La Gaceta Del Fce, Abril De 2005

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a DEL FONDO DE CULTURA ECONÓMICA Abril 2005 Número 412 Desde el Fondo del sur ISSN 0185-3716 Arnaldo Orfila, director del ■ Leandro de Sagastizábal ■ Martí Soler ■ Guillermo Schavelzon FCE aquí y allá Un texto de Elena Poniatowska sobre su actividad periodística Fragmentos ■ ¿Cómo leer a Leo Strauss?, de Claudia Hilb Aldo Ferrer sobre La economía argentina ■ La razón populista, de Ernesto Laclau Francisco Hinojosa: El libro más sencillo ■ Enseñar a entender lo que se lee, de Berta Braslavsky Jorge Esquinca sobre PoeMar, ■ Obras reunidas, de Alejandro Rossi ■ Los poemas solares, de Homero Aridjis de Fernando del Paso a a a Desde el Fondo del sur Aunque nació en México, el fce tiene en Argentina un segundo hogar. No sólo ahí se abrió nuestra primera filial sino que durante casi veinte años, los de su más notoria expansión, su director fue un ciudadano platense, amén de que centenas de autores y otra clase de colaboradores han sido oriundos de ese país. Este número de La Gaceta busca subrayar ese vínculo, tomando en cuenta además que en la segunda quincena de este mes se inaugurará la 31a Feria del Libro de Buenos Aires, donde cada año el fce entra en contacto con lectores y colegas argentinos. Hace 60 años que el Fondo tiene presencia formal en Argentina. El pie de cría lo sembró el que habría de ser el segundo director de la editorial, creador de colecciones emblemáticas como Breviarios y Letras Mexicanas, y a quien dedicamos la primera porción de esta entrega. Arnaldo Orfila pertenece un poco a la historia y otro a la mitología editorial. A revisar algunos de sus aportes principales se dedica Leandro de Sagastizábal, director de la oficina del fce en Buenos Aires, en el artículo con que se abre el número. Martí Soler, experimentado editor que refinó su maestría editorial al lado de Orfila, nos presenta diversas facetas humanas del gran hacedor de libros, quien en primera persona, en la conversación con Guillermo Schavelzon que reproducimos enseguida, explica cómo llegó a la edición y qué retos enfrenta aún hoy este oficio complejo y apasionante. Hemos también asignado un espacio al propio Orfila, en un revelador informe de algunos problemas y del potencial del fce cuando él lo dirigía. Para cerrar ese primer bloque, ofrecemos dos artículos que aparecieron en las páginas de La Gaceta hace medio siglo, en los que se retratan las preocupaciones y las soluciones que escritores y editores de revistas enfrentaban entonces. Uno de los mayores bestsellers de la casa en Argentina es el libro de historia económica de Aldo Ferrer, quien rememora cómo se gestó y cómo se transformó su clásico La economía argentina, con tres ediciones y más de cien mil ejemplares vendidos. Este recorrido por trabajos publicados por el Fondo del sur continúa con tres fragmentos de obras de inminente aparición: ¿Cómo leer a Leo Strauss?, de Claudia Hilb; La razón populista, de Ernesto Laclau, y Enseñar a entender lo que se lee, de Berta Braslavsky. Con este último se liga el artículo de Francisco Hinojosa, el delirante cuentista y promotor de la lectura, que en la feria bonaerense participará en un encuentro de expertos en esta materia. (Este año el Fondo ha contribuido además a organizar dos seminarios internacionales de capacitación, dirigidos a libreros, poco antes de las jornadas de profesionales de la feria del libro, es decir el 16 y el 17 de abril. Los seminarios serán conducidos por autores de la casa: Tiziano Vescovi, coautor de La librería como negocio. Economía y administración —libro de texto de la escuela de libreros Umberto y Elisabetta Mauri, con sede en Milán—, y Herbert Paulerberg, autor de El arte de vender libros. Técnicas de venta y atención al cliente para libreros —obra empleada en la afamada escuela de libreros de Francfort—. Para mayor información, consulte www.el-libro.com.ar.) Cierran el número textos de o sobre una cuarteta de actores relevantes en la escena literaria mexicana. Del volumen que reúne sus relatos, hemos tomado el prólogo de Elena Poniatowska en el que confiesa cómo fue contaminada por el virus del periodismo. Aprovechamos que las Obras reunidas de Alejandro Rossi están por salir a la luz para compartir con los lecnúmero 412, abril 2005 Sumario Arnaldo Orfila, creador de instituciones editoriales Leandro de Sagastizábal Los 15 mil días Martí Soler Arnaldo Orfila: conversación en La Habana Guillermo Schavelzon El Fondo en América Arnaldo Orfila Reynal Por una sociología del lector Francisco Romero Carta de Argentina Ramón Alcalde La economía argentina, según el autor Aldo Ferrer ¿Cómo leer a Leo Strauss? Claudia Hilb La razón populista Ernesto Laclau La comprensión del lenguaje escrito Berta Braslavsky El libro más sencillo Francisco Hinojosa A mí me tragó el periodismo Elena Poniatowska La lectura bárbara Alejandro Rossi Variaciones sobre un tema solar Homero Aridjis El múltiple mar de Fernando del Paso Jorge Esquinca 2 4 6 11 13 15 17 19 22 23 25 27 29 31 32 Leandro de Sagastizábal es editor y dirige la filial argentina del fce ■ Martí Soler es editor y está al frente de la Unidad Editorial del fce ■ Guillermo Schavelzon es agente literario y ha sido editor ■ Arnaldo Orfila Reynal dirigió el fce y fundó Siglo XXI Editores ■ Francisco Romero fue filósofo y ensayista ■ Ramón Alcalde es escritor ■ Aldo Ferrer es economista y ha sido funcionario público ■ Claudia Hilb es socióloga y docente en la Universidad de Buenos Aires ■ Ernesto Laclau es sociólogo e investigador en la Universidad de Essex ■ Berta Braslavsky es pedagoga y docente en la Universidad de Buenos Aires ■ Francisco Hinojosa es escritor y promotor de la lectura ■ Elena Poniatowska es escritora y periodista ■ Alejandro Rossi es filósofo y escritor ■ Homero Aridjis es poeta y ecologista ■ Jorge Esquinca es poeta tores un artículo de su muy útil Manual del distraído. Homero Aridjis dará pronto a conocer un nuevo poemario, Los poemas solares, del que anticipamos aquí unos versos. Y con una reseña sobre PoeMar, de Fernando del Paso, escrita por el también poeta Jorge Esquinca, rematamos esta entrega. En la confección de este número a la vez primaveral y otoñal fue decisiva la colaboración del propio De Sagastizábal y de Alejandro Archain, a quienes queremos dejar aquí constancia de agradecimiento desde el Fondo del norte. la Gaceta 1 DEL FONDO DE CULTURA ECONÓMICA Directora del FCE Consuelo Sáizar Director de La Gaceta Tomás Granados Salinas Consejo editorial Consuelo Sáizar, Ricardo Nudelman, Joaquín Díez-Canedo, Martí Soler, María del Carmen Farías, Áxel Retiff, Jimena Gallardo, Laura González Durán, Carolina Cordero, Nina Álvarez-Icaza, Paola Morán, Luis Arturo Pelayo, Pablo Martínez Lozada, Álvaro Enrigue, Miriam Martínez Garza, Marisol Ruiz Monter, Fausto Hernández Trillo, Karla López G., Alejandro Valles Santo Tomás, Héctor Chávez, Delia Peña, Antonio Hernández Estrella, Juan Camilo Sierra (Colombia), Marcelo Díaz (España), Leandro de Sagastizábal (Argentina), Julio Sau (Chile), Carlos Maza (Perú), Isaac Vinic (Brasil), Pedro Juan Tucat (Venezuela), Ignacio de Echevarria (Estados Unidos), César Ángel Aguilar Asiain (Guatemala) Impresión Impresora y Encuadernadora Progreso, sa de cv Diseño y formación Marina Garone y Cristóbal Henestrosa Ilustraciones Raúl G. Plancarte La Gaceta del Fondo de Cultura Económica es una publicación mensual editada por el Fondo de Cultura Económica, con domicilio en Carretera Picacho-Ajusco 227, Colonia Bosques del Pedregal, Delegación Tlalpan, Distrito Federal, México. Editor responsable: Tomás Granados Salinas. Certificado de Licitud de Título 8635 y de Licitud de Contenido 6080, expedidos por la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas el 15 de junio de 1995. La Gaceta del Fondo de Cultura Económica es un nombre registrado en el Instituto Nacional del Derecho de Autor, con el número 04-2001112210102100, el 22 de noviembre de 2001. Registro Postal, Publicación Periódica: pp09-0206. Distribuida por el propio Fondo de Cultura Económica. Correo electrónico [email protected] 2 la Gaceta Arnaldo Orfila, creador de instituciones editoriales a Leandro de Sagastizábal El Fondo es una institución orgullosa de su pasado, de las personas que hicieron del proyecto original una empresa de mayores alcances. Echamos a andar la evocación de Arnaldo Orfila Reynal con este artículo de quien hoy dirige nuestra filial argentina, uno de los pocos historiadores del oficio editorial en América Latina y autor de Diseñar una nación. Estudio sobre edición en la Argentina, que además fue director de la carrera de edición de la Universidad de Buenos Aires En algunas ocasiones, la biografía de una persona es el documento con el que podemos reconstruir las características y peculiaridades de una profesión. Es también la herramienta con la que podremos asomarnos a la forma de pensar de una época. Éste es el caso de la vida y obra de Arnaldo Orfila Reynal, sinónimo de la edición en América Latina. Lo recordamos ahora cuando estamos a punto de celebrar el sexagésimo aniversario de la filial argentina del Fondo de Cultura Económica, que lo tuvo en su dirección en la época misma de su creación. Recordarlo y rendir este homenaje seis décadas después es la mejor manera de reconocer el vigor de aquella iniciativa. Con respecto a la trayectoria de este hombre del libro podemos señalar que fue inspirador directo de tres proyectos fundamentales para la cultura de este continente. Las editoriales Fondo de Cultura Económica, Siglo XXI y Eudeba contaron, ya fuera para su creación o su desarrollo, con su aporte profesional. Los inicios profesionales de la actividad editorial La década de los cuarenta es el momento de profesionalización de la actividad editorial en la Argentina. De igual forma que sucedía en otros países de América Latina, se producían libros que comenzaban a conquistar el mundo. Fue el momento en que se fundaron algunas de las editoriales que serían emblemáticas con los años. Nos referimos a Sudamericana, Emecé, Losada. Esas casas editoriales nacieron facilitadas por el vacío de producción de libros en lengua española que había dejado la guerra civil española, ya que muchos de los que buscaron asilo en la Argentina eran ya profesionales del sector. Entonces, el exilio de intelectuales y de personas con experiencia en la edición de libros significó un aporte fundamental para generar el desarrollo de la actividad en este continente. Dos hechos del momento muestran la consolidación en la Argentina de la actividad editorial en los años cuarenta. En 1941 se crea la Cámara Argentina del Libro, fundada en 1938 como sociedad de editores. Además de la madurez del sector mostrada con la creación de esa entidad asociativa, hubo otro hecho de singular importancia para la actividad, pues dos años más tarde se inauguró la primera feria del libro organizada por esa institución, visitada por más de un millón de personas. El escritor Ricardo Rojas pronunció el discurso de apertura en el que hizo hincapié en un rasgo fundamental que propició el surgimiento de la edición profesional en el país: por primera vez existían editores de verdad, ya no eran los libreros e impresores quienes editaban. De modo que él señalaba con contundencia la cualidad independiente de la profesión. En ese contexto y a poco más de 10 años de su nacimiento en México, el Fondo de Cultura Económica decide abrir una filial en la Argentina. Como define muy bien Carlos Monsiváis en su artículo incluido en el libro de homenaje a Orfila Reynal, publicado por la Universidad de Guadalajara en 1993, había llegado el momento de la “fijación del canon” y de la ampliación de la propuesta. Era necesario dotar a México número 412, abril 2005 a y a los países de habla hispana del equivalente de los manuales profesional. Por ello también cada vez que se escribe sobre él universitarios que se editaban en Inglaterra y Estados Unidos. predomina el tono épico, relativizándose otros aspectos de su Además era urgente dirigirse a los lectores profesionales de personalidad sobre los que hay tantas anécdotas como personas América Latina, revisar su historia cambiando el lirismo por el que lo frecuentaron. conocimiento riguroso y, muy especialmente, se hacía indisPor otro lado, cumple con una segunda condición: la clara pensable construir un público para las ciencias sociales, que conciencia de un requisito indispensable para hacer viable el contribuyera a diversificar el mapa de las vocaciones que hasta proyecto: construir un mercado de autores y lectores. Orfila ese momento se limitaban a las tradicioReynal, con sus intuiciones, precede y Las propuestas editoriales de nales carreras de abogacía, ingeniería y genera la demanda. Agrupa alrededor Arnaldo Orfila, agrupadas en medicina. de sus iniciativas a los mejores inteleccolecciones temáticas, La persona que designa Daniel Cosío tuales, pero además, como todo gran edimuestran su capacidad para Villegas —director del Fondo de Cultutor, los descubre, los edita por primera percibir con mucha sutileza ra Económica en aquel momento— es vez y los difunde ante un público que, las necesidades de lectura Arnaldo Orfila Reynal, un argentino, también por primera vez, los lee. de una sociedad en un momento graduado en química en la Universidad Sus propuestas editoriales, agrupadas determinado, al tiempo que de La Plata, con un pasado de activa mien colecciones temáticas, muestran su conoce la importancia litancia en el movimiento estudiantil nacapacidad para percibir con mucha sutide ordenarlas con criterios cido con motivo de la reforma universileza las necesidades de lectura de una sodefinidos de diseño taria de 1918. Arnaldo Orfila Reynal haciedad en un momento determinado, al bía visitado México por primera vez en tiempo que conoce la importancia de or1921 con motivo del Congreso Internacional de Estudiantes. denarlas con criterios definidos de diseño (en contenidos y forHabía estrechado vínculos con los intelectuales del momento y matos) para facilitar su duración en el tiempo. Pertenece a la poseía entonces una relación personal afectiva con muchos de clase de hombres sobre los que podemos decir, sin temor a ellos. equivocarnos, que han hecho leer a varias generaciones de perSegún relató el mismo Orfila Reynal años más tarde en una sonas entrevista, su nombramiento se debió a una iniciativa impulsaLa continuidad de algunas colecciones creadas por él adda por Alfonso Reyes, un verdadero argentinófilo —como soquiere más valor aun cuando fueron generadas y realizadas en lían definir al escritor mexicano—, y Pedro Henríquez Ureña, el marco de una empresa del estado, instituciones siempre tan el escritor dominicano. Ambos se encontraban en la Argentina permeables en América Latina a los cambios de rumbo antes por aquellos días y estaban convencidos de que era un país con que a las trayectorias. ¿Qué persona de nuestro continente no condiciones para ampliar las propuestas de una editorial que ha leído a lo largo de su vida un libro de la colección Breviacomenzaba a consolidarse como sinónimo del libro latinoamerios o de la Popular? ricano. El primer local de la filial se ubicó en la calle IndepenPara entender la importancia del diseño editorial como uno dencia 802, casi esquina Piedras, es decir en el límite entre los de los elementos que construyen la permanencia de los proyecbarrios porteños de Montserrat y San Telmo, ámbito donde, tos a lo largo del tiempo, deseo mencionar algo menos conocidesde su fundación, habían acontecido los hechos más importantes de la vida institucional de Buenos Aires. a El editor Orfila Reynal Éste no es el momento para hacer una exhaustiva biografía del editor; por ello simplemente señalaré algunas de las características de su personalidad que, según mi experiencia como profesional de la edición e historiador de la actividad en la Argentina, lo jerarquizan y ubican en el lugar de los grandes. En primer lugar, Orfila Reynal tenía una absoluta convicción en la importancia de su actividad. Siguiendo el modelo de las principales vidas de editores (Aguilar, Losada, López Llausás, etcétera), la suya es la historia de quienes, involucrados alguna vez en el mundo de la edición, ya no querrían abandonarla nunca más. Es en definitiva la historia de una pasión, hasta en las formas que adquieren algunos momentos de su vida número 412, abril 2005 la Gaceta 3 a do en la trayectoria de Orfila Reynal. Me refiero a su participación en Eudeba. Normalmente en las biografías que dan cuenta de su obra aparecen dos proyectos que lo tienen como un protagonista central. La dirección de la filial argentina y luego de la editorial entre 1945 y 1965 del Fondo de Cultura Económica y la fundación de la editorial Siglo XXI a partir de esa fecha. Suele incluirse también su participación en el proyecto Eudeba, de la universidad de Buenos Aires, pero sin conocerse su real importancia. Efectivamente, en 1958 el entonces rector de la Universidad de Buenos Aires, doctor Risieri Frondizi, lo contrata para organizar una editorial. Luego de unos meses Orfila Reynal presenta su propuesta definiendo claramente cada una de las colecciones que deben crearse para su desarrollo, así como la estructura con la que funcionará la nueva editorial. Además, en la primer reunión del directorio, en junio de 1958, propone para la dirección a quien luego sería el gerente editorial del período más brillante de la casa: Boris Spivacow. Si en la actualidad esta editorial sigue vigente y produciendo libros se debe a la claridad y el buen diseño de su origen. La dependencia de las coyunturas políticas que ha tenido este tipo de proyectos culturales en nuestros países queda muy transparentado en situaciones como las que motivaron el fin de la gestión de Orfila Reynal al frente del fce, cuando una decisión de poder político a raíz de la publicación de Los hijos de Sánchez, de Oscar Lewis, lo separa, o en las desventuras de Eudeba con las distintas intervenciones militares argentinas posteriores a 1966. Sin embargo, en una coyuntura económica como la actual, donde casi no quedan editoriales independientes en América Latina de todas aquellas creadas en la primer mitad del siglo pasado, la vigencia y la resistencia cultural que reflejan el Fondo de Cultura Económica, Siglo XXI y Eudeba hablan de la solidez de tales proyectos a Finalmente hay otra característica que puede destacarse entre las preocupaciones de un editor moderno y Orfila Reynal la tenía presente. Me refiero a la importancia otorgada al libro como producto material. El cuidado en la selección de los traductores, el rigor en los procesos de corrección, la homogeneidad para diseñar las colecciones, eran todas condiciones necesarias que podían conseguirse profesionalizando la actividad en toda la línea. De allí que sus colaboradores conformaran un equipo de profesionales con funciones claramente asignadas y reconocidos por sus idoneidades. Un legado para la filial Recordar en estos días al fundador de la casa argentina del Fondo de Cultura Económica es una manera de rendir un homenaje a quienes a lo largo de estos 60 años, desde sus diferentes puestos de trabajo, lograron que la misma sea una de las máximas expresiones de la cultura de nuestra sociedad. Luego de un largo camino, y en un país que se caracteriza por sus cambios drásticos, la filial argentina se encuentra vital y productiva. Cuenta con un hermoso edificio en el barrio de Palermo y analiza posibilidades de abrir una librería en un terreno propio en la misma zona. En la actualidad edita a los principales intelectuales locales y del mundo, publica 40 novedades al año y reimprime otro tanto, distribuye los libros de la casa matriz y las demás filiales. Cuenta en su planta con una veintena de profesionales calificados, ha generado colecciones propias como Breves o Una Introducción a la Enseñanza, facilitando que autores de gran valor sean difundidos en toda América Latina y en España. Quizá la herencia más importante que nos ha dejado Orfila Reynal es la convicción de que proyectos tan importantes como el del Fondo de Cultura Económica deben persistir en el tiempo para las futuras generaciones. Los 15 mil días Martí Soler Hay grandes semejanzas en el ánimo del editor y el del maestro. Quizá por ello Arnaldo Orfila contribuyó a que el Fondo fuera no sólo una empresa editora sino una escuela, tanto de profesionales como de meros individuos pensantes. Presentamos aquí una instantánea de la faceta docente de don Arnaldo, escrita por uno de sus dilectos alumnos, editor en el FCE y en Siglo XXI, gerente de esta última y hoy encargado de la Unidad Editorial de nuestra casa En la esquina de Universidad y Parroquia existió una escuela. En 1959 fui admitido en ella, con la intervención decisiva de Manuel Andújar y Joaquín Díez-Canedo. Ambos admirados y queridos. Ambos hombres que hicieron del exilio virtud. A su lado, dos mexicanos a los que debo recordar siem4 la Gaceta pre, porque también fueron maestros: Alí Chumacero y Fulvio Zama. Un argentino se sentaba en la silla de la dirección: Arnaldo Orfila Reynal. Un argentino universal, porque llevaba a Latinoamérica en la sangre. Corría pues el año de 1959 y comenzaba mi carrera de editor (antes había sido corrector de pruebas bajo la mirada severa de mi padre, de Ramón Lamoneda, de los hermanos Gally; había incursionado en la imprenta con Guillermo Gally Grivé, con Joan B. Climent; gracias a mi facilidad para redactar, había hecho de negro en la Editorial Pax-México; gracias a mi facilidad con el dibujo, había intentado estudiar arquitectura…). En el Fondo de Cultura Económica encontré mi verdadera escuela. Largos días de revisar traducciones (y no sólo traducciones, también originales en castellano) deficientes, de correnúmero 412, abril 2005 a a gir maravillosas pruebas de galeras cuidadosamente paradas (hermosa palabra) por linotipistas tan expertos como Garcés o Mytton, culpables de que, estupefactos ante la perfección, leyéramos dos veces la misma galera en busca de la errata inexistente. Y Arnaldo Orfila, sentado ante la mesa similicolonial (así diría don Alfonso Reyes, quien en una carta confiesa escribir similifrancés). Fueron seis años maravillosos, en los que encontré y me encontraron los libros. Y no sólo eso: hice amigos, Elsa llegaría a ser mi esposa (mi primer hijo nació precisamente en 1965)… En esos años, Orfila siguió siendo el hombre tonante, sentado en su silla de la dirección. Y, con la seriedad de Orfila, la paciencia sapiente de Joaquín, la mansedumbre y constancia de Andújar, la esponja de saberes de Zama, el bien hacer de Alí Chumacero, la prosopopeya de José C. Vázquez, el empaque irónico de Juan Almela, la alegría inquieta de Jasmin Reuter, la seriedad de Carlos Villegas y la presencia única y conocedora de Elsa Cecilia Frost (sola mujer entre un zoológico masculino)… Cierta vez cité a ese otro gran argentino que fue Ezequiel Martínez Estrada al referirme a esos años, y quiero repetirme y repetirlo aquí: “El Fondo de Cultura Económica inviste los atributos de una institución docente consagrada a la ilustración del pueblo. Al seleccionar los libros nos ha dado los mejores maestros, mis deudas al respecto son las de millones de lectores. El camino para el filósofo, el escritor y el artista están más expeditos en América por esta labor.” Sí, para el autor y para el lector. Pero también para el editor, para el hacedor de libros, sin duda, fue una institución docente tora que mira al futuro y en su nombre lleva la fama. En ella Orfila está sentado frente a un escritorio y tres ayudantes suyos comparten con él todo el quehacer: selección, producción, administración y ventas. Rodrigo Asturias tiene su despacho en una especie de tapanco que mira al almacén repleto de libros. Los demás, Concepción Zea, Orfila y yo ocupamos diversas habitaciones de la casa. El área de producción cuenta con una mesa ovalada, donde nos sentamos como en una cena solemne a revisar y corregir nuestros libros. Pasarán unos cuantos años hasta que Siglo XXI construya casa propia en Cerro del Agua, pero desde un principio su sello distintivo, creado por un gran amigo desaparecido ya: Antonio España, dará el toque real en los aparadores y mesas de las librerías. Fue después, a partir de 1966 (y ya en Siglo XXI), cuando aprendí que Orfila era tonante, sí, pero que igualmente sabía dulcificar el rostro y el habla en momentos de crisis; aprendí Orfila ha ido envejeciendo. En 1990 se le hace un homenaje a igualmente que era un hombre de palabras y de palabra; que, a los 25 años de creada la editorial. Se me pide que diga unas pasemejanza de mi padre, él también perlabras. Termino diciendo: “Ahí están Orfila era tonante, sí, pero seguía una utopía, el uno para su tierra nuestros libros. Han cambiado. Se han igualmente sabía dulcificar catalana, el otro para su tierra latinoamultiplicado. Pero siguen hablando el el rostro y el habla en momentos mericana. mismo lenguaje. Siguen trabajando por de crisis; era un hombre Ambos eran amantes de los libros. las mismas ideas. Siguen entablando esa de palabras y de palabra, que Ambos eran estrictos en cuanto a sus conlucha por la razón y contra la ignorancia perseguía una utopía para tenidos: “No podía yo lanzar al mercado que es, y usted nos enseñó cómo emsu tierra latinoamericana —dijo cierta vez Orfila— publicaciones prenderla, la lucha de todos. Para usted que no satisficieran mis ideales y mis y para todos nosotros, don Arnaldo, los preocupaciones. Hay desde luego grandes libros que se publicalibros son la fuerza. Aquí y ahora y siempre, los libros son un ron en la Argentina y en México, así como en otras partes, con libro abierto… Aquí y ahora, ellos y yo, en esta fecha, le damos posiciones contrarias a los ideales que mis amigos y yo sosteníaun fuerte abrazo.” mos, pero yo no podía transar con mis principios.” ¿Quizá la lírica nos dominaba? Ver a un hombre acercarse a los cien años dirigiendo una editorial con plena lucidez ameriAllá en la esquina de La Morena y Gabriel Mancera se levanta taba tales lirismos. Y, efectivamente, las listas de obras que se una vieja casa algo reformada por las necesidades del cambio deben a Orfila, tanto en el Fondo como en Siglo XXI, tienen de uso… Una vieja casa de familia convertida en empresa edila palabra. número 412, abril 2005 la Gaceta 5 a Arnaldo Orfila: conversación en La Habana a Guillermo Schavelzon “Por el catálogo hablará mi espíritu”, parecen parafrasear los editores de trapío a José Vasconcelos, el convulso y soñador político y educador mexicano. Por eso personajes como Arnaldo Orfila eran reacios a conceder entrevistas: lo que tuvieran que decir, lo habían dicho publicando a otros. La que presentamos aquí es un recorrido por los años de formación, política y editorial, del químico platense que descollaría como hacedor de instituciones editoriales. Agradecemos a Schavelzon las facilidades para dar a conocer una conversación realizada en una atmósfera de gran camaradería y acaso un tanto misteriosa real que me desperté: alguien golpeaba la puerta de mi habitación. Me levanté y fui a abrir. Era Orfila, que sin entrar me dijo: “Mire, lo estuve pensando toda la noche, ayer me entusiasmé y le conté muchas cosas personales. Yo creo que con las cosas profesionales de mi historia alcanza. No quiero que publique esa entrevista; por favor, devuélvame los casetes.” Una hora más tarde, terminando el desayuno, logré al menos conservar la grabación con la palabra empeñada de no publicar nada sin antes conseguir su autorización. Desde entonces, quedó guardada en un cajón. Han pasado más de dos décadas. La obra de Orfila es patrimonio de la historia cultural de nuestro continente. Creo que puedo dar por cumplido mi compromiso y que publicar esta entrevista será mi mejor homenaje al decano de los editores de América. Arnaldo Orfila Reynal, el decano de los editores latinoamericanos, murió en 1997, a la edad de cien años; argentino residente en México, fue uno de los hombres que más contribuyó a la cultura de nuestro continente, un hombre cuya trayectoria ¿Cuándo surgió en usted la vocación por la actividad editorial? merece recordarse. Creo que desde la infancia. Cuando estaba en primer año del En enero de 1982, la Dirección del Libro cubana organizó secundario, en el Colegio Nacional de La Plata, fundé un peun seminario internacional de editores, que reunió por una seriódico y fui delegado del Centro de Estudiantes. mana a Inge Feltrinelli, Ugné Karvelis (Gallimard), Jaime Salinas e Ignacio Cardenal (Alfaguara), Michi Strausfeld (Surk¿Y qué fue lo que lo decidió después a estudiar química y no una cahamp), Neus Espresate (Era), Arnaldo Orfila Reynal (Siglo rrera que tuviera más que ver con la creación de proyectos y la difuXXI) y yo, que era editor en México. sión de la cultura? Trabajamos y bebimos daiquirís con igual intensidad. FaltaPor aquel entonces yo no tenía una definición clara; por otra ba un día para terminar y el clima de camaradería era estupenparte, las carreras no eran muy numerosas en las universidades do. Después de una larga reunión con el ministro de Cultura, argentinas: medicina, derecho, química, ingeniería. No me bajábamos las escaleras de la Casa de las Américas cuando Orgustaba ninguna en particular, y me decidí por la química. fila, sin que yo hubiera hecho ni una sola alusión al tema, me En aquel momento, recuerdo que ofrecieron dos becas patoma del brazo y me dice: “Esa entrevista que hace rato usted ra los alumnos del Colegio Nacional de La Plata para ir a curme pide, hagámosla hoy.” sar los estudios universitarios en los Estados Unidos. Tuve poco tiempo para conseguir un grabador y casetes, alEl Colegio Nacional de La Plata era un poco el colegio mogo bastante difícil en la Cuba de entonces. El pintor Mariano delo en aquel momento; acababa de inaugurarse en el año en Rodríguez, presidente de la Casa de las que yo entré, el año 1910, y era muy Hay una historia viva de la Américas, me los prestó y también me concurrido por la clase dominante. Uno Argentina en los tangos, los cedió una mesa a su nombre en 1830, un de mis compañeros era el hijo del generecuerdos, los personajes, el tradicional y exclusivo restaurante a oriral Uriburu (quien luego fuera el dictacambalache. En cuanto al cabaret… llas del mar. dor en los años treinta); también estaba éramos jóvenes y no teníamos Desde el Hotel Habana Riviera, donJulio González, por ejemplo, hijo de don dinero, pero podíamos ir al Tabarís de nos alojábamos, hasta el restaurante, Joaquín González. Teníamos maestros y a cabarets de menor categoría. hay unas cuantas cuadras bordeando el de altísimo nivel; Ezequiel Martínez EsDe todos modos, lo que contaba mar. Por allí fuimos caminando Orfila y trada, uno de los intelectuales de mayor era la vida cultural yo. Este hombre amable pero parco, calibre de América Latina, era nuestro acostumbrado a hablar con Fidel Castro, profesor de literatura. Una vez le precon el Che, con Buñuel y con Lacan, comenzó a contarme coguntaron los muchachos a Henríquez Ureña: “Maestro, ¿usted sas. Orfila nunca hablaba de él, solamente de su editorial. Copiensa que el genio existe?” “No sé —contestó—, pero si exismenzó diciéndome que no concedía entrevistas porque lo únitiera en Argentina se llamaría Ezequiel Martínez Estrada.” co importante en su vida era la editorial, y para saber de ella el Como te decía, se ofrecían esas dos becas; entonces se hace catálogo era más que suficiente. Pero ese día algo había pasauna elección en el Colegio Nacional, una elección con candido, porque ni bien echamos a andar por el malecón empezó a daturas, urnas, fiscales, en la que los mil estudiantes emitían su hablar de él. La charla siguió en el restaurante, donde el gravoto. Yo fui uno de los cuatro candidatos y salí elegido en sebador la registró junto al ruido de las olas marinas. gundo término por una diferencia de pocos votos. Mi compaEsa noche soñé con el ruido de las olas, hasta que se hizo tan ñero se fue a estudiar a Estados Unidos y yo sufrí una gran de6 la Gaceta número 412, abril 2005 a cepción. En cierto modo aquella votación decidió mi vida. Le dije a mi padre que quería irme a estudiar a Buenos Aires. Y en Buenos Aires cursé el primer año de química en la Facultad de Ingeniería, que creo todavía está en la calle Perú 22, desde hace sesenta años, a una cuadra del Colegio Nacional de Buenos Aires. ¿Por qué no me cuenta algo sobre la vida en Buenos Aires durante esa época? Era el Buenos Aires de Gardel, el de los tangos… Creo que hay una historia viva de la Argentina en los tangos, los recuerdos, los personajes, el cambalache. En cuanto al cabaret… éramos jóvenes y no teníamos dinero, pero podíamos ir al Tabarís y a cabarets de menor categoría. De todos modos, lo que contaba era la vida cultural. En Buenos Aires se respiraba el espíritu de la reforma universitaria de Córdoba; es cuando nacen Proa en Buenos Aires y Valoraciones en La Plata, que fueron dos grandes revistas simultáneas; antes había estado Martín Fierro con el grupo de Florida, frente al grupo de Boedo, que tenía el semanario Propósitos, de Barletta. Entonces todo eso daba una gran espectacularidad a la vida intelectual. En el grupo de Martín Fierro estaban Ricardo Güiraldes, González Lanuza, Borges. Ellos se centraban en la literatura, mientras que Valoraciones tendía a la filosofía y a la sociología; ensayos muy densos dirigidos por don Alejandro Korn, que escribía unas notas finales anónimamente, con pseudónimo. Valoraciones vivió bastante, la dirigió don Alejandro pero la inició Héctor Ripalverdi, que fue uno de los muchachos que viajaría conmigo a México, y que murió a los 28 años, poeta, poeta de prestigio. Entre los años veinte y los cuarenta había una actividad intelectual muy intensa, más intensa que en cualquier otro momento. Y la vida universitaria seguirá siendo muy activa hasta la revolución del 43 y la subida de Perón en el 45. Es interesante pensar en qué modo el trabajo de la farmacia, de los medicamentos lácteos, los paseos por los cabarets de Buenos Aires, también tienen que ver con su formación intelectual, con una orientación que luego va a determinar su futuro de gran editor. Hay muchos marcos en mi formación, pero lo más importante es la presencia de Alejandro Korn, un auténtico maestro. Su grupo no pasaba de doce, quince personas que convivíamos con él. Nos íbamos al Café Victoria a las cinco de la tarde, porque a esa hora iba él, y nos sentábamos a su mesa hasta las ocho de la noche. A veces se ponía furioso porque llegaba y no había nadie… En el año 24 llega Pedro Henríquez Ureña. En México era el momento de la revolución y la situación estaba muy confusa. Henríquez Ureña me escribió contándome que se quería ir, y yo, con la ayuda de Rafael Roberto Arrieta, le conseguí dos cátedras en el Colegio Nacional de La Plata, el mismo colegio donde yo había estudiado. Pedro Henríquez Ureña se instala con su mujer y su niña Natasha en una residencia en La Plata, y atrae a la gente de Buenos Aires: Alfonnúmero 412, abril 2005 so Reyes, por ejemplo, viene todos los sábados y convive con nosotros; era una de las grandes figuras que estaban cercanas. a Pero el congreso universitario de México, ¿en qué año es? Es en el 21. Ya lo estaba olvidando. Estando en Buenos Aires una noche fui al teatro y en el intervalo me encuentro con un ex compañero del colegio que me cuenta que en ese momento había una asamblea universitaria en México. Y me propone como delegado por la Federación Universitaria. Pido 24 horas para responder y finalmente acepto. Le mando un telegrama a mi amigo y socio de la farmacia: “Me voy a México.” El congreso de estudiantes fue muy trascendente para la vida universitaria latinoamericana, pues se funda ahí la Primera Internacional de Estudiantes. En México nombran a los tres argentinos, a dos compañeros y a mí, para que fuéramos a instalar la secretaría en Nueva York, París, Madrid, Lisboa, Roma, Rio de Janeiro y Buenos Aires. ¿Recuerda quiénes eran los otros compañeros? Sí, Pablo Brilló, santafesino, y Enrique Breysing, de Buenos Aires, representantes de la Universidad de Santa Fe, el primero, y el segundo, de Tucumán. Miguel Bonfil de Buenos Aires… Éramos cinco en total: Breysing, Ripalverdi, Brilló, Bonfil y yo, de La Plata. En aquel momento la Argentina tenía cierto prestigio y despertaba simpatía en México; todavía era la presidencia de Yrigoyen, un gobierno liberal que había acabado con la estructura oligárquica del país, con la famosa ley Sáenz Peña del 12. Esa ley había derrocado un sistema, fue un hecho de lo más trascendente, que pocas veces se recuerda. Todo, hasta el 12, estaba dominado por la oligarquía conservadora en las provincias; el fraude era escandaloso. Entonces Sáenz Peña, que viene de la oligarquía, dicta una ley electoral que permite el voto secreto y obligatorio desde los 18 años. En el 16 se hace la elección general para presidente, y con esa elección cae todo el sistema, caen las catorce provincias, cae la presidencia de la república, se renueva todo el Congreso y entran ideas nuevas. El radicalismo triunfa con la candidatura de Yrigoyen, un político muy respetable para mí, que había estado proscrito 15 años: había hecho una revolución en 1905 que fracasó. Lo llamaban la Gaceta 7 a a El Peludo, porque no salía de su casa, en la calle Pavón, en fin se casó allá. Entonces recuerdo que un día voy a un banco Constitución. De modo que con ese cambio el acercamiento a y uno de los cajeros me pregunta si no había más terrenos en México fue más fácil. Villa Ribera. Obregón le tenía mucha simpatía a Yrigoyen, sobre todo —Sí cómo no, hay uno —le dije yo. porque no había roto relaciones con el eje, había resistido las —¿Cuánto vale? presiones internas y no se había aliado a Estados Unidos. Co—Dos mil pesos. mo México estaba amenazado por Estados Unidos ya desde —Lo compro. entonces, a Obregón le interesaba mucho la presencia argenti—Bueno, es mío. na en el congreso. Es así como se hace una fiesta, una cena en Y se lo vendí. Con esos dos mil pesos me fui a España, a Pala embajada argentina, y Obregón le pide al embajador que rís, Londres, Berlín, Viena, Praga y Trieste, donde me embarcuando se sirva el café invite a su mesa a co de nuevo para Buenos Aires. Mirá toDon Alfonso Reyes fue embajador los estudiantes. Entonces los tres estudo lo que podía hacerse entonces con en Buenos Aires, de modo que su diantes (que éramos unos desarrapados) dos mil pesos… gran personalidad intelectual, nos acercamos a la mesa de Obregón. Cuando llegamos a Madrid me hosliteraria, hizo que, más que Nos habían comprado un smoking para pedé en la casa que dirigían Rafael Alembajador político, fuera esa fiesta —creo que fue el embajador, o berti y María Teresa, su mujer. Bueno, embajador intelectual. Tuvo una la federación de estudiantes—. Nos queasí pasé varios días, yendo al campo de intensa vinculación con la vida daban grandes y prendidos con alfileres, guerra de Ciudad Universitaria. Pusieintelectual argentina, y fue muy pero de cualquier modo fuimos, y conron una muchacha compañera para amigo de Borges, de Victoria versamos un par de horas con Obregón, guiarme y fuimos al frente. Los obuses Ocampo, de Bioy Casares que era un hombre de gran simpatía y venían por un lado pero uno podía camiatracción personal, que hacía muchas nar a cincuenta metros de él, porque el preguntas sobre la Argentina. Quería enterarse de todo, hasta obús seguía su misma línea, no se movía. Luego vinieron los del cultivo de garbanzos (Obregón cosechaba garbanzo en Sobombardeos fuertes de Barcelona; era el comienzo de la pérdinora), tema sobre el que nosotros no podíamos informarle deda de la guerra. Estuve hasta marzo, volví a París y luego fui a masiado. También preguntaba sobre política y economía. En Londres y Berlín. En Berlín estalla la guerra, se produce la fin, uno de nosotros era ingeniero agrónomo y algo conocía ocupación de Austria por Hitler. Yo a pesar de eso sigo rumbo del campo; el otro era escritor… a Praga. Allí estaba Jiménez Asúa como embajador de España, También surgió la vinculación con Daniel Cosío Villegas, y me dijo: “Váyase inmediatamente porque mañana estalla la que era el presidente del congreso, y con José Vasconcelos, que guerra”, pero yo me fui a Viena. Viena ya estaba ocupada, lleera el secretario de Educación, recién nombrado (en ese año se na de militares alemanes. Me embarqué de regreso a Buenos había formado la Secretaría de Educación). Estábamos muy Aires. cercanos a todos ellos, igual que al grupo intelectual de Julio Torri, Montenegro, Diego Rivera. A Orozco no lo conocí, ¿Cuándo empezó, más concretamente, su tarea editorial? porque había salido de México… En el 43; durante un año trabajé para Editorial Atlántida. Pero volviendo a Obregón, a raíz de aquella conversación en la embajada resuelve invitarnos a los cinco argentinos a que¿De qué se ocupaba? darnos tres meses en México. Salimos de ese hotel elegante Escribía manuales. Manuales sobre lo que sabía: química indonde parábamos, imperial, y nos llevaron a una pensión en la dustrial o química teórica, cosas de ese tipo. La colección se calle de Moneda, detrás del Palacio Nacional. Allí vivimos collamaba Oro y era un poco como la colección Austral, como los mo estudiantes tres meses, viajando por todo el país, con el Breviarios, libros básicos para jóvenes. atractivo adicional de que nos acompañaba don Ramón del Valle Inclán, también invitado. Viajábamos en un tren que reco¿Fue entonces cuando tenía que escribir un libro al mes? rría todo México, iba por todas las provincias. Nos pusieron un Sí, pero me pagaban bien. Por ese libro mensual me pagaban vagón especial, con comedor, cocina y camarotes. Parábamos mil pesos. Con eso vivíamos todo el mes. Yo ya estaba casado donde quería don Ramón, que era el jefe del grupo. Era el más con María Elena Satostegui, que ganaba 400 pesos dando claconversador y el más maravilloso ser humano, honrado, conses en la Universidad. Era muy divertido, porque a la noche, tradictorio… cuando María Elena llegaba a casa, me decía: “Arnaldo, ¿cuánAsí fue como me vinculé con el grupo que en 1934 funda el tas páginas hiciste hoy?” “Hoy no pude hacer más de diez.” Fondo de Cultura Económica, con Daniel Cosío a la cabeza. “¿Cómo, no sabés que tenés que hacer quince al día para poder terminar el libro en un mes?” Lo que sucedía era que, en ¿Cuándo viaja a España? cuanto María Elena se iba a trabajar, yo me escapaba al café, a En el 37, como corresponsal de guerra —o algo parecido— del charlar con mis amigos… diario La Vanguardia, del Partido Socialista, y estuve allí tres meses. Ya empezaba la caída. Ahora cuénteme cómo vivió el grupo de intelectuales latinoamericaRecuerdo cómo fui: no tenía nada de plata, pero los padres nos el 17 de octubre del 45. de mi amigo, el socio de la farmacia, me habían regalado un teCon mucha desconfianza, porque Perón destituye a ochocienrrenito de 300 metros, en Villa Ribera, en la provincia de Buetos profesores de la universidad, gente de peso en la cultura nanos Aires, cerca de la ciudad de La Plata. Los padres estaban cional. Eso fue creando una actitud de protesta, de desconfianagradecidos por cómo había acompañado al muchacho que al za, de recelo. Por ese entonces se escribía en las paredes: “Ha8 la Gaceta número 412, abril 2005 a ga patria, mate a un estudiante.” A los estudiantes los hicieron aparecer como opositores, y lo fueron… Desde el punto de vista político el gobierno de Perón parecía de derecha: llega con el triunfo de Farrel como primer general, después él toma el poder pero transforma aquella actitud en un populismo que ya conocemos todos. Los intelectuales más importantes se hacen antiperonistas, y de allí viene el ataque que el peronismo hace a los grupos intelectuales, y los intelectuales al peronismo, porque ven derrumbarse esa gran vida cultural que había entre los veinte y los cuarenta, cuando se hacen revistas, editoriales, la Asociación de Buenos Aires, la Asociación de las Artes, que traían grandes escritores europeos —como Anatole France— a dar conferencias. En general la oligarquía se había preocupado por la cultura, y la clase media y el estudiante se habían beneficiado mucho con esa actitud. Las clases medias pobres y los estudiantes universitarios se interesaron en muchos movimientos intelectuales europeos a través de las revistas que circulaban en esa época. Sin embargo, el gobierno de Perón no impuso ninguna censura a los libros, como había habido en ciertas épocas pasadas, por ejemplo en la dictadura de Uriburu que derrocó a Yrigoyen. ¿Cómo surgió su participación en el proyecto del Fondo de Cultura Económica? Después de varios libros en Atlántida empecé a colaborar en otra editorial, Claridad, donde me pidieron que dirigiera una colección que se llamó Autodidacta. Justo en ese momento Al- fonso Reyes y Pedro Henríquez Ureña le escriben a Cosío Villegas, que dirigía el Fondo de Cultura Económica en México: “Arnaldo está libre, dejó su farmacia en el sur, hay que hacer algo por él.” Después del Congreso de México yo había seguido en contacto con Cosío Villegas y los demás, desde Buenos Aires; los muchachos me decían “El Cónsul de México” porque me llegaban libros, revistas de allí. La vinculación intelectual y epistolar con México era muy intensa, fundamentalmente a través de El Trimestre Económico, que se había fundado en la Argentina. Luego Cosío empieza a viajar como editor del Fondo, para conseguir autores en Buenos Aires. Finalmente Cosío me manda un telegrama diciéndome que quiere abrir una casa del Fondo de Cultura en Buenos Aires y me pregunta si estoy dispuesto a hacerme cargo de ella. Así, el primero de enero del 45 se inaugunúmero 412, abril 2005 ra la Casa de la Cultura Mexicana en Argentina, que queda bajo mi dirección durante dos años. Era la representación del Fondo en la Argentina y también el centro cultural de México, porque todos los mexicanos que llegaban hacían escala allí. a ¿Quiénes eran los mexicanos que iban en esa época? Que yo me acuerde, Agustín Yáñez, Leopoldo Zea, Jesús Reyes Heroles, con el que desde entonces mantengo una gran amistad. Don Alfonso Reyes fue embajador en Buenos Aires, de modo que su gran personalidad intelectual, literaria, hizo que, más que embajador político, fuera embajador intelectual. Tuvo una intensa vinculación con la vida intelectual argentina, y fue muy amigo de Borges, de Victoria Ocampo, de Bioy Casares. ¿El próximo paso sería el Fondo de México? En 1948, a raíz de la beca de la Fundación Rockefeller, Cosío se retira a escribir su Historia de México y me ofrece viajar a México para hacerme cargo de la dirección del Fondo. Acepto. Pasan cuatro años y un día Cosío me manda una carta diciendo que regresa a hacerse cargo del Fondo. Entonces decido reunir a la Junta de Gobierno para comunicarles la novedad. La junta resuelve que, antes de decidir, van a pedir a Cosío una confirmación clara y exacta acerca de qué día se hará cargo, y si lo haría en forma efectiva o parcial. Cosío varias veces había enviado su renuncia y había tenido muchos conflictos con la junta de Gobierno. Un miembro destacado de la junta habla con Cosío mientras caminaban por la calle Madero. Le pide una respuesta concreta con respecto a su regreso a la dirección. Cosío toma esto como una ofensa, lo deja caminando solo por la calle y envía su renuncia, que esta vez es aceptada. Recién en 1952 la junta de Gobierno me confirma como director efectivo del Fondo. Cuando yo vine, en el 48, los españoles tenían mucha gravitación en el proceso cultural. Yo tenía de colaboradores unos cuantos españoles. Eugenio Ímaz, un hombre realmente genial en el campo de la filosofía, que había trabajado en el Fondo y en ese momento estaba en Caracas, me hizo decir por su mujer que quería volver. “Inmediatamente”, le digo, y se vuelve. Sabía que era una de las grandes cabezas que podía colaborar. Lamentablemente se suicida tres años después. Pero quedaron cuatro o cinco colaboradores de planta españoles y estaban los de afuera también, es decir, José Gaos dirigía la colección de filosofía, Echavarría colaboraba con sociología, León Felipe era el amigo que estaba cerca, el que venía cada tanto a México. Y todo el grupo español fue gran colaborador de la cultura mexicana por los años cuarenta. El Fondo le debe mucho a gente como Eugenio Ímaz, como Manuel Andújar, como Calvo. Fueron un gran aporte para la editorial. Después de una carrera editorial tan importante, ¿cómo ve usted el mundo editorial de aquí hacia atrás y de aquí hacia el futuro? Bien, me acuerdo de una anécdota (los viejos tenemos la costumbre de las anécdotas). En Buenos Aires en el 74 me hiciela Gaceta 9 a ron un reportaje para Clarín; “Orfila dice que McLuhan no tiene razón”, decía uno de los títulos de la entrevista. McLuhan había predicho en ese momento que el libro desaparecería a causa de la televisión y de los medios de comunicación. Yo le dije al periodista, en aquel momento, que el libro siempre iba a persistir, y tal vez con mayor intensidad, porque la televisión podía ser un medio de comunicación, de estímulo a la lectura, etcétera. Hoy le diría que a lo mejor McLuhan tenía razón, porque creo que la televisión ha actuado contra el proceso del libro. Sé que todos lo dicen, no estoy diciendo ninguna novedad. Estamos viviendo un momento1 complejo de la industria editorial en todo el mundo, como hemos tenido oportunidad de ver en esta reunión, conversando con amigos editores extranjeros. Es posible que el proceso no sólo obedezca a la crisis económica mundial, sino a un desplazamiento de la preocupación de la juventud. Parecería que la televisión, por un lado, y otras actividades —deportes, discotecas—, por el otro, van alejando a los jóvenes de la preocupación intelectual. Se trata de un fenómeno mundial, no de un fenómeno americano. En Alemania, Francia, Italia, España, se habla de la quiebra de grandes firmas editoriales porque no encuentran eco en la masa lectora, ni siquiera el suficiente como para convencer de la necesidad de la lectura. Esto es muy alarmante. Para nosotros, los latinoamericanos, una solución sería la apertura del mercado al continente europeo, o sea, a España fundamentalmente. Pero también España atraviesa una crisis intelectual: el ensayo ha pasado de moda, ya no tiene interés. El libro serio no se vende. Se venden las novelizaciones de películas o las novelas que son llevadas al cine… De todos modos no puede pensarse en una catástrofe, en que el libro vaya a desaparecer como medio de acción cultural, porque por otro lado vemos que, particularmente en México, la actividad cultural se ha estimulado extraordinariamente en los últimos cinco o seis años. a mente en estos países, tiene que provocar una caída notable de los niveles culturales. En Buenos Aires hoy las universidades están devastadas, hundidas en una superficialidad de estudios, se ha suprimido la carrera de psicología y de sociología… Todo esto hace pensar que si el proceso de América es negativo, políticamente negativo, vale decir, si los gobiernos dictatoriales siguen proyectándose y dominándolo todo, naturalmente el proceso natural a través del libro va a resentirse extraordinariamente. Hasta hoy podemos decir que tenemos medio continente a nuestra disposición. O menos de medio, porque si recorremos el mapa, sacando Ecuador, Venezuela, Colombia, todavía un poquito Brasil y Perú, lo demás está cerrado. A eso se debe que la acción editorial tenga que proyectarse fundamentalmente en México, porque España también atraviesa la crisis del libro, sobre todo en lo que se refiere al tipo de libro que nosotros hacemos, que es el ensayo sociopolítico, lingüístico, estético, teórico, filosófico, pedagógico. De modo que creo que cualquiera de las perspectivas del libro en este momento es mala. México lo puede resolver de mejor manera tal vez que otros países, primero por la tradición que tiene, porque no se inicia la labor editorial con el Fondo de Cultura; México ya había hecho grandes obras culturales. Existía, por ejemplo, como precedente, aquella experiencia insólita que hizo Vasconcelos de lanzar una colección de clásicos en plena revolución mexicana; publicar a Aristóteles, Platón y Dante en los días en que se baleaban en las calles y los campos, esto fue una expresión de la América culta, pensante. ¿Cómo se hace ese esfuerzo?, ¿cómo se hacen en Argentina, como le contaba, las revistas culturales en un momento también de crisis económica?, ¿cómo se entiende que, a pesar de esa crisis, persistiera la acción cultural y las buenas y grandes editoriales en la Argentina? ¿Podría dar pautas más concretas? En realidad, en el trabajo editorial no se inventa nada. El edi¿Usted cree que esa actividad cultural se refleja en el nivel de lectutor tiene que actuar primero con la inteligencia, y por la inra o venta de libros? teligencia, pero no tiene que olvidar el aspecto comercial. EsYo creo que sí, porque es indudable que existe una masa de hato es lo que mucha gente no entiende. A veces se desvaloriza bitantes universitarios o extrauniversitarios que participan en el trabajo de una editorial porque no publica a todos los poepreocupaciones culturales que se reflejan a su vez en los constas que llegan con sus manuscritos, o porque los libros son tantes simposios, congresos, conferencias sobre temas concrecaros. Los escritores, particularmente, siempre se creen entos de carácter intelectual. Creo que esgañados o estafados. Siempre sufro con En el trabajo editorial no se inventa ta proyección de la universidad hacia las declaraciones de García Márquez nada. El editor tiene que actuar afuera, que se ve en México fundamencuando dice que todos los editores enprimero con la inteligencia, y por la talmente y en Venezuela, es un factor esgañan a sus autores. Si esto fuera cierinteligencia, pero no tiene que timulante de la cultura. to, García Márquez no tendría la fortuolvidar el aspecto comercial. Esto es na que tiene. Hay de todo como en tolo que mucha gente no entiende Usted dirige la editorial más importante de dos los ámbitos. También hay editores América Latina, que es Siglo XXI. ¿Cómo honrados que pagan a sus autores. Lapiensa o cómo prepara el futuro de esa editorial, para el momento en mentablemente la imagen que tiene el mundo editorial en ese que usted quiera o deba retirarse de las tareas concretas? ¿Cómo piensentido es muy negativa. El estudiante o el que compra el lisa garantizar la continuidad de su política editorial? bro cree que lo están explotando con el precio, y el autor se ¿Qué va a pasar? No somos profetas, no vamos a predecir el cree engañado por la editorial que no le liquida. Si a esta idea futuro, pero todo esto puede promover o producir una decageneralizada le sumamos, por ejemplo, las noticias de la cridencia más fuerte en toda la cultura. Si no, ¿qué pasa en Arsis europea de la industria editorial, que tiene una tradición gentina?, ¿qué pasa en Chile?, ¿qué pasa en Uruguay?, ¿qué más grande que la nuestra… Y no sólo los españoles, sino pasa en Bolivia?, ¿qué pasa en Centroamérica? Todo este estatambién los italianos, los franceses y los alemanes. En Estado de guerra, de dictadura, de tiranía, que existe combinadados Unidos dicen que algunas editoriales fuertes están atravesando también un mal momento… Bueno, para nosotros tie1 Debemos recordar que la entrevista se realizó en 1982. ne que pasar lo mismo. 10 la Gaceta número 412, abril 2005 a Pero los mismos europeos que hablan de su crisis dicen que el único Yo no sé por qué existe un ambiente, una atmósfera, que lugar donde pueden pasar cosas nuevas es América Latina. crean muchos enemigos en la sociedad contra el editor. En reaPuede ser. En lo inmediato no hay elementos para ser optilidad son enemigos del campo de la cultura misma. Como le mistas, el desarrollo de la política norteamericana contra decía, hoy el editor parece un pulpo de siete cabezas o más, que América Latina —de agresión, de violencia, de muerte— no lo único que hace es enriquecerse a manos llenas con el dolopermite ser optimista, a pesar de que la lucha se da en distinroso esfuerzo del autor, del escritor y del lector, al cual se le rotos campos. Creo que si esta acción “imperial” se cumple, el ba. Constantemente se preguntan por qué el libro ha aumenaspecto económico y político de América también va a influir tado de precio, pero no se preguntan por qué aumentó la ceen lo cultural, es decir, la cultura va a sufrir esas consecuenbolla, como si el libro fuera un producto que escapa a las leyes cias. ¿Qué va a pasar si la crisis política de Nicaragua contide la oferta y la demanda, a las leyes económicas, a la situación núa? Se nos cerrarán las posibilidades de expansión cultural en mundial y nacional. Con respecto a las declaraciones de Garlos pocos países en donde todavía podecía Márquez de las que le hablaba, me La industria editorial es una de las mos actuar. gustaría hablar personalmente con él. Es actividades más reconfortantes, posible que lo hayan engañado, es posimás estimulantes que puede ¿Usted cree que todavía es factible iniciar un ble que le hayan robado, pero hay ladroemprender el hombre, pero nuevo proyecto editorial en México o en Arnes en todos los terrenos, entre los notambién una de las más difíciles gentina, que si alguien tuviera un proyecto velistas, entre los médicos, también enpodría concretarlo? tre los editores. Sin embargo no puede Lo admiraría como a un valiente. Pero si alguien tiene elemendecirse que todos los novelistas, todos los médicos, todos los tos económicos y financieros suficientes, yo creo que sí hay editores sean malvados. A mí me duele que una personalidad mucho por hacer. La iniciativa debería amoldarse a la situación tan grande en el campo de las letras exprese constantemente económica. Es decir, hacer libros de gran difusión y de poco ese desconcierto, ese inconformismo con los editores. Si no precio, buscar las masas. Todo eso es muy factible, de hecho hubiera editores, a él le resultaría difícil que millones de lectocreo que nosotros lo haremos en algún momento. No es fácil res conocieran su gran obra literaria. Por otra parte, él también iniciar nuevos proyectos, a pesar de que hay que apurarse a inies editor, con su editorial Oveja Negra en Colombia. Pero si ciarlos porque la crisis es demasiado galopante, demasiado tenhubiera publicado sus libros en Oveja Negra, seguramente le sa como para esperar. hubiera resultado más difícil penetrar en el mundo de los granMe llama la atención la valentía de los nuevos editores, jódes escritores, como lo ha hecho justamente gracias a los edivenes que se lanzan a una aventura compleja, difícil, después de tores a quienes tanto critica… Además, si un autor cree que le lo que México ha sufrido: la clausura, el cierre de casas editoroban, es fácil comprobarlo, y puede reclamar lo que dice el riales en Argentina, que representaban más de la mitad del contrato, puede revisar cuentas, los libros de la editorial, consmercado latinoamericano.2 tatar sus derechos. Hablar así es lamentable, porque la industria editorial es una de las actividades más reconfortantes, más 2 En 1976 el gobierno militar argentino clausuró Siglo XXI Arestimulantes que puede emprender el hombre, pero también gentina. una de las más difíciles. a El Fondo en América Arnaldo Orfila Reynal En su labor al frente del FCE, Orfila fue un viajero incansable que procuraba lo mismo promover las obras de la casa que resolver los líos pecuniarios en nuestras relaciones internacionales. Presentamos aquí un informe que presentó a la editorial en mayo de 1955, en el que se muestran la diversidad de focos que llamaban su atención así como su conciencia de los alcances latinoamericanos del entonces joven proyecto. Es además un fugaz retrato del mundo editorial en América Latina al promediar el siglo xx 1] Considero de interés general, nacional, destacar la trascendencia que alcanza en América la obra cultural que en todos los aspectos, y de singular manera a través de nuestra industria número 412, abril 2005 editorial, se cumple en México. En mi reciente viaje por diversos países americanos (la ruta: Panamá, Colombia, Ecuador, Bolivia, Paraguay, Perú, Chile, Uruguay, Brasil, Venezuela y Cuba) he podido apreciar de cerca, y en expresiones verdaderamente emocionantes, la jerarquía cultural que los sectores y personalidades más representativos asignan unánimemente al Fondo de Cultura Económica en el desarrollo de las ideas latinoamericanas en el último cuarto de siglo. 2] Se reconoce, por tanto, a México un liderazgo cultural. Y a este respecto me atrevo a indicar que aquí no se aprecian, en su exacta dimensión ni en su brillante perspectiva, el valor de esta influencia y el entusiasmo de estas admiraciones, con lo que suponen de estímulo y compromiso para una tarea más intensa, más trascendente todavía. Llevar al ánimo de la opinión púla Gaceta 11 a blica el papel cultural de México en los demás países de América, por todos los conductos, y especialmente por medio de los periódicos —que acreditarían una vez más su fina sensibilidad y su clara percepción—, significará una ayuda inestimable en este orden de cosas. a materiales para el libro cuya importación en México está muy agravada y restringida; si aumentaran los estímulos oficiales y privados para la industria editorial, con la difusión de bibliotecas populares, sindicales e institucionales; si, sobre todo, se incrementara la capacidad de consumo del mercado interior, tarea perfectamente posible si se formula como una campaña na3] El reconocimiento de los países hispanoamericanos a Méxicional de difusión cultural; y si en el exterior consiguiéramos co por su obra editorial, y específicamente por la contribución eliminar las barreras que se oponen a la difusión de nuestros lidel Fondo de Cultura Económica, lo expresan universidades, bros, ya que del 65 al 70 por ciento de nuestra producción liintelectuales, periodistas, autoridades. brera debe venderse fuera de México. La El elogioso concepto que la obra de Baste citar, entre otras, las siguientes exsuma de estos factores determinará manuestra editorial merece en toda periencias: el cuerpo de profesores de yores tirajes y la consiguiente disminuAmérica se basa en que proporcionó una universidad de Colombia; la Casa de ción de los costos unitarios. desde el momento de su fundación la Cultura Ecuatoriana; la Universidad una auténtica escuela de economía de la Paz; el Gobierno de Chile, que a 7] El elogioso concepto que la obra de circulante, transformada después en nuestros libros, por juzgarlos de alta utinuestra editorial merece en toda Amériun instituto de altas humanidades lidad social, da un trato de excepción; las ca se basa, en buena parte, en el hecho autoridades de Uruguay que dispensan de que el Fondo de Cultura proporcioal Fondo un recibimiento inolvidablemente cordial y que aconó desde el momento de su fundación —y cuando el desarrogen con viva simpatía sus proposiciones en beneficio de la inllo económico y social de Hispanoamérica así lo exigía— una dustria y del comercio libreros; las manifestaciones entusiastas auténtica escuela de economía circulante, transformada desen Brasil (Sao Paulo, Río, Belo Horizonte), de sus principales pués en un instituto de altas humanidades. Se nos elogia por núcleos intelectuales y de las asociaciones profesionales librenuestra aportación al traducir a nuestro idioma las grandes ras. Además, no es algo casual ni caprichoso la extraordinaria obras del pensamiento universal y, en los últimos años, por haatención dedicada a comentar y exaltar la obra del Fondo y sus ber facilitado a capas amplísimas de lectores, una colección de planes editoriales en los periódicos y revistas de mayor prestitan alto valor cultural como los Breviarios. gio de estos países, como El Tiempo, La República y Cromos, de Bogotá; El Universo, de Guayaquil; de Lima La Prensa, La Na8] Nos acosan invitaciones a editar colecciones literarias. Reción, El Comercio, Ultima Hora; en Santiago, La Nación; El País, petimos lo afirmado en oportunidades anteriores. Tenemos enEl Día, Acción, El Plata y Marcha, de Montevideo; los diarios tendido que en Argentina y en España el 75 por ciento de las paulistas Folha de Manha, Diario y Estado de Sao Paulo; El Nacioediciones son de carácter literario, de creación. Nosotros cumnal en Caracas; de La Habana, El Mundo, Prensa Libre y Diario plimos otra misión, distinta, sustancial: publicar las obras unide la Marina. El hecho de que las entrevistas y artículos publiversales que América necesita en todos los campos del pensacados ocuparan el primer plano periodístico es un testimonio miento y de las realizaciones, los libros de fundamentación hualentador de la solidaridad continental con la obra de cultura manista; las colecciones inspiradas en el propósito de que en México se cumple. promover una conciencia cultural y social americana, y todo lo bueno que se escriba en México y sobre México. 4] De otra parte, los libros mexicanos —y muy concretamente los del Fondo, para referirme a los que más conozco— compi9] Queremos subrayar particularmente el gran papel que —coten favorablemente en precio con todos los que circulan, en mo instrumento de integración cultural y de inteligencia entre América, en lengua española. Se afirma, en todas partes, que los diversos países hispanoamericanos —desempeñan nuestra son los mejores traducidos e impresos. Ello constituye un buen colección Biblioteca Americana, con sus estudios clásicos, y elogio, pero nos exige que correspondamos a esa apreciación Tierra Firme, examen de la realidad contemporánea en nuessuperándonos en cada momento. tras naciones. Son auténticos vínculos entre México y América y debido a su significación —las únicas de este tipo— y a pro5] Contrarresta esa circunstancia propicia y estorba nuestra venir de México, le reportan un prestigio permanente. Ambos persistente labor de difusión, que nos ha permitido introducir esfuerzos editoriales deberían tener entre nosotros una resosólidamente el libro mexicano en países tan importantes desde nancia y un apoyo cada vez mayores. este punto de vista como Colombia, Chile, Argentina y Brasil, un factor adverso: las restricciones en el pago de las divisas que 10] En nuestro viaje hemos podido recoger también, y sería nos corresponden, las limitaciones que implican los cupos y las imperdonable soslayarlo, una parte negativa; se pone de reliedemoras, molestias y reducciones que acarrea el régimen de ve el hecho de que aquí radiquen las principales editoriales que permisos de importación. Sin embargo, estamos convencidos en América se dedican a la piratería. Independientemente de de que estos obstáculos circunstanciales pueden superarse gralos aspectos legales del caso, tal realidad es innegable. (Sin ir cias a una labor unida y tenaz. más lejos, hace poco tiempo lo denunciaba en los periódicos de La Habana el gran novelista Ciro Alegría). Perjudica muy se6] Hasta hora hemos logrado grandes adelantos, pero el progreriamente el buen nombre de México, al crédito moral de nuesso puede ser aún mayor, en beneficio de México, de su industria tra industria editorial en su conjunto. Estimamos que, en este editorial. Podemos abaratar considerablemente el libro mexicasentido, se impone una acción que, al evitar un notorio descréno si se reduce a términos razonables el precio del papel y otros dito, servirá a México. 12 la Gaceta número 412, abril 2005 a a Por una sociología del lector Francisco Romero Este discurso fue pronunciado, en nombre de los escritores argentinos, al inaugurarse en 1955 un nuevo edificio de nuestra filial. Amén de su valor histórico, la disquisición sobre la necesidad de conocer los hábitos de consumo de los lectores mantiene su vigencia En la tarde del 14 de abril de 1955 tuvo lugar en Buenos Aires el acto de inauguración de la nueva sede de la sucursal argentina de nuestra editorial, instalada en el hermoso local adquirido en la calle de Córdoba 2064 y que, por el acierto arquitectónico con que se ha cuidado su instalación, mereció los elogios de los que se congregaron para celebrar el acontecimiento. Más de 300 personas asistieron a la reunión: escritores, profesores universitarios, editores, libreros, funcionarios, integraron la seleccionada concurrencia que permaneció en la casa desde las siete de la tarde hasta la media noche. La reunión cordial fue la iniciación de convocatorias similares que pueden llegar a constituir una manera de acercamiento efectivo entre los intelectuales argentinos y la casa mexicana que allí hemos establecido. El director de la editorial —que se trasladó a Buenos Aires en esa oportunidad— pronunció unas palabras en nombre de la junta de gobierno del Fondo, para ofrecer a los estudiosos argentinos esa nueva expresión del deseo que nos anima de extender y fortalecer los vínculos espirituales que nos acercan a todos los hombres del continente que laboran en menester de cultura. Expresó el anhelo de que esa manifestación de la labor que desde aquí se cumple con proyección universal sirviera para estimular un cambio en la actitud que se observa en el mundo intelectual americano con respecto a la creación de sus propios escritores y estudiosos: actitud de indiferencia para lo propio con reverente preocupación por lo extraño, sin mantener una valoración exacta de cada una de las manifestaciones culturales de nuestros países. Se refirió a la naturaleza y el espíritu de la obra del Fondo señalándola como una expresión exacta de la cultura mexicana de nuestros días y subrayó la trascendencia del momento político que vive la Argentina y otros países americanos reconquistados para la vida en libertad, que puede ser circunstancia de significación muy particular para que pueda cumplirse una gran empresa de acercamiento espiritual entre todos los países del continente. Después de agradecer la presencia del señor embajador de México, del rector de la Universidad de Buenos Aires y de los escritores, universitarios y colegas presentes, cedió la palabra al filósofo Francisco Romero, que en nombre de los escritores argentinos pronunció las siguientes palabras. gún modo tienen que ver con el pensamiento y la cultura, cualquier signo de que la acción del libro se agranda y fortifica. El libro es universal, como lo es el espíritu que él por excelencia encarna; cuanto concierne a los libros, en bien o en mal, alcanza a todos, aunque su repercusión más inmediata se restrinja a quienes declaradamente son sus amigos, a los que de continuo buscan en ellos el saber o la belleza. Pero acudimos además a este festejo como al de un hogar amigo o fraterno, porque el Fondo se convirtió desde sus comienzos en una común empresa iberoamericana, atenta a todas las necesidades de la América nuestra, de todas las maneras posibles por la mediación de la letra impresa; esforzándose en traernos los conocimientos convenientes para nuestro adelanto social y espiritual; reeditando nuestros clásicos; promoviendo y publicando estudios sobre el desarrollo de nuestra civilización; llevando adelante, en los Breviarios, una colección enciclopédica que iguala o supera a las mejores de otros países y que no tiene rival en nuestro idioma. Una indudable voluntad de servicio está patente en la tarea del Fondo, de servicio a los más altos intereses de la vida y de la inteligencia, de servicio a los iberoamericanos. Iberoamérica le será deudora de muchas cosas: de haberle proporcionado instrumentos para la acción eficaz, de haberle ampliado el panorama intelectual, de haber contribuido a que se conozca mejor y a cobrar conciencia de sí. México puede enorgullecerse de haber concebido y puesto en marcha esta institución ejemplar, que cada día parece otear el horizonte para satisfacer una necesidad o adelantarse a ella, para crearla cuando la demanda está en retraso. Y como cifra de su americanismo universal, como síntesis de su mexicanismo que se identifica con la palpitación de la conciencia hispánica y de la mundial, está dando ahora las Obras completas de don Alfonso Reyes, el clásico moderno, maestro en humanismo por la altitud de la creación literaria, la sorprendente abundancia en sa- Esta fecha de inauguración de las nuevas instalaciones del Fondo de Cultura Económica en Buenos Aires, es justo y razonable que se celebre como jubilosa fiesta, porque fiesta es, para todos los que de alnúmero 412, abril 2005 la Gaceta 13 a a beres y la curiosidad total e inexhausta, una curiosidad que es aquí reunidos nos interesa, el tema general del libro. Todos con frecuencia reivindicadora de lo injustamente olvidado y eslos asistentes a este festejo de una editorial somos hombres y pecie de suprema caridad de la inteligencia. Yo resumiría los mujeres de libros; éste es nuestro común denominador. Lo soméritos del Fondo diciendo que es uno de los mejores recursos mos en cuanto autores, editores, impresores, libreros y, muy de que disponemos para acelerar la madurez de ese sentido de especialmente, consumidores de libros, personas que los utiliintegración y de complementación armónica en que se concrezan, los aman y creen en su incomparable función civilizadora. ta acaso el destino de la civilización americana. La devoción de todos por el libro es indiscutible y muchas veTodo bien ha de decirse de los promotores y colaboradores ces la han acreditado con su fervor, con su esfuerzo y aun con de la empresa, porque el acierto ha estado tanto en el planeasu sacrificio. El libro es cosa tan importante, que acaso haya miento y la dirección como en la realización. Tocóle dirigir el llegado el momento de considerarlo como problema total, esFondo en la primera etapa a don Daniel Cosío Villegas, mexito es, en el conjunto de las cuestiones que suscita, y no sólo, cano silencioso y concentrado como lo son muchos de sus aisladamente, desde el punto de vista respectivo del que los escompatriotas, gran amigo con el cual refrendamos definitivacribe, los edita, los distribuye y los adquiere. El escritor, el edimente nuestra amistad aquella tarde en que un gran dolor que tor, el impresor, el librero y el lector componen una figura mócompartíamos, el de la pérdida del inolvidable Henríquez Urevil, una constelación dinámica con vida interna propia, con esña, no le dejó proseguir las palabras que pronunciaba en su repeciales correlaciones, con intercambios e influjos que unas cuerdo; ahora Cosío se ocupa en dotar a México de una interveces son fácilmente perceptibles y otras se esconden a la mipretación histórica digna del tema y del autor. rada y cuesta trabajo ponerlos al descubierto. Todo esto debe Hablar de quien lo dirige en la actualidad apenas me está ser indagado y esclarecido, para la comprensión del complejo permitido, porque no suenan bien los elogios dentro de la fafenómeno en todos sus aspectos y para integrar con esa commilia, y hay una familia espiritual, la que reconoce como padre prensión la de la sociedad contemporánea, dentro de la cual o patriarca a don Alejandro Korn, a la cual Arnaldo Orfila y yo corresponde al libro un puesto y una función excepcionales, y y también otros que están aquí presentes pertenecemos; famidesde luego muy superiores a los de los otros resortes u órgalia ligada desde hace muchos años por la coincidencia en aspinos sociales considerados de primer rango. No creo que ninraciones y en normas, por la veneración al maestro de saber y guno de los lados de este pentágono haya sido examinado sode virtud que fue don Alejandro, y, a la sombra de todo eso, por ciológicamente a fondo, y mucho menos la figura entera. Y entrañables vínculos de afectos que el tiempo, lejos de aflojar, aunque no es la oportunidad para una dilucidación teórica, ha ido robusteciendo. Lo que significan la acción de Cosío y quiero apuntar algo sobre uno de los miembros, el más impordespués de Orfila, en inteligencia, tenacidad y rectitud de intante y el que justifica la existencia de los otros: el lector. tenciones, no necesita ser ponderado, porque salta a la vista. En países de más vieja y organizada cultura, el lector se deja Respecto al segundo, básteme recordar qué honor representa situar e identificar con relativa facilidad; ciertos sectores sociapara nuestro país su papel preponderante en la faena actual del les o profesionales son consumidores habituales de esta o aqueFondo, al cual quedará asociado su nombre como el del motor lla clase de libros. Esto no sucede en nuestros países, por motide un engrandecimiento que no es sólo crecimiento en voluvos que no me detendré a analizar. No sabemos, en medida conmen, sino también en intenciones y perspectivas. siderable por lo menos, quiénes son ni dónde están los lectores, Esta obra ingente no hubiera podido ser cumplida sin una ni, por lo tanto, es previsible de antemano la aceptación de un solidaria conjunción de voluntades y de esfuerzos, en planos libro determinado; ni tampoco, conocida su aceptación inicial, distintos pero con idéntico entusiasmo y generosidad. De lo saber con qué ritmo crecerá o disminuirá posteriormente el inque ocurre en la casa de México no es sino lo que se vislumbra terés por esa obra. Para mí ha sido desde hace años un inquiea la distancia por indicios y ecos, y lo que se comprueba por la tante misterio el del destino de los muchos miles de ejemplares magnitud de los resultados. A la actividad editorial, hemos visde la Crítica de la razón pura que se han impreso en Buenos Aito acompañar de continuo una acción desinteresada y vigilanres, no solamente aparecidos en colecciones filosóficas, sino te proyectada sobre toda la vida intelectambién en ediciones económicas de De una meditada sociología del libro tual hispanoamericana, con una simpatía gran tiraje que se venden hasta en los se podría deducir una política del evidente hacia los hombres, el destaque quioscos de las estaciones ferroviarias. libro en sentido amplio, una acción cuidadoso de los acontecimientos y la Pero éste es sólo un ángulo curioso en provecho de su difusión, sobre preocupación alerta por los problemas. de la cuestión, interesante porque muestodo por la comprensión de este En lo tocante a esta sucursal argentina, tra hasta qué punto el lector es un enigente ubicuo y escurridizo, en gran nos consta a muchos cómo las personas ma. El asunto de fondo es otro. La inviparte escondido y anónimo, actual y congregadas en ella, en parte más por tación al libro en gran escala se realiza potencial, que es el lector vocación que por oficio, se han compemediante la propaganda, y la propagannetrado con las elevadas miras del Fonda del libro es diferente en su alcance a do, han sobrellevado con fortaleza los tiempos difíciles y han la de cualquier otro producto humano. La propaganda se diricontribuido a connaturalizar la institución en el país. Rasgo ge al lector actual, al habitual consumidor de libros; suscita en grato y digno de ser destacado es que hayan sido dos entusiasél el deseo de adquirir cierto libro, pero no crea la costumbre tas mujeres las que sucesivamente hayan asumido, con tan sede adquirir y leer libros en quienes no la tienen ya. De una meñalado éxito, la responsabilidad de su gobierno, después de ser ditada sociología del libro se podría deducir una política del lipromovido Orfila al de la central mexicana. bro en sentido amplio, una acción en provecho de su difusión, Y ahora séame permitido exponer, con la brevedad que la sobre todo por la comprensión de este ente ubicuo y escurridiocasión aconseja, algunas ideas sobre un tema que a todos los zo, en gran parte escondido y anónimo, actual y potencial, que 14 la Gaceta número 412, abril 2005 a es el lector. El lector, en sentido propio, es una categoría humana moderna; nace con el nacimiento de la imprenta, y de su actitud peculiar, de su diálogo solitario y autónomo con los contenidos librescos, recibe de la edad moderna, época individualista y crítica, algunos de sus caracteres más influyentes y singulares. Y lo prueba, de rechazo, que los más típicos movimientos modernos reconozcan como comienzo uno o varios libros inspiradores. Pero aquí debemos distinguir entre “el libro” y “los libros”, porque el libro verdadero no es el que se levanta solitario y como queriendo suprimir todos los demás, sino el libro entre los libros, la plural democracia de los libros diferentes. El libro único carece de las específicas virtudes librescas; se erige en dogma, y en adelante no se lo lee sino que se lo acata, o si se lo lee no es con la disposición de ánimo del libre lector sino con la del convencido secuaz. Sólo ante los libros múltiples, acordes entre sí o diversos o contradictorios, ejerce el lector su actividad específica, la postura independiente del hombre que lee, aprecia, compara y juzga, y así enriquece su espíritu y crece en libertad; porque el libro ha sido, es y será uno de los mayores estímulos para la libertad humana. El lector que procuraría definir la sociología del libro no debe ser únicamente el lector actual, el que ahora busca, adquiere y lee libros. En todo hombre, por serlo, hay una posibilidad de lector que debe ser actualizada para que se comporte como miembro de una sociedad fundada en la autonomía individual. La política del libro a la que yo me refería hace un instante, derivada de una sociología del libro, ha de iniciarse con una pedagogía que eduque al hombre como lector; que, por una apropiada mayéutica, saque a la luz el lector soterrado en cada hombre. El asunto es demasiado vasto y trascendental para que lo aborde en la ocasión presente. Como escritor, aprovecho la oportunidad para agradecer al Fondo su solicitud hacia los escritores, y como lector, los muchos excelentes libros que ha puesto a nuestro alcance. Que su obra prospere para bien de todos, y que pronto nos reunamos alrededor de Orfila y de quienes aquí lo secundan, para celebrar un nuevo engrandecimiento de esta sucursal argentina. a Carta de Argentina Ramón Alcalde Para redondear el panorama argentino sobre la época en que Orfila dirigió la casa, rescatamos también de nuestro pasado esta epístola en que se da cuenta de la situación de las revistas bonaerenses a mediados de los años cincuenta del siglo pasado. Publicada en octubre de 1955, revela la siempre dificultosa vida de la creación y la crítica literarias, con sus recelos y manidas posturas “revolucionarias” Esta carta ha llegado por correo marítimo y, por ello, retrasada. El panorama cultural de Argentina ha sufrido un cambio profundo después de la caída de la dictadura. De todos modos la publicamos como antecedente de alguna próxima que podrá darnos un cuadro más exacto de la realidad cultural de este momento. Señor director de La Gaceta: Quiere usted que le cuente qué pasa en la literatura y en la cultura argentina, vistas las cosas desde Buenos Aires, qué hacen número 412, abril 2005 los veteranos y qué gente nueva despunta, si entre los jóvenes y los otros hay continuidad en los problemas o brechas, si la esperable discontinuidad se da polémicamente o por caminos independientes. No sé si soy un buen testigo. Estoy un poco metido en el baile, y una objetividad forzada no le interesará a usted. Por lo demás, la cultura argentina, por obra de las circunstancias políticas, tiende cada vez más a organizarse subterránea y celularmente, y la incomunicación hace que muchas veces uno no vea lo que tiene a su lado. En peñas a la madrileña, en collèges a la francesa o en simposios a la norteamericana no se puede pensar aquí por el momento. Cada uno en su agujero y con sus tres amigos íntimos. Entretanto se han ido perdiendo hasta los supuestos mínimos comunes que permiten el diálogo y la contradicción. ¿Lo veo todo muy negro? Creo que no. Pero esta moratoria intelectual y cultural forzada puede desaparecer en cualquier momento, junto con las causas que la originaron. Creo que entonces saldrán a la luz corrientes de transformación muy profundas que se están gestando actualmente y que la cultura argentina puede tomar un cariz totalmente distinto al que tela Gaceta 15 a a nía antes de 1945. Dejando las profecías: para responder a lo toria de la cultura. Pero son muchos los que lamentan su exque usted quiere, necesitaría no una sino varias cartas, sobre cesiva especialización y el corte erudito de sus artículos. Hay todo si han de ser breves. Empezaré por contarle algo sobre lo en esto, a mi juicio (y recuerde que soy parte), un equívoco, que podría llamarse la organización social de la cultura y usted interesante por lo mucho que revela acerca del estado de ániverá si le sirve. mo dominante entre nosotros. A nadie se le ocurre reprocharAntes de 1945 esta organización estaba a cargo principalle a la Revista de Historia de América el ser erudita y especialimente de tres organismos distintos: las universidades oficiales, zada: si la especialidad no interesa, no se la compra y asunto las agrupaciones culturales privadas y las revistas. Actualmenterminado. Pero en el caso de Imago Mundi son muchos los te, en lo que a humanidades se refiere, las universidades oficiaque deploran que sea especializada, como si por serlo les privales no cuentan en absoluto, si no es para frustrar las vocaciones se de algo. Y es que nuestros lectores esperan ansiosamente posibles. El éxodo y/o la separación de nuestros equipos de firevistas del tipo de Cuadernos Americanos (de inmenso prestilósofos, lingüistas, historiadores de la literatura y sociólogos, gio entre nuestros jóvenes, que la comprarían mucho más si con sus grupos de discípulos formados o en trance de formarno fuera tan cara), Temps Modernes o Esprit, donde se den se, y la desintegración de los institutos, ha dejado un hueco que orientaciones sobre los problemas que viven y sienten sin sano pudo ser llenado. Estúpidos nacionalismos o arribismos han ber expresarlos. Por la misma razón Humanismo ha sido reciimpedido que se contrataran profesores extranjeros, lo que pobida aquí con entusiasmo. dría haber remediado las faltas. En ciencias fisicomatemáticas No es que falten por completo las revistas que tratan de y naturales entiendo que se sigue trabajando con resultados orientar sobre los problemas sociales, económicos y políticos buenos en sí mismos, pero muy deficientes si se piensa en lo en función de los problemas culturales, Liberalis y Capricornio que podría hacerse si nuestras facultades contaran con el mateson las más importantes. Pero Liberalis (me duele tener que derial y los medios adecuados. Una importante excepción —me cirlo) no puede responder a lo que nuestras generaciones posdicen— es la Comisión de la Energía Atómica, donde se han liberales esperan, y Capricornio carece de un equipo permanenconcentrado buenos equipos de jóvenes matemáticos, físicos y te y muestra una orientación vacilante. químicos, que reciben estímulo para la investigación y tienen Contorno es una revista de gente muy joven. Han aparecido materiales adecuados y abundantes recursos. Lo mismo parece solamente cinco números, muy espaciados y con grandes difique sucede en los laboratorios de algunas grandes compañías cultades económicas y de todo tipo. Se subtituló “Revista Deindustriales privadas o semiprivadas. nuncialista” y esto hizo que muchos la mirasen con prevención. Desde la clausura forzosa del Colegio Libre, las universidaUn lenguaje violento; llamó a cosas y personas por sus nomdes populares y algunas otras asociaciones semejantes, la actibres. Pero lo de “denuncialismo” es sólo la parte negativa de su vidad cultural no oficial ha quedado a cargo de los institutos actitud. Lo que realmente buscan es limpiar un poco la marasostenidos o patrocinados por las embajadas extranjeras, donña de nuestra literatura y de nuestra cultura para encontrar en de algunos profesores de la universidad dictan periódicamente ella una tradición y un presente que realmente les satisfaga. Me cursos. Las clases regulares están a cargo de los profesores exparece prematuro hablar de ellos. tranjeros contratados por los respectivos servicios culturales. En una línea literaria puramente y bastante estetizante esPero esta actividad es casi marginal y deja indiferente a la gran tá Letra y Línea, publicada por un grupo que se denomina a sí mayoría de la gente joven. mismo superrealista. Causaron bastante La cultura argentina, por obra Las revistas son, pues, el único factor escándalo con sus primeros números, de las circunstancias políticas, de organización de la actividad cultural. pues zamarrearon a algunos de nuestros tiende cada vez más a organizarse Sur sigue apareciendo en su línea tradiprohombres literarios. Borges en persosubterránea y celularmente, y la cional bien conocida y prolonga su acna, asistido por Bioy Casares y bajo el incomunicación hace que muchas ción editando autores extranjeros poco seudónimo H. Bustos Domecq, les tomó veces uno no vea lo que tiene comerciales o que no “han llegado” a el pelo desde Buenos Aires Literaria en a su lado. Las revistas son nuestro medio. En esta labor, aunque pofebrero del año pasado. Osiris Troiani, el único factor de organización drían hacérseles algunas críticas, Victoria en cambio, los tomó en serio y con mude la actividad cultural Ocampo y Guillermo de Torre son benecha altura les hizo ver lo que a su juicio méritos. Pero Sur ha renovado muy poco (que comparto) hay de trasnochado y sus redactores estables. Tenga usted en cuenta que está por gesticulante en su actitud. Pero la polémica no ha terminado, cumplir los treinta años, edad más que honesta para que una reporque uno de ellos, Pellegrini, le respondió y Troiani ha vista literaria vaya pensando en la eutanasia, si no renueva convuelto a la carga en el último número de Contorno, aunque adsiderablemente su plana. Muchas de las polémicas que actualvirtiendo que para él la conversación se ha vuelto un “diálogo mente hierven entre nosotros se polarizan precisamente en torde sordos”. no a la “generación” de Sur, como le contaré en otra ocasión. No sé si lo que he escrito puede servirle de algo. Si le pareCursos y Conferencias, la revista del Colegio Libre, no intece que puede interesarle, le escribiría otra carta sobre el conrrumpió su aparición al producirse el cierre del colegio. La diflicto de generaciones, polarizado casi fundamentalmente en rige ahora el infatigable don Roberto Giusti (uno de los casos torno a dos arquetipos, Borges y Mallea, y en el plano de las más emocionantes de juventud espiritual y de fidelidad a sí ideas en torno a don Ezequiel Martínez Estrada, sobre el que mismo que conozco), quien se esfuerza en mantener el rescolaparece un artículo por mes en las revistas de la Capital y el Indo a espera de tiempos mejores. Claro está que no le es fácil. terior. En estas “revisiones” es donde se pueden descubrir las Imago Mundi ha cumplido dos años. Creo que se va afirlíneas de lo que considero un cambio profundo de actitud en mando y ciñéndose cada vez más a su campo específico, la hisnuestra cultura. Quedo a sus órdenes. 16 la Gaceta número 412, abril 2005 a a La economía argentina, según el autor Aldo Ferrer No es frecuente que un libro en español rebase la barrera de los cien mil ejemplares vendidos. Y menos si la obra es de economía. Porque el de Aldo Ferrer superó esa barrera, le pedimos una rememoración de cómo se produjo un texto con el que generaciones enteras han aprendido las tribulaciones económicas del país. Festejamos con esos lectores, y con el propio Ferrer, la madurez de un clásico Permítanme algunos recuerdos personales, antecedentes del libro sobre cuya preparación el editor me solicita un comentario. Comencé la elaboración de La economía argentina poco después de concluir mi gestión, en 1960, como ministro de Economía y Hacienda de la provincia de Buenos Aires. Para ese entonces tenía alguna experiencia política y, en el plano intelectual, mi formación en la Universidad de Buenos Aires, el desempeño de la cátedra en la misma universidad y obra escrita consistente en mi tesis doctoral El estado y el desarrollo económico (Raigal, Buenos Aires, 1956) y varios artículos publicados en El Trimestre Económico, de los cuales el primero apareció en 1950, bajo el título “Los centros cíclicos y la periferia latinoamericana”. Al promediar mi formación universitaria, en 1947, fui alumno de la cátedra y seminario que dictaba Raúl Prebisch en la Facultad de Ciencias Económicas de la uba. Tuve entonces la primera aproximación a las ideas que luego Prebisch desplegaría desde la cepal. A principios de 1950, poco después de terminar mis estudios, me incorporé a la Secretaría General de las Naciones en Nueva York. En la onu se estaban gestando entonces las nuevas visiones del desarrollo a través de las contribuciones del mismo Prebisch y Hans Singer y, respecto del orden económico mundial emergente, de Michael Kalecki. Esos nombres alcanzan para calificar el nivel de reflexión económica que en ese entonces tenía lugar en el seno de la Secretaria General de la onu. En los tres años que permanecí en Nueva York estuve así en contacto con las nuevas teorías del desarrollo y establecí las primeras amistades con economistas latinoamericanos, como Horacio Flores de la Peña. Entre tanto, pasé unos días en México invitado por el jefe de la oficina de enlace de cepal en Nueva York, el ingeniero Manuel Mesa Andraca. En la ocasión, conocí a Víctor Urquidi, director de El Trimestre Económico, que sería desde entonces un querido amigo, con el cual, años más tarde, compartimos la creación del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso). Los economistas de la cepal viajaban con alguna frecuencia a la sede de la onu. En una de esas oportunidades conocí a Juan Noyola Vázquez y Celso Furtado. Con este último establecí una amistad y afinidad número 412, abril 2005 de ideas que mantuvimos hasta el final de sus días. Años después, su libro La formación económica del Brasil fue el disparador de la idea de escribir un texto sobre la economía argentina, con un abordaje inspirado en el de Furtado respecto de su país. Cuando comencé la redacción del libro, estaba de regreso en Buenos Aires Sergio Bagú, el historiador argentino investigador del período colonial, a quien conocía desde mi estancia en Nueva York. Las conversaciones con Bagú fueron valiosas y por allí empezó el relato, en una trayectoria dividida en etapas. En cada una de ellas convergen acontecimientos del orden mundial y transformaciones al interior de la sociedad argentina, que configuran períodos históricos claramente diferenciados. En la primera edición de 1963, esas etapas fueron la de “las economías regionales de subsistencia” (desde la conquista hasta finales del siglo xviii), un “período de transición” que concluye hacia mediados del xix y que es previo a la inserción masiva de la Argentina en el orden mundial de la revolución industrial, bajo el liderazgo de Gran Bretaña. Este período, que denomino “la economía primario-exportadora”, se colapsa con la crisis mundial de la década de los treinta. El período posterior, fundado en la industrialización sustitutiva de importaciones, lo definí entonces como “la economía industrial no integrada”, que destacaba la que me parecía la mayor vulnerabilidad de la estructura productiva formada después del cierre de la etapa anterior. Concluí la redacción de la obra a fines de 1962 en Washington, dc, en donde me desempeñaba en el Banco Interamericano de Desarrollo. El original lo envíe a Arnaldo Orfila Reynal, el célebre editor argentino, director general entonces del Fondo de Cultura Económica de México. Tiempo antes lo había visitado en sus oficinas, hablamos de las cosas de nuestro país y le anticipé la preparación de la obra. El libro le gustó y su primera edición apareció en México, a principios de 1963. Esa edición fue objeto de siete reimpresiones y fue traducida al inglés por la California University Press y al japonés por la Universidad de Nansan. El libro siguió vigente, sostenido por su la Gaceta 17 a a carácter de texto sobre economía argentina en diversas instituciones de enseñanza. Desde su primera versión, el libro fue una reflexión sobre la formación histórica de la economía argentina, en el contexto de la economía mundial, inspirada en la visión estructuralista y desarrollista forjada por los mejores economistas latinoamericanos al promediar el siglo xx. Culminaba así con propuestas normativas acerca del curso deseable para que la economía argentina alcanzara el estatus de economía industrial avanzada. Desde entonces hasta la segunda edición de 1973, pasaron muchas cosas en la Argentina y el mundo y en mi propia trayectoria académica ríodos claramente diferenciados. Con más precisión que en las y política. Entre otras actividades, me desempeñé entre 1970 y ediciones anteriores, en la tercera refiero la evolución de la eco1971 como ministro de Obras y Servicios Públicos del gobiernomía argentina a las etapas de la globalización. no federal y, enseguida, como ministro de Economía y TrabaRespecto del desarrollo comparado, incorporé el concepto jo. El país seguía todavía transitando la fase que, en la edición densidad nacional, que abarca el conjunto de circunstancias que de 1973, denominé “la economía semi industrial dependiente”, determinan la capacidad de una sociedad de movilizar el potenpara caracterizar la vulnerabilidad externa de la estructura procial económico disponible y de establecer relaciones con el resductiva. Pero se avecinaban tiempos de tormenta y violentos, to del mundo compatibles con su desarrollo nacional. Incluye que desgarrarían a la sociedad argentina. El libro conservó su variables críticas como cohesión social, calidad de los liderazvigencia y de esta edición se realizaron treinta reimpresiones, gos, estabilidad institucional, pensamiento crítico y, finalmente, con una tirada total de la obra de más de cien mil ejemplares, políticas que aseguren los equilibrios macroeconómicos y la poco frecuente, según me dicen, para una obra de economía. puesta en marcha de los procesos de acumulación de capital, La tercera edición del 2004, tres décadas posterior a la setecnología y gestión, inherentes al desarrollo económico. gunda, abarca un período trágico de la historia argentina y el De este modo, encuentro que las frustraciones argentinas peor en cuanto al comportamiento de la economía nacional. El están íntimamente asociadas a las insuficiencias de la densidad año 1976 marca un punto de clivaje y cierra la etapa inauguranacional, que no es lo mismo que la identidad nacional. Es precida en 1930 y que ahora denomino “la industrialización inconso diferenciar ambos conceptos. La identidad nacional se refieclusa”. El golpe de estado de aquel año, en un escenario de viore, esencialmente, a la cultura. Una sociedad de baja densidad lencia inicialmente desatado por grupos armados pretendidanacional, por la insuficiencia de las condiciones endógenas nemente revolucionarios, enfrentó el desafío violando todas las cesarias al desarrollo, puede, sin embargo, crear valores cultunormas de una sociedad organizada. rales de reconocimiento universal. La Argentina y América LaEl derrumbe de las instituciones y la violencia ilegítima destina proporcionan ejemplos notorios en tal sentido. de el estado fueron acompañados por la La cultura expresa la creatividad de la Desde su primera versión, mi libro instalación del paradigma neoliberal. El sociedad en buena medida al margen del fue una reflexión sobre la formación mismo recorre las tres décadas y culmisistema de poder y la estratificación sohistórica de la economía argentina, na con la crisis del 2001-2002. Sospecho cial. Abarca así a todo el arco social y se en el contexto de la economía que la dimensión de la crisis y los camenriquece con el aporte de todos. En la mundial, inspirada en la visión bios económicos y políticos subsecuenArgentina, incluye a Eduardo Arolas y a estructuralista y desarrollista forjada tes pueden estar cerrando el período que Jorge Luis Borges, a Victoria Ocampo y por los mejores economistas denomino “la hegemonía neoliberal”. Arturo Jauretche, a José Hernández y latinoamericanos del siglo xx Es posible, si no me engaño y estoy caLuis Federico Leloir y, así, a todos los yendo en una expresión de deseos, que creadores de la música, la literatura, la estemos en las vísperas de una nueva etapa, de destino aún inciencia y las múltiples expresiones del ingenio humano, procesacierto. do en las condiciones propias del espacio vernáculo. Esta tercera edición, que será traducida al portugués, recoge En conclusión, la formación de la economía argentina, en el las conclusiones de mi trabajo sobre la historia de la globalizatranscurso de sus diversas etapas es parte de la historia de la ción que fue objeto de dos volúmenes sobre la materia, publicaglobalización inaugurada, a fines del siglo xv, con el descubridos por el Fondo de Cultura Económica. Se trata de Historia de miento del Nuevo Mundo y la apertura de la vía marítima de la globalización: los orígenes del orden económico mundial (1996) e comunicación entre Europa occidental y oriente. Desde la Historia de la globalización: la revolución industrial y el segundo orconquista hasta la actualidad, principios del siglo xxi, la evoluden mundial (2000). En la serie Breves del Fondo publique vación de la sociedad y la economía en el actual territorio argenrios trabajos sobre el mismo tema. Estos estudios me ilustraron tino bajo el dominio colonial y, luego, como nación indepensobre el desarrollo comparado de diversos países y la existencia, diente, es el resultado del contrapunto entre su densidad naciotambién en la formación del orden económico mundial, de penal y el contexto mundial. 18 la Gaceta número 412, abril 2005 a a ¿Cómo leer a Leo Strauss? Claudia Hilb Está por aparecer en la filial argentina La filosofía política de Hobbes, de Leo Strauss, así como el muy ilustrativo texto de Claudia Hilb sobre el pensador alemán. De ¿Cómo leer a Leo Strauss? hemos tomado este fragmento en el que se presentan tres ejes fundamentales del pensamiento político del autor de Qué es filosofía política I concluded in other words that we must learn to consider seriously, i.e. detachedly, the possibility that Swift was right when he compared the modern world to Lilliput and the ancient world to Brobdingnag. Leo Strauss, prefacio a la edición estadounidense de The Political Philosophy of Hobbes Quienquiera que haya alguna vez, aunque sea lateralmente, incursionado en la lectura straussiana de los pensadores modernos tal vez haya sido ganado en primera instancia por la misma perplejidad que experimenté yo en mi primer contacto con Leo Strauss. Me encontré por primera vez con el nombre de Strauss hacia 1982 o 1983, a través de los textos y los seminarios de Claude Lefort. Mi admiración por Lefort, quien se refería a Strauss a la vez con enorme respeto pero también con lejanía, me llevó a procurarme no sin dificultad una fotocopia de la edición en francés de Natural Right and History, fechada en 1954, agotada y sin reeditar para aquella época. Lo leí casi todo y entendí muy poco; ni siquiera, creo, comprendí por qué no lo entendía. Sin amilanarme me procuré Persecution and the Art of Writing, que por momentos creí entender algo más, y de manera asistemática y parcial, siempre en traducción francesa, leí también On Tyranny y The City and Man que nuevamente me resultaron completamente herméticos. Cuando años después, en una librería de la ciudad de Córdoba hallé un ejemplar en castellano de Qué es filosofía política tuve la sensación de reennúmero 412, abril 2005 contrarme tras largo tiempo con un viejo conocido. Ese ejemplar que conservo con particular cariño, ya bastante maltrecho, debe ser uno de los pocos de la vieja edición de Guadarrama en circulación en nuestro país. En 1996, con un grupo de jóvenes colegas y becarios de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, nos propusimos organizar un seminario destinado a leer de manera sistemática Natural Right and History. Creo que nunca superamos el capítulo dos, pero sé también que fue entonces cuando empecé a vislumbrar qué era lo que hasta entonces había obturado mi comprensión de la obra de Strauss: en el curso de aquellas discusiones descubrí que, para comprender a Strauss, había que proceder de la manera en que el propio Strauss indica que debemos proceder respecto de Spinoza —si rechazamos a limine la creencia de Spinoza de que su sistema es el sistema verdadero, subraya Strauss en How to Study Spinoza’s Theological Political Treatise, nunca podremos comprenderlo porque careceremos del incentivo necesario para procurar entenderlo adecuadamente. En una palabra, entendí que para comprender a Strauss debía partir de la base de que Strauss podía tener razón. ¿Respecto de qué era preciso estar dispuesto a pensar que Strauss podía tener razón? Esencialmente, para entender a Strauss era preciso estar dispuesto a atribuir validez a una mirada que se inclinara críticamente sobre el pensamiento moderno desde una óptica que no diera por adquiridas las premisas mismas del pensamiento moderno. Esto es, era preciso estar dispuesto a hacer el esfuerzo de no tomar por evidentes los presupuestos sobre los que se asienta la modernidad; sólo así estaría uno en condiciones de tomar en serio la afirmación straussiana de la posibilidad —y la necesidad— de reabrir la querella entre antiguos y modernos. En una palabra, entonces, para entender a Strauss era preciso darle la posibilidad de que, como lo indica la afirmación que cierra el prefacio de 1962 a la traducción en inglés de su libro sobre Spinoza, el retorno al pensamiento premoderno fuera posible. Leo Strauss y el pensamiento político moderno Sin lugar a dudas, la obra de Strauss puede ser abordada de manera fructífera a través del eje de su confrontación con el pensamiento político moderno. Su mirada descentrada respecto de la modernidad —su anclaje en el pensamiento antimoderno, o premoderno, su desnaturalización de las premisas sobre las que se asienta el pensamiento moderno— es a mi entender la clave de la riqueza extraordinaria que, pese a su carácter muchas veces controvertible, posee su lectura de los autores modernos: porque Strauss los mira desde donde no los ha mirado nadie, la obra de los clásicos de la modernidad nos ofrece sentidos que nadie antes había descubierto. Si bien por motivos que serán explicitados más adelante esta obra no se ha propuesto abordar de manera frontal el eje de la Auseinandersetzung de Strauss con el pensamiento moderno, he creído de todos modos oportuno exhibir en esta introducción, aunque sea de manera sintética, ciertos elementos centrales que se articulan en torno de dicho eje a fin de facilitar al lector poco familiarizado con Strauss el ingreso en el arduo universo del pensamiento straussiano. La oposición de Strauss al pensamiento político moderno puede ser leída a través de la conjunción de tres tipos de diferencias estrechamente entrelazadas entre sí: diferencia respecto de la comprensión del hombre, diferencia respecto de la comprensión del conocimiento, diferencia respecto de la comprensión de la política. Ninguna de estas diferencias puede ser cabalmente comprendida si no es en relación con las otras dos. La presentación que de ellas se realiza a continuación es necesariamente esquemática y no toma en cuenta la manera en que, en la lectura de Strauss, los distintos pensadores políticos modernos, aun en sus semejanzas, representan respuesla Gaceta 19 a tas diferentes respecto a cada una de estas confrontaciones. Esto último será tratado en el cuerpo de la obra. La diferencia respecto de la comprensión del hombre La comprensión moderna del hombre está anclada, sostiene Strauss a través de toda su obra, en el divorcio de la comprensión de los fines del hombre respecto de la comprensión de los fines de la naturaleza, y en la concomitante colocación del hombre como centro del universo; para el pensamiento moderno la naturaleza y los fines del hombre ya no son comprendidos en relación con la naturaleza y los fines de un Todo que lo trasciende. El humanismo moderno —el pensamiento con centro en el hombre— es indisociable de la ruptura con una concepción teleológica del universo. El igualitarismo moderno debe ser comprendido a la luz de esta ruptura: al disociarse la naturaleza y los fines del hombre de su inscripción en un Todo que lo trasciende se destituye la posibilidad de reconocer en las diferencias entre los hombres una jerarquía ordenada según su perfección, es decir, según su mayor o menor correspondencia con su finalidad natural determinada por un estándar que trasciende al hombre. De ello se derivan dos consecuencias distintas pero a la vez, nuevamente, estrechamente relacionadas: por un lado, la desestimación de toda diferencia entre los hombres en términos de una mayor o menor perfección y su comprensión en términos de una manifestación de simples preferencias no susceptibles de valoración desigual. Por otro, la interpretación de las diferencias entre los hombres a partir de una jerarquización ya no de los fines, que no pueden ser ordenados según su mayor o menor valor, sino del modo en que la acción de elegir, de decidir ella misma, es llevada a cabo de manera más o menos determinada, seria, genuina. El pensamiento moderno niega que podamos poseer un saber último respecto de los principios últimos de nuestras elecciones: éstas no tienen otro soporte que nuestras preferencias arbitrarias —individuales, culturales, epocales—. La consecuencia que el liberalismo moderno, hijo legítimo del igualitarismo de la ilustración, extrae de esta afirmación, entiende Strauss, es la promoción de la tolerancia de todas las preferencias: para 20 la Gaceta a ser consistente con su rechazo de todo estándar, la tolerancia debe abarcar incluso la tolerancia de la intolerancia. El respeto del cultivo indiscriminado de la individualidad lleva a constituir a la tolerancia en un valor más, sin mayor legitimidad que la intolerancia: la igualación de todos los valores, incluidos la tolerancia y la intolerancia, en nombre de la afirmación del individuo, es la consecuencia necesaria de un humanismo moderno consecuente. teología ridiculizándola, y cuando ha creído refutar a la filosofía clásica sólo la ha emprendido contra una comprensión errónea de la misma. Para Strauss, la vitalidad del pensamiento occidental premoderno reside precisamente en la imposibilidad de la filosofía por refutar a la teología, y en la no menor imposibilidad de la teología por refutar a la filosofía. El pensamiento moderno cree haber logrado superar a ambas, pero un examen desprejuiciado de sus pretensiones habrá La diferencia respecto de la comprensión del conocimiento de revelar que esa supuesta superación se reduce a la afirmación dogmática de su imposibilidad. El dogmatismo de la filosofía moderna que se expresa en la negación —dogmática— de una naturaleza teleológica y en la afirmación de un hombre enfrentado a una naturaleza hostil tiene por primer corolario la disociación del conocimiento de los fines del hombre del conocimiento de la naturaleza y la transformación de la búsqueda clásica del conocimiento —el conocimiento del Todo, el conocimiento de los fines— en epistemología y metodología. La ciencia moderna de la naturaleza es según Strauss en sus inicios la heredera —la hija dilecta, y no la madre— de esta transformación en la comprensión de la relación entre hombre y naturaleza; con el desarrollo de la ciencia natural no teleológica en la brecha abierta por la disociación de los fines del hombre y los fines de la naturaleza el conocimiento de los fines cederá el lugar al conocimiento de los mecanismos, el conocimiento del La concepción moderna del hombre, la negación de su inscripción en una naturaleza que lo trasciende, está afirmada dogmáticamente por el pensamiento moderno: éste es un segundo eje que, en estrecha consonancia con lo expuesto más arriba, recorre la obra de Leo Strauss. La reapertura, por parte de Strauss, de la querella entre antiguos y modernos está sostenida de manera permanente sobre la afirmación de que la concepción moderna del hombre, lejos de estar sostenida sobre la refutación de las pretensiones de la teología o la teleología clásicas, está asentada sobre su rechazo dogmático. Como lo veremos de manera sostenida a lo largo de nuestro trabajo, éste es un eje permanente de la discusión que Strauss entabla con los autores clásicos de la teoría política moderna. El pensamiento moderno, no siendo capaz de refutarla, ha querido expulsar a la número 412, abril 2005 a qué dará paso al conocimiento del cómo. La transformación en la comprensión del conocimiento imprimirá a su vez una marca indeleble sobre las modernas ciencias del hombre: divorciadas de la comprensión del Todo de la naturaleza, éstas serán o bien humanistas —orientando sus fines exclusivamente por su comprensión del hombre y no por la ciencia moderna, no teleológica de la naturaleza— o mecánicas —orientadas sobre el modelo de las ciencias naturales—. Este desarrollo en la comprensión del conocimiento, recordamos, ha sido entonces a ojos de Strauss tributario de un presupuesto dogmático: el de una separación infranqueable entre los fines del hombre y la naturaleza. La crítica straussiana tendrá por objeto, entonces, sacar a la luz el carácter dogmático de las premisas sobre las que se apoya el pensamiento moderno. Pero tendrá también la finalidad de restituir lo que es, según Strauss, el carácter más profundo de la filosofía clásica frente a la errónea interpretación que de ella ofrece el pensamiento moderno: para nuestro autor la filosofía clásica, lejos de ser dogmática, es propiamente zetética: no consiste ni en la afirmación dogmática del conocimiento del Todo, ni en su negación igualmente dogmática, sino en la búsqueda de conocimiento del Todo. Es precisamente su carácter no dogmático que la expone a la imposibilidad de refutar las pretensiones de la revelación y que la expone también, como veremos más adelante, a la necesidad de hacerse cargo de la divulgación responsable de su saber. La diferencia respecto de la comprensión de los fines de la política Para el pensamiento moderno, sostiene entonces Strauss, no existe una jerarquía natural entre los hombres. La indagación de los fines de los hombres debe anclarse ya no en una finalidad que los trasciende y los conduce hacia su perfección sino en su naturaleza primera, no en aquello que los distingue unos de otros sino en aquello que los asemeja: en sus pasiones. La preocupación moderna por el orden político estará en consecuencia orientada en función de la realización del orden más capaz ya no de conducir a los hombres a la felicidad entendida como perfección sino a la felicidad entendida en los términos de la reanúmero 412, abril 2005 lización de sus pasiones comunes más poderosas —de lo que los hombres son y no de lo que deben ser. Como habremos de observar reiteradamente a lo largo de los distintos capítulos de esta obra, la reorientación de los fines de la política liga para Strauss de manera indisociable la postulación de la ausencia de jerarquías naturales —el igualitarismo moderno— con la comprensión moderna de la filosofía política. Para la filosofía clásica, entiende Strauss, el fin de la ciudad está ordenado con miras a promover la vida más conforme a la naturaleza de los hombres, esto es, con miras a promover la más alta perfección de los hombres —perfección que trasciende a la polis— pero en conocimiento, a la vez, de que la vida humana sólo es posible en la polis. Sólo algunos pocos hombres pueden alcanzar la más alta felicidad, la que provee la vida contemplativa. Pero aun estos pocos necesitan, para ello, la existencia de la ciudad. La existencia estable de la ciudad exige a la vez que permanezca oculto a los ojos de la gran mayoría su incapacidad de alcanzar la felicidad más elevada. Y exige sobre todo que permanezca oculto a sus ojos aquello que se torna visible para los mejores: que la filosofía no consiste en la contemplación de la Verdad sino en la búsqueda permanente del conocimiento de la Verdad, del conocimiento del Todo. En otras palabras, que la filosofía no está en posesión del estándar último que permite determinar de manera definitiva qué es lo justo, qué es el bien. O más precisamente, que los estándares que la ciudad necesita para vivir, y para vivir bien —los estándares de la moral y la justicia— son aquellos estándares que el filósofo sabe son necesarios para la ciudad, que deben ser afirmados como naturales, pero que no son propiamente conocidos como tales. La filosofía moderna, al eliminar la jerarquía de las formas de vida, elimina también la responsabilidad del filósofo respecto del sostenimiento de la ciudad sobre la base de mentiras nobles. La tarea del filósofo político es identificar en las pasiones de los hombres la pasión fundamental y determinar a partir de allí las vías por las cuales es posible alcanzar la satisfacción de la mayoría. No cabe al filósofo moderno mayor dignidad, ni mayor responsabilidad, que a cualquier otro individuo en el sostenimiento de la ciudad: su contribución, podemos decir, es técnica antes que política. Para la mirada de la filosofía política moderna el fin de la ciudad es la felicidad del mayor número y no la promoción de la más alta perfección de quienes la componen: el filósofo ya no debe justificarse ante el tribunal de la ciudad. Si en algunos pensadores modernos sobrevive la necesidad de la mentira edificante —si no creen a ciegas en la educación popular— esta necesidad está ordenada ahora en función de la mera estabilidad de la ciudad y no ya en función del ordenamiento de la ciudad en aras de la promoción y la protección de la forma de vida más perfecta. La diferencia entre ciudades se torna una diferencia de preferencias, de afectos —los ideales de las sociedades caníbales, afirma nuestro autor, son así tan defendibles como los ideales de sociedades civilizadas—. Pero las consecuencias del relativismo moral para la política son, entiende Strauss, radicales: una vez que hemos tomado conciencia de que los principios de nuestra acción no tienen otro sustento que nuestra preferencia ciega, ya no podremos creer verdaderamente en ellos. Cuanto más cultivemos la razón tanto más nihilistas seremos, y tanto menos podremos mantener nuestra condición de miembros leales de nuestra sociedad. La contracara del nihilismo es el oscurantismo fanático que se aferra a ideales que es incapaz de justificar racionalmente. En una palabra, confrontadas con el relativismo y con la irresponsabilidad moral de la filosofía política moderna, las mentiras nobles de la filosofía clásica proveen, bajo la forma de leyes naturales, las reglas morales a las que la gran mayoría ha de adherir para sostener la paz y la estabilidad de la ciudad. Los filósofos están en posesión de un saber que, en aras de la ciudad pero también en defensa de la vida filosófica, debe permanecer oculto a la gran mayoría: saben, simultáneamente, que la más alta felicidad que ellos experimentan —la que provee la vida dedicada a la contemplación— está fuera del alcance de los más; saben que la ciudad es necesaria para la vida, y para la vida buena; y saben también que, en aras de la estabilidad de la ciudad, deben proveer a las reglas de justicia el carácter indemostrable de estándares naturales. Porque saben también qué es lo que ignoran: saben que el conocimiento del Todo no está a su disposición. la Gaceta 21 a a La razón populista a Ernesto Laclau Hoy es frecuente que la palabra populista se emplee como insulto entre rivales políticos. El populismo es el nuevo anatema, la gran peste de la que deben huir las sociedades, pero no está claro a qué se refieren los líderes sociales cuando enarbolan el concepto que analiza Laclau en la obra de la que hemos tomado este breve fragmento Este libro se interroga centralmente sobre la lógica de formación de las identidades colectivas. Nuestro enfoque parte de una insatisfacción básica con las perspectivas sociológicas que, o bien consideraban al grupo como la unidad básica del análisis social, o bien intentaban trascender esa unidad a través de paradigmas holísticos funcionalistas o estructuralistas. Las lógicas que presuponen estos tipos de funcionamiento social son, de acuerdo con nuestro punto de vista, demasiado simples y uniformes para capturar la variedad de movimientos implicados en la construcción de identidades. Resulta innecesario decir que el individualismo metodológico en cualquiera de sus variantes —incluida la elección racional— no provee tampoco ninguna alternativa al tipo de paradigma que estamos tratando de cuestionar. El camino que hemos intentado seguir para tratar estas cuestiones es doble. Lo primero ha sido dividir la unidad del grupo en unidades menores que hemos denominado demandas: la unidad del grupo es, en nuestra perspectiva, el resultado de una articulación de demandas. Sin embargo, esta articulación no corresponde a una configuración estable y positiva que podríamos considerar como una totalidad unificada: por el contrario, puesto que toda demanda presenta reclamos a un determinado orden establecido, ella está en una relación peculiar con ese orden, que la ubica a la vez dentro y fuera de él. Como ese orden no puede absorber totalmente a la demanda, no consigue constituirse a sí mismo como una totalidad coherente. La demanda requiere, sin embargo, algún tipo de totalización si es que se va a 22 la Gaceta cristalizar en algo que sea inscribible como reclamo dentro del “sistema”. Todos estos movimientos contradictorios y ambiguos implican las diversas formas de articulación entre lógica de la diferencia y lógica de la equivalencia, que discutimos en el capítulo 4. Como explicamos allí, la imposibilidad de fijar la unidad de una formación social en un objeto que sea conceptualmente aprensible conduce a la centralidad de la nominación en la constitución de la unidad de esa formación, en tanto que la necesidad de un cemento social que una los elementos heterogéneos —unidad que no es provista por ninguna lógica articulatoria funcionalista o estructuralista— otorga centralidad al afecto en la constitución social. Freud ya lo había entendido claramente: el lazo social es un lazo libidinal. Nuestro análisis se completa con una expansión de las categorías elaboradas en el capítulo 4 —las lógicas de la diferencia y la equivalencia, los significantes vacíos, la hegemonía— a una gama más amplia de fenómenos políticos; en el capítulo 5 discutimos las nociones de significantes flotantes y de heterogeneidad social, y en el capítulo 6, las de representación y democracia. El referente del “populismo” se vuelve borroso, pues muchos fenómenos, que tradicionalmente no fueron considerados como populistas, en nuestro análisis caen dentro de esta calificación ¿Por qué tratar estos temas en una discusión sobre populismo? La razón es la sospecha, que he tenido durante mucho tiempo, de que en la desestimación del populismo hay mucho más que la relegación de un conjunto periférico de fenómenos a los márgenes de la explicación social. Pienso que lo que está implícito en un rechazo tan desdeñoso es la desestimación de la política tout court y la afirmación de que la gestión de los asuntos comunitarios corresponde a un poder administrativo cuya fuente de legitimidad es un conocimiento apropiado de lo que es la “buena” comunidad. Éste ha sido, durante siglos, el discurso de la “filosofía política”, instituido en primer lugar por Platón. El “populismo” estuvo siempre vinculado a un exceso peligroso, que cuestiona los moldes claros de una comunidad racional. Por lo tanto, nuestra tarea, del modo como la hemos concebido, ha sido aclarar las lógicas específicas inherentes a ese exceso y afirmar que, lejos de corresponder a un fenómeno marginal, están inscriptas en el funcionamiento real de todo espacio comunitario. De este modo mostramos cómo, a lo largo de las discusiones sobre psicología de masas del siglo xix, hubo una progresiva internalización de rasgos característicos de “la multitud” que al comienzo —por ejemplo, en la obra de Hyppolite Taine— eran vistos como un exceso inasimilable, pero que, como demostró Freud en Psicología de las masas y análisis del yo, son inherentes a la formación de toda identidad social. Esto lo desarrollamos en la primera parte del libro. Luego consideramos casos históricos que muestran las condiciones de emergencia de las identidades populares y analizamos las limitaciones en la constitución de las identidades populares. Una consecuencia de nuestra intervención es que el referente del “populismo” se vuelve borroso, pues muchos fenómenos, que tradicionalmente no fueron considerados como populistas, en nuestro análisis caen dentro de esta calificación. Aquí reside una crítica potencial a nuestro enfoque, a la cual sólo podemos responder que el referente del “populismo” siempre ha sido ambiguo y vago en el análisis social. Basta con revisar brevemente la literatura sobre populismo para ver que está plagada de referencias a la vacuidad del concepto y a la imprecisión de sus límites. Nuestro intento no ha sido encontrar el verdadero referente del populismo, sino hacer lo opuesto: mostrar que el populismo no tiene ninguna unidad referencial porque no está atribuido a un fenómeno delimitable, sino a una lógica social cuyos efectos atraviesan una variedad de fenómenos. El populismo es, simplemente, un modo de construir lo político. número 412, abril 2005 a a La comprensión del lenguaje escrito Berta Braslavsky Comienza a circular Enseñar a entender lo que se lee. La alfabetización en la familia y en la escuela, libro que aborda el período de alfabetización temprana, entre el nacimiento y los 8 años de edad, acaso el más importante para que se formen auténticos lectores. En un marco muldisciplinario, Braslavsky sintetiza en la obra de la que tomamos este fragmento los métodos y las estrategias más recientes para facilitar la comprensión de la lectura entre los niños Es necesario que nos ocupemos en particular de la comprensión del lenguaje escrito por dos motivos: primero, para atender a una importante demanda de la educación formal; segundo, porque la investigación científica sobre la comprensión del lenguaje escrito y sus implicaciones educativas es relativamente reciente y poco difundida. Los problemas en la comprensión de la lectura se vinculan al “fracaso escolar”, que aparece objetivado en las cifras de la repetición y de la deserción y tiene su mayor magnitud en el primero y también en el segundo año de la escolaridad primaria. Los alumnos repiten el primer año del nivel primario porque no aprenden a leer y escribir. En las últimas décadas del siglo xx aparecía un dato nuevo y no menos grave: investigaciones realizadas en varios países de América Latina demostraban que un alto porcentaje de alumnos que leían con fluidez al final de cuarto grado no comprendían lo que leían. Otros estudios realizados en los niveles secundario y universitario ponían de manifiesto las dificultades de los estudiantes para comprender los textos que debían estudiar. Así, pues, se hacía evidente que las deficiencias en la comprensión de la lectura, que se inician en el umbral del sistema formal, lo afectan en su totalidad. Investigaciones comparadas que se hicieron en todos los países de occidente en los comienzos del segundo milenio demuestran la extensión de este grave problema en la educación formal. número 412, abril 2005 No se alcanzará la universalidad de los objetivos de la alfabetización avanzada si no se les enseña a los alumnos a comprender lo que leen desde que se inician en la escuela. Y se dificultará el desarrollo cultural de gran parte de la población: la que queda rezagada o excluida de los beneficios de ese gran invento humano de la escritura que se incorpora al desarrollo integral de la persona. El segundo motivo que nos mueve a ocuparnos de la comprensión de la lengua escrita surge de la necesidad de actualizar el conocimiento de este tema que desde hace sólo algunas décadas merece la atención especial de la investigación científica. del texto”.1 Es decir, en el orden mecánico de la producción de letras, sílabas, palabras, para llegar al texto. La buena lectura consistía, finalmente, en llegar a reproducir la voz del escritor a través de la recitación oral del texto, a la que se llegaba memorizando los componentes jerarquizados. El objetivo era la comunicación de la palabra de dios en el texto religioso o la comunicación de la voz del autor en el texto secular. Dominaba la memorización a través del deletreo y, después, de las palabras y textos breves, sobre todo en los países anglosajones, en cuya lengua la relación entre fonema y grafema tiene aún menos correspondencia que en el español. Evolución del concepto de comprensión La comprensión pasiva. Es cierto que ya Comenio (1592-1670) en el siglo xvii habló de la necesidad de asociar el concepto a su representación gráfica para realizar la lectura. Pero, a pesar de las innovaciones aisladas que tienen lugar en algunos países de Europa, recién en la tercera década del siglo xix comienzan a cuestionarse severamente el deletreo y las prácticas no significativas. Se comienza a hablar expresamente de la significación de la palabra y, aún más, de la necesidad de partir de unidades mayores como las oraciones para enseñar a leer, porque la oración es la unidad de expresión del pensamiento, ya que el pensamiento es relación de ideas. Ya no se trata de leer letras y palabras para leer las oraciones, sino de leer oraciones para aprender las palabras. Las palabras o sus fragmentos son excluidos de las definiciones. Se habla del reconocimiento del todo y el todo son las oraciones. En estos primeros reconocimientos de la importancia de la significación “se supone que el significado reside en el mensaje esperando ser interpretado, y De acuerdo con algunas investigaciones, la expresión “comprensión de la lectura” no se usó sino hasta finales del siglo xix. En Argentina hemos encontrado que en las últimas décadas de ese siglo se utilizaban ambiguamente las expresiones “pensar”, “encontrar la idea”, “entender” o “educación mental”, con evidente confusión entre proceso y producto, entre enseñar a leer para desarrollar las “facultades”, en especial “la inteligencia”, o enseñar la “lectura inteligente” para encontrar el significado. Sólo al final del siglo, probablemente por primera vez en El libro del escolar, de Pizzurno, se habla deliberadamente de “comprensión de la lectura”. Ese período de la historia de la pedagogía de la lectura en nuestro joven país fue llamativamente paralelo al de otros países con una historia tan distinta como Francia y Estados Unidos, donde hasta fines del siglo xviii se perpetuaba una concepción sobre el proceso de la lectura —tanto como sobre el proceso de su enseñanza— que básicamente no había cambiado desde el tiempo de su aparición en la antigua Grecia. Se trataba simplemente de “capturar la voz del escritor en la propia memoria en el mismo orden usado por el creador 1 V. Faraone, “Reading, comprehension, instruction in America: 1783-1910”, en J. Fitzgerald, comp., Reading Comprehension Instruction (1783-1987), Newark, International Reading Association, 1990. la Gaceta 23 a a que el mensaje recibido es congruente con el mensaje enviado”.2 Es decir, que el significado se extrae del texto. Se trata ya de la apropiación literal del pensamiento del autor, de un modo receptivo. Por eso se considera que responde al concepto de comprensión pasiva. Nótese, pues, que antes de la comprensión se hablaba de reproducir la voz del autor, y en la primera etapa de la comprensión se habla de reproducir su pensamiento. La comprensión activa. Las definiciones cognitivas del acto de leer acentúan progresivamente la intervención del lector en la construcción del significado: “La comprensión es un proceso en que el lector construye significados interactuando con el texto a través de la combinación de conocimientos y experiencias previas; información disponible en el texto; interacciones o comunicaciones inmediatas, recordadas o anticipadas.”3 Se trata ya de una comprensión activa en el intercambio de ideas que se produce entre el lector y el autor a través de un texto y en la situación determinada por el propósito del lector, es decir, por la intención, por la necesidad de resolver un problema que tiene cuando aborda un texto. El lector puede ir más lejos y construir significados nuevos que superen los significados expresados por el autor. Las teorías transaccionales lo explican de la siguiente manera: “Se presume aquí que el significado reside en la intencionalidad del problema a resolver, los procesos del pensamiento del intérprete durante el intercambio, en que el significado está influido por sus conocimientos y experiencias previas, y el mensaje así construido por el receptor puede o no ser congruente con el mensaje enviado.”4 Presentamos a continuación dos párrafos, respectivamente escritos en los años 1844 y 1982, que pertenecen a dos argentinos ilustres: “La perfección final de la lectura depende del completo desenvolvimiento de la inteligencia del que lee para que pueda comprender el senti2 International Reading Association y National Association for the Education of Young Children, The Literacy Dictionary, Newark, International Reading Association, 1995. 3 Rudell en The Literacy Dictionary, op. cit. 4 The Literacy Dictionary, op. cit. 24 la Gaceta do de las palabras, y por ellas el pensamiento del autor, lo que no se adquiere sino después de un largo ejercicio y de un hábito constante de leer” (D. F. Sarmiento, Informe de fin de año como director de la Escuela Normal de Santiago de Chile). “Escoto Erígena creía que la Biblia es capaz de un número infinito de lecturas, comparables al tornasolado plumaje del pavo real; Dante, en la famosa epístola latina que dirigió a Can Grande della Scala, afirma que La Divina Comedia puede ser leída, como la Escritura, de Tal vez no se puede enseñar “la comprensión”, pero se puede y se debe enseñar estrategias para la comprensión, aunque no como dogmas que se imponen o como recetas que se aplican sin fundamentos, ni tampoco como técnicas aisladas cuatro modos, y que el segundo es el alegórico. El texto de Ezequiel Martínez Estrada es tan rico que es posible, aunque no deseable, que alguien lo lea de ese modo. La iglesia sería la humanidad; la inundación el fin de los tiempos; el padre Demetrio la fe; el médico la ciencia, y así lo demás” (J. L. Borges, prólogo a “La inundación” de Ezequiel Martínez Estrada). Se puede reconocer en cada uno, respectivamente, los momentos —pasivo y activo— de la evolución del concepto de comprensión. Componentes del proceso de comprensión Los componentes del proceso de comprensión son el lector y su relación con el autor, el contexto y el texto. El lector y su relación con el autor. Los lectores construyen el significado y pueden llegar a múltiples sentidos a partir del mismo texto según cuáles sean las características personales de cada uno, aun cuando compartan la misma cultura, las mismas experiencias y los mismos conocimientos. Hay también entre los estudiosos de la historia de la cultura escrita quienes previenen contra la “versatilidad de la interpretación”, particularmente en la obra literaria. Como el autor y el lector no comparten la situación y el producto escrito permanece estable, su contenido es recibido por el lector en tiempos y espacios diferentes, a menudo fuera de la cultura y las voces donde se generó. Los textos cobran vida, de manera innegable, cuando se leen, y si el lector los contextualizara tan sólo en su propio tiempo “la consecuencia extrema sería la ‘muerte’ del autor”.5 Además, el significado puede variar para cada lector según el momento y los propósitos con que lee el mismo texto. El lector puede desear encontrar información, estudiar (averiguar, aclarar conceptos, orientarse, conocer), alegar, argumentar, encontrar placer. Los propósitos responden a intereses propios que generan las necesidades de leer y escribir. El contexto. A diferencia de lo que ocurre en el lenguaje hablado, los interlocutores no comparten la situación (o el escenario) en la escritura; por eso no existe la comunidad de comprensión, lo que dificulta aún más cuanto mayor es la distancia entre culturas, tiempo y espacios. La situación sólo puede ser recreada con la reconstrucción del contexto. Cuando el contexto del escritor no existe o se ha desvanecido con el tiempo, la interpretación del texto exige la recu5 A. Viñao Frago, “Para una historia de la cultura escrita: observaciones y reflexiones”, en Signo. Revista de la Historia de la Cultura Escrita, Alcalá, Universidad de Alcalá de Henares, 1995. número 412, abril 2005 a peración de los contextos iniciales de su producción y esto obliga al “estudio científico, formalizado, que requiere aprendizaje y el recurso de una serie de estrategias”. “La atención o énfasis exclusivos en lo textual constituye, pues, un error. No hay pensamiento libre de contexto flotando en estado puro, abstracto. En este sentido, todo texto es a la vez texto y contexto.”6 El texto. A pesar de esas reservas sobre la importancia del contexto, se destaca que la intervención del lector en la construcción del significado difiere con el tipo de texto. No es lo mismo si se trata de un texto que presenta objetivamente una información que si se trata de un texto científico donde puede haber interpretaciones diferentes de los datos, o de uno literario donde interviene la imaginación del lector. Al tratar las estrategias para promover la comprensión se tendrá especialmente en cuenta el componente texto y se considerarán algunas tipologías privilegiadas para la iniciación. Desde ya se puede adelantar que, en general, una dimensión importante en la comprensión del lector es la forma del texto, según se trate —por ejemplo— de una narración, una poesía, un instructivo, una receta, una carta, un afiche, un reportaje, una entrevista o una solicitud. El tipo de texto, a través de su forma o silueta, genera expectativas que disponen al lector para la comprensión de distintas variedades discursivas. Será distinta su disposición ante la vista de una his6 Viñao Frago, op. cit. torieta, de un telegrama, del diario, de un informe científico, una factura o una biografía. Enseñanza de estrategias Existe un consenso generalizado acerca de que la enseñanza de la lectura comprensiva y de la escritura con significación estuvo muy abandonada o que se ayuda poco a los lectores en cuanto a la comprensión lectora o que hay desilusión con respecto a la enseñanza de la comprensión. El abandono y el escepticismo respondieron, de algún modo, a lo que se entendía por el acto de leer. Antes de la comprensión, sólo se atendía a los actos mecánicos de la lectura y de la escritura y se dejaba de lado o se postergaba la comprensión. Se suponía que era suficiente decodificar y oralizar la escritura para reencontrarse con el lenguaje hablado y comprender a través del mismo. Durante mucho tiempo, cuando prevalecía la comprensión pasiva o literal, se trataba de hacer evidente la comprensión del pensamiento del autor a través de la lectura expresiva. Se ejercitaba la lectura en voz alta, se premiaba la pronunciación correcta y la expresión. Se enseñaba declamación para estimular la expresividad. Cuando se generalizó la lectura silenciosa, y para facilitar la comprensión, se pusieron en práctica algunos procedimientos que se limitaban a comprobar la comprensión a través de preguntas. Éstas, en el mejor de los casos, alentaban la formación de lectores pasivos que trataban de extraer el pensamiento del autor pero no construían significados, es decir, no elaboraban hipótesis alternativas, no encontraban anomalías, no confrontaban ideas, no desarrollaban evaluaciones ni críticas. En la etapa de la comprensión activa o inferencial, algunos han llegado a creer que la comprensión no se puede enseñar, o dudan sobre la posibilidad de enseñarla, porque depende del lector, de la variabilidad de su comprensión individual y porque el mismo lector puede comprender de modo diferente en diversas lecturas. Tal vez no se puede enseñar “la comprensión”, pero se puede y se debe enseñar estrategias para la comprensión, aunque no como dogmas que se imponen o como recetas que se aplican sin fundamentos, ni tampoco como técnicas aisladas. Por el contrario, como corresponde a su profesión, el docente debe enseñar con responsabilidad, consciente de que su intervención es necesaria para hacer posible la construcción que el alumno hace de su conocimiento, hasta que él mismo adquiere la capacidad de autorregular su conducta a través de un aprendizaje consciente para llegar, en este caso, a ser un lector autónomo, activo, creativo y crítico. En rigor, no se debiera considerar separadamente el tema de la enseñanza de la comprensión, ya que la comprensión es la esencia de la lectura: “El maestro que enseña a leer sin hacer comprender y sentir, ara pero no siembra.”7 a 7 P. Pizzurno, El libro del escolar, Buenos Aires, Aquilo Fernández, 1931. El libro más sencillo Francisco Hinojosa La versatilidad de Francisco Hinojosa está fuera de duda: no sólo es un aclamado autor de literatura infantil —La peor señora del mundo es un éxito de ventas pero sobre todo es un texto cautivante— y un narrador con devotos lectores adultos, sino que además promueve la reflexión y las estrategias para producir esa extraña epifanía por la que una persona se convierte en lector autónomo, exigente, gozoso. Presentamos aquí un ensayo sobre la evolución de aquello que podemos considerar un libro fácil de leer número 412, abril 2005 “La primera afición que sentí por los libros —cuenta Michel de Montaigne— me vino del placer de las fábulas de las Metamorfosis de Ovidio. Porque a eso de los siete u ocho años eludía cualquier otro placer con tal de leerlas… Era el libro más sencillo que hubiera conocido, y el más adecuado a mi tierna edad.” El undécimo libro de las Metamorfosis, en la erudita y puntual traducción de Rubén Bonifaz Nuño, sólo por poner un ejemplo, inicia así: la Gaceta 25 a Mientras con carmen tal el tracio vate las selvas y ánimos de fieras y rocas que lo siguen conduce, ved: las nueras de los cicones, los locos pechos cubiertas de ferinos vellones, desde el vértice miran de un túmulo a Orfeo, asociando a percutidos nervios los cármenes. a En 1924, Vasconcelos impulsó la publicación de unas Lecturas clásicas para niños, que abarcaban desde los Vedas y el Ramayana, Las mil y una noches, el Antiguo Testamento y los clásicos griegos, hasta El Cid, el Quijote, Shakespeare, Rabindranath Tagore, La bella durmiente y Pulgarcito. Esta empresa, por supuesto loable en su momento, sigue reeditándose en México, De sobra está decir que un niño de hoy, ya no digamos de siemás como un homenaje a la memoria del filósofo, educador y te u ocho años, sino de catorce o quince, y más aún: de la ya no político Vasconcelos, que como un libro editorialmente comtan tierna edad de los veinte o los veintiuno, interrumpiría la petitivo en el ámbito de la literatura para niños. Una lectura lectura a cada verso para consultar el diccionario (¿“tracio”, actual de esa antología, tanto de los textos originales que ofre“vate”, “cicones”, “ferinos”, “vellones”, ce como de sus adaptaciones, nos permiHoy en día la tarea de un escritor de “túmulo”, “cármenes”?). E incluso, una te ver a la vez la pobreza de oportunidalibros para niños y jóvenes es contar vez resueltas sus dudas léxicas, es probades que los niños mexicanos tenían enhistorias que cautiven y diviertan, ble que el sentido último de lo escrito tonces y la nueva riqueza de la que ahora que inviten a “eludir otros placeres”, por Ovidio se le escape. Y todavía más: disfrutan. sin el requisito de tener que narrar si comprendiera cabalmente el texto es De cualquier manera, ¿en qué parte la historia del mundo casi seguro que se dejaría tentar por mude la atención de uno de nuestros niños chos otros placeres, incluidos los libresde hoy habita el espíritu clásico? ¿Comcos, antes que por su lectura. piten Homero, Virgilio, incluso el fabulista Esopo, con los Ciertamente, me dirán, el niño Montaigne no era cualquier grandes autores modernos? Al lado de escritores como Gianniño. No menos cierto es que hoy en día es difícil encontrarse ni Rodari, Michael Ende, Christine Nöstlinger, Erich Kästcon tipos como él en las bibliotecas, las librerías o las escuelas. ner, Graciela Montes o Ana María Machado, ¿en qué lugar se O más bien habría que pensar que los actuales y escasos jóvenes sitúa la lectura de los clásicos? Según encuestas no tan recienMontaigne que conocemos, interesados en sus mitologías partites, Roald Dahl ha mandado a la segunda división, al menos culares, han adoptado a sus propios ovidios. en el Reino Unido, a los llamados clásicos infantiles: AnderA principios de los años veinte, José Vasconcelos se lamensen, los hermanos Grimm, Selma Lagerlöf, Lewis Carroll, taba en México “de lo escaso que son entre nosotros los liOscar Wilde. bros”. Afirmaba que un “hombre que sólo sepa inglés, que sóCiertamente ahora el castellano tiene una presencia mucho lo sepa francés, pude enterarse de toda la cultura humana; pemayor que la que tenía en la época de Vasconcelos —en la que ro el que sólo sabe español, no puede juzgarse, ya no digo había apenas noventa millones de hispanohablantes—, al menos culto, ni siquiera informado de la literatura y el pensamiento en lo que se refiere a la información básica acerca de “la literadel mundo”. tura y el pensamiento del mundo”. Aunque en nuestros países En ese entonces, los niños mexicanos tenían apenas unos el porcentaje mayor sigue siendo el traducido de otras lenguas, cuantos libros al alcance: El Periquillo Sarniento de Fernández los libros para niños escritos en español aumentan día con día. de Lizardi, los Viajes de Gulliver de Swift, el Robinson de Defoe, ¿Cuál es, entre nuestros jóvenes lectores, al decir de Monun poco de Lope de Vega y otro poco de Calderón de la Bartaigne, “el libro más sencillo que hubiera conocido, y el más ca, Perrault, Andersen y los hermanos Grimm, y un libro hoy adecuado a mi tierna edad”? ¿Cuáles son los ovidios que en esolvidado, Tardes de la granja. Aunque difíciles de conseguir, los te fin de siglo obligan a nuestros niños a eludir otros placeres? clásicos podían leerse, ya fuera en traducciones complicadas o Creo que esos autores existen, y que son muchísimos. Con la bien en adaptaciones demasiado pueriles. La lectura, en ese diferencia de que Ovidio escribió sus Metamorfosis para contarMéxico de principios de siglo, apenas empezaba a ser una preole al mundo la genealogía divina, sin haber imaginado que, sicupación para sus gobernantes. La cultura venía de Francia y glos adelante, un niño francés podría interesarse en su relato. era coto del mundo burgués. Hoy en día la tarea de un escritor de libros para niños y jóvenes es contar historias que cautiven y diviertan, que inviten a “eludir otros placeres”, sin el requisito de tener que narrar la historia del mundo. En otro de sus ensayos, cuando Montaigne habla acerca de su vida adulta como lector, afirma que algunos de nuestros clásicos (Boccaccio y Rabelais, por ejemplo) son autores de “mero entretenimiento”. Y más adelante se pregunta: “¿Añadiré además, por osado o temerario que parezca, que esta alma adormecida no se deja cosquillear por Ariosto, ni siquiera por el buen Ovidio? La espontaneidad y facundia de éste me encantaron en otro tiempo, hoy apenas si me interesan.” 26 la Gaceta número 412, abril 2005 a a A mí me tragó el periodismo Elena Poniatowska Está cocinándose un volumen con todos los cuentos de Elena Poniatowska, sin duda una de las autoras que mejor entra en sintonía con la sensibilidad del lector. Del prólogo hemos tomado aquí los fragmentos en que describe su relación con el periodismo, dos de cuyos géneros, la entrevista y la crónica, ha practicado con originalidad y pericia, al tiempo que le han dado forma a su modo de entender el tiempo y el lugar que le tocaron vivir A lo largo de mi vida siempre he asumido que todo lo que me dicen es verdad. Tampoco adivino la intención del otro. Otra constante es no tomar decisiones. La vida las toma por mí. Llega y se posesiona. Otra constante es el trabajo desde que tengo diecinueve años. El primer año en Excélsior hice trescientas sesenta y cinco entrevistas. La última es el asombro. Me sorprende que hombres y mujeres nunca se parezcan a lo que acaban de hacer. La primera entrevista que me hicieron (la entrevistadora entrevistada) me la hizo Lya Kostakowsky de Cardoza y Aragón en 1957 para el suplemento México en la Cultura. Nunca adiviné que años más tarde cenaría en su casa todos los domingos con Guillermo Haro, gran amigo de ambos. Allí, en Coyoacán, en el callejón del Santísimo, veía a Natasha y a Pablo González Casanova que tomaba a Felipe nuestro segundo hijo en brazos y felicitaba a Guillermo. Guillermo era ferozmente inteligente y ponía a cada quien en su lugar. Yo sabía que me había casado con un genio y lo oía con reverencia a tal grado que me decía: “No me veas con esos ojos de borrego.” […] En la entrevista, Lya Cardoza me pregunta qué me hubiera gustado hacer si no me dedico a las letras y al periodismo y le hablé de mi tendencia a soñar despierta, es decir a no estar en la realidad. “A mí me llama mucho más la atención leer en el periódico, que una niña africana embrujó a sus compañeros de la escuela, y que todos desaparecieron misnúmero 412, abril 2005 teriosamente del salón y los encontraron subidos en los árboles, sentados en ramas que difícilmente podrían sostener el peso de un pájaro. Prefiero eso a cualquier otra cosa, a la Constitución del 57 y al tratado Clayton-Bulwer.” En 1955, en Roma, la tía Carito (Carito Amor de Fournier, la mejor amiga de mi madre y su prima hermana) me dio una saludable regañada: “Muchachita, te vamos a dejar escribir novelas, pero no vivirlas.” Toda la vida he esperado que las soluciones vengan del exterior, que todos los dones caigan del cielo, creo en lo sobrenatural y tengo tendencia a enamorarme de personajes apocalípticos y a vivir sueños que nada tienen que ver con la realidad. Por ejemplo, quise irme a la guerra aunque fuera de soldada rasa bajo las órdenes del capitán Juan Poniatowski que tiene ocho medallas, la Croix de Guerre, la Legión Siempre me acordaré del rostro de educada sorpresa del físico Louis de Broglie cuando le pregunté por sus autores favoritos: “¿La literatura? Pero, señorita, no tengo tiempo para esas cosas” de Honor Militar, Médaille des Évadés, Medalla de África del Norte, Medalla de la Campaña de Italia, la Legion of Merit, el Purple Heart, y me gustaría volver a hacer mi Primera Comunión, dormirme y ya no despertar nunca. Pero en el fondo, no es cierto, menos lo de la Primera Comunión. Me gustaría mirar la vida a través de otros ojos, para ver las cosas, las calles, los rostros, no como yo los veo sino como son en realidad. Que los ojos me enseñaran una puerta y me dijeran: “Mira esta puerta. Es así, de madera, con clavos, pesada, pero además tiene esto y esto que tú no ves.” Yo, claro, puedo imaginar miles de cosas acerca de la puerta. Que hay un chamán detrás convocando espíritus o que allí está María Victoria la que canta Todavía no me muero y “Es que estoy tan enamorada” tratando de meterse en un vestido entalladísimo, que un niño rubio con ojos graves va a abrirla y a salir lenta- mente, que una mujer teje un suéter con una manga, larga, larga, larga… mientras que esos ojos podrían crear un mundo nuevo, no necesariamente literario sino real, con la poesía de la vida de a de veras. Tengo envidia de los niños que todavía no nacen y van a vivir lo que yo no podré ver, ir a la Luna y casarse con marcianas y tener hijos que respiren en el fondo del mar. Siento que tengo una inmensa ventaja sobre los que ya han vivido y no comprendo a los que quisieran haber pasado su juventud en la corte empalagosa de los Luises a la luz de enormes arañas de cristal y en compañía de falsas pastoras empelucadas. También quisiera que mis hijos no fueran literatos sino hombres de ciencia, astrónomos o biólogos y que se pasaran horas mirando algo en un microscopio. Siempre me acordaré del rostro de educada sorpresa del físico Louis de Broglie (pobre y gran entrevistado que a cada rato saco a relucir) cuando le pregunté por sus autores favoritos: “¿La literatura? Pero, señorita, no tengo tiempo para esas cosas.” (Hoy, a los cuarenta y ocho años de la entrevista de Lya me doy cuenta de que he tenido una suerte enorme. Hace cincuenta años soñaba con los marcianos y pude ver a Neil Armstrong pisar la Luna el 21 de julio de 1969 y decirnos que desde allá la Tierra se veía azul. Guillermo Haro y yo, sentados frente a la tele, nos abrazamos.) Una vez le dije a mamá que quería ir a ayudarla con esas viejas todas torcidas (no de maldad sino de enfermedad), con esos hombres borrachos, esos niños que ni comen, ni viven ni nada, pero ella me dijo: “No, a ti no te toca todavía. Haz tus cosas, tu periodismo, haz lo que tienes enfrente, ahora.” Y creo que es cierto. Podemos hacer lo que nos gusta; pero en algún tiempo de la vida nos tocará darnos cuenta de que la miseria de los demás pesa sobre nuestros hombros, habrá que remediarlo, aunque sea en grado mínimo, para no sentir demasiados remordimientos. No creo que la miseria sea un problema de partidos políticos, de comunismo o de organizaciones la Gaceta 27 a a mundiales. Creo que es un problema de conciencia personal que cada ser humano debe resolver. Los hombres dependen estrictamente el uno del otro, directamente el uno del otro. Yo no creo que haya que quitarle el dinero a los ricos, sino hacerle insoportable a cada uno su riqueza, hacer que le dé vergüenza atropellar con la pura insolencia de su cadillac a los niños que pasan por la calle. Eso del periodismo me viene quizá de un complejo. En mi casa todos son altos, menos mi bisabuela rusa, Elena Idaroff, quien vivió en la Casa de los Azulejos, trató pésimo a sus dos maridos y era una chaparrita bonita, voluntariosa pero cabroncita. A mis papás les preocupó que mi hermana menor empezara a crecer más que yo, y me pusieron inyecciones hasta que una radiografía de las muñecas reveló que los huesos ya estaban soldados y no crecería más, 1.57. Todos en la casa eran de 1.78 para arriba. El doctor dijo algo así como de lo bueno poco para consolarlos pero aquel día decidí servir para algo. Sé que todavía no he hecho nada valioso, pero por lo menos amo mi trabajo, me gusta escribir, quiero aprender, leer sí, sí, a Dostoievsky, a Tolstoi, a Proust, a Flaubert, a Stendhal, a Albert Camus y dar un buen palo de ciego, pero de veras bueno. Lo dio Marguerite Yourcenar, pero no fue de ciego. A la que más admiro es a Simone Weil aunque, claro, me preocupa que no haya sonreído nunca. En esa época leía yo a Rilke, SaintExupéry y sobre todo a Katheryn Mansfield, la favorita de mi mamá, de más fácil lectura que Virginia Woolf aunque más tarde habría de deslumbrarme Orlando. (María Luisa Puga, mi amiga del 28 la Gaceta alma, fanática de Virginia Woolf, habría de encandilarme.) Uno de mis libros predilectos sigue siendo el Diario de Marie Baskirtcheff (con quién también se identificaba mi madre) que murió tuberculosa. ¡Ha de ser romántico morir tuberculosa, cubierta de camelias! También Rosario Castellanos enfermó de tuberculosis, murió de un accidente pero a lo mejor de lo que murió fue de amor. Una noche oí hablar a Alfonso Reyes en el Fondo de Cultura Económica, aquella vez que testó a favor de los cachorros para entregarles el legado de su vocación literaria. La sala se llenó de murmullos que querían ser ladridos o rugidos. Don Alfonso apadrinó a Carlos Fuentes. Yo quería correr a abrazar a Reyes pero la tía Pita Amor retuvo mis ímpetus. “No te compares con tu tía de lava, no te compares con tu tía de fuego, Decir bembadas o hacer que los pobres entrevistados las digan fue un poco la característica de mis entrevistas en los cincuenta. Tal vez se me puede decir que abuso del procedimiento de las preguntas tontas, pero yo puedo contestar que hacerlas es el mejor medio de adquirir sabiduría yo soy la reina de la noche, soy la dueña de la tinta americana y tú, una pinche periodista.” Con los autores mexicanos me sucede que no puedo desligar a la persona de la obra, y me encantan frases sueltas de sus libros. Como ésta de Andrés Henestrosa: “…y estoy seguro de que ella lloró todas las lágrimas que ante mí contuvo. Estoy seguro porque yo me siento anclado, igual que una pequeña embarcación a un río de llanto.” Recito como el Avemaría, la primera frase de Pedro Páramo. […] ¿Qué podía salir de una muchachita tan fuera de la realidad como yo? Hice todo por vivir en la vida cotidiana de mi país, México. Hice todo por conocerlo, entrevistarlo, cuestionarlo. Hice todo por forzar mi naturaleza. Compré zapatos de plan quinquenal y empecé a recorrer mi ciudad a pie y en camiones de boletitos de papel de china. Recuerdo que me costó admirar la pintura de Siqueiros, incluso la de Diego Rivera, porque me había quedado en la Anunciación de Simone Martini en la que el Ángel se le presenta a una virgen malhumorienta para advertirle que va a ser la madre de Dios. ¡Ah, cómo me fascina ese cuadro y cómo ansío volver a verlo en la Galería de los Uffizi en Florencia algún día! Me costó también oír la música de Carlos Chávez porque mi gran amor fue la de Francis Poulenc, vecino nuestro en Touraine, quien nos recibió frente a su piano cuando éramos niñas de ocho años y nos dedicó la partitura de un pequeño vals. Además de cursar tres años de primaria en el Windsor School y menos de un año en el Lycée, estudié en un Convento del Sagrado Corazón en Torresdale, un pueblito del estado de Pennsylvania, Estados Unidos, con unas monjas alivianadas que esquiaban y se veían como cuervos con sus hábitos negros sobre la blancura de la nieve. En ese pueblo se levantaba nuestro convento, un manicomio, una cárcel y la estación del tren con un drugstore. Era todo, pero una Hija de María se las arregló para huir con un preso. ¿Cómo le hizo? Nunca he logrado dilucidarlo. Cuando se casó mi hermana a los dieciocho años, mi familia dispuso que fuera a Francia de debutante y les dije que sí pero que quería trabajar en algo. No sabía bien en qué. Mi amiga, María de Lourdes (Maú) Correa tenía un tío director de la sección de Sociales de Excélsior y allí leía yo las entrevistas de Bambi y pensé que podría entrevistar como ella porque mi abuelo André Poniatowski había sido amigo de Debussy, de Paul Valéry, del general Weygand (que dicen era hijo de la emperatriz Carlota) y frecuentaba a Sacha Guitry, a Yvonne Printemps y a muchos más a quienes invitaba a la rue Berton y más tarde a Speranza, su casa en el Midi. número 412, abril 2005 a En Excélsior permanecí un año haciendo un artículo diario y recuerdo especialmente a Carlos Pellicer, a Octavio Paz y a un señor que hacía de Santa Claus afuera de Sears Roebuck rodeado de niños que lo miraban extasiados. “Señor, seguramente usted adora a los niños.” Y Santa Claus me respondió hecho un energúmeno: “Los detesto. ¡Son unos monstruos! Pero hay que ganarse la vida.” También recuerdo a Juan Soriano sobre quien habría de escribir un libro años más tarde. Se me hace muy chispa la cara de caballo de Juan, sus trece tías, su abuelita que al morir se hizo del tamaño de una almendrita e iba de arriba abajo sonando en su cajón de muertos. Decir bembadas o hacer que los pobres entrevistados las digan fue un poco la característica de mis entrevistas en los cincuenta. Tal vez se me puede decir que abuso del procedimiento de las preguntas tontas, pero yo puedo contestar que hacerlas es el mejor medio de adquirir sabiduría. Cuando le pregunté al sabio de Broglie por su flor predilecta, después de mirarme sorprendido, me des- cribió la nebulosa de Andrómeda que va como una rosa desmelenada por el espacio sideral y me habló de los doce pétalos infinitesimales que rodean el centro de la rosa magnética que se abre en el centro de la materia. […] A mí me tragó el periodismo. Nunca lo dejé. Nunca he podido dejarlo. Ojalá y no me haya cortado las alas. Carlos Fuentes exclamaba: “Miren nada más a la Poni, ya se va en su vochito al rastro para ver cómo matan a las reses, mírenla cómo corre a San Juan a preguntar cuál es el precio de los jitomates.” Tenía razón. En un machete, Guillermo Haro vio la siguiente leyenda: “Cuando esta víbora pica no hay remedio en la botica.” Lo mismo sucede con el periodismo. Pica. Muerde. Embruja. Además, como desde niña quería yo ser útil como me lo enseñaron en los scouts, pensé que documentar mi país, contarlo, reflejarlo, pertenecer, era mejor que contar mis estados de ánimo. Sepulté poemas de amor y confesiones. ¡Qué suerte tan grande la mía! Me tocó vivir en un México muy rico. […] Más que conversa, soy fanática de mi ciudad, de mi país, de mi gente, de las Jesusas, la Palancares y la Rodríguez, del Santo, de los llaneros que juegan fut en los campos pelones de la Cuchilla del Tesoro, de los concheros, de las quesadilleras, los cilindreros, sobre todo de uno de ellos que en la noche se mete a dormir en su cilindro. Ningún aprendizaje más valioso que el del Negro Palacio de Lecumberri, la cárcel preventiva del Distrito Federal a la que pude entrar gracias a la bondad del general Carlos Martín del Campo y a la que acudí con frecuencia en el año de 1959. Allí entrevisté (y más tarde también en Santa Marta Acatitla) al ferrocarrilero Demetrio Vallejo, a Valentín Campa, a David Alfaro Siqueiros, al líder del Partido Obrero y Campesino (poc) Alberto Lumbreras y casi por casualidad a Álvaro Mutis, el poeta colombiano que me llamó a través de los barrotes. ¡Ah, y las mujeres! Su heroísmo, el de Cuca Barrón de Lumbreras, maestra, el de la esposa de Valentín Campa, Consuelo Uranga y años más tarde, el de doña Rosario Ibarra de Piedra. a La lectura bárbara Alejandro Rossi Un grueso volumen con Obras reunidas de Alejandro Rossi está por llegar a las librerías. Esta nueva edición de su prosa, afilada y siempre desconcertante, hará que otras generaciones de lectores se acerquen a uno de los más depurados narradores mexicanos, filósofo que sabe fundir la metáfora con el sarcasmo en mitad de un sesudo argumento Leer mal un texto es la cosa más fácil del mundo; la condición indispensable es no ser analfabeto. Una vez superada esa etapa, más cívica que intelectual, las posibilidades que se ofrecen para desmantelar, tergiversar e interpretar erróneamente una frase, una página, un ensayo o un libro son, no diré infinitas, pero sí numerosísimas. No pretendo ni agotarnúmero 412, abril 2005 las ni clasificarlas, tareas destinadas a eruditos pacíficos o a hombres seguramente geniales. Me conformo con enumerar algunas variedades exponiéndolas no por su rareza sino por su recurrencia. Nada de cisnes negros o tréboles extraños; más bien perros callejeros que trotan en grupo. Abundan, por ejemplo, quienes reducen la lectura a la búsqueda nerviosa de la “conclusión”, único sitio en el que se detienen, señalándola, por lo general, con algunas rayas victoriosas. La idea subyacente deber ser sin duda la de que todo el resto es un simulacro de argumentaciones y pruebas, una hojarasca inútil sin ninguna conexión con el final. Como si fuésemos las víctimas de un ritual tedioso que obliga a escribir páginas y más páginas antes de llegar a las cinco o seis frases esenciales. Por consiguiente, sólo los ingenuos o los primerizos pierden el tiempo leyendo cuidadosamente todas y cada una de las palabras, sólo ellos postulan la quimera de que la conclusión se apoya en alguna otra parte. Almas blancas que deletrean con cuidado, temerosas de saltarse un renglón. El texto —déjense de cuentos— no es una estructura verbal compleja e interdependiente; es una mera excusa para introducir el parágrafo clave. Imagino que esta visión degradada de la lectura es la propia de quien está forzado a consumir la prosa burocrática, los innumerables informes, los proyectos, las disculpas, las peticiones. En ese remolino de letras quizá no haya otra manera de sobrevivir. Unos más, otros menos, todos hemos remado en esa galera y todos aprendimos a utilizar el famoso lápiz rojo. El desastre sobreviene cuando esos hábitos no son conscientes y actúan sobre un escrito que no se propone pedir la Gaceta 29 a un aumento o solicitar un préstamo o esbozar la solución de aquel problema tan espeluznante y tan urgente. Cuando eso sucede, se practica una lectura primitiva e injusta, disfrazada de eficacia y malicia y cuyo resultado es una triste comedia de equivocaciones, sorpresas y altanerías. Lectores mediocres para quienes el universo es una oficina y una página siempre es un oficio. También existe el vicio contrario: leer las primeras seis o siete líneas y creerse autorizado a adivinar lo que sigue. Aquí opera de nuevo una imagen complaciente de sí mismo: la de una persona tan avezada en el mundo de las ideas que las primeras disposiciones tácticas son suficientes para prever todas las etapas sucesivas. Como un matemático que frente a unos axiomas supiera instantáneamente cuáles son los teoremas que pueden derivarse. Esa vanidad, en el fondo, se mezcla con una actitud pasiva y escéptica ante la labor cultural, una actitud que goza la posibilidad de que no haya nada nuevo bajo el sol. Segrega su egoísta y minúscula profecía amparado en la ilusión de que ya ha visto ese y cualquier otro espectáculo. Muchas veces, sin embargo, la mala lectura es la consecuencia de la popularidad que alcanzan ciertos géneros. Cada cultura tiene sus preferidos. Entre nosotros se reparten los favores —apenas exagero— el libro de texto y el testimonio. Los dos contribuyen a configurar lo que podríamos llamar la “retórica del texto valioso”, la cual codifica las propiedades que debe reunir un trabajo para que sea considerado importante, significativo, comprensible. El libro de texto, desde el manualito sombrío hasta el vademécum oleoso, se beneficia de la convicción generalizada de que hay que aprender y, sobre todo, aprender rápido. La pedagogía lo redime y lo presenta como un instrumento necesario e indispensable en la lucha por la educación; si agregamos la creencia de que la educación conduce a un estadio superior —sea éste el que fuere—, estaremos a un paso de elevar el libro de texto a los altares ideológicos. Una vez allí, no hay quien lo empañe. Como por definición se dirigen a un público ignorante, es natural que sean simples, poco matizados y frecuentemente dogmáticos. Que en ocasiones sea difícil distinguirlos de un catecismo o de un recetario es algo que sólo asustará a los beatos de la 30 la Gaceta cultura. Quien escribe un libro de texto se convierte en un misionero, un hombre que ha entendido que no es el caso —ahora— de cavilar sobre los misterios de la Trinidad. En cuanto al testimonio conviene, naturalmente, que sea político o, por lo menos, sociologizante, con una La principal víctima es el lector que ha sido adiestrado en el reconocimiento de unas cuantas fórmulas pobretonas y monótonas. Le han enseñado una retórica escuálida que lo separa a la vez de la estética y de la crítica. Un lector que cae en un mar de perplejidades si el ensayo o el libro se apartan un milímetro del sonsonete habitual; un lector, por consiguiente, que se escandaliza con demasiada facilidad cierta profusión de palabras sagradas —dependencia, explotación, gorilas, tercer mundo, subdesarrollo, producto nacional bruto, etc.— y que además esté redactado en una forma tal que no quede la menor duda acerca de la indignación del autor. Es imprescindible que sea una denuncia, un alegato. Su aparente urgencia lo disculpa de cualquier compromiso teórico: una astucia puede pasar por una explicación, una tautología por un pensamiento sintético, una generalización vacua por una predicción, una correlación elemental se verá como un ejemplo de dialéctica viva y palpitante, la historia transformándose ante nuestros ojos. La relevancia, por otra parte, será mayor si describe no una calamidad antigua o constante, sino un acontecimiento efímero, pasajero, volátil. Lo que se vio, lo que se escuchó, lo que se vivió entre el 14 y el 25 de noviembre o durante la noche fatal del 13 de abril. Libros que, en la mayoría de los casos, magnifican sucesos mínimos, aportan datos triviales, nos quieren imponer conversaciones de sobremesa y ejercen el terrorismo de la espontaneidad. Género híbrido que participa del noticiero cinematográfico, la grabadora y el sermón. El lector, aturdido por esos testigos y educado en esos compendios, se acostumbra a asociar ciertos temas con unos procedimientos estilísticos definidos. Así, los problemas políticos deben tratarse con una prosa didáctica, aséptica e informativa; la virtud suprema es la literalidad y el único adorno tolerado son las citas de los clásicos, esos beneméritos a nunca suficientemente leídos. La repetición no es un defecto, sino una vieja sabiduría del aula. Para evitar confusiones es aconsejable no escribir a secas norteamericano; es mucho más claro decir “los imperialistas norteamericanos”. También ayuda, cuando se menciona a la Unión Soviética, añadir “la patria del socialismo” o “revisionista” al hablar de Trotsky o “lacayo” si el tema es un presidente bananero. El otro tono admitido para las cuestiones políticas es la página violenta, pero siempre que se sujete — esto es lo esencial— a los adjetivos y a las figuras retóricas establecidas. La sátira y la ironía, esas armas tradicionales, suelen estar excluidas del arsenal local porque las confunden con la ambigüedad y con la indefinición. Para esos despistados habría que escribir como en un pentagrama, indicando con un garabato los momentos paródicos o los pasajes donde se intenta la burla; y quizá habría que emplear dos garabatos para hacerles entrar en la cabeza que la “posición” del autor puede expresarse al través de la elección de un verbo, mediante recursos lingüísticos cuyo fin es ridiculizar o desnudar la tesis contraria. Habría que inventar más garabatos aún para recordarles que la estructura de un parágrafo y el tono de la voz son a veces equivalentes a una opinión. Incluso el humorismo es sospechoso y sólo se le reconoce en los dibujos de las tiras cómicas o en sus presentaciones más primarias: la descripción de un banquete donde los ricos llevan monóculo, lucen calvas crueles, cuellos carnosos, mientras las mujeres, no obstante la abundancia de sillas, se empeñan en sentarse sobre las rodillas de esos tiburones. El lenguaje no es la única víctima. La principal es el lector que ha sido adiestrado en el reconocimiento de unas cuantas fórmulas pobretonas y monótonas. Le han enseñado una retórica escuálida que lo separa a la vez de la estética y de la crítica. Un lector que cae en un mar de perplejidades si el ensayo o el libro se apartan un milímetro del sonsonete habitual; un lector, por consiguiente, que se escandaliza con demasiada facilidad. Un lector a quien le han cerrado muchas puertas. La lectura bárbara a la que está encadenado es, en definitiva, la reducción del lenguaje a registros mínimos y clasificados. Pero un lenguaje amputado corresponde siempre a un pensamiento trunco. número 412, abril 2005 a a Variaciones sobre un tema solar Homero Aridjis Del nuevo poemario de Homero Aridjis hemos tomado estos versos que forman parte de la primera parte de la obra, “Los poemas solares”, homónima del libro todo, que consta de cinco estaciones. En ellas, naturaleza y memoria se le imponen al poeta, a quien felicitamos desde aquí por la vitalidad con que alcanzará en este mes los 65 años de edad 1 5 El sol, un ojo. Si no un ojo pensante, un ojo de fuego. Nadie se ha atrevido a llamarlo un ojo vivo, una conciencia. En el silencio alucinado un ojo cobró forma y nada En alguna parte de tu cabeza el sueño de la luz ha comenzado 2 6 El ojo total de lo finito estuvo aquí desde el principio. El ojo de los pensamientos amarillos despertó a los grises y a los verdes. El ojo radiante de los amaneceres acabó por ponerse en el instante. El ojo alado de las mitologías está cantando en medio de la plaza. Oigo el cascabaleo de unas llaves abriendo las puertas de la luz y yo bañado de sol todo lo que veo es sombras 3 La escalera de luz por la que subo es la misma por la que ahora bajo La luz blanca que nos está lloviendo viene del Sol que se ha metido Aun a oscuras yo te estoy mirando, aun a ciegas te recibo con las palmas abiertas Oh semilla amarilla Oh aire vestido de luz blanca 4 ¿Qué dios ebrio de luz ideó este esplendor amarillo en los confines del universo? ¿Qué ojo loco se quedó abierto contemplando esta gloria en los límites de sí mismo? número 412, abril 2005 7 Después de tantos días de lluvia apareció el Sol flotando en el firmamento y debajo de una nube oscura sus dedos dorados alumbraron la Tierra 8 ¿Sueña el ojo solar con la Tierra que abrasa todo con sus sentidos o nosotros soñamos que el ojo que nos abrasa nos está soñando? ¿Estamos adentro del ojo vivo que nos piensa y nos mira o somos —como él— imágenes fugitivas en la cabeza de un dios desconocido? la Gaceta 31 a a El múltiple mar de Fernando del Paso Jorge Esquinca Fernando del Paso cumple 70 años este mes. A manera de brindis con el autor de Palinuro de México presentamos esta reseña de su más reciente colección de poemas, PoeMar. Las palabras de Esquinca muestran cómo la poesía engendra poesía y ofrecen al lector claves para aprovechar mejor el recorrido por los versos delpasianos Unos meses después de que comenzara a circular su Viaje alrededor del Quijote, Fernando del Paso entrega un nuevo libro de poemas que, desde su título, manifiesta un anhelo de fusión con la sustancia misma que alienta en las palabras: PoeMar (fce, 2004). Escrito así, con una M que se alza como una cordillera, cima y abismo a mitad de la palabra, el libro recoge a lo largo de noventa cantos esta alta tentativa. Ya el epígrafe del volumen permite vislumbrar que la búsqueda debe remontarse a la infancia, al temprano encuentro con ese mar de Acapulco donde, escribe del Paso, “jugaba yo a las maromas / con los aromas del mar”. Se trata del mar aprendido y gozado en la playas de Hornos o Caleta, sí, pero que es también el otro mar: el de la vasta tradición literaria. Un océano cambiante donde resulta posible navegar toda la noche y recorrerlo, a semejanza de un libro, “desde Homero hasta Joseph Conrad”, como quería nuestro Gilberto Owen. El mar de Fernando del Paso es entonces un piélago favorable al surgimiento de extrañas y a la vez familiares criaturas propiciadas por la sobreabundancia del tema. Una riqueza que irrumpe como una suerte de delirante voluntad o de enfebrecida conciencia a lo largo del volumen, pues —se nos advierte— el designio del autor fue recibido en un estado ajeno a la estricta vigilancia: “Soñé que el mar era una sola palabra, / y que yo debía pronunciar su millón de sílabas.” Mar de las apariciones, el libro de Fernando del Paso nos conduce mediante voces numerosas, a través de las figuras de este largo sueño que, para encarnar, encuentra los más diversos cauces y en ellos a los más insólitos personajes: mar de Colón y de Sandokan, mar de Darwin y de Alejandro Magno, mar de Robert Louis Stevenson y de don Luis de Góngora, mar de Ulises y del capitán Nemo… La historia y la literatura impulsadas por una corriente de invención y energía verbal mezclan sus aguas, todo puede suceder en este mar cósmico que, como quiere del Paso, se engendró a sí mismo y al hacerlo dispuso también la complejidad de los ritmos y las cadencias que componen este libro: mar de versos pares y de sonetos, mar de décimas y silvas, mar de la lira y el haikú, mar del versículo, océano donde flotan como islotes los poemas en prosa, los relatos de navegantes cantores y los cuentos escuchados de tantos otros osados tripulantes, ahora ya fantasmas en navíos insomnes. Crisol de mitologías, este libro de Fernando del Paso encara con gozoso rigor su tentativa inicial. El juego de palabras, la jitanjáfora, el retruécano, el incesante golpeteo de las rimas ⎯las olas del verbo⎯, son sus auxiliares espontáneos: Para cantarle al mar me caligrafo, Me imprento, imprimo expreso, exprimo El jugo de las oes, íes, úes, Me como de las efes los furores, De las áes el cuello de los ánsares, Y lamo de las eles las lisuras Y de las uves bebo las volutas. Nada se le escapa a este canto incluyente, desde el pozo insondable hasta la radiante cresta de la ola. Este libro espejea los vientos, nombra los tifones, establece el catálogo de los barcos, hace el recuento de los naufragios y comprueba la existencia de una fauna y una flora que se antojan imposibles. Nada se le escapa: los tonos y matices del habla cotidiana, el arrullo de las nanas; la plegaria, el conjuro, la imprecación; el exaltado arrebato, la picardía y el humor, las consideraciones de una dulce intimidad. El mar de Fernando del Paso se acrisola, finalmente, en la imagen de la Madre. Es la placenta nutricia —origen y destino de su portavoz—, es la femenina mar de los nacimientos, la madre-mar generatriz, dadora de la vida, depositaria del santo y seña del comienzo. PoeMar, como su tema mismo, es un libro vigoroso y múltiple, que no niega su estirpe barroca y asume con entereza el despliegue de una sediciosa materia verbal que por instantes amenaza con rebasar los diques impuestos por el autor, ¿pero no es acaso ésta la esencia misma, la incontenible naturaleza del mar? Adendda. En una página de su Iconografía romántica del mar, W. H. Auden cita unas líneas de Horacio en las que el poeta latino afirma lo siguiente: “Vana fue la intención del dios en separar las tierras mediante el distanciante mar, si pese a él nuestras impías naves surcan las profundidades que insinuó jamás debiesen tocarse.” Gracias a Fernando del Paso, de quien celebramos este mes su 70 aniversario, por permitir que la impía nave de la palabra poética avance victoriosa en aquellas azules llanuras. 32 la Gaceta número 412, abril 2005 a a a a a