Extraños - Fondo De Cultura Económica

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Extraños Amores homosexuales en el siglo XIX HISTORIA GRAHAM ROBB SECCIÓN DE OBRAS DE HISTORIA EXTRAÑOS Traducción de MARTÍ SOLER GRAHAM ROBB EXTRAÑOS Amores homosexuales en el siglo XIX FONDO DE CULTURA ECONÓMICA Primera edición en inglés, 2003 Primera edición en español, 2012 Robb, Graham Extraños. Amores homosexuales en el siglo XIX / Graham Robb ; trad. de Martí Soler. – México : FCE, 2012 397 p. : ilus. ; 21 × 14 cm. – (Colec. Historia) Título original: Strangers. Homosexual Love in the Nineteenth Century ISBN 978-607-16-0925-0 1. Homosexualidad – Historia – Siglo XIX I. Soler, Martí, tr. II. Ser. III. t. LC HQ76.3 E8 Dewey 306.766 R632e Distribución mundial Título original: Strangers. Homosexual Love in the Nineteenth Century Copyright © 2003, Graham Robb Reservados todos los derechos. Traducción autorizada de la edición en lengua inglesa publicada por Picador Diseño de portada: Teresa Guzmán Romero D. R. © 2012, FONDO DE CULTURA ECONÓMICA Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738, México, D. F. Empresa certificada ISO 9001:2008 Comentarios: [email protected] www.fondodeculturaeconomica.com Tel. (55) 5227-4672; fax (55) 5227-4640 Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio, sin la anuencia por escrito del titular de los derechos. ISBN 978-607-16-0925-0 Impreso en México • Printed in Mexico ÍNDICE Agradecimientos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Prejuicio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9 11 Primera parte I. En las sombras . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . II. El país de los ciegos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . III. Al descubierto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31 59 116 Segunda parte IV. Amor milagroso . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . V. Sociedad de extraños . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . VI. Un sexo por derecho propio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 165 203 227 Tercera parte VII. Cuentos de hadas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . VIII. El gentil Jesús . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . IX. Héroes de la vida moderna . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 253 298 323 Apéndices 1. Estadísticas de criminalidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2. “Un análisis personal categórico para el lector” . . . . 3. La Europa uraniana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7 347 351 354 8 ÍNDICE Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Lista de ilustraciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Índice analítico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 357 385 387 AGRADECIMIENTOS Este libro no habría existido sin los trabajos de Martin Duberman, Lillian Faderman, Evelyn Hooker, Jonathan Katz, Rictor Norton y la mayoría de los autores cuyos nombres aparecen en la bibliografía. Soy afortunado por ser deudor de Gill Coleridge, Starling Lawrence, Becky Senior y Peter Strauss por su apoyo y buen consejo. Camilla Elworthy, Andrew Kidd, Therese Mahoney, Simon Phillips y Alison Robb ayudaron igualmente a hacer de esta aventura extrañamente alegre. Stephen Roberts mejoró de manera inteligible el borrador original. Margaret escribió el libro conmigo. 9 PREJUICIO Con mis propios ojos he visto los ejemplos más bellos de algo que conocemos sólo por las tradiciones griegas. Pude observar, como un científico atento, sus aspectos morales y físicos. Se trata de un tema del que no se puede hablar casi, y mucho menos escribir, y así lo guardo para futuras conversaciones. GOETHE al duque Karl August, Roma, 29 de diciembre de 1787 [...] que el crimen más horrendo, detestable y contra natura (que entre los cristianos no puede nombrarse) llamado sodomía.1 Acusación del reverendo John Church, sesiones de Surrey, 1817 Más de una vez, mientras trabajaba en este libro, dejé la época de los sombreros de copa y de los polisones para encontrarme con que el mundo exterior era extrañamente similar. Un bibliotecario, susurrándole a un colega, se refería a los títulos que le pedía de una colección reservada como “libros indecentes”. Un librero francés guardaba los libros de gays y lesbianas detrás de la caja registradora de modo que se tuviera que preguntar por ellos personalmente. El director del archivo fotográfico de San Petersburgo rehusó proporcionar una fotografía que habría de ser usada en un libro sobre el amor homosexual. Conocidos míos me proporcionaban viejas ideas acerca de la homosexualidad como si mostraran amablemente una mascota dinosaurio o un pariente cromañón. A miembros de mi familia se les mostraba simpatía al tiempo que se les preguntaba qué estaba escribiendo. Se me encomiaba, de una manera desconcertante 1 Ian McCormick, Sexual Outcasts, p. 285. 11 12 PREJUICIO (y errónea), por mi valentía y se me importunaba por mi oportunismo —que especulaba en la lascivia para vender más libros—. Se me preguntaba qué gente famosa iba yo a “exponer”, por lo común implicando que mis suposiciones estarían equivocadas. Algunos se preguntaban si mi libro sería “en favor” o “en contra”. Otros, sabiendo que mi tema era la homosexualidad, me ofrecían retazos de información sobre abusadores de niños victorianos y espectaculares crímenes sexuales. Estudiosos británicos, franceses y estadunidenses me deseaban un rápido retorno a la biografía y la historia literaria. Pocos temas proporcionan un sentido tan vívido del pasado. De hecho, muchos de los capítulos de este libro sobrepasan su meta final pretendida (la primera Guerra Mundial) y acaban a fines del siglo XX. En À la recherche du temps perdu, de Marcel Proust, un personaje bromea acerca de que si el barón de Charlus,2 un “invertido” notorio, seguía agitando sus pestañas al conductor, el tren empezaría a retroceder. Este chiste, en multitud de formas, todavía se cuenta. La conducta pública hacia los gays hombres y mujeres ha cambiado mucho, pero las ideas privadas acerca de la homosexualidad son muy parecidas a las de hace 200 años. Pensándolo bien, no sorprende. Yo tenía mis propios sedimentos prejuiciosos sin analizar, pero a la vez con una ventaja importante: mi familiaridad con las novelas de Balzac, las vidas de Rimbaud y Verlaine y las complicadas razones alrededor de la elección de Baudelaire de un título para sus poemas: Les lesbiannes. Por un periodo de casi 15 años, esta investigación ha revelado ciertos fragmentos curiosos de lo que parecía una cultura desvanecida. Muchos de ellos eran incluso novedad para aquellos amigos que mantenían cierto interés por la historia gay. Parecía una buena idea divulgar la información y emplear tres años leyendo todo lo que pude encontrar acerca del mundo perdido. El tema de este libro es el amor homosexual en Europa y los Estados Unidos, los obstáculos que enfrentó y las sociedades que 2 Barón de Charlus: Proust, En busca del tiempo perdido, III, p. 429. Por ejemplo, Pushkin sobre su amigo Filipp Filippovich Vigel: “Pondré su retrato detrás de todos los demás”. Véase Alexander Pushkin, The Letters of Alexander Pushkin, p. 616. PREJUICIO 13 creó. No se intenta un listado de homosexuales famosos. Gente prominente que dejó un registro escrito de sus sentimientos forma parte en gran proporción de la evidencia, pero una historia social debe dejar tanto espacio como sea posible a la masa humana conocida como “gente común”. No es más acucioso convertir a Oscar Wilde en el emisario de la homosexualidad del siglo XIX como ver a la reina Victoria como una típica victoriana. Aunque algunos de los textos citados en este libro pueden ser una sorpresa para ciertos lectores, no se trata de un ejercicio para colgar etiquetas sexuales a individuos conspicuos. Los “extraños” del título son lesbianas y hombres gay. En la historia sexual, las lesbianas aparecen a menudo en capítulos separados, por razones políticas y prácticas, pero las similitudes en la vida de hombres y mujeres gay son lo suficientemente fuertes y significativas como para que formen parte de la misma historia. Sea cual fuere la intención, la segregación histórica de hombres y mujeres agrava la falta de evidencia y asimismo ayuda a mantener la historia de las lesbianas en la oscuridad. Quizá el problema más engañoso descansa en el hecho de que casi todo el mundo tiene una teoría acerca de la homosexualidad, su historia y sus causas. Las nociones más comunes parecen ser: a) que la homosexualidad nunca solía ser mencionada y ni siquiera se sabía de su existencia; b) que la homosexualidad va en incremento. Estas teorías son más bien impresiones, no conclusiones. Es notable cómo una persona que insiste en que la homosexualidad es un acontecimiento muy reciente, si se le insiste en el tema recordará algunos ejemplos anteriores, tanto de hombres como de mujeres, en la familia o fuera de ella, de ese mismo tipo del que se supone que no existía. La idea de que la homosexualidad es peculiar de ciertos periodos refleja una tendencia natural a confundir la propia historia con la historia de la sociedad. En la experiencia de casi todos, la actividad sexual siempre está en ascenso, desde la niñez hasta la temprana madurez y a veces más allá. Si la teoría de la proliferación homosexual siempre fue correcta, los “extraños” de este libro hubieran sido heterosexuales y no homosexuales. Por lo menos en mil años la gente se ha quejado 14 PREJUICIO de que los sodomitas, margeries [maricas], homosexuales o gays prevalecen más que antes. 1102: “Este pecado es ahora tan frecuente que nadie se sonroja ya ante él, y muchos caen en él sin percibir su gravedad”3 (san Anselmo). 1663: “Sir J. Mennes y el señor Batten dicen que la sodomía se ha vuelto tan común entre nuestros galantes como en Italia, y que muchos criados de la ciudad empiezan a quejarse de sus amos por ello” (Samuel Pepys). 1749: “Hasta los años pasados, la sodomía era un pecado, en forma nunca oída en estas naciones”. “Tenemos toda la razón de temer que hay cantidad de gente de los que no tenemos noticia, y que esta práctica abominable se afirma día con día” (“Plain Reasons for the Growth of Sodomy in England”, en Satan’s Harvest Home). 1811: “Creo que lo más notable del último año de nuestra historia es el enorme incremento de pederastas [...] Supongo que en ningún lugar ni época, desde la creación del mundo, ha sido la sodomía tan común” (C. S. Matthews a Byron). c. 1850: “El incremento de estos monstruos en forma de hombres, llamados comúnmente margeries [maricas], pooffs [putos], etc., en los últimos años, en la gran metrópoli, hace necesario para el bien público que se haga de su conocimiento” (Yokel’s Preceptor). 1881: “La inmoralidad, utilizada en un sentido especial que no necesito definir, se ha incrementado en últimas fechas entre las clases altas de Inglaterra, y especialmente en las grandes ciudades [...] Hay bases suficientes para alarmarse de que la nación se encuentre en el inicio de una edad de voluptuosidad y osada inmoralidad” (Prebendo J. M. Wilson, Morality in Public Schools). 1884: “Desde mis conferencias de 1881 sobre este tema, las 3 Anselmo al archidiácono William; Trumbach en Duberman, Hidden from History. Reclaiming the Gay and Lesbian Past (1989), p. 131 (cf. Pepys, 1° de julio de 1663); Matthews, 13 de enero de 1811, en Crompton, Byron and Greek Love. Homopohobia in 19th Century England (1985), p. 161; Wilson, en Reade, Sexual Heretics: Male Homosexuality in English Literature, 1850-1890, p. 6; Martineau, en Lacassagne, “Pédérastie”, Dictionaire encyclopédique des sciences médicales, 2a serie, p. 250; Adler, Das Problem der Homosexualität: erotisches Training und erotischer Rückug, VI. PREJUICIO 15 deformaciones anales causadas por este acto antinatural se han vuelto más y más numerosas por desgracia, demostrando que los actos lascivos van en aumento en estas fechas [...] Safismo y sodomía están creciendo a un grado no conocido antes” (doctor Louis Martineau, Leçons sur les déformations vulvaires et anales). 1930: “La cuestión de la homosexualidad se cierne sobre la sociedad como un espantapájaros espectral. A pesar de todas las condenas, el número de pervertidos parece estar creciendo” [Alfred Adler, Das Problem der Homosexualität]. La noción complementaria de que la homosexualidad tiene una causa particular es más duradera. La información sobre la homosexualidad a través de libros, los medios, la experiencia personal y la chismografía tiende todavía a ser tratada como un diagnóstico más que como una descripción, como si el fin último fuera aún encontrar una cura. El siguiente diluvio de causas aducidas comúnmente hará posible, por lo menos, ver las causas favoritas personales en un contexto más amplio. Muchas de estas explicaciones se propusieron con toda seriedad y a veces constituyeron la base de una carrera médica, psiquiátrica, de antropología social o sociológica. La lista se basa en cerca de 350 textos que datan de fines del siglo XVIII a principios del XX. Muchas de estas “causas” se irán mencionando a lo largo del libro. En este momento, la idea es simplemente mostrar la dirección general del pensamiento. Para conveniencia del lector, las explicaciones se han dividido en categorías aproximadas. Fisiológicas • Rasgos regionales o étnicos tales como belleza, fealdad o conformación genital (especialmente tamaño); • clima (especialmente la temperatura y la altura); • desequilibrio químico causado por la dieta o el suelo; • impotencia o esterilidad (congénita o accidental; por ejemplo, montar a caballo en exceso); • “condiciones anormales del lóbulo anterior del cuerpo pituitario”;4 4 Lydston, Impotence and Sterility with Aberratioms of the Sexual Gunction and Sex-Gland Implantation, p. 34. 16 PREJUICIO • • • • • • • • • • • • • • falla en el paso por la pubertad debido a dieta pobre y a las condiciones de vida; excesiva dieta de carne; falta de ejercicio físico; impedimentos físicos para relacionarse; enfermedad venérea; epilepsia; anemia; masturbación; abuso de drogas (especialmente el opio y el alcohol); hermafroditismo atávico; deformación fetal que causa que los nervios genitales terminen en el recto; excesiva aplicación de enemas; castración u ovariotomía, y padres de edades muy distintas (especialmente un padre viejo y una madre joven). Psicológicas y parapsicológicas • Temor a contraer enfermedades venéreas (“sifilofobia”); • temor al embarazo; • densidad de población, familia grande o degeneración física que desencadena una forma instintiva de anticoncepcionismo; • regresión a una era prehumana en que las caderas eran el estimulante visual primario; • curiosidad o aburrimiento; • los libros acerca de la homosexualidad; • misoginia o androfobia; • abstinencia o exceso sexual; • violación homosexual, especialmente en la niñez; • falta de amor paterno; • madres posesivas; • decepción en el amor heterosexual; • celibato; • matrimonio; • timidez; • frenesí (por ejemplo, satiriasis, ninfomanía o “delirio erótico”); PREJUICIO • • • • • 17 posición sexual adoptada por los padres en el momento de la concepción; deseo de la madre de un niño del otro sexo; ausencia del padre durante el embarazo; lecturas maternas (por ejemplo, cuentos orientales) o el deseo inusitadamente fuerte por los hombres durante el embarazo, y alineaciones planetarias en el momento del nacimiento (especialmente Urano). Sociales • Migraciones (la expansión hacia el oeste de los búlgaros, la invasión normanda, etc.); • influencias religiosas (católicas, protestantes, musulmanas, paganas, etc.); • ateísmo y falta de restricciones religiosas; • instituciones unisexuales tales como conventos, internados escolares, cárceles y fuerzas armadas; • modas extranjeras y malos ejemplos (especialmente Oscar Wilde); • poligamia (en Oriente) que conduce a la saciedad en las clases altas y falta de mujeres en las clases bajas; • refinamiento excesivo de la aristocracia; • embrutecimiento de los plebeyos; • aceptación social del sexo no procreador; • emancipación de las mujeres; • despenalización de los actos homosexuales, y • “relajamiento de la fuerza moral”. No es tan fácil como uno podría pensar ajustar estas explicaciones de la homosexualidad por orden cronológico. Algunas son todavía hoy, en el siglo XXI, bastante populares: la homosexualidad es un amor a la belleza física heredada de los antiguos griegos; la homosexualidad es resultado de una inmadurez mental o física; causan la homosexualidad otros homosexuales, especialmente aquellos que trabajan en las escuelas o en los medios masivos de comunicación. Estas explicaciones tan distintas —las sociales, las físicas y las metafísicas— son similares en lo fundamental. Todas re- 18 PREJUICIO flejan el deseo de encontrar la causa. Sea que se piense que los homosexuales se originan en el Jardín del Edén con Lilith,5 la primera mujer de Adán o en los albores de la evolución en organismos sexualmente indiferenciados6 o en un gen de la región Xq28 del cromosoma X,7 la idea esencial es que deben provenir de algún lado. La naturaleza convolutiva de esta investigación acerca de los orígenes es especialmente obvia en el dominio vívido de la geografía sexual. Este libro hubiera debido contener un mapa comprehensivo de la dispersión imaginada de la homosexualidad en el mundo occidental, pero los primeros esbozos produjeron de inmediato una masa ilegible de flechas en direcciones encontradas. Mientras que the Italian vice trepaba por la Gran Bretaña, il vizio inglese (también aplicado a la flagelación) se deslizaba hacia el sur por Nápoles y Capri. En Francia, l’amour allemand cruzaba el Rin como un ejército invasor. Mientras tanto, die französische Krankheit, conducido por la pornografía y los diletantes, dirigía la contraofensiva, convirtiendo las ciudades en burdeles al aire libre y a respetables mujeres en lesbianas. Los rumanos seguían la pista de los homosexuales en Turquía, los turcos los seguían en Persia y los persas en una remota provincia persa. En 1810, cuando un floreciente club de mollies [mariquitas] fue descubierto en un pub de Londres, dos periódicos acusaron a las guerras napoleónicas por “el mal”: demasiados sirvientes extranjeros y demasiados ingleses expuestos a las costumbres extranjeras.8 En París, un supuesto incremento de la “pederastia” en los cuarenta del siglo XIX se 5 G. S. Viereck, The Candle and the Flame (1912), en Gifford, Dayneford’s Library. American Homosexual Writing, 1900-1913, pp. 89-90. 6 Gley (1884), Jahrbuch für sexuelle Zwischenstufen, VI (1904), p. 477; Kiernan (1884) y Lydston (1888), en Weininger, Geschlecht und Charakter. Eine prinzipielle Untersuchung, pp. 56-57; Ellis, Studies in the Psychology of Sex, pp. 312-315 (resumen); Proust, En busca del tiempo perdido, III, p. 31; Chevalier, Une maladie de la personnalité: l’inversion sexuelle; psychophysiologie; sociologie; tétralogie (1893), p. 410. 7 Por ejemplo, Hamer-Coperland, The Science of Desire: The Search for the Gay Gene and the Biology Behaviour, pp. 144-148. 8 Crompton, Byron and Greek Love. Homopohobia in 19th Century England (1985), p. 167. PREJUICIO 19 atribuyó a la conquista de Argelia: de acuerdo con el marqués de Boissy,9 las tropas trajeron el mal d’orient a casa como una enfermedad tropical. Más tarde, la oleada de turistas sexuales de la Gran Bretaña, Francia y Alemania convenció a los argelinos (según André Gide) de que “estas aficiones les llegaron de Europa”.10 Ni siquiera el Océano Atlántico pudo ser útil como cordon sanitaire. En 1842, un periódico neoyorquino llamado Whip (Látigo) observó con cierto alivio que, entre los sodomitas que infestaban la ciudad, “hasta ahora no hemos encontrado norteamericanos: todos son ingleses o franceses”.11 Estas rutas del comercio sexual pueden reflejar variaciones regionales en cuanto a la aceptabilidad de la conducta homosexual y reflejan desde luego la naturaleza internacional de la cultura gay. Cuando un diccionario francés de 1870 ilustraba la palabra péderaste con la frase “Hay muchos pederastas entre los griegos y los italianos”,12 debería haber puntualizado que muchos de estos “pederastas” eran franceses. Pero estas teorías geográficas no tienen valor alguno, por lo demás, como explicación de las preferencias sexuales. Muchas de las ideas acerca de la homosexualidad sobreviven, a menudo durante siglos, no porque se ajusten a la experiencia real, sino porque nos cuentan una historia interesante, lo cual en parte tiene que ver con que en los principios de la sexología la literatura y la ciencia dependían una de otra. Cerca de 1870 hasta 1920, los estudios científicos del lesbianismo aumentaron en la misma proporción que las novelas con personajes de lesbianas. Las teorías de los propios homosexuales venían a ser decepcionantemente triviales. La mayoría de la gente a la que se entrevistaba sobre el tema simplemente afirmaba que eran “de esa manera” desde que tenían memoria y razón. El enfoque “científico” de la homosexualidad casi siempre implica una falacia lógica. El británico National Survey of Sexual 9 Burton, “Terminal Essay”, p. 190; véase también Rudi C. Bleys, The Geography of Perversion: Male-to-Male Sexual Behaviour Outside the West and the Ethnographic Imagination, pp. 112 y 127. 10 Gide, Corydon, p. 144. 11 Katz, en Duberman, A Queer World. The Center for Lesbian and Gay Studies (1997), p. 223. 12 Diccionario: La Châtre, Nouveau Dictionnaire universal, II (“Pédéraste”). 20 PREJUICIO Attitudes and Lifestyles [Sondeo Nacional de Actitudes Sexuales y Estilos de Vida] de 1994 encuentra que los únicos rasgos obvios que distinguen a los homosexuales británicos, aparte de sus inclinaciones sexuales, es su tendencia a vivir en Londres.13 Las pruebas forenses y anecdóticas sugieren que esta migración interna se remonta a 200 años por lo menos, y probablemente por tanto tiempo como han existido los grandes asentamientos urbanos. Los pueblos y las ciudades ofrecen una población más tolerante o indiferente así como una vida social más variada. Al llegar a una gran ciudad, muchos homosexuales del siglo XIX se asombraron de encontrar que, después de todo, ellos no eran tan raros. Quizá la ciudad puede haberles alterado su conducta e incluso revelado su sexualidad, pero pocos gays pensaron su sexualidad como un efecto secundario de la vida urbana. Sin embargo, el instinto narrativo presentó esta tendencia demográfica no tanto como un reflejo de los arreglos prácticos, sino más bien como una prueba dramática de que las ciudades criaban pervertidos sexuales. Las luces brillantes y el aire contaminado de Nueva York, Londres, París y Berlín eran los rayos y centellas que destruyeron Sodoma y Gomorra. Esta noción se veía reforzada por expresiones tales como “Sodoma en el Spree” (Berlín) o “Sodoma junto al mar” (San Francisco) y títulos como Sodom in Union Square (1879) o Paris-Gomorrhe (1894). La conexión entre el pasado mítico y el misterioso presente estaba tan arraigada que las explicaciones físicas de la desaparición de Sodoma y Gomorra por terremotos o por el incendio de lagos de betún subterráneos a veces se trataban como argumentos en favor de la tolerancia sexual: los sodomitas no eran pecadores, eran víctimas de una catástrofe natural. La costumbre de agregarle causas coloridas a los efectos triviales no es peculiar de las nociones populares de la homosexualidad. El mismo tipo de lógica parece inspirar la persistente idea psicológica de que los homosexuales son resultado de padres débiles o ausentes y de madres sobreprotectoras (expresada por primera vez en el ensayo sobre Leonardo da Vinci que Freud escribió en 1910). Lejos de identificar una causa, pa13 Wellings et al., Sexual Behaviour in Britain. The National Survey of Sexual Attitudes and Lyfestyles, p. 227. PREJUICIO 21 rece describir una reacción paterna común ante los hijos que eran afeminados u homosexuales: las madres tendían a condolerse, los padres a cortar todo vínculo. La idea de Freud satisfacía los dos requisitos principales de una teoría exitosa. En primer lugar, armonizaba con el prejuicio popular: en este caso, la creencia de que los gays eran “hijos de mamá”. En segundo lugar, era casi indestructiblemente elástica. Si el padre se condolía, podía describírsele como un ser débil. De modo similar, podría decirse que la mayoría de las madres ejercían cierto grado de dominio emocional en determinada etapa del desarrollo de los niños, sobre todo a una edad temprana. Teorías similares pueden encontrarse a todo lo largo de los siglos XIX y XX. Por gruesas que fueran las capas de la elaboración subsiguiente, casi toda explicación “científica” de la homosexualidad podía rastrearse hacia un hecho rudimentario: Hecho: Los homosexuales tienden a casarse en menor medida que los heterosexuales. Teoría: El celibato causa la homosexualidad. Hecho: Los actos homosexuales eran ilegales. Teoría: El homosexual es un tipo fuera de la ley. Hecho: Muchos homosexuales estudiados por médicos han sufrido de chantajes, arrestos, burla pública y exámenes médicos humillantes. Teoría: Los homosexuales son neuróticos. Hecho: Los asilos para locos proporcionaban a los patólogos grandes números de sujetos experimentales más o menos sumisos. Teoría: Los homosexuales son dementes. Tal como se quejaba Marc-André Raffalovich en Uranisme et unisexualité (1896), la mayoría silenciosa de “unisexuales”14 14 Raffalovich, Uranisme et unisexualité. Étude sur différentes manifestations de l’instinct sexuel, pp. 77-78. 22 PREJUICIO pasaba inadvertida para médicos y legisladores precisamente por su silencio. Por la fuerza pura de las circunstancias, el unisexual típico, a los ojos de muchos médicos, era un travestido con una vida sexual febril y un historial de enfermedades mentales. Naturalmente, muchas de estas ideas parecían verdaderas según los hechos. Los homosexuales tratados como criminales a veces cometían suicidio, lo que demostraba que eran mentalmente inestables. Algunos se mostraban agradecidos a los médicos por escuchar sus historias de angustia y trataban de cumplir según su nueva personalidad científica. A cambio de un oído amigable, proporcionaban pruebas de una conducta histérica, de debilidad moral o de un árbol familiar infestado de lunáticos y drogadictos. Los propios científicos reunían más razones para creer en sus propias teorías. Ningún médico que hubiera observado mil anos en busca de señales fisiológicas de “inversión” iba a concluir que su teoría lo hubiera llevado a un cul-de-sac. Entonces como ahora, las teorías pueden hacer que el pasado gay parezca mucho más pobre y más triste de lo que fue. De manera destacada, las apelaciones por un tratamiento equitativo basado en una teoría de la sexualidad dependen, en última instancia, de la gentileza de quien aplica la teoría. Karl Heinrich Ulrichs, quien se lanzó abiertamente en pro de una aceptación legal y social de la homosexualidad en los sesenta y setenta del siglo XIX, creía que los “uranianos” eran distintos congénitamente del resto de la raza humana. Heinrich Himmler, que causó la muerte de miles de homosexuales en los campos de la muerte nazis, mantenía el punto de vista menos siniestro de que los niños se volvían homosexuales por la falta de oportunidades, especialmente en las ciudades, donde según Himmler, los departamentos en pisos elevados les impedían trepar a las ventanas de las habitaciones de las muchachas. Desde un punto de vista teórico de fines del siglo XX, la idea de Himmler sería más aceptable debido a que subrayaba el elemento de la selección.15 La teoría del innatismo de Ulrichs, 15 Mosse, Nationalism and Sexuality. Respectability and Abnormal Sexuality in Modern Europe, p. 167. PREJUICIO 23 aunque ayudaba a que la gente cambiara de actitud, sería considerada como una concesión rastrera al prejuicio: los homosexuales debían ser tolerados porque no pueden evitar serlo. Los primeros historiadores modernos del amor homosexual trabajaban bajo restricciones personales y profesionales severas, pero lograron proporcionar una buena cantidad de información confiable sin perder la paciencia o su sentido del humor. Sin embargo, fuera de uno o dos proyectos de reconocimiento aéreo, la mayoría de los libros sobre el tema se confinaban a un país o a una lengua y se mostraban vulnerables a las distorsiones locales. Una de las primeras ambiciones de este libro fue hacer que “Europa” significara algo más que la Gran Bretaña y cierta variedad de destinos turísticos continentales, en especial hacer que los descubrimientos de los historiadores europeos se conocieran mejor en el mundo de habla inglesa. Los homosexuales hombres y mujeres de Europa y los Estados Unidos eran notablemente cosmopolitas, pero esto no siempre se ve reflejado en las historias sobre el tema. La sorpresa mayor fue la influencia incondicional de la teoría de la construcción social de Michel Foucault (véanse las pp. 61-62), desarrollada en su Histoire de la sexualité (19761984). La gran ventaja de esta teoría era que permitía que la sexualidad fuera estudiada a la luz de la historia y de la sociología. Por desgracia, ésta también popularizó la idea de que la gente gay carecía de una herencia real antes de los setenta del siglo XIX. La idea básica es que la sexualidad no es innata sino “construida” por un conjunto de circunstancias particulares, sobre todo por el surgimiento del capitalismo competitivo y sus valedores, la ciencia moderna y el control burocrático. En su forma más extrema, el enfoque construccionista social sugiere que la “homosexualidad” no existió hasta que se inventó la palabra. Supuestamente, antes de eso la sexualidad era simplemente cierto repertorio de hechos, no un rasgo de la personalidad. Este enfoque tuvo un atractivo amplio entre la comunidad académica gay: significaba que no había una cultura gay continua y que Sócrates o Miguel Ángel no podían ser considerados “gay”; parecía prometer una evasión automática del anacronismo, y atribuía enorme influencia a los teóricos académicos 24 PREJUICIO precedentes. También permitía pequeñas cantidades de evidencia que podían ser presentadas como atisbos de un periodo y una cultura completos. No es coincidencia que las más grandes teorías tendieran a provenir de pequeños artículos. La teoría de que la homosexualidad apareció en un momento particular casaba muy bien con las nociones populares de la historia sexual. Los primeros teólogos cristianos, los poetas románticos y los teóricos homosexuales del siglo XX se aferraban al punto de vista de que, tras un momento cataclísmico de la historia humana —la Caída del Hombre, la muerte de Dios, la “fractura” modernista del pensamiento y el conocimiento— una Edad de Oro de la indeterminación sexual llegaría a su fin. Esta percepción ideológica de un pasado menos culpable y de simpleza sexual es sospechosamente similar a las convenientes actitudes de algunos colonialistas victorianos. En lugares que son extranjeros por el tiempo o la distancia, los vínculos casuales son con frecuencia invisibles y su ausencia aparente tiende a crear la impresión de una libertad y espontaneidad inusuales. Este mundo sin gobierno habría sido irreconocible para los naturales del siglo XIX. En primer lugar, siempre hubo personas a las que atrajo en principio o exclusivamente la gente de su propio sexo. Ninguna dificultad tenían en identificarse como homosexuales (fuere cual fuere la palabra que se usara), a menudo desde temprana edad. En segundo lugar, se sabía que esta gente existía y que se la consideraba diferente. No se llamaban a sí mismos “homosexuales” o “gays” y vivían en una sociedad que hubiera sido profundamente chocante, en muchas formas, e irreconocible para los habitantes del siglo XXI. Pero los primeros “sodomitas”, mollies, margeries y poufs victorianos tenían mucho en común con los “uranianos”, “invertidos”, “homosexuales” y “raros” de los últimos años: experiencias diarias muy similares, una cultura compartida y desde luego la capacidad de enamorarse de personas de su propio sexo. Ninguna historia de un rasgo humano puede afirmar que es comprensiva. La “homosexualidad” es una generalización burda y la misma palabra lleva a una noción del amor temiblemente clínica. Refuerza la asociación vulgar del amor gay con PREJUICIO 25 la cópula anal16 (practicada comúnmente también por las mujeres y los hombres heterosexuales). De manera extraña, la objeción más común a la palabra, desde su invención en 1868 (véanse pp. 93-95), ha sido que combina el griego (homos, el mismo) con el latín (sexus).17 (La misma queja podría hacerse de “televisión” y de “sociólogo”.) Un problema más serio es la falta de pruebas. Algunos países, como España y Canadá,18 son territorios inexplorados. En todos los países se destruyeron los papeles privados, nunca se registraron los pensamientos, se escondieron las vidas bajo el convencionalismo y una plaga de eufemismos borró los rastros del amor homosexual. En todo caso, es difícil dar una descripción concisa y clara de las actitudes sociales de cualquier época determinada. La tendencia inevitable es caricaturizar un periodo de modo que pueda contrastarse con otro. Por ejemplo, las cuatro afirmaciones que siguen pueden utilizarse para caracterizar las actitudes de una sociedad particular19 hacia la homosexualidad: • La homosexualidad “puede ser tolerada por los franceses, pero somos británicos, gracias a Dios”. 16 Por ejemplo, Benkert, en Mark Blasius y S. Phelan (eds.), We are Everywhere. A Historical Sourcebook of Gay and Lesbian Politics, p. 75; Casper, Practisches Handbuch der gerichtlichen Medicin (1881), p. 120; Ellis, Studies in the Psychology of Sex, p. 283; Krafft-Ebing, Psycopathia sexuales. Mit besonderer Berücksichtigung der konträren Sexualempfindung. Eine medizinisch-gerichtliche Studie für Ärzte und Juristen, p. 258; Lacassagne, en Raffalovich, Uranisme et unisexualité. Étude sur différentes manifestations de l’instinct sexuel, pp. 18-19; Moll, Die conträre. Sexualempfindung, p. 134; Pouillet, pp. 12-13; “Risks for Sexually Transmitted Diseases – A Pilot Study” (Universidad de Chicago, noviembre de 1996). 17 Por ejemplo, examen en L’Intermédiaire des chercheurs et curieux (1907), pp. 774, 822, 878-879, que sugiere “homéosexuel”, “homéophyse” y “homophysique”. 18 Véase Eisenberg, “La escondida senda: Homosexuality in Spanish History and Culture” (España) y Maynard, “Through a Hole in the Lavatory Wall: Homesexual, Police Surveillance, and the Dialectics of Discovery, Toronto, 1890-1930” (Canadá). 19 Mariscal de campo Montgomery, Daily Mail, 27 de mayo de 1965; Mary Whitehouse, Whatever Happened to Sex (1977); The Star, 2 y 9 de septiembre de 1986 (los tres últimos de Davenport-Hines). 26 PREJUICIO • • • La homosexualidad “se ve precipitada por la conducta sexual anormal de los padres durante el embarazo”. Dios envió una “plaga espantosa”: a los “pervertidos” que “ofendieron las leyes de Dios y de la naturaleza”. Los homosexuales deben ser colgados, azotados, castrados y “enviados a su país”. Estas opiniones aparentemente arcaicas se publicaron en la Gran Bretaña en 1965, 1977 y 1986. Algún día, permitirán que los lectores del siglo XXII sientan pena por la gente que tuvo que sufrir la noche final del siglo XX. Pero poca gente de la que vive hoy en día consideraría que esto es una descripción equilibrada de las actitudes sexuales de la Gran Bretaña moderna. La imagen del periodismo amarillista de una población de ignorantes de mala fe consumida por el miedo y la envidia puede corregirse mediante la experiencia personal. Pero cuando el periodo de que se trata está más allá de la memoria viva, es más difícil corregir sus distorsiones. Una de las fuentes de información principales sobre la homosexualidad es la bibliografía. A primera vista, ya que el registro bibliográfico dice muy poco sobre el tema, parecería que la homosexualidad hubiera sido relativamente inusual y sin importancia en el pasado. Pero la bibliografía rara vez ha sido la expresión enciclopédica y libre de una sociedad completa. También otros aspectos comunes más de la vida humana carecen de registro. De hecho, el tema de la homosexualidad prevaleció más de lo que parece. Las palabras, los gestos y los símbolos, incluso de media generación a media generación, se vuelven prehistóricamente oscuros. Las “tías lavanda”, los jóvenes “musicales”, los dedos encorvados y los claveles rojos ya no se comprenden como referencias a la homosexualidad. Pero ahí está la evidencia. Los periódicos se referían a los escándalos homosexuales con la alusión más tenue posible y las multitudes citadinas sabían a conciencia por qué lanzaban gatos muertos y piltrafas a los sodomitas en la picota. El “crimen innombrable entre los cristianos” existe incluso en el mundo supuestamente gentil de Jane Austen: “Desde luego —dice Mary Crawford en Mansfield Park (1814)—, vivir en casa de mi tío me ha permitido PREJUICIO 27 conocer un círculo de almirantes. He conocido a bastantes contras y vices. Pero por favor, no piense que estoy haciendo juegos de palabras”.20 Este libro se divide en tres partes. La primera describe el trato de hombres y mujeres gay por las profesiones legales y médicas y por la sociedad en general. La segunda describe sus vidas y amores: cómo se descubrieron a sí mismos e hicieron contacto con personas de ideas parecidas. Esta parte termina con el amanecer de la solidaridad homosexual y con los primeros movimientos de derechos gay. La tercera parte se dedica a ciertos aspectos capitales de la cultura gay. Una historia social que cubre uno y medio continentes y un siglo y medio no puede decir nada preciso acerca del posible futuro, pero puede proporcionar ciertas razones creíbles para tener un punto de vista más alegre del pasado. 20 Jane Austen, Mansfield Park, trad. de Francisco Torres , Alba, Barcelona, 2000, p. 70. PRIMERA PARTE I. EN LAS SOMBRAS LORD DARLINGTON: ¿Sabes? En mi opinión, las buenas personas hacen mucho daño en este mundo. Sin duda, el mayor daño que hacen es el de dar una importancia capital a la maldad. OSCAR WILDE, El abanico de lady Windermere, Acto I UNA DE las fuentes de información más ricas sobre el pasado gay tiene que ver con la captura y castigo de los homosexuales: las leyes, los registros de los juzgados y las estadísticas criminales.1 Diversas razones hacen de esto algo infortunado. Al agrupar a los hombres y mujeres homosexuales con los dementes y violentos, la evidencia criminal nos pinta un cuadro desalentador y anticuado del siglo XIX. Al igual que los estudios psiquiátricos iniciales de la homosexualidad, coloca a la gente que se conocía popular y legalmente como “sodomitas” en el mismo zoológico sexual que los exhibicionistas, pedófilos y asesinos sexuales. Ya que la ley se ocupaba de los hechos, no de los deseos, convierte la historia homosexual en un largo relato de sodomía y prostitución. El hecho de que la sodomía fuera penada con la muerte en Inglaterra y Gales hasta 1861 sugiere que mucha gente vivía su vida en la sombra del patíbulo, y que la homofobia oficial y social del siglo XX fuera una continuación de la tendencia victoriana y no algo peculiarmente moderno. Bañada en el rojo resplandor del crimen, la totalidad de la era victoriana aparece como un infierno homofóbico del que la gente gay fue 1 Véanse, especialmente Chauncey, Cocks, Coward, D’Emilio-Freedman, Engelstein, Eskridge, Gilbert, Greenberg, Harvey, Hekma, Higgs, Hirschfeld (1914), Hitchcock, Hocquenghem, Krafft-Ebing, Meer (1984), Merrick, Moran, Nabokov, Norton (1997), Prime-Stevenson (1908), Sibalis, en Merrick-Ragan, Walmsley, Weeks (1989). Algunas cifras para Inglaterra y Gales están disponibles en homeoffice.gov.uk/rds/pdfs/100years.xls. 31 32 EN LAS SOMBRAS liberándose con el tiempo. En este aspecto, una feliz herencia gay se remonta apenas a unas cuantas décadas o, si dejamos de lado la persecución, a un grupo de culturas remoto y mal comprendido con la etiqueta de “Antigua Grecia”. Aparte de la última generación y media de la cultura gay, todo se reduce a una simple reacción contra la opresión. La vista desde las cortes también elimina casi por completo a las lesbianas, al tiempo que se confiere un tipo de prestigio perverso a los hombres homosexuales. Ha habido intentos de mostrar que las lesbianas también sufrían una persecución legal y social.2 Los actos sexuales entre mujeres estuvieron penados por la ley en algunos países europeos (Prusia hasta 1851; Austria hasta 1971; España, brevemente, hasta 1976), pero las leyes casi nunca se aplicaban. La mayoría de los casos desde el siglo XIII hasta el XVIII implicaban otro crimen: por lo común el engaño o, en un caso, el uso de dildos por dos monjas españolas del siglo XVI. Una mujer tal como Mary Hamilton, que fue azotada públicamente y encerrada en prisión por “casarse” con tres mujeres confiadas —como se describe en The Female Husband (1746) de Henry Fielding—, no lo fue por sodomita femenina, sino porque tenía “prácticas falsas y engañosas que trataba de imponer a algunos súbditos de Su Majestad”.3 Finalmente, en el amplio desorden de la historia sexual, las estadísticas parecen proporcionar ciertos puntos fijos de referencia, lo cual las ha dotado de una pesada e indebida influencia sobre las nociones de un pasado gay o no-tan-gay. Es del todo sorprendente que, hasta la tesis de Harry Cocks —Abominable Crimes: Sodomy Trials in English Law and Culture, 1830-1889 (University of Manchester, 1998)—, ningún libro ni artículo hubiera presentado más que algunos pocos años de pruebas estadísticas para Inglaterra y Gales. Las cifras que salpicaban diversos estudios, para demostrar ciertos puntos, 2 El artículo de 1980 de L. Crompton, “The Myth of Lesbian Impunity”, cuestionado, por ejemplo, por Kord, en Kuzniar, Outing Goethe and His Age, p. 229; véase también Meer, “Tribades on Trial: Female Same-Sex Offenders in Late 18th Century Amsterdam” (1991). 3 En Faderman, Chloe Plus Olivia. Anthology of Lesbian Literature from the Seventeenth Century to the Present (1994), p. 155. EN LAS SOMBRAS 33 formaban un rompecabezas amorfo que al tratar de armarlo se mostraba diferenciado y carecía de fuerza. Por lo tanto, una de las metas de este capítulo es demostrar la relativa poca importancia del tema, y, al presentar las pruebas forenses, sugerir que el castigo rara vez era sistemático y nunca un elemento vital de la cultura gay. La proliferación de hechos legales que sigue debe verse como una limpia general, tras la que la realidad de las vidas individuales aparecerá con mayor facilidad. Un estudio estadístico completo de la persecución legal en Europa y los Estados Unidos sería de una complejidad imposible y lleno de huecos. La mayoría de las cifras que siguen se refieren a Inglaterra y Gales, para los cuales disponemos de una información confiable y bastante congruente. Otros países, que tratamos más adelante en este capítulo, o carecían de leyes contra los actos homosexuales o no aplicaban las leyes con la misma diligencia mostrada por las cortes inglesas. Esto significa que, aunque las conclusiones son aplicables ampliamente, gran parte de este capítulo se dedica a una jurisdicción inusualmente punitiva. Desde un punto de vista puramente estadístico, un hombre homosexual tenía mejores posibilidades viviendo en la España de la Inquisición o en la Rusia de los zares que en la Inglaterra victoriana. La gráfica A1.1 (apéndice 1, p. 347) muestra condenas por sodomía y ofensas relacionadas (asalto con intento de cometer sodomía, incitación y solicitación) por 100 000 habitantes, de 1810 a 1900. Estas cifras lanzan de inmediato la duda sobre la presunción de castigo sistemático. En primer lugar, no hubo un incremento significativo en las condenas de los “sodomitas” en la Inglaterra y Gales del siglo XIX. Un aparente incremento leve desaparece cuando tomamos en cuenta el aumento de la población. Más bien hubo un descenso global desde mediados de los cuarenta hasta el fin del siglo, a pesar del hecho de que, después de 1892, las cifras incluyen la ofensa por indecencia. Las tasas de convictos siguieron siendo estables: 67% de los procesos desembocaron en una sentencia en la segunda década, 57% en la última década del siglo, con un promedio para todo 34 EN LAS SOMBRAS el siglo de 49%. Estas tasas no eran inusuales y no sugieren que, dentro de los términos de la ley, los sodomitas fueran tratados con especial severidad. La segunda sorpresa es que las variaciones no forman un patrón significativo. Ninguno de los factores de los que a veces supuestamente marcan tendencias tuvieron ningún efecto aparente: los cambios legislativos; la guerra y la agitación; la recesión económica; los escándalos públicos, excepto donde el propio escándalo inflaba las cifras. Cuando una cantidad comparativamente pequeña de gente estaba implicada, un simple incidente como el escándalo de la calle Vere de 1810 podía afectar las cifras fuera de toda proporción. De los 27 hombres apresados en la “casa de afeminados” de la calle Vere, cerca del Strand de Londres, seis fueron encontrados culpables de intento de sodomía. Esta redada de la policía sola suma 11% más o menos de todas las condenas por sodomía y ofensas relacionadas de 1810, y posiblemente otras condenas más se relacionaron con la misma redada. Enfrentados a la horrible y posiblemente fatal humillación del cepo, algunos prefirieron sufrir de una mala conciencia y dieron informes de sus compañeros. Una ausencia similar de tendencias a largo plazo se encuentra en los procesos por sodomía del Ámsterdam del siglo XVIII. Los procesos tienden a aparecer por grupos. Como en el caso de la calle Vere,4 una confesión detallada pudo llevar a varios arrestos, pero el efecto siempre fue temporal y no hay pruebas de una persecución metódica y persistente. La purga más dramática de sodomitas en la historia holandesa —24 hombres y muchachos estrangulados y quemados en la estaca en el pueblo de Faan5 en 1731— fue la obra de un solo magistrado, que 4 Holloway; The Phoenix of Sodom, or the Vere Street Coterie, Being an Exhibition of the Gambols Practised by the Ancient Lechers of Sodom and Gomorrah, Embellished and Improved with the Modern Refinements in Sodomitical Practices, by the Members of the Vere Street Coterie, of Detestable Memory; Norton, Mother Clap’s Molly House. The Gay Subculture in England 1700-1830 (1992), pp. 187-198. 5 L. J. Boon y T. van der Meer, en Gerard-Hekma, The Pursuit of Sodomy: Male Homosexuality in Renaissance and Enlightment Europe; L. von Römer, en Jahrbuch für sexuelle Zwischenstufen, VIII (1906), pp. 365-511. EN LAS SOMBRAS 35 parece haber utilizado la sodomía como excusa para eliminar a sus enemigos personales. Este horroroso incidente suma 4% de todas las condenas por sodomía de Holanda en el siglo XVIII. En periodos anteriores, cuando la sodomía y el sexo oral eran considerados como una forma de herejía, hubo ocasionalmente una clara correlación entre el celo religioso y el castigo de los desvíos sexuales. Pero parece haber prevalecido un punto de vista más secular y pragmático6 por toda la Europa continental desde mediados del siglo XVII. Otras fluctuaciones de las cifras del siglo XIX pueden atribuirse a causas pasajeras tales como campañas de “pureza social” y cruzadas morales contra la prostitución y el abuso infantil (Inglaterra en los sesenta y ochenta del siglo XIX; los Estados Unidos en los ochenta y posteriormente) o una reconfiguración de las leyes existentes: un aumento en los que parecerían ser procesos de homosexuales ocurridos en los Estados Unidos cuando las leyes de sodomía fueron modificadas para incluir el sexo oral (heterosexual u homosexual). Los cambios legales que afectaban directamente a los hombres homosexuales fueron sorprendentemente de poca consecuencia. A este respecto, el mayor anticlímax que se muestra en la gráfica A1.1 es la famosa Enmienda Labouchere, bajo la cual se condenó a Oscar Wilde. Esta enmienda (Sección XI de la Criminal Law Amendment Act, 1885) entró en vigencia el 1º de enero de 1886 y, supuestamente por primera vez, volvió ilegales todos los actos homosexuales entre hombres “en público o en privado”. De hecho, los actos homosexuales ya eran ilegales, tuvieran lugar o no en privado. Si Oscar Wilde hubiera sido condenado en cualquier año de los 200 años anteriores,7 probablemente hubiera recibido la misma sentencia. Las tasas de convicción en los 10 años anteriores y posteriores a la enmienda fueron prácticamente idénticos (55 y 56%) y no hubo un aumento significativo de los procesos hasta el siglo XX. No todos los rostros detrás de estas estadísticas pertenecieron a lo que más tarde se conocería como homosexuales. El 6 Monter (sobre la Suiza romanche), “La Sodomie à l’époque moderne en Suisse romande”. 7 Norton, The Myth of the Modern Homosexual. Queer History and the Search for Cultural Unity (1997), p. 141. 36 EN LAS SOMBRAS término “sodomita” se usaba ampliamente de modo muy semejante a como se usa el de “pederasta”8 todavía en Francia, para referirse a hombres enamorados de otros hombres, pero en términos legales “sodomita” era una categoría más amplia que la más tardía de “homosexual”. La sodomía se volvió un crimen civil en Inglaterra en 1533, pero el “vicio detestable y abominable” definido por el estatuto de 1533 podía cometerse con “humanos [es decir, hombres o mujeres] o animales”. El compañero sexual de uno de los sodomitas condenado en Inglaterra en 1834 era una oveja,9 y también esta subcategoría era motivo de litigio. En 1877, al revisar el caso de un hombre de Warwickshire acusado de cometer una “ofensa contra natura con una gallina”,10 el procurador general decretó que una gallina “no es un animal” y se le otorgó al sujeto la libertad. El término “contra natura” abarcaba igualmente un amplio espectro. La ofensa “contra natura” de la sodomía se asoció en diversas épocas con el sexo oral y con el uso de anticonceptivos (“contra natura” por evitar la procreación). En Ámsterdam, antes de la introducción del código penal francés de 1811, la mayoría de los 18 procesos de 1800 a 1810 implicaban a hombres que intentaron tener sexo con niños. En los Estados Unidos, de los 89 casos declarados de sodomía de 1880 a 1925, sólo 25 implicaban sodomía consentida entre dos hombres. En los otros 64 casos, el acto fue cometido entre un hombre y una mujer, un niño o un animal, o fue parte de un ataque violento. El hecho de que los hombres que tenían sexo con otros hombres se colocara en la misma categoría que los pedófilos, zoófilos y violadores puede interpretarse como un signo de homofobia institucional. Por otro lado, si el “homosexual” no era una variedad reconocida del ser humano, la persecución legal de los homosexuales sólo podía describirse como accidental. Sólo un tipo de acto sexual era considerado ilícito y este punto era más metafísico que social. Las leyes de sodomía, por ejemplo, no se inspiraban en la preocupación por el bienestar animal sino en las nociones de lo que constituía un “vicio”. 8 De pais (muchacho) y erastes (amante). Hyde, The Other Lover. An Historical and Contemporary Surrey of Homosexuality in Britain (1970), pp. 91-92. 10 PRO HO 45/9427/61018. 9 EN LAS SOMBRAS 37 Poco cambio hubo a este respecto a lo largo del siglo XIX. Los enfoques médico y criminológico de la desviación sexual redefinían simplemente (pero con complicaciones académicas infinitas) el “vicio” en sus propios términos profesionales. Si un sistema particular de clasificación hubiera prevalecido, los homosexuales hubieran sido separados legalmente de los malhechores y lunáticos y hubieran recibido un trato distinto, pero esto no ocurrió hasta mucho después. Algunos intentos más plausibles se han hecho para detectar pautas de persecución. De acuerdo con uno de los argumentos más populares, los procesos contra homosexuales se incrementaron en épocas de guerra o de revuelta civil. Pruebas de una oleada de actividad antisodomítica en tiempos de guerra se dieron a conocer primero en 1976 y 1978 en estudios sobre cortes marciales navales británicas.11 La teoría se extendió más tarde, sin pruebas, a la población civil. Es plausible la idea de que los disturbios sociales provocaran oleadas de homofobia debido a la creencia extendida de que los homosexuales son afeminados y de que una nación con una gran proporción de homosexuales es fácil presa de un enemigo viril. Esta noción se ha utilizado en diversas épocas para explicar la decadencia de Roma, la captura de Constantinopla por los cruzados y la derrota del decadente Segundo Imperio francés ante los prusianos en 1870. En una época más reciente se usó en la Gran Bretaña y en los Estados Unidos para oponerse a la admisión de hombres y mujeres gay a las fuerzas armadas. Sin embargo, se observa que el crecimiento de los casos de sodomía en la Armada Real durante la guerra de siete años y en las guerras napoleónicas (nueve sentencias a muerte por sodomía de 1797 a 1805) coincide exactamente con un súbito y fuerte incremento de la magnitud de la armada. La guerra implica una conscripción masiva. El argumento de que hubo una purga ideológica de sodomitas no deja de tener cierta veracidad, pero debe tomarse en cuenta el hecho de que había más 11 Harvey, “Prosecutions for Sodomy in England at the Beginning of the 19th Century”; también Gilbert, “Buggery and the British Navy, 1700-1861”. 38 EN LAS SOMBRAS marinos que procesar. Aun entonces, la sodomía sumaba sólo 5% de todas las condenas capitales de 1756 a 1806 (19 de 371, siendo el resto condenas de asesinos, amotinados, desertores y hombres que habían golpeado a un oficial). A primera vista, hay pruebas más convincentes de una campaña de persecución en el hecho de que la pena de muerte se aplicó igualmente a sodomitas civiles en Inglaterra y Gales hasta 1835. Aun cuando, como fue el caso con frecuencia, los hombres ejecutados hubieran cometido igualmente violación o muertes, parecería que la simple sospecha de sodomía podría haber provocado una salvaje respuesta nada común. La última ejecución de un sodomita en Francia tuvo lugar en 1783, cuando un monje exclaustrado fue quemado en la estaca por matar a un niño que rehusó tener sexo con él. La última ejecución de sodomía12 en la Europa continental tuvo lugar en 1803, en Holanda, mientras que en Inglaterra las ejecuciones continuaron hasta 1835. Fueron 46 las personas ejecutadas por sodomía entre 1810 y 1835. Otros 32 fueron condenados a muerte pero fue suspendida la sentencia. El resto de los 713 que fueron condenados por sodomía o una ofensa relativa recibieron una sentencia más leve: el cepo (hasta 1816) o la cárcel. De los 1 596 casos juzgados entre 1810 y 1835, 805 fueron absueltos. Sin embargo, la gráfica A1.2 (apéndice 1, p. 348) muestra que esta estadística aparentemente definitiva debe tratarse con precaución. Aunque la pena de muerte por sodomía no se abolió en Inglaterra y Gales hasta 1861 (1889 en Escocia) el cambio en la ley se previó desde un cuarto de siglo antes. Ningún sodomita fue ejecutado después de 1835. Esta abolición no oficial de la pena de muerte coincidió con un incremento en el número de sentencias capitales, como si los jueces y los jurados se sintieran libres ahora de dar un terrible escarmiento. En otras palabras, las leyes duras pueden provocar indulgencia y viceversa. Si la sentencia es la muerte y los jurados sospechan que la muerte le será aplicada al culpable, éstos 12 A. H. Huussen, en Maccubbin; cf. T. van der Meer, en Gerard-Hekma, The Pursuit of Sodomy: Male Homosexuality in Renaissance and Enlightment Europe, p. 268 (última ejecución en 1765). EN LAS SOMBRAS 39 pueden volverse más exigentes acerca de las pruebas y más renuentes a sentenciarlo. Por lo menos es un error estadístico considerar estas 46 ejecuciones como prueba de “genocidio”.13 Algunas viejas leyes, que sobrevivían como fósiles vivientes repugnantes, fueron usadas para pintar un cuadro de persecución continua y salvaje. Pero no hay pruebas de que los sodomitas fueran nunca enterrados vivos (como prescribía una ley inglesa del siglo XIII). Tampoco a las mujeres sodomitas de los Estados Unidos se les perforó el cartílago de sus narices media pulgada (como recomendaba Thomas Jefferson y otros más cuando revisaron las leyes de Virginia en 1777).14 La mera existencia de una ley dice menos acerca del carácter de una sociedad que una afirmación de principios morales lo hace acerca de la conducta de un individuo. La sodomía era sin duda un caso especial. Siguió siendo una ofensa capital en Inglaterra y Gales mucho después de que la pena de muerte hubiera sido abolida por crímenes tales como el asalto a una casa, el robo de caballos o el sacrilegio. Esto puede reflejar una represión deliberada o simplemente la renuencia de los legisladores a debatir el asunto en público. Cuando se les pidió a los políticos y a los periodistas que hicieran pública su opinión, generalmente expresaron su horror ante un crimen “inmencionable”. En privado, muchos pensaban que era inhumano o irrazonable castigar un crimen sin que hubiera una víctima (véase el capítulo VII). Finalmente, la pena de muerte fue abolida. En 1841 la ley pasó la prueba de la Cámara de los Comunes pero fue rechazada por la Cámara de los Lores. En 1861 la aprobaron ambas cámaras. La nueva sentencia —de 10 años a cadena perpetua— no puede describirse como tolerante, pero mostraba un deseo de modernizar y humanizar la ley, incluso en un caso tan controvertido. El problema subyacente es que el propio proceso de identificar las persecuciones de homosexuales sugiere que éstos fueron escogidos para ser tratados de una manera especial. En asuntos sexuales, en la mayor parte del siglo XIX, las mujeres 13 Por ejemplo, Crompton, “Gay Genocide: From Leviticus to Hitler” (1978). J. Katz, Gay American History. Lesbians and Gay Men in the U. S. A. (1976), p. 24. 14 40 EN LAS SOMBRAS podían temer más ante la ley que los hombres homosexuales. Bajo la ley de divorcio británica de 1857, una mujer que cometía una pequeña y privada imprudencia heterosexual podía ser motivo de divorcio y condenada a la muerte social. El adulterio del marido no era suficiente para el divorcio, a menos que implicara sodomía. En Francia, la indecencia pública y la corrupción de los jóvenes —que con frecuencia se aplicaba a sodomitas— implicaba una sentencia máxima de seis meses de cárcel. El adulterio —aplicado casi exclusivamente a las mujeres— implicaba una sentencia máxima de dos años. La separación de los crímenes homosexuales de las demás estadísticas lleva inevitablemente a una percepción anacrónica del castigo. No parecería que se mostrara mucha indulgencia a los hombres esposados al cepo y expuestos durante varias horas ante una multitud de sádicos que se arrogaban el derecho de lanzarles carretadas de excrementos y de animales muertos. Pero estas exhibiciones públicas de crueldad autoarrogada no se reservaba a los sodomitas y no hay pruebas reales de que los jurados fueran especialmente vengativos. El cepo era la sentencia menos dura disponible. En la Inglaterra de principios del siglo XIX, una persona podía incluso ser colgada por un robo menor. (El cepo fue abolido en 1816 como castigo de todos los crímenes excepto soborno y perjurio y definitivamente en 1837.) Cuanto más dramático es el castigo, mayores son las oportunidades de tergiversaciones. Se ha señalado que en 1806 hubo más ejecuciones por sodomía que por asesinato, y que en 1810 cuatro de cada cinco sodomitas convictos fueron colgados, pero estos hechos son muy engañosos si se los considera aisladamente. La gráfica A1.3 (apéndice 1, p. 348) muestra que las ejecuciones por sodomía fueron un porcentaje pequeño del total de ejecuciones, aunque la sodomía siguió siendo considerada una ofensa grave. La sodomía —por lo común con violencia— suma menos de 3% de todas las ejecuciones en Inglaterra y Gales de 1805 a 1835. El asesinato, en cambio, representó 21%. Por mucho, el mayor número de ejecuciones fue por crímenes contra la propiedad, muchos de los cuales nos parecerían hoy demasiado triviales aun para el castigo de cárcel. EN LAS SOMBRAS 41 Hasta mediados del siglo XX, tal parece haber sido el caso en las condenas de sodomitas. En los Estados Unidos, según William Eskridge, “los arrestos por sodomía siguieron siendo una proporción mínima (una fracción de 1%) de los arrestos totales en todas las ciudades”15 de 1900 a 1920. En la India británica, sólo hubo siete encausados y tres convictos hasta 1929 bajo la ley de 1860 que prohibía “comercio carnal contra natura”.16 Muchos de estos casos comprendían violaciones de niños. Por inicuo que fuera el espíritu de la ley, las tasas de convictos en Inglaterra y Gales sugieren que los procesos por sodomía eran tan justos (o injustos) como los procesos por otras ofensas. Al ser arrestado, el sodomita tenía la misma posibilidad que cualquier otro criminal de ser absuelto, y podía esperar que la sentencia reflejara un hecho probado más que un mero prejuicio o rumor. Después de 1781, para condenar a un hombre por sodomía era necesario demostrar la penetración y la emisión de semen y, aunque este último criterio fue desechado en 1828, el cambio no fue inspirado por un deseo de perseguir a los sodomitas, sino por la preocupación de que los violadores escapaban al castigo con demasiada facilidad. La falta de informes judiciales detallados puede sugerir que los sodomitas eran condenados a partir de pruebas poco sólidas o nulas. Los informes periodísticos eran esquemáticos y eufemísticos y dejaban que los lectores imaginaran lo inimaginable. Caso típico, The Morning Chronicle de Londres informaba el 6 de abril de 1815 que “un viejo sinvergüenza, un mísero sirviente [fue ejecutado por] un crimen por el que la naturaleza se horroriza, sin que podamos escribir palabra alguna sobre las pruebas”.17 Así, pues, había pruebas, pero los reporteros tenían con frecuencia instrucciones de los jueces de omitir los detalles repugnantes, ya fuera por decencia o para evitar que los lectores pudieran intentar por sí mismos los actos innombrables y causar una epidemia del vicio contra natura. A lo largo del siglo XIX, la táctica más común fue el silencio 15 Eskridge, Gaylaw. Challenging the Apartheid of the Closet, p. 25. Khanna, “Gay Rights”. 17 Harvey, “Prosecutions for Sodomy in England at the Beginning of the 19th Century”, p. 942. 16 42 EN LAS SOMBRAS y no sólo en la Gran Bretaña. El punto de vista más común lo expresó Napoleón al ser confrontado con la evidencia de una fuerte comunidad sodomita en Chartres en 1805: “[Estas ofensas] no son frecuentes, como nos lo muestra la naturaleza. El escándalo de los procesos legales sólo haría que se multiplicaran”.18 En una democracia moderna, el ocultamiento burocrático de castigos oficiales se vería como un intento de disfrazar la represión. En el siglo XIX se fundaba en la preocupación por el bienestar público. Se consideraba que la sodomía era un vicio que medraba con la publicidad. Los informes de las cortes que han sobrevivido sugieren que la evidencia en los juzgados ingleses era explícita con creces. El siguiente testimonio proviene de un registro inédito de un proceso por sodomía que se realizó el 26 de junio de 1807: Pearce desabrochó mis pantalones y me subió la camisa le pregunté que qué iba a hacer me dijo que me mantuviera callado y quieto en la cama le dije que él debía quedarse callado y quieto porque yo quería irme a dormir tomó su verga y [la] puso en mi trasero. Le dije que le valdría la vida si hacía lo que estaba haciendo […] no dijo ni una palabra y siguió con lo mismo puso su verga en mi trasero aunque no penetró mucho.19 La discreción oficial a veces impidió que llegaran a juicio ciertos casos. A los sodomitas, especialmente aquellos que ocupaban altos cargos, a menudo se les permitía dejar el país. En 1890, cuando el asunto de la Cleveland Street20 reveló los sórdidos secretos de los burdeles masculinos y las actividades de tiempo parcial de los muchachos repartidores de telegramas de Londres, el gobierno no tuvo ninguna prisa por iniciar los procesos, lo cual dio lugar a una teoría apenas esbozada de conspiración21 que tenía como centro al nieto homosexual de la reina Victoria, el príncipe Eddy. Parecería más bien, como su18 M. Sibalis, en Merrick-Ragan, Homosexuality in Modern France, pp. 91-92. Harvey, “Prosecutions for Sodomy in England at the Beginning of the 19th Century”, p. 942. 20 L. Chester et al., The Cleveland Street Affair; Hyde, The Trials of Oscar Wilde (1976). 21 Theo, Aronson, Prince Eddy and the Homosexual Underworld. 19 EN LAS SOMBRAS 43 giere Harry Cocks,22 que el gobierno trataba simplemente de cubrir su renuencia usual al dar publicidad a las actividades de los sodomitas. En este caso, le forzaron la mano los periodistas en campaña y un policía entusiasta que evidentemente gozó con la investigación. Un clérigo llamado Veck y un oficial llamado Newlove fueron condenados a cuatro y a nueve meses de cárcel, pero el inculpado más prominente, lord Arthur Somerset, pudo huir al sur de Francia, donde permaneció 37 años, el resto de su vida, con su compañero masculino. Fuera de la Gran Bretaña, las generalizaciones acerca de la persecución legal son inevitablemente especulativas, ya sea porque las leyes acerca de la sodomía eran incongruentes o se aplicaban de manera azarosa, o porque no existiera tal legislación antihomosexual. En Francia, el Código Penal revolucionario de 179123 despenalizaba las relaciones sexuales entre varones al omitir deliberadamente toda referencia a ellas. Esta reforma se incorporó al Código Civil de 1804 y más tarde fue impuesto, adoptado o imitado, por un tiempo por lo menos, en Holanda y en muchos de los estados alemanes. Antes de terminar el siglo XIX, los actos homosexuales entre adultos con consentimiento de ambos dejaron de estar prohibidos en Bélgica, Italia, Luxemburgo, Mónaco, Portugal, Rumania y España (dependiendo de la interpretación de “abusos deshonestos”24 en el código legal de 1822). Brasil eliminó la sodomía de su código penal en 1830. En los Estados Unidos, donde se adoptó el estatuto inglés de 1533, aunque sin la pena de muerte, las condenas fueron raras hasta los ochenta del siglo XIX. Esto no quiere decir que un inglés homosexual sólo tenía que cruzar el Canal de la Mancha para encontrar paz y felicidad. La mera ausencia de leyes antisodomíticas no daba inmunidad al hostigamiento y procesamiento. A veces se menciona 22 Cocks, Abominable Crimes: Sodomy Trials in English Law and Culture, 1830-1889, p. 222. 23 No es la obra de un individuo, aunque a Cambacérès, el famoso archicanciller homosexual de Napoleón, se le concede el crédito con frecuencia. 24 Eisenberg, “La escondida senda: Homosexuality in Spanish History and Culture”. 44 EN LAS SOMBRAS a Francia, con su código revolucionario, como un ejemplo de tolerancia moderno, pero los “pederastas” podían ser castigados bajo las leyes de indecencia pública, corrupción de menores e incluso vagancia. Los notorios arrestos por libertinaje público y vagancia de los cincuenta del siglo XX en California no eran una idea nueva. Este uso sutil de la legislación dificulta descubrir la extensión real de la persecución oficial. Cuando Paul Verlaine fue arrestado en Bruselas en 1873 por disparar a su amante Arthur Rimbaud en la muñeca, recibió la sentencia máxima de dos años de cárcel. Un examen médico reveló “rasgos de pederastia habitual, tanto activa como pasiva”25 y, aunque la sexualidad de Verlaine era irrelevante en sentido estricto, parece haber influido en el jurado. A pesar de la tolerancia legal de la homosexualidad, Francia era más peligrosa para los homosexuales que Inglaterra. En casi todo el siglo XIX, las redadas en los clubes de homosexuales y en sus lugares de encuentro eran más comunes en París que en Londres. En los cincuenta se lanzaron campañas para “limpiar” las calles o (como dijo un médico de la policía) para sondear en el mar de la “inmundicia”. Una serie de redadas particularmente enérgicas en 1865 causó una pequeña diáspora de “pederastas”,26 de los que cerca de 10% eran extranjeros. Sólo en París, de 1860 a 1870, 1 282 pederastas fueron procesados. Otros 1 631 fueron encontrados in flagrante delicto. En contraste, en el mismo periodo hubo 1 210 condenas por sodomía y ofensas relacionadas en Inglaterra y Gales. Estos esfuerzos extraordinarios ciertamente reflejan un grado de prejuicio institucional. François Carlier, quien dirigía el escuadrón del vicio en París en los sesenta del siglo XIX, pensaba que la “pederastia” privaba al que la sufría de valor, sentimientos familiares y patriotismo. Las prostitutas “normales”,27 que eran registradas por médicos municipales, desarrollaban una función útil, según ellos, al saciar los deseos de los futuros 25 Lalande, “L’Examen corporal d’un homme de lettres”; Robb, Rimbaud (2000), pp. 223-224. 26 Carlier, Études de pathologie sociale. Les Deux prostitutions, pp. 444-447 y cuadro. 27 Ibid., p. 277. EN LAS SOMBRAS 45 violadores, mientras que los pederastas eran inherentemente inútiles y no debían ser tolerados. Sin embargo, el prejuicio contra los “pederastas” de ninguna manera es la única explicación. Las redadas masivas eran procedimientos policiales normales para enfrentarse a la prostitución (aproximadamente 12 000 prostitutas eran arrestadas cada año) y parecía que la policía francesa no llegaba a distinguir entre los prostitutos y sus clientes. Muchos de los hombres arrestados eran capturados en medio del acto sexual en lugares tan públicos como las avenidas arboladas de los Campos Elíseos. Su arresto por indecencia no era resultado específico de su sexualidad. Todo hecho sexual público era susceptible de ser castigado. El propio Carlier se preocupaba sobre todo por la prostitución infantil y los chantajistas, que a menudo se disfrazaban de policías y a veces lo eran. Las sentencias más duras se reservaban al chantaje (a menudo trabajos forzados de por vida en Nueva Caledonia). Un colega de Carlier, Louis Canler, jefe de la Sûreté, trataba con los “antifísicos” (antiphysique = contra natura) y con los chantajistas en el mismo capítulo de sus memorias. Como muchos de los escritores que tratan el tema, consideraba a los chantajistas como una forma de vida más baja que los antifísicos y pintó un cuadro casi aprobatorio de una pareja homosexual modelo cuyo estilo de vida los preservaba de los engaños de chantajistas y alcahuetes: Un rico caballero extranjero de setenta años, vinculado con una de las grandes familias de la Europa del norte, se estableció en una suntuosa casa adosada en París […] Trajo consigo a un muchacho de dieciocho años (bigote sedoso, nariz respingada, con voz y apariencia femeninas) que hacía pasar por su sobrino […] Pasaban el día encerrados en el apartamento. El joven, vestido como mujer, se dedicaba al trabajo de agujas, ya fueran bordados o tapicerías. A la hora de cenar, el “sobrino” se vestía ropas masculinas de nuevo y, después de la cena, los dos inseparables montaban en su carruaje e iban al café a tomar una taza de la infusión y a leer los periódicos. A las diez, trepaban de nuevo en el carruaje y regresaban a su casa.28 28 Canler, Mémoires, pp. 122-123. 46 EN LAS SOMBRAS Desde luego, el hecho de que su rutina diaria fuera conocida por la policía muestra que no era gente libre del todo. Pero no eran susceptibles de ser arrestados. Muchos procesos en Francia fueron resultado de quejas específicas y no de una acción policial directa: de miembros del público que oían ruidos indecorosos en los urinarios públicos o de otros homosexuales que utilizaban la ley como medio conveniente de venganza. Los archivos de la Prefectura de Policía29 muestran que muchos pleitos de amantes terminaban con una carta anónima al escuadrón del vicio. También había cierta preocupación por arrestos falsos y evidencia débil. En 1881, después de las quejas acerca del dudoso juicio de un muy conocido pianista, Louis-Marcel Voyer,30 sólo se hicieron 10 arrestos en París por “prostitución masculina”, en comparación con 165 en 1879 y 120 en 1880. (En 1882 el servicio regresó a la normalidad: 82 arrestos.) La principal lección que nos da la evidencia francesa, en primer lugar, es que muchos de los ejecutores de la ley que tuvieron contacto con los verdaderos homosexuales masculinos, dejaron la noción abstracta y sombría de “pederastia” al cambiar mentalmente y desarrollar una fascinación antropológica por estas extrañas criaturas que se enamoraban de gente de su propio sexo. En segundo lugar, a pesar de la amenaza que las campañas policiales implicaban para prostitutas y chantajistas, había —para entrar a la segunda parte de este libro— una comunidad homosexual próspera con un sentido muy politizado de sus derechos sexuales, un calendario de eventos y aniversarios, sus propios villanos y leyendas vivientes, clubes sociales con vínculos internacionales, cafés y burdeles y una bien establecida red de lugares de encuentro con patrullas organizadas. Algo similar podría decirse de la mayoría de las ciudades, fueran cuales fueran las leyes y la actividad policiaca. Parece haber existido cierta forma de comunidad homosexual en todas las ciudades lo suficientemente grandes para proporcionar cier29 Gunther, “La Construction de l’identité homsexuelle dans les lois aux États-Unis et en France”. 30 Gury, L’Honneur musical d’un capitaine homosexual en 1880. De Courteline à Proust, p. 124. EN LAS SOMBRAS 47 to anonimato. En la mayoría de las ciudades europeas y estadunidenses había un lugar o incluso un distrito en el que los hombres homosexuales —y, más raramente las mujeres— podían reunirse con relativa seguridad (véase el capítulo VI): las riberas en San Francisco, Broadway y el Central Park en Nueva York, los parques, callejones y sanitarios en Toronto (hacia 1890),31 Montmartre en París, Unter den Linden en Berlín, el Retiro en Madrid, los muelles en Barcelona, el bulevar Ring en Moscú, la plaza en frente del Ayuntamiento en Copenhague,32 cerca de 17 lugares distintos en Ámsterdam y casi por todas partes en Nápoles. Hubo pocos procesos incluso en los países donde se promulgaron nuevas leyes contra la sodomía —Rusia en 1835, el Imperio alemán en 1871—. El notorio párrafo 175 del Código imperial alemán (1871, de una ley prusiana de 1851) castigaba con la cárcel al “vicio desnaturalizado cometido por dos personas del sexo masculino o de gente con animales”. Se hicieron listas de homosexuales para la siniestra “Päderasten Abteilung” (“División Pederástica”)33 de la policía alemana, pero las “Rosa Listen” (“Listas Rosas”)34 casi nunca se usaron y en todo caso servían como arma para luchar contra los chantajistas. El jefe de la división, Leopold von Meerscheidt-Hüllessem (m. 1900), que trabajaba de cerca con el psicólogo ilustrado Albert Moll, llegó a la conclusión de que la homosexualidad no era un vicio, e incluso trató de entregar las Listas Rosas a la organización que buscaba la igualdad homosexual. Así pues, el cuadro general no es uno abiertamente expuesto. Los homosexuales del siglo XIX vivían bajo una nube, pero rara vez les llovía. La mayoría sufría, más que de la cruel 31 Maynard, “Through a Hole in the Lavatory Wall: Homesexual, Police Surveillance, and the Dialectics of Discovery, Toronto, 1890-1930”. 32 Hirschfeld, en Lucy Bland y L. Doan (eds.), Sexology Uncensored. The Documents of Sexual Science, p. 229; Casper, Practisches Handbuch der gerichtlichen Medicin (1871); D. Healey y G. Hekma, en Higgs, Queer Sites. Gay Urban Histories since 1600; W. van Rosen, en Gerard-Hekma. 33 Haas, Per scientiam ad justitiam? L’opposition à la repression pénale de l’homosexualité dans l’Allemagne de Guillaume II, 1. Obituario de MeerscheidtHüllessem: JfsZ, IV (1902), pp. 947-955. 34 Müller, Aber meinem Herz sprach ein Stimme so laut. Homosexuelle Autobiographien und mediziniche Patographien im neunzehnten Jahrhundert, p. 321. 48 EN LAS SOMBRAS maquinaria de la justicia, de un sentido sinuoso de vergüenza, del temor de perder a los amigos, la familia o la reputación, de la penosa incompatibilidad entre las creencias religiosas y el deseo sexual, del aislamiento social y mental y de la tensión del ocultamiento. Los matrimonios sin amor causaban un dolor más duradero que las leyes, y así es todavía. Aun así, como descubrieron médicos y policías para su asombro, muchos “pederastas” eran absolutamente felices con su extraña condición y no mostraban deseo alguno de cambiar. Algunos de ellos tenían relaciones duraderas y plenas. Otros saboreaban los estremecimientos de una noche de “ultraje público” en los Campos Elíseos. La mayoría de ellos nunca se enredó con la ley. Como observó el jefe del escuadrón del vicio de París, no había nada que él pudiera hacer acerca de las “orgías en casas privadas”.35 En lo que respecta a la coacción de la ley, las Edades Oscuras empezaron más bien en el siglo XX. Al contrario que la gráfica A1.1 (1810-1900), la gráfica A1.4 (1900-2000) (apéndice 1, p. 349) muestra claramente un cambio significativo. (Ambas gráficas tienen en cuenta el crecimiento de la población.) El fuerte incremento de los delitos por “sodomía” de Inglaterra y Gales en el siglo XX (sodomía, ataque indecente a hombres y gruesa indecencia entre hombres) refleja en parte el incremento de todos los crímenes violentos, pero la tasa anual de crecimiento en la sodomía y crímenes relacionados es mucho mayor. A medida que avanzaba el siglo, la sodomía iba incrementándose aún más a los ojos de la ley. En la última década del siglo, sumaba 5% de todos los crímenes contra las personas. A fines de los cincuenta, el porcentaje había subido a 21 por ciento. Visto como porcentaje de todos los crímenes registrados (gráfica A1.5, apéndice 1, p. 350), el pico de mediados de siglo es todavía más dramático: 0.24% en 1905; 1.52% en 1955; 0.09% en 1995. (Las cifras por homicidio en los mismos años son de 0.3, 0.06 y 0.01 por ciento.) Pero el hecho clave aquí es el contraste con el siglo XIX. 35 Carlier, Études de pathologie sociale. Les Deux prostitutions, p. 471. EN LAS SOMBRAS 49 Las cifras de crímenes no apoyan argumentos muy detallados, especialmente para un periodo tan largo. Los casos de procesos por sodomía incluían cada vez más a niños y probablemente reflejan un conocimiento creciente de abuso a niños y mayor deseo de reportarlos. (La ofensa de “mayor indecencia con un niño” se introdujo en 1983.) Pero la ofensa específica de “mayor indecencia entre varones” significaba actos homosexuales, por lo común entre varones por mutuo consentimiento mayores de 21 años. Las cifras por esta ofensa, que no incluían todos los actos homosexuales de consentimiento mutuo, siguen la misma tendencia a crecer. A pesar de todos los anuncios apocalípticos de los moralistas victorianos, nada como esto se había visto antes. En 1955, se registraron 2 322 casos de inmoralidad entre varones. Si aplicamos el promedio común para la población homosexual de 4%, y si asumimos que cada ofensa implicaba a dos personas (y no a reincidentes), esto significaría que uno de cada 125 homosexuales varones de Inglaterra y Gales entraron en las estadísticas criminales en 1955. En comparación, se dejaba tranquilos a los homosexuales del siglo XIX. Fue a partir de los treinta que, como dijo Quentin Crisp, la policía empezó a pensar de los homosexuales “como los indios norteamericanos pensaron del bisonte [y] consideraron la manera de exterminarlos”.36 Si vemos las cifras, por incompletas que sean y por variantes que haya en la legislación estatal, un aumento casi dramático puede verse en muchos otros países europeos y en los Estados Unidos (gráfica A1.6, apéndice 1, p. 350).37 A mediados del siglo XX, los primeros efectos de la Ilustración sobre la reforma de la ley se habían evaporado o sólo eran visibles en la forma de la interferencia estatal masiva. Francia no tuvo ley alguna explícitamente antihomosexual hasta 1942, cuando el régimen de Pétain convirtió los actos homosexuales entre varones de menos de 21 años en motivo de cárcel. Esta ley permaneció después de la liberación. Los procesos contra homosexuales muy pronto sobrepasaron en número a todos los 36 37 Crisp, The Naked Civil Servant, p. 76. Basada en Eskridge, Gaylaw. Challenging the Apartheid of the Closet. iscriminados, perseguidos y castigados. Su crimen: amar a una persona del mismo sexo. La historia de los homosexuales se ha ceñido durante mucho tiempo a la intolerancia y a los mitos construidos alrededor de ellos. Numerosas teorías fundadas en los prejuicios sociales y un desconocimiento científico de la homosexualidad constituyen los elementos del discurso dominante sobre las prácticas homosexuales. Consciente de esto, Graham Robb emprende esta investigación con el deseo de presentar una historia social que recrea la forma de vivir la homosexualidad a lo largo del siglo XIX, especialmente en Estados Unidos y Europa. Este trabajo esboza una teoría novedosa acerca de la tolerancia hacia la homosexualidad a través de la ficción que se plasma en la literatura de www.fondodeculturaeconomica.com aquellos tiempos.