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S A L V A D O R R E Y E S Las M a r e a s del Sur POESÍAS N A S C I M E N T O O B R A S DEL AUTOR B A R C O EBRIO. P o e m a s 1923. EL U L T I M O P I R A T A . Cuentos L A S M A R E A S DEL 1925. SUR. PROXIMAMENTE T R E S N O V E L A S D E LA COSTA. L O Q U E EL T I E M P O D E J A . Cuentos. S A L V A D O R R E Y E S Las Mareas del Sur 1924 E D I T SANTIAGO O R I A L - 1950 N A S C I M E N T O 1930 CHILE ImDresoenlosTalleresde la Editorial Nascimento = Ahumada I I J Santiago de Chile. 1930. EL T E S O R O Lo mismo que una barca a la deriva, mi corazón va por los mares grises. Lo tripulan mujeres pensativas... Y en los largos o c a s o s marineros el viento agita entre las jarcias de oro los v a g o s estandartes del recuerdo. En este absurdo viaje sin derrota, igual que un Capitán desventurado, voy echando tesoros por la borda. 5 Ya sólo quedan a mis tripulantes mis nostálgicos cantos de indolencia con qué adornar s u s almas y sus carnes. C o m o recibe a los marinos muertos, el mar recibe i o d o s mis tesoros. El mar que un día acogerá mi cuerpo. Y entre los peces y entre los corales, van durmiéndose a popa de mi barca rosas fastuosas y crepusculares. Para ataviar de seda a las mujeres que acompañan mi viaje a la deriva aun me quedan los cantos indolentes. Pero también los perderé . La última riqueza que irá al mar será los cuerpos de e s a s mujeres blancas y desnudas. 6 FUGITIVA Te alzas frente a las tardes en un perenne gesto de adiós. Rompiendo las mañanas, se va tu corazón entre ios vientos rubios, c o m o se va e! aroma de tu carne adorada. Sí caminas, pintas de otoño los paisajes; si me abrazas, e s c o m o si tus brazos me vistieran de todas las distancias. 7 Y me das en tus b e s o s los mares y las tierras y los cielos. N o fe vas; sin embargo, sufro por retenerte. Q u e d o más triste siempre que tú estás más alegre y abres mi corazón para que caiga en él toda la sangre del poniente. M u c h o de errante y de nostálgico llevas en ti. Tu carne, tu voz, tu sombra, pasan demasiado rápidas sobre mi alma. Y aún me estés besando cuando, para que vuelvas, me arrodillo tendiéndote las manos. Siendo mía, eres tú quien de imposibles me llenó la vida. Y nunca advertirás el cotidiano tormento de sentirme pasajero en la fiesta de tus labios. 8 VIAJERO Y o siempre estoy de viaje. En mi silencio canta la pena de ¡as partidas sin retorno; en mi mano hoy conservo la misma flecha con que ayer cazaba la luna del otro hemisferio. Porque yo soy el viaje y el viajero, cada vez que me alejo de aigo que me es querido me encuentro más cercano de mí mismo. 9 A bordo de los años —marinero secreto— para la travesía no he buscado tripulación ni pasajeros. Llevo en la hornalla de mi pipa una fiesta de humos y de razas, mientras una mujer de luz proyecta su sombra sobre mi alma. Hoy zarpa mi navio. S é que en los cuatro puntos cardinales me aguardan mis recuerdos, más viejos que yo mismo. 10 BRUJULA S ó l o una lefra de íu nombre, Inés, traiciona ios cuatro puntos cardinales. N . S . E. O. S ó l o allá, al fin, el O e s t e se abre libre de ti, c o m o un fruto ácido mostrando su pulpa de aventuras. 11 Porque al Sur, Inés, está la última letra llena de c o s a s tan lejanas que s ó l o mi corazón l a s 3 ° tocado; al Norte, la segunda c o m o un pájaro que volara sembrando el Invierno; al Este, la tercera, donde descansa tu música tal c o m o el día descansa apoyando s u s manos en tus sienes. Y s ó l o el O e s t e se abre libre de ti, cruzado por la inicia! de tu nombre que no basta a cubrirlo. Tal vez si mi destino no estuviera anclado al fondo de tus ojos impasibles, me volvería hacia el O e s t e lleno de cabelleras d e s a t a d a s . . . Si mi destino fuera algo menos que lormar con mis horas la cárcel de fu pensamiento. 12 CAZADOR Estas tardes he c a z a d o ciudades. Entre el tumulto urbano les tiendo el lazo de mi sensación, en medio de los jardines donde la soledad se abre c o m o una flor monstruosa. Y las ciudades incautas caen para siempre prisioneras de mí alma, mientras el sol tirantea las tardes del estío. 13 Porque yo amo esta luz esmaltada sobre inverosímiles minaretes, en un país demasiado cálido, junto al mar que late c o m o los tamboriles de las danzas indias; porque yo amo los bellos felinos rayados que tienen la agilidad de la tristeza, y amo también el inmenso abismo que se abre para nosotros cuando llegamos a una ciudad que nuestro corazón nunca ha tocado. D e quien sabe qué c o s a s antiguas se han formado estos días. Los dioses tallados en madera de teck sonríen para mi sueño, la sombra de los árboles y de los tranvías sobre las calles arrastra el rumor creciente de pueblos dorados, en lejanas comarcas. D e quien sabe qué c o s a s antiguas se han formado estos días. En las mareas del Sur flotan como despojos de abordajes. Pero, ¿cómo decirlo cuando frente al inexorable signo de mi destino estoy cierto de ignorar el más íntimo latido de mi corazón? 14 ESTACION La Estación condecora el pecho de la noche con su cruz luminosa. Penetro a la Estación vestido con mi abrigo de tormentas y fumando mi pipa de dulces cabelleras 15 Al fondo de la noche se alza una voz c o m o un hilo de humo en un paisaje nevado. ¿Es que hablé yo, o hablaste tú, mi amor? Nadie podrá decirlo. Mañana estaré lejos y ya siento crecer entre mis huesos la zarza de tu olvido. Nadie podrá decirnos quién de los d o s h a b l ó . . . M e llevo la quimera de tus b e s o s y soy como un fantasma empapado en el agua de un espejo. Esta noche los trenes van enredando mi alma en sus telas de araña. Mañana estaré lejos. Sin embargo, un nombre claro mantiene aún mi corazón anclado. 16 (Tengo el alma llovida de viajeros perdidos y músicas antiguas). L o s trenes gritan desenvolviendo los caminos y ya siento crecer entre mis huesos la zarza de tu olvido. 17 SPLEEN En el signo amarillo de las calles yo estoy con las manos atadas. A mis piernas se enredan caminos que no andan. Diez inviernos sobre mi corazón encharcaron s u s aguas. N o obstante, muchas veces, oí sonar al fondo de las noches el canto que derriba las murallas. 19 Ciudad enmudecida, cúbica, blanca; dado con que el hastío me está jugando una partida ya demasiado larga. Ciudad sin Norte. Por tus calles donde mi sombra arrastra la sombra de mi alma, yo camino y camino. Alguien pone a secar s u s rosadas percalas en la cuerda de los horizontes domésticos Y en las noches humosas, cuando aullan los perros, doblo mi vida en cuatro, como un papel en el que hubiera escrito versos vulgares irremediablemente concluidos. 20 PIPA En torno de mí pipa danzan los días ágiles S u danza tiene colores salvajes. Amarrando estaciones donde aullan los trenes de los años, en mi pipa se esconden taciturnos viajeros del pasado. 21 Hamaca de mujeres, imprecación de marineros... S o y yo mismo, tendido sobre el humo, hacia la noche activa del recuerdo. Cabellera de nieblas y de algas, pipa de las tormentas, antena de la nada. Hay en el agua inmóvil de la vida una goleta anclada. Piloto sin tortuna, engrillado en el humo inglés y amargo, maldigo el entusiasmo. Mientras danzan los días, como guerreros negros, en torno de la hornalla de mi pipa. 22 TARDE Por el puente de tu v o z llega la última claridad del Bien pronto de las torres volarán algunos pájaros a picotear los calendarios. A l g o habrá muerto en ti. Bajo la lámpara, el arco del tiempo está demasiado tenso. 23 sol. Y las ciudades cambian entre sí s u s secretos. T o d o s los trenes aullan en el fondo de la vida. M a s allá del ecuador en una veleta se ha enredado el día. 24 INFANCIA Siento crecer el rumor de las viejas bahías del Norte. Allá, donde mi infancia tendió su arco de certera nostalgia. Las gaviotas de entonces todavía desgarran las lunas de colores. Era azul y amarillo el O t o ñ o marítimo, 25 Los pescadores, cogidos de la mano, rodeaban el océano. Y o traigo de e s o s días mi secreto. N a d a d o r que ha vencido la marea del tiempo. Recuerdo todavía las tranquilas mañanas que cantaban como pájaros de neblina, anidando en los paquebots anclados. Sobre las tempestades bailé cien veces la super danza de la muerte. Era la infancia. Una niña, inclinada, apresuraba el paso de las tardes. D e s d e s u s ojos verdes los años se pegaron a mis sienes. 26 SIEMPRE Tú estabas atisbando mi vida tras los vidrios brumosos del más lejano Otoño. Porque tú no has llegado recién ahora: tú has estado conmigo siempre, siempre.. H o y sé que lueron tus manos las que anclaron el primero de los crepusculares navios de mis sueños. H o y sé que tus cabellos perlumaban la casa azul de mi niñez y que bajo el primero de mis b e s o s fué tu boca la que encontré. 27 Al fondo de mi vida, el vienío del Invierno canta tu nombre, Inés, y te trae hasta mí c o m o una canción entre la niebla, c o m o una canción cuando ignoramos el cantor. Si te perdiera, habría de recomenzar a construir los imposibles; los sueños, los b e s o s y las primeras penas allá, en el puerto brumoso de mi infancia, huérfano de navios, con su mar gris y profundo c o m o el agua de un espejo donde sólo se reflejan el vacío y el silencio. 28 OASIS El jardín, disuelío en la tarde, chorrea los cristales con su agua musgosa y amarilla. U n árbol dispara flechas de golondrinas hacia el Sur. ¿ S a b e s tú? Hacia el Sur, donde los días demasiado maduros revientan al caer sobre la tierra. Tus ojos mongólicos sonríen; en tu boca se arquea la sabiduría de los b e s o s y tus manos agitan la penumbra en que muy pronto nuestros rostros se sorprenderán demasiado pálidos. 29 Acércate a mí para hundirnos unidos en esta agua de la tarde que cotidianamente va carcomiéndonos el corazón. Acércate a mí, sombra de mi propia alma, muchacha de humo, desvanecida en los mares, ondulante frente al altar de Astartea y de Brahma. Acércate a mí, porque el tiempo cae en pesadas gotas sobre mi frente y quiero dormir. Abre aquel libro—Lord Dunsany, Farrere, Conan D o y l e — N o me asombraría que el desierto se extendiese más allá de la ventana y que un tigre se durmiera a tus plantas; no me asombraría que «El Hombre del Haschisch» desembarcara del «Korosko» y que Timur y H o n g - K o p vinieran a contarnos su historia. Tú, ¿naciste en Bombay o en El Cairo? ¿Cuánto tiempo hace que no viajas en camello? ¿Por qué haces ese gesto? ¡Ah!... ¡Todo lo has olvidado!... ¡Todo lo has olvidado!... Pero no importa!.. Y o tampoco me acuerdo de mis antiguos países. A pesar de ello nuestras manos se estrechan amorosamente y tú s a b e s besar. Es que tal vez no s o m o s sino un poco de sombra entre la sombra que cercena el jardín. 30 JUVENTUD C o n el hongo inclinado hacia la izquierda y ataviada con la bruma de lejanas ciudades nocturnas, juventud, te veo pasar tras aquella mujer. Juventud ¿eres mía, o soy, acaso, un hombre sin edad, algo borroso que viene del fondo del tiempo, c a n s a d o de abrirse camino entre tanto recuerdo? 31 N o c h e a noche me dices: — ¡ H a s t a nunca! Y o te tiendo la mano sin responder y mientras sales del casino sigo haciendo dibujos con mi bastón sobre el parquet. D o m a d o s por un gesto indiferente escondemos quien sabe qué dolores. Pero cuando te marches para siempre tus p a s o s dejarán un eco amargo para dormir mi corazón. Temo a esa noche que anclará en mi vida sin traerte a su bordo. ¿Qué rostros hallaré en lugar del tuyo? S ó l o entonces sabré cuánto te amaba, y si en la multitud volviera a hallarte creo que lloraría de ternura. Nunca estaré tan s o l o c o m o entonces. ¿ Q u é haré con la palabra emocionada que nunca n o s dijimos? Inmóvil miraré c ó m o se aleja tu música de invierno. Tras el humo de tu último cigarro, yo me iré envejeciendo. 32 LIMITE Página escrita de soledad y frío. El filo del viento puliendo una noche de tristes hogares. Desde mí mismo veo surgir tu imagen cansada, tus manos de adiós, tu abandonado rostro al fin de los caminos llenos de nieve, de lodo, de vagabundos con grandes perros famélicos. Mi corazón golpea la sombra creciente del invierno. Hallo unos labios que hablan de un pesar que sólo fué mío. El olor de la niebla y la delgada fuga de tus besos. ¿Dónde buscarte? Estoy cansado, ¡tan cansado! La noche se levanta desde tu nombre y las horas pasan con su franja de luto. 33 C o n frecuencia todo se abre vacío para mí. Duermo entonces; sueño en ti, gran ausente. C o n sólo oprimir mi pulso siento la agonía del mundo y mi agonía. Permanezco tendido. M e arrastra la marea del sueño. S o y el cadáver del náufrago de cuyo barco jamás se supo el nombre. Pero, después de todo, ¿qué importa mi corazón? A través del invierno, de su niebla con olor a tiempo, la pipa bien equipada parte hacia el país de lo inútil. Y s ó l o por esto, en el libro de las estaciones, a m o el rugoso pergamino de los meses de lluvia. ¿ D ó n d e estás ahora? ¿ A c a s o en la ciudad donde antes yo creí hallar la paz del corazón? ¿ A c a s o en un país donde las lámparas son lágrimas de la bruma? ¿ D ó n d e estés? Y, sobre todo, ¿quién eres tú, cuyo perfume guía al viento helado del invierno? Desfallezco. El sueño me roe el cerebro. Recorre mi cuerpo. N o puedo retener tu memoria. Mi pipa enciende un faro a los fantasmas. Nadie tengo a mi lado, pero siento latir un corazón que no es el mío. 34 Tú marchas allá .. lejos... cerca... en la crujiente noche de frío; tu piel se moja de un color extranjero y ia ciudad echa el ancla en los espejos. Pienso en ti, gran ausente, detrás de este límite de muerte que me separa de todo. 35 DESTINO Inclinado sobre fu boca pintada y triste por la risa de veinte años, he aquí mi secreto. El corazón ebrio de músicas falsas, golpeando para tu baile el gong de las noches alegres. Mi vida enmascarando su- vejez de pensamiento con tus multicolores vestidos de niña. Así, tú y yo p o c o sabemos del oscuro y vacilante hermano que camina en nosotros. 37 Y o no podré Tus ojos que bajo el seño no me vieron señalarte el día de mi partida primera. saben descubrir del hombre las huellas de s u s traiciones, alejarme. Fué tal vez hace tantos años, bajo el arco de la infancia, cuando la canción de la costa atrapaba en sus tentáculos a la flor de la luna. D e s d e entonces he andado lejos de mí, recobrándome s ó l o por momentos, viviendo en secreto mi propia ausencia, sin poder amar, sin poder llorar verdaderamente, arrastrado por el viento de los caminos. Nada comprendes de esta gran soledad sin asilo. Tu perdón cae en ella, duerme en ella y sonríe. Y o estoy aquí cercado de vidas perdidas, de espantosos naufragios, de pueblos que cantan en lengua extranjera. Tu amor de siempre que no dure sino el minuto en que el ancla abandona el fondo de la bahía. Esta noche de amor clavada por los silbidos de los vagabundos y nada más. 38 Otra c o s a sería descifrar tu alma, poseer tu vida y tu voluntad. P o d e m o s partir, pero no iremos juntos demasiado lejos... Ten recelo de mí, no te acerques demasiado a mi corazón. Dejaría de desearte. Y s ó l o amo el deseo. Quiero sufrir la amarga dicha de perderte, de decirte adiós siempre bajo el cielo de la noche, en el muelle donde el destino escribe su signo de partida. 39 EXPEDICION Hay un país donde florece tu alegría, donde la sombra de las grandes palmeras recorta estrellas en el bochorno vespertino para, velar el sueño a los viejos piratas de las islas. D e s d e s u s playas, c o m o tigres reales, los días ágiles saltan el arco de las noches y entre s u s garras ensangrentadas de recuerdos hacen rodar las constelaciones. 41 Allí florece tu alegría viendo el desfile de los sátrapas hieráticos y de los cazadores de jaguares, mientras junto a tus pies el Mar Latino entrechoca collares de naufragios. Y hace ya mucho tiempo... Hacia el país sonoro de fu risa, hacia el país lejano, yo voy guiando mi corazón envejecido en el largo crucero de los años. ¡Cuántas tripulaciones cayeron en el viaje! Trágicos timoneles, gavieros taciturnos... Entre las tempestades de mi espejo ruedan vuestras cabezas con los labios clavados por el último juramento. Sin embargo persisto. N a v e g o hacia el país de tu alegría, voy hacia ti .. M i s marineros han muerto. ¡Pero no importa nada! | N o importa nada que muera yo mismo!... Hace ya muchos a ñ o s que he visto mi propio fantasma. 42 CANTO DE AMOR En este pobre sueño de la vida quiero decirte la verdad del amor. Alguien, cerca de mí, me roba las palabras y escribe con ellas c o s a s perdidas en el tiempo. Te amo. El sueño es breve. El canto va segando mi voz. La noche vuelca su cubilete de estrellas y el vuelo de la tierra no tiene otro faro que nuestra ventana abierta. 43 C a z a n tus ojos la música nocturna. Pienso en tu amor y en las mujeres cuyo nombre he olvidado y c u y o s rasgos, dispersos en los años, forman la inútil red. Te amo. Estey triste por este amor oscuro que nace de una embriaguez de muerte y de c o s a s perdidas. Y o s o ñ é las bellas historias de tus ojos, pero ahora s ó l o veo la fuga de todo, la gran soledad, la gran separación que se agazapa detrás de nuestros besos. Siento la vida que aletea en tu pulso c o m o una mariposa prisionera. ¡Cuánta piedad necesito de ti! N e g r o soy como el Capitán que se hundió maldiciendo, c o m o el arrecife sin asidero para el náufrago. Pero piensa que te amo con la dignidad de mi tristeza. U n apretado nudo de s o l l o z o s vuelca en mí tu destino. Te amo con esa amarga sabiduría del tiempo, con toda mi fe en el misterio piadoso del mundo. Q u i z á s un día hables de mí, ya ausente. Tus labios habrán bebido la copa colmada de mi vida. Pero no sabrás nunca de qué pesada sombra estuvo hecho mi corazón. 44 Para entonces guarda el pensar de quien tanto te quiso. ¿ C ó m o serás en ese tiempo? ¿Dónde estaré yo que no pueda acercarme al espejo en cuya agua quieras lavar un rostro que traicione al tuyo? Te amo- Miserable e s el tiempo del y sufro por la vida que libertan tus Mi angustia no conoce sino la ruta pienso en mi padre y en todos los amor, venas. de tus manos, y al nombrarte muertos de mi sangre. Y o soñé las bellas historias de tus ojos. Sin embargo, sólo dolor te he dado. V e o c ó m o lucha tu rostro y surge de los días. Te amo y quisiera llorar sobre las hojas muertas de los años. 45 ELEGIA N o podrás volver nunca por los largos caminos mecidos en el tiempo. D e allá, de tu país sin días, llega el rumor de tu destino encadenado. Sobre tu sueño una presencia tan ausente. Rostros que atisban tu quietud. Algo te oculta, algo que no alcanza a rozarte. Tu pensamiento inclinado, dejó caer la hora del amor. 47 N o podrás volver nunca. Mi dolor va apoyado en tus hombros para llegar a todos. Tú estás viejo, tan viejo que los cielos te cercan. H a s envejecido a mi lado. Y o no te he visto envejecer. Viajero, yo te entregué mi corazón, trágico viajero enredado en las altas latitudes. N o podrás volver nunca. P a s ó para nosotros la hora que pudo unir nuestra esperanza. Viajero, trágico Capitán, mírate en mi: yo soy tu fantasma y tu verdad. D o b l o la página de ausencia, la expedición inútil; anclo a la sombra de una voz alta y venturosa. En la ribera grandes dioses inmóviles custodian para mí ese secreto que tú ya conoces. Y tal vez, ¡oh, viajero! tal vez no haya pasado la hora de la sabiduría y del amor. Aquí el da s u s allá, en s o y yo Tu Yo Tú, Yo reloj, árbol del tiempo, frutos de horas; tu país sin días, también el que vigilo tu sueño. nombre, empapado de ausencia, se pronuncia en voz baja. ya no sé mirarme sino en las pupilas de los muertos. compadécete de mi soledad. soy el arrecife de alta mar. 48 VALPARAISO En esta playa muere la ola de la música. ¿Quién para cantar usa mi propio corazón? Entre el humo de mi pipa, amiga, veo tu silueta clavada por la daga de la melodía. Todas las cartas geográficas en la cinta de tu voz. Del acordeón zarpan navios de estremecidas gavias y tú exprimes el ritmo de países maduros, mientras yo estoy aquí, vencido por la angustia de tantos hombres que nunca he conocido. 49 O y e latir el puerto en la huida del día. Porque a estas tierras del Sur el día liega cansado de su viaje y rueda, gota de luz pronto absorbida por los paralelos. El día del Sur es como la hoja de un puñal: ancho en Valparaíso, va afinándose hasta el agudo extremo luminoso de Magallanes donde roza un instante las alas plegadas del Invierno Ya echó el puerto su red de encendidas ventanas para pescar la tarde. La noche se abre ahora de un golpe s e c o en las tabernas y en los bailes de marineros. Ahora beben su licor, fuman su tabaco los pescadores de las grandes ballenas antárticas, los «gringos» del malecón, los capitanes de altura y el hombre de los ojos oblicuos a quien llamas «el soñador de S h a n G h a y » . Así, muchacha, es la noche del Sur, prolongada, c o m o la noche de los amantes extenuados. O y e latir el Pacífico. El viento carga para la gran travesía su litoral de luces. D e este collar de puertos que rodea el océano, Valparaíso se desprende y se quiebra en la profundidad de la noche, alia, de donde vienen las tormentas, los lutos escritos en el extremo del periódico, la voz del Capitán que domina a la ola. 50 S ó l o el oblicuo vagabundo del muelle, el aduanero taciturno y sin novia, el marinero, viejo diez veces más que su vieja pipa, conocen los nombres que la marea arrastra: Lilinu-Kalami, reina de Haway, que en los más solitarios paralelos sale al encuentro de los capitanes perdidos; «Tusitala», buen inglés, que amaba su tabaco y su collar de flores de las islas. La guitarra del tiempo canta en las mareas. El sueño de las c o s a s sin fortuna cimbra el abandono de los navegantes, persigue la estela de los cetáceos en las grises tardes de alta mar. El Pacífico, tam-tam de los sueños. golpeado por un millar de puertos luminosos, música que empuja hacia un destino sin ansiedad, soledad bienhechora del corazón donde toda amargura,. encuentra sabiduría y vida. Valparaíso, palabra botada en los figones de Hong-Kong, tras los visillos de Bretaña, en las mañanas de O s l o . Valparaíso y la tormenta. Y para s u s muertos la Cruz del Sur detenida en su vuelo por la piedad. 51 D a n z a ahora, muchacha, al son de las mareas. He aquí el viejo tam-tam de los sueños, he aquí la mejor tumba y el puerto pintado de luces extranjeras. Mi pipa, tu baile, el O c é a n o y su sueño de D i o s . D a n z a , muchacha, al son de las mareas que el mundo navega en la tormenta de mi pensamiento. 52 MENSAJE E s ahora cuando la noche apareja junto al viejo muelle de tu puerto, cuando los aduaneros encienden los fanales, cuando el acordeón — b o m b a pneumática de la tristeza— achica el agua en los pontones. 53 Y esta es la hora de abandonar el muelle de tu puerto, lleno de fardos ingleses, c o n s u s plataformas donde los viejos Almirantes ceremoniosos se inclinan para las damas que se dejaron mecer entre s u s brazos, c o m o uno se deja mecer en los alisios. E s la hora de la cual se desprenden las lágrimas de las mujeres que amaron los marinos. Y es ahora cuando la noche atraca para ti su navio, cuando tú debes partir hacia tu secreta patria en ese viaje tantas veces emprendido, cuya arribada es imposible c o m o todo lo infinito que no pide nada. Te veo indecisa en el muelle nocturno, donde los fardos de mercaderías inglesas alzan los vericuetos de una ciudad trágica; te veo indecisa con tu pequeño Brahma sobre el pecho, a ti, que has viajado más allá de lo posible y de lo imposible, sonriendo en el secreto de nuestra sabiduría. Las espadas rojas y verdes de los fanales ondulan en el mar. Las amarras de la noche crujen en el reflujo; todo el tabaco del marinero de guardia s e ha ido al cielo. 54 Vacilante interrogas al Capitán que no puede responderte, al Capitán que está mudo y solemne esperando tu gesto decisivo. N a d a debes temer, sin embargo. D e s d e lejos, desde esta ciudad terrestre y cobarde, yo te aseguro que él perteneció a nuestras viejas tripulaciones y que un día él mismo nos ha de llevar al otro lado del mundo. ¡Parte! Los marineros están listos para cortar los cabos. Anfitrita, en el mascarón de proa, sueña beber las mareas del Sur. ¡Parte!... Y o seré quien te diga el adiós último y el ¡hurra! cuando vuelvas trayendo un nuevo signo de misterio sobre tus labios que saben callar. 55 TIEMPO Y o soy el viejo hombre de las tormentas a quien el Invierno lame obstinadamente la mano. M e echo a dormir delante de tu ventana cerrada mientras la escarcha me endurece la barba. Y o s o y el viejo hombre que sonríe al amor, en tanto que la nieve cubre el sepulcro de los mejores amantes; yo s o y el que habría conocido la felicidad, si la desgracia no tuviera su voz de O t o ñ o azul tras de la infancia. 57 Y o soy el viejo hombre que siempre atiende a su reloj, atisbando el requicio que pudiera dejar el tiempo. El tiempo, guerrero armado de imposibles, flechero de la nada. A veces me despierto cubierto de sangre y de blasfemias porque el mar, en la noche, arroja sobre mí s u s muertos. Y o soy, tal vez, el litoral de las tormentas donde arde la última hoguera del naufragio. M e echo a dormir delante de tu ventana cerrada, g o z o s o de mi vejez infinita, triste por mi feliz destino. Tus sueños gotean c o m o grandes flores maléficas en círculos dorados y azules que ensanchan la noche. Y o s o y el viejo hombre. Mi alma y mi barba me molestan y parece que me crecen juntas. Tú, al despertarte, cruzas por mi pecho y echas a andar por los caminos de mi sombra. 58 VELADA Te alzas a veces en medio de un círculo de vida distante. U n dedo de luz alarga el carmín de tus labios. Entonces la casa, con las alas plegadas, arquea su dorso, porque todo quiere ser acariciado y las cruces de la noche están mojadas en lágrimas. Y o busco en mí mismo piedad para mi corazón. La luz, la sombra, van tallando en nuestros rostros un signo secreto de espera. El gran viaje inmóvil a través de los días tiene aquí su descanso y prueba la miel de recuerdos que derrama la lámpara. 59 S o s t é n mi vida, apaga el resquemor de mi esperanza, dame la soledad del pensamiento, aíslame en el giro de fu danza, muchacha nocturna. Entonces me reconocerás: yo s o y el último de tus días; en mí se abre la nada y se mueren los llantos. El cielo de fiesta cuelga s u s guirnaldas ardientes y la casa devora la noche con s u s ventanas. N a d i e canta sino con la voz del pasado. El tiempo, más sigiloso que un ladrón, acecha. Le interrogo por mi destino y surge tu rostro. Así mi destino tiene un rostro. Los astros flotan en el agua de la noche. Grandes navios pálidos. Tripulaciones ebrias. N o s o t r o s , desgastados por el humo del sueño, esperamos todavía un p o c o más de vida. 60 NOCTURNO M á s crecida que mi voluntad, noche, derivas por tu río de estrellas. Recién desembarcados de ti, me cercan rostros innombrables. N o c h e , comedora de vidas y de cantos, tu manada de ojos voraces aulla en el miedo. C u a n d o te pliegas, hoja manuscrita de muerte, la palabra juventud se desliza lo mismo que un pez entre los días. Mi corazón se encuentra abandonado desde un tiempo sin tiempo y para entrar a ti yo sólo tengo este corazón con su pobre lágrima y su iluminación desconocida. 61 A tu playa de sombra todo viene a morir y yo, tal vez, no s o y sino un muerto entre tus muertos. Mi ojos se cansaron de seguir perfiles que tú robas; al amor tú lo hiciste pesado con tu espera inmutable y tu continua presencia, con tu greda azul donde se amasan estrellas y tumbas. Tú sola persistes, noche. En tu gran casa de milagro el sueño cuelga s u s lámparas alucinantes. Esfinge de orejas puntudas y lengua golosa, tendida sobre las mujeres, lames el secreto de su cuerpo. Y nada das en cambio. Tu corriente de astros ahonda el cauce de mi soledad. Tu aliento es el ritmo del mar. Embriaga mi alma, y al fin cierras mi vida con tu Cruz como un sello perfecto. 62 REPOSO O t o ñ o . Estación de reinos marchitos hilvanados en la soledad. U n a luna se duplica en la infancia. Ruinas celestes. Pobres cenizas. N a d a más que cenizas y ruinas, nada más que anhelos inútiles. Maduremos el tiempo del reposo para mi corazón y mi pensamiento. A v a n z o a través de una leyenda tan vieja. V o y perdido. Bárbaras hordas primitivas me empujan. 63 Inquieto estoy, arrodillado entre seres desnudos, frente a dioses de rostro grotesco. Maduremos la edad pacífica, el estío del canto. Los cielos vuelan hacia el Sur, las ciudades retroceden ardientes y locas; ei amor tiene el sabor delgado del otoño y el mar retuerce en mí su noche de naufragios. Alguna vez yo me encontré a mí mismo, alguna vez yo conocí mi mundo. Este cansancio de hoy lo crea el peregrino que busca el camino de su tienda, el rostro que busca su espejo, el hombre que anhela el fuego de su dios. M e basta soñar para que las ciudades se deshojen, tan antiguas algunas, bajo las cimitarras de sus principes, con sus radas llenas de barcos y canciones. Otras dormidas en la sangre de los mártires, otras ansiosas, secretas, c o m o mujeres poseídas. Dije: — ¿ C u á l es mi camino? Ella, tan joven, niña erguida finamente en el tiempo, sonrió y me condujo. Apretaba contra su pecho la imagen de su dios. A veces la imagen era de un dios distinto. Ella venía de un pueblo perdido y sin memoria. 64 El reposo, el camino; todo se confunde en mí, todo muere. El vacío de las c o s a s y el breve canto de la vida. S ó l o tengo la amiga y el signo cada vez más seguro en la piedad de lo que sufre y se aniquila. 65 PASADO U n a tarde y su anclaje de primavera en el puerto donde el acordeón ataba el corazón del viaje. Una palabra de entonces subsiste, sonríe aún en los cristales. Y o envejezco c o m o los muros bajo la lluvia. Crece en mí la maleza de la muerte. V o y a perder mi juventud y ya soy un mendigo de vida. 67 En ese tiempo el Pacífico golpeaba mi sueño. El mar y su majestad que no se conmueve con plegaria?. Sal oceánica para el signo del adepto, porque sólo el mar encierra la palabra- eterna que consuela. Entonces mi corazón, en los ramajes de la niñez, tenía sabor a frutas robadas al sol de la cimarra. C a d a noche un molino de cohetes jugaba en el cielo y el sol caminaba cabeza abajo c o m o los moscardones en el techo D e s p u é s he ido despertando sobre días inútiles, mientras la música del recuerdo se obstina detrás de la ventana. En el puerto blanco y pequeño las gaviotas se alimentaban de cielo; grandes marinos de barbas y pipas de brea ponían sobre mí sus manos en que aún tenían la rienda de las tormentas. Y o era entonces un niño con tanta vida dentro de mí; quizás un marino como aquellos. Mi barco había partido en el secreto de la noche dejándome abandonado para siempre en tierra extranjera. V o l v e r . . . ¿Hacia dónde volver? ¿Quién me dirá el país donde el camino se desvía alejándose de la decrepitud y de la eterna soledad? 68 INDICE Pâgs- El t e s o r o Fugitiva, Viajero Brújula Cazador Estación Spleen Pipa.... Tarde Infancia 5 7 Q 11 13 15 19 21 23 25 69 Págs. Siempre Oasis Juventud Límite Destino Expedición C a n t o de amor Elegía Valparaíso Mensaje Tiempo Velada Noríurno Reposo Pasado 27 29 31 33 37 41 43 47 49 53 57 59 61 63 67 70