Artigo Original Hegemonia – Revista Eletrônica De

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Artigo original Hegemonia – Revista Eletrônica de Relações Internacionais do Centro Universitário Unieuro ISSN: 1809-1261 UNIEURO, Brasília, número 4, 2009 Recebido em: 16/10/2009 Revisado em: 25/10/2009 Aprovado em: 13/11/2009 Soberania, Modernização e Autoritarismo: China diante da Segunda Guerra Fria (1979-1989) Soberanía, modernización y autoritarismo: China frente a la Segunda Guerra Fría (1979-1989) DOMÍNGUEZ AVILA, Carlos Federico “No importa que el gato sea blanco o negro, lo importante es que cace los ratones.” Deng Xiaoping Resumo: O artigo explora a inserção internacional da República Popular da China entre 1979 e 1989. Particular interesse apresentam as reformas econômicas impulsionadas pelo dirigente Deng Xiaoping. Igualmente são abordadas as relações triangulares entre Beijing, Washington e Moscou, bem como suas implicações regionais e globais. O texto inclui a questão da violenta repressão da oposição democrática em 1989. Palavras-chave:China; Economic reforms; International politics; Asia-Pacific region. Abstract:The article explores the international relations of the People's Republic of China between 1979 and 1989. Particular interest presents the economic reforms stimulated by Deng Xiaoping. Equally the triangular relations between Beijing, Washington and Moscow are boarded, as well as its regional and global implications. The text includes the question of the violent repression of the democratic opposition in 1989. Key-words: China; Economic reforms; International politics; Asia-Pacific region. 1. Introducción El 16 de enero de 1980, Deng Xiaoping dirigió a un selecto grupo de líderes reunidos por el Comité Central del Partido Comunista de China (PCCH) el discurso titulado ‘La presente Artigo original Hegemonia – Revista Eletrônica de Relações Internacionais do Centro Universitário Unieuro ISSN: 1809-1261 UNIEURO, Brasília, número 4, 2009 situación y las tareas frente a nosotros.1 En ese discurso, el carismático líder resaltó las tres tareas fundamentales de la política exterior en particular y del país en general para el decenio de 1980. Ellas eran: a) oponerse al hegemonismo, b) trabajar por el retorno de Taiwán a la madre-patria, para [completar] la reunificación de China2 y c) intensificar el desarrollo económico a través del programa de las Cuatro Modernizaciones (agricultura, industria, defensa, y ciencia y tecnología). Casi tres décadas después de aquel discurso, podemos constatar que China logró exitosamente oponerse al hegemonismo de ambas superpotencias3 e implementar un impresionante programa de modernización orientado por un sui generis modelo de economía socialista de mercado que incluía reformas económicas y apertura comercial hacia Occidente. Entretanto, Beijing no logró completar la reunificación del país debido a la negativa de las autoridades de Formosa (también conocida como Taiwán o República de China en Taiwán) y especialmente a la contradictoria política de Washington hacia ese proceso. Sobre la base de estos elementos introductorios vale señalar que el propósito central del presente ensayo es comprender como la República Popular de China logró mantener su capacidad de maniobra, independencia y soberanía en un contexto internacional tan complejo como el de la Segunda Guerra Fría (1979-1989). Igualmente, identificar cuales fueron los rasgos fundamentales de la política exterior de Beijing frente a ambas superpotencias. En suma, la interrogante central que orienta y recorre el presente trabajo es: ¿cómo y porqué la República Popular de China fue uno de los (pocos) países del Tercer Mundo capaces de maniobrar entre ambas superpotencias en un contexto internacional de 1 XIAOPING, Deng, “The Present Situation and the Task Before Us”, Discurso presentado en el Comité Central del Partido Comunista de China, Beijing, 16 de enero de 1980, Selected Works of Deng Xiaoping (1975-1982), Beijing: Foreign Languages Press, 1983; pp. 224-258. 2 A menos que se indique lo contrario, los términos ‘China’ y ‘Reino del Medio’ aluden a la República Popular de China. Formosa y Taiwán son sinónimos, aún así, en el presente trabajo se utiliza con mayor frecuencia el primer término. A partir de 1975, Camboya se transformó en Kampuchea. 3 Inicialmente, Beijing utilizó la categoría “hegemonismo” para designar a las aspiraciones expansionistas de la Unión Soviética (‘hegemonismo global’) o de sus aliados (‘hegemonismo regional’ de Vietnam en Indochina, por ejemplo). De ese modo, la noción de “hegemonismo” sustituyó progresivamente las antiguas categorías de “revisionismo” y “social imperialismo” que Beijing había atribuido a Moscú. Pero a partir de comienzos del decenio de 1980 también fue utilizado para denunciar las aspiraciones ‘imperialistas’ de Estados Unidos. Artigo original Hegemonia – Revista Eletrônica de Relações Internacionais do Centro Universitário Unieuro ISSN: 1809-1261 UNIEURO, Brasília, número 4, 2009 tensiones, confrontación y competencia hegemónica como el que caracterizó a la década de 1980? 2. El legado de Mao Zedong en la política exterior de China Desde el triunfo de la revolución en 1949 hasta su muerte en 1976, la política exterior de China fue dominada por el pensamiento, las interpretaciones y orientaciones estratégicas de Mao Zedong. Después de su muerte, y en contraste con lo que ocurrió con la mayor parte del legado económico y sociopolítico del Estado maoísta, las directrices generales de la política exterior de heredadas del cuarto de siglo durante el cual el gran timonel condujo los destinos del país fueron –en general– confirmadas (Yahuda, 1983). Con ese legado doctrinario, el gobierno chino implementó su política exterior durante el decenio de 1980. Antes de analizar la doctrina político-ideológica que inspiró la inserción internacional de China, parece oportuno hacer un breve comentario sobre la periodización de la política exterior post-1949 del Reino del Medio. En términos generales es posible identificar tres grandes fases en la política exterior china entre 1949 y 1979.4 La primera fase, entre 1949 y 1960, se caracterizó por la alianza sino-soviética, la intensa rivalidad contra Washington (particularmente durante la guerra de Corea), y el respaldo a los movimientos de liberación nacional y/o descolonización en el mundo afroasiático según la línea de Bandung. Destacándose, además, que uno de los propósitos centrales de la política externa china fue la consolidación del Estado-nacional mediante el retorno de Formosa y otros territorios (Hong Kong, Macao) a la soberanía del país. La segunda fase, entre 1960 y 1971, se caracterizó por las crecientes divergencias ideológicas entre los partidos comunistas chino y soviético, situación que culminó, no solo con el agotamiento de la alianza sino-soviética y el quiebre de la unidad al interior del movimiento comunista internacional, sino que también provocó crecientes tensiones interestatales e incluso conflictos armados fronterizos en 1969. Las relaciones con Estados 4 Detalles en Harding (1983), Nianlong y otros (1990), Yahuda (1983). Artigo original Hegemonia – Revista Eletrônica de Relações Internacionais do Centro Universitário Unieuro ISSN: 1809-1261 UNIEURO, Brasília, número 4, 2009 Unidos continuaron siendo muy tensas debido al escudo defensivo que Washington proporcionó a las tropas de Chiang Kai-shek en Formosa. Al mismo tiempo, Beijing implementó una política externa independiente y activo internacionalismo proletario en favor de las luchas revolucionarias en Vietnam y muchos otros países del Tercer Mundo (Van Ness, 1970). Durante la segunda mitad de la década de 1960, la política exterior en particular y las relaciones internacionales en general fueron afectadas (negativamente) por la llamada Gran Revolución Cultural Proletaria. Durante aquellos años, China se cerró asimisma dominada por un radicalizado sentimiento sino-céntrico y de fundamentalismo maoísta (Abi-sad, 1996: 59ss; Mezzetti, 2000: Capítulos IV y V). La tercera fase, entre 1971 y 1979, se caracterizó por el retorno de Beijing a la sociedad internacional mediante el reconocimiento mundial de su gobierno a través de su ingreso oficial en la ONU (25 de octubre de 1971), la sorprendente apertura hacia Estados Unidos y Occidente en general (proceso que culminó con la visita del Presidente Richard Nixon en 1972), la oposición sistemática contra el –llamado– social imperialismo soviético, y el decreciente apoyo a los movimientos revolucionarios en el Tercer Mundo. A lo largo de esas tres décadas es posible identificar elementos constantes en la política externa china, entre ellos: a) el carácter cíclico (alineamiento-aislamiento, auge-declinio) de las relaciones con el resto del mundo; b) relación flexible y oscilatoria con las superpotencias (vale notar que entre 1949 y 1989 China sobrevivió bajo la amenaza de ataques nucleares de una u otra superpotencia); c) evolución desde posturas políticas revolucionarias, hacia reformistas y finalmente conservadoras en el contexto del sistema internacional; d) intensa preocupación con la seguridad y soberanía del inmenso y populoso Estado (lo que incluye el persistente esfuerzo por unificar definitivamente el país mediante la incorporación de territorios como los de Formosa, Hong Kong y Macao); y, e) la presencia del propio Mao y de Zhu En-lai en la formulación y el proceso de toma de decisiones relacionadas con las relaciones internacionales del país. Sobre la base de esa (elemental) periodización es posible identificar algunos de los principales legados doctrinales que Mao heredó a los hombres de Estado encargados de la política exterior china durante la Segunda Guerra Fría. Entre los legados del Gran Timonel sobresalen: a) teoría de los Tres Mundos, b) la interpretación de la coyuntura internacional Artigo original Hegemonia – Revista Eletrônica de Relações Internacionais do Centro Universitário Unieuro ISSN: 1809-1261 UNIEURO, Brasília, número 4, 2009 a través del análisis de las contradicciones, y, c) la construcción de frentes unidos antihegemónicos. La Teoría de los Tres Mundos fue formulada por Mao Zedong en febrero de 1974 y presentada públicamente por Deng Xiaoping en abril del mismo año en la Asamblea General de la ONU (Gittings, 1985). Esta teoría tiene como antecedente directo la noción de zona intermedia que el propio Mao construyó en la década de 1950 para comprender las tendencias del sistema internacional (particularmente en lo que se refiere a las condiciones y posibilidades de las naciones asiáticas, africanas y latinoamericanas ubicadas en la zona intermedia, y su relación con la pugna entre las superpotencias por la hegemonía global).5 La teoría de los Tres Mundos sugiere que las relaciones internacionales estarían dominadas por la interacción entre tres grupos de naciones (o Mundos). El primer mundo estaría conformado por las dos superpotencias (Estados Unidos y la Unión Soviética), ambas empeñadas en alcanzar la hegemonía económica y política de la sociedad internacional. El segundo mundo estaría compuesto por los países industrializados de Europa, así como Canadá y Japón. Mientras, el tercer mundo estaría compuesto por todos los países en desarrollo (incluida la propia China). De acuerdo con la racionalidad de esta teoría, las naciones del tercer mundo (con el apoyo de las naciones del segundo mundo) deberían construir una alianza estratégica antihegemónica orientada contra las aspiraciones imperialistas o neo-coloniales de ambas superpotencias. En otras palabras, las aspiraciones imperialistas y expansionistas de Washington y Moscú, solamente podrían ser controladas y derrotadas mediante la universal y persistente resistencia de las naciones del tercer y segundo mundo (en ese proceso, China podría tener un expresivo liderazgo antihegemónico).6 5 En términos operativos la noción de la zona intermedia sugiere que la lucha real entre las superpotencias por la hegemonía global no tenia lugar en el teatro europeo sino en la vasto y diverso conjunto de naciones del Tercer Mundo. En ese sentido, desde la perspectiva maoísta, el imperialismo estadounidense estaría empeñado, primero, en dominar las naciones del Tercer Mundo, para luego, agredir al mundo socialista. 6 En 1975 se introdujo una modificación en la teoría de los Tres Mundos, al afirmarse que si bien ambas superpotencias continuaban con sus aspiraciones hegemónicas, la URSS parecía mucho más amenazadora y agresiva que los Estados Unidos (debido a la derrota militar en la Segunda Guerra de Indochina y el aparente declinio de su poderío económico y militar). En ese sentido, las naciones del tercer mundo deberían resistir con mayor énfasis al llamado social imperialismo soviético. Artigo original Hegemonia – Revista Eletrônica de Relações Internacionais do Centro Universitário Unieuro ISSN: 1809-1261 UNIEURO, Brasília, número 4, 2009 Muy vinculado a la teoría de los Tres Mundos, fue el interés que la doctrina maoísta de relaciones internacionales atribuyó tanto a la identificación de las contradicciones (principal y secundarias) de la coyuntura internacional específica, como a la construcción de frentes unidos antihegemónicos (Yahuda, 1983). El interés de Mao por las contradicciones en la coyuntura internacional parte de la sólida formación marxista y dialéctica. Para el gran timonel y sucesores, el universo estaba en constante transformación debido al resultado de la persistente lucha entre opuestos. La evolución de la humanidad reflejaría la superación de un modo de producción por otro más avanzado. En el caso de las relaciones internacionales, se presume un flujo dinámico según el cual Estados fuertes se debilitan y Estados débiles se fortalecen. En ese proceso, dinámico, o más exactamente dialéctico, los hombres de Estado encargados de la política exterior de China deberían estar atentos y ser capaces de identificar las contradicciones generales de la coyuntura internacional y las contradicciones que el proceso revolucionario chino debería enfrentar. Naturalmente, como resultado del análisis de las contradicciones –y de la subordinación de las contradicciones secundarias a la contradicción principal– se podría identificar potenciales adversarios, amigos y neutrales. A la resolución de las contradicciones seguiría la formación de frentes unidos compuestos por todos aquellos actores amenazados por la misma potencia. La noción de frente unido fue inicialmente implementada en la formulación de políticas domésticas en el contexto del proceso revolucionario chino. A partir de la década de 1930, Mao Zedong logró articular frentes unidos contra sucesivos adversarios, entre ellos: a) invasores japoneses durante los años 1930 y Segunda Guerra Mundial, b) nacionalistas chinos vinculados al Koumintang durante la guerra civil (1946-1949), c) imperialistas estadounidenses (a partir de 1950), d) “revisionistas” o “social imperialistas” soviéticos (a partir de la década de 1960), etc. Los resultados alcanzados con los diferentes frentes unidos fueron variables, en algunos casos hubo más éxito (frentes unidos antijaponés, antiKoumintang, antisoviético), mientras en otros casos hubo menos suceso (frente antiestadounidense). Aún así, la tradición de formación de frentes unidos fue un legado muy importante que Mao Zedong heredó a los encargados de formular la política externa de Artigo original Hegemonia – Revista Eletrônica de Relações Internacionais do Centro Universitário Unieuro ISSN: 1809-1261 UNIEURO, Brasília, número 4, 2009 un país subdesarrollado y constantemente amenazado por alguna de las dos superpotencias.7 ¿Cuáles eran las principales características de la inserción internacional de China a la muerte del ‘gran timonel’? Como se sabe, Mao Zedong murió el 9 de septiembre de 1976. Sus sucesores, al contrario de la desmaoización observada en las esferas económica y sociopolítica, dieron continuidad a las principales tendencias de la política exterior. Entre esas tendencias sobresalen: a) oposición a las aspiraciones hegemónicas de Moscú, b) paulatina reaproximación a Estados Unidos en particular y a Occidente en general, c) intensificación de las relaciones interestatales y decreciente respaldo a los movimientos revolucionarios en el Tercer Mundo, y d) aceptación de la legitimidad del sistema internacional vigente. Dada la naturaleza del presente trabajo conviene limitarse a analizar solamente las relaciones sino-soviéticas y sino-estadounidenses. Relaciones sino-soviéticas. Las divergencias ideológicas entre el Partido Comunista de China (PCCH) y el Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) de fines de la década de 1950 y comienzos de los años 1960 derivaron en graves conflictos armados fronterizos entre ambos Estados en 1969 (Crankshaw, 1963; Hinton, 1971). Desde la perspectiva de Beijing, a partir de 1968 la Unión Soviética había substituido a los Estados Unidos como la potencia más amenazadora contra la soberanía y seguridad del país (Gelman, 1979). Ello se lo atribuyeron a los siguientes acontecimientos: a) la invasión soviética de Checoslovaquia y la emergencia de la llamada doctrina Brézhnev sobre la soberanía limitada de los miembros de la comunidad socialista fue –correctamente– considerada como una grave amenazaba la independencia del partido comunista y del propio Estado chino, en tal sentido, no es extraño que para la dirigencia china, la política externa soviética sería no solo revisionista sino también social imperialista porque desarrollaría políticas de evidente cuño 7 Otras prácticas de política exterior heredada por Mao a sus sucesores incluyen: a) el uso de la fuerza frente a amenazas externas, nótese que en los 30 años posteriores al triunfo de la revolución Beijing hizo uso del Ejército Popular de Liberación frente a adversidades estratégicas en Corea (1950-1953), estrecho de Taiwán (1954, 1958), India (1962), URSS (1969), Vietnam del Sur (1974), Vietnam (1979); b) implementación de la doctrina de la guerra popular (entendida como defensa estratégica fundamentada en el compromiso, moral y voluntad de la población para resistir potenciales intervenciones militares en territorio continental chino); y c) el principio de la no inevitabilidad de la guerra mundial. Artigo original Hegemonia – Revista Eletrônica de Relações Internacionais do Centro Universitário Unieuro ISSN: 1809-1261 UNIEURO, Brasília, número 4, 2009 imperial solapadas bajo una fachada socialista; b) la agudización de las preocupaciones con la seguridad del Estado debido a los amenazadores conflictos fronterizos con la Unión Soviética en la región Amur-Ussuri y Sinkiang y la denuncia de los llamados “tratados desiguales” del s. XIX entre el imperialismo zarista y la decadente dinastía manchú; c) la militarización de la frontera común, ya que a comienzos de la década de 1970 alrededor de un tercio de poderío militar soviético (incluyendo parte de las fuerzas nucleares estratégicas) estaban preparadas para una guerra de carácter ofensivo contra China; d) según Beijing, los soviéticos estarían aprovechando el período de distensión con Occidente (détente) no solo para acumular poderío militar convencional y nuclear, sino que también estarían implementando un plan estratégico para conquistar la hegemonía global y, al mismo tiempo, aislar e imponer un cerco de fuerzas hostiles frente a la propia China (contando para ello con las propias fuerzas soviéticas en la frontera Norte, un Vietnam unificado y pro-soviético en la frontera Sur, el tradicional adversario indio en el Oeste, y, el avance hegemónico con la revolución pro-soviética en Afganistán en el Noroeste).8 Al contrario de las expectativas soviéticas, el Beijing post-Mao no solo se opuso a una inmediata normalización de relaciones bilaterales sino que a partir de 1977 –en afinidad con Estados Unidos– se dio la tarea de impulsar la organización de un frente unido antisoviético destinado a resistir y a hacer retroceder los avances social imperialistas y/o hegemónicos de Moscú y sus aliados (Cuba, Vietnam) en Asia, África y América Latina. De hecho uno de los símbolos más evidentes de las tensiones bilaterales fue el anuncio de Beijing, en 1979, de la no renovación del tratado de amistad sino-soviético firmado por Stalin y Mao en 1950, con validez de 30 años y que dio lugar al más completo programa de transferencia de tecnología durante el siglo XX. En suma, la muerte de Mao Zedong y la emergencia de una nueva dirigencia en Beijing no solo no supuso la normalización de relaciones sino-soviéticas, sino que además el Kremlin debió aceptar la acelerada aproximación sino-estadounidense y los esfuerzos de Beijing para construir un amplio frente unido antihegemónico, esto es, antisoviético 8 Véase Pollack (1981), Azar (1979), y Nianlong y otros (1990: Capítulo X). Artigo original Hegemonia – Revista Eletrônica de Relações Internacionais do Centro Universitário Unieuro ISSN: 1809-1261 UNIEURO, Brasília, número 4, 2009 (Gelman, 1984). De esa manera, la URSS se convirtió en el principal y más poderoso de los enemigos de China. Relaciones sino-estadounidenses. A partir de la guerra de Corea (1950-1953) las relaciones entre Beijing y Washington evolucionaron desde una profunda hostilidad hacia una semialianza pragmática fundamentada en un consenso estratégico antisoviético. A partir de la visita del Presidente Nixon (1972), las relaciones bilaterales avanzaron de manera extraordinaria, particularmente después de la retirada de las tropas estadounidenses de Vietnam (1973) y el fin de la Segunda Guerra de Indochina (1975). Entre los criterios básicos que permiten comprender la convergencia de intereses entre ambos Estados sobresalieron: (1) el congelamiento de la disputa en torno a Formosa (conflicto que será analizado detalladamente en § 5), (2) las alentadoras perspectivas comerciales, financieras y de transferencia de tecnología occidental hacia China en el contexto de las reformas económicas incentivadas por Deng Xiaoping (programa de las Cuatro Modernizaciones), y, (3) el interés paralelo de Washington y Beijing para contener el expansionismo soviético mediante la construcción del frente unido antihegemónico, compuesto entre otros, por la propia China, Estados Unidos, Japón y Europa Occidental.9 El proceso de normalización de las relaciones sino-estadounidenses se dio a través de complicadas negociaciones que culminaron en tres comunicados conjuntos, ellos son: a) Comunicado Conjunto entre la República Popular de China y los Estados Unidos de América (firmado el 28 de febrero de 1972, conocido como Shanghai I), b) Comunicado Conjunto sobre el Establecimiento de Relaciones Diplomáticas entre la República Popular de China y los Estados Unidos de América (firmado el 16 de diciembre de 1978, conocido como Shanghai II) y c) Comunicado Conjunto de los Estados Unidos de América y la República Popular de China (firmado el 17 de agosto de 1982, conocido como Shanghai 9 Desde la perspectiva de Beijing, los propósitos del consenso estratégico (o frente unido) sinoestadounidense deberían incluir: 1) impedir un ataque soviético contra China o contra los aliados de China, 2) quebrar el cerco estratégico soviético-vietnamita, 3) aislar internacionalmente a los adversarios, lo que implicaba “globalizar” el consenso estratégico en todo el planeta, 4) obtener el liderazgo del frente unido, 5) adquirir moderna tecnología militar, 6) intercambiar informaciones sensibles sobre el adversario común (Terril, 1980; Scalapino, 1979; Robinson, 1981). Artigo original Hegemonia – Revista Eletrônica de Relações Internacionais do Centro Universitário Unieuro ISSN: 1809-1261 UNIEURO, Brasília, número 4, 2009 III).10 En lo que sigue, se analizarán los comunicados Shanghai I y II (por razones de coherencia lógica el comunicado Shanghai III será analizado en § 4). A groso modo Shanghai I implicó el reconocimiento del principio de una China según el cual Formosa es parte del territorio chino y el gobierno encabezado por Mao Zedong era el legítimo gobierno del inmenso y populoso Estado. Al mismo tiempo, Washington declaró que no se oponía al proceso de reunificación del país pero hizo notar su deseo de que la eventual reunificación fuese llevada a cabo por medios pacíficos. Por su parte, Beijing advirtió que el retorno de Formosa al dominio chino era un asunto de soberanía interna, y que si bien prefería una reunificación pacífica no podía renunciar al uso de la fuerza. Desde entonces, Formosa fue un asunto clave en el proceso de normalización de las relaciones bilaterales. Adicionalmente, Shanghai I dejó entrever que ninguno de los dos países buscaba ni la hegemonía global ni la hegemonía en la región Asia-Pacífico. Se expresó el interés de ambas partes para normalizar u oficializar las relaciones bilaterales mediante el reconocimiento recíproco y el establecimiento de relaciones diplomáticas plenas a nivel de embajadas (a pesar de que Washington persistentemente expresó su propósito de mantener relaciones no-oficiales con los llamados antiguos amigos de Formosa). El proceso de normalización de las relaciones bilaterales alcanzó un punto de no retorno con los acuerdos de Shanghai II. Según dicho acuerdo, de diciembre de 1978, ambos países reiteraron el principio de “una China” y que el territorio de Formosa es parte de ella. Además, que las autoridades de Beijing eran el legítimo gobierno del gigantesco y populoso Estado. Y también concordaron en establecer relaciones diplomáticas plenas a nivel de Embajadas a partir del 1° de enero de 1979. Al mismo tiempo, Estados Unidos se comprometió a suspender las relaciones diplomáticas con Taipei, derogar el tratado de defensa entre Washington y la isla, y retirar el personal e instalaciones militares de Formosa y alrededores; aún así, Washington insistió en que mantendría intercambios nooficiales (sobretodo de naturaleza comercial y cultural, además de la creación del American Institute in Taiwan), reiteró su deseo por una eventual reunificación pacífica de la isla y 10 Véase Nianlong y otros (1990), Scalapino (1979, 1982) y Oksenberg (1981). Artigo original Hegemonia – Revista Eletrônica de Relações Internacionais do Centro Universitário Unieuro ISSN: 1809-1261 UNIEURO, Brasília, número 4, 2009 advirtió sobre la continuación de venta de armamento defensivo a las autoridades de Formosa.11 Entretanto, Beijing, a pesar de las críticas a la continuidad de las relaciones nooficiales entre Washington y sus antiguos amigos en Formosa, aceptó el acuerdo (aunque no renunció a la posibilidad de una reunificación forzada de la isla).12 El establecimiento de relaciones diplomáticas fortaleció la semi-alianza entre Washington y Beijing. En febrero de 1979 Deng Xiaoping visitó los Estados Unidos, aprovechando la ocasión para firmar importantes acuerdos sobre asuntos económicos (relacionados con el comercio), políticos, culturales y estratégicos.13 El sustancial mejoramiento de las relaciones bilaterales se amplió y profundizó aún más a partir de diciembre de 1979, como consecuencia de la masiva intervención soviética en Afganistán. Episodio que, desde la perspectiva de Occidente, fue el detonante de lo que Fred Halliday (1986) llamó la Segunda Guerra Fría. 3. La Segunda Guerra Fría: origen, evolución e impacto en la región Asia-Pacífico El 9 de enero de 1980, el Embajador Dimitri Jukov, jefe de la representación diplomática de la Unión Soviética en Brasilia, se reunió con uno de los funcionarios de más alto rango en el Itamaraty. El Embajador Dimitri Jukov solicitó la audiencia para expresar su disgusto sobre la programada reunión del Consejo de Seguridad y de la Asamblea General de Naciones Unidas que, a pedido de Washington y Beijing, se realizaría para discutir y condenar la intervención militar soviética en Afganistán, ocurrida el 27 de diciembre de 1979. 11 Como se analizará detalladamente más abajo, la continuidad en la venta de armamento defensivo estadounidense a las autoridades de Formosa serían uno de los obstáculos más serios en las relaciones bilaterales. 12 Especialistas en las relaciones sino-estadounidenses sugieren que Beijing aceptó el acuerdo Shanghai II debido a la urgente necesidad de fortalecer el frente unido antihegemónico en momentos en los que la llamada “amenaza soviética” era muy grave. 13 Es posible que Deng Xiaoping informase a las autoridades de Washington la intención de dar una lección a Hanoi por la invasión de tropas vietnamitas a Kampuchea y el establecimiento de un gobierno proHanoi y pro-Moscú en Phnom Pehn. Sobre éste asunto volveré con detalle en § 5. Artigo original Hegemonia – Revista Eletrônica de Relações Internacionais do Centro Universitário Unieuro ISSN: 1809-1261 UNIEURO, Brasília, número 4, 2009 Durante la audiencia, el Embajador soviético entregó a su par brasileño un pequeño mensaje traducido y enviado desde Moscú, el cual, entre otros aspectos, planteaba que: Nos últimos dias os Estados Unidos e alguns países que lhes apoiam, incluindo a China, utilizando como pretexto os acontecimentos no Afeganistão deliberadamente tomaram o caminho de aumento da ten[s]ão na região de Médio Oriente e não somente lá. A este objetivo em particular serve a chicana americano-chinesa no Conselho de Segurança da ONU sobre a situação no Afeganistão. [..., Ao submeter a discussão na Assembléia Geral da ONU o assunto da intervenção soviética no Afeganistão] está se empreendendo uma tentativa de impor a este forum internacional uma confrontação no espírito da “guerra fria”, explorar a Assembléia Geral para fins pouco honestos, semear a discórdia e fazer entrar em choque os países que mant[é]m entre si relações estáveis e atuam juntos em relação aos problemas atuais da luta contra o imperialismo e colonialismo [i]nclusive no movimento de não-alinhamento. [...] As tentativas de hoje de implicar a ONU, seu Conselho de Segurança e sua Assembléia Geral em debates sobre a situação no Afeganistão somente respondem aos interesses dos que estão tentando reanimar o clima de “guerra fria”, evidentemente visando deste modo facilitar a realização de seus planos imperialistas e hegemônicos.14 Este puede ser uno de los primeros mensajes (semi)oficiales en América Latina y el Caribe que dan cuenta del acelerado enfrentamiento retórico y gran tensión internacional que opuso a dos sistemas sociales, capitalista y socialista, encabezados respectivamente por Estados Unidos y la Unión Soviética, desde fines de 1979 (o posiblemente antes) hasta 1989, cuando tuvo lugar el emblemático derrumbe del Muro de Berlín. Éste período de gran tensión Este-Oeste, y con evidentes repercusiones en todo el planeta (incluyendo la América Latina y el Caribe), caracteriza lo que el historiador inglés Fred Halliday (1986) llamó la Segunda Guerra Fría.15 Inicialmente, parece apropiado señalar que la noción de Guerra Fría es muy antigua. El propio Halliday sugiere que la misma ya era conocida en la Edad Media. En su opinión, habría sido un noble del Reino de Castilla, Don Juan Manuel, quien a principios del siglo XIV, utilizó el vocablo para designar el “estado natural de guerra entre Cristianos y 14 Rúbrica ilegible [posiblemente del Secretário-Geral del Itamaraty, Embaixador João Baena Clemente Soares] a Ministro de Estado, Memorando confidencial (SG/03), Brasilia, 9.1.1980, AHMRE: Cx J06 1980 (11). 15 A menos que se compruebe lo contrario, el primer artículo académico que dio cuenta de la polarización y grave deterioro de las relaciones Este-Oeste fue publicado en 1980 por el historiador británico Edward Thompson (1985). En ese seminal análisis Thompson plantea que la posibilidad real de una guerra nuclear total y el suicidio colectivo de la humanidad serían los principales rasgos de lo que el llamó “estado final de la civilización.” Las actitudes que favorecían dicho holocausto fueron llamadas exterminismo. Artigo original Hegemonia – Revista Eletrônica de Relações Internacionais do Centro Universitário Unieuro ISSN: 1809-1261 UNIEURO, Brasília, número 4, 2009 Musulmanes”. Quiere decir, un conflicto más o menos permanente entre dos doctrinas ideológicas en competencia. En esa línea una guerra fría puede entenderse en dos sentidos, por un lado, se trata de un conflicto que no es “caliente”, puesto que no existen batallas que terminen en victoria o derrota total frente al adversario y por ello no ofrecen “ni paz ni honor”. Por otro lado, el sentido de una guerra fría sugiere que las relaciones entre dos o más actores no son buenas. Esto es, son tensas, amenazadoras y hostiles. En suma, para los fines del presente trabajo, la noción de guerra fría puede entenderse como “a particular period of globalised conflict, namely one in which the emphasis is upon military and strategic confrontation and in which negotiation is minimal or non-existent” (Halliday, 1986: 9). Según el historiador británico desde el fin de la Segunda Guerra Mundial hasta 1986 (cuando fue publicada la segunda edición de su libro, pero en realidad este subperíodo se prolonga hasta 1989 cuando ocurrió el derrumbe del Muro de Berlín y la –virtual– implosión de la comunidad socialista), uno de los elementos definidores de las relaciones internacionales habría sido la competencia, el proceso de re-bipolarización y la lucha por la hegemonía16 mundial entre dos sistemas sociales liderados por Washington y Moscú. En su opinión, estos cuarenta años de historia de relaciones internacionales podrían ser divididos en cuatro subperíodos que él llama: a) Primera Guerra Fría (1947-1953), b) Antagonismo Oscilatorio (1953-1969), c) Détente (1969-1979), y d) Segunda Guerra Fría (1979-1989). Para los fines del presente estudio, parece ser extremadamente importante resaltar que Halliday y otros historiadores de las relaciones internacionales –particularmente aquellos historiadores especializados en la Guerra Fría– han aceptado como útil y 16 El término hegemonía, según Adam Watson (1997: 147), al ser aplicado al estudio de la historia de las relaciones internacionales, puede ser entendido como la “habilidad del más poderoso de los Estados para determinar la naturaleza de la sociedad [internacional], y especialmente su ejercicio”. Para los fines de la presente investigación, la noción de hegemonía es sumamente importante por dos razones básicas: de un lado, ella permite aproximarse a los análisis sobre la evolución de la sociedad internacional, incluyendo las consecuencias que de ello derivan en lo que tiene que ver específicamente con los límites a la independencia y la soberanía absoluta de los Estados en la actualidad, así como con la tensa relación de dicha noción con el Derecho Internacional –particularmente con el principio de no intervención en los asuntos internos de otros Estados. De otro, en términos generales, no parece incorrecto sugerir que una de las principales preocupaciones de éste estudio es comprender el choque de hegemonías –o más exactamente, la oposición de las políticas externas latinoamericanas y caribeñas frente a las aspiraciones y presiones hegemónicas de las superpotencias y de sus respectivos aliados y clientes, en el contexto de la Segunda Guerra Fría. Artigo original Hegemonia – Revista Eletrônica de Relações Internacionais do Centro Universitário Unieuro ISSN: 1809-1261 UNIEURO, Brasília, número 4, 2009 pertinente identificar al subperíodo 1979-1989 como una unidad lógica y de análisis cualitativamente diferente tanto frente a la distensión o Détente que caracterizó al decenio de 1970, como frente a –lo que puede ser considerado como– el interregno de unilateralidad hegemónica estadounidense que predominó en el orden internacional post-Segunda Guerra Fría, esto es, durante el decenio de 1990.17 Las causas que dieron origen a la Segunda Guerra Fría son variadas. Entre ellas pueden incluirse las siguientes: (1) el declinio del poder económico, político y militar de los Estados Unidos como consecuencia del fracaso en la Segunda Guerra de Indochina o Guerra de Vietnam y la crisis de legitimidad generada a partir del escándalo de Watergate, (2) el sostenido incremento de la capacidad estratégica y política de los soviéticos, (3) la sorprendente semi-alianza estratégica entre Washington y Beijing con clara finalidad antisoviética, (4) la grave crisis financiera mundial provocada por los choques petroleros de 1973 y 1979 y la estagnación económica en los países industrializados, (5) el fortalecimiento del bloque de países no-alineados y tercer-mundistas, particularmente de los miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), (6) el debilitamiento de la disciplina intrabloques, creando graves disputas entre países – teóricamente– aliados, (7) el aparente éxito de la llamada Tercera Ola Revolucionaria en el Tercer Mundo18 y (8) el ascenso del neoconservadurismo en los Estados Unidos y otros países occidentales. Entretanto, es aún causa de debate académico definir claramente cuales fueron las causas inmediatas que provocaron el surgimiento del nuevo período de confrontación y competencia entre las superpotencias y sus respectivos bloques y alianzas. 17 Desde la Dicho período post–Segunda Guerra Fría, aparentemente, concluyó el día 11 septiembre del 2001, con los dramáticos ataques –así llamados– “terroristas” a dos importantes ciudades estadounidenses (Washington y Nueva York). 18 La Tercera Ola Revolucionaria en el Tercer Mundo inició, en 1974, con la “Revolución de los Claveles” en Portugal (25 de abril) y el derrocamiento del Emperador etíope Haile Selassie (14 de septiembre). La Tercera Ola Revolucionaria (1974-1980) incluyó un grupo de 14 países: siete africanos (Etiopía, Guinea-Bissau, Mozambique, Cabo Verde, São Tome e Príncipe, Angola y Zimbabwe), cinco asiáticos (Kampuchea, Vietnam, Laos, Afganistán e Irán) y dos de América Latina y el Caribe (Granada y Nicaragua). Obviamente, dicho conjunto de países es muy diverso. No todos terminaron adoptando una “orientación socialista”, según la semántica soviética. Pero casi todos asumieron una política crítica respecto a la hegemonía de Occidente, particularmente de Estados Unidos, en el Tercer Mundo (Katsikas, 1982; Artigo original Hegemonia – Revista Eletrônica de Relações Internacionais do Centro Universitário Unieuro ISSN: 1809-1261 UNIEURO, Brasília, número 4, 2009 perspectiva de Washington, la causa inmediata para el lanzamiento de la Segunda Guerra Fría fue la intervención soviética en Afganistán (27 de diciembre de 1979) y la persistente “sovietización” del Tercer Mundo, en general. De hecho, tanto para las administraciones Gerald Ford (1974-1977) y Jimmy Carter (1977-1981), como para la emergente e influyente comunidad de políticos e ideólogos inspirados en el pensamiento (neo)conservador (Ehrman, 1995), las revoluciones en el Tercer Mundo eran –o parecían ser– inspiradas ideológicamente, financiadas y armadas directamente por Moscú, lo que no necesariamente era verdadero. No obstante, los políticos e intelectuales (neo)conservadores consideraron que los soviéticos habían violado el acuerdo tácito de la distensión (o Détente)19. Por lo tanto, habría que prepararse para hacer frente a esta nueva fase de “expansionismo” soviético desde la perspectiva Este-Oeste (Podhoretz, 1980; Ehrman, 1995; Katsikas, 1982). En ese sentido, la intervención militar soviética en Afganistán terminó siendo, desde la perspectiva Occidental, el golpe de gracia a la Détente y el detonante de la Segunda Guerra Fría (Gelman, 1985; Podhoretz, 1980; Katsikas, 1982). En contraste, desde la perspectiva soviética, la tensión internacional que culminó con el “nuevo” período de Guerra Fría fue desencadenada por la decisión de los gobiernos de los países miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), dada a conocer el día 12 de diciembre de 1979 –esto es, algunos días antes de la intervención soviética en Afganistán20–, de incrementar los presupuestos de defensa y la instalación de nuevos misiles de alcance intermedio (Pershing II y Tomahawk) en varios países de Europa Occidental (Gelman, 1985). En lo que respecta a Afganistán, el gobierno soviético Hobsbawn, 1998: Capítulo XV). Estratégicamente, los casos más importantes fueron los de Irán, Angola y Nicaragua. 19 Desde la perspectiva de Washington, el acuerdo tácito de la Détente incluía la aceptación de la paridad nuclear entre las superpotencias, a cambio de la estabilidad y desincentivo de parte del Kremlin a las actividades revolucionarias en el Tercer Mundo (Katsikas, 1982; Gelman, 1985). 20 Sorprendentemente, ahora se sabe que tanto la decisión política del Kremlin que culminó con la intervención militar soviética en Afganistán, como la decisión de los miembros de la OTAN para aumentar sus presupuestos de defensa e instalar misiles de alcance intermedio en varios países de Europa Occidental – con el propósito de re-establecer el aparente desequilibrio estratégico en el teatro europeo provocado, según se argumentó en Bruselas, por la instalación de misiles soviéticos SS-20, desde 1977, en varios países del Pacto de Varsovia– fue tomada en la misma fecha, el día 12 de diciembre de 1979. Artigo original Hegemonia – Revista Eletrônica de Relações Internacionais do Centro Universitário Unieuro ISSN: 1809-1261 UNIEURO, Brasília, número 4, 2009 argumentó que la intervención del 27 de diciembre de 197921 fue producto de una petición urgente de Kabul, y, con la finalidad de sostener un régimen aliado amenazado por los conservadores movimientos contra-revolucionarios de Mujaheddin –quiere decir, guerreros santos islámicos– apoyados financieramente por Pakistán, China, Irán y otras naciones islámicas. La alarma en Occidente se debió a que, por primera vez desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, los soviéticos hicieron uso de sus fuerzas de combate más allá de las fronteras del Pacto de Varsovia. Periodización. La Segunda Guerra Fría se prolongó entre 1979 y 1989. Naturalmente, el ambiente y las políticas de re-bipolarización, confrontación y competencia entre las superpotencias no fue uniforme. Al contrario, es posible y pertinente identificar dos subperíodos (o fases), uno de bipolaridad rígida (1979-1985) y otro de bipolaridad flexible (1985-1989). El subperíodo de bipolaridad rígida coincidió, por un lado, con el último año de la administración Carter (1977-1981) y el primer período presidencial de Ronald Reagan (1981-1985); y, por otro lado, con el ocaso de la era del Premier Leonid Brézhnev (19641982) y los sucesores inmediatos, Yuri Andropov (1982-1984) y Konstantin Chernenko (1984-1985). En términos generales, el subperíodo de bipolaridad rígida fue el de mayor competencia, conflicto y tensión internacional.22 Mientras, el subperíodo de bipolaridad flexible coincidió con un paulatino relajamiento de tensiones entre las superpotencias, favorecido por la implantación de la 21 En realidad, durante todo el mes de diciembre de 1979, tropas soviéticas habían sido transferidas hacia Afganistán de manera más o menos encubierta. De cualquier manera, fue el día 27 de diciembre de 1979 cuando ocurrió el golpe de Estado que derrumbó al Primer Ministro Hafizullah Amin, colocando en su lugar a Babrak Karmal, y, simultáneamente, tuvo lugar la masiva penetración de tropas soviéticas en dicho país de Asia Central. 22 Con certeza, 1983 puede ser considerado como uno de los años más peligrosos y dramáticos en las relaciones Este-Oeste desde la crisis de los misiles soviéticos en Cuba (1962). Aquel fue un año que comenzó con el anuncio de la “Iniciativa de Defensa Estratégica” de Estados Unidos. Continuó con el derribo de un avión de pasajeros surcoreano sobre el espacio aéreo soviético, la prolongada agonía del Secretario General Yuri Andropov, la invasión de Granada (octubre), los ejercicios militares de la OTAN (Able Acher 83), la instalación de modernos y mortíferos misiles estadounidenses de alcance intermedio en varios países de Europa Occidental, y finalizó con la ruptura de las negociaciones soviético-estadounidenses sobre control y verificación de armas nucleares. Sin olvidar la guerra propagandística y la retórica militarista que se impuso en Washington y Moscú. Artigo original Hegemonia – Revista Eletrônica de Relações Internacionais do Centro Universitário Unieuro ISSN: 1809-1261 UNIEURO, Brasília, número 4, 2009 perestroika y el “nuevo pensamiento” en la política exterior soviética dirigida por el Secretario General del PCUS Mikhail S. Gorbachëv (1985-1991), así como el creciente pragmatismo del segundo gobierno del Presidente Ronald Reagan (1985-1989) y su sucesor, George Bush (1989-1993). Escenarios de la Segunda Guerra Fría. Afirmar que una de las principales características de la Segunda Guerra Fría fue su dimensión global implica, entre otras cosas, reconocer que la lógica y las políticas inspiradas en la tensión y competencia Este-Oeste provocaron un impacto más o menos significativo en las relaciones internacionales en la mayor parte del planeta. En el ámbito político, la tensión internacional del decenio 1979-1989 se puede estudiar en dos niveles articulados. Por un lado, en las relaciones entre las propias superpotencias y sus respectivas alianzas estratégicas (especialmente, la OTAN y el Pacto de Varsovia). Por otro lado, en los conflictos regionales en el Tercer Mundo. En lo que respecta a las relaciones entre las superpotencias, conviene señalar que durante la fase de bipolaridad rígida destacó: (a) la vigorosa competencia hegemónica en distintos foros internacionales y europeos; (b) la guerra propagandística; (c) la revitalización de la carrera de armamentos, incluyendo el polémico proyecto estadounidense de defensa estratégica conocido como Star Wars; (d) el mutuo boicot a eventos científicos, culturales y deportivos; (e) la parálisis en las negociaciones multilaterales y bilaterales, particularmente, aquellas sobre control y verificación de armas nucleares; y, (f) muy particularmente, la instalación de mortíferos misiles de alcance intermedio en el teatro europeo y en el nordeste de Asia. Todo ello sugiere que las relaciones entre Washington y Moscú realmente eran conflictivas e incluso antagónicas. Durante la fase de bipolaridad flexible, las tensiones entre las superpotencias comenzaron a relajarse, permitiendo la paulatina reactivación de negociaciones sobre asuntos estratégicos –como el control de armas nucleares, por ejemplo– y algunos avances en el ámbito económico y comercial. En el Tercer Mundo, muchos conflictos socio-políticos internos e internacionales preexistentes adquirieron la lógica Este-Oeste cuando las superpotencias consideraron que Artigo original Hegemonia – Revista Eletrônica de Relações Internacionais do Centro Universitário Unieuro ISSN: 1809-1261 UNIEURO, Brasília, número 4, 2009 intervenir era conveniente para potenciar sus respectivos intereses estratégicos y/o cuando actores endógenos apelaron a la ayuda de alguno de los bloques en competencia. De ese modo, el sesgo ideológico socialismo-capitalismo transformó a numerosos conflictos internos (e incluso tribales) en sangrientos escenarios de la Segunda Guerra Fría. Surge, así, la noción de conflicto regional en el Tercer Mundo, que es sumamente importante para los fines del presente ensayo. En consecuencia, el término conflicto regional en el Tercer Mundo se utiliza en este estudio para referirse a una situación de aguda tensión y conflicto armado generado por la interacción compleja entre factores locales (y subregionales), por un lado, e influencias, aspiraciones y presiones hegemónicas extraregionales, por otro. Siendo que la interacción entre presiones endógenas y exógenas amenazó con comprometer el envolvimiento de las dos superpotencias de la época, los Estados Unidos y la Unión Soviética, sea directamente o indirectamente a través de sus respectivos aliados. Nótese, así, la expresiva importancia de la lógica y las políticas inspiradas en la confrontación, competencia y tensión propias de la bipolaridad estratégica, política, económica e ideológica, quiere decir la lógica de la Segunda Guerra Fría, que dominó la evolución de la sociedad internacional, entre 1979 y 1989. Por tanto, un conflicto regional supone (o supuso durante el decenio de 1980) la “internacionalización” o “globalización” de una crisis local o subregional, a través de la articulación de factores esencialmente endógenos con presiones y aspiraciones hegemónicas de potencias continentales y globales. Entre los conflictos regionales en el Tercer Mundo más importantes, en el contexto global de la Segunda Guerra Fría vale resaltar los siguientes: (a) América Central (Nicaragua, El Salvador, Guatemala, y con repercusiones más o menos significativas en Granada, Cuba, Surinam, Colombia, etc.), (b) Afrecha Meridional (Angola, Mozambique, Namibia, Afrecha del Sur, Zaire, etc.), (c) noroeste de Afrecha (Sahara Occidental, Marruecos, Argelia, etc.), (d) el cuerno de Afrecha (Etiopía, Somalia, etc.), (e) Indochina (Camboya, Vietnam, China Tailandia, etc., también conocido como la Tercera Guerra de Indochina), (f) Asia Central (Afganistán, URSS, Irán, Pakistán, China, etc.); y, hasta cierto Artigo original Hegemonia – Revista Eletrônica de Relações Internacionais do Centro Universitário Unieuro ISSN: 1809-1261 UNIEURO, Brasília, número 4, 2009 punto, (g) nordeste de Asia (península coreana), y, (h) Oriente Medio (conflicto palestinoisraelita, Líbano, Libia, guerra Irán-Irak).23 En el ámbito económico, la lógica del conflicto Este-Oeste se expresó en la intensificación de las divergencias entre doctrinas de economía política y la propaganda de los respectivos modelos de desarrollo socio-económico. Por un lado, Washington, Londres y algunos de los más importantes organismos financieros internacionales (Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial) promovían la implementación de economías liberales de mercado (Feinberg, 1983; Cano, 2000; Bitar, 1988; Bitar, 1984). Entretanto, Moscú y otros países socialistas destacaban las virtudes de la economía de planificación centralizada con amplio predominio del sector público. Vale agregar que el conocido modelo cepalino de desarrollo hacia adentro – utilizado, desde el decenio de 1930, en algunos países de América Latina y el Caribe para promover la industrialización y el crecimiento económico– también fue objeto de la disputa ideológica. Por un lado, era positivamente evaluado por los soviéticos al considerarlo como un ejemplo de modelo de desarrollo dirigido por el Estado. En contraste, el mismo modelo fue duramente cuestionado por economistas y políticos de orientación neo-liberal inspirados en los trabajos de Friedrich von Hayek, Milton Friedman y Michael Novak, en los llamados Reaganomics y, muy particularmente, en el llamado Consenso de Washington –surgido a comienzos del decenio de 1980 para enfrentar la grave crisis del endeudamiento externo latinoamericano desde la perspectiva del modelo de economía liberal de mercado. He aquí una versión estilizada de la conocida dicotomía Estado-Mercado que, desde 23 La lista completa de conflictos sociopolíticos domésticos que adquirieron algún tipo de connotación Este-Oeste es bastante amplia. De hecho, en mayo de 1980, además de los casos arriba citados, habían situaciones de insurgencia en Birmania, Etiopía, India, Líbano, Filipinas, África del Sur, Namibia, Siria, Tailandia, Turquía, Sahara Occidental, Guatemala, Irán, Chad, Colombia, Perú, entre otros. Al mismo tiempo, existían potenciales conflictos sociopolíticos en Argentina, Chile, Argelia, Bangladesh, Egipto, Jamaica, Liberia, Pakistán, Yugoslavia, Túnez, Rhodesia/Zimbabwe, Arabia Saudita e Indonesia. Conviene agregar que, en términos generales, los principales actores estatales de la Segunda Guerra Fría terminaron siendo: Estados Unidos, Unión Soviética, China, Alemania, Cuba, Israel, Vietnam, Afrecha del Sur, India, Reino Unido, Angola, Arabia Saudita, Libia, Francia, Irán y Nicaragua. Al mismo tiempo, es sorprendente constatar que la posición geopolítica y el componente ideológico hizo de algunos países en desarrollo –como Nicaragua, Granada, El Salvador, Mozambique, Cuba, Camboya, Afganistán, Libia, o Corea del Norte– actores de primer nivel en el conflicto Este-Oeste. Ello es posible atribuírselo, al menos en parte, al carácter global de la política internacional en el contexto de la Segunda Guerra Fría. Artigo original Hegemonia – Revista Eletrônica de Relações Internacionais do Centro Universitário Unieuro ISSN: 1809-1261 UNIEURO, Brasília, número 4, 2009 entonces, dominó gran parte del debate sobre economía política en América Latina y el Caribe (Feinberg, 1983; Bitar, 1984; Bitar, 1988; Cano, 2000; Lynn Ground, 1984). En el ámbito ideológico, la competencia Este-Oeste fue particularmente intensa y perturbadora. De un lado, el Presidente Reagan se auto-proclamaba como el abanderado de la democratización del mundo, y al mismo tiempo calificaba al régimen soviético como totalitario e incluso, de modo un tanto maniqueísta, también como Imperio del Mal. De otro, los jerarcas soviéticos –fundamentados en los tradicionales textos marxistas– planteaban que, a pesar de la agresividad del (aparentemente) declinante imperialismo estadounidense, la correlación de fuerzas en el mundo se inclinaba inexorablemente hacia el socialismo, favorecido por las así llamadas leyes de la historia, los avances tecnológicos de la Unión Soviética y los procesos de liberación nacional en el Tercer Mundo. A partir de 1985, el Secretario General Mikhail S. Gorbachëv se dio la tarea de implementar una serie de reformas políticas y económicas orientadas a fortalecer a la declinante economía soviética, pero también a continuar promoviendo la utopía socialista (Gorbachëv, 1987). En el ámbito estratégico, Washington y Moscú se dieron la tarea de modernizar, reforzar y disciplinar las respectivas alianzas estratégicas y acuerdos militares con aliados en el Tercer Mundo. Para varios autores, los intentos de las superpotencias para (re)imponer la hegemonía en tales pactos militares (particularmente, la OTAN y el Pacto de Varsovia) provocó no pocos conflictos Oeste-Oeste y Este-Este. Paralelamente, parece importante destacar que, con excepción de la infame invasión a Granada (25 de octubre de 1983), no hubo intervención militar directa de una superpotencia contra un aliado de la otra superpotencia24. Esta no es una constatación menor puesto que –a pesar de las graves tensiones– ambas potencias lograron evitar que los numerosos conflictos regionales se transformasen en escaladas que eventualmente pudiesen desembocar en un terrorífico holocausto nuclear. Vale agregar que hacia fines del decenio de 1980, ocurrieron importantísimas mutaciones estratégicas –con destaque para el derrumbe del Muro de Berlín y la 24 Aún así, las estrategias de conflicto de baja intensidad implementadas por Washington –e inspiradas en la así llamada doctrina Reagan– contra regímenes considerados marxista-leninista (Nicaragua, Camboya, Artigo original Hegemonia – Revista Eletrônica de Relações Internacionais do Centro Universitário Unieuro ISSN: 1809-1261 UNIEURO, Brasília, número 4, 2009 reunificación de Alemania (Moniz Bandeira, 2001)– que marcaron el agotamiento total de la alianza militar impuesta por los soviéticos en Europa Oriental y un evidente debilitamiento del poder y la posición de la Unión Soviética (y luego, de Rusia) en el sistema internacional. Al menos en el teatro europeo, el derrumbe del Muro de Berlín y la posterior implosión del bloque soviético terminó marcando el fin de la Segunda Guerra Fría y la apertura de un nuevo período en la historia de las relaciones internacionales contemporáneas –el cual, a falta de mejor término, no parece incorrecto llamar de interludio de unilateralidad hegemónica estadounidense (1989-2001).25 Del mismo modo que otras regiones del mundo, Asia-Pacífico fue testigo de la competencia y confrontación entre las superpotencias. Inicialmente, parece importante tener presente que la región Asia-Pacífico se caracterizó durante la década de 1980 por: (i) extraordinario dinamismo económico, (ii) sólida alianza estratégica entre Estados Unidos y Japón26, (iii) predominancia de conflictos Este-Este (URSS-China, China-Vietnam, Vietnam-guerrilleros del Khmer Rojo respaldados por China), (iv) expresivo programa de reformas económica fundamentadas en la lógica de los mecanismos de mercado en China (“Cuatro Modernizaciones”), (iv) incapacidad de los soviéticos para transformar el expresivo poderío militar en influencia política efectiva, (v) resurgimiento del poderío militar estadounidense.27 En ese contexto, Thomas W. Robinson (1981: 44-48) plantea que los propósitos de la política externa de Washington hacia la región Asia-Pacífico incluirían: oponerse a cualquier potencia que intente dominar a Asia o sus regiones o que intente excluir la presencia de los Estados Unidos, sea económica, cultural, o militar; estimular el Angola, Mozambique, Afganistán), se convirtieron en verdaderas e ilegales agresiones indirectas contra dichos Estados. 25 Al mismo tiempo, parece pertinente resaltar que aunque parece importante resaltar que la caída del Muro de Berlín y la implosión de la comunidad socialista no pasaron desapercibidos en América Latina y el Caribe (Castañeda, 1996; Castañeda, 1993; Pastor, 1992; Ullman, 1996; Hurrell, 1996). De hecho, desde la perspectiva estratégica, aquellos acontecimientos abrieron una oportunidad para que conflictos armados internos –particularmente en el caso del conflicto regional en América Central– pudiesen ser resueltos mediante acuerdos políticos relativamente satisfactorias para todas las partes. 26 No obstante la solidez de la alianza estratégica nipo-estadounidense, vale notar que ambos países estaban enfrascados en una guerra fría económica producto de los persistentes y masivos superávit comerciales del Japón. 27 Detalles en Zagoria (1985); Scalapino (1979); y Choudhury (1979). Artigo original Hegemonia – Revista Eletrônica de Relações Internacionais do Centro Universitário Unieuro ISSN: 1809-1261 UNIEURO, Brasília, número 4, 2009 crecimiento económico dentro del sistema capitalista y bajo los criterios centrales de la economía liberal de mercado; fomentar el liberalismo político (incluyendo el Estado de derecho y la gobernabilidad democrática), y, especialmente, contener el expansionismo soviético mediante el equilibrio de poder y la construcción de un consenso estratégico antisoviético con los aliados y amigos de Washington en la región. Entretanto, el mismo Robinson (1989: 172) sugiere que los propósitos de la política exterior soviética hacia la misma región incluían: la defensa del territorio soviético; competir con los Estados Unidos y China por la influencia regional; defender los avances del socialismo pro-soviético en Mongolia, Corea del Norte, e Indochina (Vietnam, Laos y Kampuchea);28 intensificar el desarrollo económico de Siberia; participar del dinamismo económico regional; y finalmente, adquirir tecnología y capitales de la región. La oposición de intereses entre Washington y Moscú en la región Asia-Pacífico supuso la verticalización y el disciplinamiento de amigos y aliados en la competencia regional. Los Estados de la región debieron incrementar sus presupuestos de defensa. Además, con la excepción parcial del caso japonés, muchos de los –más o menos– autoritarios gobiernos de la región lograron mantenerse en el poder gracias a una espuria alianza con la respectiva superpotencia y la persistente represión a los sectores opositores internos. Aún así, resalta la transición hacia la gobernabilidad democrática en Filipinas, Corea del Sur y Formosa. Finalmente, vale destacar que a diferencia de otras regiones del mundo, la presencia de China y su capacidad de maniobrar entre ambas superpotencias fue una de las características particulares de la evolución de la Segunda Guerra Fría en la región AsiaPacífico. 28 Las condiciones y posibilidades de nuevos avances socialistas en Asia-Pacífico eran muy limitadas, incluso en las Filipinas donde una elite revolucionaria de inspiración marxista continuaba luchando contra la ocupación colonial estadounidense. En Tailandia, Birmania y Malasia los procesos revolucionarios fueron abortados. Entretanto, en la península coreana, por primera vez desde el ‘alto al fuego’ de 1953, existían posibilidades reales de una nueva guerra de unificación nacional, sobretodo desde la perspectiva de Pyongyang, ya que Kim Il-song deseaba vivamente concluir con su proyecto nacional antes de fallecer; no obstante, la permanencia de las tropas de Estados Unidos y el creciente poderío militar y económico de Corea del Sur inviabilizaron las expectativas de la elite revolucionaria norcoreana (Kim, 1985). Artigo original Hegemonia – Revista Eletrônica de Relações Internacionais do Centro Universitário Unieuro ISSN: 1809-1261 UNIEURO, Brasília, número 4, 2009 4. Beijing contra las aspiraciones hegemónicas de las superpotencias en los contextos de bipolaridad rígida y flexible La política exterior de China frente al proceso de re-bipolarización de las relaciones internacionales en el contexto de la Segunda Guerra Fría puede estudiarse, por un lado, enfatizando los aspectos bilaterales de las relaciones con ambas superpotencias, y, por otro lado, en la posición de Beijing frente a las crisis regionales (sobretodo las más inmediatas a la propia China). En el presente acápite se analiza las relaciones sino-estadounidenses y sino-soviéticas tomando como referencia los criterios de bipolaridad rígida (subperíodo entre 1979 y 1985) y bipolaridad flexible (subperíodo de 1985 a 1989). En términos generales la política exterior china frente a las superpotencias entre 1979 y 1985 se caracterizó por el pasajero consenso estratégico antisoviético entre Beijing y Washington, el cual, a partir de los insatisfactorios resultados del acuerdo Shanghai III (agosto de 1982), se transformó en una relación fundamentada, desde la perspectiva china, en los llamados Cinco Principios de la Coexistencia Pacífica,29 lo que en términos operativos implicó el abandono de la noción de frente unido antihegemónico y la adopción de una política de equidistancia frente a Washington. Entretanto, las relaciones sinosoviéticas inicialmente muy tensas, evolucionaron lentamente hacia un modus vivendi más o menos satisfactorio para ambas partes. Las relaciones sino-estadounidenses durante la fase de bipolaridad rígida iniciaron – bajo los entendimientos del comunicado Shanghai II– con el establecimiento de relaciones diplomáticas plenas el 1° de enero de 1979. Desde la perspectiva de Beijing el establecimiento de relaciones con Washington facilitaba la construcción del frente unido antihegemónico (esto es, antisoviético). Ello no es un asunto menor, ya que durante la década de 1970, las aspiraciones hegemónicas de la Unión Soviética y la posibilidad de establecer un cerco estratégico en las fronteras Norte, Este y Sur del país, eran consideradas 29 La política externa fundamentada en los “Cinco Principios de la Coexistencia Pacífica” fue inicialmente presentada por la diplomacia china a mediados de la década de 1950. Inspirada en el tercermundismo y la Conferencia de Bandung (1955) los “Cinco Principios de la Coexistencia Pacífica” eran: 1) respeto por la soberanía y la integridad territorial, 2) no-agresión, 3) no interferencia en los asuntos internos Artigo original Hegemonia – Revista Eletrônica de Relações Internacionais do Centro Universitário Unieuro ISSN: 1809-1261 UNIEURO, Brasília, número 4, 2009 por Deng Xiaoping y colegas como una de las principales amenazas a la seguridad, la soberanía y la integridad territorial de China (Xiang, 1981; Scalapino, 1982; Oksenberg, 1981; y Whiting, 1982). Entre 1979 y 1981, Beijing y Washington lograron crear un consenso estratégico que se tradujo en medidas prácticas tales como: a) el apoyo material y financiero de ambas partes a los movimientos de resistencia armada contra la ocupación de Kampuchea y Afganistán por tropas vietnamitas y soviéticas, respectivamente; b) la transferencia de armamento letal de Estados Unidos para China con la finalidad de acelerar la modernización de las fuerzas armadas; c) la cooperación en organismos internacionales para denunciar el hegemonismo soviético y de sus aliados (Vietnam, Cuba, etc.); d) la colaboración entre las respectivas comunidades de inteligencia y seguridad; e) los constantes intercambios de visitas de autoridades de alto nivel; entre otras. Curiosamente, las coincidencias ideológicas antisoviéticas no fueron lo suficientemente consistentes como para impedir el resurgimiento del espinoso asunto de la venta de armas defensivas de Estados Unidos a Formosa. Al mismo tiempo, el feroz anticomunismo del Presidente Reagan debilitó las posibilidades reales de establecer acuerdos estratégicos de mayor alcance ya que China, a pesar de las reformas económicas y la apertura comercial hacia Occidente, continuaba siendo un Estado socialista, fundamentado en una ideología marxista y dirigido de manera autoritaria por la dirigencia colectiva del PCCH. Adicionalmente, parece claro que la semi-alianza Beijing-Washington difícilmente podría ser sostenible en el largo plazo habida cuenta que en caso de una reaproximación sino-soviética –lo que no era totalmente descartado considerando las visiones pragmáticas de la dirigencia china– nuevamente Estados Unidos volvería a ser el principal adversario del Reino del Medio debido al complejo problema de Formosa, el temor que las aspiraciones expansionistas (e incluso “hegemónicas”) que la propia China provocaba entre otros aliados de Washington en la región Asia-Pacífico (sobretodo entre de otros Estados, 4) igualdad y mutuo beneficio en las relaciones internacionales, y, 5) coexistencia pacífica (Nianlong y otros, 1990: 101ss). Artigo original Hegemonia – Revista Eletrônica de Relações Internacionais do Centro Universitário Unieuro ISSN: 1809-1261 UNIEURO, Brasília, número 4, 2009 los Estados miembros de la ASEAN –Brunei, Indonesia, Malasia, Filipinas y Singapur)30 y el creciente poderío militar chino sustentado en el dinámico proceso de crecimiento económico del país. En esa línea, la política exterior china para Estados Unidos durante el período de bipolaridad rígida evolucionó del frente unido antihegemónico (o antisoviético) hacia una política realmente pragmática fundamentada en los Cinco Principios de la Coexistencia Pacífica. Efectivamente, el frente unido antihegemónico en el cual China, Estados Unidos y otros países debería actuar conjuntamente para contener las aspiraciones expansionistas de los soviéticos alcanzó su cenit en 1980 y 1981; pero a partir de las divergencias entre Beijing y Washington sobre el futuro de las ventas de armas estadounidenses a Formosa el consenso estratégico se debilitó notoriamente. A partir de 1982, parecía evidente la redefinición de la política exterior de Beijing frente a Washington sobre la base de los Cinco Principios de la Coexistencia Pacífica, la ruptura del frente unido antisoviético, la oposición tanto frente a las aspiraciones hegemónicas soviéticas como a las aspiraciones imperiales de Estados Unidos en el contexto de la competencia y confrontación por la hegemonía global, la equidistancia e independencia frente a ambas superpotencias y el resurgimiento de la teoría de los Tres Mundos.31 30 A pesar de que reiteradamente Beijing negó que pretendiese una hegemonía regional, que amenazara a sus vecinos, o que tuviese intención de construir una esfera de influencia en la región del sudeste de Asia, lo cierto es que China tenia (y tiene) disputas territoriales de carácter estratégico con India, Vietnam, Brunei, Malasia, Filipinas, Japón, Singapur, Rusia y otros países. Las aspiraciones hegemónicas de Beijing son especialmente importantes en el caso del Mar del Sur de China, compuesto por un conjunto de naciones que en el pasado fueron Estados vasallos y tributarios del Reino del Medio. 31 Las divergencias político-ideológicas entre Beijing y Washington en el contexto de la bipolaridad rígida no impidió la intensificación de los contactos de alto nivel o la cooperación cultural, científica, tecnológica y sobretodo económica. En realidad el comercio bilateral creció substancialmente de casi cero en 1970 a EUA$ 5.9 billones en 1981 y EUA$ 7.3 billones en 1986. En pocos años, y a pesar de las prácticas proteccionistas y algunas restricciones a la adquisición de tecnologías sensibles, Estados Unidos se convirtió en uno de los más importantes socios comerciales de China. Con relación a las visitas de personalidades vale destacar las visita a Beijing del Presidente Reagan (1984), del Vicepresidente George Bush (1985) y los Secretarios de Estado Alexander Haig (1981) y George Shultz (1983); en compensación visitaron Washington el VicePrimer Ministro Deng Xiaoping (1979), el Primer Ministro Zhao Ziyang (1984) y el Presidente Li Xiannian (1985). Artigo original Hegemonia – Revista Eletrônica de Relações Internacionais do Centro Universitário Unieuro ISSN: 1809-1261 UNIEURO, Brasília, número 4, 2009 Entretanto, las relaciones sino-soviéticas entre 1979 y 1985 evolucionaron desde una situación de considerable tensión, competencia y confrontación hacia una lenta y gradual aproximación. Desde fines de la década de 1960, China consideraba a la Unión Soviética como la principal amenaza a su seguridad nacional; esa sensación fue una de las herencias que Mao Zedong legó a sus sucesores. En consecuencia, no es extraño que Beijing fuese uno de los actores más activos en la formación del frente unido antihegemónico y que las tensiones entre ambos Estados alcanzara un nivel grave. 32 En 1979, dos acontecimientos fueron particularmente importantes en la implementación de la política externa china frente a la Unión Soviética, por un lado, el anunció formal de que no sería renovado el Tratado de Amistad, Alianza y Mutua Asistencia entre la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y la República Popular de China (firmado en Moscú el 14 de febrero de 1950), y, por otro lado, la vigorosa reacción de Beijing frente a la intervención militar soviética en Afganistán (Nianlong y otros, 1990: Capítulo XIX). Con relación a lo primero, vale señalar que el anuncio de la no renovación del tratado sino-soviético –documento que en el pasado había sido muy importante pero que a fines de los años 1970 no tenía mayor sentido debido a la tensa situación de las relaciones bilaterales– fue una decisión de carácter simbólico. En compensación, Beijing ofreció a Moscú el inicio de una serie de rondas de negociación sobre asuntos bilaterales (militarización de la frontera común, comercio, cooperación científico-tecnológica). La primera ronda se llevó a cabo en la capital soviética entre septiembre y diciembre de 1979. No se llegó a acuerdos substanciales debido a que el Kremlin se negó a incluir en la agenda asuntos relacionados con terceros países (Kampuchea, Mongolia). En consecuencia, la 32 Edward Crankshaw (1963) sugiere que a partir de 1960 las relaciones entre China y la Unión Soviética se encontraban en una situación de virtual guerra fría. Las causas del enfrentamiento incluían divergencias ideológicas al interior del movimiento comunista internacional, la sensación de amenaza a la seguridad nacional de ambos Estados, las rivalidades personales y otras razones de prestigio, la competencia por la ‘hegemonía regional’ en el sudeste de Asia, etc. (Ellison, 1987) Artigo original Hegemonia – Revista Eletrônica de Relações Internacionais do Centro Universitário Unieuro ISSN: 1809-1261 UNIEURO, Brasília, número 4, 2009 primera y única ronda de conversaciones sino-soviéticas fue un fracaso que hizo evidente, una vez más, las tensiones entre ambos gobiernos.33 En lo que se refiere a la vigorosa reacción de China frente a la intervención soviética en Afganistán vale adelantar que Beijing no solo no reconoció el gobierno de Babrak Karmal como también fue uno de los primeros Estados a apoyar con armas y recursos financieros a la emergente resistencia afgana (Vertberger, 1981; Halliday, 1980). Adicionalmente, la intervención militar en Afganistán fue desde la perspectiva de Beijing un nuevo e inaceptable avance del social imperialismo soviético que debería ser enfrentado con el fortalecimiento del frente unido antihegemónico bajo la conducción china. En suma, chinos y soviéticos abrieron la década de 1980 en lados opuestos de las trincheras diplomática, política y militar en el contexto global de la Segunda Guerra Fría. A partir de 1982, las tensiones sino-soviéticas comenzaron a atenuar. Es posible que las divergencias entre Beijing y Washington sobre Formosa fuese una de las causas más importantes del lento y gradual proceso de mejoramiento de relaciones entre Beijing y Moscú. De cualquier modo, Roy Medvedev (1983), William Griffith (1983), Hebert Ellison (1987), Steve Goldstein (1989: 50s) y otros especialistas destacan que el discurso de Leonid Brézhnev en Tashkent (24 de marzo de 1982) proponiendo un conjunto de medidas para normalizar las relaciones bilaterales fue un acontecimiento importante en las relaciones sino-soviéticas. Conociendo de antemano las divergencias sino-estadounidenses sobre Formosa, Brézhnev ofreció la reanudación de las conversaciones bilaterales, el reconocimiento de China como un país de la comunidad socialista y rechazó la idea de dos Chinas (una obvia referencia a la ambigua posición de Washington frente al proceso de reunificación de la isla al continente). De acuerdo con Han Nianlong y otros (1990), la diplomacia china tomó nota del discurso de Brézhnev y respondió favorablemente siempre y cuando los soviéticos aceptaran remover tres obstáculos: a) la masiva presencia militar soviética en la frontera común y en Mongolia, b) la presencia militar soviética en Afganistán, y c) la presencia 33 La segunda ronda de conversaciones sino-soviéticas debería reunirse en Beijing en 1980. No obstante, ello nunca ocurrió debido a la intensificación de las tensiones internacionales, regionales (Afganistán, Indochina) y bilaterales. Artigo original Hegemonia – Revista Eletrônica de Relações Internacionais do Centro Universitário Unieuro ISSN: 1809-1261 UNIEURO, Brasília, número 4, 2009 militar vietnamita (con apoyo soviético) en Kampuchea.34 En suma, la remoción de esos tres obstáculos fue la condición necesaria para normalizar las relaciones que los chinos exigieron de los gobiernos del premier Leonid Brézhnev y sucesores (Yuri Andropov, Konstantin Chernenko y Mikhail Gorbachev).35 Entretanto, las relaciones comerciales (un importante indicador de la situación de las relaciones bilaterales entre Estados comunistas) comenzaron a intensificarse saltando de EUA$263 millones en 1981 a EUA$2 billones en 1985. También se intensificaron las visitas de personalidades y las relaciones culturales, científico-tecnológicas, deportivas. Aún así, el proceso de re-institucionalización de las relaciones bilaterales no debe ser exagerado ya que para Beijing los soviéticos (y su estrategia de cerco estratégico contra China) continuaron siendo considerados como la principal amenaza al país. Y por su parte, los soviéticos continuaron desconfiando de la cooperación sino-estadounidense en Indochina, Afganistán y otros escenarios de la Segunda Guerra Fría. En suma la política externa china frente a las superpotencias en el contexto de la bipolaridad rígida (1979-1985) se caracterizó por una creciente independencia y equidistancia ante las ambiciones hegemónicas de Washington y Moscú. Dicha constatación es sumamente importante ya que de ese modo Beijing recobró la capacidad de maniobra para ejercer mayor influencia y obtener mayores beneficios políticos, económicos y estratégicos de un sistema internacional altamente conflictivo. En términos operativos 34 Nótese que desde la perspectiva soviética la remoción de dichos obstáculos era un asunto muy serio, con graves riesgos e inciertas ganancias. Con relación al primer obstáculo, la retirada de un tercio del poderío militar soviético impediría proyectar poder en la región Asia-Pacífico y además esa medida era cuestionada en Europa Occidental (al mismo tiempo, China, Japón y otros países asiáticos temían un eventual acuerdo sobre misiles de alcance intermedio en Europa que incluyese el desplazamiento de misiles soviéticos –SS 20, por ejemplo- hacia el teatro de operaciones Asia-Pacífico). Con relación al segundo obstáculo, la retirada de las tropas soviéticas de Afganistán supondría el inmediato derrocamiento de un país extremadamente importante para la estrategia diplomática, política, económica y militar soviética en el contexto de la re-bipolarización no solo debido a la extensa frontera común sino también porque los futuros gobernantes serían extremistas islámicos de cuño conservador y pro-estadounidenses (lo que obviamente no era bien visto por Moscú). Y, finalmente, el tercer obstáculo se relacionaba con un aliado estratégico (Vietnam) sobre el cual Moscú no tenía una influencia tan decisiva –además de no desear perturbar las excelentes relaciones bilaterales- como para exigir una retirada militar tan importante en el contexto específico de la Tercer Guerra de Indochina. Adicionalmente, parece importante agregar que Beijing y Moscú continuaron en competencia por la influencia en Pyongyang (Kim, 1985). En § 5, volveré con detalle sobre los casos de Indochina y Afganistán. 35 Curiosamente, los contactos de alto nivel entre chinos y soviéticos fue favorecida por el continuo fallecimiento de líderes del Kremlin -Brézhnev (1982), Andropov (1984) y Chernenko (1985). Esto es lo que algunos autores han llamado la diplomacia de funeral durante la primera mitad de la Segunda Guerra Fría. Artigo original Hegemonia – Revista Eletrônica de Relações Internacionais do Centro Universitário Unieuro ISSN: 1809-1261 UNIEURO, Brasília, número 4, 2009 ello supuso el quiebre de la noción del frente unido antihegemónico (léase, antisoviético) y un relativo distanciamiento de las aspiraciones imperiales de Washington sin que ello afectase la apertura económica hacia Occidente en el contexto del programa de las Cuatro Modernizaciones. Al mismo tiempo, hubo una gradual re-institucionalización de las relaciones sino-soviéticas (aún así, la Unión Soviética continuó siendo considerada como la principal amenaza para la seguridad e integridad territorial del Reino del Medio). El mayor pragmatismo del segundo gobierno del Presidente Ronald Reagan, la emergencia del “nuevo pensamiento” de Mikhail Gorbachev y la creciente oposición de China y otros países en desarrollo al ambiente y a las políticas inspiradas en la nueva guerra fría fueron algunas de las causas inmediatas del surgimiento de la bipolaridad flexible entre 1985 y 1989. Siguiendo las orientaciones que Deng Xiaoping propuso en su discurso de enero de 1980 con relación a las tres tareas del país en el decenio,36 vale reiterar que la política exterior de China hacia Washington y Moscú se caracterizó por la oposición a los hegemonismos, la aspiración a la equidistancia y el no alineamiento. La retórica de Beijing declaraba que la política externa del Reino del Medio tenía como objetivos principales la intensificación de la modernización socialista del país, la reunificación de la nación y la resistencia a las aspiraciones hegemónicas para salvaguardar la paz mundial. En otras palabras, se estaría implementando una política inspirada doctrinariamente en la teoría de los Tres Mundos y en los Cinco Principios de la Coexistencia Pacífica. En ese sentido, la agenda internacional del país comenzó a expresar de manera más evidente las preocupaciones con el deterioro en los términos de intercambio y otras consecuencias de la intensificación de las relaciones económicas internacionales, el endeudamiento externo de la propia China y otros países del Tercer Mundo, el proteccionismo de los países industrializados, etc. En suma, se trataría de un esfuerzo por superar la lógica Este-Oeste mediante la recuperación de las temáticas ligadas a las preocupaciones sobre el desarrollo económico y social, propias del diálogo Norte-Sur. 36 Véase la cita 2. Artigo original Hegemonia – Revista Eletrônica de Relações Internacionais do Centro Universitário Unieuro ISSN: 1809-1261 UNIEURO, Brasília, número 4, 2009 Durante la fase de bipolaridad flexible las relaciones sino-estadounidenses se caracterizaron por el énfasis economicista. El comercio entre ambos países creció de manera expresiva, saltando de EUA$7.3 billones en 1986 a EUA$ EUA$11.8 billones en 1990.37 En el ámbito político, resaltó la continuidad en las divergencias sobre el futuro de Formosa y su reunificación con el territorio continental, pero también las convergencias con relación a la necesidad de mantener la estabilidad y el equilibrio de fuerzas en la península coreana y al mismo tiempo continuar presionando a soviéticos y vietnamitas para retirarse de Afganistán y Kampuchea, respectivamente. Durante la segunda mitad del decenio de 1980 fue posible advertir cuestionamientos de Beijing a la política de los llamados cuatro portaaviones terrestres de Estados Unidos en el Tercer Mundo (Sudáfrica, Israel, Formosa y Corea del Sur), la oposición a la política intervencionista de la administración Reagan en la crisis regional de América Central, y el cuestionamiento a las restricciones impuestas para la adquisición de bienes y servicios de alta tecnología necesarios para garantizar la sostenibilidad del crecimiento económico del país. Al mismo tiempo, el gobierno comunista chino también rechazó enérgicamente las presiones de Washington para promover la liberalización política, o más exactamente, la democratización interna del país (incluyendo el polémico debate sobre el carácter universal o local de la defensa de los derechos humanos) según los criterios de la tradición políticodemocrática occidental (Mezzetti, 2000).38 La evolución de las relaciones sino-soviéticas fue más compleja. En el ámbito político, el “nuevo pensamiento” de Gorbachev sobre la política exterior soviética incluía intensificar las relaciones con la dinámica y próspera región Asia-Pacífico, lo que naturalmente implicaba lograr la “normalización” de las relaciones con Beijing (Kimura, 37 Prybyla (1989, 1986) y Mezzetti (2000) ofrecen detalles sobre la naturaleza de las reformas económicas en China y su impacto en las relaciones internacionales del país. 38 Otros asuntos conflictivos en la agenda bilateral eran el creciente déficit comercial de Estados Unidos, la ligera protección a los derechos de autor en China, las divergencias sobre la protección a los Artigo original Hegemonia – Revista Eletrônica de Relações Internacionais do Centro Universitário Unieuro ISSN: 1809-1261 UNIEURO, Brasília, número 4, 2009 1987). En dos célebres discursos, el primero en Vladivostok (1986) y el segundo en Krasnoyarsk (1987), Mikhail Gorbachev propuso a China en particular y los gobiernos de la región Asia-Pacífico en general, la creación de un modelo de seguridad regional, la creciente participación económica soviética, el gradual retiro de tropas soviéticas de Mongolia y Afganistán (pero no de tropas vietnamitas de Kampuchea), el reinicio de las negociaciones sobre la frontera (incluyendo la aceptación de Moscú a la aplicación del principio de Thalweg en la disputa fronteriza en la región Amur-Ussuri), y, la intensificación de la cooperación económica (Kimura, 1987; Ellison, 1987). La diplomacia china reaccionó positiva pero cautelosamente a las propuestas soviéticas. Si por un lado los soviéticos parecían dispuestos a remover dos de los tres obstáculos, por otro lado, Moscú no declaró nada sobre el obstáculo a la normalización de relaciones bilaterales que representaba la presencia de tropas vietnamitas, con apoyo financiero, diplomático y material soviético, en Kampuchea. Adicionalmente, es posible que Beijing no estuviese interesado en que una acelerada aproximación con Moscú perjudicase las aún más provechosas relaciones políticas, económicas y estratégicas con Estados Unidos y otros países de Occidente. En todo caso, el mejoramiento de las relaciones sino-soviéticas se hizo evidente. En el ámbito económico el comercio bilateral creció de EUA$2.6 billones en 1986 a aproximadamente EUA$ 3.0 billones en 1989. También se firmaron acuerdos para intensificar la expansión de la cooperación cultural y científico-tecnológica. E incluso se retomaron algunos proyectos bilaterales que en 1960 fueron abandonados con la dramática retirada de los técnicos soviéticos de China debido a la divergencia Khrushchev-Mao. Las condiciones para normalizar las relaciones sino-soviéticas se ampliaron y profundizaron a partir de 1988 con el anuncio del gradual retiro de tropas soviéticas de Afganistán (abril) y Mongolia (diciembre), y finalmente de tropas vietnamitas de Kampuchea (abril de 1989). Estos acontecimientos fueron decisivos para el histórico viaje de Mikhail Gorbachev a Beijing en el verano boreal de 1989. De ese modo, China logró normalizar sus relaciones con ambas superpotencias y obtener un inusual provecho derechos humanos, las ventas de armas chinas a Estados adversarios de Washington (sobretodo en el Medio Oriente), etc. Artigo original Hegemonia – Revista Eletrônica de Relações Internacionais do Centro Universitário Unieuro ISSN: 1809-1261 UNIEURO, Brasília, número 4, 2009 económico, político y diplomático de ambas. El proceso de normalización de las relaciones sino-soviéticas fue aún más expresivo al haberse realizado de acuerdo a las condiciones impuestas por Beijing, esto es, la remoción de los tres obstáculos. Ahora bien, ¿por qué Beijing consideraba obstáculos a las situaciones en Indochina, Afganistán y Formosa? 5. China y tres crisis regionales en el contexto de la Segunda Guerra Fría: Indochina, Afganistán y Formosa La política externa china frente a la Segunda Guerra Fría no se definió únicamente en los designios de Beijing con relación a las dos superpotencias. En realidad, como potencia de medio porte, la República Popular de China tenía intereses específicos con relación a crisis regionales conectadas con la lógica y las políticas de guerra fría imperantes entre 1979 y 1989. En esa línea, en los casos que son analizados es posible advertir la compleja articulación de la defensa de los intereses nacionales con la lógica inherente a la Segunda Guerra Fría. Curiosamente, en los tres casos, Beijing se opuso a las aspiraciones hegemónicas e intervencionistas de alguna de las dos superpotencias. En el caso de la Tercera Guerra de Indochina, Beijing (con el apoyo de Washington y de Bangkok) se opuso a lo que llamó la aspiraciones hegemónicas regionales de Hanoi (sustentadas material y financieramente por los soviéticos) en una tradicional región de influencia china. En el caso de Afganistán, Beijing (junto con Washington, Islamabad, Teherán y otros gobiernos árabes) se opuso categóricamente a la intervención militar soviética y persistentemente exigió la total e incondicional retirada de las tropas extranjeras de ese país. Finalmente, el caso de Formosa, a pesar que no adquirió totalmente la lógica Este-Oeste propia de la “nueva” guerra fría, si reflejo la oposición entre China y una superpotencia hegemónica e intervencionista. Indochina, durante la segunda mitad del siglo XX, la península de Indochina (conformada por Vietnam, Laos y Camboya o Kampuchea) fue el sangriento escenario de tres grandes guerras de liberación nacional. La primera guerra enfrentó a vietnamitas y franceses culminando con la retirada francesa en 1954; la segunda guerra enfrentó a vietnamitas y Artigo original Hegemonia – Revista Eletrônica de Relações Internacionais do Centro Universitário Unieuro ISSN: 1809-1261 UNIEURO, Brasília, número 4, 2009 estadounidenses culminando con la retirada de las tropas de Washington en 1973 y el triunfo de los procesos revolucionarios de inspiración marxista en los tres países en 1975; y finalmente, la Tercera Guerra de Indochina enfrentó a una compleja alianza de camboyanos radicales (encabezados por el temible Khmer Rojo), chinos y tailandeses (con encubierto apoyo de Washington) contra la intervención militar vietnamita (apoyada por los soviéticos) en Kampuchea, resultando en la retirada vietnamita a partir de 1989 (Gordon, 1986; Simon, 1989). Paradójicamente, desde la lógica de la Segunda Guerra Fría la Tercera Guerra de Indochina (1978-1989) fue fundamentalmente producto de conflictos Este-Este en tres niveles de análisis diferentes pero conectados, ellos son: a) local o indochino, b) regional (incluyendo a China y Tailandia), y, c) global (competencia entre superpotencias). En términos generales, el nivel local alude a las divergencias entre las victoriosas élites revolucionarias instaladas en Hanoi y Phnom Penh a partir de 1975. Si de un lado, Hanoi aspiraba a construir una Federación Indochina bajo su liderazgo; de otro lado, la Kampuchea de Pol Pot no solo se oponía al proyecto vietnamita como también comenzó a exigir desaforadas compensaciones territoriales al gobierno de Hanoi. Las divergencias entre ambos gobiernos escalaron rápidamente siguiendo el patrón histórico de rivalidad y enfrentamiento. Entre 1975 y 1978 se sucedieron esporádicos choques armados, lo que provocó que ambos gobiernos solicitaran apoyo moral, financiero y material al respectivo aliado; esto es, a Beijing en el caso del maoísta y radical régimen de Pol Pot y a Moscú en el caso del gobierno colectivo vietnamita dirigido por Pham Van Dong. Las tensiones fronterizas, junto a la lucha por la hegemonía en la península indochina y las masivas y sistemáticas violaciones a los más elementales derechos humanos cometidos por la élite revolucionaria camboyana contra su propio pueblo,39 culminaron con una verdadera guerra relámpago del ejército vietnamita –apoyado por algunos regimientos de camboyanos 39 El régimen de Pol Pot es muy tristemente célebre por las crueles, masivas y sistemáticas violaciones a los derechos humanos. Nótese por ejemplo que mismo día en que las tropas del Khmer Rojo conquistaron Phnom Penh (17 de abril de 1975) ordenaron la total evacuación de la ciudad con el propósito de reconstruir de manera radical la economía y las relaciones Estado-Sociedad a través de una autoritaria y grotesca reprimarización del país. La radical y mortífera alianza entre una dogmática élite revolucionaria (encabezada por Pol Pot, Khieu Samphan e Ieng Sary, todos ellos ex-alumnos de las universidades francesas), esotéricas Artigo original Hegemonia – Revista Eletrônica de Relações Internacionais do Centro Universitário Unieuro ISSN: 1809-1261 UNIEURO, Brasília, número 4, 2009 desafectos del régimen de Pol Pot– entre el 25 de diciembre de 1978 y el 7 de enero de 1979. Con el apoyo político, diplomático y militar de Moscú, el gobierno de Hanoi impuso un nuevo gobierno en Phnom Penh dirigido por Heng Samrin; régimen, que dicho sea de paso, no fue reconocido en la ONU debido a la enérgica oposición de Beijing y otros gobiernos. Aún así, las tensiones en lugar de atenuar se ampliaron y profundizaron ya que el Khmer Rojo y otros grupos de camboyanos liderados por el príncipe Norodom Sihanouk y el ex-Primer Ministro Son Sann se aprestaron a iniciar una verdadera guerra de guerrillas contra los vietnamitas. De ese modo, la nueva Kampuchea se transformó en un verdadero “Vietnam” para el ejército vietnamita. En el ámbito regional ni Tailandia ni China aceptaron la intervención militar vietnamita en Kampuchea. Los primeros debido a la histórica rivalidad con los vietnamitas por el dominio de Camboya, y especialmente por el deseo de evitar que la propia Tailandia fuese el próximo avance del socialismo en el sudeste de Asia. En ese sentido, mantener a Kampuchea como un Estado tapón era un asunto sumamente importante para Bangkok y por ello se sumó al consenso estratégico contra la hegemonía regional vietnamita mediante la tolerancia con los santuarios de los guerrilleros camboyanos en su territorio y el correspondiente apoyo logístico y diplomático (Solomon, 1981; Choudhury, 1979; Scalapino, 1979). Las relaciones entre China y Vietnam en particular e Indochina en general son aún más complejas. Durante más de mil años, los pueblos de Indochina fueron tributarios al Reino del Medio.40 Los dirigentes chinos permanentemente consideraron esa región como de interés vital para su país y, desde una perspectiva subimperialista o hegemónica, como un área de influencia exclusiva. En esa línea, las divergencias entre Hanoi y Beijing comenzaron aún durante la Segunda Guerra de Indochina cuando los sucesores de Ho Chi Minh cuestionaron la sorprendente y amenazadora aproximación sino-estadounidense. Las tensiones comenzaron a agudizarse a partir de 1975 con la reunificación de Vietnam y los esfuerzos de Hanoi para construir la Federación Indochina. Hacia 1979, Beijing y Hanoi se organizaciones secretas (Angkar) y la espuria idealización del mundo campesino culminaron con indescriptibles matanzas y sufrimientos (Zasloff y Brown, 1979; Gordon, 1986). Artigo original Hegemonia – Revista Eletrônica de Relações Internacionais do Centro Universitário Unieuro ISSN: 1809-1261 UNIEURO, Brasília, número 4, 2009 encontraban trabados en un complejo conflicto que incluía: a) disputas territoriales relacionadas con el dominio soberano sobre las estratégicas islas Spratly y Paracels, la delimitación de la frontera marítima en el Golfo de Tonkin y la delimitación de algunos sectores de la frontera terrestre; b) la expulsión de alrededor de 160,000 personas de la etnia hoa desde Vietnam hacia China; c) rencores, temores y resentimientos mutuos; y d) el firme propósito de Beijing por impedir la consolidación del poder vietnamita en Kampuchea e Indochina (Nianlong y otros, 1990: Capítulo XXI; Abi-Sad, 1996: 94ss). La respuesta de Beijing a la intervención militar vietnamita en Kampuchea culminó con una dramática operación militar limitada del ejército chino contra Vietnam (17 de febrero al 16 de marzo de 1979). La acción de Beijing, llamada eufemísticamente como contra-ataque defensivo, fue extremadamente peligrosa debido a la posibilidad de provocar una gran guerra convencional e incluso nuclear ya que tanto Vietnam como China estaban dotados de poderosos ejércitos, pero también porque ambos estaban ligados a alguna de las superpotencias. En consecuencia, durante toda la década de 1980, las relaciones BeijingHanoi se caracterizaron por una virtual guerra fría regional.41 Finalmente, en el ámbito global China denunció el Tratado de Amistad y Cooperación entre Hanoi y Moscú (3 de noviembre de 1978) como una amenaza a su seguridad nacional por considerarlo como un nuevo paso del social imperialismo soviético para fortalecer el cerco estratégico a la propia China e intensificar tanto las aspiraciones de hegemonía global de Moscú como de hegemonía regional de Hanoi.42 En ese sentido, el gobierno chino incentivó a Washington a asumir la Tercera Guerra de Indochina como un conflicto que también se fundamentaba en la lógica de la Segunda Guerra Fría (tensión, 40 El propio Vietnam fue una provincia china que en el siglo X logró independizarse gracias a la desintegración del imperio Tang. 41 China fue uno de los más firmes opositores a las aspiraciones hegemónicas regionales de Hanoi en Indochina. La determinación de Beijing se tradujo en el persistente respaldo diplomático, moral y material (incluyendo armas y recursos financieros) a los diferentes movimientos guerrilleros que luchaban contra el régimen de Heng Samrin. A partir de 1989, gradualmente el ejército vietnamita comenzó a retirarse de Kampuchea. Entretanto, la retirada de las tropas vietnamitas no supuso el fin del conflicto interno de Kampuchea, de hecho, en la actualidad, pequeñas células radicales del Khmer Rojo continúan combatiendo al moderado gobierno de Phnom Penh. 42 Nótese que a cambio de una considerable cantidad de ayuda financiera soviética, Vietnam ofreció a Moscú las antiguas bases militares estadounidenses de Cam Ranh y Da Dang para hacer oposición a las Artigo original Hegemonia – Revista Eletrônica de Relações Internacionais do Centro Universitário Unieuro ISSN: 1809-1261 UNIEURO, Brasília, número 4, 2009 confrontación y competencia en el sentido Este-Oeste) al proponerse evitar la consolidación de un nuevo avance social imperialista en una región extremadamente importante para Beijing. La armonización de las visiones de Washington y Beijing con relación a Indochina fue, en última instancia, exitoso. Entretanto, al presentar la presencia de tropas vietnamitas en Kampuchea como uno de los tres principales obstáculos a la normalización de las relaciones sino-soviéticas, Beijing tácitamente presionó a Moscú e indirectamente a Hanoi para lograr la retirada militar. En síntesis, la política externa china frente a la Tercera Guerra de Indochina se caracterizó por la persistente oposición a las aspiraciones de hegemonía regional de Hanoi. En ese contexto, Kampuchea sufrió un verdadero proceso de libanización por cuanto el país se convirtió en escenario de una sangrienta y compleja disputa entre actores locales, regionales y globales. En última instancia, con la retirada de las tropas vietnamitas de Kampuchea, Beijing logró su principal objetivo. Afganistán, es un Estado con especificidades realmente interesantes, entre ellas destaca que es uno de los poquísimos países del Tercer Mundo que nunca fue colonizado por las potencias imperialistas europeas. Geográficamente se trata de una nación que no se adapta a las divisiones regionales convencionales puesto que no es claro si está ubicado en el Medio Oriente, Sur de Asia o de Asia Central. En lo que respecta al origen de su población, Halliday (1978) sugiere que se trata de un verdadero museo de pueblos que incluye a Pushtuns (etnia mayoritaria), Tajiks, Hazaras, Baluchis, Aimaq, Uzbecos, Turcomanos, Qizil-Bazh, Judios, Sikhs y otros, ¡un verdadero paraíso para los antropólogos! En el ámbito sociopolítico, durante el siglo XX Afganistán se caracterizó por: a) el predominio de una forma de Estado monárquico-conservadora (excepto durante el gobierno de inspiración kemalista del Rey Amir Habibullah en la década de 1920); b) el predominio de conflictos étnicos, religiosos y tribales; c) el autoritarismo de la cultura política local; d) la debilidad de las fuerzas modernizadoras en un país mayoritariamente rural; y e) el expresivo poder de convocatoria de los mollah (líderes espirituales musulmanes). Vale amenazas de Beijing, la presencia militar de Estados Unidos en las Filipinas y la hostil actitud de Tailandia y otros países de la ASEAN (excepto Indonesia y Malasia). Artigo original Hegemonia – Revista Eletrônica de Relações Internacionais do Centro Universitário Unieuro ISSN: 1809-1261 UNIEURO, Brasília, número 4, 2009 destacar que, en 1973, el Primer Ministro Mohammad Daud, con el apoyo del Partido Popular Democrático de Afganistán (PPDA), derrocó al Rey Zahir, instaurando un régimen republicano y prometiendo una serie de importantes reformas económicas, políticas y sociales de gran relevancia para el país (Halliday, 1978). Por su parte el PPDA era el principal partido de tendencia progresista del país. Fundado a comienzos de la década de 1950 bajo la influencia del Partido Comunista de la India, el PPDA se convirtió en uno de las principales organizaciones políticas de los sectores ilustrados –intelectuales, profesionales, estudiantes– de Kabul y otras ciudades. Los principales dirigentes eran Nur Mohammad Taraki y Babrak Karmal. Vale notar que al interior del PPDA existían tres tendencias políticas más o menos claras: Khalq de tendencia populista (su mayor representante era Taraki), Parcham de tendencia más leninista y prosoviética (encabezado por Karmal) y la minoritaria –y más tarde purgada– facción Settami Melli de tendencia maoísta y pro-china (dirigido por Taher Badakhshi). Adicionalmente, vale tener presente que si bien el PPDA era un partido relativamente progresista para los parámetros afganos también adolecía de importantes limitaciones que se hicieron visibles después de la Revolución de Abril de 1978 entre ellas: las divergencias internas entre las dos facciones más importantes Khalq y Parcham; el carácter esencialmente urbano del PPDA en un país donde alrededor del 90% de la población habitaba en las áreas rurales; las precarias condiciones para construir un verdadero Estado-nacional con posibilidades reales para lograr un desarrollo socio-económico auto sustentado; y la hostilidad de importantes vecinos como Pakistán, China, Irán, Arabia Saudita, así como de Estados Unidos (Halliday, 1980). Desde el punto de vista estratégico, tradicionalmente Afganistán sirvió como Estado tapón entre sus poderosos vecinos, al norte el Imperio Ruso y al sur las posesiones del Imperio Británico en la India. Vale notar que desde el siglo XVIII uno de los más importantes objetivos de los gobernantes rusos (incluyendo a los Romanov, Lenin, Stalin) era acceder a las cálidas aguas del Océano Indico, en contraste los ingleses y más tarde, los Artigo original Hegemonia – Revista Eletrônica de Relações Internacionais do Centro Universitário Unieuro ISSN: 1809-1261 UNIEURO, Brasília, número 4, 2009 estadounidenses, tratarían de impedir dicho avance. Potencias regionales como Irán, Pakistán y China también tenían intereses más o menos importantes en el país.43 La alianza Daud-PPDA de 1973 fue de corta duración. A partir de 1975, el gobierno de Daud se inclinó hacia la derecha, mientras el PPDA no solo se alejó del gobierno como también comenzó a explorar la posibilidad de intentar un golpe de Estado con el apoyo de los sectores más progresistas del ejército.44 La lucha por el poder culminó el 27 de abril de 1978 con el sangriento derrocamiento del gobierno de Daud y la imposición de un gobierno revolucionario dirigido colectivamente por representantes del Khalq y Parcham, siendo Taraki el Presidente, Primer Ministro y Secretario General del PPDA (Halliday, 1978). El nuevo gobierno modificó el nombre del país por el de República Democrática de Afganistán y se alistó para lanzar un ambicioso programa de reformas económicas y sociopolíticas en las que destacó la reforma agraria, fortalecimiento del Estado, promoción de los derechos de las mujeres y minorías étnicas, etc. Entretanto, en lo que se refiere a la política exterior y asuntos internacionales, Kabul se inclinó hacia Moscú. En diciembre de 1978 ambos países firmaron un tratado de amistad y cooperación que incluyó la intensificación de la cooperación técnica mediante el incremento en el número de asesores civiles y militares, el fortalecimiento de las relaciones entre el PPDA y el PCUS, el establecimiento de cooperación militar destinada a crear un sistema colectivo de seguridad en Asia, asuntos comerciales y financieros. Adicionalmente, vale notar que el gobierno de Nur Mohammad Taraki fue reconocido por Estados Unidos y otros países Occidentales (Halliday, 1978). Sorprendentemente, las ya serias limitaciones de la élite revolucionaria fueron agravadas por la persistencia de las divergencias internas entre las dos principales facciones del PPDA (e incluso al interior del propio Khalq). El resultado fue el surgimiento de expresivos problemas de inestabilidad política que fueron aprovechados por los diferentes adversarios del régimen (incluyendo las emergentes fuerzas contra-revolucionarias 43 Las relaciones entre Afganistán y Pakistán se caracterizaron por una persistente tensión debido a la presencia de importantes colonias de Pushtuns y Baluchs en territorio pakistaní, las cuales aparentemente deseaban acceder a la soberanía afgana. En varios momentos las tensiones provocaron el cierre de la frontera común e incluso amenazas de guerra (Halliday, 1980). Artigo original Hegemonia – Revista Eletrônica de Relações Internacionais do Centro Universitário Unieuro ISSN: 1809-1261 UNIEURO, Brasília, número 4, 2009 dirigidas por los mollahs con apoyo de Pakistán, Irán y China). De ese modo, el 14 de septiembre de 1979, Taraki renunció por razones de salud (en realidad pudo haber sido envenenado), siendo sustituido por Hafizullah Amin (perteneciente a la facción Khalq del PPDA). Al parecer el nuevo gobierno no fue bien recibido en Moscú, en consecuencia, el 26 de diciembre del mismo año, el propio Amin fue derrocado por una facción prosoviética del ejército afgano y sustituido por Babrak Karmal (líder de la facción Parcham del PPDA, y, en aquellos momentos Embajador en Praga). El 27 de diciembre de 1979, miles de soldados soviéticos cruzaron la frontera dando inicio a la ocupación militar del país y, desde la perspectiva de Occidente, también a la Segunda Guerra Fría (Halliday, 1980). ¿Cuál fue el interés de China en el proceso revolucionario afgano? En términos generales, desde la perspectiva de Beijing, la Revolución de Abril de 1978 y particularmente la intervención militar soviética en Afganistán era un nuevo e inaceptable avance social imperialista destinado a reanimar la antigua aspiración rusa a acceder a las cálidas aguas del Océano Indico, a fortalecer el cerco estratégico contra la propia China, y, a continuar con las aspiraciones de obtener la hegemonía global (Vertberger, 1981). Para Beijing, tanto al Revolución de Abril de 1978 como la intervención militar soviética, eran amenazas contra la seguridad nacional de China y sus aliados debido a: 1) China y Afganistán son vecinos ya que comparten una frontera de 100 kilómetros en el extremo oriental del llamado Corredor de Whakan;45 2) la presencia de 120,000 soldados soviéticos en Afganistán era una amenaza tanto para la propia China como para Pakistán uno de los más importantes aliados de Beijing;46 3) la alianza soviético-afgana podría estimular las tensiones nacionalistas Pushtuns y Baluchs en Pakistán, ofreciendo a Moscú la posibilidad de acceder al Océano Indico, y a Kabul la posibilidad de integrar dichas comunidades bajo la soberanía afgana, obviamente esto supondría la desintegración del Pakistán (lo que era inaceptable para Beijing y Washington); 4) la presencia de tropas 44 El ejército y la fuerza aérea afgana eran abastecidos y asesorados técnicamente por misiones militares soviéticas. 45 El Corredor de Whankan es una región estratégica ya que sirve de como punto de intersección a las fronteras Afganistán-China-URSS y Afganistán-China-Pakistán. Artigo original Hegemonia – Revista Eletrônica de Relações Internacionais do Centro Universitário Unieuro ISSN: 1809-1261 UNIEURO, Brasília, número 4, 2009 soviéticas en el Corredor de Whakan debilitaría la reclamación china sobre la región del Pamir (Asia Central Soviética) y fortalecería la hipótesis del cerco estratégico de Moscú contra China, naturalmente ello provocaría la necesidad de incrementar los gastos de defensa afectando negativamente el programa de reformas económicas; 5) en el contexto de la competencia sino-soviética en Oriente Medio, la inclinación de Kabul hacia Moscú podría ser considerado como un retroceso parcial, no obstante, compensado con el generalizado rechazo del mundo árabe a la intervención soviética y la disposición de dichos países (particularmente de Arabia Saudita, Kuwait y Egipto) a sumarse al frente unido antihegemónico; y, 6) de acuerdo con Beijing la intervención militar soviética en Afganistán era parte de un mismo plan controlado por Moscú para obtener la hegemonía global que incluía la intervención vietnamita en Kampuchea, en ese sentido, Afganistán y Kampuchea eran problemas vinculados y frente a los cuales no podían establecerse ningún tipo de compromiso, excepto la retirada total e incondicional.47 Sobre la base de tales consideraciones la política externa china frente a la intervención soviética en Afganistán se caracterizó por la persistente oposición al reconocimiento de la ocupación y/o a la finlandización del país. En esa línea, la política externa china se implementó en tres niveles conectados. En el ámbito local, el respaldo de Beijing a la resistencia fundamentalista islámica inició de manera bastante temprana e incluyó el suministro de armas y otros productos de empleo militar. Algunas evidencias sugieren que desde comienzos de 1979 y durante toda la década de 1980, Beijing participó activamente del esfuerzo colectivo para hacer de los Mujahideen una fuerza militar capaz de expulsar de Afganistán a los invasores soviéticos y a sus representantes en Kabul. De ese modo, Afganistán se convirtió en un verdadero “Vietnam” del ejército soviético. 46 China y Pakistán comparten los sentimientos de rivalidad frente a la India, la que a su vez ha sido una tradicional aliada de los soviéticos en el Sur de Asia. 47 Fred Halliday (1980: 26) deja entrever que, además de la grave inestabilidad sociopolítica de Afganistán y el fortalecimiento de la contra-revolución islámica, otro de los motivos que permitirían comprender la intervención soviética en el país fue la alarma en Moscú frente a un posible “contra-ataque chino a través del Hindu-Kush para vengar los retrocesos en Indochina”. Desde ésta perspectiva, Beijing, con el apoyo de Pakistán, habrían conspirado durante todo el año de 1979 (mediante el tráfico de armas, entrenamiento de elementos contra-revolucionarios, y oposición a Kabul en el frente diplomático) para devolver el golpe soviético-vietnamita en Kampuchea. En este sentido, la conexión entre los acontecimientos en Kabul y Phnom Penh si parecen ser convincentes. Artigo original Hegemonia – Revista Eletrônica de Relações Internacionais do Centro Universitário Unieuro ISSN: 1809-1261 UNIEURO, Brasília, número 4, 2009 En el ámbito regional, Beijing –junto a Islamabad y otros gobiernos árabes– declaró su disposición a contener y rechazar las aspiraciones hegemónicas de Moscú. La dimensión islámica del conflicto supuso el expresivo respaldo del mundo árabe al consenso estratégico antisoviético en Oriente Medio. Algunos líderes religiosos musulmanes convocaron a una guerra santa (jihad) contra los soviéticos. China y otros países del Tercer Mundo denunciaron la acción soviética en el Movimiento de los No-Alineados. De ese modo, el polémico intento cubano de intensificar la natural alianza entre los no-alineados y la comunidad socialista quedó seriamente en duda. Finalmente, en el ámbito global, Beijing ofreció respaldo práctico a los esfuerzos internacionales de Washington para condenar y desprestigiar la política externa soviética en el Tercer Mundo. Al mismo tiempo, ambos países (con la anuencia de Pakistán) se comprometieron a organizar y financiar los esfuerzos de los guerrilleros fundamentalistas islámicos para liberar su país de los ocupantes extranjeros. Al mismo tiempo, Beijing se opuso a cualquier propuesta de Finlandización de ese Estado, y urgió a Washington para asumir el conflicto en Afganistán como parte de una ofensiva más amplia del social imperialismo soviético, frente a la cual no era posible hacer concesiones.48 La persistente oposición de Beijing y otros países a la intervención soviética, el agotamiento del ejército rojo y el “nuevo pensamiento” Mikhail de Gorbachev culminaron, en abril de 1988, con un acuerdo internacional que estipuló la progresiva retirada de las fuerzas soviéticas de Afganistán.49 Desde la perspectiva china, la retirada de las tropas soviéticas fue un enorme éxito diplomático que permitió comprobar la validez de las tesis maoístas sobre imperialismo como “tigre de papel” (y, en menor medida, la práctica del frente unido antihegemónico), fortalecer el prestigio y la importancia estratégica de China en Occidente y el Oriente Medio (además de fortalecer la alianza estratégica con Pakistán), 48 Nótese que la presencia de tropas soviéticas en Afganistán se convirtió en otro de los obstáculos que impedían la normalización de las relaciones sino-soviéticas. De acuerdo con Beijing, el respaldo a los Mujahideen era de vital importancia para lograr la retirada de las fuerzas invasoras tanto por la incapacidad de éstas para obtener una victoria militar cuanto por el masivo incremento de los costos humanos, políticos y financieros de la intervención soviética en el país. 49 Según el acuerdo de Ginebra, la retirada de las fuerzas soviéticas de Afganistán debería realizarse entre mayo de 1988 y febrero de 1989. Artigo original Hegemonia – Revista Eletrônica de Relações Internacionais do Centro Universitário Unieuro ISSN: 1809-1261 UNIEURO, Brasília, número 4, 2009 y, también, agilizar el proceso de “normalización” de las relaciones sino-soviéticas (Goldstein, 1989; Ellison, 1987). En suma, la política externa china frente a la Revolución de Abril de 1978 y la posterior ocupación militar soviética de Afganistán se caracterizaron por su sistemática oposición a legitimar lo que se consideraba un nuevo e inaceptable avance del social imperialismo, además de ser una amenaza a la seguridad nacional de la propia China. En ese sentido, Beijing respaldó a los Mujahideen, participó activamente del consenso estratégico antisoviético regional y global, y, en última instancia, como ocurrió en el caso de Kampuchea, logró alcanzar su principal objetivo. Formosa o Taiwán, fue el refugio que el Generalísimo Chiang Kai-shek y el resto de los derrotados seguidores del Kuomintang encontraron para salvar la vida y continuar la lucha contra Mao Zedong (Shaw, 1985). A pesar de la categórica derrota militar, Chiang Kaishek continuó presentándose como el legítimo gobernante de todo el territorio chino. En realidad, el destino final del Kuomintang en el contexto de la guerra civil fue salvado a mediados de 1950 por la ruptura de hostilidades en la península coreana, la intensificación de la Primera Guerra Fría en el teatro asiático y la decisión del Presidente Harry Truman de impedir la inminente intervención del ejército chino en la isla. Desde entonces, la cuestión de Formosa fue uno de los principales obstáculos en las relaciones sino-estadounidenses, ya que mientras en Beijing se afirmaba que el conflicto de Formosa era esencialmente un problema interno legado de la guerra civil, esto es, una provincia rebelde que debería reunificarse (con o sin uso de la fuerza) lo más pronto posible a la soberanía de la República Popular China; en Washington, donde se reconoció el principio de “una China” (Shanghai I y II), también se reclamó una reunificación pacífica y voluntaria de la isla. Adicionalmente, las autoridades de Taipei (protegidas por la sombrilla militar de los Estados Unidos) no solo se negaban a negociar con Beijing como continuaban –ilusoriamente– reclamando para sí la legítima representación de todo el Estado chino. En ese sentido, la cuestión de Formosa era al mismo tiempo de fácil comprensión pero de extremadamente compleja resolución. Artigo original Hegemonia – Revista Eletrônica de Relações Internacionais do Centro Universitário Unieuro ISSN: 1809-1261 UNIEURO, Brasília, número 4, 2009 Las relaciones sino-estadounidenses comenzaron a modificarse a partir de comienzos de la década de 1970. Como se analizó más arriba, ambos países acordaron según los comunicados conjuntos Shanghai I (1972) y Shanghai II (1978)- reconocerse oficialmente, construir una semi-alianza con evidente finalidad antisoviética e intensificar las relaciones económicas y culturales. Tácitamente, esos acuerdos congelaron el tema de la reunificación de la isla en aras de enfrentar lo que ambos gobiernos consideraban que era la principal amenaza común del momento, esto es, el social imperialismo soviético. De ese modo, China –a pesar de las protestas– firmó el acuerdo de Shanghai II, el cual incluía, entre otros tópicos, la disposición de Washington a mantener contactos no-oficiales de carácter comercial, cultural y científico-tecnológico con el pueblo de Formosa; se expresó el deseo de promover una reunificación por medios pacíficos; y también la decisión de continuar vendiendo armas defensivas a la isla con el propósito de mantener una capacidad mínima de auto-defensa frente a un eventual ataque u hostigamiento desde el continente. A pesar de los pesares, Shanghai II permitió la famosa visita de Deng Xiaoping a Estados Unidos en febrero de 1979. Las relaciones entre ambos países parecían haber alcanzado un alto grado de consenso de visiones sobre los problemas mundiales y las relaciones bilaterales. Aún así, en marzo del mismo año, la cuestión de Formosa volvió a reaparecer. Sucedió que el Congreso de los Estados Unidos, haciendo valer su inusual capacidad de tomar decisiones internas que afectan las relaciones internacionales, aprobó la llamada Taiwán Relations Act (TRA). Dicha ley definió la naturaleza de las relaciones nooficiales entre Estados Unidos y Formosa.50 En términos operativos, la TRA afirma claramente que –de acuerdo con el Congreso de los Estados Unidos– la reunificación de la isla al continente debería realizarse exclusivamente por medios pacíficos. Para garantizar la efectividad de esa decisión el Congreso demandaría del Poder Ejecutivo no solo la continuidad en el abastecimiento del armamento defensivo necesario “para mantener una suficiente capacidad de auto-defensa” en la isla como también el mantenimiento de presencia militar en la región capaz de Artigo original Hegemonia – Revista Eletrônica de Relações Internacionais do Centro Universitário Unieuro ISSN: 1809-1261 UNIEURO, Brasília, número 4, 2009 garantizar la seguridad y el sistema económico y social del pueblo de Formosa. El Presidente Carter, a pesar de algunas reservas, sancionó la ley y, de éste modo, la TRA se convirtió en un nuevo e informal pacto de defensa entre Estados Unidos y Formosa (Javits, 1981). Naturalmente, Beijing rechazó la TRA (Nianlong y otros, 1990: 285-290; Xiang, 1981: 44ss). En el ámbito legal, la arbitraria imposición de una ley doméstica que afecta directamente los asuntos internos de otro Estado fue –correctamente– considerado como una violación a la soberanía y al derecho internacional. En el ámbito político, la ley no solo atentó contra el principio de “una China” (fundamento básico de la aproximación entre ambos países de acuerdo a los comunicados Shanghai I y II), sino que también hizo evidente por un lado la fortaleza de los grupos de presión pro-Formosa en el gobierno de Estados Unidos, y por otro lado, el carácter táctico de la semi-alianza entre ambos países. En suma, la TRA (particularmente en lo que se refiere a la continuidad en la venta de armamento defensivo) hizo nuevamente de Formosa un importante obstáculo para la ampliación y profundización de las relaciones sino-estadounidenses. Las divergencias bilaterales con relación a la isla se agudizaron a partir de 1981 con la llegada de Ronald Reagan a la Casa Blanca. El neo-conservadurismo y el feroz anticomunismo del Presidente Reagan comprometió seriamente la cooperación entre Beijing y Washington al declarar no solo que continuaría implementando la transferencia de armamento defensivo a la isla según lo definido por la TRA, sino que públicamente afirmó el 28 de julio de 1982 que “Nosotros no vamos a abandonar a nuestros antiguos amigos y aliados en Taiwán. [...] Ello es una obligación moral que nosotros mantenemos” (citado por Whiting, 1982: 711s). Considerar a los jerarcas del Kuomintang como aliados (¿anticomunistas?) de Washington implicó introducir la lógica Este-Oeste en las relaciones sino-estadounideses, lo que obviamente era un asunto muy grave para Beijing. Paradójicamente, el desaforado anticomunismo (o más exactamente antisovieticismo) del Presidente Reagan colocó en 50 Jacob Javits (1981) ofrece un análisis pormenorizado del proceso de elaboración y aprobación de la TRA ya que él mismo fue uno de los principales responsables de su formulación en el Artigo original Hegemonia – Revista Eletrônica de Relações Internacionais do Centro Universitário Unieuro ISSN: 1809-1261 UNIEURO, Brasília, número 4, 2009 grave riesgo tanto el consenso estratégico antisoviético en la región Asia-Pacífico como el proceso de aproximación bilateral entre Washington y Beijing. Desde la perspectiva china el asunto más espinoso de la cuestión de Formosa era la continuidad indefinida de la venta de armas estadounidenses a la isla. Beijing deseaba: a) limitar el período de tiempo durante el cual tales ventas continuarían siendo toleradas, b) determinar claramente la calidad y cantidad de dichas armas, y c) imponer una tendencia decreciente en la transferencia de las mismas. En términos operativos, ello implicaba la revocación de la TRA. Por su parte, Washington no solo se negaba a aceptar la limitación temporal en la transferencia de armas a la isla como exigía del gobierno chino una solemne promesa de que no utilizaría la fuerza para reunificar la isla. En ese contexto, se llegó al acuerdo conjunto Shanghai III (17 de agosto de 1982).51 Shanghai III permitió la reaproximación entre ambos gobiernos pero no solucionó los problemas de fondo. Por un lado, Beijing se negó a descartar el uso de la fuerza en una eventual reunificación de la isla. Entretanto, Washington se comprometió a reducir gradualmente la venta de armas a Formosa hasta la pacífica resolución del problema (lo que obviamente significaba continuar indefinidamente con el abastecimiento de armas a Taipei). ¿Por qué era tan compleja una reunificación pacífica de Formosa? Parece evidente que la incapacidad de alcanzar acuerdos sobre una reunificación pacífica de la isla al continente se debía a varias razones. Primero, tres décadas después de la fundación de la República Popular de China, ambos gobiernos continuaban disputando la legitimidad de su poder político sobre todo el territorio chino. En esa línea, es evidente que Beijing –y no Taipei– ha sido reconocido como el verdadero gobierno de la nación (Abi-sad, 1996: 77ss). Segundo, de acuerdo con Yu-ming Shaw (1985) y Fredrick F. Chien (1991), las autoridades de Taipei aceptarían la reunificación voluntaria sobre la base de los llamados Tres Principios del Pueblo (Nacionalismo, Democracia y Mejoramiento de las condiciones de vida del Pueblo), una negociación fundamentada en el mutuo reconocimiento de legitimidad, sin presiones de Beijing, y, únicamente hasta que la República Popular de Congreso de los Estados Unidos. 51 Véase Nialong y otros (1990: 290ss). Artigo original Hegemonia – Revista Eletrônica de Relações Internacionais do Centro Universitário Unieuro ISSN: 1809-1261 UNIEURO, Brasília, número 4, 2009 China modifique su carácter esencialmente socialista. Al mismo tiempo, ante la imposibilidad de “volver al Continente”, las nuevas generaciones del Kuomintang y otras organizaciones políticas habrían considerado seriamente la posibilidad de luchar por la independencia de la isla.52 Tercero, Gou-cang Huan (1985) sugiere que la política china (post-Mao) hacia Formosa se caracterizaría por la articulación de tres elementos: a) reducir las tensiones en el estrecho de Taiwán y negociar, b) paralelamente, presionar a Taipei en diferentes foros internacionales, y 3) establecer límites a la conducta internacional de Taipei.53 La oferta básica de Beijing para una reunificación pacífica de la isla se fundamentó en el principio de “un Estado, dos sistemas” exitosamente aplicado en las negociaciones sino-británicas sobre Hong Kong en 1984. De acuerdo con esa oferta, Formosa aceptaría la soberanía de Beijing a cambio de convertirse en una región económica especial y manteniendo prerrogativas específicas tales como establecer relaciones no-oficiales con otros países, mantener un aparato propio de seguridad, auto-gobierno, etc. Aún así, Taipei reaccionó negativamente. Finalmente, en el contexto de la Segunda Guerra Fría, Washington tendría intereses específicos en mantener las relaciones directas con Taipei debido a su importancia estratégica en el control de rutas marítimas fundamentales que comunican el Océano Indico, el Mar del Sur de China y el Mar del Este de China. Adicionalmente, habida cuenta del carácter ultra pragmático de Deng Xiaoping y sucesores, era posible que China se reaproximara a Moscú; en ese caso, conservar Taipei era un importante factor de contención del comunismo en general y de China en particular. Los pobres resultados de Shanghai III provocaron un expresivo deterioro en las relaciones sino-estadounidenses que culminó con el agotamiento de la política del frente 52 Huan (1985: 1076ss) sugiere que a mediados de la década de 1985 las autoridades de Taipei tendrían cuatro opciones básicas de política exterior frente a Beijing: a) continuar con la política de guerra fría heredada desde 1949; b) luchar por la independencia; c) iniciar una política de reunificación bajo el principio de “una China, pero no ahora”; y d) implementar una cautelosa reducción de tensiones e intensificación de contactos (sobretodo comerciales). Cada una de ellas tendría aspectos positivos y negativos, lo único totalmente inaceptable para Beijing sería la opción b). 53 Deng Xiaoping habría advertido que usaría la violencia contra la isla en cinco escenarios específicos: a) Taipei se aleja de Washington y se aproxima a Moscú; b) decide desarrollar armas nucleares; c) opta por la independencia; d) se quiebra la gobernabilidad interna de la isla; o, e) si Taipei continúa rechazando indefinidamente las conversaciones sobre la reunificación (Huan, 1985: 1068ss). Artigo original Hegemonia – Revista Eletrônica de Relações Internacionais do Centro Universitário Unieuro ISSN: 1809-1261 UNIEURO, Brasília, número 4, 2009 unido antihegemónico (de hecho, los soviéticos aprovecharon la oportunidad para ofrecer la normalización de las relaciones bilaterales con Beijing). Aunque con una carga menos ideológica que los casos de Kampuchea y Afganistán, desde la perspectiva de Beijing la inaceptable interferencia del imperialismo y de las conductas hegemónicas de Washington continuó siendo uno de los principales obstáculos que impedían la reunificación de la isla al continente. Hacia 1989, la cuestión de Formosa no había sido resuelta. Si bien, hubo avances en materia de transportes y comunicaciones, visitas y contactos familiares y de carácter científico, tecnológico y cultural, además de un importante flujo de inversiones de capitales de Formosa en las zonas económicas especiales de China; el problema básico –la reunificación de la isla a la soberanía de Beijing– continuaba bloqueada por las mismas razones, si por un lado Washington y sus aliados en Taipei deseaban una salida negociada y voluntaria, por otro lado Beijing insistía en el carácter interno del conflicto y se negaba a descartar la posibilidad de una eventual reunificación con uso de la fuerza. 6. Tiananmen: ¿hacia una nueva redefinición de las relaciones sino-rusoestadounidenses? En pocos países, entre ellos China, el fin de la Segunda Guerra Fría fue tan evidente y tan trágico. Si por un lado, la histórica visita de Mikhail Gorbachev a Beijing entre el 15 y 18 de mayo de 1989 simbolizaba la normalización de las relaciones entre los dos gigantes comunistas y la finalización de tres décadas de divergencias ideológicas y geopolíticas; por otro lado, los dramáticos acontecimientos que culminaron con la brutal represión del movimiento pro-democracia en la plaza de Tiananmen (3-4 de junio) condujo a un acelerado enfriamiento de las relaciones con Occidente, particularmente con Estados Unidos.54 Con relación a las relaciones sino-soviéticas vale reiterar que a partir de 1988 los tres obstáculos que desde la perspectiva de Beijing impedían la normalización de las 54 Fernando Mezzetti (2000) fue un testigo presencial de los trágicos acontecimientos que ocurrieron en la plaza de Tiananmen entre abril y junio de 1989. Artigo original Hegemonia – Revista Eletrônica de Relações Internacionais do Centro Universitário Unieuro ISSN: 1809-1261 UNIEURO, Brasília, número 4, 2009 relaciones bilaterales, habían comenzado a ser removidos. Moscú se comprometió a retirar sus tropas de Afganistán y de Mongolia, y Hanoi anunció la gradual retirada de sus tropas de Kampuchea. En esa línea, el ambiente para llevar a cabo la sexta cumbre sino-soviética de jefes de Estado, eran totalmente favorables y prometedoras para ambas partes (Goldstein, 1989). No obstante, la situación interna de China se complicó aceleradamente a partir de la muerte del carismático líder y ex-Secretario General del PCCH Hu Yaobang (15 de abril de 1989). El funeral de Hu Yaobang se transformó en un acto político en el cual diferentes sectores sociales encabezados por un activo movimiento de estudiantes comenzaron a reclamar una apertura política, diálogo con la élite gobernante, mayor respeto a los derechos humanos (particularmente en relación a los derechos civiles) y represión de la creciente corrupción y nepotismo en el país (Mezzetti, 2000: 395ss). En términos generales el movimiento pro-democracia representaba las presiones en favor de una liberación sociopolítica congruente con la liberación económica que China implementaba desde fines de 1978. Paradójicamente, el éxito económico había fomentado una creciente expectativa de democratización sociopolítica que contrastaba frontalmente con el autoritarismo de las élites del partido y del gobierno. El movimiento pro-democracia adquirió fuerza y popularidad. A comienzos de mayo habían comenzado las protestas en la gran plaza de Tiananmen (ubicada en el centro de Beijing justo enfrente de la sede del gobierno). Miles de estudiantes se acamparon en el lugar para presionar al Primer Ministro Zhao Ziyang a abrir un diálogo político.55 Entretanto, los preparativos para la esperada visita soviética comenzaron a complicarse a pesar de los desesperados esfuerzos del gobierno para evitar el fiasco y el considerable daño a la reputación internacional del gobierno ante las cámaras de televisión de todo el mundo. De esa manera, Mikhail Gorbachev llegó a Beijing en medio de masivas demostraciones de estudiantes en favor de la apertura política. La visita y las reuniones de 55 Curiosamente, Mezzetti informa que entre los letreros de los estudiantes había uno que ridiculizaba directamente a Deng Xiaoping afirmando que “No importa que el gato sea blanco o negro, desde que se Artigo original Hegemonia – Revista Eletrônica de Relações Internacionais do Centro Universitário Unieuro ISSN: 1809-1261 UNIEURO, Brasília, número 4, 2009 trabajo con los líderes chinos se llevaron a cabo en un ambiente a la vez festivo y tenso. Importantes eventos protocolarios debieron ser pospuestos o cancelados. El propio Gorbachev se encontró en una situación delicada frente a las protestas, ya que si demostraba algún tipo de apoyo o simpatía podía disgustar a sus importantes interlocutores, y por el contrario, si los condenaba, fortalecería a los sectores autoritarios en Moscú, ya bastante preocupados con la evolución de la perestroika en la propia Rusia y en los países de Europa del Este (Mezzetti, 2000: 402-410). En cualquier caso, los encuentros celebrados el 16 de mayo entre Gorbachev y los dirigentes Deng Xiaoping y Zhao Ziyang sellaron simbólicamente la normalización de las relaciones entre ambos Estados y la reanudación de contactos entre los partidos comunistas de ambos países. Un día después del regreso de Gorbachev a Moscú, Beijing impuso la ley marcial y el Estado de sitio en la ciudad (19 de mayo). El endurecimiento de las posiciones del gobierno, partido y ejército por un lado, y de los estudiantes por otro culminaron con la brutal represión de los últimos entre el 3 y 4 de junio (Mezzetti, 2000: Capítulo XXVII). La tragedia de Tiananmen provocó un número indeterminado de muertos (alrededor de 1000), miles de detenidos y en general un proceso de disciplinamiento ideológico que recordó los peores años de la Revolución Cultural de la década de 1960.56 La reacción internacional frente a la matanza de Tiananmen fue inmediata. Al unánime repudio de la comunidad internacional, siguieron una serie de sanciones económicas y políticas de varios gobiernos occidentales. En el caso específico de Estados Unidos, el gobierno del Presidente George Bush (1989-1993) anunció la suspensión de venta de armas, el rechazo de contactos oficiales de alto nivel, se colocó en debate la renovación de la cláusula de “nación más favorecida” que permitía a China exportar de manera ventajosa hacia el competitivo mercado estadounidense, se vetaron importantes créditos de organismos financieros internacionales, además de los serios cuestionamientos vaya”, otros exigían la apertura democrática, e incluso elogiaban las reformas políticas impulsadas por el propio Gorbachëv en la Unión Soviética. 56 Richard Bernstein y Ross H. Munro (1997: 29) sugieren que como consecuencia de Tiananmen el sistema político de China se encamina “hacia una forma de Estado corporativista, militarizado y nacionalista, con algunas semejanzas a los Estados fascistas de Mussolini o Francisco Franco.” Artigo original Hegemonia – Revista Eletrônica de Relações Internacionais do Centro Universitário Unieuro ISSN: 1809-1261 UNIEURO, Brasília, número 4, 2009 políticos y diplomáticos (Scalapino, 1990: 89ss; Oksenberg, 1991).57 Obviamente, Beijing rechazó vigorosamente lo que consideró una insoportable interferencia en sus asuntos internos. En ese sentido no resultó extraña la acelerada proliferación de sentimientos sinocéntricos, nacionalistas y antiimperialistas. Desde un punto de vista estratégico, Tiananmen marcó el agotamiento definitivo de lo que quedaba de la semi-alianza antisoviética entre Beijing y Washington. No solo porque el ambiente de bipolaridad flexible había permitido la aproximación cautelosa de las tres potencias, sino también porque la amenaza expansionista y la hegemonía soviética en Europa Oriental (y otros lugares del mundo) tambaleaba, lo que se hizo evidente algunos meses después con el derrumbe del Muro de Berlín y la implosión del sistema soviético. En el mediano plazo, los acontecimientos en Tiananmen, el derrumbe del Muro de Berlín y la implosión del imperio soviético provocaron una expresiva redefinición de las relaciones sino-ruso-estadounidenses. En términos generales, parece evidente que la década de 1990 se caracterizó por reflejar un virtual esquema de unilateralidad hegemónica de los Estados Unidos en la sociedad internacional (particularmente en el ámbito económico y militar). Dicho interregno de unilateralidad hegemónica fue cuestionado por Beijing y por Moscú. China, Rusia y otros Estados abogaron por construir un sistema mundial multipolar que superase la pax americana inherente a las ideas del “nuevo orden internacional” y el fin de la historia propuestas por los ideólogos de Washington. Las relaciones sino-estadounidenses post-Tiananmen se caracterizaron por la latente tensión y competencia política y estratégica en la región Asia-Pacífico. Richard Bernstein y Ross H. Munro (1997) sugieren que –como consecuencia de los acontecimientos en Tiananmen y en Berlín– China y Estados Unidos se habrían descubierto como adversarios de largo plazo en competencia por la hegemonía en la costa occidental de la inmensa y dinámica cuenca del Océano Pacífico. Esto no es un asunto menor, la emergente rivalidad 57 En realidad, hacia 1989 las relaciones entre Beijing y Washington eran cada vez más tensas debido al creciente déficit comercial de Estados Unidos; la transferencia de tecnología nuclear y de cohetes a Estados desafectos de Washington tales como Argelia, Libia, Irán, Siria, etc.; la constatación de trabajo forzado de opositores políticos en campos de concentración y prisiones comunes; la falta de adecuada protección de Beijing a las patentes y a los derechos de autor; divergencias sobre la debida protección a los derechos humanos y el medio ambiente; entre otros. Naturalmente, estas temáticas escapan a la lógica de la Segunda Guerra Fría, en ese sentido no son estudiadas a fondo en el presente trabajo. Artigo original Hegemonia – Revista Eletrônica de Relações Internacionais do Centro Universitário Unieuro ISSN: 1809-1261 UNIEURO, Brasília, número 4, 2009 entre Washington y Beijing ha agudizado los conflictos bilaterales y multilaterales relacionados con la creciente presencia geopolítica y militar Beijing en el Mar del Sur de China, la península coreana, y sobretodo en el caso de Formosa. Ambos autores advierten que una intervención militar de Beijing en Formosa es cada vez más posible y probable. En ese caso, Washington tendría dos opciones evitar la “liberación” de Formosa mediante el uso de las propias fuerzas para contener la ofensiva china (lo que obviamente provocaría un enfrentamiento militar directo entre ambos países) o arriesgarse a perder la credibilidad y el prestigio de superpotencia capaz de garantizar la estabilidad en la región Asia-Pacífico. Al mismo tiempo, en un contexto de unilateralidad hegemónica estadounidense parece más pertinente el legado antihegemónico del propio Mao Zedong. En este sentido, es posible que la “nueva” generación de líderes chinos encabezados por Jiang Zemin lentamente se encamine hacia la construcción de un consenso estratégico antihegemónico compuesto por los sorprendentes vínculos políticos, comerciales e ideológicos de Beijing con varios países de Oriente Medio y el Norte de Afrecha que son reconocidos adversarios de Washington (entre ellos, Siria, Irán, Argelia, Libia, etc.), y las estrechas relaciones con Rusia. Las relaciones sino-rusas post-Tiananmen se intensificaron de manera notoria sobre la base de intereses comunes y recíprocos. Incluso algunos días antes de la represión en Tiananmen, Beijing habría dado señales claras orientadas “hacia un inmediato incremento de la cooperación económica y comercial con la Unión Soviética [...] como una contramedida frente a una posible reducción de créditos ofrecidos por los Estados Unidos, Japón y otros países Occidentales” (citado por Goldstein, 1989: 69). Durante y después de los trágicos acontecimientos en Tiananmen, Moscú –al contrario de muchos gobiernos Occidentales– no se pronunció de manera clara contra Beijing. Al parecer, ambos Estados estaban dispuestos a no complicar la “nueva era” de las relaciones bilaterales después de tres décadas de rivalidad.58 58 En contraste, a pesar del fin de la Segunda Guerra Fría, las relaciones ruso-estadounidenses continuaron siendo relativamente frías. Agobiados por un sentimiento de impotencia, los rusos comprobaron que las relaciones con Occidente (y en particular con la OTAN) eran cada vez peores. A partir de 1992, las tensiones entre Rusia y la OTAN incluían: 1) el futuro del complejo industrial-militar ruso (particularmente en lo que se refiere a las crecientes posibilidades de proliferación de armas de destrucción de masas), 2) las Artigo original Hegemonia – Revista Eletrônica de Relações Internacionais do Centro Universitário Unieuro ISSN: 1809-1261 UNIEURO, Brasília, número 4, 2009 La desintegración de la Unión Soviética no provocó mayores perturbaciones a una relación fundamentada en intereses geoestratégicos. Naturalmente, el nuevo consenso sinoruso es radicalmente diferente a la alianza sino-soviética de la década de 1950. En los años 1990 e inicio del siglo XXI ambas partes se encontraron como socios con intereses iguales, convergentes y/o paralelos. Desde la perspectiva de Beijing, las nuevas relaciones con Rusia le permitieron adquirir tecnología (particularmente en sector eléctrico), combustibles y sobretodo armas modernas (Achcar, 1998: 115ss). Efectivamente, una de las lecciones de la Guerra del Golfo (1991) fue la urgente necesidad de acelerar la modernización del Ejército Popular de Liberación mediante la introducción de tecnología militar avanzada, incluyendo sistemas de defensa antiaérea, barcos y submarinos, aviones de combate. Habida cuenta del embargo de armas impuesto por Washington y otros países de Occidente, una de las pocas fuentes alternativas de tecnología bélica era el agobiado y decadente complejo industrial-militar de Rusia. Rápidamente, China se convirtió en el principal comprador de armas rusas.59 En el ámbito político, entre 1992 y 1997 se realizaron cuatro cumbres sinosoviéticas en las que ambos países decidieron resolver definitivamente las antiguas disputas territoriales, intensificar los intercambios comerciales, armonizar las visiones de mundo y oponerse al unilateralismo hegemónico mediante la promoción de un sistema mundial multipolar (en obvia alusión al sistema unipolar vigente entonces). Estas ponderaciones fueron reafirmadas en la última cumbre sino-rusa, celebrada en Moscú en julio del 2001, con la presencia del Presidente Vladimir Putin y el Primer Ministro Jiang Zemin. En un acontecimiento de gran importancia en las relaciones bilaterales, Putin y Zemin firmaron el primer tratado de amistad en más de tres décadas, prometiendo que ambas naciones “continuarán siendo amigas por siempre.” Además de insistir en la asociación estratégica y la oposición a los planes de Washington para quebrar el Tratado de Misiles Antibalísticos, divergencias sobre la presencia de capitales estadounidenses en la rica región petrolífera del Cáucaso y Asia Central, 3) el proceso de ampliación de la OTAN hacia Europa Oriental, y 4) la incapacidad de mantener la integridad territorial del inmenso país agobiado por expresivas tensiones separatistas de carácter étnico (Chechenia, Moldavia, etc.). 59 Nótese que siguiendo la experiencia internacional, la adquisición de avanzada tecnología militar rusa también genera crecientes vínculos políticos entre Moscú y Beijing. Artigo original Hegemonia – Revista Eletrônica de Relações Internacionais do Centro Universitário Unieuro ISSN: 1809-1261 UNIEURO, Brasília, número 4, 2009 de 1972.60 A pesar de que el nuevo tratado sino-ruso no debe ser considerado como una alianza militar contra terceros, es evidente que ambos gobiernos están interesados en ampliar y profundizar la cooperación bilateral y multilateral con el propósito de oponerse a las aspiraciones hegemónicas globales de Washington. La emergente asociación estratégica antihegemónica entre Beijing y Moscú contrasta claramente con las crecientes tensiones sino-estadounidenses. Tres acontecimientos recientes agudizaron las tensiones entre Washington y Beijing, ellos fueron: a) la crisis de Formosa a comienzos de 1996 provocada por los ejercicios militares ofensivos de gran escala de la marina china en el estrecho de Taiwán y el desplazamiento hacia la región de dos porta-aviones estadounidenses en el contexto de un importante proceso electoral en la isla (nótese que Beijing temía una victoria electoral del partido proindependencia); b) la injustificada e inexplicable destrucción parcial de la Embajada de China en Belgrado a comienzos de 1999 en el contexto de la crisis de Kosovo entre la OTAN y Yugoslavia; y, c) la crisis del avión espía estadounidense que –después de colisionar con un caza chino en aguas internacionales– se vio obligado a hacer un aterrizaje de emergencia en territorio chino en abril del 2001.61 En suma, a mediano plazo los dramáticos acontecimientos de Tiananmen, la virtual derrota de Moscú en la Segunda Guerra Fría y la emergencia del interregno de unilateralidad hegemónica estadounidense provocaron una expresiva redefinición de las relaciones sino-ruso-estadounidenses. En términos operativos, parece evidente que Beijing y Washington se han reconocido como adversarios en competencia por la hegemonía en la 60 Vladimir Isachenkov, “Beijing, Moscow ‘friends forever’”, Usa Today, 17 de julio de 2001, p. 1. El Tratado de Misiles Antibalísticos firmado en 1972 por Estados Unidos y la Unión Soviética, fue un acuerdo clave en la estabilidad estratégica global, ya que –tácitamente- se reconoció que ninguna superpotencia podría resultar victoriosa en una guerra nuclear total. Sin embargo, la administración George Bush (2001-2005) ha declarado reiteradamente la disposición a crear un sistema estratégico de defensa antimisiles que, en los hechos, quebraría el acuerdo de 1972, y, que afecta, particularmente, la estrategia militar de China debido al limitado número de misiles intercontinentales que dispone. 61 El primer semestre del 2001 ha sido testigo de la creciente tensión entre China y Rusia por un lado, y los Estados Unidos por otro, debido a una serie de asuntos que incluyen: casos de espionaje, competencia ideológica, divergencias sobre la validez de tratados de armamentos y otros asuntos estratégicos, conflictos sobre la adecuada protección a los derechos humanos y el medio ambiente, proliferación nuclear y de cohetes, diferencias comerciales en el contexto de la globalización de la economía y de las finanzas, etc. En esa línea, es perturbador suponer que el emergente frente unido antihegemónico (léase, antiestadounidense) pueda ser uno de los síntomas más evidentes de -lo que podríamos llamar- la Tercera Guerra Fría. Artigo original Hegemonia – Revista Eletrônica de Relações Internacionais do Centro Universitário Unieuro ISSN: 1809-1261 UNIEURO, Brasília, número 4, 2009 región Asia-Pacífico. El resultado de esa creciente tensión en el Pacífico occidental se reflejará en las decisiones que ambas partes tomen sobre el futuro de Formosa. En contraste, las relaciones sino-rusas tienden a estrecharse no solo por la complementariedad de sus economías, sino también por las afinidades políticas e ideológicas, y sobretodo, por su oposición a las aspiraciones hegemónicas globales de Washington. Oposición a la unilateralidad hegemónica, que dicho sea de paso, no es exclusiva de chinos y rusos sino que es compartida por franceses, iraníes, indios, cubanos, alemanes y muchos otros pueblos. En ese sentido, es muy probable que el interregno de unilateralidad hegemónica que Washington disfrutó durante la década de 1990 esté por terminar. No sabemos si el nuevo período de relaciones internacionales será caracterizado por la distensión y el entendimiento o por un nuevo período de guerra fría entre potencias. En cualquier caso, la tendencia dominante sugiere claramente que la política exterior de China –inspirada en el pensamiento y obra de Mao Zedong– continuará resistiendo a las aspiraciones hegemónicas globales de la única superpotencia de la actualidad. 7. Conclusión La política exterior de la República Popular de China frente a la Segunda Guerra Fría se caracterizó por su evolución en tres fases más o menos claras. La primera fase fundamentada en la oposición a las aspiraciones hegemónicas globales del llamado social imperialismo mediante la activa participación en un frente unido antisoviético que alcanzó su apogeo en 1980. La segunda fase de equidistancia frente a la competencia y las tensiones provocadas (o agudizadas) por las superpotencias. Y finalmente la normalización de las relaciones sino-soviéticas (previa remoción de los famosos tres obstáculos) complementada con un acelerado deterioro de las relaciones sino-estadounidenses como consecuencia de los trágicos acontecimientos de Tiananmen en junio de 1989. Entre las principales influencias doctrinarias que inspiraron la política externa china durante la década de 1980 sobresalió la continuidad con el legado del pensamiento y los métodos de Mao Zedong. Ello es sorprendente tomando en cuenta que desde fines de 1978 Artigo original Hegemonia – Revista Eletrônica de Relações Internacionais do Centro Universitário Unieuro ISSN: 1809-1261 UNIEURO, Brasília, número 4, 2009 el liderazgo colectivo post-Mao (dirigido por el carismático Deng Xiaoping) se dio la tarea de desmaoizar las relaciones económicas y sociopolíticas del país. En ese sentido, la intensificación y el fortalecimiento de las expresivas reformas económicas integradas en el programa de las Cuatro Modernizaciones (agricultura, industria, defensa, y ciencia y tecnología) y la apertura comercial hacia Occidente, se convirtió en una de las tres tareas que Deng Xiaoping delineó para la política externa de Beijing en la conflictiva década de 1980.62 Resistir a las aspiraciones hegemónicas de los soviéticos, y más tarde de ambas superpotencias, fue otra de las tareas trazadas por Deng. Ahora sabemos, que China logró cumplir con éste objetivo por cuanto mantuvo la capacidad de maniobra entre Washington y Moscú. Beijing también hizo respetar su soberanía, la independencia, la integridad territorial y sus intereses nacionales de manera ejemplar en un contexto extremadamente complejo de bipolarización entre los dos bloques antagónicos. El solo hecho de haber mantenido la capacidad de maniobra entre ambas superpotencias con el propósito de lograr alcanzar sus propios objetivos, hizo de China un fuerte candidato a obtener el rango de superpotencia media. La tercer tarea trazada por Deng Xiaoping, esto es, la reunificación de la isla de Formosa al continente, no fue logrado. Ello se lo podemos atribuir a la obstinada resistencia de las autoridades de la isla, y principalmente a la ambigua política de Washington. Según los comunicados Shanghai I, II y III, el gobierno de Estados Unidos reconoció el principio de “una China” (siendo el territorio de Formosa parte de él) y que Beijing era el legítimo gobierno del país, no obstante, al mismo tiempo, reiteró su interés por que la reunificación fuese por medios pacíficos, además de insistir en el mantenimiento de relaciones nooficiales y especialmente en la continuidad en la transferencia de armas defensivas hacia la isla argumentando razones morales. Entretanto, para Beijing la anómala situación de la isla se transformó en un problema de hegemonía imperialista que implicaba la indebida intromisión en sus asuntos internos. Al fin de cuentas, hasta el momento Formosa no regresó a la soberanía de Beijing. 62 Véase cita 2. Artigo original Hegemonia – Revista Eletrônica de Relações Internacionais do Centro Universitário Unieuro ISSN: 1809-1261 UNIEURO, Brasília, número 4, 2009 Y 1989 fue un año muy importante en la evolución de la política exterior de China y de las relaciones internacionales en general. Si por un lado, Beijing y Moscú lograron normalizar sus relaciones bilaterales dejando atrás tres décadas de divergencias ideológicas y geopolíticas, por otro lado, los trágicos acontecimientos de la plaza de Tiananmen (3-4 de junio) dejaron muchas dudas sobre la calidad de la participación de Beijing en la sociedad internacional y sobre el futuro de las relaciones sino-estadounidenses. Las crecientes tensiones entre Beijing y Washington no son casuales, en realidad Estados Unidos es la única potencia capaz de contener las aspiraciones hegemónicas de China en la región AsiaPacífico. Lo que no es un asunto menor, al constatar que la cuenca del Pacífico se ha transformado en la región más dinámica y prometedora del planeta. Finalmente, parece evidente que el legado antihegemónico de Mao Zedong ha recobrado actualidad en un interludio caracterizado por la unilateralidad hegemónica de los Estados Unidos en las relaciones internacionales desde el derrumbe del Muro. Aparentemente, dicho interludio está llegando a su fin debido a la creciente resistencia de la comunidad internacional frente a las prepotentes políticas del gobierno de la única superpotencia mundial, y en dicho proceso, China –y su legado antihegemónico– parece dispuestos a ser un actor de primer orden en la apertura de un nuevo período en la historia de las relaciones internacionales contemporáneas. 8. Cronología Básica 1949 Triunfo de la revolución y fundación de la República Popular de China. 1950 Firma del tratado de amistad sino-soviético. Inicio de las hostilidades en Corea. China participa junto a Corea del Norte contra las fuerzas de Estados Unidos y otros países. Washington interviene en la guerra civil de China con la interposición de la 7a flota en el estrecho de Taiwán para evitar la invasión a la isla donde se habían refugiado el Generalísimo Chiang Kai-shek y otros altas jerarcas del Kuomintang. 1953 Armisticio en Corea. Artigo original Hegemonia – Revista Eletrônica de Relações Internacionais do Centro Universitário Unieuro ISSN: 1809-1261 UNIEURO, Brasília, número 4, 2009 1954 Acuerdo de Ginebra, retirada francesa y fin de la Primera Guerra de Indochina. 1956 Nikita Krushchev inicia el proceso de des-stalinización en la Unión Soviética y propone a Washington la “coexistencia pacífica”. 1957 Campaña de las “Cien Flores”, Mao Zedong invita a los intelectuales a exponer sus divergencias sobre la situación interna del país. El proceso culminó con la represión de intelectuales “burgueses”, “derechistas” y “contra-revolucionarios”. 1960 Conferencia de Partidos Comunistas en Bucarest. Las divergencias ideológicas sinosoviéticas se agudizan. Beijing acusa a Moscú de conductas revisionistas, entretanto Moscú acusa a Beijing de “ultra-izquierdismo”. Retorno de técnicos soviéticos de China. Conferencia de Partidos Comunistas en Moscú, ruptura de las relaciones ínter partidarias entre el PCCH y el PCUS, y quiebre de la alianza sino-soviética. 1963 Surgimiento de reclamaciones fronterizas de Beijing frente a Rusia debido a los tratados “desiguales” de los siglos s. XVIII y XIX. Crisis de los Misiles soviéticos en Cuba. Beijing ofrece respaldo moral y material a movimientos revolucionarios en el Tercer Mundo. 1965 Escalada militar de Estados Unidos en la Segunda Guerra de Indochina. 1966 Surgimiento de la Revolución Cultural. 1968 Intervención militar soviética en Checoslovaquia, surgimiento de la llamada “doctrina Brézhnev” sobre la soberanía limitada de los Estados socialistas. China acusa a Rusia de asumir aspiraciones “social imperialistas”. Surgimiento del clima de distensión en Europa. 1969 Choques armados entre tropas chinas y soviéticas en la región Amur-Ussuri y Asia Central. La Unión Soviética se convierte en el principal adversario de China. Artigo original Hegemonia – Revista Eletrônica de Relações Internacionais do Centro Universitário Unieuro ISSN: 1809-1261 UNIEURO, Brasília, número 4, 2009 1971 Reconocimiento de Beijing como legítimo representante de China en la ONU. Visita secreta de Henry Kissinger a China. 1972 Sorpresiva visita del Presidente Richard Nixon a China. Acuerdo Shanghai I donde se reconoce el principio de “una China”, la soberanía de Beijing sobre todo el territorio (incluida la isla de Formosa) y se expresa el deseo de Washington para una reunificación por medios pacíficos. 1973 Retirada de las tropas de Estados Unidos de Indochina. 1974 Presentación de la “Teoría de los Tres Mundos” Inicio de la Tercera Ola Revolucionaria en el Tercer Mundo. 1975 Fin de la Segunda Guerra de Indochina resultando en victorias socialistas en Vietnam, Laos y Camboya. Beijing constata que el “hegemonismo” soviético es más peligroso que el “imperialismo” estadounidense debido al carácter ofensivo del primero y defensivo del segundo. 1976 Muerte de Mao Zedong. Represión de la “Banda de los Cuatro”. 1977 Crecientes divergencias entre Vietnam y Camboya, y Vietnam y China. China invita a la construcción de un frente unido antihegemónico para luchar contra el expansionismo soviético en el mundo. 1978 Revolución de Abril en Afganistán. Tratado soviético-vietnamita de alianza, amistad y cooperación. Tratado soviético-afgano de alianza, amistad y cooperación. Acuerdo de Shanghai II, Estados Unidos y China se reconocen mutuamente y deciden establecer relaciones diplomáticas plenas; aún así Washington expresó su determinación de mantener relaciones no oficiales con la isla (comercio, intercambio cultural, turismo, etc.). Fortalecimiento de la semi-alianza antisoviética. Implementación del programa de la “Cuatro Modernizaciones” (agricultura, industria, defensa, y ciencia y tecnología) bajo la orientación de Deng Xiaoping. Intervención militar vietnamita en Camboya, derrocamiento de Pol Pot, imposición de Heng Samrin, e inicio de la Tercera Guerra de Indochina. Artigo original Hegemonia – Revista Eletrônica de Relações Internacionais do Centro Universitário Unieuro ISSN: 1809-1261 UNIEURO, Brasília, número 4, 2009 1979 Revolución Islámica en Irán. Visita de Deng Xiaoping a Estados Unidos y Japón. “Contra-ataque defensivo” del ejército chino contra Vietnam. El Congreso de los Estados Unidos aprueba la Taiwán Relations Act (TRA). Donde se expresa claramente el deseo de Washington para llevar a cabo una reunificación por medios pacíficos, además se determina que el Poder Ejecutivo tiene la obligación de continuar transfiriendo las armas necesarias para garantizar la suficiente capacidad de auto-defensa. Beijing protesta contra la TRA. Anuncio de la no renovación del tratado sino-soviético de 1950. Revolución en Granada. Revolución Sandinista en Nicaragua. Las conversaciones bilaterales sino-soviéticas fracasan. Intervención militar soviética en Afganistán. Babrak Karmal es nombrado jefe de Estado. Inicio de la Segunda Guerra Fría. 1980 Deng Xiaoping anuncia las tres tareas fundamentales de la política exterior china en la década de 1980: 1) consolidar el proceso de modernización económica, 2) oponerse a los “hegemonismos”, y, 3) “reunificación” de la nación. Apogeo de la semi-alianza antisoviética entre Washington y Beijing en el contexto de la bipolaridad rígida. 1981 Ronald Reagan toma posesión de la Casa Blanca. Acelerada intensificación de tensiones entre las superpotencias y agudización de las crisis regionales en el Tercer Mundo. Crecientes divergencias entre Estados Unidos y China debido a la continuidad en la venta de armas a Formosa. 1982 Discurso de Leonid Brézhnev en Tashkent. Acuerdos de Shanghai III donde se reconoce el principio de “una China” gobernada por Beijing pero al mismo tiempo Washington continuaría vendiendo armas “defensivas” a Formosa. China se niega a renunciar a la posibilidad de utilizar el uso de la fuerza en una eventual reunificación de la isla. Beijing abandona la política del frente unido antisoviético y asume una política externa de equidistancia frente a ambas superpotencias fundamentada sobre la base de los “Cinco Principios de la Coexistencia Pacífica”. Artigo original Hegemonia – Revista Eletrônica de Relações Internacionais do Centro Universitário Unieuro ISSN: 1809-1261 UNIEURO, Brasília, número 4, 2009 1983 Gradual proceso de aproximación sino-soviética. Beijing exige la remoción de “tres obstáculos” (presencia de tropas soviéticas en la frontera y Mongolia, presencia de tropas soviéticas en Afganistán, presencia de tropas vietnamitas en Kampuchea). 1984 Visita del Primer Ministro Zhao Ziyang a Estados Unidos. Visita del Presidente Ronald Reagan a China. Progresivo mejoramiento de las relaciones bilaterales. Negociaciones sino-británicas sobre el futuro de Hong Kong fundamentada en el principio “un Estado, dos sistemas”. Beijing ofrece a las autoridades de Formosa una reunificación pacífica sobre la base del mismo principio. 1985 Mikhail Gorbachev asume las máximas instancias de poder en la Unión Soviética e inicia un programa de reformas políticas y económicas articulados con un “nuevo pensamiento” soviético en política exterior y relaciones internacionales. Inicio de la fase de bipolaridad flexible en la Segunda Guerra Fría. 1986 Gorbachev realiza el ‘Discurso de Vladivostok’ donde se expresa el deseo de normalizar las relaciones con China en particular y la región Asia-Pacífico en general. Intensificación de las relaciones comerciales sino-estadounidenses favorecidas por el programa de liberación económica. 1989 Visita de Mikhail Gorbachev a Beijing con “normalización” de relaciones bilaterales. Brutal represión del movimiento pro-democracia en la plaza de Tiananmen. Imposición de sanciones económicas y políticas a China por Washington y otros países Occidentales. Derrumbe del Muro de Berlín, conclusión de la Segunda Guerra Fría e inicio del interregno de unilateralidad hegemónica estadounidense. 9. Referencias Bibliográficas ABI-SAD, Sergio Caldas Mercador (1996): A Potência do Dragão/ A estratégia diplomática da China, Brasília: Edunb. ACHCAR, Gilbert (1998): “The Strategic Triad: The United States, Russia and China”, New Left Review, N° 228; pp. 93-126. Artigo original Hegemonia – Revista Eletrônica de Relações Internacionais do Centro Universitário Unieuro ISSN: 1809-1261 UNIEURO, Brasília, número 4, 2009 AZAR, Edward E. 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