Capítulo Ii. 2. La Monarquía Parlamentaria 1

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Capítulo II. 2. LA MONARQUÍA PARLAMENTARIA 1- La reunión de los Estados Generales 2- La Asamblea Nacional Constituyente (1789-1791) 3- La Asamblea Nacional Legislativa (1791-1792) 1-La reunión de los Estados Generales En 1788 se abrió el proceso para que cada estamento eligiera a sus representantes en los Estados Generales. Mientras duró, se permitió la libertad de imprenta para que los candidatos expresaran sus propuestas, lo que tuvo como resultado una rápida difusión de las ideas políticas ilustradas entre sectores de la sociedad que las desconocían hasta entonces. Estas propuestas se publicaban en los llamados Cuadernos de Quejas, el más célebre de los cuales será “¿Qué es el tercer Estado?” de Sieyes (ver texto). En ellos aparte de críticas generales al Antiguo Régimen, los representantes del Tercer Estado reclamaban sobre todo dos cosas: que los Estados Generales no se limitaran a aprobar la Contribución Territorial, iniciando reformas más profundas y que el voto en ellos fuera individual y no por estamento. Esta segunda petición obedecía al funcionamiento tradicional de los Estados Generales: En ellos el clero (2% de la población) disponía de 1/3 de los representantes, lo mismo que la nobleza (2,5% de la población) y que el tercer Estado (95% de la población). Pero además el voto no era individual, sino que los representantes de cada estamento se reunían por separado y cada grupo disponía de un solo voto conjunto (ver esquema en Demos). Esto aseguraba la victoria en las votaciones de los estamentos privilegiados. Necker consiguió que el rey duplicara el número de representantes del tercer Estado (casi todos burgueses más algún campesino acomodado y algún maestro de gremio), pero no el voto individual, por lo que la situación se mantenía igual. Tras las elecciones, Luís XVI presidió la Apertura de los Estados Generales en mayo de 1789. En ella propuso la aprobación de la Contribución Territorial, pero los representantes del tercer Estado exigieron la imposición del voto individual y que los Estados Generales redactaran una Constitución para Francia. Ante el cariz que tomaba la situación el rey optó por disolver la reunión y cerrar los salones de Versalles donde se celebraba. Ante esto, los representantes del tercer Estado más algunos de la nobleza y el clero (Sieyes, Lafayette, Talleyrand, Mirabeau) (ver cuadro de David en el libro) marcharon a París, donde reunidos en un frontón realizaron el Juramento del juego de pelota, comprometiéndose a no separarse hasta haber dotado a Francia de una Constitución. El rey reunió a tropas mercenarias (Guardia Suiza) en Versalles para intervenir en París, a lo que los “patriotas” respondieron creando una milicia ciudadana (la Guardia Nacional) y Comunas o ayuntamientos populares tanto en París en como otras ciudades, instituciones que sustituían a la administración de la corona. El 14 de julio de 1789, la Guardia Nacional apoyada por una multitud de parisinos, protagonizó la Toma de la Bastilla, fortaleza en la que la corona detenía a los enemigos del Estado y arsenal de París. El rey se vio obligado a ceder y reabrió los salones de Versalles donde volvieron los representantes y donde se reunieron, no ya como Estados Generales, sino como Asamblea Nacional Constituyente, es decir, como representantes de la nación con la misión de redactar una Constitución para Francia. 2- La Asamblea Nacional Constituyente (1789-1791) Las noticias de París se extendieron por toda Francia, mientras se desmoronaba la autoridad de las instituciones absolutistas, aunque el rey conservó su corona y siguió ejerciendo el poder ejecutivo. Ante este vacío de poder, los campesinos tomaron la iniciativa y protagonizaron asaltos a los castillos de los nobles, motines y rebeliones. Los principales objetivos de estos ataques eran los cobradores de impuestos (muchos fueron asesinados) y las bibliotecas en las que los nobles guardaban los documentos que mantenían las tierras de los campesinos “en precario”. El resultado de esta turbulenta época conocida como “El Gran Miedo”, fue que muchos nobles (a los que se conocerá a partir de ahora como los “emigrados”) abandonaran Francia encabezados por el conde de Artois. Los emigrados, refugiados en distintas cortes europeas, empezarán a conspirar para convencer al resto de los reyes absolutistas de que intervinieran en Francia. Para frenar este desorden la Asamblea Nacional decretó la Abolición del régimen feudal. En una sola noche se estableció la igualdad ante la ley, el fin de los privilegios estamentales, de los tributos feudales y de la jurisdicción de nobles y clérigos sobre sus territorios. Pero la igualdad ante la ley no tenía sentido si no se sabía a qué tenía derecho cada ciudadano francés, por lo que la Asamblea Nacional redactó la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (ver texto, antecedente de la “Declaración Universal de los Derechos Humanos”, ONU 1948), como adelanto de la Constitución que se estaba redactando. Aunque estas medidas tranquilizaron algo a los campesinos, la crisis alimentaria subsistía y se agravaba haciendo crecer el malestar en las ciudades. En octubre de 1789 una gran masa de habitantes de París, se dirigió a Versalles para protestar por la escasez de pan (comentario “oficioso” de Maria Antonieta). Esta Manifestación en Versalles encabezada por mujeres, terminó por enfrentarse a la Guardia Real e irrumpir en el palacio, obligando al rey y a la Asamblea Nacional a desplazarse a París, entre vítores pero a la fuerza. Para abordar el problema, la Asamblea Nacional tomó una importante medida conocida como la Constitución Civil del Clero que implicaba la disolución de las órdenes religiosas (clero regular: monjes y monjas), la expropiación de su patrimonio (tierras y edificios) que sería puesto a la venta por el Estado. Para compensar, el Estado se haría cargo de la manutención del clero secular (curas de iglesias y parroquias) siempre que cada cura jurara la Constitución. Los resultados de esta medida, serán que muchos campesinos pudieron acceder a la tierra comprando las antiguas posesiones de la iglesia, por lo que empezarán sentir simpatía por la causa revolucionaria (apoyarán sobre todo a los monárquicos constitucionalistas moderados); la puesta en cultivo de estas tierras infrautilizadas por la Iglesia, paliará el problema del hambre y el Estado ingresará grandes cantidades por su venta lo que contribuyó a reducir la deuda que se arrastraba. Por otro lado, la medida significó el principio de un largo enfrentamiento entre la Iglesia católica y el liberalismo, que se prolongará durante los siglos XIX y XX y que aun parece perdurar. La respuesta de la iglesia católica fue la de excomulgar a cualquiera que jurara la Constitución y oponerse con todas sus fuerzas a la Revolución, lo que creará graves problemas ya que existía un gran número de católicos franceses que seguirán las consignas de la Iglesia. Una vez instalados en París el rey y la Asamblea Nacional, se sentirán cada vez más presionadas por las masas de la ciudad (sans-culottes) cada vez más radicalizadas. Desde el palacio de las Tullerías, Luís XVI se puso en contacto con el Emperador de Austria (padre de Maria Antonieta) para preparar su huida de Francia. La familia real disfrazada y aprovechando la noche, consiguió huir de París, donde se sentían secuestrados por el “populacho”. Se dirigían a los Países Bajos Austriacos (Bélgica), donde el Emperador concentraba a su ejército para invadir Francia, pero fueron interceptados por la Guardia Nacional en la localidad de Varennes y obligados a volver a París. El resultado de la Noche de Varennes, fue una multitudinaria manifestación de parisinos que exigían la detención y destitución de Luís XVI. Lafayette (jefe de la Guardia Nacional y monárquico moderado), ordenó disparar contra los manifestantes produciéndose la Matanza del campo de Marte, con el resultado de decenas de muertos. La consecuencia de estos hechos fue la ruptura entre Luís XVI y una gran parte de su pueblo, que empezará a considerar a su rey como un traidor y a abrazar la causa republicana. 3- La Asamblea Nacional Legislativa (1791-1792) En septiembre de 1791, se promulgará la Constitución de la Monarquía Parlamentaria. Tras cumplir con su cometido, la Asamblea Nacional Constituyente se disolvió, comprometiéndose sus representantes a no presentarse a la reelección (a propuesta de Robespierre), para que fueran otras personas las que desarrollaran la Constitución y crearan las nuevas leyes desde la Asamblea Nacional Legislativa. La constitución aprobada (Constitución de 1791), establecía la monarquía parlamentaria como forma de Estado, en el que el rey o sus ministros ejercerían el poder ejecutivo con derecho al veto sobre las decisiones de la Asamblea Nacional; el poder legislativo sería ejercido por la Asamblea Nacional (unicameral) elegida por sufragio censitario indirecto y muy restrictivo. Por este sistema solo tenían derecho al voto el 30% de los hombres (los más ricos), que elegían a su vez a 50.000 electores (0,5% de la población masculina) aun más ricos. Estos electores designarán a los miembros de la Asamblea Nacional y los tribunales locales y nacionales (poder judicial). La Constitución limitaba además de forma severa los derechos de las capas populares (voto, asociación, reunión, huelga...). Esta constitución colmaba las aspiraciones de la alta burguesía y de la nobleza ilustrada (monárquicos constitucionalistas), pero fue una decepción para muchos franceses por lo que la causa republicana fue ganando adeptos. A lo largo de esta fase y de las siguientes luchan entre sí distintas fuerzas políticas. La división principal era entre los absolutistas (más tarde conocidos como “realistas”), partidarios de mantener sin variaciones el Antiguo Régimen, y los “patriotas”, partidarios de introducir profundas reformas en él. En los primeros días de la Asamblea Nacional, los primeros ocuparon los asientos de la derecha de la sala y los segundos en los de la izquierda, origen de la actual denominación política de “derechas” (moderados o conservadores) e “izquierdas” (progresistas), aunque esta denominación no es aceptada por algunas personas (en general de derechas). El bando “patriota” se acabó dividiendo entre “monárquicos constitucionalistas”(o feullants, partidarios de la monarquía parlamentaria) y “republicanos”. A su vez los republicanos durante la época de la Convención, se dividieron en “moderados”, que ocupaban los asientos bajos del hemiciclo por lo que se les conocerá como “El Llano” (su grupo más importante serán los “girondinos”) y “radicales” (jacobinos, cordeliers, hebertistas) que por ocupar los escaños altos se les conocerá como “la Montaña” o “montañeses”. Durante esta fase la monarquía parlamentaria tomó una serie de medidas que permitían llevar adelante el espíritu de la revolución; prohibición de la tortura, organización de impuestos a toda la población (incluída la nobleza), supresión de los gremios (y libertad de producción y trabajo) y regulación de la Guardia Nacional. Dado el mantenimiento de la revolución, en agosto de 1791 el rey de Prusia y el Emperador de Austria declararon su derecho a intervenir en Francia para “restaurar el orden” llamando al resto de las monarquías a unirse a ellos. La respuesta de la Asamblea Nacional fue la Declaración de Guerra a Austria y Prusia por una inmensa mayoría. Los realistas (y el rey) deseaban la guerra ya que pensaban que Francia sería rápidamente derrotada por las potencias absolutistas que restaurarían el Antiguo Régimen; los monárquicos moderados porque pensaban que una guerra uniría al rey con su pueblo y éste recuperaría su popularidad cada vez más baja; los girondinos por que pensaban que la guerra produciría un levantamiento general en Europa, en el que cada pueblo derrocaría a su respectiva monarquía absoluta. Solo Robespierre y algunos jacobinos se opusieron a esta medida, advirtiendo que la guerra solo podía tener como consecuencia la destrucción de la Revolución o que ésta se convirtiera en una dictadura para alcanzar la victoria. La Guerra de la 1ª Coalición (Austria y Prusia), se inició con graves derrotas francesas, ya que el ejército heredado de la monarquía absoluta estaba en plena descomposición y sus generales (todos nobles) combatían sin interés, cuando no se pasaban directamente al enemigo. La Guardia Nacional formada por voluntarios sin instrucción, no estaba aun preparada para hacer frente a las tropas profesionales de las potencias absolutistas. Estas derrotas provocaron la indignación de muchos franceses que se sentían traicionados y acusaban (no sin razón) a la nobleza, al clero y al rey, de connivencia con el enemigo. Muchas cárceles en las que se encontraban prisioneros “realistas”, nobles o “curas refractarios” (los que se negaban a jurar la constitución) fueron asaltadas y sus prisioneros linchados sin piedad, sin que las autoridades pudieran o quisieran impedirlo. En este ambiente de gran tensión se hizo público el Manifiesto del Duque de Brunswick, en el que el jefe de las fuerzas de la 1ª Coalición, amenazaba con pasar a cuchillo a la Guardia Nacional y a la población de París si Luís XVI era agredido en cualquier forma. Esta declaración fue tomada como una provocación y la Guardia Nacional apoyada por los sans-culottes, se enfrentó a la Guardia Real, produciéndose el Asalto al Palacio de las Tullerias, donde residía Luís XVI que será apresado y depuesto produciéndose la Proclamación de la República en agosto de 1792.