Relatos 8 De Marzo Por La Igualdad 2014 Categoría Adultos

   EMBED

Share

Preview only show first 6 pages with water mark for full document please download

Transcript

RELATOS 8 DE MARZO POR LA IGUALDAD 2014 CATEGORÍA ADULTOS 1 RELATO GANADOR OCHO ROSTROS PARA UNA SOLA LÁGRIMA MARIA LUISA TREJO SIRVENT Una mujer, un día cualquiera, aborda el metro en la estación Saint Placide. Ella sabe que viene a hablar con los pasajeros de vagón, pero nadie nota su presencia. Comienza a hablarles casi a gritos para llamar su atención sobre la injusticia social, sin obtener ninguna respuesta por parte de los pasajeros. Ella sigue revelando una serie de malestares sociales mientras nuevos pasajeros abordan el metro. Otros descienden, otros se miran entre sí, hojean sus periódicos, fingen no escuchar como se finge ante los locos. II Un rostro como un relámpago en la noche, en la oscuridad. Entre los árboles brilla una mirada rápida y fulminante. Frente al comentario Père Lachaîse, Avenida Gambetta. Las doce de la noche. Sus ojos buscan algo en un gran bote de basura. Un impermeable negro, mujer de cincuenta años, botas de hombre. Sus manos buscan algo, extraen sobras, desperdicios. La lluvia le baña el rostro, se lleva el alimento a la boca. Comienza a masticar. Voltea instantáneamente y nos descubre observándola. III Una iglesia en Sevilla. Unos ojos andaluces.-Buenos días, señora. ¿Es usted de a aquí?. ¿No? De México. ¿Y eso está muy lejos? ¿Y como están las cosas por allá? Aquí la situación está terrible, muy mal. Tengo dos hijos. Uno vive en Barcelona y otro en Madrid. hace mucho que no lo veo. Antes me enviaban 2 unas pesetas. Yo ya estoy vieja y nadie me da trabajo. A veces le ayudo al cura a limpiar la iglesia y él me da algo-. Desolación ante la respuesta a mi pregunta-¿Y sus hijos ya no le ayudan?- Otra vez esos ojos negros andaluces, pero aún más tristes: - No, deben estar en el paro. IV Un grupo de africanos tocan en la estación del metro Les Halles, pleno centro de París. Es un día de sol, un día de mayo. Ritmo y música negra. Hermosa forma de alegrar esta seria ciudad. Un hombre reparte periódicos con propagando electoral, un radical de la derecha. El hombre continúa repartiendo periódicos, con su traje impecable, sus delicadas manos haciendo campaña. Una chica negra “pasa la manga” como dicen en España, recolectando algunas monedas. Se esfuerza por pronunciar bien “pour la musique, s´il vous plaînt, merci monsieur, merci madame, merci beaucoup”. El hombre que reparte los periódicos le ofrece uno. Ella lo observa. El tipo la mira con burla. ella no recibe el periódico y se aleja. El hombre la llama, ella voltea. El pregunta: -¿por qué no es usted blanca? ¿Está usted enferma? Ella no contesta. Su mirada dice más que un discurso de seis horas sobre el racismo en Europa. V Ese rostro podría ser el de Juana. Ella tenía 14 años. Sus padres eran indígenas Oaxaqueños. Juana no sabía que iba a dejar de ser niña. Sobre su pecho sus incipientes senos comenzaron a surgir. Tuvo miedo. Creía que eran dos tumores. Un día muerta de miedo tomó una piedra. Comenzó a golpeárselos. Quería que se abrieran y luego desaparecieran. Poco antes le había venido la menstruación. Nadie le había advertido de la transformación 3 que sobrevendría. Creyó que iba a desangrarse. Se hacía fomentos con hierbas. Tenía miedo de que la vieran con la falda manchada, que su padre la mataría por eso. Un día, Juana vio a su hermana mayor con la ropa manchada. Solo entonces comprendió que algo en ella había cambiado. Juana no aprendió a leer y a escribir pues nunca fue a la escuela. A los 16 años se huyó con un hombre y el tipo resultó casado. Su familia no quiso volver a saber de ella. Ahora tiene 80 años y cuando se le pregunta ¿Cómo está, doña Juanita? Ella responde con toda sabiduría: “Jodida, jodida como siempre”. VI Paquita ha usado la misma gabardina azul durante el invierno durante los últimos diez años. Como siempre en algún restaurante universitario pues su precario trabajo como sirvienta en Alemania no le ha dado, en 40 años desde que salió de España, al menos un marido, ni una pequeña estufa donde cocinarse, ni un apartamento decente y por supuesto, tampoco, el conocimiento del idioma alemán. Mezcla siempre palabras castellanas en su conversación con fuerte acento extremeño. Pero sí, Paquita sí tiene algo, su pequeña buhardilla de tres por cuatro metros, con baño que hay que compartir con, los vecinos de piso. VII Un pueblo minero en el Estado de Hidalgo, México. Niños famélicos que podrían convertirse en una foto de “Acción Internacional contra el hambre” y el rostro de una mujer del pueblo como tantas miles, millones en Latinoamérica. Ninguno lleva zapatos. Ni modo, ese es su destino, dicen. Ninguno parece haber comido el día de hoy. Un bultito de leña que fue a buscar a pie a 4 kilómetros de distancia porque "usted sabe, por aquí no hay árboles, no se encuentra leña. Lejos, sí, pero hay que caminar mucho. Luego la voy a vender a Pachuca pero en el transporte se me va casi todo, pero así como ve a mis hijitos, tan descriados, ninguno se me ha muerto. Con puro pulque los he criado y cuando se me enferman, les doy su sobadita en todo su cuerpecito y ya ve, flaquitos y chiquitos pero todos están vivitos y coleando". VIII Exactamente, ¿dónde?, ¿dónde he visto esta cara cien veces repetida? ¿Dónde? ¿De dónde esa mirada? Una foto del periódico me trae a la mente otras miradas. Una mujer que puede ser Palestina, Croata, Salvadoreña, Argelina, de Ruanda, Chechenia o México. Atrás de todo, los grandes intereses de los países poderosos, las armas, los mercenarios, los problemas raciales, las dictaduras, el hambre, la injusticia, la falta de igualdad y libertad. El rostro de un instante, dolor en el rostro de ocho mujeres en esa mirada incrédula ante la muerte de sus esperanzas. 5 SON IGUALES DE CAPACES XXV ANIVERSARIO DE LA INCORPORACIÓN DE LA MUJER A LAS FFAA RAFAEL LEOPOLDO AGUILERA MARTINEZ “Homenaje para la compañera Idoia Rodríguez, primera mujer caída en misión de paz” La incorporación de la mujer a las Fuerzas Armadas españolas ha sido un hito importante para la consecución de la igualdad constitucional de los hombres y mujeres en nuestro país, y ha sido fruto de una evolución normativa progresiva. La promulgación de la Constitución de 1978, en su artículo 14 establece de forma clara y concisa que “Los españoles son iguales ante la Ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social.”, y éste artículo en concordancia con lo establecido en el artículo 30.1 que indica que “Los españoles tienen el derecho y el deber de defender a España.”, y por tanto, no existe ningún tipo de separación, antagonismo, discriminación o dicotomía entre la mujer y el hombre, o el hombre y la mujer. Pasarán algunos años desde la entrada en vigor del Texto constitucional, para que los legisladores fueran teniendo presente el citado articulado e implementaran normas que hicieran efectiva y real los principios consagrados en la Carta Magna, promulgándose el Real Decreto –ley 1/1988, 22 de febrero, por el que se regula la incorporación de la mujer a las Fuerzas Armadas, todo en ello en virtud de la Ley Orgánica 6/1980, de 1 de Julio, reformada por la Ley Orgánica 1/1984, de 5 de Enero, por la que se regulan los criterios básicos de 6 la Defensa Nacional y la Organización militar, determinándose la participación de la mujer en la Defensa nacional, debiéndose de eliminar los obstáculos que se oponían a la plena efectividad del principio constitucional de igualdad. El Real Decreto-ley 1/1988, de 22 de febrero, se regula, por primera vez, la incorporación de la Mujer a las FFAA, si bien se limitaba su acceso a determinados Cuerpos y Escalas. En él se señala que la mujer podrá alcanzar todos los empleos militares. La incorporación de la mujer a nuestros ejércitos simbolizó la ruptura de viejas barreras y prejuicios, al tiempo que la presencia femenina enriquecía y modernizaba el Ejército. En 1988 ingresaron las primeras seis damas cadetes que tuvieron acceso a este Centro; pertenecían a los Cuerpos Comunes y en 1990 ingresó la primera dama cadete perteneciente al Cuerpo General de las Armas, formando parte de la L Promoción. Ley 17/1989, Reguladora del Régimen del Personal Militar Profesional, preveía la incorporación de la mujer en las FFAA en un plano de igualdad con los sistemas de acceso de los hombres. Esta Ley puntualizaba que en los procesos de selección no podían existir más diferencias que las derivadas de las distintas condiciones físicas del hombre y de la mujer que, en su caso, puedan considerarse en el cuadro de condiciones exigibles para el ingreso en los centros docentes. Respecto a los destinos, la Ley mencionaba expresamente que las normas de provisión podrían establecer particularidades para la mujer derivadas de sus condiciones físicas y biológicas específicas. El modelo español de integración de las mujeres en las Fuerzas Armadas continuó con la aprobación del R. d. 984/1992, 31 de julio, por el que aprueba 7 el Reglamento de Tropa y Marinería Profesionales en las Fuerzas Armadas. Este Real Decreto recogía que las soldados profesionales podían optar a todos los destinos de su empleo militar, excepto los de tipo táctico u operativo en unidades como La Legión, operaciones especiales, paracaidistas y cazadores paracaidistas por razones propias de sus condiciones físicas y biológicas. También señalaba que la mujer tampoco podía formar parte de las fuerzas de desembarco, de las dotaciones de submarinos ni de buques menores en los que sus condiciones de habitabilidad no permitían el alojamiento en condiciones adecuadas. La integración de las mujeres en las Fuerzas Armadas continuó avanzando con la Ley 17/1999, de 18 de mayo, de Régimen del Personal de las Fuerzas Armadas. Esta norma suprime definitivamente las limitaciones para incorporarse a cualquiera de los destinos profesionales existentes en las FFAA. En marzo del 2005 se crea el Observatorio de la Mujer órgano colegiado de asesoramiento con objeto de estudiar y analizar la presencia de la mujer en las Fuerzas Armadas y promover su integración y permanencia. La igualdad efectiva es un objetivo presente para cuya consecución se ha articulado un conjunto de medidas normativas y de actuaciones concretas, entre las primeras destaca, la reciente aprobación y entrada en vigor de la Ley 39/2007, de 19 de noviembre, de Carrera Militar. La igualdad de género se ha configurado como uno de los cinco principios básicos y eje transversal de la Ley de Carrera Militar. Esta transversalidad persigue favorecer y facilitar la igualdad de oportunidades de las mujeres y de los hombres en el ámbito castrense. Se establecen mecanismos positivos que 8 facilitan la situación de la maternidad, la protección en diversos momentos de la carrera profesional de la mujer, fomentando la conciliación de la vida familiar, personal y profesional de la mujer militar, asegurándose la presencia de la mujer en los órganos de selección, ascenso y asignación de destinos. Con el objetivo de alcanzar estos fines, se establecen acciones positivas relacionadas con las situaciones derivadas de la maternidad al protegerlas en diferentes momentos de sus carreras militares (ingreso, ascenso, situaciones, enseñanza de formación y perfeccionamiento, destinos), se fomenta la conciliación de la vida profesional, personal y familiar de los miembros de las Fuerzas Armadas y se asegura la representación de la mujer militar en los órganos de evaluación para la selección, ascenso y asignación de destinos. En febrero del 2007 muere en Afganistán la primera militar que cae en una misión española en el exterior, Idoia Rodríguez, de 23 años, perdió la vida y otros dos soldados resultaron heridos al explotar una mina al paso de su ambulancia Defensa y la OTAN advierten de un recrudecimiento de la violencia Finalmente, en las FFAA en el año 2016 podremos tener la primera mujer que alcance el generalato. 9 DE MÁRTIR A SANTA Mª DEL CARMEN ALARCÓN GARCÍA Mi vida no es la que soñé, tantas ilusiones pérdidas, tantas promesas olvidadas... Todo tiene que estar perfecto, la casa limpia y ordenada y yo esperándolo en la cocina. La mesa puesta y sin faltar nada, los cubiertos, el vaso, la servilleta y por supuesto, el mantel impoluto... pero siempre falta algo. Eres una inútil, te has olvidado el salero... perdona, ya te lo llevo. Y de nuevo, no sirves para nada... que sería de ti sin mí... cuantas veces lo he pensado. Cuando oigo sus pasos, comienzo a temblar y a mirar a mi alrededor... ¿qué encontrará hoy que reprocharme?. Mi vecina Carmen me pregunta el porqué de mis ojeras... ¿cómo le voy a decir que mi marido se pasa el día controlándome y criticando todo lo que hago?… creo que en el fondo sabe lo que me pasa, porque me mira con ojos de pena… esté bien o mal, él siempre encuentra algo de que quejarse. Ha creado una inseguridad y una incertidumbre en mí, que no me dejan dormir. Siempre temiendo sus recriminaciones. Hoy he cocinado su comida favorita, espero agradarle y que no encuentre ningún motivo para reprenderme. Hace calor y he dejado abierta la ventana de la cocina, escucho el sonido de la llave en la cerradura y... ¡no!... ¡no puede ser!, un pajarillo ha entrado por la ventana y ha dejado sus excrementos sobre el mantel. 10 No tengo tiempo de cambiarlo, y si lo ve… ¿qué hago?... lo cubriré con un plato... no podría aguantar más insultos. Entra en la cocina mirando a su alrededor, buscando algo con lo que atacarme, pero, no encuentra nada y se sienta a la mesa. Le sirvo presta la comida, sé que es su plato preferido, pero en lugar de empezar a comer, despotrica aduciendo que no lo quiere, que no sé ni cocinar… que soy un desastre… que no lo merezco. Tengo un nudo en la garganta que está a punto de ahogarme... ya no puedo más. Con un hilo de voz atenazado por el miedo le pregunto qué prefiere comer... se queda mirándome y con desprecio me contesta... ¡mierda!. Entonces, muy lentamente, levanto el plato que he colocado cubriendo los excrementos del pajarillo y se lo muestro… pues, ahí tienes. Abre sus ojos desmesuradamente, diría que se le han llenado de lágrimas, incrédulo no deja de mirarme, ¿cómo lo has hecho?... ¡es un milagro!... y no para de repetirlo... ¡milagro!... ¡milagro!. Yo me he sentado en una silla de la cocina, contemplo la escena cómo si fuera una representación… me mira con otros ojos... algo ha cambiado y ya no volverá a ser igual… diría que incluso me mira con admiración. Dando voces de ¡milagro!, ¡milagro!, ha salido hasta la escalera y ha llamado a mi vecina Carmen para contarle lo acontecido. Yo sigo sentada cuando ambos entran en la cocina… Carmen me mira con incredulidad y con un brillo de alegría en sus ojos… mi actitud ha cambiado… me siento libre. 11 No lo reconozco… parece otra persona… en el fondo es un iluso... aquel del que me enamore. Está convencido de que obré un milagro... y ahora tiene mucho cuidado... pero yo también… sé en quién puede convertirse… y también sé que ya no lo aguantaría. Un gorrión me dio una maravillosa lección de autoestima y si hay algo de lo que puedo sentirme orgullosa es de lo buena alumna que soy… y esa lección nunca la voy a olvidar. 12 APRENDER ROSA MARÍA ALIAGA IBAÑEZ “Evolucionamos haciendo cosas, no pensándolas” JOHN BERGER Ella me ha dicho que escriba para ponerme buena. Me llamo Violeta, pero eso lo sé yo y ella, mi psiquiatra, así que quizá no lo debería poner. Me resulta complicado contar todo, nunca entendí de letras, ni de muchas otras cosas. Tengo asco, pena, rabia…. Ella dice que por eso tengo que escribir, para no tener ganas de morirme. Es doloroso. Me da vergüenza contar. Es todo feo. Por hoy ya basta. Pensaré tranquila y desharé los nudos que llevo dentro. Ya lo voy a hacer. He cambiado de ciudad, intento cambiar de vida, pero eso me cuesta más. Ella dice que es normal, y que si me gustara leer, hay un poeta con K que lo explica muy bien, pero yo no leo. Es que se me distrae la cabeza y no me entero de nada. Antes tenía una familia. Ahora estoy sola. Lo decidí a medias, o a enteras, no lo sé…pero es que llegó un momento en que todos mis pensamientos eran lágrimas. Ella me dice que me fije en otras mujeres y que apunte las cosas que me gustan de ellas. Así iré descubriendo lo que me gusta a mí. Aunque puede resultar sencillo, para mí es muy difícil. No sé lo que soy, ni lo que quiero ser, 13 pero sí sé, de lo que he huido. Mi nueva ciudad es grande. Algunas mujeres de mi edad intentan hablar conmigo. No me apetece. Me da la sensación de que son más tontas que yo, y por supuesto, no han tenido ni la mitad de mis problemas. A veces me pregunto como me gustaría resolverlo todo. Tendría que volver atrás y hacer las cosas de nuevo. Pero eso es imposible. Así que, en realidad, ya nada tiene solución. Ella me ha aconsejado que me apunte a algo, que haga alguna actividad. He estado dos días pensando qué me apetecía. He decidido aprender a nadar. Durante todos estos años he vivido al lado del mar, pero no sé nadar y nunca intenté aprender. Me hace gracia. ¿De qué me valía el mar si me estaba ahogando? Para que vivir, si todos los días me levantaba muerta. Hoy ha sido un día espantoso hasta que, a última hora, algo ha cambiado todo. He ido por primera vez a la piscina. Desde el momento en el que me puse el bañador me he visto como una mujer ridícula y fracasada. Menos mal que al estar metida en la piscina nadie se ha dado cuenta de mis lágrimas. Es que me ha entrado una tristeza muy grande. Me he sentido muy culpable por haberles abandonado. Por intentar darme una oportunidad. Pensé que no iba a ser capaz de continuar. He tragado mucha agua y cuando ha acabado la clase tenía ganas de vomitar. En el vestuario, al ponerme la ropa, me he fijado como los pliegues del interior de mis muslos tienden hacia abajo en un lamentable acordeón sin gracia, como yo, una mujer acordeón que se estira para llegar al final de todo. He roto a llorar con desconsolación. 14 Una mujer de unos treinta y cinco años ha venido hacia mí. Me ha tapado con su toalla y me ha acunado suavemente. Luego me ha soltado con firmeza, sin compasión en la mirada, ha comenzado a hablarme. Se llama Macarena, ella sabe nadar y no va a clases. Está en la otra piscina del polideportivo. Me ha dicho que, el próximo día si no tiene prisa, nos tomaremos un café juntas. Me ha gustado mucho Macarena, me ha hecho sentirme bien. Voy a fijarme en ella para descubrir las cosas que le gustan. A lo mejor también me gustan a mí. La muerte de mi marido lo cambió todo. Ella dice que eso se llama catarsis. Nunca le quise mucho. Bueno, al principio, a lo mejor, pero luego ya no. Tengo que escribir que tengo mucho carácter, ella dice que se dice así y no mal genio o mala hostia. A él lo único que le importaba era fumar y estar tumbado en la cama, y si eran las dos cosas juntas, mejor que mejor. Después de todo lo que pasó, pienso que quizá hubiera sido mejor no tenerlos Ella dice que es muy importante aprender a canalizar nuestros recursos. Dice que el mío es la fuerza. Hoy ha sido un día bien triste. Mi hijo mayor me llamó para decirme lo mala que soy, por haberle llevado a un centro de rehabilitación. ¡Qué cosas tan feas! Dice que el no es un yonqui de mierda como los demás, que yo voy a ser la culpable de que muera de sida. Hubo un momento en el que las lágrimas no me dejaban respirar, ella dice que eso es hiperventilar. No he ido a natación, no he levantado las persianas. Hoy escribo sólo para decirme a mí misma que todavía no estoy muerta. 15 Una vez, de niña, me pasó una cosa mágica. Tenía diez años y catorce verrugas. Solía esconderlas como podía, aunque era una tarea bien difícil. Un día, la señora Nuncia, me dijo muy seria que si le hacia caso se me quitarían. Sólo debía coser una bolsita de tela bonita y luego meter catorce piedritas dentro de ella, irme de paseo y tirarla donde me pareciera. Luego esperar. Así lo hice. No pude evitarlo y me escondí para ver quien cogía la bolsa. Carmelita la hija del estanquero fue la que se fijó en ella, enseguida la cogió. A la mañana siguiente desperté sin ellas. Carmelita no fue a clase porque según su madre le había pasado algo en las manos. Desde entonces he cosido treinta y ocho bolsitas de flores y he metido ciento veintisiete piedritas. No ha funcionado, los problemas, no desaparecen como las verrugas. Parece que se ha calmado la tristeza. Esta mañana después de hacer la compra, me decidí a sentarme un ratito con las señoras mayores que están siempre en el parque. Hay dos especialmente cotorras. Ambas llevan dos alianzas en el dedo anular. Sus manos me dan miedo y soledad. Al principio todo ha sido muy aburrido. Han hablado mucho de sus maridos muertos, de lo buenos que eran y de lo bien que las trataban. Luego se han empezado a contradecir mutuamente. Una decía que el marido de la otra era un borrachazo, la otra que el marido de la una se gastaba las perras en las máquinas. Me ha entrado la risa, y a ellas también. Al final me han confesado que se sientan ahí porque la salida del parque de bomberos está próxima y todos los días esperan a ver si ven a alguno. Nieves 16 tiene tres bomberos preferidos, que van del moreno al rubio, pasando por el castaño. Tomasa cinco, dice que a su edad ya, es muy difícil elegir. Llevaba muchos años sin reírme. Me he sentido rara al hacerlo pero bien. Les he prometido volver para ver cuál me gusta a mí. Creo que no son tan mayores, a lo mejor son de mi edad. Una vez tuve una niñita. No se parecía a mí. Era mucho más preciosa. Fue mi segundo bebé. Jamás me he sentido tan unida a alguien. Si ella reía, yo también; si lloraba, se me hacía nudo. Murió a los cuatro años. Meningitis. La primera vez que fui a una ciudad me volvieron loca las escaleras subidoras y bajadoras, bueno, ellos las llamaban mecánicas. Pues así estoy, subiendo y bajando, todo el rato. No sé si me volveré loca. Ella dice que no, que soy fuerte. Amelia es mi vecina de enfrente, me siento culpable por no haber escrito todavía de ella, fue la primera persona que conocí aquí. Está muy flaca y cuando hago guiso y no está volando le paso algún plato calentito que devora con ansía. Cuando la veo comer siento la satisfacción de una madre y me pongo un poquito triste, pero como ella me ha cogido como confidente, se me pasa enseguida. Amelia es piloto. Fue decírmelo y mirarla como si fuera Dios. Amelia vuela ella solita. Es increíble. No tiene miedo a nada. También ha hecho paracaidismo, safaris por selvas y ha escalado una montaña tan alta como un rascacielos. Ha tenido muchos novios. Es tan guapa. Pero al final, las cosas se tuercen, y le salen mal. Se queda sola como yo. Entonces le paso el guiso y espero que acabe para ver como se pinta los labios. Me encanta verla pintándose los 17 labios y que me diga mientras se sorbe las lágrimas: “No importa Violeta, la vida siempre sorprende, ya nos llegará” Hoy ella ha leído todo lo que llevo escrito. Saber que lo iba a leer me ha provocado insomnio toda la noche. Me da mucha vergüenza. Mientras movía los ojos y las páginas, pensé que me caería redonda al suelo. Al terminar ha levantado los ojos y ha sonreído: “Vamos bien, Violeta, vamos bien” me ha dicho acariciándome el antebrazo. ¡Es la primera vez en mi vida que he flotado en el agua! Estoy cansada. Me voy a dormir Hace seis meses aproximadamente vinieron a verme mi hijo pequeño, su mujer y mi nieto. No he escrito que tengo un nieto. Es guapísimo, tiene tres años, casi no habla y le he visto unas cuatro veces. No me han dejado verle más. Decían que cómo mi hijo mayor está como está, pues mejor, que no tuviera trato con nosotros. Mi hijo pequeño es un mentiroso compulsivo, ya de pequeño mentía. Ella dice que eso puede ser una patología o ganas de llamar la atención. Me dice que me echa de menos, que vuelva. Tras esa mentira, sólo quiere mi dinero. La primera vez que le descubrimos fue de casualidad. Todas mis amigas tenían fotos de la graduación de sus hijos. Yo no. Le preguntaba y me decía que eso eran tonterías. Fui a la universidad para encontrar alguna foto suya. Después de preguntar a seis personas, me enteré que mi hijo había dejado de estudiar en primero de carrera, no era ingeniero, no tenía una estúpida foto con orla. Mi nuera es huérfana. La conocí bien joven y risueña. Durante un tiempo 18 fue como volver a tener a mi niñita de nuevo. Las mentiras de mi hijo nos han ido separando. El día que vinieron a verme llevaba el bajo de la falda descosido y la camisa llena de lamparones. El pelo sucio y los ojos muy oscuros. Cuando mi hijo y yo charlábamos, no nos miraba. No habló. Mi nieto tampoco. He tomado un té de hierbabuena esta tarde con Macarena. Es socióloga, que es, que estudia la sociedad. Macarena mueve mucho las manos cuando habla y me da ganas, no sé de qué, pero cuando estoy con ella me entran ganas de hacer. Me ha hablado de feminismo, de la identidad de la mujer y de muchas cosas bonitas que podemos hacer todas nosotras. Luego también me ha dicho lo que pueden hacer los hombres. No he entendido muy bien, pero al final ha acabado diciendo Igualdad. Hoy ha sido un día bien interesante. Ella dice que no supe educar a mis hijos, que cuando murió mi niña, me entró ansia de proteger a los dos que me quedaban. En cierto modo les ahogué de amor Mi marido no me ayudó a dirigirlos y se torcieron. Ella me explica que no me tengo que sentir culpable, porque ellos también han puesto mucho de su parte. Escribo este poquito esperando que llegue la oscuridad. Es el momento en el que descubro una vez más, que nadie me ha llamado. Llegué a esta ciudad un mes muy caluroso. Ahora huele igual que aquel día. Hoy ha sido un día bien diferente. Zolikha limpiaba la casa mientras yo intentaba escribir algo aquí. Sudábamos las dos y el calor nos ponía feo el gesto. De repente, Zolikha se ha arrancado con rabia el pañuelo de la cabeza. La he mirado sorprendida y me he sacado la combinación. No hemos podido 19 parar de reírnos en un cuarto de hora. Hoy Zolikha y yo, nos hemos hecho amigas. He soñado con mi nuera y con mi nieto. Me he despertado y una voz dentro de mí me dice: ¡Ayúdales! Mañana cumplo cincuenta y ocho años. Voy a preparar una cena. Invitaré a Amelia, Macarena, Tomasa, Nieves y Zolikha. Me da miedo que me digan que no vendrán. Que no les gustará venir a cenar con una vieja cascarrabias. Da igual. Ella dice que lo importante es intentar todo lo que me apetezca. Ayer fue un día tan feliz como aquella vez en que me eligieron reina en las fiestas de San Juan. ¡Todas me dijeron que sí a la cena! Me puse bien nerviosa. Así que decidí irme a dar una vuelta antes de la cena. Me compré un vestido y un pintalabios parecido a los de Amelia. También fui a la peluquería. Todas han venido muy guapas a la cena. Nos hemos reído muchísimo con las ocurrencias de Tomasa y Nieves. Amelia nos ha hablado de muchos lugares preciosos y nos ha animado a viajar. A Zolikha no se le caía la sonrisa de la cara. Hoy tampoco trajo el velo y nos ha contado que se ha apuntado a clases nocturnas en el instituto de su barrio, pero lo mejor de todo, ha sido lo que nos ha contado Macarena. Nos ha preguntado a las tres más mayores cómo bailábamos cuando éramos jóvenes. Tomasa le ha dicho que esperábamos turno o a que nos sacaran. Entonces ella ha dicho que la vida es como lo de bailar, y que ya no hace falta esperar turno o a que nos saquen, sino que podemos hacerlo solas, aunque también lo podemos hacer todas juntas. Nos ha encantado lo que ha dicho. Después de cenar, primero hemos bailado una pieza cada una delante de 20 todas, más tarde lo hemos hecho todas juntas. Nos hemos reído muchísimo con las monerías de Tomasa y Nieves, con lo roja que me he puesto yo, con la sensualidad de Amelia, la seguridad de Macarena y el exotismo de Zolikha. Si vivir es cómo bailar, no debe ser tan complicado. ¡Hoy he sido feliz! Ahora me gusta leer. Ya no se me va la cabeza, bueno se va pero con las historias que me cautivan. Es muy gratificante descubrir cosas que antes no sabía. Gratificante es una palabra nueva que he aprendido. Ella dice que ya estoy curada, que puedo seguir yendo un tiempo para coger un poco más de impulso, pero que ya he encontrado mi identidad. Me da miedo pensar en el futuro, en mi soledad y en todo lo demás, pero creo que he fabricado un presente tranquilo desde el que puedo esperar. He escrito una carta bien larga a mi nuera. Le voy a meter dentro este diario. Le digo que se venga conmigo. No soy su madre, ni lo quiero ser, pero quizá la pueda ayudar a encontrar lo que a ella le gusta también. No se lo qué pasará. Tampoco espero nada, simplemente estoy BIEN. Ya sé nadar. 21 EL DESFILE RICARDO ÁLVAREZ ANDRÉS El viento gélido que había azotado la ciudad desde la mañana cesó por fin, como si no quisiera enturbiar la fiesta de aquella tarde. Las calles, ya cortadas por la Policía, comenzaban a llenarse de público, mientras los vendedores de chucherías pugnaban entre sí para hacer su agosto en febrero. Susana sabía que iba a haber problemas. Pensaba en ello mientras se dirigía al colegio con Celia de la mano. Lo supo desde el primer momento, desde que leyó la nota que la tutora de su hija le había entregado dos semanas antes. Habló con la pequeña, pero ésta ya había tomado su propia decisión. Intentó convencerla: fue inútil. Menudo carácter tiene la niña, y vaya ideas más claras ha demostrado desde que era una renacuaja… Debería haberse impuesto. Total, es su madre y la cría tiene que hacer lo que se le ordene. Sin embargo, carecía de suficientes argumentos para convencerla. La pequeña llevaba la razón. Y eso la había desarmado. Pero, tuviera razón o no, iba a haber problemas. Cuando Susana y Celia llegaron al colegio, ya estaba el patio abarrotado de madres, y algún padre también, acompañando a piratas y princesas, hadas y gnomos, animales domésticos y salvajes, indios y vaqueros, guerreros, payasos, legionarios romanos, hippies, trogloditas, vampiros… Las carrozas, acicaladas con telas de colores y gomaespuma, esperaban a que se montasen sus ocupantes, mientras que los que iban a pie empezaban a formar como si se tratara de pequeños y disciplinados ejércitos. Los equipos de música de 22 cada comparsa parecían competir entre sí para conseguir romper algún vidrio o algún tímpano. Susana distinguió la carroza. “Esa es”. Suspiró fuerte, agarró con fuerza la mano de la niña y enfiló con decisión hacia el hospital ambulante de cartón piedra. Niños y niñas ya estaban estratégicamente situados. Algunas estaban subidas en la carroza, sentadas entre enormes bolsas de caramelos, serpentinas y confeti para arrojar al público. El resto se alineaba en dos filas paralelas. Las madres enarbolaban sus iPhones, tomando fotos y grabando vídeos para mandar a la abuela y colgar en Facebook. Susana se acercó tímidamente. - Hola – murmuró. Engracia era la jefa. Por algo era la delegada de madres desde que empezaron la Educación Primaria. Ella había organizado la comparsa, había decidido quién iba montado en la carroza -su hija y sus amigas- y quién andando -el resto-, con qué música iban a atronar, qué disfraz iban a llevar. - Susana, mujer, ¿pero esto qué es? – interrogó con voz tonante. Sí, empezaban los problemas. - Er… ¿a qué te refieres? – balbució Susana. - Pero… ¿es que no estaba bien claro en la nota? - Sí, supongo… - Aquí la tengo – exclamó Engracia mientras la sacaba de su bolso- “Martes 12 de febrero: desfile de Carnaval. Los niños irán disfrazados de médicos, las niñas de enfermeras”. 23 - Bueno, yo… - De bueno nada – interrumpió la delegada – Si dice que las niñas de enfermera, tienen que ir de enfermera. Mira qué monas, con su faldita, su cofia con la cruz roja, sus pantys blanquitos… ¡Y vas tú y disfrazas a tu hija de hombre! - De hombre, exactamente, no… Va disfrazada de médico. Es que ella quiere ser médico… - O sea, de hombre. ¡Que el tema de la carroza es el hospital, y en los hospitales hay médicos y enfermeras que ayudan a los médicos…! - También hay médicas y enfermeros… - ¡Que no, mujer, que no! Que cada cual haga su papel. Como toda la vida. Y así tu hija no sale con la comparsa. ¡Faltaría más! La tutora del curso contemplaba atónita el espectáculo e intentó relajar la situación. - Por favor, no nos enfademos, seamos civilizadas… - ¡Buaa, mamá, que yo quiero ir de médico…! – rompió a gemir Celia al intuir que se quedaba sin desfile. - ¿Lo ves? Al final has hecho llorar a tu propia hija. - ¡Pero, bueno…! ¿Quién es la que está haciendo llorar a mi hija? - Yo… tengo algo que decir – intervino la madre de Paquito. - A ver, ¿qué pasa? – bramó Engracia. - Es que… mi hijo no va disfrazado de médico, sino de enfermero, que es lo que quiere ser de mayor. Mirad, no lleva bata, sino camisa. Es porque el verano pasado, cuando estuvo en el hospital ingresado con diarrea, le cogió 24 cariño a Mario, que era el enfermero de Pediatría, y desde entonces dice que quiere ser como él… - Pero… ¿es que estamos locas o qué? ¡Esto es el mundo al revés! ¿Y por qué no le has puesto también faldita y pantys? ¿Es que nos hemos equivocado de desfile? ¿Es Carnaval o el Día del Orgullo Gay? - ¡Oye, más respeto, que mi niño será lo que tenga que ser, enfermero, gay o lo que quiera él, y basta ya de órdenes, que va a desfilar así disfrazado, y punto! - ¡Y mi hija de médico! – protestó Susana. - Vale, vale, haya paz, que hoy es fiesta – dijo la madre de la delegada, intentando apaciguar los ánimos -. Hija, que atrasada estás, ni mundo al revés ni nada; vaya educación que vais a dar a vuestros hijos e hijas si los clasificáis de esta manera desde pequeños. Cualquiera puede dedicarse a lo que quiera, que no hay profesiones de hombres o de mujeres. ¿Es que quieres volver a las cavernas? Había quedado demostrado de quién había heredado su carácter la delegada. - Pero, mamá… - Nada de peros. Que comience la fiesta, que ya nos toca salir. ¡Hala, todos a sus puestos y que viva el Carnaval! - ¡Sí, vamos! – gritaron niños y niñas a coro. La carroza se puso en marcha. Médicos y enfermero, médica y enfermeras, bailaban y giraban siguiendo el ritmo de la música. El director del colegio contemplaba el desfile a la salida del patio. Cuando vio la comparsa de la discordia, no pudo evitar el sarcasmo: 25 - ¡Este hospital no es legal! ¡No cumple la paridad! “Si yo te contara…”, masculló la tutora. 26 LA DUDA ARMANDO ARAVENA ARELLANO Hay algo que siempre te he querido preguntar – dijo el hombre deteniendo su marcha. Ya habían caminado las acostumbradas tres o cuatro cuadras por la arena de la playa tendida en paralelo al pequeño caserío. - ¿Sí? – dijo ella casi desaprensiva – al tiempo que se sentaba para comenzar a sacudir sus pies. La mañana aunque con el habitual frescor de la brisa que venía desde el mar no había logrado intimidar sus cuerpos. El esfuerzo de aquella marcha forzada de cada mañana los hacía siempre inmunes al hielo oceánico de las mañanas. - No es algo de ahora – dijo él instalándose a su lado, mientras a - ¡Aha!, dime – dijo ella ajustando el ala de su sombrero para tapar los manotazos trataba de desprender la arena adherida a su pantalón. incipientes y mezquinos rayos del sol que había aparecido recién por sobre los cerros cercanos. El hombre pareció tardar a propósito la respuesta. Tal vez le costaba ordenar en su cabeza las palabras precisas para preguntar lo que quería saber. La mujer se enderezó para enfocarlo con una leve sonrisa que hizo asomar en su rostro, forzándolo a hablar. - No es fácil… - dijo él. 27 La mujer pareció confundida y tras recoger sus piernas para cruzar sus brazos por delante de ellas, mostró su rostro que se había comenzado a endurecer. - Es por algo que ocurrió en nuestra noche de bodas – dijo él finalmente. Ella le sostuvo por un instante la mirada y luego lanzó una destemplada carcajada. - ¿La noche de bodas? – preguntó después de un rato. - Sí, la noche de bodas – dijo después de un rato. El hombre que había permanecido con severa expresión, se mantuvo silente. - ¿Me puedes decir de qué se trata todo esto? – preguntó molesta la - Quizás no sea tan importante. mujer girando su cuerpo para enfréntalo. - Si se trata de algo que ocurrió hace 38 años, tendrá que ser necesariamente importante, o si no, no me lo dirías – dijo ella sentenciosa. El hombre exhaló un largo suspiro tras el cual dijo: - Creoque … - se quedó observándola, para luego desviar su mirada - no - ¡¿Quééé?! - No importa…dices tú…Si no importara no me habías preguntado…pero - Bueno, era sólo una curiosidad…una tontera… eras virgen. - Bueno, no importa, era sólo que siempre tuve la duda… no importa dices ahora…- dijo la mujer sin poder disimular su irritación. La mujer giró su cuerpo para no seguir mirándolo. Sólo después de un rato le dijo: - Realmente te importa el tema. 28 - Bueno, no es que me importe…sólo quería saber. - Sí, yo creo…¿cuánto?. - Es decir que puedes esperar… - Otros treinta y ocho años…¿te parece? – dijo la mujer y se puso de pie para emprender la vuelta a casa. ¿TE IMPORTA MUCHO? 29 LA CASTAÑERA DE LA SORBONA MARINA GARDENI El reloj marcaba las seis de la tarde y Marina, como cada día, revisaba el trabajo de esa jornada y planificaba las tareas del día siguiente. Era directora de fotografía de una reconocida empresa publicitaria en Paris y amaba su trabajo tanto como a su familia, que siempre la había animado a luchar por lo que quería, contra viento y marea, y contra la feroz competencia instalada en un mundo en el que los hombres solían ser siempre los protagonistas. En los diez años que llevaba trabajando en esa empresa, en la que empezó como una simple ayudante, que igual hacía fotocopias que preparaba un café para sus jefes, había demostrado que era perfectamente capaz de ocupar un puesto destacado, y con el paso del tiempo se había ganado el respeto de todos sus compañeros -por lo general, hombres-, y era feliz por dedicarse en cuerpo y alma a lo que más le apasionaba en la vida, contar historias a través de las imágenes que capturaba con su cámara. Era finales de diciembre y, al salir a la calle, el frío, en contra de lo que pueda parecer, la reconfortó. La calle era su hábitat natural. Siempre decía que la gente que atrapaba el objetivo por las calles era sencillamente auténtica. Le gustaba, sobre todo, fotografiar a la gente en escenas cotidianas; hablando por su teléfono móvil, paseando a su perro, entrando o saliendo del metro, mirando la cartelera de un cine, parando un taxi, rezando en una iglesia… Le gustaba captar los movimientos, los gestos y las miradas, porque a través de ellos cada persona nos cuenta parte de su vida. Aquel día había nevado tímidamente y las 30 ramas de las plataneras del Boulevard Saint-Michel estaban vestidas con un fino abrigo blanco, alguien había dejado la huella de su zapato sobre la nieve de un banco y las luces navideñas centelleaban ya en los escaparates de las tiendas. Marina se detuvo en un kiosco para comprar unas revistas y se dirigió al café de la Plaza de la Sorbona para tomar un chocolate caliente. Sabía que el Gran Palais albergaría hasta finales de enero una exposición fotográfica sobre la situación de las mujeres en el mundo y le interesaba mucho ver el reportaje que se había publicado. Mientras sonaba la cucharilla al remover el chocolate, iba ojeando las páginas; un artículo sobre los mejores hoteles del mundo, una entrevista al político de turno, la historia de Cleopatra -siempre contada desde la fascinación que este personaje había ejercido en el mundo-, recomendaciones para preparar una cena especial de Nochebuena…, y por fin, el titular, “La mirada de las mujeres”. Era un reportaje de seis páginas, con cuidados textos de una importante periodista -dedicada toda su vida a denunciar la vulneración de los derechos humanos de muchas mujeres en el mundo-, y con el material fotográfico que dos reporteras habían recopilado durante tres años en tres continentes. Asia, Africa y América, lugares del mismo planeta tierra, que sin embargo mostraban imágenes que, por su dureza, hacían tomar conciencia de las desigualdades, que aún hoy en día, existen en el mundo. Los bellísimos ojos verdes de una adolescente acarreando sobre su cabeza un recipiente con agua, dejaban claro que Etiopía no es un paraíso para las mujeres, como tampoco lo era para las niñas que, en blanco y negro, vendían 31 sandías y artesanía típica en un mercado de un país de Sudamérica, o para las que, sentadas en el suelo, frente a una rudimentaria pizarra, aprendían a leer y escribir en Guinea. Los ojos de estas niñas mostraban, sin embargo, un brillo especial de sentirse satisfechas, incluso felices, con el mundo en el que, sin saberlo y por desconocer la existencia de otro, les había tocado vivir. Pero había miradas que, por invisibles, estaban ausentes en algunas fotografías. La presencia del burka era protagonista en las imágenes tomadas a las mujeres en Afganistán. El infinito azul de esos ultrajantes ropajes inundaba el paisaje de las calles del país afgano, sin que nadie, absolutamente nadie, sintiera la indignidad que supone anular a un ser humano, al que ni siquiera está permitido mirar al mundo. Había otras que mostraban a niñas -maquilladas hasta hacer desaparecer cualquier rastro de su robada infancia- que, con una mirada de irreal felicidad, esperaban ante la puerta de un burdel de Camboya a que un desaprensivo pagara a otro desaprensivo para llevarlas a una habitación. Los ojos de una niña yemení el día de su boda, concertada por sus padres con un hombre que le triplicaba la edad, mostraban miedo, resignación y tristeza por dejar atrás las muñecas con las que, sabían, nunca más volverían a jugar. Esa era la cruda y amarga realidad de un mundo que aún existe a tan sólo unas horas de avión de cualquier país llamado civilizado, donde vivimos alejados y casi insensibles al sufrimiento de millones de mujeres por las consecuencias del analfabetismo, la pobreza y las “mal llamadas” tradiciones de muchas culturas. Marina sintió rabia e indignación. Había buscado aquel artículo para analizarlo desde un punto de vista profesional, pero su perspectiva cambió radicalmente. 32 ¿Qué importaba la calidad o el formato de las fotografías cuando el contenido hablaba por si mismo? Junto a su mesa, unas niñas abrían regalos y reían con sus padres; las miró y una lágrima se deslizó por sus mejillas. Sabía que las mujeres de las fotos nunca reirían así, a menos que otras mujeres, como Leymanh Gbowee, Ellen Johnson-Sirleaf o Tawakkue Karm, Premios Nobel de la Paz, siguieran luchando por ellas. Cerró la revista, pagó su chocolate y se dispuso a volver a casa. Se paró un instante a comprar castañas a la castañera de la plaza de la Sorbona. Todos los inviernos estaba allí, con sus arrugas y sus raidos guantes. Una vez le contó que con eso ayudaba a pagar los estudios de su hija. Marina cogió las castañas y le dijo: Gracias, gracias por todo. 33 DOS NAVIDADES MARÍA DEL JUNCAL BAEZA MONEDERO El 24 de diciembre de 1997, en Madrid, en un hospital con todos los avances técnicos, nace una niña. Pesa tres kilos. El mismo día, en un pueblo de Uganda, una mujer da a luz en su choza a un varón. Pesa, tres kilos y medio. La niña, a los tres meses, ha crecido mucho. Pesa ya seis kilos, es sana y alegre. Pasa revisiones médicas periódicas. Está limpia y cuidada. Ya he han puestos sus primeras vacunas. El niño africano pasa hambre porque su madre no tiene leche. No gana peso. Padece con frecuencia diarreas y fiebres. Ha pasado la malaria. Nunca le ha visto un médico. Únicamente le visitan las moscas. A los seis meses la niña ofrece un aspecto saludable. Su piel está sana porque continuamente se le cambian los pañales que, además, son desechables. No tiene infecciones porque sus chupetes y biberones están siempre esterilizados. Se la ve bien hidratada, bien abrigada y bien nutrida. Le han puesto todas las vacunas necesarias, ya tiene varios dientes y empieza a pronunciar algunas sílabas. Sin embargo, el niño africano pesa casi lo mismo que al nacer. No tiene aún dientes. No hay forma de proporcionarle alimentos. Ni agua. Ni ropa de abrigo. Ni calor. Están en guerra en su pueblo. Para colmo, se ha quedado sin padres, abandonado a su suerte, sólo. 34 Un año después, el 24 de diciembre de 1998, la niña nacida en Madrid está preciosa. El bebé de Uganda ya no existe, murió hace unos días. ¿Tendremos nosotros alguna responsabilidad en las próximas Navidades? 35 ENCUENTRO HISTÓRICO E INESPERADO LEONARDO BARRERAS CAPOTE La zafra azucarera estaba en su apogeo. Cada central devoraba, sin dar tregua, toda la caña que llegaba a su tándem por todos los medios disponibles: carretas jaladas por bueyes, camiones, tractores y locomotoras. Las autoridades se rompían la cabeza pensando cómo incrementar los niveles de entrega a la Industria... ¿Cómo producir más azúcar? La Federación de Mujeres Cubanas, (FMC), ideó conformar un contingente femenino para apoyar. Se movilizaron decenas de mujeres de distintas edades y origen social. Campesinas, maestras, artistas, personal de la salud y amas de casa integraron el Contingente “Mariana Grajales. Cuando los hombres nos veían llegar al campo, además de sus miradas lascivas, se burlaban de la posibilidad real nuestra para encarar las tareas de la zafra azucarera.. Si Usted nunca ha cortado la caña de azúcar, difícilmente podrá imaginar con certeza el estado de depauperación a que puede llegar un organismo humano no acostumbrado, después de dos meses de trabajo ininterrumpido en esa demoledora faena: las manos y dedos llenos de ampollas y callos, los brazos saturados de heridas superficiales de todos los tamaños, provocadas por la cortadura con que nos reciben en cada abrazo, las hojas afiladas con que el tallo se defiende de nuestros machetazos; el rostro y el cuello bien curtidos por un sol inclemente, sacrolumbagia, dolores en la cintura, cuello y espalda, y un estado anímico agresivo, depresivo, variable. 36 Estos avatares eran igualmente válidos para la recogida manual de la caña cortada y su traslado hacia las carretas y camiones, cada vez más lejanas, en la medida en que las cortadoras avanzaban por los surcos. Nos levantábamos diariamente a las 4 a.m., desayunábamos y nos trasladaban a los cañaverales sobre carretas con tracción por tractores a través de improvisados terraplenes, guardarrayas y caminos. Era un viaje dramático y hasta temerario, en que el vehículo y su satélite brincaban arrítmicamente hacia arriba y hacia abajo, hacia la derecha y la izquierda, en un vaivén insoportable, que le va aflojando las coyunturas de los huesos a cualquiera. Viajecito en que si Usted no adopta posiciones especiales y desarrolla rápidamente técnicas de agarre a todo lo posible, para preservar el equilibrio y mantenerse sobre sus pies, puede acabar fuera de la carreta con algún hueso fracturado o músculo afectado... A las 11 de la mañana nos llegaba el almuerzo. Un alimento tercermundista, magro y desproporcionado con nuestros esfuerzos. Luego te permitían descansar una media hora y de nuevo a fajarte con los surcos saturados de cañas. A las 7 p.m. regresábamos al campamento repitiendo la porfía de si el medio de transporte lograba su propósito de desarmarnos los esqueletos cansados o lanzarnos fuera de la carreta. En esta lucha estábamos mucho más en desventaja por regresar exhaustas y, por ende, sin la capacidad total para agarrarnos competentemente de cualquier asidero para mantenernos a salvo. Una vez llegados a las barracas corríamos para ser las primeras en bañarnos, para luego devorar la insuficiente comida y cada cual dedicarse a sus asuntos. 37 Yo me acostaba y pasaba inspección a mi cuerpo adolorido. Contaba los días que faltaban para marcharnos… Hacía planes… Me arengaba… Así transcurrían los días, las semanas y los meses… La Dirección del Campamento nos informó que una fuerza femenina de otro destacamento del contingente nos daría contracandela para acelerar la terminación del campo asignado, pues se establecería una fraternal emulación con el campamento vecino de hombres, para determinar qué fuerza terminaba primera, con mayor productividad y calidad, sendos campos cañeros. En Agosto, bajo un sol infernal, me encontraba atacando con mi machete 4 surcos, que había que cortar parejitos. Llevaba más de 5 horas cortando y apilando, y del otro extremo de los surcos no se escuchaba ni veía nada. Por mi mente pasaban series de epítetos y blasfemias. Las cortadoras más cercanas ya divisaban su contracandela 1, sin embargo, mi horizonte era simplemente un mar de cañas. Pasada la sexta hora de trabajo, nuevamente negros nubarrones se apoderaron de mis pensamientos. Maldije a la ingrata que se aprovechaba de mi sudor, pues yo había cumplido mi mitad y seguía cortando y ella sin aparecer. Por otra parte, los hombres avanzaban impetuosos en una final de leyenda. Me retiré hacia la derecha y busqué a mi compañera. ¡La vi! Venía haciendo un soberano esfuerzo por no caerse. Cada machetazo le salía del alma y estaba a punto de desvanecerse. Llamé a mis otras compañeras y les pedí darnos una mano. Todas estaban agotadas, pero las convencí que todavía era posible la victoria. 38 Tan pronto las muchachas la emprendieron con lo que quedaba de los cuatro surcos me dirigí hacia el personaje que tantos y variados pensamientos y sensaciones había despertado en mi. Llegué a unos metros y le espeté: ¡Oiga, Usted cortando caña no se gana ni para afilar el machete! De pronto, ocurrió lo inesperado. La interpelada soltó el machete y corrió hacia mí terminando su esfuerzo con un fuerte abrazo. De lo cansadas que estábamos nos caímos y rodamos por la tierra. Al fin se separó de mí y ahora era Yo la sorprendida: ¡Frente por frente, ante mis ojos, aparecía mi amiga de la infancia Lourdes Fernández! ¡Wow! Sí esto no era histórico, estaba muy cerca de serlo… ¡Siete años que no sabía nada de ella! Efectivamente, estaba mal de salud, pero decidida a cumplir con la parte que le tocaba para no perder… Aquello resultaba muy emocionante porque Lourdes estaba en el contingente de voluntarias a pesar de que cojeaba de su pierna derecha por una poliomielitis que padeció en la infancia. Nuestro abrazo, en medio de la batalla, ocupa para siempre un lugar en nuestra historia común. Una hora después entre vítores y alegría por el triunfo alcanzado “sobre el género más fuerte”, volvía Lourdes con su grupo y yo, aferrada a la carreta, entre saltos y empujones por los inacabables baches, emprendía el angustioso regreso al campamento. Mentalmente desconté un día más… ¡La meta principal asignada se estaba cumpliendo! 39 CARTAS BLANCAS EVA BARRO GARCÍA Te he gritado ¡amor! Te he susurrado… amor… Te he nombrado así, evitando tu nombre del que siempre dudé. Estas relaciones a distancia, sin ni siquiera contacto visual, se prestan tan bien a acumular mentiras… Tampoco yo me desnudé totalmente, te di un pseudónimo como mi nombre verdadero y tú lo aceptaste y lo veneraste sin sospechar que no era del todo cierto… tampoco del todo falso. Ninguno de los dos creíamos que lo que nos pasó fuera posible. Aún más allá, desde la perspectiva de mis fracasos, jamás había sospechado que pudiera enamorarme y fue a sucederme de la forma más extraña: me devolvió la vida una voz que nunca oí, pero cuyas palabras hábiles encendieron mi (Litterae) ¡Beatriz! ¡Beatriz! ¡Beatriz! ¡No me hagas esto, Beatriz! ¡Te pido perdón! ¡Yo, que jamás he bajado la mirada ante nadie, me hinco de rodillas y te suplico! ¡No te vayas, Beatriz! Como tú repetías a menudo, fue algo increíble. Ahora que ya no importa nada, ahora puedo gritar a los cuatro vientos que de ti me he enamorado. Se lo he dicho a muchas mujeres, no voy a negar ya nada, pero no supe lo que decía hasta que me sorprendí amándote a ti. Nadie va a entenderme, por eso a nadie le contaré lo sucedido, sólo a ti, a través de esta última carta sin destino, porque tú sabes bien que todo fue real. 40 Si los hombres somos o no visuales en el amor, queda en entredicho. Apenas dispuse de tu fotografía… porque eras tú la mujer encantadora y sonriente que desde la corazón, resucitó mi cuerpo bajo las caricias de una piel que nunca toqué, de la que nunca me llegó el perfume. Tan sólo palabras encendidas, tiernas… mensajes que volaban como mágicas palomas blancas sin saber por qué camino, pero que nunca se equivocaron de receptor ni de remitente. El hechizo fue real: sólo dedos atareados sobre un teclado, letras sobre una pantalla, y aquello hizo posible que tú notaras que yo temblaba y que yo pudiera sosegarme imaginando tu abrazo. Cierto, la fotografía ayudó, pero relativamente, porque no pude deshacerme de la idea de que no fuera fidedigna. Y a pesar de todo, creció el amor, como un milagro que caldeó aquel otoño y parte del invierno. Se expandió hasta el punto de expresarse ya en términos de un posible viaje. pantalla me emocionaba cada día y cada noche ¿verdad? Ahora empiezo a temer, a recelar, que esa imagen a la que tanto deseé estrechar en mis brazos no sea más que una foto de cualquiera que pudiste utilizar para sustraerme tu verdadero rostro… ¡Beatriz! Aún así, no me importa, yo me enamoré de tus palabras, de la dulzura de tus expresiones, de la gracia de cada comentario tuyo, de la pasión de tus testimonios, de las vibraciones que podía sentir en la yema de los dedos, en todo mi cuerpo, cuando me llegaba cada una de tus declaraciones. Te juro que te he sentido tan cerca, tan dentro, tan hondo, que nunca dudé de que en el momento de llegar físicamente a tu lado, la realidad no encontraría 41 impedimentos. Planeaba con detalle mi viaje, imaginarte… tus manos esperando las mías, tus besos… ¡Beatriz! ¡Tú hiciste de estos ¿Cuál de los acentos fue el traidor? ¿Qué taimado espacio en blanco envenenó mi inocencia? ¿Cuántos segundos de retraso en una contestación fueron los responsables del presentimiento? Me negaste una primera respuesta fingiendo ignorarla. Fue necesario que te repitiera la pregunta, sin tregua, hasta obtener aquel “sí” malhadado: ¿Alguien te espera en tu ciudad? ¿Quién te espera? ¿Quién? ¿Estás… estás casado? Imposible la vuelta atrás. Vanos todos los razonamientos que intentaban decolorar al adulterio utilizando la distancia y la intangibilidad física como decapantes. No puede soportarlo. Sobre todo, el hecho de que me lo hubieras ocultado, porque entonces apenas habría pasado nuestra historia, de un saludo cordial. Ahora se quedará una crónica triste, sólo de cartas blancas. meses de frío los días más cálidos de mi vida! ¿Qué torpeza fue la mía que sembró en ti el recelo? ¿Qué pudo pasar, que no acierto a comprender, para que aquella tarde me mortificaras con aquellas preguntas envenenadas? Menos aún concibo el desgraciado impulso que me llevó a confirmar tus sospechas, como si con aquel “si” castigara tu desconfianza, como si el hecho de tener una esposa me aportara algo ante ti, aparte de dolor. Cuando comprendí el desatino cometido, ya era tarde. ¿Cómo iba a explicarte que lo que ciertamente era falso era la existencia de otra mujer en mi vida? Que sí las hubo, eso ya te lo había confesado, el pasado no nos importó a ninguno de los dos. Pero nunca tuve valor para comprometerme con nadie. Tú ibas a ser la primera, 42 No me fui de vacaciones pero eso no vas a saberlo. Me tomé una semana de distancia que concluyó como ambos esperábamos, con aquel correo cargado de amargo cariño y despedida. Y todavía me esperaste durante muchos días en la página… yo veía, sin identificarme, cómo tu contraseña permanecía, paciente y desesperanzada, a que yo la buscara presa del arrepentimiento. Pero no lo hice, yo siempre cumplo mi palabra y además, no soy capaz de hacer daño a nadie, mucho menos, a una familia. En mi despedida, no hubo ni una sola mentira: siempre te recordaré con cariño y te desearé lo mejor… junto a los tuyos. Llena de tristeza, te mando un beso Beatriz En nuestro paraíso virtual, decisivo y absoluto. No tuvo credibilidad el desmentido, lógicamente. ¡Beatriz! ¡Beatriz! ¡Sólo fue una sílaba! ¡Una afirmación absurda y estúpida! Te llevaría a mi casa, para que pudieras comprobarlo. Te enviaría imágenes de mi trabajo, de mis compañías, de mi camarote destartalado con olor a mar… Pero ya no hay oportunidad. No volverás a conectar conmigo y has anulado tu dirección de correo… Sólo me queda llorar… y musitar dulcemente tu nombre… Beatriz… Me empapa la tristeza… aún así, te envío un beso Mikel 43 LOS SUEÑOS SOLO SON SUEÑOS FRANCISCO BAUTISTA GUTIÉRREZ Lo que mas recuerda Juan es la oscuridad del océano cuando al atardecer empiezan las sombras rápidas y fugaces a ocupar todo para dar paso a la oscuridad, momento propicio para confundirse el cielo con el agua, y es en esos instantes cuando el hombre mira hacia el horizonte sin que tenga que esforzarse mucho en olvidar lo que queda atrás, sabiendo que la esperanza que le queda venga del futuro, de la otra orilla. Sabe que se ha adelantado cuarenta años, que tenía que haber nacido mucho mas tarde cuando al atracar el barco desciende por la escalerilla, cansado, con las articulaciones quebrándose a cada paso acostumbradas a la escasa movilidad del cuerpo por la cubierta o quizás asustadas ante la resistencia que han de mostrar ante los movimientos acelerados y nerviosos del hombre. En el taxi que le lleva a casa en busca de la tranquilidad, Juan observa sonriendo, sintiéndose superior a la gente que se cruza con él, en el fondo dentro de su alma se esconde un filósofo, con los pies en el suelo, sin tener que soñar en ser un futbolista famoso o aquél poeta que desgranando las letras es capaz de hacer que la piel se le erice. Pero es feliz, le vale la pena vivir de nuevo, empezar como él una historia y cierra los ojos para recrearse en el cuerpo que le aguarda suave y dulce, lleno de vida como el que comparte su permanencia en tierra y con el que sueña en la mar. 44 Se sabe en plena transformación, cambia continuamente pasando del dolor de la soledad al sentimiento de estar acompañado aunque en su camarote solo tenga una fotografía de la mujer que le espera, y es entonces cuando se da cuenta que se encuentra aquí para un fin, para algo, que no es solo un viejo que busca por los rincones de la mesa unas gafas que lleva puestas, porque él, aunque las necesite sabe que hace bien los deberes y que el futuro al lado de la joven es esperanzador, lleno de aquello que lee en los libros, de experiencias que le hacen temblar de placer, de metas que le obligan a luchar alejando el deseo de descansar frente al mar a pesar de las dificultades que supera por la edad, sabiendo que su mejor aliado es la esperanza, la expectativa de un encuentro con ella, sin miedo al fracaso porque sabe que el éxito es lo que está en el horizonte. La edad no puede con él aunque tenga teñido de gris el cabello y mas sabiendo que a ella no le molesta que sea asi, que junto a él contemplen el futuro como una realidad, sin temor a nada, creciendo con su amor, viviendo en el sueño y esperando alegremente el despertar. Juan sabe que llegará a casa y ante una copa de vino hablaran de viajes, de retos, esperando el abrazo de la noche, el calor del cuerpo que necesita cuando en el barco navega de un lugar a otro, sin mas compañía que las olas, temiendo que el futuro le lleve a la soledad, a no sentir que pertenece a alguien, en esas noches en las que Juan duerme mal, calla, pasea y llora a veces en soledad. Ahora sonríe, abre la puerta de su casa y abraza a la mujer sin importarle el gris de sus cabellos, pensando en la noche, en la cena frente a ella, hablando y 45 escuchando, en dormir abrazados, mirándose a los ojos como el primer día en que se conocieron, en la suerte que tiene de llevar cerca de medio siglo casado. 46 UNA LUZ EN LA OSCURIDAD FRANCISCO BAUTISTA GUTIÉRREZ Le cuesta mucho sudor y más aún muchas lágrimas salir a la calle como ella quiere hacerlo, así que aún no ha obscurecido, cuando el sol tímidamente quiere marcharse para dar paso a la luna, cuando comienza con la reparación y posterior transformación de su cuerpo si quiere perderse en medio de la noche. Lo que mas tiempo le ocupa es dejar su cabello en perfecta armonía puesto que la pintura tanto de sus labios como de sus ojos y el tinte y maquillaje, lo mismo que el perfumarse lo hace de una manera mecánica y por ello con una rapidez asombrosa. Termina y se mira detenidamente en el espejo, lo hace de frente, poniéndose de lado y tratando de ver su espalda Deja caer el chaquetón sobre el top y el pantalón ajustado que lleva y se recrea de nuevo observándose en el espejo, buscando la conformidad de lo que ve, aunque a veces no llegue a ser de su agrado lo que en el mismo se refleja, sin embargo, no quiere entrar en divagaciones, bastante tiene con lo que se va a encontrar en la calle. Mar sale del bloque en el que se encuentra el pequeño apartamento que habita, donde tiene su refugio y su vida, y camina lentamente por las húmedas calles en las que se respira lo superfluo, personajes que aparecen y desaparecen, porteros musculosos con los brazos tatuados soportando estoicamente el frío, algunos camellos temerosos, jóvenes y no tan jóvenes jugando a ser abiertos, libres y modernos y mujeres, sobre todo maduras con la mirada que se distribuye entre todos los hombres sin distinción de edad ni 47 color, jóvenes alegres que aún no tienen reflejada la necesidad de los otros, y mas que nada jovencitas que piensan van a comerse el mundo, que caminan mostrando la desnudez de sus cuerpos de una manera indecorosa, compitiendo entre ellas para ver quien es la que mas muestra, niñas hecha mujeres antes de tiempo piensa Mar como lo hace siempre y trata de recordar la lejanía del tiempo en el que con esa edad aún se jugaba a las muñequitas. La mujer camina entre ellos soportando en sus pies el dolor de unos afilados tacones que se clavan en el suelo como consecuencia de su peso, ella sabe que le sobran unos quilos pero no puede hacer nada, por mucho que haya intentado adelgazar siguiendo aquellos incontables regímenes que llegan a sus manos, tan llamativos algunos de ellos pero poco eficientes a la hora de ver los resultados, ineficaces, que le han empujado a aceptarse como está. En la puerta de la discoteca charlan un grupo de mujeres que la miran descaradas cuando pasa a su lado y Mar se siente satisfecha, le resulta agradable el sentirse admirada, sigue caminando aunque tuviese la ida en un principio de entrar, no lo hace y camina escuchando las risas de las mujeres, los estertores forzados y nacidos de la garganta que llegan a ella claros e indecisos, risas que esconden un aburrimiento absoluto y al que responde alguien con una escandalosa carcajada. Vacila, intenta dominarse y trata de mantener la compostura cuando observa a los cazadores de la noche y a las víctimas que pasan deseosas de ser cazadas para de esa manera disimular la soledad. Ella también se encuentra de caza pero no quiere el baboseo del hombre, tampoco pujaría por el mas elegante, lo suyo es vicio, aunque no le agrade pensar que lo que le arrastre a ella hacia la 48 cosa que cuelga de ellos, sea lo mismo que arrastra al resto de las mujeres, que desatan la necesidad de poseer y de ser poseídas saliendo a la luz las carencias, iniciando la búsqueda para que los ojos de los cazadores se claven en ella antes que en las otras. A su alrededor y en penumbra los bares de alterne se amontonan, algunas luces rojas colgando de sus puertas y el clásico olor a suciedad que ya había percibido mas de una vez, dentro, el calor de los cuerpos, abrazos que no llegan a ella, palabras que no resbalan en sus oídos, ojos que no se detienen en su cuerpo. Aletea el ambiente y saca lo mejor de sus sonrisas, para mirar desafiante a los hombres, esperando que suceda algo, solo que ella tiene mas claro lo que desea y asi se acerca a uno que sale del local y camina tras él hasta que le alcanza ofreciéndose golosa y descarada. No siempre consigue su objetivo, los hombres cuando están solos no soportan verse acosados y se marchan, huyen de su lado buscando la compañía de otras de su especie, sin comprender que aquella mujer, que ella lo que no quería era robarles ni nada por el estilo, que lo único que necesitaba era un poco de placer. No todos se marchan, algunos se detienen y eso activaba la sexualidad de Mar, se le achicaban los ojos, la voz no llegaba a salirle de su boca, el temblor del cuerpo le arrastraba al primer portal que encontraba y buscaba el placer del hombre porque ella lo encontraba solo con el triunfo de haber conseguido lo que quería. Como ahora, cuando el hombre, joven, se detiene a su lado, cuando al mirarlo se da cuenta que lo que mas brilla en su rostro es una amplia sonrisa. Me llamo Paco –le dice- y mi precio para los gays es de Cien euros. 49 EL MAYOR DE LOS DOLORES LUIS ANTONIO BEAUXIS CÓNSUL - ¿Lloras? – preguntó Lotte, colocándole la mano encima del hombro. Jaime levantó los ojos húmedos y fijó la mirada en los labios de ella que tornó a preguntar: - ¿Lloras? - Pues claro que lloro – la voz gutural de Jaime se quebró. Lotte lo rodeó con los brazos y lo estrechó, fuertemente, contra sus pechos generosos. Él la dejó hacer. Los dedos de ella se deslizaron, una y otra vez, por la nuca de Jaime, acariciando con dulzura su liso cabello entrecano. Un ruido sonó fuerte en la habitación contigua, tan sólo una puerta entreabierta la separaba de la lujosa suite. - ¡Mami! ¡Mami! – llamó una voz infantil. Lotte deshizo el abrazo de inmediato, Jaime se sobresaltó. Sus ojos la contemplaron sin comprender. Ella lo apaciguó con ademanes serenos. - Es mi pequeña Helga – explicó con lentitud, colocando su rostro frente por frente con el de él – Se ha despertado… puede que esté teniendo una pesadilla. Los gestos de Lotte fueron acaso más elocuentes que sus propias palabras. - Está bien – articuló Jaime – Ve a ver. Lotte salió y Jaime de Borbón y Battenberg, Duque de Segovia, se quedó, momentáneamente, a solas en la suntuosa suite. A solas con su silencio, con sus pensamientos, con sus dolores… 50 Su mente lo transportó a la más tierna infancia. ¿Cuál fue el último sonido que alcanzó a percibir antes de quedarse, irremediablemente sordo, a la edad de cuatro años? Ya no alcanzaba a recordarlo. Sí podía recordar, en cambio, los inútiles honores con que su padre, el Rey Alfonso XIII, había intentado compensarle las consecuencias de aquella fallida operación: Caballero del Toisón de Oro, Caballero de la Gran Cruz de Isabel la Católica, también el Collar de la Real y Distinguida Orden Española de Carlos III, para culminar con el Collar de la Orden de Isabel la Católica y el Título de Comendador Mayor Vacante de la Orden de Calatrava… ¡y ni siquiera podía escuchar el tintinear metálico de todas aquellas vanas condecoraciones! (“¡Vanidad de vanidades!” Eclesiastés dixit). Llegado el momento, no fue otra sino aquella misma mano paterna, que tanto había sabido abrumarlo con ostentosas dádivas, la que colocó entre sus dedos la pluma para firmar la abdicación. ¡Un sordo jamás tendría derecho a reclamar para sí el Trono de esa España que, algún día, iba a dejar de ser Republicana! No se le escapó una queja y, silenciosamente, renunció. También silenciosamente, al menos para Jaime, Lotte regresó desde la habitación contigua. Volvió a acariciarle la abatida cabeza. Él la contempló de nuevo, tan embobado como la primera vez que la viera: actuando en el Cabaret de Innsbruck. - Por suerte se durmió enseguida, apenas si tuve que cantarle su nana favorita – los labios de Lotte dibujaban, claramente, las palabras – No era más que un mal sueño… ¿Por qué no me cuentas el tuyo, Jaime? Creo que eso podría aliviarte. 51 El negó, enérgicamente, con la cabeza. - ¿Acaso extrañas a tu duquesita francesa? – los ojos claros de Lotte no conseguían disimular sus celos - ¿Te arrepientes de haberla dejado para casarte conmigo? - ¡No! ¡No! ¡Claro que no! – se apresuró a negar él, tomándole las manos y cubriéndoselas de besos. - Entonces ¿es a tus hijos a quiénes extrañas? - Eso sí, bastante – hubo de reconocer él – a ambos. Pero muy especialmente a Alfonso; se diría que ese chaval parece haber heredado, a falta de algo mejor, la mala estrella de su padre… - ¡Jaime! No vuelvas a decir eso – le reconvino Lotte, apuntándole con un índice acusador – Sabes muy bien que no es cierto. ¿Ése es el dolor que te aqueja? Jaime de Borbón y Battenberg suspiró profundamente, antes de responder: - ¿De verdad quieres que te diga cuál es mi mayor dolor, Lotte? Es el mismo dolor que me acompaña desde que te conocí sobre el escenario de aquel cabaret: nunca, pero nunca jamás, podré saber qué se siente escuchándote cantar… 52 HELLO DARKNESS, MY OLD FRIEND LUIS ANTONIO BEAUXIS CÓNSUL La Exposición Universal de San Luis era majestuosa y superaba todo lo conocido; a lo largo y ancho de las quinientas hectáreas de parque, ciento veinte kilómetros de caminos interconectaban los mil quinientos edificios erigidos por 43 de los 45 Estados de la Unión y más de sesenta naciones del mundo entero, desde España, pasando por Argentina (con su reproducción de la Casa Rosada), hasta el Pabellón del “Asia Misteriosa”. Pero ella no podía ver ninguna de aquellas maravillas. Sus ojos sin vida no podía contemplar la noria de 75 metros de altura, ni la colosal estatua de hierro fundido del Dios Vulcano, ni las caídas de agua iluminadas con luces multicolores. Tampoco podía ver el grupo creciente de curiosos, hombres y mujeres de todas las edades, que se habían congregado para verla y escucharla a ella. Imaginaba que, en ese preciso instante, estarían comentándose los unos a los otros acerca de las expectativas que generaba su primer discurso en público. Lo imaginaba, pero no podía escucharlos. Como tampoco podía escuchar siquiera los poderosísimos acordes del órgano musical más grande del mundo, construido especialmente para la Exposición Universal de San Luis de 1904. ¿Qué camino? Mejor dicho ¿qué Vía Crucis? había conducido a Helen hasta allí. Podía afirmarse que la primera estación del calvario había tenido lugar cuando la fiebre cerebral la dejó ciega y sordomuda con tan sólo diecinueve meses de edad. De un plumazo le habían sido arrebatados la vista, el oído y el 53 habla, dejándole apenas oscuridad, silencio, soledad y rabia… Una rabia ciega y sorda, que amenazaba con devorarlo todo. Únicamente sus padres ¡benditos fueran por siempre! habían aliviado, en la medida de lo humanamente posible, el abrumador peso de su cruz durante el interminable peregrinaje. Primero la llevaron a un prestigioso médico de Baltimore, éste recomendó la consulta con un “especialista en educación de sordos” que, según pudo enterarse mucho más tarde, no resultó ser otro que el célebre Alexander Graham Bell, el mismísimo inventor del teléfono. El señor Bell se había compadecido de Helen ¡tan joven! y había condenado enérgicamente aquel “inhumano silencio que separa y estrangula”; pero se había forzado a reconocer que aquel caso estaba completamente fuera de su competencia. No en vano su método, que tan excelentes resultados le daba, era conocido como el “Discurso Visible” ¿qué beneficios podría reportar a quién no podía verlo? Para no despedirlos con las manos vacías sugirió, como último recurso, que se entrevistaran con Michael Anagnos, Director de la Escuela Perkins para Ciegos, en Boston, Massachusetts. En medio de tan profundas tinieblas, la mente de Anagnos fue iluminada y, entonces, Anne entró como un ángel en la vida de Helen. Traía a cuestas sus propias cicatrices, en el alma y en el cuerpo; el flagelo del tracoma había estado a punto de privarla de la vista y sólo consiguió superarlo al cabo de múltiples y dolorosas operaciones. Pero ahora, Anne estaba allí para Helen y así se lo hizo saber, desde el primer momento, colocando la mano de aquella niña huraña sobre su propia y delicada garganta, para que pudiese palpar las vibraciones del habla articulada. Ése fue apenas el 54 comienzo de la redención, después vendrían el tablero acanalado, el alfabeto manual táctil y, por último, el alfabeto Braille. Una pequeñísima ventana se abría tímidamente al mundo exterior. Después vendrían la Escuela de Cambridge, la Universidad de Radcliffe, la Graduación con Honores y hasta su propio libro: “La Historia de mi Vida” (escrito ¡cómo no! con una máquina de escribir común y corriente). Y ahora ella estaba allí, en lo alto del estrado, frente a aquella multitud invisible e inaudible. Junto a Helen, como siempre, la presencia bienhechora de Anne Sullivan, su mano tibia y tierna, como la primera vez, estrechando la suya. Ya era tiempo. ¡Damas y caballeros! – la ronca voz de Helen Keller resonó dentro del pabellón para quebrar los sonidos del silencio. 55 DIVINA MUERTE GABRIEL MELO BACAREO Estás en un portal donde se evalúa lo hecho con la existencia. Divina Muerte, sorpresa celestial significará tu encuentro. Nadie debe soportar muchas generaciones ni escapar de tu noble renovación. Eres mariposilla con turbante y capa de reina, con mirada negra. Sólo necesitas sentir el vació que llenará la comprensión de tu indudable momento. Sufrirán quienes te desafíen o se atrevan a quitar vidas, porque irrespetan al tiempo y al honor que tendrá tu momento exacto. Halo espectral para los animales y júbilo para quienes aprenderán de las bitácoras que hallarán cuando redimas al ser, liberándolo del cuerpo terrenal. Eres un don y superas los mandamientos al ser bendición. Similar a la vida, eres poco entendible y tus misterios son dádiva para la inteligencia. Hay quienes creen burlarte por lo indulgente que eres, algunos temen tu llegada y quienes te buscan están desesperados, pero eres jubilosa y precisa, alistas un palacio para recibir a todos igual. La concepción prueba la fuerza del ser y tú Divina Muerte, terminas los sufrimientos y rindes homenaje a quien te llega feliz. Abres la dimensión donde nada es oculto, con amor puro transparentando todo. Eres feliz, para ti no existen las cadenas de la carne o la sátira de los inconformes. Muerte, expresión del máximo conocimiento, llave de la simplicidad con que evoluciona el universo. Sin tu avenencia la vida involucionaría. Haces reconocer cuánto se quiso a quien se aleja sin retorno, no te importa el cuerpo 56 o su sombra, ni anhelas riquezas materiales, de nada te sirven. Puedes devolver al ser las bendiciones de la transparencia y la sencillez. Por ello debe incrementarse el respeto por cada ser que acoges para evaluar su aprendizaje y restituirle sus verdaderas riquezas. Eres canto piadoso, mueves malvados y honrados, ateos y creyentes, pobres y ricos. Es a propósito mencionar primero lo negativo, la conclusión es más importante, el resultado se verá cuando tu hermosura lleve al alma fuera del cuerpo que la cautivó para someterla a pruebas mundanas. Muerte con suprema paciencia porque hasta el tiempo tiene fin. Reina del silencio, acaso eres una sola, cómo fe tu propia muerte, a qué hora llegaste al inmenso palacio y porque nada ni nadie pueda evadirte. Redimes y aplacas haciendo posible el ciclo evolutivo para permitir mayores alcances a la vida. Los expectantes de tu momento esperan un amor que no los haga sufrir tanto como aquellos amores ensayados en la tierra, se regocijarán en tus brazos para recuperar dones ignorados. Si difícil es discernir qué enloquece a una persona o determinar con precisión la motivación de los poetas, si es complicado conocer a qué le temen los suicidas, entonces las dudas a tu respecto son lógicas Divina Muerte. Repleta de recónditos secretos, deslumbrante y siempre despierta en tu palacio donde vuelve a recordarse lo esencial e importante. Conoces la felicidad y es tu potestad otorgarla. Divina, sabia y precisa para cumplir tu misión tranquilizante y honrosa. Llora con amargura quien desconoce la paz de tus praderas. Sufre quien piensa al amor inexistente sin saber que se siente siempre en tu presencia. No eres desilusión y tampoco fea, eres fémina libre de ilusiones y prejuicios, sin 57 preferencias, serena, humilde e inequívoca. Es tu virtud recoger sin sembrar. Con temor o sin él hay que visitarte. Quienes te temen mueren muchas veces y las muertes falsas son más siniestras, porque en tu presencia el afecto infinito remplaza lo artificial y necio que desafió tu honra. Contigo reposa plácido el amor. La paz que otorgas es perfecta para evaluar y comprender. Es dichoso quien te llega sereno porque además que curas sus males, le ofreces preparar recetas para evolucionar la existencia. 58 UN BUS HASTA LA MAQUILA BEATRIZ BERGAMÍN SERRADE Mi hotel estaba a las afueras. Alrededor el desierto y dentro de la habitación un olor raro que me daba arcadas, a ratos. Una de las noches salí a buscar algo, comida o gente, a un centro comercial que estaba muy cerca del hotel, cerca también de una gasolinera y lejos de todo. Al día siguiente y muchos otros días, me reuní con las mujeres de Ciudad Juárez. Una vez, alrededor de las cruces donde no están, los cuerpos de sus hijas. Otro día fui a una especie de teatro en el que las madres contaban sus historias en público y lloraban en público, hacían pancartas, se sentaban en el patio de butacas a ver como otras mujeres lloraban en público o contaban su historia en público, sin llorar. Allí fue donde la conocí: Teresa. Como la tierra seca. Las arrugas de la cara de Teresa - luego supe su nombre y ahora su nombre existe - eran un mapa de dolor, profundo y serio como un foso sin cuerpo. Subida a un estrado, Teresa, la madre de una de las adolescentes desaparecidas en el Estado de Chihuahua, contaba su vida y la vida quebrada de su hija. Subida a un estrado, ridícula e inmensa, como si toda ella asomara su historia al desamparado teatro del mundo, Teresa, diminuta, brillante, ardía, hablaba sin respirar, sin pensar, sin tragar, sin mirada, sin miedo. La boca estrecha. Los ojos aztecas, descendidos, pegajosos, hilvanados a una lava espesa y grisácea. Su rostro, como un volcán secreto. Era imposible entender, casi nada. Yo no entendía, casi nada. Pero me mantuve ahí, con las piernas muy cerradas, pegada a mí, para no morirme, ahí. Ni ella, Teresa, entendía nada de lo que le había pasado. 59 Esa mujer de arena, antigua, esa vieja tan guapa que cuenta su historia en público, pero no la comprende. Su relato era infinito, repetitivo, aprendido de memoria, porque la memoria distancia. Yo presentí el olor violáceo de las flores que nacen en el fondo de los pozos. Y sentí, como no, la firmeza de las manos de Teresa, que se bajó del estrado, que se quedó callada, que me miraba a mí, que aferrando mis manos me convirtió en cemento. Fue entonces cuando todo el peso del mundo me aplastó la garganta, no fui capaz de decirle: nada. Me abrazó. Por abrazarla tanto tanto tanto tanto tiempo, el planeta giró a nuestro alrededor una o dos veces. Y ocurrió un espacio de vida en el que fuimos, ella y yo, el centro del dolor de todo el Universo. Teresa escondía un tesoro que un día, otro, me enseñó sin yo pedírselo, cuando volví a buscarla para dar un paseo, el día en que llovía con vergüenza, cuando nos quedamos las dos solas a esperar a que los policías y los jueces salieran de trabajar y buscaran un bar para beber cerveza, a la puerta de los Juzgados. Son ellos, los mismos, los que juzgan, los mismos, los que patrullan de noche en coches azules, los que organizan las fiestas, los mismos, los que abren el sótano para bailar con ellas, los mismos, son ellos. Los que nos envían sus deditos en un frasco y nos dicen que son esos los cuerpos que hemos parido. Los mismos. Qué lluvia de mierda. Después, me enseñó la foto. Estaba manoseada y parecía irreal, como si de tanto mirarla se hubiera borrado de sí misma. Cuando vi la foto de su hija, vi unos cabellos oscuros y muy lacios que descendían hasta la cintura y enmarcaban un rostro aniñado, una sonrisa desgarradora, los ojos achinados, 60 iluminados como si en el momento de recibir el flash del fotógrafo hubieran visto un caballito del diablo. Y detrás de esa cara pequeña de caña de azúcar quedó el tiempo detenido y aparecieron, desafinadas, todas las canciones que silban las adolescentes de Ciudad Juárez cuando se lavan la piel a las cinco de la mañana para tomar a tiempo y cada día el bus que las lleva hasta las máquinas en la fábrica en la que trabajan doce horas, diarias. Hasta que llega el momento de volver a casa. Hay tardes en las que conviene hacer horas extras en la maquila, para aumentar algunos pesos el valor de tanta mujer con cuerpo de tanta niña. Tardes en las que por mucho que una corra ya no llega a tiempo a alcanzar el bus que desde la fábrica regresa hasta los barrios extremos de Ciudad Juárez. Tardes sin plata y sin repuesto, en las que se cierra la puerta de la maquila cuando sobre la tierra ha caído la losa del opiáceo cielo fronterizo. Entonces no hay más remedio que empezar a caminar. Pasito a pasito, sin mirarse la sombra, sencillamente, caminar. Como la hija de Teresa, cuando caminaba acariciándose el pelo. Un coche frena, rechinan los neumáticos, huele a polvo, huele a gasolina, huele a quemado. Se detiene. Los cristales tintados. Dentro del coche azul hay una multitud de jinetes y mucho calor. La luz de los faros le cierra el paso, le ciega los ojos, el pensamiento, y le abre las puertas al silencio. Una o dos veces la muerden, le arrancan el pelo a mechones, no tienen tiempo de bailar uno a uno y lo hacen todos juntos; tres o cuatro veces se la comen; cinco o seis la perforan; siete u ocho minutos más tarde, la niña ya sabe que nadie, jamás, sabrá de ella, nunca más. Ni su puta madre, dicen. Nueve o diez 61 años después, Teresa sigue buscándola entre los cactus del desierto y esconde su foto como un tesoro dentro del cuerpo y cerca, muy cerquita del miedo. Un látigo de luz atraviesa cada día, a la misma hora, la habitación en la que duerme sin dormir, Teresa. Un látigo de luz que la mantiene firme. Me despedí de ella. Se quedó sola. Ahí. 62 REGÁLATE LIBERTAD GISELA NATALIA BRANDI CUASNICU Acaba de sonar el despertador pero sigo en la cama. Odio madrugar. Cuento hasta tres y me levanto de un salto mientras digo en voz alto que hoy va a ser un gran día. Esta frase es de mi abuelo, siempre me decía que tengo que repetirla cada mañana, así todo lo que me ocurra será positivo. Nunca me paré a pensar si da resultado, pero la verdad es que menos resultado va a dar empezar el día con mala cara. Ahora mismo trabajo en Doha, Qatar. Mi empresa me trasladó por tres meses para que colabore con otra compañía de aquí. He tenido tiempo de recorrer la ciudad y sumergirme en la cultura. Es tan distinto a España. -Buenos días – digo en voz alta al entrar en la oficina. -Señorita Carolina, por favor venga a mi despacho – me dice mi jefe muy serio. Ahmed es el encargado del proyecto en Doha, con quien debo tratar cada día. Aunque es muy cordial y respetuoso, el hecho de entrar en su despacho me intimida. La vestimenta blanca que lleva es lo que me impone tanto respeto. -Señorita Carolina, sólo quería informarle de que estamos muy contentos con su trabajo. Damos por concluido el proyecto y la próxima semana podrá regresar a su país – me dice con semblante serio. -Se lo agradezco. Ha sido un placer – me despido y vuelvo a mi mesa. No puedo ocultar la alegría de volver a casa y mi sonrisa se acentúa cada vez más. Aysha, mi compañera de mesa no me quita ojo. 63 -Chicos, vuelvo a casa la semana que viene, ¿vamos a cenar este fin de semana para despedirnos? – les pregunto a mis compañeros. -Yo elijo el sitio si no os importa. Os va a encantar – dice Aysha. Es viernes, el día santo para los musulmanes. Hoy será la cena de despida. Aysha ha venido a recogerme para ir a la cena. Ella es de Qatar, y aunque tiene una mente bastante abierta su libertad está muy cohibida. A veces siento lástima, tienen todo lo material que desean pero no tienen libertad. Cuando lo ves desde dentro, te das cuenta de que la libertad no la pueden comprar, que es al final lo que te deja disfrutar de la vida. -Que sitio tan bonito, Aysha – le digo nada más entrar por la puerta. -Gracias Carol. Suelo venir aquí con mi familia a cenar. Se come de maravilla – me contesta. Es un restaurante iraní precioso. Mientras me siento en mi sitio me empiezo a preguntar el tipo de comida que tendrán aquí. Las cosas que ves cuando recorres mundo. Jamás habría pensando en sentarme a comer comida iraní. Parece que ya estamos todos, somos doce personas en total. -Hola chicos, esta es mi mujer Amira – dice Ahmed mientras se sienta. La mujer del jefe está totalmente cubierta con la abaya negra, sólo podemos ver sus ojos. En cambio Aysha va vestida con el traje negro y el pelo tapado con el resto de la cara al descubierto. Disimuladamente me fijo en el comportamiento de Amira. Me llama la atención, no ha abierto la boca en toda la cena. -¿Amira no sabe hablar inglés? – le pregunto a Aysha susurrando. 64 -Si, claro que sabe, pero Ahmed es muy estricto en cuanto a la religión y considera a Amira inferior. Ella no habla porque él no le da permiso se puede decir – me contesta con naturalidad. -Eso no puede ser, ¿me estás tomando el pelo? – insisto. Me he quedado tan sorprendida que he desconectado de la conversación del grupo. A medida que asumo lo que me acaba de contar Aysha, empiezo a sentir pena y rabia. El resto de la cena sigo observando el comportamiento de Amira y de Ahmed. No le he dirigido ni una sola palabra más a mi jefe, estoy tan disgustada de que alguien pueda enjaular a una persona. Amira pide permiso a su marido para ir al baño. A los pocos segundos la sigo, no me puedo aguantar las ganas de hablar con ella. -Perdona que te moleste, pero he observado que no has hablado en toda la cena – le digo a Amira dulcemente. -Mi marido es el que manda, y yo vengo sólo a acompañarle – me dice con normalidad. -Amira, eso es machismo. Tu eres una mujer, una persona y te mereces tanto respeto como cualquiera – digo mientras voy subiendo el tono. -Aquí las cosas no funcionan así. Las mujeres somos inferiores y estamos para servir al hombre – contesta Amira. Vuelvo a la mesa y miro a mi jefe con odio. Hemos terminado de cenar y nos levantamos para despedirnos. No puedo aguantar más y le digo a Ahmed que quiero hablar con él. 65 -Ahmed, he trabajado contigo durante tres meses y siempre me has tratado con un respeto excelente. Jamás me has infravalorado o menospreciado. Perdona que me meta, pero es que en el mundo del que vengo la mujer vale tanto como el hombre – le digo. -Carolina, discúlpeme pero aquí las cosas no son así – me dice con semblante serio. -Dejame terminar, por favor. Tu eres un hombre educado, no debes tratar a tu mujer así cuando eres tan respetuoso con la gente occidental – le digo. -Con la gente occidental debemos ser así, pero dentro de nuestra familia la mujer tiene otro rol – me dice no muy convencido. -Las mujeres y los hombres son personas. Todos iguales. Respeto tu religión, pero eso no conlleva despreciar a tu esposa. Lo sabes. Eres un buen hombre, cuida a tu mujer y trátala como se merece. Conmigo has tenido un trato excelente, haz lo mismo con ella. Puedes ser diferente, y ella te lo agradecerá. Tus hijos aprenderán de ti, eres su ejemplo. Demuéstrales que todos valen lo mismo – digo mientras le extiendo la mano para despedirme. 66 SI, UNIDOS PODEMOS. HECTOR DAVID BRUNET SÁNCHEZ Conversando hoy con el menor de mis hijos, la pregunta que me formulo me inspacto Papa, Por que se plantea que el mundo esta al reves? recorde mi etapa de profesor,debia dar una respuesta, rapida, segura, exacta, para que mi hijo tenga clara su interrogante, objetiva, y pueda con esta ayudar a otros. Mi pensamiento, al pasado, presente, y futurista fue en segundos ,apoyado en mi pobre conocimiento; Fue cuando surgio mi pregunta hacia el ,le plantee al final solo dime si o no Tu tienes tus padres; tienes donde vivir, tienes donde estudiar, tienes donde jugar y con que tiene un hospital con tu medico si te enfermas, eres felis, ahora tu respuesta, si papa felis soy. En esta tierra, en todos los paises, en su gran mayoria, hay niños que no saben sus nombres no saben su procedencia, no saben decir mama, no saben decir papa, les llaman niños de las calles, loran al nacer pero si mueren rien, otros mueren sin poder hablar, utilizan sus manos para hablar, sus piernas para correr, sus piecesitos descalzos y no lo puedan detener, son ignorados su juego es el trabajo, piensan en sobrevivir, viven , duermen, comen ,en las calles de una ciudad Pero padre, yo creo que uniendonos podemos ayudarlos, que queremos los niños, tener escuela hogar, tener con quien compartir, lo que nos brinda este mundo ,papa yo creo que si podemos seremos un solo pais ,la tierra, seremos 67 todos niños ,niñas, blancos negros, chinos, hermanos seremos, no es culpa de ellos quien los trajo al mundo por traerlo ,eso si no tiene respuesta papa si papa, tratemos alcemos nuestras voces, todos los niños del mundo, para tener esa felicidad que otros disfrutamos como mi amigo como yo, y el mundo no estara al reves, si damos lo que quieren tener escuela, hogar, compartir felicidad ,si papa ,si unidos podemos, si hijo unidos podemos y asi sera. 68 GÉNESIS DE UNA DUDA MARICEL CAMILLA BOGGIA Inocencia se definía a sí misma como una mujer feliz, pues consideraba que poseía todo lo que una mujer desearía tener: un marido apuesto, una casa confortable, comodidades al alcance de su mano, etcétera. Y entre todos los etcéteras que bordaban su vida, transcurrían los días, las tardes, las noches, las semanas….en fin, ése entramado indescifrable al que por convención llamamos existencia. E Inocencia veía que esto era bueno… Inocencia había contraído matrimonio apenas cumplido los veinte años, con un joven apuesto y bien posicionado, lo que a su parecer, le garantizaría gran parte de lo que consideraba su felicidad. Inocencia veía que esto era bueno. Y si de definiciones se trataba, la feliz vida de Inocencia se constituía a partir de retazos cotidianos conformados por sus labores de ama de casa (aunque con ayuda de personal contratado, por supuesto), lecturas pasatistas, asistencia a las reuniones mensuales de la Asociación de Damas de la Caridad de la Iglesia, y una serie de menesteres encomendados o sugeridos por su esposo, Justo. Y Justo veía que esto era bueno. Los días pasaban entre Inocencia y Justo sin demasiados sobresaltos. O, mejor dicho, así lo percibían ellos: Justo indicaba a su esposa con qué señoras y señoritas podría estrechar vínculos, autorizaba o vetaba desde el uso de determinadas prendas de vestir, maquillajes, hasta el vocabulario empleado a diario; y cada noche encomendaban sus almas a través de sus oraciones a Dios Padre (y -sobre todo-un dios macho), reforzándose la salvación de ambos 69 con la asistencia a la misa dominical. Y Justo veía que esto era bueno para Inocencia. E Inocencia creía que esto era bueno, dado que un Dios protector era quien le había proporcionado aquella vida soñada, de modo tal que lo menos con lo que podría retribuir al patriarca celestial era con devoción, oración y obediencia; mientras que a su patriarca- vale decir, a su marido-, compensaba por todo lo recibido con su dedicación a las labores hogareñas y a preparar lo que algún día sería la morada de sus niños. Para ella, la vida de toda mujer se sintetizaba en aquella frase que en el colegio bordara en la clase de manualidades:”La mujer hacendosa hace feliz a los suyos”; imaginándose emocionada que su vida acabaría pareciéndose a la de las mujeres que aparecen en las publicidades de detergentes y productos para bebés: limpias, abnegadas, cuidadosas, como verdaderas reinas del hogar. Para imaginar una vida plena, nada mejor que la representación que hacía la publicidad de la línea de limpieza “Sr. Limpieza”. Una mañana, decidida a hacer relucir los vidrios del balcón, Inocencia descubrió con estupor un grafiti:”Saquen los rosarios de nuestros ovarios!”. Espantada, continuó limpiando, preguntándose qué clase de esposas serían las autoras de aquel improperio. Se dirigió hacia la cocina, y detectó que la imagen del Sumo Pontífice encuadrada que se hallaba junto a la heladera, se había caído, rompiendo el vidrio que la protegía. Lamentándose de la pérdida, recogió aquel desparramo. E Inocencia vio que esto no era bueno. Pero se concentró en las publicidades de “Sr. Limpieza” que tanto la inspiraban cuando estaba desganada, no sin negar sentirse atraída por la voz del locutor presentador del producto, y por los atributos en él imaginados: en un reportaje 70 realizado al locutor, había expresado que la mujer ideal era aquella capaz de transformarse en “la reina del hogar”. Abocada ya a la tarea de cocinar, observa que la caja de fósforos poseía una inscripción extraña:”Dios no existe”. Fastidiada, gatilló “Sr. Limpieza” a la mesa de cocina, y luego encendió la hornalla. En su mundillo de tabulaciones y proyectos hogareños, los episodios de aquella mañana eran asimilados como una suerte de señales, lo que desestabilizó el humor de Inocencia. Intentó disipar extrañas sensaciones, y encendió el televisor: en el canal de noticias, informaban como primicia que el famoso locutor que le ponía voz a la animación de las publicidades de, entre otras, “Sr. Limpieza”, había sido detenido por estar vinculado a una red de trata de personas. Inocencia quedó estupefacta. Aquella era una mañana revelaciones. Su amor instintivo al mundo no le permitía detener una catarata de elucubraciones: si Dios no existía, tampoco existía aquella imagen paternal celestial proveedora de todo su bienestar, lo que equiparaba a desautorizar también a su marido. Pronto el suelo bajo sus pies se volvió gelatinoso, inestable…..Intentó pensar que esto no era bueno. Pero a veces la duda y el deseo de liberación van de la mano Estallando de ira, Inocencia arrojó el pote de “Sr. Limpieza” por el balcón, desde el que se veía el grafiti “Saquen los rosarios de nuestros ovarios”. 71 TRÁNSITOS JESSICA BUSTOS HUERTA Es como si el reloj se hubiese cansado de mi o yo de el, no lo sé a ciencia cierta. Sumida en una encrucijada perversa, tratando de reorientarme exigiendo una cuota de atención que a estas alturas, es un pago justo por los años de espera. A veces somos nosotras, a veces ellos, las decisiones en este nivel no han sido fáciles. Dejé de tomar las píldoras. Luego mentí. Después de conocer a sus padres y el a los míos, hicimos tantos planes, incluso dijo que quería muchos hijos, eso me alentó aún más. Me pasé días meditando, pensé que un plan como este no daría resultados rápidos, que de seguro se requería tiempo, según mis cálculos, tiempo que me hacía falta. Fue como volver a empezar, mis anhelos volaban, iban de aquí para allá, con bríos nuevos, esperanzas, felicidad eso sí con algo de culpa. Culpa que se fue acrecentando en tanto pasaban los días y las conversaciones se tornaban complicadas. Que susto, pero aún estaba la posibilidad de que no resultara, lo conversé con algunas cercanas y no es simultaneó, me dijeron. Ese día, me acerqué a la farmacia, compré un test, esperando fuese sólo un accidente producto del estrés. Apareció muy tenue, para definirse completamente una línea en el centro. Ahora como se lo diría, la verdad me puse muy nerviosa. 72 Recibí un llamado. Una voz trémula me decía que no podríamos vernos en varios días a causa de un viaje intempestivo al norte del país. Descartada la prueba y por ende la posibilidad de mostrarle el test ese mismo día; pensé contarle vía skype, luego deseche esa opción, no encontré el mejor momento. En tanto su vida transcurría con algunos altibajos, la mía también, estaba satisfecha en cuanto al resultado, pero los alcances eran aún desconocidos. Llegó aquella noche cerca de las once treinta, el avión se retrasó. Le ofrecí de cenar o un café, pero no quiso, me atreví por fin a confesarle todo, es decir, casi todo. Mi sorpresa fue al ver una transformación inesperada, su rostro se fue tornado de un color amoratado hasta alcanzar un verde con algunos toques amarillentos, no estoy segura, su lengua se hizo vistosa, alargada y lanzaba alaridos ininteligibles, la cólera se proyectaba en otras partes de su cuerpo, adquiriendo un aspecto extraño en sus extremidades no entendí bien lo que pasaba, sus ojos se veían saltones. Miré el reloj y faltando poco para las doce, él se convirtió en un espeluznante sapo. Lo único que se me ocurrió hacer ante tal espectáculo surrealista, fue abrir la puerta para dejarle escapar. El sapo salió saltando y croando. 73 LAS ANGUSTIAS DE ELISA YOLANDA CABRERA ALVARADO No quiero que me digan piropos dijo Elisa a una amiga que visitaba un fin de semana Ana, su amiga la escuchó y le preguntó que había pasado. Elisa contestó: Estoy cansada que cuando voy a ocupar los servicios de un hombre, sea electricista, zapatero, carpintero, médico o de cualquier profesión u oficio, estos, más que en el trabajo que solicito, se interesen en saber si tengo marido o acompañante y luego que respondo que no lo tengo, cambien de actitud e insinúen querer acompañarme. Elisa es una mujer de 40 años, madre soltera que crío a su hijo sin el acompañamiento de su padre biológico y ha vivido sola, desde que su hijo viajó a otra ciudad para estudiar una profesión y luego trabajar. Ella es profesional y trabaja mínimo ocho horas diarias. Se considera una persona responsable, buena amiga, solidaria y sensible ante el dolor ajeno, hasta el punto de compartir lo que tiene y gana, con persona que se encuentran en circunstancias difíciles. Su amiga Ana, es otra mujer casi de la misma edad que Elisa que trabaja, vive sola y que apoya a sus hermanos tanto económica como en la organización de sus actividades propias de padres o madres, con hijos de diferentes edades: primeras comuniones, cumpleaños, grados… Es a ella a quien acuden sus hermanos, cuando tienen dificultades o cuando piensan en comprar o vender algo. Ana es amante de un hombre casado y sabe que a pesar de que procura 74 que esta relación no se conozca, muchas personas ya lo saben y la censuran a sus espaldas, como la única responsable de haberse metido con un hombre casado. Las dos se conocen desde hace muchos años y comparten momentos para recrearse, viajar y comentar lo que les pasa en el día a día. No sé porque diablos, le comenta en esta ocasión a su amiga, los hombres creen que “cuando una vive sola, tienen el derecho de hacer insinuaciones o invitaciones con el ánimo de pasar un rato agradable” No me considero coqueta ni insinuadora, al contrario he tenido que plantarlos diciéndoles que no me interesa nada de lo que me proponen y que se limiten a atenderme como a una clienta más. Ana le responde que a veces a ella también le insinúan cosas y más cuando saben de su relación amorosa. Dice que siente rabia porque generalizan y creen que ella es una mujer fácil. Mira le dice Elisa, voy a donde el sastre a pedirle me arregle un vestido y al decirle que me diga cuando regreso a recogerlo, me contesta que si yo no puedo ir le diga a mi marido que él lo haga. Le respondo que no tengo marido e inmediatamente, con una sonrisa morbosa, me dice. Ah, no tiene marido? Por quë no me da su dirección y yo voy a dejarle el vestido y de paso podemos conocernos mejor. Elisa le responde que no hace falta que él le lleve el vestido y que además no está interesada en conocerlo. El hombre, sin tener en cuenta lo que le contesta Elisa, manifiesta “Yo estoy seguro que si quiere “ hace una pausa, la mira nuevamente y complementa “Tengo que ir a visitarla”. Elisa que no estaba preparada para este tipo de insinuaciones, le contesta en forma 75 agresiva. “Señor, no me interesa usted más que para que me arregle el vestido” y como sabe que el taller del sastre es una continuación de su casa, agrega en voz más alta. “Creo que usted es un hombre casado, por lo tanto respete a su familia; Es más, no me interesa ni siquiera para que me arregle el vestido” y guarda la prenda, saliendo del recinto. Con rabia se dice así misma, por qué cree este tipo que tiene derecho a hacerme estas propuestas? Y recuerda como la vez que llevó a un arquitecto a que le hiciera reformas en la casa, el muy descarado, pasando por su alcoba le preguntó que si esa alcoba también le iba a hacer alguna reforma. Cuando ella contestó que no, que le gustaba como la tenía. Este le dijo: “Me imagino que no tiene marido, porque generalmente son ellos los que están pendientes de estos arreglos”. Ella contestó que vivía sola. El arquitecto en forma insinuante y acercándose hacia ella le contestó: “Tranquila, yo también vivo solo… nos podemos hacer compañía” Elisa le aclaró que no le parecía profesional de su parte y que si llegaban a un acuerdo quería dejar claro que no quería entablar relaciones con él. El caballero casi imperceptiblemente insinúa que si a ella no le gustan los hombres el respeta esto. Por supuesto Elisa busca otro arquitecto. Aclara que no son estas las dos únicas veces que ha tenido que soportar esta clase de comentarios Su amiga al escuchar esto y queriéndola animar le dice que debe ser porque ella es bonita y muy amable. Añade que algunas personas confunden amabilidad con coquetería. Elisa aclara que en parte tiene razón, sin embargo ella está segura de que cuando habla con hombres, pensando en algún servicio, no añade nada de movimientos corporales insinuantes. Dice entonces 76 que por estos y otros impares que ha tenido, va a dejar su amabilidad, para que no confundan con coquetería. Ana añade que no solamente son los hombres los que tienen esa percepción; que algunas mujeres, ven con mala cara a las mujeres solas porque consideran que todas van a la “caza” de “su” hombre. Por qué dice Elisa, no acepta la sociedad que una mujer tiene derecho de decidir vivir sola, y que si no vive con un hombre, no es por ser lesbiana, o porque esté ansiosa de conseguir uno. Y como para concluir esta conversación manifiesta. He sacado la conclusión de que no debo hablar con la verdad sobre mi estado civil. A partir de ahora cuando alguien me pregunte con quien vivo voy a decir que tengo marido y que está fuera de la ciudad. 77 EL PRACTICANTE JESÚS CADARSO DÍEZ Cada primavera y cada otoño, a instancias de mi querida madre, para quien no tener ni un médico en la familia era una de sus más grandes frustraciones, llegaba para ponernos una tanda de inyecciones; alternando calcio é hígado. Largas, transparentes y dolorosas ó cortas, oscuras y asesinas. Más que cuello parecía un muslo, tan apretado por la corbata, que sus saltones ojos más que inyectados en sangre, parecían reventados de violencia, cuando apuraba de un trago ese vino, que debían servirle en cada casa, mientras realizaba el parsimonioso servicio de ir transmitiendo las más diversas enfermedades con esa metódica impunidad con que encendía el alcohol, para hervir las jeringuillas en el agua de sus metálicas cajitas ovaladas. Lo descubrí pasados los años, por un médico en la seguridad social, no mucho más profesional que él, cuando yo tenía cincuenta años y ya no había remedio para nada. 78 EN EL ZAGUÁN JESÚS CADARSO DÍEZ Al llamar a la puerta entreabierta es visto desde adentro por aquel a quien va a buscar; pero no puede descubrirlo a oscuras y al entrar choca con él. Al agacharse a recoger las llaves, vuelven a golpear sus cabezas. Se agarran y se saludan entre risas bobas que los nervios y el dolor convierten en extrañas muecas. Su vergüenza les hace torpes, aunque ninguno registra lo que podría observar del otro. Si se quedan, pasan ó salen no está claro en un principio. Se agarran de nuevo los brazos y giran a un lado y a otro. Que atracción tan poderosa! que hace preceder de un baile, cualquier conversación razonable. Sin sentido práctico alguno, el tiempo, no cuenta nada… Nuevas sonrisas, felices, sin interrupción ni pausas, sin nada que les distraiga. Y pensar que durante tanto tiempo ha temido el instante que ahora vive! Atiende el anfitrión a ese inoportuno móvil que suena desde el bolsillo de su mojada camisa que ahora mismo nota toda pegada a su cuerpo. Baja un perro enorme que salta sobre el visitante, plantando sus patazas sucias casi a la altura del hombro, en el traje recién planchado; tumbándolo sobre el suelo, todo lo largo que es. La cara de su dueño lo expresa todo, mientras se hace oír a través del chisme y pide disculpas con gestos dando una patada amistosa en el trasero de su enorme perro. 79 Se incorpora como un resorte sin esperar que le ayuden, sacudiéndose por todos lados, quita importancia al percance mientras piensa que mataría a ese chucho - no obstante lo que le gustan- que huye escaleras arriba lanzando sordos aullidos. Disculpas por las dos partes, perdones, “no pasa nada”…… Viene la primera pregunta, tras enfundarse el trasto. - Vamos a dar una vuelta? Ahí si que se han entendido. - Vamos…, responde el visitante, ante la perspectiva radiante de hacer cualquier cosa juntos. Aire de invierno en las caras, que afloja la tensión y relaja el ánimo. Preguntas confusas, más forzadas que arriesgadas. Observación oblicua por ambos flancos. Silencios circunstanciales. Control estratégico…sólo se necesita una decisión extrema. Saludan, - es lo que tienen los sitios pequeños, conocerse sólo de vista, ó de sólo hola y adiós, pero a diario y desde hace años - se paran, comentan y arrancan. Se gustan………………….sudan. 80 A PESO PARA VER AL HOMBRE INVISIBLE AMÍLCAR BERNAL CALDERÓN Al amanecer, como un gato arisco, montó la carpa en nuestro parque y puso al frente un aviso que decía “A peso para ver al hombre invisible”. Debía aprovechar la sorpresa y capturar los espectadores madrugadores, pues la policía iba inevitablemente a obligarlo a desmontarla cuando el boca a boca se regara como un agua inquieta, y podría incluso llevarlo preso por fraude. Ya no recordaba cuántos años llevaba viajando de pueblo en pueblo, como los gitanos de las historias viejas, engañando ilusos, ni cuántas veces había dormido en las comisarías entre el hambre y el escarnio. Era la hora de las hormigas de dos piernas que pasan por el parque. Papá y mamá nos obligaban a madrugar cada domingo para ir a la misa de seis. Al alba se abrían las puertas de las casas del barrio, y uno tras otro, como dados que salen de mil manos, marchábamos a la iglesia empujados por una fe que no sentíamos. Esa mañana leímos el aviso de la carpa. Cada uno sintió que había desayunado signos de interrogación y, pelotas que rebotan, volvimos a casa. De la billetera pobre y dormida de cada papá salió el peso de nuestro primer delito, y fuimos corriendo a pagar por nuestro primer asombro. Hicimos la fila. En la puerta el hombre recibía el dinero y nos permitía el acceso a un espacio negro, oloroso a sudor y precariedad. Rodeados por la asfixia uterina de la lona, nos colocamos de pie, hacinados como los fósforos de la cajita, y tuvimos que esperar en la oscuridad a que la carpa se llenara. 81 Entonces un bombillo se encendió al fondo y un tubo de luz alumbró un asiento vacío que estuvimos mirando por varios minutos hasta que se apagó. Ahora la voz del hombre nos informaba que el espectáculo había terminado y que debíamos desalojar el recinto. Afuera había una fila con los curiosos de la misa de siete. Muchos nos preguntaron que qué tal era la cosa y nosotros les dijimos que buenísima, que no podían perdérsela. Y nos fuimos a casa con cara de filósofos pensando que en efecto: ¡allí estaba sentado! 82 SOÑANDO LA IGUALDAD ROSA MARÍA EUGENIA CACERES HIDALGO DE CISNEROS Motril, en las tierras costeras de Granada. Siglo XVI. Lucas de Palma contempló las costas de Motril, a las que había llegado desde Génova para hacerse cargo de la explotación del ingenio azucarero. El mar Mediterráneo, de un azul intenso, rompía sobre la arena de la costa en mansas olas bordeadas de blanquísima espuma. A Lucas de Palma le pareció que esa espuma del mar se asemejaba al azúcar una vez finalizada su elaboración. El italiano se había sentido enamorado de la belleza de esa tierra de extremado valor cañero nada más llegar. Las tierras de Motril, en la costa granadina, eran unas tierras sin heladas, debido a su clima permanentemente templado y cálido. Además contaban con agua abundante y con montes cercanos de los que surtirse de leña. Así pues, reunían todas las condiciones deseables para su industria, la industria azucarera. -La población florece y se extiende en casas cada vez más numerosas- le había dicho uno de los próceres locales-. Pero últimamente están menudeando las incursiones de los piratas berberiscos, que viene a expoliar cuanto pueden de la riqueza que la población acumula gracias a su trabajo en la caña de azúcar. 83 -Mal me parece entonces el negocio de seguir explotando el ingenio azucarero aquí, estando tan expuestos a ese peligro- había dicho el italiano meneando la cabeza en señal de duda. El prócer granadino había reaccionado prontamente, temeroso de que el genovés renunciara a la tarea para la que había sido llamado. -¡Oh, en realidad no hay nada que temer! –aseguró. El gesto de incredulidad de su interlocutor fue patente, por eso el granadino continuó hablando. -El pueblo sabe defenderse de esos berberiscos que Dios confunda. -¿Y de qué forma se defiende el pueblo de tales incursiones?- se había interesado el recién llegado. -Se están edificando murallas defensivas, así como algunas torres-vigía, pues es menester estar advertidos de la presencia de cárabos de Berbería. Igual están haciendo en toda la costa sur del Mediterráneo, desde Málaga a Almería y a Murcia, y hasta en tierras valencianas sé de algunas de estas torres que se están edificando. Los berberiscos son atrevidos, pero los cristianos no estamos dispuestos a dejarnos avasallar. Las razones del prócer local convencieron al industrial genovés, ya que pronto fueron avaladas por muchas otras aseveraciones de negociantes que decían sentirse tan seguros allí como podrían estarlo en cualquier otro lugar, ya fuera de la costa, ya fuera del interior del país. -En todos sitios hay ladrones, y no me parece a mí que los berberiscos sean los más peligrosos- había dicho don Segundo Cabrera, uno de los hombres de 84 negocios más ricos de la región-. Al fin y al cabo sobre ellos ya estamos prevenidos y difícilmente nos pueden coger por sorpresa. Así pues, Lucas de Palma se decidió a instalarse en una casona que arrendó cerca de la playa, desde la que podía ver el mar en toda la extensión del horizonte. Hombre voluntarioso, como era, se dedicó con bastante tranquilidad y mucho tesón a dirigir aquel ingenio azucarero, en aquella feliz época preindustrial, en que el enclave motrileño atrajo a centenares de trabajadores, dando como resultado el espectacular aumento de su población. Sin embargo, no todo eran rosas en el camino del genovés, ya que los impuestos sobre la molienda, las costas de la corta de la caña, el acarreo, el mantenimiento de la fogata que permanecía siempre encendida, consumiendo ingentes cantidades de leña de los montes cercanos –que, por cierto, ya iban dando muestras de agotamiento a consecuencia de la sobreexplotación-, los jornales de los braceros, más el coste del arrumbe y el desbrozo, estaban siendo más que notables. A ello se añadía la reciente competencia de las variedades de Ultramar. -Desde que los descubridores llevaron el cultivo de caña a aquellas tierras…-se lamentaba más de uno allí. Y era cierto, pero todavía llegaban honrados comerciantes de otras tierras peninsulares para comprar aquel azúcar blanqueado, pues la gente, en general, había dejado de endulzar a base de miel, como los cristianos habían hecho siempre, antes de la llegada de los árabes e incluso en los primeros siglos de su estancia en España, y casi todo el mundo prefería ahora el azúcar. 85 Hablando de las dificultades del negocio, un comerciante se lamentaba conversando con Lucas de Palma. -Las cosas van de mal en peor. Todo sube de precio. Y para colmo nos están llegando algunas mujeres con la pretensión de trabajar en la caña de azúcar, como si ese fuera trabajo para la mujer. -La carestía de los alimentos está causando que en algunas familias se esté llegando a pasar hambre, los niños sobre todo son las principales víctimas – contestó el genovés-. Ese es el motivo de que las mujeres… -Sois muy comprensivo, señor de Palma, pero el sitio de las mujeres es la casa y dentro de la casa la cocina. -No diré yo lo contrario, pero cuando hay hambre y privaciones en las familias de braceros, algo hay que hacer. -Todo, menos permitir que las mujeres se tomen libertades como trabajar en pie de igualdad con los hombres ¡Hasta ahí podíamos llegar! -Mujeres no, desde luego, pero muchachos…Yo pienso permitir que en las plantaciones laboren chicuelos, aunque sean de corta edad. Mejor eso que acostarse todas las noches con el estómago vacío. -No me parece mal, don Lucas. Chiquillos…, bueno. Pero mujeres, de ninguna manera. Ni las de poca edad, que lo que tiene que hacer es preparase para el matrimonio y para atender una casa y una familia, ni las que ya son casadas, porque esas lo que tiene que hacer es atender al marido, a los hijos y a las labores propias de su sexo; es su obligación. -Estamos de acuerdo. 86 -Naturalmente. Siempre ha sido así. La mujer es débil; no sirve para el trabajo, como no sea el de la casa. Un buen día de finales del mes de enero, arribó a Motril una nave cristiana de comercio para comprar y cargar azúcar. El comerciante que desembarcó tenía un aspecto distinguido, aun tratándose de un mozo de pocos años, todavía no barbado. Su figura era menuda y su voz algo atiplada, tal vez debido a su juventud. Se presentó como don Esteban Gómez, de Cartagena, y explicó que, fallecido su buen padre, él había tenido que hacerse cargo del negocio, del que, gracias a Dios, entendía, pues desde niño había observado, acompañando a su padre, todo el proceso de manufactura del azúcar, cuestión que a su padre le había parecido fundamental, y sabía distinguir muy bien la calidad del género, tanto del azúcar como de la melaza y del aguardiente, por lo que advertía ya que no sería fácil darle gato por liebre. Los industriales de la localidad se mostraron algo remisos a creer que un muchacho de tan poca edad conociera a fondo los secretos de la fabricación de azúcar. El recién llegado no dejó de advertirlo en los alzamientos de cejas y los movimientos dubitativos de cabeza con los que unos y otros habían escuchados sus explicaciones. Para demostrar que decía verdad y que no era ningún fanfarrón que ignoraba aquello de que presumía saber, el llamado Esteban Gómez se explayó en hablar de la calidad de las formas o vasos de barro horadados para purgar el azúcar, señalando cuál era la mejor greda para hacerlas, las viranderas, el 87 paralbero, la olla grande las tachas o vasos de cobre, y de otros muchos extremos, que bastaron para certificar su conocimiento de la industria. -Me gustaría presenciar el laboreo de la caña, como solía hacer mi buen padre- solicitó el joven don Esteban, carraspeando e impostando un tanto la voz. Tal cosa hizo sonreír con maliciosa ironía a alguno de los presentes. -Todavía no ha cambiado la voz y ya viene con exigencias- susurró uno de los fabricantes al que tenía a su lado. Sin embargo, la riqueza del cartagenero era ya famosa, pues había corrido de boca en boca la noticia de la espléndida generosidad con que pagaba a los que trabajaban para él, así que no era aconsejable contrariar sus deseos, sino más bien apresurarse a hacer que los viera cumplidos. -Gustosamente lo acompañaré- se ofreció el dueño de la plantación, don Antonio Plaza, considerando todas estas cosas y buscando hacer negocio, ya que preveía una excelente venta y una ganancia sustanciosa. El grupo se desplazó hasta la extensa plantación de caña, propiedad del industrial granadino, no demasiado lejana del lugar en que se había desarrollado la reunión de negociantes. En la plantación se movían más de trescientos monderos afanados en cortar cañas en la zafra de aquel año. Casi todos parecían hombres curtidos, en parte por la suciedad del hollín que los cubría, aunque también se hallaban entre ellos algunos adolescentes que se iniciaban en el laboreo, siguiendo el ejemplo de sus padres y de sus parientes varones. 88 El cañaveral aún humeante, tras la quema de la maleza realizada la tarde anterior, había despejado de malas hierbas y de alimañas la zona, pero a cambio la había convertido en una especie de pequeño infierno en que se movían diablos tiznados con las manos enrojecidas a causa de las vetas rojizas de las impresionantes cañas de casi cuatro metros de altura y grueso diámetro. Uno de los monderos llamó poderosamente la atención de don Esteban. Era un mocito de figura menuda y delicada, uno de los pocos adolescentes que allí trabajaban, que sin embargo se dedicaba al corte voluntariosamente, abatiendo la caña cerca de su base, ya casi en el suelo, con un gran machete, provisto de un gancho posterior con el que quitaba las hojas a la caña. El rico comerciante de Cartagena dijo que le gustaría probar el jugo de una caña, y se acercó al mozo para que cortara un trozo, lo pelara con un cuchillo y le diese una porción para saborearla, prensándola con los dientes. Al acercarse, se sintió sorprendido. El joven mondero era de una belleza que ni todo el tizne que llevaba en la cara bastaba para ocultar. Su tez era de una finura extrema, y sus delicadas manos sangraban a causa de la dureza de su tarea. El llamado don Esteban se apartó un tanto de sus acompañantes y llamó al mocito, haciendo ver que era su capricho que cortara el trozo de caña de una en concreto, que se hallaba en un extremo. En cuanto el mozo se acercó, dispuesto a darle ese gusto, el joven comerciante le habló, aunque sin elevar la voz: -Te he hecho venir hasta aquí para que no nos oigan, pues he de preguntarte algo y tú has de responderme con sinceridad. -¿Qué es ello, señor? 89 -Algo en tu aspecto me dice que no eres lo que aparentas. Esta frase llenó de inquietud al joven mondero que la interpretó como una acusación y se apresuró a defenderse. -¡No soy ningún vago, ni ningún ladrón, señor! -Ni yo pretendo insinuar tal cosa…-respondió don Esteban a modo de sincera disculpa. -Entonces…, no entiendo…-balbuceó con nerviosismo el trabajador, pasándose una mano por la cara, tiznada por el humo. Don Esteban le sonrió. -Antes que nada he de ser yo quien te confiese una cosa, aunque tú no me la hayas preguntado: soy una mujer. La sorpresa del joven fue tan intensa que trastabilló un par de pasos hacia atrás. -No te asustes. Nos están mirando y pueden entrar en sospechas. -Pero usted…, usted, pero yo…-tartamudeó el muchachito intentando salir de su estupor. -No, no digas nada todavía. Te lo explicaré. Lo cierto es que me quedé sola al morir mi padre. Las mujeres no somos respetadas en el mundo de los negocios, así pues, lié mis bártulos y me marché a vivir a Cartagena, donde nadie me conocía. Adopté nombre y hábito de varón y así llevo ya más de tres años, prosperando sin revelar a nadie mi identidad. Te preguntarás por qué entonces te la desvelo a ti. -Así es- dijo el muchacho con la cabeza baja. 90 El llamado don Esteban volvió a sonreír de nuevo, mostrando unos dientes tan blancos como el azúcar. -La razón es sencilla: apostaría mi cabeza a que tú también eres una mujer. Y ahora te pregunto ¿estoy en lo cierto?, ¿me equivoco acaso? -No te equivocas –tuvo que admitir la muchacha en hábito de varón. -¿Me dirás tu nombre? ¿Me hablarás de tu historia, de cómo has acabado trabajando como un mondero más, a pesar de ser mujer? La muchacha advirtió en el tono amistoso con que se le hablaba y más aún en la confesión previa de su identidad femenina que el supuesto don Esteban le había hecho, que no pretendía nada malo para ella sino todo lo contrario. Así pues, se decidió a hablar. En realidad hablar de ella misma, de la realidad de su vida, era algo que venía necesitando desde hacía mucho tiempo. Le resultaba penoso vivir en el fingimiento de una naturaleza masculina que no era la suya. -Me llamo Clara, y mi historia es semejante a la tuya en algunos rasgos, aunque mi estado es mucho más humilde. Mi padre y yo vinimos hasta aquí desde la ciudad de Granada para intentar salir de la extrema pobreza, buscando un pedazo de pan que llevarnos a la boca. Mi padre se puso a trabajar como bracero o mondero, como aquí dicen, en la caña. Pero ya estaba enfermo y su estado se agravó. No tardé en verme sola y desamparada. Yo no salía nunca de la casucha que habitábamos. Aquí nadie me conocía. Me bastó con buscar otro agujero en que meterme y vestirme con las ropas de mi padre, para fingirme varón y ganar un jornal. -Pero tus manos… 91 -¿Qué importan mis manos? Más me importaba y me importa mi virtud, que habría de malbaratar pronto si no tuviese ningún oficio honesto. -Pues lo tendrás, si tú lo deseas, porque eras valerosa y lo mereces. Podrás trabajar junto a mí, en este negocio, pero ocupándote de labores menos pesadas. Te tomaré como ayudante. Nos guardaremos el secreto de nuestra condición femenina la una a la otra. Y más adelante, cuando hayamos reunido riqueza suficiente para estar aseguradas, nos quitaremos estos hábitos que la vida nos obliga ahora a vestir, nos vestiremos de damas, como nos corresponde y como es nuestra inclinación, y dejaremos que los caballeros nos cortejen, hasta encontrar el amado de cada una de nosotras. Mientras tanto, me libraré de la extrema soledad a la que se somete todo el que guarda, como yo, un secreto de tal importancia, y tú, igualmente, te librarás de la tuya. Seremos como hermanas, si tú decides aceptar mi propuesta de vida. -Hoy ha amanecido nublado, y en este momento se despeja el cielo en mi vida. Gracias, gracias… ¿A quién debo agradecer…? La interrogación quedó flotando en el aire. Un poco alejados los acompañantes del comerciante supuestamente llamado don Esteban miraban la escena con una expresión entre curiosa y divertida, imaginando cosas como que al tal don Esteban le complacían los muchachitos como él y que por eso se demoraba hablando con uno que, a la vista estaba, no carecía de atractivo. Poco importaba a la joven mujer lo que pensaran unos u otros. Sin embargo, saboreó ostensiblemente el trozo de caña de azúcar que mantenía en su mano 92 e hizo un claro gesto de asentimiento mirando a sus apartados acompañantes a la vez que sonreía y levantaba el corte de caña como quien hace un brindis. Los aludidos por el gesto parecieron darse por satisfechos, en especial el dueño de la plantación que veía así afianzarse el esperado negocio. Ella habló entonces a su nueva amiga. -Elisa, así me llamo. Elisa Gómez, de Cartagena. Pero no lo olvides, ante todos los demás, soy don Esteban. Y tú, ya sé que eres Clara, pero ante la gente eres… -Francisco de Granada. Era el nombre de mi padre. -Francisco…- dijo Elisa con una inclinación de cabeza. -Don Esteban- respondió Clara inclinándose en una profunda reverencia y sonriendo a su vez. -En estos tiempos una mujer que quiera desenvolverse en ciertos oficios no tiene otro camino que fingirse varón- suspiró Elisa. -Así ha sido siempre. -Así, tristemente. Sé de mujeres que navegan bajo identidad masculina, incluso sé de algunas que han sentado plaza en los ejércitos del rey como varonesprosiguió Elisa-, pero tengo la esperanza de que algún día las cosas sean diferentes. -Ese día no lo veremos nosotras- dijo Clara-, estoy segura, ese día feliz no lo veremos nosotras. -No, desde luego, mucho tendría que cambiar la forma en que se nos considera a las mujeres, simples comparsas, objetos de adorno a las que no se les permite sino la obediencia ciega al varón, primero al padre, luego al esposo. 93 Pero ese día llegará. Lo presiento. Llegará y las mujeres serán iguales a los hombres en libertad, sin necesidad de adoptar papeles fingidos. No te quepa duda, Clara, ese día llegará ¡Ese día llegará! 94 LA REBELIÓN DE LA ESCRITORA ROSA MARÍA EUGENIA Madrid. Primeros años del siglo XX Al principio, te lo aseguro, yo estaba muy conforme. Ha sido después, cuando he visto tu desagradecimiento cuando me he rebelado. Llevo más de diez años procurándote un éxito literario que no mereces. He escrito seis novelas que te han llevado a la cumbre del éxito, las has firmado tú, como si se debieran a tu inspirada pluma. ¡Ja! ¡Me río de tu inspiración! Me dabas pena. Día tras día lloriqueando, que si tu carrera de escritor no despegaba, que si te tenías que conformar con escribir artículos mal pagados en un periodicucho de mala muerte después de haber publicado ya una novela que prometía, según habían opinado varios críticos, un día tras otro así. Pero seré justa aunque, reconozco que yo quería ver publicadas mis historias, y sabía que no encontraría un editor que me tomara en serio por ser mujer. La sociedad de nuestros días es así. No nos brinda las mismas oportunidades a hombres y a mujeres. Desde que nacemos estamos ya determinados por nuestro sexo. A los muchachos se les dan estudios, se les prepara, se les permiten cosas que a las muchachas les están vedadas; lamentablemente a nosotras no se nos da más que un mínimo barniz cultural… Yo también he sido educada así. Pero me he evadido de ese patrón alicorto, he sido autodidacta. Mi padre siempre ha sido un lector empedernido, un amante de la Historia de España y de la Historia Universal. En su Biblioteca hay reunidos cientos de volúmenes sobre estos temas, y jamás me prohibió leer todo cuanto quise. 95 Mi madre, en cambio me decía que la carrera de la mujer tiene es la del matrimonio. La escandalizaba que me gustara escribir, opinaba que tal cosa era propia del varón, no de la mujer. Yo me indignaba y le respondía que escribir era cosa de personas y una mujer era una persona, igual que un hombre -¡Tonterías! –respondía ella-¡Una mujer es mujer antes que nada! -¡Antes que ser persona no, mamá, antes que ser persona no! Considerando esta forma de pensar, se comprenderá la alegría que mi madre se llevó cuando por fin me prometí y me casé contigo. Durante los dos primeros años de matrimonio la relación entre nosotros fue buena, no lo niego, después…, siempre estabas de mal humor. Habías iniciado una carrera literaria que no prosperaba. Te lamentabas continuamente. Ni siquiera recuerdo quien tuvo la idea de que yo escribiera en la sombra para que tú avanzaras en ella. Yo amaba escribir, siempre había amado la escritura. Estaba tan deseosa de explayarme en escribir que no vi la trampa en que me estaba metiendo, en realidad no veía otra manera de cumplir mi sueño de narradora. Un punto de rebeldía me decidió: yo escribiría por encima de todo, saldría, aunque fuera de incógnito, del estrecho rol que la sociedad asignaba a la mujer. Lo haría valiéndome de tu nombre, lo usaría como un parapeto para esconder mi naturaleza femenina, menospreciada por el mundo. Fue una rebeldía tan solo relativa, no me atreví todavía a reivindicar mi valía de mujer, sino que me plegué a esconderme detrás de ti. 96 Sería una escritora escondida. De nosotros dos yo sería la mente creadora, tú la cabeza visible. Te ofrecí mi ayuda. La aceptaste, sin dudar ni un momento de mi capacidad. Fue un pacto secreto. Empecé a escribir con gran dedicación. Pronto apareció la primera novela de mi producción anónima, que ante todo el mundo figuró como la segunda tuya. Fue un éxito. Tu prestigio se consolidó. Los editores te ofrecieron contratos sustanciosos. Escribí otra obra. Empezaste a gozar del éxito. Los periódicos hablaban de ti. Mi madre -que ignoraba naturalmente que era yo quién escribía en aquel matrimonio-, me reprendió suavemente. -¿Lo ves, hija mía? Escribir es cosa de hombres. A ti te basta y te sobra con ser la señora del famoso escritor. En el éxito de tu marido está tu orgullo. -Claro, hijita mía- añadió mi padre, sin mala intención, pero ahondando en mi herida-. Esa cabecita ya tiene bastante con lucir un pelo tan precioso. -Eso le digo yo siempre- dijiste tú con desfachatez. Mi disgusto interior fue enorme. Pero me lo tragué y seguí escribiendo a tu mayor gloria. En los dos siguientes años publicaste dos novelas más, gracias a mi esfuerzo. Y te llevaste toda la fama y el reconocimiento de tu supuesto talento Coincidiendo con tu gran éxito, se inició tu trasformación personal. Andabas pavoneándote, hablando con voz engolada y comenzaste a tratarme con cierto desdén. 97 Se esfumó el agradecimiento que me habías mostrado al principio y fue sustituido por un trato deferente, paternalista, como si de verdad te hubieras creído la farsa que representábamos de cara a la galería y tú fueras un genial novelista, mientras que yo no pasara de ser tu más rendida admiradora y poco más que tu sirvienta. Me sentí estafada. Te informé de mi resolución de no volver a escribir una sola línea para ti. -¿Qué voy a hacer si te niegas a seguir colaborando conmigo? -¿Colaborando dices? Llamas colaboración a que yo lo haga todo y tú te limites a firmar y a recibir las felicitaciones, tratándome además de tontita. -¡Mujer, tienes que comprenderme! Soy hombre… No atendí protestas. Hoy sé que tal vez jamás llegaré a publicar nada. Sigo siendo mujer, y eso parece ser un obstáculo desde que el mundo es mundo, pero precisamente por eso he de luchar por la dignificación de mi sexo, huyendo de lo que he estado haciendo hasta ahora, permitir que mi trabajo pase por trabajo de mi marido. Tampoco estoy dispuesta a esconderme tras un pseudónimo de varón. Intentaré publicar como lo que soy: una mujer que escribe, una escritora, y si no lo logro, seguiré adelante, con la esperanza de que en un futuro sea lo mismo ser hombre o mujer a la hora de crear la magia de un mundo literario. 98 LAS GAFAS MÁGICAS FRANCISCA ESPERANZA Como cada mañana, María salió de su casa para dirigirse al quiosco donde vendía los cupones de la Once; en su mano derecha portaba el bastón que guiaba sus pasos; permanecía muy atenta a las vibraciones que el puntero le transmitía cada vez que contactaba con el suelo y en su rostro se marcaba una amplia sonrisa que evidenciaba su buen estado de ánimo. Al llegar al quiosco buscó la llave en el pequeño bolsillo de su chaqueta y abrió la puerta sin ninguna dificultad, una vez dentro, lo organizó todo y dejó la ventanilla dispuesta a la espera de que apareciera la clientela que habitualmente compraba los cupones con la ilusión de dar un giro de 180º a sus vidas; mientras esperaba, sacó la grabadora que llevaba en la mochila y empezó a relatar la increíble experiencia que vivió en un bosque perdido en los confines de la tierra: “Camino con dificultad, la zona se ha vuelto intransitable, inmensos árboles con las copas entrelazada me impiden ver el cielo; percibo una mescolanza de aromas que inundan mi pituitaria, circunstancia que me produce una sensación muy agradable. El recorrido se va complicando, gran cantidad de zarzas invaden el sendero, vencidos por su propio peso, los leñosos tallos ofrecen sus frutos a ras del suelo, me agacho para degustar las arracimadas drupas que, por su aspecto, un negro brillante, deduzco que están en el punto exacto de maduración…” - ¡María! - 99 - ¡Pedro! ¿Qué tal? - Muy bien, para qué nos vamos a quejar si nos va a dar lo mismo, dame un cupón que termine en sesenta y cuatro - Toma y que haya suerte - - Hasta luego, que tengas un buen día - María volvió a conectar la grabadora y se dispuso a proseguir con la descripción de su espléndido bosque – Era asombroso escuchar todo lo que salía de su boca, la forma en que describía todo lo que se encontraba a su paso, cuando nunca había tenido la ocasión de ver físicamente el mundo que le rodeaba – ”Comienzo a oír el sonido del agua al caer desde una gran altura, un sonido que se va acrecentando conforme me voy acercando, descubro una zona rocosa totalmente despejada de plantas, por fin llego a una hondonada desde la que puedo contemplar un maravilloso panorama, rodeada de grandes piedras, una inmaculada cascada se precipita al vacío hasta…” - ¡Buenos días María! – - ¡Hola Matilde! - Hoy no quiero cupones, solo he pasado a traerte unas tortas de Navidad de parte de Cati; te las quería traer ella, pero se ha tenido que ir al médico. - ¡Ah, estupendo! Dale las gracias por el detalle - - ¡Hasta luego, se las daré! ”La transparencia deja ver las rocas del fondo; tras la agitación inicial, las aguas acaban posándose mansamente en el estanque. Después, continúan su 100 huidizo recorrido dando lugar a pequeños riachuelos que se desbocan entre las abruptas paredes que delimitan este idílico emplazamiento. Mas abajo, cerca del lugar en el que me encuentro, infinidad de burbujas multicolores que surgen de un pequeño claro del bosque conforman un divertido poblado; poseen una estructura muy peculiar semejante a la de un iglú, sin embargo, parecen estar hechas de un material parecido al plástico; de pronto comienza un espléndido espectáculo, las burbujas alzan el vuelo realizando infinidad de piruetas, es sorprendente contemplar las diferentes figuras que se van desarrollando merced a la gran variedad de tonalidades que poseen. Al aproximarme, descubro que las burbujas albergan en su interior a unos seres diminutos; descubro que tienen cierta semejanza con el género humano, salvando las distancias pero, lo mas desconcertante son los rasgos de la cara, poseen una abultada nariz y una voluminosa boca que parece estar hechas de plastilina, esta circunstancia les confiere una propiedad totalmente insólita, cambiar de forma constantemente, de tal manera que da la sensación de que en cualquier momento puedes arrancarle un trozo de cara con un simple pellizco. También compruebo que se comunican por medio de pequeños aullidos a los que dan diferentes entonaciones y que éstos van acompañados de un sinfín de muecas que transforman continuamente su fisonomía. - ¡Hola mami! - ¡Hola hijo! ¿Qué tal el examen? - Muy bien, he terminado el primero. 101 - Eso no se si es bueno o malo ¿Quieres oír lo que he grabado hoy? - Si, quiero saber lo que ha ocurrido con esos seres que dices que has visto. Y quiero que me expliques porqué sólo tu tienes la suerte de contactar con ellos. - Es muy sencillo ¿Ves estas gafas que llevo? - Claro que las veo ¿Y qué? - Tengo que confesarte que no son unas gafas corrientes, son mágicas. - ¡Venga ya! - Son unas gafas mágicas porque tienen la propiedad de poder contemplar todo lo que está relacionado con el mundo del encantamiento, una dimensión a la que muy pocos tienen acceso. - Entonces, si me las pongo ¿Podré ver todo lo que tú ves? - Es muy probable, pero para ello se tiene que cumplir una condición muy especial. - ¿Cuál? - Tener la convicción de que todo se puede alcanzar, de que todas tus ilusiones se pueden cumplir, ser consciente de la fuerza que hay en ti… Cuando seas capaz de entender que todos tus sueños se pueden hacer realidad, entonces, solo entonces podrás usar estas prodigiosas gafas. - ¿De verdad mamá? - Pues claro y espero que sea muy pronto, estoy deseando compartir contigo todas estas maravillosas experiencias. - ¿Tu crees que tardaré mucho tiempo en conseguirlo? - No lo se, todo depende de ti. 102 DORA LUCIANO AGUSTÍN CARABINI ¡¡¡Quiero ver Dora, Dora la exploradora!!! Quiero que mamá me dé mi Leche con chocolate como todas las noches y me ponga dora en la tele…pero no me hace caso, por más que le grito y le grito…está encerrada en el baño…escucho que está llorando, está así desde que qué encontró la carta, esa que le dejó Papá antes de irse. Papá es malo, siempre me reta mucho y le grita a mamá. Mamá es buena, siempre está conmigo y me deja ver Dora y comer galletas. Aunque a veces me obliga a comer verduras y eso no me gusta. Pero siempre me compra dulces cuando la acompaño al mercado. Los camiones me dan miedo, hacen mucho ruido y son muy grandes. Como la noche que papá me encerró en mi cuarto, porque decía que estaba grande para dormir con ellos. Pero la noche me da miedo, no importa que tenga la luz prendida. Los ruidos y las sombras…no puedo. Grité y lloré mientras abrazaba mi muñeco de spiderman, que era el único que podía defenderme de los monstruos malos. Mamá vino a rescatarme y corriendo me metí en su cama, que estaba calentita como siempre. Papá no dijo nada, pero creo que estaba enojado. Se fue a dormir a mi cuarto, dando un portazo. En su lugar de la cama grande durmió mi spiderman. Tuve un poco de miedo, de que los monstruos se llevaran a papá por la noche, estando solo en mi cuarto. Por la mañana de despertó golpeándome la cabeza con spiderman, porque dormido me estaba tocando. Todo el tiempo me dice que no me toque el pipí, pero yo no puedo evitarlo. Me olvido y la mano se me baja sola, que culpa tengo que me pique a cada rato y 103 se me ponga tiesa. A mamá también le molesta, pero no me pega cuando me descubre tocándome. Papá se pone loco y me agarra fuerte del pelo y me mete en la regadera con agua fría. Es malo papá. Querida Marcela: No puedo más. Los últimos años fueron un suplicio que ya no resisto; y si no tomé esta decisión antes, es por todo lo que te amé en el pasado. Realmente creo que no todas las personas están preparadas para querer como suyos a los hijos de otros. Lamento haber tardado tanto en comprenderlo. Creo que hice lo mejor que pude. No te pido que me entiendas. Necesito recuperar mi vida. Esto no es algo temporario, me voy lejos para no regresar. Como sabes, hay situaciones que ya no puedo manejar, creo que mi partida es lo mejor para todos. En cuanto a la parte económica, te dejo la casa y un poco de dinero en el sobre. Estoy seguro de que saldrás adelante, siempre lo has hecho. Con amor, Carlos. _ ¡¡¡Mamá, quiero ver Dora!!! ¡¡¡ Quiero mi leche con chocolate!!! ¡¡¡ Mamaaaaá!!! Secándose las lágrimas con papel higiénico, la madre abre la puerta del baño y se encuentra a su niño con cuerpo de adolescente aferrado a su muñeco de spiderman en una mano y tocándose sus partes con la otra. _Carlitos, si no te dejas de tocar y te lavas las manos no hay Dora ni chocolate. Carlitos corrió a lavarse las manos mientras la madre le preparaba su chocolate especial. Al regresar, su chocolate y sus galletas preferidas ya estaban sobre la mesa de la cocina, se sentó rápidamente mientras su madre sintonizaba el canal para niños en la televisión. 104 _Gracias mamá, te amo. _ Acábate todo tu chocolate y comete las galletas, yo también te amo. 105 ME CONTABAS AQUEL CUENTO LEONARDO MARTIN CARMASSI Me contabas aquel cuento triste, aunque entonces yo era casi inmune al dolor me hizo así; tan triste. Y tu mano en mi rodilla mientras con la otra hacías todo el tiempo aquel gesto volandero (“está sembrando algo”, yo pensaba), pero era -después supe- puro desdén. Después tampoco pude entender cómo alguien así podía contar un cuento tan hermoso y tan triste; porque no querías a la gente del cuento, porque los despreciabas aunque yo no sabía en ese momento que se puede no amar o detestar o burlarse o sentir algo o no sentirlo por las personas que ¿viven?, en un cuento. Cuando fumabas me acuerdo cómo y de que hermosa forma el sol le daba al humo y me distraía, pero -era raro- cuando volvía a poner toda la atención me daba cuenta de que no era en verdad distracción, porque me daba cuenta de que no había perdido nada del relato, más bien lo había seguido de otra manera y -tal vez- hasta entendía mejor que cuando solamente oía y no me fijaba en el humo; yo no sé. Pausa. Te levantabas, haciendo ese gesto, yo sentía que lo habías preparado de algún modo, que tu voz iba caminando a medida que se acercaba el momento de levantarte, me preparabas para sacarme del cuento sin que fuera algo tenso, algo así como una ruptura de ese lugar, ese mundo, cosmos o lo que fuera. Me quitabas el vaso de la mano y volvías a ponérmelo en ella; el vaso envuelto en una servilleta de papel, como nos enseñaron en el café de Cuba. 106 En el aire. Era como una cuerda tensa pero suave que quedaba en el aire, podía sentirla tanto y tan claramente como si estuviera ahí, como se puede tocar una soga de ropa, la maroma de un barco más bien, gruesa y esponjosa y levemente floja. Y volvías a contarlo, lo retomabas pero no era re-tomarlo, ya que nunca lo habías dejado de contar. Eras los puntos suspensivos, el señalador en la página. Como el cuento se hacía más y más triste yo me distraía (es un decir) mirando los sobres de vía aérea que había en la mesa, con el destinatario o el remitente caligrafiados a la ligera, como si los hubieses escrito a punto de perder el avión que los llevaría o que te llevaría a vos; había algo, hay algo en los sobres de vía aérea que me es de la infancia; porque un sobre “de avión” era tan raro, quizás para mí era mágico y me imaginaba el avión siempre de noche cruzando -no sé por qué- el Atlántico. No era un avión grande, era un avión de un solo tripulante, con las bolsas que llevaban las cartas tiradas en desorden detrás del asiento del piloto, con su casco de cuero y relajado viendo los instrumentos o fumando. Era una noche siempre con luna llena. Los sobres de vía aérea eran mágicos como la tía Chila que estaba tan lejos y yo imaginaba cerrando el sobre con un gesto elegante y minucioso. Pero decía que miraba los sobres porque se estaba poniendo completamente triste y yo sentía algo por aquellas personas que de algún modo vos abandonabas en el cuento, con su tristeza, bajo la lluvia, con sus zapatos rotos, sus despojados ojos de solitarios y -ahora creo- que podía ver cómo y de qué forma los abandonabas porque los depreciabas, porque querías que reventaran de dolor, que pagaran sus culpas; la culpa de estar con vida en un mundo así, en el que hasta se 107 puede lastimar a las personas que están dentro de un cuento y el contador que lo ha leído previamente-, lo cuenta ahora en voz alta y todo les vuelve a ocurrir, todo les vuelve a suceder y quizás tanto peor ahora que ya los habías hecho sufrir antes, cuando los leías y los ibas odiando, los ibas condenando, ibas lamiéndolos con una lengua ríspida hasta dejarlos en los huesos. Y supe que me leías. No que leías el cuento sino que me leías a mí misma, con mi lastimada alma, con mis zapatos de algún oscuro modo también rotos, aunque fueran nuevos y caros, a mi bajo la lluvia aunque hubiera tantísimo sol (el sol que jugaba con el humo de tu tabaco). Leías para decirme aquel mensaje (para darme ese mensaje que alguien enviaba; Dios o lo que sea). Lo peor es cómo me lo dabas, como entregabas ese papel seguramente sucio, seguramente amarillo, seguramente húmedo. Alguien que entrega una mala noticia y mientras uno la recibe se va dando cuenta de que el mensajero goza no solamente el estupor, el miedo, el dolor del destinatario sino que ha disfrutado previamente con la mala noticia en su mano mientras corre por la ciudad a darla. Me descompongo, tengo el estómago vacío, me hago un sandwich, tomo una cerveza, me lleno el estómago y le pongo un sedimento a todo para que hunda los pies en él porque si no parece que es como un feto que da vueltas en un espacio completamente vacío y me descompongo, el niño da no patadas sino que gira como un astronauta mientras en mí, adentro de un lugar que no es para nada mi cabeza vos contás -vos contarás- eternamente aquel cuento tan triste y volvés a entregarme la mala noticia de mis zapatos rotos que yo creía 108 nuevos, de mí debajo de la lluvia, de mis ojos despojados que ven llover y miran los zapatos. 109 OLOR DE MAR NURIA CASADEVALL MINISTRAL Asseguda a la barana del passeig, la Mercè, amb els ulls tancats, escoltava la remor del mar. Les onades anaven i venien i ella veia el seu moviment tan sols sentint el soroll suau de l'aigua damunt la sorra. -No et trobes bé?- li va preguntar el Lluís. La veia amb els ulls clucs i amb una expressió d'absència que li desconeixia. El cabell li resseguia el rostre i sentia un lleuger pessigolleig, però la Mercè no es movia ni apartava de la cara aquell enutjós ble de cabell. Seguia veient les onades dins del seu cap i aquella olor de mar, barrejada amb la picantor de l'aire fred, li portava repetidament imatges de la seva infantesa, quan els diumenges s'estaven a la platja amb els pares, fins que es ponia el sol. -Sí- va respondre ella -Es clar que estic bé. Només escolto el mar, és relaxant. El Lluís la mirava confiat, els ulls tancats de la Mercè li donaven la seguretat d’observar-la amb atenció, aturant la seva mirada en aquella arruga sota l'ull, en la piga a la vora del llavi, en les pestanyes tremoloses, resseguia sense pudor aquell rostre estimat, conscient que tenint-lo tan a prop no havia estat mai tan lluny. La Mercè somreia ara, veia els seus pares fent la migdiada sota para-sol i ella preguntant al seu germà. -Quant falta?-Mitja hora encara.I ella esbufegava. Que llargues es feien les hores després de dinar! 110 No li feia falta obrir els ulls per veure com l'escuma s'arrossegava per la sorra, de fet no els volia obrir. Desitjava endinsar-se, encara més, en els seus records d'olor de mar i tornar a veure els seus pares abraçats sota el sol, potser aquella va ser l'última imatge d'amor que els hi recorda. Temps després es van separar i l'olor de mar i sorra es va esvair com la seva vida amorosa. L'olor del mar i de la sorra calenta. Ara enyorava aquella sensació d'escalfor i de comfort que li havia donat tanta seguretat de petita, i voldria sentir de nou la veu del seu pare i el riure ample de la mare, necessitaba saber que no s'havia equivocat, ella també, amb el Lluís. La Mercè va sentir com una gota d'aigua baixava per la galta, obrint els llavis va rebre la llàgrima com un regal, assaborint sense sorpresa el gust salat de mar. El Lluís va aixecar la mà per eixugar aquella llàgrima però va fer tard, ella ja l'havia engolit, quasi bé, amb golafreria. De sobte la Mercè va obrir els ulls i, girant el cap, li va dir: -Què ens passa Lluis? Això no és el que volia per a nosaltres, de debò creia que érem diferents.-Jo també ho creia. Encara penso que ho som. La Mercè es va aixecar espolsant-se dels pantalons la brúticia de la barana. -Anem? No vull arribar tard a casa. -Molt bé. Anem cap el cotxe. El Lluís mentre l'ajudava a posar-se la jaqueta li deia: -Saps? Quan estàvem asseguts a la barana pensava en quan jo era petit. Veníem sovint a la platja amb els avis. El crit de les gavines m'ha portat imatges que ja no recordava. Li agradava pescar, a l'avi, i jo seia al seu costat 111 hores i hores amb la mirada perduda en les onades. Veníem d'hora i les gavines encara estaven passejant per la sorra. Quan ens apropàvem sortien volant i cridant, miolant com gats. Enyoro aquella mirada de l'avi. La Mercè el va mirar sorpresa tot descobrint quelcom nou en el rostre que tantes vegades havia vist. Havent viscut coses diferents tenien sensacions semblants. -Estàveu molt units?- li va preguntar -Ens agradaba estar junts. Hi havia un silenci còmode entre els dos, era un home tranquil de passa llarga i poca conversa. -Com tu. -Jo tinc la passa llarga? -Jajajaja- va riure ella - Nooooo. Poca conversa. ─Si ─la olor i el brunzit del mar feien més intens el silenci.─ Pot ser aquest és el problema, oi? Parlo poc perquè em costa dir el que penso, el que sento. Tot se'm queda al pap i arriba el moment de treure-ho tot i a leshores semblo un globus que esbufega i voleia pels aires. Ella girà el cap i s'endinsà altre cop en el brogit de les onades, es deixava portar pel so i el moviment sinuós. Si tota la vida fos això! Anar i venir suaument, lliscar com les onades sobre la sorra i fondre’s amb silenci com l'escuma, tornar enrera per començar de nou amb força. Com una onada. Caminaven ara en silenci pel passeig, tots dos, el mateix pas, el mateix paisatge, la mateixa olor de mar i la mateixa picantor de l'aire fred. Evocaven records diferents però amb la mateixa sensació d'enyorança. La Mercè es preguntava: Per què no? -Pot ser si que es podia tornar enrere i començar de 112 nou. Si encara podia descobrir coses noves en el seu company, també podia descobrir noves sensacions amb ell. Sentir i retornar, com les onades, olors i sons. El Lluís va mirar un moment el mar i va tornar a veure aquells ulls de color gris de l'avi. Un mar de punts brillants que guardaven la saviesa de tantes coses vistes i admirades. La Mercè va girar el cap i va veure, en l'esguard dels seu home, la mirada profunda de l'avi. Avui, les onades havien portat fins a la sorra la memòria dels sons i les olors. Ells també fabricarien records per contemplar-los, amb el temps, davant del mar. 113 EL REGALO CARMEN BEATRIZ CERMINARA La reunión terminó como a las dos de la madrugada. Él, despidió uno a uno a los pocos amigos invitados que partían quejándose del clima. Esa humedad pesada que apenas acariciaba el empedrado pero transformaba sus cuerpos en masas pegajosas. En la paz habitual del silencio reacomoda las sillas y lleva los vasos y copas a la mesada de la cocina. Mañana se ocupará de ellos. Levanta las servilletas de papel sucias, barre y se sienta en su sillón rojo con el aplomo de alguien un año más viejo. Desde allí, mira algunos regalos que aún no ha abierto. Escoge uno. El papel dorado prolijamente atado con una cinta blanca dejaba entrever un libro. No tenía tarjeta. El movimiento de sus manos es torpe, tironea de la cinta hasta romperla. Arranca el papel con enojo alcoholizado y el libro cae. Una hoja manuscrita planea hacia el piso. El calor inunda el ambiente y ejerce en él todo su peso, pero su mano se dirige hacia ella casi autónoma. La lectura enciende sus ojos. Frota su mirada para confirmar. Bate su cabeza. Vuelve a leerla. - Debo llegar antes – se dice. Se mira al espejo, acomoda sus pelos, las gotas de sudor recorren la cara. Levanta los hombros resignado y sale con prisa. Siguiendo el ritmo acelerado de sus pasos las luces reflejadas en los adoquines se encienden y apagan. Casi a destiempo, las ventanas dejan libres 114 sus propias historias: la cena, la humedad, los espirales, el cigarrillo, las tostadas. Avanza sin pensar en nada pero arrepentido de no hacer tantas cosas, lo que quería, lo que pensaba, tratando de aparentar lo que no es. Su inconsciencia lo lleva directo al destino. Las calles se deslizan bajo sus rápidas pisadas. Tenía que llegar antes. Ésta es la esquina, ya llega. Sabe que es en esa cuadra, pero no recuerda el número. Observa las puertas girando sobre sí mismo. Parecen todas iguales hasta que sus ojos la encuentran. Su mano derecha se cierra con toda la fuerza contenida. Duda en golpear. Piensa en aquella nota y entonces si, da tres golpes fuertes que hacen vibrar la madera oscura. - ¡Abrí! - desea. Vuelve a intentarlo y casi sin fuerzas, golpea. - ¡Abrí! - ordena. Su cuerpo se desploma sobre el umbral. La humedad se trepa sobre su espalda haciéndola más pesada. La bronca estalla en llanto. Su soledad ahora es más profunda. Abre su mano izquierda y la nota ya es apenas un recuerdo de lo que fue. Cómo él. - Tarde – piensa. 115 BREVIARIO MARCELA CESCA Cuando la nostalgia de una vida buena, alegre y satisfecha se hace intensa y ocupa más espacio del que debe en mi rutina, comienzo a pensar adentro. Cuando hacer frente a las adversidades se hace cuesta arriba, empiezo a bajar. Intentar hacer lo inverso de la regla siempre es garantía de un poco más de aguante, patear la pelota afuera prolonga el tiempo de juego, preparar una bebida tonificante crea las condiciones para un resto más de sacrificio. Apenas crecí tomé conciencia que hay que tener un pecho fuerte y grande para aceptar la madurez. Apenas me divorcié comprobé que ser fuerte muchas veces no basta y que siempre se pueden sortear dificultades, una vez más. Que el niño que llevamos dentro nunca nos abandona pero sí se emancipa. Sacarle risas, bromas y dibujar arrugas en la comisura de la boca cuesta un perú y dos pancitos, cada vez más. Extraño el hogar de los afectos y la contención, del diálogo sin cuidar los decires y expresar los descontentos, como si tuvieran arreglos. El volver a casa y encontrarte en el sillón marrón a media luz y con pantuflas y la pregunta lenta sobre mi cansancio de vida en día jueves. Cerrar los ojos y generar la expectativa de poder encontrar soluciones a esta vida material absurda, implacable e insaciable de logros y sacrificios cada vez más altos, más caros, más burgueses, más alienantes y más agobiantes. 116 UN MUNDO DE CONEXIONES MARCELA CESCA Un mundo de conexiones, ventana afuera. Aprender es la experiencia más maravillosa que le puede suceder a una persona. Poder ser de diversas maneras, acomodándose la más de las veces al otro del diálogo sostenido. Es muy cómodo y estimulante. Asomarse a la otra persona, y verse a través de la apertura que muestran las palabras, los silencios, las miradas y los gestos, para comprobar una vez más la ambigüedad de la realidad vista desde aquí o desde otra parte. Las personas somos mundos y lamentablemente poco sabemos de maniobrar su lenguaje, concluía Greta cuando llegando al fin de su recorrido del metro caminaba unas cuadras más hasta llegar al trabajo. Se sabía escueta, apocada. Lo que anhelaba con más fuerza era inaugurar nuevos caminos, relacionarse con nuevas personas, vivir a través de otros, intensamente, y cada día inaugurar una nueva vida. Buen Día!, dijo con una cautivante sonrisa al portero del edificio donde se encontraba su oficina. Una vez más y con otra sonrisa saludó a un empleado del negocio contiguo a su puerta y otro Buen Día al entrar en la oficina que tenia la chapa de ”Asesora de Ocio y Placer”. Por ultimo, cuando hizo aparición su secretario solicitó la búsqueda del café y la agenda del día. Al tomar asiento recordó el pensamiento recurrente de su viaje en metro e imaginó la “S” mayúscula y roja con bordes amarillos de “Superman” que se encontraba impresa en una camiseta de su hermana, que tanto le gustaba usar. Reflexionó 117 sobre el parecido de vida que desarrollan tantas personas inmersas en el anonimato laboral, en sus rutinarias vidas junto a las ansias de aventuras y emociones que tan común era en la década del 70, con el boom de los superhéroes. Y no era de pensar que Greta anhelaba un revés de vida similar a la Mujer Maravilla, salvando las distancias, sino que como portadora de conocimientos especializados sobre la condición humana, muchas veces estos saberes actuaban como potenciadores de muros virtuales entre su persona y el entorno. Poseía una vida en solitario, al lado de un hombre que más de las veces sentía que dejaba de ser su compañero para convertirse en hermano. Alguien dijo una vez que en el momento en que te paras a pensar si en realidad quieres a alguien, ya has dejado de quererle para siempre. Pues como sea y estando en edad madura supo que tal pensamiento era síndrome de la inevitable levedad del ser. Reconsideremos, Greta compartía su vida con otra persona que con el transcurrir de los años fue cambiando, los sentimientos maduraron, las hormonas se relajaron, la aceptación que las personas apenas modifican sus conductas, acentuando patrones de educación absorbidos en la infancia, y al evaluar -mirando a su pareja fijamente unos segundos- si la persona que estaba a su lado era verdaderamente el compañero de su vida era porque había comenzado a aceptar que ya no lo era más. Considerar a la felicidad como un estado personal, subjetivo y voluntario era el síndrome de la camiseta con “S”, de la doble vida en paralelo y de la lucha descarada y salvaje de rescatar su identidad subvaluada en otros, tan 118 intimamente conectados a su mundo, ventana mediante y que silencio imperante estaban allí. Los sentía, Greta los vivía, aprendía. 119 LA GUITARRA AZUL CHERYL COELLO BELLORÍN Recorro el taller con la mirada buscando alguna pista del rincón de Eduardo. Cuando ya estoy a punto de darme por vencida, veo asomándose entre vísceras de instrumentos y herramientas oxidadas la guitarra azul. Al verla, me invade una sensación de vacío, la misma que se apoderó de mí durante meses cuando me fui de casa de Eduardo. Sólo queda el cadáver de la guitarra. La madera, aunque aún tiene restos de pintura azul, parece podrirse ante mis ojos. Tal vez este es el destino de todo lo que toca Eduardo. Tanto amaba esa guitarra que la llevaba con él a todas partes, con un forro de tela inevitablemente roto que le cosí miles de veces para que no pareciera un “hippy”. En todas las fiestas y reuniones con amigos, sacaba la guitarra y deslumbraba a todos con sus versiones de los clásicos de los años 60, que nadie escuchaba nunca pero que todo el mundo se sabía. Lo acompañaban cantando en el idioma de la borrachera y todos eran felices. Todos menos yo, que conocía ese lado de Eduardo que él no le mostraba a nadie. Al ver la guitarra hecha trizas puedo imaginar como en medio de un ataque de ira, de esos tan comunes en él, la debe haber estrellado contra el piso. Imagino cada golpe que debe haberle dado, cada patada, cuando después de intentar hasta el cansancio hallar esa melodía perfecta, no pudo. La culpa, por supuesto, era de la guitarra. Se merecía todo eso y más. 120 Su informal público sólo veía sonrisas, brillo mágico en los ojos, escuchaban una voz melodiosa y eran presas de su inmenso carisma. Una telaraña de energía en la que uno quedaba atrapado sin darse cuenta. Y aunque el raciocinio le gritaba a uno que debía escapar con toda rapidez, pues uno terminaba alegremente resignado con su destino fatal, siempre que fuera a manos de Eduardo. Levanto lo que queda de la guitarra del suelo del taller, dispuesta a llevármela. Le sacudo el polvo y veo que debajo del sucio, el azul brillante sigue intacto en muchos sitios. Sigue siendo la misma guitarra, tal vez sigue viva. Comienzo a reunir todos los trozos, el mástil, el puente, algunas clavijas, tres cuerdas... Un escalofrío repentino me hace caer en cuenta de que es jueves, que ya termina la hora de almuerzo y que los lutieres deben estar por regresar. Apuro mis movimientos y mis manos comienzan a temblar, el corazón se me acelera con pesimismo. Un recuerdo me atraviesa las sienes en un instante, el puño de Eduardo, la sangre, el estupor, el llanto, las escaleras, la calle a medianoche. La guitarra azul. Presurosa y ya con lágrimas de miedo en los ojos, meto todo en una bolsa de basura. Estoy decidida a rescatar la guitarra, pero mis piernas casi no responden al tratar de levantarme. Comienzo a caminar hacia la puerta del taller, pero se abre con estrépito antes de yo llegar a ella. Los lutieres comienzan a entrar en fila y yo quedo paralizada, de pie, con la bolsa en la mano. El quinto en entrar es Eduardo. 121 SEÑORA LIBERTAD LEANDRA ISABEL COLMENAREZ Por un buen rato me quede absorta, contemplando la belleza, la fuerza y el ímpetu de esa hermosa pintura: “La libertad guiando al pueblo” de Eugene Delacroix, reflexiono… el autor capto la esencia del poder de la mujer y su influencia sobre las masas sociales. Y es que ser mujer, más allá de una bendición es una gran virtud. No solo por la belleza física o el encanto que pueda acompañarla, es su fortaleza, perseverancia y por encima de todo, su capacidad para dar tanto amor a todo cuanto le rodea. Deja de ser ella para ser parte de todo cuanto le rodea y lo que Dios no le concedió en fuerza física se lo otorgo en dones como la inteligencia, la sabiduría y el enorme maternalismo que habita en su corazón. ¡Esto siempre lo ha sabido el hombre! ¡Cuán poderosa es la mujer! Hoy en día, la mujer es un ser integro. Cumple diversos roles a la vez. Miles de hogares son levantados por un solo pilar: ¡la mujer! Así conocí a una gran mujer: Justina. Madre soltera de 3 hijas, productos de relaciones fracasadas y de constantes maltratos, decidió seguir adelante en soledad. Aprendió múltiples oficios y decidió buscar trabajo en una fábrica donde prevalecían los hombres, mujeres eran contadas. Y, aquellas que estaban se dedicaban a solo limpiar… Justina se preguntaba: ¿Por qué siempre tenemos que estar en labores domesticas? ¿Por qué tanta discriminación?... ¡tengo inteligencia! ¡Tengo dos manos fuertes cuando se proponen y sin perder su delicadeza de mujer! ¿Por qué aun vivimos al margen 122 o bajo las sombras de los hombres? ¡Será porque al fin y al cabo, nos temen tanto!- se repetía para sí constantemente. Justina soporto muchas burlas, comentarios ofensivos incluso frases despectivas tales como: ¡tenía que ser una mujer! ¡Vete a limpiar los baños! ¡Jamás aprenderás solo lo que los hombres sabemos! Aun así, ella tolero todas estas vejaciones, estaba completamente segura que podía dar más que solo limpiar baños o llevarles el café a los jefes bien temprano. Poco a poco, fue involucrándose en el trabajo con las maquinas, a tal punto que, conocía a cabalidad cada uno de sus funcionamientos. ¡Muchas horas de estudios en casa! Casi a diario buscaba un libro prestado en la biblioteca sobre ingeniería mecánica, el origen de las fabricas, la época del renacimiento, de la edad moderna… buscaba tiempo para llenarse de conocimientos, sin dejar de atender su hogar y darle todo ese amor que como madre llevaba a sus bellas hijas. ¡La admiraban y la amaban tanto! Ganaba muy poco en esta fábrica, hacia los trabajos que hacían los hombres pero su sueldo era mucho menos. ¡Qué injusto!-se decía a sí misma. Aun así, en comunión con sus hijas preparaban deliciosas tortas y dulces, dignos de paladares de los mismos dioses del Olimpo. Sus dulces se volvieron tan populares que decidió poner una pequeña venta en casa. Con el éxito de las ventas y su salario apocado decidió matricularse en una universidad. ¡Quería ser ingeniera! ¡Lo hizo! Pese a comentarios como: ¡ya estas vieja para eso! ¡De que te vale ser ingeniera si igual siempre dicen que las mujeres solo servimos para limpiar y cocinar!... ¡no le importo!. Logro estudiar, graduarse con uno de los mejores promedios y aunque no logro “escalar puestos” en su lugar de 123 trabajo, se sentía orgullosa de sí misma, sabía que muchos la admiraban, otros las criticaban pero lucho por sus sueños, por sus deseos. ¿Quién ha dicho que para ser exitoso y feliz en la vida debes ser hombre? ¡Si ser mujer ya de por sí es una gran felicidad! El simple hecho de concebir un hijo en tu vientre, verlo nacer y admirar esa primera sonrisa la primera vez que lo tienes entre tus brazos es una gran dicha. ¡De incalculable valor! La plenitud del ser humano no lleva nombre ni género: ni es mujer ni es hombre. Todos podemos luchar por lo que queremos, por nuestros sueños, por realizarnos como seres humanos íntegros. ¡Todos tenemos derechos a ser felices! ¡Todos tenemos derechos a una vida plena! Así me lo demostró mi tía Justina, pequeña mujer de menos de 1.60 centímetros de estatura, pero con una enorme valentía, con un noble corazón. ¡Le toco fuerte! Vivir en una época donde aun predominaban los sesgos del machismo: la época de los años 50. Aun así, fue triunfadora, solo dos se graduaron con ella como ingenieras. ¡Fue admirada pero también muy criticada! Antes de morir de una penosa enfermedad: cáncer en los pulmones; me dijo: “…si en algún momento lo deseas, escribe algo sobre mí, para que todas aquellas mujeres que estén levantando a sus hijos como madres solteras comprendan que nada es más valiente que la fortaleza en el corazón y esa fortaleza solo te la dan tus sueños, tus deseos pero también tu amor de madre, tu amor por los demás…”. ¡Las mujeres somos un misterio divino!... ¡creo que somos ángeles terrenales!- solía decir. Hoy escribo esto y sé que su esencia está en mi, quizás este sonriendo a mi lado. ¡Orgullosa! Y mientras termino, miro nuevamente el cuadro de Delacroix, esa heroína que lleva la bandera me recuerda a mi tía… mi adorada tía Justina. 124 CARIÑO JUAN LORENZO COLLADO GÓMEZ Vamos a ver, cariño… Supongo que no te importa que te llame así, por hacerlo de alguna manera, porque llamarte pedazo de sinvergüenza sería demasiado fuerte para comenzar esta carta de despedida. En primer lugar, te diré que tengo que dar gracias a Dios porque ya era hora de que esto del divorcio fuera algo tan palpable que me permitiera largarme de casa y dejarte con buen viento y con todo ese montón de señoras, por decir algo, que tanto te gustan y que te dan más placer que yo, que, como tú decías, era una estrecha porque no sabía o no me avenía a realizar ciertas prácticas sexuales. Y es que todavía hay que mantener un poco de vergüenza y del decoro que a ti parece faltarte. Menuda púa se quitó la bendita de tu madre cuando nos casamos, porque la mujer sería muy buena pero menudo paquete que me colocó. Ya me podía haber avisado, aunque fuera por un poco de compasión, de lo que se me venía encima, porque conocerte, te debía conocer bien. Pero con todo lo que ya había sufrido ella hay que perdonar a la pobre vieja, que ya se merecía un descanso. Lo que nunca he conseguido resolver ha sido el enigma de para qué te casaste conmigo, que borde ya debías ser bastante y sabías que sería difícil que fuéramos felices. Perdón, que lo fuera yo, porque buena chacha sí que te buscaste. Recuerdo que hasta que aprendí a cocinar a tu gusto muchas veces me chorrearon los fideos y demás salsas por la cabeza. 125 Tengo que decirte que después de tanto tiempo he conseguido conocer la felicidad lejos de ti. He tenido la desdicha de saber lo que es un infierno a tu lado, con el miedo y ese temblor reflejo que afloraba a cada rincón de mi piel en el momento en que oía tus llaves penetrando en la cerradura de nuestra casa, sabiendo que en unos momentos estarías machacándome. Muchas veces deseé abrir la ventana y tirarme pero siempre esperé tener una pequeña oportunidad para conseguir escapar y lograr un poco de la felicidad que tú me arrebatabas a cada instante estando a mi lado y, en tantas ocasiones, también desde lejos. Cuántas veces, por hacer una gracia, habías afirmado qué pocas veces me habías puesto la mano encima, sin aclarar que te valías de tu cinturón o de lo primero que encontrabas. Y sabes que tengo cicatrices que lo certifican. Las que no se ven, ésas son las que perduran, las que son imposibles de borrar, las hiciste con el martillo y el punzón de tus palabras, que me relegaron a la creencia de ser algo peor que el peor de los animales. Siempre tu voz para arrastrarme por el fango, haciéndome sentir que no era nada. No te puedes imaginar cuánto dolor cuando yo sólo esperaba de ti un poco de cariño, no tanto como el que yo te tenía, porque has de saber que te he querido más que a nadie. Sólo quise un poco de comprensión, una caricia que no llegó nunca. Ahora estoy lejos. No te diré dónde y ni tan siquiera echaré la carta en la población donde vivo para no darte pistas de mi paradero, estoy segura de que tu orgullo y tu mala leche te harían buscarme sin tardanza y yo sólo quiero un poco de paz, aprender a vivir sin que estés a mi lado, que fue lo que me hubiera gustado más que nada, caminar por la calle cogida a tu mano, 126 sentarme a ver la televisión contigo, compartir un cigarrillo... esas cosas que llenan una vida corriente, dejando un regusto de felicidad junto a quien se quiere. No pudo ser, y no porque yo no pusiera de mi parte todo lo que fuera necesario, pero es que cada vez que te sonreía intentando hacerte una gracia sonaba tu voz: “Hoy tienes cara de tonta”. “Joder, qué risa tan estúpida tienes hoy”... Vamos que no te faltaban palabras “entrañables” para demostrarme tu cariño y el mucho amor que sentías por mí. Estoy pensando qué hacer esta tarde. Iré al cine o me sentaré a leer una revista y a mirar con tranquilidad por la ventana. No necesito más, hasta la soledad me parece una buena amiga. Sé que pronto podré encontrar a otras personas con las que poder compartir mis ratos de ocio y encontrar un trabajo para mantenerme. Vivir contigo era tener la vigilancia de un perro de presa. Y, además, borde. A ver quién se iba a acercar a mí estando tú cerca. Ya lo organizaste todo para que nadie me visitara, que los amigos dejaran de verme y de tener noticias mías. Aquellos que lo intentaban parecían tener que asaltar el torreón de un castillo, con dragón incluido, para saber algo de mí o para hablarme unos minutos. Y tú siempre delante para saber qué decíamos mientras tú eras plenamente libre, seguías con tus amistades, saliendo con quien querías y volviendo a la hora que te apetecía, tantas veces después de haberte desahogado con alguna señorita de alterne, por decirlo finamente. Menos mal que no te pegaron unas ladillas porque después iba yo, seguro, debido a tu falta de consideración. Nunca he podido ni tan siquiera insinuar que no me apeteciera hacer el amor, por llamarlo de alguna manera, porque primero hubiera sido la paliza y luego dejarte satisfacer tus deseos. 127 Te diré que esto del amor es algo impresionante, capaz de hacer migajas la montaña más dura, pero que es cosa de dos y tú no me has querido nunca, como ahora me ocurre a mí mientras me despido de ti para siempre. 128 CONDENA JUAN LORENZO COLLADO GÓMEZ Ilustrísimo Señor Juez, disculpe si el tratamiento no es el adecuado pero de esas cosas entiendo poco, y menos con los nervios que me atenazan en este momento. Necesito de su saber y, sobre todo, de su autoridad para resolver el conflicto relacionado con el amor que abate mis ilusiones desde casi el mismo día en que me casé, y eso siendo benevolente con dar al primer día el beneficio de la duda. Me casé por amor, necesitaba de los arrumacos de mi Manolo, de esa fuerza con la que me acariciaba y de esa maestría inigualable para hacer el amor en posiciones inverosímiles, porque entonces lo hacíamos retrepados en el interior del seiscientos. Pasar por la vicaría tuvo un efecto demoledor en nuestra relación. No sólo dejamos nuestro nido de amor y sus apreturas en el cochecito, sino que por fin podíamos dar rienda suelta a nuestro deseo en una cama de dos cuerpos, como mandan lo cánones y autoriza la Santa Iglesia, pero mira por dónde, después de la primera vez si te vi no me acuerdo. Eso de hacer el amor pasó a ser tiempo verbal en singular y pasado. Mientras él se desfogaba en un minuto escaso yo me quedaba a dos velas y aquello del placer pasó a ser una utopía más en mi vida. Mi Manolo cambió de forma radical. No le quiero ni decir, el día que dio gatillazo, la somanta de palos que me dio. Ya ve usted, qué culpa tenía yo de que él se viera herido en su masculinidad si para mí el acto ya no 129 significaba nada salvo aguantar su peso y, a los pocos instantes, cuando se detenía, preguntar: “¿Ya?”. Y ya estaba, inequívocamente, excepto en esa ocasión en la que no alcanzó la virilidad deseada. A partir de entonces, supongo que ya había sido antes, se gastaba parte de la paga en fomentar la existencia del oficio más antiguo del mundo, así va el mundo, y lo dejaremos con ese apelativo aunque con cuatro letras le hubiéramos dado su nombre sin tanto rodeo y arreglado, y el resto del dinero en sus juergas con sus amigotes. Y luego resultaba que la malgastadora era yo, que no sabe usted los suelos que habré fregado para poder comer y, encima, cuando no estaba la comida a su gusto, la utilizaba de crema corporal. Por mi cuerpo, claro. ¡Lo que tendrá que aguantar una! Aunque eso no es nada comparado con el día que llegó a casa con dos rubias muy peripuestas y superplatino para hacer un menage a cuatro. Me negué ¡hasta ahí podíamos llegar!- y mire por donde esa noche fue comprensivo y no me obligó a hacer nada en el menage ése ni me pegó: me dejó dormir en la escalera. En estas cosas del amor la razón es tozuda e insiste en intervenir para enmendar la situación y reconducir a la parte amada que no se aviene a correspondernos, y la mía luchó de forma denodada por hacer que me quisiera, como yo lo quería, hasta que a fuerza de trastazos me obligó a dejar de amarle y, aunque no se lo crea, en algunas ocasiones todavía lo recuerdo con cariño, olvidando las cicatrices que me ha dejado en algunos lugares de la anatomía y muchas más en el interior, en esa parte del vacío que llamamos alma, porque hubo un tiempo en que fue lo más importante de mi vida y eso 130 nunca se olvida, como las nanas de una madre y el beso de un hijo. Pero ya ve, me salió rana y ya no puedo luchar más. Necesito marcharme de su lado y buscar un poco de esa felicidad que un día pensé que podría conseguir a su lado. Hay que fastidiarse con eso de que el matrimonio debe ser para toda la vida, y yo fui educada para eso y además me lo creí, pero la vida, con su dureza de cada día, se encarga de hacernos ver que aquí, al menos, nada es eterno y en este momento necesito su ayuda para deshacer una unión que me hubiera gustado que fuera para toda la vida. ¡Con lo que yo he querido a mi Manolo y que me haya salido tan borde! Es que con el que sale así no se puede hablar, ni dialogar, ni razonar, ni nada de nada y muchos días la única salida que queda es tirarse por una ventana o coger el mortero y abrirle la cabeza de un trastazo. Menos mal que Dios me ha dado resignación y siempre un poquito de ilusión en que las cosas irían a mejor. Y aquí es donde entra usted en mi vida porque yo quiero divorciarme pero debo ponerlo primero en su conocimiento y que vaya preparando la orden para ponerme vigilancia porque cuando mi Manolo se entere me mata si me coge y entonces además de darle a usted trabajo se lo daría también al forense, que tendría que ir a mi levantamiento. Podría extenderme, que la carta fuera pormenorizando en este trasiego desgraciado que es mi vida, poniendo en una línea tras otra cada vejación que he sufrido pero creo que no es necesario. Ahora lo dejo todo en sus manos y espero sus noticias. Es gracia que próximamente espera recibir de su generosa persona una mujer que un día lo hubiera dado todo por amor y a la que sólo le queda la esperanza. 131 LA MUJER DEL ESPEJO RAUL OSCAR D'ALESSANDRO Subió los peldaños lentamente, su mano se deslizaba por la baranda con la necesidad de ampararse en su contacto, unos pocos escalones mas y debería enfrentar ese momento decisivo, era vital mantener la calma.- Seguía débil aún así debía intentarlo. Un susurro se manifestaba en su mente con reproches airados para derrotar su autoestima, esa escalera hacia el dormitorio era su camino cotidiano a la derrota, el tiempo transcurría y no lograba quedar en soledad sin estar a su merced, era una lucha desigual para alguien que acudía desarmada a una batalla, las burlas hirientes de sus compañeros de oficina lastimaban su interior, no tenía gracia ser el blanco cotidiano de sus chanzas, era inmolada diariamente en el altar pagano de la risa fácil. Lo soportaba con entereza aunque a veces huía con gesto adusto ante las risas ocultas de sus supuestas amigas. Así se fue retrayendo de su entorno sin percatar que quedaba cautiva en si misma, opuso su mal humor ante los consejos y sugerencias de sus padres y acabó con su noviazgo sin oponer resistencia a su desidia. Suspiró profundo y contó los cuatro peldaños que le restaban para enfrentar la puerta y repasó mentalmente su pasado buscando una respuesta... - ¿Cuando comenzó todo esto? Fue ese maldito día que dejó de ser niña y comenzó a verse como mujer, se paró frente a el de una manera distinta y sufrió su primer ataque, distorsionó su 132 imagen y la enfrentó a una nueva perspectiva, desde entonces luchaba por enfrentarlo si reproches y no lo conseguía, solo acumulaba derrotas. Imposible conservar amistades -ninguna era compatible a su figura- competía con desventaja contra aquellas que lo tenían de aliado y recibían su beneficio con placer, vivían alegres en sus cuerpos victoriosos mientras ella sufría en silencio, nunca tubo las fuerzas suficientes para darle la espalda - aún así el la estaría observando - era el fiscal de su vida, su dedo acusador, el sentenciador de su desdicha...el causante de su marginalidad. Las formulas mágicas no daban resultado en su dimensión, el desasía las capsulas recetadas, las dietas naturales y los ayunos forzosos, los largos tratamientos solo lograban poner el tiempo en su contra, así cuatro años de su vida habían sucumbido a sus tormentos y ya nada le quedaba por perder, había quedado huérfana de expectativas de vida. El era astuto para invadir sus sueños, ocultó a sus padres tras una muralla y dejó escapar de su vida a su mejor aliado...- el amor - así la sometió a un destierro afectivo, sabía que en soledad era presa fácil para el desencanto y le instaló un pensamiento de rechazo. El último escalón - Sacó fuerzas de su interior y tomó con decisión la empuñadura de la puerta, cerró su ojos y se detuvo...sabía que en un momento debería enfrentarlo. -.Se dijo a si misma... - No me vencerás - no me tendrás derrotada frente a ti, me veras por primera vez de pie sosteniendo tu mirada para decirte... -Aquí estoy- a partir de ahora serás tu quien no podrá enfrentarme -. 133 Encendió la llave de luz y giró lentamente, solo un par pasos la separaban del monstruo de sus pesadillas, ese que veía aún despierta y la perseguía por las calles mostrándose con siluetas ajenas a la suya cada vez que se miraba en el reflejo de alguna vidriera, el que tomaba cuerpo en los maniquíes estilizados que la martirizaban en silencio desde los escaparates, el que exhibía las modelos en la televisión mientras ella se sentía culpable de estar en un sillón consumiendo alimentos que no deseaba, era tan versátil su manera de causar daño que había logrado quitarle el sabor a sus comidas. Avanzó y lo enfrentó, cuatro años de pesadillas frente suyo - el temor la paralizó - fijo su mirada y la mujer que tenía adelante le dedicó un gesto burlón - eso hizo tambalear su coraje - las burlas del pasado le infundieron ánimo y retomó su postura, comenzó a desnudarse desafiante ante esa mujer que no se atrevía a imitarla, cada prenda que caía al piso era una burla menos y una victoria mas. Su adversaria comenzaba a esfumarse para comenzar a mostrarse ella misma, reía entre lágrimas cuando cayó su última prenda y se vio desnuda frente al espejo, tal cual era - había derrotado su monstruo - Cuatro años de condena social por unos pocos kilos de mas habían llegado a su fin, se sintió conforme en su interior, igual a todas...mejor que muchas. Se quedó absorta un largo rato contemplando esa imagen y tomando su zapato destrozó el espejo de un golpe. Ya habría tiempo de corregir errores, de retomar amores, de replantear amigos - hoy era importante - se había aceptado a si misma y sentía que el mundo la aceptaba. 134 Bajó las escaleras cantando feliz como hacía tiempo no lo hacía, su madre presurosa puso un plato mas en la mesa al tiempo que preguntó intrigada... ¿Que ha sido ese ruido en tu habitación?Una sonrisa se quedó a vivir en su rostro cuando contestó.... - La mujer del espejo se acaba de suicidar, no soportó su derrota. 135 MADRE TIERRA MARIO HUGO DANIELI El viento andino sopla con dureza arrastrando el polvo seco de quebrada. En su ranchito de adobe y piedras doña Asunta arma cuidadosamente un ramillete con hojas de albahaca fresca, disfruta del aroma intenso que auspicia el festejo. Junto al caldero, una botella de aloja, algunos cigarrillos sueltos, choclos, harina y papel picado, esperan ser guardados. Asunta recoge todo en un improvisado morral, toma su poncho y su cajita bagualera. Sus manos magras, curtidas de viento se hunden en el cesto con charqui, un mordisco pícaro desgarra la carne saturada de sal. Así comienza su marcha, tocando su caja y cantando bagualas por la quebrada. Hombres y mujeres de piel terracota y mirada de cóndor aceptan el convite de la chaya y se unen a la marcha en busca de la cuna que los vio nacer. Caminan encorvados soportando el vendaval, cubren sus cuerpos con ponchos hilados y tejidos por sus propias manos. La procesión se acrecienta tras la sombra de Asunta que no deja de cantar, se suman voces y coplas a lo largo del sendero. Cruzan valles y quebradas para llegar al lugar sagrado, se reúnen frente a la pila de rocas al borde del camino. Altar, monolito, templo, cuna de la vida misma. Bajo el suelo polvoriento aún se conservan ofrendas de años anteriores. Acomodan sus cuerpos que no se apunan, dosifican el escaso oxigeno de las alturas. Cansinos, aletargados, expectantes abren los bultos 136 acarreados, preparan la comida que compartirán fraternalmente para iniciar la ceremonia. Agosto presagia males y desgracia y es por esa razón que doña Asunta y sus vecinos movilizados por la fe y respetuosos del culto ancestral, cavan abriendo la boca de la madre tierra, ávida de alimentos y ofrendas. Dan de comer y beber a la Pachamama, agradecen por lo recibido, las buenas cosechas, el buen tiempo, la abundancia del suelo y sus animales, pero, también temen porque es Agosto, es la época donde la madre del tiempo sale a controlar, dándole a cada uno lo suyo, impartiendo justicia, castigando a quienes no supieron administrar lo otorgado por la naturaleza y siendo generosa con quienes supieron mantener y acrecentar lo recibido. Asunta, como tantos otros mantiene vivo el rito que supo sobrevivir a culturas foráneas, que traspasó fronteras, que sigue enraizado en lo más profundo del corazón norteño. Una vez abierta la boca sedienta de la Pachamama, las parejas comienzan con las ofrendas, sahúman el lugar con hierbas aromáticas ahuyentando los posibles males que hayan quedado dando vueltas en sus casas, se dirigen al hoyo dan de comer y beber a la madre tierra, depositan hojas de coca, chicha, alcohol y cigarrillos. Todos controlan que se consuma el tabaco hasta el final caso contrario habrá desgracia y muerte. Luego, tapa el pozo con tierra, botellas de alcohol y vino. Todos los presentes se toman de la mano para expresar el espíritu de hermandad que reina en la comunidad colla, danzan alrededor del hoyo ya tapado. Cada uno implora para prevenir y evitar todo tipo de desgracias, para que el mal no agarre al hombre y 137 lo enferme. Ella es la dueña de los pumas, las vizcachas, las vicuñas, los quirquinchos y los suris, como así también de todos los animales del campo. Se venera y se teme a la madre tierra, se ofrenda y se suplica en esa cuna del altiplano. La tierra, fuente de sustento de toda la comunidad, donde se realiza y dignifica el trabajo de hombres y mujeres. De ella obtienen los alimentos, pero, al igual que sus hijos, ella come, bebe, respira y descansa, es una madre llena de vida, pero para recibir su protección deben protegerla. Como hijos deben cuidar a su madre y como hermanos deben cuidarse entre ellos. La tierra no les pertenece, ellos, pertenecen a la tierra, son hijos rindiendo homenaje a su madre, a la fertilidad, a lo femenino. Asunta sabe que la morada de la Pachamama está en el carro blanco, en el pico nevado de Cachi, que en su cumbre hay un lago que rodea una isla y que en esa isla habita un toro de astas doradas que al bramar emite por la boca nubes de tormenta que regaran la tierra para que germine la semilla. En el lugar sagrado las parejas con sus ofrendas, piden permiso a la tierra y a los presentes, salpican el hoyo con alcohol y desparraman hojas de coca. De los distintos cuencos brotan alimentos que derraman sobre la tierra para luego compartir fraternalmente, brindan con vino y aloja. Doña Asunta, viuda de un minero, canta y hacer sonar su caja, el papel picado cubre su cabeza para que no falte la alegría. La Pachamama no acepta la rivalidad de otra mujer, es por eso que a ninguna mujer se le permite ingresar a las minas, para que la madre tierra no se enoje ni sienta celos. Miles de kilómetros al sur, otra mujer, ajena a los festejos reúnen hombres y mujeres, no hace sonar su caja ni canta bagualas. Su voz, se alza sobre 138 hombres y mujeres, vestidos de verde, sucios de carbón. Bajo el mismo cielo argentino, dos mujeres, dos compatriotas, que no se conocen entre sí ni comparten la misma creencia convocan a sus pares. Culturas distintas, pero ambas viven y se dignifican en el trabajo que les da la tierra, a unos con animales y semillas, a otros con petróleo y coque. Ninguna mujer puede entrar a las minas, pero en la capital de la provincia de Buenos Aires, los mineros sin minas siguen la sombra de una mujer que les marca el camino, impartiendo justicia, luchando por los derechos del trabajador, calzándose los borceguís, el casco y los protectores auditivos para ser representante gremial de los trabajadores mineros. Nancy, como Asunta, nunca entraron a una mina, una de ellas adora la fecundidad, la fertilidad, la procreación, la otra, la virginidad de María. Distintas pero iguales ambas representan y honran los valores de la mujer que nos regala vida. 139 NADIE MIRABA NICOLAS ALEJANDRO DIETZE Las maestras no miraban. O quizás sí miraban, y no les importaba. De todos modos uno de los niños vigilaba. El aula era un desastre, carpetas y papeles por doquier. Casi todos habían escapado al recreo. Los golpes llovían. Algo de sangre corrió por el suelo. “¿Cuántos seremos?”, pensó, “seis tal vez”. De repente se creyó más valiente. El hermoso sentimiento de la horda. Alguien gemía en el suelo. ¿Disfrutaban de esos quejidos? Si, definitivamente aquella crueldad les producía un placer extraño. Era inexplicable, algo oculto, algo siniestro les inundaba el corazón. Todos empezaron a sonreír. Sudaban y estaban alegres. “¿Por qué hacemos esto?”, reflexionó mientras usaba los puños ya que las piernas se le habían cansado. “Ese nene es boliviano”, dijo mamá en la puerta del colegio y aunque el niño había explicado que era de Jujuy, no le creyeron. Era distinto. Y le gustaba leer. “¿A quién mierda le puede gustar leer?”, pensó rabioso. El boliviano sacaba buenas notas, la maestra lo felicitaba demasiado seguido. Es sorprendente la cantidad de golpes que puede recibir un ser humano antes de desmayarse. Se le vino a la imaginación las tardes que pasaba con su abuela ablandando la carne con un martillo de madera para luego pasarlas por huevo y pan rallado. 140 Y no sólo era boliviano, además era pobre. Y eso era imperdonable. El boliviano usaba ropa de imitación, siempre las mismas zapatillas, cuidaba demasiado sus útiles y no tenía celular. Le pareció increíble la rapidez con la que el rostro humano se deformaba. Los puños bajaban una y otra vez como pistones homicidas. En aquel momento recordó un viaje con su padre cuando tenía alrededor de cinco años, algo había pasado con los autos, un choque, su padre intercambió insultos con el otro conductor, él miraba y escuchaba atento, el otro bajó del auto totalmente enfurecido, su padre bajó con un caño amarillo oculto entre el brazo y la espalda, y lo descargó sobre el otro una y otra vez, el caño dibujaba cada vez un arco más y más amplio, cada vez más y más potencia, el amarillo comenzó a teñirse de rojo. Saltó un poco de sangre, algunas personas se reunieron a mirar. Recordaba con gran nitidez la enfermiza expresión de locura en el rostro de su padre y sintió una fascinación horrorosa. Cuando su padre terminó se subió rápidamente al auto y escaparon de allí. Nunca fue castigado, nadie testificó, no fue a prisión, nada; nunca más hablaron de eso. Ese día descubrió eso que adultos llamaban “impunidad”. Todos se habían detenido menos él. Jadeaban. El boliviano no se movía. Aquello parecía sacado de una película, la sangre se iba esparciendo por el piso como si los persiguiera, algunos dientes decoraban aquel rojo espeso que le hipnotizaba. Se miraron entre todos y enseguida se formó un pacto. Eso no había pasado. El boliviano no estaba muerto. Ellos no lo habían hecho. Escaparon. 141 La escuela fue un caos. Incluso algunas cámaras de televisión se acercaron y algunos periodistas preguntaron. Los adultos también reclamaron, nada grave, estaban más preocupados porque aquello no les sucediese a sus hijos que por el boliviano. El tiempo pasó. La policía no encontró mucho, o no le preocupó. Años después el recuerdo se le iría borrando. Se convertiría en una película vista hace mucho, mucho tiempo. Conseguiría novia, un trabajo, una casa, hijos y un caño amarillo en el auto. 142 LUCÍA VOLVIÓ NICOLAS ALEJANDRO DIETZE -Lucía se fue - eso fue lo primero que dijo ni bien se sentó. El bar estaba desolado, melancólico ante el ocaso del atardecer -La hija de puta se fue – sentenció. Pablo estaba realmente consternado, los ojos perdidos, remojados y rojos, las ojeras negras, no parecía haber pasado una buena noche. -¿Cómo que se fue? – pregunté ingenuo. -Se fue, no sé, volví a casa y ya no estaba… - la cabeza entre las manos, desolado –Hace un par de días ya… hice la denuncia en la policía… parece que se llevó algo de ropa… seguro que se fue con otro la muy hija de puta… me puso los cuernos y… Pasaba de la ira a la tristeza a cada palabra. “Te lo mereces”, pensé, pero casi nunca se puede decir lo que realmente se piensa, disfrazamos las palabras, la acidez de nuestro yo interno. Por supuesto compartí su dolor, era mi hermano, después de todo. Conoció a Lucia en el barrio, se amaron, se casaron, vivieron juntos. La mediocre historia de amor de cualquier pareja. -Estoy destrozado… no sé qué hacer…- sollozaba mi hermano Pablo. -¿Y por qué pensas que se fue? Tal vez le pasó algo – sugerí. -Hace rato que vamos al mercado y la muy puta coqueteando con el cajero, ahí adelante mío… - respondió con vehemencia, como si aquella explicación fuese suficiente. 143 Me quedé mirando la espuma que desaparecía lenta en el vaso de cerveza. No nos reuníamos demasiado, algún cumpleaños, alguna fiesta familiar, algún bar de vez en cuando. En muchas de esas ocasiones Pablo iba con Lucía. Al principio no lo noté, nadie lo notó, fuimos ciegos por deseo propio. Era muy buena escondiendo las marcas, usaba maquillaje, ropa larga, una venda acompañada de alguna excusa: “Me caí”, “Me resbale”, “Fue un accidente”. Mi mente unió las piezas durante el verano, cuando venían a la pileta de casa. Era imposible no notarlo, incluso cicatrices en la piel, marcas de quemaduras, cortes, raspones, era un espectáculo diabólico. Pero la hipocresía siempre puede más que la consciencia y nunca nadie comentó nada. Lentamente se convirtió en un secreto a voces. Miramos para otro lado, sin comprometernos, esa era la decisión más fácil, más práctica. Lucía solía llevar un pañuelo en el cuello, tenía varios, de variados diseños, pocas veces se dejaba ver el cuello. Mi imaginación siempre pensaba lo peor, pero nunca me anime a preguntar. Como la mayor parte de las personas esquivaba comprometerme con cualquier situación desagradable. Indagar no era el estilo de nuestra familia. Pablo miraba la calle, la vista perdida. Nunca logré entender su personalidad, comprender ese amor deforme que los envolvía, porque déjenme aclararles, Pablo amaba con toda su alma a Lucia, era el amor de su vida, de eso no hay dudas. Pero su forma de amar era inexplicable, retorcida y perversa. Y Lucia lo aceptaba, obedecía totalmente en silencio. Nunca pidió ayuda, nunca lo comentó con nadie. Simplemente lo sabíamos. Incluso quedó embarazada dos veces, y en ambas sufrió un aborto 144 espontaneo. “Es natural”, respondían los médicos, que también sabían, pero actuaban con disimulo. Lentamente comencé a sentir asco por Pablo, me costaba sostenerle la mirada, ocultar la aversión, mantener una charla, darle la mano. Pero aprendí a disimular, después de todo, era mi hermano. Aquel día en el bar sentí alegría por lo que Pablo me contaba, por Lucia que había podido escapar, por su coraje para huir de toda esa mierda sin mirar atrás. Por eso no supe que responder. Me era difícil ocultar las sonrisas, por lo que me excuse y me retire. Estaba contento por Lucía, por la tristeza de Pablo y todo aquel acto de justicia divina. “Ojala no sea estúpida y no vuelva”, pensé mientras saludaba desde la puerta del bar. Unos días más tarde la policía se acercó a mi casa, preguntas de rutina por la desaparición de Lucia. Conté lo que sabía, fui lo más sincero posible, los policías parecían aburridos, distraídos. Se les notaba en el rostro que todo el caso les importaba un carajo. Anotaron algunas cosas más y se fueron. Unas semanas después Pablo me citó desesperado. Cuando llegó tenía el rostro desencajado, parecía haber visto a Lucifer. Los ojos desorbitados, una costra de baba seca en la comisura de los labios. El temblor en las manos le impedía sostener el vaso. -Lucia volvió – escupió sin darme tiempo a sentarme. -¿Cómo que volvió? – pregunté aún parado, atónito ante aquella afirmación. -Volvió, ayer, golpean la puerta de casa y era ella, parada, ahí delante mío…el horror le iba desencajando el rostro. -¿Y porque estas así? ¿No era esto lo que querías? -Vos no entendes… 145 -¿Qué cosa no entiendo? -Lucia me mira… no habla, y por más que le preguntó no me dice nada… me mira nada más, como una loca… se sienta en la cocina y me mira… se sienta en la cama y me mira… se sienta en el baño y me mira… todo el tiempo… le grité… lloré… le pegué… le rogué de rodillas y nada, siempre lo mismo, un silencio insoportable, una mirada espantosa…- estrujaba el vaso entre las manos, observaba para todos lados como buscando algo. -¿Pero vos te estas escuchando? Lo que decís es una locura – respondí. Una súbita enajenación le enrojeció los ojos, giró el rostro lentamente, me clavó la mirada, un miedo frio me recorrió la espalda. El tiempo se detuvo, nadie podía moverse. Pablo se acercó lentamente y susurró: “Lucía… yo me la quedé… para siempre… y volvió…”. Se levantó y salió corriendo, como si la muerte lo persiguiese. Unos días más tarde lo vi por última vez, lo mostraron en el noticiero de las nueve, estaba muerto, parecía un suicidio, se había ahorcado entrelazando varios pañuelos, de variados diseños. Y no sólo eso, bajo su cama encontraron, semiputrefacto y sonriendo, los restos sepultados de Lucía. 146 PROPÓSITO VIVIR ANA ISABEL DÍEZ RODRIGUEZ Tengo que aprender a llamarla soledad, a decir su nombre sin miedo, sin rencor, sin pena. Aprender a quererme, a saber que estoy sola, rodeada de una familia invisible, solo presente en las horas de la comida o en los fines de semana. Debo de curarme, y dejar pronto de tomar pastillas para dormir, para reír, para hablar, para estar muda… solo por el hecho de que me sienta mas fuerte y acompañada, debo de dejar de fingir que ellas son las culpables de esos pequeños momentos lucidos, donde disfruto y me siento feliz, atractiva, fuerte, cuando en realidad el resto del tiempo lo único que me apetece es llorar, dormir, olvidar que entra el sol por la ventana, que suena el despertador. Tengo miedo de haber vuelto a fracasar en el amor como ocurrió con mi primer marido, pero no puedo creer que sea una mujer mutilada en sentimientos. Tengo mucho que dar, ni siquiera puedo decir todavía, porque es algo que me ha acompaña siempre como el color de mis ojos. Pero últimamente me he empeñado en preguntarme, ¿quién tiene el derecho de recibirlo? Exigir que me quieran como yo lo hago, seria una descompensación, porque siempre he amado demasiado, me he desvivido por mi familia para que nada les faltara, olvidándome por completo de mi. No puedo ni debo establecer unas medidas y menos ahora, seria tan difícil como si me quitaran la lavadora y volviera a lavar a mano, demasiado tiempo haciendo lo mismo, demasiado mayor para partir de cero, demasiado abatida para volver a escribir un poema que rime, que me haga llorar como antaño, que 147 refleje mis sentimientos sin pensar como hacerlo, que las palabras salgan solas, que mis dedos se deslicen escuchando lo que mi corazón me dicte, con pureza y sin rencor, que lejos quedan aquellos días… Demasiadas contradicciones opuestas que acabarían por dejarme más maltrecha de lo que ya estoy, más insatisfecha de lo que ya me encuentro. Prefiero dedicar menos tiempo a dar vueltas a mis pensamientos, desahogarme escribiendo con crueldad lo que me revienta por dentro, sin delicadeza, esculpir cada palabra golpeando mis dedos contra el teclado, depositar mi rabia, tomarme un café y disfrutar de este momento apacible, mientras cae la noche y todos duermen. Miro en Intenet y sonrió con burla por algunos comentarios de hombres que buscan mujeres con el mismo canon, meditado y estudiado en largas horas de almohada. Los mismos que pedía mi pareja cuando lo conocí, “una mujer noble, con buenos sentimientos, que sepa amar, escuchar, compartir” y un largo etc, etc., me pregunto, ¿para que pedir tanto?, extravagancias para ser diferentes y admirados o cosas sencillas y verdaderas en las que realmente creen, de cualquiera de las maneras todo me parece mucho, si se conforman con tan poco, la verdadera búsqueda seria: una mujer generosa en todo, que no malgastara el tiempo con tonterías, que ame lo suficiente a su familia para ser una buena cocinera, una madre sacrificada, una buena amante, una esclava de su prole, que sepa escuchar los problemas sin contar los suyos, que comparta todo sin esperar demasiado. Estas palabras a muchos les incomodarían, a los que jamás han pedido y han dado, les parecerían justas y tal vez hasta graciosas, a mi me parecen muy 148 apropiadas y en este momento me siento fuerte como para discutirlas, sería como comprar un Picasso y meterlo en el armario para disfrutar de él cuando ven sus camisas planchadas o los pantalones ordenados. Tantas virtudes guardadas en un cajón, desperdiciadas ente los jersey y los jaboncitos de olor, ¿para qué?, para darles la seguridad de que pueden respirar tranquilos viendo el trofeo encima de la televisión, mientras tu o yo pasamos el paño pata quitar el polvo. Mi enhorabuena y mi satisfacción porque se que no todas lo hacen. No voy a pensar que soy un problema de mujer, prefiero pensar que son unos desagradecidos, a los que les das la vitamina del amor cuando están débiles y la rechazan sin miramientos cuando vuelven a ser fuertes. Dicen que a la tercera va la vencida, puedo asegurar, que no va a ser mi caso, digamos que soy algo imperfecta y lo soy y llega el orden perfecto el que crees que pide lo normal y tú lo crees y al poco tiempo o tal vez mucho si es de naturaleza tranquila, te lastima el corazón pensando lo poco que pide el pobrecito y lo mucho que se merece y al final te cuelgas de su brazo para apoyarle, para amarle, para ayudarle…¿ y que descubres?, al cordero vestido de lobo que poco a poco se come a su compañera o te deja vivir malherida y lo peor de todo, es que el cuento sigue, si no somos capaces de dar el primer mordisco. La psiquiatra dice que tengo depresión, yo lo llamo desilusión, incertidumbre, miedo a discutir de nuevo por hacer realidad eso que llaman comunicación y entendimiento y que acaba convirtiéndose en rabia, dolor, incertidumbre… Voy a tomarme las pastillas, para mí desgastado ánimo o para mi premenopausia. Haré recuento de las tareas que debo de llevar a la practica y que yo misma me he asignado con dureza, para seguir siendo una mujer con 149 los mismos valores que siempre he tenido, pero sin malearme interiormente, ocupare mis sentimientos en mi propio interés , seré egoísta sin serlo, iré a la peluquería para verme bien aunque nadie me vea, me mimare frente al espejo, me pondré aquel camisón de seda que tanto me gustaba, me veré gorda pero graciosa, atractiva pero no arrebatadora, pondré la música que me gusta cuando él no esté, bailare hasta tener agujetas sin ningún remordiendo ni frustración, hablare algo más con mis vecinas o tomare un café con alguna amiga, me apuntare a un gimnasio, y me quedare a comer en el trabajo, para escuchar los problemas ajenos, tal vez así, entenderé que los míos no son pura ficción… 150 BELLA DURMIENTE MARÍA JANIRE DOMÍNGUEZ ANDRADES Erase una vez en un país no tan lejano, dos jóvenes princesas llamadas Blancanieves y Cenicienta. Siempre atareadas no tenían tiempo para dedicarse a sus hobbies, pues debían atender a los enanitos, coser los vestidos de sus hermanastras para los bailes, hacer la comida, recoger los cuartos, barrer la casa, limpiar las ventanas, ir a la compra… Después de todo el día trabajando tenían que escuchar y ser amables con los enanitos que venían de trabajar y con sus hermanastras que necesitaban que Cenicienta escuchase sus historias. Una hermosa mañana Blancanieves dormía plácidamente hasta que Gruñón la despertó de un grito. “¿Qué haces aún en la cama? ¿Y nuestro desayuno?”. Blancanieves trató de explicarle que estaba muy cansada ya que el día anterior había tenido que limpiar todos los uniformes de los siete. Pero Gruñón haciendo un esfuerzo por calmar sus nervios, le dijo que su trabajo era un lujo. En cambio ellos sí que trabajan duro durante todo el día. Así pues Blancanieves tuvo que atender a los siete hombrecillos, para seguidamente ir a hacer la compra a MercaDuende. Allí mientras seleccionaba las manzanas, se encontró con su buena amiga Cenicienta que parecía un poco triste. Cuando le preguntó el motivo de su tristeza Cenicienta le confesó que había discutido con sus hermanastras porque ya no cantaba mientras hacía sus deberes y eso las enfadaba ya que apreciaban una bonita voz mientras leían o jugaban. 151 Aguanta un poco Blancanieves, cuanto más trabajes y más te esfuerces; sin quejarte y sonrías, cantes y hagas feliz a los siete enanitos, antes vendrá tu adorado príncipe azul que te llevará lejos en su blanco corcel para que seas la reina de su castillo.- comentó Cenicienta ilusionada. De camino a la caja se encontraron con la Reina de las Nieves, en la sección de cosméticos, hablando con un brujo que vendía hechizos para permanecer más joven. -Buenos días, ¿Cómo te encuentras?- preguntó dulcemente Blancanieves. La reina no le contestó y fue un oráculo, que en ese momento se encontraba limpiando el pasillo, el que le advirtió del mal genio de la reina. - Antes solía ser una joven alegre y dicharachera, pero pasaron los años y su esposo decidió abandonarla por una ninfa del bosque más joven y alegre. Sola en un castillo enorme y en un país muy muy lejano al suyo… De camino a casa Blancanieves no paraba de preguntarse si algún día realmente llegaría su príncipe y si fuese así, ¿Tendría que estar preocupada en ser la más bella del reino? Fue entonces cuando se encontró con un vendedor ambulante que maravillado por su belleza le regaló un viejo espejo que cierta reina había vendido harta de que el espejo le dijese que no era la más bella. Blancanieves valiente quiso hacer una pregunta, pero el espejo sólo le mostraba su imagen y no dejaba de repetir “Tú eres la más bella del reino” con cada pregunta. Mientras tanto, Cenicienta volvía a discutir con su madrastra ya que la muchacha estaba leyendo esos libros de medicina que tanto le gustaban. El 152 alboroto de las hermanastras peleando las sobresaltó. La noticia del próximo baile real donde el príncipe elegiría su esposa, era una gran noticia para todas las féminas del reino. Ya que era una gran oportunidad de lograr la felicidad que tanto deseaban. Cenicienta ansiosa por poder salir y divertirse, acordó con su madrastra hacer todas las tareas para poder ir al baile. Se hizo un bellísimo vestido, estuvo trabajando durante todo el día, muy ilusionada. Pero cuando se disponía a salir, su madrastra le rompió su precioso vestido y le impidió salir. Lloraba, cuando un hada madrina apareció, y le hizo una pregunta que Cenicienta no supo responder: “¿Quieres encontrar a tu príncipe y ser feliz?” Blancanieves miraba fijamente el espejo. Esperando a que le dijese algo que no fuese relacionado con su belleza. No quería ser sólo una chica bella, sabía que algún día todo eso se acabaría. Entonces fue cuando recordó a su madrastra, obsesionada con ser la más bella, había intentado matarla. Hasta aquel momento, no se paró a pensar lo difícil que había sido la vida de su madrastra al igual que las de tantas y tantas reinas que antes de serlo fueron princesas esperando un príncipe azul que las salvase para luego necesitar remedios o soluciones desesperadas para que esa felicidad efímera siguiese existiendo. El hada madrina ofrecía a Cenicienta lo que cualquier princesa quiere. Estuvo pensando y con una sonrisa le respondía: “no gracias prefiero ser feliz”. A partir de ése día ambas princesas decidieron buscar su propio final feliz, Cenicienta estudiando medicina y Blancanieves encontró una familia que la quería por aquella belleza que nunca muere la del alma. 153 Así pudieron darse cuenta que sus cuentos eran muy parecidos a otro, vivían dormidas e indiferentes a una realidad. Ése cuento donde son bellas durmientes, en el que viven desgraciadamente otras princesas aunque cada vez son más las que despiertan. 154 ELLAS Y NOSOTROS, NOSOTROS Y ELLAS JUAN DURÁN VELASCO Debo estar predispuesto a observar los elementos que componen la naturaleza, a veces tan extraños y enfrentados, a la vez que diferentes y en práctica el valor solidaridad entre todos los que disputan en el mismo medio. Debería ser por tanto inseparable el valor de la igualdad, entre las personas, mujeres y hombres, a niveles educativos, económicos, sociológicos, políticos, culturales, ecológicos, de protección de la salud, de la familia... Viendo el comportamiento social transmitido desde tiempos remotos, me lleva a entender de la no superación de la tradición bochornosa, de la desigualdad entre hombres y mujeres, que impide el abordar los problemas en condiciones horizontales, no como hombres acá y mujeres allá. Esa acusación de injusticia puede ser aplicada igualmente en lo concreto, a mujeres que consiguieron poder: económico, político, cultural... en relación con los hombres, con los niños y sus congéneres por su situación política y económica, aunque sea en menor cuantía. La superación social de esas desigualdades que recluyeron a las mujeres en el torreón de la cocina, la sala de partos y objeto expuesto y manoseado, sin derecho a obtener la contraprestación que requieren las acciones donadas como tributo de los sentimientos. Las sensaciones que vibraban dentro de mi eran contributivas, al ver producirse las manifestaciones que ofrecían, la noche y el día, el día y la noche, sin que nada alterase la normalidad. 155 Los hombres y mujeres, reciben mensajes de ejemplos lejos de lo que vienen haciendo entre ambos sexos, practicando una acción que puede ser calificada de trasnochada, antigua, miserable, nada que ver con las necesidades que se dan en estos tiempos. Mi reflexión me llevó al que había sido mi comportamiento en relación con mi madre, mí más querida mujer; pedía esto o aquello y era igual que si se lo hubiera mandado mi autoritario padre, ella tenía la conciencia de que mi necesidad la debía cubrir ella. Si un día me unía a una mujer, la seguiría tratando como lo había hecho con mi madre si no aplicaba las nuevas ideas que afloraban a mi mente y que estaban en el ambiente a la espera de que la lenta maquinaria social las hiciera suyas. Oí los lamentos que provenían de una niña y a la madre, que al unísono con las bofetadas le decía que la odiaba. El motivo que aducía para reprimirla era el de haber nacido mujer y no poder realizar trabajos de hombre. Pronto me encontré frente a otra, esta vez era el padre, que recriminaba, a la vez que azotaba el trasero de un niño al que le gritaba, ¿por qué no has nacido mujer? La niña por haber nacido mujer, el niño por haber nacido hombre, por no cubrir los intereses de ambos padres. Estaban siendo maltratados por igual, después potenciarían por ellos mismos, esa inhumana manera de comportamiento; desigualdad de clase; desigualdad de fuerza; desigualdad de género; ausencia de racionalidad; con la connotación de lo que representaba la diferencia de sexos que sus mayores venían sufriendo desde que nacieron. Pasé al lado de una cuadrilla de mujeres jornaleras. Estaban tapadas por todas las zonas de su cuerpo. Se veían obligadas a cubrirse al máximo para que el sol 156 y el aire, no las ajara de manera que no pudieran estar atractivas a los ojos de los pretendientes; novios, maridos, amantes..., que las esperaban con su carga de voraz apetito de unas carnes y unos sentimientos, agotados por el esfuerzo de aquellas largas jornadas de trabajo. Mandadas por una manigera, equivalente al manigero que mandaba a los hombres. Cumplían a rajatabla los mandatos de los dueños. Dejando claro a las cuadrillas, que para ganar un salario, tenían que estar en perfectas condiciones lo demás no importaba. Me integré en la cuadrilla de los hombres. Ellos no tenían que aparecer apetecibles, habían sido modelados desde la escuela (el que pudo asistir, lo mismo que ellas) en la que los cultivaron con valores, tradicionales, el hombre por encima de cualquier aspecto de la vida, incluyendo la diferencia entre géneros, no solamente entre sexos, para eso estuvieron en aulas de niños, como requería la tradición machista de rancia moralidad. Ellas en las de niñas, donde las enriquecían con la resignación y sumisión, ante los problemas que pudieran darse en relación con el hombre, casadas o en cualquier circunstancia deberían mantener una disciplina acorde con lo que representaban las situaciones morales, cívicas o jurídicas, sin aspiraciones a ser iguales ante nada. Mientras labraba las plantas de algodón. Veía que se producía una acción interactiva entre estas y la tierra, se complementaban llegando a producir una simbiosis espléndida de conjunción. Igual en los ríos que aprovechan los cauces que la tierra ofrece, también entre ellos se produce la misma interrelación recíproca. 157 Con ese pensamiento llegué a la conclusión de que la maquinaria funciona bastante gripada. Pero para conseguir los derechos que corresponden a las mujeres, (y más allá a todas las personas) solamente cabe la acción continuada que crea sinsabores, pero que brinda muchas satisfacciones cuando se obtienen resultados positivos. La igualdad entre hombres y mujeres, iguales derechos y obligaciones, parecía una utopía. Pero defender la igualdad, es defender la dignidad, defender la vida que con tanta facilidad se pierde, casi siempre entre las mujeres, muertas a manos de sus maridos, novios o amantes, cuando se enfrentan a ellas con el único argumento de la sinrazón. La idea de que no será posible conseguir la igualdad si antes no ha existido una elevación de la comprensión de madres y padres indistintamente, ¿cómo van a ser los guías en la andadura de un camino que no es conocido? Y la de que la igualdad entre mujeres y hombres, hombres y mujeres, llegará con el paso del tiempo, sin que nada ni nadie pueda evitarlo. Pero será posible cuando los niños, ellas y ellos, ellos y ellas, nazcan sintiéndose diferentes e iguales, como personas capaces de pensar y decidir unidas en todo lo que les afecta comúnmente en la vida 158 CAMINO HACIA LA SOLEDAD MARÍA JOSÉ DELGADO HERNÁNDEZ - ¿Hay alguien?- pregunté a gritos desde la calle, asomada entre los barrotes despintados color verde botella de una vieja cancela de hierro. No recibí respuesta. Me giré hacia la izquierda, hacia donde desembocaba un camino empedrado, inclinado, estrecho, solitario, y protegido por dos muros que le acompañaban hasta donde alcanzaba mi vista; el de la izquierda, alto, soberbio; el de la derecha, de piedra, más bajo, aislaba a una extensa propiedad del mundo exterior. Volví a la oxidada puerta de hierro; observé que un cartel despegado informaba sobre la venta de la finca. Sí, éste era el lugar. La vieja puerta de hierro no estaba cerrada; la empujé hacia dentro; el óxido acumulado durante años había endurecido las bisagras, y al abrirla, un fuerte chirrido delató mi presencia. - ¿Hay alguien?- volví a preguntar mientras caminaba lentamente por un sendero de tierra; un sendero que me conducía hasta un viejo caserón. La vivienda, una vetusta construcción encalada, de aspecto solemne, compuesta por tres plantas y una buhardilla, se levantaba a unos veinte metros de la cancela. Sin darme cuenta, el camino de tierra me había adentrado en un oasis; un oasis en medio del caos urbanístico provocado por el crecimiento indiscriminado de viviendas en los últimos años. Un oasis habitado por nísperos, ciruelos, manzanos, almendros, viñedos, rosales, olivos, perales; pequeños huertos cubiertos de plantas de tomates, pimientos, melones, sandías, calabazas, berenjenas, calabacines; estos pequeños huertos 159 salpicaban los espacios vacíos que quedaban entre los árboles frutales; el modo de ubicarse las hortalizas daba un aspecto desordenado, salvaje, dinámico a los bancales de aquel lugar; un lugar delimitado por un muro forrado de hiedra y parrales que intentaban escapar trepando por las piedras, encaramándose con sus ramas pobladas de un denso follaje. Más allá, a la derecha, a unos cien metros del caserón, un tupido bosque de altos carrizales convertía el viejo muro de piedra en una muralla infranqueable. Hipnotizada por aquel nuevo mundo, no me había percatado de la presencia de un pequeño chucho saltarín, color canela, de pelo corto, orejas respingonas y mirada de ratoncillo; el simpático animal intentaba llamar mi atención moviendo alegremente la cola; tras agotar todo su repertorio de señales de bienvenida y no recibir ninguna muestra de agradecimiento por mi parte, el perro comenzó a recriminarme con agudos ladridos. - ¿Quién anda ahí?- gritó alguien entre las ramas de un gran olivo. Tras un breve silencio, apareció Paco, un anciano regordete, bajito, de cabello blanco y frente amplia. - ¡Cállate Chispa!- ordenó el anciano al enfadado chucho, y Chispa le obedeció. Paco estaba a punto de cumplir ochenta años; poseía mirada blanda, opaca, inexplorable; una mirada de color verde escondida tras unas lentes; caminaba despacio, con pequeños y monótonos pasos; si yo me detenía a observar, él continuaba caminando; si yo me adelantaba, él continuaba caminando tras de mí con sus pequeños y monótonos pasos, siempre con el mismo ritmo. Aunque se encontraba en la recta final de su vida, se le veía ágil, activo; subía 160 por los ribazos sin problema, cruzaba las acequias con pequeños saltos; en esta época del año, en septiembre, comenzaba con la recogida de almendras y más adelante, a partir de noviembre, la de la aceituna; con un gran palo golpeaba él mismo las ramas de los almendros y de los olivos cargadas de frutos, después los recogía, y los intercambiaba por otros productos con sus vecinos. La mayor parte de árboles que se encontraban en la finca, me explicaba Paco, los había plantado él; durante los casi veinte años que llevaba viviendo en esta propiedad había injertado, podado, sembrado olivos, almendros, perales, manzanos, nísperos, ciruelos, rosales, higueras. El anciano se mostraba tranquilo, sereno, y a mi llegada, poco hablador; después, cuando iniciamos la visita por la finca, comenzó a ofrecerme, de buen agrado, diversos productos de su huerta. "Cutxa qué tomates, ¿te quieres llevar unos cuantos?", me preguntó al pasar por las tomateras. "Mira qué ciruelas, toma, pruébalas, ya verás qué dulces están", me ofreció cuando nos acercamos a un ciruelo. "Y la uva, coge un racimo ¿te pongo en una bolsa para que luego te las comas de postre?", me dijo delante de un gran parral. A Paco, en su juventud y madurez, se le había conocido por ser emprendedor y visionario en los negocios, pero, también, por ser inconstante, variable y caprichoso. El responsabilidades, anciano había sin elegido vivir solo, preocupaciones; había sin ataduras, elegido vivir sin libre, independiente; hacía más de un cuarto de siglo que había escapado de su familia; de su esposa, una guapa andaluza, morena, de grandes ojos castaños, una mujer valiente de frágil apariencia por la que sentía unos celos enfermizos; había escapado de las obligaciones que acarreaban sus tres hijos; 161 pero, antes de marcharse, les había enseñado a tener miedo, a llorar, a callar, a enmudecer; la esposa valiente de frágil apariencia era un impedimento para vivir su libertad, y la odiaba por ello, y ese odio se extendía hasta sus hijos; con su familia se sentía atrapado, prisionero, furioso, así que decidió marcharse de la ciudad, dejar a su esposa, a sus hijos, y volver solo al pueblo. Una vez alcanzada su tan ansiada independencia, Paco comenzó una incierta, tormentosa vida: apartaba de su camino a quien le resultaba un obstáculo para cumplir su voluntad; en su nueva etapa nada ni nadie le impedía comprar, vender, regalar, beber, conquistar, ser conquistado. El anciano había optado por terminar sus días en aquella finca propiedad de un antiguo compañero de trabajo que se había marchado a vivir a Tarragona. La serenidad, sosiego, los había alcanzado en ese lugar, solo, con Chispa. - ¿Cuándo volverás?- me preguntó Paco con cierto brillo en su mirada. - No lo sé papá, me resulta muy difícil venir- le respondí con aparente serenidad mientras cerraba la vieja cancela y me alejaba con pasos lentos, firmes, por aquel camino empedrado, inclinado, estrecho, solitario. 162 MARTINA MARÍA JOSÉ DELGADO HERNÁNDEZ ¿Quieres probar algo nuevo?- preguntó la tía Juana a Martina mientras deshuesaba unos maduros dátiles y los colocaba en un cuenco de porcelana. Martina tenía cinco años, pelo corto, rizado y negro; era menudita y sus ojos del color de la miel siempre se mostraban alegres, observadores. La pequeña pasaba el mes de agosto en casa de la tía Juana, una joven viuda, atractiva, de cabello gris y semblante triste; la joven viuda tenía dos hijos, Jacobo y Jimena. La tía Juana se había casado en el pueblo, había parido una hembra y a los dos años le había venido el varón; con los hijos adolescentes se marchó tras su marido a la ciudad, en busca de trabajo; un año y tres meses después, el destino caprichoso deseó que su marido dejara la vida en la carretera, y que la tía Juana se quedara angustiada, sola con dos niños. Cuando Jacobo abandonó la adolescencia, cumplió la mayoría de edad y obtuvo el carnet de conducir, decidió, junto a la tía Juana y su hermana Jimena, volver al pueblo a visitar a la familia, conocer a los nuevos primos y recuperar los olvidados y lejanos recuerdos; fue allí donde descubrieron a Martina. La pequeña se marchó con su tía y sus primos a la ciudad, a pasar el verano. Después de un largo, agotador, asfixiante viaje, la niña llegó junto con su nueva familia a su nueva casa; una casa oscura, austera, de largo y estrecho pasillo por el que se accedía a unas habitaciones empapeladas con grandes flores marrones. En su nuevo destino, Martina descubrió el mar, su olor, la fina 163 arena; descubrió los fuegos artificiales, el movimiento incontrolado de los cohetes; descubrió los colores de la noche, las calles iluminadas por un sinfín de bombillas rojas, azules, verdes; descubrió el incesante sonido de las fuentes de agua, y la magia que desprendían cuando se vestían de luz. Al atardecer, cuando el calor sofocante comenzaba a abandonar las calles, la niña salía a pasear con la tía Juana; bajaban hasta la gran avenida que cruzaba toda la ciudad, de este a oeste; una gran avenida sembrada de raíles por los que serpenteaban monstruosas locomotoras arrastrando sus pesados vagones; tía y sobrina, después de superar aquella encrucijada de vías, llegaban, por fin, a su destino, el Parque Municipal; allí, Martina extraía de sus bolsillos trocitos de pan que había guardado antes de salir de casa y los lanzaba a los patos; las palomas que, sobre las altas palmeras, observaban atentas, nerviosas, comenzaban a acercarse tímidas hasta la niña que les ofrecía el pan desmenuzado; con un picoteo rápido, rítmico llegaban hasta la palma de sus manos, y Martina se quedaba inmóvil, paralizada, rodeada, acosada, cada vez más, por grupos de aves que surgían de la nada; la tía Juana, entonces, se acercaba, desplegaba bruscamente su abanico negro, y las palomas, asustadas, levantaban el vuelo provocando un gran tropel y una inmensa nube de polvo y plumas; en ese momento la niña se sentía liberada, tranquila, salvada. A Martina le fascinaba andar descalza, sentarse por la noche en el balcón, asomar su carita y observar atenta el bullicio de la calle, el ir y venir de desconocidos; la pequeña se quedaba absorta mirando a una madre que paseaba con su hija, a una niña cogida de la mano de su hermana mayor, a 164 una señora que paraba delante de un escaparate, a una joven que paseaba agarrada del brazo de un señor. Desde el balcón, Martina podía divisar, también, el lugar de trabajo de su primo, en la acera de enfrente, en un local ubicado cincuenta metros calle abajo; cuando veía salir de aquel lugar a los trabajadores, buscaba con la mirada a Jacobo. - ¡Primo! ¡Primo!- gritaba en cuanto conseguía localizarlo. Entonces, Jacobo la miraba, sonreía, desaparecía por unos minutos, y volvía a aparecer con algo escondido. Martina, nerviosa, agitada, se incorporaba rápido, corría hacia el oscuro pasillo que la llevaba hasta la puerta de entrada, y se quedaba allí, parada, hasta que escuchaba cómo su primo ascendía por las escaleras, se aproximaba hasta la puerta, introducía la llave en la cerradura, la giraba una vez, luego otra vez más, empujaba la puerta, entraba y le preguntaba: - ¿Sabes qué te he traído?- Martina reía nerviosa, y saltaba, y daba palmaditas, y agarraba fuertemente el bajo de su falda; su larga espera, su paciencia tenían recompensa; la pequeña descubría cada tarde el sabor del limón helado, la sensación de su zumo derretido entre sus diminutos dedos. - ¿Quieres probar algo nuevo?- preguntó la tía Juana a Martina mientras deshuesaba unos maduros dátiles y los colocaba en un cuenco de porcelana. La niña asintió con la cabeza. - La leyenda cuenta que el forastero que prueba los dátiles de la ciudad de las palmeras, y los encuentra sabrosos, algún día volverá a este lugar para quedarse- le explicó la tía Juana con una sonrisa. 165 La niña cogió un dátil, lo presionó con sus dedos, lo olió, se lo echó a la boca, cerró los ojos, lo masticó lentamente, lo saboreó, y sintió que aquél era el fruto más dulce que había probado jamás. 166 EL BUSCADOR DE DIOS ENTRE LA NIEBLA ERIC ECHEVERRI Empuja la verja de la fe, si la infamia toca a la puerta del horror Acabo de leer el periódico esta noche y en su primera página el diario esboza una foto de un hombre en un recodo de este mundo. Su nombre es Ricardo Pulga. Vive él, en ese instante pasajero de su vida, en una parte de este globo al cual no he puesto pie en tierra y poco conozco sobre aquel país en el otro lado del extenso mar. Ricardo Pulga tiene un ojo amoratado y una venda que le ayuda a mantener su cuello inmóvil. Sus ojos negros poseen la incertidumbre de un destino que él presiente es fatal, y su mirada triste dejan denotar que Ricardo Pulga parece rastrear a su alrededor por alguien que lo ayude a sanar o curar su herida en su pierna derecha ensangrentada, amoratada y quebrada en muchas partes de su intacto esqueleto excepto ahí, donde la herida duele y el dolor se vuelve insoportable. No sabe él que la herida es la ventana de la muerte para toda su humanidad. Ricardo pide ayuda, pero ha caído en un hospital que se debate en caos y agonía, pobreza e incertidumbre, y para sumar lo lejano del sitio hace de la medicina un cara hambrienta por dinero. Es así como la vida presenta a éste hombre de tan solo veinte siete años, la puerta a los jardines de lo eterno. La furia de un viento huracanado también ha tocado a las puertas de éste recinto de salud publica, anegado sus oficinas y sus recintos, creando caos y agonía, 167 escases e incertidumbre, y las medicinas comienzan a escasear, y cada poción para la cura de cualquier mal, se vuelve un trueque entre dinero y opulencia. La expresión de Ricardo no incita al lector a pensar que él quiere sonreír. Comenta el panegírico en su primera pagina que su muerte acecha el destino de la familia en forma drástica al ser él único hombre en una familia que se jacta de procrear mujeres, siendo solo él, el campesino que con sus manos ara y siembra la tierra para ganar un sustento a una generación de hijos que el había procreado con su esposa Marycris Pulga. Deja plasmada la cámara del fotógrafo la imagen de Ricardo en ese instante de tiempo y ésta produce en mi la sensación de un hombre en su delirio, como un ser que no avecina la cercanía de su propio desastre sino mas bien la de un ser centrado en el destino final de la familia. Intuyo también que el hombre aquél no tenia un miedo al acecho de la muerte, porque que el presumía que ella estaba lejos en el almanaque de su propios calendarios. Un viento huracanado había invadido su terruño cerca de la playa y en uno de sus soplos mortecinos, un coco verde arrancado de una palmera costera por la fuerza del ventarrón, trajo la desgracia de quebrar su extremidad al él salir de su bohío para ir a buscar un refugio mas seguro para él y su familia. Divago en la creciente oscuridad de mi ignorancia sobre la idea de un ser divino, y me pregunto si el destino tenía como sorpresa para Ricardo Pulga el encontrarse al siguiente día con un Dios profeta. Un atributo de lo divino debe ser la irrealidad, porque parece no actuar ante el desastre a pesar que lo infernal se extiende y agrava la vida de un ser humano. Más, si lo divino no fuera vivir en un silencio aparte, entonces el horror podría 168 haber sido mitigado por la pureza que lo celestial profesa, y así producir un milagro bajo la aureola de su propia magnitud. Un milagro que hubiera contradicho lo escrito y el fin último de este hecho tan alejado de la óptica de todo aquel que pasa distraído ante el acontecimiento real de lo ya escrito y hecho. Siento que lo divino es desigual porque la pobreza no justifica una muerte en vano. Me es difícil explicar los hechos que acontecieron a continuación porque la atrocidad y las sensaciones inconexas entre paciente y medicina no parecen tener un fin a este episodio verdadero. Parece ser un don del oprobio la inclemencia que a veces acontece en la cual un ser humano juzga el impacto o la vida de otro y cruelmente escoge en razonar que la muerte suceda como fin último de ese alguien. Ricardo siente que la herida comienza a invadir sus partes vitales después de muchos días de su lesión no ser atendida por el cuerpo medico. La fiebre empieza a mostrar el camino de un cuerpo en lucha contra la septicemia, porque Ricardo Puya nunca recibió antibióticos puesto que el destino lo marco con la miseria y sin un centavo en sus bolsillos, en ese momento de caos la medicina pone valor al remedio y deja a un lado la principal razón de la especie; eso es, la bondad del ser humano. Es tarde cuando el cuerpo medico decide cercenar su pierna y el hombre muere en cuestión de días porque sus órganos vitales no responden mas a su propia alma. 169 Ultraje y odio se combinan en la lectura del New York Times al día siguiente cuando miro la foto de la nueva viuda Marycris Pulga acompañando a lo que queda de la humanidad muerta de Ricardo Pulga cubierto con una sabana blanca para que el lector no se abrume ante la escena. Los ojos de Marycris Pulga esbozan el trueque de oraciones a un Dios incierto, que solo flotan moribundas en la penumbra hacia un mas allá que nadie puede ver. Realmente solo veo el destino incierto de un una mujer en una tristeza profunda con alma que deambula ahora sola en aquél valle de lagrimas que Ricardo Pulga ha dejado atrás con su partida y presenta un desierto sin milagros ante una oración que se cansa de pedir mas nada ha de venir. El brazo de Marycris Pulga abraza el cuerpo inerte de quien en vida la hizo feliz y dio muchas sonrisas y sueños pasajeros con el hombre que ha caído en el abismo de lo eterno. Siento una tristeza que se convierte en rito e incertidumbre en mi sentir, cada vez que piense en el destino de esa alma que se ha ido, y lo menos que puedo hacer es convertir su vida en esta historia, antes de que el olvido también invada mi presente y mi mente y pase yo a discurrir en otras cosas mundanas que no dan pie a discernir en el pensamiento la ideas sobre creencia y fe. Valga pues la duda como despedida para aquel que quiera acompañar un momento de reflexión dentro de su vida rápida y desvariada. 170 LA RUBIA DE KENNEDY MUNIR EDUARDO ELUTI CUETO Si vas por Avenida Kennedy y ves una rubia de abrigo de piel blanco haciendo dedo, no la lleves. De lo contrario, la señorita se pondrá a gritar y llorar antes de desaparecer fantasmagóricamente de tu auto. Este caso explotó y se hizo popular en 1979 con decenas de denuncias en la comisaría de Las Tranqueras. Un año antes, una chica había muerto tras una cena con su pareja, en un accidente automovilístico en dicho sector, en las esquinas de Avenida Kennedy y Gerónimo de Alderete ¿Coincidencia o no?. El diario “La Segunda” afirmó que un familiar de la víctima, había llamado para ratificar el hecho: La mujer era Marta Infante que trabajaba en la Corporación de la Madera, y murió el 8 de agosto de 1978. Una de las versiones de la leyenda de “La Rubia de Kennedy”, del folclor chileno urbano contemporáneo. Corría 1979 en Santiago de Chile, y Verónica, novia errante y bruja se aparecía y desaparecía por las esquinas de Kennedy, entre Américo Vespucio y Gerónimo de Alderete. De ahí los diarios la apodaron “La rubia de Kennedy”. Por las esquinas de la avenida Kennedy, entre Américo Vespucio y Gerónimo de Alderete. Francisco se encontró con Verónica, y se enamoró de ella, pero le contó que su padre le quitaba sus novias, entonces Verónica no fue a la cita, y de esta forma, se ve a un conductor errante que maneja un Chevrolet Opala rojo buscando a una joven alemana. 171 ¿QUIENES SOMOS? ABRAHAM FERNÁNDEZ MURCIA He sido socia fundadora de distintos proyectos no empezados y co-líder de sueños truncados, y eso ha marcado mi forma de estar en el mundo. Soy yo, como tú, simplemente soy, pero no hay nadie más como yo, y eso sólo ahora lo se. Mi trabajo se ha centrado en la no acción, en vendarme los ojos y mirar sólo al frente ¿por qué? ¿por no haberme orientado a un resultado?, ¿por no haber tenido motivación externa a modo de apoyo? Sencillamente por el hecho de no haberme alineado en torno a un propósito compartido durante estos años, un propósito dotado de significado. Comencé a interesarme por la forma en que se gestiona los procesos de cambio en las personas identificando esa pared frente a mi llamada creencias, creencias que tenemos sobre hombres y mujeres, a menudo automáticas e inconscientes, que determinan nuestras actitudes, comportamientos y nuestra manera de actuar, nuestra manera de ser como somos. Sencillamente me invité a redescubrirme, a reinventarme, proyectando ese propósito compartido que hoy emprendemos juntas y juntos, ese empeño en hacernos ver la vida como verdaderamente es y no con la visión errónea que yo, y seguramente tú, teníamos de ella. Echar a volar ese ave fénix emergiendo en las cenizas y la lava que hay dentro de mí, esa figura resiliente contenida por miedo a volar y a descubrir lo necesaria y poderosa que soy, echar a volar y liberarme de esas cadenas ha hecho que pase de ser una mujer 172 complaciente a una mujer que sabe decir NO; ha perder el miedo a pasar de ser “víctima” a protagonista. Juntos, tu y yo llamándonos Igualdad, hace que me sienta o vea menos obstáculos para llegar a realizar ese propósito en común. Asumiré el cambio que propongo, y tú seguramente también el día que empieces a aprender, ese día en que escuches a mis emociones. 173 RECHAZADA INES FERNÁNDEZ ORELLANA Aun era temprano y pensó que una taza de café caliente, le haría más llevadera su jornada. Se sentó frente a la mesa y comprobó que todo estaba preparado, folios, bolígrafos, sobres, libreta de notas etc. Con el pensamiento lo más positivo posible abrió el periódico, echo una ojeada a las noticias laborales, y se detuvo en la sección de franquicias, pero el desembolso inicial era tan alto que no entraba dentro de sus posibilidades. Sin más preámbulos buscó la sección de ofertas y como era de esperar ningún puesto de licenciados en letras. Se desanimó como de costumbre y sin saber como comenzó a pensar en la cantidad de currículos y entrevistas que había realizado y en las veces que había sido rechazada. Había sido rechazada por ser mujer, el empresario prefería para el puesto a hombres, por las cualidades físicas. Ella siempre había sido una enclenque, pero se veía capacitada para ordenar cajas de zapatos en palees. Optó a un puesto de teleoperadora pero también preferían hombres, ¿a caso una mujer no puede comunicarse por teléfono? Fue rechazada por tener poca experiencia y también por tener demasiados conocimientos para el puesto. Este rechazo era su favorito, era un rechazo ¡claro! pero al menos alguien se había molestado en reconocer su valía. Rechazada por ser joven y también a pesar de tener solo veintiocho años por ser demasiado mayor. 174 Rechazada por su físico ¿a caso una persona con un físico “no perfecto” no estaba cualificada para mostrar ropa?, ¿a caso sus kilos demás le cegaban los ojos? Rechazada, rechazada, rechazada, rechazada………. Apretó los ojos con fuerzas no quería pensar más. Miró el reloj, se hacia tarde pronto llegarían su marido y sus hijos a comer. Anotó algunas direcciones y guardó todo dentro del cajón. La mesa que hasta ahora hacia las veces de “despacho” debía dejar paso a las verduras que esperaban ser cocinadas. Comenzó a trocearlas con rabia .Por lo general se ponía de muy mal humor cuando se trataba del tema del empleo. Mientras fregaba los platos vio su imagen reflejada en los cristales de la ventana. Vio una mujer llena de ilusiones y a pesar de que siempre decía que no lo volvería a intentar más, sabía que al día siguiente volvería a su “despacho” en busca de una oportunidad. A su mente llego el recuerdo de muchas mujeres, en circunstancias mucho mas difíciles que las suyas y que a pesar de todo no se rendían. Llegó a la conclusión de que era una mujer y que como tal siempre tendría que luchar. 175 LUNES ANTES DE ALMORZAR JAIME FERNÁNDEZ BARTOLOMÉ “LUNES antes de almorzar, una niña fue a jugar pero no pudo jugar por que tenia que planchar. Así planchaba así, así, … Domingo antes de almorzar una niña fue a jugar pero no pudo jugar por que tenia que pasear. Así paseaba, así, así. Así paseaba, así, así. Así paseaba, así, así. Así paseaba que yo la ví”. - Pon la canción otra vez, por favor –, le pedía Lucía a su padre cada vez que la cantinela llegaba a su fin. “Los días de la semana” fue la banda sonora de la pequeña desde que cumplió los tres años hasta que con diez, hizo la Primera Comunión. Quizás fuera por eso que con ocho primaveras, y como bien rezaba la letra, la niña ya sabía planchar, y coser, y barrer, y lavar, y tender. Y cuando cumplió los once años su madre la enseñó a cocinar y su padre, a jugar al ajedrez. - Y dices que el juego termina cuando el rey no puede liberarse del jaque, confirmaba la niña. - Así es, - decía su padre mientras le mostraba los movimientos del rey en el tablero. - Y se llama jaque mate. Aquella tarde Lucía aprendió que en el tablero de ajedrez el rey era una pieza imprescindible. Mucho más que la propia reina. - Pues yo quiero que la reina sea la que decida la partida, - decía la niña con un tono desafiante e inconformista. - Pero hija, las reglas son esas. Siempre han sido así y siempre serán así, trataba de convencerla su padre. 176 Con dieciséis años Lucía descubrió la injusticia de los horarios. La norma paterna dictaba que a las diez de la noche había que estar en casa. Sin embargo su hermano Pedro, un año menor que ella, no tenía hora de llegada pues para el segundón las reglas eran otras muy distintas. Cuando la adolescente alcanzó la mayoría de edad las palabras le revelaron el secreto de su machismo. Fue entonces cuando supo que a un hombre muy astuto se le llamaba zorro, y zorra a una prostituta. Que un héroe era un varón famoso por sus hazañas; sin embargo, la heroína era una droga adictiva, amarga, de color blanco y con propiedades narcóticas. Y mientras Don Juan era un apuesto seductor, osado y valiente, doña Juana, su madre, era la encargada de limpiar los restos de orina en los servicios del centro social del pueblo. 177 NUESTRA VENTANA ALICIA FERRÁNDEZ RICO -“ Mira Paco, otra vez van a llegar tarde al colegio los niños de enfrente, no hay forma!. ¡Todos los días les pasa lo mismo!. Debe ser que les cuesta levantarse. ¡Oh! lo siento, se me ha vuelto a olvidar que ya nos estás aquí, Paco!. Ha pasado un año, desde que te fuiste, pero no puedo dejar de hablarte. Es la costumbre, después de vivir sesenta años juntos, es muy difícil olvidar nuestras charlas. Las veces que nos sentábamos aquí los dos, uno enfrente del otro para mirar a través de nuestra ventana. Lo bien que lo pasábamos juntos, comentando la vida que veíamos pasar a través del cristal. Durante años, nos hemos sentado y juntos hemos visto como ha cambiado la calle, como han abierto nuevas tiendas, han cerrado otras, han llegado nuevos vecinos, ¡ha pasado de todo en nuestra calle!. Hemos visto ambulancias, grúas, bomberos, de todo. Pero a mí lo que más me gusta es ver, como crecen los niños. A algunos los conozco desde que nacieron, los he visto primero en cochecitos, luego de la mano de sus padres y después ¡ya iban solos al colegio!. Viendo a la gente pasar, sentíamos que formábamos parte de sus vidas aunque ellos ni siquiera nos conozcan. La mayoría de la gente mayor, no viejos, porque ya sabes que esa palabra no me gusta. Ni siquiera quiero que me llamen abuela mis nietos, para ellos soy la 178 abuelita, que suena mejor, porque abuela parece que hables de una vieja y aunque tengo casi ochenta años no soy ninguna vieja. Bueno, pues lo que decía, la gente mayor se pasa el día viendo la tele, leyendo libros, cosiendo, jugando a las cartas, pero a nosotros no nos divertía nada más, que mirar por la ventana como pasa la vida. Mis nietos siempre se reían de nosotros, porque decían que éramos como el protagonista de una película, que estaba sentado delante de una ventana y veía un asesinato. Y siempre que venían a visitarnos nos decían que “estáis en la ventana discreta”, creo que se llamaba así no Paco?. Seguro que te acuerdas del nombre, ¡porque tenías una memoria!, pero yo nunca me acuerdo de los nombres, siempre los confundo todos. Ellos siempre nos decían que un día veríamos un crimen y el asesino vendría a por nosotros. Nos reíamos mucho juntos pensando en ello. Pero ahora tú te has marchado y yo me he quedado sola en nuestra casa, porque aunque toda nuestra familia me acompaña, siempre que pueden, yo te echo tanto de menos que tengo que hablarte como si todavía estuvieras aquí. Cada día recuerdo tu último beso, el que me distes antes de acostarte, que sin saberlo ninguno de los dos, fue el último que tú me distes. Esa noche dormimos juntos pero por la mañana ya no abriste los ojos. Estaba tumbada a tu lado pero yo no noté tu marcha. Te fuistes, sin hacer ruido, sin llamar la atención como a tí te gustaba. Ahora cuando me siento detrás de la ventana, tengo que seguir hablando contigo, porque sé que sigues a mi lado, que me estás esperando para que nos reunamos otra vez. 179 A veces deseo que ese momento llegue pronto pero luego llegan mis bisnietos y con sus sonrisas me recuerdan que todavía tengo razones para vivir. Ahora que casi no puedo salir de casa, porque como sabes, tengo una pierna un poco tonta y al ser nuestra casa un primero sin ascensor, hay 16 escalones que me separan de la calle, de la realidad, pero a pesar de todo, tengo muchas razones por las que vivir. Gracias a nuestra ventana siento que sigo viva y me conformo con mi nueva vida. Sé que tengo que continuar viviendo hasta que el señor decida que ha llegado la hora de reunirnos de nuevo. Y cuando llegue ese momento, espero que podamos volver a sentarnos juntos delante de alguna ventana del cielo”. 180 PALABRAS A DESTIEMPO HECTOR ALBERTO FERRECCIO Las dos hileras de camas se esfuman a la luz de una ventana demasiado estrecha para darle permiso a todo el sol de la tarde. Aquí o allá hay olor a orina, a colonia económica, a viejo. Alguna tos. Un ronquido dilatado y una charla apagada de la que cada tanto se descifra alguna palabra. Tercer lugar a la derecha, desde la puerta. Ella se abanica con una revista ajada. Él duerme. Y se muere. De a poco, sin demasiado alboroto, obediente a los diagnósticos de los médicos; a los augurios de la enfermera de la noche, que de eso conoce mucho: no va a sufrir, se va a apagar sin darse cuenta. Ella cabecea; hace calor y muchos días que espera: no lo va a dejar justo ahora, mirá si... Él abre despacio los ojos. Ella deja la revista y se toman de las manos. Todavía tiene algún resto de fuerza para hablar y tanto, tanto para decirle. ¿Qué hora es? - balbucea con dificultad. No sé. Serán la siete. Pero no te canses. ¿Me das agua? Ella le acerca el vaso a los labios, aunque es más lo que chorrea por la comisura que lo que alcanza a refrescar su garganta. Él insiste: Nos quedamos a un paso de cumplir cincuenta años juntos y no vamos a llegar. No digas esas cosas. Es que es cierto, ya lo sé. ¿Quién te va a cuidar ahora? 181 Ella sólo lo mira a los ojos y lo escucha otra vez: Tanto tiempo a mi lado... Un par de lágrimas comienzan a estancarse en los ojos opacos del hombre. Ella sonríe con pena, pero no dice nada. Dejaste todo por mí, por hacerme feliz; y lo fui...mucho. Quiero que lo sepas. Cuidaste de mis hijos...la casa. Siempre atenta a todo. La mujer sonríe otro poco, pero mira hacia otro lado. Hacia el techo. La comida lista. La ropa limpia y planchada. Cuando salía de cacería con los muchachos, limpiabas con tanto cuidado el barro de las botas... Cuando todavía podía jugar, me esperabas despierta a que volviera del futbol y nunca una protesta. Nunca... Por eso sé que me amaste mucho y por eso yo también te quiero. ¿Sí? También. El hombre vuelve a cerrar los ojos y la respiración se mezcla con un estertor suave. Ya no volverá a hablar. Ya no la mirará otra vez. En unos pocos minutos habrá muerto, tranquilo como vivió. Satisfecho por haberle dicho todo, si es que en ese preciso momento se puede estar satisfecho o intranquilo por algo. Un cortinado se va a correr. Ella va a salir de la sala, empujada por un revuelo de enfermeras y médicos que corren, aunque lo que queda para hacer sea sólo rutina. 182 Se va a sentir aturdida. La va a envolver una pena infinita y va a esperar acurrucada en un rincón a que lleguen los hijos, los parientes, los que la protejan de aquí en más. Pero antes de que todos comiencen a acercarse y abrazarla, algo la va a impulsar a dejar los pasillos oscuros, a trasponer las inmensas puertas giratorias y llenarse la cara de sol, de brisa fresca. Y en medio de esa pena infinita va a incrustar una sonrisa disimulada, que nadie vea, una sonrisa que acompañe a un pensamiento clandestino, tan apretado en un fondo de la memoria: Y ahora que te cocine... que te laven la ropa y las botas y que te espere despierto el mismísimo Satanás... Y se va a persignar asustada. Que ¿de dónde ha salido esto? Pero: ¿Por qué no se lo dije antes? 183 MEMORIAS DE DOLOR NELLY FLORES HUANCA Una noche de febrero en la cama que compartían3 hermanos, estaban echados jugando a los autitos los más pequeños, en la misma habitación de sus padres, su madre se reía al vernos jugar. El padre llegó acompañado de algunos de tíos y los hermanos mayores de los pequeños juguetones, empezaron a protestar contrala madre, los reclamos pronto se convirtieron en gritos leves y los gritos fueron creciendo cada vez más hasta que el padre lanzó un primer golpe titubeado al estómago de la mujer acusada, haciendo que se retuerza de dolor, le siguieron los tíos, ella trataba de alejarse pero ya estaba chocando con la ventana, no podía alejarse más, se trató de defender pero recibió más golpes mientras los hermanitos sin entender nada lloraban a gritos, asustados por la situación que veían en un lugar donde solían jugar y hacer travesuras, donde reían y gritaban de emoción, la esposa trataba de escapar, pero era arrastrada sin piedad de vuelta al centro de la habitación con golpes intentaban callar los eufóricos gritos llenos de pánico y desesperación que daba en una noche silenciosa, en un momento dado aprovecho de la situación de control que tenían todos los agresores, se soltó empujando bruscamente de todas las manos que la sujetaban y escapo de las violentas agresiones para correr con su pollera ondeando fuertemente hacia la ventana, Se lanzó con los brazos cubriendo su rostro contra la ventana, pedazos de vidrios rotos cayeron al suelo desparramados, ella había perdido los zapatos en su lucha por liberarse y 184 caminada encima del filo de los vidrios como si ya no pudiera sentir más dolor, paso un pie y luego otro rápida y torpemente a través del marco de madera que todavía tenía pedazos de vidrio pegados que le cortaron sin miedo las manos y piernas. Logró escapar por un momento de las agresiones y siguió gritando esperanzada por ayuda para que alguien pudiera protegerla de ese montón insulso de violentos agresores, en unos pocos segundos llegó un grupo de vecinos alarmados por los gritos cargados de angustia que la madre estaba lanzando al aire en la oscuridad de una noche cálida, estos intentaron calmar al grupo de agresores sin lograrlo, en ese breve instante esa mujer golpeada corrió lejos, lo más lejos que logro llegar antes de que la alcanzaran, la ataron a la cama y la dejaron así hasta que amaneció y así una noche más de sufrimiento se guardó en la memoria de los hijos, a los días siguientes era arduamente vigilada por los hijos mayores y el esposo que no le quitaban el ojo de encima, la dejaban salir sin dinero ni bultos para que no intente escapar. Salió un día sin nada más que la ropa puesta y unas cuantas monedas para ir a comprar algo para cocinar, cuando creían que podían confiar en que ella no se iría porque le habían enseñado una gran lección de vida. Ese día salió y no volvieron a verla hasta después de tres años, se había ido con ayuda de sus hermanos a vivir a Santa Cruz de la Sierra, una ciudad calurosa de la República de Bolivia (en aquel entonces) donde conoció a un hombre que la ayudaba en el trabajo y con el que inició una relación sentimental y un negocio, mujer trabajadora al extremo como esa mujer no se ha conocido hasta ahora, ella no logró salir adelante pues murió gracias a un 185 tumor maligno que era resultado dijeron los médicos que la atendieron de los muchos golpes repetidos que en tiempos pasados había recibido, 2 años después de haber desaparecido su familia recibió una llamada para que vayan a su entierro en Santa Cruz en un cementerio casi olvidado por la civilización, había muerto a las 3 de la madrugada después de días de agonizar y delirar, el marido no quiso hacerse presente así que se quedó en Cochabamba atendiendo el negocio con su nueva concubina. Los niños supieron ese día que su madre sufrió tanta tortura violenta porque , ella le había sido infiel a su padre, entonces comprendieron que sí, que ella merecía un castigo pero que igualmente el castigo recibido era demasiado grande para su delito, tiempo después se dieron cuenta de la injusticia cometida por una sociedad machista cuando conocieron la injusta verdad de que a su madre torturaron por ser infiel y en su padre era natural cada vez que podía serle infiel a su esposa e incluso ahora a su nueva concubina. 186 TU VERDADERA COMPETENCIA PATRICIA MELISA FLORES PARI Pablo Rivas estaba sentado frente a la computadora revisando su correo, estaba tan furioso que las teclas amenazaban con salirse. Leía algunos correos de amigos, algunas amigas, de sus hermanos que por ahora residían en el extranjero y también alguna que otra notificación de sus cuentas en algunas redes sociales, “Estupideces, puras estupideces. Deberían hacer algo productivo” se decía a sí mismo mortalmente molesto. Esa mañana él había salido temprano de su casa, entusiasmado como nunca. El cielo estaba gris y el frío era sumamente violento, pero él ya se había convencido de que no siempre el sol era sinónimo de felicidad. Había cuidado de que todo estuviera en perfectas condiciones, no podía permitirse que nada, absolutamente nada saliera mal. Hace algunos días atrás, había escuchado algunos rumores, “Que fulanita es una excelente oradora” “Que fulanita puede ganar” Él casi se había agarrado el estómago de la risa, “Nadie, puede ganarme” decía, sus amigos lo tomaban como broma, aunque para él, todo iba mortalmente en serio. Nadie le podía ganar, nadie podía tener tanta seguridad en sí mismo, y por supuesto una mujer no era rival. Recordaba cuando tenía 7 años, había realizado un proyecto de ciencias. Se había dedicado semanas enteras en que todo saliera bien. Quería ganar. Cuando el día del concurso llegó, sus padres prometieron asistir. Y en realidad 187 fueron, y en realidad todo indicaba que él iba a ganar, hasta que llegó Rosalía, la niñita de tercer grado. Las personas se aglomeraban y observaban admiradas, porque sin lugar a dudas, ese proyecto era el mejor. Pablo no había sentido envidia, pero tampoco se sentía feliz. Estaba triste y su madre le consoló diciéndole “Yo siempre voy a estar orgullosa de lo que tú hagas, pero tienes que aprender a reconocer el mérito de los demás”. Él había asentido, él había comprendido que era lo justo y empezaba a sentirse feliz por la niña. Su padre iba retrasado pero finalmente llegó. Se acercó y al reparar en el proyecto de la niña y el de su hijo, habló a éste en apenas un susurro, “A veces hay que hacer algunos esfuerzos extras para ganar, una mujer no le puede ganar a un hombre”. Esa frase siempre habitaba su mente, porque luego de que ese día le hubieran otorgado el premio, obviamente porque ya le había dado el golpe de gracia al proyecto de la niña, celebró. Su mamá y sobre todo su papá, lo miraban con orgullo y él había entendido que ganar era lo más importante, que era intolerable pensar que alguien podía ganarle, menos aún, una mujer. Se preparó y releyó su discurso, iba a hablar acerca del honor y la dignidad, y nunca antes se sintió tan seguro de sí mismo. Sentada en la parte de adelante, estaba su novia, “Es linda, y no cuestiona, ni pregunta nada. Es tonta, mejor así, las mujeres no sirven para pensar” le decía su padre y él le daba la razón. Llegó su turno, y respiro profundamente. Caminó hacia adelante y guiñó un ojo a su novia. Ésta se ruborizaba y él se decía mentalmente “Sí, es linda y tonta. Como un adorno. Tanto mejor” 188 Por fin, se paró al frente y empezó. Las palabras le salían mecánicamente, con fluidez, los gestos y las posturas que había practicado, eran asombrosas y la gente le aplaudía, sus amigos le vitoreaban y su novia gritaba su nombre feliz, porque había sido un discurso bueno. “¿No vas a ver los siguientes discursos? Tal vez tienes competencia” le decía su novia, y él soltaba una carcajada, más de incredulidad que de alegría, “Nadie me va a ganar, además es obvio que soy el mejor. Me aburre tremendamente estar sentado viendo a esos perdedores. Ya vuelvo” le había dicho, dándole un beso en la mejilla. La verdad era que sentía una tristeza profunda. Ahí dentro, había visto a familiares de algunos concursantes, padres orgullosos que abrazaban a sus hijos. Esa mañana, su padre le había dicho que tenía una junta muy importante, que le era imposible asistir, pero que de todas formas esperaba su triunfo. Él no se había sentido especialmente triste en ese momento, pero cuando entró al auditorio, sintió que algo no estaba bien. No supo cuánto tiempo pasó, hasta que sintió las gotas de lluvia en su rostro. Se había quedado dormido encima del pasto y no sabía qué hora era. Sacó su celular y cayó en la cuenta de que se le hacía tarde para la premiación, se apresuró, pues temía que por llegar tarde, no le otorgasen el premio. Entró al auditorio con la respiración agitada, pero de inmediato sintió alivio, pues había una última concursante dando su discurso. “Tu verdadera competencia, Pablito” le había dicho uno de sus amigos y él ponía los ojos en blanco. 189 Cuando la chica terminó, todo el auditorio se sumió en un profundo silencio que duró alrededor de diez segundos, pero a Pablo, le habían parecido horas. Finalmente se escucharon los aplausos y gritos del público y las caras satisfechas de los jurados, que él empezó a temer. No se había dado cuenta que su novia le sostenía la mano en un gesto animador, hasta que miró el trofeo en manos de la última chica que había dado su discurso. Tampoco parecía oír bien, hasta que escucho finalmente el nombre que el público vitoreaba como ganadora. Rosalía. La vida es una historia contada por un idiota 190 LA FAMULA ALICIA FRANCO Seguramente sucedió en el 69.las tazas de café sobre la mesa con la imagen de Collins, Aldrin y Amstrong así lo indicaban. Detrás de un vetusto biombo, apareció Celia. Ciertamente no era una actriz de cine, mucho menos una belleza. Celia tenía toda apariencia rústica de las trabajadoras de clase humildes. Su rostro enjuto, y profundas arrugas. Desde muy temprana edad salió a lamer el pavimento de las clases bajas.. Un día de esos en el que el Lucky Strike* aparece por un segundo y luego desaparece en el fondo del olvido. Celia pasó de fámula a ser cocinera de lujo. Sus niveles de producción no tenían límites ,y a pesar de tener un dedo mocho que lo usaba para el repulgue de las empanadas, nada lo detenía en su afán culinario. La cocina de Don Luis, un lugar de comidas para llevar, desde pulpos a la gallega, hasta pollos rellenos ,se daba el lujo de tener una cocinera por demás creativa.. Más nadie lo supo, cuándo comenzó el robo hormiga en la cocina de Don Luis. El patrón empezó a tenderle una serie ingeniosa de trampas .Pintaba con labial rojo loa tentáculos de los pulpos o marcaba con un cuchillo la letra L en las patas muslos de los pollos recién llegados. Pero una noche, Celia mordió el anzuelo .Llevaba consigo una faja puesta, doble en su interior donde adhería una bolsa de nylon ,y en ella cargaba los pollos deshuesados sobre su abdomen y salía con cara de triunfo .Esa fría 191 noche de mayo Don Luis le pidió a Celia que desnude su abdomen antes de salir. Celia se negó a hacerlo y en el interín del forcejeo, los uniformados venían en camino. Ejerciendo una brutal fuerza, Don Luis manotea el envoltorio y las patas del ave cayeron al suelo. Los ojos de Celia se llenaron de fuego y su semblante sabía a rabia y odio. Sobre el largo mesón de mármol de la cocina había un estilete, que se ocupaba para abrir y rellenar las presas deliciosas que figuraban en la carta. Celia lo miraba con recelo, una y otra vez. Su cabeza no podía hilvanar una estrategia de defensa. Estaba acorralada como zorra en cacería, así que tomó el estilete y lo hincó profundamente en la aorta de Don Luis. Y altiva y sin lágrimas, le dijo: ;“no me vas a poner tras las rejas por un pollo”- Gallina!!!.Mientras don Luis se desangraba, la blanca cocina se tornó de púrpura, y los santos protectores de Celia se apagaron como se apagan las luminarias de los teatros baratos. Lucky Strike: anglicismo que significa golpe de suerte.-: 192 MERECIDO FRANCISCO JAVIER GALÁN CABALLERO Tumbada en el sofá, pero con las piernas formando pirámides. Es una postura que la hace sentirse cómoda. No sabe, pero siempre ha creído que se debe a algo de la circulación sanguínea. Que tiene que ir hacia arriba y eso la hace sentirse viva dentro de su cuerpo. Es una mañana de miércoles, el día más largo de pronunciar, y la funda azul del sofá la ha tocado más que su novio. Ese que está sentado en una silla de madera vieja, de esas que ya no se hacen, tallada, con piel para los respaldos; tecleando en un ordenador de esos que ya no se hacen , en un mundo de tabletas y chocolate envasado. Y es un miércoles y siguen en casa porque fuera llueve. O nieva, o copos y gotas. En un lugar de la montaña al que se han visto obligados a refugiarse porque les sale gratis, porque es una propiedad de la familia de él que no se usa en invierno, a qué iba a ir nadie allí con ese tiempo. Salvo ellos, jóvenes sin trabajo con un sinfín de oportunidades que deben ser muy malas buscadoras, porque ninguna les encuentra. Con carreras y experiencia, sin un trabajo. Son similares y están igual de enfangados. Sería una pena rebozar en el barro esa bata tan suave que lleva puesta sobre el pijama. Pero oye, puedes notar que el barro te tapa las fosas nasales porque en tu época más productiva ni hay nadie que quiera producirte ni encuentras manera de autoproducirte. Pero no es más que una metáfora, dentro de una casa no hay barro. Aunque solo sea porque la única arena que hay dentro sea la de las botellas de cristal de cerveza que se apilan en el sitio elegido para 193 convertirse en fichas del cubo de reciclaje de vidrio. Pues las buenas costumbres no se han olvidado. Encima de la pila (no de platos, porque fregarlos también es robarle minutos al tedio), ella se propuso dejar de fumar y lo está consiguiendo. Ahora su cerebro le dice que un cigarrillo le vendría bien a su nervio, pero su cuerpo se alía con la gravedad del sofá, y la engancha para abajo. Esa sensación la inmoviliza; ni siquiera es impotencia, es inactividad. Se mueve y rodea tanto su cabeza y vuelve a pasar por los mismos lugares ya transitados (irse o quedarse, por qué no me llaman, qué me falta, qué hacemos mañana) que se siente cansada de los músculos. Recuerda algunas de las veces en que ha oído en otro contexto "cómo vas a estar cansado si has estado todo el día parado" y se le desborda una lágrima. - Vamos a dar una vuelta- deja salir de unos pulmones en los que ya no entra ni contaminación ni humo, hasta la próxima caída. -Déjame. Un momento y termino- le responde él. Por qué tenía que hacer esa pausa entre palabras. Por qué cualquier nimiedad era irritante como nunca lo había sido. Un tiempo después, medido en seis páginas de La hoguera de las vanidades, él se levanta diciendo que ha terminado. A ella se le quedaron las ganas de pasear en ese hueco entre palabras, en ese momento en el que la televisión que mantienen encendida es buena, el tiempo en negro entre en anuncio que promete hacerte millonario si juegas tu dinero y un champú para cabello encrespado. 194 Se siente como la discusión continuada a la que se aferran desde hace un par de horas. Que comenzó cuando se despertaron tarde porque nada, ni ellos mismos, se sentían obligados. Y ella se aleja a otra habitación, y él la sigue; ella vuelve y él se va a la terraza. Ninguno con trabajo, ambos solo con el otro. Entonces llegan a un punto; él la comprende, ella se hace entender. Está costando y es duro, pero son nuestras diferencias las que nos hacen similares. Vuelta al sofá que era suplicio y ahora es descanso. Se sientan y sienten juntos. Él comienza a competir con esa bata y la funda del sofá, los únicos que en lo que va de día la han tocado. De hecho la bata ya ni está en la misma habitación, de tanta rabia que da esa cálida capa. El sofá recibe su merecido. 195 CORTEJO XENIA MARIA GARCÍA DOMÍNGUEZ Su risa provocó una reacción inesperada. No por la explosión tantas veces contenida. Ni por los llantos ajenos. Ni, tan siquiera, por violar mi descanso. Sino por el desgarrar las cadenas. Una liberación en mis ataduras. El despertar de mi sustituta. De la valiente y heroica. Sólo con el trueno de tu carcajada. Ríete todo, pensé. Ríete de nuevo. Desborda tu ira. Humíllame con tu risa. Hazme sentir la ausencia de la mía. Sentencia tu poder con cada risotada arrogante. Escupe tu superioridad. ¿Por qué te ríes cuándo digo que voy a dejarte? ¿Que ya nunca me río contigo? ¿Que no soy más que una sombra de lo que una vez fui? Cuando era adolescente siempre aparecía radiante en todas las fotos. Como agarrando cada instante de la vida por los cuernos. Con regocijo. Con júbilo. Para mi padre yo era la pequeña de risa fácil. Nací riendo con los ojos y ya no alcanzo a fingir ni un mínimo gesto con mis labios agrietados de tanta gravedad. ¿Y por qué te cachondeas ahora que por fin me dispongo a poner punto y final? Tienes razón al pensar que la culpa es mía y sólo mía. Debí reaccionar ante tu primera humillación. Pero mi otro yo intrépido se fue agazapando con cada desprecio tuyo hasta encontrarse de rodillas, arrastrada y temerosa. No hay nada como asustarse de la mano que te da de comer. La misma que golpea y te acaricia a ritmos irregulares. Para desconcertarte. Para que no te acostumbres. Para que no sepas nunca qué esperar. Ni esperes. 196 Ya ni siquiera recuerdo cuándo comenzó todo. Cuando dejé de ser una, para desmembrarme en dos. La primera, la Lola independiente, la Lola libre y emancipada. La que no necesitaba de cumplidos para sentirse mujer. La Lola atrevida que miraba a los ojos franca y sincera. La que aceptaba una copa e incluso una noche sin más promesa que un café con churros al despuntar el día. La que nunca necesitó anillo ni cuento de hadas. Ni fingir orgasmos. La que nunca exigía consuelo ni abrigo porque se bastaba ella misma Creo que la segunda Lola asomó aquel día con tu primera llamada de control a la consejería. Mientras el teléfono sonaba y sonaba. ¿Me lo rescatas, Pablo? Y la Lola pusilánime pudo ver en los ojos de Pablo el desconcierto. Sintió miedo y ya nunca se marchó. Tan sólo a ratitos. Y siempre cuando tú no estabas. Desde entonces me esperaste todos los días en la puerta de TorreTriana. Escondido entre el devenir y las prisas. Sin mediar más palabra que la amenaza. Si no soy yo, no será nadie, decías. Y mucho menos un funcionario gilipollas. ¿Cómo ha dicho que se llamaba? Ah, sí, Pablo. Y era cuando la Lola estúpida te daba la mano en silencio, confundiendo posesión con pasión, humillación con amor. Colmada de placidez por tus atenciones. Todos en la sala intuyen ahora que esa Lola cobarde tenía un secreto bramado a voces. Pero es tan mayúsculo que no corre garganta abajo sin desgarrar cualquier resquicio de valentía. Tampoco se hubiera atrevido, siendo ella como es. Y siendo la segunda. Aquel primer golpe en el brazo quisiste paliarlo poniendo las sábanas de seda que nos regaló tu madre. Y cómo dolía no querer. Cómo lastimaba no poder. Cómo espantaba querer decir que no y sentir la boca amordazada. Tus dedos 197 cazando mi lengua. Mi escuálido cuerpo soterrado bajo el tuyo. Ya sabes que no me gustan las mujeres gordas. Mi Lola tiritando. Tú leyendo ese temblor con la embriaguez del poder y la pasión. Lola perdiendo el ánimo con cada gramo que liberaba para complacerte. Tu hombría creciendo sobre ella. Dentro de ella. Hasta desgarrarla en dos. Ella y yo. Tu risa provocó una reacción inesperada cuando te acercaste a mi cuerpo entumecido y en lugar de una despedida, te dispones contrariado a cerrar los botones del escote y a estirar la falda para cubrir mis pantorrillas. Demasiadas miradas en este velatorio. Como si una vez muerta, no pudiera una vestir como le venga en gana. ahora que nadie nos oye en este cortejo fúnebre, me decido a subirme a aquellos tacones de aguja, la falda de tubo y el escote ceñido. Porque la Lola valiente y altanera irá a visitarte todas las noches. Cuando el lecho donde me amordazaste quede en penumbra. Para asegurarme de que no encuentras descanso ni sueño plácido al que puedas asirte. Para gritarte al oído aquel secreto que no supe contar en vida Pero acabo de recordar el desorden que quedó en la cocina. La lavadora a medio tender, la basura acumulada durante días, las ventanas cerradas. Y sin posible enmienda, corro veloz calle abajo a arreglarlo, con tacones y todo. Antes de que el duelo termine y tú vengas a llorarme a casa. 198 LA COSTUMBRE GUIAYARA GARCIA GONZÁLEZ Mira el horizonte a través del cristal, escrutándolo, como queriendo adivinar el futuro que hay más allá de su línea azul. Mientras, sus ojos se llenan de ese color tan intenso, tan lejano y tan indeleble. Sus dedos, nerviosos, juegan con un pequeño pañuelo de tela. Tienemanos de pianista; dedos largos y finos, aunque agrietados, pero manos que al tacto respiraban calidez. El día en que tomó la decisión de marcharse, el tiempo había escalado por las grieta de su piel y se había extinguido en sus pupilas. Más de ocho años habían pasado desde la primera vez que llego a aquel lugar, y más de ocho años transcurrieron llevándose todos sus sueños. La costumbre se había instalado en aquella casa, que prometía acogerla y cuidarla. Que prometía restaurar cuartos para los recién llegados, pintarse en verano y decorarse con una valla blanca en la entrada, y un pequeño jardín de rosas amarillas. Todo parecía decirle que allí la felicidad se instauraría. Pero fue la costumbre quien se quedó. La costumbre de llorar en el mismo rincón y a la misma hora. La costumbre del silencio, la costumbre de perdonar, la costumbre de querer huir y sentir los pies clavados al suelo. Poco a poco la costumbre la apartó de las sonrisas, del reír hasta llorar y se quedó a dormir entre las sábanas de algodón. Fue una mañana de primavera, cuando los rayos del sol entraban a raudales por la ventana, que oyó el mar en la distancia. Miró al hombre que a su lado 199 dormía y vio la costumbre retenerla a su lado, vio el respeto ahogado entre palabras y los años muriendo junto a las hojas de un calendario. Con la mirada perdida en la ventana, deslizó su nerviosa mano por su mejilla hasta retenerla en sus labios. Callar ya no era una vida. Ahora debe centrarse, mantener el rumbo. Fija sus pensamientos en aquel tren que la llevará de vuelta a casa, la de verdad, la de las vallas blancas. El mar deja de rugir, y el faro que hay en la lejanía se funde.La tormenta se detiene. Es lo más hermoso que ha escuchado nunca. Débil y poderoso al mismo tiempo, tanto, que incluso ensordece el sonido del murmullo de las personas que la rodean. Ella sólo escucha las olas chocando contra las rocas. Una mano aún más delicada que la suya empieza a ser presión sobre su meñique. Ella la mira con dulzura casi infinita. Le ha prometido una playa de arena y olas, una casa con vallas blancas y rosas amarillas. A esa niña de grandes ojos marrones, ella le enseñará que decir no, a veces está bien, que amar es valorar, pero sobre todo, es caminar en paralelo. El tren llega y el olor del mar se siente cada vez más cerca. 200 LA SIESTA Mª DEL CARMEN GARCÍA NAVARRO Blancanieves se levantó de la mesa y dijo: “Voy a acostarme un rato”. Los siete se la quedaron mirando. Advirtió ella la extrañeza que causaba su declaración en aquellos hombres que se hacían pasar por pequeños seres necesitados de consuelos y cuidados infinitos. Recogió únicamente su plato, su servilleta, sus cubiertos, el vaso donde aún quedaba un poco de vino, se dirigió a la encimera y los depositó allí. Al volverse a mirarlos descubrió la estupefacción en las siete caras. No podía explicarles, ahora no. Quizá en otro momento. Se había presentado voluntaria para cuidarse sólo a sí misma. El sopor tras la comida la rendía y ella daba la bienvenida a esa necesidad: una siesta, por fin. Una ráfaga de aire se coló entre las rendijas de los postigos. Subió a su cuarto y se tumbó en la cama. Qué gozo ir quedándose dormida con el zureo de las palomas. Abajo se oyó el rumor de la loza y los cubiertos mientras ellos recogían la mesa y fregaban. 201 LA LLAMADA IDIEL ALBERTO GARCÍA ROMERO Eran cerca de las cuatro de la mañana cuando sonó el teléfono. Se despertó y tanteó las chancletas bajo la cama. Lamentándose caminó hacia la sala, pues la extensión del cuarto estaba sin tono, hacía más de una semana que lo había informado y los de ETECSA aún no pasaban para revisarla. En el momento en que iba a levantar el auricular, dejó de sonar. Lanzó una maldición y se dirigió a la cocina por un vaso de agua. Los pomos estaban congelados. Otra vez se le había olvidado bajarlos del congelador. Sacó uno, lo dejó en el fregadero y abrió la llave. Encendió un cigarro, acomodó una silla y se sentó a esperar. Le dolía la cabeza. Otra vez se había acostado tarde y borracho. No había terminado el cigarro cuando volvió a escuchar el teléfono. Se arrastró a la sala. —¿Quién es? —Soy yo —dijo una voz de mujer—.Te estuve llamando todo el día. —Estaba con unos amigos. Podías haber esperado a que amaneciera. —Quería escucharte decir algo. —¿Qué cosa? —No sé. Cualquier cosa. Tenía deseos de oírte. Suspiró. Corrió una silla y se sentó. —¿Cocinaste hoy o comiste en casa de tu madre? —Ninguna de las dos cosas. —¿Y qué hiciste? No vayas a quedarte sin comer. 202 —No me quedé sin comer, descuida. —¿Comiste con alguna amiga? —No. Comí con unos amigos, ya te dije. —No me dijiste que habías comido con ellos. Los hombres no saben cocinar. —¿Prefieres que coma con una amiga? —No. Prefiero que cocines tú. —No puedo quedarme todo el tiempo aquí. Esto parece un cementerio. —No digas esas cosas. Ahí se está muy bien y nunca ha muerto nadie. —Peor. Parece un cementerio sin muertos. —¿Te gustaría que estuviera contigo? —Tú no estás aquí. No sé por qué me parece que no vas a venir ahora. —¿Pero te gustaría? Podría hacerte aquella sopa que tanto te gusta y calentaría el agua. ¿No te has bañado con agua fría, verdad? —No recuerdo, quizá alguna vez. —Aquí todo es muy frío. —Aquí también, pero eso no es cosa del clima. —En la tele dicen que es por la altitud. —No es eso. —¿Y qué es? —Es la soledad, lo vuelve todo un puro hielo. Se inclinó hacia la derecha para alcanzar un cenicero. Lo hizo todo lo más silencioso que pudo. No quería que ella se diera cuenta de que había vuelto a fumar. 203 —¿Cómo van las cosas allá? —dijo. —Bien, pero pienso mucho en ti. —Bueno, así son las cosas. Uno no resuelve nada con quejarse. —No me quejo. Es solo que te extraño. Paso las noches dando vueltas en la cama y me duermo solo por la madrugada. —¿Y no tienen televisión allá? —Sí, pero la televisión es un asco en todas partes. —Menos mal, eso es un consuelo. —Para mí no lo es. —¿No ponen películas de sexo? —Sabes que yo no veo esas cosas. —Bueno, pero no puedes negar que son un estímulo. —No sé por qué me hablas así. —No he dicho nada que no sea cierto. La gente civilizada las ve. —Yo prefiero seguir siendo lo que soy. La civilización es una basura. —También tiene sus ventajas, ¿no? —No sé, supongo que las tendrá. Pero no te llamé para hablar de la civilización. Estás llamadas cuestan una barbaridad. —Está bien. ¿De qué hablamos? —De nosotros. —Llevamos una hora hablando de nosotros. No hay muchas cosas que decir. La vida de los hombres en un puñetero oasis de aburrimiento. —¿Te aburriste hoy? —Un poco, supongo. 204 —Aquí me aburro una barbaridad. Me gustaría que pudieras ver esto. La gente va armada por las calles, de vez en cuando hay tiros y algún muerto. —¿Cómo te las arreglas para aburrirte en un lugar así? —No podemos salir si no es en grupos. Y mí no me dan deseos de ir a ninguna parte. Paso los días esperando a que esto termine para estar contigo. A cada rato tengo sueños… —¿Qué clase de sueños? —Sueños, chico. Tú sabes. —No tengo la menor idea, en serio. —Sueño que estamos nosotros dos…en la cama. Me despierto toda mojada. —Debías hacer que revisaran el techo. Podrías resfriarte si hay una gotera encima. —Aquí no hay goteras, chico. Estás realmente insoportable. Te llamo para hablarte y no haces otra cosa que decir una ristra de estupideces. No es necesario que seas irónico todo el tiempo. Ni Milán Kundera lo es. —No sé quien es ese tipo. Y la ironía es algo que me producen los teléfonos. —¿Por qué demoraste tanto en coger el teléfono? —La extensión del cuarto no sirve. —¿Estás desnudo en la sala hablando conmigo? —No. No estoy desnudo. —¿Qué tienes puesto? —Un pantalón. Dormí con él. —¿Te acostaste borracho? —No. Ahora duermo con pantalón. 205 —¿Por qué? Nunca lo haces. —No tengo idea. Solo duermo con pantalón. —¿Me extrañas? Yo pienso en ti todo el tiempo, abrazo la almohada e imagino que estás conmigo. —Podías haberte quedado. Entonces no tendrías que imaginar nada. Estarías aquí y no me llamarías a estas horas y yo no tendría que dormir con estos pantalones horribles. —¿Qué pantalón tienes puestos? Todos tus pantalones son bonitos. —Este es horrible. Lo compré hace poco. —Nunca has sabido comprar esas cosas. ¿Por qué no le pides a alguna amiga que te los compre? —No sé, lo voy a pensar. —No. Mejor no. No quiero que nadie te compre los pantalones. Después ella preguntó por una película. Él confesó no haberla visto, se recostó en el asiento y esperó resignado a que hiciera su narración. También hablaron de otras cosas y él comenzó a aburrirse. Buscó el cable bajo la mesa mientras hablaba de manera inconsciente. En un momento tiró del cable, y lo apartó luego hacia la pared. Cogió el teléfono y se fue a la cocina. Sacó el pomo del fregadero, bebió un vaso de agua. Dejó el teléfono encima de la meseta y regresó a la cama. 206 MI PERDICIÓN ANTONIO GARCIA SEBASTIAN Adela agarró el auricular como si estuviera asiéndose al último clavo ardiendo de su vida. Después de los últimos acontecimientos acaecidos, no sabía qué hacer, ni a quién acudir, nada… Empezó a marcar el número. Tenía un teléfono de rueda, de los de antes. Lo había conseguido no se sabe dónde. Aunque desconocía el significado de las letras que exhibía –CTNE-, le gustaba la tensa espera después de marcar cada número mientras la rueda volvía a su situación inicial, sobre todo en los de recorrido largo, lo que le daba al momento un cierto halo de suspense. Aunque, en este caso, el número no acompañaba. Predominaban los de recorrido corto, lo cual aumentó su desazón. - ¿El Teléfono de la Esperanza? Aquí no vive ninguna Esperanza… -respondió al otro lado una voz grave y desconcertante. Se abrió un silencio, vacío, que a Adela le pareció infinito. ¿Adónde había llamado? Cuando se repuso de su sorpresa, fue a articular palabra, pero, al otro lado, Ramón se le adelantó. Era una técnica que este solía utilizar a menudo, con objeto de romper el hielo. Aunque burda, y quizá, carente de tacto, le servía para calibrar la gravedad de la situación de la persona necesitada. 207 - Perdón, señora, o señorita… discúlpeme. Suelo empezar así muchas conversaciones, para ver cómo reacciona la persona que llama, y por lo que intuyo, la cosa es grave. - Sí… -logró articular al fin Adela entre sollozos. - A ver, cuénteme. ¿Por qué llama? - Es… en casa… estoy viviendo un auténtico infierno. La situación es insostenible. - ¿Problemas de pareja? - Sí, al principio, como en todos los casos, era maravilloso, regalos, detalles, flores, atenciones… Pasado un tiempo, decidimos compartir nuestras vidas, todo era perfecto. - Y… ¿Qué cambió? - Al principio, cosas sin importancia, reproches, alguna salida de tono, toma de decisiones a mis espaldas, en fin, cosas que se olvidaban rápidamente, hasta que… - ¿Hasta qué? - Hasta que me di cuenta que yo era la parte débil del eslabón. Cada vez más, me dejaba en evidencia en público, violencia verbal, insultos, etc. Yo intentaba olvidarme de esos malos momentos y recordar solo los momentos felices, para encontrar las fuerzas necesarias para continuar, pero ya es que… no puedo más. - ¿Te has planteado empezar una nueva vida por tu cuenta? - Sí, claro, pero me he dado cuenta de que, inconscientemente, en todos estos años he ido delegando la toma de decisiones de tal forma, qué comprar, 208 qué comer, adónde ir, con quién ir, peinado, vestido, incluso maquillaje… Tengo tal dependencia, que no me veo capaz de empezar por mí misma de nuevo. Además, el principal problema es que sigo profundamente enganchada. Sería incapaz de desayunar en otra taza distinta a la que me regaló por nuestro segundo aniversario particular. - ¿Ha habido violencia física? - …No, no, eso no –aunque esta respuesta no convenció a Ramón, después de su silencio inicial. Ramón repasó las notas que había tomado hasta el momento, fruto de su conversación con Adela. Para él era un caso típico de dependencia creciente de un miembro de la pareja en el otro, en el que se van “delegando” decisiones al principio aparentemente inocentes, y que con el tiempo van provocando que la parte débil se crea cada vez más incapacitada en todos los sentidos para tomar incluso las decisiones más simples. En esos casos, era de gran ayuda que la parte débil tuviera un trabajo, con el objeto de mantener una independencia económica que le hiciera viable el duro camino de volver a creer en sí misma. - ¿Tienes trabajo? - Sí, bueno, ahora no. Voy aprovechando lo que sale por ahí. - Tu situación es complicada. Después de hablar contigo, veo que el paradigma de mujer modelado por Perrault sigue vigente entre nuestros días. No creo que originariamente desempeñaras ese papel, pero las circunstancias han hecho que hayas llegado a ese punto. Aunque sea una decisión drástica, deberías plantearte iniciar tu vida lejos de todo eso que te está provocando esa 209 situación de angustia, romper con todo, antes de que seas arrastrada por la corriente. ¿Hay hijos de por medio? Adela no había entendido demasiado el razonamiento anterior, pero la última pregunta le hizo comprender que la conversación chirriaba en lo principal, lo que le hizo entrar en un nuevo bucle negativo y echarse a llorar. - Veo que no le he hecho entender suficientemente mi situación –pudo balbucear antes de seguir gimoteando. La respuesta desconcertó a Ramón. - ¿Cómo? - Mi perdición se llama… se llama… - ¿…? - … Mónica. 210 VELOS RAFAEL GRANIZO BARRENA Apenas había llegado y ya sentí el hedor de la incertidumbre. Estaba cabizbajo, iracundo, alborotado, escudriñando cada rincón de mi interior, hurtándome mi dignidad, lacerando mi orgullo, representando la ceremonia de la duda y barrenando una vez más mi integridad. Un vaso con algún resto de alcohol, un cenicero y humo, el suficiente humo para dejar el necesario espacio a la imaginación y a una sala donde las paredes, cuales vigías, ya sabían de ceremonias donde supura olor de la infección. Estaba torvo y silencioso, yo, en librea de nocturna fiesta, temiéndome lo peor. Cuando levantó la cabeza hundió su mirada en mis piernas, eran ojos encharcados y dilatados, recorriéndolas con lascivo desdén y adivinando cada poro de mi piel. Era un poco más animal que hombre. Un velo gris producido por el humo y otro negro justificado por las medias convertían todas esas imperfecciones que te hacen ser terrenal, esposa y mujer, en su objeto de deseo, su amante, su puta, incluyendo, las complacientes y lascivas banalidades de los adjetivos, como buscando experiencias prostibularias. Primero fueron sus manos, quedas, sintiendo el hilo de la seda, luego, su imaginación, turbia, con ambages en busca de un nuevo cálido otoño. Su mirada, densa pero vaída parecía pedir a gritos complacencia mientras seguía su peregrinación ladera arriba. Yo dejaba puertas y ventanas abiertas. Sus manos alcanzaron con mesura mis nalgas, describiéndolas en el aire, rozándolas como queriendo no herir su insinuante contorno, él, tan hábil con su deleite, como pérfido con su cabreo... Poco tardó 211 en derribar la codicia a la sutil delicadeza. Arrebatando el velo de la cortesía, y ofreciéndose a través de sedosos muros, mi inhiesta llaga a su voraz conciencia, se agasajaban dicha y capricho en un laberinto de mil susurros y quejidos, ¡de cientos de suspiros!, poniendo a mis ojos otro velo, ahora en el firmamento. A veces hasta el hedor del temor trae un sabor a almíbar. El suelo de madera ya era lecho de lujuriosos halagos y juegos. El quitaba los velos de mi cuerpo, yo los ponía en mis adentros, ya bramaban tierra y cielo. Ya la danza perdió la calma, ya estaban nuestros cuerpos sin libreas de fiesta, ni de celos, desnudos, solo a merced de la media luz, con velo de vergüenza, agitándose cuales amantes tras la espera, en procura de sus deseos. Ya mis pechos lácteos se habían convertido en aljibe de sus caprichos, en deseo de sus manos y de sus dedos, de sus labios eternos, también de su falo erecto. Ya mi cuerpo era lava que bañaba mis entrañas, a merced de mareas bravas y mansas… Ya sentí en mis adentros el calor de su empeño, su grito desgarrador …ya quedó amansada la fiera, ya quedó satisfecho el fauno. Yo seguía mirando al firmamento en busca de otros velos, ya rígida, cual coral vivo, pero quedo. No hubo ni preguntas ni disculpas, ni siquiera ternura. A mi lado ya había otra ola marina con distinta melodía. Ambos en el suelo, una con fiebre, el otro yerto. No tuve por menos que sentir las caricias de mis egos ahora deambulando hendidura adentro en calma para no hacer desvelos, en silencio para no ser ruiseñor de su sueño, pero con el pensamiento lascivo y libertino en busca de lo prohibido. Ya estaban en alba, la soledad y el silencio mientras mi mente se devanaba entre el atropello y el sosiego. La mañana siguiente sólo hubo un latido, mientras él tomaba el café que le había 212 preparado, y mientras yo estaba sentada en el baño, se le oyó decir “Adiós. Posiblemente me quede a comer en la oficina. Ya me contarás qué tal te fue la cena de anoche”. Yo me quedé en otro velo, este de melancolía, pensando si esa misma noche, pidiéndome explicaciones, volvería a poner un pálido final al día. Al fondo un niño, rescataba mi estrecha conciencia pidiéndome el pecho, mostrándome, en el solitario mar de lo desconocido, verdes praderas y pardos desiertos. Intensos momentos de atropello, con pensamientos yendo y viniendo, siempre gestionando el tiempo, y una maleta en espera de otros sueños que traigan aires nuevos a miradas pueriles que me producen un frío intenso. Poco equipaje. Me era suficiente mi pequeño y mis pechos. Eso creía yo. En el umbral de la puerta, descubrí otro velo viendo otro infierno, este demasiado extenso con infranqueables laberintos de miedo, para tan ínfimos cuerpos. Siendo presa de mortales temores, atrapada como una rueda en las arenas de un desierto y desvencijado mi rostro por la amargura que produce la derrota, contemplé a mi pequeño como buscaba espejo en las lágrimas de mis ojos. Suspiré en la angustia de mi soledad hasta herir al aire, volviendo a cerrar la puerta, volviendo a deshacer la maleta. 213 ROJO VINO ROSA MARÍA GUIJARRO PAREDES Lo estoy mirando, veo como sus ojos se clavan en mí, pero no me puede ver, ya no... Hace tiempo que veo que esa mirada perdida ya no es, ni siente, ni puede acercarse. Que ha pasado, no lo sé, era tan fácil al principio..., y ahora, parece que ha pasado la eternidad delante nuestro. No lo conozco, cómo puede ser, ¿no te acuerdas de cómo era antes?. Me siento perdida ante su mirada, o es que quizá nunca fue conocida. Puede ser que no.... Quizá todo fue un producto mío, lo que puse de mí en él, quizá fue eso, un espejismo, una proyección. Cuanto de mí puse en él..., todo. Quizá fue lo que de mi quise ver a través de ese espejo. Que ironía, ver que nada fue, todo un sueño nada más, creé un elefante blanco, un rabo de nube, un unicornio azul... La mitología a mi servicio, solo en mí y para mí. Y él..., que escucha ahora..., que siente..., que ve..., no lo puedo saber... Está encerrado en una pecera sin peces con solo algas muertas. Si, como si no pudiera habitar la vida en esa mirada teñida de gris, como si todo aquello en lo que antes creía hubiera desaparecido... Como los acuarios cuando están llenos de mugre, ahogados de lodo. Así me mira ahora. Ya sé que es normal, a veces hay crisis, lo sé, pero esta vez no es así. Es la nada que nos llama, nos lleva lejos, a la deriva, para que seguir... Hace tiempo que no sonríe, nada parece sorprenderle. Me pregunto si hay alguien ahí dentro todavía, no es posible que se mantenga inerte ante tanto cambio. Quizá es que el devenir solo lo leo yo y él no puede ni tan siquiera quejarse. Ha 214 perdido la fuerza, no quiere seguir, ha caído en ese pozo tan suyo. Si, aquél al que iba de tanto en tanto, pero del cual siempre volvía, ¿te acuerdas?. Pero ese oscuro agujero cada vez ha ido ganando espacio. Al principio solo salía tímidamente a veces, y marchaba a los pocos días. Más tarde fue apareciendo más a menudo y como una ilusión a la que acogerse, le hacía más fuerte, sabiendo que siempre había una salida. Duraba unos días, una semana a lo sumo, en la que todo parecía teñirse de aquél rojo vino. Luego todo eran risas, todo iba bien, nada parecía frenarle, volvía la vida. Pero ahora cada vez es más frecuente, mucho más, tanto que ya no hay más que días teñidos de rojo vino... Lo intuyo rápido, le miro y lo sé, ya está aquí, ya no es él. Pero es entonces cuando es más él que nunca, con esa soberbia y a la vez ese descontento cansancio sobre todas las cosas. Y entonces me mira y empiezan los reproches que llueven sobre mí inesperadamente. Porque por más tiempo que hace que lo sé, por más que mi experiencia tuviera que venir en mi ayuda, no hace más que frenarme y me quedo inmóvil. Es como un estatismo que sella mis labios, me cierra el alma y me dejo hacer... Al principio solo eran reproches, luego vinieron las malas palabras, y al final, alzándose sobre si mismo, llegaron los gritos ahogados, las quejas continuas, la mueca en su rostro. Y piensa que no me doy cuenta, y que seguiré aguantado, porque se siente seguro en su oscuro agujero. Pero no sabe, que ya observé y aunque tarde, le vi, sé quien es, ahora más que nunca. Quizá sé más sobre si mismo que él. Y por eso, ahora que está despistado en sus cosas, en aquello a lo que va 215 cuando está cansado de fijarse en mi. Ahora, voy a marcharme, poco a poco, en silencio y sin hacer ruido. Recogeré mis cosas lentamente, haré mis paquetes de sueños, los enlazaré con aquellas cuerdas azules, y no dejaré nada que pueda recordarle que un día estuve aquí... Parece que va a llover... no importa, saldré por la puerta de la misma manera en como entré. Cargada con mis cosas llenas de todo, vacías de nada. Así continuaré caminando, no sé hacia donde, no sé hasta cuando, lo único que sé es que seguiré. Y cuando vuelva a intuir ese rojo vino, correré muy lejos hasta no poder más. Siempre adelante hasta ver desaparecer ese color, ese olor, y todo aquello que me recuerde haber probado ese sabor a rojo vino. 216 ENTENDER ANA ZULEMA GIMENO SOSA Aquel día despertó en un lugar extraño. No era ese su cuarto. De nada estaba segura pero no tenía dudas de ello. El mundo giraba a su alrededor. Literalmente giraba, y sin detenerse ni un instante. Sus párpados caían, como mandados por una fuerza invisible, y con ellos también su cabeza hasta que el mentón casi rozaba su pecho. Entonces reaccionaba rápidamente y sacudía esa pelota hecha de huesos, piel, pelos y músculos que hasta unas horas atrás (o tal vez no eran horas sino días) fue su cabeza. Miraba sus manos y no las reconocía. Recorría con la vista los brazos… ¿Eran sus brazos? Sin dudas pues pertenecían a su cuerpo. Lo mismo que las piernas y los pies que allí veía. Nadie más había en la habitación. De eso también estaba segura. Aunque al mirar hacia arriba, en el techo, vio una imagen. Se asustó más de lo que ya estaba y, de un salto, se levantó de la cama. Pero cayó, pesadamente, sobre ese colchón suave y esponjoso. Se puso de espaldas con un movimiento muy torpe y trató de mirar hacia donde vio la imagen. No podía mantener el enfoque ni mucho menos distinguir quién o qué era aquello que veía. Su cabeza parecía un péndulo en oscilación y sus ojos se cerraban y abrían intermitentemente. Dejó de luchar y se arrastró, ayudada por movimientos torpes de sus brazos y piernas, buscó llegar hasta la zona de la enorme cama en donde estaban las almohadas. Puso su cabeza sobre una y abrazó otra; con la mayor fuerza que 217 pudo. Su corazón latía al ritmo de una maratón de 1.000 metros y su respiración entrecortada, parecía un sollozo sin lágrimas y sin gemidos. El sonido de una puerta que se abría la hizo permanecer más inmóvil y dejó que los párpados cayeran. Pensó en la noche cuando dice a las últimas horas del día “¡Ya llegué, vete a descansar!”. Primero un dedo… luego dos… y ahora una mano completa se deslizaban sobre su piel. Recorrieron primero su espalda, juguetearon en su columna, de arriba a abajo y de abajo a arriba. Luego se trasladaron a su hombro derecho y de allí, como si su cuerpo fuera hecho de dunas, subía y bajaba hasta la punta de sus pies. En la zona de las caderas se detenía, extendía la mano, juntaba todos los dedos presionando y apretando. ¿Cuánto tiempo? Imposible saberlo. Imposible contarlo. Imposible determinarlo. ¿Cuánto tiempo? Una eternidad. Segundos que lastimaban, minutos que desgarraban, transcurrir de un momento que clavaba sus dardos en un cuerpo casi inerte y, al mismo tiempo, un alma se comenzaba a despertar. Una que había estado dormida y que nadie sabía que podía llegar a existir. La tortura detenida. La habitación vacía. Ningún sonido cerca. Respiración pausada. Corazón calmo. Ojos abiertos. Recuerdos presentes. Rosas y chocolates… Ramos de violetas… Costosos perfumes… Viajes en crucero… Cenas con luces de estrellas y sonidos de mariachis… 218 Siempre una tarjeta. El mismo texto, año tras año. Todo estaba allí, oculto entre esas líneas. Y la firma con la fecha. Infaltables. Las palabras desfilaban por su mente y ahora sí lograba entender. Entendía tantas cosas… Cada “te quiero” era un “te quiero mía” Cada “amor mío” era, verdaderamente un “Amor Mío” Cada “tuya soy” era pensar “Mía es” “8 de Marzo: Día de la Mujer. 8 de Marzo: Cumpleaños de Mi Mujer. Felicidades Mujer de Mi Vida. Te amo. Por siempre mía” Solo le había dicho que ya no le amaba, o no como antes. Quería un tiempo. Volvería a trabajar, tenía su profesión y deseaba ejercerla. Se había dado cuenta que resignó amistades por complacerlo, y muchos de sus gustos también. Viró su cuerpo, para colocarse de espalda, en esa costosísima cama cubierta con sábanas de seda y ahora sí pudo divisar de quién era la imagen que vio en lo alto. Era ella. Estaba sin ropa. Sin ropa su cuerpo y sin ropa su alma. Desnuda por dentro y por fuera. Poco a poco iba pasando el efecto de lo que haya sido que tenía corriendo por sus venas. Pudo pararse y caminar. Revolvió el lugar hasta que encontró unas prendas. Se las puso y empezó a pensar en escapar. Su primer instinto fue abrir la puerta pero desechó la idea ni bien tocó el picaporte. “Seguro que está por allí, o puso a alguien vigilando. Además no sé que hay detrás” 219 Una mirada general y rápida no le dejó más opción que romper el vidrio de una ventana pequeña. Por allí se deslizó hacia afuera. La desorientación era total. Parecía un jardín. Se tranquilizó y trató de escuchar… Sonidos de calle: bocinas, motores, murmullos. Siguió esa dirección. Un murallón enorme la separaba del mundo. Lágrimas aparecían en sus ojos: angustia, rabia, desesperación. Con un golpe seco las espantó y trepó a un árbol cuyas ramas atravesaban esa enorme pared y caían hacia el lado de su libertad. ¡Ni siquiera de niña jugó a subir a los árboles! Su instinto la guiaba mientras las ramas, le lastimaban (más aun) la piel. Cuando estuvo arriba y miró como la vida transcurría sin detenerse se percató de los golpes que tenía en los brazos y también de que no podía gritar, no podía hablar. Ni una palabra salía de su garganta. Vio una patrulla y decidió arrojarse desde lo alto en espera de ayuda. Vinieron. Hospital. Denuncia. Forenses. Abogados. Leyes. Firmas. Burlas. Risitas. Titulares. Diarios. Entrevistas. Noticieros. Veredicto casi unánime: Problemas domésticos. Olvido. Entendió, cruel y crudamente, como la historia de las mujeres es tejida por las normas de hombres. Pero también entendió que las mujeres pueden deshacer ese tejido, para dejar de ser “segundas”, para que no haya orden de privilegio sino igualdad. Que no hay “problema doméstico” sino delito de violencia, secuestro, hostigamiento. Y Entendió que la lucha de una debe ser de todas y que los hombres también entran en el “todas” como las mujeres entran en el “todos”. 220 EL ESCÁNER PILAR GÓMEZ AZCÁRATE La polémica por el uso de escáneres en los aeropuertos ya estaba olvidada. En aquel entonces se había discutido si el celo por la seguridad del tráfico aéreo justificaba una invasión tan flagrante de la intimidad. Al principio muchas personas se negaron a pasar por esas máquinas que los desnudaba ante los ojos de unos funcionarios de cuya profesionalidad se comenzó a dudar en tertulias y foros digitales contrarios a la iniciativa del Gobierno. El escándalo se produjo cuando una revista publicó las imágenes escaneadas que correspondían a una famosa, cuya identidad no se llegó a revelar. Pero se desató una serie de especulaciones sobre quién se escondía tras la incógnita de la “Señora X”, el nombre por el que comenzó a ser conocida en todo el país. Los programas del corazón encargaron estudios y análisis biométricos, que coincidieron en sus conclusiones y acabaron por señalar con el dedo a una actriz española de gran éxito. La actriz, enfurecida, anunció pleitos y querellas Finalmente, la revista reveló que la identidad correspondía a una ciudadana anónima contratada para generar la polémica. Pasó mucho tiempo antes de que se presentara el nuevo invento: el escáner detector de inclinaciones contrarias a la igualdad de género. Al principio parecía una broma, pero pronto se demostró que el ingenio utilizaba una tecnología muy refinada, fiable casi al 100%, basada en los estudios de dos universidades americanas pioneras en la detección de características biológicas relacionadas con el comportamiento. Entonces, cundió el pánico. 221 Fue la Concejalía de la Mujer del Ayuntamiento de Valencia quien presentó el artilugio, anunciando que se abría un mundo nuevo de posibilidades para luchar contra las actitudes hostiles a la mujer. Naturales de Valencia eran el hombre y la mujer que idearon el ingenio. El Gobierno central recogió el testigo, y el Consejo de Ministros aprobó una proposición no de ley cuyo objetivo era generalizar el uso del escáner dentro de un plan quinquenal de igualdad que pretendía “aniquilar la plaga de la discriminación de la mujer en la sociedad española moderna”, según rezaba el comunicado de prensa con que se dio a conocer. Su primera decisión fue recibida con agrado, cuando se supo que los políticos serían los primeros en pasar por el escáner: se exigiría un resultado limpio para acceder a un cargo político. Se definió como “limpio” cualquier índice de inclinación sexista inferior a 0,3%, lo que generó gran controversia. Las organizaciones feministas se mostraron críticas, pues reclamaban la “tasa cero”, pero los sociólogos consideraron que no era viable comenzar con una exigencia tan exagerada en una sociedad que durante siglos había convivido con la aceptación de un estatus inferior para la mujer. La oposición, algunos sectores conservadores y una parte de la prensa se esforzaron en ridiculizar la máquina, a la que llamaban “el último invento del profesor Franz de Copenhague”. Con ánimo de mofa, se recordaban algunos otros inventos del hilarante profesor: el dispositivo para hacer vino con zapatos viejos, el procedimiento para descargar mercancías con jirafa o el artilugio para brindar en mesas grandes. 222 Pero la era del escáner anti-discriminación se había abierto y nada podría detenerla. En las tertulias pasó a ser una cuestión relevante. La discusión eludía la solidez científica del invento y se centraba en la amenaza para los derechos fundamentales que, según algunos, suponía. Se traían a colación antecedentes ya lejanos en el tiempo, como ciertas propuestas que se hicieron a finales del siglo XX para que algunos grupos de ciudadanos pasaran obligatoriamente por pruebas del virus del SIDA. El derecho a la intimidad y a la propia imagen, la necesidad de que la esfera privada de las ciudadanos no fuera invadida por los gobiernos, el riesgo de que las empresas utilizaran de manera abusiva los avances que el progreso nos servía en bandeja, eran algunos de los aspectos más polémicos. Llegó la hora de pasar a la práctica. Un año después del anuncio, se convocaron elecciones municipales y el Ayuntamiento de Valencia propuso que los candidatos se sometieran públicamente al veredicto del escáner. No se trataba de una obligación legal, pero los asesores de imagen dispusieron que los partidos debían forzar a todos a pasar por la prueba. Todos los candidatos fueron pasando por la máquina, en general con una cara que denotaba cierta ansiedad. Nadie había previsto lo que finalmente ocurrió. Acaso el problema fue que el escáner era demasiado fino. Acaso el escáner estaba programado para declarar inaceptable incluso aquellos actos o pensamientos con los que la sociedad era más tolerante. Acaso vivíamos aún 223 en una sociedad invadida por el virus del machismo y estábamos tan acostumbrados que no fuimos capaces de anticipar lo que el escáner revelaría. En una rueda de prensa multitudinaria, la concejala de la mujer anunció que el escáner había detectado inclinaciones o comportamientos machistas en el 83% de los candidatos, y en otro 14% los resultados eran ambiguos. Los asistentes al acto echaron la cuenta: sólo un 3% de candidatos libres de toda sospecha. No había, además, diferencias entre hombres y mujeres. La propia concejala, con la voz entrecortada y lágrimas en los ojos, anunció que ella figuraba entre los casos positivos y presentó su renuncia. Las elecciones se celebraron en un clima de consternación y vergüenza, después de que los partidos hubieran rehecho las listas electorales a toda prisa. Por supuesto, los nuevos aspirantes no tuvieron que someterse a la prueba del escáner. Hoy casi nadie recuerda ese invento del año 2015. Treinta años después, los candidatos a cargos públicos pueden estar tranquilos. Seguirán ganando elecciones aunque desprecien a la mujer o acepten un rol secundario para ellas, mientras una decena de máquinas innovadoras permanecen olvidadas en un viejo almacén, sucio y polvoriento, de las afueras de Madrid. 224 SIN TÍTULO JAVIER GÓMEZ FERNÁNDEZ Nunca pensé que nuestra relación, cuando nos conocimos, fuera a durar lo que ha durado y de la manera que ha durado. Mi prima, cuando me lo presentó, sólo me anunció que era muy guapo y muy educado, que no se parecía a ninguno de mis anteriores novios. Yo no es que hubiera tenido muchos, pero sobre todo dos, habían ocupado unos años en mi corta vida. La verdad es que Lucas era guapo y muy educado, empezamos a salir y a los pocos meses, yo ya estaba locamente enamorada de él. Él de mí se enamoró, creo que el primer día y desde entonces he sido plenamente feliz. Le costó declararse, casi creo que fui yo la que le empuje a ello, pero recuerdo como si fuera hoy ese día. Desde entonces no nos hemos separado, estoy segura que, casi ni un solo día, a no ser por algún motivo de su trabajo. Nuestros primeros escarceos amorosos tuve que ser yo la que los iniciara, era tal el respeto que me tenía que incluso para cogerme la mano me pedía permiso antes de hacerlo. Nuestros primeros encuentros fueron consentido por los dos y de mutuo acuerdo, ninguno de los dos teníamos experiencia y cada uno ayudábamos en lo que podíamos. Yo me encontraba con él como si estuviera con mi mejor amiga, no me lo podía creer. Amparo mi amiga y mi hermana, Lara, cuando les contaba lo encantador que era Lucas me decían que no me hiciera muchas ilusiones, que de novios todo era fantástico, pero que una vez casados la cosa cambiaria como de la noche al día, y que la realidad ya no sería tan idílica como cuando se era novios. 225 En mi casa las cosas no marchaban bien, las disputas entre mis padres eran constantes y raro era el día que no terminara con una bronca por cualquier motivo: económico, de trabajo o cualquier otro, no importaba, el caso era discutir y poner de mala leche a todos los miembros de la familia. Lucas veía que yo sufría con ello y que poco a poco iba minando mi débil salud, así que tomó una decisión, casarnos. Ni él ni yo teníamos trabajo. A él le faltaban unos años para terminar su carrera y sus padres se oponían a tan tremenda locura, pero a él no le importó, se impuso a toda su familia y terminamos por casarnos sin un duro en el bolsillo. Recuerdo aquellos primeros años de privaciones, con tan sólo la ayuda que nos daba un mísero trabajo que encontró y al que dedicaba gran parte del día, pero que felices fueron aquellos años, nuestros primeros años de convivencia y de unión. Desde el principio él me ayudaba en todo lo que podía en la casa. Después que llegaba por la tarde de su trabajo, cansado y decepcionado, siempre tenía una sonrisa encantadora con la que recibirme entre sus brazos, y los dos sentados en el sofá, contarme los avatares del día. Cuando las primeras sombras de la noche entraban por la ventana, se metía en la cocina y en un santiamén me hacía una cena para chuparse los dedos y los dos juntos la compartíamos en nuestro pequeño apartamento que habíamos alquilado. Los sábados y los domingos eran nuestros días preferidos, siempre teníamos preparada una excursión que hacer, con poco dinero también se puede disfrutar. Nunca comimos en restaurantes ni salimos de fiesta a tomos copas, pero nunca nos pudo saber mejor unos bocadillos que preparados primorosamente y sobre todo con mucho amor la noche anterior. Eso sí, los 226 sábados por la mañana, entre los dos arreglábamos el apartamento, que al ser de un solo dormitorio, se hacía en un momento. Él se encargaba de poner la lavadora y dejar tendida la ropa en la terracita del apartamento y con todo arreglado, salíamos a disfrutar de nuestro día de asueto. Yo por mi delicada salud nunca he llegado a trabajar en la calle, en casa, la verdad es que no he parado.Cuando éramos los dos solos, para tener todo preparado para cuando él llegara y cuando llegó el crio, por cuidar de mi familia lo mejor que he podido, sin reparar esfuerzos y sacrificios. Lucas nunca quiso que trabajara fuera de casa, no sé si fue porque era un poco antiguo o porque me quería demasiado, el caso es que yo nunca he echado en falta la tan llevada realización de la mujer, que creo se nos han hecho creer que era alcanzable al salir fuera a trabajas, yo me realizaba criando a mi hijo y dedicándome en cuerpo y alma a mis dos hombres. Es sin duda la mejor forma de realizarse, eso es seguro. Ya con el pequeño nuestro matrimonio siguió manteniéndose a flote, con más trabajo, eso sí, pero como dice el refrán “sarna con gusto no pica” y la verdad es que la llegada de nuestro hijo fue un regalo inconmensurable. El trabajo en casa se multiplico por varias cifras, pero eso no nos preocupaba. Yo siempre me he visto ayudada y complementada por Lucas y Lucas por mí. ¿Igualdad?, es una palabra sin mucho significado para nosotros. Lucas con el crio se volcó por completo, el ya terminó su carrera y solo trabajaba por las mañanas un una gran multinacional, y las tardes las tenía libres y aunque se traía siempre trabajo a casa, nunca me dejó cambiar un pañal o dar un biberón a nuestro 227 pequeño. Me hacía sentar en el sofá y me acomodaba en dos cojines bien mullidos. Ahora que ya nuestro hijo se ha casado y tiene un buen trabajo que le permite vivir desahogadamente junto a su chica, nosotros seguimos juntos, enamorados y cuidando el uno del otro, como siempre hemos hecho, espero que pase mucho tiempo antes de que uno de nosotros abandone este mundo y deje solo al otro, mientras nos Ayudaremos mutuamente y siempre igualitariamente. 228 CAPERUCITAS DE ASALTO ANA YOLANDA GÓMEZ GUTIÉRREZ Me llamo Maruca. Maruca Ponte. Soy terca como mula, trabajadora como el mamífero anteriormente citado, discreta, pardilla y amiga de hacer favores. Me enseñaron desde niña que sería suficiente. Aprendí entre sopas de ajo y ropa tendida, mientras mis abuelas calcetaban de a cuatro, repasando la crónica social del pueblo. Un “Sálvame” rural. Conservo amigas de entonces. Siguen en el guindo, esperando al príncipe... (Siempre encontré más divertidos los dragones). Y terminan las existencias de kleenex cuando reponen Pretty Woman. Yo veo la tele solo mientras recojo la cocina. Poco, (tiene las dimensiones de un bonobús). Mi madre ríe con lo de la conciliación de la vida familiar. - Nosotras no teníamos ese problema dice Ibas con el niño a cuestas hasta que andaba. Les ibas sacando adelante, el campo es esclavo, y no se paraba por nadie. Algunas aprendían confección y trabajaban cosiendo. Muchas noches en vela, tras las labores caseras.Eran “tareas de mujeres”. La casilla del censo lo indicaba “sus labores”, que eran, como ustedes saben ¡las que el resto dejaba de hacer! Otras iban a “servir”, cenicientas vitalicias, por el alojamiento y poco más, sin excluir el derecho de pernada. 229 Las afortunadas llegaron a ser secretarias, enfermeras o maestras. Siempre se ha esperado que la mujer conjugue verbos de plomo, pesados, marrones, que ordenan: obedecer, callar, condescender, avergonzarse, no sobresalir, no discrepar, esperar y disimularse entre la multitud: no dar la nota. Las mujeres han avanzado despacito y de puntillas, con suela de goma, para no hacer ruido. Algunas carreras solicitaban un certificado de buenas costumbres y “haber finalizado el servicio social”, que era como una “ mili” de chicas. Para obtenerlo había que presentar una canastilla de bebé: toquillas, gorritos, patucos y camisitas, primores algodonosos y etéreos. Con ellos se obtenía algo como el carnet de mujer”. La sumisión venía incorporada en los trabajos. Indefectiblemente, el jefe era varón y, ejem ¡lo sigue siendo! Los verbos de plomo han impedido a las mujeres emprender el vuelo desde el Pleistoceno. Leemos las hazañas de los cazadores neolíticos: salían a perseguir bichosaurios. ¡Que majos, qué valientes!¿Que comía la tribu mientras tanto? ¿Llamaba a telepizza? Las mujeres cuidan alimentan, sustentan, protegen. Desde siempre-Pero la historia la escribieron los varones hasta ayer por la tarde. ¡Mujer trabajadora! hermosa redundancia. Desde la mesa de partos la mujer es un pack de prestaciones. Como si los chicos tuviesen la batuta y las mujeres fueran la orquesta. Sospecho que nos toman el pelo desde que la Tierra era lava fundida. 230 Aprendimos a lustrar zapatos, comprar suministros, limpiar, cocinara, cuidar de los ancianos, planchar, posponer deseos, no besar en la verbena, no reclamar, no hacernos de notar, no destacar en clase, poner la mesa, etc. Ah, y a callar. Calladitas estamos mejor. Las damas “con talante comunicador” han sido castigadas, encerradas, silenciadas, expulsadas, golpeadas, acalladas y dominadas. Con crueldad y método. Se prefiere a una mujer silenciosa y en movimiento continuo, aunque cada vez son más parejas las que asumen lo de vivir a dos. Compañeros de convivencia, hijos, nietos, esposos y amigos: os necesitamos al lado,¡ no enfrente! La mujer no se jubila: después de toda una vida de doble jornada, continúa cuidando su hogar, y su familia. Incluso nietos. A veces de forma casi “impuesta”. Debería evitarse esta carga a personas que lo han dado todo durante tantos años, por más que su amor y su entrega son imprescindibles. Desde aquí mi cariñoso homenaje a todas las abuelas, tanto a las que deciden cuidar a sus nietos, como a las que no. Os merecéis cariño y respeto. Gracias por vuestro ejemplo. Los problemas laborales lo son aún más para las mujeres. El “techo de cristal “, invisible y paralizador, impide a las mujeres ascender hasta donde les permitiría su valía y conocimientos. A menudo se les ignora a favor de hombres que en ocasiones tienen como únicos méritos poco más que un conjunto de órganos ejem, minúsculos... 231 En las entrevistas laborales se incluyen a menudo preguntas como: “¿tienes pareja? ¿Convives? ¿Estás casada? ¿Pensáis tener hijos?” que suponen un filtro real de quien las escucha. ¿Tener útero merma la productividad y el talento’?.¿Deberemos intentar reproducirnos por esporas? Algunas consideran un juerga la baja maternal, el permiso de lactancia un escaqueo y la excedencia para cuidar mayores o menores, unas vacaciones. Cuando la empleada vuelve se enfrenta a menudo a comentarios sexistas, que la recuerdan, por si no tuviera ojos, lo gorda que está, las ojeras de mapache que tiene, el tamaño de sus pechos y otras gabelas. Las carreras laboral de las mujeres se resiente con cada embarazo, excedencia o reducción de jornada, económicamente y en aspectos de promoción, experiencia y liderazgo. Al reincorporarse con discos para los pezones, ojeras y sueño, deberán seguir demostrando capacidad, resolución y resistencia, en jornadas de 9 horas, o sobre tacones de doce centímetros, manteniendo “buena imagen”. En otro caso las mandarán al almacén o al sótano. Y sienten que deben a demostrar a sus compañeros que “cualquier cosa que hagas, la haré mejor”.Cuando te preocupan más las encías del bebé que la prima de riesgo. O escuchan chistes sexistas, (“Ven con Bermejo, te alegrará el conejo”) mientras sus compañeros se dan codazos y se recolocan los atributos ovales, esperando que les remuevan el café. Mi primer trabajo fue hacer de árbol. Lo Fui: estupendo, lleno de convicción en el teatro de mi colegio. Mi interpretación arbórea no fue debidamente compensada. Solo los enanitos cobraron su paquete de gominolas... 232 Sospecho que a Blancanieves la explotaban´.Siete hombres por menudos que sean, es un no parar. Cenicienta merecía un plus por inhalación de cenizas, y Caperucita con el tema lobo, una revisión de contrato. Y lo de la Bella Durmiente fue un claro accidente laboral por pinchazo de rueca. ¡Mira que nos cuentan cuentos! Espero dibujar en sus labios una sonrisa, y les deseo un futuro luminoso y amable: amor y humor. En tiempos sombríos se necesita la alegría y el ánimo 233 EL DÍA QUE OTROS HUMANOS LLEGARON A LA TIERRA ESPERANZA GÓMEZ MUÑOZ Siempre se empeñaron en considerarnos diferentes. Ya sabes, realmente, nuestros cuerpos no son iguales pero, ¿Cuándo nos importó eso? Si no recuerdo mal, solo lo tuvimos en cuenta a la hora de compartir el placer. Nuestra vida se desarrolló, dentro de las complicaciones que se pueden cruzar en el camino –una enfermedad, la pérdida de un ser querido- como se desarrollaría la vida de cualquier otra persona. Compartir juntos nuestros problemas y dolores fue la mejor manera de sobrellevarlos; y desde siempre nos gustó aprender el uno del otro.Yo sacaba lo mejor de ti, tú lo mejor de mí, nunca quise ser superior a ti; y tú tampoco. ¡Es que intentarlo era una tontería! ¿Qué podía tener yo caminando en solitario que no pudiera conseguir si caminaba junto a ti? Hacía ya varios años que habíamos vuelto de La Tierra, y no me cansaba de contarle nuestra experiencia a mis descendientes. Volvimos espantados, pues no podíamos soportar más la forma en que allí se vivía. Pronto aprendimos que tú eras denominada como 'mujer' y que yo era un 'hombre', y teníamos que sobrevivir a una serie de diferencias que nuestros corazones no podían soportar. Nunca hice amigos en aquel lugar, ya que me sentía humillado cada vez que los oía hablar de las ‘mujeres'. Jamás se me paso por la cabeza que todo eso que yo admiraba de ti -tu libertad, tu carácter, tu fuerza, tu valentíafuese tan ridiculizado y oprimido por los ‘hombres'. Y también recuerdo aquel día, en que llegaste horrorizada tras quedar con tus amigas de La Tierra; nunca 234 supiste asimilar que vivieran solo para contentar a la persona que amaban. Nunca entendiste el significado de aquellas palabras que escuchabas de vez en cuando: 'sumisa', 'servicial', 'obediente', 'digna', y nunca supiste por qué ellas, al igual que mis fugaces amigos, insultaban a los hombres y los ridiculizaban. A veces mis descendientes me preguntan por las grandes batallas que se libran en La Tierra. Y es verdad que están sucediendo grandes guerras, más o menos silenciosas, más o menos rápidas, pero yo siempre lesrepito la mismafrase, aquellaque me dijiste tú: "La batallamás dura que en este lugar tienen que librar, no tiene que ver con armas,dinero ni superioridad; esaquella en la que deben cambiar sus mentes, y luchar por la igualdad". ¡Y qué tarea más difícil era esa que tenían en la Tierra, cuando el problema y la solución eran los mismos humanos!Conseguir la igualdad, que para ti y para mí fue siempre algo natural, tan natural como nacer del vientre de nuestras madres. Y es que en nuestro planeta tú nunca fuiste una reina, y yo nunca fui un rey.Yo nunca fui un hombre, y tampoco tú fuiste una mujer. Solo fuimos personas, con nuestros defectos y nuestras virtudes. Pero, si hay algo que aprendí después de vivir en La Tierra fue, que nosotros, hemos llegado a ser lo que somos gracias a lo que nos enseñaron, a compartir lo que nos unía, y a ignorar lo que nos separaba. 235 SIN TÍTULO ANA ELENA GÓMEZ SANCHO Me apoyo en la puerta tras cerrarla. Aspiro su olor, tan diferente de tu olor. Cierro los ojos resistiendo la tentación de ir hacia la cama, testigo de una pasión exaltada. Aún resbala el sudor por mi frente, helándose en solitario al no estar tú para mantenerlo caliente. Recibirle medio desnuda, incitándole. Arrastrarnos hacia la cama mientras nos arrancamos la ropa. Sentir su urgencia entre mis piernas. Gritar cuando muerde mis pezones, araña mi piel y bebe mi sexo. Desesperarme por sentirle dentro. Rugir cuando me penetra, envolverle con mis piernas, subir las caderas para que se hunda más y más dentro de mí. Intentar frenar ese ritmo apoyando mis pies en su pecho para exigírselo de nuevo alzándome hacia él. Y con cada embestida hacer temblar la cama, desplazándola. Observar su sorpresa cuando le aparto y me levanto, arrastrándole contra la pared. Situarme delante de él contra ella, ofreciéndome otra vez a su deseo. Chillar cuando vuelve a entrar en mí, sentir que pierdo la consciencia mientras agarra mis pechos y clava sus dientes en mi cuello. Y dejarme llevar… Tumbarle en el suelo. Descender hasta su sexo, introducirlo en mi boca, recorrerlo con mi lengua, saborearlo, explorarlo, sentir sus temblores, no parar mientras grita mi nombre. Notar su semen caliente descendiendo por mi garganta. Su sabor, tan distinto de tu sabor. Levantarme y darle su ropa, exigiendo que se marche. Ir hacia la puerta dispuesta a despedirle sin más, negándome a escuchar la conversación que 236 intenta empezar. Ofrecerle mis labios mecánicamente para despedirle mientras murmura lo que no quiero oír. Porque sé que me volverá a llamar y sé que volveré a follarle. Cerrar la puerta para evitar que se vuelva y roce mis labios por última vez. No sé amarte y no consigo rogarte que me ayudes a ello. Tu ausencia no ayuda y su presencia tampoco. Y ya no sé si quiero ser tu única diosa o la puta de aquellos dioses que me reclaman. Me vuelves loca cuando me haces el amor pero no consigo saciar mi sed de erotismo. Tanto tiempo fuera de los límites convencionales, experimentando la dureza del sexo en sí mismo; no consigo quedarme dentro de los márgenes. Despacio, vuelvo a la cama. Aspiro su olor, tan distinto de tu olor. Empiezo a cerrar los ojos intentando ignorar la conciencia que me martiriza con imágenes de tus caricias, besos, abrazos, casi olvidados desde la última vez que los recibí; pero que logran que rechace dormir en otros brazos distintos. Anhelando amarte y deseando olvidar su pasión. Y aún así, necesitaré poseerte cuando desaparezcan los efluvios del sexo ajeno; quizás porque te quiero. 237 SIN TÍTULO PEDRO JOSÉ GONZÁLEZ LISTE “Sonaban los instrumentos del mundo. El relajante repiqueteo de la lluvia sobre la acera mojada, el seseante agitar de las hojas de los árboles con el viento, el sedante rugido del mar. Ya no estaba allí sobre la cama, no sentía ni piernas ni brazos, ni el rítmico respirar de mis pulmones, había comenzado la escalada del arcoíris. Era una escalada ligera, a pesar de la gran inclinación del mismo. "Un tacto sedoso y suave": me decían las manos. Pude sentir el dulce en mi boca y el olor a flores que impregnaba el aire. Cuando la cuesta se aligeró asomé las piernas por un borde y me senté a observar el cuadro que me pintaba la altura. Una vista amplia de un pintoresco y estrambótico paisaje se extendía ante mí. Un prado azul cubría un valle rodeado por montañas construidas con piezas de juguete, tan altas que antes de llegar a cumbre se escondían tras las nubes del cielo. En el valle había cuatro casas edificadas sobre su tejado, y para entrar, la gente usaba escaleras para alcanzar la puerta del invertido primer piso. Alrededor había unos jardines con fuentes que lanzaban chorros de chocolate al aire, y unos anaranjados peces con alas los sobrevolaban peleándose por beber cada uno de ellos. Más allá del jardín se extendía un amplio prado, adornado en determinados puntos con algún árbol del que colgaban desde tostadoras a neumáticos. Una cascada caía de las nubes sobre una enorme piscina que cargaba un lento elefante sobre su espalda. A pesar del continuo correr del agua la piscina no desbordaba, manteniendo siempre el mismo nivel. 238 Cuando mi atención volvió a mi mente, me levante y decidí proseguir la subida, y al girar la vista distinguí una puerta en la cima del camino. A medida que me acercaba, la puerta se hacía más pequeña, hasta el punto de que cuando la alcancé me llegaba por la cintura. Mi curiosidad se unió a la inquietud y me dispuse a abrirla para observar su interior. Al posar la mano en el manillar un intenso viento comenzó a soplar. Volvía a sentir las piernas. Mi mano se despegó de la puerta y el correr del aire me empezó a arrastrar abajo del camino recorrido. El descenso fue brusco y rápido. Perdí el dulce sabor y el suave olor de las flores. La boca se me amargó de dolor, y el tacto se volvió áspero y duro. Sentí la realidad y mi cuerpo sobre la cama otra vez.” 239 LA DECISIÓN MARIANO GONZÁLEZ MAESTRO La historia la cuento tal y como ocurrió, cuando a los 25 años finalicé mis estudios de abogado en la Facultad de Derecho de Madrid. Al acto de la investidura asistieron mis Padres y mi Hermana, el mismo fue muy emotivo, me sentí enormemente agradecido a mis Padres por el gran esfuerzo que hicieron para darme estos estudios. Pasados quince días, regresé a Madrid para celebrar con mis mejores compañeros de estudios (Juan, Antonio, José Luis y Alberto) un viaje que teníamos programado por Italia. El viaje fue de un gran interés turístico y muy especial para mi, visitamos Roma, Pisa, Venecia y Florencia, ciudad en la que pernoctamos el último día para salir hacia Madrid al día siguiente. Por ser el último día, quedamos para después de cenar en ir a divertirnos a una discoteca céntrica que nos habían recomendado. Una vez en ella, mis amigos se fueron directamente a la pista de baile y yo me acerqué a la barra de la cafetería, ella estaba allí, pelo lacio de color castaño recortado sobre los hombros, pantalón azul oscuro y zapatos marrones haciendo juego con su bolso colgado del hombro, me quedé totalmente prendado por su belleza natural, me acerqué a ella y la pregunté si esperaba a alguien, ella me contestó que no y la dije si la molestaba mi compañía, ella me miró no me dijo nada pero la noté una cierta sonrisa en sus labios y me puse a su lado. Me aceptó una invitación y nos presentarnos, me dijo que es Madrileña y Licenciada en Historia del Arte, y que trabajaba en una Empresa de Turismo, 240 lleva dos años en Florencia y se encuentra muy contenta con su trabajo, yo la dije que estaba de viaje turístico con cuatro amigos celebrando el título de abogado. Hablamos durante bastante tiempo hasta que me dijo que tenía que irse casa, ya que al día siguiente, tenía un grupo de Alemanes para enseñarles Florencia, la quise acompañar me agradeció mi atención y me dijo que no me molestara por que su casa se encontraba a cien metros de la discoteca, la pedí un número de teléfono o dirección pues me gustaría saber de ella, dudó un poco en decidirse y al final me dio su número de móvil, yo también la di el mío y nos despedimos con un beso en la mejilla, al verla marchar sentí un escalofrío en mi cuerpo como si algo se fuera de mi. Al día siguiente mis amigos y yo, nos dirigimos a Roma para tomar el avión que nos llevaría a Madrid. En no más de tres meses comencé a trabajar en un bufete de abogados de la Ciudad, allí estuve tres años, hasta que me puse por mi cuenta, me costó un tiempo tener clientela, pero después las cosas me fueron bien, todos las semanas llamaba por teléfono a Mercedes nos contábamos como nos iban las cosas y lo mucho que nos acordábamos de aquel día que nos conocimos, verdaderamente estaba enamorado, cada día que pasaba más me acordaba de ella, yo salía con amigos y amigas, pero en mi había un vacio cada vez más grande. Mercedes vino en verano a pasar unos días de vacaciones con sus Padres, esos veinte días fueron lo mejor que me había pasado, conocí a sus Padres y 241 un día la lleve a Toledo para que conociera a los míos, se marchó y volví a sentir cada vez con más fuerza ese vacio que me atormentaba. En mi mente sola cabía una situación, y esa no era nada más que estar con ella, por lo cual, me inscribí en una academia de Italiano, yo ya sabía algo, pero quería perfeccionarlo por que estaba so pechando la idea de marcharme a trabajar a Florencia, cosa que cuando lo pensaba me parecía algo imposible, mi despacho funcionaba cada día mejor y mi situación a la vez mejoraba económicamente. No podía estar en esta situación y decidí marcharme unos días Florencia para ver las posibilidades que yo podía tener como abogado en esa Ciudad. Cuando volví y comencé a valorar la situación de cerrar el despacho y marcharme a Florencia, las dudas fueron enormes y así estuve pensándolo un tiempo largo, durante ese tiempo, no me daba cuenta pero comenzaba a tener problemas con mis clientes por que mi mente estaba en otro sitio. Una mañana al levantarme sonó el teléfono, era uno de mis mejores clientes, al cual le debía mucho, me dijo que así no podíamos estar, que no atendía debidamente sus problemas y que si no cambiaba no tendría más remedio que buscarse otro abogado. Esto para mí, creo que fue el empuje que me faltaba para tomar la decisión que tanto estaba deseando, decisión muy difícil de tomar, dejaba una posición estable, la cual me había costado mucho llegar a ella, clientes que me habían ayudado a conseguir una estabilidad profesional y económica, pero la decisión ya la había tomado. 242 Me puse inmediatamente a solucionar todos los temas pendientes, algunos se los traspasé a un colega amigo mío y así después de cuatro meses de trabajo ininterrumpido puse fin al despacho y lo cerré. Después de informar a mi familia de la decisión que había tomado, me marché a Florencia donde me esperaba Mercedes y el inicio de una aventura con interrogante. Ella, ya me había localizado en un edificio céntrico de Florencia un despacho bastante arregladito económicamente y me ofreció una habitación en su apartamento, que yo acepté sin dudarlo. El primer contacto profesional que tuve, fue con la Empresa donde trabaja Mercedes, a raíz de este contacto, me empezaron a llegar nuevos clientes, aquello me parecía como una cosa imposible, poco a poco me empezaron a conocer en el mundo de la abogacía, cada día tenía más trabajo y no tuve más remedio que contratar a Francesco, un joven abogado italiano que comenzaba su trayectoria profesional, al igual que un día me ocurrió a mi. 243 8 DE MARZO SUSANA GONZÁLEZ ODIZZIO El 8 de marzo parecía ser un día como todos hasta que ella, desconfiada, atravesó la puerta de la pequeña oficina. Le acercó una silla y escuchó su historia mientras releía el expediente cargado de denuncias que sistemáticamente habían caído al vacío. Juntando falsedades del suelo, ella intentaba desesperadamente encubrir el asesinato de su abusivo marido mientras la endeble coartada estallaba en mil pedazos salpicándola de mentiras. No fue un día cualquiera a pesar de todo, rompiendo la rutinaria e incorrupta carrera de detective, la eximió del crimen y cortésmente la invitó a tomar un café en el bar “Justicia” 244 SUSPIROS DEL CORAZÓN BEGOÑA GRANDE VELASCO Y le miraba dormir, eran las 6:00 de la mañana de un lunes, Juan debía levantarse en 15 minutos para ir a trabajar. Ella recordaba otros tiempos más felices, antes de casarse, lo atento que era, cómo le fue conquistando poco a poco. Y ahora, con el paso de los años, la misma rutina de siempre, cuidar de la casa y los niños, y que todo estuviera en orden. Esa era su vida, bastante gris, todos los días eran igual, no había sorpresas ni nada de lo que Paula pudiera alegrarse. Sólo cuando sus hijos le contaban algo que habían hecho en el colegio y contaban orgullosos los goles que lograban marcar en el fútbol. Escuchó las llaves en la puerta, era su marido, los niños estaban jugando en su habitación. Juan llegó cansado del trabajo y le dio más ropa para lavar. Paula suspiró, ella creía cuando eran novios que la trataría como una reina, de hecho los primeros meses de casados fueron así, una auténtica luna de miel permanente. El amor de su marido por ella fue desapareciendo, ¿Alguna vez me quiso de verdad? Se pregunta Paula mientras pone en marcha la lavadora. Las lágrimas empiezan a caer por sus mejillas, porque ella sí le quiere, siempre le ha querido. Recuerda cuando eran más jóvenes, el pelo rizado y negro de su entonces novio, esa mirada traviesa que la derretía por dentro. Juan era un chico muy atractivo y supo cómo seducirla. Y ella se dejó llevar por un amor casi adolescente, fue tan ingenua e inocente. Ahora él apenas la miraba como antes, sólo espera la cena de esa noche y pregunta qué tal los niños con las clases sin demasiado interés. Arropada ya en la cama, le desea Buenas 245 Noches y unos minutos más tarde se escuchan sus suaves ronquidos. Pero ella no puede dormir, el reloj marca las 3:00 de la mañana. Algo tiene que haber para que vuelva a surgir la pasión entre nosotros. Es demasiado pronto para decirte adiós cuando todavía hay sentimientos hacia ti. Piensa Paula. Al día siguiente, recibe un ramo de flores y una nota, era de su marido. “Cariño, siento no poder darte todo lo que habíamos imaginado hace años, te mereces todo lo mejor y más cuando me has dado una vida llena de amor y dos hijos a los que quiero con toda mi alma. Esto no es una promesa, es algo que voy a hacer a partir de ahora, todas las semanas te enviaré un ramo de flores, como poco una rosa que demuestre mi amor hacia ti. Es lo mínimo que puedo hacer por la mujer que cambió mi vida. Perdona por no demostrarte siempre todo lo que te quiero, la comodidad ha hecho el resto, pero estoy dispuesto a cambiar y empezar de cero. De momento, esta noche tú y yo estaremos solos, no te preocupes por los niños, estarán en buenas manos. Te espero en el hotel “Tres Estrellas”, debemos recuperar el tiempo perdido y volver a ser los que éramos. Te quiere, Juan”. Lágrimas de emoción surgían de los ojos de Paula. Por fin se ha dado cuenta, y aún no es demasiado tarde. Tengo que pensar qué ponerme para esta noche, ya que es algo especial y quiero que vuelva a ser mágico. Que vuelva a ser el Juan de siempre, aquel que me hacía reír y soñar con una vida juntos. Al final, podremos tener una historia de amor como la que imaginábamos cuando éramos más jóvenes, hay que intentarlo y no rendirse, si queda algo de ilusión y ternura, podremos salvarlo. Es nuestra oportunidad de ser felices y querernos hasta el fin de nuestros días. 246 YO CUIDARÉ DE TU MADRE POLA GUTIÉRREZ ALEGRE Nada más entrar en el portal crujieron bajo mis pies un par de jeringuillas y una sustancia viscosa manchó mis botines nuevos. Al llegar al pie de aquella escalera cochambrosa divisé, arriba, tras la barandilla, la figura de una mujer en silla de ruedas. —Buenos días, señora, busco a doña Paquita Álvarez —le grité. —No hace falta que chille, que no estoy sorda,… ¿y para qué coña me busca usted, señorita? ¿Qué es lo que quiere? Me presenté. Irene Gómez, abogada recién licenciada y en paro, voluntaria en una ONG que asiste a enfermos terminales en sus últimos momentos. Así fue como conocí a su hija Ana Mari, en el hospital Universitario, poco antes de morir víctima del sida. Le juré que cuidaría de su madre. —Pobrecilla, qué lástima —dijo sin mucho pesar—. Pero suba usted y entre para dentro. ¿Quiere un café? Es torrefacto, que me venía en la bolsa de la Cruz Roja que nos dan cada mes. Entré en el piso, si a un cubículo de diez metros cuadrados lleno de mugre y humedad podía llamársele piso. Olía lo mismito que el portal, con un tufillo añadido a sudor y a leche agria. Junto a una mesa, carcomida la madera, un joven vociferaba obscenidades y de vez en cuando contestaba una voz estropajosa, la de su padre supuse, insultándole y mandándole callar. —No eche usted cuenta de ellos, siempre andan así. El Pepe, el padre 247 de la Ana Mari, me viene borracho todas las noches, que se gasta hasta el último euro de su mísera pensión en vino. Y mis hijos, vaya alhajas. La única que se salvaba era la Ana Mari, la pobre, que se fue de casa por no aguantar tanta miseria, y ya ve... Menos mal que al mayor, al Joselito, muy conocido en el barrio por sus atracos a farmacias y estancos, se lo llevaron preso. Porque es tonto de la baba, que le pescaron cuando fue a comprar pilas para unos cacharros de esos que suenan, emepetres o como se llamen, a la misma tienda dónde los había robado. Y este, el Rafita, entrando y saliendo del psiquiátrico con la misma frecuencia que entra y sale su padre del bar, que los médicos no hacen más que atiborrarle a pastillas, para nada, porque cada dos por tres le dan esos ataques de ira y arrasa con todo, con la vajilla, con las sillas …, hasta conmigo, que fue en una de sus crisis, que cogió y me tiró escaleras abajo, partiéndome la columna y dejándome tullida para toda la vida —y cambiando de tema dijo—: pero tómese el café que se enfría. —Venga, doña Paquita, vamos a dar un paseo y así le cuento con tranquilidad lo de la Ana Mari —le propuse. Me las apañé como pude para bajar la silla, y a doña Paquita, a pulso, que no había ascensor. Calle arriba se encontró con unas vecinas a las que no veía hacia años. Se pusieron a charlar y aproveché, con la excusa de ir a por tabaco, para volver al piso. La puerta seguía abierta y dentro habían cesado los gritos, todo estaba a oscuras y en silencio. Cogí un cuchillo grande del cajón de la cocina. Temblando como un flan de gelatina me planté frente al señor Pepe que roncaba repanchingado en la silla. Le clavé las tijeras en pleno corazón. No le dio tiempo ni a enterarse. 248 El Rafita tampoco se enteró de nada. Me abalancé sobre él y le hundí el cuchillo en el pecho. Dio un grito furibundo y calló inerte sobre su propia sangre. Alcé el cuerpo como pude, que pesaba el condenado más que un saco de piedras, lo arrastré hasta la ventana y de un empujón cayó sobre el montón de basuras que se acumulaban en el descampado de detrás del bloque, donde todo el barrio tira sus inmundicias. Nunca jamás en la vida he visto ratas tan enormes como las que se revolcaban en aquel estercolero. Poco a poco el cuerpo del Rafita se fue hundiendo en aquella montaña apestosa. También quedó sepultado el del Pepe, que arrojarlo fue pan comido, que no pesaba ni un comino. Volví a por doña Paca. —Ay, doña Paquita, no se lo va creer —le dije mientras empujaba su silla camino a casa—. Me he encontrado en su portal a los del psiquiátrico, que venían a buscar al Rafita, y se lo han llevado para probar un nuevo tratamiento en una clínica del extranjero. Me han dicho que conviene que no se comuniquen en un tiempo, unos dos o tres años. ¡Ah! Y de paso se han llevado al Pepe, que también tienen tratamiento para alcohólicos… — ¡Que cosas!, y luego dicen que la sanidad va mal en este país. —Pues, hala, ahora se toma usted un caldito que le voy a calentar y se echa un rato, que yo le arreglo la casa antes de irme. Y ya verá lo bien que vive sola, sin marido ni hijos. 249 EL OCASO DEL MIEDO ANTONIO GUTIÉRREZ TEJERO Decidió que necesitaba más color en sus mejillas, más sombra en sus ojos y más rojo en sus labios. Se soltó el pelo, hasta entonces recogido en un falso moño, se desabrochó dos botones más de la blusa y cambió unos mocasines marrones por unas sandalias rojas con un tacón de vértigo. Natalia no quería parecer, una mujer escondida tras un antiguo traje de chaqueta. Era el momento en el que su apariencia frágil debía ser sustituida por la garra y la agresividad de una mujer segura de sí misma. Cogió su porta documentos de piel, su bolso de Hermés y salió de casa cerrando la puerta con decisión. No quiso coger un taxi, tenía tiempo de sobra y decidió llegar caminando para hacerse con los tacones. Deseaba experimentar y saborear el cambio. No titubeaban sus pasos, eran firmes y seguros. Transeúntes de ambos géneros se fijaron en ella y volvieron sus cabezas, a su paso, para observarla con detalle. Esa era la impresión que deseaba causar, estaba ya cansada de ser eficiente, capaz, responsable pero aparentemente frágil. Ese era un defecto o una vaga y reiterada apreciación de sus jefes que la obligaron a dejar su trabajo. Natalia es licenciada en Derecho y ejercía este oficio, en una importante aseguradora a nivel nacional. Sus emolumentos eran menores que los de sus compañeros varones aunque ella le dedicara más horas que ninguno de ellos a la empresa. Le hicieron creer que no sería bueno que ella estuviera en primera línea en los juicios ya que su apocada presencia le restaría garra y fuerza en 250 sus alegatos. Natalia siempre estaba a la sombra, realizando el trabajo más sacrificado y menos agradecido. Gracias a ella y a su eficiente labor, la aseguradora había conseguido su récord de beneficios el año pasado. A todos los ejecutivos (pesos importantes dentro del organigrama de la empresa) se les aumentó considerablemente su nómina. Natalia seguía cobrando lo mismo. Solicitó un ascenso que le fue denegado casi sin escucharla. Solventaba los problemas con agilidad y rapidez.. Uno de sus jefes le llegó a decir que debía de estar contenta y agradecida por no estar formando parte de una larga cola en una oficina del inem. Aquel fue el último desplante que soportó, desde entonces pensó en su marcha. Consiguió direcciones y teléfonos de posibles clientes del archivo de la empresa. Abandonó el trabajo en la aseguradora y colocó una placa dorada a la entrada de su casa dónde se podía leer: NATALIA CAPELI ABOGADA Hoy se enfrenta a su antigua empresa en un juicio que para ella es vital… Al llegar a los juzgados, recorrió el hall sin vacilar y se dirigió a los ascensores. Una anciana también esperaba la llegada de uno de los dos elevadores que presidían el vestíbulo. Se abrieron las puertas, subieron juntas. La señora mayor llevaba un carrito de la compra arrastrado por dos ruedecitas. Apretó el número cuatro en el panel de botones y preguntó complaciente: - ¿A qué piso va usted? - Al quinto muchacha, gracias Natalia también pulsó ese número que quedó iluminado. Comenzó a subir, primero, segundo, y…el ascensor se paró precedido de un sonido seco y 251 chirriante. Natalia comenzó a ponerse nerviosa. Nunca es buen momento para quedarse atascada en el ascensor, pero era su día, en el que cambiaría su vida por completo, dónde los burladores serían burlados, no podía permitir que todo acabara allí. La mujer mayor comenzó a llorar y a hablar entre sollozos: - He venido al juicio de mi hijo…está ya en la cárcel… por robo con violencia. Ho ha sido bueno conmigo pero…no quiero que le pase nada malo. A mí me quitó todo lo que tenía de valor. No es la primera vez…que lo encierran…ya es la tercera…mi marido murió de pena… y sufrimiento…supongo. Me da pánico que lo dejen libre y vuelva a casa…tampoco quiero que esté encerrado…no deseo que esté cerca de mí…le tengo miedo. Mi vida es triste pero…necesito seguir como estoy…sin sustos, sabe. Natalia no cesa de tocar el timbre de emergencia. - ¿Tardaran mucho en sacarnos? - No lo creo señora, he tocado el timbre de emergencia será cuestión de pocos minutos. - Felipe debe estar nervioso. - ¿Quién es Felipe? - Mi perro, es ya casi la hora de sacarlo a pasear, soy muy puntual y él lo sabe. - Tranquila señora, no tardaran, yo también tengo prisa, no se ponga nerviosa. Debe haber sido una avería general, ¿porqué tardan tanto?, balbucea Natalia. 252 Una voz les habla por el interfono del ascensor pidiéndoles calma, asegurándoles que tardaran lo menos posible en subsanar el problema aunque éste se haya agravado al quedar la puerta del elevador parada entre las dos plantas. - No, Felipe, estará ladrando y se meará en la alfombra. - Míreme señora, no quiero más lágrimas. Nos van a sacar de aquí en unos momentos. Felipe le estará esperando a su vuelta moviendo el rabito y no se habrá meado en la alfombra porque sabe que usted se enfadaría. Deme su mano, agárrese a mí con fuerza, no tardaremos en estar afuera. Entonces usted observará a su hijo sin temor y se despedirá de él con la mirada. Le deseará lo mejor en este mundo pero ya se han agotado las oportunidades. Yo resurgiré en este juicio, lo debo ganar y dar a cada uno de los contendientes lo que por ley le pertenece. No volveré a flaquear más y no dejaré de creer en mí. - Gracias, muchacha, eres un sol. Si yo hubiese sido más fuerte y menos condescendiente, la vida me hubiese ido mejor. - No diga eso, usted es una valiente, una superviviente que se ha sobrepuesto a la adversidad y yo hasta ayer era una mojigata que se zambullía en su desgracia sin hacer nada por remediarlo. - Dame un beso, niña. Las dos mujeres se funden en un abrazo mientras un bombero abre la puerta del ascensor. 253 EL PRACTICANTE MARÍA TERESA GUTIÉRREZ ROJAS Cada primavera y cada otoño, a instancias de mi querida madre, para quien no tener ni un médico en la familia era una de sus más grandes frustraciones, llegaba para ponernos una tanda de inyecciones; alternando calcio é hígado. Largas, transparentes y dolorosas ó cortas, oscuras y asesinas. Más que cuello parecía un muslo, tan apretado por la corbata, que sus saltones ojos más que inyectados en sangre, parecían reventados de violencia, cuando apuraba de un trago ese vino, que debían servirle en cada casa, mientras realizaba el parsimonioso servicio de ir transmitiendo las más diversas enfermedades con esa metódica impunidad con que encendía el alcohol, para hervir las jeringuillas en el agua de sus metálicas cajitas ovaladas. Lo descubrí pasados los años, por un médico en la seguridad social, no mucho más profesional que él, cuando yo tenía cincuenta años y ya no había remedio para nada. 254 FAUSTINO, EL ISLEÑO. MARCOS FEDERICO HAEDO Cuando el reloj marcó las cinco de la mañana Faustino Escobar hacía rato que estaba despierto. No fue un gallo madrugador el que lo despabiló, sino un chajá que pasó cerca de su rancho. Encendió el brasero con la poca leña y ramas secas que le quedaban y puso la pava ennegrecida al fuego. Mate amargo con “yerba” reseca y unas duras torta fritas fueron su desayuno. El tiempo había castigado la isla y hacía dos días que no podía bajar a tierra. Había sido precavido a la hora de construir su rancho. Casi dos metros de altura lo separaban de la tierra inundada. Pero hoy ya tenía decidido bajar. El acopiador pasaba en dos días y él tendría que tener algunos cueros de nutrias y pescados para venderle. Necesitaba mercadería, pan, aceite, harina, artículos de limpieza y alguna damajuana de vino. Pero el temporal recién estaba amainando y no tenía nada para ofrecerle a cambio de esa mercancía al acopiador. El viejo no le fiaba. Se aprovechaba de que era el único que andaba por esos lugares. Más de una vez Faustino discutió por que no pagaba los cueros como los tenía que pagar. Y el isleño no tenía otra alternativa que caer en las manos “del viejo cagador”. Su guigue estaba atado al tronco de espinillo que sostenía el rancho. El viento había menguado, la lluvia ya era una pequeña llovizna y el agua comenzaba a bajar. “A veces elrío es injusto conmigo, pensó, no me respeta como yo lo respeto a él”. Preparó su pequeña maya, sus trampas de nutrias y la vieja carabina. Eran las seis cuando partió. El sol se empezaba a imponer 255 sobre las nubes negras que viajaban a toda velocidad hacía el este. Algunos árboles caídos le hacían el paso difícil al pequeño guigue. Por fin, Faustino pudo largar la maya en el tranquilo río, que de a poco se fue hundiendo. A la tardecita la vendría a recoger. Poner las trampas le resultó más complicado. No encontraba tierra firme en dónde bajar y colocarlas. Unas cuantas remadas le costo para llegar a un lugar donde el agua le había dejado el lugar a la tierra seca. El sol ya picaba y ahora le molestaba, pero igual le agradeció a Dios por su presencia. Acomodó sus trampas y preparó la carabina. Con ella intentaría cazar algún esquivo carpincho. Su cuero cotizaba el doble que un cuero de nutria y su carne bien condimentada era más rica y rendidora que la de nutria. Una bandada de patos pasó justo por arriba de su cabeza, pensó en tirarles, pero decidió que no tenía cartuchos suficientes. “Los guardo para el carpincho”, se dijo. Siempre lo acompañaba una vieja radio, pero esta vez se había quedado sin pilas, entonces se entretenía cantando. “El dinero no hace honrada a la gente sino su forma devivir”, entonaba. Caminó hasta unos árboles por que le pareció que algo se movía. Una perdiz levantó vuelo. El carpincho no aparecía y la panza comenzaba a hacerle ruido. Volvió a su guigue, abrió su bolso y comió las últimas tortas fritas que le quedaban. La damajuana de vino le ofreció sus últimos tragos. Ya era el mediodía, del carpincho nada. “Espero que las trampas me den algo”, se esperanzó. Caminó otro rato, esta vez decidido a cazar “lo que venga”. Necesitaba alimento. Ya no le importaba el viejo cagador y su mercadería. Sólo quería algo que comer. 256 Se acercaba el atardecer que dibujaba una hermosa postal: el rojo del cielo se mezclaba con las últimas nubes negras, rebeldes .Las trampas de nutrias no le ofrecían nada. El agua las había espantado, al igual que al carpincho, quién sabe dónde. Muchas veces se había encontrado en la misma situación. “Algún bagre le echaré a la panza”, pensó. Llegó la hora de volver. El sol se había ido. Miró al cielo que de a poco se fue poblando de estrellas. Subió al guigue y emprendió el regreso. Levantó las mayas y la notó pesada. Sonrió. Tres sábalos de correntada, dos pulposas bogas y unos cuantos bagrecitos se movían incesantemente mientras Faustino intentaba con toda su fuerza levantar la pesada maya. “El hombre debe apreciar su libertad y no se da cuenta de lo que vale hasta que la pierde...” entonaba desafinado el isleño. Miró al cielo, agradeció a Dios por ese firmamento lleno de estrellas y una brisa le refresco la cara. Faustino el isleño también agradeció al río por su ofrenda, sabiendo que mañana y el resto de sus días lo tendrán ahí, esperando cazar y pescar algo para poder sobrevivir. 257 LLEGO LA PERRA MARÍA HERNÁNDEZ RODRÍGUEZ Así fue: Se fue metido hasta las costillas empujando como un macho. Con su cara impoluta y sus ojos anegados de un llanto que se precipitaba escondido en la oscuridad que lo mantenía en el atisbo de todas las esquirlas que su cuerpo dejaría a su paso. Así tirando duro se fue alejando, cargando con todos estos pensamientos en su cabeza. No miraría hacia atrás, no podría seguir. Remó con todas sus fuerzas apoderándose de su pecho un loco frenesí, como si hullera de la misma vida. Aprovechando el viento fuerte que llegó del sur, haló aquel artefacto que sonó herido, crujiendo como papas en manteca caliente. De repente se estremeció el botalón yal fin se hincho la vela. Quedando su pecho casi abúlico de tanto esfuerzo que hizo, así, sin perder un minuto puso la brújula con rumbo al norte. En ese instante paso por su mente una película tormentosa toda su vida y todos los recuerdos se amontonaron sin medida alguna junto a su destrozado corazón. Su pecho era todo un meandro, solo curvas y curvas formaban la difícil armonía que no podía florecer por más que lo deseara en línea recta. Increíblemente ya casi está llegando el fin del siglo, podías olerlo con tu nariz de pescador errante y absolutista que no sabe otra cosa en esta desgraciada vida que no sea tirar las redes; en este mar hermoso que rompe sus espumas delante de tus ojos. Como en el sueño de la isla del tesoro. Cuando termine decías en silencio. Cuando termine este padecer de imposiciones, de autarquías y de tecnócratas, regresaré. 258 No se vivir sin este oxigeno. Me es indispensable para seguir viviendo. Te lo repetías constantemente, como para consolarte. Aun sabiendo que todo era casi imposible que la vida seguiría su curso y que las fuerzas poderosas no te permitirán despertar de otra manera. Que los viejos cánones ya estaban en el piso y para lograr mantener todo lo que habíamos alcanzado se necesitaba una nueva mezcla de ideas renovadoras, jóvenes y seguras. Que llegarán hasta el pueblo y salieran desde el pueblo. Pero hoy te sentías derrotado, como atleta en la última yarda de su carrera esto era para ti hace algún tiempo imposible. La perra nunca fue derrotado. Hoy te dabas por vencido, increíble. Hace poco, cuando apenas eras un adolecente, nadie lo había logrado. Por eso te llaman “La perra ”tus peleas callejeras eran famosas en el pueblo. Pero ahora te sales de la lucha. Pasaron los días como paginas blancas, nadie supo de ti en mucho tiempo, hasta que un día por cosas de la vida nuevamente llegaste. Y llegaste muchas veces. Solo un día no pudiste y fue espantoso. Ese día tu padre había muerto. Después fueron tantas veces, entrabas y salías, nos habituamos a verte en el barrio, no sabíamos si estabas aquí o allá. La costumbre también se apodero de tu alma y el tedio también se apodero de tu pecho rebelde. Como las olas que en el invierno se rompen en los dientes de perro de nuestro litoral. Tú como tantos estás padeciendo los estropicios de este mundo, sin sospechar cuando tocaremos el fondo o alcanzaremos las estrellas. Así llegas solo y en desacuerdo. Pero siempre llegas con el dulce sabor de las manzanas en busca del deseado mango. 259 Descalzo con tus pies seguros buscas los caminos libres de erizos ya pecho limpio te tiras en las aguas de estas costas, a disfrutar del sabor deseado, salino y puro que te ayuda a borrar los espantos de otras tierras. En las que llevas por sobrenombre el coyote, aunque aquí todos sabemos que eres y serás. La perra. 260 QUERIDA MARÍA JOSÉ ANTONIO Sé que no pasas por un buen momento, por eso te escribo estas palabras. Sé que tu vida ha cambiado demasiado y demasiado rápido como para que fueras consciente de ello. Tú dedicaste tu vida a crear una familia y a cuidar de tus hijos; renunciaste a tus estudios y a tu juventud por criarlos de la manera en que creías correcta. Y nunca te arrepentiste de ello. Tu vida siempre estuvo llena con ellos, y no tenías tiempo para mucho más. Ahora todo ha cambiado, ya nada es como antes: tus hijos son independientes y casi no van por casa. Sientes un vacío que no sabes cómo llenar, pues tu vida toda eran ellos, y ya no están. Ahora tienes demasiado tiempo para hacer demasiado poco. A duras penas consigues sonreír, y no sabes en que emplear tu tiempo. Tu marido y tú no sabéis cómo actuar, pues ya no os acostumbráis a que no estén, a que a partir de ahora tendréis que convivir vosotros dos solos: ya no quedan diablillos correteando por la casa. Ya se fueron las risas y los llantos de los críos. Pero ahora te digo: es tu momento. Ya viviste la vida a través de los demás durante demasiado tiempo: debes vivir tu vida por ti misma. Disfruta cada momento, sonríe, sal con tus amigas a pasear, a bailar, a tomar un café… lee, ve al cine, estudia lo que quieras. Renunciaste a tus estudios en su momento porque la vida impone, pero ahora tienes tiempo de retomarlos, nunca es tarde para estudiar. Decía Isidoro de Sevilla: “Estudiad como si fuerais a vivir siempre, vivid como si fuerais a morir mañana”, y esto es lo que debes aplicarte 261 a ti misma. La vida no es fácil, pero puede ser muy bella. Busca un trabajo que te llene, realiza tus sueños. Nunca es tarde. Tu vida es tuya, vive para ti, y no para los demás. Nunca es tarde… hoy es el primer día del resto de tu vida. 262 LA X QUE MARCA LOS TESOROS PALOMA HIDALGO DÍEZ Se acerca la primavera, es tiempo de preparar jardineras y macetas para empezar la siembra pronto. Las semillas de igualdad las plantaré bajo el laurel, el árbol del triunfo y la sabiduría; y las de respeto junto al almendro porque es el primero que se cubre de flores. Bajo mi ventana quiero que florezca la igualdad de oportunidades, y en el patio, entre los geranios, estoy sembrando convivencia, que libera un aroma exquisito. Tengo que encontrarle un sitio, bien soleado, a la ilusión en un mundo mejor, para que medre con fuerza. Y otro al reconocimiento, aunque a éste, me recomiendan plantarlo en umbría, para que la humildad crezca sin problema junto al orgullo de ser mujer, que me han dicho que es una flor delicada y poco conocida. Prepararé la tierra, abonaré con palabras y con hechos, que mantengan el calor suficiente para que las semillas sigan vivas incluso si llegan heladas intempestivas, porque necesitamos, todos, una buena cosecha. Arrancaré cada mala hierba, no dejaré que crezcan en mis tiestos ni discriminaciones, ni diferencias, ni comportamientos que degraden a ninguna mujer por serlo. Y pienso mezclar en el agua de riego altas dosis de reparto de oportunidades y conciliación familiar, porque así crecerán con más fuerza las raíces, esas que sujetan los tallos anclados a la tierra cuando soplan vientos y tempestades. Tendré que evitar ataques de parásitos y plagas, fumigaré con decisión y coraje los estereotipos rancios y buscaré los remedios más eficaces para 263 eliminar las discriminaciones siempre dispuestas a arruinar las hermosas flores de la convivencia. Y si veo que aparece algún brote de intransigencia, lo reconduciré para que comprenda que ese no es el camino; sería mi mayor deseo conseguir que las flores moradas del maltrato no volvieran a aparecer sobre ninguna piel. En abril, cuando lleguen las lluvias, fertilizaré el sustrato esquilmado con semejanza y con paridad, para que los brotes verdes de la esperanza crezcan sanos y fuertes en mayo, que siempre ha sido el mes de las flores. Sí, de las mimosas, esas madres solas que sacan adelante a sus hijos como Quijotes, luchando contra gigantes mucho más reales que aquellos a los que se enfrentó el ilustre hidalgo. De las celindas que llenan de dulzura el ambiente, del mismo modo que lo hacen las sonrisas de aquellas que se ganan la vida llenando el vacío que dejaron los recuerdos olvidados. De prímulas coloristas que lucen sus pétalos con orgullo en parterres. De las Hortensias, las Rosas, las Violetas…de las madres, las abuelas y las hijas que en sus cromosomas trasmiten una X, la del tesoro de ser mujer. 264 ASCHIF, EL CAZADOR GASTÓN ALBERTO HOLGADO La lluvia azotaba la selva, el viento sacudía sus árboles de un lado al otro. Aschif, el cazador de la estepa, a pesar de las inclemencias climáticas se introdujo paulatinamente dentro de la vegetación. Esperaba atrapar al único ejemplar de león blanco existente, según se comentaba entre los lugareños. Aschif no podía dejar de pensar en el prestigio que iba a ganarse al atrapar al último ejemplar de león blanco y así mostrarle a toda la aldea que lo que se rumoreaba sobre aquel felino era cierto. Pasaron dos horas y el cazador estaba agazapado en una vieja choza esperando que su presa aparezca. La lluvia no cesaba y el viento era cada vez más fuerte. Aschif tenía la corazonada de que en cualquier momento la fiera iba a aparecer. No se veía ningún animal, no se escuchaba el canto de las aves, no había insectos, nada de nada, sólo vegetación que flameaba en distintas direcciones. Ante esta situación el cazador agarró su cantimplora y bebió un añejo licor de café que lo acompañaba en todas sus aventuras, luego, como pudo, encendió un cigarrillo y no dejaba de mirar a su alrededor. Las horas pasaban y ningún león aparecía, Aschif ya se había imaginado las mil y una maneras de acabar con el animal, se divertía escogiendo por una u otra opción. De a poco se empezó a fastidiar y a inclinarse por la idea de que ese día el león no iba a aparecer, con semejante temporal seguro debe estar refugiado entre las rocas esperando que asome el sol, pensaba el hombre. 265 Empezaba a oscurecer y Aschif estallaba de bronca, nunca le había sucedido algo similar, jamás había esperado tanto tiempo para atrapar una presa, aunque esta era especial, era el último animal de su especie y su popularidad como cazador estaba en juego. Agotado por la prolongada jornada el cazador se quedó dormido unos minutos y soñó con el momento de la captura, usó su lanza, después su red y por último su afilado y grueso machete, cargó con la bestia al hombro, llegó hasta la aldea y tiró al león desvanecido al piso para que todos lo vean y se acerquen para felicitarlo. Pasada media hora se despertó y por algunos minutos se sentía orgulloso por los elogios que había recibido en su sueño. Los arbustos que se encontraban a unos metros del refugio de Aschif se empezaron a mover, se escuchó un rugido, luego volvió el silencio. El cazador agarró su lanza y tomó posición de combate, preparó la red y puso el machete entre los dientes. Otro rugido, el arbusto se agitaba cada vez con más fuerza. Minutos más tarde detrás de la hierba apareció el león blanco junto a sus dos cachorros que jugaban con su larga melena y se tropezaban entre ellos. Aschif se quedó tieso mirando la secuencia y sintió una profunda ternura que jamás había experimentado. Nunca pensó que era capaz de emocionarse de semejante manera. Juntó sus cosas y regresó hacia el campamento más cercano, feliz y agradecido a la naturaleza por haberle brindado aquella escena que lo conmovió hasta las lágrimas. –Hola Aschif. ¿Cómo te fue en la caza del león, lo pudiste ver o atrapar? – preguntó un mulato del lugar. 266 –No tuve éxito, esperé todo el día y ni rastros del animal –respondió el cazador fingiendo malestar. Desde aquel día Aschif no volvió a cazar y se dedicó a fomentar el cuidado de las especies en peligro de extinción. 267 LAS COSAS DE LA VIDA CARMEN HUELVES RAMOS El aroma de café invadía toda la cocina. Era uno de los mejores momentos del día. Me serví una generosa taza, me senté y me dispuse a disfrutarla sorbo a sorbo. Acababa de volver del colegio después de dejar a los niños y me puse a pensar en ellos. Carla, con sus siete añitos, tan cariñosa y tan dulce. Ya le habían caído dos dientes pero aún así seguía siendo preciosa. Y Marc, el hombrecito de la casa, con sus escasos cinco abriles y lo tremendo que había salido. Siempre con el pelo revuelto y con ganas de jugar. Recordaba cuando nacieron. Que lejos parecía ahora. Ahora me daba cuenta de lo dura que era la lactancia. Levantarse a media noche. Estar pendiente cada seis horas. Pero la verdad es que era algo muy hermoso. Había acabado mi momento de descanso. Me puse las pilas y comencé a recoger la habitación de los niños. Les guardé la ropa. ¡Cuánto habían crecido! Teníamos que ir pensando en comprarles ropa nueva. Les hice las camas, Marc como siempre había dejado su osito de peluche debajo de la almohada y Carla tenía el cuento que estaba leyendo, abierto por la página en la que el príncipe vencía al dragón. Acabé de recoger la casa, puse la lavadora y me fui a comprar. Cada día resultaba más difícil economizar con la comida pero aún así procuraba que a mi familia no le faltara de nada. Cuando regresé me puse a preparar la comida para los niños, después ya comería yo. Nunca me había entusiasmado la 268 cocina pero tuve que acostumbrarme, y ahora, incluso me gustaba. Mi pareja no venía al medio día ya que trabajaba lejos y a jornada completa, pero los chicos sí. Nos habían denegado la beca de comedor y con un solo sueldo no nos podíamos permitir el lujo de pagarlo. Salí de nuevo a buscarlos al colegio. Los llevé a casa, comieron y otra vez volví a salir para llevarlos. De nuevo en el hogar, me quité los zapatos, puse la televisión y me dediqué a mirarla mientras comía. Me dormí y soñé con tiempos mejores: Cuando los dos teníamos trabajo… Cuando nos casamos, ilusionados por nuestro futuro... Cuando vinieron los niños… Entonces me desperté y seguí pensando: Cuando firmamos la hipoteca. Aquella maldita hipoteca que con un solo sueldo nos costaba tanto seguir pagando. A pesar de todo, gracias a nuestro esfuerzo conseguíamos cumplir con el banco religiosamente cada mes… Cuando me azotó el paro y me tuve que quedar en casa. Desde entonces no podíamos salir con los amigos los fines de semana, además nos era imposible pagar una canguro que cuidara a nuestros hijos. Pero disfrutábamos mucho quedándonos con ellos. Decidí no pensar más en todo aquello. Lo más importante era que nos seguíamos queriendo como al principio. Miré la hora y me dispuse a salir de nuevo para recoger a mis hijos. Les había preparado unos bocadillos para merendar, los devoraron. Y después me los llevé al parque como cada tarde. Era el momento en que me gustaba desconectar mientras respiraba el olor de la hierba recién cortada de aquel jardín. Me encantaba observar sus juegos y lo felices que eran. Marc, sentado en el suelo, se divertía con la tierra y moldeaba 269 pastelitos. Mientras que Carla jugaba con una amiguita a ser una gran doctora que curaba a todas las muñecas. Ya estaba oscureciendo, así que volvimos a casa. Los bañé, cenaron y los llevé a la cama. Les di un beso y cerré la puerta. Era el mejor momento del día. Ahora solo me quedaba preparar algo de cena para nosotros dos. Como cada noche, siguiendo un ritual, abrí una botella de vino, era barato, pero las copas de cristal resultaban muy bonitas y así parecía más bueno, incluso creo que sabía mejor. Preparé algo de fiambre y queso. Puse la mesa y en el centro coloqué una vela. La encendí, llené las copas y esperé que llegara. Escuché la llave en la cerradura y mi corazón se puso a palpitar igual que siempre. Hacía ocho años que nos habíamos casado y aún disfrutaba con el momento de su llegada igual que el primer día. Entró, nos besamos. Y entonces yo, como cada día, le pregunté: ¿Que tal has pasado el día, querida? María era una mujer maravillosa, trabajaba todo el día fuera de casa para mantenernos a todos. Ahora subiría a dar las buenas noches a sus hijos y después cenaríamos juntos. La quería, era feliz a su lado y me sentía satisfecho con la vida que me había tocado llevar. 270 UN MUNDO DIFERENTE VIOLETA GONZÁLEZ DE UBIETA ARROYO Me levanté aquella mañana con frío. A pesar de que era verano, se me congelaron los dedos de los pies. Con los ojos casi cerrados dejé caer mis manos en el cajón de los calcetines. Mamá seguro que me habría planchado unos cuantos, ella siempre acertaba el tiempo que haría al día siguiente. Pero aquel día el cajón estaba vacío. De repente un delicioso olor enturbió mis deseos laníferos. ¡Tostadas! Sin pensarlo dos veces salté de la cama y bajé estrepitosamente las escaleras hasta aterrizar en la cocina. Allí estaba papá. Estaba llorando. 271 IGUALDAD DE PAPEL MARIA TERESA GONZÁLEZ SAN RUPERTO María nació con el establecimiento de la democracia en España. Creció en libertad y siempre creyó tener los mismos derechos y deberes que sus amigos, estaba convencida de que ser mujer no supondría ningún obstáculo o problema para ella. Desde pequeña quiso ser periodista. Estudiando la carrera se extrañó de que, aunque tenía muchas más profesoras que profesores, habitualmente había más catedráticos, decanos y vicedecanos. Un día se lo comentó a un profesor con el que tenía especial confianza: “Es normal, las mujeres se han incorporado más tarde al mundo docente, al laboral en general. Por eso todavía no han llegado a los puestos más altos. Ya lo comprobarás cuando trabajes. Además, está el techo de cristal”. ‘El techo de cristal’, nunca antes había oído ese término, pero desde ese momento empezó a familiarizarse con esa idea. Era buena estudiante y logró unas prácticas en un periódico nacional. Allí comprobó que su profesor tenía razón. Aunque las mujeres eran mayoría en la redacción, el director, los subdirectores y prácticamente todos los redactores jefe eran hombres. Curiosamente, la única mujer con un alto cargo era una descendiente del fundador del prestigioso diario. Al principio pensó que la escasa presencia de mujeres en los altos cargos podía deberse a que era un diario bastante conservador. Pero, cuando al año siguiente, consiguió otras prácticas en un diario que presumía de progresista se 272 encontró con el mismo panorama: mayoría de redactoras, pero apenas alguna jefa de sección y, por supuesto, ninguna directiva. María siguió trabajando, consiguió un contrato fijo y fue ascendiendo en su carrera profesional. Durante algún tiempo volvió a creer que todo era posible con esfuerzo personal. Se equivocó. Con ansias de mejorar, cada cierto tiempo buscaba nuevas oportunidades laborales. Pero superados los 30 en muchas entrevistas de trabajo se veía sorprendida por preguntas como: ¿Con quién vives?, ¿Estás casada?, ¿Te gustaría tener familia?, ¿Cuáles son tus prioridades en la vida? Preguntas personales que la incomodaban y que, como pudo comprobar, jamás les hacían a sus colegas hombres. Poco después de su boda tuvo que acostumbrarse a los comentarios, supuestamente jocosos, sobre un posible embarazo de su jefe, en la prestigiosa agencia de Comunicación a la que se había incorporado hacía unos meses tras un arduo proceso de selección. Si un día se encontraba indispuesta y faltaba al trabajo le soltaba entre risas “¿Qué, ya estás preñada?”. Si había cogido un par de kilos en las vacaciones era recibida con un “¡Qué sospechosa barriguita”. Tras dos años de escuchar comentarios de ese tipo, finalmente llegó el embarazo, aunque María siguió trabajando como siempre, con el mismo empeño y profesionalidad, las indirectas y bromas continuaron. Ahora cualquier error, aunque fuera igual que los que cometían sus compañeros varones, era achacado a su embarazo. 273 Cuando María agotó su baja maternal, volvió con muchas ganas a la agencia. Adoraba a su bebé, pero quería hacer algo más que cambiar pañales y dar el pecho. Había estudiado dos carreras, dominaba tres idiomas y hasta había hecho en máster, necesitaba el estímulo que siempre le había aportado su trabajo como periodista y experta en comunicación. La vuelta no fue como había esperado, después de un par de semanas de calma y preguntas amables sobre la pequeña Luz, descubrió que los más temas más importantes e interesantes ya no pasaban por sus manos como antes, sino que eran encargados a otros compañeros, muchos de los cuales tenían menos experiencia que ella. Atónita, veía incluso como algunos se apropiaban de sus ideas, que discutían con los grandes jefes en los largos cafés que ella ya no se permitía –concentrada en acabar cuanto antes su trabajo para no prolongar innecesariamente su ya de por si larga jornada-, o en los concurridos ‘afterworks’, entre gin tonics y cubatas, que ya no podía permitirse. Decepcionada, pronto empezó a sentirse mal, Luz pasaba muchas horas en la guardería para que sus padres pudieran trabajar. Pero María ya no era feliz en su trabajo. Su marido, Pablo, incluso había negociado su horario con el director para llegar antes a casa. Afortunadamente, Pablo era un padre implicado y una pareja colaborada, pero el reparto de las tareas del hogar y la crianza de la niña aún estaba lejos de acercarse al 50%. “No te quejes hija, que tu padre no cambió ni un pañal”, le recordaba siempre su madre. Después de darle muchas, muchas vueltas, de noches sin dormir y muchos nervios, María decidió pedir una excedencia de seis meses para el cuidado de 274 su niña. Era un derecho que le reconocía la ley, y quería disfrutar de él, aunque sabía que en su empresa dos compañeras habían sido despedidas poco después de incorporarse, una de su baja maternal y la otra de una excedencia para ocuparse de sus gemelos. María ya no teme un despido, ni seguir siendo ninguneada, ya no le preocupa que otros se aprovechen de su trabajo dejándola de lado. Tiene claro que cuando se incorpore negociará su salida de la empresa, tiene unos ahorros, se ha informado de las distintas ayudas de las administraciones y piensa establecerse por su cuenta. Será su propia jefa, marcará sus horarios y prioridades, probablemente trabajará más y puede que gane menos, pero ya nadie podrá regañarla por llegar media hora tarde por llevar a su hija al médico. Confía en sí misma y en su trabajo y espera que, en pleno siglo XXI, Luz crezca en un mundo de igualdad verdadera y no sólo de igualdad sobre el papel. 275 DEMASIADO TARDE ELENA GÓMEZ MARTÍNEZ Sábado, las nueve de la mañana, y yo todavía removiendo mi taza, despeinada y soñolienta, mientras veo las noticias. Hoy están dando las cifras: semana doce, catorce mujeres muertas. Parece que esto no vaya a acabar nunca. Asqueada, hago el firme propósito de ponerme en marcha, tengo mucho que hacer. Y justo cuando empiezo a colocar todo en el lavaplatos, suena el móvil impaciente. Deseo que no sea otra emergencia laboral, ya sería el tercer fin de semana arruinado… también las psicólogas tenemos vida privada. Pero no, eres tú. Imagino que quieres quedar para tomar algo más tarde, y contesto con una sonrisa cómplice. Oigo tu voz rota por el llanto, y me descompongo. Apenas entiendo nada de tus balbuceos, estás al borde de un ataque de ansiedad, así que te pido que vengas a mi casa inmediatamente para hablar con tranquilidad. Mientras llegas, recojo azorada la casa y me pongo algo de ropa decente para recibirte. Pongo una cafetera, no hay nada que te relaje más que el olor del café recién hecho. Es algo que he aprendido después de tantos años de amistad. Suena el timbre, abro y apareces en el umbral con un aspecto horrible. Las ojeras surcan tus enrojecidos ojos, incluso pareces haber encogido. Me abrazas y siento tus latidos sobre mi pecho, acelerados y confusos. Una vez que nos hemos sentado ante el café humeante me cuentas que no puedes más, que tu relación de pareja es insostenible. Me hablas de sus vacíos y reproches. Me relatas cómo te humilla y ningunea delante de los 276 demás, cómo te ha ido alejando de tus seres queridos con chantajes y amenazas. Me dices que utiliza a vuestros hijos como escudo, y finge intentos de suicidio cuando le insinúas que todo debe acabar. Te insulta, menosprecia tus cuidados, tira por tierra tus aficiones y sueños, te hace sentir como una miserable partícula de polvo… y sin embargo no te sientes capaz de romper con todo, de empezar una nueva vida en solitario. Piensas que ya es demasiado tarde, que no conoces otra forma de existir, que ya no puedes comenzar de nuevo con ninguna otra persona. Y luego están vuestros hijos… creciendo en un ambiente que no les favorece en su educación, pero no te imaginas vivir lejos de ellos. Se me parte el alma cuando veo que te rindes. Hace tiempo que intuyo que las cosas no van bien en tu matrimonio, pero nunca pensé que fuera tan grave. La verdad es que casi nunca os veo juntos, creí que era un acuerdo entre vosotros. Pero me confiesas que me ves a escondidas, nos conocemos desde la niñez y nos queremos demasiado para que nadie acabe con nuestros momentos de confidencias. Ante mi cara de asombro me explicas que si supiera de nuestros encuentros, hace tiempo que te los habría prohibido. Y tú, para no tener problemas, le habrías obedecido. Decido ponerme la careta de psicóloga escondiendo la congoja de amiga. Te pregunto si eres consciente de que eres víctima de violencia psicológica, que es punible igual que la violencia física. Pongo ante ti el abanico de posibilidades que tienes, y que conozco bien por mi trabajo. Te exijo que te pongas en marcha, intento convencerte de que está en tu mano cambiar las cosas. Pero en tu mirada descubro que este caso va a ser muy difícil porque tu 277 dependencia emocional es enorme. Y ante mi súplica de que te pongas en manos de profesionales y denuncies esta situación, estallas en un ataque de ira. Me hablas con incredulidad de lo difícil que sería presentar ante un juzgado ni una sola prueba de lo que me has contado, ríes amargamente cuando te propongo divorciarte y pedir la custodia de los niños. Te hablo de estadísticas y campañas contra la violencia doméstica, y me miras con desprecio. Me gritas, “no has entendido nada”, y tengo que tragarme toda la hiel del momento. Me reprochas mi frialdad, tú has venido a desahogarte con tu mejor amiga, y te has encontrado con una especialista en protocolos de actuación. Me quedo muda, yo sólo quiero ayudarte, hacerte ver que hay opciones… Te levantas, “gracias por el café”, y te marchas dando un portazo. El silencio que has dejado tras de ti se me adhiere a la piel y me asfixia. Tengo miedo, por ti, por mí, por nuestra amistad… pero pienso que es mejor no agobiarte, dejar que pienses y recapacites. Quizá dentro de un par de días comiences a pensar en nuestra conversación y veas la luz delante de ti. Te llamaré esta semana, poco a poco te ayudaré a liberarte de tus cadenas. Sigo con mis planes del fin de semana, aunque no consigo quitarme esta angustia que me persigue como una gran nube negra. Pienso que es por tus confesiones, me han pillado de sorpresa. Pero hay algo más que no sé definir, ocupas todos mis pensamientos y te busco en mi agenda de contactos en varias ocasiones para llamarte, para después arrepentirme. Te conozco bien, sé que no debo presionarte porque te bloqueas fácilmente. Y sin embargo algo me dice que las cosas no van bien. 278 El domingo por la tarde me llama mi madre, está inmersa en un mar de lágrimas. “Pedro ha muerto, se ha suicidado”. Comienza a explicarme los macabros detalles del fallecimiento de mi mejor amigo, pero no escucho nada, no veo nada… Siento como si me hubieran abierto en canal con un cuchillo incandescente, y quiero gritar hasta ahogarme. Pero no puedo… mi voz se niega a salir, y sólo cuando las lágrimas comienzan a quemar mi rostro, me doy cuenta de que cuando llamó a mi puerta ya era demasiado tarde para él. 279 LAS GAFAS ROTAS ELIANA KIRILOVA MITOVA - Tengo dos hijos – dijo la mujer buscando algo en su gran cartera negra. Sacó una hoja doblada a la cual iba aplicada la citación. Antes de leer el documento me di cuenta que era una demanda. Me fijé en la señora. Tenía alrededor de 66 años , con una cara humilde de grandes ojos morenos muy despiertos. Se notaba que era una persona muy honesta. Empecé a conversar con ella para conocer bien el problema - Ud es señora Maria Atanasova, su hijo Lubo Atanasov declara en esta demanda que le había prestado a Ud 2000 levas. Ud le ha firmado un recibo. Ahora él necesita este dinero y por eso la está llamado ante el juez. ¿Es así, o no? La mujer de nuevo se puso a buscar algo en la cartera, esta vez un pañuelo. - No, eso no es cierto. No me había prestado ningun dinero, el no tiene dinero. Está enfadado conmigo porque siempre me pide dinero pero yo no le puedo dar. Hace dos meces me enseñó un documento diciéndome: „Mamá, tienes que firmarlo. Piden tu permiso para que yo pueda viajar fuera del pais. Así son las reglas”. Entonces yo se lo firmé…. - Bién, ha firmado…. Pero ¿por qué no lo leyó antes de firmar? - Tenía entonces las gafas rotas y no lo pude leer….- contestó ella muy confusa. Me puse a pensar que se podía hacer en este caso tan simple. Mi colega, el abogado que representaba a su hijo, tenía la tarea mucho mas fácil. Dinero 280 prestado, un recibo firmado...Todo era muy fácil para él. ¿Qué hubiera podido hacer yo para ayudar a esta pobre mujer? Nada. - Estoy segura que va a perder este pleito, María. Su hijo tiene el recibo firmado por Ud. Entonces el tribunal la obligará a pagar estos 2000 levas a su hijo. Si me apodera para que la presente ante el tribunal, tiene que pagarme también a mi. Entonces perderá mas dinero. Además a ningun abogado le gusta perder un pleito. Ella no sabía como contestar. De repente dijo: - Si no me presento ante el tribunal, todos pensarán que yo he tomado este dinero. Pero yo no lo he tomado. Por mí misma tengo que presentarme. Si estoy sola, me pongo nerviosa. ¡Por favor, acompáñeme como mi abogada! La entendía muy bien. Todo pasó asi como yo lo había previsto. El caso era muy simple y muy claro. Por intuición ataqué la autenticidad de la firma de Maria. El juez nombró a un experto grafólogo. En la segunda sesión el declaró que la firma era de Maria. En una hoja blanca el experto la había obligado escribir varias veces su propia firma. Siéte u ocho veces sequidas. No había otro texto. Cuando me firmaba el poder María casi dibujaba las letras de su nombre. Parecían iguales y muy hermosas, muy atentamente escritas. Me fijé que no llevaba gafas. No me pareció raro porque mucha gente esta acostumbrada a firmar sin ponerse las gafas. Charlábamos con María en mi oficina trarando de calmarnos. Yo me sentía muy mal después de haber perdido el pleito, ella, muy desilusionada por lo de su hijo. Además el dinero no era poco para una pensionista. La entendía muy 281 bien. Me daba cuenta que esta mujer habia hecho todo para criar y educar a sus dos hijos con la ayuda de su esposo ya difunto. Lubo era el mayor. Los problemas empezaron cuando nació su hermano menor, el mayor se ponía celoso porque los padres le prestaban mas atención al bebé. A lo largo de los años estos celos se convirtieron en una forma de torturar a los padres. Ahora Lubo piensa que con estas 2000 levas va a castigar a su madre. Estos pensamientos tristes me pasaban por la cabeza cuando me vino una nueva idea. - María, ¿dime, por favor, si el experto te pidio escribir un texto libre, o solo las firmas? Es habitual pedir un texto libre, para poder hacer una comparación. Evidentemente esta pregunta la molestó. Se puso roja y empezó a tartamudear - Sí, sí, el experto insistía para que yo escribiera un texto, pero yo le dije que se me habían roto las gafas ... Entonces el me pidió solo que firmara varias veces. ¡De nuevo estas gafas rotas! Una explicación bastante conocida. Entonces me di cuenta de todo. Y me senti muy satisfecha porque esta pobre mujer no iba a pagar . Además yo no iba a perder el pleito. Me sentí muy feliz por la justicia que esta vez nos iba a servir a nosotras. Después todo se desarolló de una manera muy rapida y muy simple. Ataque la decisión del juez presentando un informe pericial privado que declaraba que María Atanasova era inalfabeta. El tribunal municipal anuló la centencia. Otro experto declaró que María Atanasova no podía ni leer, ni escribir. Esta mujer no necesitaba ningunas gafas porque tenía muy buena vista. Queriendo esconder de mi su inalfabetismo ella escondió la unica prueba que podía salvarla. Había aprendido solo a dibujar las letras de su nombre y lo hacía muy bien. 282 María Atanasova no pagó estas 2000 a su hijo Lubo. El abandonó la casa de su madre. Este pleito se quedó para siempre en mi memoria. Muy frecuentemente me estoy preguntando a mi misma dónde esta la culpa. La tienen los padres o la tienen los hijos. Posiblemente ambos.... 283 TATIANA LEIDYS MARIA LABRADOR HERRERO Tatiana fue una niña soñadora, muy inocente, que no aprendió jamás a ver la maldad en el corazón de la gente. Para ella todas las almas eran blancas, solo era necesario mirar con otros ojos. De adolescente no cambió mucho. Mientras otras niñas adoraban ir de compras, vestirse a la moda o colarse en las fiestas, ella prefería leerle historias a su abuelita ciega, cuidar a su hermanito para que su madre pudiera completar los quehaceres de la casa, y escribir en su diario cada segundo de su existencia. Para Tatiana cada día era mágico, pues ella sabía encontrar los detalles de las cosas que nadie percibía. Tenía cerca a las personas que más amaba y como es de suponer, no le faltaban amigos. Sin embargo, al caer la tarde, todo se transformaba en un infierno. Su padre era alcohólico desde que ella recordaba y quizás desde antes, y aunque la madre de la niña disimulaba los golpes con cualquier pretexto, ella la escuchaba llorar toda la noche. La madre de Tatiana era muy joven, pero el maltrato la había corroído desde adentro y de su belleza ahora solo quedaban algunos vestigios. Se casó muy joven y nunca pudo trabajar, mucho menos estudiar, pues los patrones machistas con que la educaron y la sugestión de su marido le negaron esa posibilidad. Su dependencia fue su cárcel, su condena y a la larga su desgracia. No obstante, dio a sus hijos todo el amor y la comprensión que le 284 fueron negados a ella, y sobre todo a su niña, le ofreció tanta confianza y apoyo como le fue posible. A los dieciséis, Tatiana era muy hermosa. Su belleza estaba coloreada con una candidez y una sensibilidad humana que la distinguían entre las chicas de su edad. Durante los últimos años, la situación de sus padres se había hecho insostenible. Ella se acostaba cada día con el temor de encontrar a la mañana siguiente un charco de sangre en el cuarto de su madre pero jamás, imaginó lo que estaba por suceder. Por esos mismos temores que cada día la abrumaban, siempre dejaba la puerta del cuarto entreabierta, por si en algún momento debía correr para evitar una desgracia. Para ese entonces estaba enamorada de un joven de su escuela, y se dormía muy tarde confesándole al diario cada sensación, cada temblor, cada palabra a medias cuando lo veía. Esa noche, la venció el cansancio con el diario abierto sobre el pecho, sus espejuelos puestos y el bolígrafo entre los dedos. Durante la madrugada le pareció que alguien la despojaba con cuidado de esos útiles, y se sintió tranquila pues pensó que era su mamá. Sin embargo, muy pronto se despertó cuando un aliento etílico inconfundible le penetró por la nariz. Trató de moverse, pero una fuerza superior se lo impidió; quiso gritar pero una mano en su boca le cortó el impulso. De ahí en adelante, Tatiana dejó de ser una niña. Pasó varios días sin salir de su cuarto, la fiebre le hacia temblar cada palmo del cuerpo y de su boca no salía ni una palabra. Pasaba la mayor parte del tiempo con la mirada fija en el techo y solo un mes después se atrevió a confesar a su 285 madre toda la verdad. Por primera vez en su vida aquella mujer lacerada tuvo el valor de hacer una denuncia, pero el camino sería más engorroso de lo que pensó. Era la palabra de su marido contra la de ella y él, era nada más y nada menos que dueño de un bufete muy prestigioso. Nadie creyó al ama de casa, nadie inició una investigación contra un reconocido abogado, a nadie le importó el sufrimiento de una niña de dieciséis años violada por su padre. Ante tanta indolencia la madre de Tatiana encontró las fuerzas para separarse, tomó a sus dos hijos, a la abuela, y se fue muy lejos sin reclamar nada de lo que por ley le correspondía. Puso todo su esfuerzo en la recuperación de la niña, y ambas lograron sobreponerse al trauma. Tatiana siguió amando la vida pero necesitó mucho tiempo para volver a confiar en las personas. Decidió que sería abogada, para defender a mujeres como ella y en ese empeño puso todas sus energías. Por locas casualidades del destino, encontró en la universidad a aquel viejo amor que describía en su diario y su corazón, no se equivocó con él. Hoy es una mujer plena, que descubrió el verdadero amor y le devolvió la dignidad a su madre del alma. Su hermano, bajo la influencia del padre, decidió convertirse en un machista empedernido y sádico, asesinado por su mujer años más tarde. Tatiana ha devuelto la esperanza a mujeres abusadas y sobre todo, ha mostrado que la voz de una mujer siempre debe ser escuchada y que, si ambos sexos valen lo mismo ante dios, por qué no puede ser así ante la sociedad. 286 ALARMA FAUSTINO LARA IBÁNEZ Sin desprenderse de un móvil que echa chispas desde primera hora de la mañana y sostiene a modo de sándwich entre la oreja y el hombro, Alberto entra en el salón y observa la hora que dicta el reloj. ¡Tiene que atender a la pequeña Sofía! -Lo siento, Juan, si te parece, el análisis de los gráficos lo comentamos en otro momento, ahora tengo que ejercer de padre, ya sabes…-dice Alberto, apurado. En penumbra, sirviéndose de la tímida luz que se cuela a través de unas lamas entreabiertas, entra en el dormitorio No enciende la lámpara: la pequeña duerme y no quiere despertarla. Se mueve con sigilo, casi levitando. No hace ruido. Si se pusiera a llorar, sería su perdición. No sabría cómo reaccionar. Con Clara en la oficina y sin Aurora, la asistenta, que se ha cogido esta mañana libre para solucionar asuntos burocráticos, Alberto se siente la persona más indefensa que existe sobre la faz de la Tierra. Él es una atareadísimo hombre de finanzas que esta mañana se encuentra solo en casa, ante un mundo que apenas conoce. Mientras se dirige hacia la pequeña no deja de pensar en todos los asuntos que tiene pendientes. Con la drástica reducción de personal iniciada por su jefe, ahora su volumen de trabajo ha aumentado hasta unos índices que empiezan a preocuparle: apenas tiene tiempo de disfrutar de su familia. Hoy le ha tocado hacerse cargo de la pequeña hasta que llegue Aurora; simplemente tiene que cambiarle el pañal. Con los dedos temblorosos, cobija a 287 la pequeña entre sus brazos y la lleva con extremo cuidado hasta el mueble preparado para estos menesteres. Suena el móvil: un cliente inoportuno. -Ahora no puedo atenderle; llámame más tarde –responde Alberto, angustiado, desplegando los adhesivos del pañal y descubriendo, con un repentino miedo aparejado a su gesto de incredulidad, que la caca de la pequeña es de color azul. Un sudor frío comienza a correr por su frente, se deriva hacia sus sienes y fluye con celeridad por el rostro hasta llegar a la comisura de los labios. Siente la frialdad de esas gotas saladas. -¡No puede ser! –exclama-. ¡No puede ser que esto me esté ocurriendo a mí! Enciende un flexo y lo aproxima hacia el pañal. Sus primeros temores quedan confirmados cuando ve aquella masa blanduzca, deforme, de color azul, de un azul tan intenso que daña a la vista. Alarmado, telefonea a Clara. No le gusta que la llamen cuando se encuentra reunida y, especialmente hoy, que su jefe ha venido desde Alemania para cerrar un asunto muy importante del que depende la futura viabilidad de la empresa. Alberto, sin embargo, cree que este asunto tiene toda la prioridad del mundo. Después de escuchar impaciente las diversas opciones que le ofrece el contestador automático, al fin consigue hablar con la secretaria de Clara. -Buenos días, don Alberto. ¿Puedo ayudarle en algo? -Pásame con Clara- pide, acelerado. -En este momento se encuentra reunida. Si quiere, déjeme el mensaje que desea le transmita cuando terminen, 288 Alberto le ladra que se deje de formalismos, que se trata de una cuestión urgente, pero la secretaria contesta que Clara ha dicho que no se la moleste bajo ningún concepto. A pesar de su insistencia, Alberto no consigue convencerla. Frustrado su intento de hablar con Clara, decide llamar al pediatra. Don Joaquín, además de ser médico, psicólogo y sociólogo, es una persona muy amable y sensata que no pondrá reparo en atenderle por teléfono. Alberto le expone el caso. -¡Inaudito! –exclama el doctor-. No deje de hacer una fotografía y enviármela por email a la dirección que tiene la tarjeta. -¿Y si está enferma? ¿Y si le ha sentado algo mal? Está tan callada…Por favor, estoy solo en casa. Tengo miedo –reconoce al fin un Alberto aturdido, al borde de la lágrima, un Alberto que espera que el pediatra le dé alguna indicación, le diga qué le puede suceder a la pequeña Sofía-. Tiene que atenderme. ¿Qué hago? -Lo que acabo de decir y, perdone, pero en estos instantes estoy pasando consulta. De todas formas, aunque me envíe la fotografía, no deje de pasarse por aquí y estudiamos el caso con mayor detenimiento. Buenos días. Adiós. Alberto se siente la persona más desdichada del mundo. Vuelva a llamar a Clara. La secretaria le vuelve a repetir el mismo discurso. La diferencia es que ahora Alberto está al borde del infarto. Piensa en todos los males habidos u por haber que le puedan estar haciendo daño a su pequeña. No entiende cómo ha podido defecar unas heces de un azul tan intenso. No soportaría que le 289 sucediera una desgracia. A sus casi cuarenta años era lo mejor que a Clara y a el les había sucedido en la vida. La secretaria vuelve a colgarle y Alberto, de nuevo, se siente náufrago en ese mar de oscuros presagios que le oprime el pecho. Se acerca a la caca, la husmea, la observa detalladamente con una lupa. No entiendo nada. Al fin, tras unos instantes angustiosos, suena el móvil. Es Clara. -A ver, don Agobios, ¿qué le pasa a usted?-pregunta eufórica, síntoma de que la reunión ha ido bien. -Se trata de Sofía. Le he ido a cambiar el pañal y he visto que la caca era de un azul muy intenso. Clara rompe a reír. -No es para tomárselo a broma. Lo estoy pasando muy mal. -Alberto, cariño, no deberías trabajar tanto y escucharme cuando te hablo. Antes de irme te he dicho que, al final, había cambios sobre lo acordado anoche: yo me llevaría a la niña y, de camino a la oficina, la dejaría en casa de mis padres. -¿Y entonces…? ¿Esta niña…? ¿La caca azul…? -¿No recuerdas que Sofía duerme con esa muñeca que hace caquita de colores? Alberto enmudece y piensa que Clara tiene razón: debería trabajar menos. 290 BREVE E INESPERADO DISCURSO DE BIENVENIDA PABLO LEÓN VIDAL ¿Tú por aquí? No doy crédito. De todas las personas que podían venir, confieso que eres el último de la nómina, si es que la hay. Y no lo digo por nuestro pasado en común, que ya de por sí sería un motivo totalmente justificado. Lo digo porque, simplemente, no es tu estilo acercarte hasta un lugar como éste. Por eso mismo, me sorprendo. Bueno, la verdad es que se sorprende todo el mundo. Pero ¿cómo se puede ser así? ¿Cómo te atreves a interrumpir mi tiempo libre? Ya sé que la sensibilidad nunca ha sido tu fuerte. Y reconozco que, en muchas ocasiones, ése ha sido mi talón de Aquiles. Pero aún así, como diría mi amiga Feli, sigo alucinando contigo. Ahora pensarás que, para hacerme la chica dura e insensible, he borrado de mi memoria todo lo que el destino nos propuso. No te engañes. Yo no soy como tú (vaya descubrimiento). Claro que me acuerdo de lo nuestro. Y fíjate que, en los primeros momentos, todos creían en nosotros. Para muchos éramos algo así como "la pareja perfecta". Tú me recogías del trabajo y yo me dejaba seducir. Había días en los que, sin motivo alguno, un gran ramo de rosas aparecía encima de mi despacho, con una tarjeta y dedicatoria escrita con la exclusiva pluma que te regalé en tu primer cumpleaños que celebramos juntos. Llegamos a ser una pareja que, en el argot de la gente del barrio, muchos calificaban de "niquelà": palabras al oído, escapadas por sorpresa sin otro destino que el que nos permitiese el depósito de gasolina, largas veladas hasta el amanecer...Fueron nuestros particulares días de vino y rosas. 291 Sí. Claro que lo recuerdo. Yo no oculto la otra cara de lamoneda. Pero en tu caso, el negro supera tanto al blanco que incluso a mi me resulta difícil buscar en el baúl pequeños buenos momentos. Por cierto, te veo un tanto ajado, pálido, mortecino. ¿Una mala racha? ¿Otra bronca con una de tus amigas, a quienes conviertes en repentinas plañideras como hiciste conmigo? No me digas que las cosas no te van bien. Y no, ¡venga ya! No me pongas carita de Santo porque no lo eres ni nunca lo fuiste. Eso sí que tendría gracia, ¡mira tú por dónde! Venir aquí, hasta éste lugar, para intentar darme pena. Ya puedes largarte deshaciendo tu lacónico camino. Silencio. Oye, te lo digo en serio. Vete. Desaparece de mi vista. ¡Márchate de aquí! Silencio. Viento. Hojas por el suelo. Humedad que arrastra consigo olor a tormenta. Finas gotas caen sobre la hojarasca de tonos ocres, amarillentos y marrones. La lluvia arrecia. Silencio interrumpido. Vaya, ¿no te marchas? Tú lo has querido. Mejor me lo pones. Ahora podré contar a todos los que tienen sus ojos clavados en ti lo canalla y deprimente que eres como persona. Porque no hay suficientes palabras en el diccionario para definir tu débil e inmadura personalidad, tu descontrol patológico y tu archiconocido machismo ibérico. Y no pongas esa cara de perro apaleado, porque aquí, la única apaleada fui yo. Y bien a gusto que te quedaste conmigo. ¿Recuerdas? 292 Primero fueron pequeñas discusiones por cosas banales. Luego, insultos para exagerar mis "defectos como mujer". Después pasaste al chantaje emocional, erigiéndote en el salvador de nuestro hogar sirviendo junto al café de la mañana tu espléndida y abultada nómina de fin de mes, recriminándome mi nula aportación a nuestra cuenta bancaria. ¡Qué más hubiese querido yo! Pero nunca llegaste a ceder. Nunca llegaste a pensar que sí, que en nuestro maravilloso y perfecto mundo desarrollado existe la discriminación laboral y que, por ser mujer, todavía hay empresarios con mucho cerebro pero sin corazón a quienes la baja por maternidad les produce náuseas. Y bien que les defendiste aduciendo motivos tan primitivos como que "el mundo es así" o "haber nacido con pito". Créeme que entonces, solamente entonces, llegué a entender aquellas palabras que me enseñó en la infancia un viejo maestro: "no estamos tan lejos del hombre de las cavernas". Más tarde lograste superarte y llegaron amenazas con la mano levantada. ¡Como si fuese un perro! Y de ahí pasaste a la bofetada y al golpe cuando quise ganar el teléfono, cuando quise defenderme. Pero tus violentas reacciones con sus repentinos arrepentimientos, tu mirada helada y tus venas a punto de estallar hicieron de ti el perfecto retrato de quien ha perdido por completo su dignidad, su condición de ser respetable, su valía personal. Tan pronto me gritabas a un milímetro de mi rostro como me pedías disculpas con una íntima cena al estilo Pretty Woman. Cada vez con más inestabilidad. Cada vez dabas más miedo. Loco, loco, loco. Sí. Ese has sido tú. El verdadero TÚ. Un hombre sin rumbo, aparentemente responsable, maduro y sereno delante de todos. En cambio, siempre has sido 293 un niño, un Peter Pan fracasado, un ser vacío hasta lo inimaginable: un loco por excelencia. Y no te engañes. Siempre te has visto vencedor de la batalla, pero la guerra que empezaste ya está acabando contigo. Sí, querido: a todo Napoleón le llega su Waterloo y ahora estás muy cerca del tuyo. Sin amigos con quien hablar, sin familia a quien amar, sin cerveza en el bar de la esquina que saborear. Deambulas solo por la locura de tu vida. Y así acabarán tus días. Solo. Solo. Solo... Sí. Me marcaste. El destino me la jugó bien jugada, cruzándote en mi vida. Nos jodiste bien a todos sin saber que, a la larga y con el paso de los años, quien ha acabado jodido has sido tú. Mírate. Solamente tienes que verte para comprobar que tú solo cavaste tu propia tumba. Así que, bienvenido a ella. Clara Vallejo Buendía 17 de marzo de 1974 / +21 de noviembre de 2013 Cementerio Municipal de una ciudad cualquiera. Patio III. Fila 2. Nicho 4º. 294 LA ADIVINANZA MONSERRAT LEREÑA MARTÍNEZ - ¡Chicos! ¡Ahí va otro acertijo! – exclamó Alex, mientras añadía un par de hielos a su pacharán – y con éste ya iban tres. Una vez asegurado el silencio de los que nos encontrábamos alrededor de la mesa, comenzó: - Un niño se sube a un avión con su padre, y la azafata le ofrece pasar a la cabina, a ver el ordenador de abordo, el cuadro de mando, y todos los artilugios…. El niño, por supuesto, va encantado a la parte delantera del avión, mientras su padre le espera sentado en su asiento. Una vez terminada la visita, en la cabina, el piloto les dice a sus colegas: Ese niño tan guapo es mi hijo. - ¿Qué decís? - ¡El piloto es el padrastro del niño, pareja de su madre! – exclamó Ana. Alex sonrió negando con la cabeza. A mí se me ocurrió una teoría diferente: - Es la pareja de su padre, el niño es hijo de una pareja del mismo sexo y tiene dos papás – dije yo, obteniendo de Alex el mismo gesto de negación. Y por fin, después de cinco teorías más, a cada cual más enrevesada, Marta dio con la respuesta correcta, tan simple, y tan obvia: El avión lo pilota la madre del niño. 295 Esta vez no hubo grito de alegría, ni los aplausos de rigor, con los que llevábamos toda la tarde celebrando la resolución de cada uno de los rompecabezas. Se nos quedó a todos – hombres y mujeres, progresistas, viajados, y hasta ahora “encantados de habernos conocido” – la boca abierta. El vino de la comida, el pacharán de la sobremesa…. No, no nos valían como excusa…. Podíamos estar un poco torpes, amodorrados, pero no tanto como para no ser capaces de admitir a una mujer en la cabina de un avión. ¿Estábamos tontos o qué? ¿Qué nos ocurría? Con toda seguridad, esta reflexión nos pasaba a todos por la mente, aunque ninguno lo reconocimos abiertamente, ni hicimos ningún comentario al respecto, aunque nuestro gesto de desconcierto e incredulidad hacía innecesarias las palabras. Ana rápidamente encontró una salida digna a nuestra vergüenza colectiva. Alex no había formulado la adivinanza correctamente, ya que no tenía que haber utilizado el artículo “el” en “el piloto” al referirse a una mujer piloto. Era su inexactitud la que nos había llevado a descartar la posibilidad de una mujer piloto como solución. ¡Claro, era eso! La imprecisión gramatical de Alex alivió nuestras conciencias, y seguimos con la sobremesa como si nada, tal vez menos alborotadores, por lo menos en mi caso. Estaba indignada conmigo y con todos ellos. ¿Cómo era esa expresión? Ah, sí, ver la paja en el ojo ajeno, pero no la viga en el propio. Pero ahí seguíamos, “echando” la tarde como si nada. En el fondo, en nuestro cerebro aún no habíamos asimilado los cambios de los últimos cuarenta años…. Esos conceptos que manejamos tan bien en nuestras 296 tertulias de amigos, reuniones familiares,¿no terminamos de creérnoslos? . O, ¿no estamos totalmente convencidos? Aquella misma noche, en familia, le planteé a mi hijo la adivinanza de Alex. En tres segundos y tres palabras, tuvo la respuesta. Sin necesidad de pensar, para Luis, a sus nueve años, aquello era una obviedad, y ni merecía la categoría de acertijo. ¡Qué distinto a los adultos, que habíamos tardado varios minutos y varias respuestas incorrectas! Fue un alivio ver que los estereotipos que – muy a nuestro pesar - aún nos rondan, no se los hemos transmitido a nuestros hijos. Ellos no son conscientes de nuestra lentitud y dificultades para asimilar cambios. Había esperanza con esta generación. Y con la tranquilidad que proporciona esa sensación de, al menos haber hecho algo bien, me fui a dormir y a soñar con aviones. 297 EL HOMBRE QUE GANÓ LA APUESTA MARTA LUCÍA LONDOÑO CARVAJAL No comulgo con las personasincumplidas,mienten y traicionan con facilidad, murmuró el hombrecon su rostro enrojecido. Tocó la puerta yescuchó una voz que salía del interior de la fonda: - ¿Qué lo trae tan temprano por aquí, patrón? - Cité al domador de caballospero no aparece. - Allá lo veo bajar por la loma…Éntrese, patrón. El hombre giró su cabeza y con un gesto de ansiedad pidió un aguardiente. - ¿Cómo vasu hacienda? - No he conseguido recolectoras para el café, las mujeres prefierentrabajar en las cantinas del pueblo. El dueño de la fonda se agachó pensativomientras servía el trago. - Buenas las tengan. Discúlpeme la tardanza, doctor. - Sus disculpas no recuperan mi tiempo perdido. - Usted siempre gana, patrón. - Ya veremos. - No hay duda, patrón… pero le cuento que El Conde es el mejor ejemplar de esta región, su yegua no le da ni a los talones. Mi caballo es campeón, tiene la mejor rienda. Mire no más su cabeza, sereno, dócil, orgullosocuando escucha la sonoridad de sus pisadas. Como dicen los jueces, un magnífico representante del paso fino colombiano. - Mi yegua es imponente. 298 - Yo le apuesto patrón que mi caballo es el mejor semental y,si queda preñada, usted me da su yegua Plata. Si no queda preñada yo pierdo y le entrego a mi hija Esperanza. El patrón lo miró espantado, de sus ojos parecía que brotaban chispas, sin vacilar, levantó su copa para sellar la apuesta. En el potrero que quedaba cerca de la casa del jardín de rosas rojas, donde vivía Esperanza, el Conde iniciaba su conquista. La joven observaba al veterinario preparar cada detalle para el encuentro de los animales, cuando comenzó la faena mandó a llamar al patrón. Los relinchos del macho se escuchaban en toda la hacienda, los hombres de la apuesta aceleraron su marcha. El Conde se acercaba a la hembra en celo con su paso elegante, sus ojos bien abiertos y los ollares dilatados. A medida que se le arrimaba, olfateaba su vientre, su cuello, sus patas. Con el labio superior levantado le mostraba su sonrisa triunfante, la golpeaba, mordisqueaba su crin, la acariciaba rozando su cuerpo. Cuando el Conde estaba bien excitado se acercó a oler los genitales de la yegua, ésta lo rechazó bruscamente, se sacudió y le mandó una fuerte patada, el macho se tambaleó y cayó al suelo. El domador corrió hasta donde estaba su caballo, lo animó a levantarse pero el Conde no respondió. Todos enmudecieron. El silencio se interrumpió con la detonación que dejó al domador sin su Conde y sin su hija. Esperanza se sintiómenospreciada al escuchar a su padre, alzó los ojos al cielo y exclamó: - ¡Virgen Santa! mi propio padre me juega en una apuesta. - Cosas de hombres, mija. Así es el juego. 299 Lo miró fijamente, sus labios temblaban: - Las reglas del juego serán sagradas ¿Y, yo, padre? La muchacha se marchó de la hacienda con el patrón, aquel hombre que le inspiraba miedo, aquel hombredistinguidoque llegaba a los cincuenta años, viudo y mujeriego, el padre del joven queEsperanzaadmiraba, su confidente, su amigo. El profe, como ella lo llamaba, le prestaba los libros que leía con atención porque él le insistía que leer era la forma más entretenida de explorar el universo. Esperanza pensaba queel patrón, ese hombre atractivo a pesar de su bigote gris, de su mirada penetrante, era soberbio ysolo se limitaba a dar órdenes, a cuidar su billete. Durante el viaje a la ciudad ambos permanecieron callados. Al llegar a la casa, la empleada se encargó de instalar a la joven en su moderna habitación. Pasaron dos semanas después de la apuesta. El domingo por la tarde, Esperanza dejó su libro para llevarle un café al patrón. El hombre estaba solo en la sala, sesonrió al descubrir el pelo negro alborotado que contrastaba conlosojos verdes de la joven, observó el pantalón blanco que dejaba traslucir sucuerpo firme. Sintió que el fuego comenzaba a arder cuando se detuvo en la blusa de flores que le permitía recrear la vista en lazonamás seductora de la muchacha. Las mejillas de Esperanza se sonrojaron al percibir que el hombre la desnudaba con su mirada mientras le susurraba al oído: - Eres sensual, despiertas mí pasión. Desabróchate la blusa, déjame tocar tus senos… - Mi cuerpo es sagrado, no se gana en apuestas. 300 - Las mujeres tienen obligación de satisfacer nuestros deseos. ¿Sabías que los hombressomos los representantes de dios en la tierra? Esperanza respiró con dificultad, buscó los ojos negros del hombre rodeados de arrugas. Lo apartó con astucia y con su cabeza erguida lecontestó: - Ese dios masculino del que usted habla, con seguridad, ama y respeta a su diosa. - ¿Cuál diosa? - La diosa creadora de las flores, de las estrellas fugaces, de la música, de las puestas del sol, de los amaneceres. - Solo existe un dios, el dios de los hombres. - Se le olvida la diosa del amor. ¿Alguna vez se enamoró? ¿Bailó de felicidad cuando abrazó a su mujer o derramó lágrimas cuando estuvo triste? ¿Se alegró cuando vio nacer a su hijo? - ¿A qué viene todo esto? - Usted entiende, es tan inteligente como yo pero no se da cuenta que ambos tenemossentimientos. Yo quiero aprender como su hijo, quiero trabajar como usted, yo no vine a saciar su apetito. - Usted es mía, yo gané la apuesta. Después de un prolongado silencio Esperanza, con sus ojos ardientes, le replicó: - Se da cuenta ¿Por qué su yegua pateó al Conde? El patrón agachó la cabeza, se dirigió a la ventana y se tomó el café. Esperanza regresó a su sitio para continuar leyendo. 301 CÁTEDRA EN EDUCACIÓN ANA LÓPEZ AGUILAR La alumna interna quedó sobre la tarima del salón de actos, en el más absoluto ridículo, después de que su mentor hiciera “mutis por el foro”, dejándola abandonada en plena ponencia. La situación causó estupor tanto en la joven como entre los asistentes. No hacía ni una hora que ambos habían accedido al estrado, juntos y sonrientes. Cuando en el gran reloj analógico de la sala, la saeta corta señalara el número cinco y el minutero clavara su puntero con exactitud en el doce, comenzaría el III Congreso sobre Atención a la Diversidad. Auspiciado por la Facultad de Educación, el innovador proyecto dirigido a profesionales en activo y especialistas en este campo, tiene como objeto promover la renovación profesional y el intercambio de experiencias desde dos ámbitos diferentes, aunque no necesariamente incompatibles. De un lado, la labor de investigación llevada a cabo por los alumnos y alumnas internos de dicha facultad, tutorados por un catedrático/a que supervisa el proyecto de innovación educativa que su pupilo/a va a trasladar a los asistentes. De otro lado, mucho más realista y no menos importante, el intercambio de experiencias prácticas que maestros y maestras llevan a cabo en el día a día de sus centros, así como la evaluación de los proyectos realizados. El programa del congreso parecía alentador, gracias al crisol formativo que fusiona por una parte la investigación avalada por profesores de renombre en 302 la facultad, eminencias en el tema y por otro, las conclusiones derivadas de la cotidiana tarea docente. Minutos antes de las cinco, una joven y aplicada alumna interna prepara dos botellines de agua junto a dos vasos con los que quizá más tarde brindasen por el éxito de la ponencia, el ordenador portátil, el cañón proyector, mientras charla animada con el técnico acerca de la direccionalidad de la luz y el volumen de los micrófonos. Repasa metódicamente las diferentes proyecciones a las que tanto tiempo ha dedicado, ideadas para captar de un solo vistazo el interés del profesorado. Se le nota nerviosa, pero satisfecha al mismo tiempo de mostrar ante un auditorio tan preparado su trabajo. Sin duda se ha preparado para la ocasión. Viste un traje sobrio de tonos tierra que estiliza su cuerpo joven. Ha empleado algunas horas de aquel medio día en la peluquería, para que su melena luzca brillante y recién peinada, como sacada de un reportaje de la revista “Hola”. En el maquillaje destacan los tonos dulces en pómulos y mejillas, y el color carmín de los labios, cuidadosamente elegido para la ocasión. Llegado el momento, con paso firme se dirige hacia el catedrático del cual es adjunta. Sonrientes suben al estrado y toman asiento. Las ponencias cuentan con un tiempo limitado para su exposición. Tiempo que con antelación conocen los ponentes para realizarlas con éxito. Entre miradas cómplices, bromitas y tonteo, el catedrático sonriente, realiza las presentaciones. Hasta aquí todo parece seguir una normalidad predecible. Comienza entonces un espectáculo dantesco, preludio de un fracaso anunciado de la mano del propio catedrático. Haciendo gala de su estatus y reconocido prestigio, se permite durante tiempo indefinido hacer una 303 demagogia soez y divagar sobre temas archiconocidos por el público asistente, sin aportar nada nuevo. Incluso hace chistes y bromas absurdas contando al principio con la complicidad de la adjunta y más tarde con su disgusto, al mirar el reloj, y comprobar que el tiempo pasa y el sobrado catedrático la va a poner en un apuro, cuando tenga que exponer en veinte minutos una conferencia preparada para una hora. Pero él sigue, es el jefe, puede. El tipo continúa su perorata algo más de diez minutos. La joven que hace rato dejó de dedicar una sonrisa a sus comentarios, muda el semblante, carraspea primero y después tose con objeto de sacar al profesor de su ensalmo. Es entonces cuando éste ojea el reloj y comprende que la ponencia no saldrá. Cede con rapidez la palabra a la aspirante y cruza los dedos. Claramente desquiciada lee a trompicones fragmentos de folios. En el portátil no encuentra los esquemas y datos que ilustran las explicaciones tan cuidadosamente preparadas y que ahora son leídas sin orden ni concierto. Por su cabeza, solo pasa una idea: “no me da tiempo a decirlo todo”. Él, cabizbajo, mira hacia otra parte. Ella, pide disculpas y alterna informaciones con proyecciones que no vienen al caso, cambia constantemente de tema, sin seguir un hilo argumental que se le escapa, igual que su momento de gloria. Es mucha la información y poco el tiempo del que dispone. El rostro del catedrático torna de cabizbajo a enojado, avergonzado por el espectáculo que está ofreciendo su pupila. El moderador del congreso avisa que restan cinco minutos para el final y hay que dar paso al tiempo de preguntas. En ese instante, cuando la joven adjunta intenta encontrar el orden entre pilas de folios, diapositivas, proyecciones y ejemplos, el catedrático se pone en pie, desciende del estrado y abandona el salón de 304 actos, dejando a su pupila desencajada, con un cambio de tonalidad en su semblante que va del blanco al rojo y de éste al escarlata. Al menos la audiencia se hace cargo de la bochornosa situación de la conferenciante y con todo el tacto del que otros carecen, evitan las preguntas. Pasados un par de minutos, la muchacha recoge sus cosas y apresurada deja la sala sin esperar aplausos. Lo curioso del caso fueron los comentarios posteriores, durante la pausa de media tarde para echar un cigarro, acudir al aseo o tomar un café, que se escuchaban por los pasillos. La mayoría opinaba: “vaya desastre de ponencia”, “qué vergüenza”, “mucho vestido, mucha peluquería pero vaya imagen ha dado”, “la chica no la llevaba preparada”, etc. Pocos o ninguno recordaron la prepotencia y desfachatez exhibida por el catedrático, causa absoluta del fracaso de la conferencia. 305 SIN TíTULO EDUARDOLÓPEZ ANGELES Soy un empresario… la verdad un magnifico empresario, estoy seguro que mi opinión de la igualdad es mejor que la de muchos, más que la tuya claro, y no solo el hecho de que sea empresario y trabaje con cientos de personas, también el hecho que para llegar aquí haya iniciado desde cero. Dijo David mientras su tenedor se dirigía a su boca ante la mirada de su acompañante. Es irónico ¿no? Hablar de igualdad mientras te pones en una posición superior, al decir que tu opinión es más importante. La igualdad total no es más que una fantasía infantil, de ser iguales totalmente nunca abría avances, pues nadie querría destacar, nadie querría ser mejor solo estaría ese molesto tono gris… por que avanzar si al final solo eres un bulto gris como todos. Perdón supuse que conocías el concepto de Marxismo. Supuse que entenderías el concepto de los bultos grises… se me olvida que hablo con un ignorante. Obviamente no somos bultos, obviamente no somos maquinas ni similar, el querer ser grises va en contra de la naturaleza humana. Si por ello la gente no lucha por igualdad de derechos. En teoría, ¿pero en práctica cuantas personas no quieren ser inmunes? Las leyes es la aceptación de los humanos en que hay una gran posibilidad de que no seas de los que serian inmune. Si puedes tomar algo extra ¿porque no? ¿Decencia? Contrate a una mujer pechugona sobre alguien calificado, contrate a un sobrino sobre alguien competente. A La pechugona no pareció impórtale ni a mi sobrino y si otros estuvieran en su lugar te aseguro que tampoco. -Algún día las personas como tu sedan cuenta 306 que se han rodeado de inútiles. -Para evitar eso uno debe ser inteligente, no contrate a mi sobrino por ser mi sobrino, lo contrate por ser confiable y a la pechugona… no sabes cuantos tratos se han cerrado gracias a sus… “atributos”. Valla que eres un cerdo. Noo, es lo que te quería decir, a ti jamás te contrataría no quiero reducirlo a que no luces bien en minifalda, si no que desde antes que nacieras habían parámetros que te regirán el resto de tu vida, no importa tu esfuerzo nunca serás igual, cada quien tiene que jugar sus cartas. ¿Y por esa magnífica forma de pensar estas aquí? En una cárcel usando el mismo uniforme que todos, comiendo lo mismo… el lugar más similar al concepto de el concepto de Marxismo. Y esta gente no estaría en tu sueño de Marxismo si no fuera por obligación. De hecho estoy aquí por una ley que era para más “igualdad”. Pues ser rico hoy en día es un pecado , las reglas te piden mas y mas … hay un momento que te preguntas porque tengo quedar más para que todos estén igual, ¿Por qué no todos dan más para que todos estemos mejor? No todos tenemos tela de donde cortar. 30 % como te sentirías si te quitaran 30 % de tus ganancias, qué harías si sabes que si mueves tus utilidades a otro país solo pagas el 15% o 14%, no me digas que no sé que es la igualdad cuando lo veo todo los días la desigualdad... De verdad eres tan miserable ganando unos milloncitos menos, o los que ganas sin ese 15 extra te deja sin comer. ¿Crees que una empresa no crecería y daría más empleos que no subiría los sueldos para que mis empleados trabajaran más eficientemente? Si estuviésemos seguros que harías eso las cosas serian diferentes. Después de todo tu mismo dijiste que nadie se niega a un poco más para sus bolsillos. Y hasta donde se una empresa vive bajo el lema de a menor gasto y mayor 307 ganancias mejor. je, crees que solo las empresas, he tenido que despedir a hombres capaces por demandas de acoso infundadas, mientras que hombres de hacerlas son tachados de poco hombres... esas ideas no salieron desde una empresa creeme. La fuerza de un hombre lo hace menos propenso a ser la víctima. Ahora tú eres el desigual… Cuando el mundo o al menos el país se olvide de prejuicios podrá haber igualdad, o al menos algo similar a ello, si tomaras el 30 toma de todos pero úsalo sabia mente, que la gente vea retribuida su “inversión. Entonces solo si inviertes mucho puedes ver mucho… Mantener feliz a la gente pobre muchas veces es rentable para las empresas, pero depende de las prioridades de las personas, de joven… de joven y pobre no tenía ni para calzar bien ¿sabes en que gastaba mi padre su dinero? Cervezas, su prioridad era esa, gastaba todo en ello. No todos tienen un padre alcohólico o un tío que les ayudo a crecer… pero tienen que jugar sus cartas, si no nada cambiara. Como usarlas si las cartas buenas las agarran los ricos, como estarías tu si las leyes de igualdad y justicia no existieran, no hubieras tenido oportunidad. Después de todo el tiempo de creer que iba ganando la conversación David se dio cuenta, que era verdad que no siempre todo era igual pero si ignoraba la reglas cavaba poco a poco su tumba, un rico no siempre será rico y si fomentaba una sociedad corrupta...una vez abajo nunca podría subir. En medio de esos pensamientos decidió respetar las reglas… cumplió su condena como cualquier otro y volvió a pensar en que las leyes solo eran promesas de una mejoría si nos olvidáramos de los prejuicios, claro que no todo se solucionaría con ello pero sería un buen inicio ¿no? 308 LAS CHARLAS CLANDESTINAS JOSÉ ANTONIO LÓPEZ RASTOLL Conocí a Isabel casado y con hijos. Fue en un club de lectura que organizaba la biblioteca pública. En seguida hubo química entre los dos, tanta que Teresa, la profesora, solía pedirnos que compartiéramos con el grupo lo que cuchicheábamos. Nuestras experiencias vitales, sin embargo, habían sido radicalmente opuestas. Ella era, y lo sigue siendo, una mujer independiente que adora los gatos. Compartía piso con una docena. Eso no nos impidió nunca murmurar en clase, a veces de la novela que comentaba Teresa, la mayor parte del tiempo sobre nuestras penas y alegrías. Las sesiones eran los viernes por la tarde y duraban dos horas. Teresa no nos quitaba ojo, con una mezcla de envidia y rechazo. El resto del grupo estaba compuesto por jubilados y amas de casa. Prestaban una atención extraordinaria, intervenían cuando había que intervenir, y nos miraban como si fuéramos amantes. Una señora llegó a tal grado de hastío que nos invitó a visitar la máquina de cafés, una forma educada de decir que nuestra tertulia le tocaba las narices. Lo lógico hubiera sido hacerle caso. Como Isabel no tomaba ninguna iniciativa, decidí proponerle quedar en cierto cafetín una hora antes o después de las clases. Me observó largamente, callada y seria como nunca. Y después dijo con lentitud deliberada que no podía permanecer lejos de sus gatos mucho tiempo. Eran tan pequeños… 309 Me decepcioné tanto que se lo conté a mi pareja mientras los niños devoraban dibujos. Ella ya conocía nuestra relación clandestina en el club de lectura, y esperaba que pronto nos dejáramos de chiquilladas y enfrentáramos aquella amistad como adultos. En cuanto supo la negativa tajante de Isabel para continuar nuestras conversaciones en un ámbito más apropiado, mantuvo un silencio espeso y lleno de grumos. Después de reflexionar, conjeturó que la chica debía de haber sufrido algún trauma infantil, y que bastaba con que asesinara a los gatos. En las siguientes semanas, dejé de hablarle a Isabel sin demasiada convicción. Afortunadamente, ella echó una mano. Teresa no se lo acababa de creer, y un día, antes de empezar la clase, se interesó por mi amiga. —Debe de andar enferma —dije restándole importancia—, es época de resfriados y gripes. —Y no olvides las alergias. Por cierto, ¿vosotros os conocías antes del club de lectura? No sería la primera vez que se crean vínculos entre mis alumnos. —La verdad es que no —contesté algo azorado. A lo que Teresa añadió: —Pues gracias por tomaros el café fuera de la biblioteca. —No, si… en realidad… Pero ya llegaba el resto de compañeros y me ahorré sacar a la luz el penoso episodio en el que ella me dejaba cortado. Entonces no comprendí la envenenada indirecta de la profesora. Una noche soñé que la visitaba. Su casa era algo así como un templo para gatos. Aquellos bichos aparecían en los lugares más inverosímiles. Y ella 310 disfrutaba de sus travesuras. Mientras servía el café en un paragüero, su rostro ya no era el mismo de siempre. Tres o cuatro pelos largos y puntiagudos como la espada de Errol Flynn formaban un bigote. Cuando en vez de una risa le salió un maullido, me entró el pánico. Después de varias pesadillas idénticas, me hice la firme promesa de olvidar a Isabel. Casi lo consigo. Volvió más charlatana que nunca, y no puedo negar que la había echado de menos. A Teresa no le hizo tanta gracia. En cuanto la profesora empezó a preguntar nuestras impresiones sobre La piel fría, le susurré al oído que ya hablaríamos más tarde. Ella hizo un gesto de ya me lo esperaba que me sorprendió. Y aún me sorprendió más que sólo abriera la boca para comentar aspectos de la novela. Al acabar la clase, la acompañé hasta la entrada principal de la biblioteca. Siempre nos habíamos despedido allí, pero esta vez caminamos un rato más. Teresa nos alcanzó en el parque aledaño al edificio, y le preguntó a Isabel por su salud. —Bien, bien, mis gatos me han cuidado —contestó. —No sabía que te gustaran los animales —dijo Teresa—. Tendrás que invitarnos a tomar café para que los conozcamos. —Qué manía con el café todo el mundo. Por eso los marcianos no se atreven a invadirnos —replicó ella. Ninguna cita se concretó. Era hablar por hablar. Pero yo intuí que aquella respuesta significaba el primer paso de Isabel en el inseguro mundo de las relaciones con seres no felinos. 311 El club de lectura acabó con una cena de grupo en un restaurante japonés. Desde entonces, aunque nos juntamos de vez en cuando para dar rienda suelta a nuestra labia, me ha dejado clara una cosa: lo hace para no molestar a Teresa. 312 SIN TÍULO JOSEFA MARTÍ JULIÁN Un día como cualquiera de los días anteriores. Despertar al notar la luz entrando por la ventana. Sacar el pie de la cama, comprobar con ese gesto la temperatura del ambiente y, esconderlo ante el frío que reina en la habitación. De nuevo repetir la misma frase – Hoy tampoco hay calefacción – Envolverse con la bata y correr hacia la cafetera, donde espera un café frío y sin aroma del día anterior, recordar que hay que comprar leche, pan, …hacer la lista. Mirar el reloj y echar a correr ante la hora que marca. Cruzar la calle. Coger el autobús número 21, sacar la tarjeta, pasarla por el visor y observar con desánimo que no hay un solo asiento vacío. Recibir los empujones del resto de pasajeros. Al final del autobús veo su frío rostro. Cruzar la calle, pasar la tarjeta, esperar a que el dispositivo abra la puerta. Recorrer el largo pasillo hasta la mesa abarrotada de papeles por seleccionar, solucionar o simplemente tirar, con un silencioso ordenador que dejó de funcionar un lejano día y que se ha cubierto de polvo, recibir el saludo educado del compañero de mesa y de nuevo la lectura de largas solicitudes, suplicantes, agresivas o simplemente monótonas. A solicitud 1 corresponde respuesta 1, a solicitud 2 respuesta 2, a solicitud 3 respuesta 3… El sonido sigue el mismo ritmo diario, marcando el avance en el trabajo. Finalizar la jornada. Recorrer de nuevo el largo pasillo. 313 Cruzar la calle de regreso a casa, autobús número 21, tarjeta, todos los asientos ocupados y los mismos empujones. Su frío rostro frente a mí. Parar en la siguiente parada, nunca la misma, hoy un poco más lejos que ayer. Llegar, abrir y comprobar que el frío permanece en la estancia, sólo ha cambiado la luz, que ahora parece más tenue. Otro día como los anteriores, siguiendo la misma rutina. Sacar el pie de la cama, comprobar con ese gesto la temperatura del ambiente. - Hoy hace más frío y la calefacción no funciona- . Envolverse con la bata y correr hacia la cafetera, donde espera un café frío y sin aroma del día anterior. Mirar el reloj. Cruzar la calle, coger el autobús número 31, sacar la tarjeta, pasarla por el visor y observar con desánimo que no hay un solo asiento vacío. Recibir los empujones del resto de pasajeros. Y frente a mí el rostro frío que mira fijamente. Bajar en la siguiente parada. Recordar donde está el lugar de trabajo. Preguntar. La puerta no se abre, pasar de nuevo la tarjeta, recorrer el largo pasillo hasta la mesa abarrotada de papeles, con un silencioso ordenador, un saludo educado del compañero de mesa y de nuevo la lectura de largas solicitudes. Solicitud 2 respuesta 1 o respuesta 2?, solicitud 2 respuesta 3?, solicitud 3 respuesta 4? Preguntar. Cruzar la calle de regreso a casa, autobús, tarjeta, todos los asientos ocupados. Y frente a mí el rostro frío que mira fijamente. Parar en la siguiente parada, nunca la misma, hoy un poco más lejos que ayer. Abrir la puerta, la luz es un pequeño haz en la penumbra. Un intenso escalofrío recorre mi cuerpo, frente a mí, su frío rostro, ya me ha encontrado. 314 DESNUDÁNDOSE CARLOS MARTÍ MEZQUITA Y llegó al fin un 18 de noviembre con su clima fresco que hacía tiritar, sus nubes bulbosas que ennegrecían el cielo emborrando los recuerdos del pasado otoño y sus calles que olían a trabajo, a despertares somnolientos y a prisas. Cris, así se llamaba, harta, decidió zafarse de su ser que, más que abrigarla, la sepultaba. Se fue a la playa, esa que distaba un viaje en autobús y apenas quince minutos, y que ella conocía tan bien. Sin huellas del calor estival, aparecía desierta. Pues la playa era para quien gozaba del sofoco, del gentío, de los helados y del agua cálida. Con su franja dorada de arena olvidada, deambuló despacio, muy a su aire, arrastrando una mirada lánguida y depresiva que casi la engullía hasta que se detuvo en algún lugar, uno cualquiera, uno anónimo. Allí decidió desnudarse. Primero se quitó el sombrero que le cubría el rostro, uno tejido con pesar y desconfianza que la llevaban a otear a su alrededor preocupada porque otros recalasen en ella, que la acosasen los pocos hombres que se cruzaban en su camino y la mirasen mal. Pero, ¿cuán mal la podían ver si no la conocían? Cuando paseaba por la ciudad, sola o acompañada, y dejaba a sus espaldas tantas figuras sin nombre, ¿por qué retenía una mirada fugaz, quizás inexistente, quizás imaginada, cargada de suspicacia, de rencor o malicia? ¡Fuera todo eso!, se dijo. Se arrancó el sombrero, apartó su largo cabello 315 azabache que con frecuencia caía como una cascada sobre su cara y alzó la vista hacia lo alto, hacia lo que había aguardado paciente su atención. También se desprendió del abrigo, una coraza de temor y recuerdos de tantos ayeres confundidos con los «quizás», del dolor por una vida que no era tan plácida, suave y dúctil como hubiera deseado. ¿Qué vida era esa?, se preguntaba con frecuencia. La vida misma, se veía obligada a responder. Miedo, mucho miedo que la forzaban a luchar de amanecer a anochecer. ¡Vaya mierda!, exclamaba al viento, pero éste sólo ululaba a su alrededor y le señalaba los pasos ajetreados de los que debían correr para ir al trabajo, las noches en vela de los estudiantes, las cabecitas reconcomidas de tantos enamorados que no recibían su recompensa… La vida era temor y recuerdos, sí, pero eran luchas satisfactorias, era levantarse de la cama para intentarlo una vez más. ¿Y debajo? Bajo su abrigo, más de lo mismo. Bajo su capa exterior, más dudas, más cuestiones, más enigmas. Con esta armadura se vestía a diario, enfundándose un traje de dudas existenciales, de cuestiones sin respuesta, de preguntas que han acechado a cada persona durante siglos. ¿Quién soy?, ¿por qué soy así?, ¿por qué debo ser así?, ¿por qué la persona que amo no me trata como merezco… o acaso no lo merezco?, ¿por qué pienso en esto, no sueño con aquello, me atrae lo de más allá y me repugna lo que está en la lejanía? Siempre preguntas, siempre dudas, todas ellas tejiendo sus ropajes sin intercalar igual número de respuestas. Tras dejar atrás ese abrigo que ni de lejos cumplía con su papel de hacer su vida más confortable, Cris desabotonó su blusa y se quitó el pantalón, ambos 316 de color gris sucio, de tela áspera y estrecha. ¡Qué liberador resultaba apartar a un lado, de un puntapié en añadidura, algo tan molesto como esas prendas! Cris vestía un rígido corsé de distorsiones mentales, de ideas absolutas que la atenazaban hasta no permitirle respirar. ¿Cuan apretado se podía vivir así antes de yacer presa de la asfixia? Cris no lo sabía pero ya estaba harta de intentar descubrirlo. Arrastraba cientos de días respirando críticas machistas ─muchas procedentes de ella misma─, escuchando reproches injustificados ─que ella nunca cuestionaba─, y recibiendo bofetadas a base de malas caras y miradas de manía ─¿y cuántas se debían a su silencio cómplice?─. Así era su ropa interior, su vestimenta más oculta que se había tornado en una segunda piel que la envolvía y la acorazaban, mas no para protegerla de lo exterior, sino para maldecirla sin permitirle escapar. Temor por lo que le dirían, miedo por las habladurías, preocupación por estar a solas, dolor por cada reticencia, sufrimiento por no ser lo que quisiera ser, padecimiento por verse obligada a luchar cada día en una vida que no era perfecta. Y ya estaba harta. Ya estaba cansada. ─¡Basta! ─gritó a los cuatro vientos que, por primera vez en mucho tiempo, se quedaron sin saber qué decir. Clavó los dedos rígidos a modo de garra en su cuerpo, allí donde su corazón latía sin pasión y sin emoción, allí donde los pulmones se hinchaban por mero automatismo y se desprendió de las últimas prendas que la encorsetaban con el mismo cariño que la de una Dama de hierro, ese horroroso aparato de tortura medieval. 317 Ya desnuda, ya sin esas losas de piedra sobre sus hombros, quedó de pie e inmóvil en la playa. Desnuda ante el mundo pero, sobre todo, ante sí misma. A ambos lados, la playa proseguía; a sus espaldas, su pasado, su ayer, su pesar. Y ante sí… Ante sí toda una nueva vida. El mar yacía en calma, manso en su profundidad y juguetón en la orilla donde las crestas espumosas de cada ola lamían la arena dorada una y otra vez. Cristina avanzó, aplastó la arena y dejó las primeras huellas de su nueva vida en forma de pisadas que pronto se suavizarían cuando una nueva ola bañara sus pies. Continuó avanzando, sumergiendo las rodillas y las caderas en el agua a lo que siguió su vientre y los pechos. Sus manos abrieron surcos en la superficie y no tardó en zambullirse dando las primeras brazadas. El agua era fresca, pero pronto se acostumbró. Luego prosiguió nadando y avanzando en una dirección clara y bien marcada en su cabeza: Hacia el resto de su vida, una vida nueva. 318 VÓMITO CARLOS MARTÍ MEZQUITA Aquí me tienes de nuevo, una vez más, encerrada en mi cuarto de aseo como si así pudiera dejar de escucharte, como si así estuviera a salvo, como si hubiera encontrado un refugio desde el que descansar, como si, ¡vale, dilo!, te estuviera dando la razón. ¿Por dónde empiezo? Por el principio, que no fue otro sino el día en el que nací y descubrí que tenía hambre. ¿Qué esperabas? No era distinta a las demás, y quise comer. ¿Acaso eso es un pecado? Pues castígame por ello. No, espera. Eso ya lo estás haciendo, ¿verdad? Llevas toda tu maldita existencia haciéndolo. Pues regodéate, porque aunque naciera niña, no por ello iba a tener menos hambre. ¡Quería comer! Quién hubiera imaginado que aquello que creí un derecho no era sino una afrenta ante tus ojos. ¿Por qué los hombres podían hacerlo y yo no? ¿Tanto te insulta mi condición de mujer? Pues no es lo que pedí. Maldice a la genética, pero a mí déjame en paz. Ni siquiera pedí nacer. Te juro que no lo pedí. Mis padres, ¡esas ingenuas criaturas que no merecen tu respeto!, me dijeron que niños y niñas éramos iguales. Que aunque me convirtiera en una mujer no por ello debería pasar hambre, no tenía por qué quedarme en ayunas y conformarme con las exiguas migajas caídas de la mesa donde los Grandes Comensales Masculinos devoran sus manjares. Fue lo que me dijeron y fue lo que me creí. ¡Aún no te conocía! 319 Así, por esa razón y sólo por esa, fue por la que empecé a comer. Devoraba cuanto caía en mis manos: Matemáticas, Literatura, Física, Biología… Descubrí ese recinto oculto llamado Biblioteca y me habitué a visitar las librerías. Mi apetito, lejos de amilanarse, creció, entusiasmándome por cada nuevo plato que no hacía sino acentuar mi gana. Con los años empecé a llamar tu atención. Empezaste a interesarte por mí, porque mi conducta no era normal. Te estaba desafiando, pensaste. Las niñas, las adolescentes, las mujeres, debíamos comportarnos de otra forma. ¿Es así? ¿Lo he dicho bien? Y mira que me lo repetiste: en las vallas publicitarias, en los spots televisivos, en incontables reality─shows que son más shows que reality, en las películas… Hasta yo lo aprendí: las mujeres no estamos para pensar, sino para figurar. No necesitamos comer, pues para algo tenemos dos tetas, y ya lo dice ese popular refrán. Yo, ingenua, pensé que no iba conmigo, que ese mensaje era para las otras, las que se habían conformado con sus ojos remarcados, sus labios pintados, sus sugerentes escotes y sus habituales pendoneos. Preciosas muñecas habituadas a estrangular su apetito, a sonreír sin alegría, a ser fieles figurantes de un colorido escenario plagado de elogios, destellos y brillos, a ser el centro de miradas de deseo, de favores regalados, de obsequios que ni siquiera necesitaron pedir. ¿Quién necesita aprender a pensar cuando ya te ofrecen el mejor lugar donde sentarte y te regalan lujos y palabras almibaradas? Fui el patito feo, la chica incomprendida, la sabihonda rara, el bicho ridículo, el ser deforme que intentó ser otra persona. Aseguré ante todos que tenía más que ofrecer, que no deseaba regalos inmerecidos, que los elogios escondían 320 su precio, que esforzarse era una virtud y no una lacra, que aquello que ellos hacían nosotras podíamos repetirlo, a veces con peores resultados; a veces, con más éxito. Abofeteada por la vida, esta miserable vida que engrandece los rostros pintarrajeados y las cabezas huecas, que ascienden al pedestal de terciopelo a las que reniegan de sus propias neuronas y empujan al destierro a las que creemos que valemos para algo más, me rendí. Sí, lo hice. No soy de piedra; no soy invencible. Me rendí. Es justo lo que ahora hago, purgo mi cuerpo de todos esos males que me ridiculizan ante la sociedad y me han convertido en un espantajo. Así me encuentro, rendida en el suelo de mi cuarto de aseo de losetas ajedrezadas y rodeada de paredes blancas; con perfumes, maquillajes y espejos al alcance de mi mano. Que se me tape bien, que se me cubra la cara que debe ser la de una perfecta maniquí capaz de sonreír y besar, pero que no hable, y si lo hace, que sea poco. Por si acaso. Reclinada ante el retrete, miro lo que me espera, un coágulo de agua fecal que era parte de mí, obligada a vomitar todo lo que me atreví a comer creyendo que me ayudaría para algo. Fuera Descartes, fuera Russeaou, fuera Einstein, fuera Leonardo. ¿Quién los quiere? ¿Quiénes fueron? Ya no me acuerdo. ¿Madame Curie, Vivaldi, Foster, Earhart? ¡Fuera, vomítalo! Quizás me sacien, pero conllevan soledad y exilio. Me inclino aún más, decidida a vomitar todo aquello. Abro la boca, ahora sin pronunciar nada salvo gorgojos y gruñidos. Quiero purgar cuanto devoré en mi infancia, hasta la primera lectura. Somos lo que comemos, y llevaba toda mi 321 vida alimentándome con venenos insanos que me habían hecho una desgraciada. Debo vomitarlo, vaciarme por dentro para ser como todas las demás, una muñeca clónica que conozca su lugar y no sea rechazada, una que conozca los secretos de la alcoba en lugar de los del universo, una que ojee revistas de moda en lugar del Science, una que se aprenda los trucos de maquillaje en lugar de cómo se dirige una empresa, una que se escandalice por los reportajes morbosos del famoseo televisivo y que arroje por la ventana los libros que ha estado acumulando durante inútiles años. Tal como ellos quieren. Tal como tú me pides. ¿Lo ves? Ya lo estoy haciendo. ¿Ya estás contento? ¿Ya puedes quererme? ¿Ya soy una más? 322 CENICIENTA Y EL PATITO FEO MARÍA PILAR MARTÍNEZ BARCA Era este un pequeño patito feo, y negro negro como el carbón. Apenas había roto el ya finísimo cascarón que lo apartaba de la realidad, cuando los más ancianos de la bandada comenzaron a convencerlo de que nunca jamás llegaría a ser cisne, ni a conocer a patita hermosa alguna. Era feo, diferente, y limitado. Aunque, eso sí, gozaba del excelso privilegio de haber nacido en medio del Gran Lago del palacio real. Tenía sangre azul. En la casa aledaña al palacio vivía Cenicienta, hija de la ilustre fregona de su Majestad. De acá para allá, la niña no paraba de atender sus faenas: ir por agua a la fuente, limpiar las malas hierbas del jardín, escobar, blanquear cuanto estaba a su altura. Era, realmente, una pequeña muy querida en el lugar, y muy guapa, bellísima. Cenicienta trabajaba y trabajaba sin descanso. Mientras el señorito pato nadaba, chapoteaba, zambullía su diminuta cabecita de azabache bajo el agua. Sólo un buen día, de esos que las hadas regalan a los seres de este lado del sueño, a la chiquilla le dio por pasear orillas del Gran Lago. Y ocurrió algo extraordinariamente natural. Le atrajo a la muchacha aquel bultito negro, acurrucado y solo en un rincón. Y el joven ánade, a su vez, se fijó en su hermosura. Y, moviendo sus patitas como ágiles remos, fue cortando las aguas, aproximándose, tocando fondo muy lenta, lentamente. Estiró la cerviz, se inclinó Cenicienta hacia el espejo, y... ¡cachimba y recachimba!, lo besó. Emergió de las ondas un apuesto 323 muchacho, más negro y elegante que la infinita noche tachonada de estrellas. Y todo, en derredor, pareció derretirse. Sólo una luz intensa, cegadora, brotaba de los rostros de los jóvenes. ¿Qué estaba sucediendo? Días después, Cenicienta limpiaba cabizbaja las baldosas del palacio real. ¡No podía ser! ¿Por qué a ella? Sus hermanastras se dieron enseguida cuenta de que algo le sucedía a Cenicienta. –¿Qué te pasa, hermanita? Cenicienta seguía limpia que te limpia los suelos de palacio. Mejor no responder. Pero pronto se hizo añicos el silencio y se corrió la voz de aquel romance escandaloso y sus efluvios mágicos. Los más ancianos del reinado, la ilustre pero humilde friegasuelos, y hasta su mismísima Majestad en persona, se hacían cruces y más cruces, opinaban del caso, aprobaban o enjuiciaban tan curiosos amores. Así es cómo se supo, a través de una vieja alcahueta, que aquella horripilante ave no era, en realidad, sino el príncipe Romualdo, dormido bajo un hechizo interminable. Su padre, el Rey, había sido castigado en su hijo más querido, por condenar a los más duros trabajos a Cenicienta, fruto ilícito de su unión con la hermosa fregona, su favorita. Sólo cuando crecieran, su amor terminaría venciendo a la venganza, y a los oscuros hados del lugar. –Cenicienta, ¿me quieres? –le preguntó Romualdo por enésima vez. –Anda, niño, ¡cómo que iba a aguantarte si no! ¿Pero qué os creéis los tíos? Seguís siendo unos críos para siempre, y necesitáis que mamá os haga mimicos, os acaricie y os vuelva otra vez a las entrañas. ¡Pues claro que te quiero! 324 –Pues entonces, mi amor, pasa de todos esos cotilleos que corren por palacio y vámonos a vivir juntos de una vez. –Vale, listillo –le saltó pizpireta Cenicienta–, pero no olvides que eso me tocaba decírtelo a mí. Han cambiado los tiempos. Y con una condición: como ronques te dejo. Por la noche, a dormir y a callar. Y así es como Romualdo y Cenicienta se marcharon a la cabaña más alejada del palacio y de la contaminación. Romualdo dejó de ser patito feo y príncipe azul, y logró colocarse de sencillo leñador estable –que no es moco de pavo en los tiempos que corren–. Cenicienta abandonó por fin su desagradable papel de hermanastra, hijastra e hija ilegítima; pero también de fregona. Que sí, que la cabaña brillaba como los chorros del oro, pero gracias a los dos. –¿Quieres que te friegue los cacharros, Cenicienta? –Gracias, Romualdo. ¡Qué haría yo sin ti! Pero mejor ponemos el lavavajillas, así nos da tiempo a arreglarnos para el baile. “Espejo, espejito mágico, ¿quién es la más bella del reino?”. Vale, me he tomado una licencia. En los cuentos también cambian las cosas. Pero lo cierto es que en casa cualquiera cambiaba los pañales, y nunca añillo alguno se vio rodando por los suelos. Tuvieron una parejita, y tanto Luisín y Margarita, que así se llamaban los vástagos de tan felices padres, jugaron tanto con coches como con muñecas. Y pronto, pero que bien prontito, les enseñaron a poner la mesa y a hacerse cada uno su cama. Como debe ser. Las hadas, los hechizos, los príncipes azules, los patitos feos y las alcahuetas desdentadas, quedaron solo en eso, en chismes de cuento para niños y adultos bobos. 325 Y colorín colorado. Jamás se celebraron ceremonias nupciales, ni comieron perdices. Pero fueron felices de por vida, abiertos como estaban a la más ilimitada de las ternuras, sin puertas ni horizonte. 326 ÁNGEL DE AMOR MATILDE MARTÍNEZ SALLÉS Merda de pluja! Amb la feina que tinc. I la tia pesada de l’ajuntament, que si no hi vaig ho dirà als mossos. I ara aquest imbècil aparcat en doble fila que no em deixa girar. I a sobre, s’emprenya. Torracollons, el paio. I la paia de l’ajuntament, torracollons també. Vinga a demanar-me els papers de l’Angie, com una matraca: pensi que sóc l’educadora social i el puc denunciar. El taller a tope i me n’he d'anar ur-gent-ment al seu despatx. Tot per culpa d’aquelles dues professores, del noséquè d’acollida, dues amargades. Si no s’haguessin posat allà on ningú els demanava, la histèrica de l’ajuntament no em telefonaria cada dia. Merda. Els semàfors no funcionen. Merda i merda! Perquè això dels mossos m’ho ha dit per espantar-me. A mi, espantar-me. Si jo no l’hagués acollida, la meva Angie estaria fent de puta d’un vell fastigós. Si jo ja vaig veure com van les coses a Santo Domingo. Mira que els ho vaig explicar a les dues mestres: allà, les nenes acaben vivint amb vells, l’he adoptada per donar-li una vida millor. I elles vinga a insistir: que la nena no sap llegir, que per fer primer d’ESO necessita classes particulars. Com volen que sàpiga llegir si no ha anat a escola? I la dellonses de l’ajuntament, amb rintintín, ur-gent-ment: que si el permís de residència, que si els papers de l’adopció. Tot perquè aquelles espantamones no sé què li han anat a explicar. A elles què els importa? Que no va a l’institut, l’Angie? Això és el que mana la llei mentre sigui menor, no? Que deixin de controlar-me. Ara, aquest lentorro. Quina puta merda. 327 Angie, negreta meva. Quan la vaig veure allà, a Samaná, anava a buscar aigua al riu. Vaig decidir que me l’havia d’emportar a casa. I les professores, molt setciències, elles: la nena és llesta, però va molt endarrerida, necessita ajuda. Si li vol donar una vida millor, per què no li paga unes classes particulars? Però si una vida millor, amb mi, ja la té. Angie. Petiteta. Ven aquí mi negrita linda. ¿Quén soy yo? Mi tutol, em diu. I jo em fonc. A l’institut només hi anirà fins als 16 anys. Serà una mulata que es farà mirar. I no la tindrà cap vell fastigós, la tindré jo. La tinc jo... Merda. Ara el pas de barrera i el tren. Ara sí que arribaré tard. Avui, precisament avui, que no podia marxar del taller, la cardo de l’ajuntament vinga a trucar-me. Mira que li he dit vegades que els papers m’han d’arribar de La República. I ella, raca que raca. Que no ho veuen, que l’Angie està molt millor amb mi? Té tot el que vol, televisor, devedé, ordinador, càmera, una play, vestits... Les dones, ja se sap, amb uns quants bitllets i roba es tornen boges. I les bruixes, van i em diuen que en comptes de comprar-li tanta roba més valdria que li pagués classes particulars. Aquesta emissora amb notícies que es repeteixen que m’està posant nerviós. No n’hi ha cap que posi música, collons de déu? Ara! “¿Quién te cortó las alas, mi ángel?¿Quién te arranco los sueños hoy?” Òstia. La cançó que sempre canta l’Angie. Segur que és d’una sèrie d’aquestes sudaques que es mira tot el sant dia.”¿Quién te arrodilló para humillarte? y ¿quién enjauló tu alma, amor? “ Bestieses. Jo no l’he engabiat. Al contrari. “Déjame curarte, vida, déjame darte todo mi amor, ángel, ángel de amor”. Angelet, Angie, mi negrita, petiteta meva. La porto a La Maquinista 328 cada dissabte a comprar coses. Li encanta. La meva filla tampoc no ho veu bé: ara t’ha agafat l’amor de pare i vols adoptar una nena? Viejo verde, em va dir la molt ressentida. Que la bombin. I les dues mestres de la punyeta: vostè viu sol, a la nena no li és bo no tenir amics; aquesta nena necessita anar a un esplai amb nens i nenes de la seva edat. Quina tabarra. Què saben elles, el que vol l’Angie? Mi tutol. Em fonc quan se m’asseu a les cames. I els seus botonets que comencen a ser punxeguts. ¿De quién son estos botoncitos?¿Dónde están los piquitos de mis pajaritos? “Quien ató tus manos, ató el deseo, quien mató tu risa, mató tu dios”. El seu pare, la seva mare, el novio de la seva mare, la seva tia, tots d’acord. Tres mil euros vaig donar-los per la nena. Se’ls gastaran en alcohol. Així són els dominicans. Van dir-me que tot era legal, que els papers me’ls enviaria el consulat. No hi havia cap problema. I no han enviat res. Quina gentussa. Òstia puta. Ara la cua de la carretera de Rubí. “Déjame curarte, vida. Déjame darte todo mi amor. Ángel, ángel, ángel de amor, no te abandones, no te derrumbes, amor”. No, si jo no t’abandonaré, negreta meva. Si són elles, les professores i la de l’ajuntament, que no em deixen tranquil. Sort que ja hi sóc... Prou ràdio! Ara només falta que no trobi aparcament. I què li dic a la pija malparida? Arribo tard i sense els papers. Tot, tot, TOT aquest merder per culpa d’aquelles dues lloros de mestres. Espies. Per què s’han de ficar a la meva vida i a la de l’Angie? Si em toquen massa els collons, la trauré d’aquest institut. Serà difícil, amb l’ajuntament pel mig. Haurem de canviar de casa. I de poble. Però no se’n 329 sortiran, aquelles marimatxos. L’Angie serà per a mi. Sabran qui sóc, les malfollades! 330 SIN TÍTULO ORIOL MASCARÓ PEDRÓS Si bé el dret a la vida és obligatori i ningú te’l pot prendre, el mateix hauria de passar amb el respecte mutu entre homes i dones, mascle i femella, pol·len i llavor. Hem sigut creats per a estar units, doncs sense un d’ambdós no podem reproduir-nos, i és la femella l’encarregada de protegir l’embrió fins que germini. Ja sigui per l’instint territorial o possessiu del gènere masculí, la humanitat ha avançat en sinuoses corbes des de l’Edat Antiga. En la posterior construcció d’un sistema democràtic es va trigar una barbaritat a plantejar el fet de que les dones poguessin votar. A priori els homes semblen els culpables des d’un inici, llavors el problema radicaria en les seves actituds rudes i cavernícoles, algunes presents encara avui dia. En una avançada modernització, el sexisme va provocar que diversos esports fossin vistos com designats a un sol gènere, i si eren practicats pel sexe contrari es veien discriminats. Si hagués de concloure, afirmaria sense dubtar que les hormones i la genètica són els culpables d’aquesta mal·leabilitat en la nostra conducta. Sembla una solució explotada, però la tolerància és el camí que ens conduirà a una benestar comú. Metafòricament un home i una dona són dos imants, cada un amb dos extrems de polaritats inverses. Així doncs, s’atrauen i es repelen. Necessiten el seu espai, però també que l’altre estigui a prop. 331 L’amor és el fruit d’aquesta atracció intermitent. La força que pot tenir un petó o un sentiment correspost pot moure muntanyes. I tothom serà més feliç. Junts som més forts. I per això tots dos mereixem respecte, comprensió i amor. Perquè junts podem amb tot. Estima i sigues estimat. 332 AVIÓ DE PAPER MONTSERRATO MILIAN MASSANO Per raons de distància, i perquè encara no existien els telèfons intel·ligents ni els skypes, la relació amb en Melcior va ser sobretot epistolar. Feia veure, també per a mi mateixa, que ja m’anava bé. Dedicar-li més temps hauria entorpit el meu dia a dia que ja estava prou ple. El tenia a l’abast tant per mail com per telèfon. Si això fallava i l’enyorava, acudia als registres per retrobar-lo: els correus, els SMS i el meu propi cos farcit de les seves petjades. I justament per la seva absència habitual, era omnipresent. Ell, un home home, intel·ligent i culte, em desitjava i sabia fer-me sentir meravellosa i única. Com a conseqüència, jo experimentava un estat semblant a la felicitat. Si algú m’hagués avaluat hauria dit que estava paranoica. Al llit era d’ell, m’agradava veure’l embogir i tenia la percepció fantàstica que m’havia transformat en una Afrodita. La meva vida era màgica i no la volia esguerrar deixant-me penetrar pels avisos d’un molest nan intern que em repetia: “en realitat no vol lligams” o “no es comporta com si realment fos el teu home”. No podia, ni volia, reconèixer ni admetre que el caçador havia subjugat la seva víctima; en canvi, sabia que el seductor m’havia triat precisament a mi i això em plaïa d’allò més. Però no tot eren flors i violes. Vivia en un estat d’expectació i frustració constants pendent de les seves trucades per saber si podia veure’m i quan. Creia que havia de tenir-ho tot controlat perquè em trobés disponible sempre que em feia una proposta. A la feina lluitava per ser la millor directiva i a casa hi 333 tenia dos fills adolescents, que em necessitaven. Tot plegat em va fer patir diverses crisis d’angoixa. Finalment vaig acabar anant al metge i prenent prozac. Amb perspectiva he comprès que estava tan penjada d’en Melcior que aquells tres anys amb ell van ser només un miratge de felicitat. I ara ho puc dir sense embuts, era la seva marioneta. La pitjor crisi va ser a causa d’un cap de setmana, una vegada més, en el darrer moment, em va dir que no el passaríem junts. Feia més de quinze dies que no ens veiem i havia hagut de fer mans i mànigues per deixar els fills amb una amiga. La desil·lusió em va instal·lar un vertigen a l’estómac que no em deixava ni de dia ni de nit. Alguna cosa havia de canviar, no podia més. Vaig decidir provar una nova estratègia. Li escriuria una carta amb un caixa o faixa. Necessitava que m’entengués i volia commoure’l —era tanta l’addicció que no podia suportar tampoc que la nostra relació s’acabés— per això la vaig escriure a mà amb la intenció de fer-li arribar per correu. No sabria qualificar aquell escrit. No sé si era d’amor o de desesperació; de súplica o d’ultimàtum. Pretenia que les coses que havien funcionat de la mateixa manera durant tant de temps, a pesar meu i de les meves queixes, canviessin en un tres i no res. Seguia aferrant-me a aquella història en busca d’un impossible happy end. Després d’explicar-li que continuava creient que era l’home de la meva vida i que no volia deixar-lo perquè érem l’un per l’altre i, per tant, ens mereixíem una altra oportunitat; acabava confirmant-li que, passés el que passés, sempre el duria dins del meu cor. 334 Vaig sortir al balcó, necessitava aire net i fresc. La meva mirada va recórrer el cel blau d’hivern, les cases de davant, el carrer, els arbres fins que em vaig adonar del buit. El sentiment d’estar perduda i atrapada es va apoderar de mi. Mig ensopegant vaig córrer a buscar la carta per rellegir-la. Prou d’humiliacions! S’havia acabat. Vaig agafar aire i, sense més plantejaments, vaig transformar l’escrit en un avionet, com els que feia de nena. El fred em va produir una esgarrifança quan, de nou al balcó, vaig intentar que volés. No ho va fer. Va ser una caiguda lliure. El destí que li havia concedit era més encertat que fer trossets la carta i llençarla a la paperera. Vaig veure que la seva trajectòria havia acabat en un toll d’aigua del carrer. Tant de bo fos ben bruta. 335 UNA CANCIÓN ANTIGUA DE AMOR Y VIDA MINIA MARIA MIRAMONTES FANDIÑO En una calle de un pueblo de secano había un algarrobo robusto y frondoso. Enraizado a la tierra y a la vida andaba en amores con una palmera enamorada del viento, fina, alta y estilizada, bailaba la noche cuando la luna la iluminaba; robándole al viento el sonido de su danza. El algarrobo, prendado, desvió sus raíces hacia la palmera con el fin de acariciar sus noches con el balanceo de ella. Un día, alguien depositó un tiesto con una adelfa blanca bajo el algarrobo; allí en la seca, una planta de humedales. Se olvidaron de ella y el algarrobo apenado le regalaba rocío y cobijo de sombra, pero ella no florecía. Una noche de luna negra, llegó un impetuoso poniente; la palmera enloqueció con su danza y el algarrobo, ligado a ella, no soportó su balanceo y cayó sobre la adelfa. 336 Vino un camión y los llevó a la poza del Barral… La adelfa libre del tiesto enraizó en el barro que corrió por su tronco depositándose en sus ramas. El algarrobo a duras penas soportaba el humedal, mientras luchaba por erguirse. Entonces, la adelfa rodeó al algarrobo, absorbiendo su agua y evitando su podredumbre. Llegó la primavera y en la poza del Barral se encuentra un frondoso y verde algarrobo cubriéndole lazos de adelfa blanca, y cuando el viento viene se culebrea entre sus tallos, meciendo y acariciando… Después escapa silbando una canción antigua de amor y vida. Hay una palmera en un pueblo de secano, despeinada y atolondrada busca vientos para el baile. 337 ÁLBUMES ANSELMO MIGUEL MODILAN ADROVER Revisé tres veces los álbumes de fotos. Eran cientos. Detalle que no pudo interrumpir la necesidad de volver al pasado. Las imágenes guardaban coincidencias. Me ubicaban, todas, en sitios donde me había sentido segura; disfrutando el vibrar de los sentidos. Las reflexiones quedarían encerradas en un sitio impreciso e invulnerable. La escultura con historia, el paisaje cambiante que renovaba la sorpresa, el monumento que indaga, la pintura que no lograba contener un marco, la balada callejera y yo, apropiándome de todo. En un segundo repaso descubrí que, quizá, en esos mismos espacios y en otros momentos, no produjeron la agradable conmoción que me embargaba. Las imágenes emanaban bienestar. Ir más allá, al pasado, afirmaciones que no me afectaban. Visité tierra de esclavos, cárceles clausuradas, panteones de reyes, templos, murallas, campos de concentración, muros condenados, hospicios, circos de sacrificio, museos del recuerdo, territorios de batallas, sitios de enterramientos comunes. Recién ahora, veo que el papel laminado esconde otros secretos. No se han perdido con el tiempo. Frecuentemente, lo oculté en la inmediatez, lo creí símbolos fríos, disfraces. Pasé la hoja plastificada y me detuve. Estábamos mostrándonos felices, tomados de la mano, almorzando en aquel pequeño bar que nos protegía del frío y la maldad del mundo. El mozo, a tu pedido, nos retrató. Fuiste de vacaciones. Yo competía en las pistas de 338 hielo. Por la vidriera las veíamos, desplazándose desde las montañas hasta el pie del valle. Llegué en tu breve compañía a ser feliz. -Hablemos. Dijiste. No lo creí necesario, casi ni te oí. Tampoco me inculpé, mi actividad era la acción. Desde niña estaba acostumbrada a enfrentar en soledad los desafíos. La responsabilidad de la concentración no podía dejarla en otras manos. No me permitía acumular cansancio aunque esa noche, único momento en que decidí que nos viéramos en el estar del hotel, mirando la campiña nevada, me dormí disfrutando la calidez de tus brazos; me contabas tus paseos, a no sé qué cuevas, lamentándote que no pudiera yo, gozar de tanta belleza. El torneo finalizaba. Los dos últimos días nos los daban como libres. Te cité, exaltada; si todo iba bien, recibirías a “la campeona”, a la mejor. Me dejarte sin la posibilidad de contarte mi triunfo, de demostrar cuán alto había llegado. Recibí en mi habitación una parca nota. Una urgencia hacía que volvieras al trabajo. Pedías perdón, que te llame cuando llegue a la ciudad. Eso era todo. Lo consideré inaceptable. Si tu intención era humillarme no lo lograrías. En mi álbum conservo la foto en el bar. Es mi trofeo de cómo tratar a un hombre que pretende desconocer el valor de una mujer. Solo para eso. 339 No era la primera vez que un muchacho se sentía intimidado y fugaba de mi lado. Me iba convenciendo de que era algo aceptable que otros se equivocaran. Lamenté que me dejaste con la palabra y eso sí, resultaba insoportable. Reconozco que recuerdo el día en que las pistas fueron clausuradas. La nevada persistía y a pesar de ello salimos a caminar por las húmedas callecitas empedradas. Mirábamos las vidrieras. Un joyero artesanal exponía en un minúsculo local. En silencio desee una joya. Observaste que, para tu sueldo, era inalcanzable pero que algún día volverías a buscarla. Anduvimos. Recapacité y agradecí que no me la compraras. Tuve miedo. Al episodio lo encerré. Imaginé que si me hacías el regalo era para marcar una sutil diferencia, con la crueldad de quien se cree superior. Percibí aquella decisión como una demostración de poder en la que fracasaste pero, dejaste abierta la esperanza de lograrlo. Estrategia que, como hombre, te habías trazado La incertidumbre somete. Descubrí la trampa. Fingí despreocuparme. Te fuiste dejándome una nota. Saboreé mi triunfo, no te necesité. Te dejé, esperando, en la puerta de mi departamento. No atendí tus llamados. Recibiste el trato de traidor. Me torcí el pié mientras entrenaba. La clínica en que trabajabas fue donde me llevaron. Tú me atendiste. Maldije la casualidad. Nos miramos. Te percataste de mi odio. Nada preguntaste. Comenzaste a revisarme, sentí acariciar mi tobillo dañado. Temblé, esperé que no lo notaras. Pero no pude aguantar. Irónicamente dije: 340 -¡Ah, por fin apareciste! No sé si te enteraste que hace dos años el torneo terminó con mi triunfo. Me miraste y sonreíste. A punto de estallar vi como girabas y tomabas una apestosa carpeta que se encontraba sobre la vitrina. La acercaste a mis manos. -Lea, mientras trabajo. Me ordenaste. Mi tobillo dejó de doler. Vi las fotografías. Leí. Era un informe sobre la tarea de un Equipo Médico de Emergencias socorriendo a víctimas de un terremoto. Recordé que, antes de entregarme el trofeo, se había hecho un minuto de silencio por la tragedia. Yo no tenía idea que viajabas hacia allí. No atendí lo que pasaba, el dorado galardón concentraba todo mi orgullo Ahora, en la Guardia de Emergencias, comencé a repasar mis actitudes. Rumié, especulé, examiné. Y terminé confundida. Tus manos me vendaron suavemente. Me ayudaste a bajar de la camilla y me entregaste a la enfermera. -Tiene que descansar con el pie en alto, señorita. No tocar la venda y volver dentro de tres días para controlar su evolución. Mejorará, no afectará su actividad deportiva. Y colocaste en mis manos una bolsita con pastillas. -Por si duele… una, cada seis horas. Y me despediste como un profesional. Logré, entre lágrimas, entender mi culpa. No deseaba ser menos que un hombre. Temí enfrentarme a alguien que a mí, sin pensarlo demasiado, se me 341 presentaba como superior. No eras tú quien obraba poniendo distancias ni disidencias, fui yo. Mi especialidad era competir. Solo veía contendientes. Me sentí sola, vulnerable. Necesitaba compartir. No carecía de importancia subsanar mis errores. Reconocí allí el valor de las palabras dichas y oídas. También las silenciadas. Llevaré en mi cartera la vieja foto en el pequeño bar del valle. ¡Qué bien nos veíamos! Me costará encontrar las frases para pedir perdón, para no justificar erradas conductas. Será hoy, mientras retiras las vendas del tobillo. 342 LA CEREMONIA JUAN MOLINA GUERRA No acababa de creerlo, pero ahora estaba ahí, junto a Ernesto, tan hierático y aplomado, tan distante. Tanto deambular por las esquinas del amor para terminar encallada en la previsible seguridad que Ernesto me ofrecía. Ernesto con su metro ochenta y cinco y su voz meliflua de niño asustado, Ernesto graduado en derecho y tan apocado, instalado en el confort que le ofrecía el bufete de su padre, García & Vizcaíno, Asociados. “Esa chica no te conviene”, le había dicho a su hijo el abogado ilustre, pero el sumiso Ernesto se había plantado por primera vez en su vida, “o Clementina o los estudios”. Con ese gesto gallardo, con esa valentía inusitada había conseguido deslumbrarme un tiempo, pero ahora se iban a enterar quién era Clementina, cuando todos esperaran el sí con resignación y ella les saliera por peteneras ante el asombro de los asistentes. “Primera carta del apóstol San Pablo a los corintios”, leía ya mi futura suegra con la voz engolada y esa falsa apostura, esa mansa sumisión que adoptaba en el altar y que tantas veces habría repetido ante el espejo, como si la viera: “...aunque yo hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tuviera amor soy como bronce que suena o címbalo que retiñe”. Pero a mí tanto se me daba el boato y el ceremonial, acaso me enternecía el dispendio de los jazmines sobre los bancos, los racimos de gladiolos en los jarrones, el raso que me ceñía, el tul que me cubría, las bragas y el sujetador 343 blanco que torpemente trataría de quitarme Ernesto sobre el tálamo, sin saber que no habría lugar para su impericia, que la ceremonia religiosa terminaría como el rosario de la aurora, cuando pronunciara el “no quiero” y los dejara plantados con un palmo de narices. ”Es muy sinuosa, hijo, y no niego su encanto, pero tiene tan poco cerebro”. Lo mejor de Ernesto era su sinceridad, y no había comentario familiar sobre mi pobre persona que no viniera a confesarme con su candor de enamorado, con su pusilánime ingenuidad. ¡Lástima de Claudio tan inaccesible! ¿Por qué los mejores huían del amor estable, de la dulce rutina de los besos? En mi mente sólo había espacio para el recuerdo de Claudio con su torso desnudo y su piel canela, Claudio enjuto y recio de trotar veredas, de transitar ciudades y mujeres complacientes, Claudio en los fiordos bebiendo vino caliente, Claudio en Styer dando clases de español, Claudio conduciendo hasta Dubrovnik sin apenas dormir, Claudio en el Algarve oyendo fados en las tabernas, Claudio, ay, tan inquieto y escurridizo, tan lleno de vida y huyendo del amor, dejando notas apresuradas sobre las almohadas al amparo del alba, apenas dejándose ver y desapareciendo al cabo como un furtivo. Mi suegra persiste en su representación, histriónica, enajenada. “...El amor no ofende, no busca el propio interés, no se irrita...” Ernesto me mira, el cura me mira, el padrino altivo, el hermético y estirado Alejo García me mira también, todas las miradas convergen sobre mí como orquestadas, como si fuesen dueñas de un secreto que todos conocen y al que mi cerebro “de mosquito” no alcanza. Entonces hago una mueca que quiere ser una sonrisa y Ernesto me devuelve su mirada hechizada, su gozo de niño bueno que ha conseguido el 344 premio por su obediencia y constancia. Pobre Ernesto, si supiera. Pero no hay vuelta atrás, la decisión ya está tomada. Un simple “no”, sin alharacas, sin más música de fondo que el murmullo, entre sobrecogido e hilarante, de los invitados, y luego la reunión familiar en la sacristía, la embajada de razones y la acritud en el rostro de la familia del novio, Ernesto desconcertado sin saber qué decir, confirmando con su mutismo la vida sin emociones que me esperaba a su lado… Adela Vizcaíno está concluyendo su lectura: “... el amor todo lo excusa, lo cree todo, todo lo espera, todo lo tolera, el amor no pasa jamás...”, y yo pienso en los padres que no conocí, en las hermanas franciscanas que me criaron, y echo de menos el ruido monocorde de las máquinas de coser, los bordados primorosos surgiendo lentamente sobre el bastidor, con la hermana Teresa leyéndonos salmos piadosos y luego encendida y arrebolada, como la rosa joven que era, cuando nos entonaba, casi al borde del éxtasis, los versos prohibidos del Cantar de los cantares; y recorro, como un sueño, las calas apacibles y los arrecifes de mi vida, hasta la aparición de Claudio y Ernesto, la dicotomía de la emoción o la seguridad, el vértigo o la rutina, la pasión o el recato. Pero no había lugar para la duda, ya estaba decidido, era mi momento. Lo sentía por Ernesto, ¿qué culpa tenía él? Mientras tanto, dejaba que el cura oficiara su ceremonia, que avanzara parsimoniosamente por la liturgia, con Adela Vizcaíno flanqueando a su hijo, arropando a la expósita que había conseguido deslumbrar a su Ernesto con su voluptuosidad desmedida y sus armas de mujer, el abolengo de los García y Vizcaíno empañado por la 345 advenediza que apenas había sonreído a su hijo en toda la ceremonia, la inclusera de ojos glaucos y negros cabellos que había hechizado al graduado inconsciente, y ahí fue que el cura se me dirigió, preguntándome: “Clementina Expósito, ¿quieres por esposo a Ernesto de García y Vizcaíno?” y los recuerdos volvieron a agolpárseme en la retina, y vi de nuevo el torso sudoroso de Claudio sobre mi cuerpo entregado, la luz bermeja de las tabernas de Portimão, los antiguos valles glaciales de Trondheim…y las notas furtivas de Claudio sobre la almohada, y el “no” como espada flamígera elevándose sobre el templo silencioso y expectante, y entonces me sorprendí a mí misma oyéndome pronunciar el esperado “sí, quiero” y aún más me sorprendí sonriendo a Ernesto cuando éste me levantó el velo y me buscó los labios, confundidos y temblorosos, a instancias del cura. 346 DEMETRIA ELEAZOR MOLINA MOLINA Sus grandes ojos, color aceituna, mostraban tristeza. Vestía ropas extrañas, demasiado gruesas y vistosas para un pueblito con tanto calor y olvido como Carora. Su rostro delicado y pálido denotaba cansancio y desolación. Angélica Querales, con esa intuición que tienen las madres, o con esa curiosidad de las mujeres, (o por ambas razones), se acercó y preguntó que si necesitaba ayuda. La señora se levantó de la maleta donde estaba sentada, dejando ver su enorme estatura, extendió agradecida sus largas manos y trató de explicar que era extranjera y que no hablaba español. Angélica, con señas, le dijo que no importaba y la invitó a su casa. Al llegar, Angélica fue a la cocina y preparó café. La forastera sacó un mapa y señaló un país: Grecia. Angélica creyó tener resuelto el problema. En Carora había varias familias griegas. Tomaron café en silencio y salieron en busca del griego más cercano. Las dos mujeres llegaron a una bodega que estaba cerca de la Plaza Bolívar y rápidamente se aclaró el enigma. Un hombre bonachón, de boina negra, escuchaba pacientemente y traducía las novedades a Angélica. Dimitra Bonakys, que así se llamaba la recién llegada, se había casado por poder con un griego que vivía en Carora pero que, extrañamente, después de casarse no se habían podido volver a comunicar. Dimitra llegó incluso a pensar que quizá el recién casado se habría arrepentido. Ella le escribía cartas y telegramas pero el esposo no respondía. Efectivamente en Carora vivía un griego llamado Filemón, quien tenía una modesta tienda de telas y alfombras y había 347 informado a la comunidad griega que se había casado por poder con una señorita griega de nombre Dimitra que muy pronto llegaría a Venezuela. Lamentablemente, a los pocos días del matrimonio, Filemón murió. Dimitra no lo podía creer. El griego de la bodega explicó la situación con lujo de detalles mientras la desposada se deshacía en llanto. Angélica permaneció en silencio y luego invitó de nuevo a Dimitra a su casa, y le dijo que podía quedarse todo el tiempo que quisiera. Dimitra fue adaptándose a la generosidad del pueblo, de sus paisanos griegos pero, sobre todo, de Angélica, donde se quedó a vivir a pesar de que Filemón tenía una casa en las afueras del pueblo. Poco a poco Dimitra fue resolviendo los trámites de residencia y poniendo en orden la tienda, la casa y los pocos bienes que le había dejado su difunto esposo. Dimitra tendría unos treinta y cinco años cuando llegó a Carora. No volvió a casarse ni regresó a Grecia. De lunes a viernes trabajaba en su tienda y los fines de semana cocinaba comidas griegas en casa de Angélica. Aprendió el español y ayudaba con el cuidado de los niños, quienes nunca supieron decirle correctamente el nombre. Le decían Demetria, y ella no sólo terminó aceptándolo sino que incluso se puso como segundo apellido el de Angélica, a quien consideró para siempre como su hermana. Empezó a hacerse llamar, y así está en una tumba de Carora: 348 ESA MAÑANA Mª DEL SOCORRO MOLINA RENGIFO Ese mañana todo cambiaría para Óscar y María. Como en los últimos meses de relación, ella entró a la ducha mientras él se bañaba, deslizó suavemente una vasija con agua tibia de manzanilla que dejó a un lado para que él se la echara luego del baño. María se había conformado sin verlo con la prótesis que llevaba por más de 50 años, luego de un atentado cuyo objetivo era un militar de alto rango, que costó la vida a muchos y él su pierna izquierda siendo tan sólo un niño de 8 años. Aprendió a vivir así, se superó y nunca se sintió discriminado, excepto en el amor donde siempre encontró mujeres que se le acercaron por su exagerada generosidad, se aprovecharon y luego lo dejaron. Sin embargo, cuando María llegó Oscar creyó en el amor. -Entra María, quiero que te bañes conmigo. Algo nerviosa aceptó, de reojo miró el muñón de su rodilla y lo abrazó. -Óscar te amo tal como eres –. -Él la abrazó intensamente. Esa mañana empezaron una vida llena de aceptación, compromiso y amor. 349 CURSO INTENSIVO DE LABORES PABLO MONTAÑANA POMARES Aquel banquete que los anfitriones habían preparado a su familia, reunida como cada año para celebrar la Nochebuena, tocaba a su fin. El cordero había cosechado la aprobación de toda la mesa, y el único punto de orden en la cocina llena de platos amontonados y cacharros sucios lo ponían las bandejas de turrones minuciosamente preparadas, listas para salir. Después de aflojarse el cinturón, el patriarca, Jorge, echó mano de su nuevo teléfono móvil, y llamó la atención de su hermano para enseñarle el último vídeo que había recibido. Mientras, su esposa se incorporaba para retirar la vajilla de los comensales, y las demás mujeres la imitaron, tomando cada una el plato del hombre que tenían más cerca. -¡Anda, Jorgito! ¿Te manejas con esto tan moderno? -Me costaba al principio, pero ahora ya me he cogido… -¡Si esto está en inglés y todo! -Sí, sí, pero te acostumbras; lo que no entiendo lo busco. Entonces, a Jorge le desvió la atención de su teléfono un hecho insólito: Carlos, su sobrino, se había levantado a retirar su plato. -Déjalo, Carlos: ya lo hacen ellas. -Ya lo hago yo, rey –secundó su mujer. -Es curioso –contestó Carlos, negándose a entregar su carga-; en pocas semanas has aprendido a utilizar un teléfono móvil nuevo, y a entender inglés, pero en veinte años no has aprendido a retirar tu plato de la mesa. 350 365 DÍAS ISABEL MONTERO BONILLA De haber sabido que las medias de rejilla le quedan tan bien, sin duda se las habría puesto antes. Exactamente 365 días antes. Habría hecho sus piernas infinitas aquella noche de hace un año… aquella maldita noche que se fue a bailar. Si hubiera sabido que al atravesar las rancias cortinas de terciopelo rojo, iba a cambiar de época, probablemente se hubiera dado media vuelta. Pero no lo hizo entonces, y tiene la certeza de que el día de hoy va a ser muy diferente. Hacía hoy un año que ella llegó radiante, con una rosa recién cortada, apenas abriéndose, adornando su pelo oscuro como si fuera una peca roja. Sobre los diez centímetros de sus zapatos nuevos veía que era capaz de todo, y le parecía que sus lentejuelas le jaleaban cada vez que el fino tacón se clavaba en el suelo. Hoy recuerda, aún en su casa, aquella noche mientras pinta sus labios de un rojo sangre mate. Pidió un vino blanco por el calor y tomó asiento. Sus destellantes zapatos recién estrenados marcaban el compás en el aire como un director de orquesta, mientras miraba a las parejas de la pista. Su corazón latía con fuerza, como siempre que escuchaba la música. Así pasó la primera hora, sentada. Esperando. Se le acabó el vino y fue a por otro. Volvió a su asiento y se puso coqueta su melena rizada en un hombro sin dejar de mirar la pista. Un pétalo calló de su rosa, que aún así, seguía hermosa. Hoy, en cambio, lleva una flor de plástico con gotitas de rocío pegadas que le parece igual de útil. 351 Se cumple un año de que hubiera oído hablar de todo eso. Había que sentarse y esperar una mano reverenciosa poniendo ojillos de gata. 365 días después se mira fijamente al espejo. Sus ojos son de leona. Se los está pintando con una gruesa raya negra, como hacen los soldados de camuflaje listos para el asalto. La noche de hace un año no fue de camuflaje, pero cualquiera lo hubiera pensado. Se sentía invisible, ¿será que me dejé el cuerpo en casa? Empezó a preguntarse a la hora y media. Pero la música se le colaba entre los rizos y los pechos y su pie seguía marcando los tiempos de manera irremediable, en esta ocasión sobre el suelo, no sé si al ritmo de la música o de su incipiente impaciencia. Ahora escucha música mientras se arregla para salir, con la misma emoción de siempre. Transcurridas dos horas decidió ir a retocarse al aseo. Allí otras mujeres hablaban de con cuántos hombres habían bailado, lo patoso que era éste, cómo olía aquel o lo bien que bailaba el otro. Se ahuecó el escote cuando se quedó sola, y se recolocó la rosa que había empezado a oscurecer ligeramente. Volvió a su asiento. Desde su silla empezó a buscar los ojos de los hombres, uno a uno, los que bailaban, los que estaban sentados hablando, los que estaban en la barra ya un poco borrachos. No encontró ninguno que le devolviera la mirada. Hoy sabe que sus ojos sí repararán en ella, la mirarán de arriba abajo. Cualquiera diría que lleva una hora arreglándose, pero no es cierto. Lleva un año. 365 días tomando clases de baile, dulcificándose. Reponiéndose y preparándose. A las dos horas y media sus zapatos parecían haber dejado de destellar y sólo apretaban. La rosa de su pelo estaba mustia, cabizbaja y perdiendo pétalos 352 granates. Como había llegado, se fue. En cambio hoy, sabe que todo será diferente. Porque ella también lo es. —Una entrada—dice al llegar. —¿Solo una? —Sí, una— recalca. Nota ciertos codos dándose mientras se abre camino a través de la sala. Muchos la miran con cierta curiosidad. Toma asiento junto a un grupo de señoras más mayores que ella. Por su cara, podría decir que no se han movido de la silla más que para ir a la barra o al aseo. Posa el bolso en el respaldo como si estuviera acariciando el aire. Se acerca a su tobillo, al broche de sus zapatos brillantes y pasa sus dedos sobre él. Alza los ojos al ver una sombra parada como un pasmarote delante de ella. ¿Tan rápido?, piensa. —¿Bailas?— dice una voz confiada. —Ahora iba a bailar con otra persona, pero gracias. —Más tarde quizás. —Si, quizás. Mimándose continúa en los tobillos y desata los broches. Se quita los zapatos altos, elegantes y se pone unas zapatillas bajas, cómodas. —¿Alguna quiere bailar?— pregunta sonriente al grupo de mujeres inmóviles que estaban sentadas a su lado. 353 EDUCACIÓN IGUALITARIA SANDRA SONIA MONTEVERDE GHUISOLFI Josefina y Mario eran una pareja progresista que vivía en un pueblito con algunas estrecheces de miras que hacía que a veces, sus habitantes parecieran anclados en el pasado. Una vez completados sus estudios, barajaron todas las opciones y decidieron formar una familia allí. Confiaban en que sus vecinos entenderían que si bien veían la vida de forma diferente, se merecían que los demás los respetaran y aceptaran tal como eran, al fin y al cabo habían nacido y se habían criado allí y querían seguir siendo parte de la comunidad. Se presentaron a las oposiciones y ambos consiguieron trabajo pues sus notas eran insuperables, muy por encima de la media. Se habían pasado más de cinco meses preparándose para examinarse y al fin podían disfrutar de los resultados de tanto sacrificio. Josefina trabajaría como veterinaria en un nuevo servicio de zoonosis recién implantado gracias a una sugerencia suya a la Alcaldesa y Mario, que era técnico especialista en jardinería, se encargaría de la Inspección y remodelamiento de Parques públicos y zonas de recreo. En cuanto tomaron posesión de sus respectivos cargos, se dedicaron a poner a punto lo que ellos llamaban su “nidito de amor”: una vieja casona que Josefina heredó de sus abuelos y que necesitaba unos cuantos arreglos para considerarse habitable. La mayor parte de los trabajos de refacción los realizaron ellos mismos pues eran personas que se la ingeniaban para hacer de todo un poco. Invirtieron en materiales sus magros ahorros y como no 354 querían que los “amigos de lo ajeno” tuvieran libre acceso a su propiedad, decidieron instalar una carpa en medio del jardín, para poder pernoctar allí hasta que finalizaran las obras, con el fin de vigilarlo todo. El escándalo se desató cuando un vecino dio la voz de alarma de que dormían en la carpa “juntos”. Los padres de ambos pusieron el grito en el cielo y si bien los muchachos se rieron a mandíbula batiente de las habladurías que habían generado, decidieron casarse de inmediato para acallar a las malas lenguas y sobre todo para tranquilizar a sus progenitores. Ya desde el principio de su matrimonio, marcaron una diferencia pues se negaron a tener una ceremonia religiosa; su boda se limitó a realizar un viernes por la mañana, una visita al juzgado local vestidos con vaqueros y camisas a cuadros; la fiesta fue un almuerzo informal pagado “a escote” en compañía de los amigos, en el bar de la esquina de su casa y terminado el ágape, se fueron a pasar la luna de miel a la carpa. Al poco tiempo de la inauguración oficial de su nuevo hogar, la pareja anunció al mundo que estaban embarazados: el nuevo integrante de la familia llegaría a principios de la próxima primavera. Desde su nacimiento, Josefina y Mario educaron a Joaquín en la equidad. Lo vistieron con ropa de todos los colores del arcoíris, incluido el rosa, le compraron muñecos y muñecas y se negaron a inculcarle ningún tipo de sexismo. Pero no solo lo predicaban, sino que practicaban la igualdad en su casa todos los días. Mario cocinaba, lavaba platos, cambiaba pañales y planchaba y Josefina cortaba el césped, apilaba y acarreaba leña y recomponía electrodomésticos o viceversa, nunca hubo ninguna tarea que a uno u otro le estuviera vedada. 355 De esta manera el pequeño creció sin que nadie la dijera: esto es de nenas o aquello de varones. Cuando llegó el momento de ir a la escuela, Joaquín era un niño de casi cinco años muy espabilado, acostumbrado a preguntar y obtener respuestas coherentes y concretas. Desde que nació le habían hablado con normalidad, llamándole al perro, perro en vez de guau guau, así que dominaba un amplio lenguaje y era muy incisivo a la hora de indagar acerca de lo que le interesaba. Una tarde sus padres lo vieron sentado en su rincón preferido del jardín muy quieto, callado y pensativo. Se acercaron a preguntarle que le pasaba y el chiquillo les contó que esa mañana festejaron el cumpleaños de Rosanita y hubo globos, juegos y hasta una tarta, pero lo que más le gustó a él, fue un vestido precioso de color rojo cereza que los padres le regalaron a su amiguita. Estaba tan entusiasmado con el atuendo de Rosanita, que se llevó aparte a la mamá de la homenajeada para preguntarle donde lo había adquirido. Y la señora se había reído en su cara contestándole que para qué quería saberlo si esas eran cosas de niñas que a él no tenían porque interesarle y se fue sin dejar de reírse. Joaquín les explicó que a él le encantaría ponerse un vestido como el de su amiga y no entendía porque eran cosas de niñas si ellas también usaban pantalones que al parecer ¡eran cosas de niños! Sus padres estuvieron charlando con él gran parte de la tarde explicándole que no todo el mundo pensaba como ellos y que ellos no compartían con la mayoría de los vecinos, su costumbre de pensar que algo era de nena o de nene, sino que creían que 356 todo debía ser para todos. De pronto Mario se levantó y le dijo a su mujer e hijo: - Esperadme que vuelvo en un rato. Y salió. Cuando volvió traía dos paquetes bajo el brazo. Llamó a Joaquín mientras Josefina terminaba de poner la mesa y se fueron los dos al dormitorio del pequeño. Unos minutos después aparecieron en la cocina luciendo unos bellísimos vestidos rojos a juego. Josefina se quedó boquiabierta y luego se echó a reír de felicidad y de orgullo. Joaquín le dijo a su madre: - mañana iré con este vestido a la escuela y papá dice que me acompañará a la entrada usando el suyo. Así cuando mis compañeros y sus padres digan que son cosas de niñas, podre explicarles que eso no es cierto y que la prueba está en que mi papá no necesita usar pantalones para ser un hombre de verdad. Y yo tampoco. 357 LA MUJER, LA MADRE y LA TRABAJADORA CARLOS MORENILLA ROMERO Calle mayor arriba, le saluda, un conjunto histórico, que entre sus infantados muros, encaraman con frescura, verdes yedras, por entre las cuales, las alondras establecen, como cada año, sus moradas, hechas con hojarasca y tronquitos... Hogares que en su conjunto rezuman, por los cuatro costados, la belleza bien cuidada de antaño...En un balcón, se abre las hojas de madera verde, para que entre la luz y la brisa primaveral... Sobre la cama una mujer escasamente arropada, delgada, pelo corto negro y casi sin arreglar... Se haya sola en la habitación y en la casa... Todos, en sus labores propias, hasta que llegue el familiar que le hace compañía... Sobre la cama, un puñado de folios, una tabla de madera y una pluma... Edad? Misterio femenino por excelencia... Digamos de mediana edad, aunque rezuma sosiego, pese a los tiempos difíciles que el destino, cuan regalo envenenado, le ha hecho entrega. Se apoyándose sobre una masa de cojines y almohada, más o menos recta, escribe: Mi amor, cuando leas esto, seguramente ya no esté entre vosotros. Para eso, ahora te lo estoy escribiendo... No es un testamento, ni siquiera una guía... Ni lo pretendo. Quiero escribiros, despedirme sin prisas, por si llegado el instante, no pudiera decírtelo. 358 Deseo que sepas, que estos escasos folios, son sencillamente, lo que llevo dentro... Antes que nada, ten claro que vaya, donde vaya, ni la estrella más lejana, me frenará verte, me impedirá verlos... Si, mi amor, aunque parezca que no... Entre el cáncer, los años de trabajo, la casa... Si, mi amor, hoy estoy cansada... Bastante agotada... Atrás quedan mis años de trabajo, de lucha y calma cotidiana, fundidos con el sosiego y ajetreo diario de la casa... Envuelto siempre con el amor que nos hemos profesado y la sonrisa de nuestros dos hijos. Y ahora que la enfermedad se apodera de mi presente, miro atrás y aparte de la satisfacción del trabajo bien hecho y del deber cumplido, hoy ocho de marzo... Permíteme cariño, que hable, solo un poco, del trabajo, en mis últimos pensamientos.... Cuantos recuerdos me vienen del trabajo... Y todos buenos, porque la memoria selectiva, olvida los malos... Cuando dijo el presidente: Con todos los hombres que hay... Solo ella tiene pelotas... Lo recuerdas? Y cuando empezaba en la empresa... Ni siquiera, alcanzábamos los dos a sospechar, ni a imaginar, que yo pudiera llegar a ser un alto cargo en el trabajo... Y cuando el año pasado me nombraron... Aquellas manifestaciones reivindicativas... Nunca podría imaginar cariño, que habrían mujeres... Hoy, eso es parte mas o menos, de lo habitual. Sabes, que nunca me ha dado miedo enfrentarme al mundo, ni a esta sociedad materialista en defensa de mis principios laborales como mujer, de mi familia como esposa y aun mucho menos, como madre... 359 Dicen que no hay que mirar por el retrovisor... Pero ahora distingo, que la vida ha sido un sueño, pero cuando menos te lo esperas: Zas! Y se convierte en rabia por tener que dejaros... Pero al igual que nadie cuestiona nuestra llegada al mundo... Tampoco tenemos derecho a cuestionar la salida del mismo... Por eso, siempre he tenido muy presente, que con el transcurso de los años, todos envejecemos, nos arrugamos... Pero el amor perdura y perdurará mas allá de la muerte Siempre me han importado para mi familia, los valores humanos... Lo que hay dentro de cada corazón. La vida no tendría sentido, si cuando llega tu fin, las alforjas están vacías de ayudas otorgadas. Y si no puedes mirar a la cara, a la muerte, con la alforjas llenas con los deberes familiares cumplidos y el trabajo bien hecho...Que pena de vida... NO? Solo te pido, como se adora a Dios ante su altar, que le des gracias, por habernos conocido, por nuestros hijos... Como? Pues sirviéndole, a través de cada persona que se cruce en tu camino... Pidiendo su intercesión siempre... Cariño, ahora que ya sé que mi fin es próximo, quiero confesarte un tema, que no recuerdo haberte comentado: Es verdad que hasta que no oí, en los labios de nuestro hijo Juan, aquella primera vez que dijo: Mama... No supe entender lo que era ser madre. Madre, no es disfrutar con el marido. Madre no es pasar 9 meses embarazada. Madre no es dar a luz... Madre no es sacrificarse por miedo a la cesárea... Madre, es cruzar la mirada limpia con el hijo... Madre, es recibir ese beso limpio y ese abrazo noble y puro... Madre, es oir mi nombre en su boca... Madre, es lo mas hermoso que me ha ocurrido... Gracias mi amor!!! 360 Acomodándose mejor en la cama...Resopla, debido a su debilidad. Mira por la ventana, como intentando atraer un aliento de aire fresco, que requiere para seguir escribiendo... Me dicen, que he sido una luchadora, porque cumplía con el deber de hacer bien mi trabajo... Porque llevaba además la casa... Podría escribir tantos recuerdos del trabajo, de mis compañeras... Pero aunque los tengo en mi memoria, Todo eso carece ya de sentido... En el umbral de la muerte, miro atrás y me quedan las sonrisas de Juan y María... Aquellas noches sin dormir...Aquellos primeros pasos. Aquellas... Todo lo demás, de verdad, para qué...? Cuantas veces como previsora, os quejabais, de que echaba agua, antes que se prendiera el fuego... Y luego me tocaba, como no... Por suerte recogerla!!! Ha sido mi familia, la alegría que me ha mantenido en pié siempre, la fuerza de flaqueza, que me ayudaba cuando no podía mas. Sois la ilusión diaria, que no rutina, de tenerte cariño todo bien preparado. Y mis dos hijos, siempre, bien limpios y mejor arreglados... Mi amor: Lamento ahora perder la vida... Solo porque me doy cuenta que todavía la quiero, la necesito, para amarte, para amaros... Aun mucho más. Ahora, solo pretendo inmortalizar, en estos escasos folios, algunos instantes radiantes que juntos hemos pasado. Pero, ya ves, ahora que la guadaña está apunto de visitarme, para rendirle cuenta a Dios, en el juicio de punto y final... Recuerdo como sentados en el sofá marrón, mirando sin prisa alguna, como día a día crecían... Los muy bandidos, sin pedirnos permiso. Casi sin fuerzas, aflora en su rostro, una escasa mueca aspirante a sonrisa... 361 Ya sabes cariño las veces que te he comentado la frase de Santa Teresa: “Aunque las mujeres no somos buenas para el consejo, algunas veces acertamos” Pues ahora, lejos de darte un consejo, quiero darte un toque, para que no dejes hacer a Juan... Ni a Maria con sus.... Y cuando se pongan o digan... La vena maternal le aflora, aun en ausencia de fuerza, causa ello, por lo que la letra cada vez, es más ilegible... Hasta que dándose cuenta... Para y descansa... Busca con la mirada, el balcón como si así, lograra que entre mas aire, mas fresco... Ordena, con escasa fuerza, los folios, ahora escritos con los anteriores, al tiempo que vá inspirando con mas ganas y menos fuerza... La casa sigue vacía. La cama repleta y la ventana de par en par. Intuye femeninamente, que el final está ya muy cerca. Sola en la habitación, atrapa la pluma e intenta acabar, su última reflexión... Cariño: Claro que si, a lo largo de estos años muchas cosas han cambiado. Ni yo soy la que era, ni por supuesto, tu eres el mismo... Gracias a estar siempre juntos, hemos compartido los cambios, sin apenas, darnos cuenta... Pero si... No lo dudes: Claro, que hemos cambiado y mucho los dos. Porque mucho, nos han cambiado nuestros hijos... Gracias a Dios!!! Una tos brusca y prologada, le ahoga, apurando sus últimas reservas... Logra santiguarse, mientras su faz cambia de tonalidad. La pluma, siguiendo al brazo, caen deslizándose hasta la cama... Una brisa entra, para cerrarle los ojos, al tiempo que desordena los folios escritos... La madera cae al suelo... Echada sobre la almohada yace... Hoy un ocho de marzo, con su ultimo pensamiento escrito y sellado en sus labios: Gracias a Dios!!! 362 MARIA FRANCISCO JAVIER MORENO HERNÁNDEZ La enésima carta que recogía del buzón del mismo remitente, habían sido tantas ya que no reparaba en leerlas, directamente las tiraba en el cajón de su despacho. Nunca antes le había pasado algo igual. Como de costumbre, iba a trabajar todas los días, aquella mañana se le acercó una mujer mayor e intento hablar con el, de manera despectiva y antes de que la señora pudiera articular palabra alguna, le soltó “no tengo tiempo, no me interesa” creyendo que aquella mujer pretendía venderle algo. Ella solo pudo decir “Necesito su ayuda” mientras este aceleraba el paso, la mujer se quedo mirando por si el se daba media vuelta y la atendía, no obtuvo respuesta alguna. En ese instante las lágrimas empezaron a brotar de sus ojos viendo como se perdía su última esperanza Esta enigmática señora siguió esperándolo en la plaza de enfrente de su trabajo, sentada en un banco pasaba la mayor parte de la mañana, pero aquel individuo arrogante, salía por la puerta de atrás para no encontrarse con ella. Al tiempo, aquel viejo banco dejo de albergar la paciencia llena de esperanza con la que aquella humilde señora lo ocupaba. Pasaron varios días y él se dio cuenta que ya no deambulaba por aquella plaza esperándolo, a medida que paso el tiempo bajo la guardia y retomo su vida normal en el trabajo. Cierto día, aquel hombre arrogante miraba el transcurrir de la vida en la plaza desde la ventana de su despacho, no lo podía creer, aquella enigmática señora 363 caminaba con paso firme por la plaza dirección a la puerta de su edificio, portaba una caja de cartón entre sus manos. Poco le importaba ya lo que tardara en ser atendida por aquel hombre, el tiempo ya no era su enemiga, nada tenía importancia a estas alturas en que su rostro reflejaba tan descomunal tristeza por lo que sucedió y no pudo evitar. En aquel frío pasillo, toda vestida de negro, espera con la mirada perdida y su rostro quebrado por el sufrimiento, nadie se percataba de su presencia, a la vez que pasaban las horas, pero ella no desfallecía en su empeño de ver a aquel tipo y observo como al tiempo su larga espera obtenía recompensa. Se abrieron las puertas de aquel despacho y por fin salio aquel individuo, el, se quedo perplejo al ver quien le esperaba, algo temeroso enfilo aquel pasillo intentando no prestar mas atencion a aquella enigmática señora, con la mirada fija en el suelo comenzó a andar pero unos pies le cortaron la huída. Levantó la mirada y aquella señora le cortaba el camino en medio del pasillo, no le daba buena espina ese rostro observándolo, sentía como la mirada de esta mujer traspasaba su alma, no se atrevió a seguir su camino, sus piernas no le respondían ante tan desconcertante situación, todo empezó a volverse temor y miedo en su interior, tuvo que apartar la mirada y vio que al lado suyo estaba aquella caja, pero cuando volvió a mirar a la mujer, esta había desaparecido. Se le erizó cada centímetro de su piel, donde ha ido, donde esta, no puede ser, como va ha desaparecer delante de sus narices y quien diablos es. Mientras intentaba dar explicaciones a la desaparición vio que la caja si seguía allí, miro hacia un lado y al otro se hizo con aquel paquete y comenzó a buscarla. 364 Pregunto a todo el mundo del edificio, nadie sabía nada de aquella mujer. Su búsqueda se torno en angustia por saber quien era y sus pasos se tornaron en una carrera vertiginosa hasta la puerta. Ya en la puerta del edificio pregunto a su chofer, este atendiendo a la descripción dada por su jefe, le murmuro con sorpresa “¿Maria?, no puede ser, esta mujer murió hace una semana, se comenta que murió de pena” Se quedo pensando, entonces a quien he visto dentro del edificio, seguidamente entro en el coche que lo dejaría en su casa, ya dentro e iniciada la marcha abrió el paquete que aquella señora dejo en el pasillo, en su interior había un macabro obsequio, una cuerda con un nudo de orca y un papel manuscrito Mire usted señor juez mi hijo no hizo nada, y usted tenia en su mano verificar lo que paso, no solo no escucho a mi hijo sino que dio toda credibilidad a un parte de lesiones falso, de la noche a la mañana estuvo detenido un día entero, perdió cualquier derecho sobre su casa, lleva tres meses sin poder ver a sus hijos por que su ex así lo quiere y como ella se siente impune, además el pobre ha perdido su trabajo. De golpe y porrazo se ha quedado en la calle, menos mal que tiene a su madre con una pobre pensión Donde radica la igualad en este país, no se dan cuenta que para parar tantas muertes de mujeres ese no es el camino, usted sabe igual que yo que si en los casos de separación se tratara al hombre igual que a la mujer, con los mismos derechos y obligaciones, entonces ellas no se aprovecharían de la ley de 365 violencia de género, esta mal echa ley da todo el poder a la mujer haciendo del hombre un mero desgraciado. Cuando hombres y mujeres sean iguales ante la ley solo entonces bajara la cifra de mujeres muertas. No lo comprende verdad, ley no está bien echa, por que da pie a que cientos de mujeres se aprovechen de la desgracia de la verdaderamente maltratada Acompaña un recuerdo de mi hijo, después de tantas cartas que le envió, sabe dios donde estaría si usted hubiera leído si quiera una, el pobre no aguanto tanta infamia vertida sobre el, no ver a sus hijos, quedarse sin vida, acaba de suicidarse. El 90% de las mujeres asesinadas no había puesto denuncia alguna ¿Será porque la verdadera maltratada tiene miedo? Seguramente a partir de aquel encuentro miraría la vida con otro prisma... 366 S.O.S. A DIOS. GINES MULERO CAPARRÓS Allí donde alguien lucha por su dignidad, por la igualdad, por ser libre, mírale a los ojos. Bruce Springsteen. Saltamos con el zoom en el Google Earth hasta adentrarnos en la casa rural. Qué silencio hay en esa casa, piensa la canguro que se distingue por su delantal con bolsillo delantero marsupial. Silencio de gruta o de caverna. Huele a… moho, a verdín, no, no sabe exactamente. La pequeñuela de cinco años juega con dos madejas de lana que aunque mudas, adquieren el rol humano de besarse. La nueva canguro está desconcertada con lo que ve y con lo que no ve, con lo que oye y lo que no oye, con el extraño olor, con la dolorosa teatralidad del juego infantil. Hannah. Hannah es el nombre de la canguro. Diecinueve años, honesta, ágil, sana, vegetariana, ecologista; en su tiempo libre practica saltos de mugendo. Estudia Filología Hispánica y necesita el trabajo (la beca Erasmus no da para mucho, vierten rumores de que se extingue y hay que aprovechar el verano laborando donde se tercie). La sentimental canguro anhela que la madre e hija se abran a ella como una flor a la primavera. En la habitación del fondo se oye el traqueteo de una máquina de coser –Singer– de museo, un pedal metálico, la inyección de la aguja hilvanando...; sin perder ojo a la pequeña Remedios, la canguro da un saltito y se asoma a un pasillo frío como un féretro, siente un repelús por la bofetada helada recibida en las chapetas de sus mejillas. Una puerta se abre quejumbrosa y aparece la cabeza de la señora, la madre de 367 Remedios. Necesitar algo –su castellano está por pulir–, la displicente Hannah se ofrece. Nada, nada. La voz de la señora Asunción es un hilillo apenas perceptible, y discreta vuelve a cerrar. La ha visto sólo un segundo –lo suficiente–, sólo la cabeza, pero le ha parecido que bajo sus ojos, dos bolsas púrpuras la afeaban, prominentes, ostentosas, vergonzosas. También ha visto el morado de un ojo, la sombra árida que marca la ausencia de un diente, una cicatriz fresca en la frente: una lombriz panza arriba... No le ha gustado la instantánea y se hace cábalas sobre la película de los hechos. Le puedo preguntar… No, mejor no preguntes, no quieras saber... ¿Su cicatriz? ¿Su ojo…? No, no preguntes, no quieras saber. And his little girl? Perdón… traduce como puede: ¿Y su hi–ji–ta?, anhela una respuesta que ya vislumbra. La madre niega con la cabeza, tiemblan sus labios trémulos como gelatina, corren los mocos igual que agüilla por la encimera inclinada bajo su nariz; regresa a su habitación a enterrarse con su secreto a voces. La vecindad ya sabe algo, los familiares más allegados ya saben algo, la policía local y autonómica ya sabe algo, los tribunales ya saben algo, y ahora el mundo entero gracias al Google Earth… algo más. La canguro mira por el cuadro de la ventana. Amanece un nuevo día. Observa el Castillo presuntuoso, la Iglesia con el mismo nombre que su ama, Asunción… Dentro de las cuatro paredes se oye el motor del frigorífico, la corriente eléctrica en el fluorescente parpadeante, la incombustible máquina de coser –Singer– de museo, un clic tosco de llave en la cerradura… ¿¡Regresa!? ¡Ay Dios! El aliento a alcohol precede al hombre encanallado. Se tambalea, sonríe sibilino pretendiendo besar los labios jugosos de la joven asistenta. La 368 canguro da un salto atrás, repulsivo. Él se obsesiona con su pechito y lo acorrala con sus dedos peludos y gruesos y haraganes y obscenos, quiere al tiempo besarla en la boca, morderla, lijarle sus aureolas con la lengua, desperezar sus pezoncitos… Forcejean. Él le mete su lengua emponzoñada en la garganta... Mientras la tiene estampada contra la pared Hannah siente sus manos arácnidas ascender por el interior de sus muslos blancos… ¿De dónde han sacado al aborigen? ¡Ah!, la canguro acaba de descubrir que el olor exacto de la casa no es a moho ni a verdín, es a puro MIEDO animal. Un fino jarrón de cristal de Murano es estampado por parte de Asunción en el cráneo del execrable violador. Pero nada lo reduce, él sigue con las embestidas a la canguro con delantal marsupial que por fin, girando la cadera, se hace un hueco a la altura de la faltriquera, el suficiente para poner en práctica sus aprendizajes de mugendo (del japonés, “camino ilimitado”), el suficiente para defenderse del agresor: con un salto medido la planta del pie impacta en su mejilla rala, y con otro salto certero del otro pie le golpea contra el pecho selvático. Éste, en retirada forzosa trastabilla con algo –tal vez una silla de anea volcada, tal vez una lamparita de pie…; es el objeto lo de menos–, y estrella su espalda contra el cristal de la ventana rompiéndolo en un millón de insectos transparentes, y cae desde allí saltando al… vacío; el vuelo es rural y a… cá–ma–ra len–ta. Alguien, algún vecino con las ventanas abiertas al universo –sin ser casualidad–, ha puesto a todo tren de volumen el Allegro de Mozart en un cedé, envolviendo al pueblo en una burbuja musical festiva. Recreémonos con las notas, dirigiendo con las batutas de nuestros dedos esta peculiar orquesta 369 del salto a los infiernos. ¿No nos adelantaremos? Qué gloria da verlo en el perpendicular trayecto hacia la muerte. Plas. Seco. Sin estertor. Que se joda en medio de su charco de sangre. Retiro el zoom del Google Earth, y suspiro emotivamente. Al instante torno al Google Eart. ¡Qué! ¿Que no se ha muerto? ¡¿Vuelve a subir las escaleras!? Está bien, no somos humanos retorcidos, ni tan rencorosos ni tan abominables. Subamos un estadio más, el último. Encomendémonos, pues a lo más alto. Personajes así son un tanque irreductible. Es un último S.O.S. de supervivencia. Abramos a tope el objetivo: Mándale, Dios mío todopoderoso, desde tu altísima omnipotencia aunque sea una parálisis, rápido. 370 LA CÁRCEL DE MIS ENGAÑOS MIGUEL ÁNGEL MUÑOZ MARTÍNEZ Algún día te querré como tú me quieres a mí. Decoraré tu muro, te mandare unos tweets. Que nadie sospeche nunca que no me ocupo de ti. Todo para forzarte a ser dos, a seguir cerca de mí. Cobarde inseguridad. Poco zumo que exprimir. Cuando salga no me espíes, no me mires, soy así. Eso sí, ni se te ocurra igualar ni interferir. Grito y lloro, gesticulo. Fachadas por enlucir. Rastro de corazones rotos, heridos por un desliz. Uno a otro, y otro cien, y esos nos llevan a mil. Multitudes de reproches, vueltas de tuerca sin fin. Y esos cajones hondos. Negros pozos de un vacio que recuerdan a tus ojos. Nadie es mejor que nadie. Todos cristianos o moros. Iguales ante una vida que nos torna incoloros. Una vida de mentiras, de montañas y de valles. Encerrado en rincones de injusticias de un desguace. ¡Qué justicia más grotesca! Tú enterrada y yo en la calle. 371 CAMBIO DE PERSPECTIVA JOSÉ LUÍS NAVARRO GARCÍA Era Manuel un hombre según opinión de los que le conocían, y suya propia, por supuesto. Un hombre echo a si mismo, se vanagloriaba de haber creado el solo sin ayuda de nadie su imperio de transportes a nivel nacional e internacional…contaba la historia de su vida una y otra vez, como sin estudios ni ayuda llego a ser lo que hoy día era ...pero como la mayoría de personas que se jactan de esto mismo y parece que ellos han creado el mundo y que cuando ellos se vayan el mismo dejara de girar, tienden a ocultar una parte importante de su historia, y esta es precisamente la que mas les conviene ocultar por que sino dejaría de tener el sentido propio que en este caso Manuel le daba al relato de su vida, y no era ni mas ni menos la ayuda que si le proporcionaban y habían proporcionado…En este caso la ayuda venia de parte de su mujer, al que tenia en un nivel inferior al que le correspondía ,para el dada su educación y posterior consolidada mentalidad, la mujer quedaba relegada a un segundo plano en todos los ámbitos…en el laboral, en la sociedad e incluso en el propio hogar. Un día Manuel decidió convocar una serie de selección de personal en su empresa `para el puesto de director de recursos humanos, descartando por anticipado a cualquier mujer, independientemente de su formación o experiencia, esto le hizo ir a juicio por denuncias de las propias mujeres que presentaron una denuncia por discriminación…Pero ni aun estos acontecimientos acaecidos a raíz de su mentalidad discriminatoria hizo que 372 cambiara un ápice su comportamiento hacia las mujeres ni modifico en absoluto su pensamiento y mentalidad puramente machista. Cierto día Manuel sufrió un accidente de trafico en el que sin llegar a salir ileso no tuvo consecuencias graves, pero que `provoco que tuviera que estar dos semanas en casa guardando reposo, al cuidado de su mujer. Los primeros días se mantuvo en su línea haciendo ver a su mujer que su deber era mantenerse todo el día pendiente de el, proporcionándole sus correspondientes cuidados. pero ella tenia que hacer recados, visitar a sus padres que estaban mayores, pese a las reiteradas protestas de Manuel…En estos ratos de soledad y viéndose así ,Manuel reflexionaba sobre su forma de actuar, de cómo su mujer estaba ahí y había estado, y el no había echo más que imponerle y renegarle una y otra vez, y un pensamiento llevo a otro y pensó que toda su vida había actuado de la misma forma con todas las mujeres que se habían cruzado o no en su vida. Con el sexo opuesto en general. Así fueron pasando los días y Manuel se recupero totalmente, siempre con la solicita ayuda de su mujer. Pero no solo estos días en su hogar contribuyeron a su total recuperación física, sino a un cambio de perspectiva y mentalidad por parte de Manuel. Contribuyendo a darles el lugar que las mujeres merecían y les correspondía, empezando por su propia mujer. Y esta la historia de Manuel un machista que cambio su perspectiva como podría ser la historia de cualquier otro hombre con igual mentalidad. Muy cierto es que hombres así abundan, solo esperemos que poco a poco se vaya generando un cambio en esta sociedad y que todo hombre sea capaz de darle a la mujer el lugar que le corresponde 373 YO SOY CARMEN MARENA NAVARRO MAESTRE María vio como la cara de Carmen iba cambiando a medida que leía el whatsapp; pasó de la seriedad al asombro y por último a ser una máscara que la miraba aterrorizada. - ¿Qué pasa Carmen, qué estás leyendo?. - Es un whatsapp de Luís; toma, léelo tú misma. Le dio el móvil a María que leyó el mensaje dos veces, porque no acababa de creerse que aquel chico, aparentemente encantador, fuera capaz de escribir aquello. “Pro quién t has creído q eres? No kiero volver a vert con ese tío a solas en la vida o t daré una paliza que se t van a kitar las ganas d salir sin mí. T juro q como me entere q me pones los cuernos t mato” Las dos se cogieron de la mano mirándose, con los ojos húmedos pero sin llorar, hasta que María estalló. - ¿Pero ese imbécil quién se ha creído que es? Ahora mismo voy a llamarlo y se va a enterar de que así no puede hablarle a nadie. Será cabrón. - No María! Por favor no le llames; si se entera de que te lo he enseñado se pondrá hecho una fiera y será peor. Por favor! Carmen le suplicaba que no interviniera porque intuía que las consecuencias serían aún peores. En ese momento sonó el timbre que indicaba el final del patio en el instituto y las dos volvieron a su aula de tercero de secundaria, en el segundo piso del edificio. 374 Luís iba a cuarto, en ese mismo instituto, aunque era tres años mayor que Carmen. Había repetido dos cursos y solo seguía allí obligado por su padre. Esto ayudaba a que él la vigilara día tras día, desde las ventanas del primer piso del edificio de enfrente. Carmen estaba casi obligada entre clase y clase a asomarse a esas ventanas para que Luís pudiera saludarla. Si alguna vez no lo hacía, él la interrogaba de vuelta a casa como si hubiera cometido un delito. Lo peor es que con el paso de los días, ella empezaba a verlo como algo normal, como una muestra de su amor. Pero con aquel mensaje realmente llegó a sentir miedo y sobre todo vio el miedo reflejado en los ojos de su amiga. Los dos días siguientes fueron tranquilos, porque ese fin de semana Luís se fue con unos amigos a celebrar el cumpleaños de uno de ellos y no presto atención a Carmen. Aquello fue solo la calma que precede a la tempestad, porqué el lunes siguiente todo explotó. Esa mañana, Luís vio como Carmen llegaba al instituto junto a un compañero de clase y aquello disparó las alarmas de su mente enferma. Cinco minutos después el móvil de Carmen escupía un mensaje lleno de odio y rabia. “No t voy a perdonar q me dejes en ridículo delant d mis amigos yegando con ese tio. Mañana t vas a enterar. A las 9 t kiero en la puerta del insti. No se t ocurra no venir” Carmen cruzó una mirada con María y esto sobró para que su mejor amiga la cogiera de la mano y las dos corrieran hacia un rincón alejado de las miradas del resto de alumnos. Allí María leyó lo que Luís había mandado, levantó la cabeza mirándola fijamente y apretó los labios con fuerza. El resto del día María no se separó del móvil, estuvo mandando mensajes sin parar, incluso en las horas de clase. Esto le costó que a última hora de la 375 mañana, en la clase de matemáticas, su profesor acabara requisándole el móvil que, por supuesto, estaba terminantemente prohibido utilizar en el aula. Pero llegó el día siguiente y Carmen no quería salir de casa. Engañó a su madre para que pensara que estaba enferma y así evitar ir a clase. No contaba con que media hora antes del comienzo de las clases, María se presentaría en su casa. - Vamos Carmen. Ponte la ropa más cañera que encuentres y date prisa porque tenemos que llegar al instituto antes de las nueve. - Pero te has vuelto loca? Yo no pienso salir de aquí y mucho menos para ir al instituto. - A ver, yo te he fallado alguna vez? No, pues eso. Vístete y vámonos. Carmen con el miedo en el cuerpo accedió y las dos salieron de casa cogidas de la mano, apretándolas con fuerza para darse valor mutuamente. Cuando todavía faltaba una calle para llegar al instituto ya se podía ver el gentío que se agolpaba en el exterior, pegados a la puerta de acceso de los alumnos. Al llegar Carmen, la gente fue abriéndole paso hasta que llegó a la misma puerta. Ella miró a su amiga sin entender porqué todos la miraban, porqué le sonreían y porqué muchos de ellos se acercaban a darle un par de besos. María como única explicación le acercó su móvil donde se podía leer en un whatsapp, debajo de una foto de Carmen: “Esta es Carmen, su novio la ha amenazado con agredirla mañana a las 9 de la mañana en la puerta del instituto Clara Campoamor. Piensa si fueras tú o tu hermana o tú hija. Ven a decirle a su novio que amor no es posesión. Mañana todos somos Carmen ”. Así que, YO SOY CARMEN, y tú? 376 MI CASA. FERNANDO ARIEL NICOLLIER Mientras limpiaba la casa, barría, corría los sillones y le preparaba el desayuno a mi hija, una hermosa niña de cinco años, me percaté que todavía las habitaciones estaban hechas un despelote. La dejé a Rocío comiendo sus tostadas con manteca y subí las escaleras. Mi casa no es grande, es un duplex y tiene cuatro metros y chirolas de frente, casi cinco y de largo unos nueve metros. Arriba están las habitaciones y el baño, abajo están la cocina comedor y el living además de un pequeño patio. Como tengo poco espacio en este último casi nunca la considero una preocupación, y como con las plantas no me llevo, cae de maduro que en estos momentos estará abarrotado de suciedad. Si les hago saber que tengo además tres perros caniche toy: Simón, Cora e Hinna, graficarán rápidamente el desastre. Es decir que en mis mañanas, Rocío y mis tres perros y yo, estamos en casa criándonos con el amor y el cuidado que podemos. Estamos casados desde hace nueve años, los perros nos acompañan desde el inicio del matrimonio y la niña saquen cuentas. Somos una familia equilibrada tres personas y tres perros. A veces me preguntan qué bando lleva el mando. Digan lo que digan a mi me gusta estar en mi casa. Me gusta la cocina. No presento síntomas de ninguna adicción a la limpieza, pero me gusta el orden. Con tres perros y una niña en edad de desbaratar la casa se complica. Pero aprovecho el tiempo que me dan las tareas para amar a este sinnúmero de personajes. 377 Así que subí y limpie las piezas con eficiencia, como mi suegra, que se desvive por su casa. Yo me esfuerzo, pero tampoco le doy como ella. Tengo mis días en los que quiero hacer todo, y al mismo tiempo, y tener un rato libre como para leer un buen libro, escribir. Pero eso, hoy, es lo que menos me importa. Así que bajé y como quedaba un par de horas, comencé a limpiar el patio a regañadientes, lo baldeé con agua y lavandina para que sacara el olor a orina de los perros. Luego me puse a jugar con Rocío pintando en papeles de un viejo borrador que guardo. Hubo un tiempo en que quise pintar y otro tiempo escribir, pero en ninguna de las oportunidades pude desarrollarme por las tareas y la familia. Aunque me hablen de sacrificios a mi felicidad pueden estar seguros que el egoísmo causa más infelicidad que el darse por el otro. Pintar con Rocío es la expresión del amor en el arte. Y la hora se me hizo, como todos los días, son las doce del medio día. Hora de ponerse a cocinar. Hoy por ser viernes voy a cocinar un rico pastel de papa, puré con nuez moscada y una capa encima de carne rehogada en cebolla y morrón, como sé que le gusta a mi esposa, Carolina. 378 POETAS DE LIBERTAD RUSVELT JULIAN NIVIA CASTELLANO Los jóvenes salen a marchar. Recorren las calles de la capital. Ellos crean justicia popular. Saltan por entre los caminos. Nadie los puede parar. En demasía, bloquean el tránsito. Como guambianos, luchan por la igualdad humana. Juntos en bien, le sugieren a la gente distraída que por favor estudie. La ponen a reflexionar sobre la honestidad. Y rojos, pasan a bailar como una gran multitud. En ideal, trasiegan por la plaza de Bolívar. Se mueven en amistad. Actúan con empuje de renovación. Los unos, pacíficos, alzan las banderas del socialismo. Los otros, luchadores, sublevan las arengas de la independencia, sus voces son la resistencia. Al paso, ofrecen sus manos a los otros suyos, impulsan la revolución. Ellos recuperan la nación cual es nuestra. De hecho, le regalan unos panfletos a los trabajadores técnicos. Incitan al arte de rebatir y exhortar. Entre el instante, siguen su viaje por la avenida del escándalo. Por allí sienten rabia. Nomás ven imperfección con corrupción. De a poco, pues empiezan a destruir las puertas de los bancos. De a mucho, deciden romper las ventanas de las instituciones politiqueras. Ahora tiran piedras y lanzan bombas de pintura contra los edificios. Ya provocan el disturbio. Hacen resonar las papas explosivas. Ellos están cansados de sobrellevar tanta opresión. Por eso se defienden con inteligencia. Al cabo; sacan y agitan los aerosoles y rayan las paredes. Disponen sus pensamientos al beneficio de la comunidad. Van de capuchas; más hacen algarabía, más acusan a los colonizadores gringos. Como guerreros; se rebelan contra esos 379 invasores, los quieren echar por ser abusadores. En tanto; la huelga persiste con intensidad, crece todo en alboroto. Mientras, los viejos y las muchachas también se unen a esta revuelta, juntándose a sus patriotas. De fervor, protestan con valentía, gritan por sus paisanos, ellos no se rinden ante el riesgo, son el pueblo y no quieren más esclavitud, se sacrifican por la liberación. 380 LA COMPOSICIÓN DEL GUITARRISTA RUSVELT JULIAN NIVIA CASTELLANO El músico se sentó sobre un escaño de hierro. Estaba en el parque de Livinio. Reposó su cuerpo delgado allí, por placer. Una vez sosiego, se puso a elevar la conciencia. A solas sintió los silencios. Esto lo rejuvenecía, lo colmaba. De concordia, cerró los ojos para atraer la armonía a su aura. Nada lo perturbaba ni el vaivén del desconsuelo. Desde lo interno, maduraba con pasividad, permanecía en la serenidad. De a poco, Ignacio, como así se llamaba este artista, imaginó unos fantasmas de hielo. Los creyó danzando por los tejados. Esta pericia tan inhabitual, le parecía curiosa. A ellos, los vislumbraba vaporosos en medio del oscurecer. Sobre lo fabuloso, cada uno de estos seres, se divertía de lo lindo. En compañía, iban y venían por entre la atmósfera. Todos en grupo, brincaban con plena libertad. En cuanto al rimador, pudo entreverlos a través de sus espejismos. Ya con el paso del frío; volvió a su presente, abrió las vistas. Allí mismo, se supo más lúcido. Delató a los pueblerinos vespertinos, con ansias, quienes no paraban pulular por los senderos. De modo que él promovió un poco de bondad para ellos, les brindó la sonrisa. Casualmente a una negra de ojos pardos, vestida con sedas; le rumoreó pronto tres de sus versos, radiantes de pájaros susceptibles. Ella, por lo humilde, asintió el piropo y sonrojada se fue yendo hasta su casa. 381 Más adelante del destino, Ignacio influenció la esperanza en esa gente melancólica. De repente, sacó su guitarra de marfil. Parco, la puso sobre la pierna izquierda. Con maestría empezó a afinar las cuerdas. Lo hizo con delicadeza. Fue soltando a la vez sus manos. Las movía con precisión. Según lo acompasado, rasgó una que otra tonada para oír la exactitud de la música. Paulatinamente vibró en los sonidos, que fue ensayando, concretando. Una vez estuvo preparado, se dispuso a tocar una melodía aguda. Esta nació penetrante por lo perfecto de la partitura. Los arpegios, fueron creciendo y transmitiendo emanaciones purpúreas. Entre la calidez de lo inspirado; las muchachas y hombres de los alrededores, se emocionaron con esta serenata. Cada nota resurgida, la figuraron como un rio estelar. Ellos, se hallaron en una satisfacción increíble. Tanto, que los asistentes más viejos lo circundaron con admiración. Y él, contento en su arte, les siguió ofrendando su resplandor. Sobre lo consecuente; cuando acabó de abrir la velada, resolvió puntear y cantar esta rapsodia tan suya: -Nosotros somos del firmamento. Allá, nadamos en la verdad. En sus aguas azules, nos tendemos para curar las dolencias. Mansamente limpiamos la sangre. Rescatamos el cuerpo natural. La mentalidad a la vez oleamos. Por lo ceniciento, ascendemos hacia las alturas del nirvana. Nosotros somos sibilantes. Con esfuerzo, superamos las tempestades. De oleaje a espacio, nos trasmutamos en lo sagrado. Suavemente los rostros ablandamos. Nos hacemos piadosos con la experiencia. Más en libertad navegamos. Nosotros somos de la infinidad. 382 Mientras, las madres y los señores, quienes gozaban de su voz, se animaron a alzar las palmas. Cada quien fue aplaudiendo en coro. De providencia, prendieron un jolgorio. Al ímpetu de lo eufórico, se pusieron de pie. Los unos batieron los sombreros en tanto que los otros bambolearon los pañuelos. Eso la estaban pasando bueno. En colectividad, la mayoría se fraternizaron con emotividad. Según lo rumboso, los fantasmas se dieron cuenta del evento y entonces bajaron hasta donde ellos. Por allí, manifestaron sus formas etéreas. De seguido, saludaron a las damas y las convidaron a fantasear y los hombres asediaron a las fantasmas para abrazarse. De este modo, los humanos con los espíritus nocturnos, empezaron a convivir. Y el músico Ignacio, no paró de rasguear la guitarra. Por medio de su pulsión acústica; influenció lo desconocido, que fue hacerle sentir lo imposible a su pueblo. 383 NAEL Y EL CAMINO Mª DEL CARMEN ORCERO DOMÍNGUEZ Cuando conocí a Nael, el chico llevaba ya años trabajando en el Ayuntamiento de su pueblo. No formaba parte de ningún movimiento con intención de dejar una huella en el mundo, ni llevaba a sus espaldas la responsabilidad de educar jóvenes que hagan del futuro un lugar mejor donde vivir. Nael era solamente un hombre con cara de niño, al que me encontré un día, en el jurado de un certamen literario sobre igualdad. A veces rememoro aquella habitación donde nos reuníamos para deliberar, y vuelvo a oír como en un sueño las lecturas que hicimos de historias que hablaban de injusticia, de violencia de género, de odio acumulado y de cosas por hacer. El sol se colaba por las rendijas de una persiana de madera, y a la luz cálida del otoño, andábamos saboreando el aroma de las palabras bien hiladas. Los relatos revoloteaban por la habitación y las frases, las más de las veces duras, retumbaban en las paredes trayendo con ellas sonidos sordos de golpes soportados y gritos ahogados. Las crónicas de las vidas mal vividas nos dejaban helado el corazón. En el fondo, todos sabíamos cuánto de verdad había tras aquella literatura intensa. Tuve la sensación de que los miembros del jurado -todas mujeres menos Naelnos sentíamos heridas en un rinconcito del alma, y hablábamos sin cesar de 384 aquel cúmulo de sentimientos que te dejaban desgarrado el corazón. Mientras, el chico permanecía mudo con una expresión que a mí me desconcertaba. —¡Creo que éste puede ser ganador! —anunciaba una de las vocales, comenzando una historia del color añil y el blanco luminoso de Marruecos. Pero entonces, en medio de aquel batiburrillo de adjetivos descriptivos y metáforas convincentes, Nael carraspeó, mostrándonos por primera vez desde el saludo, algo parecido al tono de su voz. Todas lo miramos mientras se movía lentamente, con un gesto que a mí me pareció estudiado. Puso las manos huesudas sobre la mesa y nos miró lentamente para decir sólo una frase: —¿Y la esperanza? ¿No vamos a premiar la esperanza? Mis compañeras de grupo y yo nos miramos sin saber muy bien a qué se refería, aunque todas intuimos que por la manera de hablar, debía de haber mucha sabiduría detrás de aquella pregunta serena. —Cada uno de los relatos —continuó— habla de desigualdades, de violencia sufrida y enseñanzas no aprendidas. Hay mujeres maltratadas en espacios y culturas diferentes, niñas que quisieran vivir otra vida que la que les ha sido impuesta, profesores que luchan con la injusticia heredada...Pero ¿y el futuro? ¿Y la ilusión? No quiero premiar a quien habla de lo que fue. Sé lo que todavía tenemos, me duele lo que hemos dejado atrás. Pero yo voto por empezar algo nuevo y me gustaría apoyar al que nos anuncia el mundo que algún día será. En aquella sala de reuniones se hizo un silencio extraño. Aquel hombre entre mujeres hablando de promesas nos había desarmado. 385 Entonces me di cuenta de que Nael en sí mismo era un canto a la esperanza. Un hombre joven, sentado entre mujeres, juzgando unas historias que hablaban de desigualdad. Una nueva generación de preguntas inteligentes y voces serenas, que lo único que quieren es avanzar hacia delante, conscientes de lo que ya ha sido, pero apostando fuerte por lo que alguna vez tendrá que ser. No recuerdo el título del relato que aquel día venció en el certamen. Ni siquiera mantengo fresca la imagen de la entrega de premios ni de la alegría del vencedor. Pero nunca olvidaré a ese muchacho de ojos oscuros, que me enseñó que aunque cueste ver el camino, son la gente como él las que lo hacen al andar. 386 ENTRE PUTAS RICHARD OSÉS URSÚA La sala estaba a rebosar cuando la prostituta se levantó para hablar. Las interminables caras grises y miradas despectivas que recorrían todos los ángulos del tribunal hablaban por sí solas: para la inmensa mayoría de los allí presentes era, a priori, un proceso más de una declaración más de una puta más. Anacleto Marijuán era el máximo responsable de la sección de crimen organizado; una auténtica leyenda dentro del cuerpo. A lo largo de su carrera policial había logrado desmantelar numerosas bandas de delincuentes y malhechores. Sin embargo, muchos eran los agentes y compañeros de servicio que coincidían en que sus rudimentarios métodos de trabajo dejaban mucho que desear. La prostituta comenzó su declaración describiendo la noche de los hechos. Según ella, se encontraba en una habituación del prostíbulo cuando Marijuán entró de un portazo y le obligó a mantener un encuentro sexual. Aseguró ser abofeteada en repetidas ocasiones por el agente y que éste acabaría acusándola de tenencia ilícita de drogas como reprimenda a su negativa. Al tiempo de la declaración, el sudor manaba a través de la camisa del inspector jefe, delatando una vez más su sobrepeso. Mal afeitado como de costumbre y con los párpados ligeramente caídos, su rostro se tornaba chulesco y altivo, aspecto que siempre lo había caracterizado. En el fondo, nadie dudaba de la 387 veracidad en las palabras de aquella puta, pero a fin de cuentas, era una puta más que no tenía dónde caerse muerta. Todo hacía sospechar que se trataba de una de lujo: infinitamente guapa, esbelta e inteligente. Su bien ordenada y estructurada declaración de los hechos delató una hipotética carrera universitaria, o al menos iniciada y con buenos resultados académicos. Continuó su relato en contra de los proxenetas rusos del pub, pero insistía en recordar al jurado el encontronazo con Marijuán, quien, bajo su lacónico punto de vista, el evidente abuso de autoridad contra su persona no debía quedar indemne. A eso del mediodía llegó el veredicto. Un jurado popular pasado por un buen baño de presión que, junto a un juez de ética comprada a puertas de una cómoda jubilación, dictaron sentencia: cárcel sin fianza para un puñado de proxenetas y la absolución para el inspector jefe por obra y gracia de la diosa Themis. La puta no daba crédito. Sintió todo el abandono y la soledad del mundo sobre su espalda. Miró atónita para un lado, para otro, a su abogado, incluso se giró para ver cómo el público se marchaba tranquilamente, charlando quizá, sobre lo recogido y bien sujeto que dejaba su culo aquella minifalda roja de látex. Cabizbaja y con la mirada clavada en el frío mármol del suelo del juzgado, su cuerpo quedó mudo, sin movimiento. Sabía que se jugaba mucho si hacía lo que su voz interior no paraba de repetirle: Hazlo. Hazlo. De repente y sin que ello le hiciese levantar ni siquiera la cabeza, alzó su mano derecha pidiendo algo al juez. Éste rogó silencio en la sala y añadió, con cierta tiña y sarcasmo, que a la declarante se le había quedado algo en el tintero. 388 Unos segundos después, todo el mundo había tomado asiento. Varias personas giraron sus muñecas para ver la hora, al tiempo que otros se frotaban la cara, y los menos se acomodaban en las butacas como si se tratase del confortable sofá de casa. Sin preámbulos ni frases introductorias, la puta desplazó por fin el eje de su cuerpo hacia delante y aproximó sus labios al micrófono. Arrancó acusando a Marijuán de encontrarse pendiente de un juicio en el que el fiscal le pedía dieciocho meses de prisión y cinco años de inhabilitación por favorecer la fuga de un traficante de drogas italiano afincado en la Costa del Sol. Según ella, años atrás, Marijuán había conseguido el indulto del Consejo de Ministros después de que el Tribunal Supremo le condenara a suspensión de empleo y sueldo durante siete meses por un delito de falsedad. Dos de sus policías de la unidad antimafia, –continuó la putaestán detenidos en la Comisaría Provincial de Málaga a la espera de ser puestos a disposición del Juzgado de Instrucción número cinco de Marbella, por revelación de secretos y apropiación indebida de objetos en registros policiales… El juez no pudo más. Interrumpió súbitamente la intervención de aquella jovencita que ya no parecía una puta, si no más bien una letrada encorsetada. Le preguntó cómo podía estar al corriente de tanta información, a lo que le contestó que trabajaba para Asuntos Internos y que su principal misión era hacerse pasar por prostituta para llegar al jefe de la red rusa que se había hecho con la mitad de los prostíbulos de la Costa del Sol. Señor juez- concluyó-, no sólo toda la operación se ha ido al garete, sino que siento que mi carrera profesional ha terminado desde el comienzo de esta 389 intervención. He visto a agentes especializados en crimen organizado frecuentar los prostíbulos y cerrar tratos con los mafiosos porque saben que son las mejores fuentes de información. He presenciado redadas ilegales sin una orden judicial que permitían robar los bienes de los mafiosos a quienes se supone que son agentes antimafia. A veces actuaban como detectives privados bajo uniforme policial, y como tales, vendían información al mejor postor. En otras ocasiones, todo lo contrario; cuando no desarrollaban sus investigaciones privadas, obstruían las pesquisas oficiales o alertaban de ellas a sus clientes. El blindaje de los delincuentes se cerraba con el papel de la traductora de la comisaría, ya que entre lo que confesaba el detenido y la traducción que recibía el juez, había todo un mundo de contradicciones y los hechos más sangrantes desaparecían o la traducción se perdía. Señoría, puede encarcelarme si lo considera oportuno, pero antes quisiera lanzar una pregunta al tribunal. Entre la traductora y yo ¿quién creen ustedes ahora que es más puta? Y una bala por la espalda dejó la pregunta suspendida en el aire eternamente. 390 MI PRIMER DIARIO MIGUEL ÁNGEL PAREDES POZO Hoy empiezo por primera vez en mi vida un diario, son setenta y dos otoños los que jalonan ya mis debilitados huesos, cada vez más próximos a la imparable osteoporosis que se cierne sobre ellos. Lo empiezo simplemente porque me apetece que quede constancia por escrito de esta nueva oportunidad que me ha otorgado la vida, espero no desaprovecharla con la ayuda de Dios, pues en muy contadas ocasiones suelen concederse éstas. Desde hace un mes he empezado a estudiar en una EPA (Escuela para Adultos), sí, sí, no se rían por favor… estudiar ahora… a mis años… yo que apenas si retengo en la memoria lejana de mi infancia las escasas lecciones a las que a duras penas pude asistir de niña gracias al titánico esfuerzo que hicieron por aquel entonces mis pobres padres, que Dios los guarde a ambos en su gloria, ya que con tan sólo doce años tuve que dejar de asistir a las clases que impartía en la escuela Don Matías para empezar a trabajar como sirvienta en casa de unos señores. Entonces eran otros tiempos y para los señores era prescindible eso de la enseñanza, decían que a las niñas no nos hacía falta estudiar, que para qué queríamos aprender aritmética o geografía si para hacer bien la comida o mantener limpia la casa todo eso no nos hacía ninguna falta. En fin, como ya he dicho antes eran otros tiempos afortunadamente pasados ya, lo importante es que ahora he empezado a aprender en la EPA a sumar y a restar y nos han dicho que más tarde aprenderemos a multiplicar y dividir, aunque eso lo veo más complicado pues he de reconocer que lo de las tablas 391 de multiplicar no es lo mío. Pero gracias a Dios sólo recibo el ánimo del resto de chicos y chicas de la clase, sobre todo de Fátima, una chica marroquí que se sienta siempre a mi lado. Me dice que le recuerdo mucho a su madre, que está allí, en su tierra… me da mucha pena pensar que la pobre está tan lejos de sus seres queridos. Ella tiene tan sólo 23 años, está casada y tiene una niña preciosa de cuatro años que me recuerda mucho a mi nieta Begoña. Fátima, como digo, siempre me está animando constantemente diciéndome que no me rinda, que para correr primero hay que saber andar y yo se lo agradezco de todo corazón, bien lo sabe Dios. Todas las tardes antes de empezar las clases la invito a un té y ella me cuenta cosas de su vida, me dice que no están pasando por una buena situación económica en casa pero aún así están muy felices de poder vivir aquí sobre todo ahora que les han concedido definitivamente los papeles de residencia. Me cuenta que por las mañanas ella trabaja limpiando escaleras y que su marido lo hace en las pequeñas chapuzas que le van saliendo por ahí, ya que antes de la crisis trabajaba de albañil en la construcción pero como las cosas están tan mal ahora tiene que amoldarse a cualquier trabajo que le surja, así que el sueldo apenas si les llega para pagar el alquiler del piso y los muchos gastos que conlleva criar a una niña tan pequeña. Por eso dice que quiere sacarse el Graduado, para intentar conseguir un trabajo mejor que les ayude a prosperar. Me cuenta que su marido está muy orgulloso de ella y que él es el primero que la anima a seguir estudiando. En cambio el cascarrabias de mi marido en vez de apoyarme no para de intentar desanimarme diciéndome que no soy más que una ilusa, me dice una y otra vez que para qué quiero saber cuántos países componen la Unión Europea si 392 no voy a poder visitar ninguno. Pero yo no me callo y le replico que el único pazguato que hay en casa es él, que solamente se pasa el día mirando como un bobo en el televisor todos los programas de deportes que emiten. A veces creo que su única ambición en esta vida no es otra que la de sentarse en el sofá del comedor para ver un partido de fútbol tras otro, que todavía no sé ni cómo no le ha dado ya un síncope. Pero en fin, lo importante ahora es que estoy como una auténtica colegiala de las Carmelitas en día de Corpus Christi, pues desde que empecé los estudios he abierto los ojos en un despertar a la vida, ahora sé con certeza que las mujeres no somos ningún monigote con el que se pueda jugar con nosotras como si fuésemos bobas, de ninguna manera somos unas sirvientas a las que no nos quede más remedio que tener que llevar el trajín de una casa y cocinar para nuestros maridos sin rechistar sino que somos totalmente autosuficientes y valemos para hacer cualquier cosa que nos propongamos. Por eso quiero que esta lección la aprendan todas las mujeres que quieran escuchar a esta humilde anciana sin necesidad de tener que acudir a ninguna EPA, ya que dicha lección sólo la enseña la vida con el transcurrir de los años y ésta no es otra sino que lo que no leas ni escribas mientras te queden fuerzas para ello, lo que no aprendas durante tu paso por este mundo, en definitiva lo que no experimentes durante tu efímera existencia no te lo podrás llevar contigo al Reino de los Cielos, si es que de verdad existe… que todavía nadie ha vuelto de allí para contarnos lo que hay, quizá porque se debe de vivir muy bien en ese lugar, que eso yo no lo pongo en duda, Dios me libre de pensar lo contrario… 393 CINEMASCOPE FERNANDO PARRA NOGUERAS Aquella mañana el mundo era, otra vez, una celosía, un buzón al que llegaban postales fragmentadas de la vida, con sus matasellos tintados de promesas a medio terminar. El mundo era aquella mañana, una vez más, un brochazo rectilíneo, explosión de colores, hermoso hasta doler, sobre un lienzo reducido. Otra vez, el mundo era, la mañana aquella, el yelmo tras el que se parapetaba la dignidad, mientras palpitaba en las sienes oprimidas una rebeldía cautiva. Era su costumbre levantarse pronto para realizar las tareas cotidianas con tiempo suficiente. Le gustaba salir a la calle bien temprano para sentir el relente del alba calando la mortaja de su nicho de tela. Evitaba las zonas más concurridas, sobre todo aquellas que coincidían con el itinerario de la chiquillería camino del colegio. No existe sinceridad más cruel que la del niño y ella no tenía vocación alguna de “coco” ni de “mujer del saco”. Cuando esos pequeños timoratos entraban al fin a la escuela, la algarabía cedía en las calles y ella podía dirigirse a sus quehaceres sin temor a la mirada atónita y medrosa de un párvulo o al arrogante exabrupto del adolescente. Jamás pudo ir a la escuela y menos, claro está, a la universidad. Pero las imaginaba templos del conocimiento entre cuyas paredes cabía el mundo entero. Ella, en cambio, caminaba libre por la calle, conduciendo sus pasos al antojadizo capricho del paseo y, sin embargo, su horizonte era mucho más exiguo que el de los que a esas horas descubrían el universo entre las cuatro paredes de un aula. Aunque es cierto que había quien se obcecaba en mirar ese universo de soslayo, casi 394 como ella desde su prisión de lino. Ya se sabe que la esclavitud se manifiesta de muchas maneras. Hay quien siendo libre es esclavo de su propia intolerancia y estulticia. Y hay quien, como ella, siendo esclava, es infinitamente libre entre los mares sin diques de su pensamiento. No había ido al colegio ni a la universidad. Tampoco había tenido hijos varones a los que darles esa oportunidad. A decir verdad no había tenido hijos de ningún tipo, tampoco niñas. Su marido la repudiaba por esta circunstancia, pero ello no era óbice para que satisficiera su voluptuoso apetito cada vez que se le antojaba. Ella entonces, esta vez sí, con una mirada panorámica del techo de su dormitorio, recibía las embestidas de su marido, sin un solo gemido, y cuando aquel se derramaba entre estertores y jadeaba exhausto sobre su cuerpo inerte, ella era sólo un trozo de carne anulado para engendrar y mutilado para el placer: media mujer en la cama y oscuro espectro durante el día. El mercado no era aún un hervidero de gente. Compró fruta en el mismo puesto de siempre. Otra vez vio la encantadora sonrisa del frutero, sus labios carnosos, su dentadura perfecta. Aquella que en ocasiones hundía sobre la pulpa jugosa de los melocotones. Siempre estuvo tentada de mirarle a los ojos pero evitar los ojos de los hombres era ya una inercia automatizada que su férrea educación había convertido en costumbre. Tampoco contaba con la mirada periférica. Imaginaba sus ojos como su voz al despedirla: dulce, de una paz abisal. De una paz abisal. Cuando completó sus compras, a la salida del mercado, reparó en una tienda de flores en cuyo parterre se exponía una que hacía tiempo que no veía y que 395 le trajo maravillosos recuerdos de su niñez en su país. Se trataba de las flores rosas del astrágalo. Cuántas veces se había rebozado en la hierba ante el mudo testigo primaveral de millones de ojos cárdenos… Decidió llevarse un ramito. El reloj del mercado marcaba ya la una de la tarde. Se había demorado demasiado. Debía llegar a casa antes de que lo hiciera su marido. El mundo era ahora un bullir de pies sobre el asfalto, apretones en las aceras, sudores fríos segregados por el miedo, la prisa de demasiados siglos lentos. Y en el frenesí caleidoscópico de un mundo hecho puzle, de repente un claxon, un chirriar de frenos, una sacudida brutal. La mirada periférica. Agitación general a su alrededor. Palabras incomprensibles que suenan alarmadas. El mundo es ahora un cielo pixelado visto en cinemascope sobre un lecho de astrágalo. Una mano que retira su burka. Ahora el cielo, allá arriba es grande y azul, espléndido, en tres dimensiones y en alta definición, como en los cines de ahora. Una voz que la apremia, próxima. Los labios del frutero. Sus ojos. Azules, son azules. La paz abisal. 396 LEGADO. IKER PEDROSO UCERO Me refugiaba en el porche cada mañana, huyendo de la atmósfera gris de la casa, tan atestada de ausencias. Estaba siendo un verano tórrido. Cada mañana era el mismo espectáculo el que se derretía en mi parcela de horizonte. En este barrio nunca pasaba nada. Mi vejez, en el fondo, lo agradecía. Esta nada fue algo importante en mi vida cuando tenía un fin, un objetivo: vilipendiarla, desheredar a los padres, a lo consabido. Ninguno sospechamos en el lejano entonces de la primera juventud que nuestro verdadero fin es servir como medios. Medios en un hábitat fractal de carreteras transitadas, sueños ajenos por los que sudar sangre… la sangre y el colesterol de las ciudades, donde bulle la vida atascada. Nada desde el feudo de mi silla en el porche. Un sorbo de vez en cuando de naranjada con vodka. Un perro que se quema el hocico para encontrar un rastro es un masaje cardíaco, por un segundo, para mis pupilas. Yo he sido actriz. Ahora no me hace falta ser actriz ni tampoco ser. A la muerte no le gusta la sobreactuación ni el ajedrez, pienso yo, debe estar cansada de ir arrastrando sus pies ligeros todo metacarpianos fosforescentes por la arena del tiempo. Triunfé muy pronto. Mi anárquica forma de actuar, mis rasgos afilados y la dicción correcta de una lengua desenvuelta me depararon interpretar papeles de chicas malas, de raritas y de rebeldes, que siempre son papeles 397 muy solicitados y de mayor recorrido que las exiguas carreras de las actrices de otro perfil, más perfecto y hermoso. El cine es un arte convertido, generalmente, en negocio y, por tanto, queda al servicio del estereotipo. Hubo un personaje que, aun así, me causó especial placer interpretar y que, de hecho, me catapultó a la fama. Mi papel era secundario, pero con mucha impronta, en una historia de amor que se desarrollaba en un pueblo del medio oeste americano. Encarnaba a una joven que era la oveja negra no sólo de su familia, sino de todo el pueblo de borregos con piel de cordero, una mala compañía que fumaba y conducía, una chica que nunca pescaría un marido digno de los de pelo a cepillo, pantalones con raya, picnic el domingo. Era el papel que me hubiese gustado representar en mi propio pueblo. Arrancarme las vestiduras a cada acto de cívico fascismo al que asistiese, como el de las amas de casa espitosas sumisas a un marido, rara vez violento pero violento, y escasamente amoroso pero escasamente. Supongo que fue entonces que comenzó a aletear en mí la tentación de cambiar las tornas. Ligada al hábitat del celuloide en que me movía, haría de la mentira del cine el cimiento del “debería ser” en el mundo. Aunque primero me quedaban muchas películas que rodar, mucha fama y dinero que ganar y una buena agenda bien plagada de las mejores relaciones y contactos, en su mayor parte gente que no presentarías a tu hermana pequeña pero que resultaban indispensables para no ahogarse rodeada de otros tiburones en la ciénaga de Hollywood. 398 Pero claro, una mujer altiva que desafía la convención es una vocación para la crítica. Aun así, produje varias películas que abogaban por un cambio radical en los papeles cotidianos de la vida real, papeles que a su despecho o por inercia social monopolizaban las mujeres con un vestuario básico de delantal y mirada cabizbaja. De lo que no se puede hablar hay que callar, y dejar plena acción a la muda operatividad del silencio, decía un filósofo. Mis películas gritaban tanto que a la larga consiguieron hacer añicos el silencio de… me consta que fueron muchas personas. A eso aspiraba, pues el silencio es atronador e insoportable, a la par que elocuente, a medida que se desciende por el espectro hombre – blanco – occidental – heterosexual – sano – rico – aficionado a la cirugía estética – con ascendencia judeo cristiana hasta llegar a mujer – negra – lesbiana – discapacitada física – seropositiva – residente en país del tercer mundo practicante de rito minoritario. Como en un efecto dominó interdisciplinar, la historia es una tectónica de empujones que se propinan las personas. No sé si hay un fin idílico que nos aguarda, pero sí tengo la certeza de que hay mundos mejores y que se debe luchar por ellos. Es grato constatar que no se está sola en esto. No se está sola por los apoyos, pero también por las zancadillas. Lo que más duele es cuando el machismo aflora entre las mujeres: qué gran peso, el del gen rebaño. Qué difícil es depurar el mecenazgo de la costumbre. Sin 399 embargo, van pasando los años y todo apunta a que la batalla por la igualdad se está decantando a nuestro favor: es curioso, se trata de una batalla que de ser ganada servirá para estar empatados. El mundo es nuestro y lo dejaremos engalanado para cuando no lo sea. Pero yo quiero descansar. Son nuevos tiempos. Suceden muchas cosas a cada instante. Sólo hay que tener el optimismo de saber verlas. Últimamente sonrío más a la gente, aquí en mi retiro Los días se suceden como regalos, y transcurren livianos. Los perros se amotinan lánguidamente detrás de un coche negro que ronronea por el asfalto de plastilina. Se detiene delante de mi casa. En las ventanas de mis vecinos, las miradas de los vecinos. Del coche salen dos mujeres. Huelen a Hollywood, que es un olor a sangre y sueños. Les ofrezco naranjada. Quieren hacer una película sobre mi vida. El epitafio de quien es ya una leyenda en el lento devenir de la justicia social: son listas estas niñas, me están comprando muy bien. Me plantean la película como un desafío, como un eslabón más para la consecución de nuestras metas, que juran compartir, en pro de la igualdad. La última película, la última pincelada de mi retrato y es posible que lo emborrone. Pero acepto, claro. Y aún me ofrezco para el papel principal. 400 LA LÍDER Y EL DIRECTOR MARCOS EMANUEL PELOSSO Bajo la sombra de un impresionante pasacalle blanco escrito con aerosol verde con la leyenda “IGUALDAD ENTERA Y EFECTIVA PARA TODOS”, una manifestación de al menos quinientas personas se movilizó hacia las puertas de la Casa de Gobierno, exigiendo reformas en la nueva Constitución que pronto iba a sancionarse. Cantando la frase “mujeres y hombres iguales para todo”, Vilma Mancilla, la “voz fuerte” de la Liga de los Derechos Humanos, lideraba la marcha golpeando con fuerza un bombo que sostenía sobre la falda. Estaba alegre y profesaba que aquél día sería memorable. Sentía el poder correr por sus venas como una bendición, como un conjuro que la llenaba de energía y como la razón por la que había venido al mundo. Amaba esa sensación. Pensar que podría ser un agente de cambio, que podría decidir sobre el destino de su nación y que sus palabras serían teñidas por acciones le encantaba y era, sin duda, lo más excitante que había sentido jamás. El grupo, coreado por redoblantes y bocinas, marcharon por diez calles antes de parar en frente de la enorme reja negra que cercaba la Casa de Gobierno. Trabajaron hombres y mujeres por igual para cortar la calle con largas vigas de madera apiladas unas sobre otras en el concreto, mientras que otras fueron colocadas apropiadamente para hacer una tarima donde Vilma se pararía para decir algunas palabras. Cuando todo estuvo dispuesto, la sonriente líder saludó con la mano a la multitud, subió a la plataforma aplaudida y vitoreada, tomó el megáfono que otra mujer le alcanzó, encendió el aparato y dijo: 401 -¡Buenos días a todos uste…!- Y se detuvo, viendo que el megáfono no estaba funcionando. Algunos rieron, pero otros solo comenzaron a murmurar en voz baja. Vilma, interrumpida, miró el megáfono y chequeó que estaba encendido. Dijo “hola… hola…” pero el aparato ni se inmutaba. Abrió la cajilla de las baterías en la parte trasera del megáfono y vio que si tenía baterías. Se lo mostró a la misma mujer que le había alcanzado el aparato y esta segunda, sorprendida, salió a las corridas en busca de nuevos pares de baterías. Cuando las trajo, las cambió pero el aparato seguía sin funcionar. Estaba averiado. Vilma, algo disgustada pero simulando estar alegre, se hundió de hombros ante la multitud y solo se quedó parada allí, soportando una vergüenza que no quería sentir. Pensaba que aquello era humillante y que su poder se disminuía con los murmullos abstrusos de hombres y mujeres por igual. Sentía que su imagen estaba mermando y que pronto su liderazgo sería cuestionado. Debía hacer algo urgentemente. De pronto una idea cruzó su cabeza: seguir con el cántico con el que habían llegado. Vilma comenzó a aplaudir rítmicamente gritando “mujeres y hombres iguales para todo” y la multitud, lentamente, comenzó a imitarla. Pero el sonido le parecía muy débil. Estaba nerviosa. Tenía que hacerse escuchar mientras arreglaban el megáfono. Miró hacia la Casa de Gobierno y ni siquiera había movimiento en las cortinas de las ventanas. Parecía que allí dentro nadie los escuchaba. Vilma se estaba desesperando. Y otra idea apareció por su mente: uno de los miembros más importantes en la manifestación era el director de coro municipal. Ella pensó que, quizá, el podría 402 ayudarla a acomodar a la multitud para aumentar la sonoridad del grupo y hacer que sus cánticos fueran más potentes. Cuando el hombre fue llamado, Vilma les pidió a los manifestantes que se acomodaran como el director pidiera. Así, como se hace en la disposición general de los coros, las mujeres quedaron adelante y los hombres detrás. Y aunque la voz de grupo se volvió mucho más sonora, los hombres se enfadaron por haberlos posicionado atrás de todos. Entonces, fueron colocados delante de las mujeres, pero arrodillados en el pavimento. Pero fue para peor; no solo estos estaba terriblemente incómodos, sino que las mujeres reaccionaron igual de indignadas al ver que se hacía una diferenciada separación entre hombres y mujeres, y pronto los insultos llenaron el ambiente; de hombres y mujeres por igual. El pasacalle cayó al suelo silenciado por los estrepitosos gritos de la multitud que exigía respuestas a Vilma. Los rostros perdieron sus sonrisas, algunos grupos se marcharon avergonzados y pronto la manifestación se trasformo en una pelea de bandos: los que apoyaban a Vilma ciegamente contra los que cuestionaban su liderazgo. Alguien tomó una piedra y golpeó a una mujer en la cabeza y los puñetazos comenzaron a volar por todas partes. Gritos de furia, sangre y pedazos de concreto volaron sobre las cabezas indistinguibles, mientras que la lucha se encarnizaba. Los que estaban en la Casa de Gobierno salieron a la calle a ver la violenta trifulca que había en las puertas del recinto y pronto llamaron a la policía. En cuanto los patrulleros se presentaron en la zona, levantaron velozmente las vigas de madera del concreto dejando paso a la brigada antidisturbios, que separaron a las masas con disparos de goma y escudos de plástico. 403 Algunos fueron llevados en ambulancias, entre ellos Vilma y el director, mientras que muchos otros fueron arrestados; hombres y mujeres por igual. 404 UNA VISITA AL MEDICO MARCOS EMANUEL PELOSSO -¡No! ¡No voy a entrar! ¡Yo saqué turno específicamente con la doctora Frassa hace como dos meses!- Vociferaba la señora Abolsky sosteniendo su cartera apretada contra su prominente panza y sus enormes senos sin mirar al doctor que intentaba hablarle. La mujer replegaba la papada contra su cuello formando cuatro rollitos de grasa en escalera que hacían que su rostro pareciera mucho más ancho e infantil de lo que era. El doctor Gianni, algo cansado, quiso suspirar en señal de frustración, pero se contuvo y dijo: -Señora, ya le dije que la doctora…-¡No! ¡No me hable! ¡Voy a hablar con la recepcionista!- Y la señora Abolsky salió a paso redoblado hacia la recepción. Su trasero era igual de enorme que su estómago y su vestido floreado no le favorecía en lo absoluto, pensó el doctor Gianni. ‹‹Parece una campana gigante›› se dijo conteniendo una breve carcajada pero sonriendo mientras la veía marchar. Iba a meterse en su consultorio cuando vio a la señora Abolsky caminando de vuelta junto a la joven recepcionista, siguiéndole con cara de asombro y consternación. -¡Dígame una cosa señorita: ¿Acaso ella es la doctora Frassa?!- Gritó a la pobre recepcionista señalando al doctor con la mano abierta. La muchacha parecía diminuta frente a la enormidad de la señora Abolsky y dicha diferencia fue aberrantemente peor cuando respondió la recepcionista con su tranquila y débil voz. -La doctora Frassa está de licencia. El doctor Gianni…- 405 -¡Nada del doctor Gianni! ¡No me venga con cuentos a mí! ¡Arrégleme esto ahora! ¡A- HO- RA!La gente que estaba sentada en las sillas de la sala de espera se deleitaba con el mayúsculo espectáculo que daba la señora Abolsky frente a todos, furiosa e inconsciente (quizá) de que la estaban mirando. -¡La doctora Frassa me conoce y sabe… todas mis cosas!- siguió la mujer enojada y avergonzada ligeramente cuando pronunció la última frase. Su rostro se enrojeció como una frutilla y esto volvió a sacarle una sonrisa al doctor, pero una sonrisa de ternura. La mujer lo fulminó con la mirada, frunciendo el seño tanto que parecía una terrible máscara de tengu japonés y le gritó: -¡¿De qué se está riendo, imbécil?! ¡¿Qué puede saber usted de cosas de mujeres?!Un silencio de muerte cayó repentinamente sobre el consultorio y la recepcionista abrió tanto los ojos que parecían salírseles de las cuencas, al igual que la mayoría de los pacientes en la sala de espera. Se había quedado paralizada ante las palabras de la enojada mujer. El doctor Gianni, sin embargo, la miró a los ojos, le tomo de las manos con firmeza, reclinó la cabeza un poco para que su rostro quedara un poco más cercano al de la regordeta mujer y, sonriendo, suavemente le dijo: -Mire señora Abolsky, yo fui profesor de la doctora Frassa durante su carrera de doctorado. Es una excelente profesional y una de las mejores de su clase, se lo aseguro. En este hospital solo contratan a los mejores, y yo le aseguro que voy a poder ayudarla al igual que la doctora Frassa. No tenga vergüenza ni 406 miedos conmigo, señora Abolsky. Yo voy a poder ayudarla si me lo cuenta todo y me deja examinarla.El semblante de la enorme mujer cambió de repente. Ella se quedó mirándolo, perdida en los hermosos ojos azules paternales del doctor Gianni, en la ternura vibrante de su voz y en cómo le sostenía sus manos: con preocupación, con fuerza, pero con cariño. Como conteniéndola, como dándole confianza, como protegiéndola. ‹‹Como una buena amiga›› pensó fugazmente la señora Abolsky. Avergonzada le sonrió, asintió con la cabeza y se encaminó al interior del consultorio. La recepcionista, que también se había perdido en la mirada del doctor, despertó de su ensimismamiento cuando vio a la señora Abolsky entrar al consultorio y, dando la media vuelta, volvió a la mesa de recepción. El doctor Gianni, mientras caminaba hacia el consultorio, pensó en aquella vez en que una de sus profesoras de universidad le había dicho que, en la ginecología, mas él siendo hombre, a veces tendría que conversar de “mujer a mujer” para sacar los miedos de sus pacientes. Ese comentario le había parecido sexista entonces, pero ahora entendía que se trataba de un “igual a igual”. 407 HEROÍSMO FRANCISO JAVIER PÉREZ FERNÁNDEZ ¡Pues claro que estoy a favor de la democracia, joder! ¿por qué tiene que explicar uno estas cosas? Estoy tan a favor de las libertades que ni aplaudo cuando me mandan ni abucheo al que me señalan los cabecillas de turno. Tengo mis propias opiniones y, sobre todo, mis propios recuerdos.¿ O es que tengo que recordar lo mismo que vosotros, así, por huevos? Joder, cuñaos, que os han embargado hasta los recuerdos, ¡cago en la leche! ¿Que no? A base de leer libros sobre una época, y ver reportajes, y documentales, todo el mundo se acaba de convencer de que fueron así las cosas en realidad, las mismas para todos, y hasta se olvidan de sus propias experiencias. Esto es como lo del flan del chino. ¿Os acordáis del flan del Chino? Yo también. Pues la mitad de la gente que dice recordar a qué sabía y en qué se diferenciaba de el flan del Niño, otro flan “en polvos” de la época, no probó ninguno de los dos. Y además, no sé por qué discutimos. Estamos de acuerdo en quiénes eran los malos: la puta dictadura; en lo que ya no estamos tan de acuerdo es en quiénes eran los buenos. ¡Y no tiene nada que ver, coño! Luchar contra un cabrón no te hace bueno a ti. Lo hijos de puta que sean tus enemigos no te mejora nada. No seamos simplones. Con lo fácil que es, y no hay manera de que se os meta en la cabeza, y por eso decís luego que soy un facha y un 408 criminal por hablar de mi padre como hablo. ¡Y es mi padre, joder, no el vuestro! Me importa tres cojones que todos hayáis oído hablar de él y que se le considere un héroe de la lucha antifranquista. Las que de veras tenían cuajo eran mi madre y mi hermana Josefina. Mi padre era un mierda. Lo dije antes y lo vuelvo a decir, aunque me llaméis fascista quinientas veces. A ver, pensadlo, ¿dónde se trabajó nunca como aquí, en casa de nuestro suegro? Cuatro hijas. Una desgracia, decían... Pero él quedó inútil, ¿y qué hicieron ellas, las cuatro hijas y la madre? Trabajar como burras. Pues en mi casa, igual. Yo nací en el año cincuenta y dos. Y mi padre fue un conocido sindicalista, sí. Y uno de los que ayudaron a organizar el partido comunista en el interior, y no en el exilio, como esos otros que vinieron luego a colgarse no sé qué medallas. Y encarcelado once veces, o quince, por defender sus ideas y luchar contra la dictadura. Y torturado, y maltratado y lo que queráis. Esa es la versión oficial de lo que fue mi padre. Y es cierta, ¿eh? Que no digo que no pasara por todo eso y puede que por más. ¿Pero queréis saber la otra? Porque hay otra versión. La mía. La que yo recuerdo de veras y no me quitan de la cabeza ni con quinientas series ni dos mil reportajes sobre aquellos años. La otra es que mi padre era fresador, y con el sueldo que ganaba íbamos tirando, más mal que bien. Un día mi padre se juntó con no sé quién, que le llenó la cabeza de ideas libertarias, y se metió a agitador. Cuando acababa su turno se juntaba con otros obreros en las tabernas, y entre vino y 409 blasfemias arreglaban el mundo. Y seguro que tenían razón, no lo niego. Pero cuando lo detuvieron la primera vez en el cincuenta y cuatro, ¿quién tuvo que ponerse a servir, aguantando todos los caprichos de unos señoritos que la trataban como si fuese una zorra? Mi madre. ¿Quién tuvo que fregar escaleras, con catorce años, para sacar adelante al niño, que era yo? Mi hermana Josefina. Y después, cada vez que mi padre insistía en sus jaleos, sus reivindicaciones y su resistencia política, como él decía,¡pues igual! La que se partía la cara día a día con el mundo era mi madre mientras él acababa en la cárcel con otros parecidos a él. Que no digo que la cárcel fuese plato de gusto, ¿pero quién se acuerda de mi madre y de mi hermana? ¿Por qué iba a la cárcel mi padre? Porque afuera, en la calle, había quien tirase del carro, dejándose el alma. Las mujeres. Vosotros diréis lo que queráis, pero es la puta verdad. Y eso es lo que me encabrona. Mi padre defendía su dignidad no callando y no cediendo. ¿Y mi madre qué? Para que él no callase ante el patrón tenía que callar ella ante el señorito. Callar, y lo que prefiero no pensar, que no me callo nada. Y el digno era él, y ella la colaboracionista, por dar de comer a los hijos. ¿Cual era la obligación de mi padre, luchar por los obreros o luchar por nosotros? ¿Quién hizo más por la libertad, por la igualdad y por la democracia?, ¿mi padre dando voces o mi madre y mi hermana limpiando mierda? ¿Quién hizo más porque nosotros estemos aquí ahora, comiendo un chuletón y bebiendo buen vino?, ¿mi padre con sus panfletos, o mi madre con 410 su artritis de fregar con agua fría? Mi padre tenía obligaciones morales con todos los pobres del mundo, menos con los de su casa. Tenía un deber que cumplir con todos los oprimidos, menos con los que dependían de su trabajo para subsistir. Los demás aguantaban y callaban, y eran unos cobardes; él no: él levantaba el puño mientras mi madre y mi hermana doblaban el espinazo. Y todavía se atrevía a menospreciarla... Tanta libertad y tanta leche y lo único que supo hacer mi padre, en la práctica, fue convertir a mi madre y a mi hermana en unas esclavas. A los libertadores como mi padre me los paso yo por los cojones. Él sólo puso la cara, aunque fuese para que se la partieran. El verdadero coraje lo pusieron ellas. 411 CEGUERA. 1. TOTAL PRIVACIÓN DE LA VISTA Y LA LLUVIA TAMBIÉN. BEATRIZ PÉREZ GONZÁLEZ La canguro que había llamado para cuidar de los niños estaba a punto de llegar. Mientras se le resistía la línea de los ojos frente al espejo por la falta de costumbre, miró de reojo al televisor que tenía detrás, justo a los pies de la cama. En ese momento la presentadora parecía terminar de forma seca el noticiero. El aparato estaba sin voz. No le hacía falta. En la vida de Rita estaba todo milimetrado. Si bien, para reforzar cada milímetro la tenía encendida. El reloj de la mesilla de noche marcaba las nueve y media. El momento de pasar a la informaciónmeteorológica. El instantede acostar a los niños, y darles el beso de buenas noches. De bajar a la cocina y preparar la comida del día siguiente. De cargar la lavadora, poner los platos en el lavavajillas, y colocar encima de la cama,la ropa para el colegio.En un instante. Al día siguiente había que madrugar, era viernes. Todo coincidía tremendamente mal. No sabía si era una buena idea que los críosquedasen con otra persona que no fuese el abuelo Jaime o la abuela Rosa. No tuvo tiempo para avisarlos. No obstante, aunque dispusiera del preciado lapso, en aquellos momentos disfrutaban del sol en Tenerife con sus compañeros de brisca del centro de la tercera edad que frecuentaban. Qué envidia - suspiró. 412 Aunque la canguro era fiable, tenía cargo de conciencia. Pensaba que era abandonarlos, cuando ella teóricamente se iba a divertir. Mientras se hacíapruebas con la barra de labios rojo y un clínex para aclarar el color, no dejaba de darle vueltas a la cabeza. El hecho de que Mario arreglase una cena para salvar el matrimonio, le parecía una pantomima. Puro teatro, que probablemente no la llevaría a ninguna parte. Sólo robarle su valioso tiempo. Al día siguiente, se duplicaría el trabajo. ¿En qué cabeza cabía ir a cenar un jueves? Si todavía fuera viernes o sábado. Por lo menos no habría que madrugar tanto. Últimamente las cosas no iban bien. Simplemente no marchaban. Cada uno tiraba por su lado. Pero el lado de Rita estaba mucho más cargado que el de Mario. Se sentía en la cuerda floja. A punto de estallar. El trabajo, los niños, la casa. Demasiado esfuerzo y responsabilidad. Por la noche su extenuación alcanzaba el grado máximo. Entre ellos no había apenas conversación. A Rita no le quedaban fuerzas para tenerla, y a Mario no parecía importarle. En el baúl de los recuerdos permanecían bien cerradas las ansias de estar siempre juntos,de contarse cada detalle del día a día vivido. Cuando Mario le llevaba a la cama bien temprano el desayuno, con los ojos entornados de pasión vivida unas horas antes.Los paseos matutinos hasta el trabajo habían desparecido. Mario la dejaba frente al edificio de oficinas, mientras le daba un beso de despedida cada vez más ligero. Pequeños rituales de amor que se esfumaron por las cantarillas de los recuerdos. Ahora era ella la que se levantaba una hora más temprano para preparar el desayuno para tres. Los paseos matutinos se habían convertido en verdaderos ralis en su pequeño utilitario, para dejar a los 413 niños en el colegio. No quedaba nada delas miradas cómplices. Tampoco se acordaba del primer beso de la mañana que se regalaban. No había deseo. Todo terminara. ¿Y pensaba que una cena lo iba arreglar? Vaya tontería,pensó. Hacía tiempo que sus vidas discurrían por diferentes caminos. Una cena no era el atajo más apropiado para que se volviesen a juntar. Eso era lo que pensaba Rita. Ahora todo lo que habían construido con tanto esfuerzo, estaba a punto de caer por la borda. Cuando la tarde del lunes el mensajero timbró a la puerta no se lo podía creer. Tenía que firmar una carta de asistencia para confirmar la cena en el restaurante más lujoso de la ciudad. Su primera reacción fue de sorpresa.Sabía que Mario lo había planeado con mucha antelación. El restaurante tenía una lista de espera de más de dos meses. Luego vino la ilusión. La última vez que había ido de cena fue antes de nacer Roi, el mayor, es decir más cinco años. Por último, simplemente le pareció una auténtica estupidez. Aunque a Rita no le pareciese la forma más adecuada de arreglar las cosas aceptó ir a la cena. Igual era una buena señal, pensó. Rescató de la pequeña caja encima de la cómoda, el anillo de compromiso que le había regalado Mario cuando le propuso matrimonio. Llevaba años guardado. Había adelgazado desde entonces y le quedaba algo flojo.¿Dónde había quedado el compromiso formal de un futuro juntos?Bailaba en el dedo como el anillo. Cuando salió del portal, maldijo la lluvia. Nunca le gustó. Con la lluvia la gente se ponía loca. No se podía transitar tranquilamente por la calle. Las luchas de 414 paraguas la sacaban de quicio. Por suerte el taxi estaba esperando delante de la puerta. Después de bajarse del taxi, Rita maldijo la lluvia por segunda vez. Mientras saltaba los charcos de agua hasta la acera,los cincuenta euros de peinado quedaron reducidos a la mínima expresión. Al maldecir la lluvia por tercera vez, cuando abrió el bolso y no encontró el mini paraguas, viouna llamada perdida de casa, hacíaescasos minutos. Un escalofrío le recorrió el cuerpo. Los niños. Intentó devolver la llamada, pero con los nervios el móvil le cayó al suelo. Por suerte, estaba en la acera. Lo peor fue cuando se agachó para recogerlo. El anillo también quiso escapar del dedo y hacerle compañía al móvil. Tuvo peor suerte. Cayó justo entre los barrotes del respiradero de una alcantarilla. Adiós anillo. Ya decía que lo de la cena era mala idea. Horizonte: 1 Límite visual de la superficie, donde parecen juntarse el cielo y la tierra 415 LA REVELACIÓN JUAN CARLOS PÉREZ LÓPEZ El mayor hecho de desigualdad para una mujer es que alguien le organice la vida, y más aún sin tener en cuenta sus proyectos e ilusiones. Pero lamentablemente esta discriminación, que afecta a la mujer otorgándole solo el papel de reproducción y cuidado de la familia, se ha dado desde el principio de nuestra era… Cuando le ha revelado que iba a ser madre, ella, igual que le sucede a quien le ha hablado, se ha quedado sin palabras. El rayo de sol que antes parecía acariciarla de manera tenue, ahora parece quemarle la piel y las entrañas. Un vértigo profundo se abre en la boca de su estómago. La verdad es que ella, tan joven e inexperta, no esperaba una noticia así, del mismo modo que su interlocutor tampoco contemplaba una reacción tan fría de ella, quien ante semejante e inesperada noticia solo atina a pensar que le han roto los esquemas, que le han organizado la vida, sin pedirle siquiera permiso. Porque todo ha sido de improviso, de manera impensada. Quizá ella tenía otros planes a corto y medio plazo entre los que no se encontraba precisamente la maternidad; al menos, no de esta manera. Además, siente escalofríos al pensar cómo tomará su pareja semejante noticia que ha de afectar de una manera definitiva a sus vidas y proyectos. Todo le da vueltas en la cabeza. Apenas ha disfrutado de la vida en pareja; ni siquiera de su sexualidad. Ser madre es una responsabilidad para la cual no sabe si está suficientemente preparada. Porque es muy joven. 416 En un mundo tan convulsionado como el que le ha tocado vivir, concebir un hijo es poco menos que una temeridad; en todo caso, hay que ser muy valiente y tener unos deseos muy claros para hacerlo, pues las carencias económicas y las comodidades brillan por su ausencia. Solo pensar en ser madre y se le eriza el vello del cuerpo. Bastante tiene ella con las cosas de la casa, con ayudar de vez en cuando a su pareja en el taller. Y ahora un hijo… justo ahora, y sin haberlo buscado. Cierra los ojos y suspira como si en ello le fuera la propia vida; como si tratara de adivinar en el interior de las moléculas de oxígeno que inundan sus pulmones los pros y contras de esta nueva situación que se le avecina. Debate en su fuero interno si aceptarla o no. Pero sabe que la suerte está echada y no hay vuelta atrás. Sin embargo, ella se imagina negándose a la evidencia; tan contrariada se reconoce que algo le hace decir “no” en voz alta, una negativa que se revela contraria a lo que de verdad se espera de ella, de una mujer como ella. Ve cómo su interlocutor se marcha enfadado, haciendo aspavientos con los que muestra su profunda decepción de una forma brusca, como si en la negativa de ella se encerrase la debacle del mundo… Una brisa, cuyo origen a ella le parece que se halla en el aleteo de una miríada de blancas palomas, la hace despertar del sueño en el que había caído. Respira con cierto alivio. Pero es entonces cuando escucha la voz que le anuncia que va a ser madre; el sueño hecho realidad. Cuando su interlocutor ve la sonrisa dibujarse en los labios de ella, la aceptación resplandeciendo en su mirada, echa a volar batiendo sus alas. Ella ve cómo el arcángel san Gabriel vuela feliz, tranquilo de que la historia del mundo no va a cambiar… 417 LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS SOMOS IGUALES NOEMI PÉREZ SARRIÓN − ¿Ya ha terminado? − Sí, tenemos que salir ya − No, no quiero. Quiero quedarme más tiempo − No podemos quedarnos más tiempo. Van a cerrar − Pero es que yo quiero coger esos papelitos que brillan del suelo, abuelita − Se llaman oropel. Venga, coge unos pocos La niña vuelve con las manos llenas de oropel y se los entrega a su abuela que los guarda en su bolso. − ¿Ya podemos irnos? − Sí, abuelita − Cógeme de la mano que hay mucha gente De camino a casa van hablando. La niña, ilusionada, no para de preguntar a su abuela. Su abuela no para de responder − ¿Qué es lo que más te ha gustado? − Ay, abuelita si ya lo sabes − No, no lo sé − Pues esa gran pelota roja que se abre y dentro hay un niño − Pero eso no es una pelota − ¿Qué es? ¿Qué es, abuelita? − No desesperes. Eso se llama magrana 418 − Yo quiero subir algún día − Me temo que no podrás subir − ¿Por qué, abuelita? − Pues porque eres una niña − Entonces esperaré a hacerme más mayor − No, no es por eso − Dímelo, abuelita − Es que no lo vas a entender − Abuelita, tengo cinco años. Ya me sé vestir sola y como sola − Sí, ya sé que eres muy mayor pero aún tienes que hacerte más mayor...¿y qué más te ha gustado? − Nada más − ¿Nada más?....¿qué es lo que menos te ha gustado? − Que los niños van disfrazados de chicas. ¿Por qué, abuelita? − Pues porque es una obra que se hace desde hace mucho tiempo y tienen que conservar la tradición − ¿Conservar la qué? − Ves como no lo entiendes − ¿Por qué no hay niñas? − Pues porque antes las mujeres no podían hacer las mismas cosas que los hombres − Pero ahora sí, ¿verdad abuelita? − Sí, ahora si − Entonces, ¿por qué no pueden cantar aquí? 419 − Pues no lo sé pero estoy segura de que llegará algún día en el que las niñas estén presentes − ¿Y ese día podré salir? − Sí, pequeña − Mi seño dice que los niños y las niñas somos iguales − Eso es verdad − Y que podemos hacer las mismas cosas − Sí, tiene razón tu seño....ay, espera que tengo que comprar el periódico La abuela ojea el periódico y se para en una noticia que le asombra. − Mira por donde − ¿Qué pasa abuelita? − Pues que hay una noticia en el periódico que te puede inetesar − ¿Cuál? − El año que viene, las niñas podrán salir cantando junto a los niños − ¡Qué bien, abuelita! ¿Ves cómo los niños y las niñas somos iguales? Ya lo decía mi seño − Sí, ya veo ya. Al fin se ha hecho justicia. Al fin ha llegado la iguladad. A veces hay que dejar la tradición y hay que evolucionar hacia una sociedad más igualatoria para los dos sexos. Cada vez estamos más cerca de una sociedad más justa. − ¿Qué dices, abuelita? No te entiendo − Ya me entenderás, pequeña. Ya me entenderás 420 VOCES CARLOS ALBERTO PÉREZ TRIANA A.R.M. a la memoria de R.G. Recuerdo que de niña me ocultaba bajo la cama o en el fondo del patio mientras mamá me imaginaba jugando con las primas en casa de la abuela. Disfruto esa sensación de ausencia, mientras todo transcurre ajeno a mi presencia. De grande ya no tanto busco un escondite, pero a veces me gusta pasarla así, quietecita, como ahora encerrada en el baño. ― ¡Son nuevas, brother! El Chino desde que se levantó no ha hecho otra cosa que dar vueltas por toda la casa con un paquete de cartas en las manos. Desayunó con ellas sobre la mesa de la cocina. Daba un mordisco desganado al pan y miraba una carta. Luego, la tiraba a un lado y contemplaba otra. Así estuvo hasta terminar. Se levantó y vino hasta la meseta. Sentí su respiración muy cerca. Pensé que su lengua humedecería mi cuello. Retozaría en la oreja. Sus manos apretarían mis nalgas. Muslos. Buscarían deseosas mi sexo. Pero no. Roñoso lanzó las migajas de pan al fregadero. Y se fue al baño. ― ¡Qué hembras, socio! ― Vamos, pásalas. Estuvo un buen rato encerrado aquí. Cuando salió dio otras mil vueltas por toda la casa hasta echarse como un perro jocicú en la sala. Se la pasó barajando y mirando las dichosas cartas como si nada más urgente tuviera que hacer. Lo 421 hace para incomodarme. Por eso le dije que buscara algo para el almuerzo, pues no había nada que poner en el fogón. Cerca de la una de la tarde regresó. Sobre la mesa de la cocina dejó una pizza. ― Coño, esto sí son tetas. ― Mira esto tú... Ni la probé. Por mí, que se la coman los perros. A veces me dan ganas de mandarlo pal`carajo o cuando menos pegarle un tarro. Es lo que se merece. Pero al final trago el buche amargo. Hago de tripas corazón. Y sigo aguantando.¡Qué vida más cabrona! Y luego, la siempre de mal humor, insoportable, peleona por el menor asunto, en fin, mala hoja yo, porque en la cama soy un témpano de hielo. Oírle las quejas. Ay, pobrecito el niño, ¿qué quiere? ¿lo coma a besos?, ¿se la mame?, ¿chille?, ¿grite?, sí papi, sí , tú eres mi macho... Nada, que me tengo que joder. ― ¿Dónde las conseguiste, Chino? ― Se las tumbé a un socito. En esta casa siempre están tocando a la puerta. Unos para proponerle algún negocio al Chino, otros a cobrar alguna deuda. Nunca se sabe. Con los que habla en la sala llegaron por unos tragos, jugar dominó, o discutir de fútbol Fatales, porque el Chino no está de ánimo. Sin dudas la tarde pinta aburrida a no ser por la novedad de las cartas. ― Ahora sí esto se pone bueno. ― Choca esos cinco, brother. El entusiasmo se debe a que ha llegado Leandro, y sin remedio, después de mil súplicas, accede a los ruegos de salvar la tarde con una botella de ron. 422 Ideal para espantar la pasmadera de machos quezú enardecidos por las carnes de esas mujeres que exhiben sus encantos en las cartas. Beben. Y después de un par de tragos arman buen escándalo. El Chino que se calmen o se van todos al carajo. Los vecinos son de ampanga y después... ¡ ya saben la lengua que tienen! ― ¿Jugamos? Al Chino no le gusta jugar por jugar. En la vida siempre hay algo de por medio, dice. Un socito fue de pesquería y se ahogó, pero su familia no murió de hambre; Andrecito, el hijo de Champola, en una balsa llegó al yuma y ahora tiene un yate para irse de putas por los cayos de la Florida; los cuatro quilos que aruño en la bodega me los pela en la noche un vago de la esquina... Así es la vida. Se gana o se pierde. No hay que darle vueltas al asunto. ― Está bien, pero sin trampas. ― A mí, mientras me toquen rubias y tetonas, da igual. El Yuly despoja de su trago a todos en la primera partida. Ríe burlón. Quincalla tiene mejor fortuna la vez siguiente. Su vozarrón sobresale entre todas las voces. Leandro lamenta de su mala suerte y al Gordo le da igual porque lo suyo es pasar el rato. Luego, es el Chino quien resulta ganador. Repite el triunfo una vez más. Y otra. Otra vez. Ha de tener esa carita toda contentura como cuando llega tarde a casa y me despierta con los billetes cosquilleándome en la nariz ― ¡Falta una carta!. ― Chino, cálmate. ― El Gordo, se la robó. 423 ― No comas mierda. ― Dámela, coño, o te parto la cara. Quincalla intenta aplacar la situación. Insiste en que no es para tanto. Pero el Chino no parece calmarse. Bien lo conozco: cuando embrutece no hay quien le haga entrar en razones, y si tiene dos tragos de ron en la cabeza es como un toro en embestida. Algún objeto de cristal se hace añicos en el suelo. Corro a la sala. ― ¡Coño, me pincho! ― ¡Hay que llevarlo al médico! ― ¡Vamos… rápido! El Chino lanza al suelo el trozo de vidrio ensangrentado. Se inclina con una lentitud que no parece terminar jamás para tomar la carta que apenas asoma una punta bajo el sofá. Silencioso se va al dormitorio. Voy tras él furiosa. Golpeo su espalda con mis puños. Hundo las uñas en su carne. Lo insulto. Sobre la cama se deja caer como árbol talado de un solo golpe de hacha. Por un instante, contempla la carta que sostiene tembloroso ante su rostro, hasta que de un manotazo se la arrebato. Ante sus ojos la hago trizas. Adivino una lágrima correr por su mejilla. Y no sé por qué creo escuchar de sus labios, en un susurro gris y lejano, la brevedad de mi nombre. 424 VALENTINA EDUARDO PINTURELLO Valentina me miró, a pesar de los esfuerzos no se pudo contener y sonrió. Levanté su mano junto a la mía mientras con la otra rodeaba su cadera aún de niña. Ella sostuvo su mirada y su porte mientras depositaba su otra mano sobre mi hombro izquierdo. Cerró los ojos y excitó el vaivén del vals que comenzaba a sonar lentamente ante la atenta mirada de nuestra señorita Estela y la directora del colegio. Pude sentir el olor de su pelo, pude contar una a una las pecas de su cutis moreno. Podría terminar mi relato acá, y quedarme allí, inmerso en la tranquilidad que me brinda esa historia breve y cursi. En la mejor parte. O quizás contra toda técnica narrativa intente desmembrar la historia al revés. Es por esa costumbre de terminar bien mis historias, o bien por esa necesidad imperiosa de no recordar el odio en los ojos de Valentina. Quinto: Colgó el teléfono bruscamente, pero antes paseó un interminable rosario de insultos. Estaba peor que ayer donde la había oído sollozar. Hoy no. Hoy me insultó con ira y desprecio, por momentos con ironía, algo que jamás hacía. - Morite, por mi morite. Al tercer intento atendió su madre, dijo con voz pausada que dejara de molestar. Cuarto: - ¡Matalo, arrancale la cabeza Jorge! 425 Valentina envalentonaba -como si fuese necesario- al hermano de Carola a que rompiera cada uno de mis huesos. Me llevaba tres años y no debí haber dicho delante de su hermana que olía mal y que deberían echarlo del colegio por haberlo visto tomando vino. Aguanté lo que pude y lloré de impotencia cuando vi el guardapolvo roto. No me importaron las manchas de sangre que mi nariz despidió ni los moretones de los brazos, solo me importó el guardapolvo roto. Me sequé los mocos y lágrimas cuando noté que Jorge ya no iba a golpearme más, tomé mi mochila que había recibido varias patadas de los que no participan de las peleas, y crucé la calle en dirección a mi casa, lloré varias cuadras. Aun más cuando vi a mi mamá llegar extenuada del trabajo. Tercero: No pude oír lo que cuchicheaban Valentina y Sabrina, solo vi su rostro divertido y distante mirándome de reojo. Sabrina fue un poco más precavida, algo mío las divertía. El rumor se hizo noticia en pocos segundos y las carcajadas se multiplicaron. - ¿En una cuna? ¿Dormís en una cuna? Se le parecía. Era una cama pequeña de hierro, con patas que la daban una altura poco común para las camas habituales y estaba cerrada en los cuatro extremos con paneles forjados en hierro, con formas arabescas. Mis hermanos habían decidido usar esos laterales para protegerse -según su teoría- de mis patadas noctámbulas casi obligatorias teniendo en cuenta mi altura y nuestro pequeño dormitorio. 426 Segundo: Valentina se dio vuelta llorando y dijo que si no dejábamos de molestarla llamaría a la maestra. Ella sabía que todos se habían marchado de la escuela, y siempre quedábamos retrasados después del horario escolar las mismas personas; Jorge, Gustavo, Oscar, Federico, Valentina y yo. Los varones teníamos esa costumbre adrede para poder quedarnos a experimentar esa anarquía en la que la escuela sucumbía hasta el siguiente turno de la tarde. Valentina era la única mujer que tardaba realmente en transcribir todo lo que la maestra había dejado en el pizarrón. Tenía una letra redonda y hermosa. Copiaba parsimoniosamente cada palabra en un cuaderno perfectamente prolijo. Ella prefería aguantarse las infinitas bromas de los varones a dejar su cuaderno incompleto. Aquel día sobrepasamos el límite de lo tolerable por cualquier chica de nuestra edad. Disuadido por los demás varones, accedí estúpidamente a ser el ejecutor de la broma; quizás aquella fue mi desesperada necesidad de llamar su atención de alguna manera. De alguna estúpida manera. Apoyé lentamente mi pene en el hombro de Valentina mientras ella seguía concentrada copiando los párrafos del pizarrón. Ante las carcajadas de los varones, y principalmente su indiferencia, decidí hacerlo nuevamente y con más intensidad. Podía sentirla sollozar, y esa fuerza cobarde interior y la frustración de verla sufrir, me envalentonó aún más. - Sos un estúpido, no entiendo porque tenés que hacer lo que te dicen. Siempre querés hacerte ver. - Tomá, para vos chupalo. - Sos un idiota, te odio. 427 - Callate negra, negrita de mierda. Puta, ¿a que te quedás con todos los varones después de hora?. Primero: Le conté que la seño Estela dijo que a lo mejor nos pone a bailar el vals en el acto de fin de año a los dos porque medimos casi lo mismo. Le conté que ayer le gustó como bailamos y que dijo que nos mirábamos como novios. No le dije que yo quería ser tu novio, y que creía que vos también pensabas lo mismo. Tampoco le conté lo feliz que te pusiste cuando te prometí que los varones no iban a molestarte porque yo te defendería. Después que la seño Estela nos miró, nos hizo poner de espaldas para corroborar nuestras alturas, sentí un latido fuerte en el pecho y también que existía la posibilidad de bailar con ella. Te miré a los ojos y vos me miraste también, a pesar de tus esfuerzos no te pudiste contener y sonreíste. Levanté tu mano junto a la mía mientras con la otra rodeaba tu cadera aún de niña. Sostuviste tu mirada y tu porte mientras depositabas tu otra mano sobre mi hombro izquierdo. Cerraste los ojos y excitaste el vaivén del vals que comenzaba a sonar lentamente ante la atenta mirada de nuestra señorita Estela y la directora del colegio. Aún siento el olor de tu pelo, pude contar una a una tus pecas en su cutis moreno. Así creo que está mucho mejor. 428 LA IGUALDAD NO ES NINGÚN CUENTO. HECTOR ALFREDO PLACENTI Creció en un hogar de trabajadores italianos, venidos a la América, escapados de su tierra por necesidades y por debilidades mezquinas. Quien está bien, nunca emigra. Lucha en su lugar de origen. Lo cierto y concreto que Padre, “Patrone”, así, llamaremos al protagonistadel desequilibrio. Al rey de la desigualdad por conveniencia, un ególatra de cerebro chato como una moneda. Que siempre quiso comandar todo con su tortuosa voluntad. Soñaba y atrasaba…Quería ser un “padre eterno”, y lo único que consiguió, fue ser un “padre enfermo”. La paternidad es muchas veces la cara de una desgracia desencadenante de retorcidas diplomacias. Sobre todo, si se construye desde la miseria de relaciones familiares como el abandono. O el ninguneo. “Patrone”, siempre fue un ser diferente. Marcadamente ignorante y convencido de su poderío. Basado en actitudes de extremo trabajo y sacrificio. Dictador amargo. Solitario, empedernido sin amigos.Triste. Fue cultivando el odio de desarraigo por la absurda idea de obtener privilegios por ser el primogénito de una familia, cortada por la guerra. Su padre fue al frente de la batalla en la segunda guerra mundial, y éste, quedó al frente de la familia. Mandando falsamente. Lo confundieron las circunstancias de un entorno sombrío y avaro. Diez años estuvo sin volver el titular de la casa. “Patrone”, hacía cuentas de lo que heredaría. Supremacía equivocada, errada desde la locura de poseer un 429 poder que su mente enferma y aturdida siempre le reclamaba. Ambición descontrolada por ser… Por creerse superior se fue enterrando en el pantano cruel de la desigualdad. Se fueron acentuando rasgos totalitarios. Cuando el padre volvió, de la guerra después de estar retenido y prisionero en África. Se le derrumbó el castillo hegemónico porque pasó a tener un menor rango. Ya no era jefe, sería un operario más de su padre y debía dividir con hermanos. Se fugó a la Argentina, ante la realidad. Siempre la realidad muestra la mueca del desacierto. Buscó trabajo. Se las fue arreglando. El progreso lo sorprendió temprano y decidió apostar en armar una propia familia. Con sus propios planos, director de obra. Absolutamente, patrón full-time. Hábil para manejar el yeso, fue construyendo su propia empresa. Le fue bien en cuando al trabajo. Armó una coraza férrea en la conducción de su hogar, con una primera víctima y cómplice, su propia mujer, una sombra sin mando, que aceptó de antemano los despachos descarados de este vulgar señor, chico mal criado. Un mentiroso que escondía su hipocresía y sus delirios…mal concebidos, mal aprendidos y jamás corregido. Los traidores, son como los asesinos que vuelven a la escena del crimen…Siempre reinciden… Deshonró desde el principio en esa casa a la voz femenina. Que marcara, una relación distinta. Faltó la justicia de la igualdad. Toda orden era aceptada sin chistar por una figura que fue perdiendo brillo en la medida que dio a luz a su primera hija. Eclipsada. 430 De entrada el drama de aceptar una figura disminuida en la familia. Las mujeres no pueden ni sirven para trabajar a la par del hombre, sostenía el itálico “Patrone”. Se le hizo difícil la vida a pobre chica. Escuchando gritos. Siempre achicándole el grado de autoestima. Denigrando a su propia hija por el simple hecho de ser mujer.La fue dejando de lado como abandonada en el fondo de un placard. Nunca una caricia. Siempre férrea la línea que bajaba. Esfuerzo y sacrificio. Caras serias. Nunca una mueca de felicidad. Era un estorbo, una molestia, una falla hasta comercial… Pasaron los años y llegaron varones. Hermanos. Que jamás lucharon para obtener un trato igualitario. Al contrario, se plegaron a las órdenes serviles del injusto padre. Que los mimaba. Los alentaba permanentemente. No le importó que fueran buenas personas. Importaba que razonaran poco y acompañaran mucho. Les fue quitando luces, los fue anestesiando con la comodidad de la promesa por los constantes chupetines que iban a obtener… Y de paso cañazo, enaltecer a sus hermanos menores. Giles a rayas. Eternos perdedores, sostenedores del desequilibrio,cómplices. Sembrador de rencores innecesarios. Fue creando un círculo vicioso de dependencia. Prometía, chupetines de madera a estos verdaderos incultos que por su desmedida ambición se quedaron sembrando en el terreno de la traición. Querían obtener cosas y casas sin sacrificio… La ignorancia es bandera que se despliega a toda vela. No se puede esconder. Se ve en los hechos más simples. Cuando no hay amor y acude solo el interés, las cosas funcionan al revés. Porque al privilegiar solo lo 431 material la relación termina siendo virtual. Se aleja de la realidad para pisar la alfombra de la temeridad… El temor ata. El temor une. Es una garra que agarra y se aferra a una tierra a la que por edad hay que empezar a desprenderse… El retener el tiempo, es ser simplemente un miserable. Un especulador del atraso para sostener su propio fracaso. El avaro, siempre paga el pasaje más caro en su vida limitada por falta de generosidad. Separada su familia por rencillas armadas por todos los integrantes abroquelados e interesados que solo ve con buenos ojos a lo masculino, cayó la pobre mujer en un pozo depresivo. “Patrone”, quiso enriquecer a un hijo y le otorgó privilegios, le regaló bienes a expensas de los otros, produjo un abismo en su propia familia y volvió a colocarse él, en la misma situación anterior. Hizo justicia por mano propia. Encumbró a un hijo que es su propia réplica, un clon…Protagonizando un desequilibrio el hombre piensa que está acertado. La locura no se ve…se ejerce y tuerce rumbos. La hija mujer la expulsaron del hogar. Persona cuerda que ha sido erosionada del seno de un volcán destructivo. Vive con lo suyo sin necesidad de recalar en esas tierras pero jamás le hablaron. La olvidaron. Pero ella, canta dulcemente, la salvó la terapia. Cuando no hay amor, siempre hay desigualdad. La maldad, la codicia, la envidia, la incomprensión son elementos que colaboran para desigualar. Solo el amor iguala. 432 SENTIDO COMÚN MARÍA PUCHE SALAS Tomás volvía a casa después de su jornada de trabajo. Estaba bastante cansado y con el ánimo un poco tocado. La empresa aguantaba los envites de la tan temida crisis, pero, a veces, los rumores de un posible cierre hacían tambalear su seguridad, temiendo por su frágil economía. Su sueldo les permitía vivir con cierta tranquilidad, siempre que no faltase, pues era el único que entraba en la casa. Ya se había preocupado él de que así fuese. No iba a consentir que su mujer saliese a la calle a “buscar el pan de su familia”. Esto había sido motivo, en más de una ocasión, de discusión en la pareja. Eva había estudiado Empresariales, pero su marido no iba a permitir que la explotasen por un mísero sueldo. Él era muy capaz de mantener “su” casa. Al entrar, el alboroto de Amanda, su hija, le disipó esa mueca de preocupación. Era reconfortante oír su risa. Después de saludar a Eva, se tumbó en su cómodo sofá. Era la mejor hora del día. Tras su jornada de trabajo, lo tenía todo hecho. Se sentía orgulloso al ver lo que poseía. La pequeña corrió a su cuarto para seguir jugando con Lola, su mejor amiga. En un momento en que las niñas estaban enfrascadas en su juego, Eva aprovechó para explicar a Tomás que Lola iba a pasar la noche con ellos. La madre de la pequeña tenía muchos problemas con su marido, pues estaban en trámites de separación, pero la situación no estaba asumida por parte de él. Para evitar que la chiquilla presenciase una inevitable discusión, le había pedido el favor de tenerla en casa esa noche. 433 No se quedó muy convencido. No entendía por qué aquella mujer se empeñaba en separarse de su marido. Sería todo más fácil si se conformase a vivir con él sin levantar polvareda, pero dejó de preocuparse. No era asunto suyo. Encendió la tele esperando ver alguna película que le distrajera un rato, pero nada. En las noticias, un grupo de mujeres se manifestaban por reclamar no sé qué derechos. En un programa de tertulia, el tema estaba relacionado con la violencia de género. —¡Qué pesadez! —pensó—. Siempre dándole vueltas a lo mismo. Más de una vez, Eva tenía que morderse la lengua para no tener una discusión. Y con más motivo estando las niñas delante. Eran muy pequeñas, pues con ocho años todavía no se daban cuenta de esas cosas, pero no quería despertar inquietud en la amiga de Amanda ya que su situación familiar era bastante delicada. No obstante, fue inevitable tomar partido por una de las contertulias del programa de televisión. Planteaba el tema de los derechos de igualdad en la mujer con respecto al hombre. Cuando Eva quiso defender su postura, los ánimos empezaron a alborotarse y queriendo zanjar la discusión, Tomás cambió de canal dando por finalizado el debate. Se mostraba escurridizo cuando algo no le interesaba y es que el tema de la igualdad entre el hombre y la mujer, lo evitaba por sistema. En el fondo creía que cuando apartaba de su pensamiento algo que le molestaba, dejaba de existir. 434 Esto siempre le solía funcionar y así se sentía al margen de cualquier asunto que le incomodase. Se puso de mal humor y decidió apagar la tele; cogió una cerveza y le dio otra a su mujer. Era como invitarla a fumar la pipa de la paz, pero con cerveza. Ella se la aceptó con una mueca de reproche. Firmaba la paz, pero sin estar del todo convencida. Salieron a la terraza. El atardecer, casi primaveral, invitaba a sentarse y disfrutar de un momento de relax. Permanecían en silencio, intentando suavizar las discrepancias, cuando unas vocecitas muy seguras y bien templadas se abrieron paso en la quietud de la tarde, llenando, con sus aplastantes argumentos, cualquier hueco que hubiese podido quedar vacío: —Yo ya sé lo que quiero ser de mayor —dijo la pequeña Amanda, demostrando que su pequeñez no afectaba en absoluto a su capacidad de decisión—. Seré periodista para poder explicar a mucha gente las cosas que pasan. —Yo seré abogada —dijo Lola— para poder defender y ayudar a muchas mujeres. Tomás y Eva asistían, clandestinamente, a aquella declaración de intenciones. La conversación de las pequeñas dibujaron unas sonrisas en sus rostros que pronto se diluyeron, dando paso al asombro y la sorpresa. —¿Verdad que los mayores son un poco tontos? —Yo nunca defenderé poder ser igual a un hombre —continuó Lola—. No quisiera parecerme a ninguno. No se portan bien. No sé por qué tienen tanto empeño las mujeres en ser iguales que ellos. 435 —Yo, tampoco —contestó Amanda—. Además, solo saben trabajar. Yo no me pienso casar porque no quiero que me digan lo que tengo que hacer. Así podré trabajar y hacer lo que a mí me guste. Además, no saben hacer cosas en casa. ¿No crees que ellos deberían querer ser como nosotras? En medio de un abrumador silencio, Eva evitó encontrarse con la mirada de su marido para concederle la oportunidad de meditar. Intuyó que la necesitaba. Tomás se sintió realmente insignificante. Aquellas niñas, con una sencilla y pueril conversación, le mostraron todo lo que se había negado a aceptar. Sintió vergüenza e indignación. Tenía que considerar la posibilidad de desmontar sus teorías y subirse al carro de la cordura y el sentido común que es, sin lugar a dudas, el único con el que se deberían analizar las cosas. 436 LA SILLA VACÍA, DE JOSUA TALLO CHUS RAMA ROPERO Matías se sentó frente a su plato humeante de lentejas recién hechas, mientras iba hablando.- ¿Qué te parecen las lentejitas que he preparado? Huelen bien, ¿eh? - Sopló el contenido de su cuchara, haciendo que se le empañaran las gafas y se llevó el cubierto a la boca. - ¡Cojona, qué buenas están! Quién lo iba a decir, menudo chef me he vuelto. - Rió en voz alta, consiguiendo con eso que casi se atragantara.- Eh, y no ha sido lo único que he hecho esta mañana. Me he levantado a las seis... ya lo sé, me podría haber quedado un ratito más en la cama. Pero ya sabes que una vez despierto, no hay manera de volverme a dormir... ¿Qué estaba diciendo...? Ah, sí. Me he levantado, he desayunado mi cafelito con tostadas y me he puesto a limpiar el piso. ¡Dos horas, solo he tardado dos horas en hacerlo todo! Y ya puedes ver que todo está como los chorros del oro. A este viejete le queda mucha marcha todavía, ¡jajajajaja! Y luego vas a casa de tu hijo y siempre lo tiene todo patas arriba. ¡Coño, que tiene solo cuarenta años! Y siempre está con la misma historia, “papá, es que llego todos los días muy cansado del trabajo”, o lo que más rabia me da, ¡joder!, con la edad que tiene y siempre le duele algo. Yo siempre rompiéndome la espalda para que no faltara un plato en la mesa y tú... - Matías enmudeció, se le hizo un nudo en la garganta y se quito las gafas para secarse las lágrimas que empezaban a brotar de sus ojos. Agachó la cabeza mirando su plato de lentejas y no pudo reprimir el llanto. Levantó la vista y contempló al otro lado de la mesa una silla vacía. - ¡Maldita sea mi vida! Con lo mucho que 437 trabajaste y yo nunca te ayudé en casa. Qué fácil era para mi desentenderme pensando que yo ya hacía suficiente con ir a trabajar. ¡Maldita sea mi alma Angelines! Que cuando tú llegabas a casa seguías trabajando aquí, y yo mientras tanto en el bar con los amigotes. Lo que daría... - Cada vez se le hacía más difícil hablar.- por poderte cuidar un poco más, que probaras mis lentejas y pudieras ver en quién me he convertido. - Matías se quedó mirando fijamente a aquella silla vacía. Se le perdió la vista en el pasado y perdió el hambre por completo. Dejó su plato en la mesa y se levantó con cierto esfuerzo, se dirigió al sofá y se dejó caer sobre él. Encendió el televisor y buscó cualquier programa que apartara de su mente por unos momentos las amargas imágenes que se le repetían una y otra vez, y que le recordaban la dura partida de su amada esposa. Alargó la mano a su lado, en el sofá, encontrando tan solo el vacío. 438 EL JUEGO DE… ¿POR QUÉ NO? JOSÉ ARISTOBULO RAMIREZ BARRERO Yo nací para… «Yo nací para hablar y hablar e inventar historias y atar y desatar los pormenores de la vida con palabras y más palabras, claras, oscuras, comunes o raras dependiendo de si voy por el comienzo o voy por el final del relato, si estoy en Había Una Vez o ya casi es el momento de pronunciar Este Cuento Se Acabó. En tal virtud, me vendría la mar de bien tener más de una boca, digamos tres, una para enredar, otra para desenredar y la última para comer mientras las otras bocasenredan y oscurecen, desenredan y clarifican». «Yo nací para escuchar y escuchar desencantos, penas, anhelos y alegrías, historias verdaderas e historias inventadas, enredos, desenredos, claridades, oscuridades y el testimonio de quien requiera volcar sus pareceres en mi oreja para aliviarse y, una vez aliviado, sentirse bien. Por tal motivo, sería regio tener más de un par de orejas, digamos cinco, un par para escuchar desencantos, otro par para escuchar penas, otro par para escuchar anhelos, otro par para escuchar alegrías y el último par para escuchar mi voz interior, que esa voz necesita también su oreja». «Yo nací para correr y recorrer el mundo de un polo al otro polo, de la tundra a la selva, del Everest al último puntito de la Patagonia. En tal sentido, vaya si me caería de perlas un par de piernas de repuesto. Con ellas podría seguir mi camino sin detenerme mientras pongo en remojo y le limo las asperezas y los callos a las piernas originales». 439 «Yo nací para escribir cuentos, crónicas, noticias y poemas. Por tal razón sería maravilloso tener un hemisferio derecho más y al menos otro par de manos para escribir sin parar historias y más historias, y atar y desatar los pormenores de la vida con palabrasclaras u oscuras, comunes o raras dependiendo de si voy por el comienzo o voy por el final del relato, si estoy en Había Una Vez o ya casi es el momento de pronunciar Este Cuento Se Acabó». «Yo nací para ser semilla. En ese sentido, vaya si celebraría con alborozo la fortuna de tener un vientre más y un nido más y un capullo más y una crisálida más y una maceta más para expandirme y multiplicarme hasta el rincón más lejano de la galaxia». Yo todavía no sé para qué nací «Yo todavía no sé para qué nací. Pero mientras lo averiguo me gustaría poder vestir sin enojos una casaca de color gris, un calzón de color mandarina y un traje de color rosado,chantarme en la cabeza una cachucha de todos los colores, cambiar mi nariz pequeña por una nariz enorme, llevar el pelo largo, el corazón abierto, la panza al aire y los pies descalzos, lucir mi piel morena sin temor a que me regañen, y cantar mis canciones en el convento y en el cuartel, en la escuela y en la iglesia, en el acuario y en el campo de fútbol, a veces con voz de bajo y a veces con voz de soprano». «Yo todavía no sé para qué nací. Pero mientras me entero, me gustaría ser árbol, nube, arlequín, magnolia y marioneta, y untarme de mermelada de mora los labios y los cachetes, y de brea el mentón, y de barro de pantano las uñas de ambas manos». «Yo tengo mis dudas. No sé muy bien si nací para cantar, bailar, coserme, descoserme, hablar, escuchar, correr y recorrer, escribir, sembrar, expandirme, 440 multiplicarme, nadar, elevarme o poner con firmeza los pies sobre la tierra. Mientras me entero, vaya si me vendrían bien un traje espacial, un libro abierto, una canoa, unas alas doradas, un GPS y una vía láctea». ¿Por qué no?... Mientras sus padres se entretienen viendo la tele, Carla y David hacen lo propio jugando el juego de ¿Por Qué No?... En ese rifirrafe, riendo y haciendo pilatunas a cuatro manos, le ponen bocas y bocas al muñeco que le fascina hablar, orejas y más orejas a la muñeca que le fascina escuchar, piernas y más piernas al mamarracho que nunca para de caminar, manos y más manos a la señora que nunca para de escribir y una constelación de estrellas al canto por la vida que nunca para de reproducirse y multiplicarse. Al resto, a quienes no saben todavía cuál es su sino, o tienen dudas, o nacieron para ser y hacer varias cosas al mismo tiempo, Carla les dibuja una puerta abierta que da a una pradera verde, infinita y maravillosa, y David les expide un pasaporte multicolor. ¿Por qué no, si así el juego que inventaron se les antoja más justo y más divertido?…¿Por qué no, si al fin y al cabo el mundo es para todos y en él cabemos todos, los que nacieron para equis, los que nacieron para ye y los que nacieron para equis, ye, etcétera y etcétera?… ¿Por qué no, si al fin y al cabo Carla y David no están haciendo nada fuera de lo común, nada que no se pueda ver a simple vista en todas partes si nos quitamos los prejuicios de la cabeza?… Si no les creen, miren nomás cuántas bocas tiene un río, cuántas orejas tienen los techos de nuestras casas, cuántas piernas tiene el maquinista de un tren, cuántos brazos la internet y cuántos colores la tierra y el cielo inmenso… 441 CONFESIÓ EDUARDO RAMIRO SERRANO Després d’un llarg temps en l’oblit arribà la tardor del 2010 i tornà a obrir-se eixa escletxa al meu cervell. I de nou es col·lapsaven les idees, acumulades en el tub del desig, el desig d’oblidar. Jo, Jaume Font Lans, sóc pare d’un fill sense mare. Érem molt joves i en aquest cas ella va picar sola. Sol ser a l’inrevés, ho sé, però sóc jo qui ho va patir i el seu egoisme va fer qüestionar-m’ho tot. Des d’aleshores no vaig voler relacions amb dones. Ella no es va voler fer càrrec del xiquet i l’elecció havia ser: o jo o uns altres pares. Jo sí que volia. En aquells moments no m’explicava com no volia ni enviar diners perquè la meua vida laboral no estava massa bé. L’últim dels escàndols el vaig patir al poc: amb un currículum perfecte l’encarregada que gestionava els informadors del Museu d’Art m’explicà que la seua política era la de contractar només dones per a aquella tasca. “I açò no és discriminatori?”, vaig pensar. De fet, la sang em bullia i sentia injustícia cap als homes, sobretot en veure com hi havia una ajuda econòmica que es donava a les mares solteres, però no als pares solters... Em passaven pel cap pensaments negatius equivocats que vaig canviar quan aparegué ella....Al cap de poques setmanes comencí a calmar un poc els ànims i a fixar-me en les dones que m’havien ajudat en la vida. Ma mare ha sigut una gran lluitadora, així com sa mare, que m’ajudà a ser fort en els moments difícils i ambdues em donen tot el suport amb el meu fill. Elles pel fet 442 de ser dones van haver de retallar les seues ales, van romandre dins la llar, dins de la presó que pot ser la vida quotidiana. Durant eixos mesos vaig assistir a un curset de guies turístics i un esguard va ser prou per a pessigollejar-me i adonar-me’n: no podia resistir-me a les dones per haver tingut mala sort. I sobretot quan al davant tenia una dona amb una rialla nua i amb un semblant de plenitud libidinosa com aquell. Júlia li deien... quin ésser tan preciós. Després de dos dies Júlia em va parlar, les meues mans trèmules van resistir moviments que pogueren mostrar el meu estat ensopit a les primeres hores d’aquells jorns d’esperança. El meu fur intern em deia que no em refiara, però em deixí portar. Vaig parlar relaxat i tranquil i ella em va respondre amb un somriure i un esbós d’invitació a restar amb ella. Acceptí de bon gust i a foc molt lent comencí a regalar-li el meu costat més saborós i afable. Amb les petjades marcades per la veu tendra de Júlia arribà el tedi dominical de l’últim diumenge d’octubre que donà pas a l’albada del meu estat mental tancat i del meu cor roig ennegrit. La conversa mantinguda a la cafeteria eixa setmana havia estat francament colpidora. Ella hauria de ser la persona que apavaigara el foc de la meua sang i que rectificara les línies de les meues mans. Havia confessat a Júlia, com a una amiga, els meus problemes, la meua frustració i aclaparadores derrotes. Demostrà molta comprensió. En el tema del treball ho lamentà i m’aconsellà on tindria possibilitats, ja que encara conservava molts contactes. 443 En altres aspectes entenia que estiguera molt adolorit, i comprenia que havia de lluitar. Em digué que veia molta bellesa en els meus ulls i això m’arribà al cor. Aleshores arribà el seu torn: Júlia va viure les cares més fosques d’aquest món. Són fosques tal vegada perquè sovint no les volem veure. Ella era feliç en el seu treball, era guia de museu, amb un sou i seguretat. Tenia una parella des de feia vora un any. Però sense esperar-ho es va quedar embarassada. Als poc dies va fer-ho saber en el treball i a la parella. I aleshores tot canvià: el seu cap la va fer fora demanant-li damunt comprensió pel que suposava per a un museu privat eixe contratemps d’imatge, a més dels temes contractuals. La seua parella no volia tindre el nadó i es va enfadar egoistament. A poc a poc anà tractant-la pitjor i ella va decidir anar-se’n cap a una altra ciutat. La justícia no va afavorir-la del tot i ell es quedà amb la casa... Va tindre una oportunitat d’anar a una entrevista a Nova York, però son pare es negà a pagar-li el bitllet d’avió quan ho necessitava realment. En canvi, sí que pagà un cotxe caríssim al seu germà per motius d’“imatge”. El fill de Júlia no va poder nàixer i a més a més li detectaren seriosos problemes als ovaris. Ningú no li feia un seguiment. Eixos dies –em deia- una doctora l’havia tractada molt malament acusant-la “d’exagerar”, el pitjor és que li ho deia una dona. Al cap d’una estona començà a sagnar… Plorava relatant-me aquests fatídics fets i la vaig abraçar efusivament. 444 Aquell dia vaig destruir un jo anterior i vaig construir-ne un de nou. Vaig flairar les seues humanes i dolces llàgrimes i vaig assaborir les seues formoses maneres d’expressió. La seua rancor silent anava molt més enllà dels meus problemes. Visitar eixe reflex del seu passat va ser com romandre per uns instants al món engolit de les seues emocions. No veia una dóna en eixos moments, veia una ànima nua i la veia amb uns ulls que no eren pas d’home. Jo no tenia 29 anys. Jo no era Jaume Font. Jo era una altra ànima nua que voltava en una espiral emotiva sense prejudicis. L’entenia i ho sentia. Abans d’acomiadar-nos em confessà que potser l’únic problema meu havia sigut no estar encertat en la tria de la persona, potser la persona adequada era ben a prop…i que haurien de canviar algunes coses a la societat, coses que haurien d’unir-nos i no separar-nos, que haurien de fer-nos companys i no rivals…i que potser no érem tant diferents... Potser, fins i tot, érem iguals. 445 LA PALMERAS QUE NO SE DOBLAN SANDRA REMÓN BLANCO Le costó cerrar la cremallera de su vieja. Tomó su pasaporte y se dirigió al aeropuerto. Allí le esperaba un hombre del que sólo sabía su nombre: Wallid. Sandra era una muchacha natural de la localidad alicantina de Elche, que vivió su infancia tras los pasos de su abuelo, en busca de finales mágicos de historias. De niña pensaba que las fronteras del mundo eran Valencia, Albacete, Murcia y el Mediterráneo. Daba igual qué ocurriera allí. Más allá nunca pasaba nada. Sólo eran las puertas por las que entraron y salieron los íberos, los romanos, los musulmanes, los cristianos… y el abuelo y la abuela hace 64 años, en la vieja Ossa C-2 camino de Málaga. Wallid la esperaba en la terminal. - ¿Eres Sandra? Su abuelo, palmerero, siempre se la llevaba con ella a trabajar. Y la pequeña Sandra estaba deseando llegar al palmeral para contarle que en el colegio le contaban historias de países muy lejanos. Jugaban a que ella le escenificaba las suyas a cambio de que él le repitiera la historia de la ballena que cada mañana se acercaba al Puerto de Santa Pola para dejarse acariciar por los pescadores de Santa Pola, o la de los delfines que saltaban tan alto que atravesaban de babor a estribor el Ferry que iba a Tabarca. Desde el capitel de las palmeras, su abuelo alcanzaba a verlo todo. 446 Adoraba sus historias, como la de la serpiente de la escalera, que cada día subía a la corona de una datilera para cuidar como si fueran suyos los huevos de una hembra de mochuelo que una noche salió de caza y jamás regresó. - Sí, soy yo. ¿Eres Wallid verdad? Wallid era un hombre corpulento y de tez morena que vestía un elegante traje que contrastaba con una barba de tres días. Sería su guía. - Deja que coja tu equipaje. A Sandra siempre le apasionó la Historia. Y disfrutaba contándole a su abuelo las historias que ella imaginaba de camino a casa al volver el colegio. Una tarde, al llegar de clase, le pidió salir de Elche. - ¿Ves desde allí arriba Iraq, abuelo? Quiero que me lleves allí. En su libro de Historia aparecía una foto de un grupo de mujeres vestidas de negro con el traje tradicional iraquí, allí denominado aba, a la sombra de una palmera y era muy parecido al que llevaban a misa las señoras mayores de Elche, así que debía de quedar cerca. - Pero, ¿por qué quieres ir allí? Ese pueblo está muy lejos. Y además las mujeres no… - ¿Las mujeres no qué, abuelo? Wallid le preguntó si estaba preparada para el viaje, si tenía miedo. Pero ella realmente no sabía a qué temer. Nadie le explicó nunca que debiera tener miedo a una u otra cosa y no sabía tener miedo. Ni siquiera cuando de pequeña subió sin ayuda ni arnés a la copa de una gran palmera a la que escaló sin pedir permiso a su abuelo supo tener miedo. Ni siquiera cuando su abuelo se fue para siempre y la dejó sola supo tener miedo. 447 - Las mujeres sí, abuelo. Escucha esta historia... El destino la había llamado y debía ir. El final mágico de su historia debía llegar. Ella sólo preparó el camino. Estudió periodismo y amplió sus fronteras. Apenas dos meses después de conseguir su primer trabajo, una tarde la llamaron al despacho del director. - Sandra, te vas a Erbil. - ¿Sí? - Tus compañeros me han dicho por qué debían ir ellos y no tú, pero yo he decidido que irás tú. ¿Tienes el pasaporte en regla? - No, digo sí, digo aquí no, pero… - Aquí tienes 500 dólares por si los necesitases. Salís en cinco días. Salió del despacho del director, entre las miradas de sus compañeros. Atravesó la redacción y alcanzó la terraza de aquel local bajo, en el que desde hacía dos meses soñaba con cambiar el mundo, y miró al cielo. - Abuelo, me voy a Iraq a traerte historias. Aterrizaron en Erbil, una ciudad beige que olía a cardamomo, y en la que apenas se veían mujeres. - ¿Dónde están las mujeres, Wallid? - Ellas trabajan en la trastienda de los locales. Llevaban cubierto su cabello. Su atuendo sólo dejaba a la luz sus rostros. - ¿Las obligan, Wallid? - No, aquí el velo no es obligatorio. Y volvió a pensar en su abuelo Primitivo, y en las mujeres, y en las motos. Allí no había aventuras con motos. 448 Se dieron cita con el patriarca de la Iglesia Caldea de Babilonia, para cubrir la mayor reunión de obispos cristianos del país. A la ceremonia asistieron hombres, chicos jóvenes y niños. - ¿Acaso no hay mujeres aquí? Al día siguiente acudieron a visitar el pueblo del clan Barzani, en el que todos los hombres fueron asesinados en 1983 por representar una amenaza. Era un poblado de chabolas y palmeras habitado sólo por mujeres que no vivían: sólo afrontaban el vivir. Sandra escucho sus historias y le pidió a Wallid que le tradujera. - ¿Sabéis que se pueden cambiar los finales de las historias? También de la vuestra. El último día del viaje, Sandra coincidió con unas niñas que salían del colegio en un barrio pobre de las afueras de la ciudad. Tomó prestado un libro y las miró a los ojos. - ¿Me dejáis que os enseñe un juego? Leed estas historias y jugad a inventar finales mágicos para ellas. Jugar a soñar. Y contádselo a vuestros abuelos. Sandra escribió un libro con sus vivencias. Y unos años después regresó a Iraq en busca de las protagonistas de las historias que creía que un día cambiarían la Historia. Pero no las encontró. Miró en las trastiendas de los locales, preguntó por ellas en los poblados asolados, en los arenosos caminos de las afueras de los barrios de la ciudad… pero no logró dar con ellas. Estaban buscando finales mágicos. 449 LA IGUALDAD COMO LEGADO OBDULIA RIVES AMORÓS El jueves de la semana pasada, Antonia, asiste a su revisión médica anual de oftalmología donde se le detecta un problema importante de visión que requiere de una operación urgente Tendrá que estar en reposo absoluto y sin mover la cabeza durante al menos 15 días; también necesitará de alguien que le ponga las gotas en los ojos varias veces al día. Ante esa inesperada noticia, a Antonia se le viene el mundo encima porque vive sola desde que dos de sus hijos se casaron, y los otros dos se independizaron, su marido falleció hace dos meses después de una larga enfermedad que la mantuvo dedicada a su cuidado y atención permanente. Antonia tiene tres hijas y un hijo, pero unos están trabajando y los demás como ella dice…tienen sus cosas. El domingo, como desde hace mucho tiempo, Antonia reúne a toda la familia en su casa para comer, les comenta la situación y unos dicen que para ellos es imposible atenderla por que están trabajando, y otros porque no tienen sitio en su casa para alojarla. A Antonia le invade una gran tristeza, no está acostumbrada a molestar a nadie pero ahora necesita irremediablemente de alguien que la atienda esos días y al parecer no hay nadie que esté disponible. Rosa, una de sus hijas está casada con Alejandro y son padres de tres niños pequeños, Alejandro trabaja en jornada de mañana y Rosa que es decoradora, trabaja de forma autónoma lo que le permite mayor flexibilidad en 450 caso de una emergencia relacionada con los niños, colegios etc. Por la mañana, puesto que por la tarde Alejandro se encarga de los niños y la comida del día siguiente, y así se organizan las tareas de la casa y las responsabilidades familiares entre los dos. En realidad están organizados pero justitos de tiempo. Esa tarde al llegar a casa, Alejandro le dice a Rosa que deberían ver la forma de atender a su suegra ellos, puesto que nadie más se ha ofrecido, y ella siempre ha estado ahí cuando alguien la ha necesitado, y no merece que en estos momentos que necesita de ellos, no encuentre a nadie…, le parece muy triste e injusto. Rosa lo abraza y le dice la alegría que siente porque sea él precisamente el que lo haya sugerido, dado que ella no lo había hecho por ser consciente de las limitaciones que tenían tanto de tiempo como de espacio físico. Alejandro está dispuesto a atenderla desde las tres y media hasta la hora de la recogida de los niños. Rosa piensa que por la mañana ella le puede poner las gotas en los ojos, servirle el desayuno y atenderla simultáneamente que atiende a los niños; con buena voluntad y un poco de esfuerzo lo van a conseguir y su madre va a tener la atención y el cariño que se merece por parte de su familia. La niña que tiene ocho años dice que hará los deberes pronto para estar con su abuelita contándole cosas para que se distraiga y no esté triste. Además le dejará su cuarto para que esté más cómoda y ella dormirá en el sofá de la salita. Hasta el niño mayor que tiene diez años, dice a que cuidará del más pequeño para que no moleste a la abuelita…¡¡ Todos colaborarán!!. 451 Al domingo siguiente, se reúnen a comer en casa de Antonia como es habitual todos los hijos/as, Alejandro le dice a su suegra, que desean que esté en su casa durante proceso de su operación. Antonia sin poder contener la emoción abraza a su hija y a su yerno. Algún que otro hijo/a y yerno quedan sorprendidos porque Rosa y Alejandro no son precisamente los que más tiempo tienen ni los que tienen una casa más grande. Se preguntan, cómo ellos precisamente que tienen más niños, trabajan los dos y su casa no es la más espaciosa pueden hacerse cargo de la situación? Rosa se siente orgullosa de compartir su vida con una persona como Alejandro. La igualdad entre los dos, es la base de la convivencia y de la armonía que reina dentro de la casa, es el legado más importante que están dejando a sus hijo/as, el ejemplo de solidaridad, la ayuda y el respeto hacia los mayores, que unido a la igualdad entre la pareja y los hijos para llevar a cabo todo tipo de tareas, forman la base del amor, la tolerancia y los valores que la sociedad necesita para erradicar toda clase de desigualdad. 452 UNA LECCIÓN AGÓNICA SALVADOR ROBLES MIRAS El hombre de mediana edad, vencido por las circunstancias, ignoraba qué papel tenía que desempeñar ante su octogenaria madre, quien yacía sedada en la cama de un hospital para enfermos terminales. Contra todo pronóstico, cuando mayor era la impotencia del hijo, al sentir contra su corazón el roce leve de un objeto gélido, tal vez la hoja afilada de una guadaña, con el tiempo cronológico suspendido, su sensibilidad llenó de saber su abismal ignorancia. Como si se encontrase frente a una ventana con vistas al remoto ayer, el hombre visualizó el dormitorio de su primera casa, con su madre inclinada sobre la cama, velando por enésima vez los sueños de él, a la sazón un niño temeroso de cinco años con tendencia a padecer terrores nocturnos; también vio a la madre plantando cara un día más al energúmeno que pretendía ajustar a lo bruto las cuentas al escolar suspendido; y a la misma mujer, después de afrontar una extenuante jornada laboral en la tienda de ultramarinos, corriendo bajo la lluvia por las solitarias calles de la ciudad, a las tantas de la noche, en busca de la farmacia de guardia en la que pudiese adquirir las pastillas que aliviasen la aparatosa descomposición del adolescente enfermo… Tres escenas del pasado, sólo tres. Suficientes. Escenas parecidas a esas constituían la norma de conducta de una mujer extraordinaria, no la excepción. El hijo niño y adolescente y joven y adulto, el de todos los tiempos, cerró la ventana de los recuerdos y abrió los ojos al aquí y ahora, a la eternidad. No 453 había ni un segundo que perder. Su mano derecha se posó unos segundos en la frente enfebrecida de la moribunda; luego deslizó con suavidad los dedos por la piel ardorosa, como si acariciara todo el sufrimiento del mundo; por último, al percibir la presencia de una silueta inconfundible cerniéndose sobre el lecho mortuorio, aproximó raudo los labios al rostro marchito de la agonizante, y, en el siguiente minuto, eterno, entre beso y beso, le susurró todas las palabras de amor filial que el pudor estúpido le había impedido pronunciar en sus últimos cuarenta y tantos años de vida. Así murió la Madre. 454 SIEMPRE, EN TODAS PARTES SALVADOR ROBLES MIRAS En todos los momentos relevantes de su vida, ella estuvo con él. Cuando el otro, irreconocible tras perder el empleo en la fábrica, blandiendo un cinto, arremetió por sorpresa contra él, ella estuvo allí, neutralizando casi todos los golpes. Cuando el hombre, reconocible en lo irreconocible, profiriendo insultos de grueso calibre, se dispuso a desahogar una vez más su frustración, contra él o contra ella, la mujer, transfigurada súbitamente en una incontenible fuerza de la naturaleza, se plantó ante el energúmeno y sosteniéndole la mirada incendiaria, anunció: “Hasta aquí hemos llegado. Careces de coraje y dignidad. No nos mereces”. Cuando fue sometido con urgencia a una operación de apendicitis, ella, toda abnegación, estuvo a su lado, en el hospital, mañana, tarde y noche, un día y otro y otro y otro… Cuando sufrió su primer desengaño amoroso, ella se convirtió en su paño de lágrimas en los tres primeros días, y en la fuente que alimentó su autoestima en los mil siguientes. Cuando volvió a enamorarse, ella estuvo allí, compartiendo sus notas musicales. Cuando nació su primer hijo, ella estuvo allí, aplacando su inquietud, inflamando su ilusión. 455 Cuando fue ascendido a jefe de sección de la primera empresa que lo contrató, ella estuvo allí, engrandeciendo su alegría. Cuando el niño necesitó a su abuela, ella estuvo allí, entonando todas las nanas del paraíso. Cuando la empresa lo despidió, ella, enclenque, demacrada, sorprendiendo a propios y extraños, se metamorfoseó en un muro contra el que él se reclinó. Cuando se estableció profesionalmente por su cuenta, ella, desprendiéndose del bastón, compuso un número de baile. Cuando el negocio naufragó, ella surgió de entre las aguas, a bordo de una barca. Cuando nació su segundo hijo, ella transformó su silla de ruedas en un tiovivo. Cuando se divorció, ella lo besó y lo besó y lo besó antes de propinarle un empujón para devolverlo a la vida. Cuando volvió a ser contratado por la empresa que lo despidió, ella, por tercera y última vez en su vida, bebió una copa de cava. Cuando se casó en segundas nupcias, ayer, ella estuvo allí, en lo más profundo de sus entrañas, con él, para siempre. Ella, su madre, la que hoy, demasiado tarde, él, con los ojos iluminados por el fulgor retrospectivo de la admiración, reconoce como la Mujer. 456 IGUALDAD SUMERGIDA Mª DOLORES ROCES ALONSO Entrevisto a una pareja de lesbianas que viven en una casa debajo del agua, cerca de la bahía del puerto nuevo. La casa no es más que un cubo, bastante pequeño y con una especie de colchón en el suelo. Allí viven con su hijo, de unos ocho años. Dicen que no tienen necesidad de salir, aunque el niño si lo hace algunas temporadas para ir a la escuela. Me cuesta mucho creer lo de su felicidad y les hago algunas preguntas para ver si descubro su mentira; apenas comen una vez al día cosas que acumulan de sus escasas salidas al exterior, el tema de la intimidad lo solventan poniendo unos cojines en vertical a modo de nuevo y propio habitáculo, no tienen casi gastos, no necesitan trabajar y les quedan algunos ahorros. El alquiler de la casa es muy bajo, unos veinte o veinticinco euros al mes, y además el cubo se puede mover, aunque no me queda claro cómo, es un hecho que cuando quieren salen a la superficie y se acercan a la playa si necesitan bajarse para pisar tierra firme. Me comentan, además, que ya se está construyendo, por lo menos, otra casa submarina para otra familia, pero que seguramente el alquiler será mucho más alto. Tampoco descartan que tenga más comodidades. Me pregunto si vivirán en ella hombres. A la mañana siguiente hay una gran expectación, todo el mundo se dirige a una playa, parecida a la de La Ribera, y es para verlas a ellas, que van a salir allí a la superficie. 457 No sé cómo me entero de que todo es una farsa; no es cierto que vivan en la casa sumergida, al menos no sin salir. Me encuentro con ellas en una sala de espera, en la que hay más gente sentada en varios sillones, y allí, alguien me explica que una de ellas está loca y algo de la otra, que no recuerdo. Ellas están presentes, pero no dicen nada. Y nunca dijeron nada. En realidad, sospecho que respiraban mejor bajo el agua, pero ahora su hijo vive con hombres, que también se lo merecen. 458 EL FUTURO EN TUS OJOS ELENA RODRÍGUEZ LÁZARO Había soñado el futuro en tus ojos, desde el primer día que los abriste al mundo. Tenías un pelo castaño, largo, lleno de brillo, que el sol del mediterráneo secaba en el balcón de casa después del baño. Siempre habías sido una niña testaruda, firme en lo que querías, cabezota en casi todos los juegos. Querías ser marinera, peluquera, astronauta, médica, granjera. Cada día eras un personaje inventado, una historia que contar. Te gustaban los riesgos, las aventuras, los retos. Sobre todo…, querías ser feliz. Por los cuatro costados derrochabas risas y alegrías, transparencia y juventud, inocencia y bondad, ilusión. Tu vida trascurrió en el pueblo cerca del mar, donde tu padre cada mañana salía a pescar para mantener la casa, heredada de tus abuelos y cerca de la playa, enmarcada en atardeceres rojos y despertares de bruma. Yo me ocupaba de ti y de tu hermano y de las cosas de casa, ganando algún dinerillo extra tejiendo mallas y redes en el puerto. En nuestra humildad siempre tuvimos de todo, pues teníamos lo mejor.Nos gustaba estar juntos, pasar el tiempo, que pasara la vida por nosotros, éramos felices. Todavía nos recuerdo a la orilla del azul, como tú lo llamabas, cogiendo piedras negras que seleccionábamos luego sobre un mantel de cuadros rojos y con las que llenar botes de mermelada que luego decoraban tu cuarto. Tenían que ser muy brillantes y del mismo tamaño, a veces tardábamos en 459 encontrarlas. Tu padre y yo nos sentábamos en la arena solo para poder miraros y disfrutar de tu hermano y de ti, para alimentar nuestra vida, nuestros futuros recuerdos. Piedras y piedras que todavía guardamos en cajas en el desván, que hablan de momentos felices, únicos. Hoy estoy aquí, en la sala fría de un hospital, esperando poder abrazarte y el tiempo se detiene más en cada minuto. Esto es interminable, siento que no puedo más. Estoy sola, sabes que tu padre falleció en uninstante, en un solo instante su corazón dijo que ya era la hora. No hubo tiempo para despedidas, ni promesas, solo oscuridad y dolor. Tu hermano, está allí, en el mar, con su herencia obligada, quince días sin venir a casa. Y tú, mi pequeña…en un hospital. El teléfono sonó un par de veces y tras unos instantes volvió a hacerlo de nuevo. Cuando recibí la noticia de lo que te pasaba y donde estabas, apenas pude sostener mi ya envejecido cuerpo. He llegado hasta aquí con tantas cosas en la maleta de la vida que decirte, que contarte…Tanto silencio por vergüenza, tantas frases incompletas, tanto amor sin palabras… No fue fácil tu salida del pueblo, ni tampoco los rumores posteriores que se acentuaron con la muerte de padre, pero tú seguiste adelante. Y yo te apoyé en ello. No fuiste bombera, ni peluquera, ni granjera, ni médica ni astronauta. Fuiste mujer antes que nada, mujer en mayúsculas y esa condición solo se gana como tú, sintiéndolo en lo más profundo de tu alma. Así te marchaste a la capital, como mujer, mujer joven con sueños alrededor y con fuerza en las decisiones, mujer joven llena de deseos e incertidumbres. Como mujer trabajadora que creía en lo que hacía. 460 Tus amigas te arroparon, muchas de ellas queriendo ser tú, aunque lo vistieran de locura, de abismo. Su fututo dependía de casarse con un buen chico trabajador y de bordarse el mejor ajuar de los alrededores. Cuando subiste a ese tren supe que llegarías donde tú te propusieras, porque no hay metas para la ilusión y la conciencia, solo ganas de llegar alto, lo más alto. Primero llegaron los premios locales, con poca repercusión, pero importantes para ti y después llegó tu oportunidad para poder trabajar en lo que más te gustaba. Te había costado mucho esfuerzo poder costearte tus estudios de periodismo. Por la mañana ibas a las clases, donde una mujer y de pueblo era motivo de burla por casi todos los chicos estirados y pudientes que tenías como compañeros. La mayoría de las mujeres en esa época no estudiaban y si lo hacían estaban destinadas a ser maestras o enfermeras. Los silenciaste con tus notas, tu constancia, tu talento. Por las tardes, cuidabas de cuatro pequeños demonios con ganas de correr y saltar sin cesar, que hacían que llegaras a la pensión rota por el cansancio. Lo conseguiste, sin ayuda, con muchas dificultades, como cuando ese profesor no valoró tu artículo sobre Igualdad de Oportunidades para Mujeres y Hombres y ese otro que hablaba de nombrar a las mujeres, de dar voz a historias jamás contadas. Recuerdo ansiosa la llegada del cartero con el paquete de tus trabajos que leía en la puerta de casa, al caer la tarde y que tanto de ti tenían y me hacían sentir. Lo lograste, pudiste poner voz a la Igualdad y sus metas y palabras a sus fines. El reconocimiento nacional tardó un poco más, pero tú seguiste ahí, incansable, emocionada en cada paso que dabas. Viviste como mujer, como 461 periodista, te enfrentaste a las dificultades de la sociedad tú sola y lo lograste. Hoy tienes a todo un país pendiente de ti, de tu enfermedad, mandándote ánimos, los mejores deseos. No solo has trabajado y lo has hecho muy bien mereciéndote cada premio que te han dado, sino que gracias a ti muchas mujeres hemos empezado a serlo de verdad, y muchos hombres nos han acompañado en este camino. Hemos oído y sentido en tus palabras lo que nosotras hubiéramos querido decir y no sabíamos o no nos atrevíamos. Muchas mujeres jóvenes, como tú lo fuiste esa tarde de agosto cuando te subiste a ese tren, hoy, están abriendo sus maletas y tirando a la calle, desde los balcones del mundo, sus gracias a personas que como tú las habéis guiado en el camino hacia la consecución de una Igualdad Real y Efectiva. Había soñado el futuro en tus ojos, desde el primer día que los abriste al mundo. 462 LA MUERTE DEL CISNE MARÍA IOLANDA RONDÓN DE CÁRDENAS Todo comienza en un jardín. Una fuente con un pozo poco profundo y nenúfares. El sol que se refleja flotando sobre el agua. La puerta se abre, la puerta de vidrio, de cristales esmerilados. Hay un camino blanco, de tablas de madera que llegan hasta la fuente. Allí vi mi primer cisne. No podía creer la belleza del cisne. Nadaba con elegancia sobre el estanque. Su largo cuello blanco, como una interrogación, y su cabeza indiferente; sus ojos oscuros. Parecía una nube que de pronto cobró vida sobre el agua. En la casa hay un balcón abierto. Tiesos de pequeñas flores amarillas inundan el balcón. Se puede ver el cielo confundido entre montañas en el horizonte de una mañana luminosa desde el balcón. Una figura sentada mira a la niña que camina a orillas del estanque. Una figura de cabello plateado, recogido a la nuca. De ojos claros como el cielo, manos largas y ágiles. A su lado el nieto despreocupado recuesta sus brazos del balcón − ¿Quien es la chica? − No lo sé... La niña eleva sus ojos y sonríe a la abuela y al nieto. Su sonrisa es como una puerta abierta a la felicidad ¡De esas que llegan directo al alma! 463 La abuela recuerda sus pasados días de juventud, cuando algo más que la tensión alta hacía volcar su corazón. Devuelve la sonrisa − ¡Hola! − ¡Hola! − ¿Quién eres? − La hija del profesor − ¿Has venido con tus padres? − Si − ¿Te gusta el estanque? − Me encanta... pero me gusta mucho más el cisne... − Igual que a mí. Este señor que está conmigo es mi nieto Gonzalo − ¡Hola señor nieto! − Serás tonta, no soy ningún señor, cumpliré catorce años en un mes ¿Que edad tienes? − Tengo doce años − Pareces menor... − Lo sé, mi padre se aprovecha de eso y me cuela gratis en los juegos de fútbol, los niños de diez años no pagan la entrada. − Lo siento, no quise llamarte tonta... − Puede que hasta lo sea, la mayoría de mis maestras dicen que soy muy distraída − ¡Que disparate! - interrumpe la mujer - Sube aquí y escucharás el lago de los cisnes yo solía bailarlo cuando tenía tu edad Decidí subir. El nieto no me gustó pero la abuela me pareció encantadora. 464 Adentro la casa está húmeda y fresca. Viejos muebles al estilo inglés decoran la sala. Hay un largo pasillo que termina en una escalera. A diferencia de la sala, la escalera refleja la claridad de sus altas ventanas. El suelo es de mármol blanco y las paredes son blancas también. Una llamativa colección de cuadros adorna las paredes. Me entretengo mirando las pinturas, hay una que me gusta de modo especial, muestra una bailarina que se anuda su zapatilla... La música llega desde el segundo piso. La reconozco, la muerte del cisne. En la habitación el sol entra a raudales por el balcón abierto. La estancia parece un palacio persa. Las alfombras cubren el frío suelo de baldosas. La cama está tendida con una manta bordada. Los motivos de la manta muestran una cacería de elefantes con personajes y adornos hindúes por todas partes. No termino de decidirme ¿Un palacio persa o hindú? La abuela mira a la niña con cariño sincero y la invita a pasar. La mujer lleva un collar de perlas que adorna el largo cuello. Las pecas pintan la piel en su faz y manos. Viste una bata de verano, suelta y floreada. La niña se acerca. Gonzalo se ha quedado afuera en el balcón. Desde allí mira con curiosidad la escena. Su abuela siempre ha sido así, adopta lo que le gusta y lo toma como propio. Parece que le pasa lo mismo con la chica. − ¿Conoces esta parte de la obra? − Si... − Cierro los ojos y puedo imaginar los brazos del cisne, se mueven como si volara, se posa sobre el agua, las piernas se mueven también − ¿Bailabas esa escena en tu juventud? 465 − ¡Que si bailaba! Era como si la magia del momento pasara a través de mis huesos. Recuerdo el peso del tocado en la cabeza, la falda ajustada al talle, el roce de las medias... Y yo me sentía morir, moría de tristeza y regalaba mi más bello canto con las palabras y la voz del movimiento − ¡Debió haber sido hermoso! − ¡Y lo era! Solo estaba yo en medio de la penumbra del escenario y aquel foco de luz blanca que me alumbraba, como si se acercara y se acercara... − ¿Y qué pasaba luego? − El hechicero recogía mi cuerpo inerte y con amoroso regocijo me llevaba con él... − ¿Estaba feliz con tu muerte? − La comprendía, no era una pérdida, era un cambio, una manifestación de mi más bello Yo, mi última súplica al mundo, mi último aliento... − ¡Casi puedo sentirlo! − ¡Y lo sentirás! ¡Lo sentirás! Gonzalo ven aquí Él se acerca. Pone las manos sobre los hombros de su abuela y me mira. Sus ojos me queman desde la distancia. Tiene ojos oscuros y cabello ensortijado, revuelto. Su boca está húmeda y sus mejillas arreboladas. La mujer acaricia las manos del nieto, aprieta levemente sus dedos y sonríe. La abuela pregunta − ¿Cómo te llamas? − Sasha − Gonzalo, cuéntale tu historia a Sasha 466 El cuerpo del joven pasa por delante de su abuela, rodea la cama y se aproxima a la niña. − ¿Tienes miedo a la muerte? − No lo sé, nunca lo he pensado − ¿Que te viene a la mente si lo piensas? − Negrura − La mente de los niños no asume la muerte. Tienes que dejar de ser una niña. − ¿Cómo puedo hacer eso? Gonzalo se acerca más a Shasa, toma sus manos entre las suyas y la mira profundamente. Sasha tiene la mirada límpida y del color de los castaños, el cabello rubio y los dedos temblorosos − ¿Tienes miedo? − No Gonzalo aproxima su cara a la cara de la niña, toca con sus labios húmedos la boca de ella y funde su calor en un abrazo que la rodea y la aprisiona. La niña da un respingo y se suelta de los brazos de Gonzalo. Con el corazón alocado corre de vuelta a las escaleras, no ve los cuadros que la observan desde las paredes, no nota la luz entrando por las ventanas, no se detiene hasta llegar a la sala. En la sala de la casa los mismos muebles estilo inglés parece que la saludan. El ambiente está sombreado y fresco. Una presencia advierte a la niña que no está sola. Un hombre de traje gris y corbata negra la sorprende desde su sillón − ¿Quién eres? 467 − La hija del profesor − Los niños no deberían asistir a funerales − ¿Quien murió? − Mi madre − Lo siento − Era muy anciana, su foto está allí, sobre la mesa Sasha camina hasta la mesa donde se ve un retrato adornado con un listón negro. La fotografía muestra a la mujer del balcón y tras ella el nieto que posa sus manos sobre los hombros de ella. − ¿Quién le acompaña en la foto? − Mi hijo Gonzalo − y ¿Donde está? Sasha traga saliva, conoce la respuesta antes de escucharla − Murió hace tres años. Amaba mucho a su abuela, ella nunca se repuso de su pérdida, yo tampoco... El hombre se levanta del sillón. Gruesas lágrimas resbalan por sus mejillas sin afeitar. En la mano lleva un vaso con licor a medio servir. Los hielos hacen ruido al chocar con las paredes del vaso. Pone su mano en la cabeza de la niña y la mueve con suavidad. Sasha siente su dolor − La muerte no es una pérdida, es solo un cambio Es lo único que atino a decir antes de emprender el retorno por el largo pasillo. De nuevo la escalera y la música en el segundo piso. La puerta abierta. La habitación persa. El balcón. Bajo el umbral de la puerta que sale al balcón veo a Gonzalo. Está totalmente vestido de negro. Lleva en sus brazos desmayado 468 al cisne blanco del jardín, su cuello ha perdido la forma de signo de interrogación y luce anudado un collar de perlas. Gonzalo tiene un antifaz negro y los ojos maquillados. Me mira con deseo y asiente. Yo camino hacia él. Estoy tan cerca que noto el corazón ralentizado del cisne. Su último aliento. Me elevo sobre la punta de los dedos de mis pies y acerco mi boca a la boca de Gonzalo, toco su cuello frío, su cabello revuelto. Una descarga de electricidad paraliza mis sentidos y estalla en mi pecho. Me siento húmeda, ardiente, enloquecida. Mi alma se ha subido hasta mis labios, mis piernas se derriten, me fallan... Todo termina en un estadio de fútbol. Una entrada llena de gente y una taquilla abierta al público. El sol quema las cabezas de los fanáticos. La cola avanza. El profesor lleva de la mano a su hija Sasha − ¿Qué edad tiene? − Mi hija tiene diez años Desde la taquilla el dependiente me mira. Nota mis ojos brillantes, mi boca húmeda y las mejillas arreboladas. Le sonrío − Su hija ya no parece una niña, tendrá que pagar la entrada completa... 469 CARTA A MI MADRE MARÍA DOLORES RODRIGUEZ CANILLAR Querida mamá, El motivo de esta carta no es recriminarte la educación que con todo tu cariño siempre me has brindado. Pero mamá, las cosas han cambiado, ya nada es como antes. Cuando vivía en casa siempre me hiciste la cama, la comida…, tanto que nunca tuve que preocuparme por nada de ello. Pero, mamá, no debiste hacerlo nunca. Hace un par de meses mi mujer quiso dejarme. Estaba cansada. Se encontraba enferma por estrés, o eso le dijo el médico. Pero ella me dijo que no podía más. Al principio, no la hice caso, pensé que como siempre, se quejaba por nada. Pero, poco a poco, la vi que se hacía más triste y distante. Cuando íbamos a tu casa, mamá, siempre la recriminabas porque me hacía levantarme para coger un vaso de agua. Era ella, según tú, quien tenía que hacerlo. Ni que decir tiene cuando mi hijo, un día, intentó ayudarla a poner la mesa. ¿Para qué estamos las mujeres? Le increpaste fuertemente, obligando a mi hija, que en ese momento estaba jugando, a hacerlo, solamente por el hecho de ser una niña. Mamá, hace unos meses, Luisa me quiso dejar. Me dijo claramente que no iba a soportar por más tiempo que yo me pasara todo el día sin hacer nada de la 470 casa, mientras ella tenía que trabajar fuera y dentro de casa, además de ocuparse de los niños. Me dijo que no iba a aguantar un día más no tener un minuto de tiempo libre. Y ¿sabes mamá? Ahora veo que tiene razón. Durante todos los años que he estado con ella me he portado como un "hombre", tal como tú me decías, y me recordabas muchas veces cuando íbamos a visitarte al pueblo. Tú, mi madre, nos enseñaste desde muy pequeños cuales eran las funciones que debíamos tener mi hermana y yo, siempre muy diferentes. Ella jugaba con sus muñecas, y yo con mis camiones. Recuerdo cómo te enfadabas cuando ella quería jugar con mis juguetes y yo con los de ella. Yo he estado haciendo lo mismo con mis hijos, pero ahora, que todo ha llegado a este límite, me doy cuenta de que no es así. ¿Por qué no va a poder jugar Lucía con el camión de Luis y viceversa? Desde que les permito compartir sus juegos los veo más unidos, ya no discuten tanto como antes.Y es curioso, pero han metido todos sus juguetes juntos en la misma caja, y apenas se pelean por ello. Hace unos meses Luisa me dejo muy claro que si las cosas no cambiaban me dejaba. Yo le respondí, que me portaba así porque había sido educado de esta forma, porque era un hombre. Ella me respondió que una familia es un grupo de personas unidas que se ayudan, que comparten lo que tienen, que tienen su intimidad, que comparten sus alegrías, sus tristezas. Me dijo que nosotros no éramos una familia, porque todo el peso lo llevaba ella y ahora quería imponérselo a nuestra hija, mientras 471 a mi hijo le inculcaba la educación que tú, mamá, me habías dado a mí. Que yo tenía toda la libertad de salir, cuando ella nunca podía porque tenía que quedarse con los niños, y que ella también necesitaba tener vida social, al igual que la tengo yo. Mamá, la semana pasada hablé con mi hermana. Hacía años que no hablaba con ella. Me contó lo duro que había sido su vida solamente por el hecho de haber nacido mujer. Mientras a mí, mamá, me pagasteis los estudios, ella se tuvo que ir de casa sin dinero ni nada, para poder trabajar y pagárselos. Nunca se lo perdonaste, para ti fue humillante que una mujer se fuera del pueblo para estudiar. Según tú, debía quedarse para que os cuidara a papá y a ti cuando fuerais mayores. Pero yo pude estudiar sin ningún problema. Mi hermana me pidió que nunca le hiciera eso a mi hija, que le diera las mismas oportunidades que a mi hijo. Mamá, he pensado mucho sobre ello, y tiene razón. Mis hijos aún son pequeños, pero ambos deben tener las mismas oportunidades, o por lo menos, Luisa y yo, sus padres, se las debemos dar. Y por supuesto, también tienen que tener las mismas obligaciones. Me dices por teléfono que por qué ya no vamos a verte tanto como antes. Iremos pronto, Mamá, pero quiero pedirte que no vuelvas a hacer ningún comentario sobre la diferencia de la educación de los hombres y mujeres, ahora de mi hijo y de mi hija. Ni que le vuelvas a decir a Luisa que se ocupe de todo porque es su obligación, por ser mujer. Porque también es mi obligación, como la es de 472 miniño y de mi niña. Ellos todavía son pequeños, pero tienen que colaborar igual que yo, igual que Luisa. Y nos metemos a todos en el mismo saco, porque todos vivimos en la misma casa y formamos parte de la misma familia. Porque todos manchamos, comemos, queremos que la ropa este limpia. Y este trabajo, mamá, lo tenemos que hacer entre todos. Desde hace unas dos semanas, compartimos el trabajo de la casa. Nos lo hemos repartido entre todos, y la verdad, tenemos mucho más tiempo libre para estar juntos. Ahora podemos salir a pasear, o hacer cosas que antes no hacíamos juntos porque Luisa apenas tenía tiempo. Mamá, nunca podre recriminarte la educación que me has dado. Tú fuiste educada de esta forma y fue la única que te enseñaron de como debía ser. Pero tú, eres una mujer y debiste luchar por ti y por mi hermana, por ser mujeres. Nunca debiste permitir que existiera discriminación por el hecho de ser mujer, pero entiendo que fue la única educación que tuviste y me supiste dar. Ahora mamá, solamente te pido que me respetes y me ayudes con esta gran decisión que acabo de tomar. Te quiere, Tu hijo 473 LAS ALAS DE NUR ANA MARÍA RODRÍGUEZ LÓPEZ En la quinta luna del país de Maur, existía un reino llamado Nur, un reino hermoso, donde los arcoíris se extendían por doquier, de preciosos lagos plateados y praderas doradas, los arboles parecían moldeados en alpaca y sus hojas eran brillantes como diamantes. Sus habitantes, los Nurmens, viven desde el inicio de los tiempos en este lugar, de hecho, ellos son los encargados de fabricar los rayos de luz, son pequeños seres alados, con coloridos cuerpos y la capacidad de reflectar el brillo incandescente de la luna, pero solo los hombres más diestros pueden crearla. Los hombres Nurmens, son altos, con enormes alas a su espalda, de colores metálicos hilados en seda, sus ojos, son profundos como lagos, del color de los rubíes. Desde el tiempo de los antiguos, los ancianos y sus escritos, aseguraban que solo los hombres podían honrar a Gondur, el dios de la luz, el creador. Las mujeres Nurmens, son muy similares a los barones de su país, sus ojos son azules y brillantes como perlas, poseen alas, pero durante toda su vida, permanecen plegadas entre sus hombros, unidas por un broche en forma de mariposa dorada, cerrada por una llave maestra, custodiada por el anciano más antiguo del reino. Sus alas caen a modo de capa sobre sus hombros hasta sus pies, revistiéndolas con colores pálidos propios de las sombras. Los barones, viven en las alturas de los árboles y las mujeres a ras del suelo, ya que la tarea de los hombres es volar durante todo el día para crear la luz y 474 las mujeres recolectar el fruto de las flores para sustentar de alimento a todo el reino, los hombres que no llegan nunca a formar parte de la luz, viven en un lugar intermedio, algo más cerca del suelo, encargados de almacenar los frutos y el néctar. “Esta forma de vida, lleva siendo desde el principio de los tiempos”repetía una y otra vez el anciano Guder”. Ninsa ya estaba harta de esa dichosa frase, desde que era pequeña, solo escuchaba eso en la escuela de iniciación en la convivencia. Solo quedabadías para que le graduaran y fuese una chica más para recolectar, y sin embargo, los chicos, participaran en las seis pruebas de la luz, eso significaba, que dejaría de ver a sus amigos, que paulatinamente ya iban alejándose, debido a los aires de arrogancia y superioridad que desarrollaban al acercarse el momento de la gran prueba. No quería pasar toda su vida en el suelo, no, ella quería desabrochar sus alas y volar con sus compañeros, crear luz, disfrutar de los colores mientras el viento rozaba sus mejillas cruzando el firmamento. Tenía que cambiarel mundo, eso le repetía una y otra vez a su hermano Trend. El, la quería muchísimo, tanto, que esperaba que no llegase el día que los separaran y tuviese que marcharse a las alturas, sin embargo, su mundo era así y a pesar de todo debería de aceptarlo. Ninsaapareció una noche en el dormitorio de Trend, como solían hacer desde pequeños, con una idea que pondría su mundo patas arriba sin saberlo y cambiaría el rumbo de la vida de todos los habitantes del reino. - Mañana participare en la prueba Trend, quiero volar. 475 - Ninsa, sabes que no es posible, ya sabes que las mujeres, no podéis volar, por eso vuestras alas son recogidas con ese broche, para evitar que se arrastren y se destrocen, ya lo sabes. - Pero eso no puede ser posible, entonces, ¿para que las tenemos? - No lo sé, nacemos así.Acuéstate aquí conmigo, mañana será un día duro. Abrazados, Trend se sumó a un profundo sueño, mientras Ninsa, pensaba como podía llegar a hacer realidad su sueño. Al amanecer abrió los ojos y como siempre, los hombres surcaban el cielo dibujando sendas amarillas,magentas… - Este es el día. Todos los chicos se movían nerviosos por la ciudad, los ancianos, estaban reunidos en el salón de luz en el centro de la plaza, solo faltaban dos horas para empezar.Ninsa, trepo hasta la casa del anciano Guder, una vez allí, encontró en la sagrada vitrina una minúscula llave, y allí mismo, desabrochó sus alas. Al principio, no pasó nada, pero… cerro sus ojos, “alas abriros, alas moveos” y poco a poco, se fueron abriendo y levantándose del suelo, hasta que se desplegaron majestuosamente irradiando un brillo mágicamente bello. Preparados al borde del sagrado desfiladero, Ninsa se entremezclo entre los participantes, ajenos a su presencia por los nervios de la inminente salida. - Tres, dos, uno- el maestro de ceremonias anuncio la salida. Ninsa corrió hacia el desfiladero rezando porque sus alas no la traicionaran, saltó, estaba en el aire, volaba libre y escuchó pequeños gritos ahogados y vio las caras de los ciudadanos atónitos bajo sus pies. 476 - ¡Que paren la prueba!- dijo el anciano Guder. Todos descendieron reuniéndose en la plaza. - Ninsa, has desafiado las leyes de nuestro reino y has mancillado la sagrada prueba, serás desterrada del reino inmediatamente. - ¡No! Estábamos equivocados, las leyes se equivocan, podemos volar, todos tenemos la oportunidad de vivir en los cielos, y no pienso ni irme, ni dejar pasar mi sueño, somos iguales. De nuevo, esos gritos apagados. - Ella tiene razón-Trendsalió de entre la multitud - ¿Por qué ellas no pueden ser como nosotros? Desde luego, las leyes se equivocan, mirad sus alas, su haz de luz, ¿de verdad que hacen falta más pruebas? Tras un eterno silencio, las mujeres comenzaron a aplaudir y a vitorear, “igualdad, igualdad” y más tarde se unieron casi todos los participantes y los ancianos… Quince días más tarde… Ninsa estaba muy nerviosa, había sido nombrada por el consejo para formar parte de él. Desde el día de la prueba todo había cambiado mucho, aun se estaban restaurando las nuevas leyes y tanto los hombres como las mujeres podían elegir si querían volar o recolectar, por fin, se sentía feliz en casa. 477 LA BELLEZA QUE SIENTO POR TI. ROCIO DEL PILAR ROS REBOLLO No sé si esto que te voy a decir te ayudará o te hará sentir peor, pero te lo voy a contar porque es la verdad, y creo que la verdad siempre nos enseña algo. Nunca te he contado, pero es sobre ti y la noche que nos conocimos. Ese día, por la tarde, estuve con un amigo. Comenzamos a hablar sobre el aspecto físico y nos dimos cuenta cómo de diferente puede ser la belleza a ojos de cada persona, como de distinto es lo que vemos cuando miramos hacia el mundo exterior desde nuestra subjetividad. Claro que todos tenemos un punto de acuerdo, sino, sería imposible entendernos. ¿Cómo podríamos estar de acuerdo en la definición de belleza si no tuviéramos nada en común? Esa es la primera de las conclusiones a las que llegamos. En general, decimos que algo es bello cuando es algo que, por su forma, nos atrae. Pero la cuestión es que el objeto al que le asignamos ese adjetivo es muy diferente para cada cual. También concluimos es absurdo sentirse culpable por elegir la opción que nos parece más bonita. Es decir, si belleza es algo que nos parece más armonioso y nos atrae, es lógico que, por ejemplo, si por algún motivo tienes que elegir entre dos chicas que no conoces de nada, elijas a la más guapa. Es como si tuvieras que escoger entre dos naranjas para comerte una. La primera tiene un color brillante y está impoluta; mientras que la segunda está ennegrecida. Cualquier persona escogería la primera porque tiene un aspecto más saludable y es lo lógico. 478 Pero la más interesante de nuestras reflexiones, y la que quiero que tengas en cuenta, fue la tercera. Descubrimos que hay una clase de cosas en las que todo el mundo está de acuerdo que son bellas o que son feas. Son los sentimientos. Cualquier persona te dirá que enamorarse es hermoso, que la amistad es bonita, que la confianza es bella, que el compartir y sentirse comprendido es precioso; así como los sentimientos contrarios son feos. La belleza superficial puede ser diferente para cada uno de nosotros, e incluso variar para una misma persona a lo largo de su vida. Además es algo perecedero, algo que puede cambiar drásticamente de un momento a otro. ¿Qué pasaría si a la primera naranja de antes empezara a pudrirse? Dejaría de ser bella. Igualmente, así ocurre con nosotros. Todas las personas envejecemos y perdemos la frescura de la juventud. O incluso siendo jóvenes, una enfermedad o un accidente puede estropear la armonía que nos hacía más bellos que otros. Sin embargo, los sentimientos, son un tipo de belleza perenne, que no muere. La amistad siempre es bella, el amor siempre es maravilloso. Y puede durar tanto como uno desee. Aquella noche en la que nos conocimos estaba con mis amigas en la discoteca pasándomelo bien y ya había olvidado la conversación de esa tarde. Entonces ellas quisieron ir al baño, pero yo me quedé en la barra. Como había una cola larguísima, tardaron en volver, así que decidí conocer a alguien nuevo, para divertirme. Ya sabes lo que me gusta conocer otras vidas e historias. Miré alrededor de la discoteca, y al otro lado de la zona de baile vi a un chico guapísimo. Y como no tengo mucha vergüenza, pensé en acercarme a él y, a lo mejor, no irme sola a casa esa noche. Di el primer paso hacia allá y me 479 detuve. De repente empecé a recordar la conversación y pensé, ¿qué es lo que estoy buscando? En los dos últimos años me he encontrado con bastantes chicos guapos como ese. Suelo acercarme, hablar con ellos de cuatro tonterías y, algunas veces, disfruto de su compañía por unas horas. Son guapos y me lo paso bien, sí, pero a la mañana siguiente no tenemos nada que decirnos. Sin embargo, ¿hace cuánto tiempo que no conozco a alguien que me haga sentir algo más? Alguien que tuviese esa belleza perenne de la que hablaba antes con mi amigo, con el que compartir nuevas experiencias y en quien pudiera confiar. Me volví a apoyar en la barra y me pregunté por qué había pasado tanto tiempo sin que pudiera encontrar a alguien así. Y pensé que, quizás, sería más inteligente entablar conversación con una persona con la que tuviera algo en lo que conectáramos. Así que volví a echar un vistazo por la sala. Me fijé en un grupo de amigos y amigas bailando despreocupados en medio de la pista. Allí estabas tú, sin ningún pudor, marcándote unos pasos de baile a lo Saturday Night Fever, y me hiciste reír. Esperé y cuando fuisteis a pedir otra copa a la barra, me acerqué a ti. Ahora que te he contado esto, comprenderás mejor por qué pienso que eres bello, guapo, atractivo o como quieras llamarlo. Y no solo eso, a tu lado yo también me siento guapa. Sé que tengo un aspecto atractivo y que recibo bastantes piropos. Pero esos piropos no hacen que deje de sentirme insegura. Porque yo sé que mi físico es algo que tarde o temprano cambiará; y antes pensaba que esa era la única razón por la que puedo resultar interesante y que, por lo tanto, era cuestión de tiempo que dejara de serlo. 480 Pero tú cambiaste eso. Porque tú no te fijas solo en mi aspecto. Tú me haces sentirme realmente guapa cuando me dices que soy increíble, o que no puedes dejar de reírte conmigo o que siempre te descubro algo nuevo. Siento no haberte hecho sentir igual y que ahora pienses que no eres lo suficientemente guapo para mí. Me fijé en las cosas que tú me decías, pero no en las que yo no te decía a ti. A partir de ahora te repetiré lo encantador que eres a través de mis ojos. Y voy a empezar ahora mismo. Te quiero. 481 LECCIÓN DE VIDA CECILIA DAYANA ROSALES PRIETO Aquella tarde me encontraba en el salón de clases redactando los resúmenes de días anteriores cuando la sentí llegar. Aún sin levantar la vista escuché su habitual - Buenas tardes y el comienzo de su trajín en el estuche para extraer el instrumento y los libros necesarios para la sesión. Terminé en mi cuaderno, lo coloqué a un lado y fue entonces que dirigí mi vista hacia ella. Mi rostro debió denotar el asombro que padecí al observarla, pero como ella aún no me miraba por encontrarse absorta en sus quehaceres de preparación, no pudo darse cuenta de mi reacción ante lo extraño de su apariencia este día. Solo tenía trece años, y hasta entonces había mostrado siempre signos de ser una niña correcta y educada en todos los aspectos, su presencia impecable denotaba una acertada crianza y un ambiente familiar estable, cosas estas que más tarde pude constatar, no eran ciertas. Vestía un ancho jeans tipo masculino, tenis y un sweater con capucha, sobre esta llevaba una ridícula y nada femenina gorra que se quitó cuando ya estuvo lista para comenzar la clase. Yo la contemplaba extrañada, no comprendía el por qué de su vestuario ni de aquella actitud, pero seguí adelante con la rutina semanal de nuestros encuentros en la Escuela de música, aunque mi cabeza estaba fuera de esto y sí intentando explicarme que había sucedido. Afortunadamente la clase fue exitosa y luego de mis palabras de elogio, le vi esbozar una sonrisa ya conocida. Entonces fue que mi curiosidad interna no aguantó más y decidí interrogarla. 482 -Veo que has cambiado tu forma de vestir- le dije un poco temerosa pero mirándole fijamente a los ojos e intentando sonreírle para ocultar mi parecer al respecto- ¿Es alguna nueva tendencia de la adolescencia, o una nueva moda?- le pregunté escudriñando una respuesta. Ella bajó la mirada, se quitó la capucha, que hasta ahora había mantenido y se sentó en una silla frente a mí. Llevaba el largo cabello oculto en un raro moño a la altura de los hombros, sin mas gracia que lo inocente e infantil de su bonito rostro. -¿Le parece mal a usted que me presente a su clase vestida así? – me preguntó perturbada. -No- le dije firmemente- Tu puedes vestir siempre que sea correctamente como lo desees, pero hoy veo algo nuevo en tu apariencia y es por ello que me he atrevido a preguntarte- terminé diciendo. -Es que he decidido vestirme como un hombre, igual a mi padre, porque a él le hubiese gustado mucho tener un hijo macho y la torpe de mi madre solo pudo darle hijas hembras- me dijo bajando la mirada y con un tenue temblor de voz, defendiendo un argumento del que se percibía que no estaba del todo convencida. Al escuchar sus palabras, el bebé que llevaba dentro de mi vientre pateó con fuerza como manifestándose en contra de su criterio. En mi yo interno, no podía creer lo que escuchaba y lo que ahora claramente mis ojos veían. Ante mí, estaba una niña que había decidido convertirse en hombre porque su padre desdeñaba a su madre, ya que esta no le había dado hijos varones. 483 Así concluyó nuestra conversación, ella se retiró y volvió cada frecuencia ataviada igualmente. Con cada día que pasaba, mis dudas hacia este fenómeno se volvieron lacerantes al punto de atormentarme a cada momento. Pensaba en aquella familia tan completamente disfuncional donde con seguridad había un ambiente de tirantez y maltrato psicológico entre los miembros, e inocentemente la comparaba con la mía, en la que reinaba el amor y mi esposo argumentaba siempre que no importaba que sexo fuese el niño que traía en mi vientre ,sino que naciera sano y ambos estuviéramos bien. Pasada una semana, me decidí a visitar a la psicopedagoga de la escuela, algo me decía que este caso había que ponerlo en manos de especialistas porque este comportamiento en una niña no era normal. Ella por supuesto me dió la razón y me manifestó que ya había escuchado las mismas apreciaciones de profesores de otras asignaturas, así que había decidido estudiar el caso con la psicóloga y comenzar a actuar. Lamentablemente tuve que irme de licencia de maternidad y no pude estar directamente dentro de las acciones que se tomaron en el asunto. Supe que por medio del Departamento de Atención al estudiante de la escuela, que se visitó a la familia y se pudo constatar que la madre estaba recién parida de una pequeña de solo dos meses y que sufría de maltratos psicológicos por parte de su esposo, quien además de esto le había prohibido hacía muchos años trabajar fuera y la mantenía como ama de casa sin posibilidades de hacer vida social, y superarse como persona y ser humano en su profesión. Activadas por toda esta situación y con dos niños en medio, las especialistas dieron noticias del caso a la Concejalía de igualdad y familia quienes comenzaron a actuar en 484 equipo primero con la madre y la hija adolescente, hasta que mas tarde llegaron al padre, quien al principio, según me contaron dió signos de oposición y rebeldía, pero luego resultó ser receptivo y entendió que con sus actitudes estaba consiguiendo poner en peligro la integridad ética, moral y de salud de su preciosa familia. Hace solo unos días Esther, que es como se llama la niña que protagoniza esta historia, me visitó al hospital materno donde estoy ingresada luego del parto de una hermosa y saludable nené a quien he nombrado Sofía. Vino con su madre y su pequeña hermanita, en las tres se vislumbraba un clima diferente. Esther llevaba el cabello suelto y lucía un hermoso vestido floreado, su la madre vestía un lustroso uniforme de enfermera, luego de la hecatombe de sucesos había vuelto al trabajo y su vida había cambiado para siempre. ¿Papá?- me respondió la niña cuando le pregunté por el otro miembro de la familia- Ahora pelea menos y nos quiere más. 485 EL OTRO SECRETO LIZA ROSAS BUSTOS Cuando pierde su trabajo y con éste el dinero de la renta y de la comida, Pedro Moya no se deprime. Después de todo, lo mismo le ha pasado a Jonathan Welsh, el que conversa con Dios uno de sus autores favoritos el cual también fue homeless mismito como va a ser él. Tiene suerte Moya. Hace tiempo que viene leyendo los libros de autoayuda que dicen que todo todo se hace realidad si uno verdaderamente lo piensa y lo cree. También ha leído del minimalismo que aconseja "soltar cosas, dejar ir". Cuando le dicen que lo han despedido sabe que su trabajo es una cosa más qué soltar: el trabajo, la renta, sus enseres...quedar liviano, como Welsh. Con tanto consejo, tanto ejemplo. Mal no le puede ir. No le puede ir mal. Improvisa una venta de garage tras lo cual vende o regala la mayoría de sus cosas. Vende todo menos su ropa y sus libros, claro. Paga parte de sus cuentas de las tarjetas de crédito. Confía el resto de la deuda a las maniobras reguladoras de Obama. Entonces se consigue una caja de cartón de tamaño natural y se asienta en su nuevo domicilio al aire libre un verano, justo en frente de Macy's. Claro, tiene uno que otro inconveniente. Un vecino que responde al nombre de Joe se lo disputa. Le grita y amenaza con navajearlo hasta que se lo lleva una ambulancia al Belleview. "Pero qué más da. Todo esto es para fortalecerlo, son pruebas, dicen los sabios de mis libros" , piensa Moya. Mal no le va a ir. No. Tiene suerte Moya, puede vivir justo en el centro de Manhattan sin problemas. 486 Lo bueno de pernoctar en el medio de la ciudad es que así puede ayudarle a su mente a que tenga muchas imágenes (niñas bonitas en cueros, zapatillas de marca, viajes a Italia y éxito) y así puede seguir soñando. Porque, tarde o temprano, si esas imágenes siguen dando vuelta por su cabeza, sus sueños se harán realidad. Lo sabe. Como le sucedió con las lecturas zen que le guiaron para que soltara y soltó horario, sueldo. Se dejó llevar... Son las 12 pm. y allí está Moya leyendo sentado en los nuevos banquitos que ha colocado Bloomberg en la Avenida el tercer libro de Eckard Tolle que, oh sorpresa, también fue homeless como él. Su cuerpo hiede, su cabeza arde. Anochece. Moya se dirige a su domicilio. Lo arma cuidadosamente. Mira hacia afuera por una ventana y se da cuenta que no está solo. Hay tres o cuatro vecinos para conversar. Para acomodar su ansiedad se fuma los restos de cigarros que otros botan. La segunda noche, para ayudarse a soñar, Moya abre el libro The Secret en Tiene suerte, mucha suerte. El incendio de la caja dentro de la cual duerme es apagado por una repentina tormenta tras la cual llega un policía (ángel de la guarda) En esta rendija, se percata de una, dos, tres, cuatro, cinco picadas de insecto que Moya deduce son chinches. Pero el sufrimiento es prueba de carácter, dicen los libros. Así que se mira una, dos tres, cuatro mordidas y sonríe mientras lee tranquilamente el final del libro de Eckard Tolle. El tercer día sí que es una mejor prueba. Un homeless vecino con tirria le disputa el resto de hamburguesa que se acaba de conseguir en el tarro quinto de la calle 35. Lo mira con odio acumulado de tres días. Moya lo mira con compasión, le da unos mordiscones en la mano que le sacan sangre al vecino 487 para espantarlo por un rato y continúa leyendo. El cuarto día mientras busca en la basura un periódico (ya no le queda dinero para libros) , se da cuenta por las miradas de los turistas, que ha comenzado a oler. Pero tiene mucha suerte. Nueva York no lo abandona. Mira al cielo. Las nubes preñadas tipo Botero teñidas de un gris tipo petroleo dan cuenta de un tercer milagro. Se acerca un aguacero. Es mucho pedir. Se queja de lleno. Así es como se saca la ropa, saca un jabón de esos de muestras que regalan (otro milagro) en la tienda de jabones artesanales. Listo. La ducha natural es un regalo del cielo. Los turistas dan vuelta la cara, uno que otro suelta una carcajada. Se le acerca un "ángel de la guarda" que le pasa unas bolsas plásticas para que se tape sus "private parts". Increíble la abundancia, piensa Moya. La tierra es generosa con uno. Sí que lo es. 488 LA SITTER LIZA ROSAS BUSTOS Tras cumplir 40 años Anne Coleman, oriunda de Long Island y habitante de la isla de Manhattan, se hace un tratamiento para blanquear los dientes, uno de botox para hinchar los labios, se deja flequillo para borrar las arrugas de la frente y le pide al marido que la ayude a cerrar la adopción pendiente por tres años y medio en Ecuador. Así es como Anne Coleman y su marido Bill viajan a Guayaquil a buscar a un niño que “chooses them” o los escojan a ellos, según cuentan a la oficina de adopción. Eligen un nene bajito como ella, narizón como él de color tostado que se les parece y vuelven con él a NuevaYork. Tras cumplir 15 años Pamela Torres, soltera de Cuenca, decide que no soporta el olor del cuero de artesanía y deja su trabajo como dependienta en el Mercado municipal. Cuando llega a la casa de sus padres se percata que está preñada de tres meses de embarazo, finge un trabajo en Guayaquil y llega a la casa de una amiga de una amiga donde su panza se hincha hasta que está lo suficientemente grande para parir un hijo que al reventar va directamente al orfanato en adopción. Con el viático que le dan por la adopción, Pamela llama a sus padres. Les dice que no vuelve a Cuenca y le paga a un barco para que la traiga como polizonte a Estados Unidos. Desembarca en Nueva Jersey en la casa de una amiga de una amiga que oh sorpresa, trabaja de niñera en Nueva York. El nene de Anne Coleman acaba de cumplir un año y la pobre no da abasto. Es así como 489 busca una nanny extranjera que le cuide a su hijo que llora llora y llora. Se le ocurre una nanny de Ecuador. Lee el periódico. No encuentra a nadie. Pone anuncios. No encuentra a nadie. El nene llora que llora a diario, con el horario cambiado y ella desesperada descartando sus clases de yoga, sus clases de Pilates y sus reuniones. Hasta que finalmente, una amiga que tiene una nana ecuatoriana le da un dato: es una recién llegada que puede trabajar puertas adentro en su casa. Se llama Pamela Torres. 490 EL PRÓXIMO ES ÉL, MARÍA RUBIO LACOBA [Sonido de móvil. Pipipí Pipi Pipipí] Este es Adán. Que al final se viene. Como pa no: Tropea, costa calabresa, en el mero puntapié a Sicilia, casitas horadadas en la roca como nidos de quebrantahuesos, playas de arena rubia, delicadamente tamizada, y las aguas esmeralda del Tirreno para infusionarnos desnudos noche tras noche. La sarta de esques alambicados ―es que no sé italiano; es que a ver qué hago mientras estás en ese curso― se habrá disuelto cuando haya visto en Google Images las fotos del paraíso. Y te lo querías perder, Adán. Fantaaastic shine, canturreo, mientras voy a leer su mensaje. “Signora Eva Aguirre: il Suo aereo partirà da Madrid Barajas alle 8 am. Buon viaggio. Alitalia.” Sosiega. El próximo es él. Esta maleta pesa ―aufff― más de los 10 kilos permitidos. Pues a ver qué saco: ¿el liviano vestido de mariposas? No, alguna noche saldremos a cenar por las trattorias de la zona y he de lucir bonica. ¿Las zapas, y pasas de la tontuna de hacer turismo al trote cochinero? Pues no. Será una tontuna, pero es mi tontuna. ¿El pareo tahitiano? Total, eres de interior: tus veranos no se han vestido con pareos coloristas sino con calzonas vaqueras deshilachadas. Ya. Pero también lo puedo anudar al cuello, y sus tonos polinesios me recuerdan a Paul Gauguin, al museo d'Orsay, a que él me lo compró. Pareo adentro. ¿Y la bolsa de aseo, que parece la de un hippie en los Caños de 491 Meca?: piedra de alumbre, para desodorante, irritaciones y picaduras; jabón de Aleppo, para dar cera; aceite de argán, para pulir cera; condones especial verano, con dibujos de caballitos de mar y anémonas... ¿Dejo la colonia? ¿Y escamotear a tutti i tropeani mi aroma a flor de loto y sicómoro? Adentro. ¿Y qué hago con los libros? [Pipipí Pipi Pipipí] Este sí es Adán. − Sí, dígame. − Hija. − … Hola, Thelma. − Que no me llames Thelma, que soy tu madre. ¿Lo llevas todo? − Sí, madre. − ¿Has echado el pareo? ¿El vestido de mariposas? ¿El cargador? − Sí. Sí. Sí. Y condones de caballitos de mar. − Ay, nena, no te pases, que la sinceridad maternofilial está sobrevalorada. Nos mandas un mensajino cuando llegues. ¿Pero qué suena a toda castaña? − Una canción de Francisco Nixon. Va de una chica que se pilla por el novio de su hermana. Se dedica a perseguirle por la piscina, en las fiestas del pueblo. Y un día, ya un poco trompa, va y le arrea: “Mi hermana sabe que te quiero, y quiero que tú lo sepas antes, y que lo sepas por mí.” − Qué lástima de chiquilla. A ver si tú encuentras un Gianlucca o algo. − Di que sí, Thelma. A rivederci, bella. 492 Si hubiera sido él, habría reprochado mi empeño por seguir porteando libros de acá para allá, con lo que mola una tableta. “Ya no te digo un Ipad”, concedería indulgente: “Para ti, con el lector que regalan en El País te llega”, me atizaría con su peculiar manera de empatizar. Ahora ―cuando sea él― me lo volverá a decir y se lo volveré a explicar: que no quiero renunciar a mis libros, a inspirar sus portadas ―uhmmm―, a acariciar sus guardas ―shimmm―, a acotar entre dos puntos los párrafos que me sanan o que me arañan y, sobre todo, a dedicármelos. Con mi lápiz Faber Castell, escribo en la primera hoja una frase de esas cursis que tanto me gustan. Ejemplo: “25/07/2012. Comprado primorosamente por mi padre, en una librería de viejo. Dispuesto a hacer el pino puente por que su hija sea feliz.” “¡Pero es que en la playa se te mojan!” Y dale. [Pipipí Pipi Pipipí] − ¿Y para qué crees que se ha inventado el papel de forrar? − ¿Pero qué dices, tía? − Ay, Meri, que estaba hablando en voz alta, como decía uno que lo dijo. Nada. Cosas. ¿Me acercas entonces a la estación? − Pues claro, para eso te llamo. ¿Vas tú sola o hay que recoger a Adán? Pues todo indica que el paraíso será sólo para Eva. Y no me parece mal, porque si Adán viene, no podré vivir mi viaje. Me enfocaré sobre él, en lugar de abrir plano sobre otras personas; habrá que parlotear, y no leer la tarde entera en silencio; querrá aprovechar, y no echarse a un lado y mirar, así, sin más. En la cata de proseccos y Peronis, en cambio, sí estaríamos de acuerdo. En la música, también: nos entretiene pasar el rato buscando las notas guía de Bon 493 Iver, o de Vampire Weekend. Nos dio mucha pena que Sunday Drivers se dejaran, y mucha alegría que se juntaran Silvia Pérez Cruz y Javier Colina. Si estamos saltarines como masais, ponemos Mumford & Sons a todo meter; si nos ovillamos, lo hacemos con el susurro callado de José González, o de L.A. Y entre jijís y jajás, mientras preparamos la cena le canto, lechuga en mano: “Dime, dime qué va ser de ti sin mí”, de Delafé y las flores azules. [Pipipí Pipi Pipipí] Ahora sí. “Eva: q libro t llevas al final? Espero tu postal. Disfruta :)” Pues ahora no. Es mi librero fiel. Me recomendó un par de libros, y como soy géminis zurda, para según qué cosas me cuesta decidirme; así que compré los dos. Juguemos a la serendipia: los abro al azar, y al que me diga las palabras más hermosas, le toca unas vacaciones en Tropea. A ver qué tal huele ―uhmmm― el último de Kate Atkinson: “Me desperté temprano y saqué al perro y fui a visitar el mar. Las sirenas del fondo subieron para verme. (…) Y él, él me siguió de cerca. Sentí su talón de plata rozándome el tobillo. Y entonces, mis zapatos, rebosaron perlas.” Oh, cielos. Qué bien ha defendido su candidatura. Veamos cómo empieza Sobre la felicidad a ultranza, de Ugo Cornia: “Esta es la crónica bastante fiel de unos años sumamente penosos, y pese a todo bonitos, que en un momento dado me tocó vivir. Lo único que puede decirse es que las cosas suceden y debemos dejar que sucedan. Pero esas cosas que suceden tienen como principal virtud destrozarte la cabeza.” Toma castaña. Adentro los dos. 494 “Suso: a quién quieres +, a mamá o a papá? M llevo los 2. Tu postal, antes o dps, como siempre, llegará :)” Qué escandalera montan las dichosas ruedecitas de la maleta por las aceras. Ahí está ya Meri esperando. ¿Pues sabes qué, Adán? Que haces bien en no llamar: somos demasiados trofeos para ti. Y encima, el apartamento no tiene wifi. Fatal. Para tu Ipad. 495 LA MUJER DEL PUESTO VEINTITRÉS LEYDI MARCELA RUEDA GÓMEZ Como ya era costumbre cada martes, llegué a la plaza de mercado de San Agustín cuando la luz del sol apenas empezaba a clarear. Con cinco hijos que alimentar y un marido que siempre exigía “lo mejor” en la mesa no podía darme el lujo de ir a los supermercados o de comprar en la tienda de Don José –caracterizado siempre por inflar los precios y meter gato por liebre a sus clientes en cuanto se descuidaban. Pasaba horas en los puestos de mercado seleccionando las frutas y verduras más vistosas, firmes y frescas; y regateando –tal como mi madre me había enseñado desde temprana edadpara llevarme las mejores ofertas. Después de recorrer el primer piso y ya con algunas bolsas en la mano, me dirigí al puesto de Doña Berta, quien siempre me recibía con una sonrisa de oreja a oreja y con chismes frescos de gente que yo ni conocía. —Pero que elegante se ha venido sumercé hoy. ¿Dónde es la fiesta? Mire lo que le tengo reservado...tóquelos...sin pena...están en su punto, ¡pa chuparse los dedos! ¿Le parto un bocado pa que lo pruebe? Se va a querer llevar la caja completa, no le digo más. —A ver si me voy a manchar la camisa, que ese tipo de mango escurre mucha agua. Tengo cita en el colegio de la niña menor, que me ha salido un poco rebelde. A mí seguro que no ha salido. Pero sí, póngame una caja y tres kilos de manzana roja. ¿Tiene lechuga morada? 496 —Yo tengo de todo. Mire esta lechuga: sin hojas rotas, perfecta pa la dieta y más morada que el ojo de la vecina. Mire usted con disimulo hacia el puesto veintitrés. ¿Ve a la muchacha que atiende?Se llama María. Pues así viene todos los días, con la cara hecha un cristo. Dicen las malas lenguas que ese novio que tiene le da con lo que encuentra: correa, chancla, patadas. — ¡Virgen Santa! Y ¿qué hace María para que ese hombre la trate así? — ¿Y desde cuándo hay que hacer algo para que los hombres limpien el piso con nosotras? Yo por eso cuando mi José se fue pa el hoyo no busqué más amoríos. ¡Roque! Atienda aquí al señor que viene buscando cebollas. Pues le estaba contando de la muchacha. Si María es una santa. Trabaja como una mula. Pero claro, mírela usted de reojo. ¿Es guapa no? Pues el novio es un celoso y piensa que en cuanto se descuide otro le mete mano. —Póngame media libra de limones y unas uvas en una bolsa aparte para que no se me estropeen, que son para mi marido y es un poquito especial con sus cosas. ¿Y bueno, nadie hace nada para ayudarla? Es que claro, si tienen hijos, la muchacha tendrá miedo a dejarlo. Es la historia de siempre. Que, ¿a dónde voy a ir?, ¿cómo los voy a mantener yo sola? —Media libra de limones y le pongo aquí de ñapa unas buenas naranjas más dulces que la miel. Y para esa quemadura fresca que tiene en el brazo unos tomates. Los parte por la mitad y se restriega con fuerza. ¡Roque! Entréguela a esta niña la bosa que empaqué para el bar de abajo. Pues le venía diciendo. Que el tomate viene muy bien para las quemaduras. Por cierto, ¿qué le pasó en el brazo? 497 —Que soy muy torpe. Metí los congelados en el aceite caliente. los tomates. Gracias por Le preguntaba si nadie hace nada para ayudar a la chica- respondí, pero supe por la mueca de Doña Berta, que mi excusa no se la tragaba ni el perro. —No hacemos nada. Es lo de siempre. Uno denuncia, después ellos se reconcilian con unas flores y una serenata y uno es el malo de la película. Mejor mirar los toros desde la barrera. — ¡Claro! Pero es que dejarse ayudar no es fácil. Pues me doy prisa que si llego tarde a la cita en el colegio mi marido se alborota. ¡Hombres! —dije al fin y me despedí de la vendedora. Antes de marcharme me detuve en el puesto veintitrés. Compré dos kilos de papa criolla. María me atendió con una sonrisa, como si nada malo pasara en su vida. Tenía el pómulo derecho hinchado y la boca cortada. Cuando recibí el cambio noté que sus manos también estaban quemadas. El corazón se me hizo un nudo. Antes de despedirme le entregué la tarjeta del grupo “Sálvame” que mi amiga Eugenia había metido en mi cartera en nuestro último encuentro. Me regocijé al pensar que alguien le podría dar buen uso. Miré el reloj y comprobé que tenía el tiempo justo para llegar a la cita. Mi marido no era un hombre de esperar. Sin decir más, tomé las bolsas y me marché. 498 TARDE DE DEBERES JULIA SAN MIGUEL MARTOS “Conformidad de algo con otra cosa en naturaleza, forma, calidad o cantidad.” María leyó la definición de la palabra igualdad que aparecía en el diccionario. No entendía nada, pero tomó su lápiz y despacito, procurando escribir con letra clara y cuidada, fue copiando una a una las palabras. Luego, en rojo, escribió el ejemplo que seguía a la definición: “La igualdad de derechos es esencial en nuestra sociedad.” Aquella frase parecía una herida que sangraba en medio de la hoja en blanco del cuaderno. La misma herida que vio en el vientre de su madre cuando llegó del colegio y la vio tirada en el suelo de la cocina, nívea como el mármol de la encimera, como los azulejos de las paredes, y a la vez cubierta de sangre como un ramo de rosas rojas derramado sobre las baldosas. Su padre, de rodillas junto a ella, se balanceaba hacia delante y hacia atrás, como un muñeco de esos que mueven la cabeza sin ton ni son, con la mirada extraviada en ninguna parte y a la vez mirándola sin mirar. No paraba de gemir, lastimeramente, como un gato en celo difuminándose en la luz mortecina de la tarde, agazapado en una esquina junto al cuerpo ensangrentado de su esposa. María seguía de reojo todos sus movimientos. Cuando la vio quieta en la puerta, su padre le gritó desde la desesperación y el arrepentimiento: “¡Llama, llama a una ambulancia! ¡Corre, llama!”. ¡Y tú deja de llorar, papá!, quiso decirle desde la conmiseración, o tal vez lo que quiso fue chillarle desde la rabia. Ella, que no era más que una niña, mientras al teléfono intentaba dar 499 explicaciones de lo que había visto nada más llegar a su casa. Y de lo que vio el día de antes, y el anterior. Como si el tiempo fuera de chicle y los meses solo tuvieran un día muy largo que no acababa nunca. Cuando llegó la ambulancia, la noche había hecho acto de presencia, y las sábanas de la camilla refulgían en la oscuridad como una bandera. A su padre lo esposaron. “Delante de la niña no”, dijo. Pero la humillación era el mérito a su castigo. María, impasible, se quedó en una duermevela esperando a que llegaran los abuelos. Poco antes, una policía de cabellos rubios y pelo ensortijado la había abrazado con ternura. Como su madre la abrazaba cuando ella se sentía pequeña y dolorida por las cosas pequeñas y dolorosas que la vida le deparaba a su corta edad. Y todos los recuerdos dulces se agolparon en ese instante. Luego, cuando se sentó a su lado y le preguntó, le vinieron como una bocanada amarga todos los demás. La imagen de papá y mamá discutiendo no se borraría nunca. María leyó el ejemplo de nuevo: La igualdad de derechos es esencial en nuestra sociedad. ¿Esa igualdad era poder gritarse tan alto uno al otro? Papá gritaba más. ¿Esa igualdad era poder pegarse uno al otro con la misma fuerza? Papá pegaba más. Bueno, papá era el único que pegaba. ¿Esa igualdad era respetarse uno a otro escuchando, consolando y ayudándose mutuamente? Mamá era la única que ayudaba, la que consolaba, la que escuchaba. Papá nunca estaba entonces. Y cuando estaba, se cerraba en banda y solo ladraba, sacando los colmillos como si fuera un lobo, succionando las risas y vertiendo en el rostro de su madre (y en el de ella a escondidas) lágrimas de tristeza. María no entendía nada. Oyó a su abuela llamarla para cenar, mientras escribía, casi dibujaba, otra definición en su cuaderno: “Confianza en que 500 ocurra o que se logre lo que se desea”. Suspiró. Cuando fue a poner el punto final a la frase, sonó el teléfono. María, con atención, intentaba adivinar el tono de la conversación. La abuela comenzó a llorar. “Estable. Todo va bien. Se recuperará”, la oyó decirle al abuelo mientras subía la escalera, para sentir el calor de su nieta, su alegría, en la frágil destemplanza de su vejez. Antes de bajar a cenar, María tomó su pintura verde y subrayó, con mucho cuidado, como si bordara, la primera palabra en su cuaderno que la volvía a hacer sonreír: Esperanza. Tan frágil que cerró el diccionario muy despacio, con mucho cuidado, para que aquella palabra no se hiciera cachitos antes de terminar los deberes. 501 MI LAZO INVISIBLE LOLA SANABRIA GARCIA Amanecía cuando tuvimos la última pelea. Haces siempre lo que quieres. A tu aire, sin que te ate nada ni nadie, dijiste hacia el final, cuando el agotamiento y las lágrimas te dejaron la voz lastimada. Tienes razón en lo primero, actúo a mi libre albedrío; pero no en lo segundo. Te lo voy a explicar con esta carta, porque cuando nos enzarzamos en una de nuestras discusiones, mis palabras se estrellan, una y otra vez, en el muro de tu disgusto. Cuando me arreglo para salir de casa, tú estás ahí, detrás, observándome con esa mirada de radiografía que va de arriba abajo, dejando la impresión de lo que ves en tu retina. Mucho colorete, dices a veces. Otras: demasiada corta la falda, niña. Y las más, que un poco más discreta iría mejor. Y yo, en ocasiones te hago caso y paso el algodón por mi cara, y otras me vuelvo hacia ti y dejo un beso en tu mejilla y te sonrío para disipar ese temor que te atenaza. Me sigues hasta la puerta y la dejas abierta, sin hacer caso de mis recomendaciones, que te metas, que vas a coger frío, venga, cierra ya. No retrocedes ni un milímetro mientras tu vista me alcance. Luego ya no sé cómo entretienes la espera, porque nunca me lo has dicho. Si regreso pronto, me recibes con la pregunta boba de si soy yo la que entra en casa. Pero si las primeras luces me sorprenden en la calle, si me entretengo con un último beso o con una discusión apasionante, vuelvo y te encuentro en la galería, entre las macetas que rezuman humedad porque, eso sí me lo has dicho, para no caer en la desesperación, has estado regando casi a oscuras. Y ahí, la tenemos. 502 Nunca haría algo que te lastimara. Nunca. Tú has sido mi guía. Aprendí a moverme, a caminar sola, a buscarme la vida por este mundo que, no voy a quitarte la razón, está lleno de peligros, pero también, como me has dicho muchas, muchas veces, de un sinfín de promesas y oportunidades para disfrutar. Vivir es arriesgar, ¿tengo que decirlo yo? Sí, he de recordarte tus palabras. Esas palabras con las que fuiste alimentándome entre cucharada y cucharada de papilla y que forman ya parte de mí. Cuando voy y vengo, llevo ese bagaje encima, a cada rato apareciendo tal o cual consejo, tal o cual advertencia; también esa explosión de colores que eran tus: disfruta de la vida, sácale todo el jugo, sé feliz. Ese es el lazo invisible que me une a ti. Un lazo ligero y flexible, no esa cuerda rígida con la que a veces tu angustia quiere atenazar mi garganta. Y es con esta confianza, con ese saber que siempre me acompañas, con la que debes quedarte tranquila y vivir tus días y dormir tus noches sin reproches que te amarguen, que me amarguen a mí. Eso no. Porque entonces no me dejarías otra salida que la distancia. Y no deseo un alejamiento brumoso. Ya llegará el momento en que me despida con un hasta luego, hasta ahora mismo. Pero ahora ¡vivamos! Te quiere: Tu hija Laura. 503 UNA HABITACIÓN SIN VISTAS ROSALÍA SANJUAN AYELO Hubo un tiempo en que yo tenía una habitación con vistas. Si, una habitación con vistas, como la que refiere Azorín en “Tiempos y cosas” y, aunque era de uso común para toda la familia, lo cierto es que podía considerarla mía en todas las acepciones de la palabra. Desde mi particular punto de observación, contemplaba una de las más bellas panorámicas de la ciudad. Los amplios ventanales no necesitaban cubrirse con las sempiternas cortinas de salón, sino que bastaban unos sencillos visillos que dejaban transparentar la belleza exterior. Incluso sin necesidad de descorrer las etéreas cortinas, podía contemplar mientras desayunaba cómo el sol transformaba paulatinamente los contornos de mi particular paisaje matinal, paisaje que se transmutaba al llegar la noche, y entonces me entretenía observando las pequeñas luminarias de la zona alta de la ciudad, que en la lejanía, semejaban extraviadas estrellas fugaces. Pero ahora ya no tengo vistas en la habitación. Mejor dicho: las vistas ya no me gustan. Y he de confesar que al contrario que Azorín yo no tengo un lugar específico para escribir; carezco de habitación propia y escribo en cualquier sitio: sobre la mesa de la cocina, allí no llega el sonido de la televisión; en el baño… y es que ya no tengo una buena panorámica desde el ventanal, pues me robaron el castillo con su patio de armas y su torre del homenaje; me robaron la sierra con su plantación de pimpollos, su empinado vía crucis y su ermita de San Crispín; me robaron la torre de la Iglesia Arciprestal de Santiago 504 con sus arcos ojivales, y también los viejos tejados de las pequeñas casas encaladas que se alzan escalonadas a los pies del castillo. Ahora ya no tengo nada. Todo ello y hasta un inmenso trozo de cielo ha sido sustituido por un moderno edificio de cinco plantas y ático. Desde entonces el gran ventanal de mi casa ya no es para mí un lugar privilegiado, pues sólo puedo divisar la amplia avenida siempre saturada de vehículos; unos estáticos y otros en continuo movimiento que, de cuando en cuando se detienen ante el rojo luminoso del semáforo para proseguir después con su anodina marcha. Y las anchas aceras, transitadas por una amalgama de personas, donde predominan las mujeres. Mujeres que caminan en un continuo ir y venir casi siempre apresurado, sobre todo en horario comercial y en momentos puntuales. Ya no me gusta mirar por la ventana. No me gusta lo que veo: jóvenes madres empujando los cochecitos con sus respectivos bebés y niños pequeños, mientras sólo muy de cuando en cuando algún joven padre se ocupa de esa tarea. También veo mujeres de mediana edad que acarrean pesadas bolsas con la compra. Solamente alguna pareja de jubilados se reparte la carga del supermercado. ¿Es que los jóvenes no comen? Observo también desde mi ventana, a cualquier hora del día, cómo pasan caminando calle arriba calle abajo, varones mayores que supongo ya jubilados, sin más carga que sus propios cuerpos y en seguida me pregunto: ¿y las mujeres mayores no se jubilan? Al parecer no tienen derecho. Hemos avanzado muy poco —me digo—, aunque es posible que sea sólo una apreciación mía. O tal vez sea la ausencia de la idílica visión de “mi paisaje robado”, que me ha devuelto a la cruda realidad. Realidad que estaba ahí, pero 505 que yo absorta en el bello paisaje, no veía. No lo sé. Pero estoy pensando en sustituir los finos visillos transparentes por otros de trama más gruesa que, únicamente me dejen adivinar el contorno de las cosas cuando me acerque. Y no me acercaré mucho, pues no me gusta lo que veo. Quizá uno de estos días cierre la ventana, cierre con llave la puerta y aguarde dormida el despertar del mundo. Pero… ¿Qué estoy pensando? ¡No voy a rendirme! Aunque haya momentos, días, e incluso épocas, en que parece no sólo que no avancemos en igualdad, sino que hay una vuelta atrás. A pesar de ello ¡No debemos dormirnos! No vaya a ocurrir como en el famoso cuento de Monterroso, que cuando despertemos, el dinosaurio todavía esté aquí. 506 ERA DOMINGO. NATALIA SÁNCHEZ ADRADA Una de las calles más céntricas de la capital Madrileña, un punto de referencia comercial, turística y de ocio. Rosi podía o pasearse por allí y dejar rastro de elegancia y fortaleza al entrar al hotel donde pasaba más de seis horas cada día. Los edificios de alrededor proporcionaban glamour, descaro y novedad a todo lo que ocurría por el gran paseo entre la calle Alcalá y la Plaza de España. Nos situamos en El hotel Villa de la Reina, con cuatro estrellas decorando la fachada, al lado de una bombilla que debatía cuando dejar de lucir. Eran setenta y cuatro las habitaciones que ocupaban este edificio, una lucha por mantener un diseño contemporáneo cuando su fachada lleva un siglo en pie. El decoro de los salones principales, la pulcritud de los suelos, y el minimalismo de los detalles de todas las habitaciones, sacaban a relucir una triste evidencia, que suele darse en aquellos lugares donde alguien se autoproclama cliente y otro servidor del mismo. Y es que en el siglo XXI, ya no estamos para servir – pensaba Rosi – Y mucho menos por el hecho de ser mujer. Cada mañana, esta madre trabajadora, un ejemplo a seguir como diría cualquiera que conociese su historia, recogía fuerte su larga melena y esquivando la hora punta del transporte público llegaba a su puesto de trabajo con antelación, dispuesta cada día a dar lo mejor de sí. 507 Hombres y mujeres trajeados y turistas desorientados, marcaban las salidas y entradas de aquellas habitaciones, en el que la mayor muestra de gratitud son un par de euros dejados en la mesilla de noche, tras toda una semana completa de trabajo. El número de hombres que trabajaba en el entramado del hotel se podía contar con los dedos de una mano y sobraban los cinco, pero eso sí, el director del propio hotel y también el de cocina, y por supuesto la subcontrata si eran puestos ocupados por el género masculino, una vez más las motas de desigualdad en los altos cargos quedaban a la vista, y ni siquiera la eficacia del trabajo de mujeres como Rosi podía acabar con ello. Aun así, aquellos fatídicos recortes y despuntes sociales no conseguían acabar con el flamante ritmo del Hotel Villa la Reina, no había quejas el trabajo siempre salía adelante, ¿pero cuál era el precio a pagar? Demasiados excesos, Rosi entraba a las siete de la mañana y salía a las cinco de la tarde, un periodo abusivo de constantes peticiones, donde la respuesta posible era únicamente “¿desea algo más?”. De repente un día sucedió algo que podía considerarse casi anecdótico, un hombre mayor de treinta y seis años, un colectivo con dificultades para encontrar empleo, vino a probar suerte a aquella labor matamujeres, aceptándolo como un subsidio temporal con tal de no continuar en la cola del paro. Elena, de personal administrativo, le atendió primero – “Rosi te mostrará todo lo que debes saber” – le dijo. 508 Las capacidades de Eduardo aún estaban por determinar, los dos próximos días de agotador trabajo serían su prueba, y si la superaba, un contrato de únicamente tres meses su premio. No era nada por lo que alegrarse pero tampoco tenía más opciones. Organizar el carro de planta con las sábanas y los productos complementarios de las habitaciones era la primera acción a realizar. Era la primera vez que Rosi tenía de compañía en la planta a un hombre, y aunque generalmente solía revisar el trabajo de los demás, esta vez también tenía que enseñarle. Las condiciones en las que ambos trabajaban se encontraban al cincuenta por ciento, ya que la precariedad de su situación siempre era indeterminada, y el temor al despido constante. Aun así, los ojos de la sociedad lo veían de distinta forma y aquella misma mañana salieron a la luz esas muestras de falsa tolerancia, de no diversidad de empleo y de inexistente igualdad de oportunidades en las que todo el mundo dice creer. Nada más entrar Eduardo en la primera habitación en la que colgaba el cartel que permitía su acondicionamiento, una mujer que se instalaba en la sala contigua le miraba con ojos de desprecio, a modo de entendimiento de que estaba realizando un trabajo rasero para un hombre. El mensaje fue entendido por todos los que estaban allí, la cara de Rosi en un intento de mostrar empatía y apoyo al nuevo trabajador, con su mejor sonrisa le dijo – Serás el mejor camarero de pisos de éste hotel, yo me encargo. La señora avergonzada, retrocedió hacia su puerta y dio la vuelta al cartel, dando a entender que podría realizarla, como arrepentimiento de su gesto. 509 Aquel fue el primer paso, el periodo de prueba de Eduardo fue superado con éxito, y mezclando las capacidades de ambos trabajadores independientemente de su sexo, cada día conseguían un impoluto resultado, a pesar de todo el pronóstico que hicieran cada vez que los veían por los pasillos. Y así era día tras día, una y otra vez mostraban al mundo que la unión y no la rivalidad entre hombres y mujeres era lo que verdaderamente debía prevalecer en el trabajo, pues el cliente, no siempre tiene la razón. 510 LA TELA DE ARAÑA JOSÉ JOAQUÍN SÁNCHEZ GARCÍA Cuando recibió la carta con el sello oficial no la abrió de pronto. Subió lentamente las escaleras debido a la artritis, “tan joven como soy y con esta carga de por vida”. Si. Llegó. Era un sí. Un sí rotundo, una puerta abierta. La carta certificaba la dispensa especial para poder estudiar física en el colegio Real, donde en principio sólo admitían a hombres. Había sido necesario sacar la mejor nota de todo el alumnado para poder pedir la dispensa y estudiar en ciclos superiores. Bien por mí -pensó-. No se sintió innovadora, ni precursora. Sólo que había conseguido abrir un huececito, una mínima abertura donde meter la cabeza y poder hacer lo que siempre soñó en la penumbra de su cuarto. Muchas personas aprenden para después enseñar. Ella quería exactamente lo contrario. Enseñar para poder vivir más desahogadamente y poder aprender sin cortapisas económicas. Al menos no excesivas. A pesar de las miradas furtivas de algunos compañeros, ligeramente molestas las de algunos y abiertamente inquisidoras las de otros, Mileva sabía que las grandes caminatas empiezan con un pequeño paso. Como toda su gente, Mileva es nostálgica y sabe que echará de menos las calles quejumbrosas de su pueblo, al tendero bigotudo, a la biblioteca pública… pero en su cabeza resonaba el nombre de una ciudad mítica. 511 Como la Atlántida, había oído su nombre, y, al igual que de lo nombrado y no visto, en su cabeza se mitificaba la ciudad de Zúrich, esbelta y cosmopolita. Con dos maletas y un bolso de mano cerró la puerta de su piso para estudiar algo que no le interesaba mucho, la medicina, para posteriormente entrar de lleno en sus pasiones, la física, las matemáticas… En verano empezaría con la medicina para en invierno estar ya metida en sus experimentos, sus teorías, sus hipótesis… Nunca le interesaron especialmente los hombres, pero siempre recordó el odioso ambiente vecinal según el cual un hombre es un niño grande, un niño que necesita ayuda y a veces silencio comprensivo. Jamás quiso caer en la tela de araña que a veces supone la empatía, que travestida en lo emocional supuso para la mujer cuidar y preocuparse por personas ¡¡adultas!! Y así fue. En la puerta del Instituto Politécnico de Zúrich, al salir de una de las clases, vio a un muchacho poco agraciado, bajito, mal peinado y mirando hacia abajo. Se acercó a él, no sabía muy bien si por curiosidad o si en realidad se trataba de la tela de araña que la acechaba, pero lo cierto es que la inseguridad del chico, el semblante dependiente y la angustia vital que desprendía perforó las sienes de Mileva. A veces la realidad te hace chantaje y adquieres la deuda emocional que nunca acabas de pagar. Se llamaba Albert Einstein. Albert le explicó que le habían suspendido, que no podía ser. Es cierto que no había tenido demasiado tiempo pues a él le interesaba más la física que las matemáticas pero aún así no se lo podías explicar. 512 Y Mileva cayó en la telaraña de su familia, de su calle, de su barrio, de su tiempo. Sí, se trataba en un principio de echar una mano al muchacho. No pasa nada, quedamos un par de días y le ayudo con los temas- se decía así misma. Albert veía claras las explicaciones e iba aportando las soluciones con rapidez. Del asesoramiento matemático pasaron a la Física. Se entretuvieron en teorías. Mileva no comprendía algunas ideas de Albert, le parecían bien enfocadas pero mal encaminadas, y a Albert le costaba seguir algunos planteamientos de Mileva, pero escuchaba con atención. El calor de las diatribas, de las posibilidades, las estancias compartidas, la complementariedad de la fealdad compartida… ya estaba perfectamente diseñada la tela de araña. Tener que darle clases de matemáticas suponía para ella un freno en sus propias investigaciones, pero las compartiría con él sin problema. Vinieron hijos. La inercia social nos orienta a hacer lo que casi todo el mundo. El primer bebé nació muerto, por lo que con más afán trataron de traer críos al mundo, a una estancia que empezaba a desestabilizarse y, sobre todo, a desestabilizarla. El abismo no apareció de pronto. Se le podía adivinar un poco antes. Señales, miradas, fastidios. Mileva no era hermosa, algo que para la madre de Albert era fundamental. La belleza como moneda de cambio, otro hilito más para la telaraña. 513 Pero no, no podía ser eso. La madre de Albert no la trató bien nunca, y el cambio en Albert se producía justo ahora. Los espacios en los que trabajaban por separado eran cada vez mayores. Escribió una carta a una amiga, con un tono tristemente burlón que lo decía todo: “mi marido y yo estamos trabajando en una teoría que hará muy famoso a mi marido”. La guerra fría se había desatado en casa. Cuando Mileva estaba ordenando los ficheros, Albert le arrebató de la mano, con una furia de huracán, la carpeta gris de los errores pasados. - “¡Esta carpeta va arriba! ¿Cuántas veces te lo tengo que decir?” - “Albert, ayer dijiste que la pusiera en la mesa, puesto que hay que consultarla casi continuamente.” - “¿Pero cómo me voy a acordar de lo que dije ayer? Siempre me estás sacando cosas del pasado. Pareces un juez, Mileva”. Y lo vio claro. Como si una sábana tendida al sol se desprendiese de las pinzas, apareció el horizonte, la montaña nítida, el bosque claro. Fue esa brusquedad repentina de Albert, algo que no solía ocurrir, la que hizo que la sábana se cayera. Vivir sola. Tal y como empezó. Se cansó de la esclavitud de un hombre infantil, eternamente adolescente, mimado, remimado y tiránico. Con la paciencia que da el retorno, la inercia la empujó a mirar la vida desde la ventana y acostumbrarse a que su trabajo y su existencia fuesen invisibles, mientras hojeaba en el periódico local la sonrisilla estúpida de Albert recibiendo el Premio Nobel. 514 MI PERDICIÓN LUCIO SCIARRETTA Adela agarró el auricular como si estuviera asiéndose al último clavo ardiendo de su vida. Después de los últimos acontecimientos acaecidos, no sabía qué hacer, ni a quién acudir, nada… Empezó a marcar el número. Tenía un teléfono de rueda, de los de antes. Lo había conseguido no se sabe dónde. Aunque desconocía el significado de las letras que exhibía –CTNE-, le gustaba la tensa espera después de marcar cada número mientras la rueda volvía a su situación inicial, sobre todo en los de recorrido largo, lo que le daba al momento un cierto halo de suspense. Aunque, en este caso, el número no acompañaba. Predominaban los de recorrido corto, lo cual aumentó su desazón. - ¿El Teléfono de la Esperanza? Aquí no vive ninguna Esperanza… -respondió al otro lado una voz grave y desconcertante. Se abrió un silencio, vacío, que a Adela le pareció infinito. ¿Adónde había llamado? Cuando se repuso de su sorpresa, fue a articular palabra, pero, al otro lado, Ramón se le adelantó. Era una técnica que este solía utilizar a menudo, con objeto de romper el hielo. Aunque burda, y quizá, carente de tacto, le servía para calibrar la gravedad de la situación de la persona necesitada. 515 - Perdón, señora, o señorita… discúlpeme. Suelo empezar así muchas conversaciones, para ver cómo reacciona la persona que llama, y por lo que intuyo, la cosa es grave. - Sí… -logró articular al fin Adela entre sollozos. - A ver, cuénteme. ¿Por qué llama? - Es… en casa… estoy viviendo un auténtico infierno. La situación es insostenible. - ¿Problemas de pareja? - Sí, al principio, como en todos los casos, era maravilloso, regalos, detalles, flores, atenciones… Pasado un tiempo, decidimos compartir nuestras vidas, todo era perfecto. - Y… ¿Qué cambió? - Al principio, cosas sin importancia, reproches, alguna salida de tono, toma de decisiones a mis espaldas, en fin, cosas que se olvidaban rápidamente, hasta que… - ¿Hasta qué? - Hasta que me di cuenta que yo era la parte débil del eslabón. Cada vez más, me dejaba en evidencia en público, violencia verbal, insultos, etc. Yo intentaba olvidarme de esos malos momentos y recordar solo los momentos felices, para encontrar las fuerzas necesarias para continuar, pero ya es que… no puedo más. - ¿Te has planteado empezar una nueva vida por tu cuenta? - Sí, claro, pero me he dado cuenta de que, inconscientemente, en todos estos años he ido delegando la toma de decisiones de tal forma, qué comprar, 516 qué comer, adónde ir, con quién ir, peinado, vestido, incluso maquillaje… Tengo tal dependencia, que no me veo capaz de empezar por mí misma de nuevo. Además, el principal problema es que sigo profundamente enganchada. Sería incapaz de desayunar en otra taza distinta a la que me regaló por nuestro segundo aniversario particular. - ¿Ha habido violencia física? - …No, no, eso no –aunque esta respuesta no convenció a Ramón, después de su silencio inicial. Ramón repasó las notas que había tomado hasta el momento, fruto de su conversación con Adela. Para él era un caso típico de dependencia creciente de un miembro de la pareja en el otro, en el que se van “delegando” decisiones al principio aparentemente inocentes, y que con el tiempo van provocando que la parte débil se crea cada vez más incapacitada en todos los sentidos para tomar incluso las decisiones más simples. En esos casos, era de gran ayuda que la parte débil tuviera un trabajo, con el objeto de mantener una independencia económica que le hiciera viable el duro camino de volver a creer en sí misma. - ¿Tienes trabajo? - Sí, bueno, ahora no. Voy aprovechando lo que sale por ahí. - Tu situación es complicada. Después de hablar contigo, veo que el paradigma de mujer modelado por Perrault sigue vigente entre nuestros días. No creo que originariamente desempeñaras ese papel, pero las circunstancias han hecho que hayas llegado a ese punto. Aunque sea una decisión drástica, deberías plantearte iniciar tu vida lejos de todo eso que te está provocando esa 517 situación de angustia, romper con todo, antes de que seas arrastrada por la corriente. ¿Hay hijos de por medio? Adela no había entendido demasiado el razonamiento anterior, pero la última pregunta le hizo comprender que la conversación chirriaba en lo principal, lo que le hizo entrar en un nuevo bucle negativo y echarse a llorar. - Veo que no le he hecho entender suficientemente mi situación –pudo balbucear antes de seguir gimoteando. La respuesta desconcertó a Ramón. - ¿Cómo? - Mi perdición se llama… se llama… - ¿…? - … Mónica. 518 NO SÉ POR QUÉ JOSÉ MANUEL SEGARRA BELLÉS No sé por qué tartamudeo al expresarme, si sé que quiero que tu recuerdo permanezca, no sé por qué tu cariño es mi esperanza, cuando el ruiseñor levantó el vuelo, para trazar melódicos trinos. No sé, más ¿ lo sabré ? Esfuerzo débil, que asedian nuestra felicidad y nuestro anhelo. A veces andamos sin consuelo, sedientos como auténticos humanos. Siento en lo más profundo un fuego ardiente, que me consume en llamas cada día sí me impides nadar en tu corriente; ¿ te imaginas tú acaso mi alegría si mañana te encuentro frente a frente y quedaran palabras todavía ? Yo quisiera abrazarte en la madrugada, como mi primera vez y hacerme como el agua, transparente, para andar unidos mutuamente, hasta el día final de la llamada. Te prometo luchar contra nuestra fuerza y salvar nuestro amor valientemente, dejando, complacido, que me aliente tu idílico sonreír enamorado. Recuerdo el viento que me beso y me toco, extendió tu perfume entre las flores,y llego justo allí, justo a las rocas donde te divisé de mil colores con la clara verdad en esta boca y la palabra amor entre esplendores. Recuerdo voz de los árboles cuando el otoño empieza a recoger sus hojas, al menos esto aprendo y, otras veces es mi sombra; aquello que intento dejar atrás. Quisiera hablar de otro modo, claro que sí; ser la siesta de los niños en verano el ruido de aperturas de botellas de cava, pero no se. 519 La voz que me contuvo la primera vez es la voz que soy yo mismo, en uno de estos años descargados, de una profunda melancolía. Deje que la palabra pasara al horizonte, que vistiera su piel de espuma y agua y su falda de música y relente matinal que ascendió hasta el origen de los tiempos donde el sol acaricia con sus besos rubios el resto de la nieve de las montañas. Dejé que escalara, pura, la cumbre del silencio, que se destrenzara en música y canciones; que fuera del latido mineral del destino, al aliento del río estremecido. Dejé que fuera relámpago de la noche, solitario en el desierto de los pechos, o caricia infinita de ternura. Con un galope de corceles grises, cruzó la vida de todos mis sueños, y me dejó la fiebre en las pupilas, la lenta procesión de las imágenes, la sombra y el dolor clavados en el barro. La tarde nos goteo, sobre el crepúsculo azul de la memoria de aquel cielo estrellado. La nostalgia de un libro entre las manos, que irradia resplandores de dóciles gramáticas, el aroma de un bosque florecido bajo una lenta lluvia que el cielo nos regala. Y fue todo tan breve como un vuelo de alondras, en la apacible pausa de la tarde. Me queda la paciencia de sorprenderme de la vida, despacio, como esqueleto arropado fuera a desnudar su cuerpo en la memoria de las gentes. Aprendo incertidumbres queapenas sí recordaré, mañana, cuando el solo acalore, el color que les arrancan de la vida. Creo no equivocarme, cuando digo tontamente las verdades ante el rincón deshabitado y triste; nada es igual a su silencio mortecino que apenas, sí se atreve a decirme. 520 EL BAILE SARA SENDER PARREÑO El llegó primero. Hacía tiempo que la esperaba. Ella vino después, era su pareja de baile. Una importante empresa les había contratado para actuar en un show multitudinario en un país de oriente. No se conocían, sin embargo sintieron la misma inquietud al bajar del avión y poner los pies en suelo nuevo, limpio y por estrenar. La distancia en el tiempo no mermaba esa similitud. Ambos llegaron cansados y cargados de curiosidad. El primer día de ensayo les presentaron y los dos se alegraron de encontrarse sin saber muy bien por qué. El llevaba unos pantalones amarillo canario y ella se rió. A través de las sutiles muecas en la expresión se reconocieron. Pasaban el día bailando, decenas de personajes repletos de colores se movían a su alrededor. El público abría los ojos expectante, hambriento de lo que les quisieran ofrecer; el escenario dividía dos mundos separados en la actitud ante lo que sucedía: a un lado la sorpresa; al otro, la rutina. Sin embargo siempre eran nuevos los ojos y nueva cada pirueta que se lavaba y renacía ante aquel desconocimiento. Apenas se hablaron fuera de allí, era en ese lugar sagrado donde sus encuentros se sucedían. Ella siempre había creído que las palabras estaban huecas, que no servían para nada; y él tenía un aire como de unicornio en el que ella se reflejaba, donde a veces veía su propia imagen, extraña y huidiza, cruzar por los pasillos. 521 Azul, era una soledad azul la de ellos, formando un océano sobre la madera. En el baile ella le perseguía, movía el aire con los brazos y giraba a su alrededor, pendía de un hilo colocado en alguna parte del cuerpo de él. Cada día era así y así se repitió tantas veces que apenas tuvieron conciencia de que se buscaban ya naturalmente, más allá de las cuentas. Sus cuerpos habían aprendido a moverse juntos, se habían asociado, acoplado en el trance. Un día ocurrió. Dejaron de danzar para los demás y se dedicaron a seguirse. Desapareció todo: la gente que miraba, los personajes adyacentes y hasta el mismo escenario. Fue entonces cuando se miraron por primera vez. Un escalofrío recorrió sus miembros y el pánico les poseyó por entero. Ni una palabra nunca más. No es que lo hubieran decidido así, ni siquiera se les había olvidado hablar, simplemente se quedaron mudos de una forma inexplicable. Como un choque eléctrico, como una obturación, se habían quedado blancos. En aquella beatitud, cualquier otro medio de comunicarse se tornó grande. El sutil roce de los dedos estaba cargado de mensajes y los ojos… Los ojos se salieron de sus órbitas, transgredieron lo habitual y corrieron en busca del otro. No se miraban, se poseían. El tiempo creó una intensidad desconocida, acunó el deseo de obtener tentáculos y engullir. Ella quería explicarle lo que no tiene nombre y empezó a desesperarse; él quería darle un mundo por inventar y esperando el parto se puso muy nervioso. 522 Ella se debilitó, temblaba. A él le salió una extraña erupción en la piel. Aquel rojo moteado le recordaba su incapacidad para mostrarle ese hijo por nacer, y para entretener los dedos se puso a fabricar figurillas de arcilla de unas formas incomprensibles. Las manos trabajaban solas, incansables, independientes de su voluntad, buscando encontrar la criatura que había que ofrecerle. Llenó su casa, los pasillos, los armarios. Un multitudinario ejército deforme buscando identidad. Los seres de arcilla lo invadían todo y no se detenían dando vida a sus manos. Él, frenético, buscaba. Ella supo de aquello por una leve mueca en su boca, a su vez no pudo dejar de temblar hasta el punto de que la vibración empezó a dificultar sus pasos. Se sintió poseída de una rara enfermedad que pensó iba a matarle. Aquel movimiento se iba haciendo cada vez más convulsivo, con leves pinchazos en el abdomen. Ella quiso explicárselo, pedir auxilio, pero sólo pudo mostrarle sus manos. Un día el dolor fue tan fuerte que quedó paralizada sobre las tablas, se encorvó ligeramente y dio paso a una última convulsión especialmente espasmódica. Abrió la boca dando arcadas y se puso a vomitar letras, un amasijo de letras de colores diferentes y diferentes tamaños formando un montículo geométrico. El se acercó a ver aquello, se agacharon alrededor de la pirámide e intentaron descifrarla, combinar los elementos buscando una palabra con sentido. Probaron la lógica del tamaño y la de la pigmentación, luego el azar. Fue inútil. Pasaban las horas y no pudieron entender. 523 Afuera alguien gritaba, desconocidos, quizás los otros seres que giraban; quizás los que esperaban sorpresas. No les importó, el enigma era lo suficientemente grande como para no despistar su concentración. Cuando les expulsaron de aquel lugar ambos cogieron dos aviones diferentes y, a pesar de la distancia, ambos sintieron idéntica sensación de perdición. Ella llevaba una maleta repleta de unas extrañas figurillas multiformes; él, una saco lleno de letras por componer. 524 UNA LUCHA DIARIA JOSÉ IGNACIO SEÑÓN CANO Desde luego, esto que me está pasando no tiene nombre. Veintiséis años dejándote la vida en la empresa, para que ahora te lo paguen así. No, si me está bien empleado. Si es que soy una imbécil. Cuántas veces me lo dijo Paco, mi ex, que aunque era un sinvergüenza, a veces soltaba verdades como puños, sobre todo cuando estaba sobrio. Parece que lo estoy viendo: "Paqui, deberías prepararte para ascender en la empresa. Es bueno formarse para alcanzar puestos de mayor responsabilidad" ¿Formarse, teniendo que atender la casa, los niños y los caprichos del sinvergüenza ese? Tendría que haberle puesto a él a ocuparse de los críos y de la casa, y haberme hartado de hacer cursos y seminarios para progresar en la empresa, pero claro, nos han metido durante años en el cerebro la cultura de la sumisión y la obediencia, y contra eso es difícil luchar. Ahora me vienen con que "las cosas están mal", que si "tenemos que hacer un esfuerzo entre todos". Y una leche con el esfuerzo. ¿El esfuerzo es que te bajen el sueldo un veinticinco por ciento? Eso más que un esfuerzo es una canallada. Y lo peor no es eso. Lo peor es que te dicen: "tú, que ya tienes a los chicos mayores, y además tu ex marido te pasa la pensión, mujer, a ti no te va a afectar tanto". ¿Pero qué se habrán creído estos? Tenga yo ex marido, que lo tengo, y tenga ya los hijos mayores, que también los tengo, qué leches tendrá que ver eso para que valoren tu trabajo y tu esfuerzo. Que se deja una la vida por la empresa y así te lo pagan. Pues de eso nada. 525 Y luego, lo que te digo. A ellos, como son los machitos, ni les tosas. A ellos el esfuerzo de tocarles el sueldo ni se les ocurre. Claro, como son el soporte de la familia, los que llevan el sueldo a casa... Unos calzonazos eso es lo que son, que los tienen sus mujeres cogidos por donde yo te diga y a la mínima se achantan como corderitos. El otro día me viene Julián, el de recursos humanos, y me dice: "Paqui, acércanos unos cafés, que tenemos una reunión y vamos a trabajar hasta tarde". Imagínate cómo me puse. "¿Tú no tienes dos brazos como yo, guapito de cara?, pues hala, a la máquina de café, que esta menda no está aquí para poner cafés a nadie". Será desgraciado. Claro, están acostumbrados a decir que sí a todo en casa, y llegan aquí y se creen los amos del mundo. Igual lo de la rebaja del sueldo tiene que ver con la bronca del otro día. El Julián este me va a oír. Habrase visto el tío. Pero si es un administrativo de nada y se cree con derecho a hablar por encima del hombro a cualquiera sólo porque está en recursos humanos. Por eso, y porque soy una mujer, que con nosotras sí que se sienten fuertes y en su salsa. Estoy segura de que no se atrevería a hablarle de esa manera a uno de su misma cuerda. Desde luego no voy a permitir que me bajen el sueldo así como así. Y lo peor es que si te pones en huelga por lo que crees que es justo, te dejan el sueldo como un colador, y con eso es con lo que cuentan, con el miedo de la gente a no llegar a fin de mes. Pues conmigo han dado en hueso. Lo van a tener crudo si quieren acabar conmigo. Si tengo que llegar hasta el tribunal de Estrasburgo, de la Haya o del que sea, pues hasta allí tendré que ir. 526 Bueno, y ahora que lo pienso... Si es que llevan poniéndome zancadillas desde hace un montón de tiempo. Cuando se organizó la comida del departamento en el mes de junio, que vinieron los delegados de ventas y los de financiero, a mí ni me avisaron. Y luego, "Ay, qué despiste. Perdona Paqui, se le olvidó a Julián ponerte en la lista" Tiene tela ya lo de Julián. Pero vamos que a mí ni fu ni fa. O sea, que me importó un comino que me lo dijeran o no. Porque si yo quiero ir a comer con alguien, voy con mis amigos y no con esta panda de descerebrados, que no hay quien los aguante. La verdad es que llega un momento que te cansas de pararle los pies a todo el mundo. Es que se creen con el derecho a hacer lo que les venga en gana y de reírse en tus narices solo porque eres mujer y piensan que no vales nada. Y por no hablar de los manos largas, que de esos hay varios en cada departamento y salen de debajo de las piedras. El otro día sin ir más lejos, se me acerca uno de ventas que tiene menos gracia que depilarse el bigote, y echándome la mano por los hombros me dice: "cariño, ¿no tendrías un paquete de folios para dejarnos, hasta que nos suministren el material la semana que viene?" ¿Cariño?, pero éste que se habrá creído. Lo primero que hice fue darle un manotazo para que me quitara las manos de encima. Si es que está una harta de babosos que se pasan el día ejerciendo de machos de la manada. Que no estoy dispuesta, vamos. Que llega un momento en la vida en que hay que tomar decisiones, y si tengo que organizar una revolución, pues la organizo, pero estos no me van a tomar el pelo más. Ahora mismo pido una 527 reunión con el Director General y le canto las cuarenta. Vaya si se las canto. Me va a oír, el sinvergüenza ese. Total, como me baje el sueldo, me va a tener que subir lo que me pasa de pensión. 528 LOS PLIEGUES DE LO FEMENINO”. CANDELA SIALLE “Maltratador” le dijo, y se echó sobre el sofá de pana beige. Desde allí analiza su gestualidad, las ondulaciones en la voz, la trama interna que cohesiona el speech de sus ofensas. El maltrato lúcido juega el partido de largo aliento, apuesta a la estrategia de desgaste. Corroe el tronco del árbol hasta pudrir la madera. Por ello sus logros son pequeños, a veces imperceptibles para la mirada del jugador de gambeta corta. El maltrato inteligente espera, es “el soplo” de Bergman quemando bajo la espalda. Arriba a estas conclusiones tendida sobre la segunda piel de pana beige. Desde allí retoma el ejercicio de rumiar con palabras. Tuvo antes las mismas ganas vespertinas de llorar sin embargo, apretó las muelas y destiló la respiración salada en la cocción de aves rellenas decoradas con jengibre y naranja. Sucede que esta vez, el asunto es rutilante. Las imágenes de la última década se le ordenan como el Trance en la música electrónica. Acordes largos configuran una melodía incisiva que fisura los atajos del patrimonio defensivo inclusive, el de la elucubración poética sobre los alimentos. Los acontecimientos biográficos que hasta recién se amontonaban en un anecdotario ruidoso, se ensamblaban en una polifonía. Comienza a distinguir sonidos: el eco, la reverberación, el flanger, el delay. Reconoce arpegios, graves redondos, la base rítmica de la percusión. Distinguir, particularizar, 529 individualizar, operaciones psíquicas de orden superior que sin querer, en el afán por desaguar la humedad de la vida, se le perdieron en canaletas de la periferia de Buenos Aires. Inmiscuirse con lo perdido exige sacudir la comodidad de habitar el centro de la ciudad. En tanto redefinir los improperios en todo su espesor, rastrear la lógica inmanente que les ha prodigado sustentabilidad en el tiempo, requiere mantener el estado de expectancia. No rechazará los indicadores de la angustia impresos en el cuerpo. Si antes acusó el engorde de tobillos a la retención de líquido estival y, la descalcificación de los dientes a desajustes hormonales hereditarios, en este atardecer de tripas estranguladas, piensa que tal vez, la nicotina le ha confiscado sus caminatas sobre la costa del Río De la Plata. Mientras desmenuza las consonantes de las descalificaciones se pregunta si fumar, no habrá sido para ella lo mas parecido a restituir la foto de su padre, desfigurada por la lejanía. El reencuentro a flor de labios con la textura del antebrazo macizo de un hombre joven que la suspendía de un suelo de lajas coloradas, cuando la palabra abandono aún no existía. Durante todos estos años solo ha sabido marchar “pra frenchi”, tal como llama al andar pre-establecido, esa otra lengua azabache que dialoga en Sudamérica. Desde la densidad de la goma-espuma la mujer que quiso ser, bucea en su dignidad Vallejiana, intenta detenerse y al fin, “volver los ojos locos cuando por sobre el hombro nos llama una palmada”. 530 EL SILENCIO TRAS LA TORMENTA ÁNGEL SILVELO GABRIEL Hoy he venido a ver a mi madre. Esa mujer que, a pesar de todo, se muestra serena y tranquila tras la tormenta que poco antes inundó su rostro de lágrimas de acero. Sí, esa mujer es mi madre, aunque la mire y no la reconozca, porque sus ojos ya no lloran gotas transparentes como su alma, sino un sollozo silenciado por los años, el paso del tiempo y todos nosotros. Su arma fue el esfuerzo y el silencio, y yo quiero que la mía sea la palabra. En ella me he refugiado para componerle un poema, porque en nuestra soledad, no quiero que su silencio sea el del olvido. Olas nacaradas mecen su frágil cuerpo, Hablan sin parar, Escupiendo cobardemente. Juegan al escondite. Se disculpan si se pisan. Y esa mujer que no es de nadie Y de nadie quiere ser Pregunta y calla. El viento de las Antillas mece su alma herida, Esa mujer estrellita de mar Moja el mar con lágrimas Asustadas y cálidas. 531 Una palabra sin sentido cae al fondo del mar, Y se coloca al lado de una concha rota por los bordes, Rota como esa mujer, mi madre, que se esconde entre Las olas nacaradas, Rota como esas palabras que salen entre La tinta. Como las manos de mi madre ¿Quizá pudimos hacerlo mejor? Esa mujer, mi madre, estrellita de mar Moja el mar con sus lágrimas Y huye. Hoy he venido a ver a mi madre, y aunque intento huir de aquello que veo bajo el poder de las palabras, esta vez su magnetismo no es suficiente para llevarme lejos de donde me encuentro. En mi cobardía me muestro incapaz de dejarlo todo, y por un momento, me siento indigna de ser su hija. Sin embargo, en un último intento venzo a mis miedos y alzo la mirada. Lo que otrora fuera una cara llena de luz, hoy es una tez marchita y apagada. Cuando la miro me pregunto por qué, y no puedo dejar de pensar en la crisis de la que todo el mundo habla, pero que hasta hace poco a nadie parecía afectar. Que se lo digan a ella que, cuando era joven, ya le hablaron de un mundo mejor, un mundo le decían que ella junto a otros muchos iban a cambiar. En ese tiempo nadie le habló de la igualdad de oportunidades, sólo le dieron una herramienta de trabajo y un horario que cumplir. ¡Qué distinta era entonces la vida para ella, una joven y bella mujer!, y ¡qué igual seguía siendo para todos aquellos que 532 vivían ajenos a la tiranía de la familia, el trabajo y la casa! Igual de distinta que hoy es la vida para mí, su hija, una joven licenciada, y tan igual para ella, mi madre, una mujer licenciada en el día a día. Tanto es así, que esas aseveraciones cargadas de razón (su razón), que de vez en cuando ella todavía nos recuerda, hoy ya no caben en su generoso esfuerzo. ¡Qué peligroso es atesorar sueños que con el paso del tiempo te das cuenta que no se van a cumplir!, pienso, sobre todo cuando el caprichoso destino que rige nuestras vidas llega cargado de una insoportable sinrazón, y su ímpetu, nos deja sin argumentos. Esa misteriosa fuerza ha hecho que hoy me tenga que enfrentar a mi madre y convertirme en la sepulturera de sus últimos anhelos. Sí, el destino ha querido que hoy me toque a mí (su única hija) levantar acta de su revés final, y convencerla que a pesar de que he venido a decirle que no hace falta que vuelva a trabajar mañana, no tiene por qué preocuparse, porque esta noticia no es más que otro eslabón en la cadena de su existencia (¡qué ironía!), como cuando renunció a los estudios por el trabajo, o a sus horas de sueño por nuestro bienestar, o a su felicidad por la nuestra... A pesar de mi esfuerzo soy consciente que no puedo sobreponerme a esa gran mentira que encierran mis palabras, y me doy tanto miedo a mí misma que me quedo muda en mis pensamientos. Sin embargo, en nuestro prolongado silencio la miro y todavía soy capaz de reconocer que, tras su mirada, aún subyace el afán de verme en el lugar al que ella no pudo llegar; un lugar que, como ella me confesó un día, siempre imaginó a modo de nuevo camino en el que de verdad existiera la igualdad de oportunidades por la que ella tanto había luchado en la sombra de su día a día. De hecho, cuando venía de camino a su casa, he 533 intentado buscar una única razón para hacerla ver un atisbo de justicia en la decisión que le he venido a comunicar, pero cuando la he visto llorar, me he quedado sin argumentos, porque sólo he distinguido a una mujer derrotada por el paso del tiempo y por todos nosotros. Algo así como el silencio tras la tormenta… A pesar de todo, en el cruel silencio que nos atenaza, me sigo formulando una y mil opciones, pero ninguna de ellas me sirve para calmar su desconsuelo. Entre tanta zozobra, sólo he tenido una certeza, y he llegado a la conclusión que en este mundo de tan desiguales igualdades, mis argumentos sólo contienen fórmulas legales y no sentimientos que se conviertan en la única herramienta capaz de dar sentido a la vida de mi madre, que ahora necesita que alguien le diga que su esfuerzo y su constancia han salido victoriosos, y juntos, han colaborado a crear un mundo mejor y más igualitario para todos. Y de nuevo busco la cercanía de las palabras. Palabras que nos arropen la dignidad milenaria que nos acoge a todas las mujeres, y mientras lo pienso, la cojo de la mano y le digo: ¡mamá, mírame y no llores más! Al menos yo, que soy tu hija, te digo que tu esfuerzo ha merecido la pena. 534 CAMINO HACIA LA IGUALDAD MELANIE ISABEL TAYLOR HERRERO Es por una simple y llana cuestión de olvido o de recuerdo, que hoy me he sentado frente al ordenador para decir: “hola” a todos los hombres del vasto planeta azul, desde los más jóvenes, pasando por los más maduros y terminando por los más respetados mayores. Supongo que la mayoría sois concientes del día que es hoy, un día tan importante que el mundo entero está pensando en ella, Sí, la que es llamada “mujer” ¡Es el día de la mujer! Un día estratégico para recordar a los hombres que pueden dejar de sentir que son superiores a las mujeres, que es una carrera fatigosa que no puede tener ganador posible, porque la sabiduría de la naturaleza dice que todos somos iguales, no sólo ante la Ley, sino ante nuestros semejantes, independientemente del sexo, la raza, el color, la religión o la ideología, Sí, IGUALES, por dentro y por fuera, porque se han empeñado en ver unas diferencias que no son tales, porque detrás de la “forma” está el “fondo”, y es ese “fondo” el que importa y el que ha caído en el olvido. Sí, un poquito diferentes por fuera si que somos, pero por dentro, IGUALES. Ahora estamos aquí, y es aquí donde estamos ahora. Aquí y ahora. Y es que recordar puede ser una tarea ardua en los tiempos que vivimos, donde como pequeñas hormiguitas, a gran velocidad, vamos y venimos, en un continuo cruce de caminos, pero la realidad es que, al final del día, no sabemos quienes somos, ni lo que queremos, ni lo que sentimos. 535 Es una dosis de realidad lo que necesita el hombre y una dosis de coraje y valentía lo que necesita la mujer para decirlo sin romperse por dentro. Hoy es ese día especial en el que la mujer, empoderada, envuelve al mundo y se hace oír; es esa sutil pero a la vez vigorosa voz de la mujer que simplemente se asombra, se indigna, se proclama, se hace respetar, visible y se alza como una gigantesca ola que ya no puede hacer nada mas que eso: romper, romper hasta llegar a la orilla, porque necesita ser escuchada, atendida, valorada, y reconocida. Esa voz suave y gentil que no busca nada más que una cosa: ser ella misma, nunca más ni mejor que nadie, fluir en la dirección de su propio sentimiento, emoción y su propio deseo. Claro que no debió el hombre olvidar que la mujer camina a su lado, ni delante, ni detrás; y es en ese esperanzado recuerdo, en ese segundo mágico de conciencia, en esa voz que se nutre del silencio más profundo, donde todas las piezas del inmenso puzzle de la humanidad empiezan a encajar, todas las balanzas empiezan a equilibrarse, los conceptos a estremecerse, los llantos a ahogarse, el dolor a deprimirse y la miseria a sincerarse. ¿Qué queda después de todo? Nada, nada más que belleza; casi sin darme cuenta pero entregada a mi sentimiento, me encuentro en la línea de meta, absorta en el fondo, lejos de la forma, equidistante del hombre y la mujer. ¿Y si fuera eso la IGUALDAD, algo que no se puede explicar con palabras pero puede sobresaltarte de repente cuando intentas recordar?... 536 LAS PREOCUPACIONES DE LA SEÑORA ALCALDESA MELANIE ISABEL TAYLOR HERRERO Los extraterrestres llegaron un día cualquiera sin bombos ni platillos. Ni siquiera aterrizaron en Nueva York, como ponen en las películas. Los extraterrestres decidieron aterrizar en un pueblito sin importancia. La alcaldesa del pueblo, llamada Amalia, caminaba sin mucha prisa en dirección a la alcaldía cuando atisbó algo que le pareció un triángulo descendente. El triángulo se posó sin estruendo alguno en medio de la plaza y pronto salieron todos de sus oficinas y residencias rodeando el objeto no identificado con caras de asombro. Fue un encuentro silencioso, los humanos mudos y los visitantes, también. Aparecieron unos seres pequeños, delgados, andróginos, con caras de infantes traviesos y cabellos de bucles rojos. Estaban vestidos con unos trajes enteros negros y la comunicación resultó de lo más fácil pues portaban unos traductores electrónicos. Los extraterrestres, a los que apodaron tikitaki, porque así sonaban cuando hablaban en su lengua, eran andróginos, ni hombres ni mujeres. Los tikitaki querían alimentar con datos objetivos y precisos una computadora ultrasofisticada para hacer funcionar la máquina de transformación. La máquina de transformación les permitiría ser hombres o mujeres. Ellos no tenían roles diferentes para unos u otros, ni diferencias en cuanto a vestimenta, gestos o nombres, de ahí su interés en las diferencias observadas en los humanos. El jefe del grupo, llamado Tur, explicó en conferencia de prensa que luego de la transformación vivirían entre los humanos, no sólo en el pueblo donde habían 537 aterrizado, sino en diferentes villas y ciudades para así luego de pasado seis años en tiempo humano retornar a su planeta y rendir un informe. La alcaldesa realizó grandes esfuerzos para conseguir a todo un arsenal de especialistas que le explicara a los tikitaki qué era ser hombre y qué era ser mujer de modo que su computadora pudiese registrar fielmente todos los datos y proceder a la transformación. Mientras más rápidos se transformen, más rápido se irán, se consolaba Amalia. A todo esto la alcaldesa enfrentaba en casa un dilema de proporciones épicas. Su marido presentaba un caso de hastío extremo ya que debía ocuparse de algunas actividades que antes asumía su mujer. Estas actividades eran ayudar a sus hijos a dormir, revisarle las tareas, ir al colegio para recibir quejas (las cuales se iban apilando en caso del hijo mayor), llevarlos al dentista, estar detrás de ellos para que se cepillaran los dientes y en días de frío y lluvia forzarlos a bañarse. ¿Es que esto no tiene fin?, se preguntaba el marido de la alcaldesa . Una noche la alcaldesa llegó y el marido tenía las maletas en la puerta. ––Luis, se irán, luego de la transformación se irán y podremos arreglar las cosas. No te precipites. Pero Luis dijo que no podía más, que estaba harto, que él no tenía mujer y que los niños necesitaban una madre. Amalia se sentó en la sala exhausta, ¿y si renunciaba a la alcaldía? Llamó a su secretario quien le aconsejó mejor dejar que al marido se le pasara la rabieta, que ya volvería y le consiguió una nana para los chicos. 538 El día de la transformación llegó. Tur leyó los nombres, impronunciables, de los miembros de cada equipo, los que se convertiría en hombres y los que se convertirían en mujeres. El equipo de futuros hombres entró y todo el mundo les aplaudió. El equipo de futuras mujeres fue llamado y hubo que llamarles varias veces para que aparecieran con caras muy serias, cosa poco usual en los tikitaki . Tur les explico en qué consistiría la transformación. Describió con lujo de detalles los cambios anatómicos, biológicos, hormonales, las normas de vestimenta y las posibilidades de cada género según el área del mundo donde le tocaría vivir. Por supuesto, la lectura del equipo de futuras féminas fue algo más extenso ya que incluía la menarquia, el embarazo, parto, menopausia; prohibiciones en ciertos países de manejar, estudiar, incluso vestirse de cierta manera, y un largo etcétera que incluía cuidado de la piel, peinado y “problemas femeninos”. Aquí ya era obvio que los tikitaki que iban a ser mujeres no les parecía para nada simpático tanto complique y empezó una discusión tenaz de tal envergadura que apagaron los traductores automáticos y los humanos sólo podían leer el lenguaje corporal. ––¿En qué parará todo esto? ––le decía en voz baja la alcaldesa a su secretario pues temía que los tikitaki se quedaran aún más tiempo por no ponerse de acuerdo. ––A mi me parece que no les hace gracia eso de ser mujeres,¿ les viste la cara cuando les explicaron lo del período menstrual? Como que no les gustó para nada. Te aseguro, Amalia, que aquí arde Troya. Finalmente los tikitaki dejaron de discutir entre sí y Tur se excusó ante la audiencia. Les explicó que iban a tener que regresar a su planeta de origen 539 pues los que tenían que convertirse en mujeres exigían mayor compensación por participar del experimento ya que sentían que los riesgos eran mayores. Tur había intentado convencerlos de que su experiencia sería singular y rica pero ¡qué va! éstos estaban decididos a exigir mayor paga. Y así fue que los tikitaki se fueron, sin necesidad de una guerra de los mundos, y la alcaldesa Amalia pudo tomarse, finalmente, un respiro. 540 UN FALSO HACENDADO TORRE GALINDO FELIPE J DE LA Era un hombre de fácil palabra, dicharachero y burlesco y de buena presencia. Muy dado a las tratadas y a otros negocios fáciles, fiel seguidor de palenques y de carriles de carreras y enamorado un muy cumplidor. Aunque relativamente recién casado, en razón de los modos descritos, no en muy buenas relaciones conyugales. Con todo esto, como sucedía antes de los años veinte del siglo pasado, y aún sucede en las familias pueblerinas, se le consideraba un hijo de familia de padres acomodados económica y socialmente. En la baraja, los gallos y en las carreras parejeras, ganaba y perdía; más bien perdía, como sucede a fin de cuentas en estos menesteres. Su tren de vida y falta de aficiones productivas de trabajo, como generalmente también sucede, le acarreaban problemas económicos y personales que su padre se encargaba de solucionar. Pero como todo tiene un límite, en una denuncia mayor por abigeato y tala de maderas, su progenitor no pudo o no quiso seguir ayudándolo y fue a parar al penal Escobedo de Guadalajara. Pasado algún tiempo, el papá lo sacó del presidio, no sin costos importantes porque los delitos eran graves. Seguramente apresuró la voluntad del padre, la oferta de unos viejos amigos de la familia, ricos hacendados, para que nuestro personaje se fuera dizque a sentar cabeza, como administrador en participación a un rancho de importancia apartado del lugar, a donde llegó como a la tierra prometida con su esposa y sus dos o tres primeros hijos. En el rancho, casi una hacienda, se dio a conocer de inmediato como el nuevo 541 dueño, cosa que entonces, 1918, 1919, no se puso en duda por los lugareños. La propiedad, en especial y más en esos años revolucionarios, carente de comunicación con el exterior, era un reducto adecuado para su situación y maneras propias de hacer las cosas. Los terratenientes vecinos, en especial un pariente y cuñado, eran con frecuencia el blanco de sus diatribas y peticiones de ayuda, quedando casi siempre estas últimas incumplidas o correspondidas colmilludamente por el deudor. Semilla para siembra, abonos, yuntas de bueyes, manojos de rastrojo y otras cosas, eran materia de sus constantes “préstamos de Santana”. Pasaron algunos años. El rancho se veía próspero. El falso hacendado gozaba de todos los beneficios inherentes del rango que usurpaba. Era popular e influyente, muchas veces compadre y mujeriego como de costumbre. Tenía ya seis o siete hijos legítimos. No obstante las dificultades de acceso al rancho, en las fiestas que daba venían invitados de varios lugares, incluso de la capital del estado. Entonces se soltó por ahí que no era más que un encargado y que en ningún momento había rendido cuentas a sus patrones, quienes tarde o temprano lo llamarían a cuentas. Efectivamente así sucedió, resultando como era de esperarse, con un enorme desfalco que el infiel administrador no podía afrontar. Por la amistad familiar, se consiguió el apoyo del señor obispo para que los agraviados le concedieran una prórroga y enderezara sus cuentas. Los acreedores no han de haber tenido mayor confianza en las promesas del manejador de sus bienes. Seguramente pensaron en la forma menos 542 inconveniente de deshacerse de él; mayormente que cada día eran más fuertes las amenazas del gobierno federal de expropiar las tierras. En esta situación, el usufructuario se sacó un as de la manga obteniendo la autorización de los dueños para fraccionar el rancho, con lo cual ambas partes saldrían ganando. Él como fraccionador en ningún momento formalizó a los nuevos dueños sus pagos. Los recibos entregados, simples pedazos de papel, no valían nada legalmente. En estos lugares se hacían las cosas, y aún se hacen, a la palabra, entre gente honorable, que es la gran mayoría. No tomaron en cuenta los compradores que estaban tratando con un redomado sinvergüenza. En connivencia con las autoridades, si es que así se les podía decir, y con los propietarios, se quedó este hombre con lo mejor del rancho, haciendo las legaloides hijuelas correspondientes de entonces a nombre de sus hijos. También se las arregló para cambiarle el nombre, como rancho, a las tierras hurgadas; artimaña que le valdría para defenderse del reparto agrario en su momento. Esto último, maquiavélicamente preparado, no tardó en hacerse realidad. Sabiendo que a quienes estafó no iban a aceptar, les ofreció de manera irónica la recuperación de una parte de las tierras pero en calidad de ejidatarios. En la región era una deshonra ser agrarista, y aún puede decirse que lo es, pues se esto se equiparaba al robo. Por eso son muy pocos, poquísimos, los asientos ejidales que hay en la región de los Altos. El concepto de propiedad es sagrado como en muy pocos lugares. Los agraristas o camaradas eran señalados y se les segregaba considerablemente. 543 Durante la Revolución Cristera, que esos eran los tiempos, este hombre cometió otros actos reprobables. Se apropió de fondos del gobierno en confabulación con otras gentes. Después de los discutidos arreglos de paz entre el clero y el gobierno, el militar destacado en la zona para la supuesta pacificación, conociendo el caso decidió fusilar al infractor, salvándose éste de pasar por las armas, merced a la intervención de último momento del jefe civil de gobierno en la región, con quien políticamente estaba emparentado. La ayuda no le sirvió de mucho, pues unos meses después murió a consecuencia del susto, a lo que gentes entendidas lo achacaban al azogue adquirido por el dinero metálico que se robó. Hay que agregar que cuando las víctimas estafadas con los terrenos, justificadamente reclamaron sus derechos al hijo albacea del fallecido, éste sardónicamente los mandaba a reclamarle a su padre al lugar donde dios lo hubiera destinado. Por razones de parentesco, o porque los afectados no contaban con fuerza legal suficiente, o no querían meterse en un engorroso proceso, dejaron las cosas en paz. 544 UNA HISTORIA COMO TANTAS FELIPE J DE LA TORRE GALINDO Tendrá unos setenta y tantos, a lo mejor ochenta; se ve que fue una mujer hermosa, con todo y que su físico esté maltratado. Denota un carácter distinguido y de mujer de mundo. Al salir al pasillo de su puesto de comida en el mercado municipal, sus pies vendados ocultan várices y otros padecimientos añosos; no obstante atiende ágil y diligente a la clientela, y si ésta no existe, siempre está ocupada preparando algo. El hombre que la auxilia en el manejo del negocio, es bastante menos viejo; unos cincuenta y cinco, sesenta. Es un hombre robusto, chaparro y de rasgos indígenas. Renquea. Pudo haber sido soldado o cargador; su devoción a la señora, luego se ve que es muy especial. En los cuarentas del pasado siglo veinte, la casa de “La Canica” era una de las más socorridas por los parroquianos pudientes y distinguidos. Las no más de diez muchachas que ahí trabajaban, a diferencia de las otras casas de diversión del lugar, eran elementos más distinguidos en el medio; bien capacitadas y entrenadas por su patrona, Doña Martina, para departir y convivir con su clientela local y de lugares vecinos; seleccionada de manera rigurosa por la dueña. Elena Robles era la adquisición más reciente de la casa. Llegó ahí aferrándose a lo que consideró, como varias de las demás muchachas, una tabla de salvación a sus desgracias. Un ingeniero de caminos, medio pariente, la había deslumbrado y engañado, en lo que mucho tuvieron que ver las facilidades de 545 su mamá. Con la desgracia encima, tanto la propia familia, como la del novio que tenía, al no querer pasar ninguna el trago amargo de la deshonra, dejaron a la infeliz muchacha deslizarse en el barro de la prostitución. El pretendiente, cuando sucedieron los hechos, ya tenía rato disputando el noviazgo con un subteniente del destacamento militar asentado en el lugar. En una boda al calor de las copas y más de la condición en que andaban, llegaron a las manos y a las armas, tocándole perder la vida al teniente y al novio la tierra. Las insistencias de algunas de las pupilas de la canica acabaron convenciendo a Elena para ingresar al lenocinio. Las cosas, sí se puede decir así, iban saliendo. El nuevo manjar de la casa de citas era apetecido por muchos de los clientes; pero no cualquiera lo obtenía. La muchacha se manejaba con ciertas normas que muchos no llenaban. La señora de la casa conoció luego los buenos sentimientos de su nueva pupila, pero también conocía bien las posibilidades económicas de su negocio, y obviamente, lo que cada muchacha y cliente podía dejarle. Uno de ellos se encaprichó de Elena. Era bastante violento y medio loco con copas. En una ocasión juró que Elena se las iba a pagar por haberse negado a acompañarlo, llevándose esa vez a varias muchachas al mismo tiempo, a quienes hizo vejaciones terribles que prometió repetir en la compañera de éstas. En la temida como esperada siguiente visita del pelafustán, su objetivo era ensañarse con Elena. La matrona de la casa trató enérgicamente de disuadirlo; al no lograrlo le pasó a escondidas a su pupila una pequeña pistola calibre 25, para que en última instancia se defendiera del rufián. Éste se la llevó a una de 546 las habitaciones y la mancilló desaforadamente hasta dejarla exhausta; para enseguida continuar golpeándola furiosamente. La víctima se defendía infructuosamente, devolviendo algunos golpes, que hicieron que el agresor, más enfurecido, tomara su pistola de la ropa que había dejado en una silla. Elena se le anticipó disparando mortalmente con la pequeña pistola que había escondido debajo de la almohada. En el juicio, si se pudo llamar así la farsa que se hizo, de nada valieron las declaraciones de descargo de la patrona, sus demás pupilas y el mozo de la casa, un jovencito que había causado baja del ejército a unos meses de su ingreso, por una herida en combate. La familia de Elena no prestó mayor ayuda, y la del occiso presionó con dinero e influencias para que se castigara a la acusada con los veinte años de sentencia que entonces se daba por homicidio. El mozo fue la única persona que la visitó y ayudó durante su condena. Al salir de la prisión en los sesentas, Elena trabajó como sirvienta en varias casas y en la última el dueño, funcionario municipal, a quien le gustaba su arte culinario, le consiguió un puesto en el mercado municipal, que hasta la fecha maneja, ayudada por el fiel mozo que ha sido su apoyo y pareja desde su encarcelamiento. 547 QUERIDOS REYES MAGOS JUANI TORRIJOS DÍAZ Queridos Reyes Magos, me llamo Pedrito y tengo ocho años recién cumplidos, como ya sabréis por eso de que sois magos y tenéis super poderes, este año me he portado muy bien, saco buenas notas en el colegio, le hago caso a mamá en todo, le ayudo en lo que puedo, cuido de mi hermanito,… Aunque el motivo de esta carta no es como los años anteriores para pediros juguetes u otros caprichos para mi. Este quería pedir cosas más importantes, cosas para mamá, sí, para ella, porque ella nunca pide nada, nunca os escribe la carta, yo creo que le da vergüenza por eso de que ya es mayor, porque ella os conoce, es ella la que me habló de vosotros cuando era más pequeño. ¿Sabéis? Mamá hace tiempo que no sonríe, y eso que tiene mil sonrisas diferentes a cual más hermosa y sincera. Mamá es una mujer maravillosa. A veces le pregunto por qué está triste y entonces sus ojos azules se ponen acuosos y brillantes y no me dice nada, luego le veo llorar a escondidas, aunque ella piensa que no me doy cuenta. Yo creo que está así porque papá siempre se enfada con ella y le grita. Yo los escucho desde el armario de mi habitación donde me escondo, porque cuando papá se enfurece me da mucho miedo… Todas las noches es la misma historia, siempre sucede lo mismo, un portazo brutal anuncia su llegada a casa, después su voz cavernosa y ebria buscándonos, y más tarde una lluvia de voces descontroladas golpea las paredes de nuestro hogar, como un terremoto imparable, amortiguadas solo por la oquedad del armario donde me encuentro. Papá se enoja por casi todo, si mamá se arregla y se pone 548 guapa, si no le gusta la comida que hay, si se le despierta de la siesta, si no está planchada la camisa que quería ponerse… Por todo ello, este año me gustaría para mamá una barra de labios mágica, para que volviera a pintarse una sonrisa inmensa en la cara, de carmín y esperanza, porque la risa conduce a la felicidad, y ella merece ser feliz, inmensamente feliz. También un maquillaje de ilusión y coraje, que nunca más le ponga esas marcas moradas en el rostro, a las que ella achaca haberse pasado con la pintura, ante mis preguntas curiosas e incesantes… Me encantaría también que le dejaseis la llave para escapar de ese amor que la maltrata y esclaviza, que la tiene encerrada como a una princesa, en el torreón del dolor y la amargura, porque yo creo que el Amor es otra cosa, pues cuando le doy la mano a Anita en el recreo, el estomago se me llena de mariposas de colores y un sentimiento de alegría recorre todo mi cuerpo. Cuando sea mayor no quiero ser como papá, quiero que la historia de mi vida sea un cuento diferente, con un final feliz y diferente. Donde mi superioridad física no marque desigualdades, porque el peso y el valor de las personas se mide en el corazón y en los sentimientos que este guarda en su interior y demuestra con sus hechos. Quiero ser un hombre. Y que cuando llegue a casa, mi familia me espere ansiosa, porque solo traiga para ellos, los bolsillos llenos de dicha y ternura. Y por último, queridos Reyes, pediros una cosa más para mamá, un jarabe dulce, que no solo cure las heridas del cuerpo sino las del alma también, que ayude a cicatrizar los desgarrones del corazón, los huesos rotos, los impactos que dejan las palabras hirientes, a sanar los moratones, a olvidar el dolor, los 549 golpes, que ayude a decir basta ya. Un jarabe con vitaminas de colores que invite a caminar hacia el futuro, con una mochila cargada solo de ilusión y ganas de volver a empezar. Sin más, y confiando en que podréis encontrar todo esto que os solicito, me despido hasta el año que viene. Un abrazo muy grande para los tres. P.D.: Os dejaré algo de chocolate para vosotros y agua para los camellos, pero por favor no hagáis ruido que no se despierte papá. 550 IGUALDAD DE DERECHOS NANCY TOVAR MENDOZA Luis estaba en el parque esperando a Elisa para jugar como acostumbraban todos los días, Cuando Elisa llegó, Luis se le quedo mirando muy sorprendido y le dijo: ─¿Por qué estas vestida como niño? A lo que Elisa le responde con mucha convicción: ─Eso de niños y niñas es mentira. Luis perplejo le pregunta: ─¿Qué tontería estas diciendo? Elisa molesta le contesta: ─No son tonterías. Mi mamá y sus amigas dicen que los hombres y las mujeres son iguales. Luis en tono de fastidio le contesta: ─Te gastaron una broma, Elisa. ¿Cómo van a ser iguales los hombres y las mujeres? Es más mi abuelo dice que cada persona es única e irrepetible. Eso quiere decir que no hay dos personas iguales. Siempre hay diferencias aunque sean gemelos. Elisa triste y llorando le dice a Luis: ─Y… ¿porque se burlaron de mí? A lo que Luis le responde con mucha ternura: 551 ─No te preocupes, tu sabes que somos amigos y nunca me burlaré de ti. Te invito a mi casa a comer un rico pastel y ver una película de esas que tanto te gustan. Los dos niños se fueron caminando despacio. Entraron a la casa de Luis y cuando estaban comiendo el pastel llegó el abuelo de Luis. Luis muy molesto y decidido le contó a su abuelo como la mamá de Elisa y sus amigas se habían burlado de ella diciéndole la mentira de que los hombres y mujeres son iguales. El abuelo de Luis lo escucho con atención y mirando con ternura a los dos niños les dijo: ─La mamá de Elisa no la engaño. Simplemente no se supo explicar. Así como hay diferencias entre las personas, también a semejanzas, podríamos decir igualdades. Y a veces se ocasionan problemas por ignorar o no respetar esas diferencias e igualdades. Luis mira a su abuelo perplejo y le dice: ─Abuelo, no entiendo Te voy a poner un ejemplo: ─La mujeres tienen hijos y los hombres no. Eso es una diferencia. Las mujeres y los hombres tienen derecho a estudiar. El derecho a estudiar es igual para hombres y mujeres. Esa es una semejanza. Lo que la mamá de Elisa quiso decir es que hombres y mujeres deben compartir los derechos en igualdad de condiciones. Lo que pasa es que a veces se ven más las diferencias que las semejanzas. ¿Qué otros derechos creen ustedes que comparten los hombres y las mujeres? Elisa dice entusiasmada: 552 ─El derecho a votar. Mi mamá y mi papá votan Luis dice preocupado: ─A mí no se me ocurre nada El abuelo de Luis le dice: ─Hay muchos derechos como el derecho al trabajo, a la vida, a estudiar … Luis le dice al abuelo en tono despreocupado: ─Después de todo esas cosas las hace todo el mundo. El abuelo de Luis le contesta con gran convicción: ─No siempre fue así y muchas veces hay personas que no respetan los derechos de las mujeres. Y aunque ustedes no lo crean hay lugares en el mundo en los que no se le respetan ciertos derechos a las mujeres. No pueden votar, no pueden conducir un auto, no pueden estudiar… Luis le dice sorprendido a su abuelo: ─¡Eso es terrible! No me gusta decirles estas cosas tan feas a niños tan lindos como ustedes, pero uno debe estar bien informado de cosas tan importantes como el respeto de los derechos humanos. Siempre se debe luchar por mantener la esperanza de que en todo el mundo se respete la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. Elisa miro al abuelo perpleja y le dijo: ─¿Y cómo vamos a luchar por los derechos? Si muchas personas hacen algo, aunque sea muy pequeño, se pueden lograr grandes cosas. Se pueden mandar mensajes por internet, enviar de dinero a organizaciones humanitarias… 553 El abuelo le conto a los niños toda la tarde historias de las reivindicaciones de los derechos de las mujeres a lo largo de la historia. El abuelo hablaba con tanta pasión y entusiasmo que los niños estuvieron muy atentos y preguntones. 554 LA MUJER QUE VUELVE A SU PUEBLO JESÚS TÍSCAR JANDRA La mujer que vuelve a su pueblo compra un billete de tren. Se lo despacha un señor con camisa azul que —piensa— no tiene trazas de despachar billetes ni de despachar nada. A la mujer que vuelve a su pueblo se le antoja que el señor de la camisa azul ha sido de mucho mundo y capital, al que, como a tantos, le han ido mal las cosas y por eso ha terminado aquí, en este mostrador de la Renfe, despachando billetes. Se le ve amargado, serio, parco, aunque correcto en el trato. Es muy de mañana, aunque dentro de la gigantesca estación no se note. El tren sale a la hora en que deben salir los trenes, casi al alba. La mujer que vuelve a su pueblo no concibe las estaciones de ferrocarril, los viajes, a otras horas que no sean las primeras del día. Muy de mañana la mujer que vuelve a su pueblo salió de su pueblo y muy de mañana regresa a él. Viajar es madrugar. Aún falta una hora para que salga su tren, el que la llevará a la provincia en la que está su pueblo, si es que su pueblo sigue allí. A los trenes hay que esperarlos por lo menos una hora; a la mujer que vuelve a su pueblo no le cabe en la cabeza que pueda haber gente que llega y se sube a los trenes a escasos minutos de su partida: gente con la hora siempre pegada al culo, por haraganería, por no madrugar, no como ella, que lleva toda su vida madrugando y lo que le quede, esto de la jubilación no la va a convertir, desde luego, en una gandula, ni mucho menos. La mujer que vuelve a su pueblo piensa morirse madrugando, piensa madrugar para morirse. Como debe ser. 555 Porta una maleta de tamaño mediano, gris, antigua, con la que vino. No pesa mucho. La estación parece antes un Corte Inglés que una estación —se va diciendo mientras deambula por el amplio vestíbulo—. Cuando ella llegó era otra cosa, era una estación, no un centro comercial, una podía ver los trenes en tanto aguardaba el suyo, y no ahora, que es como si los trenes estuvieran en un sótano al que hay que bajar por escaleras mecánicas. La mujer que vuelve a su pueblo se dirige a un quiosco de prensa y curiosea un rato las revistas. Carísimas. Cuando ella llegó, hasta el obrero más modesto podía comprarse un periódico para distraerse, para ver la quiniela o el número de los ciegos o lo que echaban en los cines o teatros, sólo para verlo, no para ir, claro, eso no, qué tontería. Los periódicos, antes, valían las pocas pesetas que a todo trabajador podían sobrarle. Pero ahora, comprar en el quiosco equivale a un lujo. Hasta de tres euros, que son quinientas pesetas de las de antes, hay revistas. La mujer que vuelve a su pueblo, a pesar de todo, se compra una revista, que no le va a hacer demasiado daño a sus ahorros, y va a sentarse a una de las zonas de espera, aquí ya no hay «salas». Elige la que está más despoblada, deja la revista en el asiento de al lado y se dispone a desayunar con lo que ha traído de la pensión. La mujer que vuelve a su pueblo pensaba hacerlo en el tren, pero el hambre ya le está rascando el fondo del estómago, anoche no cenó, no tuvo ganas, y además así se evita tener que preguntarle «¿usted gusta?» al que le toque al lado durante el viaje, quien seguramente aceptará el ofrecimiento porque hay mucho caradura que se aprovecha de los gestos de cortesía de las personas educadas. La mujer que vuelve a su pueblo se coloca la maleta sobre las rodillas, la abre no sin cierta 556 dificultad —los resortes de las cerraduras están oxidados— y saca un trozo de bizcocho duro envuelto en papel celofán y un pequeño termo de café a cuadros rojos y blancos. Come y bebe despacio y es como si masticara y tragase un desconsuelo ya muy sabido, pero que sigue haciéndole el mismo daño que si lo ignorara. Las voces incomprensibles de los altavoces anuncian incesantemente salidas y llegadas, ¿por qué todos hablan tan deprisa en esta ciudad? ¿Qué prisa hay? Pasan mujeres de la limpieza, ¡y hasta hombres!, empujando enormes escobones desflecados. Pasan dos muchachas muy jóvenes cargando cada una con una mochila casi más voluminosa que ellas. Pasa una familia de negros con ropas chillonas, hablando en su extranjero escandaloso, y la mujer que vuelve a su pueblo deja de masticar y oculta con la mano el trozo de bizcocho. Una presentadora la mira desde la portada de la revista que reposa en el asiento de al lado. El termo a cuadros rojos y blancos, del que bebe café con leche a morro, tiene mas de cuarenta años, los mismos que la mujer que vuelve a su pueblo lleva aquí, en esta ciudad tan grande y tan triste que apenas conoce y que hoy por fin va a abandonar para siempre. Cuando los negros se alejan, la mujer que vuelve a su pueblo continúa comiendo y trata de recordar, por enésima vez durante estos últimos días, el nombre de su calle, el número de su casa, la cara y la voz de su padre, de sus seis hermanos varones. Pero no recuerda nada. 557 LA HORA VICENTE ULIVE-SCHNELL El hormigueo empieza alrededor de los tobillos, un escozor frío, una quemadura helada. La pieza ha quedado aislada del resto del mundo, la sombra de la vela baila frenéticamente sobre mi libro cuando él se acerca. La neblina rodea las patas de mi mecedora, tentándola como virgen adolescente despertando a la seducción. La siento acariciarme, abrirse paso entre el pantalón y la media para saborear su presa. Juega con los vellos gastados de mi pantorrilla, ¡se burla de mis venas moradas e hinchadas! Se toma su tiempo, coqueteando con su lengua plumífera que enfatiza las cosquillas. Los granos de arena han dejado de llover en el reloj para convertirse en gotas esporádicas y taimadas. Afuera, el crepúsculo cobrizo empieza a ahogarse detrás de las montañas, tragándose junto a él los recuerdos del último día. Las tablas de mi cabaña crujen, las chispas del fuego que emana de la chimenea parecen estabilizarse. No escucho animales, pero el solitario aullido en el patio proveniente de mi fiel compañero presagia lo peor. Mi respiración cansada es lo único que perturba la tranquilidad repentina. Los ojos se entrecierran, mi huesuda mano arranca los anteojos de su equilibrio en el puente nasal y los apoya sobre el libro. Aún no he fumado mi última pipa y el momento ha llegado: el tabaco con olor a caoba fresca rebosa de su prisión pero no conocerá jamás la alquimia del fuego. 558 Su respiración parece acecharme, siento su aliento a azufre golpear mi nuca y enviar un escalofrío a lo largo de mi espina dorsal. No habrá tiempo para despedidas, brindis o felicitaciones; cuando las dagas de hielo alcanzan mi pecho sé que es demasiado tarde. Sólo queda el palpitar de mi corazón, ese músculo arrogante que él arrancará de mi tórax con su hoz. Su textura caliente se congelará y mi alma desaparecerá en su humareda. Los últimos momentos no son de pánico. Siento el alivio de saberme poseído por el manto negro que me arropa. No veo el pasado, no me regodeo en mi vida. Sólo pienso que, en pocos momentos, volveré a verla, volveré a perderme en sus ojos negruzcos y sentiré el perfume de su cabello, disfrutaré de la sonrisa horizontal de su cara y vertical de su sexo, podré decirle cuánto la amo y cuán larga ha sido la penitencia desde que se fue. Recibo la oscuridad con calma, con este libro que jamás terminaré de leer apoyado en mis piernas, con la mecedora finalmente llegando a detenerse al ritmo de los últimos granos de arena que se resbalan, tic, tac, por los bordes del reloj que jamás voltearé. 559 ACOSO SEXUAL. SALVADOR ARMANDO URBANO LÓPEZ Recuerdo que mi primera vivencia como víctima de acoso sexual dejaron una huella traumática de impotencia y decepción, que se tornaba por momentos en estallidos de colera contra mi autoestima ya dañada. Un tipo grande y calvo comenzó a tocarme la verga por encima del pantalón de la escuela, era en el atestado pasillo del tren eléctrico de Santiago de Chile, en la hora pico de la mañana. Yo me dirigía al liceo, que queda en el centro de la ciudad, y la impresión me dejó sin reacción; aunque sentí un profundo malestar, que en el momento no conseguí canalizar, para nada tuve una erección ni me produjo ningún tipo de placer. Al contrario, sentí ganas de gritarle y escupir en su cara, pero al ver esa sonrisa macabra y desquiciada en su rostro, me invadió el temor y callé, instando solo a apartar su mano bruta y tosca de mi verga. Entonces me sentí inferiorizado por la pasividad de mi reacción, deseaba haberlo escrachado ante la multitud de personas cuadriculadas en su metro de “libertad”, y me culpaba por la falta de osadía y decisión. Para mí era algo nuevo, y una sed de llanto me albergó de golpe, la que tuve que disuadir pensando en otra cosa, ya que debía entrar al liceo y salvar las apariencias; por lo demás, no esperaba encontrar comprensión ni buenos consejos de mis compañeros si es que les relataba la historia, al contrario, imaginaba burlas y humillaciones que sólo hubiesen servido para aumentar la desmoralización que sentía al verme presionado en todo aspecto y no encontrar apoyo en nadie. Al final, decidí no pensar más en ello y relajarme fumando un porro. 560 Lo que si me quedó para siempre dando vueltas en la cabeza es la posición a la que, diariamente, miles de mujeres en todo el mundo son sometidas por esta sociedad que no respeta; y que deben soportar, resistir y combatir cada día para que la insensibilidad de los machos de mierda no las atropelle ni les pase por encima. Entonces comprendí el resentimiento, la rabia y hasta el temor que las mujeres tienen hacia esa cultura que las violenta cotidianamente en las calles (en mayor medida para aquellas mujeres consideradas hoy en día social y esteticamente hermosas, visión que no comparto pero me parece necesario agregar como un síntoma más de la decadencia en la que vivimos); y comprendí también el hastío y la repulsión para aquellas frases repetitivas que cubren el machismo bajo un manto de cortesia, para aquellas nociones estereotipadas de ver a la mujer y las reducciones arbitrarias del ser mujer. Lo comprendí porque viví el acoso en carne propia, y experimenté la humillación de que te hagan sentir como un “sexo debil”, carente de voluntad. Entonces decidí dejar de reproducir esto que tanto me indigno y que es tan injusto. Comenzé a cambiar mi pensamiento para transformar ese ideal feminista que en mi nacía, en una lucha constante contra toda forma de ejercer el poder patriarcal y autoritario en las relaciones entre personas; y que esta lucha y este compromiso exige ser constante ya que las formas de reproducir el machismo y la violencia se renuevan a cada instante y es fácil caer en ellos si bajamos la guardia. Por lo demás, me molesta esa separación binaria de las diferencias tan propia del pensamiento occidental (hombre/ mujer, naturaleza/ cultura, cuerpo/ mente, etc/ etc.), así como los roles sociales (y sexuales) preestablecidos, y la forma 561 en que, desde distintos frentes, intentan moldearnos para dirigirnos a una “normalidad” construida arbitrariamente, sin preguntarnos que pensamos al respecto; es forma patética y burócrata que tienen de constituirnos en sujetos sociales bajo la influencia de una sociedad burguesa y excluyente me parece nociva, pues yo tengo pene pero no por eso me considero un hombre, pues creo que femineidad y masculinidad son energías que se complementan y no excluyen, y que la categoria social de “hombre” no me incluye por más que los biologos digan lo contrario. Lo viví desde niño y durante la adolescencia (aunque hay mucho léxico que replantear, si adolescí) con las relaciones machistas de poder entre mi padre y mi madre; que, de alguna , manera, nos transmitieron a mí y a mis hermanos, y de la cual nos fuimos desarraigando a medida que fuimos “leyendo” el mundo. Considero que el abuso sexual (allí donde muchas culturas antiguas ubican la “puerta” de la espiritualidad y la conexión de nuestras energías internas con las del cosmos) y el acoso de la persona, son una de las principales y más daniñas virulencias para la libertad de la mujer y del hombre (no solo ahora, sino mas bien es una situación histórica que ha intensificado sus niveles de violencia en el contexto actual), y que debe ser combatida por todas y todos con las armas que a nuestra disposición tengamos para desarrollar una sensibilidad sexual y de la vida que nos permita convivir en paz y armonía. Espero que esto no parezca demasiado idealista. Por los demás, queda mucho por decir y denunciar; pero, sobre todo, queda mucho por hacer. 562 AMOR LIBRE SALVADOR ARMANDO URBANO LÓPEZ Hay situaciones asqueantes que aumentan el sentimiento de impotencia si te quedas en la inacción o la reacción pasiva. Decididamente el machismo y la violencia, mezclados con la creciente insensibilidad –en lo que a sexualidad refiere- y la psicosis colectiva, ha aumentado los acosos sexuales y el sometimiento del cuerpo al deseo individual, privado y egoísta; así como la persecusión del placer como un fin en sí mismo, instántaneo y enriquecido por el morbo de hacerlo en lugares masivos y públicos, donde el peligro al escándalo vuelve más estimulante la retorcida expresión libidinal y la agresividad psicópata. Esto, se manifiesta cotidianamente en las grandes ciudades, donde el contacto diario con miles de personas desconocidas, vuelve más insensible la percepción que se tiene sobre el resto, y hace de la humillación y el abuso una constante simbolización del poder sádico y enfermizo. Además, la estrechez en la intimidad, la transnacionalización del mercado sexual y la creciente soledad y aislamiento social del mundo productivo; llevan facilmente a la obsesión y la explosión violenta de la frustrante exclusión acumulada; sumado esto, además a la masificación de la pornografía, a la misogenia transmitida por la TV, la industria musical, la iglesia, etc.; son factores que ayudan a la propagación de estas prácticas sexuales enfermantes. La frustración del mundo moderno, donde la sexualidad parece ser cada vez menos un tema tabú, pero donde, contradictoriamente, se fortalecen los lazos 563 de violencia y satisfacción egolatra y narcisista del placer deseado, sin importar el daño causado a las demás personas; mentalidad atormentada con el bombardeo constante de imágenes que incitan un goce impersonal y precoz, el uso de un lenguaje denigrante o moralizador para referirse al tema sexual – tan importante y transcendental en los seres vivos, adquiriendo un cáracter espiritual muchas veces negado o desestimado por la sociedad y los individuos-, es exacerbada a un nivel grotesco, reprimido y represor a la vez (como ejemplo está la noción de “puta” tan ampliamente difundida para insultar o el rol social que se le da a las diferencias sexuales, como también la noción de “puto”, con claros tintes homofóbicos), haciendo de esta libertad sexual negada el punto de partida para negarsela al resto; reproduciendo –así como los padres que golpean a sus hijos- lo sufrido en carne propia con anterioridad; inferiorizando a la víctima, que es reducida a un mero objeto de placer, vengando el desequilibrio y desestabilidad psíquica y emocional que el vivir para producir en una sociedad que no nos toma en cuenta les produce, aplicando el sufrimiento retenido, que los transporta de la categoria de víctima a victimario. Reconozco el haberle metido mano a una chica en el microbus una vez, cuando mis adolescentes hormonas comenzaron a efervescer dentro de mí y no sabía cómo canalizar esa energía sexual que me recorría como una enredadera que debora una gris fachada. Para entonces, aún no desarrollaba la sensibilidad que me llevó a arrepentirme, repudiar y denunciar lo que yo mismo –irreflexiblemente e influenciado por muchas de las cosas que antes nombré- alguna vez hice. Esto lo digo en honor a la sinceridad que pretendo 564 dar a mis relatos; ya que, bien podría obviarlo, pero creo que el reconocer un érror, no volver a repetirlo y luchar por remediarlo, es –a mi gusto- una digna manera de afrontar el cambio y engrandecer la propia personalidad. Comence a darme cuenta de estos acosos cuando me compenetré imtimamente con una amiga de la escuela; experiencia que fue mi primer acercamiento al feminismo. Ella denunciaba indignada el machismo que ve en los “atributos femeninos” sólo lo carnal que le otorgaría mayor prestigio a su falso ego al poseerlo para sí; insultaba a aquellos que le gritaban piropos pseudopoéticos por la calle, que continuaban la cadena de violencia y estereotipos de lo que a una chica le gusta. No podia evitar conmoverme y sentirme atraído hacia su rebelde hermosura y contestataria rabia ante tanta imbecilidad. Junto a ella aprendí mucho sobre cariño, empatía y sobre como tratar a una persona que se quiere y aprecia para no lastimarla ni despreciar lo que hace por uno. Con los masajes que me daba para sobrellevar el ocio de la jornada escolar completa, me enseñó la reciprocidad y a valorar lo que nos brindan, que el placer puede ser compartido generosamente y que hay que romper con las limitaciones de género para expresar el amor. Fue así como un día me dijo que debia aprender a hacer masajes para retribuirle, o, de lo contrario, dejaría de masajearme por que era injusto. Por lo demás, tenía toda la razón y ese aprendizaje me sirvió hasta hoy (tanto el masaje como la reciprocidad), ya que, con gusto aplico lo aprehendido con las personas que –a mi parecer- se lo merecen. 565 Nuestros primeros encuentros sexuales me abrieron la mente a mundos de sensibilidad erógena que no conocía. El aprender a respetar los tiempos de cada uno (y de cada una, por supuesto), las decisiones y gustos. Aprendí a compartir el placer de forma humilde y generosa, sin perseguir ciegamente el interés propio, lo que acrecento la complejidad y la sublime belleza de la vida sexual para mí. Así comprendí la importancia que tiene el cuidado del propio cuerpo y mente y el de la gente que se ama; la importancia de los sexos como máxima expresión de la libertad, y que como tal, deben valorarse y respetarse. Más allá de que nuestros caminos se hayan separado, es una persona a la que siempre recordaré por el enriquecimiento espiritual que significó el tiempo compartido. Ella me hizo ver que el amor es la máxima expresión de la libertad, y que como tal, no debe reprimirse ni privatizarse, sino compartirlo por propia voluntad como la energía que motiva nuestra vida y que impregna cada encuentro. Por eso, le estaré siempre agradecido. 566 SIN TÍTULO MANUEL VACAS CARRILLO Todavía me acuerdo de las inmensas praderas de mi comarca, cuando en un ataque de locura, partí para no volver, alejarme de todo aquello cuanto conocí. La mezcolanza de pena y desasosiego me invadían en el alma día tras día. De no ser, porque era un poco inquieto pienso que tal vez nunca jamás hubiera un movido un pie de mi pueblo. Me reprochaba todos los días como podía ser tan absurdo, inaudito e inverosímil aquello que en realidad era mi destino, llegada y fin de la historia. Creo que era un dieciséis de Febrero cuando en Salobres se reunían un buen puñado de trasnochados para conmemorar la muerte del Primo. Vaya estampa aquella. Si por pedir fuera, hubiera pedido nacer en otro país, pero como la realidadera otra, tuve que aguantarme. Mi abuelo que era un gran sabio, me decía: “Dando tiempo al tiempo el mozo llega a viejo”. Mi abuelo. Pobre de él, tirado en aquella cama de paja porque no tenía ni para leche. Ya le decía yo al Gordo que no podía ser ni tan alto ni tan fuerte. El Gordo era mi inseparable amigo desde que un día en la plaza del pueblo, rodeado de la muchedumbre, estuvo a punto de ser linchado por los Yáñez. Fue acusado deincendiar las cuadras de San Estuardo y provocar un fuego que mató cuatro chotos y una vaca. Así, en un ataque de improvisación dije que fue el Tirilla. Éste de poco se enteraba. Perdió el habla cuando encontró a su madre con el alcalde en casa del tío Román. Nadie sabía nada, pero todo el pueblo comentaba lo sucedido. La vida en el pueblo puede ser una cruz, pero también es sencilla, barata y si quieres, aburrida. Parece que el tiempo no 567 pasa, como si se parara y nada tuvieras que hacer excepto dar vueltas por la plaza y el quiosco de Tomás. Cuando éramos más jóvenes aún, el gordo y yo encendíamos petardos en la puerta de su casa antes de llamar a la puerta y cuando salía, los sonoros estruendos le asustaban. Todo era divertido hasta que caía la noche y volvía a casa, donde me esperaba mi padre en el cerco de la puerta. La lección estaba aprendida hasta que pasaban dos semanas y volvíamos a hacer de las nuestras. Lucía la boticaria siempre nos regañaba, diciéndonos que la juventud de ahora no tiene respeto por los mayores. Nosotros desde el baldaquino de Jesús, en la plaza alta la retábamos a que nos cogiera. Es verdad que los tiempos cambian, al igual que el paisaje y las personas. Nada es inmóvil e indeleble al tiempo. Todo es susceptible de cambio. Antes las aceras no existían y los caminos eran de tierra, ahora todo está asfaltado y embaldosado. No queda ni un metro sin cimentar o que pueda ser cimentado. Nada mejor que el frescor y la viveza sin parangón del campo ¿dónde encontrarás amapolas, malvas, tomillo o lavandas? En la ciudad seguro que no. En la casucha del olivero, en la cuesta de la boina había un sembrado lleno de margaritas y cuando quería un vaso de leche con pan de merienda, le regalaba un ramillete a mi madre. A ella era fácil conquistarla. Al igual que Magdalena, la hija del peluquero, me conquistaba a mí. Creo que nunca estuve más enamorado en mi vida que de ella. Pasábamos las tardes hablando y haciendo planes de futuro, sobre cuál sería nuestra profesión o cuantos hijos tendríamos. Hoy me acuerdo mejor del ayer, siendo estos los mejores días de mi vida, donde cualquier tiempo anterior era mejor que el presente. ¿Qué razones me llevaron a separarme de mi pueblo? No lo sé. 568 Sentí la pura convicción de huir hacia algo mejor, mientras un pedazo de mí rompía en lágrimas, ni tan claro ni tan oscuro. Preso hoy de mis convicciones y mis acciones puedo decir que obviar ese sentimiento es absolutamente irrefutable y quien sea de pueblo me entenderá. Mi pueblo. 569 Y YO ME PREGUNTO JONATAN VARGAS CAÑO ¡Aaaaaachís!… Discúlpenme por el estornudo. Lo siento, he pillado tal constipado en la guardería que no soy capaz ni de tenerme en pie, algo no muy relevante porque de todas formas aún no sé andar…A pesar de ello pronto empezará a dar mis primeros pasos, mi mami me ha dicho que soy el niño más listo del mundo y que cuando sea mayor seré alguien muy importante. Se me cae la baba al oírla decir cosas tan cariñosas con esa sonrisa tan eterna como su jornada laboral. Me creí más importante todavía cuando me lo afirmó rotundamente, pero todas esas aspiraciones fueron decayendo al percatarme de que solo era un niño mimado más de la “guarde”. De todas formas, me gustaría ser alguien influyente, así mi querida madre dejaría de trabajar tantas horas. Y yo me pregunto: ¿por qué habiendo ido ella a esa guardería de mayores que algunos llaman universidad y teniendo una carrera cobra tan poco para la cantidad de horas que invierte? No sé, no me parece justo…no porque goce de dicho título y no pueda aspirar actualmente a nada mejor, sino porque mi padre, que cito textualmente palabras de mi abuelito “no ha dau pie con bola en los estudios en toa su via”, gana más dinero que ella y trabaja muchas menos horas. Hay tantas preguntas sin resolver, tantas dudas y tantas incongruencias a las que no logro dar respuesta alguna… ¡Pobre cabecita mía sin apenas pelo! 570 ¿Todavía quieren saber más cuestiones? Da igual, de todas maneras las voy a contar, ya saben ustedes que a una edad como la mía es fundamental contestarlas todas, entre pelo y pelo no debe haber ninguna mala duda. Verán, tengo una amiga que se llama Carla. Bueno, amiga lo que se dice amiga..je, je, je… a veces nos dejamos los biberones y un día de extrema urgencia hasta compartimos el pañal, … lo nuestro es algo serio. Hoy en el parque me he dado cuenta de algo que me ha impactado ¿por qué mi chupete tiene forma de balón de fútbol y el de mi amiga Carla está lleno de flores rosas? No sé qué pensar, a mí no me hace mucha gracia que mi chupete tenga forma de balón de fútbol ni el fútbol en sí, en cambio, me encanta el color rosa. Mi hermano mayor me llama “nenaza”, no entiendo muy bien porqué pero por la forma en que lo dice no parece nada bueno. ¿Será porque prefiero el rosa al azul? No entiendo, él casi siempre viste de verde y yo no le llamo lechuga… Y hablando de colores, no me explico que nos vistan clasificados por los colores rosa y azul… ¿acaso las madres no conocen si sus bebés son chicos o chicas? ¿ a qué viene esa distinción bicolor? Parece ser que resulta necesario resaltar que el bebé en cuestión es de uno u otro sexo ¿tan importante es que lo sea? ¿yo nunca podré ir vestido como Carla? No tiene sentido, los dos lloramos, dormimos y comemos por las mismas necesidades, el hecho de ser niño o niña no predispone que nuestras aspiraciones sean similares… ¿o es que la sociedad espera algo distinto para ambos? Volviendo a mi hermano, él es un gran aficionado al fútbol, no se pierde un partido de la “tele”, o según mi abuelito “la caja tonta”. Me he fijado y en la mayoría de los partidos que televisan solo juegan chicos, y yo me pregunto: 571 ¿es que las chicas no saben jugar? ¿Por qué? Yo creo que sí saben, algunas veces me lleva a los entrenamientos de sus amigas y no lo hacen nada mal. Aunque a mí me da que no mira demasiado cómo juegan, sólo le oigo decir: -Jo que Marta ¡ qué buena está! ¿Y Ana? Vaya par de…¡Qué bien les queda el equipaje! Nunca habla de que juegan bien o mal, no parece que en eso se fije mucho. Cuando mami le escucha decir algo así le grita una y otra vez: -¡Tú y tus hormonas nos vais a volver locos! Detalles así suceden a diario en mi entorno, en nuestro entorno y yo no lo acabo de entender. En la guardería no me han podido responder a ninguna de estas preguntas. Mis amigos y amigas pasan del tema. Solo comen, juegan, duermen, vuelven a comer y de nuevo se duermen. Nadie quiere complicarse la vida. Según parece los mayores tampoco lo quieren hacer, simplemente se dejan llevar sin actuar ante tales injusticias y discriminaciones sin sentido porque según ellos “ha sido así toda la vida”. Y yo me pregunto…si en mi clase todos ponemos dibujar con los mismos colores, ¿por qué mi mami dice que las mujeres no pintan nada en esta sociedad? No lo entiendo. No lo consigo comprender. Todos tenemos que ser iguales porque aun siendo distintos aportamos cada uno algo nuevo a la sociedad, por lo que deberíamos gozar de los mismos derechos esenciales. Y es que a pesar de que no quieran ver que necesitamos un cambio radical de pensamiento en nuestra sociedad ¿sabéis lo que yo quiero? Quiero que de mayores todas las Carlas del mundo y los niños como yo disfrutemos de las mismas oportunidades. Que las niñas puedan jugar al fútbol sin que por ello se 572 les considere inferiores a los chicos y que de igual manera a mí me pueda gustar el color rosa sin ser considerado “rarito”. Por todo ello algo sí tengo claro: iré a la guardería de los mayores cuando crezca, en busca de las tan ansiadas respuestas, estudiando “El porqué de los ¿por qués? Que no existan motivos para que niños como yo tengan tantas dudas. ¿ Y tú te preguntas? 573 UNA HUMILDE CARTA AL CUERPO JULIA VAN DER BEEK VIADE Si me dejas, te voy a pedir perdón; si crees que no es demasiado tarde, me gustaría reconciliarme contigo. Y es que esta noche he visto la luz y me he reprochado a mi misma haber sido injusta: injusta contigo, con la feminidad en general… tú eres mi cuerpo, claro está, pero también eres el suyo; eres mi carta de presentación, y al mismo tiempo eres el cuerpo de todas y cada una de las mujeres que luchan, sin saber muy bien por qué, contra ideales dañinos e impuestos por la sociedad. No quiero caer en tópicos, hoy no, pero me quemaría demasiado la sangre si no dijera que dichos ideales no afectan —o al menos no en tal desmesurada magnitud— a los hombres que nos rodean. Y por eso hoy, al levantarme, me he decidido a escribirte a ti, a serte honesta, a aceptarte, a quererte; me he decidido a ser un digno ejemplo. Reconciliación para con nosotras: un primer paso para la igualdad. Y, sin más rodeos, empiezo así: Querido cuerpo, He sido mala contigo durante mucho tiempo y creo que te debo una disculpa. Siento haber renegado de ti, haberte dañado y haber estado odiándote por no ser como yo quería que fueses. Me arrepiento profundamente del trato que te he dado y me gustaría volver a retomar la relación sana y bonita que teníamos antes de mi caída en picado. No estoy segura de poder remediar cuánto has sufrido por culpa de mi actitud egoísta e infantil; tampoco puedo prometerte que a partir de ahora todo vaya a 574 ser de color de rosa; sin embargo, te doy mi palabra de que voy a intentar aceptarte con tus virtudes y con tus defectos, porque ya me he dado cuenta de lo estúpido e ineficaz de querer cambiarte a toda costa. No eres un cuerpo perfecto y, francamente, tus imperfecciones me exasperan; pero me ofreces sensaciones indefinibles, me ayudas a vivir y me concedes cierta singularidad. Por supuesto que querría tener unos muslos más tonificados, una barriga más plana, una piel más dorada y un pelo más bonito, pero compensan todo esto mi ombligo gracioso, mis uñas pequeñitas, mis ojos expresivos y mis piernas larguísimas. Me alegro de estar empezando a quererte y de estar aprendiendo a reconocer todo lo bueno que me ofreces. Atraes muchas miradas y recibes numerosos piropos… ¿por qué detestarte, pues, si otros te desean e incluso te envidian? Es hora de empezar a ser más lógica. Gracias por hacerme ser yo misma. Yo y todas; todas y yo 575 RECUPERAR EL MAR DE LAS PROPIAS PALABRAS SILVIA GABRIELA VÁZQUEZ Aquellas vacaciones, a diferencia de las anteriores, Ana no nadó. Tampoco halló botellas con mensajes en la orilla, porque ocultó -no sin esfuerzo- el mar, para que Leo, su amado príncipe de cabello dorado, no tuviera dónde arrojarlas. Se secó las manos con un pañuelo lacrimosamente húmedo y las guardó en sus bolsillos, sólo por no tocar ese conflicto al que -de tanto mentirse uno al otro- le habían crecido patas. Aunque todos sabemos que la mentira tiene patas muy cortas, aún cuando quien las diga -o las escuche- carezca de ellas. Hizo lo imposible por esquivar los malentendidos y reproches que acampaban en la puerta de su acuosa habitación, cada día, desde el instante en que se despertaba. Eligió no ver aquello que se escondía detrás de los espejos de agua. Esos que ellos mismos se encargaban de cubrir para no encontrarse con lo que les causaba dolor. Como si quisiera robarle el alma a las estrofas, escuchó una y otra vez esa canción de desamor, transformada en un desgarrador himno matutino. Fingió no notar cómo, sin darse cuenta, Leo soltaba una absurda disculpa tras otra mientras hablaba de cosas sin importancia, luego de su segundo viaje a Buenos Aires. Intentó desatender sus mensajes de desconsideración. Como cuando él se burlaba de su ignorancia ante las palabras aprendidas en el extranjero o 576 despreciaba sus obsequios, como aquella corbata tejida pacientemente con flecos de algas. Y hasta cuando comentó -delante de sus amigos- que otras mujeres iban de aquí para allá en bicicleta y en cambio ella… Ana trató de no oír ese “vos” adquirido que se colaba en medio de las conversaciones, como si en su breve estadía en aquella ciudad hubiese tenido oportunidad de anclar lo suficiente para dejar parte de su alma. Tenía ante sí un océano de evidencias y sin embargo prefirió correr una cortina opaca para que la imagen desapareciera. No quiso enterarse y siguió caminando -a su manera- por el borde de esa frágil cornisa descascarada en la que se había convertido la vida que compartían a veces, sólo cuando él resolvía navegar cerca de ella. Se juraba que cada error traería su remiendo y aceptaba resignada, por cada rosa prometida, la obligación de convivir con sus espinas. A veces, mientras se peinaba y adornaba su frondoso cabello con estrellas o caracoles, quitaba de sus ojos esa venda molesta e ineficaz desde hacía tanto, pero inmediatamente la colocaba en su lugar. Otras, tomaba la dolorosa decisión de dejar de mentirse esa misma tarde. Sin embargo, cada vez que apuntaba en su agenda una reunión con su propia sospecha, la cancelaba -muerta de miedo- unos segundos antes de la hora acordada. Tal como le había advertido don Fernández Díaz, la negación sólo es recomendable en pequeñas dosis, de modo que muy pronto comenzó a percatarse de los efectos que su incipiente ceguera le estaba provocando. 577 Se sentía deprimida e irritable la mayor parte del tiempo y cada tanto, se descubría confesando a otros navegantes -absolutamente desconocidos- su desconsuelo. Era entonces cuando –más confundida que asustada- deseaba mandar a sus palabras a la escuela de Leo, para que aprendieran a hablar, hablar y hablar, sin expresar sentimiento alguno. Luego de sus fallidos intentos de desahogo -una paradoja, dadas las circunstancias- recurrió al vacío seguro del silencio. Aunque, en los últimos meses, a su pena le habían aparecido ramas y pendían de ellas florecientes racimos que guardaban semillas para nuevas tristezas. Acostumbrada a andar soltando preguntas sin respuesta mientras desayunaban o se despedían, una noche de insomnio juntó fuerzas y preguntó exactamente lo que quería saber, algo que debería haber hecho hacía mucho tiempo. La voz de Leo se desveló, se rebeló, se castigó, se avergonzó, se alejó, se culpó, se defendió, se perdonó y finalmente le mostró sus involuntarias garras. Así fue como, a pesar de todo, su necesidad le ganó a la cobardía de ambos. Él no dijo nada que no hubiera gritado con su comportamiento y su mutismo mucho antes, sólo que esta vez Ana se dio por enterada. Ella -que siempre había vivido en una absurda pobreza, sin más posesiones que el horizonte y la libertad- creía que el amor imperfecto de Leo era todo lo que tenía. Se había olvidado de algo: también poseía dignidad… Ayer, cuando fui a correr por la playa me encontré casualmente con Ana. Estaba radiante, sentada sobre una roca, dejando que el sol bronceara sus 578 escamas y muy bien acompañada por un marinero que parecía saber respetarla, valorarla, reconocerla. Es que ella ha vuelto a saber quién es. Le llevó tiempo comprender que sus derechos no eran en nada diferentes a los de Leo -o cualquier otro hombre- a pesar de haber nacido mujer, morena e indigente y de no tener la posibilidad de caminar por la vida con dos piernas tal como él. Ana, la sirena, recuperó sus aletas y con ellas el mar. Y con el mar, los serenos mensajes esperanzados de todas sus botellas, para nadar de nuevo en sus propias palabras, las mismas que creía perdidas… 579 MARITA Y LALO MARÍA EMILIA VIALE Ella es Marita, tiene 32 años y es profesora de Historia del arte en la facultad de Bellas arte de Rosario. Es soltera, vive sola en un departamento de dos ambientes, no tiene hijos, solo dos gatos: Pablo (por Pablo Picasso) y Frida (por Frida Khalo), y un canario Raúl (porque le gustaba el nombre). Es una mujer callada, solitaria y soñadora. Es hija única, asique no tiene ni hermanos ni sobrinos. Sus padres viven en Centeno, pueblito chico, no más de dos mil habitantes, donde ella pasó toda su infancia hasta llegar a los dieciocho años, cuando le tocó la hora de trasladarse a la gran ciudad de Rosario para hacer sus estudios universitarios en Bellas Artes. Tuvo solo dos novios, y algún que otro encuentro sexual casual, no muchos. Su primera relación duró cinco años, fue durante su adolescencia. Él tenía 17 y ella 15, durante cinco años fueron la pareja perfecta de Centeno, todos daban por sentado que iban a terminar casado. Un día sin mucha explicación Pedro, así se llamaba él, fue y le dijo que no la amaba más, que todo había terminado. Pensó que el mundo se le venía abajo, le llevó dos años, tres meses y diecisiete días superarlo y olvidarlo (llevó la cuenta). Al segundo novio, Lautaro, lo conoció en la facultad, estudiaba antropología. Desde el primer día que se vieron se enamoraron. Esa relación le duró dos años y catorce días. Esta vez fue ella la que lo dejó. Los últimos dos meses lo notaba raro, la estaba engañando, y sin vueltas decidió cortar todo por lo sano, siempre fue muy determinada. A partir de ese día no ha vuelto a tener pareja, 580 ya han pasado 8 años de eso y nada pareciera indicar que la situación fuera a cambiar. Había llegado a la conclusión que no servía para estar de novia. Moneda corriente es en su vida que la gente la mire con lástima por estar sola, moneda corriente es escuchar frases como: “qué raro una mujer tan linda y sola”, o “¿Para cuándo un novio Marita?”, o la típica solución a todos sus problemas: “a vos lo que te hace falta es un novio, con eso vas a ver como solucionas todo lo demás”. Siente que la gente no la entiende, no entienden que ella no está sola, que está soltera, algo muy distinto, y que así es feliz. No le hace falta un hombre para completarse y realizarse como mujer. Ni hablemos si osa decir que no le interesa tener hijos (con sus gatos, su canario y sus fotografías le bastaba). Eso es mala palabra para su entorno: “vos estás loca, ¿no querés ser madre?, no entiendo como sos mujer y no deseas ser mamá, viniste fallada. ”Marita suele reírse, lo toma con humor, aunque en el fondo le molesta y se siente incomprendida. Su pasión es la fotografía, sobre todo las fotos de miradas. Le encanta fotografiar miradas, captarlas en el momento justo. Dice que la mirada es el espejo del alma, y que si sabés verlas podés descubrir hasta los más íntimos secretos de las personas. Miles de miradas decoran su departamento. Él es Lalo, tiene 35 años y es diseñador gráfico. Es soltero, vive solo en Barcelona en un mono ambiente. No tiene hijos ni mascotas, sólo un helecho y sus fotos. Es el del medio de 3 hermanos, asique está acostumbrado a pasar desapercibido, aunque en el fondo sabe que es el preferido de su madre. Tiene 3 sobrinos, todos hijos de su hermana mayor, pero no los ve seguido, viven en Rosario. 581 Tuvo una sola relación seria en su vida, fue la única vez que se enamoro. Estuvo de novio 8 años con Cecilia, llegaron a convivir un año. Un día llegó a su departamento de dos ambientes, donde vivían juntos, y lo encontró vacío, sólo había una nota: “Espero sepas perdonarme, no te amo más.” Desde ese día juró nunca más volverse a enamorar, desde ese día no volvió a estar con otra mujer, desde ese día no tuvo nunca más sexo. Ya pasaron cinco años y 27 días (los lleva contados) y no se lo ve con ganas de cambiar su postura. Desde la ruptura está acostumbrado a escuchar frases como: “las minas son así, aprovecha a recuperar el tiempo perdido” o “ahora no te para nadie Lalo, ahora sos libre”. Es común que le digan “que bien te está yendo en tu trabajo, sabes las minas que puedes conseguir”. Está cansado que le comenten: “vos la debes estar pasando de diez, vos sí que sos macho” o la peor de todas: “que envidia Lalo, tienes las minas que quieres, estás con todas las que quieres y nadie te jode”. El sonríe pero nada de eso le causa gracia, nadie entiende que él estaba enamorado, que él sufrío y sufre por estar solo, que no le interesa tener sexo y nada más, él desea tener una familia, desea tener hijos. Se siente incomprendido y e enojado. Lalo es un poco mal humorado, solitario y nómade. Le encanta viajar por el mundo sacándole fotos a todos los ojos que pueda. Le apasiona fotografiar ojos, dice que te transportan a lo más profundo de la persona, y que si sabés mirarlos podés descubrir hasta los secretos más íntimos de ellas. Una colección enorme de fotos de ojos decoran su hogar. Hoy es sábado y Marita está en el parque España buscando la mirada perfecta para ser fotografiada. 582 Hoy es sábado y Lalo está visitando a su hermana y sus sobrinos en Rosario. Está en el parque España a la expectativa de encontrar los ojos indicados para ser capturados. Hoy es sábado, una mirada y unos ojos se cruzan entre la multitud, ambos están detrás de un lente de cámara de fotos profesional. Se miran. Se preparan para disparar el flash apuntando a la mirada y a los ojos, pero algo falla. Los flashes impactan directo en el corazón del otro. 583 LO SIMPLE, LO TODO MARÍA EMILIA VIALE Me contaron, como tantas otras historias, de un pueblo donde no existía la palabra hombre masculino ni ni la femenino, palabra ni papá mujer, ni donde mamá, no las existía personas la palabra eran sólo personas, sin distinción genérica. Las personas se relacionaban como querían, cuando querían y en donde querían. Se amaban cuando tenían ganas, se olvidaban cuando se aburrían, se ayudaban, se acompañaban y por supuesto, a veces se peleaban. En el pueblo, las personas trabajaban, jugaban, discutían, reían, lloraban, sentían, con el mismo derecho... No existían roles ni tareas impuestas, nadie estaba destinado a hacer algo por su condición, ni imposibilitado por la misma. En el pueblo todos eran libres. Libres, de esa libertad que se siente con el alma, que te deja desplegar las alas y vivir sin represión, sin ataduras, sin prejuicios. En el pueblo eran felices, eran libres, pero sobre todo eran IGUALES. Pensé que iba a ser una historia más, donde nunca tenía la certeza si era imaginación de algún viejo loco, algún mito, o si era una historia verídica. Pero no, me fue imposible olvidar ese relato, cada idea quedó resonando en mi mente como un eco incesante. La estructura de mi vida, empezó a temblar y de repente estaba llena de preguntas: ¿Qué 584 era lo que nos definían como hombres y como mujeres? ¿Había algo que definiera cada género, al punto tal de que ser varón excluyera todo lo femenino y ser mujer negara todo lo masculino? ¿Ser uno implicaba necesariamente no ser lo otro? Éstas y miles de preguntas del estilo saltaban cual saltimbanquis en mi cabeza. De repente me encontré caminando por la calle y observando el comportamiento de cada sujeto que me cruzaba, hombres, mujeres, niños, niñas, todos parecían destinados a cumplir las expectativas de un orden social, que nadie manifestaba notarlo. Sentía que la gente se comportaba de determinada manera, porque era lo que correspondía, lo que se esperaba. Nadie cuestionaba de donde surgían esos roles, sólo actuaban, como si fuesen actores de una obra de teatro y la vida cotidiana, fuese el escenario. Intenté de mil maneras, camino a casa, tratar de imaginarme ese pueblo, tratar de construir una sociedad imaginaria donde todo lo masculino y todo lo femenino estuviesen fundidos en un “nosotros” o en un “vosotros”, pero fue en vano, me era imposible librarme de las ataduras que los estereotipos habían implantado en mi imaginación. Me dispuse a ver si encontraba algo que me indicara que ese pueblo existía, algún tipo de información que pusiera alguna respuesta a todos esos interrogantes que me estaban volviendo loca. Pero no, en el ciber espacio nada decía sobre este poblado. Poco me importó, al otro día me encontré con el que me había contado el relato y concordamos que me llevaría hasta ahí, creo que lo hizo más por lástima que por interés, 585 yo parecía alienada con tantas dudas comiéndome el cuerpo. Me preparé la mochila y partimos. Llegamos. Es imposible explicar lo que vi. Nunca en mi vida me había sentido tan ilusa, todas y cada una de mis preguntas se desvanecieron, carecían de sentido. Todas habían sido pensadas desde un cerebro programado por un sistema social, político y cultural en donde no se me permitía imaginar una realidad alejada a la que vivía día a día. En el pueblo las personas vivían felices, y sobre todo libres. Nadie cuestionaba al otro por sus gustos, vestimenta, ocupación, ideología. El cuerpo era algo sagrado y respetado, pero para nada algo tabú, en consecuencia la sexualidad se vivía sin tapujos ni culpas. Las relaciones eran relaciones y punto, no se distinguía entre heterosexual, homosexual, bisexual, monogámicas, poligámicas etc. El amor era eso, amor, sin patrones ni etiquetas, sin límites ni expectativas que cumplir. Caminé por las callecitas bien angostas mirando todo sin creerlo. Llegué a la plaza central donde había una feria de artesanos. Uno de ellos me regaló un anillo con una imagen de un cuerpo con alas. El cuerpo es mitad femenino, mitad masculino. Intenté explicarle eso al artesano, pero él me mira no entendiendo y dice: “es un cuerpo alado, persona libre que vuela y es lo que quiere”. Para ellos la figura era solo el retrato de los cuerpos, sin diferencia de género o sexo, solo cuerpos con diferencias biológicas que nada implican... Mora despertate, hoy es jueves y entras más temprano a trabajar , ya son las nueve– escucho que grita mi mamá. 586 Me levantó aturdida. Qué profundo había dormido, que real lo que había soñado. Me río sola, ¿un pueblo sin diferencias entre hombres y mujeres? Sí claro, sólo en sueños era posible. Me levanto, me miro la mano... un anillo con una imagen de un cuerpo alado la está decorando. 587 “LA JOYA” JORGE ALBERTO VILCHEZ SÁNCHEZ Una jovencita con triste semblante concurrió ante el sabio del pueblo, en busca de ayuda. -Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa, que no tengo fuerzas para hacer nada. Me dicen que soy inútil, que soy torpe, fea y bastante tonta. ¿Cómo puedo mejorar maestro? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más? El maestro, sin mirarla, le respondió: -¡Cuánto lo siento muchacha!, no puedo ayudarte en este momento, debo resolver primero mis propios problemas. Quizás después... Si quisieras ayudarme tú a mí primero, yo podría resolver este tema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar. -Encan... encantada, maestro -titubeó la joven-, pero sintió que otra vez era subvalorada y que sus necesidades eran postergadas. -Muy bien -asintió el maestro-. Se quitó un anillo de oro que llevaba en el dedo meñique de la mano izquierda y dándoselo a la muchacha agregó: Toma el caballo que está ensillado allí afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo para pagar una deuda de juego. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro por él. Vete y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas. La poco agraciada jovenzuela tomó el anillo y partió. Apenas llegó, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Estos lo miraban con interés hasta que 588 elladecía lo que pretendía por el anillo. Cuando la joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le viraban la cara y sólo un viejito fue tan amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un simple anillo. En afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y dos pieles de oso, pero la joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro, así que rechazó la oferta. Después de ofrecer la joya a toda persona que se cruzaba en su camino -más de cien personas- y abatida por su fracaso, montó de nuevo en el corcel y regresó. ¡Cuánto hubiese deseado la muchacha obtener esa moneda de oro! Podría habérsela entregado al sabio para liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y su ayuda. -Maestro –dijo con voz entrecortada- lo siento, no es posible conseguir lo que me pediste. Quizás pudiera conseguir 2 monedas de plata, pero no creo que yo pueda timar a nadie, respecto del verdadero valor del anillo. -¡Qué importante lo que dijiste, jovencita! -contestó sonriente el maestro-. Debemos saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero del pueblo. ¿Quién mejor que él para darnos una opinión? Dile que quisieras vender el anillo y pregúntale cuánto daría por él. Pero no importa lo que ofrezca, no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo. Otra vez la atlética joven volvió a cabalgar. El joyero examinó el anillo a la luz del candil, lo miró con su lupa, lo pesó y luego le dijo: 589 -Dile a tu maestro, que si lo quiere vender, no puedo darle más que 50 monedas de oro por su anillo. -¿50 monedas? -exclamó asombrada la damita-. -Sí, -replicó el joyero-. Yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé... Si la venta es urgente... La muchachita corrió emocionada a casa del maestro a contarle lo sucedido. -Siéntate -dijo el maestro después de escucharla- Tú eres como este anillo: una joya única y valiosa. Y como tal, sólo puede evaluarte verdaderamente un experto. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor? El que no te vea como una persona especial y extraordinaria es porque continua inmerso en la ignorancia. Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño de su mano izquierda. 590 DE MI AYER JORGE ENRIQUE YUNES Sé que lo debía haber escrito mucho antes, pero así somos a veces los humanos, medio vagos. En fin, lo importante es que nos animemos a hacerlo antes de que la azotea nos empiece a jugar en contra y no podamos recordar siquiera nuestro propio nombre. Como soy muy ordenado, tal como me educara mi madre, situaré en tiempo y espacio este relato, no tanto para ubicar al lector sino para ordenar mis propios recuerdos, los que a esta altura del partido pueden resultar amenazados por el dios Cronos. Parafraseando a Calderón de la Barca, me animo a decir que la vida es un cuento, y los cuentos… cuentos son. Nací un lunes 10 de noviembre de 1958 en esta bendita ciudad de Rosario, Provincia de Santa Fe, República Argentina, a las cuatro de la mañana. Para joder. Parece mentira, pero hace cincuenta y cinco años que invariablemente me despierto a las cuatro de la mañana. Para joder de nuevo, o quizá para recordar mi nacimiento en la cuna de la bandera. Mi hogar era una típica familia de árabes cristianos. Mis abuelos paternos y maternos provenientes de Siria, de las ciudades de Damasco y de Homs. Sólo mi abuelo materno era oriundo de Palestina, de la ciudad de Ramallha. 591 Muchos fueron los árabes que llegaron a estas tierras. A la América. Algunos se asentaron en Argentina. Otra rama de la familia prefirió residir en Chile, la encontraban menos estridente, decían. Mi padre Enrique nacido aquí. Mi madre, Isabel, Chabela, nacida en Santiago de Chile. Mi hermano mayor Miguel. Mi hermana Alejandra. Y yo. Jorge. El orejoncito del tarro, como me decía cariñosamente mi madre aludiendo al último de ese fruto envasado. Fue una infancia y adolescencia muy feliz. Gracias a Dios no tengo cartas pendientes con la vida. Escribo desde los amorosos recuerdos. Todos y cada uno de ellos. Incluso los de ayer. Crecimos en una vieja casona tipo chorizo de la calle 3 de Febrero a la altura del 1200. Aún resiste el paso del tiempo. Todavía la conservamos y da sus frutos. Es una casa sólida. Con sus cuatro habitaciones contiguas que dan a un patio central, el que se comunica a su vez con dos patios posteriores y que, junto con mi hermano Miguel, transformábamos a diario en una verdadera pista de carrera, soñando que éramos Juan Manuel Fangio o de pronto Froilán González. Eso sí, cada uno en su bicicleta. Tiene también dos amplias salas. Una donde nos entreteníamos jugando con los soldaditos de plomo, mientras mi madre despuntaba el vicio de la lectura o la escritura. La otra, reservaba un hermoso piano alemán de cedro lustrado, marca Breyer, en el que solía tocar mi madre las Czardas de Vittorio Monti y en el que mi padre se animaba de vez en cuando con algún tango de la 592 vieja guardia. Total que ni Monti ni el maestro Juan D’Arienzo, el rey del compás, se enteraron nunca. Mejor así. El ámbito del sector de cocina no era grande comparado con el resto de la casa, pero lo más lindo era su pesada y vieja cocina Carelli a leña. Toda de hierro fundido. Con múltiples compartimentos para calentar agua y cocinar de variadas formas. Era como una vieja locomotora que aseguraba un calor intenso y constante. El comedor principal de grandes dimensiones, todo revestido en madera lustrada, permitía exponer un viejo y gran gobelino de Romeo y Julieta y un inmenso óleo que representaba a Cristóbal Colón en la Corte Española intentando explicar las bondades de lo que sería su futuro descubrimiento y esforzándose en conseguir el apoyo de Isabel de Castilla. La despensa era un sector contiguo y posterior al comedor principal, el que junto con el típico sótano de la casona, constituía un amplio reservorio de todo tipo de alimentos y bebidas suficiente como para satisfacer las necesidades de un batallón durante una campaña militar. La amplia terraza. Las dependencias de servicio. Los enormes piletones para el lavado de la ropa a mano y hasta un gallinero. Todo conjugaba para la vida en común de las familias numerosas de antaño. De hecho, antes que mis hermanos y yo naciéramos, vivieron allí junto a mis padres mis abuelas y mis tíos. Es decir, que nuestro desembarco en el planeta Tierra fue catapultando de uno en fondo y por orden de aparición al resto de los parientes. Lo que se dice, un desalojo biológico. Como corresponde. 593 Las oportunidades de trabajo en Siria como en Palestina o el Líbano solo estaban reservadas a los hermanos musulmanes, los que constituían el noventa por ciento de la población de esos países. Por ello, la tentación de los árabes cristianos relegados era muy intensa hacia estos países de América, quienes los esperaban con los brazos abiertos. Era lógico. Estaba todo por hacer en el nuevo continente. Mi padre trabajó denodadamente junto a los suyos desde muy pequeño. Desde los nueve años precisamente, junto a su hermano mayor, recorrían las calles de Rosario vendiendo todo tipo de artículos de tocador y distintos enceres que portaban cada uno en su canasta. Verdaderos vendedores ambulantes. Hasta el cansancio. Aún sin tanta necesidad, pues mi abuelo paterno ya era un mayorista en telas bastante bien posicionado en la ciudad y sus alrededores. Sin embargo, la cultura del trabajo primaba. Era la Argentina del sacrificio, no del regalo. La que recompensaba el esfuerzo genuino. En esa escuela se educaron y crecieron, como tantos otros de la colectividad árabe que impulsaron el progreso de la ciudad y del país todo. Mi tío Miguel era blanco como una masa. Mi padre, moreno como un beduino. Doce y nueve años respectivamente. Pasado el mediodía y luego de haber aplanado un montón de calles en pleno verano rosarino, el hambre y la sed no se hicieron esperar. Tampoco la solidaridad del lugareño: ¡Eh Señora! ¿No tiene algo para comer y tomar para mi hermanito y para mí? Sí pibe, pasen adentro que ya les sirvo alguna cosita. Saciaron su hambre y su sed. Al poco rato la señora le pregunta a mi tío: 594 Decime pibe, ¿vos me querés hacer creer que este es tu hermano? ¡Si vos sos blanco y este es morochito! Y mi tío muy rápido de labia le espetó: ¡Y qué! ¿Acaso la gallina no tiene pollitos de todos los colores doña? Verlos a los dos, ya entrados en años, recordando esta anécdota y llorando de la risa, era muy reconfortante para todos y nos mostraba una pincelada de lo que representa la escuela de la vida. En otra oportunidad, me contaba mi padre, iba con su canastita cruzando un puente de ferrocarril. A un poco más de la mitad de su recorrido escucha el pitazo del tren que con su serpenteante fumarola lo venía a enfrentar como un toro de Lidia bufando irasciblemente. A los costados el vacío infranqueable. Dudó un instante. Se lanzó a correr como un loco hacia adelante en dirección contraria a la infernal máquina que no aflojaba un ápice su tranco y no paraba de pitar. Dios lo iluminó para tomar esa sabia decisión, porque a poco de terminar de recorrer el puente y saltar zambulléndose en el peralte de tierra firme, sin dejar de revolcarse, pasaba el tren como una exhalación. Indetenible. Victorioso. Si hubiera regresado sobre sus pasos yo no estaría escribiendo esto y ustedes tendrían mejor programa que leerme. Mi madre, Chabela, nació y vivió en Santiago de Chile hasta que se casó con mi padre y se asentó definitivamente en Rosario. Mujer bella, inteligente y sabia que supo cultivar un sinnúmero de amistades importantes. Fundó la Sociedad de Damas Sirias y desde esa entidad impulsó sin denuedo múltiples actividades de beneficencia para los más necesitados. 595 A menudo viajábamos a Santiago de Chile a visitar a mi abuela Amelia y a mi tío Alfredo, el único hermano de mi madre. Eminente médico clínico de Santiago, quien se granjeara el respeto de sus colegas y el incondicional cariño de sus innumerables pacientes, a quienes en su condición de humildes nunca les cobraba un céntimo. Recuerdo como serpenteaba frente a la puerta de su clínica una fila de pacientes que doblaba la cuadra. Nunca eran los mismos. La última vez que viajé a Santiago allá por la década del 90 con gran orgullo y emoción visité la plazoleta erigida en su memoria y el imponente busto que custodia el ingreso al cementerio de Santiago. No era un prócer. Sólo un gran médico con una enorme humanidad. Un ejemplo. Su temprana muerte dejó un gran vacío en la familia y prologó el arribo de esta a Rosario en forma definitiva. Hasta los seis años todo fue juego para mí. A veces junto a mis hermanos. Otras, en contra de mis hermanos. Una tarde nos confabulamos con Miguel y fuimos al kiosco de la rusa que funcionaba en la esquina de 3 de Febrero y Entre Ríos. Era una vieja paisana cascarrabias que vendía de todo un poco. Aún existe esa casona todavía. Habíamos juntado dinero de las distintas remesas que nos daban amorosamente nuestras abuelas y no tuvimos mejor idea que comprar una andanada de petardos. Con tal artillería le hicimos volar por los aires las muñecas de mi ausente hermana, quien al regresar y ver tal carnicería de muñecos irrumpió en un ataque de llanto, consiguiendo con ello renovar de inmediato su plantel y que se nos aplicara el merecido correctivo. Dos largas 596 semanas sin ningún tipo de salidas. En términos jurídicos, una especie de arresto domiciliario.A veces recibíamos la visita de una prima, que con la paciencia de un monje tibetano nos invitaba al emblemático cine Rosemarie, a la vuelta de casa, a ver las míticas películas de Joselito y de Marisol. Lo que se dice, toda una lujuria ibérica. Pero la visita más esperada por los tres era la de mi primo Milo. Mejor dicho el negro Milo. Categoría casi de hermano. Fabulador como él solo. Imaginativo como nadie. Extremadamente simpático. Inmensamente querible. Pelo crespo y negro como el betún. ¡Nos contaba cada historia fantástica! Siempre llegaba a casa en su bicicleta de media carrera armada por él mismo y rapidito nos sentábamos a su alrededor para escuchar la función con absoluta atención y sin interrupción alguna. Salvo para pedirle otra historia más. Ahora pienso que Irwin Allen lo debería haber conocido. Un buen día se me terminó el dulce de leche y comencé a regañadientes mi educación escolar. Destino, Colegio Nuestra Señora del Rosario de los Hermanos Maristas. Ya mi hermano me aventajaba en cinco años en esas lides del colegio. Además era bastante robusto como para poder disipar cualquier envalentonada que intentara algún compañero mío, así que me sentía bastante contenido a pesar de mi disgusto por la nueva experiencia de vida que significaba mi nuevo ámbito. 597 Siempre fue muy protector. Luego me di cuenta que todo aquel que tenía un hermano mayor en un grado o año superior disfrutaba por lo general de idéntico beneficio. Entré derechito a primer grado inferior. Con el Hno. Atilio. El relojero. Repartía mamporros y coscorrones a diestra y siniestra. Cuando no directamente con el puntero. Una gruesa varilla de madera que se utilizaba para señalar en el pizarrón y “acariciar” algunas testas más seguido que de costumbre. Y nadie se traumó por eso ni experimentó trastorno de conducta alguno. Si alguien se revelaba en el colegio, intentando emular a algún temerario caudillo revolucionario de la época, la mecánica a implementar era muy sencilla: Automáticamente el Hno. a cargo le aplicaba el correctivo necesario hasta que desistiera de su gesta libertadora. Luego, si en su hogar se enteraban de la empresa fallida llevada a cabo por el novel justiciero, se le aplicaban mayores correctivos familiares. Si aún así no lograban enderezarlo en un tiempo prudencial, la institución educativa invitaba gentilmente a los padres a que le buscaran a su hijo otras tierras cautivas en que pudiera ejercitar libremente su coraje y gallardía. Pasada la dulce etapa de la primaria a duras penas culminábamos el secundario. Digo esto porque con escasos dieciocho años recién cumplidos, lo que uno menos pensaba era en estudiar en la universidad y ni hablar de cumplir con el servicio militar obligatorio, vigente en esa época. 598 Todo nuestro espíritu y nuestra mente nadaban en un océano de testosterona que era necesario evacuar de algún modo, so pena de caer muerto por un repentino ataque de lujuria. Cada cual contaba sus conquistas amorosas salpimentándolas más o menos de acuerdo a la estación climática reinante y conforme al tiempo transcurrido desde el último encuentro amoroso. Estas eran las dos variables que se daban casi siempre con exactitud de relojero y en forma directamente proporcional. Es decir que próximos al típico verano calcinante de Rosario se podía elucidar que el marco circunstancial no era más propicio para esquivar los deberes educativos impuestos por el colegio y los cívicos reservados a la Patria. Marzo de 1976 marcó para la Argentina una nueva interrupción del sistema democrático, la que se extendería hasta el año 1983, año este en que se retorna a la vida democrática y de la cual gozamos ya treinta años. No existían en esa época los teléfonos celulares, ni las computadoras personales, ni internet, ni red social alguna. La comunicación entre los amigos era cara a cara. Sin intermediarios digitales ni virtuales. Era una típica mañana de verano. Cerca de las 11,30 hs. La térmica arañaba ya los treinta grados centígrados. Estoicamente los Hnos. se paseaban por los patios vistiendo la inconfundible y larga sotana de color negro, atuendo que remataba en un pesado crucifijo de bronce que pendía del cuello. 599 Sabiamente nos reservaron la histórica Sala del Hno. León, en el ala antigua del colegio, lo cual preservaba de griteríos y desmanes al resto de la comunidad educativa. Uno a uno, todo quinto año, fuimos saliendo precipitadamente del aula en planta baja y cruzando los grandes patios internos nos encaramamos por la escalera que inexorablemente nos conducía a la amplia sala donde alguna vez funcionó el salón de música y el laboratorio de física y química. En total éramos cuarenta y tres pichones de bestia que sudorosos y excitados nos callábamos unos a otros para intentar captar el sorteo oficial que pasaban por la radio, anhelando que el circunstancial locutor nos bendijera canturreando el número de sorteo bajo, o nos condenara definitivamente al purgatorio de la Marina, el Ejercito o la Aviación.Primero se cantaba el número de orden, que eran las últimas cifras del documento nacional de identidad de cada uno y a renglón seguido se le adjudicaba el número de sorteo que por bolillero nos tocara en suerte y que constaba de tres cifras, del triple cero al mil.Si el tocado por la barita sacaba un número de sorteo bajo que solo incluyera dos cifras, como por ejemplo el 099, tenía el pase directo al estado de libertad y las puertas abiertas de la universidad, si esas eran sus aspiraciones. La cosa cambiaba de color cuando pasando el número de sorteo 100 seguíamos trepando hasta el “aterrador” número 1000, que no solo nos colocaba en estado de servicio militar obligatorio sino que escondía una perlita más. Los números altos estaban reservados a la Marina y el punto más cercano para los reclutas de Rosario era el Parque Camet, en la costera ciudad 600 de Mar del Plata, la Perla del Atlántico, distante unos setecientos cincuenta kilómetros al sur, siendo esta la última fuerza armada en dar de baja a sus conscriptos. Otra cosa que también se tomaba en cuenta a los fines de esta carga pública, eran los particulares requerimientos de cada fuerza en cuanto a la cantidad que cada una necesitaba para renovar sus tropas. Éramos la primer clase de conscriptos con dieciocho años, pues hasta ese momento la edad requerida era de veintiún años, lo que benefició a dos clases enteras, la de 1956 y la de 1957 que se vieron gentilmente exceptuadas. Sin parar se sucedían los números de orden y de sorteo. También sin parar transcurrían los rostros alegres y cabizbajos. Giro mi cabeza hacia el gran ventanal que da al patio de la secundaria y veo recostada la figura del Cabezón, cruzado de brazos y con cara de traste. Un poco más allá, casi al ingreso de la sala, con idéntica cara, el Flaco y La Pera. De pronto, sigilosamente Ezequiel, uno de los más revoltosos, se acerca por detrás y me pregunta: ¿Y Turco? ¿Qué sacaste? Cuatrocientos cuarenta, le vomité secamente. Comenzó a reírse sin parar y a gritar ¡Lo abrocharon al Turco! Tanto que nos contagió a todos, pero luego nos abandonó en la carcajada comunitaria cuando a él le sacudieron por la cabeza el número de sorteo 979 y sin anestesia alguna.- 601 CARTA PÓSTUMA EUKENE ZABALA BILBAO Mi querido esposo: Ya se que debía haberte dicho antes. Que ya es tarde. Siempre he querido decirte lo mucho que te quiero muchas veces y no he sido capaz. Ahora que me siento sin prejuicios para hacerlo, voy a decírtelo alto y fuerte: TE QUIERO Deseo enumerarte las razones por las que siempre he pensado que has sido y aún eres, el mejor compañero de todos los tiempos. No quiero entrar en detalles materiales que el mercado se ha encargado de meternos por los ojos. Esos me han interesado en algún momento, y un ramo de flores aún me sigue gustando, pero aparte de alimentar un ego que los mass-media se encargan de engordar, poco más aportan. Te quiero porque tu mano no soltó mi hombro, cuando nos dijeron que perdíamos el hijo que esperábamos, cuando me tuvieron que operar, cuando rompí el coche, cuando fallé al elegir a mis socios en aquella empresa que monté, cuando murió papá … Te quiero porque no hacías los planes sólo sino contando conmigo. Cuántas veces me he encontrado sola entre un grupo de hombres a los cuales no se les había ocurrido invitar a sus mujeres. Y cuántas, esas mismas mujeres me han criticado por andar sola con hombres. Porque, nunca has hablado mal de mí ante los amigos, como lo hacen esas parejas de las que uno se pregunta porqué algunos se casan con el enemigo. 602 Porque nunca te ha convencido ese modelo masculino que carga con la familia como si fuera un equipaje –más o menos delicado- que se traslada de un lugar a otro, que hay que alimentar e incluso comprar algún regalo de vez en cuando. También te quiero porque nunca me has contradicho ante nuestros hijos, aunque no estuvieras de acuerdo. Has preferido hablar conmigo a solas y quizás luego, rectificarlo juntos. Gracias por no haber dicho una sola palabra en mi contra ante ellos, aunque sé que tengo muchos defectos. Por ello han crecido pensando que el chantaje en nuestra casa no funciona. Tampoco ha funcionado la mentira ni la doble cara. Aunque claro que ha habido momentos tensos. Así, ellos han tenido claro que nosotros nos queremos. No sé lo que elegirán para su vida en pareja, pero no creo que acepten la sumisión, la hipocresía ni la mentira. Te quiero porque nuestras vacaciones han sido eso: nuestras. De los chicos y nosotros cuando ellos dependían de los padres y sólo nuestras más tarde. Aunque visitábamos amigos y teníamos una vida social, nosotros siempre hemos contado con nuestros sagrados tiempo y espacio. Compañero del alma, amigo, amante, siempre te lo he agradecido aunque siempre me ha parecido que nunca lo suficiente. Te lo he dicho muy pocas veces y la timidez ha colaborado para que no te lo diga con todo el ceremonial que debía. Pero ahora que tu estás donde no existe la timidez, ni el sentido del ridículo, ni la vergüenza, ni la mojigatería, te lo quiero decir bien alto: TE QUIERO 603 Relatos 8 de marzo por la igualdad 2014 Categoría infantil 1 RELATO GANADOR LA HISTORIA DE MARIO ALEJANDRO MARTINEZ AMORÓS Os voy a contar la historia de Mario, un niño de diez años que vivía con sus padres en Trabiolo, un pueblo de Gribella. Sus padres se llamaban Mari Carmen y Pau. Cuando nació Mario, las vidas de Mari Carmen y Pau, cambiaron por completo. En sus vidas no existía la igualdad, es decir, como si en sus diccionarios de sus cabezas la palabra igualdad no existiera. Conforme pasaban los años, Mario se daba cuenta de que su madre por ser mujer, tenía que limpiar la casa, hacer la comida, fregar los platos etc.; nunca le quedaba tiempo para descansar, ver la tele, irse con sus amigas de paseo, en fin, todas las cosas que a Mari Carmen le gustaba hacer. Y su padre, por ser hombre siempre tenía tiempo para ver la televisión, leer el periódico, ir al gimnasio, irse de marcha con sus amigos, ¡Incluso tenía tiempo para jugar con Mario a la “Play”! También podía ir al trabajo en coche, es decir, todas las cosas que Mari Carmen no podía hacer por ser mujer. Mario no paraba de pensar en alguna solución para ayudar a su madre, porque veía que lo que le pasaba a su madre era muy injusto. Y al final ¡ZASS! Se le ocurrió la brillante idea de decirle a su madre que se fuera una semana de vacaciones con sus amigas a hacer todas esas cosas que no podía hacer cuando estaba en casa. Y aunque tuvo que insistir mucho, al final convenció a su madre de que se fuera de vacaciones. Se fue de viaje a un hotel con sus amigas y no tenía que preocuparse de hacer la cama, limpiar la vajilla del desayuno, etc. Aunque los echaba mucho de menos. 2 Mientras tanto, en casa de Mario, su padre y Mario solo pensaban en que Mari Carmen volviera a casa. Pau, era un desastre en casa. No tenía ni idea de donde estaban las cosas de casa. ¡No sabía ni donde Mari Carmen guardaba la aspiradora! Durante aquella interminable semana pasaron muchas cosas: Un día Pau estaba planchando la ropa, se descuidó un momento y…¡Se chamuscó la ropa! Otro día estaban calentando la leche del desayuno y se les esparció toda la leche por el microondas. Otro día, estaban haciendo una crema de calabaza con un poco de pimienta y estaban metiendo la batidora en el bote donde se encontraba la calabaza y se les esparció toda la crema por toda la cocina. ¡Menudo desastre! Cuando acabó la semana, Pau ya valoraba muchísimo el esfuerzo que Mari Carmen ponía cada uno de los 365 días del año cuidando de su familia. Mario y su padre pensaron que cuando volviera mamá a casa todo iba a cambiar…no podían seguir así… y tenían que hacer algo. Así que se pusieron manos a la obra, hicieron un esquema y lo pegaron en la nevera para que cuando llegara mamá todo cambiara. En el esquema distribuyeron todas las tareas de casa, que siempre hacía mamá, ahora las harían los tres. Mari Carmen regresó de sus mini vacaciones, temía lo peor, pero su asombro fue enorme, cuando llegó a la cocina, vio el esquema y le explicaron todo lo que habían aprendido cuando ella no estaba. Mario consiguió su propósito, ayudó a sus padres a llegar al maravilloso camino de la IGUALDAD. 3 LA REBELIÓN DE LAS MUJERES ALEJANDRO MARINO BAJAÑA VERA Cuando las mujeres se rebelaron; se reunieron de varios países por el Machismo, decidieron trabajar en una fábrica para tener igualdad con los hombres pero una niña diferente propuso que envenenaran a todos los varones. Esto llegó a muchos países; los hombres incluso yo fimos a construir naves espaciales para ir a otro planeta. Vi las estrellas del cielo, ¡cuando de pronto nos estrellamos!...y me desperté porque estaba soñando, soñando. Al día siguiente vi que todo seguía igual solo que la nave estaba sin combustible; al fin y al cabo llegué a un nuevo mundo donde había oxígeno y viví hay para siempre, en ese mundo desconocido. 4 EL INTERCAMBIO DE ROCÍO Y MARIO JOSÉ BALSAMEDA FERNÁNDEZ Rocío y Mario eran vecinos. Los dos nacieron en Jaén. Desde que eran pequeños habían ido siempre al mismo colegio. Fue por eso que se hicieron tan buenos amigos. Los dos tenían el mismo problema. Mario quería hacer baile y Rocío quería jugar al fútbol. Las compañeras de clase se reían de Rocío por querer jugar al fútbol, y los compañeros se burlaban de Mario porque él quería hacer baile. Aunque todos los compañeros se reían de ellos, Rocío y Mario no dudaron ni un momento en seguir sus propios caminos. Rocío acabó apuntándose a un club de fútbol del Real Jaén, y Mario se apuntó a una academia de baile de la ciudad. Después de muchos años jugando al fútbol y bailando, los dos tuvieron mucho éxito. Mario dio varias vueltas al mundo con su compañía de danza. Por su parte, Rocío ganó la copa del mundo con su equipo del Real Jaén. Al cabo de mucho tiempo, el colegio hizo una gran fiesta a la que fueron muchos antiguos alumnos. Rocío y Mario volvieron a Jaén para ir a la fiesta y se encontraron en el colegio. Al ver el éxito que habían tenido, los compañeros del colegio comprendieron que cada uno, sin importar seas chico o chica, puede hacer lo que más le guste. Rocío y Mario se casaron y tuvieron muchos hijos, hijos que se enfrentaron al mismo problema que ellos. Pero en este caso, sus padres los apoyaron mucho porque los comprendían, ya que ellos habían sabían bien de que se trataba. 5 MARTA Y HUGO IVÁN COVES HERNÁNDEZ Érase una vez, una joven chica de diez años; estaba con dos amigas saltando a la comba, cuando vió a Hugo, un amigo suyo de clase, le dijo que si quería ir con ellas a saltar a la comba. Él respondió que si inmediatamente, pero, tras las burlas de Marta y las demás chicas por caerse una, otra y otra vez, se fue a su casa. A la mañana siguiente, Hugo estaba jugando al fútbol, vió a Marta y, a pesar de que ya se le había pasado el enfado del día anterior, le dijo que si quería jugar con ellos. Ella le dijo que sí, pero, como no se paraba los goles, los demás le insultaban, menos Hugo, que fue a defendela. De vuelta a casa, Marta y Hugo se fueron acompañados el uno del otro: Marta se disculpaba por haberse burlado de él cuando no supo saltar a la comba y le dio las gracias por haberla defendido antes en el campo de fútbol. Hugo le dijo que no importaba, que para esa misma cosa están los amigos: para ayudarle, defenderle y apoyarse en los momentos más difíciles de la vida. Hugo y Marta, comprendieron que, a partir de ese día, no debían burlarse ni insultar a la gente por algo tan sencillo que todos o casi todos hacemos: juzgar e burlarse de la ente de diferente sexo por tonterías que se deben evitar. A partir de ese día, Hugo y Marta se enamoraron y se enseñaron a mejorar con el fútbol y con la comba. (Los hombres y las mujeres son diferentes, pero, esto no quiere decir que unos sean mejores que otros, sinó que, simplemente, son diferentes). 6 EL SOL, LA NUBE Y LA FLOR CARLA DELGADO VIQUE En el cielo el sol brillaba, hasta que una nube se puso justo delante del sol. -Nube ¿te puedes echar a un lado?-dijo el sol cariñosamente. -No, porque a muchas personas le gusta más que llueva-dijo la nube. -¡Pero cuando yo brillo mucho, la gente se va a la playa!-dijo el sol. -¡Las flores no pueden vivir sin mí! -dijo la nube. -¡Pero yo soy más grande y más fuerte! -dijo el sol. -¡Pero nosotras somos más! -dijo la nube. -¡La gente es feliz conmigo! -dijo el sol. -¡Y los niños y niñas pueden ir a la nieve conmigo! -dijo la nube. -¡Pero yo doy muchísimo más calor que tú!-dijo el sol harto de tanta discusión. -¡Y yo lleno los ríos, estanques, pantanos…!-dijo la nube poniéndose las manos cruzadas. Hasta que una flor del campo, desesperada de tanto ruido dijo: -¡Ya basta de tanto ruido! ¿No comprendéis que los dos me dais la misma vida? Y además sois iguales para mí. No me importa la fuerza, ni el tamaño, ni cómo seáis. Para seguir viviendo os necesito a los dos. Desde ese día se dieron cuenta que no era para discutir. Eran distintos, no pasaba nada, la flor seguiría creciendo, gracias al Sol y a la nube, eso sí era importante. 7 LA SALVADORA DE LA ALDEA ADRIÁ DIAZ TRUJILLO En el año 1895, 22 de febrero, en la aldea de Susuka una muchacha que trabajaba de costurera se sentía mal, su jefe pensaba que las mujeres no servían para nada. Todos los días tenía que coser diez camisetas y ello solo cosía nueve y a veces incluso ocho, cuando cosía nueve su jefe de decía de todo y cuando ocho se jefe le daba latigazos. Al llegar a su casa se ponía a maldecirlo al día siguiente lo mismo y al siguiente hasta que se arto y se fue a la policía. En esos tiempos todos los hombres pensaban igual. La policía le sacó la pistola la amenazo diciendo le de llevar-la a la cárcel después se fue a su casa a dormir. Al día siguiente reunió a todas las mujeres de la aldea, Susuka tenía pensado ir a por los hombres dos mujeres y les cortaron el cuello, estuvieron a punto de rendir-se pero Susuka cogió una katana y mató a su jefe. La policía desde ese momento toda la gente hombres y mujeres fueron iguales. 8 UN CUENTO DE NIÑOS Y NIÑAS ALICIA DÍEZ PASTOR Érase una vez, un niño y una niña que vivían en la orilla de un río. El río separaba dos pueblos, el de las niñas y el de los niños. En la orilla de los chicos, estos pasaban el tiempo jugando al fútbol, mientras que en la orilla de las chicas, estas bailaban y cantaban… Los niños pensaban que las niñas no podían jugar al fútbol y las chicas pensaban que los niños no podían bailar ni cantar. Un día, el niño dijo: - Estoy aburrido. Y su hermana le contestó: - Yo también, me gustaría poder ir al lado de las chicas. El niño contestó: - Pues a mí me gustaría ir al lado de los chicos. - ¡Bien! Nos vemos de nuevo en casa a media noche, dijo la niña. Después de jugar toda la tarde, como acordaron, se reunieron al borde del río a la media noche. Los dos lo habían pasado muy bien. Así fueron repitiéndolo durante días, y cuando volvían por la noche, discutían porque cada uno decía que se lo había pasado mejor que el otro. Pero a medida que pasaba el tiempo, cada vez discutían menos, porque se cansaban de jugar siempre a lo mismo, siempre las mismas cosas de niños y niñas. Hasta que un día, la niña le propuso al niño que los chicos del pueblo enseñaran a las chicas a jugar al fútbol. Al niño le pareció una idea estupenda. 9 Y así fue, los niños enseñaron a jugar al fútbol a las niñas. Y para agradecer que se lo habían pasado genial, al día siguiente las niñas enseñaron a bailar y cantar a los chicos. Al final todos juntos pudieron jugar al fútbol, bailar y cantar. Y ya nunca más volvieron a pelear por quién se lo pasaba mejor y quién peor. 10 ¡IGUALDAD GRACIAS A LA AMISTAD! MINERVA DOMENES MARTÍNEZ Había una vez un pequeñito pueblo en la falda de una montaña que discriminaban a las mujeres. Un día una mujer decidió convocar a todas las mujeres del pueblo para decirles que se deberían rebelar para que a las mujeres no las trataran mal, cuando se pusieron, se les fue un poco de las manos y ellas se convirtieron en lo que eran antes los hombres,, se reían de ellos, los humillaban,….Una mujer y un hombre, que eran amigos, decidieron ir a otros pueblos, del alrededor, para que les ayudaran, pero la gente había oído por la televisión que en ese pueblo solo podían entrar mujeres pero para unirse a la revelación y las mujeres no querían . Estuvieron en muchos pueblos, atravesaron muchos peligros. Llegaron a la cima de una montaña, ya no podían más, se sentaron al lado de un bloque de hielo, de pronto el bloque se puso a temblar y se formó un gigante de hielo, el gigante les dijo: - Yo os ayudaré, pero con una condición. - ¿Cuál?- dijeron ellos - -Que me ayudéis a encontrar a mis hermanos- contesto el gigante - -¿Dónde están tus hermanos? – le preguntaron - -Mis hermanos están por todo este continente- contesto el gigante Ellos se quedaron extrañados porque no sabían qué era un continente, el Gigante se lo explicó y se pusieron en marcha. Llegaron a un bosque, el gigante dijo que su hermano era el árbol más grueso, caminaron bastante y llegaron al centro justo del bosque, había un árbol gigantesco, lo tocaron los 11 tres, tembló todo el bosque y se formó un gigante de hielo. Los gigantes se pusieron a jugar, la mujer dijo: -Ya vale!,¿ Cuántos hermanos hay que encontrar más?... -Pues… a dos más pero están juntos- dijo el gigante de hielo. -¿Cómo que juntos? – dijo la mujer. El gigante no contestó, y se pusieron en marcha, llegaron a una playa y entonces la mujer lo entendió todo. Esta vez la mujer y el hombre deberían tocar cada uno un lugar, la mujer el mar y el hombre la arena, les explicó el gigante de hiel. Ellos lo hicieron, tocaron el agua y la arena, del mar salió una gigante y de la arena un gigante como el de hielo de grande mas o menos. El gigante de hielo le explicó a sus hermanos y hermana que tenían que ayudar a los jóvenes a detener la revelación de su pueblo, que tenían que ayudar a los jóvenes a detener la revelación de su pueblo, que tenían que decirle al pueblo que fueran todos iguales. Se pusieron en marcha, cuando llegaron los gigantes gritaron para que la mujer y el hombre pudieran hablar, ellos le explicaron la situación y todos lo comprendieron, a los gigantes se les proclamó alcaldes pero volvieron a sus casas, les dijeron que si necesitaban algo que los llamaran con un grito y ellos llegarían rápido. En cuanto al pueblo todos vivieron en armonía e igualdad. 12 LA LUCHA DE LAS MUJERES ANDREA DORADO BLÁZQUEZ Era una ciudad que las mujeres solo podían estar en casa, limpiar, cocinar… Las mujeres querían ir a la cafetería, ir de compras, salir a pasear, trabajar… Los hombres no les dejaban que trabajen. Había un fábrica abandonada y todas la mujeres tuvieron una idea de trabajar allí todas. Y llegó undia que todas las mujeres trabajaban y todas las mujeres están felices por que tenían trabajo y por lo menos pidan salir de casa pero en todas maneras tenian que que limpiar y cocinar. Y un dia llego una niña a la ciudad. Ya la niña les dio toda su confianza a las otra mujeres. Y la niña pensó en que podían hacer una guerra entre los hombres. Y las mujeres pensaron que era una buena idea pero que no podían luchar contra maridos, amigos, padres… Entonces las mujeres fueron a trabajar y al rato se incendio la fábrica y todas las mujeres se quemaron pero no todas se salvaron de las llamas y la niña iba paseando por ahí y la niña iba para la fabrica y vio de que todas sus amigas se quemaron y la niña pensó en que era culpa suya por darle esas ideas a las otras mujeres. Y la niña se suicido por que creía que era culpa suya. 13 NORMA DE LA IGUALDAD AITANA FERNÁNDEZ HERRERO Érase una vez unos padres que se vieron en la parada del autobús aquellos padres pensaron que esos niños que están en la barriga de sus madres serían novios y se iban a casar , pero ellos no sabían cómo iban a ser. En aquellos tiempos eran así , a casi nadie le gustaba aquella norma. Al cabo del tiempo la gente aborrecía más esa norma y siempre iban a por el hombre que la inventó . Pero ellos seguían molestando al que lo inventó, el hombre estaba muy harto, como estaba tan harto puso una norma para todo el mundo de allí, era no entrar más a su casa, el pueblo cada vez más cabreado , pero no podían entrar porque si no les encerraba , entonces nadie sabía cómo parar esto con aquel hombre, pero como no sabían cómo pararlo el pueblo seguía igual. Cuando ya nacieron los niños, esperaron que tuviesen un poquito más edad, los padres se sorprendieron porque los dos eran muy guapos. Cuando cumplieron 16 años se casaron y a ellos tampoco les gustaba esa norma. Entonces solo ellos tenían esperanza de intentar quitarla norma, pero la mujer lo intentó y no pudo. En cambio, su marido sí porque el hombre justamente iba ha encerrar a una mujer porque entro a su casa y el marido fue y cambió los planes de la celda que fue en vez de meter a la mujer lo metió a él y se encerró. Después todos llenos de alegría le nombraron al marido para que hiciese las normas, todos felices y claramente quitó aquella norma. 14 UN GRAN PASO ISABEL GARCÍA GARCÍA Un día Clara, una niña inglesa a la que le gustaba jugar a fútbol, se levantó y lo primero que hizo fue ir a desayunar, ella pensaba que iba a ser como todos los días pero no, sus padres le contaron que tenía que mudarse con ellos a la India por motivos de trabajo. Rápidamente se levantó de la silla y se encerró en su habitación hasta la hora de comer. Salió con muchas lágrimas en la cara y fue al salón, una vez más calmada habló con sus padres: -¿Y cuándo nos vamos? -Mañana. Pero no te preocupes que cada vacaciones que tengas vendremos. -Está bien papa-dijo con un nudo en la garganta. Al acabar de comer fue a casa de Tutsi (su abuela), nada más entrar se enganchó a su cuello y no se soltó hasta que se marchó, después fue a casa de Prytsy y William (sus otros abuelos) y sucedió lo mismo que con Tutsi, finalmente fue a casa de su amigo Harry (que era su mejor amigo y se comportaba delante de ella como si fuera una reina) y su mejor amiga Elisabeth. Esa noche toda su familia se reunió en su casa para la gran despedida. Al día siguiente se levantó a las 3:00 para ir al aeropuerto a las 5:00. Mientras el avión se alzaba por las nubes veía una sombra y al aclararse un poco el cielo vio que todos sus familiares, amigos y compañeros de clase estaban allí despidiéndose. 15 No se pudo contener la emoción y mandó un beso por el cristal con una lágrima cayéndole por el ojo. Una vez llegó allí lo primero que hizo fue dar el gran paso desde el avión hasta la plataforma y pensar que todo iba a cambiar. Cuando llegó a su nueva casa se instaló. Mientras lo hacía su madre entró corriendo y dijo: -Cariño, cariño, te han aceptado en el colegio más bueno de Tombla. -Sí mamá, qué bien. ¿Pero oye has llamado para lo de la escuela de fútbol? -Respecto a eso…no te han aceptado. -¿Pero por qué? -Porque dice “chicas no nono, solo se admiten chicos”. Supongo que será por su cultura. -Pues mañana iré a hablar con él. Al día siguiente 8 de marzo Clara fue y habló con el hombre, pero no le hizo caso. Y decidió que cada 8 de marzo volvería a ir a luchar por sus derechos. Y así sucedió pasaron diez años Clara ya tenía 18 años y ese día le dijo al hombre todo lo que llevaba dentro de ella: -Señor me da vergüenza todo lo que estáis haciendo en esta sociedad, no me puedo creer lo que está pasando aquí,… El hombre recapacitó y dijo: -Mira está bien te dejaré entrenar. Y todas las mujeres cada 8 de marzo celebrarían la lucha en pie por la igualdad de las mujeres gracias a Clara. 16 UN HIJO Y UNA MADRE NO DESEADOS ÁLVARO GÓMEZ ALONSO Había una vez una mujer tenía dinero gracias a la herencia de su padre. Un día un chico que la vio la intento enamorar día tras día. Hasta que un día se casaron el marido era machista y racista peo ella no lo sabía. Lo que el buscaba era el dinero de Raquel su mujer y le dijo que se podía montar su propia empresa. Raquel dijo sí tímidamente, la empresa se iba a llamar lowgmain que era una empresa de informática. Raquel le dijo que podía trabajar allí, él le dijo que si pero cobraría poco, un cuarto de lo que cobraba él. Un día Raquel se planteo tener hijos se fue a hacer unas pruebas y resulto que era estéril. Raquel fue a contárselo a su madre la mujer viuda le dijo que no se preocupara sonriendo. El 20 de Abril era el cumple de Raquel. La medre de Raquel adoptó un niño para regalárselo un niño del Congo. Raquel ilusionadísima fue a su casa enseñárselo a su marido, el marido nada más verlo le pidió el divorcio a Raquel. Pasaron los días y Raquel no firmó nada y Jaime el marido trajo un abogado y le pidió muchas cosas dinero mensuales, Raquel no tenía dinero para un abogado así que pidió ayuda por televisión y todas las mujeres gritaron no al MACHISMO!!! JAIME no tuvo mas remedio que irse de su casa. Al final Raquel encontró un marido que le pudo dar cariño a ella y a su hijo que lo llamaron Nelson. 17 EL DÍA DE LA MUJER LARA GARCÍA MARTÍN MORA Esta es la historia de Marta, la secretaria y mujer del jefe de una fabrica de camisas. Marta iba al trabajo como todos los días, pero cuando llegó se encontró a todas las mujeres de la fábrica sin hacer nada. Al final supo porque no habían empezado a trabajar y las apoyó diciéndole al jefe que era justo que cobraran lo mismo y que tenían derecho a tener taquillas igual que los que los hombres porque trabajaban mas que ellos. Esa noche su marido le dijo que no volviera a ponerse de parte de las mujeres de la fabrica, que tenia que hacerle caso a el porque el era su marido y tenia que respetar las decisiones que tomara. Al día siguiente se encontró con lo mismo, pero Marta no ayudo a as mujeres por lo que le había dicho su marido., pero Marta siguió ayudando con las pancartas en secreto. El jefe se entero y le dijo a un hombre que trabajaba en la fábrica que si espiaba a su mujer le pagaría el doble. El hombre la espió y vio que efectivamente la mujer ayudaba a las otras mujeres. El jefe se puso nervioso y empezó a fumar y gastó cinco paquetes de cigarrillos. Tanto fumar le dio una idea, la idea consistía en que sacaría a todos los hombres de allí y quemaría la fabrica con todas las mujeres dentro. Al día siguiente el jefe les dio el día libre a los hombres. Encendió un cigarrillo y lo tiro a un cubo lleno de tela. 18 Cuando ya estaba bajo se arrepintió de haber dejado a su mujer allí arriba y subió a por ella. Cuando la encontró la sacó de allí y se quedó atrapado y se murió con todas las mujeres de la fabrica. Algunas se salvaron tarándose por la ventana pero fueron quemadas más de la mitad. 19 QUIERO VOTAR FRANCISCO JAVIER GIRÓN IZQUIERDO Una noche, la abuelita Angelita cuidaba de sus nietos, Javier y Ana. Ana, que tenía un examen de historia al día siguiente, le preguntó a su abuela sobre el voto de la mujer. La abuela le contestó riéndose: - Si supieras las cosas que antes no podíamos hacer las mujeres, te sorprenderías. La abuela le explicó que cuando ella era pequeña, las mujeres no tenían ni voz ni voto. Lo que hacían las mujeres era cuidar de su familia, de la casa, planchar, lavar y estar guapas para sus maridos. Los hombres, en cambio, pensaban que las mujeres eran tontas, pensaban que estas no tenían opinión y que no sabían de nada. Javier le preguntó a la abuela en ese momento: -¿Y qué decían los chicos de tu clase? La abuela, sonriendo de nuevo, contestó: -¡En mi clase no había chicos! Es más, muchas chicas y chicos no tenían posibilidad de ir a clase. La abuela también les contó que de todas formas, los colegios estaban separados por sexos. Ella misma, había querido estudiar farmacia, pero su padre no la dejó, ya que según él, eso no era cosa de chicas. La abuela también les explicó que las mujeres se unieron para luchar por sus derechos, para poder votar, estudiar carreras, ganar el mismo dinero que los hombres, etc. Pero a la vez dijo: - ¡Aunque queda tanto por hacer! Javier y Ana no podían creer que aún, a día de hoy, quedasen tantas cosas por hacer, ya que su madre trabajaba, una prima lejana era Diputada, e incluso ellos dos habían ido siempre juntos al colegio. Como se quedaron con la duda, siguieron preguntando a su madre cuando llegaron a casa. Durante el camino, Ana 20 pensó en mujeres importantes y luchadoras como: Juana de Arco, Cleopatra, Indira Gandhi, Teresa de Calcuta. Sin embargo, Javier pensó que habían muchos más hombres importantes que mujeres, como: Marco Polo, Napoleón, Cristóbal Colón, Velázquez, Carlos III, Enrique VII, Julio César, Leonardo Da Vinci… Y así, con esa discusión llegaron a casa. Javier estaba convencido de que los hombres eran mejores que las mujeres, en cambio Ana, pensaba que eran las mujeres las mejores. En ese momento, y tras haber escuchado en el coche la conversación, la madre explicó a los niños que tanto hombres como mujeres son igual de importantes, y que la sociedad necesita cosas de parte de los dos. Lo más importante, según la madre, debe ser la persona humana. Ana dijo que ella seguía pensando que las mujeres eran mucho más inteligentes que los hombres, ya que ellos no habían dejado trabajar durante mucho tiempo a las mujeres y se habían equivocado en ello. Javier, que había entendido la postura de su madre, dijo enfadado: -¿¡Cómo puedes decir eso!? Recuerda que la abuela nos dijo que aún quedan muchas cosas por hacer. Y si no cambiamos todos nuestra forma de pensar, las cosas seguirán ocurriendo de la misma forma. Ana se dio cuenta de que su hermano tenía toda la razón. La madre les propuso, para entenderlo todo mucho mejor, cambiar las personalidades al día siguiente. Aunque al principio pensaron que era un poco ridículo, como no tenían nada que hacer, aceptaron el trato. Al día siguiente, el juego empezó. Javier se comportaba como Ana y Ana se comportaba como Javier. Ana se puso un chándal de su hermano que le venía corto, una camiseta del Barcelona y unos zapatos muy pequeños para la talla de su pie. Javier llevaba un pantalón de Ana que le venía super largo, una 21 camiseta rosa muy cursi y unos zapatos que al andar se le caían. Los dos se sentían muy incómodos. La madre y el padre estaban cocinando una tarta, cuando se dieron cuenta de que faltaba el azúcar. Mandaron a los dos niños a comprarlo, pero como iban vestidos de forma extraña, tuvieron que pensárselo dos veces. Finalmente, los niños aceptaron encantados, ya que la tarta que sus padres estaban preparando era deliciosa. Ya en el mercado, intentando buscar el azúcar, se encontraron con unas amigas de clase. Javier y Ana tuvieron mucha vergüenza al verlas, hasta que se dieron cuenta de que las amigas: Blanca, Alicia y Andrea; también estaban realizando el mismo juego. Ellas iban vestidas como un chico. Ana estaba hablando con las amigas, cuando de repente, Javier se fijó en dos chicas ¡pero no!... eran los otros hermanos gemelos de la clase: Matteo y David. Ellos también estaban realizando el juego. En cuanto se juntaron todos, supieron muy bien que los padres de todos habían tenido la misma idea, y les habían hecho pasarse por otras personas para comprender que tanto chicos como chicas son iguales y pueden hacer las mismas cosas. Ana y Javier llegaron a casa y le dijeron a sus padres: - ¡Vaya idea la vuestra de hacernos lo mismo a todos los amigos! A lo que los padres contestaron: ¿Qué mejor manera hay de entenderse a uno mismo que poniéndose en la piel de otra persona? 22 LA HISTORIA DE NEREA. NEREA GÓMEZ-PIMPOLLO TITOS Todo empezó cuando Nerea cumplió dieciocho años, ella se independizó y tenía piso. Fue a buscar trabajo y a repartir currículos por las calles de Alicante. Le surgió trabajo en Barcelona y ella sin pensarlo vendió su piso y se alquiló uno allí. Iba a trabajar en una oficina, haciendo informes y todas esas cosas. Ella era la única mujer y cobraba alrededor de mil euros al mes. Le tuvieron que bajar el sueldo, entonces ella fue a protestar porque un compañero le comentó que solo a ella le habían bajado el sueldo. Habló con el jefe y le dijo que las mujeres solo sabían fregar y que de ahora en adelante iba a ser la señora de la limpieza y cobraría quinientos euros. Ella se negó pero si no lo hacía su jefe no le dejaría en paz porque el quería sentirse un hombre teniendo a una mujer trabajando para él. Ella no quiso sentirse un objeto y volvió a Alicante con sus padres. El jefe la seguía y tuvo que huir del país, pero seguía sin tener dinero. Llegó el día en que Nerea con diecinueve años la secuestraron los guardaespaldas de su anterior jefe. La llevaron a Barcelona y la tenían en un zulo metida. Le dijeron que o limpiaba en la oficina o la matarían. Ella limpió durante meses hasta que cuando su jefe estaba jugando al golf ella se escapó y fue a la policía. Denunció y buscaron al jefe por todo Barcelona. El fue a la cárcel después de un año de juicios. Nerea encontró trabajo de dependienta en Alicante, cobrando lo mismo que los hombres. Y así es el mundo, lleno de prejuicios y desigualdades. 23 EN LA EDAD MEDIA PASA ESTO DIMANA IVOVA IVANOVA En la Edad Media, hace mucho, mucho, mucho tiempo, pero hace mucho, mucho, mucho... -¡Ya vale con el mucho! –dijo Ainhoa, que era un poquito motivada. En la Edad Media, en una torre vivía una tía rara, que viajaba con la máquina del tiempo para… ¿para viajar? -No. – dijo la tía rara- Me llamo Laura, no “la tía rara”, me llamo Laura y soy la superheroína de la igualdad. Ahora la narradora soy yo, Laura, para que lo sepáis, usaba la máquina del tiempo para viajar al futuro con mis mejores amigas, Claudia y Clementina. Viajábamos todas juntas para que las chicas y los chicos se pudieran ver, y claro, nosotras somos sus heroínas. En la Edad Media pasa lo mismo, que los chicos no pueden ver a las chicas, ni que las chicas pueden ver a los chicos, ¡era injusto! -¡¡Injusticia!!¡¡Manifestación!! – dijo Ainhoa, que esta vez estaba muy motivada. -¡Dejadme ya de contar la historia de una vez! – dijo Laura- Creo que iba sobre lo injusto que sería que los chicos y las chicas no se pudieran ver. Pero, eureka, encontramos la solución en nuestras manos, ¡no enserio! ¡Que las encontramos en nuestras manos! Que creo que alguien me las escribió porque quería que acabara antes el cuento. Y estoy sospechando al narrador anterior, eh narrador ¿me oyes? Sí, te digo a ti, no, no te escondas ¡que te veo…! ¿Por dónde iba? ¡Ah, sí! Iba por eso de mis manos ¿no? Pues resulta que pone que hagamos una huelga. A si nos fuimos al centro de la ciudad e hicimos la huelga. Tomamos un poco de zumo de piña y continuamos. La huelga duró 24 horas y horas. Al final, un chico y una chica se hartaron y se besaron. Entonces, todos vieron incluso el rey y entonces él vio lo que es enamorarse. Laura, supo que ha hecho un buen trabajo, se fue al futuro a arreglar eso también y le regalaron una pequeña tecnología, más bien dicho, un teléfono. Luego volvió al pasado, en su casa y le dijo al rey que todos, chicos y chicas, pudieran usar la máquina de tiempo para ir de compras y decidieron que al día siguiente en vez de llamarse Edad Media, se llamará Edad Contemporánea, los chicos se casaron con las chicas, y entonces decidieron trasladarse al futuro y también destrozaron la máquina del tiempo porque ya no la necesitaban. 25 UN SUEÑO HECHO REALIDAD FÁTIMA JABBA BENFARES Érase una vez en muchos países donde había mucho machismo las mujeres decidieron salir a luchar contra el machismo, entonces cuando las mujeres salieron a luchar no pudieron porque los hombres se aprovechaban de ellas. Entonces llegó una niña diferente a las otra mujeres y ella misma se enfrentó a los hombres pero ahí es cuando ocurrió una desgracia porque la niña murió, entonces las mujeres ya no se atrevían a ir a luchar porque temía que le pasasen lo mismo que a la niña. Un día mientras unas mujeres se estaban bañando en el río conocieron a nuevas mujeres, después de estar hablando con ellas las convencieron para que ellas también salgan a luchar contra el machismo, después de reunir a muchas mujeres salieron de nuevo a luchar y ellas mismas mataron a dos hombres por ser atrevidos. Un día cuando las mujeres contemplaban las estrellas en el cielo se le aparecieron unos hombres y las amenazaron diciendóles que si no dejaban de luchar las iban a matar a todas, ellas asustadas se fueron corriendo a sus casas. Al día siguiente las mujeres salieron a manifestar de nuevo y lograron que los hombres recapacitasen un poco, las mujeres muy contentas creyeron que ya iban a lograr a hacer su sueño realidad, pero todo era una trampa de los hombres les querían hacer creer que ya no iba a haber mas machismo pero cuando las mujeres estén convencidas iba a empezar la venganza de los hombres. 26 Después de que las mujeres estuviesen diez meses luchando los hombres se cansáron y ya no podían seguir con el plan que tenían por eso las mujeres se pusieron felices. Las mujeres ya no se podían rendir porque los que ya casi se iban a rendir éran los hombres, hasta que al fin llegó el día en que los hombres decidieron rendirse y las mujeres ya cantaban victoria, las mujeres como ya podían salir decidieron salir a celebrar entre todas. Y les hicieron entender a los hombres que sin el machismo el mundo iba a ser mejor y que la violencia es mala, los hombres lo entendieron absolutamente todo. Después de pasar unos terribles momentos las mujeres ya podían hacer lo que quieran y aún que haya habido algunas víctimas al fin pudieron hacer su sueño realidad. Toda la gente estaba y aún lo está muy contenta y hasta ahora en algunos países se disfruta y se sigue celebrando el día internacional de los derechos de la mujer. FINAL FELIZ :) 27 AMIENEMIGOS ANTONIO JUSTAMANTE Había una vez dos niños y una niña, que estaban jugando al pilla pilla y cuando ya se aburrían tanto, decidieron llamar a sus amigos para jugar al futbol, mientras que venían Pedro uno de los niños decidió que las chicas que fueran no iban a jugar. María escuchó eso y se enfadó muchísimos. Llamó a diez amigas para que fueran un poquito mas tarde. Al llegar los chicos y empezaron a jugar y dejaron a María sola, ya cansada y como no habían llegado las chicas se metió a jugar a fútbol, para estorbar y que no pudieran jugar, ellos se cabrearon y decidieron evitar-la la regateaban, ya cuando llegaron las chicas se salió. María le dijo que se sentaran en medio del campo para no dejarlos jugar. Pedro y María empezaron a chutarles y darles en la cara, ellas salieron mareadas y con dolor de cabeza, María salió con un moratón en el ojo. Y en vez de pegarles se salieron del campo. Después de hablar las chicas decidieron no hablar-le mas a los chicos. En el instituto. Ellos intentaron mantener una conversación con ellas, pero ellas no habrían la boca y se fueron, como dijeron no hablarían con ellos. Hasta que un día los chicos pensaron de crear un deporte para chicas, tras pensar a Martín se le ocurrió balonbol. Llamaron a las chicas y los chicos le dijeron de ir al campo del Toscar y las chicas sin contestar fueron. Ellos le enseñaron el deporte, y ellas lo probaron y dijeron: -Ooooohhh, que guay. Se juega con la mano y el pie con lo que quieras tras ver decidieron hablarles. Cuento contado, ya se ha acabado, si no te ha gustado, tírate por el tejado 28 CLARA LA MUJER VALIENTE ELISABETH MAESTRE ROMERO Había una vez una mujer que vivía en una aldea. La mujer era muy pobre y tenía cinco hijos que mantener y como todos los trabajos de mujeres estaban ocupados Pensó que podría ser arbañil.la mujer iba por la calle buscando algún edificio que estuviera en obas pero en todos le decían que no, que era un trabajo para hombres. Un día vino un constructor de el estrangero, para construir una mansión del alcalde y como en la aldea todo el mundo estaba trabajando en los edificios, ella fue a pedir trabajo y la aceptaron. El constructor se quedó sorprendido porque ella trabajaba igual o mejor que los hombres, la mujer hizo todo perfecto, era la mejor mansión de la aldea, y como quedó tan bien el alcalde le dio cinco mil millones de euros, Clara se puso a dar saltos porque con todo ese dinero podría mantener a sus cinco ijos, conseguir un buen trabajo y comprarse una buena casa. 29 LA LUCHA DE LAS MUJERES ANGELA MAÑAS DIAZ Cuando las mujeres no podían hacer nada y tenían miedo a los hombres, llegó una niña diferente en el que esa niña le dijo que no tenían porque tenerles miedo a los hombres y que iban a empezar una guerra contra los hombres. Un día las mujeres estaban en una fábrica, cuando empezó a echar llamas… En ese día murieron muchas mujeres. Entonces desde ese mismo instante empezó la guerra, mataron a casi todos los hombres los pocos que sobrevivieron a esa guerra se fueron a Ámerica. Allí las mujeres les tenían mucho rencor,la niña que no les tenía miedo a los hombres murió,pero sabiendo que las otras mujeres lucharían por su trabajo y por su derecho. 30 MARIA Y MARIO ALEJANDRO MARTÍNEZ ALBERO Era una pareja que la mujer se llama María y el hombre Mario. Ellos trabajaban en una fábrica de calzado. Él cobra 150 euros pero su mujer 50 euros. María fue reclamar al jefe que se llamaba Luis. María dijo que le daba mas pero el dijo que las mujeres solo sirven para limpiar y cocinar. María fue alcalde y le dijo que tenía razón. Enfadada puso un anuncio por Internet para hacer una huelga contra el machismo. Al día siguiente en frente de la puerta de la fabrica casi toda la ciudad hombre y mujeres con pancartas. Fueron al ayuntamiento el alcalde no savia que hacer por eso izo unas votaciones para haber quien era el nuevo alcalde. Se presentaron María, Mario y Luis. Tuvieron un empate y ahora tenía que hacer un discurso oral Luis dijo que las mujeres solo servían para limpiar y cocinar. María dijo muy enfadad que las mujeres pueden hacer todo lo que las cosas que los hombres y que promete que todas las mujeres va a tener trabajos. Mario se retiro. Gano María todos le botaron menos lo que trabajaban. María no quería ser alcaldesa solo querían que supieran que las mujeres pueden llegar a que ellas quieran. Pasaron unos meses y María tuvo una empresa que la mayoría eran mujeres. Se casaron tuvieron niñas y desde ese día no habían más. 31 ROVERTO Y EVA GABRIEL MARTÍNEZ ALBERO Roberto era un chico que trabajaba como empresario y Eva trabajaba en una fábrica cosiendo ropa, zapatos, bolsos…Ellos eran novios pero solo se podían ver por la noche porque acababan de trabajar muy tarde. Un día decidieron quedar para cenar. Cenaron, no se daron cuenta de la hora y cuando la miraron tuvieron que irse de cenar porque ya era muy tarde, llegaron se ducharon y se acostaron, pero como era ya tarde, no podían levantarse a su ora, llegaron muy tarde a trabajar. Roberto llegó a su trabajo pero no le paso nada, pero Eva llegó y como su jefe era muy estricto y muy machista la despidió por llegar tarde pero Eva ya sabía que le quería despedir, aunque no se pudo resistir a llorar. Cuando Roberto llegó a su casa oyó llorar a Eva y la vio en el sofá, le preguntó que porque lloraba y ella le explicó lo que le había pasado, Roberto la intentó consolar pero no pudo hacer nada. Al día siguiente cuando Roberto llegó a su casa vio una carta que ponía que Eva se había ido porque no quería ser un estorbo. Después de ese día Roberto no fue el mismo de antes. Después de ese día Roberto no fue el mismo de antes. Trabajaba sin ganas y bebía mucho. Un día mientras él bebía escuchó a un grupo de personas hablando sobre que iban a hacer una huelga delante de la fábrica donde trabajaba Eva porqué estaban despidiendo a mucha gente. Cuando lo escuchó fue corriendo a decirles que si podía ir con ellos y el grupo de personas hablaron y dijeron que sí. 32 El día de la huelga se pusieron un montón de personas protestando y había un hombre con un micrófono diciendo lo que tenían que repetir las otras personas. Roberto le preguntó que si podía decir unas palabras y el hombre le dijo que por supuesto. Cuando cogió el micrófono dijo que el jefe era un traidor machista y cuando oyeron esto los superiores a ese jefe se lo preguntaron que si era verdad y él dijo que no. Una mujer que trabajaba allí lo escuchó y les dijo que sí que era verdad, entonces despidieron al jefe. Roberto fue a ver a Eva para decirle una cosa, cuando llegó le dijo que le habían vuelto a contratar y volvieron a ser novios, al año siguiente se casaron y tuvieron un hijo. 33 BARBARITA ELEAZOR MOLINA MOLINA La madre se dio por vencida. Lo intentó varias veces pero no logró que Barbarita se tomara las medicinas. La niña permanecía impasible en la cama sin mostrar mejoría. La madre salió de la habitación reprimiendo las ganas de llorar. Cuando la puerta cerró, Barbarita se levantó, agarró cápsulas de varios colores, las colocó como si fueran las teclas de un piano y empezó a tocar una canción imaginaria. Luego recogió las pastillas, las echó a la basura, y salió a la calle, plena de salud. 34 IGUALDAD A LA FUERZA AINHOA ANAIS DE MORA GRANADOS GOMIS Hace mucho tiempo cuando las mujeres todavía no tenían apenas derechos, sofrían muchísimo, todas estaban hartas del machismo, querían igualdad aunque ninguna lo decía, estaban deseando que el mundo cambiara para que por fin fueran libres y pudieran elegir por ellas mismas su destino y con quien querían pasar el resto de su vida. Entonces llego una niña diferente que estaba totalmente en contra del machismo, tal vez porque en su familia eran ella, su padre, sus cuatro hermanos mayores y su madre enferma, a ella le tocaba hacer todo en su casa y aun así a los hombres de la casa le parecía poco. Ella estaba segura de que iba a cambiar el mundo aunque no sabía como ni cuándo. Cuando se caso con un hombre que al principio parecía que no era machista, pero después de unas semanas era como todos, ella había abandonado durante un tiempo la idea de cambiar el mundo, pero cuando su marido empezó a comportarse así no tuvo ninguna duda de que el mundo era como cuando ella era pequeña, intento rebelarse solo a sus conocidos pero se dio cuenta de que no cambiaba nada. Después de pensar unos días que iba a hacer decidió que si no podía arreglar las cosas tranquilamente, les obligaría haciendo un grupo de mujeres que se rebelaran contra el mundo. Al principio les costó muchísimo porque eran muy pocas, aunque se iban sumando eran poas y sabían que iba a ser muy duro. 35 Después de un tiempo iban siendo más las suficientes para empezar una revolución. Empezaron gritando con pancartas, pero casi no les hacían caso, así que decidieron hacer algo que llamara más la atención. Intentaron quemar una fábrica y llamaron la atención pero la gente pensó que estaban locas y no entendían porque hacían eso. Así que un día decidieron que tenían que hacer algo más fuerte, así que reunieron a todas las mujeres de Madrid y ocuparon el ayuntamiento, después todos los de España hasta que cedieron a que las mujeres tuvieran sus derechos y el mundo cambiara. Aun hoy en día el mundo es machista pero poco a poco las mujeres van siendo más valoradas, hasta que lleguemos a ser completamente iguales y las mujeres no sufran más. 36 LA INSPIRACION DE MARTA ALBA MORALES MUELA CANDELA Había una vez una mujer llamada Marta a la que le gustaba mucho jugar al futbol. Ella siempre que lo hacían en la televisión lo veía. Un día se tuvo que ir a París por un trabajo de limpiadora. Ella no sabía para quien iba a trabajar pero se suponía que era alguien rico porque la que la llamo para su trabajo, era el manager. A la mañana siguiente se despidió de todas sus amigas y cogió el vuelo a París. Estando ya en el avión se durmió y cuando se despertó ya había llegado. Al bajar del avión vió a un hombre con una pancarta y en ella puesta el nombre “Marta Harrison Dickens” ¡Era ella! Se alegró muchísimo, no solo porque el hombre llevaba traje, sino porque ya no se tendría que ir andando. A la media hora Marta y Mr. Smith habían llegado a esa tremenda mansión que le dejo tan alucinada que se olvidó por completo del mundo. Aún no sabía para quien iba a trabajar, cuando de pronto salió por la puerta David Beckham. Marta creía que era todo un sueño, pero al ver un cubo de agua con fairi y una fregona, volvió a la triste realidad. Aún no se creía que trabajaba para David Beckham ese jugador de futbol que tanto le gustaba. Con el tiempo Marta ya era como de la familia, él se lo contaba todo y ella también a él. Un día hablando así de repente Marta le confeso a Beckham que le gustaba el fútbol. -¿Por qué no intentas ser futbolista? Dijo él. - Esas cosas són muy difícil de conseguir si eres mujer. Añadió Marta. 37 - Pero si tanto te gusta el fútbol ¿Por qué no intentarlo? Esta sociedad es muy machista, losé, ¿pero no te gustaría que todo cambiara? - Sí, diciéndolo así suena bien. Mañana me presento al equipo y si no me dejan insistiré. A la mañana siguiente Marta fue a presentarse, pero cuando todos vieron que una chica quería entrar en el equipo empezaron a reírse. - ¿De qué os reís, eh? - Jajaja, pues que las chicas no saben jugar al futbol. Sois muy flojas, solo servís para hacer la comida. - Eso es lo que tú crees. Veremos quién entra en el equipo, que juegue el mejor. Marta jugaba muy bien, les ganaba a todos, hasta consiguió que el entrenador se callera del sillón. - Bien Marta… Yo te admitiría, pero claro eres una chica y vosotras tenéis que estar en casa limpiando, no jugando en el césped. Dijo el entrenador. - Pero eso no es justo. Nosotras tenemos el mismo derecho a jugar que los hombres. - Sí, ya…¡El siguiente! En ese mismo instante aparecieron unas cuarenta chicas a las que les gustaba el fútbol y reclamando y protestando contra el machismo, se aceptó que las mujeres pudieran hacer lo mismo que los hombres. Ella se preguntaba que quién les había dicho a esas chicas que vinieron. En ese momento apareció Beckham. - No me des las gracias Marta, lo he hecho por vosotras. 38 Se dieron un abrazo y marta por fin pudo jugar al fútbol, gracias a su inspiración, Beckham. 39 IGUALDAD ENTRE HOMBRES Y MUJERES TANIA NAVARRO TORREGROSA Había una vez un pueblo en el que a las mujeres no se las trataba bien. Las mujeres ya estaban hartas pero no se atrevían a decir ni hacer nada, entonces llegó una niña diferente llamada Ana con su familia. Se hizo amigos muy rápido, pues ella era muy simpática, agradable y estudiosa. Su padre encontró trabajo, su madre también pero cobraba mucho menos y se la trataba mal en esa fábrica, igual que en todas las otras, les pegaban y a veces ni se les pagaba su jornada. Ana un día de camino al instituto escuchó un grito de una mujer y fue corriendo para ver lo que pasaba, un hombre, al parecer el jefe de la fábrica le estaba pegando por hacer mal el trabajo, Ana le interrumpió y le dijo que se estuviera quieto y que no tenía derecho a pegarle, que seguro que si hubiera sido un hombre no le pegaría. El hombre fue directo a Ana, que tragó saliva, el hombre la miró a los ojos durante un rato, luego dio media vuelta y le dijo a la mujer que la próxima vez la despediría y se fue, Ana le preguntó a la mujer si estaba bien la mujer le dijo que sí y le preguntó que si no debería estar en la escuela, entonces Ana le dijo a la mujer adiós y se fue corriendo al instituto. En el instituto separaban a los chicos de las chicas, eso a Ana tampoco le parecía muy justo. Al llegar a casa, Ana le dijo a su madre lo que había visto, como pegaba el hombre a aquella mujer y que en el instituto separaban a los chicos de las chicas y que debían hacer algo, porque eso no era justo, su madre, Clara, le dijo que no se metiera que le podrían hacer algo, Ana asintió pero no le hizo mucho caso. Cuando se hizo de noche Ana se fue a la cama, pero como no tenía mucho sueño se fue un rato al balcón, las 40 estrellas en el cielo eran preciosas, después de un rato se fue a la cama. Al día siguiente todas las mujeres hablaban de la niña que había salvado a la mujer de aquel hombre que le estaba pegando. Ana quedó con sus amigas en el parque, de camino al parque se encontró con la mujer a la que había salvado se llamaba Rosario e iba con algunas mujeres más de camino al trabajo, cuando Rosario vio a Ana le dio las gracias por haberla salvado y le preguntó como se llamaba y Ana le dijo su nombre y les preguntó a donde iban ellas contestaron que a trabajar hasta las tres de la mañana sin descanso, entonces Ana les preguntó que por qué no se rebelaban a los hombres ellas tenían el mismo derecho que ellos a descansar, pero las mujeres dijeron que noera tan fácil, Ana se quedó pensativa y les dijo adiós. Cuando llegó al parque le contó a sus amigos todo y que tenían que hacer algo, sus amigas se partieron de risa y le dijeron que ella era una niña y no podía hacer nada, Ana se fue muy enfadada a su casa y preparó unos carteles para que todo el pueblo se reuniera en la plaza por la tarde. Todo el mundo fue a la plaza, Ana les explicó todo, lo que había visto y que las mujeres y los hombres eran iguales, los hombres echaron a reír sin parar, mientras que las mujeres los miraban con cara de enfadadas, pero seguían sin atreverse a hablar. Por la noche Ana escribió una nota en la que ponía: Ya estoy harta, los hombres y las mujeres somos iguales prefiero morirme antes que seguir viviendo en un mundo en el que se nos trata mal, a nosotras, las mujeres. Ana se suicidó. Al día siguiente cuando su madre la vio muerta se quedó destrozada pues era lo único que tenía, vio la nota y la leyó, Ana tenía razón dijo su madre, Clara. Cuando las mujeres se enteraron se rebelaron contra los 41 hombres con una huelga. Los hombres entendieron que esa niña llamada Ana tenía razón, hombres y mujeres eran iguales, desde aquel día a las mujeres se las trataron bien. Y todas las mujeres recordaban siempre a esa niña llamada Ana como una heroína, les dio un empujón para rebelarse contra los hombres. 42 LA PÉRDIDA DE ROCKY ISMAEL OSSORIO DE LA FUENTE Unas mujeres se reunieron una noche para ver las estrellas y hablar, al rato se cansaron y cada una se fue a su casa, porque al día siguiente trabajaban, en una fábrica donde cobraban tres mil euros mensuales las mujeres, y los hombres cuatro mil euros mensuales. Una mujer le compró a su hijo un perro llamado Rocky Balboa, y el marido de la mujer compró otro perro que se llamaba Babalá, era de color blanco y con puntos grandes negros, parecía un dálmata, y el otro era de color marrón con puntos grandes blancos, y su apodo era “ratapata”, porque se metía por todos los lados y casi siempre iba cojo. Otra mujer le compró a su hijo ,un camaleón , un hurón y un gato , el camaleón era verde y feo, el hurón gris y blanco, era súper gracioso, el gato blanco y le encantaba arañar, al tiempo de tener a Rocky en el campo, el día de la alborada, se fue del campo porque le tenía miedo a los petardos, y se perdió por la carretera, unas chicas abrieron la puerta la puerta del coche creyendo que lo habían atropellado, y cuando abrieron la puerta se metió en el coche fueron a una protectora de animales, y dieron con el dueño de Rocky y se lo llevaron al campo, pero se escapó otra vez y hasta el día de hoy no ha vuelto no saben si está vivo o muerto. 43 UNA BELLA VICTORIA PARA RECORDAR FRANCISCO PASTOR PUJALTE Comentarista: -El capitán Adrián, se la pasa a Paco, Paco a su hermano Eloy y… ¡GOL! ¡GOOOL DEL COSTA ALICANTE! -¡Buenas chicos!- (Entrenador Carlos). El árbitro pita el final del partido, y el Costa Alicante gana por 1-0. Los niños estaban muy contentos, cuando se le acerca una chica al entrenador. -Hola me llamo Lucía y me gustaría formar parte del equipo. El entrenador estaba de acuerdo, pero prefirió consultárselo a los chavales. La idea no le salió muy bien, porque a los niños no les parecía buena idea. -¡Ufff no, Carlos, una chica NO! (Todos los niños al unísono) (Lucia se encontraba cerca escuchándolo todo). -Pero vamos a ver, no entendéis que ella también tiene derecho a jugar, le gusta el fútbol tanto como a vosotros. Todos somos iguales. (Apuntó el entrenador Carlos). Lucía no tuvo más remedio que dar su opinión: -Yo no creo que tenga que jugar porque todos seamos iguales Carlos. De hecho, yo creo que todos no somos iguales, Paco es más fuerte que Adrián, pero Adrián es más rápido que Eloy. Yo, en cambio, yo soy la más ágil. Pero eso sí, cada uno, se merece un puesto según sus cualidades, da igual que sea chico o chica. -Es verdad lo que dice Lucía, yo estoy con ella. (Dijo el capitán del equipo) 44 En ese momento, los demás también se pusieron de acuerdo. Habían entendido el punto de vista de Lucía, y estaban dispuestos a darle una oportunidad. UNA SEMANA MÁS TARDE… (Llega el primer partido de Lucía como jugadora del club. Va a comenzar el partido). Comentarista: Va Lucia desde el centro del campo, sale como una flecha, se la pasa al capitán, el capitán a Lucia que se va de uno, de dos y…. se la para el portero. ¡Uyyyyyy! Recupera el Costa Alicante desde la defensa, se la pasa a Eloy, Eloy para Lucía de nuevo y… ¡GOLAAAAAAAAAZO DE LUCIA! El portero pita el final del partido y gracias al gol de Lucía los “Costa Alicante” ganan el partido. ¡SOMOS UN GRAN EQUIPO! (Todos al unísono llevando a Lucía a hombros). 45 IGUALDAD JUDITH POMARES GALOTTO Había una vez un niño llamado Carlos, tenía el pelo marrón como el chocolate. Había también una niña llamada Sarah con el pelo rubio como el sol. Pero no eran niños normales, no, tenían un don especial: Sarah podía hablar con los animales y Carlos podía hablar con las plantas. Ambos eran muy buenos amigos y les gustaba jugar e ir siempre juntos. A Sarah le gustaban las muñecas pero también le gustaba jugar con peonzas y al fútbol. A Carlos le gustaba tanto jugar con los coches como con las muñecas. Ellos pensaban que tenían los mismos derechos. Pero a medida que iban creciendo, la gente les decía: -“Sarah, tienes que madurar, y hacer lo que hacen las chicas. No tienes derecho a dibujar pelotas o ver partidos de fútbol”. A Carlos le decían lo mismo: -“¡No hay derecho! Eres un chico y no una chica, no puedes jugar a las muñecas o llevar pendientes”. Y así siguieron diciéndoles cosas durante mucho, mucho tiempo. Hasta que un día, ambos llegaron a olvidar lo que era la igualdad y pensaron que debían separarse porque no tenían derecho a estar juntos y hacer las mismas cosas. ¿Y dónde ponía esa regla? Pues según parece, está en un libro de normas llamado “Aquí no hay derecho a…” El caso es que Sarah se fue a la selva y Carlos a un sitio muy diferente, el desierto. En la selva, Sarah de vez en cuando decía: - “Me aburro con las muñecas” (vamos se aburría porque todo lo que tenía era de chica). A Carlos le pasaba lo mismo, decía: -“Ya me aburro de ver partidos de fútbol”. 46 Un día se celebraron elecciones para elegir al rey de la selva y el desierto, Carlos y Sarah fueron muy contentos a votar para elegir al rey. Pero estaba escrito en el famoso libro de normas que…“Aquí las chicas no tienen derecho a votar”. Sarah se puso tan triste que no paraba de llorar. Carlos, también se puso triste al ver que su mejor amiga no podía votar al igual que él. Las plantas y los animales como querían tanto a Carlos y a Sarah, al verlos tan tristes les dijeron: - ¿NO OS DAIS CUENTA? “¡¡¡AQUÍ TIENE QUE HABER IGUALDAD!!! Todo el mundo tiene los mismos derechos y las mismas razones para vivir en paz. No hay que hacer caso a la gente que se burle de otros por hacer cosas de chico o chica”. Fue así como todos juntos, los animales, las plantas y los niños; decidieron que los animales rompieran a mordiscos el libro de normas “Aquí no hay derecho a…” y, una vez que lo hicieron dijeron: - Vamos a escribir todos juntos uno que se llame “Aquí hay derecho a…” Finalmente, Carlos y Sarah volvieron a su ciudad con el nuevo libro bien escrito para presentárselo al nuevo rey, dejando claro que todo el mundo tenía que tener los mismos derechos y deberes. El rey vio el libro y le encantó. Fue así, como en aquel lugar los niños y las niñas, hombres y mujeres tuvieron los mismos derechos y entre ellos ¡¡¡SIEMPRE HUBO IGUALDAD!!! 47 LA IGUALDAD ES FELICIDAD. PASCUAL QUILES MACIÁ Hola me llamo Rafael soy una persona normal de las que encontrarías por la calle. Vivo en una pequeña casa rustica con la compañía de mi perro Alfonso y mi loro Roberto. Un día como cualquier otro yo estaba en mi casa viendo las noticias con Roberto mientras Alfonso estaba jugando con su hueso de plástico en el jardín y como siempre escuche la misma noticia de todos los días una manifestación de gente que quieren igualdad y como todos los días pensé: qué más da si yo ya vivo muy bien para qué queremos igualdad. Después de ver las noticias me fui a dar mi paseo diario por la ciudad, y después de recorrer unas cuantas manzanas no me podía creer lo que veía una manifestación, pues si que eran pesados y yo pensando: pues mira que son pesados así no conseguirán nada aparte de molestar. Entonces me fui rápidamente a mi casa vi un rato mas la televisión, cene y me acosté. Al día siguiente volví a salir a dar mi paseo que esta vez iba a ser más largo para compensar el del día anterior y al recorrer unas cuantas manzanas lo mismo otra manifestación y así durante toda la semana. Al final durante varios días me quede en casa sin salir de casa y todos esos días fueron muy aburridos y al final se acabaron las vacaciones que tenia así que tenía que ir al trabajo. Yo trabajo en HOUSE una agencia inmobiliaria que por suerte está al otro lado de la ciudad así que sabía que no les iba a ver, y me fui tranquilamente en coche a trabajar. Cuando llegue todo estaba muy tranquilo y me di cuenta de que faltaban bastantes pero seguro que estaban enfermos o algo así que me puse a trabajar. Un rato después me quede alucinado otra manifestación pero eso no es lo que me asombro, lo que 48 me asombro fue que estaban mis compañeros de trabajo, entonces le pedí al jefe irme hoy un poco más pronto y me fui. Cuando llegue a mi casa me puse a ver un rato la tele y entonces paso por delante de mi casa la manifestación, me dio tanta rabia verlos ahí haciendo eso para nada, salí fuera y ya había terminado, me di cuenta de que habían puesto algo en los postes, me acerque y eran carteles para ir a una reunión para la igualdad entonces pensé que podía ir para ver porque les importaba tanto. Unos días después fui a la reunión, un rato más tarde mientras escuchaba me di cuenta de que la igualdad es felicidad es algo importante y de que no sé porque antes pensaba que era una tontería si es algo que necesario, así que decidí ir a la manifestaciones para colaborar. El primer día nos manifestamos delante del ayuntamiento, y bueno no dio mucho resultado y también el segundo y el tercero delante del ayuntamiento los cuatro siguientes por toda la ciudad. Un día llegue cansado a casa y me puse a ver las noticias y salió que en algunos lugares ya había igualdad, y eso me animo a seguir. Unos días después lo conseguimos, rápidamente salí a la calle para celebrarlo con los que me manifestaba lo celebramos mucho. Luego me fui a casa y me acosté feliz. Unos días después cuando salí a la calle y todo el mundo parecía más feliz y me di cuenta de que era verdad que la igualdad es felicidad. 49 EL GRAN DIA SANDRA REQUENA GIMÉNEZ Érase una vez un grupo de mujeres que se reunieron para hablar sobre la igualdad. María propuso que hicieran un partido de fútbol entre los hombres y ellas. A las demás chicas no le gustaba la idea porque si perdían los chicos se iban a reír de ellas toda la vida, pero una niña diferente les animó para que jugaran. Al día siguiente María fue a proponerse a los hombres, pero ellos dijeron que no, porque ya sabían el resultado. Pero al final lo consiguió. Al día siguiente las mujeres no paraban de pensar en que sí hacían lo correcto. Ellas se sentían muy mal porque ya sabían lo que iba a pasar, los hombres se iban a reír de ellas si perdieran o si ganaran le iban a decir que habían hecho trampa. Pero Maria les dijo que si ganaran el partido tendrían un poco de respeto y de igualdad. Al cabo de un mes las mujeres ya estaban mas que preparadas para jugar en cambio los hombres estaban todo el rato sentados con el ordenador o si no estaban con el ordenador estaban con la televisión. ¡Solo quedaba una semana para el partido¡ Los hombres todavía pensaban en que el partido era fácil mientras que las mujeres superaban cada día mas ¡Ya Era El Gran Día¡ Y cunado las mujeres salieron al campo llenas de valor y confianza se dieron cuenta de podían ganar. Al comenzar el partido los hombres no se esforzaron lo suficiente pensando que iban a ganar si ningún esfuerzo, cuando se dieron cuenta que las mujeres iban ganando 1-0 después en el segundo tiempo se esforzaron mas pero no llegaban al mismo nivel que 50 las mujeres. En el minuto ochenta María marco un gol ¡Ya iban 2-0¡ Al final ganaron y los hombres le pidieron la revancha pero ellas dijeron que no. Que tuvieron ya la oportunidad y que querían mas respeto e igualdad. 51 ENTRE FALDAS ANDA EL JUEGO ALEJANDRO ROCA SÁNCHEZ Cuando las mujeres decidieron salir de sus hogares, decidieron revelárse ante el machismo. Entonces una mujer llamada Rosa decidió crear un grupo de mujeres. Rosa era una mujer muy lista y con una mente muy inquieta. En un local decidieron montar su sala de reuniones para reunir a más mujeres que pensaran como ellas y desempeñar papeles como desempeñan los hombres. Decidieron que podrían ser emprendedoras, crear empresas, proporcionar trabajos, participar en política, participar en deportes por ejemplo: hoy en día hay muchas mujeres con cargos importantes como las ministras, y que ocupan sitios importantes. Las mujeres empezaron a participar en los servicios sociales para ayudar a familias y a niños y niñas con problemas. Si hay una niña en alguna familia con algún problema diferente, intentan asociarse. Y soñando, soñando fueron adquiriendo derechos y obligaciones. Y soñando, soñando me gustaría que todas las mujeres del mundo puedan tener derecho a una educación digna. Y una estrella que hay en el cielo y que brilla con mucha fuerza se llama Pilar como mi madre. 52 NO IMPORTA LO QUE SEAS CLAUDIA VELASCO SALAMANCA Érase una vez, dos hermanos, un niño llamado Juan y una niña llamada Ángela. Una mañana, Juan llegó tarde al cole porque se había entretenido jugando al fútbol en su urbanización durante la mañana. Al entrar en clase su profesora Margarita le dijo: - Estás castigado por haber llegado tarde a clase. Vas a tener que copiar cien veces.... “no volveré a llegar tarde a clase”. Cuando Juan llegó a casa, se lo contó todo a su padre, y este le dijo: - Yo también te castigaré una semana sin jugar al fútbol. Lo único que podía hacer era jugar con su hermana Ángela. Ángela estaba jugando a las muñecas y Juan le dijo con voz de aburrimiento: - ¿Puedo jugar a las muñecas contigo? Ángela respondió: - ¿Pero, que te ha pasado, no vas a jugar al fútbol? - No. Dijo Juan. - Papa me ha castigado una semana sin jugar. - ¡Ah vale! Respondió Ángela.- Por supuesto que puedes jugar. Juan estuvo un largo tiempo jugando a las muñecas, y descubrió que le gustaban. Pasada la semana Juan salió de nuevo a la urbanización para jugar con sus amigos al fútbol, Juan les contó lo que había pasado, y les dijo: - ¿Y si en vez de jugar al fútbol me saco las muñecas? Sus amigos respondieron: - ¡Las muñecas son solo para las chicas! Ángela, al ver que no dejaban en paz a su hermano Juan, salió y les dijo: 53 - Las muñecas no son solo para las chicas, un chico puede jugar a lo mismo que una chica. Juan se lo agradeció. Y se fue corriendo a entrenar a su club con su hermana y sus padres. Mientras que Juan entrenaba Ángela le dijo a su madre: - Mamá me gusta el fútbol. ¿Podéis apuntarme? Y su madre respondió: - No, el fútbol no es una cosa para chicas. ¡Es una cosa de chicos! Ángela deprimida dijo: - ¿Pero por qué? Juan ha jugado a las muñecas y le han gustado. Pues a mi igual me puede gustar el fútbol. Ángela siguió insistiendo hasta que la madre dijo que sí. Entonces esta le dijo a Juan: - ¡Mamá me ha dicho que me puedo apuntar a vuestro equipo! ¿Cuando empezamos? Dijo Ángela entusiasmada. Juan respondió: - Mañana mismo empiezas. Pasado el día, Ángela y Juan se fueron a entrenar. El equipo estaba formado por: el bruto, un chinito, un niño negrito y un chico del mismo edificio. El primer día de entrenamiento fue un poco difícil y gracioso a la vez, porque “El bruto” no dejaba de empujarla. El chinito era muy graciosín porque decía: - “Aquí, aquí pasa el balón pol favol” Al negrito no se le entendía nada, ya que no sabíamos en qué idioma hablaba. Y el chico del mismo edificio era un poco aburrido. Vamos, ¡un equipo de lo más extraño y diferente! Al llegar a casa, Ángela se lo contó todo a sus padres y ellos dijeron: - ¡Qué guay cariño! 54 Un día de entrenamiento, Ángela se llevó las muñecas a entrenar. Entonces cuando el entrenamiento se acabó, sacó sus muñecas y les dijo a sus compañeros: - ¿Jugáis a las muñecas? De repente, todos empezaron a reír, menos Juan. Ángela dijo: - ¿Y si jugáis un partido de fútbol con las muñecas? Sus compañeros respondieron: - Vale. Al día siguiente se fueron al colegio, la niña se lo contó a sus amigas y ellas no se lo creyeron. Un día, sus amigas fueron al entrenamiento para ver si era verdad lo que les había contado. Así fue como lo vieron con sus propios ojos y les encantó: - Nos vamos a apuntar nosotras también - dijeron. Fue así como todas las chicas se apuntaron, y un día después ya había partido. Todo el mundo estaba ansioso, ya se acercaba el final del partido y los dos equipos empataban 1-1. Pero de repente... ¡Ángela metió un gol! Sin Ángela no podrían haber ganado. Esto demostró que una chica puede tener las mismas cualidades que un chico y que a un chico pueden, porque no, gustarle las mismas cosas que a una chica. 55 UNA FAMILIA PARTICULAR MARIE GLADYS SÁNCHEZ PROUST Érase una vez, una familia con un padre llamado Antonio, una madre llamada Isabel, una hija llamada Emma y un hijo llamado David. Esta familia vivía en España, en la ciudad de Valencia. Era una familia muy feliz. Pero un día, cuando la hija y el hijo empezaron a crecer, el padre Antonio dijo a su hijo - ¡Hijo ven a jugar al fútbol conmigo! El niño no respondió, pero Emma le dijo: - ¡Papi, papi, yo también quiero ir! El padre la miró con una cara muy, pero que muy asombrada y le dijo: - ¿Qué? Pero si tú eres una chica, deberías quedarte con tu madre y además no sabes jugar. - ¡Ya sé que soy una chica! Respondió Emma enfadada. – Las chicas también tenemos derecho a jugar. Como no paró ni un momento de pedírselo, entonces Antonio aceptó que los acompañara. Emma estaba muy ilusionada, de camino David pensó: - No tengo muchas ganas de jugar al fútbol. Fue así como se le ocurrió una idea. David empezó a toser y a estornudar de mentira. Entonces Antonio ya asustado le preguntó: - ¿Qué te pasa? David le dijo: - ¡Me duele mucho la barriga! Y parece que no me encuentro bien. ¡Achís! Su padre le dijo entonces: - ¿De verdad? Vaya pues tendremos que dejarte en casa y no sé cómo podremos jugar con uno menos. Emma contenta dijo: 56 - Tranquilo papi, yo sé jugar. El padre se dijo para su interior que iba a pasar la mayor vergüenza de su vida. Cuando llegaron al campo de fútbol, los otros jugadores se rieron al ver que una chica iba a jugar el partido. Uno de ellos dijo: - ¿Dónde está David? Ella es una chica y no creo que sepa jugar. Emma enfadada les respondió: - Yo sí que sé jugar, ¿queréis que os lo demuestre? Lo que no sabían ellos, es que Emma se entrenaba cada día en el cole. Mientras, en casa, David observaba a su madre cocinar, se levantó y le preguntó: - ¿Mamá, me podrías enseñar a cocinar? Isabel le respondió: - Bueno… ¿de verdad quieres que te enseñe? David motivado le dijo: - ¡Sí, por favor! De vuelta al campo de fútbol, Emma consiguió una victoria para su equipo 3 a 0. Cuando volvieron a casa vio a David con un gorrito de chef, su padre se puso furioso: - ¿Qué haces cocinando? ¡Yo creía que estabas enfermo! Deberías haber visto a tu hermana hoy en el campo de fútbol. En cuanto a ti Emma… no sé qué decir…Me has sorprendido mucho, de verdad creo que no tenía razón cuando decía estas cosas. - ¡¡¡Hora de comer!!! dijo Isabel. Se pusieron a cenar, Antonio ya más relajado dijo: - ¡Qué bueno lo que has preparado cariño! 57 - Yo no lo hice mi amor. - ¿Qué, entonces quien lo ha hecho? - Tu hijo David. - Vaya pues le ha salido muy bueno. Al día siguiente Antonio se fue a pescar. Y tuvo tiempo de reflexionar sobre todas las cosas que le habían pasado. Estando ya allí, la barca empezó a tener algunos agujeros, y como había olvidado el salva vidas, tuvo que pedir ayuda. Fue una chica la que lo ayudó, esta era bombera. Antonio se lo agradeció muchísimo. Cuando Antonio volvió a casa, se dio cuenta que estaba equivocado y se lo explico todo a su familia. Finalmente la pequeña Emma se transformó en una deportista muy famosa y el pequeño David en un gran chef de cocina. 58 UN PASEO A TSEREVÉ JOAN SERRANO CARRATALÁ Erase una vez en el año 1620 había una aldea de piratas, y la tropa tenía un capitán que se llamaba Samot y tenía una mujer que se llamaba Aizila. Iban a tener una hija, pero tenían un problema, que el alcalde de ese pueblo, que se llamaba Divad, era muy machista y si nacía alguna niña la mataba. La tropa de piratas salió a la guerra y Aizila tenía miedo de que Samot muriera y se quedara ella sola con la niña, que probablemente la podrían matar. Cuando llego Samot con sus amigos, Xela e Ydderf, sus mujeres, se pusieron muy contentas pero Aizila no porque Divad se enteró de que Aizila y Samot iban a tener una hija. Samot se puso muy furioso y le preguntó gritando: - ¿Cómo sabe Divad que vamos a tener una hija? Aizila contestó llorosa: - Divad tiene un hijo que se llama Inot que es espía, nos ha espiado a todas horas. Samot ese día no durmió y se quedó toda la noche pensando y pensando y no había manera de buscar una solución… A Aizila se le ocurrió una cosa, que en lo alto de Tserevé, una montaña muy alta, había unas viejecitas, ANA y SARAS, que vivían en una cueva, y tenían solución para todo. Samot, Xela e Ydderf fueron a la montaña Tserevé con mucha comida y un poco de valor. Se pasaron días, noches, semanas, meses, hasta que al final subieron la montaña. 59 Se pasaron algunos días buscando la cueva. Cuando la encontraron vieron: dos viejecitas de cuarenta y siete centímetros, muy arrugadas, parecían un par de pasas, pero eso sí, muy sabias. Samot se acercó y le dijo: - Voy a tener una hija y Divad la quiere matar ¿Qué debemos de hacer para que no la mate? La viejecita le contestó: - tenéis que esconderla hasta que crezca y decir que la habéis matado vosotros, cuando tenga diez años tenéis que entrenarla a muerte hasta que creáis que es suficiente. Después declarará la guerra a Divad, y cuando le digas que tu hija va a luchar contra él se asombrará, porque él creía que la habíais matado. Cuando le venza descubrirá que las chicas pueden hacer las mismas cosas que podemos hacer los chicos. Cuando nació la niña le pusieron de nombre Anatia, la niña creció y así sucedió. El alcalde de la aldea, Divad, se quedó asombrado y descubrió que las chicas pueden hacer las mismas cosas que los chicos. El padre se quedó muy orgulloso de su hija Anatia y se unió a la tropa de piratas. Ella fue la capitana a partir de ese día. 60 LA VOZ DE LA IGUALDAD TUDOR Hoy en día, uno de los muchos problemas que agravan la situación social es la diferencia de género; ya que en varios casos (a la hora de conseguir trabajo, de concursar en pruebas físicas o simplemente de conducir) las mujeres son consideradas menos aptas para ello. Y es que en algunos países (situados muy por debajo en la escala de la civilización), las mujeres gozan de muy pocos derechos con respecto a los hombres. Un claro ejemplo de todo ello son los países árabes, puesto que las mujeres no tienen derecho a votar, ni a opinar, ni siquiera a mostrar la cara o el pelo. Pero es que la desigualdad respecto a los hombres no solo afectan a la mujer de forma social, sino también de forma psíquica, pues muchos son los hombres que se aprovechan de ellas maltratándolas y tratándolas como si fuesen sus esclavas. Porque es esta desigualdad es lo que da lugar a la violencia de género, y ya no es solo en los países más incivilizados, si no que hasta en Europa, ya son muchos los casos de violencia de género y de muertes a causa de ello. Esto no ocurre solo en la situación social, sino también en la iglesia: las mujeres no pueden tener cargos importantes (papa, obispo, sacerdote), solo se deben limitar a trabajar de monjas, cuidando de la iglesia o convento que les pertenece y haciendo las tareas domésticas necesarias; y en algunos casos, sin ningún tipo de comunicación con el exterior… Dando lugar a un poco de historia en este relato, contare la historia del feminismo: Durante la revolución francesa y los tiempos de comunismo en la 61 mayor parte del mundo, las mujeres eran acosadas y asesinadas por no cumplir con leyes denigrantes para el género femenino; pero eran pocas las mujeres que se revelaron. Hasta que un día, en uno de los lugares más pobres de la India; cinco trabajadoras en una fábrica de telas, fueron encerradas durante un incendio, solo por el hecho de ser mujeres pobres. Murieron quemadas mientras tejían una preciosa tela color lila. Al oír esto, las mujeres causaron gran revuelo, dando lugar al feminismo (cuyo color es lila, debido al color de la tela que las trabajadoras tejían antes de morir). Por todo ello, hay veces, en las que uno se para a pensar y dice: ¿por qué estas mujeres, que son maltratadas, menospreciadas y discriminadas, no se revelan? La respuesta es muy sencilla: porque han crecido con la idea de que los hombres valen más que las mujeres, y de que ellas solo se deben limitar a complacer al hombre que haya a su lado (padre o esposo). Pero a día que pasa, más mujeres le echan valor y demuestran que están en contra de todo ello, juntándose a la causa del feminismo; causando revueltas sociales, e incluso políticas, para manifestar el derecho de las mujeres a ser tratadas igual que los hombres. Y es que realmente, la sociedad debería hacer algo contra esta injusticia; pues en estos tiempos, ya son muchas las mujeres que ocupan cargos públicos o de gran importancia, o simplemente son tratadas como los hombres en varios aspectos; pues fijándose en lo más básico: las mujeres ya tienen derecho a votar en numerosos países. Hablando de todo esto, no estamos diciendo que las mujeres tengan las mismas cualidades y defectos que los hombres, puesto que tienen necesidades 62 psíquicas y físicas distintas; pero sí pueden hacer varias cosas al igual que los hombres: trabajar, aprender, practicar deportes, conducir... Ya son varias las muestras de que el femenino no es un género inferior al masculino. ¿O es que acaso, los hombres son capaces de aguantar 9 meses con una vida en su interior?¿O las mujeres son capaces de dejarse una larga barba y un tupido bigote? Yo diría que la respuesta a estas preguntas y muchas otras es: NO. Estas, y otra gran cantidad de razones, son la muestra de que son iguales que los hombres, y de que en este mundo, hay mucha más discriminación (que no debería haber) respecto a las mujeres. Y dicho todo esto, doy por concluido mi relato. 63 LA IGUALDAD ENTRE MUJERES Y HOMBRES PARA MÍ TUDOR Yo creo que, en este mundo, a las mujeres las tratan peor que a los hombres en muchos sitios, y aunque no hace falta que lo demuestre, lo pienso hacer: hay veces en las que la gente dice que las mujeres trabajan peor que los hombres, o que los hombres pueden mandar a las mujeres. Pero no tendría que ser así, porque hay muchas mujeres que pueden hacer lo mismo que los hombres: una chica debería poder jugar a los coches o al fútbol sin que nadie piense que esto solo lo pueden hacer los chicos. Un chico debería poder jugar con muñecas o ver películas de princesas sin que nadie se ría de él. No es solo eso, es porque la gente piensa que los hombres lo pueden hacer todo y las mujeres nada; que las mujeres necesitan un hombre al lado porque no pueden hacer nada solas, y los hombres no necesitan mujeres al lado porque ellos no necesitan a nadie para hacer las cosas bien. Pero la gente que dice eso… ¿no ve la tele? Porque siempre que veo un hombre en la tele, tiene al lado una mujer (y eso será por algo, ¿no?). Si los hombres de la tele tienen a una mujer al lado, es porque la necesitan. Pero para conseguir que se quede siempre a su lado, la tiene que tratar bien. Hay una frase que mi madre dice que significa justo eso: Una mujer es como un jardín, es bello si lo cuidas cada día. La frase significa que las mujeres necesitan cariño y respeto para seguir siempre guapas. 64 Aunque yo sé que no es así, porque he visto hombres por la calle que insultan a sus novias, porque he visto pelis y libros de mi hermana que tratan sobre hombres que pegan a sus novias… Y todas esas cosas malas, las sufren las mujeres, no los hombres. ¿Por qué nadie hace algo? ¿Por qué las chicas dejan a los chicos hacer eso? No sé si mi repuesta es buena, pero yo pienso que es porque tienen miedo. Pero no tendría que ser así… porque nadie debería tener una sensación tan horrible solo por decir lo que piensan. Porque hay pocas chicas que dicen lo que piensan: he visto por la calle, chicas vestidas como chicos que dicen algo sobre la igualdad entre géneros. Supongo que eso quiere decir que quieren ser tratadas igual que los hombres, y que quieren poder hacer las mismas cosas que los hombres. Antes, solo había chicos en el gimnasio; ahora no. Antes, las mujeres no podían elegir al presidente; ahora sí. Antes, las chicas no salían a la calle sin un chico; ahora sí. Así que esto significa que ahora las cosas están mejor que antes, pero siguen habiendo cosas injustas para las chicas (como las que he dicho antes) Todo lo que he dicho es lo que pienso, y lo que muchas chicas mayores no se atreven a decir. Así que espero haber ayudado a alguien a entender mejor esto. 65 LUCHA POR LA IGUALDAD ZAMORA PEÑARRUBIA Había un pueblo pequeño en lo alto de la montaña, en ese pueblo los hombres trabajaban en la mina. Uno de esos mineros tenía tres hijos, era muy duro sacar adelante a su familia. Por culpa del trabajo el minero enfermó y murió. La mujer tuvo que buscar trabajo, pero no era fácil porque esos puestos eran para hombres. Un día llegó a la mina donde estuvo su marido para pedir trabajo, pero el dueño le dijo que no, que ese trabajo no era para mujeres. Pasaban los días y no llegaba dinero a casa, entonces la madre insistió en que le diesen esa oportunidad y se lo dieron. Era muy duro pero cuando fue a cobrar, el sueldo era más pequeño que el de los hombres. Ella quería que le pagaran, pero no lo consiguió, lo fue contando por el pueblo al resto de mujeres y todas le apoyaron, la acompañaron a la puerta de la mina, con pancartas. Salió el jefe y habló con ellas, le hicieron ver que ella trabajaba como el resto de compañeros y merecía el mismo sueldo, entonces el jefe dijo: cuando las mujeres se unen, consiguen lo que quieren. La mujer se fue contenta a su casa, sabía que con ese sueldo podía sacar a sus hijos adelante y darles un futuro. Cuando salió de la mina ya era de noche y vio las estrellas en el cielo, se acordó de todas las mujeres que le habían apoyado. 66 Relatos 8 de marzo por la igualdad 2014 Categoría juvenil 1 RELATO GANADOR: EGOISTA CABALLERO MIRIAM RAMOS NUÑEZ La visión de una débil y delicada rosa blanca fue para ti toda una sorpresa. Decidiste que era de tu posesión y se lo hiciste saber; conquistaste a la rosa, ella fue sumisa y cumplió todos tus caprichos a cambio de algo de cariño. Tenía espinas, egoísta caballero, tenía espinas y se clavaban poco a poco. Privaste a la rosa de cualquier tipo de diversión y le hiciste creer que sólo existía para complacerte a ti. Machacaste sus sueños y apagaste la luz que le daba esperanza. Le llenaste la cabeza de engaños, mentiras y falacias. Tenía espinas, egoísta caballero, tenía espinas y se clavaban poco a poco. Jamás viste, o no quisiste ver, que la rosa se ahogaba con tanto delirio inhumano. Lo único que te importaba era que ella estaba a tu lado, pero no te diste cuenta de que todo aquello costaría un precio y recibirías un castigo por semejante atrocidad. Tenía espinas, egoísta caballero, tenía espinas y se clavaban poco a poco. Al cabo de unos años, el rumor de la rosa enjaulada corrió de boca en boca hasta llegar a toda la gente del lugar. Y, confirmadas las sospechas, al egoísta caballero nadie pudo ya respetar; burlas, gestos y miradas lo acabaron de arreglar. "¡Suéltala, suéltala!", le gritaban todos con desprecio, "¡Libera a la dulce rosa de tus sucias garras!". Y cuando alcanzaste a ver tus manos, con los ojos rojos de tanto llorar, mirando a las gentes abuchearte sin parar... Viste que estaban manchadas de sangre. ¿Sabes por qué? Porque la rosa tenía espinas, 2 egoísta caballero, tenía espinas y se clavaban poco a poco. Ya tienes tu merecido castigo, ahora suéltala 3 MI QUERIDO LEOPARDO CAROLINA BATISTA CAMACHO Hoy viene papá a recogerme del colegio, no sé por qué lleva unas semanas viniendo él, pero lo más raro de todo es que mamá no me espera en casa con la merienda hecha, ella llega tarde y no hace la cena. Hoy papá parece enfadado, más de lo normal. No me ha dado un beso y no quiere sonreír. Yo camino lo más rápido posible, me cuesta caminar como él, mis zapatitos nuevos me hacen daño, pero tengo miedo de decirle que quiero parar. Llegamos a casa por fin, no meriendo, papá no sabe hacerme la merienda, me dice que me vaya a mi habitación a hacer los deberes y que no salga de ahí durante todo el día. Asiento asustada y me refugio entre mis peluches, le desobedezco, no estoy haciendo los deberes, es que no me apetece. Tengo una mala sensación. Mamá ha llegado a casa. No se escucha nada, no los oigo ver la televisión, tampoco hablan, no se cuentan qué ha pasado hoy. Papá es quién suele venir tarde y suele contar un montón de cosas super interesantes sobre su trabajo. Abro la puerta muy despacio y luego corro de puntillas hasta las escaleras, desde arriba, sin que ellos me vean, lo observo todo… “Es un paraíso llamado hogar, una selva se abre paso entre la inmensa y frondosa vegetación. Todo es hermoso, no obstante no hay señal de animales. Me parece muy extraño, en un lugar tan espectacular como ese, suelen haber insectos y animales de todos los tamaños y especies, pero solo veo tierra, rocas, árboles, flores, arbustos, ni rastro de… Algo se acerca lentamente. ¡Por fin! ¡Qué bonito es! Un leopardo de color naranja con puntos negros se pasea 4 por la selva, orgulloso de ser leopardo. Lleva en su boca un pequeño animal muerto. Lo trae para sus crías. Es un leopardo hembra que viene de haber cazado. Luego, se sienta cómodamente encima de la hierba, observando orgullosa como sus crías se alimentan. No tarda en salir otro leopardo, este no parece un leopardo de verdad. Es gris, es más grande que el primero, pero no tiene manchas. Majestuoso, desafiante, estremecedor, pero elegante al fin y al cabo.Está furioso, muchísimo, resopla con fuerza, su mirada ruda da miedo. Tiene la pata herida levemente, también ha ido de caza, pero no ha conseguido nada. Se sienta. Ambas bestias están allí y ni se dignan a mirarse el uno al otro. No pasan ni unos segundos hasta que el extraño leopardo se desespera y se pone a dar vueltas por la selva, va a explotar. Empieza a gruñir, a moverse bruscamente. ¡No ha tenido éxito! Y la mamá leopardo sí. Eso le enfurece. Rasga sus uñas contra las rocas, las está afilando, sus ojos oscuros quieren venganza. Ha venido a demostrar que él es quién manda, quién caza, quién se ocupa de todo y ella debe quedarse en el hogar cuidando a las crías. Mamá leopardo está asustada. La respiración se le empieza entrecortar, por momentos hasta deja de respirar, se siente mareada, los sonidos retumban en su cabeza, aquella presión dentro de ella es insostenible y cae rendida en la hierba. Quiere salir huyendo, olvidarlo todo y buscar una salida, pero a duras penas consigue ponerse en pie. Él sigue ahí, mirándola. Saca las fuerzas de donde no las tiene. Respira profundamente, olvida cada temor. No se dará por vencida. Él se apoya en sus patas traseras. Ella se mueve hacia atrás. La batalla ha empezado. Gruñen, corren, atrayéndose uno con el otro. El animal gris se lanza encima de la hembra y la araña fuertemente con sus garras. Ella 5 consigue salir del cuerpo pesado que la tenía atrapada. El corazón le va a mil por hora. Le duele cada latido. Se vuelve a acercar, todavía no ha tenido suficiente. Corren, pero ella se para en seco, tiene miedo. Siente como algo firme y doloroso le traspasa el pelaje. La ha mordido. La luz de sus ojos se está apagando. Él la coge del cuello y la zarandea como si de una muñeca de trapo se tratase. No tiene piedad. Las gotas de sangre empiezan a caer. Está débil. Hace un intento inútil por defenderse, pero ya le ha clavada las garras en el lomo. Exhausta, cae su cuerpo herido encima de la hierba…” Corro escaleras abajo y me pongo al lado de mamá. Le acaricio el pelo. Tengo miedo. Tiene la cara llena de arañazos y le sangran las manos. Las lágrimas resbalan sin ser avisadas por mi mejilla. Papá está de pie. Inexpresivo. Tan solo observa cómo se incorpora mamá y se pone en pie. Mantienen la mirada, desafiantes. A pesar de todo, a pesar de que ha ganado él. Ella lo mira con desprecio. Luego me coge de la mano y subimos. Mamá dice que vamos a ir a casa de la tía a visitarla durante un tiempo porque está enferma. Le he preguntado por papá y me ha dicho que es mejor que no venga. Me ha obligado a hacer la maleta. Está llorando, la escucho, pero cuando sale de su habitación no veo ni pizca de dolor. Abre la puerta de casa y salimos a la calle. El coche está aparcado justo delante. Papá está en la puerta, no parece haber ganado una batalla, está triste. Nos mira. Le pregunto a mamá si volveré a verlo, ella mira al frente sin decir nada. Yo la suelto de la mano y voy corriendo hacia papá. Lo abrazo y le digo: “Te perdono, papá, pero no lo vuelvas a hacer.” Luego, me doy la vuelta y me meto en el coche. Desde la ventana, llorando por primera vez, lo veo, ahí está, mi querido leopardo. 6 SOMBRA MARTA BORDONS MARTINEZ Hola, me llamo Chaya y tengo dieciséis años. Soy la tercera hija de mis padres, y la última. Así lo han decidido ellos: si vuelven a tener una niña, la abandonarán en cuanto nazca. Es una práctica común en India, desde que está prohibido conocer el sexo del bebé antes de parirlo. Yo he tenido suerte. Es cierto que no me dan de comer tanto como a mis hermanos -ellos son los que perpetuaran el apellido de la familia- y tampoco me dejan ir a la escuela puesto que tengo obligaciones a las que atender…pero al menos estoy viva. Indrani, mi hermana mayor, nos visita una vez al año. Entonces hacemos una gran fiesta en casa: con mucha comida, los niños corriendo, jugando, riendo. Mi madre cocina samosas con puré de patata, pan de paratha con verdura y paneer, sopa de rasam, vada de lentejas y estofado al curry. De postre hay singori, refrescante sharbat y gulabjamun, mi dulce preferido. Adoro el gulabjamun. Es una especie de bolitas fritas con sirope y agua de rosas. Me recuerda cuandoIndranivivía con nosotros. Mi hermana entonces habla mucho con mi madre, en la cocina, sobre temas de mujeres casadas. En otra habitación, mi padre se reúne con su marido. Ellos hablan de política, de economía, de temas que solo deben tratar los hombres. Yo no tengo temas. Solo cuido de mis sobrinos,y procuro no molestar. El más pequeño, Dilip, ya casi sabe andar. Mi otra hermana, Bakula, habría cumplido mañana dieciocho años. Lo habría hecho, si su marido no la hubiese matado en su noche de bodas, cuando ella intentó huir de su propio lecho. Bakula nunca fue lo bastante fuerte. 7 Mañana seré yo quien contraiga matrimonio. Mi padre decidió esa fecha. Tal vez para que me sirviera de recordatorio de la muerte de Bakula; tal vez como una especie de homenaje para ella; tal vez únicamente porque el cielo está hermoso en primavera. Sé que he crecido, que ya no soy una niña: mi deber ahora no es cuidar de mis hermanos pequeños o de la casa; si no criar a mis propios hijos y satisfacer a mi marido. Seré eso, una esposa. Serviré a la familia de mi marido y cuidaré de su hogar, mantendré atendidos a sus invitados y miraré hacia otro lado si él llega tarde, o se enamora de otra mujer, o me rechaza, o me lastima... Con el tiempo aprenderé. Al fin y al cabo, las bodas son ceremonias bonitas. Los colores nacen, las flores se desvisten, los ojos miran y los ritos se cumplen. Mi vestido es el vestido de una rosa, es la sangre y el fuego que besaremos, que respetaremos, el fuego que resuelve y sella. Los dioses se asoman, la noche llega. Las bodas son ceremonias bonitas, hasta que acaban. Nadie te avisa, cuando naces, de que algún día tendrás que compartir tu vida con un completo desconocido. Es algo que irás aprendiendo, irás asumiendo, irás deseando, incluso. Cada niña necesita a su príncipe azul, necesita su propio cuento de hadas. No sabes cómo será él, qué le gustará hacer, qué piensa y qué odia. Solo te encuentras a su lado, tomado de su mano, mirándolo con ojos inundados a través del velo de boda, y piensas y rezas solo para que no te golpee, para que no golpee a tus hijos, para que no te rechace entre las sábanas y con eso repudie tu condición de mujer. Rezas tan solo para que no sea tan monstruoso como podría ser. Mi nombre significa “sombra”. A veces, es lo único que puedes aspirar a ser. Ojalá a él también le guste el gulabjamun. 8 EL MEJOR EQUIPO QUE CONOZCO JUAN ANTONIO CASTAÑEDA GALLARDO Me gusta mucho ver a mamá y a papá quererse mucho, la forma en que trabajan en equipo es como mi caricatura de acción favorita, donde los héroes trabajan juntos por salvar a los demás, mientras uno hace una cosa, el otro está haciendo otra y todo sale muy bien. Por las mañanas mi mamá me lleva a la escuela, porque mi papá sale a trabajar más temprano, y ya por la tarde, a la salida, mi papá va a por mí y me lleva a casa, porque a esa hora ya está libre, y así mi mamá no tiene que salir del trabajo y desatender sus quehaceres. Es grandioso que por las tardes mi papá atienda la casa, porque mi mamá está trabajando, y ella llega muy cansada, ella a veces dice una palabra algo así como “estrés”, no sé qué significa pero a veces cuando la menciona dice que le duele la cabeza y que tiene mucho trabajo en la oficina, por eso mi papá atiende la casa, para que mi mamá no tenga ese “estrés”. Suele pasar lo mismo cuando mi papá trabaja por la tarde y mi mamá lo hace por la mañana. Ahora es ella quien me recoge, - aunque algunas veces llega tarde -, y es ella quien atiende la casa, así cuando mi papá llega ya esta lista la cena y todos podemos comer en familia. Mi parte favorita de que mis papás trabajen en equipo, es que todo lo terminan más rápido, y cuando ya no hay ningún pendiente por tratar hay mucho tiempo libre, y así podemos ir al parque de diversiones, al cine, a comer, a muchos lugares distintos. Algunas veces cuando hay tiempo libre mis papás se van por las noches sin mí, y me dejan con la abuela, me gusta porque me cuenta 9 muchas historias, y me hornea galletas. Quisiera saber a dónde van, la abuela dice que van a cenar, pero no entiendo porque si en casa hay cena, además cuando yo voy con ellos llevan ropa casual, pero cuando salen solos mamá se arregla muy hermosa y papá se viste muy guapo. Tal vez ese sea su traje como el de los superhéroes de mi caricatura favorita, que usan traje para cuando van a salvar a las personas, así mis papás se ponen su traje cuando salen juntos, para que cuando todos los vean sepan que son un excelente equipo. No me gustan los papás de mi mejor amigo Kevin, cuando voy a su casa algunas veces se están peleando, además ellos no parecen ser un buen equipo, la mamá de Kevin no trabaja y es ella quien se encarga solamente de atender la casa, al igual que su papá, quien solo trabaja. Kevin tiene una hermana mayor, y me ha contado que su papá le dice a ella que ayude a su mamá, mientras que Kevin no hace nada, dice que porque su papá todo el tiempo está diciendo que las mujeres solo deben ocuparse de la casa y los hombres solo deben ocuparse de trabajar. Eso también pasa con el tío Miguel, es hermano de mi mamá, papá y él no se llevan muy bien, por eso casi nunca vamos de visita. Mi prima Priscila me cuenta que a veces su mamá está llorando, porque el tío Miguel le pega, le dice que ella solo debe de obedecer lo que él le diga, y las mujeres son para… para… me dijo una palabra que no recuerdo, pero me dijo a que el tío Miguel le dice a su mamá que las mujeres solo sirven para hacerle algo a los hombres. Algunas veces también he visto a otros papás que se están peleando, no sé porque lo saben, deberían ser como papá y mamá, que todo el tiempo están bien, y además trabajan mucho en equipo, ambos se encargan de la casa y 10 ambos trabajan, también ambos están conmigo y jugamos mucho, - aunque me gusta más cuando mi mamá me cuenta cuentos que cuando lo hace mi papá -. Los dos se quieren mucho, y me quieren a mí, también yo los quiero mucho a ellos, los dos son el mejor equipo que conozco. 11 LA MALDICIÓN DE SER MUJER JUAN ANTONIO CASTAÑEDA GALLARDO Trabajo en las oficinas centrales de una prestigiosa empresa, no ha sido un camino fácil llegar hasta donde estoy, y tampoco ha sido fácil mantenerme, soy una más de las secretarias que trabajan para el presidente de ventas. Cuando era niña siempre soñé con esto, pero ahora no sé si es realmente lo que quiero, ignoraba tantas cosas, ignoraba que en la escuela los profesores darían preferencia a los alumnos varones, ignoraba que sería rechazada de docenas de empleos porque otras personas también presentaban solicitud, y serían aceptados por ser varones, y sobre todo, ignoraba que sin importar mis estudios, sin importar mis esfuerzos, y sin importar todo lo que haga, jamás ganaré igual que mis compañeros varones. Lo peor de todo es que no soy la única, mi mejor amiga, Marta, quien trabaja como recepcionista, tiene más estudios que su compañero, y aún así gana un 10% menos que él. Mi hermana, que es mayor que yo, no pudo estudiar tanto porque tenía que trabajar para ayudar a mis padres a mantenernos a mí y a mi hermano, hoy trabaja en una trabaja en una fábrica, y gana al menos un tercio menos que los demás trabajadores que son hombres, y por cinco años ha pedido un ascenso, y se lo dieron a un tipo que lleva dos meses trabajando, preguntó porque se lo otorgaron cuando él lleva solamente dos meses y ella cinco años, a lo que le respondieron que se lo dieron porque una mujer no es competente para el puesto. Y no hace falta preguntarse el porcentaje de supervisores, todos saben que hay más hombres que mujeres, el porcentaje de gerentes, el porcentaje de 12 jefes, tal vez sea coincidencia, o tal vez sea una realidad, pero lo que sí es seguro es que los mejores puestos, los ocupan los hombres. Y esa injusticia no solo se aplica en el sentido laboral, no hace falta ser tan inteligente para darse cuenta que las mujeres no podemos salir de casa sin dar un paso con miedo, pues corremos riesgo de ser asaltadas, acosadas, violadas, y nunca falta el grosero que se sobrepasa con palabras vulgares o que tenga la falta de decencia de tocar alguna parte de nuestro cuerpo. Por desgracia esto no acaba aquí, desde niñas estamos destinadas a vestirnos bien, arreglarnos, soportar tanta ropa incomoda con el único de fin de impresionar, y lo único de logramos es ser criticadas o poco valoradas. Ser mujer no es nada fácil, y eso sin mencionar a las amas de casa, a las trabajadoras madres solteras que se entregan en cuerpo y alma para dar de comer a sus hijos, que los llevan a la escuela y después tienen que ir a trabajar, salir del trabajo agotadas para después preparar la cena y ayudarles en la tarea. En fin, no importa nuestro esfuerzo, no importa nuestro trabajo, no importa nuestra entrega, no importan nuestros estudios, jamás importara nada de eso, los hombres tendrán mejores oportunidades, ganaran más que nosotras, podrán caminar tranquilos por las calles, no tendrán que preocuparse por la opinión de los demás, ni entregar todo por ver la sonrisa de sus hijos, porque ellos simplemente, no nacieron con la maldición de ser mujer. 13 HORMIGUEO IGNASI EIRIZ ALONSO Estaba de pie, en mi habitación, observando cómo sus figuras metalizadas cruzaban las murallas. Eran poderosos. Me hervía la sangre. Me hervía. Mi cuerpo experimentaba aquel mismo sentimiento de tan difícil descripción. Un hormigueo. Aumentaba de intensidad. Una gran pelota de cosquillas engrandecía mi estómago. Quería correr hasta allí, pero mis pies estaban anclados al suelo. A continuación, a medida que las siluetas se volvían más pequeñas, esa especie de fuerza interna subía hasta el ombligo y empezaba a deslizarse hacia arriba. Subía. Era como un segundo corazón que, sin batear sangre, procuraba por mantenerme con vida. Ahora ya tan solo eran grandes puntos en tierra hostil; dos corazones juntos. Las grandes puertas se cerraban y todos aquellos caballos dominados por sus jinetes se desdibujaban entre los árboles. La adrenalina, tras palpitar dos últimas veces, se exteriorizaba a mí dejándome en la soledad. Yo, antes de que llegase mi madre para despertarme, me escondía de nuevo bajo las sábanas. Cada noche soñaba con acompañar a aquellos hombres en una de sus aventuras. Dos sábados al mes, a primera hora de la mañana, saldría con ellos. Y, cada domingo al mediodía, regresaría con la comida cargada en los hombros. Así eran ellos: valientes y fuertes como nadie. Algunos llevaban protecciones solo en las rodillas y los codos, y se defendían con un escudo mientras lanzaban sus flechas; otros se cubrían de arriba abajo con una armadura plateada. Todos en el pueblo les admiraban y los chicos deseaban llegar a formar parte de aquel grupo. El mejor cazador, Toni, era también mi 14 predilecto. Jamás llegaba con las manos vacías y el pueblo entero aclamaba siempre su regreso desde la Plaza Mayor. Vestía de forma extraña, pero me gustaba. Tenía estilo propio, todo muy arriba. Calcetines comprimiéndole las pantorrillas hasta alcanzar las rodillas; pantalones con la protección de las caderas en la barriga; chaleco con coderas sujetando los tríceps; hombreras tapándole medio cuello; y finalmente, lo que más lo caracterizaba, su gran casco de hierro. Este último nunca se lo quitaba… quizá porque era calvo. Por otra parte, un rumor contaba que tenía la cara quemada. “Ni siquiera tiene nariz” aseguraban algunos. A Ky, mi hermano mayor, mi padre le había comprado una armadura para que pudiese competir en La Gran Fiesta Anual de Cazadores pero con los años se le había quedado pequeña. Cualquier chico joven se podía inscribir a la caza y, el 8 de marzo, se alejaban de las murallas. Quien llegaba con la mejor pieza al pueblo era admitido directamente como nuevo superhéroe. En mi caso, tan solo había un impedimento: yo era una mujer. Donde vivía, las mujeres y los ancianos servían para hacer las tareas de casa, o como herramienta de cambio. ¿Cuántas veces había querido yo jugar a fútbol…? Sí, sí, con los chicos. Podía ser Julio –director del colegio- o un padre quien me agarrase por el brazo y marcase el teléfono de mi casa. -A veces –decía siempre mi padre con su ronca voz- me avergüenzas. Notaba cómo le costaba inspirar sus propias lágrimas. No las soportaba. Era como si, de una manera u otra, estuviesen envenenadas con el desobedecer de las leyes éticas. Negaba con la cabeza tambaleándola de este a oeste. Mamá no tardaba en acercarse a mí haciéndome mano de una escoba y propinándome un empujón. 15 ¿Cuál era la razón por la que ser una chica no me permitía convertirme en héroe? ¿No podía haber héroes mujer? *** Estaba frío, muy frío. Y, aunque no era la primera vez que me lo ponía, me impresionó lo bien que me quedaba. Había logrado que mamá me dejase el día libre y, con tal de que no me viesen, salí por el patio trasero. Estaban todos allí. El pueblo entero concentrado. Mis amigos… Me miraban. Me miraban y aguantaban la mirada clavada en mi casco. Me preguntaba si debían reconocerme, si debían tener tan claro quién era como yo al verles a ellos. Nadie habló, así que procedí hasta la mesa principal. Señalé el nombre de mi hermano en la lista bajo la mirada del alcalde y agarré la lanza, huyendo tan pronto como podía. Tenía dolor en el cuello y mi cuerpo estaba a punto de desvanecerse en el suelo. Tenía que aguantar. Debía soportarlo. El pitido inicial surcó los mares del cielo. Crucé la puerta corriendo. Por fin era libre, después de dieciséis años. Tan libre como lo que había vivido tantas veces a través de mis sueños. Sí, tan libre como eso. La armadura ya no me pesaba. El casco no me molestaba. Podía brincar como una nube, cruzando el cielo sin preocupaciones, sabiendo que no hay límites en su recorrido. Corría a ciegas, pero al mismo tiempo estaba segura de dónde iba. Aunque nadie lo podía ver, era ese segundo corazón el que me guiaba, ahora más potente que nunca. Se mantenía dentro de mí. Esta vez quería quedarse. Bajo el casco, eché una sonrisa. En aquel entorno el tiempo pasaba muy rápido, y me di cuenta cuando, tumbada sobre hierba húmeda, oí los tres pitidos finales. Eran las seis de la tarde. Insistentes pitidos. Tan solo faltaba yo por regresar. ¿Para qué iba a 16 volver? Simplemente había atrapado un conejo. Una pobre y pequeña liebre. Estaba decidida, me quedaría allí. Sería libre de por vida. Alguien apareció. Era Toni. Dejó caer un gran oso muerto frente a mí. Un animal inmenso. Me levanté de un salto. -¡Tienes que ir al pueblo, te están llamando! Me quedé parada. No sabía qué hacer. Aunque no podía verle los ojos, me intimidaba. Sin duda, fue el hormigueo quien me impulsó a hacer lo que hice. Expiré una última vez y descubrí mi rostro. No dijo nada, pero cayó de rodillas. Señaló primero el oso y luego me señaló a mí. Negué. -No hace falta –dije. -Me encantará que seamos compañeras. “¿Compañeras?” pensé. Se alejó mezclándose entre troncos, dejando al descubierto un mechón de largo pelo rubio. 17 CUENTO DE LA IGUALDAD EDUARDO GARCIA MORENO Había una vez, 30 mujeres que trabajaban para un hombre que se llamaba: Musco Callaga. Las mujeres trabajaban de 7 de la mañana a las 12 de la noche llegaban a sus casa muy agobiadas y sus maridos ya estaban artos de que sus mujeres trabajaran tanto. Entonces el marido de u7na mujer llamada: Eva, montó una Huelga enfrente de la fabrica de tejidos del señor: Musgo Callaga. Monto la huelga el día 5 de marzo después de el, estuvieron todos los hombres del pueblo con cabañas de madera. El día 6 de marzo, cuando las mujeres fueron a trabajar los maridos no les dejaron y el jefe se enfureció y llamo a todas las fuerzas armadas de España, mejor dicho a todas las fuerzas armadas del mundo. Los hombres se hartaron y abrieron fuego con sus armas contra las fuerzas armadas al día siguiente era 8 de marzo. Los hombres seguían disparando y las mujeres pararon la guerra y les dijeron a Musco callaga que si ellas trabajaban los también tendrían que trabajar y con las mismas igualdades. Desde aquel día todos fueron iguales. _ Cuento contado ya se ha acabado y por la chimenea se ha esfumado. 18 PORQUE SOMOS IGUALES PAULA GONZÁLEZ LÓPEZ No sé cómo hemos vuelto a este punto, cuando todo parecía que se estaba apaciguando, que la igualdad entre hombres y mujeres estaba progresando, volvimos a retroceder a los años treinta. Perdonad, no me he presentado, me llamo Alicia, y tengo treinta y cuatro años, tengo la carrera de filología inglesa y alemana, además de literatura, sé hablar cuatro idiomas: Español, Inglés, Francés y Alemán, pero por el hecho de ser mujer y madre soltera ahora mismo estoy en el paro. Me veo obligada, por llamarlo de algún modo, de contaros mi historia porque creo que todos somos iguales y que tenemos los mismos derechos. ¿Acaso los hombre han olvidado quién les dio la vida? Exacto, fue la mujer. La mujer lo tuvo en su vientre durante nueve meses, lo alimentó, cuidó, educó y formó hasta que se hizo adulto, ¿y que reciben las mujeres a cambio? Un rechazo por parte suya. Según ellos, la mujer es más débil, y no puede hacer el mismo trabajo. El otro día, Lunes tres recuerdo que fui a echar un currículum, para profesora de idiomas, la secretaria llamó al director argumentando que había allí alguien con una gran formación, que era el perfil perfecto para el puesto de profesora de inglés de 4 de ESO. La mujer me dijo que el director estaba entusiasmado por conocerme y que bajaría a secretaría de inmediato. Al llegar preguntó que donde estaba el hombre del que le había hablado por teléfono la secretaria, a lo que ella le respondió: 19 - Señor Director, yo en ningún momento he dicho que la persona que había venido fuera un hombre, es la mujer que está a su derecha, se llama Alicia y creo que es perfecta para el puesto.- respondió tímidamente la secretaria. El rostro de aquel hombre cambió radicalmente, era un rostro con una gran decepción, me sentía muy incómoda en ese momento pero ¡Yo era perfecta para él trabajo y él lo sabía! - Está bien. –dijo con un tono tajante.- ya que usted Señora Alicia se ha tomado la molestia de venir hasta aquí, le concedo unos minutos, venga a mi despacho. Al entrar en su despacho supe claramente que no me iba a dar el puesto de trabajo. Su estantería estaba llena de trofeos de lucha, la pared de fotos de hombres haciendo pesas y por cómo se sentó definitivamente me di cuenta. - A ver, no quiero hacerle perder el tiempo, Alicia, ¿Puedo llamarle así? Claro cómo no, bien pues se ve que está usted muy bien preparada pero quizá no es lo que estamos buscando.- dijo con una sonrisa falsa. ¿De qué iba?¿Cómo que “no era lo que estaba buscando”? ¡Si yo estaba muy bien formada! - ¿Qué es lo que busca pues?- dije bastante cabreada. - No sé cómo decirle la verdad. ¿Quiere un caramelo?- dijo intentando rehuir del tema. - Dígalo, soy una mujer, ese es el problema, si no me quiere aquí dentro pues nada, pero esto me parece muy injusto, todos somos iguales, ni usted es más que yo ni yo más que usted.- dije cabreada y me fui. Cuando me disponía a salir escuché: 20 - ¡Espere, espere! Era la secretaria, que por su rostro tenía algo importante que decirme. - Por cómo puedo ver no le ha dado el puesto de trabajo.- dijo con un tono triste.- no crea que no es usted buena, creo que es mejor que muchos que están aquí, absolutamente todos los profesores son hombres, incluso el director quiere hacer éste centro exclusivo para chicos. Yo estoy aquí, porque él es mi padre, se negaba a darme un puesto aunque sea excelente en Ciencias, se argumentaba diciendo que a la hora de explicar ellos se desenvuelven mejor. De verdad que le deseo que alguien sepa valorar su formación porque es brillante. Sus palabras calaron hondo dentro de mí, me dieron el impulso para contar lo que me había pasado hasta ese momento. Quedé con ella al día siguiente cuando dejé a los niños en el colegio para hablar y para que me dijera los nombres de todas aquellas mujeres a las que no había querido darle el puesto de trabajo, en total diecisiete. Tenía un plan que brillaría por sí solo. Me puse en contacto con cada una de ellas y finalmente conseguí quedar con ellas, resultó un tanto difícil. Estuvimos charlando sobre la injusticia que prestaba el director de dicho centro. Como ya he dicho antes tenía un plan, esa semana eran los exámenes para valorar si podían continuar impartiendo clases a los alumnos. Nosotras preparamos una serie de exámenes en lo que estábamos especializadas para ver si eran tan listos como decían. Gracias a la secretaria hicimos el cambiazo con los otros exámenes. Como esperábamos, el examen les salió desastroso, así pues volvimos a presentarnos allí, y fuimos hasta su despacho: 21 Buenos días Señor Director, ¿Se acuerda de nosotras?- le dije muy confiada en mi. - ¿Qué hacéis aquí? Ya os dije a cada una en su momento que no os podía contratar ya que… - Somos mujeres.- le contesté.- vamos a reivindicar nuestros derechos porque todos somos iguales. - ¡Ya basta!- nos gritó.- ¡Fuera de mi centro! Nos prohibió la entrada al centro aunque nosotras no nos rendimos. Ahora se está haciendo una campaña de mujeres contra la discriminación y pidiendo la igualdad entre hombres y mujeres. Aún no tengo trabajo, espero la llamada del director que unos tres meses después, por el abucheo que recibió de la gente y también porque muchos alumnos se fueron del centro porque no veía bien su postura, pidió perdón públicamente además de decir que integraría a mujeres en su centro. Como he dicho al principio no sé cómo hemos llegado a éste punto, creo que eso debería salir de ellos, no forzarlos. Pero lo importante es que nos vamos a hacer notar y que no vamos a callar. 22 UN SUEÑO CUMPLIDO LUCÍA JUAN PIÑOL - Adila Baasima –pronuncia mi nombre la directora del instituto. El público aplaude y yo subo los escalones del escenario. La directora, la señora Amelia, me entrega la orla y sonríe, orgullosa, como un reflejo de mi propio rostro. Entonces, un recuerdo aflora mi mente. Me veo con nueve años en Afganistán, mi país de origen. Estaba en mi casa, intentando hablar con mi padre. - Padre, me gustaría ir a la escuela –susurré. - ¿A la escuela, tú? Eres una niña, las niñas no estudian –contestó. - Pero yo quiero estudiar y ser útil –le dije. - ¿Quieres ser útil? Pues ponte a limpiar la casa y haz la comida. Yo asentí. Vivía en una familia de cinco miembros: mi padre, tres hermanos y yo. Mi padre trabajaba en “negocios” (yo sospechaba que era la razón por la que mi madre le dejó), dos de mis hermanos mayores se preparaban para dedicarse a lo mismo que mi padre y el tercero estudiaba en el instituto público de la ciudad por una beca. Yo me pasaba el día haciendo las tareas domésticas y no quería entender por qué no podía yo también estudiar, pues sabía que mi padre cada día ganaba menos y un día le oí decir que no podía permitirse tener tantas bocas que alimentar. 23 Entonces conocí a un señor muy amable. Aquel día no había tenido suficiente dinero para comprar comida y él, al verme, me dio una botella de agua. Me dijo que era de la ONU, y que estaba allí para ayudar a gente como yo. Yo le conté mi historia, que quería estudiar, que mi padre cada vez ganaba menos dinero y que esos días estaban siendo muy duros. Él, pensativo, dijo: - Podrías venir conmigo a España y estudiar, pero tu padre tendría que dar el permiso de adopción. No me lo pensé dos veces y le conduje a mi casa. Mi padre y el señor hablaron y al final el hombre me adoptó. Era consciente de que no volvería a ver a mi familia nunca más, pero sentí que era por su bien y por el mío. Viajé en el avión junto al señor y unos compañeros suyos. Ya en Alicante, provincia de España, me permitieron estudiar, como si fuera lo más normal del mundo, y hoy, por fin, me he graduado en bachillerato. Alcanzo a ver a mi padre adoptivo entre la multitud, derramando lágrimas silenciosas de alegría. Lo más importante es que estas personas (el que ahora es mi padre, y mis amigos) me acogieron sin tener en cuenta mi nacionalidad o género; y que gracias a ellos, que me dieron fuerzas, he llegado hoy a aquí y he hecho que mi sueño se haga realidad. 24 ANA Y ESTEFANÍA EN EL CAFÉ ESTEFANÍA JUÁREZ RIPOLL - ¿ No te han aceptado para el puesto? ¡Si estás muy bien preparada para el cargo! - exclama incrédula Estefanía alzando sin querer un poco la voz. - No, no me han aceptado. Sin embargo, la entrevista fue sobre ruedas hasta que me preguntaron por la familia... - murmura Ana mientras se bebe su café. - ¿Por la familia? ¿Qué quieres decir? - pregunta, esta vez bajando la voz avergonzada por las miradas dirigidas a ella en la cafetería. - Ya sabes, si estaba casada y con hijos... - murmura de nuevo con tono cansado. Tras una breve pausa continúa diciendo: -En cuanto supieron que tenía tres niños la entrevista se fue volviendo más fría y en el momento de la despedida supe que no había logrado convencerlos. - ¿Crees que no te aceptaron por esa razón? - pregunta Estefanía sin poder creérselo -. Sin esperar respuesta alguna de su amiga prosigue diciendo: - Dios santo... ¡Cómo está España! - exclama mirando a ambos lados de la cafetería con desaprobación – Muchos piensan que actualmente la mujer y el hombre son reconocidos y tratados por igual, pero eso no es cierto, si así fuera no se encontrarían tantos casos como estos u otros distintos – Expresa indignada. De repente a Ana le entra la curiosidad, desea saber qué ha querido decir su compañera . - ¿A qué otros casos te refieres? 25 - Pues a casos como el tuyo o como el mío por ejemplo – Responde encogiendo los hombros con resignación. - ¿Cómo el tuyo? – De súbito, Ana deja de centrar su atención en el café y la mira, a Estefanía le divierte la reacción y sonríe, pero a los pocos segundos suspira recordando lo sucedido el día anterior – Ayer fue el día de las nóminas en el trabajo... – Hace una pausa para contemplar la taza de café ahora vacía, perdida por un instante en sus pensamientos. - ¿Y...? – pregunta Ana instándole a seguir. Estefanía alza la vista y tras un suspiro continúa: - Y ha pasado lo mismo de siempre... por más que intentamos reclamar nuestro derecho salarial los hombres siempre cobran una diferencia superior a nosotras. ¡No sabemos qué hacer ni decir ya! Ni siquiera poniendo todo nuestro empeño en la labor conseguimos resultados... y para colmo, cuando llegué a casa me encontré todas las tareas del hogar sin hacer y a mi esposo recostado en el sofá contemplando ensimismado el partido de fútbol. Ana se queda boquiabierta con las palabras de su amiga, "fue un día de pena el suyo" piensa. Le sorprende que Carlos hiciera tal cosa, parece tan correcto y educado, “¡siempre tan caballero!”, piensa. Estefanía vuelve a bajar la mirada, pero esta vez su atención se enfoca en su alianza. De pronto, Ana se encuentra incómoda, siente como la conversación se ha tornado demasiado personal llegando a un terreno al que prefiere no inmiscuirse, así que se decanta por el método de distracción. - Oye, ¿te has fijado en la joven pareja que acaba de entrar?. Ella se sobresalta levemente, como si hubiera olvidado que Ana estuviera allí. Sacude la cabeza discretamente para alejar los malos pensamientos y mira a 26 su amiga, que sonríe pícara señalando con un gesto disimulado hacía una de las mesas centrales del establecimiento. Allí se encuentra una joven pareja, el chico va vestido de manera informal y despreocupada, mientras la chica viste un bonito vestido veraniego que le aporta un toque de dulzura a su aspecto y con unos tacones a juego. La joven va realmente bonita. - Sí, los veo. La chica va muy guapa. - Sonríe. - ¿Verdad? - Sonríen las dos, cómplices. Tras unos minutos observando de forma no tan disimulada, Ana comenta: - No entiendo la obsesión que tienen muchas por estar bellas, yo no me arreglo tanto y no me va mal – un fugaz brillo de envidia aparece en los ojos de Estefanía, después, sonríe afable. - Bueno, reconozco que yo formo parte de ellas – ríe – Pero es culpa de la sociedad, si ésta no mostrara ningún prototipo determinado de mujer ideal nos evitaríamos muchos problemas. - Hay hombres que también son víctimas de este tipo de prototipos. - Sí, es cierto. La sociedad nos afecta a todos aunque por ahora las mujeres seguimos siendo las más afectadas en general. ¡Cuántas niñas padecen anorexia o bulimia por culpa de todas estas tonterías! Si se dejara de exhibir a la mujer o al hombre de forma tan atractiva no nos preocuparíamos por cómo somos de guapos o por cómo ir vestidos. - ¡Cuánto desearía salir a la calle en pijama! ¿sabes lo cómodo que resultaría? – Exclama Ana extendiendo los brazos libremente y sonriendo como una niña a quien le han regalado un nuevo juguete. Estefanía la mira desconcertada un momento y después ríen a carcajadas. Tras varios minutos de risas y bromas Ana recupera su seriedad. 27 - Tienes razón, la mujer es la más afectada. Todas nos preocupamos por las apariencias. Sobre todo, en la adolescencia, cuando lo más importante es cómo te ven los chicos. Nuestra cultura nos ha enseñado desde siempre que debemos estar hermosas para los hombres. Poco a poco esto va desapareciendo pero todavía queda mucho por superar. El amor por ejemplo, es un sentimiento que nos hace depender de ellos y nos costará mucho deshacernos de esta manera de pensar si la sociedad sigue sin valorarnos. - Yo no lo habría dicho mejor – Sonríe orgullosa. Mira el reloj y su sonrisa se amplía – Supongo que querrás dar buena impresión en tu próxima entrevista por lo que o te das prisa o llegarás tarde . Ana sobresaltada mira el reloj y ahoga un grito: - ¡Se me va hacer tarde!, ¡Dios!, ¡Dios!, ¡La entrevista!, ¡Adiós, adiós! – Pegando un salto de la silla coge su bolso y sale disparada del establecimiento mientras Estefanía se queda allí, riéndose por la conducta de su amiga. 28 UNA PRINCESA COMO TODAS Y COMO NINGUNA EMILIA KRAUSE ICAZA Érase una vez un reino con un rey muy malo para gobernar. Se pasaba la vida declarando y perdiendo guerras, así que terminó sumiendo a su gente en la miseria. En el palacio, descuidado a falta de sirvientes, vivían la reina y su hija, la princesa. Ella era joven y llena de energía, deseosa de ayudar a su pueblo en esos tiempos difíciles. La princesita hacía lo que podía, un día ayudaba a los campesinos a cosechar el trigo, otro día ayudaba a las mujeres a llevar agua, otro, cuidaba a los rebaños. Todos conocían y amaban a la princesa, la respetaban por su capacidad de tomar las riendas y hacer frente a cualquier problema que surgiera; desde un tejado caído hasta los botones perdidos de la costurera. La reina, sin embargo, no estaba feliz con la vida de trabajo arduo que ahora llevaba su hija; a su parecer, servía a los sirvientes. Así que mandó un mensajero a un reino vecino con los pocos regalos que podía permitirse, una carta que solicitaba la mano del príncipe y un retrato de la princesa para convencer a los monarcas de la belleza de su pretendiente. Como ven, la reina no estaba dispuesta a permitir que su hijita pasara el resto de su vida arreando vacas, y quería conseguirle la vida de lujos que por tan poco tiempo pudieron disfrutar. Le gustara o no a la princesa, se casaría con un rico príncipe para lograrlo. Los reyes vecinos quedaron encantados con las facciones y cualidades de la princesa, así que accedieron a la boda, para lo cual mandaron a su hijo al reino de su prometida. Al momento de su llegada, la princesa estaba regresando de un largo día de arar un campo, y fue así como recibió al príncipe. No hace falta decir que la joven no estaba feliz con el matrimonio, 29 pero sabía que era su deber y que era por el bien del reino. Estaba más o menos dispuesta a tomar por esposo al exitoso muchacho. Durante la cena, el príncipe se mostró amable y cortés, entretuvo al rey con relatos de guerra y en general causó una buena impresión trayendo a varios de sus propios sirvientes para ayudar en el palacio. Mientras los días pasaban y la boda se acercaba, la princesita se dedicó a enseñarle al príncipe sobre su vida, sus pasatiempos y lo que le gustaba hacer. Ponía, como dicen, al mal tiempo buena cara e intentaba agradarle al príncipe lo más que podía. A éste, sin embargo, no le gustaba la actitud independiente de su prometida y la forma en la que iba y venía sin que nadie la controlara. Le decía una y otra vez que la suya no era una actitud que se busca en una buena reina, que era una rebelde, que parecía salvaje. Una buena reina debe obedecer a su esposo, le decía. Debe estar lista para servirle a todas horas, estar dispuesta a hacer lo que sea por su marido, amarlo incondicionalmente. Ni falta hace decir que a la princesita cada día le estaba gustando menos su futuro marido y que, francamente, le preocupaba cómo la trataría cuando se hubieran desposado. Pero llegó el día de la boda, y la princesita, al no querer causar un disgusto a su madre y romper la paz que llevaban con el otro reino, hubo de desposarse con el desagradable príncipe. No pasó mucho tiempo antes de que la princesita se sintiera profundamente desdichada con su marido, quien desde su noche de bodas se dispuso a controlar cada aspecto de su vida que le fuera posible. Empezó por opinar que era muy poco femenina, y que sus pasatiempos eran poco adecuados para su género. Le dijo que debería aprender a bordar, tejer, hacer arreglos florales y cantar si quería ser considerada una mujer de verdad. Debía vestirse con los elegantes (léase: incómodos) vestidos de su corte real, debía dejarse 30 embellecer cada mañana por un venerable séquito de doncellas y debía asegurarse de que fuera hermosa a ojos de su esposo y el resto de la corte. Luego le dijo que no podía ayudar a los campesinos, que las bellas mujeres que usan bellos vestidos no deben ensuciarse las manos. No debía montar a caballo porque terminaba cansada y sin tiempo para su esposo. No debía usar botas porque eso era para hombres. En fin, terminó quitándole todo lo que a la princesa le gustaba hacer, a lo que había dedicado su vida. Pasado un tiempo, cuando la princesita (que en verdad era ya una reina) pudo salir un rato al bosque, se encontró allí a una cabaña, y en ella una señora. Tímidamente se acercó a hablar con ella, y fue recibida amablemente. La dama vivía sola, y se ganaba la vida vendiendo sus hortalizas y flores en el mercado. ¿Tenía hijos? No, ninguno. ¿Marido difunto? Nunca se casó. Era feliz viviendo en el bosque, no permitía que nadie dictaminara qué tan femenina o masculina ser, aunque fueran sus queridos amigos. Para alguien más, esta escena no tendría mucho valor sentimental, pero para la princesita (digo, reina), esto fue un recuerdo de cuando era joven y no tenía un marido que la obligara a doblegarse, que la hiciera sumisa y obediente. Recordó que no tenía por qué vivir a la merced de su marido, con quien, dicho sea de paso, nunca se quiso casar. Recordó que era libre, libre de ser ella misma, y que nadie, ni su marido ni su madre ni su corte le podían prohibir hacer lo que la hiciera feliz. Así que cuando regresó al palacio, hizo las maletas y salió del castillo sin despedirse de nadie, pues sabía que harían lo posible para impedirle rebelarse. Así que salió a vivir su vida libre de estereotipos de género. Y fue muy, muy feliz. 31 EL RUISEÑOR ENJAULADO ANDREA MARTINEZ PÉREZ Lunes, 13 de marzo de 2145 El conflicto entre hombres y mujeres comienza a llegar a niveles severos. Observo la desmesurada separación que hay entre nosotros, si aún se me permite decir ‘nosotros’ uniendo ambos sexos. Odio tener la obligación de declararme perteneciente a uno de los dos bandos que controlan la sociedad. El bando a favor de la superioridad de las mujeres, o el bando a favor de la superioridad de los hombres. Soy un hombre, y pese a esto, se me permite ingresar en el bando femenino, pero no hay una aceptación completa por parte de las féminas, y mucho menos por la parte masculina. Por lo tanto, declaro como hago siempre cada dos años en el documento oficial que estoy a favor de la superioridad de los hombres y cada vez que relleno este documento, miento, porque no estoy de acuerdo en absoluto. Tampoco podría ingresar en el bando de las mujeres, porque tampoco estoy de acuerdo con su ideal. Desde que comenzó el conflicto vivo cada día sumido en un silencio de expresión y libertad nula. Tal vez opine diferente a todos ellos, tal vez soy diferente, o tal vez me consideren un loco por creer que nadie es superior a nadie y que todos somos personas, iguales. Anhelo la idea de un tercer bando pacífico cuyo lema lleve por nombre ‘Igualdad de hombres y mujeres’. Pero me resulta imposible elevar mi deseo por encima de los intereses de esta guerra baldía. 32 Durante estos años, el racismo se ha exterminado. Hemos conseguido que el color de la piel no importe, pero seguimos sin poder conseguir que nuestro sexo sea menos importante que el color de ojos. Hemos llegado a un frívolo punto en el que la familia ha quedado completamente rota, fragmentada y tan solo es un negocio superficial para que la raza humana pueda perdurar. Duele ver a hermanos contra hermanas, padres y madres enfrentados salpicados por un núcleo social de ira, hostilidad y recelo. Es un espectáculo dantesco, invadido de horror. Aún recuerdo la última vez que me enamoré de una mujer, y echo tanto en falta sentirme completamente seguro y feliz al lado de alguien que amo, y que me ama a su misma vez. Siempre he creído que despreciar a una persona por ser una mujer es un acto de lo más atroz. Ignorar el potencial de una mujer es como tener ante tus ojos una obra de arte y simplemente negarte a mirar. Cómo han sido creadas con minuciosa cautela cada una de las partes que componen su anatomía, tan perfecta. Desde las piernas talladas cuidadosamente, como dos vías cercanas a la cintura, que se alza elegante y sublime; el vientre, que no es más que un paraíso divino de piel suave; los senos, que aportan aún más esplendor a la figura femenina; hasta las estrechas clavículas, los irresistibles pómulos, las largas pestañas, el cabello embriagador… Aunque no toda la belleza se percibe con la mirada. Si solamente con nuestros sentidos podemos apreciar claramente que la mujer no merece ningún tipo de desprecio por serlo, con nuestro corazón en definitiva, hallamos argumentos infinitos para creerla igual que cualquier hombre. Con el corazón, porque realmente, no somos hombres o mujeres. Somos personas, simplemente. 33 Personas que sentimos, convertidas en meros cúmulos de emociones encerradas, ocultas bajo una etiqueta social. Por lo tanto, sentimos de la misma forma, con las mismas partes de nuestro ser. Personalmente, he aprendido que tanto hombres y mujeres somos asimismo fuertes, ya que la verdadera fortaleza, es la que reside en nuestra manera de superar las adversidades. También he caído en la cuenta de que durante todo este tiempo, la mujer ha sido un bello ruiseñor enjaulado, apenado por no poder volar, ya que unos malditos estereotipos cortaron sus alas; un ruiseñor infeliz que ni siquiera canta con dulzura, porque siente cómo el peso de la consecuencia que conlleva su canto se alza por encima de su melodía; un ruiseñor encerrado en una jaula de desolación, que no puede demostrar su majestuosidad, como el resto de los pájaros. Probablemente las mujeres están ofuscadas por el resentimiento de años siendo tratadas como un ser menor. Yo creo que es lógico que se sientan ofendidas, que luchen por sus derechos. Pero ambos bandos se equivocan atacando y defendiendo por el reconocimiento de la supremacía, cuando deberían de hallarse luchando por un punto común de equivalencia, en el que hombre y mujer se confundan en uno solo. Pero todo esto se nos ha ido de las manos, cuando podría haber sido evitado hace años. ¿Y qué hago yo escribiendo en este diario? Simplemente, intentar calar en la conciencia de quien pueda leer esto, relatándolo desde mi punto de vista, comparándolo según la anatomía, la mente y el corazón, o definirlo con la belleza propia de un ruiseñor, para que el lector llegue a comprender que la batalla que se está librando es 34 completamente innecesaria, cuando únicamente debemos unirnos en un bando común, el de seres semejantes. Solo así el ruiseñor podrá llegar a volar con total libertad. Para finalizar, una duda que vaga en mi mente desde que todo esto comenzó: Una mujer vive, siente, razona y muere. Un hombre vive, siente, razona y muere. Perdón por la ignorancia pero, ¿cuál es la diferencia? “Solucionemos nuestros problemas antes de que sea demasiado tarde” 35 NUNCA SE DEBE GATEAR CUANDO SE TIENE EL IMPULSO DE VOLAR ABIGAIL MIRÁLLEZ RUIZ Impotencia, sí, impotencia al sentirnos tratadas de distinta forma, al ver que en muchas ocasiones somos infravaloradas, al sentirnos odiadas por el simple hecho de sentirnos realizadas esto y mucho más aguantamos las mujeres diariamente, mujeres como Ana. A Ana desde pequeña le han enseñado ,como a casi todos, que es ella y no su hermano quien puede llevar ropa de color rosa, que ella jamás podrá entender un simple penalti por el hecho de ser mujer, que tanto los aseos, como las habitaciones ,como la cocina...en fin ,toda la casa debía ser limpiada por ella y su madre mientras observaba a su padre y su hermano ver la televisión. Esas cosas son las que marcaron en la vida de Ana , cosas que aunque para muchos insignificantes , pueden ser muy dolorosas. La madre de Ana le enseñaba a planchar, coser, cosas indispensables para ser una "buena esposa" como decía su madre, o quizás chacha del marido? No lo recuerdo bien... Ella en ocasiones se paraba a pensar y decía : -"¿Acaso no tengo yo dos brazos como mi hermano? ¿No tengo yo dos piernas para darle a un balón al igual que mi hermano? Si saco mejores notas que mi hermano en la escuela ¿por qué mi padre me dice que nunca podré entender política, ciencias, letras, cosa que nunca le dice a mi hermano? ". Hasta que un día dijo BASTA y decidió cambiar las cosas. Quiso ir a la universidad y estudiar medicina , ya que le atraía mucho el ayudar a los demás. Su padre cuando se enteró no creía lo que oía , pensaba : "¿Una mujer estudiando? ¿Qué dirán mis amigos del bar? Mi propia hija me va a avergonzar! " Así que le prohibió ir a la universidad con el argumento de que no 36 tiene porque esforzarse tanto , ya que nunca llegaría a sacarse el título, además "¡con que se busque a un marido rico que la mantenga a ella y a sus caprichos sobra! " Ana, en ese momento, escondida en su cuarto rosa ,como no,...lloraba y sentía impotencia de ni siquiera poder expresarse. Le gustaría decirle a su padre que ella simplemente quiere ayudar a los demás y hacer algo de provecho en la vida, no necesitaba a ningún marido rico al que limpiarle los calzoncillos , ni un baúl de joyas o vestidos, Ana solo quería demostrar que sí podía ser doctora, que sí era capaz de demostrar sus habilidades al igual que cualquier hombre, pero temía la reacción de su padre , así que calló. Al siguiente día su profesora habló en clase sobre mujeres que han sido fuertes y lucharon contra la desigualdad, mujeres como Marie Curie o Simone de Beauvoir, una de las figuras más importantes en la reivindicación de los derechos de la mujer. Una de las pocas intelectuales comprometidas de su época que fundó, junto a algunas feministas, la Liga de los Derechos de Mujer. Ana le preguntó a la profesora que si ellas pasaron por presiones para que abandonaran , la profesora contestó que durante toda su vida sintieron presión de la sociedad, pero que lucharon para que en el futuro mujeres como sus alumnas llegaran tan lejos como ellas. Esas palabras llegaron al corazón de Ana y decidió hablar con su padre en cuanto llegara a casa. Le explicó la clase que habían tenido y le dijo que si ellas habían podido ella también lo conseguiría, su padre insistió en dejar ese tema pero Ana recordó las palabras de su profesora y luchó por su sueño . Todos los días lo refería a su padre en el desayuno ,la comida y la cena. Después de mucho esfuerzo su padre aceptó pensando que jamás conseguiría nada, de esta forma su hija se daría cuenta y se rendiría. 37 Ahora Ana es una excelente cirujana que ha salvado la vida de cientos de personas y que lucha día a día por una sociedad sin machismo, una sociedad en la que predomine la igualdad y por una sociedad donde las mujeres no tengan miedo a soñar. Por eso y por mucho más no te infravalores y no dejes que la impotencia se convierta en tu modo de vivir porque como dijo Hellen Keler una autora, activista política, y oradora estadounidense sordociega: 38 VIAJE EN BICICLETA CLAUDIA PÉREZ HERRERO Pelo moreno, rizado. Ojos marrones, tremendamente normales. Sólo paseaba, sólo iba con la bici, sólo soñaba que nadie me viera, que no me vieran ellos… Pedaleé y pedaleé y llegó un momento en el que creí que ese día no me los iba a encontrar, que ese día sería diferente… pero no fue así, parecía que estuvieran esperándome, como tantas otras veces que se han cruzado conmigo. Empecé a pedalear más rápido, sin embargo, no dudaron en hacerme caer de la bici y, de lo rápido que iba, me di el peor golpe que hasta ahora me había dado. Pensaba levantarme yo sola, pero no me dieron el gusto, uno de ellos se adelantó. No iban a pegarme, nunca lo hacían, pero casi sería mejor, me hacían sentir débil, decían cosas contra las que me gustaría estar protegida, pero lo peor no era la calle, lo peor era el colegio, cuando realmente me menospreciaban. Sin embargo aún no me he rendido, porque por muchas veces que me caiga o me haga daño pienso levantarme, pienso luchar. A lo largo de los años he aprendido que si caminas siempre llegarás a algún lado, que si te esfuerzas podrás conseguir cualquier cosa y que, pase lo que pase, siempre hay que ser valiente, no rendirse jamás. Sé que ellos no son mejores que yo, a pesar de lo que digan, a pesar de lo que piensen, porque el simple hecho de tener que demostrarme que ellos valen más les hace peores, sobre todo si me lo quieren demostrar de esa manera… Lo único que veo en su forma de actuar es miedo y antes ellos me lo daban, ya 39 no, ahora comprendo que son ellos los que deben temer, porque soy más fuerte, no tengo que demostrarles nada, nunca he tenido que hacerlo. Hoy me he marcado un objetivo, yo no voy a ser mejor, voy a ser igual. Voy a vivir mi vida tal y como lo hacen ellos, con plenitud de derechos, intentando ser feliz. Porque sé que lo puedo conseguir. 40 LAS MUJERES SE REBELAN JULIÁN PIÑERO NAVARRO Cuando las mujeres no soportaban más que no las trataran igual que a los hombres, salieron a la calle a manifestarse. Querían igualdad de derechos , trabajar ; como los hombres. Las estrellas estaban en el cielo , era de noche. Marylin , la que las convenció a salir a la calle, iba a la cabeza del grupo. Estaban en la calle , parando el tráfico. Estuvieron luchando horas, días. Hasta que consiguieron lo que querían, la igualdad en todo. Entonces por la noche, cuando se fueron a dormir, vieron una luz muy grande. Salieron de casa , y había una fábrica donde trabajaba mucha gente, muchas intentaron salvar a las demás, pero murieron. Toda la gente estaba y aún lo está muy contenta y hasta ahora en algunos países se disfruta y se sigue celebrando el día internacional de los derechos de la mujer. 41 CAMINO RECORRIDO CARLOS RIZO MACIÁ El miedo (9 años) El agua del laguito del jardín estaba sucia y los nenúfares de Mamá se marchitaban poquito a poco. Mi hermano estaba gateando cerca del agua y mi mamá leía un libro en la sombra de un árbol. Parecía triste. Fui corriendo hacia ella porqué quería enseñarle mi dibujo y alegrarla cuando de repente escuche:¡Chof!Me giré y vi que mi hermano se había caído al lago. Después mi madre gritó,corrió hacia el lago y saltó. Mi mamá salió chorreando con mi hermano en los brazos mientras él lloraba y lloraba. Entonces los escuché, los pasos de padre. Eran pasos de gigante, pesados y furiosos. No estaba contento. Cuando salió por la puerta y llegó al jardín marchito gritó: -¡Pero es que no te puedes encargar siquiera de tus hijos! ¡Eres un desastre de madre! No sabes cocinar bien, tienes el jardín echo un asco, igual que la casa y encima malcrías a los niños. De nada te sirven esos estudios de los que hablas. ¡De nada! Padre miró a mi hermano con una mirada asesina y gritó: - ¡Deja de llorar! ¡Eres un hombre! Mi hermano comprendió la situación a pesar de ser un bebe. Entonces me miró a mí. Temblaba y temblaba. Era un monstruo mirándome directamente. Su mano empezó a acercarse. Cerré los ojos y empecé a llorar en silencio. Entonces noté un tirón en la mano. Había cogido mi dibujo. Mi mama y yo nos miramos y al verme comprendió que había dibujado. -¿Qué es esto?- Dijo mirando mi dibujo. Al comprender que había dibujado se 42 echó a reír- Mira cariño-Dijo mirando a mi mamá riendo a pierna suelta- Eres tú trabajando de abogada y pone que ella será así en el futuro. De repente mi padre dejó de reír y me dijo. -¿Ves lo que es tu mamá ahora mismo? Así vas a ser tú. Después abofeteó a mamá y se fue. Lo justo (16 años) Estaba escuchando música en mi habitación cuando entró mi papá y me hizo una señal para que me quitara los auriculares. Me preguntó que por qué no estaba estudiando y le dije que había acabado de estudiar. Me miró con cara de no creerme mucho pero me sonrió y me dijo que iba a hacer la comida dentro de poco, que si había acabado de estudiar que fuera a recoger a mi hermano. Solté un bufido de resignación y armada con mi mp3 fui a por el enano al colegio. Cuando volví mi papá ya había acabado de hacer la comida y mi mamá ya había vuelto de trabajar. Eran felices y se querían mutuamente de igual a igual, no como hace 6 años. Cuando entré en el instituto mi mamá se rebeló contra mi papá tras una gran y larga discusión junto con una gran dosis de sufrimiento por parte de mi mamá este se dio cuenta de que no merecíamos ser tratadas como nos trataba. Ni a nosotras ni a mi hermano. Tras esto mi madre empezó a trabajar y mi padre comenzó a hacerse cargo de las tareas de la casa, se equilibró la balanza. Ahora se miraban a los ojos, no por encima del hombro. Después de comer salí al jardín. Ahora estaba verde y brillante. El lago reflejaba la luz del sol y los nenúfares eran blancos e impolutos. Me acerqué al cerezo del final del jardín, había florecido. Era una imagen que calmaba el corazón. Cuando me acerqué más al cerezo vi que en sus ramas habían unas 43 hormigas que habían matado una araña, su cruel depredador. Al verlo pensé en mis padres. Mi mamá había conseguido ser igual a papá sin usar la fuerza y aun así tuvo la lucidez de no ser como él era antes. Pensar eso me hizo estar orgullosa de ella. El otro lado (21 años) Hacía 3 años que no volvía a casa. Estaba deseando llegar, volver a ver las caras de mi familia y comer con ellos tranquilamente. Eso era lo que pensaba antes de llegar. Ya no había casa, estaba medio derrumbada. Entré corriendo y vi a mi padre encima de una escalera demasiado alta poniendo ladrillos. Le grité desde bajo pero parecía que no me oía. Tenia una cara triste y apagada, como si fuera un cadáver vivo. En ese momento llegó madre y me saludó con toda la normalidad del mundo. Yo le pregunté que pasaba aquí. - No pasa nada cariño-Dijo ella queriendo quitar hierro al asunto- Simplemente me apetecía cambiar la casa un poco y le dije que lo hiciera él. Yo le pregunté por qué no había contratado a nadie y por qué estaba papá así. - Es simple- Me dijo con voz pausada- yo simplemente le recordé como me trataba hace diez años. Se hizo bastante trizas por dentro pero no dijo ni ha dicho que no en ningún momento. Además no lo hace solo, lo ayuda tu hermano. Me quedé patidifusa mientras hablaba. ¿Donde estaba la igualdad que creía que ella había conseguido? Aunque papá se merecía los reproches tampoco se merecía que trabajara hasta la extenuación a base de reproches que lo deshacían hasta el punto de parecer un zombi. Entonces oí que mi hermano también estaba trabajando. Pregunté que eso qué significaba. -Que tu hermano también trabaja, ya sabes cosas de hombres, les gusta llevar 44 pedruscos de un lado a otro. Bueno, ya me he cansado del interrogatorio, me toca¿ Eres la mejor de tu promoción ya? Huí corriendo de esa casa endemoniada. Salí por el jardín, marchito de nuevo, hacia el coche, sin mirar atrás. Solo pensando en sacar a mi hermano de este mundo sin igualdad. Reflexiones (30 años) Ahora mismo el mundo está regido por estereotipos y formas de pensar. Yo huí con mi hermano a un rincón de este marchito planeta y ahí nos prometimos que enseñaríamos a nuestros hijos que todos somos iguales, digan lo que digan. Nos prometimos que haríamos de este mundo un jardín hermoso 45 EL AMOR TAMBIÉN MATA CRISTINA ROCAMORA SANTIAGO Era la mañana de un 31 de febrero cualquiera. El cumpleaños de Silvia, ella no quería ningún tipo de celebración, pero su amigo de la infancia, Guille, le animó para salir esa misma noche a celebrarlo. Tenía que olvidar a su ex, Jorge. Él ya no era más que pasado. Fueron a una discoteca. Mientras tomaban algo, un chico se acercó a Silvia. Guille entendió que era momento de apartarse, y fue al baño. -Hola, me llamo Gabriel –dijo el chico abiertamente. -Hola, soy Silvia. -Un nombre precioso, como tú. ¿Quieres bailar? -La verdad… No tengo muchas ganas… Guille, a lo lejos, le hacía señas para que saliera a bailar y se divirtiera. -Eh… Bueno, está bien –accedió finalmente. Fueron a una discoteca. Mientras tomaban algo, un chico se acercó a Fueron a una discoteca. Mientras tomaban algo, un chico se acercó a Silvia. Guille entendió que era momento de apartarse, y fue al baño. Empezaron a hablar, cada vez más efusivamente, Gabriel la rodeó por la cintura con su brazo. -Te noto incómoda, ¿quieres que pare? -No… No es eso… Hace un mes corté con mi novio, es extraño estar así. -Te entiendo, yo aún lo paso mal por mi ex, y lo dejamos ya hace seis meses. Pero quiero pasar página –dijo mientras ella se apoyaba en su hombro. 46 Gabriel se aproximó a sus labios, Silvia volteó la cabeza, y Gabriel finalmente besó su mejilla. - No quiero agobiarte, ya nos llamaremos. - Sí, vale, mañana hablamos. Al día siguiente, Guille tocó en el piso de Silvia. -¿Qué…? ¡Anda que te fue mal ayer!¡Cómo triunfaste! -¿Gabriel? Parece un buen chico, pero no tengo ganas de nada. -¡Tienes que olvidarlo, Silvia! No puedes estar atormentada por algo que ya acabó. Sal y diviértete, parece que a ese tal Gabriel le gustaste. -Ya, hemos quedado hoy para ir al parque, pero solo como amigos. ¿Tú qué tal vas de amores, Guille? -Yo… Ya sabes lo tímido que soy. -¿Pero hay alguien o no? -Bueno, alguien hay, pero solo nos estamos conociendo. Es Laura, dice que te conoce de la facultad. -Ah, sí, pero solo de vista. Es una chica muy independiente. -Si quieres hoy para el parque, quedamos los cuatro tranquilamente, como amigos. -Sí, seguro que a él no le importa. Silvia ya se estaba arreglando para salir, no lo aparentaba, pero moría de ganas de volver a verlo, con esa apaciguadora mirada verdosa. Se presentaron Silvia y Guille, Laura les dijo que no podía ir al final. Y allí estaba Gabriel, sorpresa, pues no esperaba la compañía de Guille. -Hola, Ga… -Hola. –la interrumpió él- Silvia, cariño, ¿podemos hablar a solas? 47 -Cla… Claro. Guille, perdónanos, ahora volvemos. Los dos jóvenes se dirigieron a una zona sombría y solitaria. -¿Pero quién coño es ese? ¿Y tan puta eres que ya te has echado novio? – gritó él, muy tenso. -Yo… Es sólo un amigo, nada más. Lo conozco de toda la vida. -Pues ya le puedes ir diciendo que mueva el culo, que todo el mundo va a pensar que te has tirado a todo el barrio. -¿Tú crees…? –balbuceó. -¿Quieres que te conozcan por ser una fresca? -No creo que pasara eso Gabriel la interrumpió de una bofetada. -¿Es que no te das cuenta? ¿Ese es el único modo de que reacciones, estúpida? A lo lejos se acercaba gente dispuesta a plantarle cara a Gabriel, incluso alguno llamó a la línea de la policía. -Me voy – dijo ella, atemorizada-Chica… - dijo una anciana que pasaba por ahí- ¿Necesitas ayuda? -No, no, tranquilícese. Gracias. Al llegar a casa, sana y salva, se preguntó qué le había dolido más, si que la insultara, o esa bofetada. Silvia encendió el móvil, vio una nota de audio de Guille, que había visto lo que pasó. Guille le decía que no había derecho a ella recibiera ese trato, que se olvidara de todo. Ya llegaría el amor, no había prisas. Al ver tantas llamadas perdidas, llamó a Guille: -Pero chica, ¡que te ha pegado! 48 -Lo sé, y me ha insultado -Eso no es nada, pero… -¿Cómo que eso no es nada? –le interrumpió. No deja herida ni cicatriz visible a los ojos, pero sí la deja dentro de mí. Nada de eso es tolerable, los moratones se van y no dejan rastro. Las palabras quién sabe el daño que pueden hacer. Tú deja de verlo, hazme caso. Me voy, que tengo que madrugar. Un beso. A la mañana siguiente, en su buzón había un poema, y un ramo de rosas. En la carta, Gabriel se disculpaba, porque iba muy borracho. “Bueno, solo es un fallo, él tiene derecho a equivocarse”, pensó ella. Y sobre este pensamiento, hicieron las paces. El tiempo quiso que ellos comenzaran una relación. Antes de darse cuenta, Silvia ya estaba metida en una espiral de la que no podía salir. Pasó de amarlo, a temerlo. Tras tomarse la vida como un “tira y afloja” en la que siempre tiraba él, y aflojaba ella, ella desapareció. Él dijo que se fue a trabajar a Alemania, pero claro, ¿quién sabe? La policía empezó a investigar el caso. Guille, muy apagado y melancólico, todo lo contrario que lo usual, se reunió con Laura en la plaza. - ¿Qué te pasa? –preguntó Laura- - Yo… No sé, estoy preocupado. - ¿Pero tú eres gilipollas? ¡Llevamos casi tres meses juntos y no me cuentas nada! ¡Estoy saliendo con el más inútil de toda la ciudad! Laura, presa de la rabia, enrolló su revista y le propició un golpe en la nuca. 49 Mientras volvía, unas preguntas rondaban por su cabeza. ¿Por qué cuando le insultaba y pegaba nadie fue a ayudarle, como hicieron con Silvia?. ¿Por qué le señalaban grupos de gente murmurando que le habría puesto los cuernos, o algo malo le habría hecho a Laura? ¿No se supone que eran todos iguales? Solo tenía clara una cosa. Una relación así debe acabar antes de que todo se agrave. 50 ÉRAMOS MÁS QUE FINITOS ANDREA RODRIGUEZ JIMENEZ Les observaba. Mayormente cuando no me veían, cuando no podían mirarme a la cara y contar mis mentiras, y mis verdades, que van de la mano, y funcionan como engranajes. Empiezas en una y acabas en otra. Estábamos listos para luchar, para no rendirnos y evitar una derrota asegurada, alzar bandera blanca mientras vestíamos de negro, en luto a nuestros sueños cumplidos que hoy decidieron volar libres y conocer el campo de batalla en el que se curtieron, en el que se desgastaron, en el que renacerán de sus cenizas. Allí estaban ellos, con la cabeza alta, de la mano, agarrados como si solo el viento fuera capaz de separarlos. Poniendo corazón y alma en cada momento. Miré dentro de sus corazones, y allí, me perdí. Había un mundo en cada uno de ellos, un mundo muy parecido a esos cuentos que de pequeños nos contaban, con los que soñábamos cuando la ignorancia y la felicidad eran nuestras mejores amigas, y siempre iban juntas. Y allí estaba yo, viendo como cada día, se hacían más grandes. Como podían esconder tantas metas bajo una sonrisa y seguir adelante. Siempre juntos, siempre tan iguales. Sorteando los límites, girando una esquina cada vez que no había salida, siempre hacia adelante. Eran tan parecidos que a veces costaba diferenciarlos si no mirabas el exterior, pero yo, era partidario de conocer lo imposible, de mirar dentro de cada nivel, y maravillarme con ello. Era mejor que mandar un mensaje en clave a una neurona, y que llegara a todo el cuerpo. 51 Nunca perdieron el tiempo, ni el amor, ni el espacio. Solo perdieron los sentidos por la vida, vivir a ciegas y en silencio. Su vida, como la de todos, empezaba en la letra del nombre de una persona y terminaba en… espera, no terminaba. Porque les observaba y nosotros, éramos infinitos. 52 UN SUEÑO VICTOR ROPERO PÉREZ Una carretera, un coche que pasa de 0 a 300 km/h, adelantamientos, accidentes, curvas, una bandera ondeando tras la línea de meta, gritos, aplausos y una piloto levantando los puños, celebrando efusivamente su victoria... Se trata de la primera mujer de Arabia Saudita que gana un Gran Premio de Fórmula 1. Su nombre es… – ¡Adira, llegas tarde a casa de la abuela! – dijo la madre gritando mientras sostenía su burka negro – Quítate el casco de tu hermano Hassan y ponte esto. Además tú no puedes conducir, eres una mujer. – Pero madre, si yo voy a ser la primera mujer que represente a nuestro país en el Gran Premio de Fórmula 1 – dijo mientras se quitaba el casco. – No hija mía, ese honor es para los hombres, no para las mujeres. Nosotras debemos contentarlos y hacer lo que nos digan. – Entonces cuando yo gane tendré a miles de hombres que me contentarán – dijo riéndose la muchacha. –Adira, no bromees con eso o haré que tu padre te dé 70 latigazos por eso que dices. – Lo que tú digas, madre. Me voy corriendo a casa de la abuela. Después de visitar a su abuela, como el circuito de entrenamiento de karts estaba cerca de la casa, Adira se fue a ver cómo entrenaban sus hermanos, Hassan y Karim, con los karts. Cuando llegó vio que su hermano Karim se veía enzarzado en una lucha encarnizada con su otro hermano, Hassan, por ver 53 quién llegaba el primero a la línea de meta. La última vuelta estuvo muy competida, pero al final ganó Karim. Éste se colocó en la posición más alta del podio y levantó su trofeo, un sable ondulado de plata, y tras esto, saludó a su hermana, o lo que creía que era su hermana, puesto que no la distinguía tras su burka negro, y se dirigió hacia los vestuarios. Después fue a consolar a Hassan, el cual lloraba amargamente sobre el asfalto y levantaba más polvo que una tormenta de arena de las pisotadas que arremetía contra el suelo. Tras unos minutos y palabras de ánimo, éste también se fue a los vestuarios. En ese momento vio una gran oportunidad, ya que se encontraba sola y los karts estaban encendidos y preparados para rodar. Adira se acercó con sigilo y gran emoción, se subió y comenzó a dar vueltas. Todo marchaba sobre ruedas, nunca mejor dicho, pero de repente, al tomar una curva, se produjo un accidente que terminó con Adira volando por los aires, con algunos rasguños y medio burka resquebrajado, dejando al aire sus insinuantes piernas. Menos mal que en ese momento Karim y Hassan salían de los vestuarios ya preparados para irse a su casa. La socorrieron y le prestaron ropa de recambio que llevaban para que pareciera un hombre y nadie le recriminase si iba enseñando los tobillos. Tras unos minutos, entraron en el hogar, donde se encontraba cenando el resto de la familia. Cuando entraron por la puerta y vieron el estado en el que se encontraba Adira (no era para tanto, pero para su familia unos simples rasguños en una mujer era como la amputación de una pierna), su madre se llevó las manos a la cabeza y se la llevó a la habitación contigua y le dijo: 54 - ¿Cómo es que se te ha roto el burka que tanto le costó hacer a tu queridísima abuela?– dijo mientras parecía que estuviera a punto de estallarle la vena que se hinchaba en su frente. Me lo he roto porque iba por la calle y sin querer he tropezado con una piedra y me he caído. ¡Mentira! ¡no puede ser que se te haya resquebrajado tanto, que pareces una de esas furcias europeas que salen por la televisión, simplemente por tropezar! - ¡Vale madre, te diré la verdad! Me lo he hecho en los karts, conduciendo – decía dolida a la vez que lloraba. - ¿¡Conduciendo?! ¿Qué te dije sobre conducir? Voy a decirle a tu padre que venga. Y entonces llegó su padre y le dijo: - Adira, ¿por qué has subido a un kart? Sabes que no se te está permitido hacerlo, y has tenido suerte de que nadie, excepto tus hermanos, te viera, porque de lo contrario, te podrían haber acusado de cometer un delito y haberte condenado a 100 latigazos – dijo con suavidad a la vez que examinaba las heridas de su hija. - Lo siento mucho padre, pero es que me encanta conducir, me siento libre aunque solo sea por unos minutos, además, se me da muy bien. - Muy bien, ¿de verdad?, el problema es que eres mujer y no puedes conducir. Si no, te hubiera dejado entrenar con Karim y Hassan. - ¿En serio? O sea, que si en este país una mujer es buena no puede explotar su potencial y en cambio, un hombre sí. ¡Vaya mierda! - ¡Adira, no hables así de mal! - Perdón, padre. 55 - Bueno, como veo que lo que estabas haciendo no era nada malo, no te castigaré, pero ahora quiero que vayas a tu cuarto, y si ves a tu madre, le digas que venga a hablar conmigo. Adira subió hacia su habitación, aliviada porque su padre no la había castigado. Posiblemente se encontraba con unos de los pocos hombres que fuera tan liberal en ese país. Mientras pensaba esto, sus padres discutían. Éste creía que debían darle una oportunidad a Adira, quizá si probara suerte en algún país más allá del oeste. En cambio, su madre estaba enfadada por lo que había hecho su hija; pero, poco a poco, comenzó a entender que Adira tenía una verdadera oportunidad de ser algo más que mujer, ser una persona. Entonces, aceptó la propuesta de su marido. Un mes después, Adira se encuentra en el aeropuerto despidiéndose de su familia, antes de subir al avión. Su sueño se ha hecho realidad, se encuentra rumbo a Francia, donde ha recibido una oferta para competir. Su sueño ha comenzado. 56 EL FINAL AINA RUIZ DE LA GAINA DE LA CALLE La gente contaba que las cosas habían cambiado, que en el siglo XXI ya no pasaban esas cosas pero todo era mentira. Mirase adonde mirase veía mujeres sufriendo calamidades causadas por hombres. Había tiendas en las que los hombres tenían preferencia. Había puestos de trabajo en los que los hombres cobraban más. Las chicas que habían estado con muchos hombres eran consideradas fáciles y los hombres que habían estado con muchas mujeres eran héroes. ¿Qué estaba pasando? Eso fue lo que la empujó a hacer aquello y todas sus seguidoras lo sabíamos. Subió al estrado. Todo el público la aclamaba. Colocó su discurso en la mesa, ajustó el micrófono y se hizo un silencio sepulcral. Entonces levantó la vista y lanzó una rápida mirada al gentío que esperaba callado sus palabras. -Queridos oyentes,-empezó con voz serena-estamos hoy aquí por una razón. Hace diez años que salimos de la grave crisis económica que ahogaba este país. En las primeras elecciones que se hicieron después de aquello, hubo varios partidos que prometieron acabar con la violencia de género y luchar por liberar a las mujeres de la opresión a la que estaban sumidas desde tiempos inmemoriales. Nosotros como ingenuos, les creímos. Hoy ha pasado mucho tiempo y seguimos esperando que acaben con el machismo. Han muerto muchas mujeres por esta causa y muchas más morirán si no se hace algo por ellas. Yo desde aquí llamo a todas las mujeres del mundo a venir conmigo a luchar por la igualdad. No queremos ser superiores a los hombres, queremos la igualdad. Sé que habéis escuchado muchos discursos de este tipo y por eso no 57 me alargaré. Las que queráis luchar conmigo, ya sabéis donde estoy. Muchas gracias. Entre aplausos me giré y fui hacia el coche, que había aparcado unas calles más abajo. No me gustaba retrasarme al llegar a casa. Tenía toda mi agenda programada y odiaba que cambiaran mis planes y se fuera todo al traste. Arranqué el coche y conduje hacia casa. A medida que iba llegando, mi pulso se iba acelerando, las manos me sudaban y miles de escalofríos me recorrían la columna vertebral. Siempre que llegaba a casa me sucedía. Aparqué en mi plaza de parking procurando que mi coche dejara salir al que tenía a la derecha. Cogí rápidamente las llaves de casa y subí por el ascensor. -Hola, amor mío-dije al entrar en casa con voz dulce. -¿Dónde has estado?-preguntó mi marido. -En la convención de feminismo que te dije.-expliqué mientras dejaba el bolso al lado de la entrada y me dirigía hacia mi marido, en el otro lado de la sala. -¿Al final fuiste?-preguntó. Parecía molesto.-Te dije que no quería que fueras. Te lo borré de la agenda. -Ya lo sé, precioso, pero me hacía mucha ilusión ir y pensé que no te molestaría. -Tú no piensas. Aquí el que piensa y decide soy yo-declaró muy exaltado. -Pero creí…-murmuré Había despertado a la bestia. Se acercó a mí con su peor cara de enfado y me dio una bofetada. Me giré y coloqué la mano en mi mejilla. Ya volvía a pasar, era la misma sensación de siempre: algo se revolvía en mi barriga y subía a través del esófago, un fuego interno que me quemaba. Volví a mirarle, como 58 hacía siempre, dispuesta a decirle algo. Abrí la boca y lo único que conseguí decir fue: -No te atre… Otra bofetada. Esta vez en la otra mejilla. El fuego que sentía subió hasta las mejillas, encendiéndolas y luego hasta los ojos fundiéndose en lágrimas. Rompí a llorar, como cada vez que aquello sucedía. Mi marido me empezó a apalear mientras decía “se nota que eres una mujer. Eres débil como todas las demás. No sé por qué me casé contigo”. Me dejó casi inconsciente en el suelo y se largó al bar con sus amigos. Sabía que vivía sometida a él pero no me atrevía a decirle nada porque el resultado siempre era una paliza. Me intenté levantar a duras penas para coger el móvil que estaba tirado en la otra punta del salón. Cuando apoyé el peso en el pie derecho, un gemido de dolor se escapó de mi boca. La mejor solución era arrastrarse. Repté por el suelo hasta donde había dejado mi bolso y cogí el móvil. La pantalla estaba rota, resultado de otra de las rabietas de Juan, mi marido. Busqué en la agenda el número de mi hermana y llamé. -¿Hola? -Claudia, dile a tu madre que se ponga.-no tenía tiempo para preguntarle por el colegio. Tenía catorce años; era suficientemente mayor para entenderlo. -¿Qué pasa, tía? Rompí a llorar de nuevo y lo entendió todo. No era la primera vez que pasaba. Así que después de un breve “ahora se pone” pude hablar con mi hermana y decirle que viniera a ayudarme. Ella muy angustiada dijo que ya venía y colgó. Al cabo de un rato escuché un ruido de llaves y la puerta abriéndose. Momentos después, mi sobrina Claudia estaba allí dispuesta a ayudarme. 59 Me curó las heridas con el botiquín que teníamos en casa y me trajo unas muletas para llevarme al ambulatorio que había debajo de mi casa. Cuando estábamos listas para irnos vino Juan borracho. Recuerdo ese momento como el más increíble de mi vida: Juan empujó a Claudia contra la pared y me pegó otra patada en el pie bueno. Caí al suelo y desde allí pude ver cómo la pequeña gran Claudia cogía el bate de béisbol que había traído y golpeaba a Juan muy fuertemente hasta dejarle semi-inconsciente. Me ayudó a levantarme y salimos corriendo mientras marcaba el 016. Gracias a ella hoy puedo contar esta historia. Estoy segura de que si no hubiera estado ella, no hubiera sobrevivido. Sin saberlo, con su bate de béisbol echó a mis peores pesadillas y me abrió un mundo lleno de sueños. 60 TANTO MONTA, MONTA TANTO MARÍA JESÚS SÁNCHEZ GRANADOS Ya habían sobrepasado la hora, y sin embargo, ambos bandos continuaban luchando por conseguir la victoria utilizando, para ello, complicados e ingeniosos movimientos. El sudor les rezumaba por la frente cual si gotas de concentración se escapasen. Un mozalbete que paseaba por allí se paró a contemplar la contienda donde se vio envuelto por una atmósfera repleta de extrañas palabras. Se marchó enseguida sin comprender aquella singular disputa mientras los dos hombres seguían moviendo las piezas de aquel arduo juego abstraídos del resto del mundo. Y así, en ayuno, teniendo como único sustento las piezas que se comían el uno al otro, había transcurrido toda la tarde. Las dos primeras partidas las efectuaron al amanecer, cuando los jóvenes estaban en la escuela y el único sonido que se oía era las hojas caer al suelo, en ambas se había proclamado vencedor el mismo bando. Sobre el tablero ya sólo encontrábamos tres piezas. El rey negro se hallaba en la más profunda soledad tras la pérdida de su fiel compañera, y rodeado por la pareja del adversario. Bregó contra ágiles y astutos movimientos, si bien sus desplazamientos se iban limitando cada vez más. Había caído la tarde, un viejo farolillo de metal les alumbraba. El rey y la reina blancos estaban a pocos movimientos de conseguir dar mate al contrincante. Sin embargo, el hombre, al percatarse de que aquello era un callejón sin salida,le tendió su arrugada mano al otro, felicitándole por esa gran partida y pactando el próximo encuentro, pues aunque podría haber obtenido la tercera 61 victoria, pensó que el rey, a pesar de tener el papel principal, no deja de ser una tenue y frágil pieza de cristal si pierde a la reina, su leal guerrillera. Así que prefirió sembrar la duda en aquel yermo parque cubierto por la oscuridad de la noche y dejar que el viento usurpara el fin del juego. 62 EL HECHIZO PAULA SEMPERE CAMARGO Hace muchos años, una niña que tenía nueve años llamada Clara vivía con su familia en una aldea en la que solo trabajaban las mujeres y los hombres no hacían nada; pero eso a ella no le gustaba. A las mujeres no les dejaban descansar y los hombres les decían que el cuidado de las tierras y vegetales, ir a lavar ropa al río, hacer la comida, limpiar la casa…eran tareas que tenían que hacer ellas. A Clara siempre le había gustado la idea de visitar la aldea vecina y por eso, cuando tuvo la oportunidad, emprendió una excursión hacia la otra aldea. Cuando por fin llegó, pudo ver que allí todo era distinto; las mujeres descansaban, pero los hombres estaban todo el rato trabajando. Allí, el punto de vista de las mujeres era que el cuidar las tierras y los vegetales era faena de los hombres porque era un trabajo duro y pesado, el lavar la ropa en el río era trabajo para hombres porque tenían que soportar mucho peso al cargar en zafas la ropa…y así con todo. Pero mientras ella paseaba por allí, encontró a un niño también de la misma edad que ella, se llamaba Pablo. A Pablo tampoco le gustaba que en su aldea solo trabajaran los hombres. Clara y Pablo estuvieron hablando y hablando y pensaron que lo que hacían en sus aldeas no estaba bien; que en una aldea solo trabajaran las mujeres y en la otra solo trabajaran los hombres, en las dos aldeas las cosas eran justamente al contrario. Clara y Pablo idearon un plan, que era que cada uno hablara con la persona que gobernaba en cada aldea para que tanto los hombres como las mujeres trabajaran por igual en las dos aldeas. 63 Después de haber hablado con los gobernantes, ellos se opusieron. Dijeron que ya muchos otros niños y niñas ya se lo habían dicho y que así las cosas iban bien. Después de esto, Clara y Pablo se volvieron a ver y salieron a las afueras de las aldeas para hablar sin que nadie les escuchase, cuando de repente después de media hora caminando, descubrieron otra aldea. Se escondieron detrás de una casa y estuvieron observando a los habitantes de allí. Estuvieron observándolos durante un rato cuando se dieron cuenta de que en esa aldea los hombres y las mujeres trabajaban por igual, es decir, allí los hombres ayudaban a las mujeres y las mujeres ayudaban a los hombres en todas sus faenas. Cuando llegaron, la gobernadora era un hada que había conjurado un hechizo para que las mujeres estuvieran en igualdad con los hombres, y al contrario que en las otras dos aldeas la gobernadora era una persona simpática, amable y educada. Clara y Pablo mantuvieron una conversación con el hada llamada Alis, explicándole la situación de sus respectivas aldeas para ver si Alis podía hacer algo para que trabajaran todos los habitantes. Alis les respondió que lo único que podía hacer era poner las aldeas bajo un hechizo. Pablo y Clara se lo pensaron durante cinco minutos y al final aceptaron. Así fue como Alis consiguió que todos los habitantes trabajaran por igual, y por fin Pablo y Clara consiguieron lo que querían: la igualdad entre los hombres y las mujeres. 64 IGUALES BLANCA VÁZQUEZ PAREDES Una vez leí una historia en la que una niña que se llamaba Libertad se perdía en un centro comercial. Por megafonía daban su descripción y pedían a quien pudiera haberla visto que lo comunicara a los vigilantes de seguridad. Entonces pensé: ¿Cómo quieren que una niña con ese nombre no vuele libre? La libertad no entiende de controles, ni puede, ni debe por definición estar sometida. Me pregunto ahora: ¿Podría existir entre nosotros hoy en día una niña que se llamara Igualdad? Vuelvo la vista atrás y recuerdo mis años de Educación Infantil. Cuando la “profe” repartía la misma pintura a todos, cuando llevábamos el mismo jersey, o simplemente cuando mamá nos había peinado de la misma forma, salía de nuestra boca con inmensa alegría la palabra:¡Iguales! Iguales. Desde pequeños queremos ser igual que el otro, yo diría que incluso lo necesitamos. No nos gusta sentirnos discriminados por ninguna razón, nos da seguridad el trato igualitario y nos sentimos, en resumen, sumamente felices cuando esto es así. “Iguales”- decíamos. Y nos dábamos la mano satisfechos para caminar juntos, con la complicidad del otro, con su compañía tranquilizadora. Sabedores inconscientes de que sólo desde la igualdad se puede hablar de justicia. A veces no resultaba fácil moverse en ese mundo tan competitivo (siempre había disputas por el juguete estrella) y tan confuso, con normas que algunas 65 veces eran difíciles de entender. Pero estar entre iguales, saberte embarcado en una tarea común, aliviaba bastante. Mis mejores amigos de aquella etapa fueron tres niños y una niña. Entre nosotros no existía ningún tipo de distinción por nuestro sexo. Sólo éramos Nacho, Blanca, Víctor, Jaime y Marina. Compartíamos juegos de papás y mamás, de construcciones, de caballos, de fútbol,… Cada día, en perfecta democracia, elegíamos los papeles que íbamos a desempeñar en esa especie de representación que es el juego y, creedme, nunca nos fijamos en que pertenecíamos a sexos diferentes, ni para elegir el rol ni para elegir la actividad. Cuando escucho ahora las noticias de los informativos o los comentarios de los adultos sobre las diferencias económicas, laborales e incluso legales que se dan en la actualidad por ser hombre o mujer, llego a la conclusión de que probablemente habría que observar con atención, estos comportamientos infantiles, esta forma de conducirse de los más pequeños, que por, no estar “contaminados” por prejuicios ni tradiciones, nos están mostrando de una forma clara y pura la verdadera esencia del ser humano. Educar en la familia desde la igualdad otorgando los mismos derechos y obligaciones a los hijos que a las hijas. Diseñar en la escuela, en el instituto o en la universidad, objetivos y contenidos que formen a los ciudadanos, sean hombres o mujeres, con las mismas oportunidades, de manera que su acceso al mundo del trabajo se haga sin ningún tipo de ventaja por pertenecer a uno u otro sexo. Posibilitar el acceso de la mujer a altos puestos. Dar facilidades para que ninguna se vea obligada elegir entre quedarse en casa o trabajar… Todo 66 esto hará posible que ese estado de igualdad que con tanta naturalidad vivimos de pequeños, no se quede en eso, un recuerdo de tiempos dichosos. En las manos de nuestros dirigentes, pero también de los padres y educadores, de los medios de comunicación, de las nuevas tecnologías, está la responsabilidad y la esperanza, de que sí, de que un día, nazca definitivamente entre nosotros una niña que se llame Igualdad. Aunque pensándolo bien, también pudiera ser que ese nombre tan bonito lo llevara un niño ¿verdad? 67 UNA HISTÒRIA DIFERENT LAURA VERGARA ALARCÓN Els dos havien treballat sempre, amb les seues bones i menys bones ratxes, però sense faltar-los ocupació. L'ajuda incondicional dels seus pares, els havia permés criar i educar els seus fills. Però quan Luis va començar a sentir-se malament i el metge li diagnosticà una fibromialgia, el món se'l va vindre damunt, ja no podria portar el mateix ritme. Treballava conduint un camió de transports i fent rutes per Europa, hauria de canviar les rutes i treballar només a Espanya, allò suposava baixar el seu ritme de vida, ja que el seu sou seria inferior. Ana li va animar, recordant-li que ella continuaria mantenint el seu salari d'administrativa, en la mateixa empresa en què treballava el seu marit. Al cap d'uns mesos, Luis va empitjorar i el metge va decidir que hauria d'estar de baixa fins que haguera una millora o al contrari evolucionara la malaltia, allò va sumir Luis en una gran tristesa. Ana el va encoratjar a veure el costat positiu, estaria a casa i gaudiria més dels seus fills, tiraria una mà en les tasques de la llar i se sentiria útil. A pesar dels intents de la seua dona per impulsar la seua vida, Luis no acceptava aquella situació, i sempre estava malhumorat i enfadat. Tot el seu entorn es va adonar i en silenci patien per Ana, que sempre tenia un somriure per a tots. Va passar el temps i Luis aconsellat pel seu metge, va perdre definitivament l'esperança de tornar al treball, les crisis es repetien sovint i allò va acabar d'afonar-lo. 68 Ana sempre positiva, continuava treballant. Un matí quan s'estava dutxant per a anar-se'n al treball, es va descobrir un xicotet embalum en el pit, es va alarmar i va decidir consultar-ho amb el seu metge, sense comentar-li res a Luis fins que no sabera de què es tractava. El radiòleg va confirmar les seues sospites, eixa paraula que tant havia temut, ja formava part de la seua vida, acceptar un càncer no és gens fàcil, però ací no es podia tirar marxa arrere. Quan va arribar a casa buscant consol i ànim, es va adonar que necessitaria molta fortalesa per a superar allò, ja que Luis es va afonar. Han passat tres anys, Ana ha lluitat i ha vençut, després d'una dolorosa operació i diverses sessions de tractament, està millor que mai. La seua actitud i positivitat han ajudat a la seua recuperació, tots estan molt orgullosos d'ella, ella agraïda i feliç. L'amo de la companyia de transports en què treballava ha seguit la seua evolució i li ha oferit novament el seu lloc de treball, no es pot demanar més. Bo, una cosa sí, que el seu espòs li reconega la seua valentia i el seu coratge. Luis haurà d'acceptar les seues agalles i enteresa. Ana senseproposar-s'ho li ha demostrat que sempre cal mirar cap avant, per a arrere ni per a agafar impuls. 69 ES VA ACABAR. LAURA VERGARA ALARCÓN Saps el que passa quan no veus llum al final del túnel? Eixa sensació... I saps per què no veig la llum? Perquè no hi ha llum, fa molt de temps que la llum va deixar d'existir i ací estic, impotent, veient com la meua vida passa sense poder reaccionar, vagant d'una banda a l'altra, amb la mirada perduda, i sense saber què fer, sense il•lusions per les quals lluitar, i sense res pel que alçar-me cada dia, estic sola. Es va acabar, mai més em vaig a tornar a sentir així.....insignificant. No permetré més humiliacions, ni menyspreus, la mirada de compassió de la gent quan ell parla de mi. I sí, encara que quan jo estiga davant no dubte a referir-se a mi com si jo no ho sentira o no m'importara, sí que m'importa, no sap quant. Si algú m'haguera dit en què acabaria aquella idíl•lica relació, no ho haguera cregut i probablement m'hauria enfadat. He estat cega molt de temps, sempre. Després m'he tornat muda i ell creu que sorda també, perquè no li conteste i el meu rostre no té expressió. Però, la meua millor opció és permetre-li que ell ho crega, evite crits, amenaces, i sobretot que m'agredisca. Quan vaig perdre el bebé que esperava, vaig patir moltíssim. Ara quan pense en ell, em repetisc a mi mateixa tot el que s'ha evitat. La família no entén perquè no ho hem tornat a intentar! Seríeu tan feliços! Seria una altra víctima d'ell, no vol a ningú, bo, a si mateix. Passen els dies i continue amb el meu pla, amb dissimulació. 70 La casa perfectament neta i en orde, i jo allí esperant-ho. No puc anar sola al carrer, anem junts a fer la compra i ell decidix què es porta, així ell paga i jo només dispose dels cèntims del pa diari. Li permet que em tracte amb suficiència davant de la gent, al principi s'estranyaven per la meua actitud, tan passiva. Ell els ha fet creure que tot es deu a la pèrdua del bebé, que no l'he superada i que quasi se me n'ha anat el cap. El que ningú sap és que no vaig caure per les escales accidentalment, ell em va espentar. Quan vaig despertar en el llit de l'hospital i el metge em va preguntar per allò que s'ha succeït, ell estava davant mirant-me i jo vaig tornar a callar una altra vegada. Han sigut tantes vegades les que he ocultat tantes caigudes fortuïtes, que ningú s'estranya dels meus hematomes, ni dels meus silencis. He tardat molt a acumular els diners que necessitava, però ja ho he reunit, el compte arrere ha començat. Ahir vaig anar a una drogueria a comprar-ho. Vaig agafar l'autobús i em vaig abaixar en una parada a l'altre costat de la ciutat. El comerciant em va estar preguntant, volia vendre'm el més adequat. Vaig abonar el producte i me'n vaig tornar a casa. He preparat el menjar afegint-li un poc d'eixe ingredient especial i l'estic esperant, serà un treball gradual i laboriós, però si hi ha quelcom que a mi em sobra és paciència. Hui serà el primer dia del final de tot. Ja ha arribat... fingiré, com fa tant de temps, com sempre. 71 LÁGRIMAS DE QUEROSENO SOFIA ZAKHIR PUIG Sus vivarachos ojos se han apagado, sus alegres palabras se han desvanecido y sus recuerdos sevan quemando. -Hijo, créeme. No quieres saber nada de tu padre. Él no te merecía.- Me acaricia la mano, con una sonrisa culpable. Sigue siendo guapa. Siempre correcta, con ideas y planes, una coleccionista de sueños rotos, luchadora, lista. Y ahora, una señora cuyo cerebro ansía los tiempos en los que se alimentaba de conocimientos, cultura, devorando un libro tras otro, siempre con esa necesidad de ascender intelectualmente. - ¿Y si te vas sin decirme quién es? Mi madre me mira a los ojos, firme.Resopla. Coge fuerzas y se incorpora un poco. -Bueno… Supongo que tienes derecho a saberlo.- Respira hondo -Es complicado, hijo. He olvidado tanto… Déjame sumergirme en aquellas cenizasCierra los ojos. -En aquella época, yo era una joven idealista y luchadora. Aspiraba a tener las mismas oportunidades que los hombres. Soñaba con aprender todo lo que pudiera para después poder trasmitirlo tanto a niños como a niñas y darles la oportunidad de conocer la belleza de la cultura. Y lo conseguí. ¿Sabes? Todas mis amigas me veían como una heroína. Un día de abril, cogí un tren para volver a casa y empecé a leer “Mujercitas”. Trataba de tres o cuatromujeres cuya infancia había sido arrebatada por la guerra. 72 De repente, noté cómo alguien se sentaba a mi lado, pero continué embriagada por el placer de la lectura. “Ese libro enloquece a todo el mundo”. Dijo el pasajero. Asentí sin mirarle. “¿Qué le parece?”. Me giré. El joven me miraba sonriente. “Sublime”, contestó. “Hábleme de él. O de usted”. Le dije dónde estudiaba y por qué me apasionaba; él me habló de arte, cuadros, pintura… “Debo irme”, dije. El tren estaba empezando a frenar y visualizaba la arcaica estación, los campos y viñedos. “Un placer”. “Oiga, no me ha dicho su nombre”, gritó cuando ya estaba apunto de salir. “Ángela”, contesté. “Eric”. Y el tren partió, llevándose a aquel joven de cabellos dorados. Al día siguiente, a la salida de la Facultad, él me esperaba. Yo, aturdida, no supe cómo reaccionar. Aquel desconocido con el que sólo había compartido palabras de cortesía había venido a buscarme y, sin que me percatara, mi vida empezó a desmoronarse como un edificio en ruinas. Me acerqué a él. Nos quedamos en silencio, mirándonos. Él sonrió y yo le imité. Rompí a reír, nerviosa. “He empezado Mujercitas. Está muy bien”, dijo el Eric, besándome la mano. Y ahí comenzó todo. Pasamos aquella tarde hablando sin parar. Me contó todo sobre los cuadros que pintaba, de la pasión que sentía por su arte. Le brillaban los ojos, le enloquecía aquella conversación. Su entusiasmo era muy reconfortante. Después de aquel paseo, Eric venía a recogerme a la facultad casi siempre. Nos enamoramos y conocimos una felicidad arrolladora. Pasaron los meses y yo empezaba a desaparecer. Nuestra magia menguó. 73 Había visitado varias veces el estudio de Eric y él me incitaba a pintar. Yo no tenía talento en absoluto, pero era una bonita manera de entretenernos juntos. Él parecía enfrascado en su cuadro. Me acerqué silenciosa y vi que dibujaba a una mujer. Era yo. Había tensión. El día anterior habíamos tenido una fuerte discusión al proponerme él que dejara mis estudios para poder formar una familia. Yo no quería esa vida. Ansiaba la libertad. Me miró y me dijo que el hecho de dibujarme no significaba que me hubiera perdonado. Yo resoplé, harta. Y surgió el conflicto. Cogió una brocha gorda y la hundió en la pintura negra. La acercó a mi retrato y tapó con ella mi boca. Me dejó sin voz, sin poder de decisión, sin derechos. Lancé el cuadro que estaba empezando a dibujar y rompí a llorar, cayendo al suelo. Al día siguiente, él me regaló una rosa y yo le perdoné. El trato que me daba en un principio había desaparecido, como aquel ferviente, frenético e irracional enamoramiento. Un día fuimos a su estudio y estuvimos pintando. Terminó mi retrato y dijo que sería el más valioso de la colección. No quitó la mancha negra que había trazado en mi boca, y aquello me hizo explotar. Surgió una guerra fría que terminó en catástrofe. Y se repitió aquella horrible escena. Miles de golpes recorrían mi cuerpo, inmóvil. Dejé de gritar cuando no me quedaron fuerzas y sólo deseé morir. Él salió cerrando con llave. Cogí mi retrato y lo miré. Aquella chica era exactamente igual que yo, o quizá más bonita, salvo por su mancha negra. Él me arrebató la voz, me dañó… Y le 74 prendí fuego. Encendí cientos de cerillas bajo el lienzo y ardió sin cesar. En aquel momento, salió el sol y mi corazón curó sus cicatrices. Quemé el cuadro y con él los recuerdos dañinos. El atardecer iluminaba la estancia de color naranja, el humo se expandía por el pequeño estudio y yo lloraba sin consuelo, sufriendo en silencio y mirando el elegante movimiento de las llamas. Por mi cara se deslizaban lágrimas de queroseno que inundaban mi alma y me hacían renacer. -¿Cómo conseguiste salir, mamá? -Una vecina avisó a los bomberos y ellos me salvaron. Nunca volví a ver a Eric. Cuando terminé la carrera me mudé para criarte en un ambiente lejano. Quería olvidar. -Tenías razón, mamá… Jamás querré conocer a ese necio. Sus vivarachos ojos se han apagado, sus alegres palabras se han desvanecido y sus recuerdos se van quemando, pero me mira y vuelvo a ver a esa persona que nunca desistió. Vuelvo a ver a la razón de mi existir como siempre ha sido: una luchadora. 75