho canónico ración joven de los estudiantes, uno de los cuales lee el del Islam. El profesor explica la lección al estilo orien- texto que por él se ha de explicar. El pobre ciego oye la tal, en forma recitativa, como lo hacen también en Europa lectura con muchísima atención, y está dotado de tanta los talmudistas judíos. Dirigiendo entonces la vista en memoria, que á la menor falta que cometa el lector torno de aquel inmenso salón, observamos, además de levanta contra éste con ademan amenazador el palo que, las cátedras y atriles de otras mezquitas que ya conoce- como ciego, nunca deja de la mano. Nosotros hemos recorrido las aulas, no sólo el primer mos, dos espaciosos estrados más bajos, en uno de los cuales vemos á un venerable anciano que explica un dia, sino también otros muchos seguidos, y por lo que ÉL MÜÑÍ)0 ILUSTRADO). -^"H POETADA DE UN MANUSCRITO DliL CORAN DEL TIEMPO DEL SULTÁN EL-MU'AIJAD, PERTENECIENTE Á LA BIBLIOTECA DEL VIREY EN EL CAIRO. T. 111.-85. 273 274 EL MUNDO ILUSTRADO. hemos oido de los profesores, notamos que ning-uno de ellos, en una serie de lecciones conexas, ha tratado de un modo independiente el objeto déla ciencia. Este método de enseñar, tan perfeccionado entre nosotros, es una cosa completamente desconocida para los orientales; y tanto es así, que los más doctos de entre ellos, desde que se les ha ido apag-ando la genialidad creadora se contentan con la interpretación de determinados textos y con comentar comentarios y hasta supercomentarios. De la antig-ua literatura sacan su nutrición, y en ella ejercitan su ingenio. El profesor lee de un modo harto monótono el texto y el comentario; empieza el primero con estas palabras: « Dice el autor; Dios le tenga en su gloria;» y al hablar del comentario, añade sencillamente: «Dice el comentador.» De vez en cuando interrumpe la lección una tímida pregunta de un alumno. En pasajes difíciles, pregunta el profesor: <^¿Lo entiendes?» Y se le contesta ordinariamente de esta suerte: «Gracias á Dios, lo he comprendido.» La lección dura de hora y media hasta dos horas , y suele terminar' con estas palabras: «Hasta aquí hemos llegado; Alá nos dé penetración.» En esto se levantan los estudiantes, se van acercando uno á uno al profesor sin atrepellarse, le besan la mano y meten su cuaderno en la cartera. Lo que estos pobres muchachos poseen «en blanco y negro» se guarda esmeradamente por los alumnos de la ciencia; y entre los carteles que con licencia del vigilante se fijan en las columnas, se encuentra no pocas veces el ruego, redactado muy afectuosamente, de que tengan la bondad de devolver una cartera que se ha perdido. Un ruego de esta especie, copiado por el doctor Goldziher, empezaba de este modo: «¡Oh vecinos (mugawirin) de la noble mezquita el-Azhar, oh buscadores de la ciencia! Compadeceos de la pérdida que este pobre siervo ha padecido. Se me ha perdido una faltriquera en la que había dos kuwases (1) del comentario, etc. El que la haya encontrado (así termina el cartel), puede entregarla al portero como lo pide la religión; también recibirá él un dulce (traducción literal del árabe al-hawa) del pobre siervo, esto es (de mí) cuando la cartera llegue á mis manos.» En las horas intermedias de las clases se pasean los estudiantes en viva conversación por el claustro de la mezquita, forman grupos ó bien van á encontrar á los traficantes ó visitantes que entran á verlos con permiso. Aquí apaga uno de ellos con el vaso de metal del ruidoso aguador una sed que no se limita á la ciencia; allá compra un joven erudito cosas de comer, y más allá habla otro con una mujer muy velada, que será probablemente su madre ó parienta cercana. En aquel punto resuena y vibra la recia voz del muezzin (es-Suhher) que invita á los musulmanes á la oración del medio día; y todos van corriendo á las cisternas del vestíbulo para cumplir con el lavatorio prescrito, y hecho esto se dirigen á la kipla para postrarse y decir la oración. Después del descanso de medio dia vuelven á empezar las lecciones, las que no terminan hasta la oración de la tarde (el-magrib). La xlltima oración de las cinco prescritas la hacen los estudiantes en sus casas ó en sus habitaciones, pues muchos de ellos, según veremos, están alojados en la misma mezquita. Esta descripción de la vida que llevan los estudiantes en la universidad elAzhar se refiere solamente á seis días déla semana, pues el viéunes, que es entre los musulmanes dia de descanso, cesa el trabajo; y con^todo, á medio dia pueden verse el (l) Son estos kuwases diez pliegos que forman un cuaderno. Los árabes escriben con lá caña en un pedazo de papel que colocan sobre la palma de la mano izquierda. Véase el retrato del escribiente público estampado en la página iti. viernes en las anchurosas salas millares de jóvenes que, bajo la dirección del imam, hacen su oración y escuchan atentamente el sermón. En otro lugar hemos descrito la mezquita considerada solamente como sitio de oración; pero ahora vamos á ver lo que escomo casa de enseñanza, objeto muy principal. Los que echan en cara al Islam su poca afición á la ciencia, no lo conocen; pues la ciencia es, según los mismos mahometanos, una parte esencial de la creencia y de la más noble naturaleza humana. «Son los hombres (así dice una sentencia de la tradición mahometana), ó bien aprendices ó estudiantes, ó bien personas instruidas. Lo que no pertenece á estas dos clases inteligentes es sabandija que no sirve para nada.» El mahometano considera la ciencia tan inseparable de su creencia, que la historia de los árabes en el tiempo anterior al Islam, se llama por ellos «época de la ignorancia.» Verdad es que la ciencia tan estrictamente unida al Islam es al fin y al cabo la ciencia de la religión ; empero, esta ciencia es un árbol de muchas ramas, y con el estudio bien dirigido desde un principio, puede embargar toda la vida humana. Además de esto, no quedan excluidas otras materias no religiosas, antes al contrario , recomiéndase con calor su estudio, y una sentencia árabe dice: «Aprende la magia, pero ñola uses. Es preciso saberlo todo y no ser ignorante en nada.» De cuan estrecho sea el lazo que aquí enrosca la ciencia con la creencia se echa de ver muy claramente en que los lugares de oración de las mezquitas y de las aulas de la universidad son una misma cosa, y que la fundación de los templos suele estar enlazada con la de las escuelas. Los legados (aukaf) que con frecuencia imponen condiciones sobre el modo y la dirección de la enseñanza, deberían ser inviolables de derecho; pero algunos príncipes sin conciencia los han despojado á veces, y hombres doctos, pero rastreros, han tratado de dar á estos despojos, por medio de argumentos falaces, la apariencia del derecho. De ahí vino que muchas de las numerosas escuelas de mezquitas del Cairo hubiesen de cerrarse. Otras, como por ejemplo, la mezquita Werdani, de la cual sólo se ha conservado la hermosa parte interior y el minarete, se hicieron inservibles, y las fundaciones que les pertenecían pasaron, ó bien á las autoridades civiles ó bien se destinaron para establecimientos á los cuales se trasladaron los profesores y estudiantes de las escuelas disueltas. A estas circunstancias debe la alta escuela de el-Azhar su increíble concurrencia, pues ha atraído á sí casi toda la vida científica que antes estaba distribuida entre muchas mezquitas, así es que apenas merecen citarse las otras escuelas del Cairo. ¿Y en qué ciudad de la tierra se encuentra una universidad que tenga más de 300 profesores y 10,000 estudiantes? De su construcción, que tuvo lugar en el año 909 de nuestra era, hemos hablado ya en otro lugar. La última de las muchas restauraciones que necesitaba se verificó en el año 1720. A los 17 años de su fundación se abrieron en ella los cursos de teología, y las fundaciones en su favor fueron cada vez más-ricas, facilitando de este modo el que loa jóvenes que se dedicaban á la ciencia pudiesen entregarse al estudio exclusivamente. Hakim, hombre admirable, cedió á la mezquita las rentas de muchísimos bienes inmuebles situados en el Egipto, en la Siriay en otras provincias. Después de la caída de los califas Fatimidas que pertenecían á la dirección schiítica, alcanzó el predominio la corriente sunítica, y después de algunas dificjiltades se hizo tan poderosa, que la alta escuela schiítica de el-Azhar se convirtió EL MUNDO ILUSTRADO. lueg-o en fuente de ciencia sunítica. Como tal subsiste aun en el dia, y de un modo tan extenso como es posible dentro del círculo del Islam, tan intolerante con los extranjeros, pero tolerante con las gradaciones de creencia que se desenvuelven en su interior. A la idea de Dios que da el Coran está muy aferrada la dirección hanbalística que le dio el imam Achmed-ibuHanbal, la que es respecto de los extranjeros la más intolerante, aunque es la que cuenta menos sectarios; y á pesar de esto, es. el foco del fanatismo contra todo extranjero no maliometano, fanatismo que equivocadamente se suele atribuir á todo el Islam y es el punto de partida de los cismas religiosos, á los que pertenece el wehhabismo de la Alta Arabia y de la India, del cual ya hemos hablado. Tremolando muy alta la tradición mahometana florece en el dia la escuela malekitica, fundada por Malik-ibuAnas, natural de Medina, cuyos sectarios estuvieron en otro tiempo enérgicamente representados en Andalucía, y se han extendido en gran número actualmente en Argel, en las regencias norte-africanas y en el Egipto superior. La dirección más liberal y tolerante y que más se aparta del punto de vista de la tradicional, tenaz como siempre, es la fundada en Irak por el imam Abu Hanifa, de donde sil nombre hanifitica, la que sobrepuja á todas las otras en número y en valor, siendo ésta la que siguen los círculos oficiales. Entre la liberal y la terca tradicional está la escuela schafiítica fundada por el imam Schafii, cuyo sepulcro ya vimos en la Karafa. Antes de la invasión del Egipto por Selim, la dirección de esta secta era la predominante; empero desde que fué deshancada por los turco?, que profesaban la doctrina de la escuela hanifitica, el jeque supremo, rector, si DO-s es lícito decirlo, de la academia de el-Azhar, pertetiece constantemente á la dirección hanifitica, pudiendo decirse otro tanto del mufti de las tierras del Mío, cuyo nombramiento se traspasó hace poco al gobierno egipcio. No sólo en lo dogmático y en las cuestiones de derecho, sino 1¡9mbien en los ritos, se separan bastante estas cuatro direcciones unas de otras; y con todo, están r e presentadas las cuatro en los puntos centrales del Islam por imames de las mezquitas. En la universidad de Azhar puede verse diariamente como á un mismo tiempo, y.uno junto á otro, en una misma columna, dos profesores pertenecientes á ritos distintos interpretan los mismos capítulos del derecho canónico según la comprensión de su escuela. Lo que son la Meca y.Medina para los usos del culto de los mahometanos, eso mismo viene á ser la mezquita de el-Azhar para la ciencia. A ella acuden musulmanes de todas las lenguas y de todas las zonas, y no hay ni una sola provincia del Islam, desde las costas marroquíes del mar Atlántico hasta las islas del archipiélago • Indico, que no se encuentre representada en esta mezquita. Entre los 7,695 estudiantes que en ella cursaron en el año 1877, 1,240 eran hanifitas.(l), 3,192 schafiítas, 3,240 malekitas y 23 hanbalitas. Traducido del alemán por A N T O N I O B E B O N E S DB LAS G A S A S . {CoHtinimri). •(1) El corto número de los hanitttas se explica por la circunstancia de que la provincia del Islam más rica en hanifltas está en el Asia Central, y muy lejos por consiguiente del Cairo. La provincia sciiaflitica de Egipto y la malekitica del África Septentrional pueden enviar fácilmente sus hijos al Cairo. Entre las 231 profesores docentes que hay actualmente en la mezquita el-Azhar, pertenecen á la hanifitica 49, á la schaflltica l(i6, á la male; kitica 75, y á la hanbalística J. 275 EL ARTE EN LA CASA, D. P. MIQUEL Y BADIA. (OONTINUACION). LA SIMETRÍA EMPLEADA DISCRETAMENTE ES UN NUEVO MOTIVO DE BELLEZA. Se usa comunmente la palabra simetría en vez de la palabra euritmia. Significa la primera la correspondencia ó mejor la ponderación de partes no completamente iguales, y vale la segunda la repetición exacta de motivos iguales. Pongamos por caso la fachada de un edificio y veamos por medio de ejemplos en qué caso habrá en ella simetría y cuando habrá atendido el arquitecto á la rigurosa euritmia. Existirá la simetría, por ejemplo, si la fachada en ambos lados tiene dos torres desiguales en el coronamiento y distintas en la ornamentación, si bien de proporciones que guarden entre sí cabal armonía. Supongamos que las dos torres son exactísimamente idénticas y tendremos guardada la euritmia ó lo que en el idioma vulgar suele llamarse simetría, conforme hemos indicado. Como bajo nuestro punto de vista la distinción que existe entre ambos vocablos no tiene significación que importe atender, seguiremos también el lenguaje corriente y moliente y dentro de la voz simetría comprenderemos los casos distintos que pueden abarcar las dos palabras explicadas. La figura humana es modelo acabado de simetría, y el hombre por necesidad poderosa de su inteligencia la busca en todos los objetos que se hallan á su alrededor. No puede afirmarse en absoluto que un templo ó edificio cuya entrada estuviese en uno de los lados debiese ser calificado de obra anti-artística, puesto que existen construcciones arquitectónicas trazadas de aquel modo y á las cuales, sin embargo, ha de concedérseles el dictado d'e obras de arte. No obstante, si á buena luz se examinan, de fijo se encontrará que la falta de simetría es más aparente que real y que la ponderación ó proporción de masas está hecha con tal ingenio que no resulta desmedrada ó desigual ninguna parte del edificio. También ha de darse como regla infalible la de que la simetría bien guardada es por sí sola condición de belleza en toda obra artística. Los pueblos que mejor sintieron el arte, como el de Atenas, verbigracia, la observaron de una manera tan escrupulosa, que para marcar mejor el punto central de la fachada del Partenon, cuidaron de que el intercolumnio del medio fuese más ancho que los restantes, mientras que á derecha é izquierda de la puerta de ingreso las columnas se encontraban más aproximadas á medida que de ella iban apartándose. En vez de acusar el arquitecto la simetría por medio de espacios absolutamente iguales, como hoy dia suele hacerse, la acusaba con arte y con energía por medio de la repetición de medidas desiguales. Esta especie de variedad en los detalles ayuda poderosamente al mejor efecto de la obra artística. En la arquitectura románica y gótica los ejemplos abundan y no dejan lugar á la menor duda acerca de la verdad de cuanto dejamos sentado, acorde con la opinión de los autores que han escrito sobre la materia. Así en los claustros románicos como en los ojivales, los artífices de la Edad Media desplegaron la variedad más rica en los motivos de los capiteles, empleando para enriquecerlos cuantos elementos les ofrecían la flora y EL SALUDO Á LOS HEP ^-—CUADRO DE EDUARDO DETAILLE (Vé»'"* fagina 280). 278 EL MUNDO ILÜSTEADO. la fauna de las localidades en donde trabajaban. Con dificultad en los mejores claustros románicos, como los de Santa María de Ripoll y de San Cug-at del Valles, se encuentran dos capiteles ig-uales por completo, y sin embarg-o en cada arco existe perfecta simetría, el ánimo los examina con g-usto porque ve en ellos cabal ponderación de partes, al par que la imaginación se recrea, cuando pasa á contemplarlos en sus detalles, en la fecunda inventiva de los maestros tallistas é imagineros de aquellos remotísimos tiempos. Lo que acontece con las obras arquitectónicas pasa igualmente con un mueble, paño ú objeto cualquiera en el que, siquier en grado mínimo, entren elementos decorativos. Fíjense los ojos en un muro decorado, como los de la Alhambra verbigracia, ó en un tapiz persa de los más ricos y composición más vaga á primera vista, y de seguro á los pocos momentos de cuidadoso examen se vá notando en los alicatados moriscos de mayor complicación , una suerte de canon en virtud del cual un mismo motivo se repite á determinados intervalos para que el dibujo tenga carácter simétrico, así como entre las flores y hojas del tapiz persa, entre sus colores que semejan producto de quimérico ensueño se ve aparecer un antema dominante, una nota de color puesta á distancias iguales que dan tranquilidad al paño y despiertan en el ánimo ese grato sentimiento del orden, sin el cual son siempre descabaladas y cojas las obras más ricas, más estudiadas y pretenciosas. Es indudable que en ciertos estilos de decoración occidentales la simetría prevalece de un modo que no deja lugar á dudas sobre su existencia y que advierte el menos avisado en materias artísticas. Así acontece con un meandro griego, con un friso de palmetas combinadas, con el intradós de una puerta románica, por ejemplo la del claustro de nuestra santa Basílica Catedral que da ingreso directo á la iglesia, con los afiligranados paramentos góticos de San Juan de los Reyes de Toledo ó con los sepulcros primorosísimos del rey don Juan II y de doña Isabel de Portugal, en la Cartuja de Miraflores, etc., etc., porque seria cosa fácil ir amontonando ejemplos de igual índole. Hecho idéntico se nota en algunos estilos orientales como el persa que hemos citado y el morisco que bien pueden diputarse por modelo de precisión matemática y de rigurosa simetría dentro de la invención asombrosa por lo fecunda, de la riqueza exuberante y de la fantasía más inagotable. Pero en otros estilos del Oriente, tales como el chino y el japonés, la simetría no aparece clara muchas veces, sino que por lo contrario semejan sus composiciones decorativas, obras ejecutadas con libertad absoluta y sin que el artista se hubiese curado poco ni mucho de ajustarías á precepto alguno y mucho menos al de la simetría ó de" la euritmia, llámesele como se quiera, en el que nos estamos ahora ocupando. Un jarrón japonés, un biombo de la misma procedencia, llenos ambos de figuras de hombres y animales, casas, árboles, etc., forma contraste notable junto á un vaso griego ó etrusco con sus motivos de decoración simétricos por todo extremo y con los círculos de figuras alineadas y dibujadas de modo que en su agrupación y actitudes llenen las exigencias de la simetría, en el sentido que hemos expresado, y en el que hemos de hacer hincapié nuevamente, esto es, en el de la cabal ponderación de masas y colores. Ahora bien: por más que las composiciones de un jarrón ó biombo japonés semejen obra del acaso, producto de la imaginación del artista sin freno alguno, á rienda suelta, es lo cierto que en el conjunto, si aquellos objetos tienen en realidad valor artístico, ha de encontrarse una ponderación de masas que resulta del dibujo de cada uno de los objetos reproducidos, de su agrupación y colocación ó del empleo acertado del color en planos dispuestos hábilmente. Es una verdad que una persona de buen gusto al contemplar un jarrón japonés de buena mano, no siente la angustia que causa en el ánimo el examen de una obra sin pies ni cabeza como suele decirse vulgarmente, sino que muy al revés goza con la vista de aquel objeto que le produce una impresión grata, plácida, tal como han de producirla las producciones dignas del calificativo de artísticas, calificativo tan prodigado como escasas veces merecido. Confirmando lo que acabamos de consignar acerca de la absoluta necesidad de la simetría en toda obra razonada, dice uno de los críticos, á quien hemos citado varias veces en el curso de estos deslabazados apuntes sobre El arte en la casa: «Si se compara un vaso griego ó un jarrón chino con una poliche del Japón, por distintos que sean en ellos los sistemas decorativos, se advertirá una semejanza lejana, que puede empero apreciarse bien. El artista japonés, menos fiel á la simetría que los griegos y hasta los chinos, habrá procurado guardar un equilibrio secreto en medio de lo bizarro de su composición, por donde se verá que si en una plancha de loza ó en un plato de porcelana coloca en un extremo un motivo de ornamentación que allí se extiende exuberante, no dejará de poner en el lado opuesto, que resultó vacío, una grulla, un mirlo ó una tira de nubes delgadísimas que balancearán el espectáculo pintoresco de su obra é impedirán que se caiga ó derrumbe, si así vale expresarlo.» Simetría guardan en lenguaje hablado ó escrito las frases que con mayor fuerza suelen grabarse en la memoria y aquellas que llamamos más elocuentes. Todas las sentencias, por regla general, tienen un aire simétrico ó eurítmico, admitiendo ambas calificaciones, ya . que hemos acordado no entretenernos en distingos que no son indispensables á nuestro intento. A los refranes, que son sentencias abreviadas, les pasa otro tanto, verbigracia : No sirvas á quien sirvió, ni pidas ú quien debió. Compañía de dos, compañía de Dios. El abad de lo que canta yanta.' Miguel, Miguel, no tienes abejas y vendes miel. Dios nie dé marido rico, siquiera sea borrico. Poco á poco hila la vieja el copo. Mujer se queja, mujer se duerme, mujer enferma cuando ella quiere. Pleito bueno, pleito malo, el escribano de tu mano. Y así por el'estilo, puesto que siguiendo las citas podríamos copiar más de la mitad "del Refranero español. En la poesía los efectos simétricos se encuentran por todas partes y no son otra cosa la mayor parte de las figuras retoricáis y de las combinaciones métricas. Modelo son en tal concepto los siguientes versos de La vida es sueño del insigne don Pedro Calderón de la Barca: Con asombro de mirarte , Con admiración de oirtc , Ni sé qué puedo decirte, Ni qué puedo preguntarte. Y no le vá en zaga el estribillo siguiente, en el que por la repetición exacta de un verso se hace más perceptible "aun la simetría de la dicción y del concepto: A coger el trébol, damas, La mañana de San Juan; A coger el trébol, damas, Que después no habrá lugar. F. MiQUEL Y BADÍA.. (Continuará). EL MUNDO ILUSTRADO. 279 UNA CARAVANA DE ESCLAVOS EN EL DESIERTO. para restituir á su desecado cuerpo un tanto de humedad, sin la cual cesaría la vida. Quieren vivir, aunque sea arrastrando la cadena del esclavo.—R. CUADRO DE BENJAMÍN CONSTANT. —o&i-'C'Oí»— EL ORANGUTÁN DEL JARDÍN ZOOLÓGICO DE FRANCFORT. (Véase el grabado de la página 264). El comercio Se esclavos de los mahometanos se alimenta en el Norte del África de dos distintas fuentes. La una la constituyen las cacerías ó batidas en grande escala hechas por partidas de gente organizadas sistemática y militarmente; cacerías en que las víctimas son seres humanos que tienen y aman á sus familias, y la otra fuente es la caza en pequeño que emprenden algunos individuos para su entretenimiento y provecho. Todas las naciones que consienten ó consentían la esclavitud y el consiguiente tráfico de seres humanos, que á su vez fomenta estas cacerías, tienen y han tenido sus pxcesos y subterfugios para justificar semejante barbarie y comercio repugnante, cualquiera que fuese su religión, pero bajo este concepto y desde su punto de vista son aun los más excusables los adeptos del profeta Mahoma, si es que puede admitirse excusa tratándose de un comercio tan repugnante. El caso es que según la ley de Mahoma tiene cada creyente el derecho de llevar la guerra á las tierras de los infieles, á fin de conquistarlas y someterlas á la única religión, en su concepto, verdadera, y que para ser justa toda guerra no debe reconocer más causa ni objeto que el ensalzamiento de la palabra de Dios, el triunfo de la fe y el castigo del crimen; y como el más horrible de los crímenes es para el mahometano la idolatría, crimen que no admite excusas ni indulgencia, se comprende que no tenga el menor remordimiento cuando incendia las aldeas de los idólatras y esclaviza á éstos. Benjamín Constant ha adquirido gran celebridad con sus cuadros que representan escenas del desierto, y el que hoy presentamos á nuestros lectores nos muestra al artista por su lado más admirable. Lástima es que el grabado, por excelente que sea, jamás puede producir el efecto del colorido, ni reproducir el azul diáfano del cielo, la arena amarillenta del desierto y las tintas de los únicos seres vivientes que figuran en esta tétrica escena: los esclavos encadenados y los dos sayones árabes. Allí no hay árbol ni mata á cuya sombra pudieran descansar y respirar un momento aquellos infelices, sino los ardientes rayos del sol tropical; los plés descalzos se entumecen de tanto pisar la abrasada arena en esa dilatada marcha por un camino que sólo se distingue del resto del j^.. .-jje por los esqueletos blanqueados de los animales, que sucumbieron extenuados. Próximos á perecer se hallan también los infelices esclavos, con la lengua seca pegada al paladar, mientras que sus insensibles conductores les impulsan á andar sin descanso. Si hace viento, es fuego que reseca su cuerpo, y á tantos sufrimientos se agrega éí tormento de la sed, pues han agotado la menguada provisión de agua que llevaban en la bota. Los caballos también andan despacio bebiendo los vientos. ¿Por ventura comprenden los nobles brutos que el agua ya no se halla léj.Qs?.Los dos árabes sí que lo saben, porque conocen el camino y porque su vida, como la de los esclavos, depende de esta eértidumbre. No se han equivocado y llega el momento tan deseado: ahí está el manantial, mísera hebra de agua amarillenta, pero al fin líquido salvador. Con ansia TenSebén los infelices (Véase el grabado de la página 265). El orangután (1) es el mono más parecido á nuestra especie: se diferencia del hombre en la nariz que no es prominente, en la frente que es muy corta, en la barba que no se eleva por la base; sus orejas proporcionalmente son demasiado grandes, sus ojos están demasiado juntos, y el espacio entre la nariz y la boca es muy desproporcionado. El cuerpo y los miembros se diferencian en que los muslos son relativamente demasiado cortos, los brazos demasiado largos, los pulgares demasiado pequeños, la palma de la mano demasiado larga y estrecha, los pies más parecidos á manos que á pies humanos. Sus nalgas son abultadas y carnosas como enel hombre; tiene una especie de pantorrilla en las piernas, y por consiguiente es el animal mejor conformado para andar con dos pies, pero como los dedos de estas" extremidades son muy largos, y su talón se apoya en tierra más difícilmente que el del hombre, tiene más facilidad para correr que para andar. El pulgar de sus pies está colocado como en una mano, su cara es plana, lisa y atezada; sus orejas, sus manos, sus pies, su pecho y su vientre también son lisos y sin pelo; en la cabeza tiene pelos que caen en forma de cabellos por las sienes, pelos en la espalda y en las piernas, pero en corta cantidad; tiene todos los dientes, y hasta los caninos, semejantes á los nuestros. Buffon dice haber visto un orangután que andaba siempre en dos pies aun cuando llevara cosas pesadas; su aire era triste, su ademan grave, sus movimientos mesurados, su natural agradable y muy diferente de los otros monos; no tenia la impaciencia del magote, la malignidad del babuino ni la extravagancia del macaco. La palabra y el gesto, añade el célebre naturalista, bastaban para indicar cualquier cosa á nuestro orangután; para el babuino hacia falta el palo, y el látigo para ios otros que casi nunca obedecen sino á fuerza de golpes. He visto á aquel animal presentar la mano para acompañar y despedir á las personas que venían á visitarle, pasearse gravemente con ellos y como en compañía, le he visto sentarse á la mesa, desdoblar su servilleta, limpiarse los labios, servirse de la cuchara y del tenedor para comer, echar él mismo de beber en su vaso y chocarle con otro cuando le invitaban ir á tomar una taza y su platillo, traerlo á la mesa, echar azúcary té, dejarlo enfriar y beberlo; y todo esto sin más instigación qup la palabra ó el gesto de su amo, y á veces por sí inisspo. No hacia mal á nadie, se acercaba con circunspección j se presentaba como solicitando caricias. Era'muy aficionado á las grajeas; todo el mundo le daba, y como tenia mucha tos y el pecho afectado, aquella graa cantidad de cosas azucaradas contribuyó sin duda á abreviar su vida. No vivió en París más que un verano, y murió al invierno siguiente en Londres. Gomia casi de todo, pero prefería las frutas secas á cualquier otro alimento; bebia vino, aunque en corta cantidad, y le dejaba de buena gana por leche, té li otros líquidos azucarados. (1) Orang-Mm significa en lengua malaya h-jmln de Uu bosquei. 280 EL MUNDO ILUSTRADO. El naturalista alemán L. Martins hizo un viaje con objeto de visitar y estudiar todos los jardines zoológicos del continente; de la relación que de él hace y que publicó bajo el título de Estudios sobre la Naturaleza, entresacaremos la parte relativa al orang-utan del establecimiento de Francfort, reproducido por medio del grabado en la página 265. Dice así: «Este orangután es originario de Borneo, y el año pasado fué regalado al jardín zoológico de Francfort por Mr. Jacobson, cónsul alemán en la isla de Java. El ajuar de su jaula consiste en un árbol para trepar, una cuerda para columpiarse, una escalera de mano, un cajondormitorio con sus mantas de lana, un carrito para pasearse y una silla de Viena. Fué en otoño del año pasado cuando vi á ese mono, que en seguida me alargó su mano al través de la reja, como si fuésemos antiguos conocidos, al paso que ensanchaba los labios para producir una á modo de sonrisa de satisfacción y que sus pardos ojos me miraban benevolentemente. Como tengo por costumbre hablar á los animales, echamos á un lado las fórmulas ceremoniosas del saludo y la presentación; por lo tanto, el orangután sin más ni más me acarició la barba con su mano derecha; luego se entretuvo con la cadena de mi reloj, y también llamóle grandemente la atención un alfiler que yo llevaba clavado en la solapa de la levita y que se empeñaba en quitarme por más que me oponía. A la sazón llegaron al pié de su jaula algu^ nos niños, que recibió el mono, según costumbre, con grandes demostraciones de cariño, alargándoles algunas migajas del pan blanco que le habia sobrado de su almuerzo, pero como las rehusaran los chicos, esto disgustó visiblemente al orangután y apartándose de ellos se encaramó en su silla y allí se mantuvo acurrucado y restregándose los ojos, cual suelen hacer algunos hombres cuando se han equivocado ó cometido una torpeza. Mantúvose quieto un momento, después cogió la cuerda, subió sobre el respaldo de la silla y la hizo caer al suelo. A todo esto habia penetrado en la jaula la persona que le cuidaba, y lo primero que hizo el mono fué quitarle la gorra, ponérsela y luego arrojarla, lo mismo que un muchacho travieso. Este orangután suele entretenerse asimismo en aplastar con una bola de madera un pito de estaño, para saber lo que contiene dentro, y no para hasta que le ha partido: también suele manosear de lo lindo el termómetro colgado en su habitación. Generalmente se mantiene grave, pero cuando medita alguna travesura ensancha la boca, al igual de nosotros, y si le ha salido bien la treta la abre y lanza una especie de risotada. El orangután adulto tiene grandes depósitos de aire en ambos lados del cuello, con los cuales puede producir sonidos que atruenan las selvas, sonidos que comunmente no lanzan los individuos jóvenes. A eso de la» cinco de la tarde entra sueño á nuestro orangután, se frota los ojos y bosteza. Entonces le dan de cenar; terminada la cena se dirige á su cama con paso grave, echándose de espaldas como las personas, tapándose el rostro con la manta y durmiendo tranquilamente hasta la mañana siguiente.» Tal es el mono grande á quien el hombre ha dado alguna educación; veámosle ahora abandonado á su propia naturaleza. «En las cercanías de Gambia, dice Froger, los monos son más malos y mayores que en ningún punto del África; los negros los temen, y no tpueden ir solos, al campo sin correr peligro de verse atacados por estos animales que les presentan un palo y les obligan abatirse. Muchas veces se les ha visto llevar á los árboles niños de siete y ocho años que costaba un trabajo inmenso quitarles. La mayor parte de los negros creen que es una nación extranjera que ha venido á establecerse en su país, y que si no hablan es por temor de verse obligados á trabajar.»—B. EL SALUDO Á LOS HERIDOS. (Véase el grabado de las páginas 276 y TH). « Eduardo Detaille es uno de los modernos pintores franceses que con más éxito se ha dedicado á reproducir tipos y escenas militares. Como Meisonnier y como Neuville ha alcanzado merecida fama por su fiel interpretación. Y es que Detaille se identifica con el asunto, siente á maravilla las impresiones que traslada al lienzo, resultando de aquí el que sus cuadros sean admirados por los inteligentes y causen al propio tiempo el entusiasmo de los que han vivido la vida de las luchas y de los combates. La vida militar ofrece por otra parte inagotables temas al artista: la personalidad del soldado toma cuerpo, se eng-randece en los campos de batalla, y las escenas del vivac, de la avanzada, del alojamiento, de la escaramuza, el crítico momento de la lucha, prestan al pincel asuntos en gran manera interesantes y variados, sublimes y conmovedores. La campaña de 1870-71 ha facilitado numerosos temas de este género á los artistas franceses: su pincel parece que se ha complacido en reproducir diferentes aspectos de esa lucha tan breve como desastrosa para aquel país; en poner de relieve el desesperado esfuerzo de sus soldados, el arrojo que les distinguía, la tradicional bizarría francesa que luchaba en vano contra elementos mejor organizados é instruidos, y lo que es más triste aun, contra las rutinarias prescripciones tácticas que mal se armonizaban con las nuevas exigencias del combate y el acertado empleo de los fuegos. Y al reproducir 0 las escenas de esa campaña, escenas que han podido contemplar personalmente los pintores del país vecino, han creado obras tan notables como el cuadro Le Bourget, de Neuville, y el que Detaille expuso en el Salón de 1877, que hoy reproducimos en las páginas 276 y 277 de EL MUNDO ILUSTÍÍADO. Un veterano general francés rodeado de sus ayudantes y ordenanzas saluda á un grupo de soldados heridos que desfila escoltado por cuatro jinetes. La actitud respetuosa del oficial .superior y de su séquito contrasta con el aire indiferente, sino altivo, con que cruzan á su vista los prisioneros alemanes, en cuyo semblante se retrata el noble orgullo del militar vencido honrosamente. Escasa es la perspectiva, pero puede apreciarse en los espacios que dejan libres las figuras á derecha é izquierda, espacios en que aparecen fuerzas de infantería y artillería en posición. El día húmedo y lluvioso da á la escena esas luces opacas que aumentan en los campos de batalla el sentimiento vago de la melancolía. El conjunto de este cuadro agrada; las figuras están agrupadas y dibujadas con acierto, descollando entre todas la del húsar que aparece en primer término á la derecha, precediendo á los heridos: el suelo encharcado y húmedo y el firmamento encapotado han de dar á la escena un sello especial que el grabado no permite apreciar debidamente. Tal es la impresión que produce la notable obra de Detaille que ofrecemos hoy á nuestros lectores, en la seguridad dé qué no dejarán de admirar su verdadero mérito.—F, B. - Reservados todos los derechos de propiedad artística y literaria. —Queda hecho el depósito que iiiarca la ley i! Vl.:'i i , n i . « - • ' • • • • • " • i '•'.' ! i -1 : í ' ( yí ,Tí¡- 'í':-\r.i -i iZüiUrr.iii ,!.,, ' 11''' . .' r • I i • Ti N 1) d N ro Cu > O -O •o O X u o CQ O