La Avalancha : Revista Ilustrada. Año 55, N. 1288 [i.e. 1294] (8

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Pamplona 8 de febrero de 1949 Año LIV Núm. 1.288 U Avala Aala Ó ÓRGANO DE LA «BIBLIOTECA CATÓLICO PROPAGANDISTA» DIRECCIÓN: NAVAS DE TOLCSA. 21. 2.° izq. ADMINISTRACIÓN: ESTAFETA, 31 NUESTROS MAESTROS 131 segundo dios V'» -1 i / El lunes próximo, día 14 del corriente mes, conmemoraremos el XL1V aniversario del fallecimiento del insigne escritor católico don Adolfo Oavarana; para que lo recuerden nuestros amigos en las oraciones de ese dia, honramos hoy LA AVALANCHA con este interesante artículo debido a su envidiable pluma, y verán con gusto nuestros lectores, ¡cómo está el mundo!; ¡cuánto granuja!; ¡cuánto usurero!; ¡cuánto ladrón!; ¡cuánto estafador! y ¡cuánto rata! Pues todo es efecto de que en el mundo impera el segundo dios, que es aquel becerro que los israelitas adoraron en el desierto, comiendo, bebiendo y bailando, en tanto que Moisés subía al monte Sinaí por las tablas de !a Ley. Habrán ustedes oído decir luego: Dios es omnipotente EÑORES, •- . • D i ¿>' ''• 'i y el dinero su teniente. . _ 11 <,.;. Pues bien, ese teniente es aquel becerro de marras convertido en monedas de cinco duros, ante las cuales el mundo entero se postra de rodillas. Pero, ¡con qué devoción! E>i un principio, allá, cuando nuestro padre Adán andaba vestido con pámpanos de higuera, comía ciruelas pasas y bebía agua fresca, es claro, el dinero tenía muy poco valor. ¿Qué le hubiese importado a Adán encontrarse una olla de onzas de Carlos III? Probablemente las hubiese empleado en jugar al caficfie. Pero adelantaron los tiempos, empezó la gente a cambiar el pámpano por la lana, ias ciruelas por el bifteÑ y el agua fresca por el agua ardiente, y cate usled al mundo v u e l t o d e arriba abajo. y con razón, ' • ••' ' • ' ' '"* '"•*• v j - ' *. ¿Qué pie o qué mano moverá hoy un hombre que no tenga que acompañarlos siquiera con una perra gorda? Si ha de comer, necesita dinero; si beber, dinero; si vestir, dinero; si viajar, dinero; sí estar quieto en casa, dinero. N o es extraño, pues, que los tontos hayan llegado a creer que el dinero es un segundo dios. " J1" ' • Pero no han comprendido que es un dios de mala ralea; un becerro tan mal intencionado que de cada ropetazo'echa por tierra una generaciún de devotos. Desde que la humana criatura entró en el concierto de •a moderna civilización fundada por ese becerro, no toca pito que no le cueste tomar un berrinche, ni flauta que no le cuesía echar la hiél. La historia de este embrollo es una historia digna de contar para que más de cuatro pobretes abran los ojos y sepan dónde les aprieta el zapato. Bl hombre, allá en los tiempos de Mari-Castaña, aun* que pecador y sujeto a ganar ef pan con el sudor de su rostro, iba viviendo medíanejamente. Sabía que Dios le había impuesto ia ley del trabajo como una amarga medicina que había de curarle, y aceptándola de buena vó* lunrad, se daba el pobrecillo por contento con echar un vafe de cuando en cuando, respirar un poco, levantar la vista a! cíelo como diciendo ya tfpgaré, y continuar adelante su taena. Pero la picara serpiente <¡qué malos son estos animales!) no contenta con haberle engañado la primera vez, quiso engañarle otra y otra. Y a s i como la primera vez le engañó haciéndole creer que llegaría a ser Dios comiendo manzanas, después trató de engañarle haciéndole creer que lo sería volviendo a conquistar el paraíso terrenal, y he aquí otra fiffa que puso a Lucas en tentaciones, o lo que es lo mismo, que puso al hombre los dientes en gresca. —No ves, hombre—le dijo la culebra,— que es una grandísima tontería lo que estás haciendo. ¿Qué necesidad tienes de pasar la vida de ese modo, dando golpes arre que es tarde, para comerte un pedazo de pan? Sí, señor; bueno es distraerse de cuando en ruando, haciendo alguna cosilla para matar el tiempo, pero por gusto y nada más. —Pero, serpiente, no enredemos—le dijo el hombre.— ¿Cómo quieres que coma sín trabajar? La tierra se pone dura si no la labro, y no da trigo. El ganado se me escapa si no lo guardo, y tengo que andar tras él hecho ut> azacán. —Pues, hijo, de nada de eso tenías necesidad si fueses más ilustrado y quisieses progresar. — y ¿qué es progresar? —¿Qué ha de ser, hombte? Vivir mejor, ir hacia adelante, subir alegremente por la escalera de la felicidad, —¡Oh! Pues si es eso, ya estás diciéndome dónde está esa escalera. —No hay inconveniente. ¿Sabes economía política? —No. - —fSabes lo que es moneda. " ! -' l : — 1 ampoco. —Vaya, hombre, vives muy atrasado. ''-•••—¿y qué quieres que yo haga? —Instruíste un poce más. El hombre no ha nacido pa* ra vivir hecho un babieca, labrando la tierra, guardando ganado y haciendo cada día lo mismo que el anterior. —¡Oh! No todos los días labro ni guardo ganado. D e siete en siete hay uno en que derramo lágrimas delante de Dios y descanso pensando en ÜUS promesas. —Pues, hijo, ¡vaya un descanso!; derramar lágrimas. LA — ¿ y qué voy a hacer? ""—',. AVALANCHA "" —Aspirar a más. El hombre deí>e procurar libertarse del yugo de su servidumbre, poniendo en juego las fuer* zas de su inteligencia. El progreso no es otra cosa que la lucha por sacudir ese yugo y llegar a la libertad. —¡A la libertad! Hombre, me gusta esa palabreja; pero, dime, ¿cómo voy a sacudir ese yugo? —No hay cosa más fácil. Yo te ensenaré una ciencia nueva, la más hermosa de todas, la que tiene por objeto proporcionar al hombre la maycr suma de bienestar como la menor suma de trabajo; y cuando gustes el fruto de esa ciencia, verás qué rica es. —¿Otra frutita? —No seas cobarde, hombre, que aunque tenga hueso como todas, no faltará quién se lo coma. Procura tú comerte la pulpa, y no pienses en más. y la serpiente, enroscándose a un alcornoque, como se enroscaría en su cátedra cualquier profesor iibre*pensante, comenzó a dar a su discípulo la primera ración de pienso libre, o sea, la primera lección de sociología y artes fiberafés, con tanta habilidad y tino, que lo dejó ccn la boca abierta. ' » ^ í »iu:>rMoq n Kíiud. ?z Me 'J'iPoco tiempo después el hombre salía con la cabeza llena y el estómago vacío; pero tan vacío que inmediatamente comenzó a poner en práctica las lecciones recibidas. Su idea fija desde aquel momento fue siempre la misma. Gozar y no sufrir; vivir bien con poco trabajar; reunir la mayor suma de bienestar posible con la menor cantidad posible de sacrificio; comerse la pulpa de la vida, dejando el hueso para que el prójimo lo roa. \' * Transcurrido algún tiempo, aquella parte de ía descendencia adánica menos ilustrada que andaba por los montes cavando patatas y guardando ganado cubierta con pieles de carnero, vióse sorprendida con una porción de novedades que le trajo la otra parre más adelantada y mercantil, Trajes elegantísimos, joyas riquísimas, tetes piniedas, sombreros, plumas, encajes, bastones, paraguas, sombrillas y hasta palillos para ios dientes. —¿Para qué sirve esto?—preguntaban. —Para ir más abrigado, para ponerse hermosa, para fs.tar cómodo, para vivir mejor. l9 j U p O I 1 Í ¿3, Las mujeres se volvieron locas. Los hombres aceptaron también aquellos adelanjqs; pero al ir a pagarlos se encontraron en un apuro; los nuevos comerciantes no querían-lana, ni trigo, ni aceite, ni ganado; sino una cosa nun^a, yisj;a, una ,£osa que^ §e llamaba dinero. '* ' :u.tti#nq rt >u?> *$, >VtX r~~¿Y qué es dinero? ..} —Oro acuñado. , .-¿Yquéesoro? MOj— —Un metal que se extrae de la tierra. —Y a cambio de ese oro dais todo.,,o^nj* VI(( J Gy_ —Todo esto y mucho más. uMLos naturales abrieron unos ojos como platos, ¿;^ _ —^Dónde hallaremos oro?—preguntaron, j<ú -.!>;-,,t-i'f -. —En ¡os bolsillos de los que ya lo sacaron antes, y se pusieron a mirar los bolsillos del prójimo, para ver sí hacían mucho bulto. Entonces comenzaron a fu/icicnar los primeros ingenieros. y salieron a luz los primeros caballeros industriafes. y empezaron a robar la capa a la gente en medio de la calle, a las doce del dia. Y a pegarle un plumazo al sol de la mañana para aligerarlo de peso. . y a mentir de un modo espantoso. * Y a jurar en falso con la mayor frescura. y a hacer otra porción de sacrificios en honor de la nueva divinidad, incluso el de acaparar el trabajo y la riqueza, y convertir al más débil en esclavo del más fuerte,, haciéndole echar la hiél.por todos los sjstemas conocidos y por conocer. Entonces el Señor, que desde el cielo estaba mirando aquellas atrocidades, llamando al Ángel del Buen Consejo, le dijo: —¡Ángel mío! ¡Mi pueblo anda mai! Mí pueblo se ha olvidado ya de que yo soy el Dios que íe sacó de Egipto, y, dejándose engañar de la serpiente, se ha entregado a otro segundo dios, a quien adora, esperando de él la dicha y la libertad. Voy viendo que tiene la cabeza muy dura, y al fin tendré que acabar con él, —Señor—dijo el Ángel;—aplaqúese tu enojo, y no lo destruyas. Acuérdate de Abraham, Isaac y Jacob, y ten misericordia. —Bueno, la tendré—dijo e! Señor;—pero baja y enseña al pueblo las verdades del barquero; porque si sigue como va y no las aprende, va a tener muebo que sentir. Entonces el espíritu consejero bajó de un vuelo a la tierra, y profetizando, fyabíó.de esta manera: «Pueblo ñé'cíó, mis necio que el buey, que con ser buey, aún conoce a su amo y se acuerda de la mano que le acarició. ¿Cómo te has olvidado tan pronto de que no hay más que un verdadero Dios, que es aquel que te ha criado, y te ha sacado de ía nada, y cuida de ti, y te alimenta y te sostiene? Se conoce que la doctora de cascabel ha vuelto a soplarte otra vez en las orejas, haciéndote creer que serás dichoso rebeíándote contra la ley del sacrificio y de la abnegación, única que conduce a la felicidad. Pues vas a llevarte un solemne chasco, porque con todas las cabalas que te ha enseñado, si no cumples esa ley divina, sacarás del progreso lo que el negro del sermón. En vano descubrirás secretos, aprenderás ciencias, perfeccionarás industrias y darás vueltas a la noria di tu inteligencia para ser feliz, porque sin e! auxilio de la fe y de la virtud, aunque todo te sobre, no lo lograrás. Si eres rico vivirás azorado y no tendrás paz, y sí eres pobre vivirás rabiando y carecerás de pan, De manera que, pobre o rico, con oro o sin él, serás siempre un solemnísimo miserable.» 'vAvV) !fi 1feryl!¡ " 5 t.t>sV-;m9 j^tiiiM -ni' ,f y ahora pcegunto^o: ¿Se equivoca el Ángel del Buea Consejof,fi,-()M1 sito v •misibiE. Mi.ye tí'TOO ÍOÍSVI KU**, b Conteste por nosotros ía sabía y rica sociedad en que vivimos, devotísima adoradora del segundo dios. Contesten sus millonarios que se suicidan, sus pobres que claman, sus gobiernos que tiemblan, sus ejércitos que crecen, sus bárbaros que amenazan y sus crímenes que corrompen. . No: e! Ángel no se ha equivocado. (5í se extendía desde forma irregular, es de uno San Martín Daspa Primero.—Conocer bien ía Doctrina Cristiana en lo que nos enseña de Dios, que es Uno y Trino, que es Creador y Redentor, Premiador de buenos y Castigador de malos... Segundo,—Vivir decididamente, según nos manda esa Doctrina Cristiana, amando a Dícs sebre todas las cosas, es decir, estando dispuestos a perderlas todas antes que ofenderle. Tercero.-—Reparar ios pecados de los enemigos de Dios y rogar por su conversión, lo cual quedará cumplido si rezamos bien todos los días nuestro ofrecimiento de obras al Corazón de Jesús, ya que en ese ofrecimiento le entregamos todas nuestras oracicnts, ebras y padecimientos en reparación de nuestros pecados, y le pedímos la conversión de los pecadores. . Ocupemos, pues, nuestro hermoso puesto en la lucha por Dios: conocerle, amarle, repararle... ¿Quién como Dios? ¡Nadie como Dios!MAR •- Leyre Uno Carde lisonjera de la alegre Primavera. me senté (unto a una fuente que cantaba dulcemente la historia de una quimera. En ía inmensa lejanía salmodiaban las eíqttiías una dulce melodía "' que afinaban ¡a armonía -J •' de aquellas boros tranquilas. Los rumores ai montosos de tan grato «tardecer se llenaron de placer con los recuerdos gloriosos deí monasterio de a ver. Hidalga e bfstórica sierro. tú eres la causa que encierra eí valor de mil Pizarros, porque un milfón de navarros finó de sangre tu tierra. Tus rocas cantan al viento la fortaleza bizarro de esta glorioso patarra; tus bosques, él sentimiento _ de tu típica guitarra. Cada piedra deí convento es un pedazo de gloria que está pregonando al viento el mensaje de una historia,i.r,r r Cada roca es un blasón, cada fuente una plegarla. y el Cenobio, el corazón de esta tierra milenaria de Tuc'ias y de oración. Frondas de Leyre, enramadas aún se oyen en fus tonadas hs alabanzas benditas de los santos cenobitas que sintieron tus llamadas. En tus minos materiales, rodeadas de misterio, existen coronas reales que están clamando al imperio unos rmiros inmortales. . Eí canto de un ruiseñor rompió el bffo de mí sueño, y un recuerdo halagador brotó en eí surco halagüeño de mi campo soñador. El crepúsculo moría en la inmensa lejanía; "en mf soledad tranquila f recordé la fantasía '. del cuento de Fray "Virila.. ' Junto al viejo monasterio el susurro de la fuente salmodiaba dulcemente la leyenda, de un misterio, ; • que toda ?<íavnt-ríi siente, í^ y la ky™áa.ÍSmeMf£&Í...f. ',„',. • ^ -. . . V - . , ANTONIO GARCÉ£, LA AVALANCHA z\ 57 n til m PARA «LA AVALANCHA» g Ansí, Benito, quería más cada vez la sombra vaga de su dulce enemiga, y non perdía ocasión de salir a rondar las posesiones del condado nin viaje alguno a la oerte, asaz poseso de su ilusión y su esperanza. f Continuará,) LH 0DI5EH DE UN MflRJTOEDÍ t Novela histórica POR ANDRÉS RUBIO POLO He aquí todo un hombre cor. gusto este bien escrito artículo que ha publicado nuestro querido colega «El Pensamiento Navarro» y verán con agrado los lectores de LA AVAEPBODUCIMOS XII . ' i' ;. • ; ^ • ' ' «Todo nuestro trabajo e nuestra esperanza está en aventura e está en balanga; por buen comiendo espera orne la buena andanza a veses vien' la cosa, pero faga tardanza.» (A. deHita.-lb.) Apostaría doble contra sencillo, e a buen seguro ganaría la apuesta, a que el hermano lector hase preguntado en el acaescer de los últimos pasajes desta crónica trasnochada, echando de menos al ente principal, como si dijéramos, al protagonista de nueso romance:—¿Qué fue o pudo ser del maravedí perdido en tan luengo paréntesis sin noticia del?,.. Ansí mesmo el cronista hase dado a indagar su pararadero, y, tras pacientes y laboriosas investigaciones, halló, alfin,en un códice olvidado de olvidada biblioteca la verídica historia de su aparición inesperada. Pero hemos de volver atrás; poco después de cuando dejamos a Benito curando la blancd palomica que rescatara de las garras del neblí rapaz y carnicero. Pues... sucedió que el manso y agradescido animal—a quien diera luego libertad Benito—aficionóse a su trato, yendo y viniendo del cubo de la torre a su aposento; tan domesticado que un día púsose a facer el nido en un rincón de la mesma estancia dó el paje le retuviera. Y picando, picando bajo el bargueño, y escarbando en el ángulo de la pared, sonó un leve ruido metálico y cayó al suelo una moneda—el maravedí extraviado—en lo cual vio el joven un gran beneficio de Dios y un premio a su piedad; y tomólo con amor y complacencia, que revelóse en su semblanie, risueño y fermoso, y en sus ojos alegres de mirar ingenuo. Había hallado el talismán de su dicha; el tesoro de su caridad de un día ya lejano... y dio gracias al cíelo y prometióse guardallo y no perdello jamás. Tal fue su propósito, a cuyo intento púsolo en su escarcela y quiso llevarlo consigo de por vida, bien seguro y junto a sí... señando que otro día. Dios queriendo, había de tornallo a la que diputara su dueña en arras de desposorio. Mas, ¿dó anduviera Serapía y cómo fuera posible dar con ella, perdido su rastro en el ayer oscuro y misterioso?,.. Su ánima sentía siempre el anhelo dése bien apetescido que es el amor, y proponíase les mayores sacrificios y desvelos por lograr la ventura entrañable de poseer la prenda de su querencia deliciosa. Que non importaba la distancia nin la distinta calidad de las personas para facer realidad un afeto de tan honda raigambre, ¿Por qué será enamorarse a las vegadas el príncipe de la pastora y el pásror de la princesa, cemo en los cuentos de viejos, maravillosos y halagüeños?... ¿De qué nasce esa chispa que incendia y seduce la voluntad hacia una cosa o persona sin discernir sus cualidades?... Dios sabe sus camjnós, y por ellos va el hombre en derechura a sufinventuroso, si los sigue en pos de El, aun siendo ásperos, o a su desgracia cuando de El se aparta, movido de la pasión o la soberbia. La simpatía y la antipatía, por regla general, non se razonan. Son movimientos espontáneos, prima primum, del ánimo, que cuanto má* combatidos, más se aferran al espíritu y le ganan para el bien o para el mal. LANCHA: . «Sigo siendo un decidido admirador de las individualidades fuertes, sólidamente independientes, con personalidad definida. Fíente a la influencia tan agebiante como estéril de las masas, me alivia avasalladoramenie el gesto fuerte y personal, la acción del «yo» que no se preocupa del medio ambiente, perqué sirve a un carácter y a unas convicciones. En e^te perro mundo lo más fácil y cómodo es ser muchedumbre. O servidor de ella, plegándose a sus apetitos, a sus inclinaciones. Lo valiente y meritorio es andar por la vida con el propio criterio, al margen del gregario parecer público. Porque admiro sinceramente esa linea de conducía, entera e independiente, fijé mi atención, días pasados, en este sencillo y bello episodio. Era en el Euskal, arremolinado de un público curioso, prieto y heterogéneo. Al término de doc grandes partidos de pelota a mano, estaba anunciado Garcíarena, joven y fornido gladiador del hacha, atleta aiskolarí, el deporte de la más bella y honda entraña regional, y o ya se que Garciarena, por ser un legítimo producto de ¡a tierra y por encarnar esa auténtica expresión de nuestra fisonomía depoitiva, no podía comparecer ante nadie con deformaciones artificiales ni concesiones modernistas. Líbreme Dios de exagerar los méritos de un navarro que ha nacido en la entraña misma del país. Pero en el Euskal había ese día una concentración multiforme y ambigua. Cortar troncos en Leiza o To« losa no es lo mismo que cortarlos en Pamplona, ante un público con aires más o menos cosmopolitas, infectado en extrañas influencias y gustos dispares. Garciarena, cohibido humanamente ame la presencia de aquella expectación, fue hacia sus troncos con la vista en el suelo. La arrogancia joven y atlética de sus 21 años se humillaba en la solemnidad de la ovación que florecía en el frontón, favorablemente inclinado ante sus hazañas anticipadas. Se montó en sus maderos, despojóse de americana y alpargatas para encontrar libertad de movimientos, y quedó eri disposición de comenzar su labor, Pero antes de iniciarla, el Hércules de 21 años, con gesto recogido y solemne, hizo la señal de la Cruz. No hay que conceder importancia a lo que no la tiene^ Estamos entre cristianos, Y ese gesto puede y debe representar nuestra naturalidad más sincera. Pero ante el público del Euskal, con vetas de mil colores, el acto de santiguarse sacudió a la masa con un profundo escalofrío. Aquel atleta fornido, potente y triunfador, resignaba su poder a un ideal superior. Y nos enseñaba a todos, en su más bella naturalidad, la lección ideal del deporte. Q^e debe ser «medio» para fines más elevados, y escuela donde se vayan troquelando caracteres recios y ambiciosos. Mentes que miren hacia arriba. En la acera de tanta miseria deportiva, se me hincha or¿íullosamente mi condición. Porque he hablado de un deporte y de un deportista que son la entraña misma de Navarra. ¡Que no te cambie la vida, Garciarena! SANTI DE ANDÍA' LA AVALANCHA Comcanfa nauarra Monos Químicos FABRICA H. DE MANTEROLA DE SUPERPOSFATOS ABONOS COMPUESTOS PARA TODOS LOS CULTIVOS FÓRMULAS SIEMPRE EN EXISTENCIA - ESPECIAL A . - Olivos. Vid. Frutales. > B.— Cereales. » • • VELAS LITÚRGICAS PARA EL CULTO H§ CALIDADES II MÁXIMA: Para \n flos telas ü la Sania Misa 1 Cirio panual ¡Ü NOTABLE: Para h s demás valas del aliar m GARANTIZADAS =^ C — Remolacha, Patota» (Tubérculos y Rilen). . D.— Alfalfa. Trébol, Leguminosas. 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