Cuadernos De Investigación

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Cuadernos de investigación Cuadernos de investigación ( NÚM. 3 — AÑO 2009 Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias La Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias no se hace responsable de las opiniones y manifestaciones vertidas en los artículos que vayan firmados en esta revista. Todos los textos, firmados por su autor/autora, se remitirán de acuerdo con las normas de publicación que figuran al final de cada número. Coordinación editorial: Orlando Moratinos Otero © Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, 2010 Museo Casa Natal de Jovellanos. Gijón Administración y Secretaría: c/ María Bandujo, 11 — bajo 33201 Gijón. Principado de Asturias — España Teléfono: (+34) 985 357 156 [email protected] — www.jovellanos.org La edición de este libro consta de 600 ejemplares Fotografías e ilustraciones: los autores Ilustración de la cubierta: Ex libris grabado por Goya para Jovellanos. Biblioteca Nacional. Madrid Ilustración contracubierta: Ex libris de la Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias (dibujo de Jesús Gallego). Depósito legal: As. 4.760-2010 ISSN: 1888-7643 Imprime: Gráficas Ápel. Gijón Cuadernos de Investigación Director Jesús Menéndez Peláez Secretario Orlando Moratinos Otero Comité de redacción Fernando Adaro de Jove María Teresa Caso Machicado Comité científico-Evaluadores externos Mariano Abad Fernández (Universidad de Oviedo) Rafael Anes Álvarez de Castrillón (Universidad de Oviedo) Mª José Álvarez Faedo (Universidad de Oviedo) Ramón María Alvargonzález (Universidad de Oviedo) Ignacio Arellano Ayuso (Universidad de Navarra) Emilio Bejarano Galdino (I.E.S. Juan María Tornas. Palma de Mallorca) Jesús Cañas Murillo (Universidad de Extremadura) María Teresa Caso Machicado (Fundación Príncipe de Asturias) Silverio Cerra Suárez (Centro de EE. Teológicos del Seminario Metropolitano de Oviedo) Santos Manuel Coronas González (Universidad de Oviedo) José María Fernández Cardo (Universidad de Oviedo) Antonio Fernández Insuela (Universidad de Oviedo) José Luis González Novalín (Rector de la Iglesia Nacional Española de Santiago y Montserrat en Roma) Pablo Luna (Universidad de la Sorbona - París) Vicent Llombart Rosa (Universidad de Valencia) Moisés Llordén Miñambres (Universidad de Oviedo) Silverio Sánchez Corredera (I. E. S. Emilio Alarcos. Gijón) Manfred Tiez (Universidad de Bochum) Juan José Tuñón Escalada (Centro de Estudios Teológicos del Seminario Metropolitano de Oviedo) Sumario I. ARTÍCULOS Jovellanos en la Junta Central . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Francisco Carantoña Álvarez 13-34 Fray Gerundio de Campazas: una forma de predicar en el siglo XVIII . . . . . . . . . . . . . . Félix Herrero Salgado 35-70 Racionalismo e historicismo: dos enfoques sobre la educación de la mujer en el siglo XVIII español . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . María del Carmen Lara Nieto El autorretrato como reclamo periodístico en The Spectator y El Pensador . . . . . . . . . . . Lioba Simon Schuhmacher 71-82 83-95 II. DISCURSOS DE INVESTIDURA El siglo XVIII en el teatro español contemporáneo: una aproximación. . . . . . . . . . . . . . 99-126 Antonio Fernández Insuela La Economía Política al servicio del hombre . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 127-140 Juan José del Campo Gorostidi Jovellanos y la Iglesia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 141-160 Juan José Tuñón Escalada La ascendencia de don Gaspar de Jovellanos en Italia: don Benito Trelles Coaña y Villamil . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 161-205 Manuel Mª Rodríguez de Maribona y Dávila 10 Cuadernos de investigación. núm. 3 – año 2009 III. BIBLIOGRAFÍA JOVELLANISTA Bibliografía Jovellanista. Apéndice IX. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 209-232 Orlando Moratinos Otero IV. TEXTOS Luis Blasco, un compositor en el Oviedo ilustrado (1781—1790) . . . . . . . . . . . . . . . . . 235-267 María Sanhuesa Fonseca V. RECENSIONES Y RESEÑAS La estética en Jovellanos y Hume. A propósito del tomo XII de las obras completas de Jovellanos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 271-284 Silverio Sánchez Corredera Jovellanos: un ilustrado en guerra. Una biografía filosófica. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 285-289 Nieves Fernández González Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias. Publicaciones . . . . . . . . . . . . . . 291-295 Información y normas de publicacion. Cuadernos de Investigación . . . . . . . . . . . . . . . . . . 297-302 I Artículos Jovellanos en la Junta Central 1 Francisco Carantoña Álvarez Universidad de León RESUMEN Tras el fin de su prisión en el castillo de Bellver, Jovellanos se convirtió en una figura política extremadamente popular, que encarnaba los deseos de reforma de la sociedad española. La Junta General del Principado de Asturias, que dirigía la región tras el levantamiento contra la intervención napoleónica, lo eligió, el 1 de septiembre de 1808, como su representante en el nuevo gobierno que deseaban establecer las provincias sublevadas. Su candidatura fue promovida por Álvaro Flórez Estrada y logró un amplio respaldo, aunque también contó con la oposición de algunas personas influyentes. En la Junta Central Jovellanos impulsó una política reformista y fue el artífice de la convocatoria de Cortes que desembocaría en la reunión de las Cortes de Cádiz, de la que este año se conmemora el segundo centenario. Palabras clave: Jovellanos, Junta Central, Cortes, Constitución, Soberanía, Reformas. ABSTRACT After the end of his imprisonment in Bellver castle, Jovellanos became an extremely popular political figure that embodied Spanish society’s wish for reform. The Junta General of the Principality of Asturias, which governed the region after the uprising against Napoleon’s intervention, elected him as their representative in the new government the insurgent provinces intended to establish. His candidature was put forward by Álvaro Flórez Estrada and was widely supported, although also some influential personalities opposed to it. In the Junta Central Jovellanos promoted policies of reform and was behind the summoning of the Cortes that led to the assembly of the Cortes of Cádiz, whose bicentenary is commemorated this year. Key words: Jovellanos, Junta Central, Cortes (Parliament), Constitution, Sovereignty, Reforms. 1 En la transcripción de documentos se ha respetado la ortografía de la época. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 13-34 ISSN: 1888-7643 14 Francisco Carantoña Álvarez Por fin, la nación española se va a juntar en Cortes. El real decreto que las anuncia para el próximo agosto se lee ya con entusiasmo en todas partes. A su voz, las juntas electorales se congregan en las parroquias, en las villas y en las capitales para nombrar sus diputados. Muchos, partiendo ya de sus provincias, se dirigen a la real Isla de León. Aún aquellos pueblos que están separados de nosotros o por inmensos mares o por la cercana tiranía, concurrirán representados por naturales suyos; y la voluntad de todos los padres de familia que habitan los vastos continentes de una y otra España va a ser declarada en este augusto congreso, el más grande, el más libre, el más respetable que pudo concebirse para fijar el destino de una nación tan ultrajada y oprimida en su libertad, como magnánima y constante en el empeño de defenderla. […] Después de haber sido el primero a proponer a la Suprema Junta Gubernativa la necesidad de anunciar a la nación unas Cortes Generales; después de haber procurado demostrar la justicia y utilidad de esta medida; después de haber promovido con el más puro celo los decretos que acordaron y fijaron su convocación […] ¿qué me quedaba que desear, sino el ver empezada esta grande obra? Gaspar Melchor de Jovellanos, Memoria en defensa de la Junta Central (Redactada en 1810 en Muros de Galicia) E l 1 de septiembre de 1808 la Junta General del Principado de Asturias, entonces «suprema» (soberana), eligió a Gaspar Melchor de Jovellanos y al marqués de Camposagrado como sus representantes en la Junta que debía asumir el poder unificado de las provincias levantadas contra la invasión napoleónica. Son tantas las decisiones trascendentales que adopta la Junta asturiana en 1808 que resulta difícil señalar una como la más relevante, pero, sin duda, ésta va a influir de manera decisiva en la historia de España. No se trata de atribuirle en exclusiva a una sola persona, aunque tuviera la talla intelectual del ilustrado gijonés, la paternidad de la decisión que dio un giro a la evolución política del bando patriota y abrió el camino a la revolución liberal española —la convocatoria de Cortes realizada por la Central en 1809— pero las cosas se hubieran desarrollado de forma muy diferente si no hubiera formado parte de ella. Jovellanos era en 1808 una figura respetada y admirada, no sólo como prototipo de la ilustración, sino por su integridad y porque se había convertido en un símbolo de la arbitrariedad del despotismo de Godoy. Que era popular lo demuestra el entusiasmo que despierta a su paso por Aragón, camino de Jadraque. El interés de José I por incorporarlo a su gabinete prueba el papel que unos y otros le concedían en la construcción la nueva España que debería nacer de la crisis. Numerosos escritos, tanto de Juntas como de particulares, reclaman desde principios de junio su incorporación al gobierno que debe crearse para dirigir la España patriota2. Pronto se convirtió en la principal figura política de la Central, sobre todo tras el fallecimiento del anciano, y entonces muy conservador, conde de Floridablanca. A pesar de ello, sus opiniones 2 Varela, Javier: Jovellanos, Madrid, Alianza Editorial, 1988, págs. 201-204 y 210-11. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 13-34 Jovellanos en la Junta Central 15 sobre la organización del nuevo poder fueron rechazadas inicialmente y no le resultó fácil sacar adelante la convocatoria de Cortes, pero su prestigio y su inteligencia acabarían permitiéndole resolver positivamente el «grand affaire», así se refería a él en su correspondencia con lord Holland. Podría pensarse que, gracias a ese prestigio, su elección como diputado de Asturias en el nuevo gobierno central debió resultar fácil, pero nada más alejado de la realidad. También entonces, como había sucedido con creación del instituto y otras iniciativas anteriores del ilustrado, las ambiciones personales y las intrigas se interpusieron en su camino. La Junta asturiana había tomado la iniciativa de promover la creación de un gobierno que uniese a las provincias sublevadas con la decisión de convocar Cortes en Oviedo, aprobada el 11 de junio de 1808. En los meses posteriores, mantuvo correspondencia con otras Juntas y se implicó en el proceso promovido desde Galicia para reunir Cortes de los reinos de Galicia, León y Castilla y el principado de Asturias, una iniciativa que quedó finalmente reducida a una efímera «Junta de los tres reinos», pronto superada por la creación de la Central. Los días 6 y 7 de agosto había elegido, mediante voto secreto, a cuatro diputados para que la representasen en esas Cortes del noroeste de España. Fueron designados Ignacio Flórez Arango, el marqués de Camposagrado, Gregorio Jove Valdés y Francisco González de Candamo. Parece que el primero ya había sido escogido, el 13 de julio, para representar a la Junta asturiana en otra Junta propuesta por el general Cuesta3. Pocos días después, dio marcha atrás y decidió desvincularse de la convocatoria gallega, ya se conocía la victoria de Bailén, la política de la Junta de Galicia había encontrado fuerte contestación, encabezada por el marqués de Santa Cruz, y se impuso la tesis de participar en la creación de una Junta Central. Álvarez Valdés, Ramón: Memorias del levantamiento de Asturias en 1808, [1889] Gijón, Silverio Cañada Editor, 1988, págs. 143-144. Gazeta de Oviedo, nº 24, 17 de agosto de 1808, pág. 219, en Laspra, Alicia (ed.): La Gazeta de Oviedo. el primer periódico de Asturias (junio 1808-julio 1809), Oviedo, Laria, 2009. Que Ignacio Flórez ya había sido elegido con anterioridad para representar a Asturias lo señala él mismo en una carta dirigida al marqués de la Romana el 7 de abril de 1809. AMSC, publicada por José María Patac de las Traviesas en La Guerra de la Independencia en Asturias en los documentos del archivo del marqués de Santa Cruz de Marcenado, Oviedo, IDEA, 1980, págs. 138-145. En la sesión de la Junta Suprema celebrada el día 1 de septiembre de 1808 por la tarde, en la que se procedió a elegir a los representantes de Asturias en la Junta Central, el apoderado de Avilés, Ramón Miranda Solís, «dijo que en la sesión celebrada por esta Suprema Junta en 13 de julio ultimo para nombrar los Sres. Diputados que asistiesen á Cortes nombró á los Sres. Don Ignacio Flórez Arango Presidente que entonces era de esta Suprema Junta, y Don Gaspar Melchor de Jovellanos [es decir que él había propuesto entonces a esas dos personas y ahora se ratificaba]». Otro procurador, Ramón Miranda Flórez, que representaba a Teverga, señaló que ya había votado dos veces por el marqués de Camposagrado e Ignacio Flórez y volvía a hacerlo. AHN, Consejos, 11995, 32. 3 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 13-34 16 Francisco Carantoña Álvarez Poco antes de que se eligiese a los diputados para la Junta promovida por Galicia, el 4 de agosto, la Junta General del Principado, a propuesta del procurador general, Álvaro Flórez Estrada, había decidido pedir a los concejos representados en ella que renovasen los poderes que habían otorgado a sus procuradores para asistir a una Junta ordinaria, como era la que se había reunido en mayo. Se consideraba que no eran suficientes para una Junta que, en una situación excepcional, había asumido la soberanía y debía hacer frente a la guerra contra Napoleón. Además, al menos así se planteó, se perseguía una reducción del número de vocales para hacerla más operativa. La renovación de los poderes podía implicar, y así fue en muchos casos, que los concejos eligiesen a nuevos representantes4. La elección de nuevos diputados no era una de las causas explícitas de la renovación de los poderes emitidos por los concejos, pero era evidente que la nueva Junta debería revisar el acuerdo anterior porque a la Central solo debían asistir dos por cada suprema provincial, no cuatro. En cualquier caso, los dos principales opositores a la Junta salida de las elecciones de agosto, el ex procurador general Gregorio Jove Valdés y el ex presidente Ignacio Flórez5, van a considerar que ese, junto con el simple afán de lograr el control de la asamblea para quienes estaban con él coaligados, era el principal objetivo del procurador general cuando propuso esa «renovación de poderes» que, realmente, eran unas nuevas elecciones. Los argumentos de Jove y Flórez, recogidos en representaciones dirigidas al marqués de la Romana, fueron utilizados por el general mallorquín para justificar la disolución de la Junta General en 1809 y retomados por los comisionados Arce y Leiva en su informe a la Junta Central. Jove Valdés y Flórez Arango acusarán a Flórez Estrada de haber pretendido convertirse él en representante de Asturias en las elecciones celebradas anteriormente y, al Sobre esta cuestión, y sobre todo lo relacionado con la Junta renovada, la publicación más reciente, en la que se ha utilizado documentación hasta ahora inédita, es Carantoña Álvarez, Francisco: «Soberanía y derechos constitucionales: la Junta suprema de Asturias (1808-1809)», en Trienio Ilustración y Liberalismo, nº 55, Mayo 2010, págs. 5-55. Véase también la ya citada: Álvarez Valdés, Ramón: Memorias del levantamiento de Asturias en 1808, [1889], todo un clásico, que aporta una información bastante fidedigna, aunque la nueva documentación la completa y pone de manifiesto algún error. También, Carantoña Álvarez, Francisco: Revolución Liberal y crisis de las Instituciones tradicionales: el Principado de Asturias en el Reinado de Fernando VII (1808-1833), Gijón, Silverio Cañada Editor, 1989; La Guerra de la Independencia en Asturias, Gijón, Silverio Cañada Editor, 1984; y «1808. Revolución periférica y soberanía nacional. Asturias y la formación del Gobierno central», en 1808-2008. La Guerra de la Independencia en Asturias: la historia 200 años después. Oviedo, Junta General del Principado de Asturias, 2009. Por último, Friera, Marta: La Junta General del Principado de Asturias a fines del Antiguo Régimen (1760-1835), Oviedo, KRK, 2002. 5 La oposición a la Junta renovada será mucho más amplia y en ella destacan dos instituciones, la Audiencia y el cabildo de la catedral de Oviedo, pero como líderes sobresalen estos dos personajes, que se convertirán en los puntales de la Junta que cree el marqués de la Romana tras el golpe del 2 de mayo de 1809. 4 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 13-34 Jovellanos en la Junta Central 17 no haberlo logrado, de coaligarse con Antonio Prado Valdés y la familia de Jovellanos para sacar adelante la candidatura del ilustrado gijonés; también de haber maniobrado para controlar la mayoría de la Junta. Sus argumentos no carecían de fundamento: Jovellanos fue elegido el mismo día de la constitución de la nueva Junta como representantes de Asturias en la Central. Por otra parte, fueron designados para el ministerio de Estado el conde Marcel de Peñalva —emparentado con Jovellanos— y el propio Flórez Estrada; en el de Guerra, estaban el marqués de Santa Cruz y el teniente general de artillería José María Cienfuegos Jovellanos; Baltasar Cienfuegos Jovellanos, sobrino de D. Gaspar, fue elegido secretario de la Junta; Manuel María de Acevedo, hermano del Capitán General, Vicente María de Acevedo, y primo de Flórez Estrada, es nuevo vocal de la Junta y pasó a formar parte del ministerio de Gracia y Justicia y el Tribunal de Estado, también sería designado oidor —magistrado— de la Audiencia para sustituir al fallecido decano Francisco Antonio Touves; entre los nuevos procuradores, se encuentran hombres como Antonio Prado Valdés —también entra la comisión o ministerio de Gracia y Justicia—, señalados como «adictos» a la «facción» que capitaneaba Flórez Estrada. Quizá no esté de más recordar que Ignacio Flórez era procurador general del Principado en 1792, cuando la diputación acordó dirigirse al ministro de Marina —Antonio Valdés— y al Consejo de Castilla para que las escuelas de matemáticas, física, química, mineralogía y náutica —el Instituto promovido por Jovellanos—, que acababan de ser creadas, no se estableciesen en Gijón, sino «en esta ciudad capital del Principado, como antes de ahora se ha informado por esta Diputación exponiendo al mismo tiempo las muchas justas y muy poderosas razones que asisten al Principado para esta solicitud». El propio Flórez fue encargado, junto con Narciso López de Grado, de redactar las «representaciones» 6. ¿Quiere decir esto que las relaciones entre Ignacio Flórez y Jovellanos eran ya malas desde 1792? Desde luego, es más que probable que a Jovellanos le disgustase su actuación en este asunto. No tengo datos muy precisos de las relaciones que mantuvieron hasta 1808, pero en el archivo de Ignacio Flórez, unido al del marqués de Santa Cruz en 1843, se encuentran dos cartas de Jovellanos, de 1792, que fueron publicadas por José Caso González en los volúmenes II y III de sus obras completas7; en ellas el ilusArchivo de la Junta General del Principado, libro nº 117, Diputación de 1790-93 y Junta de 1793, sesión de la diputación del 18 de diciembre de 1792. Sobre la oposición ovetense al establecimiento de estas enseñanzas en Gijón y la consiguiente reacción de Jovellanos, véase Caso González, José Miguel: Vida y obra de Jovellanos, Gijón, El Comercio, 1993, tomo 2, págs. 376 y ss. 7 Las Cartas le fueron facilitadas a José Caso por José María Patac, una está fechada en Gijón a 27 de octubre de 1792 y ha sido publicada en el Vol. II de las obras completas —Gijón, KRK, 1985, págs. 550551—; la otra, sin fecha, fue inicialmente datada por José Caso en 1795, por lo que la incluyó en el volumen III de las obras completas —el segundo dedicado a la correspondencia— pero él mismo consideró 6 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 13-34 18 Francisco Carantoña Álvarez trado gijonés trata a Flórez como «mi querido primo, amigo y señor» y «tierno y afecto primo y amigo». Ahora bien, las dos cartas son, como digo, de 1792, anteriores a que Flórez y la diputación del Principado se pronunciasen a favor de que las nuevas enseñanzas se estableciesen en Oviedo. Además, en la segunda, fechada el 27 de octubre, a pesar de los apelativos cariñosos, el tono es desabrido, incluso notablemente crítico con la diputación y le lanza lo que parece un claro reproche a su actuación: «Tu empleo [procurador general del Principado] no es uno de tantos, y así como único en el objeto, es universal e las funciones, y con derecho así para promover como para rectificar el despacho de los acuerdos. Si hubieras estado sobre la anterior representación, no hubiera hecho Estrada lo que hizo…» Jovellanos ya debía de conocer el acuerdo de la diputación, emitido con fecha de 3 de octubre, que, además de apoyar la creación de las «cátedras» y la asignación económica, solicitaba su pronto establecimiento en esta capital8. Como indica José Caso, es una pena que en el Diario de Jovellanos no exista ninguna anotación entre el 3 de agosto de 1792 y el 10 de noviembre de 1793, que nos hubiera permitido conocer como encajó Jovellanos la actuación de Flórez, pero insisto en que tuvo que desagradarle y enfriar sus relaciones. Desde luego, Ignacio Flórez no muestra ninguna deferencia hacia él en 1808 y 1809, todo lo contrario. Parece claro que en agosto de 1808 se produjo una maniobra del grupo más progresista de la Junta General del Principado, vinculado a las figuras de Jovellanos y Flórez Estrada, para consolidar sus posiciones en la institución y, sobre todo, llevar a Jovellanos a la Junta Central, en la que iba a dirimirse realmente el futuro de la revolución, el camino político que iba a emprender la España patriota. Esa elección no hubiera podido salir adelante sin la colaboración de un importante sector de la nobleza, sobre todo el conde Marcel de Peñalba y el marqués de Santa Cruz, emparentados entre sí y con Jovellanos, al que admiraban, aunque sus ideas fueran más conservadoras. Será un noble titulado que acababa de entrar en la Junta y también amigo suyo, el marqués posteriormente, debido al tema que abordaba, que debía ser fechada a finales de 1792 o febrero de 1793. Leyéndola detenidamente, me inclino por 1792, probablemente entre el verano (julio-agosto), cuando el Consejo de Estado acuerda solicitar informe a varias instituciones asturianas sobre la posibilidad de destinar 50.000 reales de las rentas del hospicio para el nuevo centro educativo y se emite la orden de creación de las escuelas, y diciembre, en que se decide establecerlas en Gijón. Es más, estoy casi seguro que la carta es de agosto o septiembre, ya que la diputación trató el día 21 de septiembre sobre la creación del centro educativo y en ella presentó Flórez una representación en la que expresa su apoyo a la iniciativa y a la asignación de los 50.000 reales, en los términos que le pide Jovellanos en su carta. Archivo de la Junta General del Principado, libro nº 117, Diputación de 1790-93 y Junta de 1793, sesión de la diputación del 22 de septiembre de 1792. Carta de Jovellanos a Ignacio Flórez en Obras Completas, vol. III, Gijón, KRK, 1986, págs. 148-150. José Caso también señala la influencia de Jovellanos sobre las ideas que expresa Flórez en su representación de septiembre de 1792 en su Vida y obra de Jovellanos, ob. cit., Vol. II, pág. 372. 8 Citado por Caso González, José Miguel: ob. cit., pág. 373. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 13-34 Jovellanos en la Junta Central 19 de Camposagrado, quien lo acompañe a Aranjuez. Sólo ese pacto permite explicar las medidas que la Junta adoptará poco después sobre el reclutamiento para el ejército, la justicia, los ayuntamientos, o su propia composición, precisamente a iniciativa de Álvaro Flórez Estrada y algunas en clara contradicción con sus ideas políticas. La decisión de que Asturias acudiese a la reunión de las Juntas provinciales para establecer un gobierno central fue adoptada por unanimidad en la sesión de la tarde del día 1 de septiembre; de la misma manera, se aprobó que fuesen dos los diputados que la representasen, ya que era el número decidido por las Juntas convocantes. En cambio, cuando comience la elección, se verá que no existía tal concordia sobre si debía ratificarse a los elegidos anteriormente9. De acuerdo con el turno establecido tradicionalmente, el primero que habló fue precisamente Antonio de Prado, apoderado de Oviedo, que propuso los nombres que finalmente resultarían elegidos, algo que concuerda con las acusaciones de Jove y Flórez. Le secundó inmediatamente el conde de Toreno, alférez mayor del Principado, que intervenía después de la ciudad. Ahora bien, que ese fuese el tándem resultante no quiere decir que la mayoría de los votos fuesen dirigidos a él en conjunto. De hecho, los críticos con la nueva Junta insisten en que el objetivo era lograr la elección de Jovellanos, pero no mencionan nunca a Camposagrado. En total fueron emitidos 39 votos, 33 de concejos —estaban presentes 34, pero el marqués de Camposagrado, candidato desde el principio, que representaba a Aller, se abstuvo— y 6 de obispalías —votaron 18, cada una con un tercio de voto—, en este caso quien no votó fue Ramón de Jove, por razones distintas. Cada apoderado votaba dos nombres, si un concejo estaba representado por dos apoderados, el voto de cada uno valía la mitad. El más votado fue, con notable diferencia, Jovellanos, que logró 22 votos y un tercio, el 57,25% de los emitidos10. El marqués de Camposagrado obtuvo 16 votos y medio, más un tercio, lo que supone el 43,15%. Estuvo muy cerca de él otro ilustrado vinculado a Asturias y que aparecía también en muchas de las propuestas que surgían en toda España sobre las personas que debían integrar el gobierno central, Antonio Valdés, que consiguió 14,5 votos, el 37,17%, y quedó, por lo tanto, a solo dos votos y medio de desbancar a Camposagrado. Más lejos estuvo el mariscal de campo José Heredia, con 11 votos y dos tercios, el 29,89%. El futuro diputado absolutista en las Cortes de Cádiz Pedro de Inguanzo obtuvo 5 votos, Ignacio Flórez 3 y dos tercios, y el marqués de Santa Cruz, Cayetano Valdés y el conde Marcel de Peñalba votacioHe analizado con detalle el proceso de convocatoria, elección y composición de la nueva Junta —así puede considerarse— y sus principales decisiones políticas en Carantoña Álvarez, Francisco: «Soberanía y derechos constitucionales: la Junta suprema de Asturias (1808-1809)», ob. cit., págs. 21-25. 10 Como cada vocal podía votar a dos personas, pero no otorgar dos votos a la misma, aunque se emiten 78 votos para cubrir los dos puestos, un candidato no podía obtener más de 39. 9 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 13-34 20 Francisco Carantoña Álvarez nes residuales. La candidatura propuesta por Prado y Toreno, el tándem JovellanosCamposagrado, logró 8 votos y medio, el 21,79%11. Los apoderados más liberales, entre ellos Manuel María de Acevedo, primo de Flórez Estrada, votaron por Jovellanos y Antonio Valdés, pareja de nombres que obtuvo 9,5 votos más dos tercios, más, por lo tanto, que la de Jovellanos-Camposagrado. Con todo, entre los votantes de esta opción encontramos al conservador conde Marcel de Peñalba, familiar de Jovellanos. El marqués de Santa Cruz votó por el marqués de Camposagrado y el conde Marcel de Peñalba, no por Jovellanos. Sorprendentemente, el apoderado del ayuntamiento de Gijón, Antonio Lorenzo de Hevia, no votó al ilustrado gijonés el día 1 de septiembre. Tampoco la corporación municipal fue muy diligente al felicitarlo por su elección para la Central, lo hizo el día 30 de septiembre, con un mes de retraso, cuando ésta ya se había constituido12. Hay que tener en cuenta que en las votaciones, como en otros acuerdos de la Junta, influyen notablemente las relaciones de amistad (o enemistad) y parentesco. Tampoco debe olvidarse que la idea de que eran necesarias reformas para «regenerar» España y evitar que se repitiese el «despotismo» que había caracterizado el gobierno de Godoy estaba profundamente arraigada en todos los sectores sociales e ideologías, otra cosa era establecer el programa de reformas y el método para llevarlas a cabo, sobre lo que no va a existir el mismo consenso cuando el proceso se ponga en marcha. Esto explica el amplio apoyo que recibieron ilustrados de prestigio, de los que personas de ideas diferentes pensaban que podían contribuir a sacar adelante los cambios. En cualquier caso, Antonio Valdés formaría también parte de la Junta Central como representante del reino de León. La voz más rotundamente disidente en esta votación fue la del padre de Gregorio Jove, Ramón de Jove, vizconde de Campogrande, que considera «prevaricato» revocar la elección hecha anteriormente y no vota por creer nula la nueva elección, incluso pedirá testimonio del acuerdo y el voto que emite. Otros apoderados —Díaz Miranda, Miranda Flórez, Alonso Canella— hicieron constar que se mantenían en lo que habían votado anteriormente, dando a entender que tampoco consideraban correcto elegir a nuevos diputados, pero no impugnaron el proceso electoral. Para redactar el poder que debía ser entregado a los dos diputados en la Central se formó una comisión integrada por Antonio de Prado, Blas de Posada, conde Marcel de Peñalba, marqués de Santa Cruz de Marcenado y Álvaro Flórez Estrada. Flórez Estrada presentó el texto ante la Junta el día 2, que lo aprobó «alterando sólo aquellas cláusulas que dicen relación a otros objetos», no sabemos si la comisión había incluido referencias a la labor política que debían abordar los comisionados. Se acordó 11 12 AHN, Consejos, 11995, 32, sesión del 1 de septiembre de 1808 por la tarde. AMG, Libro de actas de 1808-1812, sesión de 30 de septiembre de 1808. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 13-34 Jovellanos en la Junta Central 21 también que a Jovellanos se le enviase por posta. Todavía el día 3 se volvió sobre el asunto y se acordó que figurara un cláusula que revocase expresamente todos los poderes emitidos anteriormente «para el mismo efecto», se trataba de dejar claro que la nueva elección anulaba las anteriores y, por lo tanto, la representación a la que creía tener derecho Ignacio Flórez13. El poder definitivo es un interesante documento, que otorga a los dos diputados plena libertad de actuación y recoge el papel de Asturias en la formación del gobierno central, también figura la cláusula de revocación antes mencionada: En la Sala Capitular de la Santa Iglesia Catedral de esta Ciudad de Oviedo a 1º dia del mes de Setiembre de 1808, congregada la Junta general de este Principado, en quien reside la Soberania, mientras no fuere restituido a ella el Sr. D. Fernando 7º, Digo: Que haviendose leido en las anteriores sesiones diferentes oficios de otras Juntas de algunos Reinos, y Provincias de España con otros varios papeles, e informes terminantes a promober, que esta Junta Suprema dispusiese desde luego enviar dos, o mas Comisionados a la celebracion de un Congreso en Ciudad Real, o donde conviniese la mayor parte de los demas Comisionados de los otros Reinos y Provincias, por ser de la mayor importancia a fin de establecer un mando, o gobierno, a quien obedezcan todos los Reinos, y Provincias que estan en Armas, y tratar al mismo tiempo de quantos Negocios convengan, y sean correspondientes a un Congreso de tanta consideracion y urgencia; y estando ya bien penetrada esta Suprema Junta desde un principio de estos mismos sentimientos, por ser los propios, que el Caballero Procurador general de este Principado D. Alvaro Flórez Estrada havia manifestado, propuesto y promovido a toda la España en papel publico, deseando por momentos, se acerque el dia feliz de que se reconcentre el mando de todos los Reinos, y Provincias de España por medio de la celebración de un Congreso de los respectivos Comisionados y de que el Govierno tome toda la energía, que conviene, y es necesaria, y que reciba todas las mejoras, de que es susceptible, hasta llegar a la más perfecta organización, procedio al nombramiento de sus respectivos Comisionados; y teniendo en consideración las relebantes y bien conocidas prendas, instruccion, y mas circunstancias de los Excmos. Sres. D. Gaspar Melchor de Jove Llanos del Consejo de Estado de S.M. (que Dios guarde) y de don Francisco Bernaldo Quiros Marques de Campo Sagrado Teniente general, e Inspector del exercito Asturiano los ha nombrado, y elegido, como desde ahora los nombra, y elije por tales Comisionados para el expresado Congreso en Ciudad Real, o donde mejor convenga, por ser uno, y otro de toda la confianza de esta Suprema Junta para un encargo tan importante; y a cada uno de los dos in solidum confiere el mas amplio poder, para que en voz, nombre, y representacion de este Principado, concurran a la celebracion del citado Congreso, asistan a el, propongan, representen, voten, y resuelvan lo que creyeren mas conforme, y conveniente al bien particular de esta Provincia, y al General de toda la Monarquia de España, e Indias. Pues el poder mas amplio, y general, que para todo lo espuesto se requiere, ese mismo les da, y confiere esta Suprema Junta a dichos dos Excmo. Sres. arriba nombrados sin limitacion 13 AHN, Consejos, 11995, 32, sesiones del 1 de septiembre por la tarde, 2 y 3de septiembre de 1808. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 13-34 22 Francisco Carantoña Álvarez alguna; y con quantas clausulas, y facultades sean necesarias, y para todos quantos asuntos, tengan por conveniente tratar aunque sean de aquellos, que requieren poder especial, por haver de entenderse expresos aqui, como si a la letra lo estubiesen, con todas sus incidencias, y dependencias, libre, franca y general administración, rebocando, como reboca, qualesquiera otro poder o poderes anteriormente dados a otras Personas para este mismo efecto, Cortes o Junta, que quiere, no valgan ni tengan valor, ni efecto alguno, y si solo este, y renuncia las Leyes de su favor, y la general del derecho en forma: Asi lo expusieron y otorgaron, firmando en este libro original de Acuerdos por si, y a nombre de todos los demas Sres. representantes.— Josef Valdes Florez, Presidente.— El conde de Toreno.— Ramon Miranda Solis.— Ysidro Antayo.— Alonso Canella.— Baltasar Cienfuegos Jovellanos, Representante Secretario 14. A Flórez Estrada, procurador general del Principado, cabeza de la tendencia más abiertamente liberal y reformista de la Junta, debemos, por tanto, la elección de Jovellanos para formar parte de la nueva Junta Central. Por cierto, lo primero que hizo D. Gaspar cuando recibió el poder que, con fecha de 3 de septiembre, le había expedido la Junta General fue renunciar a las dietas, de 4.000 ducados anuales, que le correspondían. Jovellanos asumía, con 64 años, la que probablemente fue su mayor responsabilidad política. No pretendo restar importancia a su breve paso por el ministerio de Justicia, pero ahora formará parte del órgano que desempeñará tanto las funciones legislativas como la dirección del poder ejecutivo en un momento crucial de la historia de España. Muy pronto planteó en la Junta Central la necesidad de convocar Cortes. La propuesta, que expuso detalladamente en el «Dictamen sobre la institución del nuevo gobierno», de 7 de octubre de 1808, llevaba aparejada la creación de un Consejo de Regencia, en el que residiría el poder ejecutivo; por ello, su posición ha sido en ocasiones asimilada, erróneamente, a la de quienes, desde una perspectiva conservadora, querían el restablecimiento del sistema institucional del Antiguo Régimen15. Para Jovellanos la designación del Consejo, que se instalaría el 1 de enero siguiente, debía ser simultánea a la convocatoria de Cortes para 1810. Su mandato finalizaría cuando se constituyese el parlamento. Si se consideraba necesario, para limitar la tentación de que la regencia se convirtiese en un poder autoritario, podría renovarse AHN, Consejos, 11995, 32. Utilizo el original manuscrito como aparece en el libro de actas de la Junta General, hasta ahora inédito, firmado por los señores que se indica, he respetado la ortografía original. Este texto presenta algunas diferencias de redacción con el que publica Ramón Álvarez Valdés, que debió utilizar una copia impresa. Jovellanos, en la Memoria en defensa de la Junta Central, sólo publica la notificación que le envió el día 3 Baltasar Cienfuegos Jovellanos con el poder y otros documentos. 15 Artola, Miguel: Los Orígenes de la España Contemporánea. Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2000 (3ª edición), I, pág. 213. 14 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 13-34 Jovellanos en la Junta Central 23 anualmente, de forma total o parcial16. Paralelamente, se establecerían cinco o seis ministerios (los entonces existentes más uno para ultramar). La creación del Consejo de Regencia no supondría la disolución de la Junta Central, sino su reducción, ya que quedaría integrada por un diputado de cada Junta y se convertiría en una Junta Central de correspondencia, que coordinaría a las provinciales, controlaría a la Regencia y prepararía la reunión de las Cortes de forma muy similar a como realmente lo haría la Central en 1809. Entre las tareas de las Cortes se encontraba la reforma de la constitución. Jovellanos defenderá en 1808 lo mismo que en 1809 o en 1811, que era necesario convocar unas Cortes que ejerciesen el poder legislativo, dejando el ejecutivo a la regencia, y que realizasen las reformas necesarias, actualizando una constitución histórica que, desde su punto de vista, existía, pero no se aplicaba totalmente y necesitaba cambios que la adaptasen a las necesidades de la España de comienzos del siglo XIX17. Para Jovellanos esa «reforma constitucional» no sólo suponía revitalizar unas Cortes relegadas por el absolutismo a un papel casi decorativo, sino convertirlas en un parlamento bicameral, al estilo británico, como dejaría bien claro en los debates del año siguiente, y establecer de hecho un sistema de separación de poderes como postulaba Montesquieu. Su propuesta fue rechazada, pero no se rindió, en noviembre le plantearía a lord Holland cuales eran sus objetivos y las dificultades con que se encontraban: Y viniendo ahora a las esperanzas y deseos de V.E. acerca de la reforma de nuestra Constitución, y que son enteramente unívocos con los míos, yo no sé todavía lo que en esto se puede pronosticar. No hay un español dentro ni fuera de nosotros que no los tenga o forme; pero me temo que la diferencia en los medios de caminar a tan santo fin pueda frustrar su logro. En la misma Constitución tenemos señalado el camino, con sólo reunir las Cortes, preparando antes los planes de reforma que debieran sancionar; pero esta reunión no agrada a algunos, que no quisieran restituir a ellas la autoridad que disfrutan. MiránPrefiere un consejo de cinco miembros porque «sobre los muchos (inconvenientes y peligros) que lleva naturalmente consigo, el gobierno de uno solo, aun cuando sea el soberano legítimo, tiene otros más grandes y temibles. Un regente, depositario de todo el poder, se puede convertir fácilmente en un dictador, y un dictador se convierte más fácilmente en un tirano, sin otra diligencia que prolongar el tiempo de su dictadura». Jovellanos, Gaspar Melchor de: Memoria en defensa de la Junta Central. Apéndice V. Edición a cargo de José Miguel Caso González, Oviedo, Junta General del Principado de Asturias, 1992, vol. II, pág. 57. 17 «Como es necesario que en la institución que diere al Consejo de Regencia esta Suprema Junta le prescriba los objetos en que debe ocuparse y los trabajos que debe preparar y presentar a la sanción de las Cortes sobre las mejoras que puedan admitir nuestra constitución, legislación e instrucción pública, guerra, marina real hacienda, etc., y como los planes o proyectos relativos a estas reformas deberán concebirse y trabajarse por las personas que nombrare, y que sean las más entendidas en cada ramo, y en juntas separadas que dejará formadas, será también conveniente que cada una de estas juntas sea presidida por un miembro de la Junta de correspondencia, encargado de activar sus trabajos y dirigirlos al grande objeto de la felicidad nacional», Ibíd., pág. 64. 16 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 13-34 24 Francisco Carantoña Álvarez dose como investidos de una representación nacional, que, cuando la tuvieran, no sería ni constitucional, ni completa, ni permanente, ni indefinida, creen que nada hay para que no estén autorizados por ella. Piensan, sí, en reformas y mejoras; pero, presumiendo mucho de su celo y sus luces, quisieran hacerlas por sí mismos; y sea por deseo, o por costumbre de mandar, o por el de gloria, o algún otro interés, no se resuelven al generoso sacrifico de su autoridad, que deben a la patria, y a que tal vez (lo que a Dios no plegue) los forzaría ella misma, si se obstinasen en rehusarla18. En esa misma carta se refería con cierta dureza, pero con respeto, al conde de Floridablanca, uno de los miembros de la Junta Central que se oponían a la convocatoria de Cortes: «Yo no sé si [por] la costumbre arraigada de nuestro último sistema de gobierno, o si por el temor de los males y disturbios que puede producir una gran reunión, está, según creen algunos, poco inclinado a la convocación de Cortes. Es cierto que las ideas de libertad y independencia no entran fácilmente en personas acostumbradas a mandar sin tropiezo; pero, en todo caso, el buen talento, la larga experiencia y la prudencia consumada de este venerable personaje es para nosotros de la más alta importancia». El anciano conde falleció en diciembre y dejó el camino más despejado para los partidarios de la convocatoria de Cortes. Apoyándose en los jóvenes más liberales de la Central, aunque moderando su propuesta, logró sacar adelante el decreto de convocatoria de Cortes, que fue publicado el 22 de mayo de 1809. Posteriormente, se creó una comisión para prepararlas, se puso en marcha la llamada «consulta la país» y se organizaron una serie de juntas para planear la labor legislativa, en ellas estarían futuros diputados de las Cortes de Cádiz, como Agustín Argüelles, que utilizarían sus trabajos en su nueva tarea de legisladores. Si adoptar la decisión de convocarlas no fue fácil para la Junta Central, dar forma a la convocatoria entrañaría tantas o más dificultades. El debate sería doble, por un lado sobre cuál sería el principal objeto de las Cortes, por otro sobre quiénes deberían integrarlas. Para el sector más liberal, encabezado por Lorenzo Calvo Rozas, las Cortes deberían aprobar una constitución, que sería preparada por la Junta Central; para los ilustrados reformistas, como Jovellanos, las Cortes debían «perfeccionar» y actualizar la constitución histórica, además de realizar las reformas legislativas que el país necesitaba; en cuanto a los más conservadores, consideraban que las Cortes debían limitarse a elegir una regencia y adoptar las decisiones imprescindibles para ganar la guerra. En el decreto del 22 de mayo queda patente la victoria de las tesis de Jovellanos: 18 Jovellanos, Gaspar Melchor de: carta a lord Holland, 2 de noviembre de 1808, en Obras Completas. V, Correspondencia, 4º octubre 1808-1811 (addenda), Oviedo, Instituto Feijoo de estudios del siglo XVIII-Ilustre Ayuntamiento de Gijón, 1990, págs. 21-22. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 13-34 Jovellanos en la Junta Central 25 Queriendo, pues, el Rey nuestro señor, Don Fernando VII, y en su Real nombre la Junta Suprema gubernativa del Reino, que la Nación española aparezca a los ojos del mundo con la dignidad debida a sus heroicos esfuerzos, resuelta a que los derechos y prerrogativas de los ciudadanos se vean libres de nuevos atentados, y a que las fuentes de felicidad pública, quitados los estorbos que hasta ahora las han obstruido, corran libremente luego que cese la guerra, y reparen cuanto la arbitrariedad inveterada ha agostado y la devastación presente ha destruido, ha decretado lo que sigue: 1. Que se restablezca la representación legal y conocida de la Monarquía en sus antiguas Cortes, convocándose las primeras en todo el año próximo, o antes si las circunstancias lo permitieren; 2. Que la Junta se ocupe al instante del modo, número y clase con que, atendidas las circunstancias del tiempo presente, se ha de verificar la concurrencia de los Diputados a esta augusta Asamblea; a cuyo fin nombrará una Comisión de cinco de sus Vocales que, con toda la atención y diligencia que este gran negocio requiere, reconozcan y preparen todos los trabajos y planes, los cuales, examinados y aprobados por la Junta, han de servir para la convocación y formación de las primeras Cortes; 3. Que además de este punto, que por su urgencia llama el primer cuidado, extienda la Junta sus investigaciones a los objetos siguientes, para irlos proponiendo sucesivamente a la Nación junta en Cortes: — Medios y recursos para sostener la santa guerra en que, con la mayor justicia, se halla empeñada la Nación, hasta conseguir el glorioso fin que se ha propuesto; — Medios de asegurar la observancia de las leyes fundamentales del Reino; — Medios de mejorar nuestra legislación, desterrando los abusos introducidos y facilitando su perfección; — Recaudación, administración y distribución de las rentas del Estado; — Reformas necesarias en el sistema de instrucción y educación pública; —Modo de arreglar y sostener un ejército permanente en tiempo de paz y de guerra, conformándose con las obligaciones y rentas del Estado; — Modo de conservar una marina proporcionada a las mismas; — Parte que deban tener las Américas en las Juntas de Cortes; 4. Para reunir las luces necesarias a tan importantes discusiones, la Junta consultará a los Consejos, Juntas superiores de las provincias, Tribunales, Ayuntamientos, Cabildos, Obispos y Universidades, y oirá a los sabios y personas ilustradas; 5. Que este decreto se imprima y circule con las formalidades de estilo, para que llegue a noticia de toda la Nación. Se trata de «restablecer la representación legal y conocida» del reino para legitimar al gobierno y realizar las reformas necesarias. Es cierto que ni siquiera se menciona el término «constitución» —a Jovellanos sin duda le hubiera satisfecho una mención a la «constitución» histórica que quería restablecer y mejorar— pero, como se comprueba claramente leyendo la Consulta sobre la convocación de las Cortes por estamentos, los defensores de la convocatoria de Cortes tenían que luchar contra el miedo de muchos vocales —incluso ilustrados, como Antonio Valdés— a la deriva de la revoCuadernos de Investigación, 3, 2009, 13-34 26 Francisco Carantoña Álvarez lución francesa y a que en España la decisión de la Central pudiera abrir un camino parecido. De ahí que, finalmente, no se haga referencia ni siquiera a «la antigua y venerable Constitución de España» de que habla Jovellanos en su documento, y se prefiera hablar de «leyes fundamentales». Eso explica también la insistencia que muestra D. Gaspar en la Consulta sobre la soberanía del monarca, en la que efectivamente creía, pero a la que se refiere en términos que diluían la también para él deseable separación de poderes y equilibrio entre las instituciones del Estado ¡tenía que convencer a sus compañeros de Junta de que la convocatoria de Cortes y las reformas legislativas no suponían una amenaza para la institución monárquica! Si, como han hecho algunos autores, se lee este documento de Jovellanos fuera de su contexto se corre el riesgo de obtener una visión equivocada de su pensamiento político. Para conocer lo que realmente pensaba Jovellanos sobre este asunto en 1809 no hay que fijarse sólo en la Consulta, sino también en su posterior «Exposición sobre la organización de las Cortes», sobre la que la Central adoptará su decisión definitiva sobre la composición del parlamento. En ella dice literalmente: Pero mayor ventaja promete la reunión de estos dos brazos [cámaras] en cuanto a la sanción de las leyes. Cuando una nueva ley acordada en el estamento popular y de nuevo examinada sea confirmada por el estamento privilegiado ¿qué peso de opinión y autoridad no recibirá de esta confirmación al subir a la sanción del soberano? Cualquiera que sea la intervención que la Constitución le diere en el poder legislativo, y aunque sea el derecho ilimitado de repeler las leyes propuestas por las Cortes, sin dar razón de su repulsa, ¿cómo puede temerse que una ley pedida por el pueblo, apoyada por los prelados y grandes, reclamada por toda la nación y fortificada con el peso de la opinión pública, que en este caso jamás le faltará, pueda ser desechada por el soberano? ¿Qué le podría mover a esta repulsa? ¿Su capricho? Pero él sabrá que sólo pueden tener caprichos los tiranos, y que los pueblos son jueces de sus delirios19. No ofrece dudas que Jovellanos considera que la capacidad de legislar recae en el parlamento y, aunque es partidario de conservarlo, acepta incluso la posibilidad de que el veto real sea suprimido o limitado. Hay que tener en cuenta que los decretos posteriores de la Junta Central, que concretan las fechas de elección y la composición del parlamento, aprobados cuando la convocatoria de Cortes era ya un hecho establecido, son mucho más claramente jovellanistas, la primera gran reticencia, la de convocarlas, había sido ya vencida: El Rey nuestro Señor, y en su Real nombre la Junta Suprema gubernativa del Reino, persuadida de que la pronta reunión de Cortes generales anunciada en el Real Decreto de 22 de mayo próximo pasado es la más a propósito para reunir las opiniones y las voluntades, 19 Jovellanos, Gaspar Melchor de: Memoria en defensa de la Junta Central, ob. cit., vol. 2, pág. 143. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 13-34 Jovellanos en la Junta Central 27 y atajar cualquiera división que en grave perjuicio del Estado pudiera nacer de una disposición de ánimos menos conforme; convencido de que esta respetable Junta de los Reinos ha de asegurar para lo sucesivo los derechos de la Monarquía y del pueblo español, y ha de encontrar y poner en movimiento los medios extraordinarios que la Nación tiene y necesita para salvarse; deseando que los españoles elevados a la dignidad de un Estado liberalmente constituido tengan más pronto a la vista la dulce perspectiva de los bienes que van a disfrutar, y se hagan más animosos y más grandes para defender su libertad e independencia, y salvar a su Rey del injusto cautiverio que padece, restituyéndole a su Trono; queriendo, en fin, realizar con la brevedad posible el deseo expreso de nuestro benéfico Monarca y los votos del Reino todo, unánimes en este objeto, que tiene también en expectación a las Naciones amigas de nuestra causa, Ha decretado: Que la convocación de las Cortes generales y extraordinarias de la Nación se haga en 1 de enero de 1810 en la forma y con la concurrencia de personas que entonces se especificarán, y que estas Cortes estén reunidas para empezar solemnemente sus funciones el día 1 de marzo siguiente. El segundo, ya de enero de 1810, decía: El Rey, en su nombre la Suprema Junta gubernativa de España e Indias: Presidente y Vocales de la egregia y fidelísima Junta superior de observación y defensa de… Sabed que, no habiendo podido publicarse por los desgraciados acontecimientos sucedidos en aquella época, Mi Real decreto expedido en Bayona de Francia a cinco de mayo del año mil ochocientos ocho, para que se juntase la Nación en Cortes generales, por otros Reales Decretos de 22 de mayo y 28 de octubre del año próximo pasado, tuve por conveniente y necesario convocar la Nación a Cortes generales para tratar en ellas primeramente de la conservación de nuestra Santa Religión Católica; para procurar por todos los medios posibles libertar Mi Persona de la dura e ignominiosa esclavitud que padece; para tomar las medidas eficaces a fin de continuar la guerra en que tan justa y gloriosamente se halla empeñada la Nación hasta arrojar de ella y escarmentar al tirano que pretende subyugarla; para restablecer y mejorar la Constitución fundamental de mis Reinos, en la cual se afiancen los derechos de Mi soberanía y las libertades de mis amados vasallos, y finalmente para resolver y determinar todos los asuntos que deben serlo en Cortes generales20. Ahora se habla, literalmente, de un «Estado liberalmente constituido» y no se omite el término «Constitución». Que su convocatoria fuese firme, incluso con fecha, no quiere decir que la decisión sobre la forma definitiva de las Cortes resultase sencilla, se debatió tanto sobre 20 Decretos de 28 de octubre de 1809 y 1 de enero de 1810. Los decretos de la Junta Central sobre la convocatoria de Cortes pueden consultarse en: www.cervantesvirtual.com>Portal temático>La Constitución española de 1812 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 13-34 28 Francisco Carantoña Álvarez la posibilidad de convocar una cámara única, como de reunirlas en tres brazos separados, pero, finalmente, Jovellanos impuso su concepción anglófila y se estableció un parlamento bicameral. Otra cosa es que las circunstancias acabaran desembocando en una solución más avanzada —como es bien sabido, finalmente se reunió una sola cámara—, pero la decisión de la Central había sido esa. Ciertamente, si se hubiese llevado a cabo lo que quería Jovellanos y la Junta acordó, la obra de las Cortes hubiera sido distinta, sin duda mucho más moderada, pero en lo que me interesa insistir es en que la posición política de Jovellanos estaba muy alejada del conservadurismo absolutista, incluso de quienes querían restablecer unas Cortes con la composición y las limitaciones que habían tenido en la Edad Media. Jovellanos era un liberal que sacó adelante una propuesta innovadora, en absoluto tradicional —nunca habían existido en España unas Cortes con la composición y funciones que les otorgó la Central—, aunque más moderada que la que defendían «estos fogosos políticos» que sólo pensaban «en destruir para edificar de nuevo; y a trueque de evitar los males que han sufrido [con el despotismo], se exponen sin recelo a caer en otros mayores, y tanto más funestos, cuanto para mejorar el cuerpo social juzgan necesario empezar disolviéndole»21. Lógicamente, aunque tuviese a Agustín Argüelles por «muy instruido y también por hombre de juicio», a Jovellanos no podían gustarle ni la reunión de las Cortes de Cádiz en cámara única, ni la proclamación de la soberanía nacional, ni el anuncio de que se iba a elaborar una nueva constitución. Así se lo dice a Lord Holland el 5 de diciembre de 181022 y sobre ello insistirá en otras cartas. Ahora bien, como le indica en julio de 1811 a Alonso Cañedo Vigil, diputado en las Cortes: «Manifestaste tú el deseo de que te ayudase en los puntos relativos a constitución, y lo hubiera hecho en nuestras conversaciones, si la libertad de Asturias no me llamase allá. Acaso mis ideas estarán tan distantes de los que quieren reformarlo todo, como de los que nada; tales cuales sean las verás en una Memoria que escribí el año pasado y que los malditos impresores de La Coruña no tratan de avivar»23. En cartas posteriores a Cañedo insiste en sus ideas sobre la soberanía y el bicameralismo, y muestra que está dispuesto a aceptar una cámara alta representativa, no aristocrática, como la de EE. UU., con tal de que haya doble lectura de las leyes. Es evidente la influencia que sobre su pensamiento ejercen Montesquieu y Locke, pero también, como indica Javier Varela24, Adam Ferguson y Edmund Burke; lo mismo Jovellanos, Gaspar Melchor de: Memoria en defensa de la Junta Central, ob. cit., vol. 2, pág. 135. Carta a Lord Holland, fechada en Muros de Galicia el 5 de diciembre de 1810, en Jovellanos, Gaspar Melchor de: Obras completas V. Correspondencia, 4º, Gijón, KRK, 1990, 422-423. 23 Carta a Alonso Cañedo y Vigil, fechada en Muros de Galicia a 2 de julio de 1811, en Jovellanos, Gaspar Melchor de: Obras completas V. Correspondencia, 4º, Gijón, KRK, 1990, pág. 473. 24 Varela, Javier: Ob. cit., págs. 229 y ss. 21 22 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 13-34 Jovellanos en la Junta Central 29 sucede con su admiración por el sistema político británico, que compartirán todos los liberales moderados, pero sus posiciones no son nunca las de un conservador25. «Mi deseo era preparar por medio de nuestro plan una constitución modelada por la inglesa y mejorada en cuanto se pudiese, y a esto se dirigía la forma que ideamos para la organización de la asamblea», le dice literalmente a lord Holland en la carta que le escribía desde Muros el 5 de diciembre de 1810. La gestión de la Junta Central, que se desarrolló en una situación muy difícil, fue contradictoria y discutida, pero en su haber queda, sin duda, la decisión de convocar Cortes. De justicia es que la recordemos en el año en que se conmemora el segundo centenario de la reunión de las Cortes de Cádiz. Desde luego, la labor de Jovellanos en la Junta Central fue mucho más amplia y su pensamiento está presente en varios de sus textos legislativos. Josep Fontana y Ramón Garrabou señalan su influencia sobre «el único texto verdaderamente importante que la Junta ha dedicado a la reforma de la Hacienda», el decreto, aprobado el 7 de agosto de 1809, que suprimía «las contribuciones conocidas con el nombre de alcabalas, cientos y millones». Este decreto: No sólo enlaza con la existencia de unas viejas aspiraciones —«la observación y la experiencia mostraban sus perjuicios, clamaban los pueblos por el remedio»—, sino que toma en cuanta, ante todo, la necesidad de adaptarse «al sistema mercantil unánimemente abrazado por todas las naciones de Europa», eliminando unas trabas que, «obstruyendo la circulación interior, y pesando con desigualdad sobre las producciones de la tierra, sobre las manufacturas de nuestras fábricas y sobre todos los objetos en general del comercio», han bloqueado el crecimiento económico, sin bastar para atender las necesidades del estado. Se invoca para ello la conveniencia de adoptar una política que destaque por la «liberalidad de sus principios» —en lo que debe ser uno de los primeros usos modernos del término, en su pleno sentido político y económico— y se formula un programa que, expresado en términos de clara inspiración jovellanesca, no deja de ser, por ello, claramente liberal, smithiano: «la suprema Junta de gobierno del reyno está muy convencida de que la riqueza de los particulares es la riqueza del estado; de que ninguna nación puede ser rica sin fomentar su agricultura, su comercio y su industria, y de que la industria en general no se fomenta, si no se quitan los obstáculos que le oponen así las leyes civiles, como las fiscales; así la naturaleza como la opinión»26. Entiéndase cada término en su contexto, entonces los conservadores eran los «serviles», defensores del viejo orden y de la Inquisición, otra cosa es que entre quienes querían cambiar las cosas hubiera diversas concepciones sobre que Estado constitucional debía establecerse en España. 26 Los autores destacan que «no es difícil advertir que la frase final que se cita es poco menos que una condensación del índice del Informe sobre el expediente de la ley agraria de Jovellanos». Fontana, Josep y Garrabou, Ramón: Guerra y Hacienda. La Hacienda del gobierno central en los años de la Guerra de la Independencia (1808-1814), Alicante, Instituto de Estudios Juan Gil-Albert, 1986, págs. 46-47. 25 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 13-34 30 Francisco Carantoña Álvarez No es este el momento de extendernos sobre otros aspectos de la labor de Jovellanos en la Junta Central, pero quizá sea conveniente no olvidar su defensa de la Junta General del Principado cuando fue suprimida por el marqués de la Romana, el 2 de mayo de 1809, muy coherente con sus ideas sobre la constitución histórica y, por tanto, relacionada con el debate sobre las Cortes. Muy pronto intervinieron sobre esta cuestión los dos diputados asturianos ante la Central. Ya el día 20 de mayo, Jovellanos y el marqués de Camposagrado le habían dirigido un escrito que iba acompañado de varios documentos que habían recibido del Principado: una representación firmada por seis miembros de la Junta depuesta el día 3 de mayo; el oficio en el que la Romana ordenaba la disolución de la Junta; una copia del acta de la sesión del 2 de mayo, en la que se relata la irrupción de O´Donnell en la sala de sesiones; y la proclama que hizo pública el general27. El primer escrito de Jovellanos y Camposagrado sobre ese controvertido asunto estaba redactado con mucha prudencia, al fin y al cabo, la Romana era miembro de la Junta Central y general en jefe del ejército de la izquierda. Los dos diputados asturianos recomiendan esperar a la llegada de las explicaciones del militar antes de tomar ninguna resolución y anuncian que se abstendrán de intervenir en las disposiciones que pudieran adoptarse, era la Junta que los había elegido y en ella contaban con numeroso parientes y amigos. De todas formas, ya señalan el carácter especial de la Junta General del Principado, «erigida no tumultuaria, ni ocasionalmente sino con arreglo á las leyes municipales de la provincia […] conforme á la antigua e inmemorial costumbre». También recogen literalmente las quejas porque el general había atropellado «los derechos del Principado» y piden que la Central actúe con «rectitud y firmeza». Lord Holland le planteó a Jovellanos en esas mismas fechas uno de los peligros más graves que entrañaba la actuación de La Romana, también el único camino para evitarlo: ¿Por qué van ustedes tan poco a poco dans le grand affaire? Me parece otra prueba lo ocurrido en las Asturias de la precisión de algún gobierno con base más popular y de la instalación de tal gobierno cuanto antes. No me gusta nada el ejemplo que da allá mi amigo La Romana; y si cosas del mismo jaez suceden en otras provincias, ¿se sienten ustedes bastante fuertes para tantas componere lites? Y ¿piensan ustedes que hay duende en la palabra Central, que imposibilitaría la misma suerte, para la Junta que la tiene, que habrán experimentado las demás? Cuando generales y ejército hayan una vez averiguado cuánta fuerza tienen en esas materias, es esperar en lo excusado pensar que haya talismán que los detenga en obrar mal cuando se les da la gana. Las Cortes, las Cortes, mientras tendrán opinión, es la única prevención; y si no vengan [vienen] luego [pronto], aun ellas no serán suficientes 27 AHN, Consejos, 11995, 29. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 13-34 Jovellanos en la Junta Central 31 y sucederá en España, o guerra civil, o una serie de usurpaciones y desavenencias que, si no acaban con la buena causa, echarán a perder todo el fruto que se podía esperar de ella28. Pocos días después insistía: Estoy muy descontento de nuestro amigo La Romana. ¿Qué disculpa ya tiene del ultraje de haber deshecho un cuerpo legítimamente instituido? Si se pueden disculpar tales excesos en un general, sería cuando el entorpecimiento de las autoridades civiles estorben sus operaciones; pero para quedar él en Oviedo, otro tanto vale una Junta, por torpe que sea, que un gobierno de los más militares29. El peligro estaba en que los militares intentasen imponerse a las autoridades civiles e incluso establecer una dictadura, amagos había habido cuando se preparaba la instalación de la Central, algo parecido había intentado Cuesta con la Junta de León y Castilla. Hasta ahora se había podido sortear el riesgo de la dictadura y entre los militares, en general, se había logrado mantener la disciplina y el respeto al poder constituido, pero el precedente era malo y el peligro real30. El propio la Romana le cogería gusto a la intervención en política y encabezaría, pocos meses después, el más sólido intento de establecer una regencia y frenar la convocatoria de Cortes. El 6 de julio, conocedores de que la Central pensaba enviar a dos comisionados a Asturias para que recabasen información sobre lo sucedido, Jovellanos y Camposagrado presentaron un durísimo escrito, en el que retomaban parte de los argumentos de representaciones anteriores de Flórez Estrada, el depuesto procurador general, que había logrado llegar a Sevilla para defenderla, y exigían que se repusiese la Junta disuelta. Sostenían que el marqués no tenía derecho a disolverla, y menos a suprimirla, y privaba a Asturias de su gobierno representativo, lo que nunca debió es confundir la institución con los individuos que la integraban, que, como ciudadanos, debían responder ante los tribunales. Si no se les daba satisfacción, amenazaban con dimitir, Carta de Lord Holland a Jovellanos fechada en Cádiz el 19 de mayo de 1809, en Jovellanos, Gaspar Melchor de: Obras completas V. Correspondencia, 4º, Gijón, KRK, 1990, págs. 148-149. 29 Carta de Lord Holland a Jovellanos, fechada en Cádiz el 19 de mayo de 1809, en Jovellanos, Gaspar Melchor de: Obras completas V. Correspondencia, 4º, Gijón, KRK, 1990, pág. 163. 30 Sobre esta cuestión véase Carantoña Álvarez, Francisco: «Poder e ideología en la guerra de la Independencia», en Ayer, 45 (2002), págs. 275-301; más detalles sobre la actuación de Cuesta en «El levantamiento de 1808 en Castilla y León: las Juntas provinciales y la Junta de León y Castilla», ponencia presentada en el congreso internacional La Guerra de la Independencia en el mosaico peninsular, organizado por la Universidad de Burgos en 2008, pendiente de publicación. Sobre el intento de golpe de Cuesta para evitar la reunión de la Central, Toreno, conde de: Historia del levantamiento, guerra y revolución de España, Pamplona, Urgoiti, 2008 [1835-1837], págs. 264-265. 28 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 13-34 32 Francisco Carantoña Álvarez ya que, como había señalado el procurador general, su representación también sería ilegítima. La decisión de la Central se hizo pública el 10 de julio, efectivamente, se enviaba a dos comisionados a Asturias, se ordenaba suprimir la Junta designada por el marqués y les pedía que informasen en el plazo más breve. El acuerdo no fue del agrado de los partidarios de la Junta Suprema y, además, el asunto se retrasó más de lo razonable. Hasta noviembre no llegaron a Asturias los comisionados, el teniente general Antonio Arce y el Regente de la Audiencia de Extremadura, Francisco Yáñez de Leiva —había sustituido al consejero Sebastián de Torres, inicialmente nombrado—, que disolvieron la Junta de la Romana el día 9. Ambos de ideología conservadora, su informe, inconcluso y nunca debatido por la Central, era favorable a los adversarios de la Junta Suprema. De todas formas, convocaron nuevas elecciones a Junta General, lo que tampoco gustó a los miembros de la Suprema, que querían su retorno, pero permitió un breve regreso a la legalidad, dificultado por una nueva invasión francesa. Jovellanos, Flórez Estrada y los partidarios de la Suprema no lograron la satisfacción que deseaban, pero la Romana fue apartado temporalmente del mando, su Junta fue disuelta y se realizaron nuevas elecciones para Junta General. Al fin y al cabo, el poder civil se había impuesto a la intervención política del militar. La actitud de Jovellanos hacia la Romana cambió progresivamente desde los sucesos de Asturias. El 17 de mayo de 1809 ya decía en una carta a Lord Holland, Mientras esto pasa [le había relatado los últimos acontecimientos militares], Romana pierde el tiempo en Asturias desfaciendo tuertos. Es bueno curar los males interiores; pero barrer y adornar las habitaciones, mientras que la casa se quema, no parece que es lo más prudente. Ya sabemos que suprimió de propia autoridad la Junta y que creó y instaló otra nueva, y no sé cómo esto parecerá en un tiempo en que estos cuerpos pueden tanto y en un país donde esta Junta era constitucional, elegida por los concejos y renovada según la forma antigua. Vienen ya las quejas que suben al cielo, y nos ponen en la mayor premura, por lo mismo que tres hermanos de nuestro canónigo y muchos parientes de todos están entre los deportados e injuriados. Ni en verdad los sustituidos en su lugar son de lo mejor que pudo escoger, pues entre ellos se cuentan algunos nombres de poco buen olor y sonido; y si algunos escogidos, como, por ejemplo, Vega y Matarrosa (hoy Toreno) dicen que no sólo no aceptaron el cargo, sino que desconocieron su autoridad para tamaña providencia31. 31 Jovellanos, Gaspar Melchor de: Obras completas V. Correspondencia, 4º, Gijón, KRK, 1990, págs. 141-142. ¿Estaría entre esos nombre, para Jovellanos de «poco buen olor y sonido», el propio Ignacio Flórez? Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 13-34 Jovellanos en la Junta Central 33 A pesar de todo, Jovellanos mantuvo su respeto hacia el héroe militar, el 21 de junio le comenta a Holland el cese encubierto del general: No he hablado de Romana, porque es asunto que me duele mucho. A pesar de sus tachas, y de ser acaso el más ofendido por su conducta, no he sido yo de los que opinaron por su remoción; pero, acordada ya, creo haber sido el que más influyó en que se hiciese con decoro. Tratábase de llamarle para que viniese a sentarse en su silla de vocal, y pude lograr que se acordase llamar a todos los demás, y lo conseguí. Así no será él solo llamado, sino todos. Hice más, y fue inspirar a Garay que el llamamiento se apoyase en la necesidad de reunir todos los vocales en tiempo en que la Junta se ocupaba en negocios tan graves32. En cambio, el 6 de diciembre se refiere a él como «el botarate de Romana», ya se había hecho público su manifiesto pidiendo la disolución de la Central y el establecimiento inmediato de una regencia33, y estaba claro que Flórez Estrada y Vassall Holland habían tenido razón: en el momento en que la Junta Central debatía sobre cómo realizar la reunión de las Cortes, estaba en juego mucho más que la suerte de una Junta provincial: Dentro, el botarate de Romana no sólo hizo imprimir en Valencia el voto que leyó en la Junta sobre regencia, sino que imprimió en él cosas que no había leído, y, entre otras, una invectiva contra Asturias. Esto producirá una guerra más abierta de la que él rompió y seguía Ibíd.: págs. 228-229. El manifiesto, de 14 de octubre de 1809, titulado Representación del Excelentísimo Señor Marqués de la Romana á la Suprema Junta Central, atacaba con dureza a la Junta Central, a la que tildaba de «democrática»: «La constitucion de la Nacion española es monárquica: no ha salido de esta esfera por la ausencia de nuestro suspirado soberano; y la imposibilidad en que se halla de exercer la suprema autoridad, no admite una representación ni gobierno, que desdiga del que está jurado y reconocido en cabeza del propio Monarca. Siendo, como indubitablemente lo es, monárquico el Gobierno, no puede ser representado por otro de distinta naturaleza, sin quedar alterada la Constitucion: y una Junta compuesta de mas de 30 Vocales, con el carácter de Soberanos de sus respectivas Provincias, en vez de representar á nuestro amado Rey el Señor D. Fernando VII, no puede figurar sino a un Pueblo Soberano. Esta representacion democrática, no solo es la mas anti-constitucional del Reyno, sino también la mas opuesta a la heroica lealtad del Pueblo Español». El general proponía la creación inmediata de una regencia, integrada por una o varias personas, que gozaría de poder absoluto y sólo estaría asesorada por una «Diputación permanente del Reyno», integrada por cinco miembros y un procurador general, que también sería designada por la Central antes de disolverse. Para él «las Juntas Provinciales, cuya potestad se halla refundida en V. M., no habiendo sido erigidas sino para mantener el Señorío de la tierra, y salvar al Rey, que en obsequio de sus amados vasallos, y por librarlos de las mas atroces desgracias, prefirió las suyas; no han podido recibir de la Nación una Soberanía, que nunca reconoció sino en el Señor D. Fernando VII, ni durante su ausencia puede exercerse baxo otra forma que la Monarquía, y con entera sujeccion a las Leyes constitucionales del Reyno». Ciertamente, no se opone a una futura reunión de Cortes, pero lo prioritario es restablecer el gobierno «monárquico», absolutista, bajo una regencia y restablecer las leyes e instituciones del antiguo régimen. AHN, Estado, 2-D. 32 33 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 13-34 34 Francisco Carantoña Álvarez contra cuanto hay y produjo de bueno aquel país. Si en ella sale descalabrado, peor para él. En cuanto a mí, que no riño, nisi lacessitus, estoy bien preparado a la lucha 34. Aunque, tras su retirada de Sevilla hacia Cádiz, obligada por el avance del ejército francés, la Junta Central se vio forzada a ceder su poder a un Consejo de Regencia, tuvo tiempo de hacer pública la definitiva composición de la cámara baja, la que finalmente sería la única, e iniciar el proceso electoral. El Consejo de Regencia no puso mucho entusiasmo en promover la elección del parlamento, pero tampoco pudo impedirla, las Cortes se constituirían el 24 de septiembre de 1810 en la Isla de León. Puede decirse que con ellas se abre una nueva etapa de la historia de España, su obra legislativa, más allá de la Constitución de 1812, sentó las bases del moderno Estado liberal. El papel que jugó Jovellanos en el nacimiento de las Cortes de Cádiz merece ser recordado, Lord Holland lo expresaba muy bien en 1809: Esto [la convocatoria de Cortes] sí que equivale una victoria y de las más grandes; no le puedo decir cuanto me gusta y con que gozo y alborozo le he recibido [el decreto que la anunciaba]. También le han decretado en el verdadero tono de españoles… Restablecerlas…caído en el olvido de aquellas saludables instituciones…, tales son, según mi pobre dictamen, las frases que prometen mayor esplendor y mayor solidez y permanencia, que palabras que suenan mayor filosofía y no la tiene. Pero no tengo tiempo de escribir y es preciso acabar; pero no podía yo dejar pasar un día sin darle mis enhorabuenas de esta grande victoria y expresarle mi gozo de que mi segunda patria tenga esperanzas de recobrar sus derechos y de que mi digno y respetado amigo y favorecedor Jovellanos habría tenido la satisfacción de ser el autor de esta grandísima obra35. Carta a Lord Holland, fechada en Sevilla a 6 de diciembre de 1809, en Jovellanos, Gaspar Melchor de: Obras completas V. Correspondencia, 4º, Gijón, KRK, pág. 327. 35 Carta de Lord Holland a Jovellanos, fechada en Cádiz el 28 de mayo de 1809, en Jovellanos, Gaspar Melchor de: Obras completas V. Correspondencia, 4º, Gijón, KRK, 1990, pág. 169. 34 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 13-34 Fray Gerundio de Campazas: una forma de predicar en el siglo XVIII Félix Herrero Salgado Profesor jubilado de la Universidad de Salamanca RESUMEN El autor pretende demostrar que fray Gerundio de Campazas no fue un «zote», sino un fraile dotado de buenas cualidades para la predicación que eligió una de las maneras de predicar más exitosas en la época. Las tres partes en que se divide el artículo —formación de fray Gerundio; influencia que sobre él ejercieron un fraile de la Orden, fray Blas, y un sermonario, el Florilogio; fray Gerundio de Campazas, predicador— dejan notas muy significativas de la oratoria sagrada del siglo XVIII. Palabras clave: Fray Gerundio de Campazas, Florilogio, predicación, sermón, P. Isla, Fray Blas, siglo XVIII. ABSTRACT The author wants to demonstrate that Fray Gerundio de Campazas was not a dull friar, but one with great skills for preaching. He chose one of the most popular ways of preaching at that time. This article —full of significant remarks on the sacred oratory from the 18th century— consists of three parts: the education of Fray Gerundio; the influence of a friar of his Order, Fray Blas, and a sermonary, the Florilogio, in his work; and Fray Gerundio de Campazas, the preacher. Key Words: Fray Gerundio de Campazas, Florilogio, preaching, sermon, P. Isla, Fray Blas, 18th century. P retendo exponer en este artículo que Fray Gerundio de Campazas no fue un «zote», sino un fraile dotado de buenas cualidades para la predicación que eligió una de las maneras de predicar más exitosas en la época, y cómo llegó a su práctica. Lo divido en tres partes: primeros pasos en su formación; influencia que sobre él ejercieron un fraile de la Orden, Fray Blas, y un sermonario, el Florilogio, de Fray Francisco de Soto y Marne; Fray Gerundio de Campazas, predicador. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 35-70 ISSN: 1888-7643 36 Félix Herrero Salgado Los dos frailes ficticios y el sermonario del fraile real nos dejarán notas muy significativas de la oratoria sagrada del siglo XVIII criticada por retóricos y oradores del momento y puesta en la picota del ridículo por el P. Isla. 1. GERUNDIO DE CAMPAZAS: PRIMEROS PASOS DE SU FORMACIÓN Gerundio se ha de llamar, y no se ha de llamar de otra manera, aunque me lo pidiera de rodillas el Padre Santo de Roma. Lo primero y prencipal, porque Gerundio es nombre sengular y eso busco para m’hijo. Lo segundo, porque m’acuerdo bien que cuando estudiaba con los teatinos de Villagarcía por un gerundio gané seis puntos para la banda»1. Son palabras con que Antón Zotes, vecino de Campazas en la Tierra de Campos, y padre del recién nacido, se opuso radicalmente al licenciado Quijano, que pretendía que el niño, del que él sería padrino, se llamase Perote, a lo que, a su vez, se oponía también el cura del pueblo, porque Perote era consonante de Zotes, lo cual se debía evitar cuando se hablaba en prosa. Fue así como el recién nacido se llamó de niño Gerundio Zotes; de fraile, Fray Gerundio de Campazas, y fallecido, pasó a la historia de la literatura como Fray Gerundio de Campazas, alias Zotes, lo que ha llevado a muchos a pensar que Gerundio fue un zote, o sea, como se lee en el diccionario: «una persona torpe e ignorante que es muy tarda en aprender. Nada más lejos de la realidad. El niño Gerundio o Gerundico, el fraile y el predicador Fray Gerundio fue persona simpática y atractiva y estuvo dotado de una memoria prodigiosa y de dotes excepcionales de predicador. Gozó de una simpatía y atracción personal que hacía las delicias de su madre, Catanla Rebollo, y de sus tías y primas y demás, que se lo comían a «besos y a mocos», y, ya novicio, «se llevaba el cariño de casi todos los frailes, entre los cuales había ciertos celillos y competencia sobre quién le había de hacer más cocos». Y dotes de predicador, las demostró ya en la niñez cuando remedaba los sermones que ensayaban los predicadores en la sobremesa de su casa de Campazas, y, en el convento, los padres graves confesaron «que mostraba bastante despejo, que tenía buena voz, que era de grata presencia, aseado, limpio, prolijo, tanto que picaba en pulcro», y hasta el mismo predicador mayor del convento, cuando en su primer sermón lo vio subir al púlpito del refectorio «con tal gentil donaire, con tanto desembarazo», empezó a tenerle envidia. ¿Cómo con tan notables cualidades para ser un buen predicador llegó a ser Fray Gerundio el paradigma del predicador extravagante? Por una razón muy sencilla: a él José Francisco de Isla, Fray Gerundio de Campazas, alias Zotes, M., Cátedra, 1995, pág. 256. (En este caminar cronológico por la vida del protagonista seguimos, lógicamente, al P. Isla. Al final de las citas extensas indicamos la página correspondiente de esta edición; los textos cortos van simplemente entrecomillados y sin comillas los levemente alterados). 1 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 35-70 Fray Gerundio de Campazas: una forma de predicar en el siglo XVIII 37 le gustaba una de las formas más celebradas de predicar que se llevaban en su tiempo, justamente la que, condimentándola con una más que gotita de extravagancia, puso en ridículo el P. Isla. Veamos cómo la aprendió y cómo la puso en práctica. 1.1. En la escuela Antón Zotes y Catanla Rebollo, campesinos acomodados, acostumbraban a acoger en su bien provista y hospitalaria casa a frailes que iban de camino a predicar en los pueblos y mercados vecinos; en la sobremesa los predicadores, a petición del matrimonio o por propia voluntad, solían leer algunos párrafos de los sermones que ya habían predicado o que iban a predicar con el mismo énfasis y teatralidad que requiere el púlpito. El niño Gerundio, desde su más tierna infancia, los oía con suma atención, retenía los párrafos que más le divertían y después los predicaba a la concurrencia de la casa. Tal sucedió en la sobremesa de una tarde-noche con un fraile que, para complacer a la familia y al señor cura del lugar quiso predicarles unas palabras de un sermón de ánimas que, siendo colegial de un convento de Salamanca, había predicado en un pueblo cercano. «Oigan ustedes, por vida suya, cómo comenzaba: «Fuego, fuego, fuego, que se quema la casa: Domus mea, domus orationis vocabitur (Is 60,4). Ea, sacristán, toca esas retumbantes campanas: In cymbalis bene sonantibus (Ps 150,5)». Y de esta guisa continuó hasta aquellas obligadas palabras con que termina la salutación: Ave Maria. Antón Zotes quedó pasmado; a la tía Catanla se le caía la baba, el cura del lugar miraba atónito al predicador y juró por los santos cuatro Evangelistas que ninguno de los predicadores sabatinos de la redonda le llegaba a la suela del zapato. Y el pobre Gerundico, que oyó boquiabierto la prédica y se quedó, al fin, dormido, cuando se despertó, de pies sobre la cama, en camisa, comenzó a predicar el sermón; Catanla llamó al cura, al predicador y a Antón, ante los que el niño repitió el sermón con tanto donaire y donosura, que aquel día mereció y recibió el primer estipendio de predicador: «el cura le dio un ochavo para avellanas, el fraile seis chochos, su madre un poco de turrón de Villada, y todos convinieron en que sería gran predicador y que sin perder el tiempo era menester ponerle en la escuela de Villaornate, donde había un maestro famoso». Y así fue como, a sus diez años, comenzó Gerundio sus andanzas de escolar. Su desgracia fue que siendo un niño aplicado, con viveza e ingenio, que aprendía fácilmente cuanto le enseñaban, topó con maestros ridículos que le inculcaron sus propias sandeces y crearon en él un gusto especial a todo lo extravagante, gusto que jamás hubo forma de quitárselo. El maestro famoso de Villaornate, que era cojo y discípulo de un garambainista, tenía ideas propias sobre todo; por ejemplo, sobre la ortografía: fuera la «h»: emos, ace; fuera la «y»: Pedro i Juan; mayúsculas-minúsculas por tamaño: Monte-mosCuadernos de Investigación, 3, 2009, 35-70 38 Félix Herrero Salgado quito, zaqueo-Zabulón;-; sobre la gramática —la alma, la agua, testigo/testiga (ilustre precedente de «jóvenes/jóvenas»)—; sobre la fonética: obligaba a sus alumnos a pronunciar aparatosamente, hasta desgañitarse, las vocales, y, como éstos, otros disparates. Y así, «atestada la cabeza de estas impertinencias y muy aprovechado en necedades y en extravagancias, leyendo mal y escribiendo peor, se volvió nuestro Gerundio a Campazas». Lo bueno de Gerundico era que se constituía en maestro de los de casa y de los de fuera y, con entusiasmo, pretendía enseñarles cuanto él iba aprendiendo. Visto lo cual parientes y vecinos eran de opinión de que «su padre le diese estudios, porque sin duda había de ser obispo». Del maestro famoso pasó al no menos famoso dómine de gramática, Zancas-Largas, reputado por el mayor latino de la comarca. En efecto, «su conversación era taraceada de latín y romance, citando a cada paso dichos, sentencias, hemistiquios y versos enteros de poetas, oradores, historiadores y gramáticos latinos antiguos y modernos para apoyar cualquiera friolera». De él aprendió y quedaron grabadas en su memoria lecciones que irían formando un fondo en su mente que aflorarían en el momento decisivo de su vida. Tales: — los estilos claros y sencillos no son aptos para tratar asuntos grandes. — la oscuridad es necesaria para tener atada la atención del lector o del oyente, porque excita en ellos la búsqueda de una correcta interpretación y la posible consulta de calepinos o vocabularios. — la retórica no es arte de persuadir sino arte de hablar, y eso de andar buscando razones sólidas y argumentos concluyentes para probar una cosa y para convencer el entendimiento es mecánica buena para los lógicos y para los matemáticos. — quien sepa las figuras retóricas y las use conforme se le antojare, vengan o no vengan, yo os le daré más retórico y elocuente que cien Cicerones y doscientos Demóstenes pasados por alambique. — todo el mundo sabe que los sermones no son, o no deberían ser, otra cosa que una artificiosa y bien ordenada composición de elocuencia y de retórica; en esos sermones ni pizca de toda esa faramalla y barahúnda de introducción, proposición, división, etc, sino unos pensamientos brillantes, saltarines y aparentes, a cuál más falsos, sembrados por aquí y por allí conforme se le antoja al predicador, sin convencimiento, persuasión ni calabaza; con todo eso fueron aplaudidos muchos sermones como piezas de elocuencia inimitables y se dieron a la prensa para que se eternizase su memoria. — deben aderezarse los sermones con cuentecillos, gracias y chistes; porque el sermón en que el auditorio no se ría por lo menos media docena de veces a carcajada tendida, es más que sermón una cancioncilla que invita al oyente a dormir. Gerundico tomó la lección y propuso en su corazón que si algún día llegaba a ser predicador, no predicaría sermón fuese el que fuese que no le atestase bien de chistes y cuentecillos (312-320). Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 35-70 Fray Gerundio de Campazas: una forma de predicar en el siglo XVIII 39 Después de cinco años, cuatro meses, veinte días, tres horas y siete minutos de estancia bajo la batuta del dómine Zancas-Langas, como puntualmente señala el cronista, Gerundio, regresó a Campazas. Había sido un alumno aprovechado que seguía demostrando sus dotes naturales de orador y su buena memoria. Un ejemplo: un día en que el dómine inculcaba a sus alumnos que el latín debía ser crespo y oscuro, Gerundio le habló del latín claro y sencillo de los sermones de Juan Raulín, del que tenía y había leído cuatro tomos que le había enviado su padrino el licenciado Quijano. Profesor y alumno disputaron en latín sobre el tema; Zancaz-Largas leyó un párrafo, por cierto, muy gracioso, de un sermón del francés, y para que los pequeños lo entendiesen mandó a Gerundio que lo compusiese, el cual contestó que de leerlo lo tenía grabado en la memoria, y así, con soltura y gentil donaire se plantó en medio de la clase, hizo la cortesía con el sombrero y predicó, en castellano, punto por punto el episodio del sermón con tal gracia, que se ganó los vítores de los estudiantes y el aplauso del profesor, quien reconoció el mucho talento que ya apuntaba el joven para predicar. 1.2. En el convento En Campazas los días se sucedían uno tras otro con la rutina propia de un pueblo. Gerundio, esperando que llegase San Lucas para salir de él a la aventura de las súmulas, entretenía el tiempo y a la familia y contertulios de las sobremesas, posiblemente, con algunos sermoncitos, y con certeza, pues así consta en las crónicas, «con sus intrepideces, latines, anagramas y versos de memoria» y sus cultas conversaciones en que alternaba el latín con el romance, exactamente como hacía el dómine Zancas-Largas. A mediados del verano pasaron por Campazas el provincial de cierta orden, otro padre y un lego rollizo, que, lógicamente, recalaron en la hospitalaria casa de los Zotes. El lego, despejado y mañoso, se aficionó a Gerundio, y viendo que era un muchacho bien dispuesto y muy dado a los latines, le instó a que se hiciese fraile, pues «en el mundo —le argumentaba— no había mejor vida que la de fraile, porque el más topo tenía la ración segura, y en asistiendo a su coro, santas pascuas». La de fraile —añadía el lego—, es una carrera llena de flores: primero, en la alegre y bulliciosa compañía de los colegiales; después, los de mediano ingenio, para maestro, carrera más lucida, o para predicador, más descansada y más lucrosa, «pues conocía él predicadores generales que en su vida habían sacado un sermón de su cabeza y con todo eso eran unos predicadores que se perdían de vista y habían ganado muchísimo dinero, y que, en fin, en jubilando por una o por otra carrera, lo pasaban como unos obispos» (332). Gerundio se entusiasmó con la idea y pidió al provincial que lo admitiese en su convento. Y el provincial «conociendo que el muchacho tenía en realidad viveza y habilidad, y que los disparates que le habían enseñado eran efectos de la mala escuela, Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 35-70 40 Félix Herrero Salgado los que podía esperar que con el tiempo y con los libros los conociese y enmendase, desde luego ofreció que le recibiría y que él mismo le daría el hábito y sería siempre su padre y su padrino». Pero, a renglón seguido, le pintó un camino no florido sino espinoso, sembrado de dificultades, sacrificios y de cruces, que son los tres votos en que se enclava el alma del religioso. Mientras el padre provincial le hablaba, Gerundio, seriecito en el semblante, dejaba volar su imaginación de púlpito en púlpito sintiéndose ya aclamado como el más famoso predicador de aquella tierra. Gerundio dejó a Campazas y se marchó al convento a comenzar el noviciado. Y fue «novicio hecho y derecho como el más pintado, sin que ninguno le echase el pie adelante ni en la puntual asistencia a los ejercicios de la comunidad, ni en las travesuras que le había pintado el lego, cuando podía hacerlas». Terminó el mozo su noviciado, hizo su profesión, y lo enviaron a uno de los conventos más graves a estudiar artes. Era lector de filosofía Fray Toribio, fraile joven y furiosamente aristotélico, que exponía las sutilezas escolásticas en abstruso lenguaje metafísico. Fueron inútiles sus esfuerzos por meterlas en la mente de sus discípulos, y menos en la de la Fray Gerundio. A Fray Gerundio no le faltaban habilidad y viveza, pero su genio y natural inclinación lo llevaban hacia el púlpito, carrera que imaginaba más divertida, más lucrativa y más apropósito para conseguir el aplauso y la fama; para recorrerla no le eran necesarias tales alforjas. 2. INFLUENCIAS CAPITALES EN SU FORMACIÓN DE PREDICADOR: FRAY BLAS Y EL FLORILOGIO Vino a confirmarle su teoría sobre el predicador el encuentro con Fray Blas, predicador mayor del convento. En Fray Blas, como persona y como orador, halló Fray Gerundio el atractivo ejemplo que deseaba su firme decisión de seguir la carrera de predicador. Fue él quien lo llevó a la fuente primaria y casi exclusiva para su formación: los sermonarios y, muy en especial, el Florilogio. 2.1. Bajo la tutela de Fray Blas Era éste mozo galán de 33 años, robusto y corpulento, muy derecho de andadura, algo salido de panza, hábitos siempre limpios y muy prolijos de pliegues, a lo que añade el cronista: de voz clara y sonora, algo de ceceo, gracia especial para contar cuentecillos, talento conocido para remedar, despejo en las acciones, popularidad en los modales, boato en el estilo Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 35-70 Fray Gerundio de Campazas: una forma de predicar en el siglo XVIII 41 y osadía en los pensamientos, no sólo arrastraba los concursos, sino que se llevaba de calle los estrados. Fray Blas se convirtió desde el primer momento en maestro de Fray Gerundio en cuanto se refería a la predicación: él le enseñó su propia teoría y su práctica y le proveyó de libros y sermones. ¿Qué es lo que pensaba Fray Blas del predicador, de los sermones y de sus frutos? Con claridad meridiana los expone en dos momentos En la celda del padre exprovincial, quien ante ciertas afirmaciones del predicador mayor le preguntó cuál era en su opinión el fin que debe proponerse un orador cristiano en sus sermones. Oigamos la respuesta: Padre nuestro, el fin que debe tener todo orador cristiano y no cristiano, es agradar al auditorio, dar gusto a todos y caerles en gracia: a los doctos, por la abundancia de la doctrina, por la multitud de citas, por la variedad y selecto de la erudición; a los discretos, por las agudezas, por los chistes y por los equívocos; a los cultos, por el estilo pomposo, elevado, altisonante y de rumbo; a los vulgares, por la popularidad, por los refranes y por los cuentecillos encajados con oportunidad y dichos con gracia; y en fin, a todos, por la presencia, por el despejo, por la voz y por las acciones. Yo, a lo menos, en mis sermones no tengo otro fin, ni para conseguirle me valgo de otros medios. Y en verdad que no me va mal, porque nunca falta en mi celda un polvo de buen tabaco, una jícara de chocolate; hay un par de mudas de ropa blanca; está bien proveída la frasquera; y finalmente, no faltan en la naveta cuatro doblones para una necesidad. Y nunca salgo a predicar que no traiga cien misas para el convento y otras tantas para repartirlas entre cuatro amigos. No hay sermón de rumbo en todo el contorno que no se me encargue, y mañana voy a predicar a la colocación del retablo de…, cuyo mayordomo me dijo que la limosna del sermón era un doblón de a ocho (362). (Lógica la reacción del religioso y docto exprovincial: «Apenas pudo contener las lágrimas cuando oyó un discurso tan necio, tan aturdido y tan impío en la boca de aquel pobre fraile, y encendido de la gloria de Dios, de la honra de la religión y del bien de las almas, en las cuales podía hacer gran fruto si empleara bien sus talentos, quiso ver si podía desengañarle». Y con la autoridad que le daban su piedad y su mucha sabiduría y experiencia, le habló detenidamente de lo que debe ser un buen orador cristiano y un buen sermón. Oyó Fray Blas el sermón del reverendo padre con el semblante sereno, los ojos bajos, las manos debajo del escapulario, en postura humilde, y cuando el buen padre exprovincial se aplaudía interiormente a sí mismo por aquella conquista y ya estaba para echarle los brazos al cuello, vio que el bueno del predicador mayor echó mano a la manga, sacó la caja, dio dos golpecitos pausados sobre la tapa, abriola, tomó un polvo, contó al exprovincial un cuento y le espetó: «Vea vuestra paCuadernos de Investigación, 3, 2009, 35-70 42 Félix Herrero Salgado ternidad si manda algo para Cervico de la Torre, porque yo parto mañana». Y sin más, se levantó, tomó la puerta y se fue para su celda, donde le esperaba su queridito Fray Gerundio). Fray Blas fue adiestrando a Fray Gerundio en el arte de la predicación con la lectura y el préstamo de sus propios y ajenos sermones que su apasionado discípulo copiaba y aprendía de memoria, y, además, con lecciones magistrales sobre el concepto que él y otros muchos famosos predicadores tenían de los sermones. He aquí cuatro preciosas reglas para predicar como nuestros veteranos predicadores: — Primera regla. Elección de libros: libros que todo buen predicador ha de tener en la celda o, al menos, en la librería del convento: Biblia, Concordancias; Poliantea, Theatrum humanae vitae de Bayerlinck, Mitología de Natal Cómite… y obras de los poetas Virgilio, Ovidio, Marcial, Catulo y Horacio. De los sermonarios no ha menester más que el Florilogio sacro —«éste solo, una India»—. — Segunda: Santos Padres; para nada son menester; «cuando quieras apoyar algún concepto tuyo con autoridad de algún Santo Padre, di: «Así lo dijo el Águila de los Doctores, la Boca de Oro, el Panal de Milán, el Oráculo de Seleucia. Y pon en boca de San Agustín, de San Juan Crisóstomo, de San Ambrosio o de San Basilio lo que te pareciere; lo primero, porque ninguno ha de ir a cotejar la cita; lo segundo, porque aunque a los Santos Padres no les hubiese pasado por el pensamiento decir lo que tú dices, pudo pasarlo. No hagas caso de los expositores, no hagas caso de ellos y expón la Escritura como te diere la gana o como te viniere más a cuento, porque tanta autoridad tienes tú como ellos para interpretarla». — Tercera regla: El título del sermón sea siempre de chiste, o por lo retumbante, o por lo cómico, o por lo facultativo, o por algún retruecanillo: «Triunfo amoroso, sacro himeneo, epitalamio festivo, etc.», «Parentación dolorosa, oración fúnebre, epicedio triste»; «Mujer, llora y vencerás»; «Lo máximo en lo mínimo»; «El particular in essendo, y universal in praedicando»… Si quieres tú dar en el chiste de los asuntos, no tiene más que imitar los celebérrimos del Florilogio sacro, que debe ser tu pauta para todo. — Cuarta regla: Estilo: Siempre sea crespo, hinchado, erizado de latín y griego, altisonante, y si pudiera ser, cadencioso. Palabras: evitar las corrientes; así: silencio: «taciturnidades del labio»; alabar: «panegirizar»; ver: «atingencia visual de los objetos» — Y otra regla muy importante: sobre las partes de que se compone un sermón, como las entradas o entradillas, las circunstancias, los elogios; el uso de la mitología, las fábulas, los emblemas… (504-515). En paseo con Fray Gerundio por el campo de Campazas Fray Blas resume su teoría de la predicación, que adjudica también a los predicadores «veteranos» —léase el autor del Florilogio— frente a la predicación de los «modernos» —léase Nicolás Gallo—: Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 35-70 Fray Gerundio de Campazas: una forma de predicar en el siglo XVIII 43 — predicación de los modernos: concepto del sermón: similar a una misión de los teatinos, encaminada a la reformación de la costumbres, haciendo amable la virtud y aborrecible el vicio a fuerza de razones o intimidando con el terror y el escarmiento. — conceptos, agudezas, equívocos, reparos sutiles, réplicas delicadas, todo eso lo destierran de sus sermones, y si tal vez tocan algo de mitología, de fábula o de erudición cristiana, es de corrida y con tanta vergüenza, que visiblemente se llena de bermellón doncel su pudibundo semblante. — sus citas de la Escritura no son historiales, sino doctrinales, sentenciosas o proféticas. Los más las dan desleídas en sus propios razocinios, pareciendo el texto, la glosa y la aplicación vino todo de una misma cuba, al modo que San Bernardo los trae sin citarlos, componiendo una cláusula perfecta: la mitad de sus palabras y la otra mitad de palabras de la Sagrada Escritura. — de intérpretes, expositores de la Escritura, cuya hermosa variedad adorna nuestros sermones y nos sirve para probar todo cuanto se nos antoja, hacen ellos poquísimo caudal, o, por mejor decir, ninguno. Verase no digo yo todo un sermón, sino un tomo entero de sermones, sin que en todo él se haga memoria del sabio Comelio, ni de la púrpura de Hugo, ni del erudito Calmet, ni del profundo Baeza… — de las versiones de la Escritura, no se trate. Su Vulgata a pasto y tal cual vez, por plato extraordinario, un poco de la versión de los Setenta, y adiós amigo. La siríaca, la caldea, la de Pagnino, la de Vatablo, ni saber cómo leyó Arias Montano, les da a ellos el mismo cuidado que averiguar cuál fue el centésimo abuelo de Tomás Kauli Kan, siendo así que nosotros los predicadores veteranos con la diferencia de versiones nos bandeamos maravillosamente para guisar, probar y ajustar todo cuanto queremos, sazonando nuestros pensamientos con tanta delicadeza, que el apetito más dormido abre tanto ojo y el paladar más melindroso se chupa los dedos tras ellos. Maestro y discípulo dan fin al paseo por el campo de Campazas desplumando aquél al Gallo de los predicadores modernos que, al igual que los de su escuela, cifra su modelo de sermón en traer al púlpito «asuntos graves, pruebas macizas, mucho de esto que se llama elocuencia, pocos textos, citas por alambique, reflexiones morales en abundancia, Escritura desleída, Evangelio, y a ello, nada de chistes y lo mismo de circunstancias». Frente a esta teoría de los que se autoproclaman «despertadores del sol que derrite las densas nieblas que se habían apoderado de nuestro polo pulpital», el predicador mayor proclama su alegre y bulliciosa oratoria evangélica: «Si la cosa se considera bien y sin pasión, la multitud de textos, la bulla de citas, el aparato de erudición, la variedad de versiones, el paloteado de retruécanos, la gala de equívocos, lo sutil de los conceptos, la delicadeza de los reparos, el escape de las soluciones y, de cuando en cuando, el chiste de los gracejos, son puntualísimamente la imagen, el templo, el altar, el sacrificio, el sacerdote, el amito, el alba, el cíngulo, el manípulo, la estola y la casulla de un sermón equipado como es justo; y al que falta todo esto, hágote un sermón en carnes vivas, que es una vergüenza y una compasión (711-715). Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 35-70 44 Félix Herrero Salgado Pero vengamos de la teoría a la práctica; imaginemos a Fray Blas en el púlpito según lo describe minuciosamente el cronista: —[Preparándose para la representación] Bien afeitado, igualado el cerquillo y ligeramente levantado el copete, asciende pausada y solemnemente Fray Blas al púlpito, y, ya en el púlpito, «con garbosa pulidez mete los dos deditos de la mano derecha entre el cuello y el tapacuello de la capilla en ademán de quien desahoga el pescuezo, hace un par de movimientos dengosos con la cabeza, se arrodilla, y luego, hecha una breve oración, se pone de pie, saca con airoso ademán de la manga izquierda un pañuelo de seda de a vara y de color vivo, suénase las narices con estrépito, aunque no salga de ellas más que aire, lo vuelve a meter en la manga a compás y con armonía, mira a todo el concurso con despejo, entre ceñudo y desdeñoso, y da principio con aquello de Sea ante todas cosas bendito, alabado y glorificado, concluyendo con lo otro: En el primitivo instantáneo ser de su natural animación; propone el tema, y al acabar de proponerlo, da dos o tres brinquitos disimulados, y, como para limpiar el pecho, hincha los carrillos, y mirando con desdén a una y otra parte del auditorio, rompe con cierto ruido gutural, entre estornudo y relincho». —[Comienza el sermón] Propuesto el tema, Fray Blas acostumbraba a dar comienzo a sus sermones «con un refrán, o con un chiste, o con alguna frase de bodegón, o con alguna cláusula enfática o partida, que a primera vista pareciese una blasfemia, una impiedad o un desacato, hasta que después de tener suspenso al auditorio por un rato, acababa la cláusula, o salía con una explicación que venía a quedar en una grandísima friolera». Así comenzó el sermón de la Encarnación: «A la salud de ustedes, caballeros». Y como el auditorio se riese a carcajada tendida, porque lo dijo con chulada, él prosiguió diciendo: —«No hay que reírse, porque a la salud de ustedes, de la mía y de todos, bajó del cielo Jesucristo y encarnó en las entrañas de María. Es artículo de fe. Pruébolo: Propter nos homines et propter nostram salutem descendit de caelis et incarnatus est» (357). Y así dio comienzo a la Salutación del sermón de San Benito que preparaba para el palentino pueblo de Cervico de la Torre y que leyó en primicia a Fray Gerundio: Al celebrado dios del regocijo consagraba la Grecia, Esparta y Tesalia festivos solemnes cultos el día 27 de marzo: Thesali huic deo risui quotannis rem divinam in summa laetitia faciebant, dice Ravisio Textor. Tejían verdes guirnaldas de matizadas flores, ofreciendo una primavera de gozo al obsequiado dios del regocijo: Vernis intexens floribus arva… risibus et grandes mirata est Roma cachinos, dice Lilio Giraldo. Ofrecíase esta deidad al culto en la figura de un joven desnudo, coronado de mirto, adornado de alas y en la frondosidad de un prado ameno: Puer nudus, alatus, myrthoque coronatus, qui humi sedebat, dice Vincencio Cartario. Comentario del embobado discípulo: Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 35-70 Fray Gerundio de Campazas: una forma de predicar en el siglo XVIII 45 «Vuestra paternidad tiene más en la uña el calendario de la fiesta de los gentiles que la misma epacta de la Orden; casi todos los sermones de vuestra paternidad comienzan con una fabulilla tan a pelo y tan al caso que no parece sino que la fábula se fingió para el misterio o que el mismo Dios fue sacando el misterio por la idea de la fábula». (¡Qué bárbaro, qué audaz el jovencito Fray Gerundio!) (382-383). Y en otra ocasión, como exaltación del maestro, recita «la crespa entradilla del sermón de la Concepción que oí este año a vuestra paternidad y la tomé de memoria, porque no espero oír en mi vida cosa más adecuada al asunto»: De la rizada espuma del celebrado Egeo, fingió la etnicidad fabulosa, fue su idólatra Venus concebida: Nuda Cytheris edita fertur aquis, dice Ovidio. Concibiose de las tres celestiales Gracias sociada: Et Veneris turba ministra fuit, dice Giraldo, porque no se verificase instante en que faltase alguna gracia a su hermosura. Y en memoria de esta concepción graciosa celebraban los Cíclades el día 8 de diciembre con solemne alborozado culto: Hoc tamen die octavo decembris festum conceptionis pulcherimae Veneris ingenti iubilo celebratur, dice Essendio Romano. La entradilla la tomó Fray Blas, sin añadir ni quitar palabra, del Florilogio. De este sermonario y de su autor nos toca ahora hablar. 2.2. Influencia del Florilogio De todo el convento era sabido que Fray Blas había metido a Fray Gerundio en la cabeza la idea de que para ser buen predicador no hacían falta los estudios de filosofía ni de teología; sólo bastaba, en primer lugar, estar en posesión de ciertas cualidades naturales —memoria, imaginación, voz sonora, buen tipo y gracia—, que él ya tenía, y, en segundo lugar, proveerse de sermonarios de los predicadores más celebrados, como el Florilogio, segunda condición que, como acabamos de ver, bien sabía y practicaba el predicador mayor. El P. Isla clavó sus ojos y su acerada crítica en este sermonario, seguramente porque lo consideraba el paradigma de la predicación nefasta de su época. De otra manera no puede explicarse, a mi entender, que le dedique tanta atención, y no para contrastar teorías sobre la predicación del autor del Florilogio y las suyas propias, sino para algo más efectivo: someter a riguroso comentario textos literales de diversos sermones del sermonario. El centro de este comentario crítico está en la conversación que mantiene en su celda el padre provincial con Fray Gerundio en presencia de padres graves de la comunidad a propósito del sermón que el joven estudiante acababa de predicar en el refectorio del convento: Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 35-70 46 Félix Herrero Salgado —¿Qué quiso decir [usted, Fray Gerundio] en esta prodigiosa cláusula: «A este pues, ángel transparente, diáfana inteligencia y objeto especulativo de la devoción más acre consagra esta estática y fervorosa plebe estos cultos hiperbólicos?» —Padre maestro —respondió Fray Gerundio—, lléveme el diablo si yo sé lo que quiere decir. Sólo sé que la cláusula es retumbante, y que en sonando bien a los oídos no hay que pedirla más. Y si no, dígame vuestra paternidad quién hasta ahora ha puesto tachas a estas cláusulas que andan impresas en un solo sermón de San Andrés y que en verdad no son más claras que la mía?: «Y porque el lleno de tan celestes luces no ofusque atingencias visuales, atemperaré la discreción atenta con las lustrosas circunstancias del asunto… Al destellar los crepúsculos matutinos iluminaban el templo de flamantes resplandores, siendo el brillante candor feliz panegiris de su sacra solemnidad. Nítidos ráfagos de flamulosas antorchas, brillantes destellos de solares luces animaban afectos obsequiosos excitando admiraciones festivas: Candidus insuetum miratur limen Olympi». Padre nuestro, no quiero cansar más la atención de vuestra paternidad con alegarle cláusulas no sólo de este sermón sino de otros treinta y uno que están impresos con él y se contienen en un gran libro de a folio, los cuales todos toditos están en este mismísimo estilo, que es un pasmo, es una admiración, es una borrachera. —Ahora lo dijo [usted] todo —replicó el provincial— sin saber lo que se dijo; porque no puede haber epíteto que cuadre y explique mejor lo que es ese género de estilo, pues sólo un hombre embriagado con el vino de la ignorancia, de la insensatez y de la presunción puede gastarle. Y digo que tiene muchísima razón; que ese estilo y el de su salutación, esas cláusulas y las suyas son tan parecidas como una castaña a otra castaña. Pero ¿es posible que me diga que hay un libro de sermones impresos en ese estilo? No lo creo, porque ¿quién lo habría de permitir? ¿Cómo había de tolerar que una obra como ésa nos expusiese a la risa, a la burla y aun al desprecio de los extranjeros que no nos quieren bien? Y al autor que seriamente pretendiese imprimir semejantes locuras, ¿cómo podían por menos de declararle por falto de juicio y de llevarle por caridad a la casa de la misericordia de Zaragoza, o a la de los orates de Valladolid? —¿Conque vuestra paternidad no quiere creer que ande impreso tal libro y con todas las licencias necesarias y con aprobaciones rumbosas y de muy elevado coturno? … Pues espere un poco vuestra paternidad, que yo haré que lo vea y que lo palpe. Y el joven fraile salió precipitadamente de la celda del provincial, fue a la suya y volvió con su Florilogio. Tomó en sus manos el padre provincial el manoseado sermonario, lo abrió y leyó párrafos de algunos sermones. Del sermón de la Expectación: «Tan complicado ingenio anima en la común expectación la esperanza, que su posesión y carencia son inexorables parcas de la vida». Y exclamó: —¿Qué diantres quiere decir aquí? —No lo sé, padre nuestro —respondió Fray Gerundio—; pero ahí está el primor de ese inimitable estilo: hablar, al parecer, el castellano y no haber ningún castellano que lo entienda. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 35-70 Fray Gerundio de Campazas: una forma de predicar en el siglo XVIII 47 El padre provincial siguió leyendo hasta que, perdida la paciencia ante tantos y tan ensartados disparates, comentó con Fray Gerundio: —Está bien a la vista la muestra del paño, y desde luego aseguro que el autor de estos sermones es sin duda un mozalbetillo barbiponiente y atolondrado de estos que aún están con el vade en la cinta, que habiendo leído cuatro libros de estilo cultilatino-rrumbático y teniendo media docena de poetas, de mitológicos y de emblemistas, sin saber siquiera qué cosa es estilo, ni ser capaz de saberlo, se ha formado una idea de locución estrafalaria y pedantesca y encaja ab hoc et ab illo todo cuanto se le pone delante. —Poco a poco, padre nuestro —replicó Fray Gerundio—, que vuestra paternidad padece en esto una enorme equivocación. El autor no es lo que vuestra paternidad piensa; no es ahí un autorcillo como quiera; es mucho hombre, un hombrón, y ha hecho tanto ruido en España, que pocos han hecho más, ni aun tanto. Vea vuestra paternidad la primera plana del libro; lea el título de la obra y los dictados del autor, y después me dirá vuestra paternidad si es rana. Su paternidad leyó el título de la obra, y por largo rato quedó atónito sin saber lo que le pasaba; volviendo en sí quiso ver quiénes habían tenido el valor para aprobar aquel conjunto de desatinos; pero antes de conocer las opiniones de los osados aprobadores quiso dejar constancia de la suya propia: Pues, no metiéndonos por ahora en más honduras y en detenernos en examinar una infinidad de proposiciones osadas, disonantes y aun erróneas respectivamente, sólo la broza, el fárrago, el hacinamiento pueril de citas, textos, autoridades y lugares de todas especies, traídos sin método, sin juicio, sin elección, sin oportunidad, y las más de las veces por asonancia; sólo el intolerable abuso de valerse tanto de los autores profanos como de los sagrados, hombreando Marcial, Horacio, Catulo y Virgilio con San Pablo y con los profetas, y usando más de Bayerlinck, Mafejan, Aulio Gelio y Natal Cómite que de los Padres de la Iglesia; sólo el loco y aun el sacrílego empeño de apoyar los misterios más sagrados y las acciones más ejemplares y más serias de los santos con una fábula, con una noticia mitológica o con una superstición gentilicia; sólo el estilo tan fantástico, tan estrambótico, tan puerilmente hinchado y campanudo; sólo un lenguaje tan esguízaro, tan bárbaro, tan mestizo, que ni es griego, ni latino, ni castellano sino una extravagante mezcla de todos estos idiomas; sólo por esto, vuelvo a decir, que verá y notará cualquiera que tenga ojos en la cara, merecía el tal predicador que desde el primer sermón le hubieran quitado la licencia de predicar. Es lógico pensar que, cuando el autor del Florilogio, el franciscano Fray Francisco de Soto y Marne, leyó el juicio tan destructivo y tan humillante de su persona y de su ya famosa obra que se había permitido hacer, escribir y dar a la luz pública el P. José Francisco de Isla, sufriese un sofocón, quedase atónito durante un muy largo tiempo, Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 35-70 48 Félix Herrero Salgado lanzase a varios metros el diabólico libro y se determinase a lanzar rayos y truenos contra el autor, para más ignominia, jesuita. Dejamos unos momentos el Fray Gerundio para permitirnos ahora abrir también el Florilogio y transcribir de él el título y algunos fragmentos de la Dedicatoria y de dos sermones, que, esperamos, serán materia suficiente para poder opinar sobre las severas críticas del P. Isla al sermonario del fraile franciscano: —Título: Florilogio sacro. Que en el celestial ameno frondoso Parnaso de la Iglesia, riega (místicas flores) la Aganipe Sagrada, Fuente de Gracia y Gloria, Christo, con cuya afluencia divina, incrementada la Excelsa Palma Mariana (triumphante a Privilegios de Gracia), se corona de victoriosa Gloria. Dividido en discursos panegíricos, anagógicos, tropológicos y alegóricos. Fundamentados en la Sagrada Escriptura. Roborados con la authoridad de Santos Padres y exegéticos particularísimos discursos de los principales expositores y exornados con copiosa erudición sacra y prophana en Ideas, Problemas, Hieroglíficos, Philosóphicas Sentencias, Selectísimas Humanidades2. —Dedicatoria al Patriarca San José, Esposo de la Santísima Virgen. No es, Santísimo Patriarca, impulso propio; no se atrevería a tan soberano Mecenas mi respeto, que comunes rayos visuales palpitan, desfallecen, al giro de solares resplandores (San Ambrosio). Dirección es de voluntad que ilustrísima en lo generoso, magnífica su oblación a discreciones hermosas del recato. Cautela brillos de su liberalidad, excusando patentes reconocimientos de la gratitud, pero generoso se eleva cuanto modesto se humilla: que disimular bizarrías de un beneficio, caracteriza genio divinamente generoso. Soberanos respectos de inmensidad, gozó la piedra de Daniel (Dn 2,5-7): fue esta gloria efecto de su bizarría; porque recató brazo y mano su modestia al desahogar su impulso generoso, y recatar en el impulso el brazo, es bizarrear soberanas generosidades del impulso. No se declama tan dichosa la mano que escribió contra Baltasar la sentencia; que si bien supo recatar el brazo, al ejecutar el impulso, procedía justiciera castigando delitos (Dn 5,5), y en el Tribunal de la Justicia no son tan recomendables los recatos; pero la piedra de Daniel procedía generosa resistiendo elaciones para defender humildades: y en leyes de lo generoso, es política del Cielo animar disimulos lo modesto. Su autor el franciscano Fray Francisco de Soto y Marne, Cronista de la Orden, Custodio de la Provincia de San Miguel, Comisario General y Apostólico del Perú. En Salamanca por Antonio Villarroel y Torres, Año de 1738. 2 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 35-70 Fray Gerundio de Campazas: una forma de predicar en el siglo XVIII 49 Ningún favor tan soberano como el del Verbo Divino ( Jn 3,16), pero procedió en el Cielo en esta liberalidad tan generoso, que solicitó los más altos recatos del silencio (Sb 18,14-15). No eligió el Verbo las condiciones de rayo, porque es crepitante esplendor su lucimiento, y es pensión de los mortales cobrar en réditos de aplausos los favores. Reserva para lo justiciero lo estruendoso (Mt 24,27), pero apacible silenciosa lluvia, se comunica benigno (Ps 71,6). Declarar el favor es desairar la gratitud; es, digo, cercenarle bizarrías, por obligada, o criminalizarle desatenciones, por desagradecida; pero ocultar el beneficio es magnificar bizarrías del cariño, excusando en cierto modo pensiones al agradecimiento. En prenda de su generosa amor entrega Jonatás su túnica a David (1 R 18,3-4); pudo haberle cedido su victoriosa espada; pero fuera desairar su bizarría haciendo patente la dádiva; quiso, pues, quedase el favor oculto, y se magnificó su amorosa liberalidad permitiendo libertades a la gratitud. A reconocimiento de obligado pretendí satisfacer réditos de agradecido, que no importa oculte radiaciones el Numen generoso, si su ígnea virtud fomenta incendios en el pecho. Yedra animosa, pretendí escalar la copa de un elevado Cedro para animar desmayos de mi debilidad en su Ilustrísima robusta celsitud. Vid reconocida a protecciones de olmo generoso, intenté consagrarle estas humildes primicias, preciosas sólo por dedicadas a su culto. Aceptó el obsequio su benignidad generosa, pero cedió a vuestro culto su devoción religiosamente modesta; que recibir manifiestamente la gratitud era evidenciar su generosa liberalidad, y es sin duda que la ostensión del beneficio desaira lo bizarro, o desluce lo generoso […]3. —Panegírico a la Concepción Inmaculada de María Santísima. Año 1733. [Salutación] 1. De la rizada espuma del celebrado Egeo, fingió la etnicidad, su idólatra Venus concebida: Nuda cithareis edita fertur aquis, dice Ovidio; concibiose de las tres celestiales Gracias sociada: Et Veneris turba ministra fuit, dice Giraldo, porque no se verificase instante en que faltase alguna Gracia a su hermosura. Y en memoria de esta concepción graciosa celebraban los Cíclades el día ocho de Diciembre con solemne alborozado culto: Hoc tandem die octava Decembris festum Conceptionis pulcherrima Veneris ingenti iubilo celebratur, dice Essendio Romano. 2. Veneraban su simulacro de bruñido marfil sobre un globo de nítido cristal, supeditaba con el caduceo de Mercurio la serpiente, laureaba con rosas su cabeza y ostentaba victoria, La Dedicatoria, 24 páginas, está tejida de 238 citas embutidas, y, como se puede observar, generosamente adornada de calificativos y de conceptos. Hicimos también generosamente partícipe de esta Dedicatoria a un estudioso del Santo Patriarca y de él acabamos de recibir una carta en que nos comunica que son más de cien las citas de la Escritura, Santos Padres y expositores que le están viniendo de maravilla para ilustrar su ponencia en un próximo congreso josefino. Es curioso constatar la variedad de gustos en los lectores: a unos esta Dedicatoria les parecerá tortuosa senda para ofrecer un libro al Santo; a otros, generoso tesoro de brinquiños literarios; a otros, copiosa fuente de recursos para lucir ingenio. 3 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 35-70 50 Félix Herrero Salgado palma y diadema: Coronata rosis, ostentans victoriam, coronam et palmam, dice Cartario. Gallardo, aunque fabuloso paralelo del milagroso objeto que termina los regocijados cultos de este día octavo de Diciembre, en que la Iglesia Católica celebra la Inmaculada Concepción pasiva de María, Venus del Amor Divino, Diosa de la hermosura de la Gracia: Quo simulachro adumbratur singulare tropheum Deiparae in sua Conceptione, dice el franciscano Polo. 3. Veamos, pues, en aquellas Occidentales fabulosas sombras dibujadas estas Orientales Marianas misteriosas luces, que no es impropio a las soberanas luces el brillar entre las sombras: Lux in tenebris lucet ( Jn 1,5), pues consta que entre la primordial tenebrosidad brilló la concepción de la luz: Tenebrae erant super faciem abisii, et facta est lux (Gn 1,3). 4. En la nívea espuma de la divina gracia fue concebida María del mar de la humana naturaleza; previno el Espíritu Santo el agua de la humana naturaleza: Spiritus Dei ferebatur super aquas (Gn 1,2), dice Moisés; San Basilio: Spiritus fovebat et vivificabat aquas, y siendo la materia tan de antemano con la gracia prevenida, Spiritus gratiae stabat, que leyó Rabí Jonatás, preciso era fuese su Concepción Inmaculada: Currit aqua sub delectatione purissima, que dice Casiodoro. 5. En contrarrecto a las gracias sociaron a Venus en su concepción las horas, dice Séneca; no se verificó en la Concepción de María algún instante en que no brillase perfectamente graciosa sin el más leve vestigio de impureza: Tota pulchra es, amica mia, et macula non est in te (Ct 4,7), dice el Divino Esposo; porque como dice San Gregorio Nicomediense, brilló María en su primero instante hermosísima hermosura de hermosuras, ornamento de las más peregrinas bellezas: Pulcherrima pulchritudo pulchritudinum, pulchriorum omnium, summum ornamentum. 6. Nítida Torre de marfil predica el Espíritu Santo a María en su Inmaculada Concepción: Collum tuum sicut Turris eburnea (Ct 7,4; 5,14); por eso fue de marfil la materia de aquel glorioso trono que edificó Salomón: Fecit tronum de ebore (3 R 10,18), jeroglífico de María en su Concepción Inmaculada en sentir de Lira, Alápide y Aye; porque si el marfil goza interior y exterior candidez, toda es candor y pureza María Santísima en su Concepción. Nihil est candoris quod non resplandeat in Virgine gloriosa, canta el franciscano Choro. Si el marfil con movimiento simpático atrae naturalmente al oro: Aureum naturaliter trahitur a ebore, que dicen Avicena, Marcial y Plinio, María en su Concepción intentiva atrajo al soberano oro del Divino Verbo: Caput eius aurum optimum; trahe me post te (Ct 2,11; 1,3). Y por los méritos previstos de su Hijo fue en su Concepción ejecutiva preservada de la contracción de la culpa: Meritis eiusdem filii sui praevissa, eam ab omni lave praeservasti, canta la Seráfica Capilla, privilegio tan singular de la gracia, que no tiene paralelo en pura criatura: Non est factum tale opus in universis regnis, dice el Texto (3 R 10,18). —Parenthación paneryri-tropológica en la solemne traslación de huesos que celebró la Villa de Serradilla. Año de 1732. 2. A vista de las brillantes piras enternecían sus corazones los antiguos, expresando en bien sentidos llantos la cordial ternura de sus compasivos afectos. Es la elegante ponderación de una profunda pena el empeño más arduo de la Oratoria: Nihil est tam difficile quam Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 35-70 Fray Gerundio de Campazas: una forma de predicar en el siglo XVIII 51 magno dolore paria verba referre, dice Séneca, porque la acerbidad del tormento embaraza la modulación del labio: Quaecumque voles fugient tibi verba quaerenti, dice Propercio. Son los ojos directamente eruditos: Nos quoque oculos eruditos habemus, dice Cicerón; porque la muda elocuencia de sus lágrimas equivale a la más retórica elegancia de las voces: Interdum lachrimae pondera vocis habent, dice Ovidio. Que si hay voces tan elegantes que se hacen perceptibles por los ojos, en vos videtis quod os meum loquatur ad vos (Gn 45,12), también hay lágrimas tan elocuentes que se permiten a la percepción de los oídos: Auribus percipe lachrimas meas, dice David (Os 38,13). Y es cierto que en esta parte obró la antigüedad discreta, ya porque la elocuencia del silencio desempeñaba su lúgubre panegírico: Silentium ipsum efficiet quod verbosa minime effici oratio, que dijo Casiodoro; ya porque la elegancia de sus lacrimosos suspiros manifestaba al vivo sus cordiales sentimientos: Lachrimis omnia nota meis, dijo Propercio. 3. Justo es imite esta Villa la discreta lacrimosa expresión de la antigüedad piadosa. Derrame cordiales lágrimas a vista de los áridos huesos de sus progenitores difuntos; pero suspenda sus lágrimas y reprima sus generosos suspiros: Fluant lachrimae sed eadem defluant, dice Séneca. Llore las apagadas de sus progenitores luces: Supra mortuum plora, defficit enim lux eius, dice el Eclesiástico (20,10-12); pero suspenda el llanto su compasivo amor, esperanzando que las almas de esos huesos gozan la visión de eterna paz: modicum gloria supra mortuum, quoniam requiebit, dice el Texto: que si Abraham llora a vista de su difunta esposa, venit Abraham ut fleret eam (Gn 232), también se consuela con el eterno descanso de su alma: venit ut consolationem haberet, y si Christo a vista de Lázaro difunto expresa en lágrimas su sentimiento: Lachrimatus est Iesus, también se goza con la felicidad de su alma: Lazarus mortuus est, et gaudeo ( Jn 1135 y 5). 4. A la vista de los marchitos huesos declamaban fúnebres epicedios los antiguos (Homero). Esta oratoria circunstancia se ha fiado a mi insuficiencia; pero espero en la divina virtud que mis incultas voces han de excitar generosos compasivos afectos, que desahogándose en oraciones y sufragios vitalizarán esos áridos marchitos huesos, floreciendo en glorias inmarcesibles sus almas. A vista de una conturbada multitud de huesos condujo el Espíritu del Señor al Profeta Ezequiel (37,1-10), In medio campi, qui erat plenus ossibus; eran huesos difuntos ya de muchos días, pues se manifestaban a la vista descarnados, áridos, marchitos, denegridos, siccaeque vehementer, dice el Texto; Tirino, ossibus aridis; Lira, quasi hominum iam diu mortuorum; Hugo Cardenal, arida temporis vetustate. Manda Dios al Profeta predique sobre aquel árido asunto, vaticinare de ossibus istis, y esperanzado en la virtud divina, dice: Ea, huesos difuntos, oíd la dicha que os ofrece la virtud de la Divina palabra: Ossa arida, audite verbum Domini. Sabed que mis voces os comunicarán virentes vitalidades: Ecce ego introducam in vos spiritum et vivetis, para que en eternas delicias vivan felizmente dichosas vuestras almas: Et ingressus est in ea spiritus et vixerunt, dice el Texto… Estos fragmentos del Florilogio son lo suficientemente expresivos para formarse una idea de lo que fue la predicación de Fray Francisco Soto y Marne, sabiendo que una visión y un juicio más seguro sólo pueden salir de un estudio más amplio de Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 35-70 52 Félix Herrero Salgado todo el sermonario. Es lo que estamos tratando de hacer en el amplio análisis que de su predicación hemos comenzado a redactar para el Tomo II de Oratoria sagrada del siglo XVIII. 3. FRAY GERUNDIO, PREDICADOR Volvamos a nuestro Fray Gerundio, a quien hemos dejado en el convento en la buena compañía de Fray Blas. Será ya hora de contemplarle viviendo los afanes del púlpito; oiremos sus cultísimas palabras y las exultantes de júbilo de sus incondicionales, pero también las severas reprensiones y amonestaciones de sus doctos críticos. De todo el convento era sabido que el predicador mayor había metido a Fray Gerundio en la cabeza la idea de que para ser buen predicador no hacían falta los estudios de filosofía ni de teología; sólo bastaba con estar en posesión de ciertas cualidades naturales —memoria, imaginación, voz sonora, buen tipo y gracia—, que él ya tenía, y proveerse de sermonarios de los predicadores más celebrados, como el Florilogio. Estos consejos y ejemplo de Fray Blas se unían a su aversión a todo estudio serio, cultivada y hecha segunda naturaleza inicialmente en las escuelas del maestro de Villaornate y del dómine Zancas-Largas. «A mí —solía decir a quien le aconsejaba o reprendía— Su Majestad no me lleva por las cátedras sino por los púlpitos; y así estudiaré teología escolástica como ahora llueven albardas». Y no fueron suficientes ni efectivos para su corrección ni avisos particulares, ni reprehensiones públicas, ni pan y agua. No lo expulsaron del convento y de la Orden por varios motivos: sus prendas tan amables, ser su padrino el padre exprovincial, el respeto a sus buenos padres, muy honrados y muy devotos y de los más proficuos hermanos seglares que tenía la Orden. Al final, los prelados y los padres graves de la Orden, considerando, por un lado, su poco provecho en los estudios de filosofía y su negativa a seguir los de teología y sus buenas prendas naturales para el púlpito y su inclinación y obsesión por ser predicador, y, por otro, que si se le proveía de buenos papeles, de avisos a los predicadores y sermonarios, que no faltaban en la Orden, «podría acaso ser un hombre de provecho, acreditar la Orden y ganar su vida honradamente, resolvieron condescender con sus deseos. Pero antes les pareció conveniente experimentar qué era lo que se podía esperar de sus talentos pulpitables» (439-440). 3.1. Prueba: Sermón de refectorio Era costumbre en la Orden brindar a los artistas y a los teólogos la oportunidad de predicar un corto sermón en el púlpito del refectorio con el fin de que ellos adquiCuadernos de Investigación, 3, 2009, 35-70 Fray Gerundio de Campazas: una forma de predicar en el siglo XVIII 53 riesen experiencia y sus superiores viesen su talento para la predicación. Así es que el prelado mandó al predicador mayor que encargase a Fray Gerundio sermón «que tenga algunas circunstancias». Fray Blas vio los cielos abiertos, fue a la celda de su discípulo, diole cien abrazos y se lo llevó a la suya, donde «abrió una alacena, sacó un frasco de vino de Nava con bizcochos, echaron los dos un traguito», y le comunicó la buena nueva: «El prelado me dio a entender que querían sacarte de los estudios y aplicarte a la carrera del púlpito. Díjome que luego te encargase un sermón del refectorio y que no te lo compusiese yo, porque como muestras tanta inclinación al sermo sermonis y tan poca a los silogismos y a ergos, querían ver hasta dónde llegaba o a lo menos lo que prometía tu cosecha. Y así, amigo mío, apretar los codos; que a lo menos en este sermón yo no te he decir palabra. En saliendo de este barranco, será otra cosa: mis papeles serán tuyos, porque tus lucimientos serán míos». No dice el cronista que al oír Fray Gerundio la feliz noticia saltó de gozó y dio mil abrazos a Fray Blas, pero sí que se subió sobre una silla o taburete y como si estuviese ya en el púlpito, exhibió primero todo el ritual de gestos y ademanes del predicador más cumplido, y después comenzó a predicar un sermón que había oído en el refectorio; a los dos minutos se le acabó el texto, pero siguió predicando y representando un sermón mudo, hasta que cayó extenuado y sudoso. El predicador mayor, ante tan gracioso espectáculo, se desternilló de risa e, incluso, pensó si el pobre Fray Gerundio estaría loco. Al fin, y después de volver al frasco de vino y a los bizcochos para cumplir con el ritual obligado después del sermón, el predicador mayor le señaló el asunto del sermón, Santa Ana, y algunas circunstancias: en la parroquia de la Santísima Trinidad hay una capilla dedicada a Santa Ana, cuya festividad celebra solemnemente su cofradía; los mayordomos de este año son Luis Flores y Francisco Romero, regidores de este pueblo, que desterraron de él a unas mujeres públicas que habían venido a él por las fiestas. Para su preparación, siguiendo el reglamento de la Orden, Fray Blas le señaló el plazo de ocho días. Como un cohete partió Fray Gerundio hacia la biblioteca del convento y se llevó a su celda el material que creía esencial: la Biblia políglota de Alcalá, las Concordancias de Zamora y otros libros que había visto manejar al predicador mayor. Leía, anotaba, quitaba, añadía, hasta que después de tres borradores sacó un sermón en limpio, que ensayó durante tres días y parte de sus noches. Difundida la especie de que el célebre Fray Gerundio iba a predicar, todo el convento, padres, teólogos, filósofos, novicios y legos, aguardaba con grandísima expectación el momento de poder oírle, porque a todos picaba la curiosidad de verlo desenvolverse en el púlpito y porque todos querían a aquel joven por su buen genio, por su liberalidad y generosidad. Llegó el día, sonó la campana dando la señal para comer y todo el convento acudió al refectorio. Apareció Fray Gerundio, afeitado, rasurado y lampiño, con hábito nuevo que había encargado a su madre para aquel día, y Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 35-70 54 Félix Herrero Salgado dos pañuelos de a vara, uno blanco y otro de color. Subió al púlpito con gentil donaire, con tanto desembarazo, que empezó a tenerle envidia el mismo predicador mayor; echó un par de ojeadas con desdén y con afectada majestad hacia todas partes, y después de tremolar sucesivamente el par de pañuelos, entonó con voz hueca y gutural el Sea bendito…; santiguose con pleno magisterio, propuso el tema, relinchó dos veces y rompió la Salutación de esta manera: No es de menos valor el color verde por no ser amarillo, que el azul por no ser encarnado, o altitudo divitiarum sapientiae et scienciae Dei (Rm 11,33); como tampoco faltaron los colores a ser oráculo de la vista ni las palabras en la fe de los oídos, como dijo Cristo: Fides ex auditu; auditus autem per Verbum Dei (Rm 10,17). Nació Ana, como asegura mi fe por haberlo oído decir, de color rojo, porque las cerúleas ondas de su funesto sentir le hicieron palpitar en el útero materno: Ex utero ante luciferum genui te (Ps 109,3). A este, pues, Ángel transparente, diáfana inteligencia y objeto especulativo de la devoción más acre, consagra extática y fervorosa plebe estos cultos hiperbólicos, pues tiene, como allí se ve, hermoso y airoso vulto: Vultum tuum deprecabuntur omnes divites plebis (Ps 44,13). Déjome de exordios y voy al asunto, aunque tan principal. Empiece pues el curioso a percibir: Qui potest capere, capiat (Mt 19,12). Fue Ana, como todos saben, madre de nuestra Señora, y afirman graves autores que la tuvo veinte meses en su vientre: Hic mensis sextus est illi. Y añaden otros lloró: Plorans ploravi in noctem. De donde infiero que fue María zahorí: Et gratia eius in me vacua non fuit. Atienda, pues, el retórico al argumento: Santa Ana fue madre de María; María fue Madre de Cristo, luego San Ana es abuela de la Santísima Trinidad: Et Trinitatem in unitatem veneremur. Por eso se celebra en esta casa: Haec requies mea in saeculum saeculi. ¿Y qué te dan, Ana, en retribución por tus compendios? Quid retribuam Domino? ¿Qué paralelos podrán expresar mis voces al decir tus alabanzas? Laudo vos? In hoc non laudo. Eres aquella misteriosa red en cuyas opacas mallas quedan presos los incautos pececillos: sagenae missae in mari. Eres aquella piedra del desierto que en los damascenos campos erigió el amante de Raquel para dar a su ganado agua: Mulier, da mihi aquam. Pero menos mal lo diré siguiendo el tema del Evangelio. Es Santa Ana aquella preciosa margarita que, fecundada a insultos del horizonte, deja ciego a quien la busca: quaerentibus bonas margaritas. Es aquel tesoro, ya escondido, thesaurus absconditus, ya oculto, nihil occultum, que reservó el alma santa para los últimos fines de la tierra: de ultimis finibus pretium eius. Es aquel dios escondido, como decía Filón: tuus deus absconditus. Es el mayor de los milagros, como decía Tomás: miraculorum ab ipso factorum maximum. Varias circunstancias ennoblecen la fiesta. Unas son agravantes: tolle grabatum tuum (Mc 2,9); otras, de mucha especie: specie tua et pulchritudine tua (Ps 44,5). Y es que los señores Flores y Romero, nobles atlantes de este pueblo, llaman, o anoche hicieron llamar, con aquellos truenos, hijos relámpagos del huracán más ardiente, que subían y bajaban a modo de aquellos rapidísimos espíritus de la escala de Jacob: Angelos quoque ascendentes et descendentes. Y es la razón natural, porque todo lo que baja sube; y todo lo que sube baja: Zachee, festinans descende (Lc 19,5). Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 35-70 Fray Gerundio de Campazas: una forma de predicar en el siglo XVIII 55 Cese la energía de los labios y contemplen mis ojos, como áncoras festivas, un texto muy literal que me ofrecen los Cantares. Dice así: Vox turturis audita est, flores apparuerunt in terra nostra; tempus putationis advenit (Ct 2,12). Cantó la tórtola bella en nuestra macilenta tierra, vinieron a celebrarla las flores, y estas mismas flores desterraron las rameras: tempus putationis advenit. Es tan literal el texto, que no necesita de aplicación. Pero diré con brevedad para el erudito: está representada en la tórtola Santa Ana; porque, si esta triste y turbulenta avecilla es trono jeroglífico de la castidad, Ana fue casta, pues no tuvo más que una hija: Filia mea male a daemonio vexatur (Mt 15,22). Lo de tempus putationis viene tan al pie de la letra, pues los ínclitos caballeros mayordomos desterraron aquellas samaritanas que alborotaban el barrio. Ahora me acuerdo de otro texto que, aún más bien que el pasado, comprehende todas las circunstancias del asunto: de aquella gran mujer Ana, enemiga de Fenema, como se dice en el libro de las personas reales, la cual, a impulso de sus deprecaciones, ayudándola Helí, tuvo un hijo llamado Samuel. Atienda, pues, el retórico al argumento: Helí, en anagrama, suena lo mismo que Joaquín: Sonet vox tua in auribus meis (Ct 2,14). Samuel fue profeta, María fue profetisa; conque, en el sentido místico, lo mismo es Samuel que María. Tengo probado difusamente el asunto, y sólo falta aplicarle a los Romeros. Pero supuesto que el romero tiene flor, dicho se estaba ello: Flores apparuerunt in terra nostra: Mas todavía quiero apropiar con más propiedad las circunstancias al asunto. Publicando están las historias que la Virgen Santísima tendía los pañales de su recién nacido hijo de Dios sobre los romeros. Y esto, ¿quién se lo enseñó? Su madre Santa Ana, pues todo cuanto supo, ella se lo enseñó: Ipse vos docebit omnia ( Jn 14,26). Conque Santa Ana tendía los pañales sobre los romeros. Conque los romeros servían a Santa Ana. Pues eso es lo que hacen el día de hoy; conque tenemos lo que hemos menester. Ea, pues, pidamos la gracia. Pero ¿quién la pedirá? ¿Isaías? Ea que no. ¿Gregorio? Ea que sí. La hija ayudará en la labor a su madre: Filia regum in honore suo (Ps 44,10). Ea, pues; dígámosla aquella acróstica oración que ella en sus niñeces enseñó a su hija María; porque, como buena madre, al punto la enseñó a rezar el … Ave María» (447-450) Durante la Salutación, escribe el cronista, hubo tanta bulla, tanta risa, tanta zambra en el refectorio, tantas carcajadas a mandíbulas batidas, que el padre provincial mandó que lo dejase y que se bajase del púlpito, lo que fue para el pobre Fray Gerundio un ejercicio de obediencia lleno de amarguísima mortificación. El provincial pidió a Fray Gerundio el sermón, lo leyó en su celda y lo comentó con algunos padres graves, que, en un primer momento y ya a solas, se permitieron dar rienda suelta a las carcajadas contenidas en el refectorio, para pasar después a considerar seriamente el fragmento del sermón que acababan de oír; a todos les daba pena de que un mozo, cuyo «talento exterior —en palabras del provincial— no sólo es bueno, sino sobresaliente», tuviese la capacidad de ensartar en tan pocas palabras tantos y tan graves disparates, imposibles de tolerar. Coincidieron en sus causas: la falta de estudio y los cenagales en que bebe y los malditos modelos que se propone Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 35-70 56 Félix Herrero Salgado para imitarlos (alusión a Fray Blas). El padre provincial, determinó llamar a su celda a Fray Gerundio para tratar de que el muchacho conociera el mal camino que llevaba y que comenzase el correcto. Mandó al lego, que había ido a servir a aquellos padres un traguito de vino rancio y unos bizcochos de canela por modo de postre, que dijese a Fray Gerundio que en acabando de comer subiese a la celda del provincial. Subió y éste le acogió con cariño y se disculpó de no haberle dejado seguir con el sermón porque la comunidad estaba acabando de comer. A continuación se estableció entre ellos un diálogo cuyo resumen podría ser el siguiente: —Dígame quién le compuso la Salutación, porque aquellos textos tan literales y tan apropiados es imposible que usted los pudiera aplicar, porque nunca ha leído la Biblia. —Eso, padre nuestro, es para mí la cosa más fácil del mundo después de una leccioncita que me dio el padre predicador mayor. En las Concordancias se busca la palabra latina correspondiente a la castellana y allí para cada voz se encuentran textos a porrillo, que cada uno puede aplicar donde se quiera, vengan o no vengan al caso. —Eso, hijo mío, es mentir. —En ninguna parte he oído, padre nuestro, tantas mentiras como en los púlpitos. Allí se dan a las piedras virtudes que no tienen, allí se hace decir a los Padres lo que no dijeron, aunque lo pudieron decir, allí se dicen textos de la Sagrada Escritura que no están en ella, y esto a mi ver no es inconveniente, porque así como el Espíritu Santo inspiró a los Profetas y a los Evangelistas, así puede inspirar a los predicadores. Allí se dan cuenta de sucesos trágicos que nunca sucedieron, pero que adornándolos con extrañas circunstancias vemos que hacen mucho fruto, porque la gente gime, llora, suspira y se compunge. —Si se hiciera esto a cualquier predicador se le habría de quitar la licencia. —¿Y quién había de predicar? ¿Y cuántos hombres honrados quedarían por puertas o necesitarían aprender otros oficios? (456-57). Para su defensa, Fray Gerundio cita de memoria textos del sermón de San Andrés de un famoso predicador, cuyas «cláusulas no son más claras que las mías, y cuyo modo de traer los textos [es] ni más ni menos como yo los traigo». Para demostrar su afirmación, el novel predicador va a su celda y le trae el Florilogio sacro, el sermonario del famoso predicador, del que ambos hacen lectura y comentario. En un momento de la lectura de un sermón, el provincial pregunta admirado: —¿Qué diantres quiere decir aquí? —No lo sé, padre nuestro, pero ahí está el primor de ese inimitable estilo: hablar, al parecer, el castellano, y no haber ningún castellano que lo entienda. Después de un largo debate entre el padre provincial y Fray Gerundio sobre el contenido y el estilo del Florilogio, que yo no traigo ahora porque ya ha sido objeto de Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 35-70 Fray Gerundio de Campazas: una forma de predicar en el siglo XVIII 57 análisis en páginas anteriores, quiso aquél quedarse con el sermonario y éste se lo impidió, porque «me lo prestaron en confesión», excusa que provocó la hilaridad en los asistentes al debate. A renglón seguido el predicador mozo, sin inmutarse, le espetó a su provincial: En cuanto a las tachas que vuestra paternidad pone al sermonario, yo veo que corre por toda España con grande aplauso y alabado de hombres de buen gusto. «Conque si esto es predicar mal y con mal estilo, yo digo claramente a vuestra paternidad que no pienso predicar con otro estilo ni de otra manera, mientras Dios me guarde el juicio». Y sin más palabras volvió la espalda y se despidió broncamente, lo que causó estupor a aquella respetable asamblea, especialmente al padre provincial, quien aseguró «que si como él estaba ya para acabar el provincialato hubiera de proseguirlo, tarde subiría al púlpito el majadero de Fray Gerundio». Mientras tanto, el convento estaba dividido: los estudiantes y el formidable batallón de los legos estaban de parte del joven predicador; de los padres, unos rechazaban una predicación tan disparatada; otros reconocían los disparates, pero eran de opinión de que sus muchos desatinos eran fruto de su poca edad y sus ningunos estudios, pero que el talentazo, el garbo, la voz y la presencia lo suplía todo. En cuanto al padre provincial, bien trabajado por su hábil socio lego, de quien se decía que le tenía cogidas las sobaqueras y que lo dominaba, y aconsejado por muchos padres, que confiaban en que algún padre que se ofreciese por fiador le encarrilaría por la buena senda de la predicación, dio licencia para que se ordenara sacerdote y le hizo predicador sabatino del convento con aplauso universal. Pues el «algún padre» que se ofreció como fiador fue Fray Prudencio, padre grave, sabio, erudito, de genio muy apacible, aunque demasiadamente bondadoso y fácil a persuadirse y a ser engañado por cualquier cosa. Fray Prudencio para verse libre de la perturbadora presencia de Fray Blas se llevó a Fray Gerundio a la granja del convento, distante unas cuatro leguas del lugar, y allí, paseándose los dos por una frondosa arboleda, le fue instruyendo en lo que debía ser y saber un buen predicador y mostrándole lo poco o nada que él sabía. En esencia, este fue el diálogo que mantuvieron el prudente maestro y el rebelde discípulo: —El fin que debe proponerse el orador cristiano en sus sermones son: mejorar las costumbres, enamorar a los hombres de la virtud, infundir el horror al vicio, y, finalmente, elogiar a los santos y a los hombres virtuosos proponiéndolos al pueblo por modelos y exhortándole a la imitación de sus ejemplos —Y para saber persuadir a los hombres a que sean mejores ¿es menester saberlo todo? —Sí. El predicador necesita haber estudiado las ciencias que hablan de las costumbres, de la naturaleza de las pasiones y de cómo combatirlas; la filosofía, para saber definir, proponer, probar las verdades y distinguir la verdad de los sofismas; es necesario estar versado en teología para conocer las verdades referentes a Dios, las leyes divinas y humanas y distinguir cuáles acciones de los hombres son conformes o contrarias a ellas, cuáles se han de aplaudir Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 35-70 58 Félix Herrero Salgado y cuáles condenar; es necesario conocer la historia pasada y presente, eclesiástica y profana, porque la historia es maestra de la vida; y es necesario conocer la poesía, que enseña al orador a saber pintar con viveza los caracteres, a mover con eficacia los afectos, a proponer las verdades, aunque sean triviales, con novedad y con agrado; y hasta es necesario estudiar las acciones y movimientos del perfecto actor o representante para acompañar y hacer más eficaces las palabras. —Todo eso sería bueno si los predicadores hubiesen de predicar de repente, pero no para los predicadores que sólo admiten sermones con dos o tres meses de anticipación, porque en ese tiempo se pueden consultar en las bibliotecas y en las polianteas todo lo que se necesita para llenar un discurso. —Eso que me dices es propio de los predicadores jornaleros, que trasladan las palabras de un libro al papel, del papel a la memoria, de la memoria a los labios, y al cabo de dos o tres días se olvidan de todo lo decorado. Quien lleva muchos años en prepararse de antemano nunca se prepara de repente; el que anticipadamente se halla prevenido para todos puede disponerse bien para un sermón particular. Esto se obtiene primeramente estudiando las facultades necesarias, y después leyendo con mucha reflexión, observación y penetración a los Santos Padres, a los expositores y oradores más acreditados. Esto solamente se consigue con el trabajo de muchos años, lo que quiere decir que sólo el adulto puede ser predicador; el demasiadamente joven puede tener ingenio, puede tener habilidad, puede tener viveza, puede tener talentos y todo lo demás que se quisiere, pero no puede tener ni la ciencia ni la experiencia necesarias. —Pues ¿por qué se empeñó vuestra paternidad en que a mí me hicieren predicador? —Me lo pediste, y viéndote encaprichado en no seguir otros estudios y que echabas los bofes por aplicarte a esta otra carrera, y queriendo ver si podrías servir de algo a la Orden, pensé que sería un buen comienzo que fueses de los predicadores sabatinos, que son aprendices de predicadores, a los que sólo se les encargan unos sermoncillos domésticos con poco o ningún público para que se vayan ejercitando. Mientras, tú estudiarías sermones de los buenos predicadores que han florecido en España, como Santo Tomás de Villanueva, Fray Luis de Granada, el P. Antonio Vieira, y te ejercitarías en imitarlos. Fray Gerundio dio muestras de oír atento la exposición minuciosa sobre la predicación que le hizo Fray Prudencio; es más, le rogó que le diese unas reglas breves, claras y comprensivas para componer todo género de sermones y sobre la manera de predicarlos, a lo que el bendito padre se comprometió de muy buena gana. Como llegara la hora de comer, regresaron a la granja, y cuando ya estaban degustando como delicioso postre unos caracoles de alcorza y algunas bellotas de mazapán con que había regalado al padre maestro cierta monja confesada suya, llegó el incomparable Fray Blas acompañado del tío Bastián, un labrador fornido, rechoncho y dicharachero. Para Fray Prudencio fue aquella inoportuna visita una gran contrariedad; para Fray Gerundio, un regalo del cielo. Una visita intempestiva distrajo durante unas horas al padre maestro, las que aprovechó Fray Blas para llevarse de paseo a Fray Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 35-70 Fray Gerundio de Campazas: una forma de predicar en el siglo XVIII 59 Gerundio y barrerle de la cabeza y del corazón las lecciones de Fray Prudencio y las promesas —sinceras o falsas— que le había hecho. Fueron las últimas palabras de Fray Blas: «Lo que ahora te encargo es que no hagas caso de las maximotas de nuestro padre maestro Fray Prudencio, ni de otros de su calaña, porque estos hombres tienen arrugado el gusto como la piel y solamente les agradan aquellos sermones que se parecen a los de los teatinos: infierno por delante y Cristo en mano». A lo que respondió Fray Gerundio dándole palabra de que «no se apartaría un punto de sus consejos, de sus principios y de sus máximas». Y dicho esto, se entraron en la granja (516). 3.2. Fray Gerundio, predicador sabatino Llega una carta del prelado diciendo a Fray Gerundio que vuelva al convento, que le ha asignado la plática de rogativas de agua de la villa. La noticia le llenó de gozo: aquí se le presentaba la primera ocasión de demostrar sus dotes de predicador ante un enfervorizado y numeroso público. Lástima que Fray Blas ya no estaba en la granja para aconsejarle; a Fray Prudencio, ni hablarle del asunto; de sobra sabía lo que le diría: un sermón de rogativas es parecido a un sermón de misión: las calamidades públicas son castigo de nuestros pecados como lo dice la historia, de ahí se sigue que debemos aplacar a la divina justicia por medio de la penitencia. Así es que una amable despedida y caballero en una mula parte para el convento. Por el camino va recordando pasajes de sus lecturas que viniesen a cuento para el sermoncito: esterilidad, rogativas, cofradía, cruz, cofrades de la luz, penitentes, sangre, ramales, etc., y sobre todo, pasajes de la mitología que tuviesen alguna relación con el asunto presente. (Dice el cronista que tan embebido iba en sus reflexiones que ni vio la venta, y si la vio, no se detuvo en ella para echar un trago). Su prodigiosa memoria le fue suministrando a montones material no sólo para la plática encargada sino para cien pláticas que le encargasen; llega a la celda del prelado, da su benedicite, toma la venia, se retira a la suya, se desalforja, desocupa, echa un trago, y sin detenerse un punto pone manos a la obra. Y tan diligentemente, que aquella misma noche quedó concluido el sermoncillo. Llegó el día señalado; concurrió mucha gente de la comarca a la procesión, a la que no faltaron Fray Prudencio, la familia Zotes, familiares y amigos de Campazas. Fray Gerundio con gentil denuedo representó su papel, que copiado fielmente del original, decía así, ni más ni menos: A la aurífera edad de la inocencia, lavabo inter inocentes manus meas (Ps 25,6), en trámite no interrupto sucedió la argentada estación de la desidia, Argentum et aurum… nullius concupivi. No llegó la ignavia de los mortales a ser letálica culpa, pero se arrimó a ser borrón nigricante de su nívea candidez primera: Pocula tartareo haud aderant nigrefacta veneno. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 35-70 60 Félix Herrero Salgado Sobresalientes los dioses: Ego dixi: Dii estis, determinaron prevenir el desorden con admonición benéfica. Admirablemente el simbólico: Ante diem cave, y paralogizaron la corrección en preludios de castigo: Corripe eum inter te, et ipsum solum (Mt 18,15). La madre Cibeles (ya sabe el docto que en el étnico fabuloso lexicón se impone este cognomento a la tierra: Terra auten erat inanis et vacua (Gn 1,2)); la madre Cibeles, Cybelis mater, que dijo oportuno el probóscide poeta, la madre Cibeles, que hasta entonces espontaneaba sus fruges, resolvió negarlas mientras no la reconviniese por ellas el penoso afán del madido colono: in columna nubis. Mas, ¡oh cielos!, ¿cómo había de elaborar el infeliz agrícola, si le faltaba la causa instrumental para el cultivo y si del todo ignoraba la causa material y eficiente para el instrumento? Quaecumque ignorant, blasphemant, quomodo fiet istud? Considerado Saturno, bajó de lo alto del Olimpo: Descendit de coelis, y enseñó al hombre el uso del azadón tajante y del arado escindente: Terra scindetur aratro. ¿Habéislo entendido, mortales? Luego bien decía yo que son los pecados ocasión de los castigos: Et peccatum meum contra me est semper (Ps 1,5). A la argentada estación sucedió el século ferrugíneo: Saeculum per ignem, y aunque en él había instrumentos para el cultivo y poseían los hombres científica comprensión de su manejo: Possedit me in initio viarum mearum, obstruida la cibélica madre, correspondía con esterilidades a los afanes del agrícola: Et pater meus agricola est ( Jn 15,1). Aquí el reparo. Si la reconvenía con sus sulcos el corvo hierro, si la llamaba con sus golpes la afilada plancha, ¿por qué no se daba por entendida? ¿Por qué no producía la tierra verdigeantes frutos? Germinet terra herbam virentem (Gn 1,11) ¡Qué oportuno Lyra! Porque el cielo empedernido la negaba la lluvia: Non pluit menses septem. Pero ¿qué motivo pudo tener esa tachonada techumbre para tan cruel duricie? Díjolo Cartavio muy a mi intento: porque los hijos de los hombres habían multiplicado sus nequicias: Et deliciae meae esse cum filiis hominum. Pues, ¿qué remedio? Oíd al sapientísimo mitólogo: Despréndase el gran Baco de ese bóveda celeste; enseñe a los hombres a compungirse y a implorar la clemencia del Tonante con una rogativa penitente: Te rogamus, audi nos; ofrézcale cultos y sacrificios en futuras aras, y bajará el mismo Júpiter Amón, que es lo mismo que Carnero, y con una sola patada, o debajo de la planta de su pie, a planta pede, hará que broten aguas que apaguen la sed y fertilicen los campos: Descendit Jesus in loco campestri. Para el docto no es menester aplicación; vaya para el menos entendido. ¿No es así que ha siete meses que las nubes nos niegan sus salutíferos sudores? ¿No es así que a esta denegación se han seguido los síntomas de una tierra empedernida? Pues institúyase una devota rogativa; vayan en ella los cofrades de la Cruz penitentes; presídala su Júpiter Amnón, Pascual Carnero, que debajo de sus pies, de sub cuius pede, brotarán aguas copiosas que fecunden nuestros campos: Horrida per campos bam, bim, bombarda sonabant. Más: es muy celebrado en las Sagradas Letras el Cordero Pascual: Agnus Paschalis. Sabe el discreto que de los corderos se hacen los carneros. Luego nuestro insigne mayordomo Pascual Carnero sería, cuando niño, Cordero Pascual. La ilación es innegable. Pero aún no lo he dicho todo. A la frugífera Ceres, diosa tutelar de los campos y de las cosechas, se ofrecían aquellos sacrificios que se llamaban ambarvales, y se hacía una solemne procesión alrededor de los campos para ofrecerla estos sacrificios: Ambarvales hostiae. ¿Y quiénes eran los que princiCuadernos de Investigación, 3, 2009, 35-70 Fray Gerundio de Campazas: una forma de predicar en el siglo XVIII 61 palmente la formaban? Unos devotos cofrades que se llamaban arvales, Arvales frates, los cuales, en sentir de los mejores intérpretes, eran todos labradores. No lo levanto yo de mi cabeza; dícelo el profundísimo Catón: Ambarvalia festa celebrabant Arvales frates, circumeuntes campos et litabant Ambarvales hostias. ¿Y a quién se ofrecían? Ya lo he dicho: a la diosa Ceres, que se deriva de cera, para denotar también a los cofrades de luz: Vos estis lux mundi (Mt 5,14). Mas, porque el crítico impertinente o escrupuloso no eche de menos a los penitentes de sangre, id conmigo, y veréis que esto de los penitentes no es invención de modernos, como quieren algunos ignorantes, sino una cofradía muy antigua, establecida en todos los siglos y en todas las naciones. Ea, dad un salto a la América Septentrional. Allí veréis al dios Tláloc, superintendente de las lluvias, haciéndose de pencas y no querer desatarlas en el mes de tozoztli que es el de marzo. Allí veréis que para moverle a piedad se arman los indios de magueys o puntas de pedernal y se sacan copiosa sangre de todas las partes de su cuerpo. Allí veréis que el irritado Tláloc continúa las señas de su enojo en el mes de hueytozoztli que corresponde al mes de abril, en que nos hallamos, y negando en él el agua por los pecados de aquellos infelices, arrepentidos éstos, aumentan las penitencias y se sacan sangre hasta correr por el suelo al rigor de los xuchiles, esto es, a la violencia de los ramales, empapando en ella a la diosa Chivalticue, que es tanto como la diosa de las enaguas, y dirigiendo la penitente procesión al templo de Cinteolt, dios del maíz o trigo de Indias, para que intercediendo con Tláloc y uniéndose con él, los franqueen los frutos de la tierra. Ea, hermanos, a vista de tan oportunos como eficaces ejemplares, ¿qué hacéis? ¿En qué os detenéis? Qui facis in paterna domo, delicate miles? ¿A qué aguardáis para empuñar con brioso denuedo esos cándidos xuchiles y convocando primero el humor purpúreo a las dos carnosidades postergadas no le sacáis después con los cerosos magueys hasta dejar empapadas las albicantes Chivalticues y corra por ellas la sangre a regar la dura tierra: Guttae sanguinis decurrentes in terram (Lc 22,44). Mirad, fieles, que está enojado nuestro divino Tláloc; mirad que el benéfico Cinteolt se pone de parte de su ceño. Corred, corred a aplacarlos; volad, volad a satisfacerlos; empuñad, vuelvo a decir, esos xuchiles; tomad bien la medida de esos magueys; brote de vuestras espaldas el rojo licor a borbotones. Así aplacaréis la ira de los dioses; así satisfaréis por vuestras culpas; así conseguiréis para vuestros campos epitalamios de lluvias y para vuestras almas epiciclos soberanos de gracia, prenda segura de la Gloria. Quam mihi et vobis, etc. Al terminar el sermoncillo, aclamaciones generales del pueblo, aunque los más de ellos no habían entendido ni una palabra; los penitentes, conmovidos, reduplicaron sus azotes hasta ensangrentar el pavimento de la iglesia; las mujeres que rodeaban a la tía Catanla le dieron mil abrazos y le regaron la cara a besos y mocos. Y hasta un respetable cura, entusiasmado, le espetó al señor Antón: «Dios bendiga a Gerundito, y no me mate Su Majestad hasta que le vea presentado». Pero como los contentos de esta vida son poco duraderos y pisando los talones al gozo viene la tristeza, detrás del entusiasta cura vino un socarrón capitán de infantería, que se hallaba de recluta de Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 35-70 62 Félix Herrero Salgado mozos por la villa, quien, después de un abrazo ladino, le espetó: «¡Plática mejor de carnestolendas y exhortación más propia para una procesión de mojiganga, ni Quevedo!» (558-563). Después de la burla, Fray Gerundio se retira a su celda, donde se le reúnen, alborozados, todos los jóvenes escolares, coristas y el poderoso batallón de legos; entran los padres mayores y con palabras equívocas le felicitan; el prelado, después de contemplarlo, se marcha sin decir palabra; Fray Prudencio, ya solo con los jóvenes y con Fray Gerundio, le hace ver, uno por uno, los disparates que ha predicado: «Estoy por decirte que cuando no se hubiera cometido otro pecado que el de tu plática, él solo merecía que nos castigase Dios con el terrible azote de la sequedad y de la esterilidad que padecemos». Fray Prudencio sale de la celda; Fray Gerundio se queda serio y pensativo, pero un colegialillo teólogo, barbiponiente y bullicioso, se ríe de las amonestaciones del padre y con su arenga logra que renazca la algazara. Pasaron los días y al bendito de Fray Gerundio seguíanle retumbando en los oídos y ocupándole la mente la severa reprimenda de Fray Prudencio y la apologética arenga del teologuillo y los enfervorizados aplausos de la juvenil turba. La lectura de la carta que su queridísimo amigo «Fray Blasius» le enviaba desde Jacarilla, en que le pedía que le enviase la famosa plática de disciplinantes, de la que todos hablaban y no acababan de alabar: el cura del lugar quería un traslado de ella para hacerla imprimir; su fama correría así ya no sólo de boca en boca, sino, lo que es más, volaría por el mundo en letra impresa. Tan gozosa noticia vino a aclarar sus pensamientos y poner paz en sus sentimientos: no había duda de que el maestro Prudencio «ya estaba algo chocho, y [así], propuso en su corazón no hacer caso de nada que le dijese». En esta decidida actitud estaba, cuando la ventura hizo que Antón Zotes, elegido mayordomo de la Cofradía del Santísimo de Campazas, llegó al convento; en presencia de los padres pidió a su hijo que, con la bendición de su reverencia, el padre prelado, predicase el sermón del día de la fiesta. No quedó más remedio al prelado que concederla a pesar de que el recuerdo de la plática le había desazonado; pero el convento apreciaba a los padres de Fray Gerundio y él no quería disgustarlos. Desde aquel mismísimo momento el predicador sabatino empieza a forrajear en sermonarios y concordancias materia especial para las circunstancias, tan denigradas por Fray Prudencio y tan alabadas por Fray Blas, porque la doctrina sobre el Santísimo Sacramento en cualquier sermón la hallaría; eso sí, buscaría las circunstancias especiales que requería el caso no en la mitología sino en la Sagrada Escritura, cosa fácil teniendo a mano, como tenía, las Concordancias de la Biblia. La única duda que se le presentaba era el estilo que había de seguir en el sermón. A remediarla vino como caído del cielo un cartapacio de pocas hojas de sugestivo título Apuntamientos sobre los vicios del estilo, que, junto con unos sermones, había dejado escrito un padre recién fallecido. Fray Gerundio comenzó a leer lo que el bendito padre decía del estilo hinCuadernos de Investigación, 3, 2009, 35-70 Fray Gerundio de Campazas: una forma de predicar en el siglo XVIII 63 chado, del estilo cacocelo, del estilo frío, pueril, parentirso, poético, metafórico y alegórico. Y lo leyó sin perder sílaba ni coma; quedó aturdido, y al cabo de un buen rato, se levanta de la silla, coge el papel, le hace añicos y lo arroja indignado por la ventana: «¡Válgate el diantre por papel y por el grandísimo impertinente que te fabricó, que me habéis revuelto los sesos! Pues ¡qué!, para hablar uno como Dios le ayudare, ¿ha menester tantas ceremonias? Yo escribiré y hablaré en el que me diese la gana y, pues, el que he usado hasta aquí ha merecido tantos aplausos, aténgome a él y no a lo que dice este apuntador descontentadizo y malhablado». Y efectivamente, a él se atuvo Fray Gerundio, y con la inestimable ayuda de su riquísimo tesoro del Florilogio sacro, «sin apartarse ni un punto de su estilo estrambótico, ni desamparar sus queridas frases estrafalarias», compuso el sermón, que elocuentemente predicó y galanamente representó ante una singular muchedumbre de labradores, frailes y clérigos y amigos que de los pueblos de toda la comarca y de gente ociosa y alegre de León, de Astorga y de la Bañeza habían acudido a Campazas a pasar un buen día de regocijo con los novillos, el auto sacramental, los fuegos de artificio, la procesión, el convite de los Zotes y, claro está, a gozar del sermón de predicador tan celebrado. Entre los invitados se contaban tres singulares personajes, que habían de ser juiciosos oyentes del sermón: un primo de Antón que había sido colegial mayor y propuesto en tercer lugar para un obispado y que ahora era magistral de la Santa Iglesia de León; otro canónigo, don Basilio, que acompañaba al señor magistral, joven él, muy despejado, muy alegre, decidor y poeta, y un labrador, también pariente del tío Antón, familiar del Santo Oficio, de explicación cerril y aplatanada, pero de una razón natural bien dispuesta y muy certero en sus juicios. Y ¡cómo no!, allí se presentó su amiguísimo Fray Blas, que no pudiendo dejar de pasar tan preciada ocasión, sacó de su fértil imaginación una obligada asistencia a una muy posible bienhechora del convento en su lenta agonía. Llega el día de la fiesta; se organiza la procesión —tamboril y danza, mayordomos, autoridades, frailes y clérigos y una gran muchedumbre—; llegan a la iglesia, que ya estaba de bote en bote; comienza la Santa Misa, que canta el licenciado Quijano y armonizan a falta de órgano dos famosos gaiteros maragatos; terminado el evangelio, Fray Gerundio recibe la bendición de su padrino y oficiante y con gran despejo, gravedad y majestad sube al púlpito, reza arrodillado una breve oración, se levanta, mira con reposado desdén a un lado y a otro del público y con voz gutural entona el Alabado …, y da principio a su sermón: Si es verdad lo que dice el Espíritu Santo por boca de Jesucristo, ¡ay, infelice de mí!, que voy a precipitarme, o es preciso confundirme. El oráculo pronuncia que ninguno fue en su patria predicador ni profeta: Nemo profeta in patria sua. Pues, ¿cómo, atrevido yo, presumí este día ser predicador en la mía? Pero teneos, señores, que también para mi aliento, leo en Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 35-70 64 Félix Herrero Salgado las Sagradas Letras que no a todos hace fuerza la verdad del Evangelio: Non omnes obediunt Evangelio (Rm). ¿Y qué sabemos si es ésta alguna de aquellas muchas, que, como siente el filósofo, se dicen sólo ad terrorem? (El magistral, que juiciosamente se había metido en el confesionario, en frente del púlpito, se espantó al oír tal sarta de herejías en tan pocas palabras; quiso salir de la iglesia por no oír las que se le vendrían encima; pero pensó que su salida, además de ser casi imposible por el gentío, sería escándalo que aguaría la fiesta; bajó los ojos y aguantó). Ésta es, señores, la estrena de mis afanes oratorios; éste, el exordio de mis funciones pulpitables. Más claro para el menos entendido: éste es el primero de todos mis sermones. ¡Qué a mi intento el Oráculo Supremo! Primum quidem sermonem feci, o Theophile! Pero, ¿dónde se hace vela el bajel de mi discurso? Atención fieles; que todo me promete venturosas dichas, todas son proféticas vislumbres de felicidades. O se ha de negar la fe a la evangélica historia, o también el hipostático Ungido predicó su primer sermón en el mismo lugar donde recibió la sagrada ablución de las lustrales aguas bautismales. Es cierto que la evangélica narración no la propala, pero tácitamente lo supone. Recibió el Salvador la frígida mundificante: Baptizatus est Jesus; y al punto se rasgó el tafetán azul de la celeste cortina: Et ecce aperti sunt caeli, y el Espíritu Santo descendió revoloteando, a guisa de pájaro columbino: Et vidi Spiritum Dei descendentem sicut columban. ¡Hola! ¡Bautizarse el Mesías, romperse el pabellón cerúleo, y bajar el Espíritu Santo sobre su cabeza! A sermón me huele, porque esta divina paloma siempre bate sus alas sobre la de los predicadores. Pero son supervacáneas las exposiciones cuando están claras las voces del Oráculo. El mismo dice que bautizado Jesús, se retiró al desierto, o el diablo le llevó a él: Ductus est in desertum ut tentaretur a diabolo. Allí estuvo por algún tiempo, allí oró, allí veló; allí ayunó, allí fue tentado; y la primera vez que salió, fue para predicar en un campo, o en un lugar campestre: Stetit Jesus in loco campestri. ¡Oh, qué estival paralelo de lo que a mí me sucede! Fui bautizado en este famoso pueblo, retireme al desierto de mi religión, si ya el diablo no me llevó a ella: Ductus est in desertum ut tentaretur a diabolo. ¿Y qué otra cosa hace un hombre en aquel desierto sino orar, velar, ayunar y ser tentado? Salí de él la primera vez para predicar. Pero, ¿en dónde? In loco campestri: en este lugar campestre de Campazas, en este compendio del campo damasceno, en esta emulación de los campos de Farsalia, en este envidioso olvido de los sangrientos campos de la Troya. Et in campos ubi Troya fuit; en una palabra, en este emporio, en este solar, en este origen fontal de la provincia de Campos: in loco campestri. Y aún hay más al caso: el lugar campestre donde predicó el Hipostático el primer sermón fue a la esmeráldica margen del argentado Jordán, donde había sido bautizado. ¿Y quién duda que le oiría Juan, su padrino de bautismo? Venit Jesus ad Joannem ut baptizaretur ab eo (Mt 3,13). ¡Y qué cosa más natural que al oír el padrino a su ahijado, y más si hizo de él feliz reminiscencia en la misma salutación (Salutate Patrobam, que dijo muy a mi intento el Apóstol), saltase ahora de gozo, como palpitó en otra ocasión de placer en el útero materno: Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 35-70 Fray Gerundio de Campazas: una forma de predicar en el siglo XVIII 65 Exultavit infans in utero matris! El caso es tan idéntico, que sería injuriosa la aplicación para el docto; pero vaya para el insipiente. ¿No se llama Juan mi padrino de bautismo? Todos lo saben: Joannes est nomen eius (Lc 1,63). ¿No me está oyendo este sermón que predico? Todos lo observan: Audivi auditum tuum et timui (Hb 3,2). ¿No le están bailando los ojos de contento? Todos lo observan: Oculi tui columbarum (Ct). Luego no hay más que decir al caso […] Pero atención; que oigo no sé qué articulado acento en la etéreas campanas: Vox de caelo audita est: Pero ¿de quién es ese gutural, verbífico sonido? Oigamos lo que dice, que quizá por ello deduciremos quién lo profiere, como por el efecto se viene en conocimiento de la causa y por el hilo se saca el ovillo: Hic est Filius meus dilectus in quo mihi camplacui: «Éste es mi querido Hijo, dulce objeto de mis complacencias» (Mt 3,17). ¡Hola! ¿Dice la voz que el que está predicando en el lugar donde fue bautizado es su hijo? Luego la voz es del padre; sabe el lógico que es legítima la consecuencia. ¿Y quién es ese padre? Pater meus agricola est: «Mi padre es un labrador honrado». Ea, que ya vamos descubriendo el campo. Pero, ¿qué tiene el padre con el sermón del hijo? No es nada lo del ojo y llévale en la mano. ¿Qué ha de tener si él mismo se le encarga? Dícelo expresamente el texto: Misit me vivens Pater: el que me envió a predicar, o el que me trajo a predicar es mi padre. Y nota oportunamente el texto mismo que cuando su Padre le envió a predicar, estaba vivo, vivens Pater; la Interlineal, sanus, que estaba sano; los Setenta, robustus, que estaba robusto; Pagnino. vegetus, que estaba terete y fuerte. Apelo a vuestros ojos y decidme si no es idéntico el caso. Vamos adelante, que aún no lo he dicho todo. ¿Y cómo se llamaba ese generativo principio, ese paternal origen de aquella dichosa prole? Aquí deseo arrecto vuestro órganos auscultativos. El sermón que mi padre, vivo, robusto, sano y terete, encomendó a mi insuficiencia, ¿no es el del eucarístico panal? Sí. El arca del Testamento ¿no fue el más figurativo emblema de ese ovalado armiño? Dígalo el docto y el versado en la teología expositiva. ¿Y por dónde anduvo prófuga esa cóncava testamentífera arca? Vamos a las sagradas Pandectas: Et esportaverunt eam a lapide adjurorii in Azotum: «Condujéronla al país de los a-Zotes»(I Rg 5,1). ¡Vitor! Que ya tenemos Zotes en campaña. ¿Entra el arca en la provincia de los Zotes? ¿Manda un padre a su hijo que predique de esta arca? Pues, ¿qué apellido ha de tener ese padre ni qué cognomento ha de distinguir a ese hijo sino el de los Zotes, principales de la provincia? Et asportaverunt eam in Azotum. Es convincente el discurso, pero vaya una interrogancioncilla. ¿Y ese hijo no tenía madre? ¡Y cómo que la tenía! Pues consta que el padre y la madre le buscaron: Ego et pater tuus quaerebamus te (Lc 2,48). Está bien. ¿Y la madre no tuvo parte en el sermón? Fue el todo; pues ya es cosa sabida que siempre que un predicador se desempeña con lucimiento, se refunden en la madre sus aplausos. Por eso al acabarse la función exclaman todas las piadosas mujeres: «¡Bien haya la madre que te parió! ¡Dichosas las madres que tales hijos paren!»: Beatus venter qui te portavit, et ubera quae suxisti (). Pero ¿qué ruidoso estrépito, qué armoniosa algazara divierte mi atención hacia otra parte? ¿Qué percibe la potencia auditiva¿ ¿Qué especies visuales se presentan delante de la visiva? Más claro y más para el vulgar: ¿qué oigo?, ¿qué veo? ¿Qué he de ver ni qué he de oír sino un coro de danzantes? Quid vides in Sunamitis nisi chorus castrorum? ¡De danzantes! Ea, que sí; pues a la vista de la eucarística arca aun a las mismas testas coronadas se las bullen Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 35-70 66 Félix Herrero Salgado los pies. Dígalo el rey penitente de Idumea: Et David saltabat totis viribus ante Dominum (2 R 6,14). Nótese la frase saltabat totis viribus: «brincaba con todas sus fuerzas». No se andaba ahora en paspieses pulidos, en carrerillas menudas, en cabriolas ni en vueltas de pechos acompasadas; daba vueltas en el aire, echando las piernas con cuantas fuerzas podía: saltabat totis viribus. ¿No es esto lo que ahora estamos viendo en esos ocho robustos atletas y luchadores a brazo y pierna partida con el viento? Pero aún descubro en Isaías otras señas más claras de ellos: Et pilosi saltabant ibi: «y danzaban allí los que tenían largo el pelo, los de grandes caballeras, los de las melenas tendidas». No puede ser la visión más adecuada para el caso presente. De buena gana me iría un poco más tras de la danza, si no me embelesara ese teatro que ya observo erigido junto a las puertas del templo, ad fores templi, que dijo elegantemente el mitrado panal de Lombardía (hablo del melifluo Ambrosio). ¿Y qué significa ese teatro? Según unos es signo natural, o según otros es signo ad placitum, de un auto sacramental, representación del Sacramento. ¿Sí? Pues de esas representaciones llenas están a cada paso las páginas de la Escritura. ¿No fue representación del Sacramento el maná? Así lo afirma Cayetano. ¿No fue representación del Sacramento Cordero el vellón de Gedeón? Así lo siente Lorino. No fueron representación del eucarístico trigo las espigas de Rut? Así lo asegura Papebrokio. Y todas estas representaciones ¿no se hicieron en el campo? Es común sentir de expositores y padres. Pues representaciones del Sacramento y representaciones en el campo, ¿quién podrá dudar que fueron proféticas figuras de las representaciones del Sacramento que se hacen todos los años en mi amada patria de Campazas, in loco campestri? Mas, afuera, afuera; aparta, aparta, huye, escápate, corre, mira que te coge el toro. ¿Qué es esto? Rodeado me veo de estos cornúpetos brutos. ¡Qué cerviguillo, qué lomo, qué roscas en el pescuezo, qué lucios y qué gordos! Tauri pingues obsederunt me (Ps 21,13). ¿No hay quién me socorra? ¡Que me cogen, que me pillan, que me revolotean! Pero, ¡ea!, que fue terror pánico, ilusión de la fantasía, gente de razón raciocinante. No son toros de muerte ni furiosos. Son sí unos novillos alegres y vivos, pero ni marrajos ni sangrientos: vituli multi, o como lee otra letra, mutilati: unos novillos desmochados, esto es, o sin puntas en el asta, o sin fuerzas en las puntas. Gracias a Dios que respiro, porque me había asustado. Pero ¿qué tienen que ver los novillos con la fiesta del Sacramento? ¡Ignorantísima pregunta! ¿Qué fiesta del Sacramento puede haber cabal si falta los novillos, puesto que el profeta penitente adelanta más la materia cuando dice que los novillos se deben correr o, lo que allá se va todo, se deben presentar en las mismas aras: Tunc imponet super altare tuum vitulos (Ps 50,21)? Ya no me detengo ni en las hogueras, ni en las luminarias nocturnas que precedieron a este festivo día. ¿Cuándo se descubre el Señor sin que se enciendan brillantes céreos piropos? ¿Ni qué más hicieron los tres milagrosos niños en la flamígera hoguera del babilónico fumo que lo que anoche vimos hacer a los pubescentes muchachos de mi predilecta patria en las fumigerantes hogueras que encendió la devoción y la alegría de sus fervorosos íncolas? Si aquellos jugaron con las llamas sin que les tocasen el pelo de la ropa, éstos brincaron por ellas sin que les chamuscasen ni un solo cabello de la cabeza: Et capillus de capite vestro non peribit (Lc 21,21), que dijo la Boca de Oro [San Juan Crisóstomo]. Pues ¡qué, la multitud de estruendosos voladores que subieron serpenteando por ese diáfano elemento, saetas encendidas, que disparó la bizarría y el valor para disipar el nigrante escuadrón de las Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 35-70 Fray Gerundio de Campazas: una forma de predicar en el siglo XVIII 67 tinieblas! Parece que les estaba viendo el monárquico adivino cuando cantó vaticinando: Sagittas suas ardentibus effecit (Ps 7,14). Pero más al caso presente lo pronosticó el que dijo que resonaba por todo Campos el horrísono bom, bom, bom, bom, bom de las bombardas: Horrida per campos bam bim bombarda sonabant. Paréceme que tengo tocadas y retocadas las circunstancias del día. Pero no; que la más especial, por nunca vista hasta aquí, se me olvidaba. Hablo de ese vocal instrumento y al mismo tiempo ventoso, que tan dulcemente titila nuestros oídos; hablo de ese equivalente o, como se explica el discreto Farmacopola, de ese quid pro quo de órgano que añade tanta majestuosa armonía a la solemnidad del sacrificio; hablo, en fin, para que me entiendan todos, de esa sonora gaita gallega que tanto nos encanta y nos hechiza. Pero ¡qué oportuna, qué discreta, qué ingeniosa fue la invención de mi paternal mayordomo cuando discurrió y resolvió festejar con ella la función del Sacramento! Porque pregunto: ¿no es el Sacramento en el viril el escudo, las armas y el blasón del nobilísimo reino de Galicia? Así me lo atestiguó anoche un peregrino que viene en romería de Santiago. Pues, siendo esto así, era cosa muy congruente y en cierta manera simpliciter necessaria (ya me entiende el lógico y el teólogo) que no faltase en la misa del Sacramento aquel instrumento armonioso, apacible y delicado que deriva su alcunia y su apellido del mismísimo reino; porque, como dice el filósofo, propter unum quodque tale et illud magis. ¡Gran gloria de Galicia tener por escudo de armas el Sacramento! Pero ¡mayor el de Campazas ser la patria y solar de la sagrada Eucaristía! Porque o hay Sacramento en Campazas, o no hay en la Iglesia fe. Éste será el arduo empeño en cuyo golfo desplegará las velas el bajel de mi discurso; y para que lo haga viento en popa, será preciso que sople por el timón el aura benéfica de aquella deífica Emperatriz de los mares, implorando su protección con el acróstico epinicio del celestial paraninfo: Ave Maria. Terminada la Salutación, el guedejudo y pestorejudo gentío, sin poder contenerse, rompió el silencio, primero, en alegre y bullicioso murmullo, y después en vítores y aclamaciones, y el gaitero no pudo por menos de echar una alborada. En el ínterim el magistral estaba aturdido ante la sandez del orador y la bobería del auditorio, el canónigo don Basilio comprendió que la salutación era un gracioso tejido de furiosos disparates y decidió seguir holgándose a costa de Fray Gerundio; el familiar del Santo Oficio: «O soy un porro, o este flaire no sabe las enclinaciones de los nombres, ni ha estudiado el selmo, selmonis como el mi Cuco, o toda esta gente está borracha». Fray Gerundio, hecho el silencio, continuó el sermón, que, por haberse hecho una firme, determinada e irrevocable resolución inter vivos de no copiarlo por los autores, no se copia. Sólo se atreven a decir que, terminado el sermón, el gaitero y su gaita estuvieron para reventar, Fray Gerundio al bajar del púlpito estuvo en peligro de ser estrujado por los abrazos y ahogado por las lágrimas y los mocos de las tías, primas y demás, y habiendo salido de la iglesia, los innumerables admiradores llevaron a casa en el aire sin dejarle apenas poner los pies en el suelo al que ya era la honra de su patria y en el futuro sería la inmortal memoria del siglo (628-641). Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 35-70 68 Félix Herrero Salgado Lo que siguió después fácil es de imaginar: una copiosa comilona —chanfaina, cordero asado, conejo, salpicón, olla de vaca, carnero, cecina, chorizo y jamón, y por postre, aceitunas, pimientos y queso de la tierra—, comida regada con buenos vinos del Páramo y de Nava y animada de alabanzas y comentarios más bien irónicos, en la que no faltó el ingenio poético del donado Bartolo, del canónigo don Basilio, del vicario y del mismo Fray Gerundio. El señor magistral, harto de tanto disparate, optó por irse a dormir la siesta, lo que imitaron los demás invitados a excepción de don Basilio, el vicario, Fray Blas, el familiar y el donado que se quedaron de sobremesa acompañando a Fray Gerundio. La conversación giró, lógicamente, sobre el concepto que de sermón tenía cada uno, y vino a mostrar que en el pequeño grupo había dos pareceres bien distintos: el donado, el vicario y Fray Gerundio seguían la teoría de Fray Blas: un discurso plagado de conceptos, agudezas, equívocos, circunstancias, o sea, de todo aquello que hace el gusto y embeleso del auditorio y produce el aplauso del predicador; por contra, el rudo pero sabio familiar sostenía que un buen sermón es el que todo el mundo entiende y el que pretende que quien lo oye se haga mejor; el docto canónigo don Basilio, autorizándose con opiniones de sabios y santos, dictó una lección de lo que debe ser un buen sermón y, a la vez, de cómo debe ser representado en el púlpito. La llegada del magistral levanta a los contertulios, que aprovechan la ocasión para irse a descansar o a rezar; Fray Gerundio hizo también ademán de marcharse, o de huir, pero lo retuvo el tío, quien en presencia del familiar le lanzó un discurso de reproche y enseñanza: Tu sermón, o lo que fuere, «fue una escoba desatada de inconexiones; fue una tarabilla de impertinencia y de extravagancias; fue un confuso hacinamiento de textos y lugares de la Escritura, ridículamente entendidos y osadamente aplicados; fue un turbión de conceptillos superficiales, falsos, pueriles, no sólo ajenos de un orador que en todo debe buscar la verdad y la solidez, sino insufribles aun en un mediano poeta». A continuación, en un largo discurso le va dando un repaso crítico de todo el sermón —desde el intolerable abuso de llenar la salutación de menudas y ridículas circunstancias hasta la muchas proposiciones, parte heréticas, parte absurdas y malsonantes— y sembrando doctrina sobre lo que tiene que saber y practicar en su oración un buen orador sagrado. Al discurso recriminatorio del tío siguieron las consoladoras palabras de Fray Blas. Los dos amigos salen al campo para tener mayor libertad en la conversación. Fray Gerundio cuenta el sermón que le ha lanzado el magistral y Fray Blas le responde pasando revista a diversas proposiciones sobre el sermón que defiende la secta de los predicadores modernos, entre los que se encuentra un tal Gallo, tenido por el gallo de tales oradores, y expone su propia teoría, o sea, la de los veteranos. Fray Gerundio, durante el discurso del predicador mayor vacila unas veces, reacciona otras; al final termina convencido, y da mil abrazos a su amigo, que le había consolado, iluminado y alentado, y renovó en sus manos «el pleito homenaje de que no predicaría de otra Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 35-70 Fray Gerundio de Campazas: una forma de predicar en el siglo XVIII 69 manera en todos los días de su vida, aunque el mismo Gallo de la Pasión le predicara lo contrario». Ante su tío, el magistral, seguiría dándole la razón por lo mucho que esperaba de él (716-718). El cronista de la verdadera Historia del famoso predicador Fray Gerundio de Campazas, alias Zotes da también noticia del sermón predicado en las honras de un no muy honrado escribano y de una Semana Santa. De la oración fúnebre, en que Fray Gerundio entró a saco en el Florilogio se dan solamente unos breves fragmentos por una sencilla razón: «porque sería impropiedad en asunto tan doloroso hacer llorar de risa a los lectores». De lo que predicara o preparara para la Semana Santa de Pero Rubio nada pudo escribir el cronista debido a un cipresino y funesto accidente que le obligó a cortar vuelos a la pluma. Quede aquí constancia de unas pocas palabras de las copiosas y floridas con que nuestro erudito orador seguramente deleitó al numeroso auditorio y cosechó nuevo y clamoroso triunfo en el funeral del bendito escribano. Leamos la primera cláusula, con que pretendió, y consiguió sin duda, dejar turulatos a los oyentes, doctos o ignorantes: Esta parentación sacro-fúnebre, este epicedio sacri-trágico, este coluctuoso episodio y este panegiris escenático se dirige a inmortalizar la memoria del que hizo inmortales a tantos con los rasgos cadmeos que, a impulsos del aquilífero pincel, estampó en cándido lino triturado, sirviendo de colorido el atro sudor de la verrugosa agalla, chupado en cóncavo, aéreo vaso de la breve madera pambeocia: Calamus scribae velociter scribentis (Ps 44,2). A continuación entra a saco en las historias que escribieron los antiguos sobre el origen de los funerales, siguiendo punto a punto y letra a letra el texto de la parentación del Florilogio: «Erigían túmulos suntuosos, grandiosos obeliscos irradiados de luces y luctuados de bayetas; coherencia lúcido-tenebrosa que, entre yertas cenizas cadavéricas, vitalizaba memorias de sus militares difuntos» [claro que Fray Gerundio cambió «militares» por «escribanales»]. «En cruentas aras trucidaban inocentes víctimas que dirigían a mitigar rigores de los dioses…, esparcían rosas fragantes…, confederando matices y verdores para declamar memorias inmarcesibles y floridas esperanzas a la felicidad eterna de los militares difuntos» [el predicador dijo «militares difuntos» por «estilíferos finados», por aquello de que antiguamente se escribían con «estilos»]. Creo que son suficientes estos breves párrafos para confirmar la línea ascendente del carrerón concionatorio de Fray Gerundio: rebasaba a Fray Blas, que ya se sentía pobre motilón ante su aventajado discípulo y se aproximaba peligrosamente al autor del Florilogio. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 35-70 70 Félix Herrero Salgado El P. Isla inventó para su relato pedagógico un personaje que fuera capaz de mostrar a sus contemporáneos el lamentable estado en que se encontraba la predicación en su tiempo. Fray Gerundio no fue un zote; sus superiores reconocieron que estaba dotado de excelentes cualidades naturales para ser un buen predicador. Quizá podría decirse que el joven predicador fue un perezoso mental; le repelía el estudio y todo lo que le obligase a pensar y a reflexionar; le deleitaba leer, leer sermones ajenos y componer el propio de retazos ajenos, o de los propios imitando los ajenos, siempre con la idea del lucimiento por la rotundidad y extravagancia de las frases. No muy lejos de sus doctos maestros. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 35-70 Racionalismo e Historicismo: dos enfoques sobre la educación de la mujer en el siglo XVIII español María del Carmen Lara Nieto Universidad de Granada RESUMEN Se examinan el Racionalismo y el Historicismo como dos enfoques con perfiles epistemológicos claramente diferenciados, que llevan a quien en ellos se sitúe a muy diversos planteamientos respecto a cualquier cuestión de carácter social. Examinamos el alcance y potencial de ambos en su argumentación cuando pretenden dar cuenta del origen de la sociedad política y todo lo que ello representa, instituciones, valores… Esbozado este tema se recala en el análisis jovellanista de la mujer. Jovellanos conoce bien ambos enfoques, sus lecturas de los autores aquí citados están plenamente contrastadas y no son objeto de este trabajo; apuesta por el enfoque historicista inglés para comprender el rol femenino, para situar a las instituciones que le niegan su ingreso en su decurso histórico, y curiosamente convierte el modelo historicista en una vía de análisis y acceso a propuestas de una extraordinaria modernidad. Palabras clave: España, Siglo XVIII, Inglaterra, Racionalismo, Historicismo, Descartes, Paine, Ferguson, Burke, Jovellanos, Mujer. ABSTRACT Rationalism and Historicism are examined as two approaches with clearly differenced epistemological profiles, taking those who adopt each of them up to very varied ideological platforms with respect to any social matter. The scope and potential of both is examined in their line of argument when they intend to explain the origin of political society and everything it represents, institutions, values … Once this question is outlined the next point is the analysis of woman carried out by Jovellanos. He is utterly familiar with both approaches, his readings of the herby mentioned authors are fully verified and are not the purpose of this paper; he chooses the English historicist approach to understand woman’s role, to place the institutions which refuse her entrance in their historical course, and oddly enough he changes the historicist model into a way to analyse and access extraordinarily modern proposals. Key words: Spain, 18th century, England, Rationalism, Historicism, Descartes, Paine, Ferguson, Burke, Jovellanos, Woman. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 71-82 ISSN: 1888-7643 72 María del Carmen Lara Nieto V olver una vez más a nuestro siglo XVIII, quizá sea un modo de aproximarnos a materiales conceptuales que pertenecen a estratos significativos profundos de nuestra actual mentalidad, en la que pugnan en un intento de comprender la realidad viva a la que pertenecemos, mentalidad heredera, cómo no, de la impronta ilustrada, con la que seguimos comprometidos en un examen en el que tenemos puesta nuestra esperanza para comprendernos y proyectarnos. En esta búsqueda explicitamos y reconocemos en nuestro siglo dieciocho, al menos dos modelos que responden a perfiles epistemológicos claramente diferenciados, con posiciones ideológicas diferentes, aunque comprometidas con las nuevas ideas. Sería muy fácil identificar el racionalismo con una posición progresista; así como con una postura netamente conservadora y tradicionalista al historicismo. Ésta constituiría una fórmula sencilla, pero estimamos que el asunto nos ofrece más posibilidades, algunas de las cuales merecen nuestra consideración. Las interpretaciones deben soportar la tensión que inevitablemente surge cuando aplicamos los modelos a la cuestión estudiada. En este intento de no caer en afirmaciones simplistas tampoco queremos, en último término, compartimentar y reducir estos enfoques a un enfrentamiento; y recalamos en nuestra Ilustración estimando cómo fueron recibidos, asumidos, procesados y aplicados para dar cuenta de diversos ámbitos, apuntando soluciones que pueden ser de nuestro interés aún. Comenzamos refiriéndonos al enfoque racionalista que consigue su exposición modélica en Descartes. En su filosofía se apela al tribunal de la razón; y de ella se espera siempre una justificación; una razón tan reveladora en lo teórico como en los temas prácticos; y además en este contexto la verdad parece ajena a las circunstancias en las que se formula; viene a ser el resultado de una filosofía que halla en la racionalidad la constancia del existir. Es éste un enfoque que se manifiesta con rotundidad en la filosofía iluminista francesa, proclive a planteamientos abstractos, basados en principios a priori, como diría Burke, que llegó a experimentarlos en carne propia, instituyendo su Revolución como un nuevo paradigma, que viene a consagrar como categoría la ruptura con el pasado con la pretensión de instaurar un nuevo orden social acorde con la exigencias de la razón, que va a cambiar profundamente a toda Europa y que marca unas directrices en las que nosotros nos desenvolvemos. Esta aspiración se concreta en el ideal de ciencia representado por la Física como un cuerpo coherente de leyes. Por su parte la Política concebida como aquel saber que formula un conjunto de principios que desempeñan un papel semejante a las leyes en la ciencia física. Esto se traduce en una desconexión de la reflexión política de toda una serie de consideraciones de carácter histórico, derroteros alejados de la política basada, como diría Paine, en los «precedentes», línea abstracta y geométrica que se concreta en una crítica del planteamiento burkeano, contra el que acumula serios y Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 71-82 Racionalismo e Historicismo: dos enfoques sobre la educación de la mujer en el siglo XVIII español 73 abundantes argumentos: «El gobierno por precedentes, sin consideración alguna del principio del precedente, es uno de los sistemas más viles que pueden establecerse. En muchos casos, el precedente debería funcionar como advertencia, y no como ejemplo, y debe evitarse, en lugar de imitarse, pero en lugar de esto, se toman los precedentes en bloque y se hacen pasar de golpe por constitución y por ley»1. El segundo enfoque lo hallamos en la filosofía inglesa, especialmente en Burke quien, lejos de la exactitud matemática en la que confiaba Locke en el tema moral y de la casi exactitud matemática para Hume de la ciencia de la política, considera que «la ciencia de construir una comunidad, de renovarla o de reformarla, no puede, como ninguna otra ciencia experimental, enseñarse a priori»2. Como tal disciplina experimental requiere de una gran dosis de experiencia, se impone la «real politik»: «La ciencia del gobierno que es, en consecuencia, práctica en si y dirigida a tales propósitos prácticos, es materia que exige experiencia»3. Esta posición conlleva una referencia y diálogo permanente con la compleja realidad, sin desatender ninguna circunstancia; en ellas vivimos y somos, comprendemos, interpretamos y proyectamos. El historicismo es una simple invitación para asumir la realidad concreta, ya que sin ella todo es quimera, pura elucubración; crea las condiciones para un pensamiento en el vacío poco conocedor de las tozudas aristas de la realidad que sólo con violencia pueden cumplir las exigencias abstractas. Es un planteamiento que se debe a autores como Burke y Ferguson, que defienden una concepción historicista de la sociedad y, como consecuencia, de la política y la 1 Thomas Paine, nacido en Gran Bretaña, Thetford, Norfolk 1737- Nueva York 1809, se traslada a América en 1774. Posteriormente lo hace a Francia, donde alcanza la ciudadanía francesa, fue detenido y encarcelado por la Convención francesa, en ese tiempo redacta la The Age of Reason I y II (1794-1796). El texto citado pertenece a su obra Los Derechos del Hombre (I, 1791; II, 1792), usamos la edición que contiene la traducción, introducción y notas de Fernando Santos Fontela, Madrid, Alianza editorial, 1984, pág. 205. La edición inglesa publicada en Aylesbury, Pelican, 1969, reeditada en New York, Penguin Classics, 1985. Texto en la edición inglesa: «Government by precedent, without any regard to the principle of the precedent, is one of the vilest systems that can be set up. In numerous instances, the precedent ought to operate as a warning, and not as an example, and requires to be shunned instead of imitated; but instead of this, precedents are taken in the lump, and put at once for constitution and for law», pág. 196. 2 Burke, Edmund, Reflexiones sobre la Revolución francesa, en «Textos Políticos», traducción de Vicente Herrero, Fondo de Cultura Económica, México, 1984, pág. 93. Edición inglesa: Reflections on the Revolution in France, Oxford, 1993, pág.61: «The science of constructing a commonwealth, or renovating it, or reforming it, is, like, every other experimental science, not to be taught à priori». Reflections on the revolution in France (1790), consiguió en un año once ediciones, su objetivo es criticar el sermón del sacerdote Richard Price, que elogió en 1789 la Revolución francesa. 3 Ibídem, pág. 94. «The science of government being therefore so practical in itself, and intended for such practical purposes, a matter which requires experience, and even more experience», pág. 61. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 71-82 74 María del Carmen Lara Nieto educación. Ya Burke quiso establecer el marco desde el que contemplar la actividad política, plenamente ligada al proceso histórico: La sociedad es ciertamente un contrato. Los contratos accesorios concluidos pensando en objetos de mero interés pueden ser rescindidos a voluntad… [Pero el Contrato político] hay que considerarlo con otra reverencia, porque no es una asociación (partnership) que se proponga lograr cosas que hacen referencia únicamente a la existencia animal de naturaleza temporal y perecedera. Es una sociedad de toda ciencia y de todo arte; una sociedad de toda virtud y toda perfección. Por lo que hace a los fines de tal asociación, no pueden conseguirse en muchas generaciones y por ello es una asociación no sólo entre los vivos, sino entre los vivos, los muertos y los que han de nacer.4 No existen los equivalentes a las leyes universales físicas en la política, es decir, los principios políticos universales; en términos parecidos podemos afirmarlo de la Educación. Referirse a las circunstancias de toda índole viene a ser un imperativo. Todo esto hay que contextualizarlo a la luz de los enfoques respecto al origen del fenómeno social. FUNDAMENTO TEÓRICO DE LOS DOS ENFOQUES: EL ORIGEN DE LA SOCIEDAD CIVIL Fundamentalmente son tres las grandes líneas interpretativas que la filosofía sociopolítica occidental ha seguido para explicar el fenómeno social. En primer lugar, contamos con la concepción organicista, que reconocemos en la filosofía aristotélica, para quien el hombre es un zoôn politikôn; y para la cual, la sociedad política era algo originario y natural. En palabras de Aristóteles: Es evidente que la ciudad-estado es una cosa natural, y que el hombre es por naturaleza un animal político o social; y un hombre que por naturaleza y no meramente por el azar es apolítico o insociable, o bien es inferior en la escala de la humanidad o bien está por encima de ella… es evidente, por tanto, que también el estado es anterior al individuo por Ibídem, pág. 368. «Society is indeed a contract. Subordinate contracts for objects of mere occasional interest may be dissolved at pleasure… It is to belooked on with other reverence; because it is a partnership in things subservient only to the gross animal existence of a temporary and perishable nature. It is a partnership in all science; a partnership in all art; a partnership in every virtue, and in all perfection. As the ends of such a partnership cannot be obtained in many generations, it becomes a partnership noy only between those who are living, but between those who are living, those who are dead, and those who are to be born», pág. 96. 4 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 71-82 Racionalismo e Historicismo: dos enfoques sobre la educación de la mujer en el siglo XVIII español 75 naturaleza… cada individuo, una vez separado o aislado… no se basta a sí mismo, debe ser referido al estado total…5 En segundo lugar, con la concepción del Estado como derivado del derecho divino (aunque sea fruto de un pacto); en esta línea se mueve el pensamiento cristiano, donde el origen del orden social tiene un fundamento teológico. Y en tercer y último lugar, estaban los «pactistas» o «contractualistas», que con notables diferencias entre ellos, comparten un mismo planteamiento: se remiten a un estado de naturaleza, es decir, a un estado primitivo en el que el hombre vivía en familias, en ausencia de todo tipo de sociedad organizada. También hablan del contrato, en el que el individuo renuncia a parte de sus derechos naturales, para de algún modo preservarlos. Por último, conciben el modelo político en función de las valoraciones de ambos estados —el natural y el civil— y del contrato pactado junto con quienes son realmente los firmantes. En esta línea hallamos a Hobbes, Locke y Rousseau. Refiriéndonos a la tercera, es decir, a la concepción contractualista conviene precisar lo que significa el paso de ese llamado «estado de naturaleza» al «estado civil». Aquí nuevamente hallamos tres posibilidades: aquellos que parten de un lectura antropológica, suponiendo que, efectivamente, el fenómeno del «estado de naturaleza» se produjo realmente; una segunda, utiliza conceptualmente el «estado de naturaleza» como una suposición que posibilita teóricamente comprender la formación del Estado y, como consecuencia, comprende el conjunto de derechos y deberes como contenidos derivados de la formación de la sociedad política; y una tercera interpretación, que minimiza las dos lecturas anteriores para insistir en el contenido del contrato, como un conjunto de principios, cuya declaración garantiza tales derechos y deberes civiles, y ejerce un límite efectivo ante el poder político. Para Hobbes se establecería entre los individuos, a favor del gobernante, y en este pacto renunciarían a sus derechos naturales, con el objetivo de asegurar la paz. Con este proceso Hobbes aspira a fundamentar el régimen absolutista. En Locke los individuos sólo renunciarían a legislar y a castigar, es decir, a los poderes judicial y ejecutivo, renuncia que preservaría sus derechos naturales, especialmente el derecho a la propiedad. El sistema político resultante sería un sistema liberal, en el que los individuos conservan y garantizan sus derechos naturales, siendo el poder gobernante revocable. Estas ideas las encontramos en su Dos Ensayos sobre el gobierno civil6. Aristóteles, Política, en Obras de Aristóteles, traducción, estudio preliminar y notas de F. P. Samaranch, Madrid, Aguilar, 1977, I, 1, págs.1453a- 1253b, págs. 1412-1413. 6 Locke, John, Two Treatises of Government: in former, the false principles, and foundations of Sir Robert Filmer, and follower, are detected and overthrown. The latter is an concerning the true original, extent, and 5 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 71-82 76 María del Carmen Lara Nieto Si comparamos a Hobbes con Locke, encontramos en el primero una enajenación total de los derechos naturales. En Locke, por el contrario, una legalización de estos derechos. Locke en la obra que acabamos de mencionar critica a Hobbes, al que da poca importancia, reservando su crítica más radical a Filmer que era el representante oficial del pensamiento absolutista. Si añadimos en esta comparación a Rousseau, diremos que el pacto se establece entre los individuos y la comunidad, y que supone la entrega de nuestros derechos a la comunidad, creando la voluntad general. El sistema político resultante sería la democracia. En definitiva lo que resuelve Rousseau en el Contrato Social, es la entrega en definitiva, de todos a todos. El enfoque racionalista se adhiere a la teoría contractualista; nos referimos especialmente a Rousseau. El contrato enuncia como contenido un conjunto de principios, cuya declaración garantiza los derechos civiles, que se constituyen en principios rectores del poder político. De las tres líneas antes citadas el enfoque historicista está enraizado en la tradición aristotélica. Citaremos a dos autores de habla inglesa, Ferguson (1723-1816), en concreto su obra An Essay on the history of the civil society7, y a Burke (1729-1797) en Reflections on the revolution in France. Pujals8 estima que las líneas fundamentales del pensamiento de Burke se pueden sintetizar en los siguientes puntos: a) su visión providencialista de la historia; b) la superior importancia que concede a la sociedad, como conjunto orgánico, sobre el individuo; c) su idea de que la sociedad no se origina en ningún contrato sino en una conveniencia; d) la autoridad y el respeto que merece la tradición religiosa; e) y el espíritu de moderación, que considera un elemento esencial en las reformas políticas y sociales. end of civil government, Cambridge, edited with and introduction and notes by Peter Laslett, Cambridge University, 1991. Edición española, Dos Ensayos sobre el Gobierno Civil, Espasa Calpe, Madrid, 1997. II, IX, 296-297. Se publicó de forma anónima tres veces en vida del autor, en los años 1690, 1694 y 1698. Hay un debate entre quienes piensan que la obra fue escrita para justificar la Revolución Gloriosa, de 1688, y para criticar a Hobbes, como lo hace Colomer; y los que niegan estas conclusiones, como Laslett, quien subraya el hecho de que buena parte de los dos ensayos los redactó entre 1679 y 1679 y aunque tomó como referente el Leviatán, de Hobbes, no es, ni mucho menos la obra a la que debe su mayor inspiración. 7 Ferguson, Adam, An Essay on the history of the civil society (1767). Ferguson escribió esta obra que consistía en un resumen de todas las conclusiones de sus trabajos antropológicos, económicos y morales. Cuando citemos esta obra lo haremos utilizando la traducción española, Un ensayo sobre la Historia de la Sociedad Civil, publicada en Madrid, por el Instituto de Estudios Políticos, en 1974. La edición inglesa, An essay on the history of civil society, Cambridge, Cambridge University, 1995. 8 Esteban Pujals, El pensamiento político de Edmund Burke, Madrid, Ateneo, colección O crece o muere, 1954, especialmente los capítulos titulados «Burke y España» y «Burke y Jovellanos». Véase también el artículo de Alberto Gil Novales «Burke en España», en Actas II Simposio sobre el padre Feijoo y Su siglo, Centro de Estudios del siglo XVIII (Cátedra Feijoo), Oviedo, 1983, t. I, págs. 63-75. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 71-82 Racionalismo e Historicismo: dos enfoques sobre la educación de la mujer en el siglo XVIII español 77 Desde esa concepción de la política se criticaba a los ideólogos de la revolución que sólo admiten la «razón abstracta» como justificación de los modelos que proponen, en este sentido se pronuncia Burke: «Pero no puedo adelantarme y elogiar o censurar nada que se refiera a los actos y preocupaciones humanas a primera vista de su objeto, despojado de toda relación, en la plena desnudez y soledad de la abstracción metafísica. Son las circunstancias (que para algunos caballeros no cuentan) las que, al distinguir su color y discernir sus efectos, da realidad a todo principio político»9. No niega el poder de la razón, es por ello por lo que no debemos suponer que estamos ante una posición tradicionalista estricta, Burke afirmaba no sentirse frente a ella, lo que supondría no reconocer su valor. Cuando este autor critica a las teorías se referirá a aquellas que son débiles, erróneas, falaces, infundadas e imperfectas; pero tampoco podemos desentendernos de la tradición, de las costumbres, de las instituciones, de las leyes que tiene un pueblo y partir de cero, sin que eso se traduzca en la renuncia a ciertos valores de carácter universal. Burke profesa una concepción moral de la política, en una dialéctica de reforma y conservación: conservar y reformar a la vez es cosa completamente distinta. Cuando se conservan las partes útiles de una institución antigua y se adopta lo que se añade a lo conservado, hay que ejercitar una inteligencia vigorosa, una atención firme y perseverante, capacidades de comparación y combinación y todos los recursos de una inteligencia fecunda en expedientes; hay que ejercitarnos en un conflicto continuo con las fuerzas combinadas de los vicios contrapuestos, contra la obstinación que rechaza toda mejora y la ligereza disgustada y fatigada de todo lo que posee.10 Los problemas políticos no se pueden reducir a una cuestión de verdad o falsedad, se relacionan con el bien y el mal, con la paz y con el talante de un pueblo. Sobre el estado de naturaleza afirma: «Respecto al hombre la sociedad parece ser tan antigua como el individuo, y el empleo de la lengua tan universal como el de la Burke, Edmund, op. cit, pág. 45. «But I cannot stand forward, and give praise or blame to any thing which relates to human actions, and human concerns, on a simple view of the object, as it stands stripped of every relation, in all the nakedness and solitude of metaohysical abstraction. Circumstances (which with some gentlemen pass for nothing) give in reality to every political principle its distinguishing colour, and discriminating effect», págs. 7-8. 10 Ibídem, pág.187. «At once to preserve and to reform is quite another thing. When the useful parts of an old establishment are kept, and what is superadded is to be fitted to what is retained, a vigorous mind, steady persevering attention, various powers of comparison and cobination, and the resources of an understanding fruitful in expedients are to be exercised; they are to be exercised in a continued conflict with the combined force of opposite vices; with the obstinacy that rejects all improvement, and they levity that is fatigued and disgusted with every thing of which it is possession», pág. 169. 9 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 71-82 78 María del Carmen Lara Nieto mano y el pie»11. Ferguson se pronuncia en estos términos: «Si existió un tiempo para que tomara contacto con su propia especie, y para adquirir sus facultades, es una época de la que no existen testimonios y en relación con la cual nuestras opiniones no pueden servir para nada, y no están respaldadas por la evidencia»12. Es simplemente un juego conceptual, ya que cualquier realidad humana es natural, compendiando a Montesquieu «el hombre ha nacido en sociedad y allí permanece»13, y «si nos preguntamos entonces: ¿dónde puede encontrarse el estado de naturaleza?, podemos contestar está aquí, y no importa si nos referimos a la isla de Gran Bretaña, al Cabo de Buena Esperanza…todas las situaciones son igualmente naturales»14. Hemos de vincular dichos enfoques con la vocación ilustrada, que se concreta en un compromiso con la emancipación humana en todos los órdenes de su existencia, mas su crítica a lo existente nos coloca ante una serie de interrogantes: ¿Cómo podemos concebir nuestra relación con la realidad histórica? ¿Qué instancias deben informar la acción transformadora? ¿Es posible que esa transformación se incardine en una secuencia en la que no se desprecie lo existente simplemente como un absurdo histórico, sino que hallando su sentido seamos capaces de modificarlo de acuerdo con las exigencias de la razón? ¿Será posible vincular realidad, cambio y continuidad histórica? ¿Cómo asumir desde estos enfoques la gran propuesta ilustrada que aspira a definir un conjunto universal de valores sobre la realidad humana? ¿De qué manera podemos concebir esos ideales de emancipación presentes en la educación en el campo concreto de la cuestión de la mujer? UNA INTERPRETACIÓN HISTORICISTA: JOVELLANOS El análisis que comentamos es el de uno de nuestros más señeros ilustrados, nos referimos a Jovellanos y a su argumentación sobre la mujer. Diversos autores han estu- Ferguson, Adam, Un ensayo sobre la historia de la sociedad civil, I, 2, pág. 8. «…the society appears to be as old as the individual, and the use of the tongue as universal as that of the hand or the foot», pág. 12. 12 Ibídem, I, 2, págs. 8-9. «If there was a time in which he had his acquaintance with his own species to make, and his faculties to acquire, it is a time of which we have no record, and in relation to which our opinions can serve no purpose, and are supported by no evidence», pág. 12. 13 Ibídem, pág. 22. 14 Ibídem, pág. 11. If we are asked therefore, Where the state of nature is to be found? We may answer, It is here; and it matters not whwther we are understood to speak in the island of Great Britain, at the Cape of Good Hope… all situations are equally natural». Pág. 14. 11 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 71-82 Racionalismo e Historicismo: dos enfoques sobre la educación de la mujer en el siglo XVIII español 79 diado este asunto, por ejemplo Domínguez Lázaro15 comenta el interés de Jovellanos por la educación de la mujer, en concreto por los colegios de niñas pobres y nobles, y le dedica un epígrafe, «Jovellanos, pionero de la educación femenina», donde se refiere a la importancia de la educación de las niñas, y lo que ello supone: conseguir su promoción y bienestar económico, así como evitar todos los males derivados de la marginación16. Jovellanos se pronuncia taxativamente sobre el tema de la mujer en su Informe sobre el libre ejercicio de las artes en estos términos: El Criador formó las mujeres para compañeras del hombre en todas las ocupaciones de la vida, y aunque las dotó de menor vigor y fortaleza para que nunca desconociesen la sujeción que les imponía, ciertamente que nos las hizo inútiles para el trabajo. Nosotros fuimos los que contra el designio de la Providencia, las hicimos débiles y delicadas. Acostumbrados a mirarlas como nacidas solamente para nuestro placer, las hemos separado con estudio de todas las profesiones activas, las hemos encerrado, las hemos hecho ociosas, y al cabo hemos unido a la idea de su existencia una idea de debilidad y flaqueza, que la educación y la costumbre han arraigado más y más cada día en nuestro espíritu.17 La definición del rol femenino, como se desprende de este texto, obedece ideológicamente al predominio del hombre sobre la mujer, que se traduce en un mecanismo ideológico de dominación que quiere descansar, para dejarlo al margen de cualquier discusión, en razones estrictamente naturales, pero el recurso a la historia deshace tal prejuicio: Yo conozco, y todos conocemos países, no situados bajo los distantes polos, sino en nuestra misma península, donde las mujeres se ocupan en las labores más duras y penosas; donde aran, cavan, siegan y rozan; donde son panaderas, horneras, tejedoras de paños y sayales… y en una palabra donde trabajan a la par del hombre en todas las ocupaciones y ejercicios… ¿Dónde, pues, está la desproporción o repugnancia del trabajo con las fuerzas mujeriles?18 Por tanto ese predominio sólo está en «nuestra imaginación». Denuncia el recurso ideológico, nunca en la «naturaleza», «nosotros fuimos sus inventores, y no contenDomínguez Lázaro, Martín, «Ideas educativas de Jovellanos», Oviedo, Boletín del Instituto de Estudios Asturianos, XL, 117, 1986, págs. 217 - 234. 16 Vid Carta de Jovellanos a Francisco Javier Delgado y Venegas, Arzobispo de Sevilla, Obras Completas, Instituto Feijoo, Ayuntamiento de Gijón, tomo II, núm. 55, págs. 123-125 y Discurso que pronunció en la Sociedad Económica el 24 de diciembre de 1784, B. A. E. L, págs. 29-30. 17 Jovellanos, Informe sobre el libre ejercicio de las artes, Madrid, Biblioteca de Autores Españoles, 1952, tomo L, pág. 33 b. 18 Ibídem, pág. 34 a. 15 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 71-82 80 María del Carmen Lara Nieto tos con haberla fortificado por medio de la educación y la costumbre, quisiéramos ahora santificarla con las leyes»19. También se ocupa en la Memoria leída en la Sociedad Económica de Madrid, sobre si deben o no admitir en ella a las señoras20, con varios argumentos, en primer lugar si los socios gozan de libertad para proponer, no ve sentido alguno el limitarla sencillamente porque afecta a la mujer: Paréceme que la de las señoras se deberá hacer en la forma común. Si esta Junta no hubiere puesto límites a la libre facultad de proponer que se habían arrogado los socios, sería sin duda necesaria de esta libertad; pero vinculado ya en el señor director el derecho exclusivo de proponer, nada tenemos que recelar.21 Admisión de la que debe seguirse, lógicamente, la igualdad ante los estatutos: Desengañémonos, señores; estos puntos son indivisibles: si admitimos a las señoras, no podemos negarle la plenitud de derechos que supone el título de socios.22 La admisión debe hacerse en virtud de su excelencia, no estaba pensando por consiguiente en algo tan distante como puede ser la ya pasada discusión de la cuota femenina, él se inclina por razones de estricta justicia: Yo supongo que no admitiremos un gran número de señoras. Esto conviene, y esto será en nuestra mano. Si queremos que miren este título como una verdadera distinción, no le vulgaricemos; dispensémosle con parsimonia, y sobre todo siempre con justicia. No le concedamos precisamente al nacimiento, a la riqueza, a la hermosura. Apreciemos enhorabuena estas calidades; pero apreciémoslas cuando estén realzadas por el decoro y la humanidad, por la beneficencia, por aquellas virtudes civiles y domésticas que hacen el honor de este sexo.23 Como colofón de este documento se pronuncia inequívocamente por la igualdad: Concluyo, pues, diciendo, que las señoras deben ser admitidas con las mismas formalidades y derechos que los demás individuos; que no debe formarse de ellas clase separada; Ibídem, pág. 34 b. Muestra un gran interés en Informe extendido en la Junta de Comercio y Moneda sobre sustituir un nuevo método para la hilanza de la seda, B. A. E., t. L, págs. 66-67. 20 Jovellanos, Memoria leída en la Sociedad Económica de Madrid, sobre si deben o no admitir en ella a las señoras, Madrid, Biblioteca de Autores Españoles, 1952, tomo L, págs. 54-56. 21 Ibídem, pág. 54 b. 22 Ibídem, pág. 55 a. 23 Ibídem, pág. 55 a. 19 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 71-82 Racionalismo e Historicismo: dos enfoques sobre la educación de la mujer en el siglo XVIII español 81 que se debe recurrir a su consejo y a su auxilio en las materias propias de su sexo, y del celo, talento y facultades de cada una; y finalmente, que todo esto se debe acordar, por acta formal, y si pareciese, extender un reglamento separado, que fije esta materia para los sucesivo.24 Ortega López pone de relieve la polémica que Jovellanos mantuvo con Cabarrús en la posibilidad de que las mujeres ingresaran en las instituciones como sociedades económicas, academias, ya que su talante podía degradarlas e introducir distorsiones; de esa misma opinión eran también otros ilustrados. La polémica no entraba en el fondo de la cuestión, que era la capacidad de la mujer para desempeñar plenamente esos cargos. Pero curiosamente, como se desprende de los textos citados, y como subraya Ortega, Jovellanos, junto a otros como Josefa Amar, sí asume el tema en su profundidad, lo que le lleva a afirmar que: «Jovellanos…se manifestaba partidario no sólo de la capacidad de la mujer para entrar en academias y sociedades diversas, sino incluso de su participación directa en las mismas, aun siendo netamente selectivo en su composición y valorando la pertenencia a ellas por la justicia de sus méritos y no por su riqueza o hermosura»25. Insistamos en el carácter historicista del pensamiento jovellanista, rasgo que es subrayado por Francisco Ayala, quien destaca la forma de entender el vínculo entre «costumbres» y «tiempo», lo que supone que cobre sentido todo fenómeno al comprenderlo a la luz de su época histórica, sin que ello vaya en menoscabo de la «validez incondicional de los ideales del presente»26. Jovellanos utiliza como ejemplo la función y sentido de los torneos, y también utiliza la situación de la mujer, para ello trae a colación al menos dos textos, uno del Informe sobre el libre ejercicio de las artes: Pero volvamos por un instante la vista a las sociedades primitivas: observemos aquellos pueblos donde la Naturaleza conserva sin menoscabo sus derechos, y donde ninguna prerrogativa desiguala los sexos, sólo distinguidos por las funciones relativas al grande objeto de su creación. Allí veremos a la mujer, compañera inseparable del hombre, no sólo en su casa, mas también en el bosque, en la playa, en el campo, cazando, pescando, pastoreando, cultivando la tierra y siguiéndole en los demás ejercicios de la vida.27 Jovellanos, Memoria leída en la Sociedad Económica de Madrid, sobre si deben o no admitir en ella a las señoras, pág. 56 b. 25 Ortega López, Margarita, «La Educación de la mujer en la ilustración española», número extraordinario de la Revista de Educación, con el tema La Educación en la ilustración Española, 1988, pág. 317. 26 Ayala, Francisco, Jovellanos en su centenario (1944), en conmemoración del segundo centenario del nacimiento de Jovellanos, edición de Carmen Díaz Castañón, Gijón, Ayuntamiento de Gijón, 1992, pág. 58. 27 Jovellanos, Informe sobre el libre ejercicio de las artes, pág. 33 b. 24 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 71-82 82 María del Carmen Lara Nieto Y otro, de la Memoria para el arreglo de la policía de los espectáculos, después de hablar del papel de la mujer en la práctica de la caza y cómo se iba incorporando a ella, exclama Jovellanos: «¡Tanto podía la educación sobre las costumbres! ¡Y tanto pudiera todavía si, encaminada a más altos fines, tratase de igualar los dos sexos, disipando tantas ridículas y dañosas diferencias como hoy los dividen y desigualan!»28 Finalmente, concluimos que el enfoque que pone en juego para comprender el fenómeno es el historicista: la historia nos descubre la situación de la mujer en otros tiempos; desmonta todo asomo de fundamentar las desigualdades en un origen natural; denuncia la educación cuando sirve como reproductora de modelos ideológicos; adquiere el fenómeno educativo su sentido y protagonismo en el proceso histórico, que se convierte también en el ámbito desde el que hay que reformar, otorgando un papel esencial a la educación que debe servir a las nuevas propuestas que la razón formula. La educación ya no juega un simple papel reproductor sino que construye nuevos modelos acordes con los «más altos fines»; estos modelos no son unos principios o derechos abstractos como pueden desprenderse de un planteamiento racionalista, sino conectados y entendidos críticamente con una realidad social que comprendemos y, a la vez, le requerimos su conformidad con las exigencias de la razón. 28 Jovellanos, Memoria para el arreglo de policía de los espectáculos y diversiones públicas y sobre su origen en España (1790), Madrid, Biblioteca de Autores Españoles, 1963, tomo XLVI, pág. 484 a. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 71-82 Sobre todo quiero satisfacer la curiosidad de Vm.: El autorretrato como reclamo periodístico en The Spectator y El Pensador Lioba Simon Schuhmacher Universidad de Oviedo RESUMEN La influencia de la prensa periódica de Inglaterra del siglo XVIII sobre la española, concretamente de The Spectator (1711) de Joseph Addison sobre El Pensador (1762) de José Clavijo y Fajardo, es analizada aquí con ejemplos prácticos de aspectos coincidentes. El autorretrato del periodista para «satisfacer la curiosidad» del lector es el más llamativo y sirve de reclamo principal. Ambos ensayistas se presentan como personas de genio taciturno y observador, con ideas que pretenden sean de provecho para sus congéneres, aplicando el binomio clásico de instruirlos y contribuir a su felicidad. Se erigen en «guía», al tiempo que prometen observar la neutralidad política y la discreción. Su método consiste en frecuentar los espacios públicos de su ciudad (Londres, Madrid), donde, al amparo del anonimato y de su silencio, absorben las novedades y conversaciones que aprovecharán en sus escritos. Palabras clave: Prensa s. XVIII, Ilustración, influencia inglesa, comparación, The Spectator, Joseph Addison, El Pensador, José Clavijo y Fajardo, autorretrato periodístico, «satisfacer la curiosidad» del lector, reclamo, espacios públicos. ABSTRACT The influence of English 18th century periodical magazines on the Spanish press, specifically that of The Spectator (1711) by Joseph Addison on El Pensador (1762) by José Clavijo y Fajardo, is analysed here by means of practical examples with corresponding aspects. In this example the journalistic self-portrait, driven by the desire to «gratify the curiosity» of the reader, stands out in each article and serves as a kind of ploy. The two essayists coincide in presenting themselves as silent characters, observers of their environment, with their heads full of ideas that they consider should be made useful to their contemporaries, thus hitting the classical combination of improvement with diversion. While they promise to keep politically neutral and discreet, the authors set themselves up as moral guides. Their method consists in visiting the public spaces of their town (London, Madrid) where, under the cover of anonymity and their taciturnity, they take in the news and conversations of which they make the most in their writings. Key words: 18th century press, Enlightenment, influence, comparison, The Spectator, Joseph Addison, El Pensador, José Clavijo y Fajardo, journalistic self-portrait, «gratify the curiosity» of the reader, ploy, public spaces. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 83-95 ISSN: 1888-7643 84 Lioba Simon Schuhmacher L a similitud entre la prensa periódica de Inglaterra y de España del siglo XVIII ha sido objeto de mención en diversas ocasiones1. En estas páginas se analizarán algunos aspectos coincidentes entre el primer número de The Spectator (1 de marzo de 1711) de Joseph Addison (1672-1719) y el primer número, el «Pensamiento I», de El Pensador Matritense2 (1762) de José Clavijo y Fajardo, que ponen de manifiesto la ascendencia del decano de los periódicos europeos sobre el español, concretamente en la forma de presentarse el autor. El periodismo emerge en el siglo XVIII como un fenómeno nuevo, casi se podría decir de masas, con un género que deriva, por un lado, de los ensayos de Michel de Montaigne, con sus Essais (1580), ‘intentos’ o momentos de reflexión personal sobre los más variados temas y costumbres, y, por otro lado, de Francis Bacon, con sus Essays on Civil and Moral (1597-1625), en los que perseguía la verdad y la ilustración de los lectores para su beneficio moral. Los ensayistas ingleses, en primer lugar Joseph Addison (1672-1719) y Richard Steele (1672-1729), en The Tatler y The Spectator, combinan ambas corrientes, la reflexiva de Montaigne y la moral de Bacon, primando, sin embargo, la función moralizante. Sus ensayos suelen estar estructurados a modo de sermón, encabezados por una cita de autoridad (de los clásicos o de la Biblia), seguida de una anécdota o de algún acontecimiento (a veces nimio). A partir de ahí se desarrolla una argumentación, aplicando el método crítico del razonamiento inductivo, que deriva en una conclusión con carácter de moraleja. Formalmente se trata de una hábil fusión de técnicas variadas. Los ingredientes para la receta del éxito son, entre otros: brevedad, claridad, vivacidad, ironía, sátira, gracia, agudeza, sencillez, buenos modales, modestia, proximidad con los lectores, utilización de caracteres ficticios (personajes hipotéticos, supuestas cartas al director) y una presentación atractiva. La temática es muy amplia, como deja entrever el encabezamiento de los primeros cuarenta números del Tatler: «Quicquid agunt Homines nostri Farrago Libelli».3 Se ofrecen noticias cercanas que interesan a la gente de la calle, dentro del ámbito de las costumbres, los modales, la literatura y el arte. Siempre hay un tema de actualidad inmediata, como el estreno de una obra de teatro, una colecta caritativa o una nueva moda, que subraya el carácter de «diario» de la publicación. Leandro Fernández de 1 Por ejemplo por P.J. Guinard en La Presse Espagnole de 1737 à 1791. Formation et signification d’un genre. Paris, 1973. 2 El Pensador Matritense, Discursos Críticos sobre todos los Asumptos que compreende la Sociedad civil, de José Clavijo y Fajardo, Madrid, 1762. 3 «Todo lo que hagan los hombres será objeto de nuestro periódico», algo parecido al conocido «Nada de lo humano me es ajeno» de Terencio. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 83-95 El autorretrato como reclamo periodístico en The Spectator y El Pensador 85 Moratín (Madrid, 1760-París, 1828) lo constató durante una estancia en la isla hacia finales del siglo en sus Apuntaciones sueltas de Inglaterra.4 Sin duda, las publicaciones periódicas inglesas dieciochescas más importantes eran The Tatler y The Spectator. El primer Tatler apareció en Londres, el 12 de Abril de 1709, de la mano de Richard Steele. En Noviembre se convirtió en una empresa conjunta con Joseph Adddison. Tuvo un éxito inmediato y una enorme popularidad, al agudizar el ingenio y desplegar variedad de registros, con un nuevo concepto editorial, dirigido especialmente a los lectores, y a las lectoras, de la clase media, convirtiéndoles en cómplices al ironizar sobre la clase alta y sus costumbres. The Tatler, publicado tres veces por semana (martes, jueves y sábados) fue clausurado el 2 de Enero de 1711, al haber variado la situación política a favor de los Tories5. Su sucesor, The Spectator, vio la luz el jueves, 1 de Marzo de 1711, con carácter diario, excepto los domingos, y se publicó hasta el sábado 6 de Diciembre de 1712, sumando 555 números, editado conjuntamente por Steele y Addison. Se alejaba de la política partidista, gozando de una tea-table popularity y fue leído, recitado y debatido en los nuevos espacios públicos como los coffee houses y los salones, lugares que simbolizarían la transformación social que estaba teniendo lugar6. El auge de las publicaciones periódicas se produjo primero en Londres, luego se extendió a otras grandes ciudades en el resto del país. Este tipo de publicación fue muy popular hasta finales del siglo, cuando la Revolución Francesa (1789) marcó, como en el resto de Europa, el ocaso de la Ilustración. En la España del s. XVIII el ensayo periodístico floreció sobre todo en la segunda mitad del siglo, durante el reinado de Carlos III (1759-1788), con su reformismo ilustrado empeñado en sacar a España del atraso histórico. Las Sociedades Económicas de Amigos del País apoyaron el fomento de la agricultura, la industria y el comercio, De las Apuntaciones… nº 3: «Estos papeles contienen, por lo general: primero, las comedias que se representan aquel día; segundo, los demás espectáculos; tercero, abertura de diversiones y curiosidades; cuarto, libros nuevos, suscripciones, etc.; quinto, píldoras, parches, bebidas y otros remedios nuevamente descubiertos; sexto, ventas; séptimo, noticias de la Corte; si vino el Rey de Windsor, si recibió visitas, y quiénes fueron los que le visitaron; si la Reina está mejor de los callos; si el Duque de York almorzó en la casa de campo, y volvió a Londres a las tres y media, etc.; octavo, gracias del Rey, títulos de baronetes, etc., etc.; noveno, noticias políticas y militares de los reinos extranjeros; décimo, sesión y debates de las dos Cámaras, con todos los discursos que en ellas se han dicho; undécimo, noticias de varias partes del Reino, anécdotas particulares, sentencias contra tales o tales reos, etc.; duodécimo, elogios, críticas o versos sobre los espectáculos, o el mérito de alguna pieza nueva o de algún actor, decimotercio, acomodo de criados, ayos, maestros de lenguas, etc., etc.» 5 Partido Conservador. 6 Como señala, entre otros, Jürgen Habermas en su obra La transformación estructural del ámbito público. Investigaciones sobre una categoría de la sociedad burguesa (Strukturwandel der Öffentlichkeit. Untersuchungen zu einer Kategorie der bürgerlichen Gesellschaft), Frankfurt, 1962 4 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 83-95 86 Lioba Simon Schuhmacher considerados los tres pilares de toda economía nacional. En paralelo se contemplaba la educación de un creciente número de miembros de la sociedad, incluidas las mujeres, aunque con fines primordialmente prácticos y utilitaristas. Una minoría de ilustrados muy activa se afanaba en transformar la sociedad, topándose, sin embargo, con prejuicios arraigados e innumerables obstáculos. La prensa periódica española dieciochesca proporcionó una plataforma ideal para los articulistas empeñados en la labor educativa, aunque a la sombra de la realidad política y social y de las tijeras del censor. El relativo atraso de España con respecto a otros países de Europa también se percibe en la prensa periódica. Según señala Guinard en su estudio sobre la prensa española7, ésta fue la más tardía de los países occidentales, con una infancia y juventud difíciles y una vida efímera debida al monopolio del Estado y a la censura, al provincianismo y a la reacción. Predomina el tono anti-reformista, sobre todo a partir de 1789. Se utiliza la fórmula clásica de «enseñar deleitando», pero más frecuentemente confundiendo el moralismo con la didáctica. Guinard cataloga unas 90 publicaciones periódicas españolas, de las cuales algunas son meras traducciones de otras publicaciones europeas. La prensa periódica de alto nivel fue sobre todo un fenómeno madrileño y de la costa mediterránea (Barcelona, Valencia, y también Cádiz). Entre los publicistas más destacados figuran Francisco Mariano Nipho (1719-1803) con sus Discursos Eruditos, José Clavijo y Fajardo (1730-1806), ilustrado formado en París, traductor de Racine y Buffon, que en 1762 inicia la publicación del periódico El Pensador (que se mantiene hasta 1767), y Luis García del Cañuelo (1744-1802), con el polémico semanario liberal y de crítica social El Censor (1781-1787). Las publicaciones periódicas dieciochescas españolas ofrecen información, opinión (incluyendo crítica social y reflexiones de carácter ideológico), comentarios y reseñas de libros y obras teatrales, poesías y textos diversos enviados al periódico por colaboradores más o menos ocasionales, divulgación científica y técnica, anuncios, biografías, «rasgos» y sueltos varios de anécdotas. En el intento de hacer atractivos sus enunciados, los periodistas españoles también siguen los modelos de los ingleses, particularmente del Tatler y del Spectator, con los moldes del ensayo, cartas reales o apócrifas, diálogos y retratos ficticios, esmerándose en suavizar el tono de prédica y advertencia convencional. Como ya hemos señalado, uno de los periodistas dieciochescos españoles de mayor impronta es José Clavijo y Fajardo, editor de la revista El Pensador. Esta publicación aparece muy influida por el Spectator inglés, por ejemplo, encabeza los artículos como 7 Op. cit.: Guinard, P.J.: 1973 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 83-95 El autorretrato como reclamo periodístico en The Spectator y El Pensador 87 «pensamientos», correspondiéndose con la expresión de Addison «Thoughts»8. Asimismo, en diversos de sus «Pensamientos» Clavijo y Fajardo aborda idénticos asuntos que Addison, entre ellos el de la educación de la mujer, primordialmente a la luz (o a la sombra) de su futura función como esposa y madre9. A continuación ilustraremos, con algunos ejemplos, la hipótesis de que el «Pensamiento I» está en buena medida inspirado en el nº 1 del Spectator de Joseph Addison10. Para ello cotejaremos diversos pasajes (que no necesariamente aparecen en este orden en ambas obras), de los cuales proporcionaremos una traducción propia a pie de página. Ambos artículos sirven de presentación a modo de editorial de la publicación periódica que inician, por lo cual el objetivo primordial es enganchar a los lectores, establecer una complicidad con ellos, despertando y satisfaciendo su curiosidad, por un lado, y justificando su utilidad, por otro. 1. EL ENCABEZAMIENTO CON HORACIO Para empezar, tanto el nº 1 del Spectator como el «Pensamiento I» están encabezados por una cita de Horacio, en latín (en el caso de El Pensador ésta también sirve para el tomo primero de la reedición), que anuncia la intención de los autores de iluminar a los lectores y contribuir a su instrucción y mejora: Spectator nº 1: Non fumum ex fulgore, sed ex fumo dare lucem Cogitat, ut speciosa dehinc miracula promat11. Pensamiento I: Si quid novisti rectius istis, candidus imperti: Si non, his utere mecu12. Joseph Addison: The Spectator nº1, 1.3.1711: «I shall publish a Sheetful of Thoughts every Morning…» 9 P. ej. José Clavijo y Fajardo, El Pensador Matritense, Discursos Críticos sobre todos los Asumptos que compreende la Sociedad civil. Tomo Primero: «Pensamiento II: Carta del Pensador à las Damas sobre su Instrucción». Madrid, (1762). 10 También lo es, a su manera, el primer discurso de El Censor (1781), de Luis Cañuelo. 11 «No piensa en sacar humo del fulgor, sino del humo la luz, para luego mostrar vistosos prodigios» Horacio: Ars poética 143-144; Horacio: Sátiras, Epístolas, Ars Poética, Trad. de José Luis Moralejo, ed. Gredos, Madrid, 2008 12 Trad.: «Si conoces principios mejores que éstos, compártelos conmigo, lúcido, si no, acompáñame en seguir éstos.» 8 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 83-95 88 Lioba Simon Schuhmacher 2. EL AUTORRETRATO PARA SATISFACER LA CURIOSIDAD DEL LECTOR En ambas publicaciones el autor, masculino, se presenta en primera persona, justificando este autorretrato con el afán de «satisfacer la curiosidad» del lector. Aparte de esta coincidencia literal con la del inglés —«To To gratify this curiosity»—, llama lama especialmente la atención el símil casi idéntico de los autores en relación a su aspecto («whether the writer be a black or a fair man» / «si el Autor es blanco o tinto») y carácter («of a mild or choleric disposition» / «de genio dulce, ò de complexion biliosa»): Spectator nº 1: I have observed, that a reader seldom peruses a book with pleasure, till he knows whether the writer of it be a black or a fair man, of a mild or choleric disposition, married or a bachelor, with other particulars of the like nature, that conduce very much to the right understanding of an author. To gratify this curiosity, which is so natural to a reader, I design this paper and my next as prefatory discourses to my following writings, and shall give some account in them of the several persons that are engaged in this work. As the chief trouble of compiling, digesting, and correcting will fall to my share, I must do myself the justice to open the work with my own history13. Pensamiento I: Señor Público. Vm. no gustará de que se le presente una Obra periódica, sin prevenirle el motivo, que ha tenido el Autor para escribirla: el objeto, que se propone en ella: el methodo, que ha de seguir en su execucion: el tiempo, en que debe salir à luz; y, lo que es más, las circunstancias agravantes de si el Autor es blanco, ò tinto, grande, ò pequeño, de genio dulce, ò de complexion biliosa, cosa tan importante para su inteligencia. Sobre todo quiero satisfacer la curiosidad de Vm. y à esto se reducirá mi Prologo. A continuación de este pasaje el autor de The Spectator relata que su familia es de rancio abolengo, y que su madre ya había tenido una premonición de que su hijo iba a ser una persona muy seria e instruida. En todo caso resultó ser un niño muy precoz. He observado que un lector no emprende la lectura de un libro con gusto hasta que no sabe si su autor es un hombre negro o blanco, de carácter apacible o colérico, casado o soltero, u otras particularidades de esta naturaleza, que ayudan mucho a entender a un autor de manera justa. Con el fin de satisfacer esta curiosidad, tan natural en un lector, concibo este periódico y el próximo como discursos preliminares a mis escritos siguientes, y en ellos daré alguna cuenta de las diversas personas que están implicadas en esta empresa. Puesto que la parte principal de compilar, digerir y corregir correrá a mi cargo, he de hacerme justicia a mí mismo y abrir la obra con mi propia historia. 13 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 83-95 El autorretrato como reclamo periodístico en The Spectator y El Pensador 89 3. GENIO TACITURNO, OBSERVADOR, CON EL CEREBRO LLENO DE IDEAS Tanto Addison como Clavijo y Fajardo recalcan el genio serio, taciturno y observador de su alter ego periodístico, como ya dejan entrever los títulos escogidos para sus publicaciones. Un ‘espectador’ es atento, pero muy callado y pasivo, parecido a un ‘pensador’, también taciturno (en este caso además «delicado»), pendiente de lo que sucede a su alrededor, y que rebosa imaginación y genera ideas. El autor de The Spectator recalca, además con gráficos ejemplos, que éste ha sido su carácter desde su más tierna infancia: Spectator nº 1: The gravity of my behaviour at my very first appearance in the world, and all the time that I sucked, seemed to favour my mother’s dream: for, as she has often told me, I threw away my rattle before I was two months old, and would not make use of my coral till they had taken away the bells from it. As for the rest of my infancy, there being nothing in it remarkable, I shall pass it over in silence. I find, that during my non-age, I had the reputation of a very sullen youth, but was always a favourite of my school-master, who used to say, that my parts were solid, and would wear well. I had not been long at the university, before I distinguished myself by a most profound silence; for during the space of eight years, excepting in the public exercises of the college, I scarce uttered the quantity of an hundred words; and indeed do not remember that I ever spoke three sentences together in my whole life14. Pensamiento I: Yo, señor mío, soy de genio taciturno, pensador, y nimiamente delicado. La menor cosilla en orden à las costumbres, à la política, al idioma, ò à qualquiera de aquellas, que miran à la sociedad, à la vida, à las Artes, y à las Ciencias, excita mi imaginación, y sin saber cómo, ni por dónde, me hallo à cada instante con el cerebro lleno de ideas, que unas veces me alegran, otras me entristecen, y siempre tienen en exercicio mi 14 La seriedad de mi primera aparición en el mundo y todo el tiempo que mamé, parecían corroborar el sueño de mi madre, pues, como ella me ha contado con frecuencia, tiré mi sonajero antes de cumplir dos meses, y no quise usar mi aro de coral hasta que no quitaran de él las campanillas. En lo referente al resto de mi infancia guardaré silencio, al no existir nada destacable en ella. Constato que durante mi minoría de edad tuve la reputación de un joven muy huraño, aunque siempre fui un predilecto de mi maestro, que solía decir que mi constitución [intelectual] era sólida y que daría mucho de sí. En la Universidad pronto me distinguí por un profundísimo silencio; pues durante el intervalo de ocho años, salvo en los ejercicios públicos del colegio, apenas emití un centenar de palabras, y, en efecto, en toda mi vida no recuerdo haber pronunciado jamás tres oraciones seguidas. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 83-95 90 Lioba Simon Schuhmacher pensamiento. Lo peor del caso es, que, por aquel rato, que me dura el entusiasmo (que no son pocos) todo quanto pienso me parece excelente. El autor de The Spectator se aplica con seriedad a los estudios y lee todos los libros que puede, tanto en los idiomas clásicos como modernos. Luego (a la muerte del padre) abandona la universidad y, para saciar su sed de ampliar conocimientos, se dedica a viajar: An insatiable thirst after knowledge carried me into all the countries of Europe in which there was anything new or strange to be seen: nay, to such a degree was my curiosity raised, […]15. 4. AFÁN DE SER ÚTIL CON SUS IDEAS, Y CONTRIBUIR A LA FELICIDAD DE LOS DEMÁS Addison y Clavijo y Fajardo igualmente coinciden en el afán de ser útiles a los demás: sus ideas no deben disiparse, porque pueden ser aprovechables. Es más: constituye casi un dictado de altruismo plasmar estos pensamientos en papel, para el beneficio y hasta la felicidad de sus contemporáneos. Coinciden en el tono magistral, la actitud aleccionadora, la seguridad en sí mismos y la certeza de contribuir al bienestar moral de la sociedad. Addison cultiva una «secret satisfaction of thinking that I have not lived in vain», igual que Clavijo y Fajardo cultiva «el deseo de no haver vivido inútilmente». Especialmente llamativo resulta que Addison clasifica sus artículos como «a sheetfull of thoughts» («un folio lleno de pensamientos»), que es el mismo símil que utiliza Clavijo y Fajardo («mis Pensamientos») y que da título a cada número de su publicación («Pensamiento, I, II», etc.). En cambio, a diferencia de Addison, Clavijo y Fajardo no aduce la insistencia de sus amigos (al contrario: éstos son poco entusiastas) para sacar sus pensamientos a la luz en forma de escritos, sino que sigue su propio dictado al erigirse en «el primero de los hombres», «guía» o «piloto» de los coetáneos necesitados de mejorar: Spectator nº 1: In the mean time, when I consider how much I have seen, read, and heard, I begin to blame my own taciturnity; and since I have neither time nor inclination to com15 Una sed insaciable por el conocimiento me impulsó a viajar hacia todos los países de Europa en los cuales había algo nuevo o extraño que ver, es más: hasta tal punto fue despertada mi curiosidad… Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 83-95 El autorretrato como reclamo periodístico en The Spectator y El Pensador 91 municate the fullness of my heart in speech, I am resolved to do it in writing, and to print myself out, if possible, before I die. I have been often told by my friends, that it is pity so many useful discoveries which I have made should be in the possession of a silent man. For this reason, therefore, I shall publish a sheet-full of thoughts every morning, for the benefit of my contemporaries; and if I can any way contribute to the diversion or improvement of the country in which I live, I shall leave it, when I am summoned out of it, with the secret satisfaction of thinking that I have not lived in vain16. Pensamiento I: […] me miro como el primero de los hombres: deploro la suerte de éstos en no tenerme por su guía; y llega mi desvanecimiento hasta creer, que podría contribuir à su felicidad. [Ante el peligro de que sus pensamientos se podían disipar…]…empecé à trasladar al papel todas las quimeras, y todas las necedades, que passaban por mi fantasía; y, gracias à este cuidado, me hallo hoy con un registro general de quanto he pensado de algunos años à esta parte. […] Créame Vm. señor Público. Yo no sé estar ocioso: Leer, pensar, y escribir es mi ocupación, y mi entretenimiento; y sería cosa dura almacenar escritos, en que quizá puede Vm. hallar utilidad, si se le comunican. Este es el motivo de imprimir mis Pensamientos; se entiende, el que quiero que Vm. crea. […] …y voy à tomar mi semblante serio, y mi tono severo, y magistral, tales, quales convienen al reverendo personage de un Pensador. El objeto es mejorar à los hombres: La empressa es ardua; ¿pero qué se aventura en emprenderla? […] …¿pues por qué no se ha de procurar mejorar al hombre, objeto de tantas atenciones, y tantos afanes? Los hombres son malos muchas veces por mera malicia; pero muchas más por ignorancia, ò por una estúpida, y ciega imitación. Quien se tome el trabajo de rectificarles las ideas, les hará un servicio, quizá el más importante de la vida. […] Convengo en ello, y por lo mismo no me lisonjeo de recoger una abundante cosecha, y me daré por contento con que haya una sola persona, que se mejore con mis Pensamientos. He vivido bastante tiempo, procurando aprovecharlo en observar à los hombres, y quisiera ser útil à los que han de vivir. Entretanto, cuando considero lo mucho que he visto, leído y escuchado, empiezo a reprocharme mi carácter taciturno; y puesto que no tengo ni tiempo ni ánimos de comunicar con palabras todo lo que colma mi corazón, estoy dispuesto a hacerlo por escrito, e imprimirlo todo, a ser posible, antes de morir. Con frecuencia mis amigos me han dicho que es una pena que tantos descubrimientos útiles míos permanezcan en posesión de un hombre callado. Por esa razón, entonces, publicaré cada mañana un folio lleno de pensamientos, para el provecho de mis contemporáneos; y si puedo de alguna forma contribuir al deleite y a la mejora del país en el que vivo, lo abandonaré, cuando me toque hacerlo, con la satisfacción secreta de no haber vivido en vano. 16 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 83-95 92 Lioba Simon Schuhmacher […] Yo haré el oficio de Piloto, señalando los riesgos: los demás se aprovecharán, si quisieren. 5. NEUTRALIDAD POLÍTICA Para que sus respectivas empresas tengan éxito, tanto Addison como Clavijo y Fajardo se proponen observar una estricta neutralidad política, estar ajenos a o equidistantes entre los partidos y con el gobierno. La actitud pasiva del espectador (aquí un «looker-on», alguien que fija la vista en algo), en un caso, y la indiferencia del pensador, en el otro, se lo facilitarán: Spectator nº 1: I never espoused any party with violence, and am resolved to observe an exact neutrality between the Whigs and Tories, unless I shall be forced to declare myself by the hostilities of either side. In short I have acted in all the parts of my life as a looker-on, which is the character I intend to preserve in this paper17. Pensamiento I: Yo soy un passagero en la nave del mundo: pretendo hacer en ella mi viage; pero no mandarla, ni fiscalizar à los que tienen este cargo. Gobiérnela quien quiera, y del modo que guste: todo me es indiferente, como naveguemos tranquilos. 6. DISCRECIÓN, NECESIDAD DE PRESERVAR EL ANONIMATO Asimismo, para ejercer su función de observadores neutros e imperturbables (aparte de por su natural tímido y taciturno que hace que rehúyan ser centro de atención pública), resulta imprescindible que los autores se mezclen con los demás, pero permaneciendo en el anonimato. Por ello también se guardan de proporcionar detalles sobre su físico y su manera de vestir, y el británico también sobre su nombre, edad y dirección. Al recalcar esto, ambos autores coinciden en utilizar la metáfora de la oscuridad, que les ha de proteger: Jamás abracé a ningún partido con pasión, y estoy dispuesto a observar una perfecta neutralidad entre los Whigs y los Tories [liberales y conservadores], mientras que no me obliguen a romperla por alguna hostilidad de una de las partes. En suma, en todos los papeles de mi vida he actuado como un observador, que es el carácter que intento preservar en este periódico. 17 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 83-95 El autorretrato como reclamo periodístico en The Spectator y El Pensador 93 Spectator nº 1: There are three very material points which I have not spoken to in this paper; and which, for several important reasons, I must keep to myself, at least for some time: I mean an account of my name, my age, and my lodgings. […] They would indeed draw me out of that obscurity which I have enjoyed for many years, and expose me in public places to several salutes and civilities, which have been always very disagreeable to me; for the greatest pain I can suffer is the being talked to, and being stared at. It is for this reason likewise, that I keep my complexion and dress as very great secrets18; Pensamiento I: Ya está Vm. satisfecho (señor Público) en orden à las principales dudas, que pudiera suscitarle esta Obra; pero falta lo mas essencial, (dice Vm.) que son las calidades, y circunstancias del Obrero. Poco à poco. Aunque no me vendo, y que por consiguiente nada le importan à Vm. mis calidades, quiero que seamos amigos, y es preciso empezar por darle gusto. Ya dixe à Vm. que soy de genio delicado, taciturno, y pensador. Añado ahora, que las horas del día, que tengo libres, las empleo en examinar toda classe de gentes. […] Y en fin, estimo mas estar confundido entre la multitud, siendo un Pensador obscuro, y sin nombre, que todos los inciensos,… 7. LOS LUGARES PÚBLICOS FRECUENTADOS EN LA CIUDAD Este punto enlaza con el anterior, pues guardar el anonimato y no significarse (no hacer traición a «mi querido silencio», según Clavijo y Fajardo) es crucial en los lugares públicos que los autores frecuentan. Éstos abarcan, tanto en el Londres de la primera mitad del siglo XVIII, como en el Madrid de la segunda mitad del siglo, la calle, las tiendas, las tertulias, las cafeterías, los clubes, los teatros, las asambleas, etc., en suma, los nuevos espacios públicos que simbolizarían la transformación social que estaba teniendo lugar, como ya se aludió más arriba. Allí nuestros periodistas, al amparo del anonimato y de su silencio, son todo oídos de lo que se conversa, y atentos a lo que sucede, para aprovecharlo en sus escritos. También coinciden en que estos ám18 Hay tres aspectos principales de los cuales no he hablado en este número y que por varias razones importantes he de guardarme para mi mismo: me refiero a los datos acerca de mi nombre, mi edad y mi dirección. ( ) De hecho me sacarían del anonimato del cual he gozado durante muchos años y me expondrían en los lugares públicos a saludos varios y cortesías que siempre me han resultado muy desagradables; pues el mayor tormento que se me puede infligir es que me hablen y que me miren fijamente. Por ese motivo también mantengo en el mayor secreto mi aspecto y mi forma de vestir. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 83-95 94 Lioba Simon Schuhmacher bitos y estas conversaciones pueden porporcionar más provecho que la Universidad (son la escuela de la vida): Spectator nº 1: I have passed my latter years in this city, where I am frequently seen in most public places, though there are not above half a dozen of my select friends that know me; […] There is no place of general resort, wherein I do not often make my appearance; […] (I) overhear the conversation of every table in the room. […] …in short, wherever I see a cluster of people, I always mix with them, though I never open my lips but in my own club. Thus I live in the world rather as a Spectator of mankind than as one of the species; by which means I have made myself a speculative statesman, soldier, merchant, and artisan, without ever meddling with any practical part in life.19 Pensamiento I: Tan presto me introduzco en una Assamblea de Políticos, como en un Estrado de Damas. Ni en uno, ni en otro parage hago trayción à mi querido silencio, […] Visito los Theatros, los Passeos, y las Tiendas: entablo mis Diálogos con el Sastre, el Zapatero, y el Aguador: la Puerta del Sol me consume algunos ratos; y en estas escuelas aprendo más en un día, que pudiera en una Universidad en diez años. Concluyendo, en el cotejo de los respectivos primeros números de The Spectator y El Pensador, que hacen la función de editorial, se han podido apreciar una serie de más o menos llamativas coincidencias que corroboran, con medio siglo mediante, la ascendencia del decano de la prensa británica y europea sobre el español. Para «satisfacer la curiosidad» del público lector y engancharles, tanto Addison como Clavijo y Fajardo dibujan un autorretrato ficticio en el que prima su carácter sobre su aspecto físico, pues dar a conocer este último pondría en riesgo su anonimato, y por tanto el libre ejercicio de su trabajo. Al pretender erigirse en guía de su congéneres, a su vez han 19 He pasado mis últimos años en esta ciudad, donde se me puede ver a menudo en casi todos los lugares públicos, aunque allí apenas haya media docena de amigos selectos que me conocen; […] No existe lugar de pública reunión donde no haga mi aparición… [todos los lugares donde se generan o debaten noticias, sobre todo las tertulias o círculos en los diversos cafés, donde escucha con sumo interés, aunque con disimulo y …estoy atento a las conversaciones de todas las mesas en la sala. […]…en suma, dondequiera que vea un grupo de personas, me suelo confundir con ellas, aunque nunca abra la boca salvo en mi propio club. De este modo vivo en el mundo más como un espectador de la humanidad que como uno de la especie; me he convertido en estadista especulativo, soldado, comerciante y artesano, sin jamás haber participado en ningún aspecto práctico de la vida. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 83-95 El autorretrato como reclamo periodístico en The Spectator y El Pensador 95 de dar ejemplo moral. Se presentan como personas serias, taciturnas, estudiosas, observadoras, inteligentes, viajadas, grandes lectores, y altruistas. Por ello también coinciden en su motivación de publicar sus ideas para beneficio de sus contemporáneos. El típico afán de la Ilustración de contribuir a mejorar la sociedad de la que forman parte está igualmente presente en ambos autores: su intención es divertir y enseñar, haciendo honor al clásico binomio. En suma, el orden de estos razonamientos, la ocasional coincidencia en el vocabulario como en diversos conceptos expuestos, y hasta en algún detalle de lo más curioso, corroboran que José Clavijo y Fajardo, como todo ilustrado europeo que se preciaba, era atento lector de uno de los precursores del periodismo europeo, Joseph Addison, y que su empresa también se inspira en su probada receta de éxito. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 83-95 II Discursos de investidura El siglo XVIII en el teatro español contemporáneo: una aproximación 1 Antonio Fernández Insuela Universidad de Oviedo E xcma. Sra. Alcaldesa de Gijón, Ilmo. Sr. Presidente de la Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, Ilmos. Patronos de la Fundación, Sr. Decano de la Facultad de Filología de la Universidad de Oviedo, distinguidos colegas, queridos amigos, distinguido público: La generosidad del entrañable colega, amigo y presidente del Foro Jovellanos, el Dr. Menéndez Peláez y la de los distinguidos patronos de dicha Fundación al elegirme para formar parte de tan significativa institución social y cultural, hacen que en estos momentos, en este acto institucional, sienta varias e intensas emociones. En primer lugar y como es obvio, un hondo agradecimiento a quienes acabo de citar. Estoy seguro de que todos ustedes conocen la serena firmeza, la ilusión y la paciencia del Dr. Menéndez Peláez cuando se trata de llevar a cabo alguna actividad que redunde en beneficio de la cultura de su Gijón de adopción, muy en especial a través de este Foro Jovellanos, referente imprescindible de la vida sociocultural gijonesa. Es obvio que el Dr. Menéndez Peláez venció mis reticencias iniciales, fundadas en que yo, aunque haya dedicado cierta parte de mi labor investigadora al siglo XVIII español, no soy un investigador jovellanista. En segundo lugar, y evidentemente en relación con lo que acabo de decir, tengo ante mí una responsabilidad como investigador que me exigirá un especial esfuerzo para no desentonar en exceso ante quienes, desde esta Fundación, tanto están trabajando por un mejor conocimiento de Jovellanos y, en general, del siglo XVIII español. Mis únicas armas son el deseo de aprender, de analizar y de valorar, razonadamente, aquellos temas relacionados con el siglo XVIII a los que, siempre con mi mejor voluntad, me acerque en el futuro. En tercer lugar, debo mostrar mi más sincero agradecimiento a la Dra. María del Carmen Alfonso García por las palabras con que me ha presentado, palabras rebosantes de generosidad pero, por la fuerza de la amistad que nos une desde hace varios lustros, bellamente distorsionadoras de mi trayectoria académica. Yo no conocía el texto 1 Conferencia pronunciada por el autor el 2 de abril de 2009 en la Casa-Natal de Jovellanos, con motivo de la toma de posesión como Patrono de la Fundación. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 99-126, ISSN: 1888-7643 100 Antonio Fernández Insuela que acaba de leer pero, dados los antecedentes aludidos, puedo decir que me temía su contenido, si bien estaba deseando oír esa pulida e impecable prosa que la Dra. Alfonso García crea, escriba sobre abstrusas circunstancias académico-administrativas o sobre complejos temas de investigación. Y, por último, tengo en mi ánimo una sensación en cierto modo contradictoria, que estoy seguro ustedes comprenderán y compartirán. Un acto de tema dieciochista, que se celebra en Gijón, organizado por la Fundación Foro Jovellanos y que está relacionado con don Gaspar son cuatro contundentes argumentos para recordar ante ustedes al jovellanista por antonomasia, al ya lamentablemente fallecido Dr. D. José Miguel Caso González, que fue mi profesor en la antigua Facultad de Filosofía y Letras y, posteriormente, director y compañero del Departamento de Literatura Española. Por otra parte, desde hace unos treinta y cinco años soy socio del Instituto Feijoo, que él dirigió en su ubicación natural, física y conceptualmente hablando, en aquella Facultad de Filosofía y Letras de la Plaza Feijoo, y posteriormente en la Facultad de Filología del Campus de Humanidades. Por circunstancias administrativas, el Dr. Caso no me dio clase de literatura del siglo XVIII pero asistí a varias de las actividades que él puso en marcha (cursos de verano, conferencias, congresos) y colaboré en el libro-homenaje que le dedicó el Instituto Feijoo. Cuando ya estaba muy seriamente afectado por la enfermedad, el gran dieciochista aceptó formar parte del tribunal de la tesis —que yo dirigía— de D. Jesús Suárez López, sobre otro de los campos de investigación en los que D. José era figura relevante: el romancero y, más en concreto, el romancero asturiano. Por desgracia, cuando llegó el momento de la defensa de la tesis ya no pudo estar presente, pero allí estaba su lúcido informe, que con emocionadas palabras, leyó su sustituto, el catedrático de Filología Románica Dr. D. José Ramón Fernández González. Hoy, por estos motivos, quiero recordar aquí, en su tan amado Gijón, el nombre y la trayectoria del dieciochista fundamental que fue D. José Miguel Caso González, a la vez que también deseo aludir al Dr. D. Joaquín Arce, otro gran renovador de los estudios sobre el siglo XVIII, cuya voz pude oír y cuyos estudios pude conocer gracias, claro, a D. José Caso. Cuando el Dr. Menéndez Peláez me expuso su deseo de proponerme como patrono del Foro Jovellanos, tras agradecerle semejante gesto, le hice ver que en mis limitadas investigaciones sobre el XVIII yo no había dedicado ningún artículo a estudiar alguna de las múltiples facetas políticas, culturales o específicamente literarias de D. Gaspar. Curiosamente, sí había escrito algunas líneas2 sobre un autor criticado de maAntonio Fernández Insuela, «Opiniones sobre Inglaterra en el Quixote de la Cantabria (siglo XVIII)», Scripta in memoriam J.B. Álvarez-Buylla, Oviedo, Universidad de Oviedo, 1986, págs. 161-167; y «Consideraciones sobre Ribero y Larrea y la Ilustración», Estudios dieciochistas en homenaje al profesor José Miguel Caso González, Oviedo, Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII / Caja de Ahorros de Asturias, 1995, págs. 305-312. 2 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 99-126 El siglo XVIII en el teatro español contemporáneo: una aproximación 101 nera negativa —y me atrevo a decir que con cierta incomprensión— por Jovellanos. Me refiero a Alonso Bernardo Ribero y Larrea, el autor de la extensa novela en tres tomos (aparecidos en 1792, 1793 y 1800) conocida abreviadamente como el Quixote de la Cantabria. Mis incursiones investigadoras en la literatura del XVIII se habían centrado en la narrativa extensa o breve, culta o tradicional, en un libro de viajes —el Concolorcorvo o Lazarillo de ciegos caminantes, del gijonés Alonso Carrió de la Vandera—, y en alguna publicación periódica y popular de la época. Pero, como pueden ver, nada relacionado con Jovellanos. Por ello y como desde 1975 dediqué algunos estudios al teatro español contemporáneo, una vez que el Dr. Menéndez Peláez venció mis fundadas dudas, consideré que para mi discurso de investidura lo lógico sería unir ambos campos de investigación, y, de ahí, el título de esta conferencia («Notas sobre el siglo XVIII en el teatro español contemporáneo: una aproximación»). Interpreto generosamente el límite final de tal siglo, es decir, hasta la terminación de la Guerra de la Independencia (que también lleva en sí ciertos aspectos románticos), y utilizo con la misma flexibilidad la expresión «teatro español contemporáneo», pues con ella me voy a referir no sólo a varios textos de creación, sino también a otros de crítica en los que determinados dramaturgos del siglo XX tratan de ciertas figuras políticas o culturales del siglo XVIII, uno de ellos —el principal, como es lógico—, Jovellanos. Además, en mi recorrido cronológico desde los años de la Segunda República hasta la década final del siglo XX recordaré también las opiniones de algún escritor no dramaturgo pero sí inmerso en un ambiente sociocultural en el que el siglo XVIII y varias de sus figuras clave son objeto de controversia. Mi pretensión será, por tanto, ofrecer algunos testimonios acerca de qué interesa de la Ilustración a ciertos escritores contemporáneos españoles —sobre todo, vinculados al teatro— y qué valoración, de raíz ideológica o estética —si se pueden separar ambos conceptos—, hacen de los años de la Ilustración y, en concreto, de la fundamental figura que fue Jovellanos. Como es sabido, pocas etapas de la vida política y cultural española han generado tanta polémica como el siglo XVIII y, más concretamente, su último tercio, el que, grosso modo, coincide con la peculiar y limitada Ilustración española Las discusiones sobre el teatro (las unidades, el personaje del donaire, la prohibición de los autos sacramentales, el clasicismo de raíz grecolatina frente al teatro áureo, las influencias extranjeras, sobre todos las francesas, las iniciativas de reforma teatral —entre ellas las que encontramos en Jovellanos—, etc.), sobre las cuestiones lingüísticas (galicismos, sobre todo), sobre las costumbres castizas españolas y las afrancesadas, sobre la religión como creencia y como origen de ciertas prácticas públicas, etc., no finalizaron cuando, terminada la Guerra de Independencia, podemos decir que se abre una nueva etapa —aunque a veces no tan nueva— en la vida política y cultural española. Los historiadores y los críticos literarios españoles del XIX e incluso del XX siguieron debatiendo acerca de la Ilustración, si bien la visión que más éxito tuvo fue la de quienes, el Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 99-126, 102 Antonio Fernández Insuela Menéndez Pelayo de la Historia de los heterodoxos españoles el más significativo, vieron en el siglo XVIII y sobre todo en los años de la Ilustración una etapa de decadencia de España, de una España que se definiría por su catolicismo, su sentimiento monárquico, su caballerosidad, sus costumbres ancestrales, etc. Enfrente, los pensadores de carácter liberal elogiaban los deseos, pocas veces o sólo muy limitadamente logrados, de quienes, con el apoyo sobre todo de Carlos III, quisieron que España se modernizara, guiándose en buena medida por el ejemplo francés, previo reconocimiento de nuestros defectos políticos y culturales. En el fondo, la discusión sobre el XVIII sería un ejemplo claro de la división en dos Españas, en donde el reconocimiento de esos defectos y las propuestas y actividades correctoras eran vistos por los conservadores como un inadmisible antipatriotismo, y como necesaria intervención regeneradora por los liberales. Recordemos, además, que muchos de los más notorios intelectuales de la época intervinieron en política general o cultural en el amplio sentido del término —Jovellanos, uno de los ejemplos más relevantes—, aparte de escribir ensayos o textos de creación en los que se unía literatura y sociedad, si se quiere, en los que se ponía la escritura, en sus varias formas —muy especialmente la crítica, el ensayo, etc., pero también las tradicionales géneros teatrales, poéticos y narrativos— al servicio de esa voluntad de intervenir en la sociedad española. Pero esta voluntad de intervención no se daba sólo en los ilustrados; también los escritores y críticos conservadores dejaron múltiples muestras, acudiendo, p.e., al teatro histórico, el mismo camino que veremos en los autores contemporáneos, por condición innata que hay en dicho subgénero de establecer con mayor o menor visibilidad antes los ojos del lector o del espectador un paralelismo entre la época dramatizada y la del dramaturgo. Recordemos el caso de Vicente García de la Huerta que en su drama histórico Raquel (su estreno definitivo, en Madrid, es de 1778) utiliza el conocido —y perenne— tema de la bella judía de Toledo amante del rey Alfonso VIII para formular un duro ataque a la política de Carlos III, que tras su experiencia como rey español de Nápoles, ha encargado al italiano marqués de Esquilache la tarea de modernizar España. Una aristocracia que se arroga la encarnación en exclusiva de los valores españoles hará todo lo posible para acabar con aquel «intruso», aquel extranjero que estaría atacando la España «esencial» y «eterna». Por tanto, doble lectura con mensaje político referido al presente. Lo mismo que, desde muy distintos supuestos ideológicos, había hecho Jovellanos con su comedia lacrimosa El delincuente honrado (1773), que ofrecía un ejemplo claro de cómo se pueden corregir ciertos defectos sociales o legales, contando, eso sí, con la decisión de un rey magnánimo por sensible. Pasamos, pues, a tratar de algunos de los testimonios que desde los años de la Segunda República nos ofrecen las distintas visiones de los años ilustrados. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 99-126 El siglo XVIII en el teatro español contemporáneo: una aproximación 103 1934: JOSÉ MARÍA PEMÁN EN LA REVISTA ESTO La Segunda República quiso llevar a cabo lo que, por tantos obstáculos que se le presentaron, sólo muy parcialmente habían logrado hacer algunos relevantes hombres de la Ilustración española. La preocupación por la enseñanza y la difusión de la cultura en un amplio sentido (pensemos en las Misiones Pedagógicas) son quizá el mejor ejemplo de esa coincidencia entre los ilustrados y los republicanos. Por ello no debe extrañarnos que la Ilustración —acercándola hasta la Guerra de la Independencia y la constitución liberal— se convierta de nuevo en campo de batalla entre conservadores y liberales. A primeros de 1934, la revista muy conservadora Esto3 publica una interesante entrevista con el escritor y político José María Pemán, que acaba de obtener un gran éxito con su drama histórico El divino impaciente4, sobre San Francisco Javier, el amigo de San Ignacio de Loyola, texto en el que hay alusiones nada veladas sobre la realidad española de los años republicanos5, aunque en la entrevista afirma que pretendió escribir un drama. Nada más. Para otras cosas, para defender ideas, para propagar principios, hasta para reivindicar injusticias, tengo a mi disposición otras armas: el discurso y el artículo. Sin embargo, a continuación reconoce que en su obra hay ideología: Lo que pueda tener de ideológico la obra lo tiene indirectamente y por añadidura, como lo tiene la vida misma. Son las palabras de quien, además, afirma muy claramente: No creo en el arte deshumanizado y aislado de la vida que le rodea. Y, respecto del teatro español, afirma algo que nos interesa por su referencia al siglo XVIII: 3 E. Estévez-Ortega, «Pemán, el teatro y la política», Esto, 2, 11 de enero de 1934. Dicha publicación ha sido estudiada por María Luisa García Manso en su tesis de licenciatura Literatura en la revista «Esto» (1934-1936), defendida en la Universidad de Oviedo el curso 2007-2008 y, ahora, en prensa. 4 Para conocer la acogida crítica de esta obra es fundamental el documentado trabajo del profesor Mariano de Paco «El estreno de El divino impaciente de José María Pemán», Homenaje a Elena Catena, Madrid, Castalia, 2001, págs. 385-394. 5 P.e.: ( Javier).- No existe bien soberano / para los pueblos igual / a este afecto paternal / de un rey prudente y cristiano. / Todo lo demás es vano: / errar puede la opinión, / puede ser vana la ley. / Un hombre y una nación / no aspiren a mejor don / que un buen padre y un buen rey. ( José María Pemán, El divino impaciente. Cuando las Cortes de Cádiz, Madrid, Escelicer, 1969, pág. 61). Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 99-126, 104 Antonio Fernández Insuela Creo que las características de nuestro teatro nacional —romanticismo, dinamismo, pluralidad de tiempo y lugar— son las contrarias a las del teatro griego —clasicismo, virtualismo, unidad—, porque son los teatros típicos de dos civilizaciones. El teatro español debe renovarse, continuando su línea de desarrollo, que el siglo XVIII cortó apenas iniciada. Más adelante, ante la aparición que en esos años se está produciendo de comedias de santos, dice: La comedia de santos [no olvidemos que criticadas por los ilustrados pero también y desde mucho antes por escritores y por ciertas personas de la iglesia, a causa de las falsedades tan frecuentes en ellas] tendrá sitio en ese resurgimiento, por lo que tienen de figuras nacionales y representativas los grandes santos. Es decir, establece una clara identificación entre un concepto religioso (santos) y otro político (nacional). En la entrevista el escritor de origen gaditano opina también sobre otro drama histórico que aún no ha acabado de escribir y que lleva el título provisional de Las Cortes de Cádiz: Esa época es uno de los momentos más populares y dramáticos de nuestra Historia. El pueblo actuó de héroe y protagonista en el sitio de Cádiz, como en toda la guerra de la Independencia. Pero su esfuerzo heroico fue en gran parte esterilizado por la desorientación de las minorías intelectuales. Hay en todo eso un profundo y doloroso drama nacional, que España deberá sentir si alguien acierta a decírselo en versos claros y humanos. Esa obra, con el título definitivo de Cuando las Cortes de Cádiz, se estrenará en septiembre de 1934 y en ella hay ataques nada disimulados a personalidades liberales, digamos que herederas de la Ilustración, como el asturiano Agustín Argüelles, presentado como egoísta, masón y despreciador de los gustos del pueblo. Frente a él, Dª Francisca Larrea, la dueña de la casa en la que hay una tertulia política y literaria, dirá que tiene miedo «a esas Cortes que nos habéis inventado» y que cree afrancesan a los españoles o se preguntará «¿Por qué esas libertades que nunca el pueblo ha buscado?». También aparece el Filósofo Rancio que habla «con una simpática franqueza campechana», ataca a la «chusma» y los galicismos («detonación») y dice que la nueva filosofía va contra la religión (Argüelles replica: «Contra, no; por otra vía / separada». Y a Lola la Piconera se la describe como «una hembra gaditana, pueblo puro y pura alegría». De la intencionalidad ideológica de Cuando las Cortes de Cádiz deja claro testimonio el crítico teatral de Esto, Jorge de la Cueva, que considera que en la obra de Pemán Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 99-126 El siglo XVIII en el teatro español contemporáneo: una aproximación 105 hay «trascendencia y actualidad y permanencia». Y, en lo que podemos interpretar como una línea de identificación entre la historia y el presente, precisa lo siguiente: Cuando las Cortes de Cádiz eran así los dirigentes y era así el pueblo. Cuando las Cortes de Cádiz se repetirá siempre que una minoría bobalicona, esnobista o perezosa, quiera utilizar en provecho propio, embriagándola con deslumbrantes utopías, esa alma honrada, ingenua, intrépida, heroica y soñadora, que es el alma del pueblo6. Estamos ante una interpretación que podemos calificar de romántica y conservadora, según la cual un pueblo depositario de todos los valores está dominado por una minoría egoísta, extranjerizante o falsa, opinión habitual en todos los contrarios a la Ilustración. Referido al teatro histórico de Eduardo Marquina, el prestigioso investigador Jesús Rubio Jiménez habló de «Modernismo castizo»7, expresión que puede parecer paradójica pero que se ajusta perfectamente a aquella manera de escribir de Marquina y, en buena medida, del más joven Pemán, tal como también señaló el profesor Mariano de Paco8. 1936: MANUEL CIGES APARICIO EN EL DIARIO EL LIBERAL Frente a la actitud negativa de Pemán y de su crítica acerca del XVIII ilustrado en lo literario ( lo que dice de los caracteres del teatro español o del sentido nacional de las comedias de santos) y en lo político (pueblo honrado frente a minorías egoístas, lo español frente a lo afrancesado, etc.), otro escritor —narrador y periodista— y político, perteneciente a la generación del 98, Manuel Ciges Aparicio, militante de Izquierda Republicana, concuñado de Azorín y padre del futuro actor Luis Ciges, publica en el periódico madrileño El Liberal, el 14 de febrero de 1936, un revelador artículo titulado «El 16 de febrero. Entre las dos Españas»9. No hace falta recordar que el 16 de 6 Jorge de la Cueva, «Cuando las Cortes de Cádiz, poema dramático de José María Pemán», Esto, 39, 4 de octubre de 1934, s.p. Es una crítica no recogida en el muy útil libro de Luis M. González El teatro durante la II República y la crítica de su tiempo (1931-1936), Madrid, Fundación Universitaria Española, 2007, en cuyas págs. 386-390 aparecen varias reseñas de dicho estreno. 7 Jesús Rubio Jiménez, «Eduardo Marquina y el «Modernismo Castizo» en el teatro», Anales de la Literatura Española Contemporánea, XXX: 1-2, 2005, págs. 457-483. 8 «Pemán, parece claro, no propone una renovación teatral, a pesar de alguna insinuación al respecto, sino que se sitúa en la estela del drama histórico marquiniano con El divino impaciente, Cuando las Cortes de Cádiz y Cisneros e introduce en él sus ideas tradicionales y de exaltación patriótica» (Mariano de Paco, «El estreno de El divino impaciente de José María Pemán», Homenaje a Elena Catena,…, pág. 386). 9 M. Ciges Aparicio, «El 16 de febrero. Entre las dos Españas», El Liberal, 14 de febrero de 1936, pág. 8. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 99-126, 106 Antonio Fernández Insuela febrero iban a celebrarse las elecciones que darían el triunfo al Frente Popular. Ciges Aparicio toma como punto de partida para su artículo lo que acerca de aquellas y de la previa unión de las fuerzas conservadoras había escrito algún periódico de esta ideología («España entera, lo que en España representa la esencia de este nombre, estaba pendiente, con anhelo de sublime espiritualidad, del pacto entre los caudillos de la derecha»). Estas palabras sirven al escritor y político de Izquierda Republicana para ofrecer su visión de las España bajo las monarquías de los Austrias y de los Borbones: «¡Ignorancia y hambre!», Inquisición y no espiritualidad ni esencia histórica era, en su opinión, lo que había en España en aquellos siglos. Pero surgirá una época, en realidad un «glorioso paréntesis», en que una serie de personalidades del XVIII quieren modernizar España, con actuaciones que es fácil identificar con otras emprendidas por la Segunda República. He aquí el amplio pero iluminador pasaje de su artículo que nos interesa para nuestra exposición: Como por arte de encantamiento aparece una teoría de españoles jamás conocida. Forman una legión inmortal. Se llaman Aranda, Ensenada, Campomanes, Floridablanca, Peñaflorida, Arriaga, Olavide, Jovellanos… España revive. Se fundan escuelas; se abren caminos; se construyen canales; se crean industrias; se traduce a los olvidados árabes para que el pueblo aprenda a cultivar los campos. ¿Cómo ha podido realizarse tanto milagro? El milagro lo ha hecho la Enciclopedia, lo que hoy llamarían la anti-España el ABC y El Debate. En la decrépita España, que huele a moho y a cera, han penetrado frescas brisas de libertad y de libre examen. Todos los grandes hombres supradichos y los omitidos tiene otra fragancia: trascienden a «secta filosófica», como dice el Santo Oficio, que persigue a los que puede y ha de pararse ante otros al reconocer su número y su alta jerarquía. ¿No fue el proceso y condena de Olavide una de las razones que detuvieron la colonización interior, de la que fue alma y ejecutante con la ayuda de Campomanes? Tras ese «glorioso paréntesis» España volverá al oscurantismo de «Carlos IV y la Mesalina que le toca de mujer», Fernando VII, el Padre Claret, la pérdida de América, los desastres de la guerra de África (los baldones del Barranco del Lobo y Annual), etc. La conclusión del artículo no debe extrañarnos: Ciges Aparicio se pregunta —no hace falta que nos dé su respuesta— por qué España se va a votar el día 16, por la de la presunta «espiritualidad y esencialidad histórica» o por la de la libertad, la ilustrada. Creo que el artículo de Ciges Aparicio sintetiza, aún con más claridad que los textos que citamos de Pemán, esa utilización de la Ilustración política, social y cultural como ejemplo de una de las dos Españas, la liberal o antitradicionalista. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 99-126 El siglo XVIII en el teatro español contemporáneo: una aproximación 107 1939-1952: JOAQUÍN ALONSO BONET Y SU JOVELLANOS. POEMA DRAMÁTICO Las ideas de Pemán creo son las que animan al escritor y periodista gijonés Joaquín Alonso Bonet, cuando en los día finales de la guerra civil escribe Jovellanos. Poema dramático, recientemente editado por el Foro Jovellanos con un documentado estudio y pertinentes notas debidos al Prof. Menéndez Peláez y a la joven investigadora Carla Menéndez Fernández10. Cuando Bonet escribe su drama ya tiene un notable trayectoria periodística y literaria, destacando en ésta su poesía anclada en el modernismo tardío, que también se percibe en su gusto por el drama histórico, del que es ejemplo significativo, por haberse representado en Gijón y en Madrid (por la compañía Guerrero—Díaz de Mendoza), su Don Guzmán de Castilla, que mereció elogios y reparos de críticos como Enrique Díez-Canedo, quien considera que se trata de una «comedia de tonos dramáticos, escrita en versos muy sonoros, variadísimos de ritmo y cuidados de rima», influida a distancia por el teatro romántico pero que escamotea de la escena algunos acontecimientos clave de la historia11. Lo mismo vienen a señalar otros críticos, como Floridor, de ABC; F.M.C, de Ahora; o F.M.A., de El Socialista12. De su Jovellanos, fechado en su manuscrito en marzo de 1939, se puede hacer idéntica crítica: no olvidemos que, en cierto modo, su caracterización viene dada ya en el subtítulo, «Poema dramático». Bonet, buen conocedor de la vida de Jovellanos, nos ofrece en su obra una significativa selección de episodios clave de la vida del ilustre gijonés: Madrid cuando la caída de Godoy en 1798, destierro en Asturias, prisión en Bellver, libertad en Jadraque y agonía en Puerto de Vega. En escena va dando ejemplos de su patriotismo, de su actitud antifrancesa (sobre todo, de su antibonapartismo), de su religiosidad, de su desprendimiento económico, de su labor en el Instituto de Náutica y Mineralogía, etc. Es un Jovellanos ejemplar en todos sus actos, idealizado, descrito como la encarnación de todas las virtudes. He aquí la acotación en la que se le describe en su primera aparición en escena: «[…] de agradable aspecto. Mirada viva, voz dulce, pocas veces alterada, manos finas, paso firme y decoroso, sin afectación. Su figura está aureolada por el prestigio de las virtudes y la sabiduría» (pág. 117). En el Epílogo, su fiel mayordomo Lafuente afirma que Dios oirá la voz de Jovellanos «porque es la voz de un santo» (346), y la obra finaliza haciéndonos saber que «alza Joaquín A. Bonet, Jovellanos. Poema dramático, Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, 2007, Cuadernos de Investigación, Monografías, III, estudio introductorio, edición y notas de Jesús Menéndez Peláez y Carla Menéndez Fernández; la cita, en pág. 42. 11 Enrique Díez-Canedo, «Un espectador en Madrid […] Don Guzmán de Castilla», Crónica, 26 de abril de 1931, s.p. 12 Véanse dichas críticas en el volumen de Luis M. González El teatro durante la II República y la crítica de su tiempo (1931-1936),…, págs. 111-112. Dicho libro no incluye la crítica de Díez-Canedo. 10 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 99-126, 108 Antonio Fernández Insuela su vuelo hacia Dios el alma del patriota». Es decir, religión y política, indisolublemente unidas. Esa condición de personaje sin dudas de ninguna clase y prácticamente sin nadie que le contradiga, por mínima que sea la discrepancia, tiene una obvia consecuencia artística: como personaje teatral carece de fuerza. Además, como ya habían visto los críticos madrileños en 1931 cuando el estreno de Don Guzmán de Castilla, los episodios de cierta conflictividad se nos narran, no se presentan directamente en escena, salvo en un caso: cuando su antiguo amigo Leandro Fernández de Moratín lo visita en Jadraque para tratar de convencerlo de que se incorpore al bando de José Bonaparte. La imagen que se trasmite de Jovellanos es incompleta, pues, p.e., no hay ninguna alusión a su relevante intervención en la reforma del teatro español (como creador y como autor de la Memoria de espectáculos) o no se alude a sus críticas a ciertos defectos en la conducta de la iglesia. Por otra parte, se eluden nombres relacionados con Jovellanos y tan significativos en el ámbito ilustrado como Campomanes, Olavide, Cabarrús, Floridablanca, Aranda, etc. A Alonso Bonet le interesa sólo la faceta política del ilustre gijonés y su labor en el Instituto. Quizá no sea improcedente recordar que la orientación ideológica del periodista, poeta y dramaturgo se percibe claramente, como no puede ser menos, en la dedicatoria: «A todos los españoles que glorificaron el nombre de la España eterna dedico este poema» (pág. 42). Y, al igual que Pemán hacía en El divino impaciente, hay alguna apelación al futuro que puede entenderse como una clara alusión a la vida española de la época republicana. Un ataque de Jovellanos a la Francia revolucionaria acaba derivando hacia estos conceptos dirigidos a un capitán español: Ni propiedad colectiva, / ni democracias: empeños / en que su locura estriba, / y que no son sino sueños. / En fin, noble amigo mío, / si algún día esa quimera / levantase la bandera / tricolor, en desafío, / como es brutal y es impío / el signo que la acompaña, / que nadie dude que vos, / cuando defendéis a España, / lo hacéis en nombre de Dios. (pág. 138). ¿Se refiere sólo a lo que podrá sucederle en el futuro a ese militar —primero traidor pero luego regenerado y muerto en el mayo madrileño de 1808— o podría interpretarse como una referencia a la España de la Segunda República? Creo no es descabellado admitir esta segunda posibilidad. Y tampoco hay que descartar que haya otra alusión a esta misma época contemporánea cuando, una vez que acepta formar parte de la Junta Central, afirma Jovellanos: «Claros varones / que por la Patria lidien, en legiones / los hallaréis…¡España sólo hay una!» (pág. 329). En resumen, una pieza en la que Jovellanos aparece presentado de modo monolítico y con poca fuerza como personaje dramático. La ideología de Bonet y sus gustos teatrales anclados en un modernismo tardío explican, creo, tales características, evidentes en mi opinión. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 99-126 El siglo XVIII en el teatro español contemporáneo: una aproximación 109 1941: GONZALO TORRENTE BALLESTER EN LA REVISTA ESCORIAL La inmediata posguerra española no ofrecía, evidentemente, un campo cultural adecuado para defender la Ilustración con ideas semejantes a las postuladas por Ciges Aparicio. Sin embargo, como señaló el profesor y novelista Javier Cercas, en la revista falangista Escorial Gonzalo Torrente Ballester13 publicó ya en 1941 un texto en cierto modo insólito para la época, por su rehabilitación de aquella etapa dieciochesca. Se trata de un comentario de Torrente Ballester al libro El Imperio de España de su amigo Antonio Tovar, al que reprocha el menosprecio que manifiesta por el siglo XVIII. Éstas son las palabras de Javier Cercas: [T]odo el artículo consiste, así, en un intento de reivindicar, desde y para la historiografía falangista, el siglo XVIII español. Se trata de un curioso ejercicio intelectual, sobre todo si se recuerda que los historiadores tradicionalistas, al menos desde Menéndez Pelayo, venían atribuyendo a esa época, descreída y racionalista, no sólo la división de la sociedad española en dos bandos irreconciliables, sino también el inicio de la desintegración de los valores que iban a propiciar la disolución de la feliz tradicional (acusación que el propio Torrente había vertido contra él apenas dos años antes). Torrente presenta esa época como un momento de cierta recuperación nacional, no porque intentara instaurar valores como la libertad política o porque quisiera entronizar la razón, sino por tres motivos fácilmente reivindicables por los historiadores falangistas: la existencia de unos gobiernos fuertes, la conservación del Imperio de Ultramar, y el fortalecimiento de la unidad nacional frente a los particularismos regionales. Parece claro que Torrente había asumido plenamente la consigna de Escorial: se trataba de recuperar todo lo recuperable, también del XVIII14. En nota a pie de página Cercas afirma que Torrente reelabora una idea que ya había manifestado dos años antes, «al atribuir la decadencia de España a su incapacidad para cristianizar a la burguesía y la técnica»15. En efecto, es un texto el de Torrente de corta extensión pero notable enjundia, al menos en aquel contexto. He aquí un resumen de sus opiniones y argumentos, que a veces adoptan, como ocurre en el inmediato pasaje, un tono expresivo directo, desenvuelto, casi agresivo contra personas que, curiosamente, podrían ser de su bando ideológico: Gonzalo Torrente Ballester, «Epístola a Antonio Tovar sobre su libro El Imperio de España», Escorial, IV, julio 1941, págs. 125-129. Agradezco a la profesora Inês Espada Vieira, especialista en la obra de Torrente Ballester y muy especialmente en sus colaboraciones periodísticas, el haberme dado noticia del texto del escritor gallego y del comentario de Javier Cercas. 14 Javier Cercas, «Torrente Ballester falangista: 1937-1942», CIEL, 5.1, 1994, 161-172; la cita, en págs.174-175. 15 Id., nota 36, pág. 174. 13 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 99-126, 110 Antonio Fernández Insuela Se juzga ligeramente de nuestro Siglo de Oro, y con idéntica ligereza de los que lo siguieron. Nunca se ha dicho tanta tontería del Imperio y de Trento, de la Contrarreforma, de la Ilustración o del Carlismo como se dice hoy. Como si España necesitase de la mentira en este su nuevo y dificultoso salir a la Historia viva y universal (pág. 126). Pocas líneas después, refiriéndose ya al XVIII, no duda en afirmar que cree «que se juzga desde hace algunos años —por lo menos desde los de D. Marcelino— con parcialidad e injusticia». Y pasa a exponer las razones políticas y económicas en las que basa su defensa de los ministros de los Borbones. Aparte de los argumentos políticos ya citados por Cercas y otros como las obras hidráulicas realizadas, las hermosas construcciones arquitectónicas erigidas o los nuevos cauces que se abren para la ciencia, se refiere, inevitablemente de modo muy escueto, a cuestiones artísticas o teatrales que nos parecen de notable relevancia: Es cierto que se suprimieron los autos sacramentales. Pero, aparte de que no sabemos qué clase de dolorosa mojiganga serían por entonces, perdido el interés y, sobre todo, perdido el respeto popular a las cosas santas, ello no indica, como se dice, el punto crítico de nuestra decadencia. Marca un divorcio entre pueblo y clases dirigentes la tal supresión; pero ni el uno ni las otras tenían nada que ver con las que hicieran de España un Imperio. Si la aristocracia había perdido el contacto con la tierra y se racionalizara, empolvándose la peluca, el pueblo caía cada vez más bajo en el agujero del plebeyismo, iniciando lo «castizo», que tanto a ti como a mí y a muchos más molesta. Si recordamos lo que unos lustros después críticos de la importancia de René Andioc16 o Juan Luis Alborg17 señalan acerca de las circunstancias materiales que rodean las representaciones de los autos sacramentales en el XVIII, creemos se podrá valorar el interés de las opiniones de Torrente, y más en aquel contexto de exaltación literaria e ideológica del auto sacramental en el bando franquista y en la inmediata postguerra (el propio Torrente unos dos años antes había proporcionado algunos testimonios fundamentales al respecto, tanto en la teoría como en la práctica). Y añade el autor gallego: Si continuamos moviéndonos dentro de lo literario, me atrevería a decirte, querido Antonio, que no es la supresión de los autos sacramentales la hora de nuestra verdadera crisis, sino más bien aquella en que el espíritu de Don Ramón de la Cruz abandona los corrales para ascender a Palacio, en la persona de un chulángano guitarrista, príncipe después. En16 17 René Andioc, Teatro y sociedad en el Madrid del siglo XVIII, Madrid, Castalia, 1976. Juan Luis Alborg, Historia de la Literatura Española. Tomo III, Madrid, Gredos, 1972, pág. 569 y ss. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 99-126 El siglo XVIII en el teatro español contemporáneo: una aproximación 111 tonces, cuando después de tres siglos de honestidad, hay reinas españolas infieles al matrimonio; cuando todos los cortesanos participan de la gracia plebeya de la verbena, es la hora en que España se hunde sin remedio. Digamos que hoy la figura de aquel futuro príncipe, el «Príncipe de la Paz», Manuel de Godoy, quizá no sea vista globalmente de modo tan negativo por los historiadores, pero sí concuerdan todos los que se acercan al XVIII en reconocer la indigna conducta de la reina María Luisa, como Jovellanos pudo padecer. Torrente finaliza su breve pero enjundioso texto con unas palabras en las que el elogio global y reivindicativo del XVIII se vincula —quizá era inevitable— al contexto político en que él se halla asentado: No todo fue malo, ni mucho menos, en el siglo XVIII, donde la vida nacional conoce verdades más profundas que la masonería, el motín de Esquilache o la disputa de las tres unidades. Ni es justo ampliar la estulticia de los reyes, que no gobernaron, a sus ministros, los más inteligentes entre los españoles. A los historiadores falangistas brindo el estudio de este siglo, tan decoroso, tan elegante, constructor en arquitectura como en leyes —por ellas se rigen todavía nuestro Ejército y nuestra Armada, que por espacio de ochenta años, pese a quien pese, detuvo la ruina total de nuestra patria. (pág. 127). Tras precisar nosotros que el motín de Esquilache, de modo somero aludido por Torrente, tiene que ser entendido hoy como una muestra muy relevante de la lucha entre reformadores ilustrados y las fuerzas más conservadoras, autoconsideradas depositarias de la esencia nacional española, nos parece que podemos concluir que el texto de Torrente Ballester, a pesar de sus evidentes trabas políticas, significa una temprana reivindicación del XVIII en la inmediata posguerra, aunque no se libra del ámbito falangista en que en esos años se mueve. 1958: A. BUERO VALLEJO Y UN SOÑADOR PARA UN PUEBLO Precisamente el motín de Esquilache va a ofrecernos la fundamental reivindicación del siglo XVIII de más relevancia artística en el campo de la creación dramática. Ello se produce cuando el 18 de diciembre de 1958 Buero Vallejo estrena su drama Un soñador para un pueblo, bajo la dirección de José Tamayo, a quien se deben varias de las representaciones clave para la historia del teatro en la España de la segunda mitad del siglo XX. Precisamente Tamayo había dirigido en 1956 el estreno de Las brujas de Salem, el drama histórico de Arthur Miller que marcó una nueva etapa en el teatro histórico occidental. El primer autor español que lo seguirá con idéntica intencionalidad crítica es Buero Vallejo, una persona inequívocamente de izquierdas: había sido conCuadernos de Investigación, 3, 2009, 99-126, 112 Antonio Fernández Insuela denado a muerte por organizar el Partido Comunista en Madrid, cuando, finalizada la guerra, se hallaba en libertad provisional. Buero, que es un parco pero impecable analista del drama histórico, en un comentario sobre Un soñador para un pueblo expuso con claridad los motivos que le habían llevado a escribir este drama, que obtuvo éxito —«y casi no menor discusión»— y que él califica de «versión libre de un episodio histórico»: El momento revivido es uno de esos puntos de nuestra historia cuyas derivaciones conservan actualidad: aquella etapa en que un grupo de hombres esclarecidos —los «Ilustrados»— intentaron, pero no consiguieron finalmente, convertir a mi país en una nación moderna y ejemplar. Ese grupo, y el excepcional monarca que lo dirigió, ha sufrido en estos tiempos «mala prensa». A mí me pareció necesario darles, en la medida de mis modestas fuerzas, una reparación escénica. No a todos ha gustado eso, pues muchas de nuestras cosas se siguen pareciendo demasiado a aquellas otras contra las que el rey, Esquilache y los demás creyeron obligado luchar. Pero, mientras algunos detestaban la obra por permanecer adictos a conceptos tradicionales que los «Ilustrados» vinieron a combatir, algunos otros, llevados de excesivas y típicas simplificaciones mentales, la rechazaban por considerarla un «ataque al pueblo»18. Como señaló el profesor Iglesias Feijoo, profundo conocedor de la obra de Buero, éste pretendió romper con lo que Maravall ha llamado «la tradicional, la castiza imagen de España» y por ello se despertaron contra él lo que el mismo historiador denomina «los montajes tradicionales y antihistóricos»19. Con muchos personajes históricos y alguno inventado, Buero quiere —y lo consigue— recoger la esencia de los hechos históricos. Como recuerda el profesor Iglesias Feijoo, la interpretación que Buero da de Esquilache y, en especial, del motín que se levantó contra él se aleja de la que tradicionalmente se venía dando acerca de estos incidentes, es decir, una reacción espontánea de los sentimientos tradicionales del pueblo, heridos por la impiedad o la herejía foráneas, que trataban también de modificar el castizo modo de vestir. Los piadosos majos y chisperos habrían originado la revuelta en defensa de sus costumbres y su religión20. El citado crítico indica cuáles fueron las fuentes, muy fidedignas, que Buero utilizó, tanto para los hechos relevantes como para muy pequeños detalles. Y afirma: 18 Antonio Buero Vallejo, «Buero Vallejo nos habla de Hoy es fiesta y Un soñador para un pueblo», en Obra Completa. II, Poesía, narrativa, ensayos y artículos, Madrid, Espasa Calpe, 1994, ed. de Luis Iglesias Feijoo y Mariano de Paco, págs. 420-424; la cita en pág. 423. 19 Luis Iglesias Feijoo, La trayectoria dramática de Antonio Buero Vallejo, Santiago de Compostela, Universidad de Santiago de Compostela, 1982, pág. 240. 20 Id, pág. 241. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 99-126 El siglo XVIII en el teatro español contemporáneo: una aproximación 113 Más allá de los aspectos particulares, la interpretación general del motín que del drama se deduce es que éste fue la acción de algunos poderosos, pertenecientes a la antigua nobleza, que, preocupados por las reformas que atentaban contra sus intereses, incitaron la xenofobia del pueblo inculto apoyándose en la impopularidad de algunas medidas y causaron la caída del ministro italiano. Esta visión de los hechos es extraordinariamente similar a la que hoy defienden los historiadores más recientes interesados por el tema21. Pero, recalca, Buero escribe su obra antes que estos historiadores sus investigaciones. Y recuerda el investigador gallego unas lúcidas palabras del profesor Caso: Desde el punto de vista histórico, a pesar de lo que se ha dicho, creo que Buero Vallejo ha acertado a descubrir la esencia trágica de aquella España que no quería dejarse reformar porque era una España sin esperanza22. Tal como era de prever, la obra de Buero generó duras críticas desde ámbitos conservadores, que el Dr. Iglesias Feijoo documenta. Recordemos sólo lo que recoge en una nota de su gran estudio sobre Buero: El autor de esos artículos [se refiere al crítico del diario católico Ya José María García Escudero] repite los añejos juicios de Menéndez Pelayo y por ello considera a Carlos III «beato inocente» o «cortísimo de alcances», a Esquilache reo de «fatuidad innovadora» y a los obispos que apoyaron mayoritariamente la expulsión de los jesuitas «bobos inocentes»23. 1973: MANUEL PÉREZ CASAUX Y LA FAMILIA DE CARLOS IV En 1973 el gaditano afincado en Cataluña Manuel Pérez Casaux (1930) estrena en el Festival de Teatro de Sitges su obra La familia de Carlos IV, en la que Jovellanos tiene un papel relevante. El autor pertenece a lo que se llamó Nuevo Teatro Español, muy vinculado a los grupos de Teatro Independiente. Dicho grupo de autores e intérpretes considera que la generación realista (Olmo, Martín Recuerda, Rodríguez Méndez, Carlos Muñiz) se ha anquilosado tanto en los temas como en las formas, en aquellos porque prácticamente sólo tratarían en sus obras cuestiones vinculadas a la realidad española contemporánea (aunque a veces acudan a los dramas de base histórica), y en las formas porque los realistas se habrían limitado a crear un teatro cuya expresión se caracteriza Id, id. Id., pág. 244. Las palabras del Dr. Caso proceden de su estudio «El sentido trágico del teatro de Buero Vallejo»,en Memoria del curso 1963-1964 del Real Instituto de Jovellanos, Gijón, 1965: la cita, en pág. 61. 23 Luis Iglesias Feijoo, Op. cit., pág. 240, n. 26. 21 22 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 99-126, 114 Antonio Fernández Insuela por el mimetismo, por la mera imitación del lenguaje cotidiano. Los jóvenes del Nuevo Teatro Español y los grupos de Teatro Independiente se hallan intensamente politizados, son declaradamente antifranquistas y, también, se sienten afectados por hechos internacionales de gran relevancia, como, p.e., la guerra de Vietnam. Su deseo es recrear en sus obras, en varias ocasiones escritas entre dos o más autores (es el apogeo momentáneo de la creación colectiva), una serie de temas que no sólo se refieren a España y comunicarlas mediante una notable diversidad de procedimientos técnicos que evitan casi siempre el realismo, la mimesis, la «fotografía» verbal. La búsqueda de esas nuevas formas les lleva, p.e., a construir obras organizadas no al modo tradicional de escenas engarzadas, sino mediante diversas estampas; en la línea de lo preconizado por Artaud, rechazan el psicologismo tradicional en los personajes y acuden a la violencia o la exaltación de lo fisiológicamente primario del actor y de los personajes; emplean con frecuencia acumulaciones léxicas insólitas, letanías o salmodias más o menos paralelísticas, como oratorios —pero nada religiosos— y con una notable carga de ironía o sarcasmo cruel; usan numerosos elementos escenográficos que, más allá de lo meramente informativo, influyen en la acción o se cargan de simbolismo, al igual que la ubicación de los personajes en el escenario; recurren a las fábulas, tanto en el sentido de acciones protagonizadas por animales que encarnan actitudes humanas como en el sentido de acciones que tienen un valor simbólico (se les llamó también «generación simbolista»); o utilizan procedimientos farsescos, caricaturescos, deliberadamente degradantes de personajes y situaciones, en la línea del esperpento valleinclanesco y en la de ciertos montajes brechtianos («San Bertoldo Brecht», se llegó a decir irónicamente). El «universalismo» temático de los autores del Nuevo Teatro Español no excluye (más bien al revés) la crítica a la realidad española y ello explica que sean víctimas sistemáticas de la censura, porque ésta percibe fácilmente que detrás de determinados personajes o de ciertas situaciones insólitas hay una innegable referencia implícita a la España de Franco o al propio Franco24. Pérez Casaux padecerá, como es lógico, los rigores de la censura. Sólo dos ejemplos. En 1970 es seleccionada para el Festival de Sitges su obra La curiosa invención de la escuela de plañidores, que él califica irónicamente de «obra buenísima»: «Prohibida absoluta y terminantemente durante tres años consecutivos, a pesar de las buenas gestiones» de varias autoridades (una de ellas, Herrero Tejedor). Con irónica ingenuidad alude Pérez Casaux a las circunstancias de la prohibición: El motivo lo ignoro. El tema era ingenuo: un faraón que está a punto de morirse no encuentra en todo Egipto unos plañidores (no plañideros, por favor) que lo lloren cuando muera. Entonces un exquisito catedrático inventa la escuela para adiestramiento de pla24 Una visión diacrónica de la primera década de esa generación del Nuevo Teatro Español y una sucinta caracterización temática y formal de sus obras puede verse en nuestro artículo «Diacronía de la renovación teatral en España entre 1965 y 1975», Ars Dramatica, 2, 2009, págs. 12-23. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 99-126 El siglo XVIII en el teatro español contemporáneo: una aproximación 115 ñidores. Sigo sin comprender la prohibición. (En el texto devuelto hay tachaduras sobre frases como éstas: «traje smoking», «coyuntura económica», «balanza de pagos», etc. Hay también unas notas del escoliasta que dicen: ¡Subversivo!25. Creo no hace falta decir que el faraón es una parábola de Franco (a partir de 1969 hay varias obras que tratan de la muerte y sucesión de un personaje que representa el poder injusto: p.e., El adiós del mariscal, de Luis Matilla; El hombre y la mosca, de José Ruibal; o Las hermanas de Búfalo Bill, de M. Martínez Mediero). Y La familia de Carlos IV fue permitida «para única y definitiva representación en el VII Festival de Sitges» La obra fue Premio Sitges de ese año 1973. A pesar de las muchas gestiones no hubo forma de conseguir una segunda puesta en escena26. Decía antes que los autores del Nuevo Teatro Español en realidad también hablan de España: el propio Pérez Casaux en unas declaraciones recogidas en un libro de entrevistas aparecido en 1976 lo reconoce cuando a la pregunta de cómo podría definirse a grandes rasgos su obra, afirma: Mis primeras obras eran una preocupación por el hombre. Estaban influenciadas por Beckett y Pinter, y se insertaban en el teatro de vanguardia, que era lo que se «llevaba». En eso he sido poco original. A partir de 1965, mi obra toma otro giro: España27. Me he demorado un tanto en esta caracterización de los autores del Nuevo Teatro Español porque casi todos esos rasgos podemos verlos en La familia de Carlos IV28, que lleva el revelador y jocoso subtítulo de «pesadilla historiera y discursibunda en diez momentos, un prologamiento y una epilogación». La obra responde al esquema tradicional del teatro brechtiano, pues el espectador tiene muy claro que está ante una obra que no mimetiza la realidad: los actores se dirigen al público, informan sobre lo que fue la vida real de los personajes históricos, se introducen diversos cantos de tipo crítico o reivindicativo, los intérpretes permanecen en escena cuando no actúan, etc. La obra está estructurada en estampas, protagonizadas por personajes ubicados en tres niveles escenográficos, símbolos de tres niveles sociales. En una edición incompleta de su texto el autor describe así la escenografía: S. de las Heras y A. Rivera, «Encuesta sobre la censura», Primer Acto, 166, marzo 1974, págs. 4-11; la cita en pág.10. 26 Id., id. 27 M. A. Medina Vicario, El teatro español en el banquillo, Valencia, Fernando Torres, 1976, pág. 117. 28 Manuel Pérez Casaux, La familia de Carlos IV, Yorick, 61, diciembre 1973-enero 1974, Biblioteca Teatral Yorick, nº 61, 50 págs. Citaré por este edición, encarte dentro del número aludido de la revista Yorick. En las ediciones y comentarios sobre esta obra no hay regularidad en la forma gráfica del ordinal del rey, que puede aparecer como «Cuarto» y como «IV». 25 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 99-126, 116 Antonio Fernández Insuela Se utiliza una decoración única para todo el espectáculo. Esta decoración está concebida en tres planos: «alta tribuna» (donde se juegan los papeles de los «grandes personajes»), «rincón maldito» (plataforma intermedia, en la que se realizan los movimientos de los ilustrados Jovellanos, [Meléndez] Valdés y Tomás de Iriarte), «escenario ordinario» (donde se mueven los modelos de Goya o turba plebis, Goya, la Duquesa, etc.)29. La expresión, muy carnavalesca, recurre con frecuencia a la deliberada distorsión verbal y situacional, con una incisiva ironía o un hiriente sarcasmo lanzados contra el ambiente de degradación material y moral de una España que necesita urgentemente de los remedios de los ilustrados. Es una sucesión de situaciones y estampas en que el diálogo —si es que, a veces, se puede hablar de diálogo— está formado por yuxtaposiciones acumulativas de palabras similares fonéticamente y repetidas con un eco de salmodia grotesca, escenas en que la exageración de ciertos conceptos es la mejor manera de ridiculizarlos (lógicamente, a los conservadores o castizos, p.e., cuando un personaje se queja de que existan las Sociedades Económicas de Amigos del País y otro, a continuación, se irrita porque en éstas se enseñe Física, Botánica, Química y Mecánica). En ese contexto, Jovellanos, junto con sus amigos Meléndez Valdés e Iriarte, aparece como sistemático defensor de la Ilustración y como persona acosada por la Inquisición y los conservadores, que lo acusan de anticlerical, de redactar una impía Ley de Reforma Agraria, de ser «Voltaire en persona» (pág. 35) o de que pretende «que nos dejemos llevar simplemente por la razón. Confiéselo» (pág. 38). Al lado de las elevadas palabras de un Jovellanos que justifica su conducta en que «[e]l pueblo simplemente sufre. Hace siglos que sufre y que no es dichoso» (pág. 37), encontraremos alguna actitud suya algo distante respecto de éste o la transcripción de un día de su diario (misa, confesión, comunión, chocolate a solas, charla con Meléndez Valdés e Iriarte, minucias de aseo y funcionamiento de su vientre, es decir, sobre lo que ironizaba la imaginativa y más bien desequilibrada protagonista de la reciente y polémica novela de Carmen Gómez Ojea Pentecostés30). Es evidente que Jovellanos aparece bien considerado en la obra de Pérez Casaux pero el autor hace ver que D. Gaspar no formaba parte de aquel pueblo de víctimas del hambre o de la peste y fácilmente manipulables por las fuerzas de la tradición. En algunos momentos Jovellanos aparece como persona meliflua, de gestos delicados y distantes ante la miseria o la muerte próximas. Su amigo Meléndez Valdés se nos muestra como más radical en la política, prácticamente un revolucionario, pues preconiza el uso de la fuerza, si bien en unas declaraciones Pérez Casaux dirá Manuel P.[érez] Casaux, La familia de Carlos IV, Tiempo de Historia, 6, mayo 1975, págs. 93-104; la cita, en pág. 94. 30 Carmen Gómez Ojea, Pentecostés, Oviedo, Caja de Ahorros de Asturias, 1989, Colección Los Contemporáneos Asturianos, 4. 29 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 99-126 El siglo XVIII en el teatro español contemporáneo: una aproximación 117 que, en la realidad, este otro poeta y magistrado ilustrado —su personaje favorito— no era exactamente así, pero lo radicalizó para oponerlo (hay que decir que pocas veces) «a Jovellanos —«revolucionario» reformista— y a Tomás Iriarte —contemporizador—»31. Frente a Meléndez Valdés, Jovellanos cree en la fuerza de la inteligencia (pág. 46), en tanto que Tomás de Iriarte es más conformista. La familia de Carlos IV es muy espectacular en el sentido etimológico de la palabra y quizá demasiado extensa y poco intensa, algo que ya Buero Vallejo le reprochó, creemos que con razón32, sobre todo en Jovellanos, reparo que aceptó Pérez Casaux33. El hecho de que intervengan en la acción diversas figuras (humanas, animales o, incluso, cosas) que pintó Goya, personaje importante en la obra34, nos puede hacer pensar que, desde una estética deliberadamente feísta, Pérez Casaux está rindiendo un homenaje a su coterráneo gaditano Rafael Alberti y su Noche de guerra en el Museo del Prado, en la que también toman vida personajes de los cuadros de Goya (y de otros pintores)35. El desenlace de la obra varía, según sea la edición que manejemos. En la edición íntegra aparecida en Yorick, la pieza finaliza con la «auténtica lapidación» de Jovellanos arrojándole libros la caterva, la turba plebis. Ésta, que había pronunciado una grotesca salmodia de imprecaciones contra la Ilustración, acaba jugando a la gallina ciega y pisando a Jovellanos, que grita y se sofoca inútilmente. Las últimas palabras de éste son una dura requisitoria contra quienes lo están agrediendo: ¡Ciegos, mudos y sordos! ¡Ciegos como piedras! Como topos, como salamandras, como fósiles, ciegos y mudos y mancos y sordos y chatos y miopes por los siglos de todos los siglos…(pág. 50). «Yorick pregunta. Responde: Manuel Pérez Casaux», Yorick, 61,…, págs. 68-69; la cita, en pág. 69. Véase «Buero Vallejo opina sobre La familia de Carlos IV», Yorick, 61, …, págs. 70-71; la referencia, en pág. 70. 33 He aquí las palabras de Pérez Casaux sobre Jovellanos: «Buero descubre falta de conflicto. Estoy perfectamente de acuerdo con él. Lo reconozco. El personaje se me ha escapado. Resulta, después de leerlo a los tres o cuatro meses de parido, demasiado circunspecto, retórico y plomo. Espero que un buen director sepa aligerarlo y avivarlo. Hay fetos que necesitan de la incubadora» (Manuel Pérez Casaux, «Puntos de vista sobre el análisis de Buero Vallejo», Yorick, 61, pág. 72). 34 Centrándose en obras anteriores a La familia de Carlos IV, Jesús Rubio Jiménez efectúa un documentado estudio de la fortuna de Goya en el teatro español del siglo XX en su artículo «Goya y el teatro español contemporáneo. De Valle-Inclán a Alberti y Buero Vallejo», Anales de la Literatura Española Contemporánea, 24: 3, 1999, págs. 593-619. Pocos años después de dicho estudio se publicó otro drama sobre el pintor aragonés, Sueño y verdad de Francisco de Goya, de María Teresa León (Sevilla, Renacimiento, 2003, Biblioteca del Exilio, edición, estudio introductorio y notas de Manuel Aznar Soler, págs. 203405; va precedida de la reedición de otra obra de la misma autora, La libertad en el tejado, págs. 107-201). 35 Desde otra perspectiva, la del común exceso de esperpentismo, relaciona estas dos obras Buero en la pág. 71 del comentario que citamos en la nota 31. 31 32 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 99-126, 118 Antonio Fernández Insuela Es un desenlace plenamente simbólico y coherente con lo dramatizado, pues resalta la ceguera, la falta de luces de aquella caterva, de aquella turba plebis de seres irracionales, con miedo a la ciencia, ultraconservadores y manipulables por hábiles predicadores. El hecho de que Jovellanos sea el único de los tres ilustrados que interviene en ese momento final pone de relieve su significación, si bien no hay que olvidar que, en el fondo, ha fracasado: para regenerar o reformar España no le fueron suficientes su fe en la inteligencia, en la ciencia y en la razón. En un comentario sobre su obra, Pérez Casaux dirá que la la Revolución «reformista» es inviable y, acerca de las posiciones ideológicas a debatir, escribe: «La Revolución moderada o reforma ( Jovellanos). Errónea. Desorientada. Paternalista, etcétera, etcétera»36. ¿Sería muy arriesgado pensar que Pérez Casaux, en esta obra, escrita entre octubre de 1972 y mayo de 1973, se está planteando cuál debe ser la función del intelectual y, en último caso, cómo se podrá salir de la España del franquismo? Sin embargo, en la edición abreviada aparecida en la revista Tiempo de Historia de mayo de 1975 la acción finaliza con la muerte de nuestro escritor ilustrado, cuyo cuerpo unos marineros llevan a hombros, «en una procesión católica y merecida», en tanto unas voces gritan «¡Don Gaspar Melchor de Jovellanos ha muerto! ¡Viva don Gaspar Melchor de Jovellanos!, expresiones a las que sigue el parlamento de un personaje conservador, la grotesca Tocatorres, en una intervención verbal desbordante y, en el fondo, burlesca y sarcástica, que representa de modo muy adecuado el tono conceptual y formal de la obra: ¡Viva el señor de Jovellanos! ¡Viva España! ¡Viva Carlos IV y toda su parentela! ¡Vivan, sobrevivan, requetevivan y bienvivan todos sus progenitores, alcurniadores, vivos o difuntos, por línea directa o indirecta, vertical, perpendicular, tangente, o paralela, así como sus hijos naturales, espirituales, carnales o consanguíneos, si los tuviese, hijos figurados, honorarios, hijos de ficción, adaptación, adopción, asociación, simpatía o simple adhesión, así como todos sus favoritos, sufragáneos, delegados y sácopes, las amigas, coimas, amantes, favoritas, mozcorras y barraganas de él o de ellos, cortesanas, hurgamanderas, putanas, gorronas, mancebísimas y maturrangas suyas de él, si las hubiese, y si es verdad que no las hubiese…! (pág. 104). Tras esta salmodia tan esperpéntica, tan deliberadamente exagerada y grotesca, y, quizá por eso mismo, tan realista y expresiva, la vieja Tocatorres, que en la primera estampa de la obra, sacudida en su ánimo por el apocalíptico sermón de un predicador, se había declarado, voz en grito, gran pecadora, insensata, disoluta y libertaria por haber usado perfumes franceses y no llevar cilicio, cierra la acción de la obra, en una acotación que dice como sigue: 36 «Notas de Pérez Casaux para un posible montaje de La familia de Carlos IV», Yorick, 61, págs. 73-74; la cita, en pág. 73. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 99-126 El siglo XVIII en el teatro español contemporáneo: una aproximación 119 La vieja Tocatorres, morada por mor del morapio, no termina su letanía de ella, como se ve, porque en esto ha caído el telón, a pesar de que la lúgubre procesión con el cadáver del ilustrado no ha finalizado, cae el telón, digo, vertiginosamente sobre el cráneo de la infeliz y la deja difunta de verdad per omnia saecula amén (pág. 104). En las escuetas informaciones con que acompaña esta selección de pasajes de su obra, el autor no hace ningún comentario sobre este nuevo desenlace. Por tanto, a falta de alguna hipotética explicación a la que no hemos tenido acceso, sólo podemos decir que el nuevo final nos parece menos coherente con el resto de la obra, pues desvía la acción hacia un burlesco ataque a la monarquía de entonces, de antes y de después. La acción de la obra había girado alrededor de los tres ilustrados y Goya37, en un contexto de intransigencias religiosas, miedos a la libertad y a la ciencia, miseria moral, hambre y peste, y la familia real sólo aparece citada como telón de fondo. Es más, salvo la disconformidad de Carlos IV con el retrato nada favorecedor que de él hizo Goya, poco se habla de la familia real en la obra; por tanto, a ésta no se le atribuye directamente un cierto grado de responsabilidad en los acontecimientos que dificultan e impiden finalmente las aspiraciones de Jovellanos y sus amigos. Y la muerte, causada por la caída del telón, de la vieja Tocatorres tampoco nos parece justificada. Sin olvidar los reparos que acabamos de exponer, La familia de Carlos IV es, como ha dicho el prestigioso especialista en teatro César Oliva, una obra de «excelente teatralidad, buena disposición de los materiales y justa elaboración de caracteres creados con el mejor sentido del humor andaluz»38. ¿Cuál es la imagen que de Jovellanos nos ofrece La familia de Carlos IV? Además de alguna apreciación que ya hemos formulado, creo que pueden ser interesantes las palabras que, a modo de presentación del texto incompleto publicado en Tiempo de Historia, escribió otro dramaturgo del Nuevo Teatro Español, José Arias Velasco, que había iniciado con Casaux la redacción conjunta de la obra a partir de unas ideas y materiales de Francisco Sitjá: desde el principio Casaux propuso tomar como eje de nuestro trabajo la figura de Gaspar de Jovellanos que consideraba representativa de la corriente ilustrada dieciochesca, pero, poco más adelante, añade: Otra obra de Pérez Casaux, Motín y preludio de la guerra del francés, recrea las figuras de Godoy, Meléndez Valdés, la Tocatorres y el coro que es la «Turba plebis». Véase Manuel Pérez Casaux, Teatro selecto, El Puerto de Santa María, Ayuntamiento de El Puerto de Santa María, 2004, págs. 191-258. 38 César Oliva, El teatro desde 1936, Madrid, Alhambra, 1986, pág. 396. 37 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 99-126, 120 Antonio Fernández Insuela Don Gaspar y sus amigo, cavilando —entre jícara y jícara de chocolate— planes para hacer a los españoles razonablemente felices, apacibles y virtuosos, no luchan por el pueblo, ni por asomo piensan en representarle: derraman sobre él sus beneficios tutelares. De aquí una cierta y buscada ambigüedad en el planteamiento de La familia… Los ilustrados, en cuanto que representan los elementos progresivos de la época, habrán de ser, por una parte, positivamente valorados. Pero, por otra parte, aquellos amables señores prefiguran las insistentes tutelas con que los españoles, en nuestra calidad de menores de edad vitalicios, habríamos de ser beneficiados a lo largo de los dos siglos que siguieron. Y en este sentido, un cierto matiz de ironía habrá de sobreponerse a la inicial simpatía que nos inspiran sus figuras individuales39. Al margen de los defectos ya señalados, creemos que es una farsa que, con los procedimientos típicos del Nuevo Teatro Español, presenta de modo bastante completo (aunque sin demasiada fuerza dramática) lo que fue la ideología político-social de los ilustrados y, muy especialmente, de Jovellanos. 1972 Y 1999: TRES TEXTOS DE JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MÉNDEZ Desde 1972 hasta 1999, José María Rodríguez Méndez, dramaturgo y crítico de la llamada generación realista, la que precede al Nuevo Teatro Español, nos ofrece tres testimonios de su valoración negativa de Jovellanos. En 1972 publica su libro de ensayos Comentarios impertinentes sobre el teatro español, en el que incluye un capítulo muy breve, «El teatro español en el siglo XVIII»40, donde formula duras críticas a D. Gaspar. El por otra parte excelente dramaturgo contemporáneo muestra su rechazo al teatro neoclásico que trajeron los Borbones, sobre el que vierte sus ironías por considerarlo un teatro para élites y afrancesado, aparte de tratar temas tan «universales» como «el incendio de Roma», «la muerte de Nerón», «la muerte de Lucrecia», etc. El resultado, según Rodríguez Méndez, fue «el aburrimiento mayúsculo». Y añade: Los eruditos del siglo, sin embargo, se apresuraron a catalogar este teatro como el único artísticamente válido, repudiando cualquier otro, incluso el gran teatro del Siglo de Oro. El probo Jovellanos declaró abiertamente su repugnancia al teatro de Lope y Calderón, y a los autos sacramentales (lo consideraba demasiado español y por consiguiente demasiado «ordinario»), y condenó, como nuevo inquisidor estético, la obra popular de los «cristobitas», los «payasos» y demás formas del gusto plebeyo, que habían de causar —según él— grandes daños en el pueblo. José Arias Velasco, «Pequeña historia de una pieza sobre historia», Tiempo de Historia, 6, pág. 92. José María Rodríguez Méndez, «El teatro español en el siglo XVIII», Comentarios impertinentes sobre el teatro español, Barcelona, Península, 1972, págs. 30-33. 39 40 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 99-126 El siglo XVIII en el teatro español contemporáneo: una aproximación 121 Mas para desgracia de Jovellanos y sus discípulos neoclásicos y refinados, el bajo pueblo español del siglo XVIII —especialmente en su segunda mitad— poseía una vitalidad y unas facultades creativas muy superiores a las francesas y afrancesados de la Corte y este bajo pueblo de aguadores, campesinos, bandoleros y menestrales supo volverse de espaldas a los imperativos cortesanos, para crear sus propias diversiones, entre ellas, su propio teatro, teatro que se relacionaba directamente con el mejor de los aspectos populares del siglo XVII. Es decir, que prefirieron los entremeses cervantinos, los pasos de Lope de Rueda, las piezas de Lope, a todas las «muertes de Lucrecia» e «incendios de Roma» prefigurados por los eruditos a la violeta (pág. 31). Los autores más significativos serán Ramón de la Cruz, Leandro Fernández de Moratín y Juan Ignacio González del Castillo, en tanto que en pintura, Goya, «cansado de colorines, deja suelta su furia aragonesa, contenida a través de los años, para dar paso a su explosión popular, negra y sangrienta a la vez, como un toro en agonía» (pág. 32). Aunque sea brevemente, las opiniones de Rodríguez Méndez —excelente dramaturgo y polémico crítico pero no un historiador del teatro— merecen algunos comentarios. Es evidente que las ideas de los neoclásicos —digamos, en este caso, de los ilustrados— sobre el teatro son perfectamente discutibles pero hay que entenderlas en aquel contexto, es decir, como en una sociedad en la que las condiciones materiales de las representaciones dramáticas41 eran inadmisibles (ruidos y peleas de los espectadores, malos actores, actitudes obscenas, vestuarios insólitos —incluso para las figuras religiosas—, etc.). Una realidad es un texto teatral leído en un libro y otra, muy distinta a veces, las condiciones de la representación de ese texto. Como es sabido, ésta es una de las causas del rechazo que tienen hacia las representaciones de los autos sacramentales. Los argumentos que Jovellanos utilizó para justificar la prohibición son muy claros al respecto: Y sin duda que lo fueron con gran razón, porque el velo de la piedad que los recomendó en su origen no bastaba ya a cubrir, en tiempos de más ilustración, las necedades e indecencias que malos poetas y peores farsantes introdujeran en ellos, con tanto desdoro de la santidad de su objeto como de la dignidad de los cuerpos que los veían y toleraban 42. El mundo de los actores del XVIII aparece en dos breves piezas de los años ochenta de Domingo Miras, Prólogo a El Barón de Leandro Fernández de Moratín y La Tirana. Véanse ambos textos en Domingo Miras, Teatro escogido. Tomo II, Madrid, Asociación de Autores de Teatro, 2005, págs. 613-631 y 655-666, respectivamente. 42 Gaspar Melchor de Jovellanos, Memoria para el arreglo de la policía de los espectáculos y diversiones públicas, y sobre su origen en España, en Poesía. Teatro. Prosa literaria, Madrid, Taurus, 1993, Clásicos Taurus, 10, edición de John H. R. Polt, págs.327-387; la cita, en pág. 352. 41 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 99-126, 122 Antonio Fernández Insuela Es decir, los mismos argumentos que hoy utilizan los especialistas en teatro del XVIII. Por otra parte, Jovellanos no utiliza el argumento de teoría literaria que otros ilustrados emplearon contra estas piezas religiosas, la inverosimilitud de los personajes que son conceptos o abstracciones, idea rechazable por cualquier escritor o escuela literaria que no defienda un realismo exacerbado. Sí es injusta la valoración que Jovellanos hace de Lope: Lope de Vega, que había admirado las máquinas, las decoraciones y la música de los teatros de Italia, y cuyo ingenio jamás pudo sufrir la sujeción de los preceptos, llevó por fin la comedia a aquel punto de artificio y gala en que la ignorancia vio la suma de su perfección y la sana crítica las semillas de la depravación y la ruina de nuestra escena (pág. 355). Podemos considerar que Rodríguez Méndez está acertado cuando critica la opinión de Jovellanos sobre Lope, pero no lo está cuando alude al presunto juicio muy negativo del intelectual gijonés sobre Calderón, ya que lo que en realidad dijo D. Gaspar en la Memoria de espectáculos, fue lo siguiente: pero los [dramas] de Calderón y Moreto, que ganaron entonces la primera reputación, son hoy, a pesar de sus defectos, nuestra delicia, y probablemente lo serán mientras no desdeñemos la voz halagüeña de las musas. (pág. 357). Y ubicar a Moratín hijo con El sí delas niñas junto a Ramón de la Cruz y enfrentado a Jovellanos es un error obvio, pues El sí…cumple todos los requisitos formales e ideológicas de la comedia neoclásica (unidades, intención didáctica). El mismo año 1972, Rodríguez Méndez, en un corto capítulo de otro libro suyo de comentarios socioculturales, Ensayo sobre el machismo español43, de nuevo arremete contra Jovellanos en cuanto redactor de la Memoria de espectáculos. Vuelve a criticar con dureza el elitismo respecto del teatro que él encuentra en los «ministros tecnocráticos» de los Borbones, uno de los cuales sería Jovellanos, del que reconoce, sin embargo, que fue «uno de los hombres más serios del gabinete reformista español» (pág. 53). En opinión del dramaturgo de la generación realista, desde mediados de aquel siglo el pueblo empieza a rebelarse contra los Borbones, con unas costumbres propias, una cultura «auténtica», que se manifiesta en diversas realidades, las que en el campo de las artes teatrales rechaza Jovellanos, quien, según Rodríguez Méndez, considera que «el teatro era más propio de la juventud aristocrática, depositaria de valores morales, y encargada vicarialmente, por el Estado, de transmitir al bajo pue43 José María Rodríguez Méndez, «Un renacimiento popular», Ensayo sobre el machismo español, Barcelona, Península, 1972, Ediciones de Bolsillo, 103, pág. 51-59. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 99-126 El siglo XVIII en el teatro español contemporáneo: una aproximación 123 blo tales valores» (id.). Es decir, Rodríguez Méndez está enfrentando al «pueblo» con la minoría ilustrada o aristocrática —de la que formaría parte Jovellanos— de obediencia extranjera. Para un historiador de hoy, la realidad fue otra, pues, como ya sabemos, la mayor parte de la aristocracia estaba en contra de la Ilustración, por lo que la minoría ilustrada (de origen burgués o aristocrático) tenía dos enemigos: la aristocracia tradicional y el pueblo llano, fácilmente manejable apelando a sus sentimientos castizos y patrióticos. En realidad, el crítico y dramaturgo contemporáneo está idealizando ciertas muestras de la cultura española, popular, castiza, incluso de «cordel» (argumenta con el conocido estudio de Caro Baroja Ensayo sobre la literatura de cordel), de las que cita tres aportaciones fundamentales del XVIII: el toreo de a pie, el cante jondo y los bailes y tonadillas (pág. 57). Casticismo romántico, diríamos con una expresión deliberadamente anacrónica respecto del XVIII. Pero no debe extrañarnos el modo de pensar de Rodríguez Méndez acerca del siglo XVIII, pues como creador teatral en los años sesenta había declarado qué tipo de personajes llevaban a las tablas los dramaturgos de su generación: Y nosotros, vagabundeando de aquí para allá, soñábamos con incorporarnos a la dura y difícil tarea de levantar en los escenarios la presencia de España, de una España abofeteada y malherida, cuyos representantes no podían ser otros que campesinos, prostitutas, delincuentes ensoñados, señoritos fracasados y aguardentosos, guardias, trashumantes, licenciados que ahorcaron la toga y gente de vida más o menos airada 44. Es obvio que no son los personajes habituales de los ilustrado o neoclásicos. Y todavía hace unos pocos años de nuevo Rodríguez Méndez nos ofrece otro testimonio de su rechazo de Jovellanos. En su drama histórico con muchos rasgos del género chico, La Chispa (Aguafuerte dramático madrileño)45, recrea el 1 y el 3 de mayo de 1808, vistos como preparación y como continuación de la revuelta popular, castiza, espontánea contra los invasores franceses, a la que se incorpora un personaje literario dieciochesco por el que Rodríguez Méndez siente verdadera devoción, el Manolo del sainete homónimo de Ramón de la Cruz46. De nuevo los ilustrados son objeto 44 José María Rodríguez Méndez, «Martín Recuerda, allá en Granada», en José Martín Recuerda, El teatrito de don Ramón. Las salvajes en Puente san Gil. El Cristo, Madrid, Taurus, 1969, El Mirlo Blanco, 11, págs. 37-39; la cita, en págs. 37-38. 45 José María Rodríguez Méndez, La Chispa (Aguafuerte dramático madrileño), Madrid, UNED, 1999, edición de José Romera Castillo; en volumen conjunto con Reconquista (Guiñol histórico), que la precede. 46 P.e., le dedica tres capítulos de su libro recopilatorio Ensayo sobre el machismo español, los titulados «Vida y hechos del Manolo» (págs. 60-63), «Tragedia para reír o sainete para llorar» (págs. 64-67) y «Mentalidad del Manolo» (págs. 68-71), y recrea, actualizándola, su historia en su tragedia Los quinquis Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 99-126, 124 Antonio Fernández Insuela de crítica por los otros personajes a causa de su afrancesamiento, elitismo, etc. Esa actitud «antipatriótica» la encarnan dos «petrimetres o currutacos muy vestidos a la francesa» (pág. 109), D. Homobono y D. Santos, presentados irónicamente como pertinaces partidarios de afrancesar a los españoles. El día 1 de mayo esperan a D. Homobono un debate en la Academia y una tenida en la Logia (pág. 115). Y hallamos una brevísima pero para nosotros muy relevante caracterización física de D. Homobono: «un señor de mayor edad, con su peluca empolvada y el aire jovellanesco» (pág. 114). Rodríguez Méndez escribió La Chispa con motivo de un concurso convocado por el ayuntamiento de Madrid para celebrar la Constitución pero, en cierto modo, para exaltar al pueblo a sus paisanos madrileños47, según el dramaturgo «mirados con tan malos ojos por los universalistas afrancesados y bonapartistas de los nuevos tiempos de la transición» (pág. 32). A esa motivación añade otra, su recuerdo del asedio de Madrid cuando la guerra, «un pueblo perdedor, pero consciente de lo que es someterse a una potencia extranjera. En aquella ocasión la potencia soviética» (pág. 33). La Guerra de Independencia, los majos y chisperos madrileños, el pueblo llano madrileño frente a los franceses y afrancesados (despreciativos del pueblo y masones): otro lugar, otros personajes y otra fecha de la acción, pero la misma actitud que Pemán había utilizado respecto de Agustín Argüelles en Cuando las Cortes de Cádiz. de Madriz, protagonizada ahora por un legionario licenciado y sus amigos, que viven una historia de asalto a una joyería, asesinato de un sargento de la guardia civil, huida, detención, juicio y ejecución como cierto suceso real en el Madrid de los años sesenta. Sobre esta obra, puede verse nuestro estudio «Los quinquis de Madriz: Marginalidad y poder injusto», en José María Rodríguez Méndez, Teatro escogido. Tomo I, Madrid, Asociación de Autores de Teatro, 2005, págs. 411-419. 47 Su compañero de generación teatral José Martín Recuerda, defensor de un apasionado «iberismo» casticista, publicó en 1996 su drama La «Caramba» en la iglesia de San Jerónimo el Real (El Varadero de Motril (Granada), Asukaría Mediterránea, 1996, págs. 61-184; va precedido por otro texto, de carácter autobiográfico, titulado De mis recuerdos más queridos en Motril, págs. 17-60). En dicha obra, en buena medida vinculada al teatro musical, ataca duramente a ilustrados como el conde Aranda, por considerarlos afrancesados y desleales al verdadero espíritu popular español. Por el contrario, una mirada positiva sobre una figura clave del XVIII, Samaniego, la encontramos en la obra de Ignacio Amestoy La zorra ilustrada o Samaniego en el Madrid de Carlos III, (ADE Teatro, 50-51, abril-junio 1996, págs. 107-136). Al respecto puede verse nuestro trabajo «Personajes políticos y culturales en el teatro histórico actual: Del conde-duque de Olivares a Samaniego», en Wilfried Floeck y María Francisca Vilches de Frutos (eds.), Teatro y sociedad en la España actual, Madrid / Frankfurt am Main, Iberoamericana / Vervuert Verlag, 2004, págs. 87-98. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 99-126 El siglo XVIII en el teatro español contemporáneo: una aproximación 125 1993: FERNANDO DOMÉNECH Y JUAN ANTONIO HORMIGÓN Y A LA SOMBRA DE LAS LUCES Para concluir esta breve síntesis de textos que desde los años de la Segunda República la gente del teatro del siglo XX dedicó al siglo XVIII y, especialmente, a Jovellanos, recordaremos que de nuevo el autor de la Memoria de espectáculos aparece, muy brevemente, como personaje en un texto muy peculiar publicado en 1993, A la sombra de las luces48, escrito por Fernando Doménech y Juan Antonio Hormigón con motivo del Bicentenario Goldoni-España. La estructura de la obra consiste en una ficticia reunión, en la casa de Voltaire en Ferney, de numerosas personalidades del mundo teatral español y europeo vinculadas real o ficticiamente con Goldoni, que debaten sobre muchos aspectos del teatro de la época. En palabras de Juan Antonio Hormigón: este texto dramático recrea un encuentro inexistente cuyo espacio histórico no es otro que el de la Ilustración, sus luces y sombras, sus protagonistas y detractores, sus anhelos y humanas miserias, sus contradicciones y certidumbres. La Ilustración y Goldoni, convertidas en sustancia expresiva de un debate cuya contemporaneidad parece evidente49. Las opiniones que se ponen en boca de Jovellanos son una apretada síntesis (págs. 78-80 y 86-88) de los aspectos más conocidos —y discutidos— de la Memoria de espectáculos, los «medios para lograr la reforma» del teatro español de la época. Previamente, Fernando Doménech presenta al intelectual gijonés con palabras en su primera parte justas pero en la segunda poco comprensivas: O véase, en España, el caso de Jovellanos, el guía espiritual de toda la Ilustración española, que escribió, publicó y estrenó sin sonrojo ese precedente inmediato de todos los folletines y culebrones que lleva por título El delincuente honrado50. A la sombra de las Luces fue interpretado por importantes figuras del mundo de las artes escénicas, profesores, etc.51 El papel de Jovellanos lo interpretaba muy correctamente un director escénico —aunque más musical que teatral— internacionalmente reconocido, el asturiano Dr. Emilio Sagi. 48 Fernando Doménech y Juan Antonio Hormigón, A la sombra de las Luces, Asociación de Directores de Escena de España, 1993, Literatura Dramática Iberoamericana, 12. 49 Juan Antonio Hormigón, «Claroscuros», Op. cit., págs. 13-14; la cita, en pág. 13. 50 Fernando Doménech, «Las raíces de nuestro tiempo», Op. cit., págs. 15-26; la cita en pág. 17. 51 Hay una versión en DVD de dicha representación, incluida en el conjunto titulado ADE 25 años. Cinco acciones escénica (Madrid, ADE, s.a. —¿2005?—, edición no venal). Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 99-126, 126 Antonio Fernández Insuela A MODO DE CONCLUSIÓN Como hemos podido ver, la Ilustración52 sirvió de inspiración para diversos escritores españoles del siglo XX (monárquicos, falangistas, republicanos, marxistas, etc.), que, a partir de personajes o de ideas de aquella época, reflexionan en sus escritos dramáticos o en sus ensayos sobre conceptos sociológicos o políticos, muchas veces basados en oposiciones como patriotismo/antipatriotismo, pueblo/aristocracia, minorías/mayorías, monarquía/revolución, revolución/reforma, valores eternos/ideas extranjeras, religión/materialismo, valores espirituales/tecnocracia, etc., y sobre cuestiones estrictamente teatrales como libertad/unidades, teatro nacional/teatro clasicista, sainetes/tragedias, autos sacramentales/comedias clásicas, etc., Ramón de la Cruz/ Jovellanos, etc. Por lo que concierne a D. Gaspar, su compleja y ejemplar figura de político y escritor apareció con distintos niveles de importancia en varios textos teatrales o críticos de escritores contemporáneos. Es positivamente ejemplar para un conservador como Bonet y para un progresista como Pérez Casaux, y ejemplo a rechazar para el realista y casticista madrileño Rodríguez Méndez. Desde la visión cuasi hagiográfica de Joaquín A. Bonet al ridiculizado y escasamente desarrollado como personaje que es el D. Homobono de La Chispa hay una enorme distancia, pero ambas interpretaciones son igualmente sesgadas. Aunque no profundiza en las contradicciones o dudas de D. Gaspar, creo que Pérez Casaux, un brechtiano, es quien nos ofrece un Jovellanos con más facetas, pues aparecen sus muchos valores como reformador con diversos problemas, pero sin olvidar su condición de perteneciente a una clase social y cultural elitista que, en circunstancias muy difíciles, quiso reformar a España en lo social, lo económico y lo cultural. Tras reconocer los méritos y las carencias que hallamos en los diversos dramaturgos contemporáneos que en el presente estudio recrean o analizan la figura de Jovellanos, me parece que nuestro gran ilustrado sigue a la espera del dramaturgo español que, como hizo en la pintura Goya, nos lo presente, artísticamente, en toda su complejidad vital, con sus luces y sus sombras. Muchas gracias. Fernando Doménech, en su artículo citado en la nota 48, califica a la Ilustración y a sus hombres como un «esfuerzo intelectual asombroso» que crea «las raíces de un nuevo mundo. Eran los ilustrados, nuestros contemporáneos» (pág. 16). O como ya había dicho en 1935 el erudito Alfonso Par, quien muy pronto sería en Barcelona una temprana víctima de la guerra civil, «Por la libertad en el pensar, por el análisis en el sentir y por las dudas en el creer somos modernamente hijos del siglo XVIII» (Alfonso Par, Shakespeare en la literatura española. Tomo I, Madrid / Barcelona, Victoriano Suárez / Biblioteca Balmes, 1935, pág. 57). 52 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 99-126 La Economía Política al servicio del hombre 1 Juan José del Campo Gorostidi Consejero Delegado de Ideas en Metal S.A. A mi familia, a mis amigos y a los amigos de Jovellanos, en testimonio de gratitud por su presencia y apoyo en tan señalada fecha. E xcma. Señora Alcaldesa. Autoridades. Ilmo. Sr. Presidente de la Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias. Ilmos. Patronos. Amigos de Jovellanos. Señoras y Señores. Comienzo expresando mi sincero agradecimiento al Sr. Presidente y a los Sres. Miembros de la Junta Rectora por haber propuesto a la Junta General mi incorporación como Patrono a tan docta y querida institución: la Fundación Foro Jovellanos. Agradecimiento que hago extensivo a los Sres. miembros de la Junta General por su aceptación de la propuesta. Dn. José Antonio Hevia Corte, Vice-Presidente primero, acaba de pronunciar una inmerecida laudatio acerca de mi persona. Sus palabras surgen del afecto, en mayor medida que de la razón y de los hechos. Sin embargo, no oculto que en alguno de los rasgos de personalidad por él trazados me reconozco. En todo caso, si algún mérito tuviera, éste se debe más a los excelentes maestros que tuve a lo largo de mi vida que a las capacidades propias. Me considero un hombre afortunado por la educación en valores que recibí, tanto de mi familia como en el colegio. A los profesores y amigos universitarios, a todos cuantos he tenido ocasión de conocer y han sido mis tutores, mentores y compañeros en las distintas empresas en las que he trabajado, Gracias. Sería muy injusto nombrando en este momento a unos y silenciando a otros. Por ello, a todos los que contribuyeron a mi educación y formación, les hago llegar el testimonio de mi profundo agradecimiento. Manifiesto, al incorporarme al Foro Jovellanos como Patrono, mi disposición a trabajar en la apasionante tarea de honrar y divulgar la memoria y la obra de nuestro 1 Conferencia pronunciada por el autor el 6 de noviembre de 2009 en el Salón de Actos de la Biblioteca Pública «Jovellanos», de Gijón, con motivo de su toma de posesión como Patrono de la Fundación. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 127-140 ISSN: 1888-7643 128 Juan José del Campo Gorostidi ilustre polígrafo. Jovellanos constituye el paradigma de hombre ilustrado, por sus concepciones, informes, discursos e iniciativas. Su vida y su obra son el testimonio de un esfuerzo de síntesis, henchido de moderación y buen juicio, en una época convulsa de la Historia de España. Los avatares que vivió y padeció, no fueron capaces de alejarle de su ideario reformista, de la ética y de los principios de la moral cristiana orientada al logro del bien común2. Promover el conocimiento de la filosofía en la que se inspiró, los principios que guiaron su vida y la aplicación práctica de su pensamiento, además de ser benéfico en el orden social, resulta edificante en lo personal, al no existir tarea que procure mayor salud al espíritu que la de buscar activamente la forma de evitar todo el mal que podamos a nuestros semejantes, práctica conducente al logro de la Felicidad Pública. A ello me comprometo. Cuando me planteé la elección del tema sobre el que habría de versar mi disertación, asaltaron mi mente dos ideas. La primera guardaba relación directa con mi origen y profesión: los viajes de Jovellanos al País Vasco; sus relaciones con la Real Sociedad Vascongada de Amigos del País; el Seminario de Vergara; las investigaciones de los hermanos Delhuyar que conducen al descubrimiento del wolframio, la minería y la metalurgia en América; los establecimientos siderúrgicos de Liérganes y La Cavada; la creación del Real Instituto de Naútica y Mineralogía; el traslado de los armeros guipuzcoanos a Oviedo y su establecimiento en la confluencia de los ríos Nalón y Trubia; la contribución de Fernando Casado de Torres al desarrollo de la minería en Asturias. Unos años que van desde 1780 a 1801 en los que Jovellanos se ocupó de la Economía y de la Industria. Para un vasco-asturiano como yo, ingeniero de minas, que dedica su vida profesional a la ciencia y tecnología metalúrgica, el tema era sugerente: «La Metalurgia en la Ilustración Vasco-Asturiana y su influencia en América», bien podría haber sido el tema de esta disertación. Sin embargo, esta primera idea la descarté rápidamente, por considerar que el asunto debiera ser el objeto de mis trabajos de investigación y no el tema de mi disertación. Confiriendo prioridad al cumplimiento de mis obligaciones profesionales y al disfrute de mi familia, confío en poder llevar a término tan interesante proyecto. La segunda opción, que fue por la que opté, respondía a la necesidad de articular un discurso eminentemente divulgativo que aportara luces y contenido holístico a la principal preocupación de nuestra sociedad hoy: El papel que la Economía Política ha de tener en el logro de la amenazada Felicidad Pública. En materia de orientación de la economía y la acción política al servicio del hombre considero que Jovellanos nos ha dejado enseñanzas y reflexiones de gran valor. Trans2 Fernández de la Cigoña, Francisco. Jovellanos, Ideología y Actitudes Religiosas, Políticas y Económicas. Instituto de Estudios Asturianos. Oviedo, 1983. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 127-140 La Economía Política al servicio del hombre 129 ponerlas al mundo de hoy, derivando pautas y conductas que puedan conducirnos al progreso colectivo, constituye tan alto reto como prioridad social. «La Economía Política al servicio del hombre», es la reflexión que os traigo. Confío en que la encontréis ajustada a razón y de utilidad. Trataré, al respecto, de ser conciso y claro. Jovellanos, tras indagar acerca de las causas que determinaban la riqueza de las naciones, rechazó que ésta pudiera residir en la posesión de los mayores medios de ofensa y defensa, concluyendo que por encima de otras era cuestión de la Instrucción del pueblo. Instrucción práctica y rectitud moral y política. Decía nuestro querido ilustrado: […] que la perfección de la política depende la instrucción sólo podrán dudarlo aquellos que por este nombre no entienden otra cosa que el arte de conducir una intriga, o sea, una negociación. Para estos, la previsión, la astucia y el disimulo son los únicos auxiliares de este arte, que en último resultado se reduce al arte de engañar3. ¿Por qué Jovellanos incluye a la moral en el objeto de la instrucción? Muchas son las razones que nos da acerca de esta conveniencia en su discurso sobre la «Economía Civil y la Instrucción Pública», cuya detenida lectura recomiendo. Si Jovino nos dice que no tiene ni el fondo de doctrina ni el vigor de elocuencia que fueran necesarios para tan importante designio, imaginar podréis mis limitaciones al respecto. Por ello, opto por transcribir sus razonamientos, plenamente vigentes hoy: Si buscamos las causas inmediatas de la corrupción, las hallaremos, ya en los extravíos de la legislación, ya en la flaqueza de los gobiernos, ya en los vicios de las instituciones civiles, ya en la carencia o en la perversión de la educación, o en fin, en otra muchedumbre de causas, que aunque menos grandes y manifiestas, no por eso son menos derivadas de la ignorancia ni más dependientes de la instrucción. La instrucción es la base del Estado Social y de la Economía Política que Jovellanos visiona, un adelantado de los tiempos, al situar en el capital intangible, ligado a la instrucción de la persona, la clave de la prosperidad pública. Jovellanos no estuvo solo en este camino. José del Campillo, precursor de la economía política moderna. Álvaro Flórez Estrada, autor del tratado «Curso de economía política» en el que adopta las ideas de Malthus. Pedro Rodríguez, Conde Campomanes, extraordinario reformador y autor del «Discurso sobre el fomento de la industria popular» publicado en 1774. Antonio Raimundo Ibáñez, Marqués de Sargadelos, 3 Jovellanos, Gaspar Melchor de. Obras Completas. Tomo X. Escritos Económicos. «Introducción a un discurso sobre la economía civil y la instrucción pública». Pág. 891. KRK Ediciones. Oviedo, 2008. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 127-140 130 Juan José del Campo Gorostidi pionero industrial de España, como señaló Luis Adaro. Un pabellón de hombres ilustres, asturianos los más de ellos4. La utopía de Jovellanos expresada en los últimos versos de respuesta a una epístola de Moratín: Un pueblo solo entonces, una sola Y gran familia, unida por un solo Común idioma, habitará contenta Los indivisos términos del mundo nos permite comprender el sueño que inspiraba sus actuaciones, orientadas al desarrollo de una Economía Política al servicio del hombre5. Una filosofía que, salvo matices, coincide con la expresada por Kant en La Paz Perpetua. Jovellanos soñaba con un mundo global en armonía. Kant, más pragmático, alertaba acerca del riesgo que podría suponer la eliminación de las barreras asociadas a los diferentes idiomas y religiones ante el eventual avance de un estado dominador hegemónico en el mundo. Un temor fundado. Las mismas preocupaciones y problemas de hoy, presentes hace 200 años, objeto de la reflexión de dos ilustrados clarividentes6. Lamentablemente para todos, la globalización de la economía, que pudo entenderse como la vía que nos conduciría al progreso de todas las naciones del mundo, ni nos ha traído más riqueza, ni mayor bienestar social, en contra de lo que se pudiera suponer. Los países más pobres de la tierra continúan siéndolo. La liberalización de los mercados en las economías planificadas ha dado paso a la corrupción. El denominado Consenso de Washington de 1989, muñido por Williamson entre el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el Departamento del Tesoro Norteamericano, tras la caída del telón de acero, fue incapaz de procurar el desarrollo armónico de las naciones del mundo. El denominado «fundamentalismo del mercado», basado en el mantra: estabilizar, privatizar y liberalizar, tuvo todo tipo de consecuencias negativas: ▶ ▶ Frenó el desarrollo de las naciones más pobres al imponerles políticas fiscales y restricciones financieras que perjudicaron al desarrollo de sus incipientes economías. Facilitó los procesos de consolidación empresarial, propiciando la cartelización, con sus negativas consecuencias en la liberalización de los mercados y en los mecanismos de formación de precios. 4 Roman Collado, Rocío. La Escuela Economista Española. Pág.32. Servicio de Publicaciones. Universidad de Cádiz. Cádiz, 2003; Adaro, Luis. Datos y documentos para una historia minera e industrial de Asturias. Tomo I. Suministros Adaro. Gijón, 1981. 5 Jovellanos, Gaspar Melchor de. «Respuesta a una Epístola de Moratín. 30 de abril de 1796». B.A.E. XLVI, págs. 46-47. 6 Kant, Immanuel. ¿Qué es la Ilustración? Alianza Editorial. Filosofía. Madrid, 2004. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 127-140 La Economía Política al servicio del hombre ▶ 131 No fue capaz de evitar la ingerencia del estado en la economía de países como China e India, que vieron la globalización como una oportunidad para convertirse en la fábrica del mundo, exportando a todo el orbe sus productos manufacturados, fabricados en condiciones de dumping social y medio-ambiental7. En suma, propició el avance de la información asimétrica en la economía, impidiendo la actuación de la denominada mano invisible, tal y como la definió Adam Smith: orden económico natural que regularía los mercados sin la intervención del Estado8. Estamos viviendo las consecuencias de un descabellado proceso de globalización económica que permitió la concentración del poder en cada vez menos actores económicos. Eminentes economistas, prestigiosas escuelas de negocios, poderosas administraciones, reputados bancos de inversión, y lo que resulta más grave, las instituciones de control y gobernanza de las finanzas mundiales, no fueron capaces de impedir ni de alertar acerca de la crisis que se estaba gestando, menos aún de sus causas, impacto y duración9. El fracaso en el pronóstico y la discrepancia en fijar las medidas que deben aplicarse para corregir el rumbo de la economía —una vez que se constató que habitaba entre nosotros—, han conducido al relativismo con el que desde las instancias políticas se contempla la realidad. Tantas son las opiniones formuladas respecto a un asunto tan complejo que no resulta difícil para el político descalificar todas las que proceden de sus oponentes, adoptando como método de conducta la crítica destructiva, signo distintivo de las mentes limitadas que en la parálisis y la destrucción encuentran el caldo de cultivo adecuado para desenvolverse. Obrar para hacer daño al oponente, no para procurar el bien común, parece ser su máxima. Mientras asistimos a descalificaciones cruzadas que nada aportan, en nuestro país, una de cada seis personas que quieren acceder al mercado de trabajo no encuentra la oportunidad de hacerlo, siendo el paro el estigma de un fracaso social que a todos nos concierne. Hemos prescindido de 4.300.000 compatriotas, apartándolos de los circuitos del trabajo, privándoles del principal medio que procura el desarrollo y edifica la dignidad personal: el trabajo. A pesar de ello, nos empecinamos en sostener, fanáticamente y por intereses de clase, que el sistema de relaciones laborales es adecuado. Maniqueísmo de buenos y malos, que no duda en satanizar al empresariado. Un discurso inmoral ante el que nos rebelamos. Todo ello ante la pasividad del gobernante, 7 Fishman, Ted C. China S.A. Cómo la nueva potencia industrial desafía al mundo. Debate. Random House Mondadori, SA., Barcelona, 2006. 8 Smith, Adam. La Riqueza de las Naciones. Alianza Editorial, Madrid, 2002; Lluch, Ernest. «Jansenismo y Polizeiwissenschaft en Adam Smith». Revista de Economía Aplicada, Nº 18. Volumen VI, págs 157-167. Barcelona, 1998. 9 Amat, Oriol. Euforia y Pánico. Aprendiendo de las burbujas. Edit. Profit. Barcelona, 2009. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 127-140 132 Juan José del Campo Gorostidi incapaz de poner orden en la reforma del sistema de relaciones laborales, al tiempo que dispensa morfina social en forma de subsidios. ¿Qué ha de suceder para abordar el combate del desempleo que lastra nuestra sociedad? Como señalaba este verano en la ponencia «Humanismo y Empresa», pronunciada en la Sociedad Económica de Amigos del País de Avilés: El origen de la actual crisis hunde sus raíces en una equivocada escala de valores sociales, fundamentada en el relativismo moral, en la ignorancia del hombre, en la preeminencia de la especulación sobre la creación de valor social, y en la prevalencia de la función manipulativa sobre el conocimiento y la verdad 10. En tanto y cuanto la Economía Política no tenga como centro y objeto de su praxis al hombre no superaremos la crisis. Podremos avanzar en conocimiento científico, dirigir la tecnología a la fabricación de artefactos que estimulen la demanda del consumidor. Podremos ofrecer servicios orientados a disfrutar de una vida más fácil y moderna. Mas no por ello esperemos lograr una sociedad más justa, formada por hombres libres, con discernimiento para orientar su vida al servicio y logro del bien común. Niego categóricamente la aplicabilidad del principio de «mejorismo científico» a las Ciencias Sociales, entre las cuales sitúo a la Economía. En el orden social, a diferencia de lo que ocurre en el mundo natural —desarrollado gracias al avance continuo de las disciplinas científico-tecnológicas—, la regresión es posible. En materia social no es mejor lo más moderno, pues moda no es atributo que implique valor11. No es cuestión de perfeccionar la econometría con sofisticadas técnicas computacionales que traten de emular el comportamiento del homo oeconomicus. Cada vez surgen más voces de economistas que proclaman no entender el cientifismo económico y, constatando la incapacidad de resolver por vía matemática el problema, sugieren acudir a la inspiración que puede procurar el pensamiento filosófico. No es cuestión de establecer restrictivos códigos de conducta de obligado cumplimiento, ni de topar por ley las retribuciones de los ejecutivos de la banca y de la empresa. No es cuestión de regular el mercado hasta estrangularlo. No es cuestión de sustituir la iniciativa privada por el fomento público de la actividad económica. No es cuestión de someter el valor del suelo a la ensoñación de un urbanismo de ciudadanía. Todas estas leyes, normas, directrices y medidas contra-ciclo emulan al péndulo, maldita máquina física destinada a consumir su valiosa energía potencial en oscilación y fricción. No es esto lo que la sociedad civil precisa y demanda. Del Campo Gorostidi, Juan José. Conferencia «Humanismo y Empresa». En la Sociedad Económica de Amigos del País de Avilés, Junio, 2009. 11 Huerta de Soto, Jesús. «La crisis del paradigma walrasiano». En Estudios de Economía Política. Unión Editorial. Madrid, 1994. 10 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 127-140 La Economía Política al servicio del hombre 133 Se trata de que el hombre se interrogue acerca de las razones que le llevan a seguir una determinada pauta de conducta; más aún si ostenta el poder. Debiéramos preguntarnos a la hora de tomar decisiones y actuar si aquello que queremos hacer, aquello que deseamos y buscamos para nosotros y nuestros afines, pudiera llegar a constituir una máxima universal de comportamiento que otros pudieran también adoptar, derivándose de ello un bien social agregado. Son los actuales tiempos que demandan un liderazgo de servicio. Libertad, luces y auxilios propugnaba Jovellanos. Vivir honestamente, no cometer injusticias, mostrarse moderado en el goce y paciente en la enfermedad son las propuestas de Kant. Principios de los que el hombre se aleja, ya que éste no cifra sus principales anhelos en la libertad que la filosofía de la Ilustración procuraba. La conquista y el ejercicio de la libertad de decidir y actuar requiere de elevado esfuerzo personal; tendencia contraria al logro de los denominados fines naturales, más espurios: gozar de buena salud, tener a salvo nuestro dinero y superar finalmente el temor a la muerte. Por ello, en la historia del mundo, siempre han surgido osados taumaturgos, capaces de conquistar los favores del pueblo con promesas de imposible cumplimiento. Lo vemos cada vez que la sociedad se ve abocada al fracaso. Entonces, cuando la adversidad llega en forma de crisis económica o disturbio social, consecuencias siempre de una previa crisis de valores, la mirada se torna hacia el poder constituido, aquel en el que habíamos confiado nuestra tutoría, como si nosotros, los actores, no tuviéramos responsabilidad en los hechos acaecidos. Es el precio que pagan las naciones que no alcanzaron la mayoría de edad. Pensando por cuenta propia, abandonando el cómodo estado de pupilo, puede aspirarse al distanciamiento de los prejuicios, las supersticiones, el fanatismo y la desmedida ambición humana; causas primigenias de la actual crisis. Podemos preguntarnos por qué la más noble de las tareas, aquella que supone el servicio a la comunidad, al bien común, el arte de lo posible, esto es, la Política, desciende posiciones en la escala de valores sociales. ¿Por qué la Economía sirve a los poderosos y no encuentra acomodo entre los más desfavorecidos? ¿Por qué nos produce aversión la educación en valores? ¿Por qué no se fomenta la cultura del esfuerzo y la lealtad? ¿Por qué nos refugiamos y rodeamos de los afines, de los correligionarios, de los de nuestra clase y condición, negando la virtud ajena, hasta el punto de ensalzar nuestra mediocridad rechazando la aportación del otro? Porque la sociedad está enferma. Está afectada de un grave mal, el peor que pudiéramos tener. El problema no es la escasez de capitales, ni la limitación del crédito, ni el calentamiento global, por más que éste sea una realidad, ni siquiera se trata, una vez más, de nuestras conocidas carencias tecnológicas y de conocimiento útil. La crisis actual es una crisis de valores. De ella se saldrá con el esfuerzo del individuo, si éste se orienta al bien común. De los políticos, de todos ellos, independientemente de sus siglas, ideologías y principios esperamos y exigimos que sepan concordar las bases sobre las que edificar una Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 127-140 134 Juan José del Campo Gorostidi Economía Política al servicio del hombre. Que la legítima y enriquecedora discrepancia se mantenga dentro de los cauces de la educación y el debate sosegado, teniendo presente que los administrados, y especialmente los más desfavorecidos, no tienen más esperanza de progreso futuro que un recto camino colectivo hacia la Felicidad Pública. Un estado fuerte y justo, reconocido por su competencia y saber, que administre el poder con equidad, especialmente beligerante ante las ansias de los poderosos. Un poder legislativo que adopte como principios de actuación los de perfectibilidad y rigor, frente a los de confrontación sectaria y superficialidad. El ciudadano espera y precisa de leyes que coadyuven a generar la confianza necesaria para que la economía se desarrolle, señalando el camino evolutivo de la sociedad hacia el progreso. Como señalaba Jovellanos, la perfección de la política depende la instrucción, al procurar ésta el discernimiento necesario para derogar las leyes inútiles o perniciosas y formar las necesarias. Las enseñanzas de la historia debieran estar presentes a la hora de tomar opción acerca de las medidas que deben adoptarse para recuperar la senda del progreso. En tal sentido, conviene recordar que el principio económico formulado por David Ricardo a partir de la tesis de Juan Bautista Say: toda oferta crea su propia demanda, resultó falso. Lo hemos visto también en la actual crisis12. Malthus, discípulo de Adam Smith, apreciaba como causa de la crisis de 1815 la contracción de la demanda, con la consiguiente caída de precios, y no la escasez de capitales. Malthus señalaba que tanto el capital como el desempleo pueden ser excesivos al mismo tiempo y durante un largo período en comparación con la demanda real de productos. La Gran Depresión del 29 confirmó su teoría: debe existir una demanda solvente que permita dar salida a la oferta de nuevos productos, que es lo mismo que decir que deben existir compradores con suficiente poder adquisitivo. Ello requiere del progreso de los necesitados13. Del crack del 29 se salió mediante la aplicación de políticas keynesianas y autárquicas, orientadas a la autosuficiencia económica y el relanzamiento de la industria militar. Yo no me encuentro capacitado para aventurar cómo saldremos de la actual crisis, tan sólo confío en que la evidencia de que la guerra no es la solución, nos llevará a considerar como opción más plausible la mejora de las condiciones de vida en las naciones del mundo. Tornando nuestra mirada hacia las naciones más necesitadas podremos vislumbrar un futuro mejor. Hacerlo nos conviene, aún cuando sólo sea por interés económico. 12 Sraffa, Piero. The Works and Correspondance of David Ricardo. Cambridge University Press. Cambridge, 1951; SAY, Juan Bautista. Tratado de Economía Política ó Exposición sencilla del modo con que se forman, se distribuyen y se consumen las riquezas. Traducción de D. Juan Sánchez Rivera. Imprenta de D. Fermín Villalpando. Madrid, 1821. 13 Malthus, Thomas. An Essay on the Principle of Population. Impreso por J. Johnson en St. Pauls Church Yard, Londres, 1798. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 127-140 La Economía Política al servicio del hombre 135 En mi opinión constituiría un grave error confiar la solución de la crisis a la sola estimulación de la demanda que procuran las medidas Keynesianas. Es necesario también ajustar la oferta a niveles de sostenibilidad, permitiendo que la mano invisible del mercado actúe. Para ello es preciso que las instituciones que se ocupan de la gobernanza y el control aseguren que la actividad económica se realiza en el mundo en términos de justa competencia, con acceso transparente a la información que se precisa para decidir en igualdad de condiciones. Hemos de recuperar la confianza en el mercado, aprendiendo de los errores cometidos para no repetirlos. Condenar al mercado y bendecir el intervencionismo del estado es tan equivocado como perverso. Los problemas de hoy, tristemente, son también los de ayer. La inteligencia de Jovellanos, su laboriosidad y permanente contacto con la realidad le permitía percibir la limitada condición humana en el tránsito del antiguo régimen al nuevo. En Asturias comprobaba cómo la explotación del carbón de piedra no procuraba al hombre un excedente económico que le permitiera progresar más allá de cubrir lo que él denominaba el mero necesario. La ley de hierro del salario promulgada por Malthus se cumplía a la perfección. A los asentistas no les preocupaba el progreso científico-tecnológico, tampoco el bienestar y progreso de los mineros; sólo la especulación que les procuraba el comercio del carbón, del cual obtenían abultados excedentes que dedicaban a la formación de capitales. Los mismos anti-principios que han conducido al proceso de auge-crisis que hemos generado en años pasados y ahora lamentamos. No nos importó arriesgar con la especulación si de ella cabía esperar pingües beneficios. Una cultura nefasta que deja el país hecho un solar industrial, tras unos años en los que parecía haber retornado a la economía la piedra filosofal de la fisiocracia, esta vez en clave urbanística. Se nos apunta la necesidad de un cambio de modelo productivo. ¿De cuál? ¿Del especulativo? No puedo sino estar de acuerdo. El problema radica en que no estamos preparados ni intelectual, ni humana, ni tecnológicamente para ello. Un cambio de modelo, como se ocupan en señalar las ciencias de la dirección, requiere de la modificación de las estructuras. Si éstas no se alteran no se producirá el resultado, pues la energía aplicada a tal fin se consumirá en las fricciones internas que pugnarán por mantener el status-quo establecido. Me refiero a la importancia que adquiere evitar que la descentralización administrativa alcanzada en nuestro país haga prevalecer los intereses locales, por legítimos que estos sean, más allá de lo conveniente para el interés general y la eficiencia global. Un difícil equilibrio que requiere de árbitro y garante, tarea que la ciencia política ha confiado al estado, a la separación de poderes y al distanciamiento de éste respecto de los administrados, especialmente de los más poderosos. Alertar acerca de este riesgo no es descubrir nada nuevo. Con ocasión de la instalación de los primeros hornos de carbonización en Langreo, Jovellanos hace mención en su Diario a la carta dirigida por Fernando Casado de Torres —impulsor de la miCuadernos de Investigación, 3, 2009, 127-140 136 Juan José del Campo Gorostidi nería en Asturias— al Baylío Frey Dn. Antonio Valdés en la que denuncia la intolerable actitud del Juez de Langreo, Dn. Fernando de la Riva, conocido como el rey de Langreo, que da pábulo a la defensa de los intereses locales ejercidos sus parientes, sus amigos y corifeos, dificultando el ansiado progreso14. Si Jovellanos fue capaz de articular su pensamiento en un tiempo histórico, el Siglo XVIII, en el que antiguo régimen, absolutismo, ilustración, ciencia, liberalismo, regalismo, reforma, revolución, iglesia y herejía libraban memorables combates, a los que la envidia y la codicia humana no eran ajenos, lo fue por su mayor altura moral, por su acendrada formación religiosa, por su rectitud en el obrar y por su reconocida laboriosidad, no exenta de una capacidad intelectual que alimentaba su infatigable curiosidad por todos los campos del saber. Un hombre ilustrado que saliendo de los salones y las escribanías, viajó, vio, estudió y documentó. Una vida dedicada al perfeccionamiento de la sociedad de la que él era un miembro destacado y preclaro. Quiero con ello significar que si difíciles son los tiempos de hoy, no eran menos complejos los de entonces y que si Jovellanos tuvo capacidades intelectuales singulares, las puso en valor gracias al ejercicio de su voluntad, trabajo, rectitud y espíritu de servicio. Qué importante resulta recordarlo hoy, cuando asistimos al encumbramiento de modelos de comportamiento social que nada tienen que ver con los valores señalados. La alternativa radica en el activismo humanista, como señala Erich Fromm en su obra El humanismo como utopía real15. Carl Menger en sus Principios de Economía edificó la ciencia económica a partir de la consideración del hombre como actor y protagonista de los procesos sociales16. Las fuentes de esta forma de construir la ciencia económica podríamos encontrarla en los escolásticos españoles de la Universidad de Salamanca en los siglos XV y XVII. En esencia, podríamos resumir su enfoque en el hecho de situar el análisis científico de la economía bajo la perspectiva subjetiva del ser humano que actúa17. De esta concepción humanista surge el subjetivismo que impregna la escuela austríaca. Uno de sus exponentes, Ludwig Von Mises, niega el valor del socialismo real y de su antónimo, la regulación, por cuanto que ambos sistemas —como señalaba anteriormente— atentan contra el libre actuar de las personas. Von Mises, va aún más lejos al considerar que la función empresarial es la manifestación de la capacidad huJovellanos, Gaspar Melchor de. Obras completas. T. VII. Diario 2º.- Ed. crítica, int. y notas de María Teresa Caso Machicado y Javier González Santos, Pág. 4. «Diario del martes 2 de setiembre de 1794». Oviedo, IFES. XVIII, Colec. de Autores Españoles del Siglo XVIII, 22-VII. Ayuntamiento de Gijón, 1999. 15 Fromm, Erich. El humanismo como utopía real. Ediciones Paidós. Barcelona, 2007. 16 Menger, Carl. Principles of Economics. New York University Edition. Nueva York, 1976. 17 Vara Martín, Julián. De la obediencia a la unidad. Estudio sobre el orden político en el pensamiento de santo Tomás de Aquino. CEU Ediciones. Madrid, 2008. 14 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 127-140 La Economía Política al servicio del hombre 137 mana para vislumbrar un potencial subjetivo de generación de valor —obtención de un beneficio— ante unas circunstancias concretas del entorno, no exentas de riesgo18. Ante la innata capacidad creativa del ser humano, no cabe sino reconocer la imposibilidad de establecer relaciones funcionales que permitan construir un modelo que represente con fiabilidad la actividad de emprender. Por tanto, los enfoques reduccionistas y técnicos no son de aplicación para resolver las crisis económicas: ni la actual, ni las que fueron ni las que vendrán en el futuro. Toda una lección acerca de la limitada capacidad de la naturaleza humana de aprender de sus propios errores. Negada la virtud de la especulación como base empresarial, cabe señalar a la industria como fuente permanente de progreso y bienestar de los pueblos, tal y como ya señalaba en 1779 Nicolás de Arriquíbar, miembro de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, en su tratado Reflexiones sobre el Amigo de los Hombres. Arriquíbar refutaba entonces la fisiocracia del Marqués de Mirabeau, cuya doctrina relegaba la manufactura. «La industria de la nación es el más firme aumento de la población y de la cultura», decía. El País Vasco es una buena muestra de ello, en él una pléyade de empresarios, con iniciativa y coraje, amén de un vigoroso movimiento cooperativo lograron desarrollar la industria. Su influjo, nuestros ilustrados y el carbón de piedra hicieron posible que Asturias se incorporara también a la revolución industrial. La invasión de las tropas francesas, que comienza en Guipúzcoa, propició el desplazamiento de la industria militar y metalúrgica hacia el Occidente, beneficiándose también Asturias de ello. Jovellanos en su viaje al País Vasco en Agosto de 1791 comprobó la bondad de las carreteras vizcaínas, el avance tecnológico de los carros respecto a los de Asturias, así como la utilización del carbón de piedra inglés, más activo y con menos azufre que el asturiano. En su viaje observó el signo distintivo de la industria guipuzcoana, la dispersión de sus ferrerías y fábricas de armas. Una industria que desde el siglo XVI exportaba sus producciones férreas a los territorios europeos de la fachada atlántica y posteriormente a América, tal y como lo ponen de manifiesto los documentos de la bolsa internacional de seguros marítimos de la Corona de Castilla, radicada en Burgos19. Un modelo productivo alejado del concepto de grandes Fábricas Reales, que se mostraron como unidades ineficientes, consumidoras de los recursos de la Hacienda Pública y en las que la innovación, las más de las veces, terminaba en fracaso. Por el contrario, el modelo industrial del País Vasco, basado en la regulación gremial, la complementariedad, la solidaridad en el reparto del trabajo, el progreso fundamentado en la especialización, fue precursor de progreso, hasta que en el último tercio del siglo Von Mises, Ludwig. La Acción Humana. Tratado de Economía. Unión Editorial. Madrid, 2007. Elizalde Armendáriz, Ignacio. «Jovellanos y El País Vasco». En Eusko Ikaskunza, 9. IX Congreso de Estudios Vascos, Bilbao 1983. Antecedentes próximos de la sociedad vasca actual. Siglos XVIII y XIX, Diputación Foral de Guipúzcoa, San Sebastián, 1984. 18 19 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 127-140 138 Juan José del Campo Gorostidi XVIII los abusos de la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas, monopolista del comercio con Venezuela, el retraso en los pagos de la Corona y la invasión francesa —ya mencionada— desmembró la urdimbre empresarial. Tal parece que a Jovellanos no le gusta todo lo que ve. Califica a las industrias vascas de pequeñas y focalizadas en el hierro, juzgando superior a Asturias por su diversidad económica. Lamenta no disponer en Asturias de la gran ventaja económica que para el País Vasco representaban los fueros. Por el contrario, en materia de diversión y regocijo, le llama poderosamente la atención el sentimiento de pertenencia que observa en el pueblo, independientemente de su condición, género y edad. Al observar las fiestas y juegos populares llega Jovellanos a decir: ¡dichoso yo si lograse trasladar esta sencilla institución a mi país, en la plaza del nuevo Instituto, comenzando con los alumnos! Un indicativo del secular culto a las tradiciones por parte del pueblo vasco. Pienso que los viajes de Jovellanos al País Vasco, más allá de los pocos favorables comentarios referidos a la organización de su industria, dejaron en él huella imborrable. En su discurso ante la sociedad de amigos del país de Asturias pronunciada el 6 de mayo de 1782, propugnaba el envío de dos pensionados al Seminario de Vergara para instruirse en matemáticas, física experimental, química, mineralogía y metalurgia. Formación que habría de continuar en Francia, Inglaterra y otras provincias del Norte. Ellos debieran ser, dice, los maestros del Seminario de Nobles que Asturias precisa. Jovellanos fue un maestro en lo que hoy denominamos vigilancia tecnológica y análisis de la competencia. Difícilmente encontraríamos hoy persona en nuestras organizaciones capaz de sacar más y mejor provecho a los viajes. Sus apreciaciones en materia de carreteras, geografía, folclore, técnicas y oficios siempre fueron precisas y rigurosas. Un meticuloso observador capaz incluso de describir procesos que le eran ajenos a su formación. Como testimonio de ello, hago referencia al modo en que Jovellanos describió el proceso de forja de espadas en el País Vasco. Recientes estudios de paleo-metalurgia realizados sobre las armas encontradas en la tumba de Esteban de Garibay, han permitido evidenciar que el proceso de forja de las mismas descrito por Jovellanos se corresponde hasta en sus más mínimos detalles con las evidencias desveladas hoy mediante el empleo de sofisticadas técnicas analíticas. Conceptos habituales entre nosotros, tales como los programas Erasmus, las agrupaciones empresariales innovadoras o clusters, la internacionalización, eran practicados ya hace 200 años. Lo que sucede es que todas estas buenas prácticas, concluida la Ilustración, las abandonamos. Las relaciones del sacerdote botánico español José Celestino Mutis con Alexander von Humboldt y Carl Linneo; la formación de Fausto Delhuyar con el barón Born en métodos de amalgamación20; Jorge Juan, la indiscutida 20 Gutiérrez, Ramón. El árbol de hierro. Ciencia y utopía de un asturiano en tiempos de la Ilustración (1750-1800). Ediciones Trea. Gijón, 2007. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 127-140 La Economía Política al servicio del hombre 139 figura científica española del segundo tercio del siglo XVIII21; Agustín de Betancourt, patriarca de la ingeniería moderna que se relaciona con Watt y Breguet; la contribución de Francisco Stivenard en La Cavada; Joseph Townsed y Lord Holland22 viajeros por España; Francisco Casado de Torres, impulsor de la minería del carbón de piedra en Asturias. Todos ellos contribuyeron, como señaló Luis Adaro, a la realización de los estudios más científicos, técnicos y serios que se hayan hecho nunca 23. Felipe V propició que el siglo XVIII fuera el siglo de oro de la botánica española, apoyando las expediciones de los más eminentes científicos, españoles y extranjeros. Con la llegada al poder de Carlos III, el marqués de la Ensenada impulsó la creación de una Academia de las Ciencias, proyecto que desgraciadamente no vio la luz. A su caída, Campomanes retomó el proyecto reduciendo su alcance. Fue posteriormente el Conde de Floridablanca quien traslada la idea a Carlos III en 1785. Proyecto que no fue capaz de rematar ni con Carlos III ni con Carlos IV. Finalmente, se optó por apoyar la aplicación práctica del conocimiento a pequeña escala, en lugar de constituir la Academia en el actual Museo del Prado. Del «Dios es la verdad», del medioevo España pasó con dificultad y tibieza, temor diría yo, al novedoso lema ilustrado «La verdad es la ciencia». Una gran oportunidad de progreso perdida por España que dilapidan Carlos IV, Godoy y Fernando VII. Desde entonces nuestro país presenta un secular retraso científico-tecnológico respecto de las naciones con las que pactábamos o guerreábamos, alternativamente, para alcanzar la hegemonía mundial. España no pudo llevar a término la creación de una gran Academia de las Ciencias, al contrario de lo que hicieron las naciones más avanzadas. Conviene recordarlo ahora que las competencias autonómicas han propiciado la creación de un sin número de universidades, centros tecnológicos y fundaciones que en cada pueblo de España pretenden abarcar todas las ramas del saber. Bien está para extender la cultura, pero dudo mucho que sea económicamente sostenible y científicamente provechoso. De la universalidad y la dispersión de recursos en materia de ciencia no cabe esperar que surja la excelencia, y, sin ella, el progreso no será posible. Afortunadamente, comienzan a detectarse algunas iniciativas que tienen a consorciar esfuerzos entre distintas comunidades. Por este camino se ha de avanzar, especialmente para hacer frente al nuevo escenario económico en el que los recursos serán más escasos que en el pasado. Jovellanos en su discurso ante la Real Sociedad de Amigos del País de Oviedo el 6 de mayo de 1782 expuso la necesidad de profundizar en la formación práctica, trascendiendo de las ciencias intelectuales, más recónditas y menos comunicables, González de Posada, Francisco. La Ciencia en la España Ilustrada. Instituto de España. Madrid, 2007. Moreno Alonso, Manuel. «Lord Holland y los orígenes del Liberalismo Español». En Revista de Estudios Políticos. Nº 36. págs. 181-217. Noviembre-Diciembre, 1983. 23 Ibidem. Adaro, Luis. 21 22 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 127-140 140 Juan José del Campo Gorostidi para orientar la instrucción hacia las profesiones ordinarias de la vida civil. Jovellanos clamaba por la formación de geómetras, astrónomos, arquitectos y mineralogistas, frente a la de teólogos y jurisconsultos. La creación del Real Instituto Asturiano fue propuesta a Carlos IV en 1789 y posteriormente en 1792. Aprobada por el Rey su implantación en Gijón y su dotación económica, el 12 de diciembre de 1792, sus tres cátedras básicas de Matemáticas, Náutica y Mineralogía no pudieron comenzar sus clases hasta el 7 de enero de 1794. Fue tal la oposición que encontró en la Diputación del Principado de Asturias, en la representación de la ciudad de Oviedo, en el Rector y claustro de la Universidad de Oviedo, y en muchos otros conspicuos intrigadotes al servicio de intereses personales y localistas, que de no haber sido por el decidido apoyo del Baylío Frey Dn. Antonio Valdés, los esfuerzos de Jovellanos no hubieran llegado a buen término. No es de extrañar, por tanto, que el nombre de Valdés figurara enmarcado en una corona de olivo en una de las puertas de la institución en agradecimiento a quien había hecho posible el Instituto que tenía como máxima Quid Verum, Quid Utile o en castellano, A la Verdad y a la Utilidad Pública. Once años para ejecutar el proyecto y tan sólo siete para destruirlo. Sus enemigos se concitaron para conseguir que el Ministro de Marina dictase la suspensión de las obras del nuevo instituto el 20 de noviembre de 1800, suspendiendo la pensión de los 60.000 reales del Nalón y culminando el desafuero con la vil detención de Jovellanos el 15 de marzo de 1801 y posterior destierro a Mallorca. El 16 de octubre de 1803, los enemigos del pueblo consiguen finalmente su objetivo, la promulgación de la Orden Real de supresión del Instituto Asturiano. Cuando Jovellanos retorna a Gijón el 6 de Agosto de 1811 todavía le quedan fuerzas para retomar su obra, dilapidada por los enemigos de su nombre y consumada por los enemigos de la patria. A ella dedica la cuarta parte de su paga y todos sus anhelos: […] fuente de la prosperidad de los pueblos… A esto sólo he vuelto entre vosotros después de tan larga ausencia, y a esto consagraré el resto que me ha quedado de fuerza, después de tantas persecuciones y trabajos. Ayudadme, pues, en tan patriótico designio y haced en beneficio de tan recomendable establecimiento, algún pequeño sacrificio proporcionado a vuestras facultades24. Con estas palabras de Jovellanos termino mi disertación, no sin antes señalar que la conquista del futuro es posible si hacemos de la Instrucción el principal objeto de nuestro viaje. Muchas gracias por vuestra presencia y atención. 24 Jovellanos, Gaspar Melchor de. «Exhortación a los pueblos de Asturias para reparar los daños causados en el Real Instituto Asturiano». Semanario Patriótico, LXXXV, 5 de noviembre, Cádiz / Sevilla, 1811. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 127-140 Jovellanos y la Iglesia 1 Juan José Tuñón Escalada Abad de Covadonga E xcmo. Sr. D. Antonio Trevín, Delegado del Gobierno, Ilmo. Sr. D. Faustino Vilabrille, Concejal de Cultura del Ayuntamiento de Gijón, Excmo. y Rvdmo. Sr. Dn Raúl Berzosa, Obispo Administrador Diocesano, Ilmo. Sr. Presidente, Patronos y miembros del Foro Jovellanos, compañeros y amigos que me acompañáis esta tarde, señoras y señores: Permítanme comenzar expresando mi agradecimiento a Monseñor D. Raúl Berzosa por su cálida y elogiosa presentación, con la que me siento parcialmente identificado —en lo que a curriculum académico y trayectoria vital y pastoral se refiere—, aunque no puedo menos de reconocer públicamente que lo demás es fruto de la cordial generosidad que personalmente le caracteriza y que prodiga a quienes participamos en las tareas de su ministerio pastoral como Administrador Diocesano de Oviedo. Por otra parte, mi más profunda gratitud a la Junta Rectora y Junta General del Patronato de la Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias por la generosidad de incorporarme al distinguido grupo de Patronos de esta reconocida y prestigiosa Fundación. Que lo es, tanto por la egregia figura a cuya sombra se coloca como por el elevado espíritu humanista y cultural que inspira su ideario, así como también por la calidad humana e intelectual de sus componentes, patronos y miembros del grupo «Amigos de Jovellanos». Una generosa distinción que reconozco me honra enormemente, sin que pueda aportar más méritos que una modesta participación en la tarea de colaborar a difundir la figura y el pensamiento de Jovellanos en el marco de los cursos y actividades culturales que la Fundación viene organizando. Junto a la admiración e interés que el conocimiento de la personalidad y la obra de nuestro insigne gijonés me suscita desde hace ya algunos años, como sacerdote e historiador. Y si, con tan escasos méritos personales, me atrevo a aceptar, confieso que lo hago con la decidida voluntad de querer brindar a este Foro la parte que esté a mi alcance, aunque estoy seguro ya, desde ahora mismo, que mi aportación será muy discreta. 1 Conferencia pronunciada por el autor el 16 de diciembre de 2009 en la Colegiata de San Juan Bautista (Centro Cultural Cajastur), Gijón, con motivo de su toma de posesión como patrono de la Fundación. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 141-160 ISSN: 1888-7643 142 Juan José Tuñón Escalada Gratitud también a la Fundación, porque con esta distinción me incentiva a seguir trabajando en lo que ha sido hasta ahora mi principal campo de estudio e investigación: la historia de la Iglesia en Asturias, particularmente en la época de la Ilustración. Período de la vida eclesiástica asturiana cuyos principales protagonistas, instituciones y religiosidad conoció muy de cerca Jovellanos. Una modesta tarea investigadora, compatibilizada con el ministerio pastoral, que me permite sumarme a esa corriente secular de clérigos asturianos que a través de la docencia o la investigación se han esforzado por mantener los vínculos de la Iglesia con los ámbitos e instituciones universitarias y culturales de Asturias. Una presencia que para la Iglesia asturiana, aquejada también en este momento por el envejecimiento del clero y la escasez de vocaciones sacerdotales, constituye un difícil y apasionante reto, que debe asumir con realismo, pero también con energía e interés, huyendo de la fácil tentación de replegarse a los ámbitos estrictamente eclesiásticos, si desea seguir siendo fiel a su misión. Reto que reconozco me incentiva enormemente, pues el ámbito de la cultura es un privilegiado punto de encuentro y diálogo, también con quienes situados en otras laderas ideológicas y religiosas, me hacen sentir la importancia y el valor del universalismo cristiano y de la catolicidad de la Iglesia. Por otra parte, que mi incorporación como Patrono coincida con esta etapa de mi vida en la que la Iglesia asturiana ha tenido la generosidad de confiarme como principal tarea pastoral el servicio al Santuario de Covadonga, es algo que me alegra y satisface profundamente. Y, ya en calidad de Abad de Covadonga, deseo también expresar nuestra gratitud y reconocimiento a la Fundación, pues con este gesto colabora a mantener vivos los seculares vínculos que unen la ciudad de Gijón y el Santuario de Covadonga. Asimismo quisiera dejar constancia de que las palabras rituales del compromiso que como Patrono de la Fundación acabo de formular, Haré el bien y evitaré todo el mal que pueda, pronunciadas por Jovellanos en Noviembre de 1797, tras recibir en mi pueblo natal (Pola de Lena) la noticia de su nombramiento como embajador, me traen gratos y emotivos recuerdos. Pero sobre todo, me suscitan un sentimiento de profunda gratitud hacia mis padres, familia, profesores y hacia tantas personas que dejaron en mi formación y personalidad una rica y profunda huella. I Tras estas justas y necesarias manifestaciones de gratitud paso a mi intervención en torno a Jovellanos y la Iglesia. Dos son las razones que justifican la elección de este tema. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 141-160 Jovellanos y la Iglesia 143 La primera, porque la Historia de la Iglesia es el principal campo de mis tareas docentes e investigadoras. Sin olvidar que por mi condición sacerdotal, la Iglesia constituye un referente fundamental en mi vida. La segunda, porque la Iglesia fue en el s. XVIII uno de los pilares fundamentales del Antiguo Régimen. Institución ante la que Jovellanos hubo de situarse como bautizado, es decir como miembro de ella, pero también como integrante de una sociedad en la que la Iglesia desempeñaba un importantísimo y determinante papel en la conciencia, el comportamiento y la organización social de los individuos. Los vínculos familiares y sociales, sus propias inquietudes espirituales, la reflexión sobre la sociedad española de su tiempo donde las instituciones eclesiásticas desempeñaban un notable protagonismo y la formulación de propuestas y proyectos de corte reformista, le hacían encontrarse necesariamente con la Iglesia. La conjunción entre fe y razón, religión y sociedad, Iglesia y Estado fueron cuestiones que ocuparon su pensamiento y ante las que personalmente no permaneció indiferente. Además, su actitud vital y posicionamiento ideológico con respecto a la Iglesia presentan ciertos rasgos que lo singularizan. También frente a algunos de sus contemporáneos que, de un modo u otro, abordaron estas cuestiones2. Una singularidad que ha sido objeto de un amplio y plural abanico de interpretaciones3. Pero, entiendo que también se debe valorar y comprender contextualizándola en el marco socio-religioso de la España del s. XVIII4. Razón por la que profundizar en el conocimiento de la Iglesia de esa época, siempre favorecerá una mejor comprensión de las actitudes eclesiales de Jovellanos y, desde ellas, de su personalidad y pensamiento. Pues, como ya señaló el profesor Caso «un estudio serio y minucioso sobre cómo era el catolicismo hispánico del s. XVIII», producirá más de una sorpresa, impidiendo que se puedan seguir repitiendo determinados tópicos como «que el pueblo español era profundamente católico sin hacer útiles y necesarios distingos»5. Y, es que el aspecto religioso y su manifestación eclesial en la España del siglo XVIII presentan una significativa complejidad. Siendo precisamente esos útiles y necesarios distingos los que nos perCf. C. De Castro, Campomanes. Estado y reformismo ilustrado, Madrid 1996; I. Pinedo, Manuel de Roda. Su pensamiento regalista, Zaragoza 1983. 3 Cf. M. Álvarez-Valdés y Valdés, «La ortodoxia de Jovellanos», Jovellanos: enigmas y certezas, Gijón, Fundación Alvargonzález-Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, 2002, págs.175-216. 4 Cf., A. Domínguez Ortiz, Sociedad y Estado en el siglos XVIII español, Barcelona 1986; Id., Carlos III y la España de la Ilustración, Madrid 1989; AA.VV., Carlos III y la Ilustración, Madrid, Cátedra Campomanes, 1988; R. Herr, España y la revolución del siglo XVIII, Madrid 1990; A. Mestre Sanchis, «Religión y cultura en el siglo XVIII», Historia de la Iglesia en España IV, Madrid, B.A.C.,1979, págs. 586-742; L. Sánchez Agesta, El pensamiento político del despotismo ilustrado, Madrid 1979. 5 J. M. Caso González, «Jovellanos y la nueva religiosidad», De Ilustración y de ilustrados. Textos y Estudios del s. XVIII, Oviedo, Instituto Feijoo de Estudios del s. XVIII, cuaderno 16, 1988, pág. 335. 2 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 141-160 144 Juan José Tuñón Escalada miten percibir que la actitud de Jovellanos respecto al mensaje y la institución eclesial se puede encuadrar muy bien en aquel movimiento religioso, que al calor de lo que estaba ocurriendo en el resto de las naciones europeas, se inicia en España hacia mediados de la centuria y que ha sido definido como nueva religiosidad6. Por otra parte, la singularidad de la actitud eclesial de Jovellanos aunque inmersa en ese movimiento religioso o nueva religiosidad, cuyas características lo vinculan a inquietudes y comportamientos religiosos similares a los que contemporáneamente se manifiestan en otras naciones europeas, debe ponerse también en relación con un panorama mucho más amplio: el de las corrientes espirituales a lo largo de la historia de la Iglesia7. Situándonos en esa perspectiva, cabría preguntarse si la postura religiosa de Jovellanos puede entroncar con esa corriente permanente de renovación espiritual que, bajo manifestaciones y postulados diversos, recorre toda la historia de la Iglesia, desde los primeros siglos hasta la actualidad8. La religiosidad de nuestro ilustre gijonés y su actitud ante la Iglesia podría explicarse, entonces, no sólo al calor de los movimientos espirituales de su tiempo sino que entroncaría además con una tradición de renovación espiritual de largas y hondas raíces eclesiales. Siendo precisamente esa corriente espiritual permanente de renovación eclesial y fidelidad evangélica, la que daría a su religiosidad una proyección eclesial más amplia que el marco histórico concreto en el que se desarrolló su vida. Por tanto, la actitud religiosa de Jovellanos más allá de propuestas y soluciones concretas a la realidad eclesial que tenía delante —sujetas como no podría ser menos a la mentalidad sociopolítica de la época—, en lo que tiene de deseo de renovación eclesial y de fidelidad al mensaje y a la tradición cristiana gozaría no sólo de amplia proyección, sino también de vigente actualidad. Adentrándonos ya a valorar la actitud eclesial de D. Melchor Gaspar de Jovellanos, permítaseme hacer una referencia previa a un aspecto de la realidad eclesial asturiana —sobradamente conocida por nuestro insigne ilustrado— desde la que podemos comprender mejor la Iglesia española del XVIII. Me estoy refiriendo a un sector mino6 Sugerente y enormemente clarificador resulta para comprender el pensamiento religioso y la actitud eclesial de nuestros ilustrados, el estudio de Tomsich sobre las ideas religiosas en la España. Cf. Mª G. Tomsich, El Jansenismo en España. Estudios sobre las ideas religiosas en la segunda mitad del siglo XVIII, Madrid 1972. 7 Para una visión de conjunto de la espiritualidad católica, y aunque hay interesantes diccionarios y obras generales más recientes, sigue teniendo valor la Historia de la Espiritualidad, t. I y II, Barcelona, Juan Flors, Editor, 1969. 8 Una lectura muy particular y a contraluz del secular movimiento de reforma latente en la Iglesia desde sus orígenes, incidiendo en la disidencia o autonomía frente a las Iglesias oficiales de algunos de sus protagonistas, es el realizado por Kolakowski para el siglo XVII. Cf. L. Kolakowski, Cristianos sin Iglesia. La conciencia religiosa y el vínculo confesional en el siglo XVII, Madrid 1982. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 141-160 Jovellanos y la Iglesia 145 ritario del clero que, no solo por razones institucionales, sino también por convicciones personales estuvieron vinculados de manera muy activa a la Sociedad Económica de Amigos del País de Asturias y secundaron o incluso promovieron proyectos de corte reformista. Pienso en el obispo ovetense don Agustín González Pisador, cuyas rentas empleó con generosidad y holgura para sacar adelante relevantes proyectos, como dotar las primeras cátedras de medicina de nuestra universidad, la erección de una casa galera para mujeres donde recoger a las prostitutas y aquellas otras a quienes determinadas situaciones de la vida las sumían en la pobreza, la enfermedad y la marginalidad social o la dotación de la Escuela de Dibujo, promovida por la Sociedad Económica de Asturias9. Pienso también en su sucesor don Juan de Llano Ponte, estrechamente relacionado con las élites intelectuales y sociales de Asturias, cuya biblioteca nos ofrece el perfil de un clérigo sensible a las inquietudes culturales y sociales de su tiempo10. También es de mencionar el canónigo ovetense don Andrés Carlos de Prada Alas Pumarino, Capellán Mayor del Real Hospicio, rector en dos ocasiones de nuestra universidad, redactor de los Estatutos de la Sociedad Económica de Asturias y su primer director, dado el prestigio social e intelectual del que gozaba. Y al que Campomanes confió asuntos tan complejos y delicados como la inspección de la Abadía de Covadonga y su definitiva organización, desempeñados con tal acierto, que mereció sus más encendidos elogios11. Interesantes son también clérigos como el beneficiado llanisco Quintana Fuentes, colaborador del mencionado Diccionario Geográfico y autor de un interesantísimo Discurso a los labradores (manuscrito inédito que pronto confío publicar), sugiriendo técnicas de cultivo y explotación de la manzana y la sidra, teniendo siempre como modelo de referencia las iniciativas promovidas en este sentido por la Sociedad Bascongada de Amigos del País. Hombre tan profundamente convencido de la utilidad de estas Sociedades que hasta propuso los medios para que la Villa de Llanes constituyese la suya propia. Finalmente, no se puede olvidar a eclesiásticos como el Cura de Riosa que presentó algunas propuestas a la Sociedad Económica para mejorar los cultivos o el Cf., J.J. Tuñón Escalada, Agustín González Pisador, obispo de Oviedo (17601791), Anthologica annua 46, Roma, Instituto Español de Historia Eclesiástica, 1999, págs. 12-151. 10 A este prelado, estrecho colaborador del obispo González Pisador, dedico algunas páginas en mi tesis doctoral, D. Agustín González Pisador, obispo de Oviedo (1760-1791). Iglesia y Sociedad en Asturias, Oviedo, R.I.D.E.A., 2000, págs. 71-78. 11 Esta comisión real para Covadonga encomendada al canónigo Prada la he tratado en mi artículo: «El Santuario de Covadonga en 1768», Memoria Ecclesiae XIX, Oviedo 2001, págs.53-71. 9 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 141-160 146 Juan José Tuñón Escalada Párroco de San Juan de Moldes que formó una espléndida biblioteca parroquial para uso de sus feligreses, o los capitulares ovetenses que participaron en la Sociedad Económica de Asturias, como tampoco a los numerosos párrocos receptores del Discurso sobre el fomento de la Industria Popular o del Semanario de Agricultura, Artes y Oficios dirigido a los Párrocos que, tras leerlos desde el púlpito a sus feligreses, les urgían a ponerlos en práctica, supervisando e incluso promoviendo muchos de ellos sus iniciativas. Me he permitido hacer referencia a estos clérigos y a su participación en algunas ideas y proyectos socioeconómicos de la época, porque al hablar de la Iglesia en el siglo XVIII, existen todavía algunos tópicos que a modo de cliché se vienen repitiendo, como los que se complacen en presentar a un clero totalmente ignorante y pendiente exclusivamente de sus privilegios y prerrogativas en el marco de una Iglesia oscurantista, cerrada al progreso y a las luces. Tópicos que demandan una revisión, pues clérigos como los citados, evidencian sobradamente que dichos clichés no se corresponden totalmente con la realidad, sino que están sujetos a posiciones ideológicas e historiográficas, cuanto menos no generalizables. Pues, tal como constatan historiadores como Laboa el «número de clérigos ilustrados y reformistas fue sorprendente en el siglo XVIII, aunque su reconocimiento en la historiografía española ha sido escaso»12. En el caso de Asturias existen significativos ejemplos, aunque pendientes aún de estudio. No cabe duda, que se trataba de una minoría clerical, pero minoría era también la perteneciente a las otras clases que participaban en estos proyectos de corte reformista. Y, si como algunos alegan, estos eclesiásticos se implicaban en dichos proyectos sólo por secundar las iniciativas de la Corona, en la misma línea de motivación se situaban muchos miembros de los otros estamentos. No obstante, y paralelamente al interesante papel desempeñado por estas minorías eclesiásticas, es un hecho innegable que la Iglesia del Antiguo Régimen en España era una institución poderosa, rica e influyente, resultado, entre otras cosas, de un largo y secular proceso que la colocaba en una posición privilegiada en el marco de una sociedad oficialmente cristiana13. Situación de privilegio social, sustentada en viejas concepciones teocráticas medievales, cuyas raíces pervivieron durante siglos en buena parte de la mentalidad eclesial, y en una concepción de la vida que acentuaba lo sobrenatural sobre lo natural, lo sacro sobre lo profano, lo espiritual sobre lo tem- J. M. Laboa, La Iglesia en España (1492-2000), Madrid 2000, pág. 90. Sobre la importancia y circunstancias que definen y condicionan la sociedad del Antiguo Régimen como «oficialmente cristiana», insiste Martina en su análisis de la Iglesia Católica en la época del Absolutismo. Cf. G. Martina, Storia Della Chiesa. Da Lucero ai nostri giorni, t. 2, Brescia 1995. 12 13 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 141-160 Jovellanos y la Iglesia 147 poral14. Mentalidad sustentada y mantenida por la enorme adhesión popular de que gozaba la institución eclesial15. Razones por las que es fácil comprender que en la España del siglo XVIII las estructuras eclesiásticas resultasen escasamente proclives a determinados trasformaciones. Y que aquellos cambios que mermaban o simplemente rozaban las bases seculares sobre las que se sustentaba el edificio eclesiástico, no sólo se vieran con recelo, sino que fuesen consideradas por muchos como ataques a la Iglesia. Una actitud defensiva que encontraba sobrada justificación en la intensa mentalidad regalista que animaba la más altas cotas del poder político, desde los inicios mismos de la centuria. Corriente de pensamiento regalista, con hondas raíces en etapas precedentes, que dirigió la mente y el quehacer de hombres como Macanaz, Campomanes, el Conde de Aranda, Azara, Floridablanca o Manuel de Roda, por citar algunos de los más destacados políticos del siglo16. Mentalidad regalista que, al calor de la directrices del poder central, inspiraba y animaba también el pensamiento y las actuaciones de jueces y magistrados, situados en los niveles inferiores de la administración del Estado, como ocurría en el caso de la Audiencia de Asturias, donde en la segunda mitad del siglo XVIII se ventilaron sonados pleitos que revelan el fuerte pulso que se estaba librando entre ambas jurisdicciones. En este contexto de tensiones entre el poder político y el eclesiástico (siempre en el marco de una sociedad oficialmente católica), cuando determinados modelos de religiosidad, heredados de etapas precedentes, no solo manifestaban un notable agotamiento y las críticas a determinados comportamientos de la Iglesia institución se formulaban abiertamente al calor de movimientos o corrientes espirituales que hundían sus raíces en la propia tradición eclesial, se sitúa la singular personalidad de don Gaspar Melchor de Jovellanos. Para comprender su actitud religiosa, sobre la que se han vertido opiniones muy diversas, nos ayudará considerablemente el conocimiento del contexto eclesial, europeo y español, en el que se desarrolló su vida. Y es en esta ladera en la que personal14 Una mentalidad heredada de la Edad Media que todavía se proyecta a lo largo de los siglos XVIIXVIII. Sobre los principios en que se inspira sirva de referencia: W. Ullmann, Principios de gobierno y política en la Edad Media, Madrid 1971. Cf. A. Domínguez Ortiz, «Aspectos sociales de la vida eclesiástica en los siglos XVII y XVIII» y «Regalismo y relaciones Iglesia-Estado en el siglo XVII», Historia de la Iglesia en España IV, Madrid 1979, págs. 5-124. 15 Popularidad frecuentemente subrayada por los historiadores, también en el caso de la Inquisición. Cf. A. Álvarez de Morales, Inquisición e Ilustración (1700-1834), Madrid, F.U.E., 1982; W. J. Callahan, Iglesia,poder y sociedad en en España, 1750-1874; Madrid 1989. 16 Cf., C. Alcazar Molina, Los hombres del despotismo ilustrado en España: el conde de Floridablanca; su vida y su obra, Murcia 1934; C. E. Corona Baratech, José Nicolás de Azara, un embajador español en Roma, Zaragoza 1948; C. Martín Gaite, Macanaz, otro paciente de la Inquisición, Barcelona 1982; R. Olaechea, J. A.Ferrer Benimelli, El conde de Aranda: mito y realidad de un político aragonés, Zaragoza 1978. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 141-160 148 Juan José Tuñón Escalada mente me atrevo a situarme pues, cuanto más profundizo en la historia de la Iglesia, más admiración me despierta la calidad humana e intelectual, pero sobre todo la actitud eclesial del ilustre polígrafo gijonés. Posicionamiento religioso que dejó reflejado en sus escritos, pero que es necesario desentrañar e interpretar. Y digo «desentrañar e interpretar» pues me sumo a los que sostienen que el carácter discreto, prudente, recogido y hasta enigmático de Jovellanos dificulta la comprensión de su rica personalidad. Circunstancia que en el plano religioso se hace aún más notoria, ya que su vida se desenvolvió en el marco de una sociedad oficialmente cristiana. II Pues bien, para comprender y valorar en su justa medida la actitud religiosa y el posicionamiento eclesial de don Gaspar, es preciso no perder de vista, al menos, algunos aspectos que caracterizaron la Iglesia española del siglo XVIII y a los que quiero referirme a continuación. La abundancia del clero, más numeroso que en s. XVI, procedente mayoritariamente de un nivel social bajo, salvo los altos cargos, ocupados principalmente por los segundones de las grandes familias (verdadero drama de la Iglesia del Antiguo Régimen) y distribuido territorialmente de manera muy desigual. Clero que desempeñaba un importante papel social, a pesar de se estaba generando un creciente distanciamiento entre unas estructuras eclesiásticas muy arcaicas, que se resistían al cambio, y unas condiciones sociales que evolucionaban progresiva y rápidamente. Circunstancia que sólo una parte del clero supo captar, como lo hicieron algunos obispos y una selecta minoría del clero secular, los identificados con el reformismo, mientras que la mayoría del clero, particularmente el regular, permanecía estancado. De ahí que en la segunda mitad de la centuria todavía la palabra novedad siguiera siendo temible para muchas mentes y que quienes defendía los cambios, los novatores, encontrasen una fuerte oposición clerical. El Estado, que buscó la cooperación de la Iglesia en sus diversos intensos de reforma social, obteniendo respuesta en algunos sectores (los vinculados al reformismo) pero también importantes tropiezos y reacciones, como la prohibición inquisitorial al Informe sobre la Ley Agraria de Jovellanos. Y que además se encontró con el importante peso de los bienes eclesiásticos, procedentes del diezmo y donaciones y que, tras costear el sostenimiento de los edificios, el culto, el abundante personal eclesiásticos y las obras de beneficencia, se invertían en adquisición de nuevas tierras, convirtiendo a la Iglesia en la principal rentista. Bienes que no sólo eran inmensos (equiparables al presupuesto estatal), sino que estaban mal distribuidos y peor aprovechados. Una Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 141-160 Jovellanos y la Iglesia 149 situación frente a la que el Estado reaccionó con una clara y decidida mentalidad desamortizadora. El importantísimo peso socioeconómico de la Iglesia que hizo que las relaciones con el Estado fuesen un aspecto fundamental en el s. XVIII, siendo el Regalismo la ideología que inspiró la posición gubernamental frente a la Iglesia17. Con frecuencia se insiste en sus aspectos negativos, fruto de una interpretación ideológica del s. XIX, errónea e interesada, que lo presenta como una mera intrusión ilegítima del poder civil en esferas netamente eclesiásticas. Sin embargo, hay que reconocer que la aplicación de una política inspirada en planteamientos regalistas tuvo efectos muy positivos para la sociedad y la Iglesia españolas. El programa ilustrado proponía una reforma profunda, también de la institución eclesial, queriéndola más depurada y espiritual. Importantes reformas en la Iglesia española como la erección de seminarios ad modum Concilii en aquellas diócesis que todavía carecían de ellos tras dos siglos de haberlos decretado el Tridentino, la reforma de los regulares, la supresión de beneficios y capellanías vacos o la estipulación de una congrua suficiente para el sostenimiento del clero, por citar algunos ejemplos, sólo fueron posibles gracias a la política regalista de la Corona18. Regalismo que en absoluto cuestionaba la potestad directa del Papa en su esfera espiritual, sino en las esferas mixtas. Es decir, no se discutían cuestiones dogmáticas o doctrinales, sino disciplinares, temporales y casi siempre económicas, aunque aparezcan revestidas de otros ropajes. Nada, por tanto, susceptible de heterodoxia doctrinal. Planteamientos regalistas que quedaron plasmados en importantes documentos de la época como el Pedimento fiscal de Macanaz, la Instrucción de la Junta de Estado o las Máximas sobre recursos de fuerza y protección de Covarruvias. Pensamiento regalista que define la política religiosa de la época de Jovellanos y conlleva un fondo social y económico. Esta ideología no la sustentaban teólogos, sino juristas (golillas), es decir, excolegiales, hombres de acción que reflejaban los intereses de la clase burguesa frente a los privilegiados (nobleza y clero). Un pensamiento que triunfó en el Concordato 1753. Tras este éxito, la política religiosa de Carlos III se orientó a lograr la ordenación de la vida eclesiástica española bajo el control real. Así se explican cuestiones como la instrumentalización de la Inquisición (catecismo de Messenguy, proceso a Olavide), la expulsión y supresión de los jesuitas, la selección en la promoción al episcopado de personas adeptas a la política real, el control de los sínodos diocesanos, la reforma de los regulares, la imposición de autores regalistas en 17 Cf., T. Egido, «El Regalismo y las relaciones Iglesia-Estado en el siglo XVIII», Historia de la Iglesia en España IV, Madrid 1979, págs. 125-253. 18 Cf. F. y J. Martín Hernández, Los seminarios españoles en la época de la Ilustración. Ensayo de una pedagogía eclesiástica en el siglo XVIII, Madrid 1973; F. Martín Hernández, «La formación del clero en los siglos XVII y XVIII», Historia de la Iglesia en España IV, Madrid 1979, págs. 524-584; T. Egido, «La expulsión de los jesuitas de España»,Ibidem, págs. 746-790. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 141-160 150 Juan José Tuñón Escalada seminarios y universidades o el proyecto desamortizador formulado en el Tratado de la regalía de amortización19. Sin embargo, las contradicciones del regalismo y la Ilustración saltaron clamorosamente en el reinado de Carlos IV. Resultaba imposible la síntesis entre el fermento liberal emergente en la sociedad española y el absolutismo más consecuente20. Conjugar el elemento ilustrado y unas estructuras ancladas en el viejo sistema del Antiguo Régimen. Razones por las que se agotó la preocupación de reforma de la Iglesia guiada por motivaciones eclesiales que caracterizó el reinado de Carlos III ( Jovellanos pertenecería a este esquema), prevaleciendo únicamente las políticas y las económicas. Se producirán ya muy pocas reformas y muchos intentos desamortizadores. Por otra parte, la Rev. Francesa resulta también un factor determinante para comprender los cambios que se producen en este reinado con respecto a la Iglesia, pues provocó miedos. Para afrontarlos se echó mano de los recursos más tradicionales, centrados especialmente en la represión de ideas y control de las personas que podían provocar desestabilización del sistema. Se materializó nuevamente la unión trono-altar y se efectuó una estrecha conexión entre la reacción y el despotismo. Consecuentemente, se produjo un reforzamiento de la Inquisición, silenciándose la voz de quienes pensaban en su supresión (caso de Azara y Jovellanos), gracias a una voluntad gubernamental, convencida de los buenos servicios que puede prestar para el sostenimiento del sistema. En cuanto, a la intervención real sobre la Iglesia española que progresivamente se venía efectuando, en el reinado de Carlos IV se concretó en dos frentes: la desamortización y Cisma de Urquijo, que consumó la ruptura oficial con Roma. Pero, tras la elección de Pío VII y el levantamiento del placet regio a la bula Auctorem fidei que condenaba el Sínodo de Pistoya y el galicanismo (=regalismo), se abrió paso la represión contra impresos, personas e instituciones que osaran defender las proposiciones condenadas por la bula, quedando así en el punto de mira algunos eclesiásticos, pensadores y políticos, los tildados de «jansenistas». Si algunos, como Tavira, Palafox, Abad y Lasierra, Llorente, Estanislao de Lugo o el conciliábulo de la Condesa de Montijo, se salvaron con leves penas, otros lo pagaron fuertemente como fue el caso de Urquijo, pero especialmente Jovellanos con un proceso inquisitorial21. 19 Este Tratado fue incluido en el Índice por la Inquisición romana. Cf. J. García Sánchez, Asturianos en el Índice. Tratado de la regalís de amortización, Oviedo, R.I.D.E.A., 2002. 20 Las ponencias presentadas en el IV Congreso Internacional de la Sociedad Española del Siglo XVIII ofrecen un amplio y plural panorama de conjunto de este reinado. Cf. AA.VV., La época de Carlos IV (1788-1808), Oviedo 2009. 21 Sobre la personalidad e importancia cultural de prelados como Tavira y la condesa de Montijo, pueden consultarse: J. Saugnieux, La Ilustración cristiana española. Escritos de Antonio Tavira (17371807), Salamnca 1986; P. de Demerson, María Francisca de Sales Portocarrero, condesa del Montijo. Una figura de la Ilustración, Madrid 1976. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 141-160 Jovellanos y la Iglesia 151 No obstante, la Iglesia que tuvo delante y a la que perteneció nuestro ilustre gijonés, difícilmente se comprende sin tener también en cuenta las actitudes críticas a la Institución y la búsqueda de autenticidad religiosa, que caracterizaron la segunda mitad del s. XVIII. Por vez primera, la Iglesia española comienza a ser objeto de abierta crítica22. Pero no sus dogmas ni su fundador, sino determinadas prácticas, costumbres, procedimientos y comportamientos institucionales. Una crítica que no procedía de la gran masa del pueblo, plenamente identificado con el camino que le marcaban los eclesiásticos y cuya vida social está imbricada y llena de prácticas religiosas, sobre todo exteriores, sino que procede de una minoría. Pero, una minoría de hombres, casi todos creyentes y algunos de modo irreducible, que o bien están abiertos a ideas que vienen de fuera del extranjero o han releído a sus propios antepasados del s. XVI y que se manifiestan opuestos a los llamados «abusos» de la Iglesia23. Es decir, contrarios a aquellos comportamientos eclesiales que consideran totalmente alejados de lo que Jesucristo quería para su Iglesia. Una minoría que a su vez revela el emerger en la sociedad española de un grupo de laicos, cuya conciencia religiosa, formación y posición socio-política, les permite abordar los asuntos eclesiásticos, entendiendo que no son asunto exclusivo del clero. Postura que saben justificar y defender, apelando a la propia tradición de la Iglesia. Crítica realizada por esta minoría de laicos, cultos e inspirados en la razón, con la que también sintoniza una minoría significativa de clérigos reformistas, incluidos algunos prelados. Pero más allá de las críticas, está también la actitud espiritual de la mayoría de esta minoría de hombres, impregnados de la luces de la razón que, agobiados por el mal estado económico y social de la patria y buscando la felicidad de los ciudadanos, consideran que la religión tiene un papel muy importante en dignificación de la masa inculta del pueblo. Por eso querían que la religión reavivase en el corazón de los creyentes el sentido del bien y del perfeccionamiento moral, alejando a las personas de prácticas maquinales y simplemente exteriores. Y que además se pudiese conciliar con la razón. Aspecto puesto ya de relieve desde hace tiempo por algunos historiadores. Cf. J. Sarrailh, La España Ilustrada de la segunda mitad del siglo XVIII, Madrid 1979, págs. 612-704. 23 Un aspecto importante, y que reviste cada vez mayor interés, es la influencia de los humanistas en el pensamiento de los ilustrados españoles, ya señalado por Mestre cuando afirma: «unos autores, especialmente vinculados al movimiento erasmista español, con todos los matices que queramos, con todas las aportaciones personales que entrañan Fr. Luís de Granada, Juan de Ávila o Arias Montano, están en la base del pensamiento religioso de gran parte de nuestro ilustrados. Eran, en el fondo, más fieles a la tradición hispánica de cuanto ha venido diciéndose». A. Mestre Sanchis, «La espiritualidad del Siglo de Oro en los ilustrados españoles», II Simposio sobre el P. Feijoo y su siglo, Oviedo 1976, págs. 363-407; Id., «Influjo erasmiano en la espiritualidad del Inquisidor General Felipe Bertrán», Anales Valentinos I (1975), págs. 277-296; G. Gusdort, La conciencia cristiana en el Siglo de las Luces, Estella 1977. 22 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 141-160 152 Juan José Tuñón Escalada III Establecido a grandes pinceladas el marco socio-eclesial del s. XVIII, ¿qué decir de la relación de Jovellanos con la Iglesia? En primer lugar, que estuvo ya determinada desde el mismo seno familiar, pues perteneció a una familia típica del Antiguo Régimen, con tía, hermana y sobrinas monjas, junto a la protección que le dispensó el obispo de Ávila en sus años de estudios. Incluso llegó a recibir la tonsura eclesiástica para poder disfrutar de un beneficio simple de S. Bartolomé de Nava y estuvo a punto de opositar a una canonjía en Tuy, que abandonó para dedicarse a las leyes. Además, de que a lo largo de su vida conoció y trató a muchos eclesiásticos, algunos de los cuales fueron sus amigos. Pero también hay que contar también con su fe personal. Un recorrido por sus Diarios nos permite encontrarnos a menudo con abundantes noticias de sus prácticas cristianas (asistencia a misa, confesión, cumplimiento pascual o retiro espiritual en el monasterio de Valdediós durante los días de la Semana Santa). Comportamiento religioso que adquiere niveles de particular manifestación e intensidad en momentos cruciales de su vida. Basta recordar testimonios de serena y profunda religiosidad como su comentario al salmo Judica me, Deus, escrito en la amarga soledad del destierro o la profesión de fe formulada en su testamento. Una etapa de su vida en la que el resorte religioso desempeñó especial protagonismo, siendo la Biblia, el salterio, los Santos Padres, el Kempis o Fray Luís de León, objeto de asidua lectura y reflexión. Período vital, interpretado por algunos como de conversión o cambio total frente a otras etapas de su vida Y, sin embargo, la búsqueda del consuelo de la fe, a la que le llevó la adversidad, no deja de ser un comportamiento natural en quien practica habitualmente el catolicismo24. Pero se debe señalar también que Jovellanos junto a la práctica religiosa dictada por una fe personal, manifestó además una toma de postura o, dicho de otra manera, se implicó en las corrientes religiosas de su tiempo y adoptó actitudes muy concretas respecto a la institución eclesial que tenía delante. Así, ante la facilidad con la que se efectuaba la profesión religiosa, escribiendo a su amigo el canónigo Posada con motivo de la toma de hábito de una hermana suya, con cualidades para esposa y madre de familia, que fue captada rápidamente por su confesor y un convento de religiosas de Gijón, señala con ironía: «salió de Oviedo antes de rayar el día, llegó a las siete, tomó su velo, y ya es novicia; ahora son las nueve»25. En cuanto al nivel moral y la riqueza de algunos altos eclesiásticos, contrario al planteamiento de Jesucristo, con el consiguiente escándalo que produce, en quienes 24 25 Cf. J. M. Caso González, De Ilustración…,pág. 353. Carta al canónigo Posada de 6 de Julio de 1793, B.A.E., t. L,, págs. 183-184 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 141-160 Jovellanos y la Iglesia 153 entendían que los bienes de la Iglesia eran para sostenimiento del culto y de los pobres, anota en su Diario: Correo: muerte del arzobispo de Santiago, fraile ignorante y brutal, digna criatura del confesor de Carlos IV, el P. Osma; deja nueve millones y medio de reales robados a las miserias públicas, y una Memoria que las aumenta y agrava26. No cabe duda de que se trata de un juicio muy duro que ha servido a algunos para tildarlo de anticlerical y relativizar su catolicismo. Pero, a la hora de valorarlo, no se debe olvidar la existencia de una larga tradición eclesial que consideraba que la riqueza de la Iglesia sólo se justifica al servicio del culto y de los pobres. Así se explican algunos movimientos espirituales medievales, preocupados por la pobreza absoluta de la Iglesia, costumbres como el asalto a la casa del obispo nada más producirse su muerte, practicada durante siglos en algunas diócesis meridionales de Italia, los espolios episcopales que sacaban a almoneda pública sus bienes para distribuir el producto entre los pobres o las fundaciones benéficas y mandas pías por vía testamentaria a la que se sentían moralmente obligados muchos prelados. En otra ocasión, enjuiciando el excesivo número de clero que había en España, anota: Mayorga: 500 vecinos; 7 parroquias; 24 sacerdotes; un convento de San Francisco con 17 frailes; uno de Santo Domingo con 4; otros de monjas dominicas, ricas27. Como también: Logroño está bien situado a la entrada. Las causas de su miseria: convento de la Trinidad; a un tiro de bala la Inquisición; gran trozo de antigua muralla; puerta; otra muralla interior; convento de mercenarios. Tiene además, dominicos, franciscanos, carmelitas descalzos y monjas carmelitas, agustinas y de la Concepción, con cinco parroquias: la Redonda (que es la colegiata) Santiago, San Bartolomé, San Blas y el Palacio Imperial. Población de dos mil vecinos útiles, que después fijaremos, con un hospital, una Casa de Misericordia y un Seminario conciliar establecido por el obispo Luelmo en el Colegio de los Expulsos.28 En otra ocasión al detenerse en la villa de Medina anota sobre el clero de la población lo siguiente: un convento de Franciscanos, y tiene tres en todo; una Congregación de San Felipe Neri, a extinguirse: no hay más que uno, mejor para el pueblo29. 26 27 28 29 Diarios II, pág. 168. Diarios I, pág. 162. Diarios II, págs. 51-52. Diarios II, pág. 396. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 141-160 154 Juan José Tuñón Escalada Sobre la inutilidad social de algunas instituciones eclesiásticas mantenidas durante siglos, sirva de ejemplo el siguiente juicio sobre la colegiata de Arbas (Puerto de Pajares): A ver la Iglesia colegial; antigua, obscura, húmeda, fría, insufrible. ¿De que sirven en este desierto tal congregación de clérigos secuestrados del trato humano? ¿De qué las limosnas dadas a holgazanes y vagabundos? ¿De qué el llamado hospital, que solo sirve para alojarlos y atraerlos? ¿No estaría mejor, trasladado a un lugar poblado del camino?. De esto hablé mucho con el abad, pero, aunque lo desea, no tiene espíritu para emprenderlo. Al cabo mejor pensada estaba la supresión.30 Idea de supresión que no le es propia, pues ya la había intentada pocos años antes el Obispo Pisador con el de fin de acabar con la secular indisciplina de los capitulares y destinar sus rentas para la dotación de nuevas cátedras universitarias ovetenses, pero fue rechaza por Campomanes, no porque estuviese convencido de su utilidad, sino por no lesionar el patronazgo real que ostentaba. En cuanto al tinglado que se montaba en torno a algunas devociones y la explotación de la religiosidad del pueblo con leyendas y escenificaciones para obtener limosnas, anota en 1795: Ayer tarde vimos también el Santo Cristo de Burgos en el convento de agustinos. Su capilla, una gruta por la forma y la obscuridad: cincuenta lámparas, las nueve de enorme tamaño, dos arañas, frontal, retablo y dosel de plata maciza; tres cortinas corridas una en pos de otra, con mucho aparato; mucho encendimiento de luces, mucha espera y un fraile con sobrepelliz; todos aparatos bien inventados para provocar la devoción del vulgo. Al fin una efigie de malísima y hórrida forma. La mayor parte de las lámparas dotadas. Dentro y fuera de la capilla y por todo el claustro carros de muletas, de piernas y brazos y tetas de cera, y aun de plata, votos, testimonios de estupidísima superstición. El fraile vende cruces de plata de diferentes tamaños y labores, estampas, «medidas» todas tocadas a la efigie, en que ganará ciento por ciento.; las cruces son de 4 a cien reales de valor.31 Frente a las explicaciones milagrosas para las enfermedades tan de moda en su época, responde en carta al canónigo Posada que le habla de un amigo enfermo: Usted atribuye su curación a milagro; pero basta que pueda no serlo para que no lo sea ni se crea tal. Tal es la regla que dicta una crítica religiosa. Si alguna vez en este punto he sido menos crédulo que Vd, no es por que piense que Dios no hace milagros, y menos que no lo puede hacer, sino que cuando los hace, los hace de manera que nadie sino un protervo lo pueda poner en duda. Que en nuestro caso interviniese alguna providencia particular lo 30 31 Diarios II, págs.446-447. Diarios II, pág. 37. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 141-160 Jovellanos y la Iglesia 155 creo, y me complazco en creerlo. A este fin Dios dispondría las causas segundas a favor de nuestro amigo; más para hacer un milagro debió alterarlas, suspendiendo el curso de las leyes dictadas por él mismo. Crea, pues Vd, amigo mío, que hay un medio entre el incrédulo y el milagrero, y que vale más ver la santa mano de Dios que abarca las suertes de los hombres dirigiéndolas, que forzándolas32. Es evidente que Jovellanos, al igual que otros ilustrados, deseaba que ciertas creencias extrañas se estudiasen a la luz de la ciencia, que sin duda las despojaría de sus elementos supersticiosos y milagreros, protestando contra la facilidad con que se aceptaba el hecho sobrenatural (apariciones, visiones, milagros), alimentado frecuentemente por intereses clericales. Planteamiento que inspiraba también a prelados como Felipe Bertrán, obispo de Salamanca, cuando promulgó una carta pastoral ordenando a sus curas que prohibiesen y cortasen todas las visiones y milagrerías que se propagaron con motivo de la expulsión de los Jesuitas. Pero, más allá de la crítica a determinadas situaciones o comportamientos religiosos don Gaspar, como otros ilustrados españoles, deseaba que el pueblo se alejase de prácticas religiosas ridículas y de creencias estrafalarias, pues la verdadera religión, la religión instituida por Jesucristo estaba muy lejos de lo supersticioso. Razón por la que era necesario volver a la religión tal como la instituyó Cristo, evitando ofender a la razón con todo lo que se le había ido añadiendo. Así se entienden las recomendaciones que en su Tratado teórico-práctico de la enseñanza daba al encargado de la instrucción en las materias morales cuando decía: «que nunca olvide que la primera fuente es la razón» y que «el Ser Supremo grabó en la razón todos los preceptos naturales que debe observar la persona». Este redescubrimiento de la verdadera religión, significaba volver a un cristianismo interior que por la autenticidad de la doctrina, por su exigencia de verdad, de caridad y de amor, y finalmente por el rigor y la austeridad de sus reglas, devolviese al creyente el sentido de su grandeza y de su dignidad de ser racional. Para lograrlo nada mejor que acudir a la Biblia, calificándola como de «verdadero código del cristianismo» y recomendándola vivamente en la formación sacerdotal, como lo hace en la Instrucción que dio a un joven teólogo: En las ciencias de autoridad, cual es la teología, el estudio se debe de hacer en las fuentes, y …casi todo el que se hace fuera de ellas es casi, sino enteramente inútil…La primera fuente teológica es la Sagrada Escritura, [y por lo tanto] el primer estudio del teólogo debe de ser la Santa Biblia. Si éste es el libro de todo cristiano, si es el que debiera leerse por todos y meditarse por todos y a todas horas, ¿cómo no lo será del teólogo? Es preciso leerle todo, 32 B.A.E., t. L, pág. 244. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 141-160 156 Juan José Tuñón Escalada y de seguido, y con reflexión, y no solo una, sino dos o más veces, singularmente el Nuevo Testamento, que es la segunda fuente de la teología33. La importancia asignada por Jovellanos a la Biblia no sólo se justificaba por su convicción personal sino también por la necesidad pastoral, pues los teólogos y predicadores de la época raramente la manejaban y cuando lo hacían la deformaban totalmente, como denunciaba con sarcasmo el P. Isla en su Fray Gerundio. Pero se trata de una lectura de la Sagrada Escritura que es necesario hacer en lengua vernácula (levantada ya en 1789 la prohibición que arrastraba desde el s. XVI). Y recomendaba su uso en el plan de estudios para El Colegio de Calatrava — obra importantísima para conocer no sólo su pensamiento pedagógico sino también el religioso—, y en el Tratado teórico-práctico de enseñanza, escrito en su cautiverio, considerando que: La mejor y más alta preparación para el estudio de la ética cristiana será la frecuente y detenida meditación de los santos evangelios, que contienen su verdadero código34. De ahí también la importancia que asigna al griego y el hebreo en los planes de estudios de las Universidades. Pero, si en esta línea de interés por la Sagrada Escritura don Gaspar conecta con los grandes humanistas españoles del s. XVI, también lo hace con otros humanistas europeos. Basta recordar la carta a Lord Holland donde, afectado por la sangre que se derramaba en España, aunque fuese bajo la bandera del patriotismo, como presenció con ocasión de una victoria sobre el francés en el río Alberche, escribe: Hubo repique de campañas y salvas y mañana es probable que haya Te Deum. Así, mientras corre a ríos la sangre humana, los cantos de la victoria y los himnos de gratitud al cielo celebran las miserias de la pobre humanidad. Palabras en las que fácilmente se advierte el eco de la Querela Pacis de Erasmo de Roterdam. En éste, como en otros textos suyos, Jovellanos se posiciona claramente en la órbita del humanismo cristiano. Vuelta a la Escritura y afán por desterrar de las prácticas religiosas cuanto hay de superficial y supersticioso, que apunta a un cristianismo interior. Pero, hablar de cristianismo interior es hablar de despojar a la religión de mucha de su aparatosidad externa. Y sin embargo, ese despojo no significa en Jovellanos necesariamente la negación de ciertas prácticas exteriores de culto, como bien se refleja en el mencionado Tratado teórico-práctico de enseñanza cuando dice: 33 34 B.A.E., t. XLVI, pág. 277a. B.A.E., t. XLVI, pág. 260. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 141-160 Jovellanos y la Iglesia 157 El hombre es por naturaleza un hombre religioso…¿Por qué como podrá concebir alguna idea de las infinitas perfecciones de Dios y de los inmensos beneficios que le dispensó, sin que además de amarle y confiar en Él, se considere obligado a tributarle un humilde culto de adoración y gratitud?…Ni se trata solo de un culto puramente interno, porque si cuanto es, cuanto puede, cuanto tiene el hombre procede de la bondad de Dios, su adoración no sería cumplida si no procediese de todas las facultades mentales y físicas, y si no se demostrase, además de los sentimientos internos de adoración y sumisión, con actos exteriores de culto y de gratitud35. Es evidente que lo que pretende es conciliar razonablemente un culto interior, hecho de amor y gratitud, con el papel social de la Iglesia que demanda la manifestación pública de la religión y las obras exteriores. Pero este culto interior exige ante todo sinceridad, para lo que es necesario erradicar la mentira, los embustes y las supercherías e hipocresías de los comportamientos y prácticas religiosas. Actitud que considera se debe cultivar ya en la educación de los jóvenes mediante una buena enseñanza de la religión, por la que aboga en el Curso de humanidades castellanas: Se debe pues enseñar a los jóvenes los principios de la metafísica, esto es, de la naturaleza de los entes; y como el primero de todos, y el que los abraza y contiene en sí, es el Supremo Autor de cuanto existe, es visto que en esta enseñanza de la metafísica debe entrar la teología natural, esto es, la enseñanza y demostración de la existencia de Dios con aquellos grandes atributos que son inseparables de ella; esto es, su omnipotencia, su sabiduría y su bondad. Insistiendo también, como lo hace en la Memoria sobre la educación pública, en la importancia de la moral cristina y precisando las bases sobre las que se ha de impartir. Estos y otros abundantes pasajes de sus obras — a los que en razón de brevedad no aludimos—, reflejan el pensamiento y las actitudes religiosas de Jovellanos36. Aspectos que han atraído el interés de muchos estudiosos de su vida y escritos, generando un amplio abanico de juicios y opiniones que abarcan desde quienes, apoyándose en su fe católica, lo colocan en las filas de la contrarrevolución, hasta los que basándose en determinados comportamientos y expresiones respecto a la Iglesia de su tiempo han puesto de relieve su «anticlericalismo»; además de ser enjuiciado como regalista, jansenista y hasta masón. Opiniones y valoraciones, obviamente respetables, pero en ocasiones opuestas y extremas, que quedan matizadas y complementadas por quienes han puesto de relieve B.A.E., t. XLVI, pág. 262b. Cf. S. Sánchez Corredera, «Jovellanos y la religión. El problema religioso en Jovellanos», Boletín Jovellanista VI/6 (2005), págs. 235-260. 35 36 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 141-160 158 Juan José Tuñón Escalada su catolicismo sincero, como ha hecho, entre otros, Mons. Berzosa, colocándolo entre la tradición y la modernidad ilustrada37. Reconocimiento de su catolicismo al que me sumo, atreviéndome a añadir que si situamos a Jovellanos no sólo en el contexto eclesial concreto de la Iglesia de su tiempo, sino también en el marco más amplio de la Historia de la Iglesia, sus actitudes religiosas adquieren una perspectiva mucho más amplia y determinadas etiquetas que se le han colgado pierden relevancia. Pues, nuestro ilustre gijonés, en buena parte de sus actitudes religiosas no hace más que entroncar con una larga corriente espiritual que recorre la historia de la Iglesia, ya desde sus mismos orígenes. Una larga cadena de hombres espirituales, reformadores, humanistas e incluso místicos que metidos de lleno en el contexto eclesial que a cada uno le tocó vivir en su época, y sujetos —como no podía ser de otra manera—, a los esquemas políticos, culturales y sociales de su tiempo, clamaron por una fidelidad a los más netos valores del Cristianismo, aunque en ocasiones sus posiciones personales los colocasen a contrapelo de las estructuras eclesiásticas de su tiempo. Especialmente cuando estas estructuras, demasiado condicionadas a criterios temporales, no eran capaces de responder a sus demandas espirituales o no acertaban a presentar con claridad los valores evangélicos. Es sobradamente evidente que determinadas actitudes de Jovellanos hacia la Iglesia se inspiran en la mentalidad regalista que guió las actuaciones de los hombres más sobresalientes del despotismo ilustrado, pero, es también innegable, que su moral personal fue muy superior a la de muchos de los dirigentes de aquella política. Por otra parte, hemos de contar también con aquellas otras actitudes religiosas que le alinean con los llamados «jansenistas españoles» (término que se debe de precisar mucho) y que profesaban una religión caracteriza por: — el deseo de retornar a una Iglesia primitiva, más humilde y más pura que la que tenían delante, — escuchar fielmente la ley del Evangelio no adulterada por comentadores interesados — que las personas practicasen una religión no degradada por prácticas supersticiosas, — que desean un culto impregnado de sinceridad y de fervor, animado de un ardiente espíritu de caridad y de fraternidad — que demandaban, en definitiva, una reforma religiosa y moral, que más allá de las reformas políticas, económicas y sociales, y en armonía con las ciencias mo37 Cf. R. Berzosa Martínez, «La religiosidad en Jovellanos: entre la tradición y la modernidad ilustrada», Cuadernos de Investigación 1 (2007), págs. 187-203. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 141-160 Jovellanos y la Iglesia 159 dernas y la filosofía, permitiese restituir a los españoles en el marco de la razón y de la virtud. Una lectura detenida, serena y contextualizada eclesialmente de la vida y los escritos de Jovellanos nos lleva a concluir que tanto su pensamiento regalista como su actitud, denominada «jansenista», se sustentan sobre un sólido pilar: el de una fe católica sincera, expresada en sus prácticas religiosas, pero también en un deseo de renovación de la Iglesia en fidelidad a los principios de su fundador38. Renovación de la Iglesia y de las prácticas religiosas, siempre en lo que afectaba a su dimensión institucional y externa. Para nada en lo que a dogma y doctrinas se refiere. Una renovación institucional, que ciertamente Jovellanos contempló desde las claves del regalismo, marco político en el que se situaba, como evidencian los Informes sobre el Expediente de la Ley Agraria o sobre la Inquisición. Pero también se debe señalar que si su posicionamiento ante lo eclesiástico y los eclesiásticos de su tiempo estuvo marcado por parámetros políticos, no se paró ahí, sino que su preocupación espiritual, lo encaminó hacia planteamientos de renovación eclesial más profundos, inspirados en la fidelidad al mensaje cristiano y a la tradición de la Iglesia, sobre los que revela un amplio y profundo conocimiento. Y es esta actitud eclesial la que lo vincula a esa corriente permanente de búsqueda y demanda de autenticidad evangélica, a la que aludía al comienzo de mi intervención esta tarde, y que recorre toda la historia del Cristianismo, emergiendo con nombres y formulaciones diversas según las épocas. Manifestación, en definitiva, de la permanente tensión en la vida de la Iglesia entre dos factores no siempre fáciles de armonizar, pero fundamentales ambos: carisma (espíritu) e institución. Desde esta perspectiva, no cabe duda de que tenemos que contar a Jovellanos entre aquellos a quienes el Concilio Vaticano II reconoció la importancia y veracidad de bastantes de sus ideas y aspiraciones. Un concilio, tildado por los sectores más integristas de proclive al protestantismo, jansenizante y sospechoso de modernista, pero que permitió a la Iglesia replantearse y ahondar en su verdadera Misión, mirando hacia dentro y hacia fuera. Esta actitud eclesial de Jovellanos, reviste para mí particular interés, pues si sus concepciones regalistas de reforma de la Iglesia quedaron sepultadas con el modelo político en el que se sustentaban; el deseo de una renovación eclesial, inspirada en la fidelidad a importantes y genuinos valores cristianos —como una religiosidad purificada de supersticiones y supercherías, la meditación y el conocimiento de Sagrada 38 Merecen recordarse las palabras del profesor Caso: «Su catolicismo no quiso ser comprendido por sus enemigos, los de entonces y los que después se han dedicado a calumniarle, atribuyéndole lo que no pasó jamás por su mente». J. M. Caso González, De Ilustración…, pág. 354. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 141-160 160 Juan José Tuñón Escalada Escritura y los Evangelios, un cristianismo interior, imbuido de sencillez y autenticidad—, sustentado en una fe sólida y sincera y en una elevada moral, len da vigencia y actualidad, social y eclesial. Aspecto destacado ya en su día por el profesor Caso cuando, al hablar del «catolicismo no siempre comprendido» de nuestro prócer, afirmaba que «Pasados los años, Jovellanos se nos aparece como precursor o como flecha lanzada al futuro, y por lo mismo muy nuestro. Innovador, pero con mesura. Luchador infatigable del bien y de la verdad, pero sin perder de vista la justicia y la caridad. Anuncio de nuevos tiempos y de nuevas ideas, pero sin romper los lazos con la tradición». Afirmación que no soy el único en suscribir. Aunque, atreviéndome a añadir que su actitud religiosa y eclesial, hace de nuestro ilustre polígrafo no sólo precursor de nuevos tiempos e ideas, sino también modelo de referencia e inapreciable aviso a navegantes, para quienes, adentrándose hoy en la búsqueda de caminos nuevos para el bien, la verdad o la justicia, sintiéndose en ocasiones insatisfechos e incluso incómodos —¿porqué no decirlo?—, con la realidad eclesial que tienen delante, se sienten tentados a romper los lazos con la fe y la tradición genuinamente cristinas a las que se aferraron fuerte y sinceramente hombres de la categoría humana y moral de Jovellanos. Fue su sincera religiosidad, guiada por una profunda e inteligente sensibilidad espiritual, la que le permitió vivir un catolicismo comprometido en la búsqueda de renovación eclesial. Desde una lectura reflexiva y serena de la historia de la Iglesia que discierna las claves que fundamentan y definen la institución eclesial, se comprende mejor la religiosidad de nuestro ilustrado. Y desde esas mismas claves histórico—eclesiales, creemos poder decir que don Gaspar Melchor de Jovellanos con su catolicismo sincero y «comprometido», presenta también una significativa vigencia y actualidad. Muchas gracias. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 141-160 La ascendencia de Don Gaspar de Jovellanos en Italia: Don Benito Trelles Coaña y Villamil 1 Manuel Mª Rodríguez de Maribona y Dávila Academia Asturiana de Heráldica y Genealogía E xcelentísimos e Ilustrísimos señores, señoras y señores: En primer lugar quiero dar las gracias a la Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, por haberme concedido el gran honor de nombrarme Patrono de esta Casa, lo que me llena de una enorme satisfacción y orgullo, debido a la profunda admiración que le tengo a la Institución, y a la magnífica labor que realiza en pro de los estudios jovellanistas, y por ende de los estudios de esta tierra asturiana nuestra. Solo espero estar a la altura de las circunstancias, poniéndome a su disposición para todo lo que, dentro de mis muchas limitaciones, pueda aportar. Gratitud que personalizo a toda la Junta Directiva, y muy especialmente a su Presidente, don Jesús Menéndez Peláez, a don Fernando Adaro de Jove y a don Orlando Moratinos Otero, al ser sus destacables miembros que más he tenido la oportunidad y el gozo de tratar, y de las que siempre he recibido un cordial y afectuoso apoyo, fruto de la amabilidad y el buen hacer que les caracteriza. Gracias, de manera también muy especial, a doña Conchita Paredes Naves, Directora del Archivo Histórico de Asturias, que se ha dignado hoy a presentar este modesto trabajo, y a la que admiro plenamente por el celo y la dedicación —además de su proverbial simpatía— con la que dirige ese trascendental Archivo asturiano, que en estos días sufre el cambio de ubicación en Oviedo, sin duda, por lo menos en lo que a ella y su equipo se refiere, para prestar aún, si cabe, un mejor servicio a todos los que nos dedicamos continuamente a bucear por sus valiosos legajos. De los muchos antepasados respetables para la Historia de España que tuvo don Gaspar de Jovellanos, y sobre los que de algunos de ellos traté someramente en mi libro sobre su expediente de la Orden de Alcántara2, uno de los que me ha llamado Conferencia pronunciada por el autor el 17 de febrero de 2010 en el Salón de Actos de la Biblioteca Pública «Jovellanos», Gijón, con motivo de su toma de posesión como Patrono de la Fundación. 2 Manuel Mª Rodríguez de Maribona y Dávila, Don Gaspar de Jovellanos y Ramírez de Jove, caballero de la Orden de Alcántara: genealogía, nobleza y armas. Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, Gijón, 2007. 1 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 161-205 ISSN: 1888-7643 Retrato de Don Benito Trelles Coaña y Villamil, marqués de Torralba y Príncipe de la Sala de Partinico, tercer abuelo materno de Don Gaspar de Jovellanos. Anónimo (h. s. XVI). Colección particular de los condes de Cabra (Foto: Juan González de Quirós). Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 161-205 La ascendencia de don Gaspar de Jovellanos en Italia: don Benito Trelles Coaña y Villamil 163 siempre enormemente la atención ha sido el de don Benito Trelles Coaña y Villamil, su tercer abuelo materno, y su trascendental relación con Italia, tanto por los importantes cargos desempeñados en el antiguo Reino de Nápoles, como por sendos matrimonios con dos damas provenientes de las más destacadas familias de Cerdeña y de Sicilia, sangre que, parte de la cual, heredó el mismo Jovellanos. La primera vez que me encontré con documentos que hicieran referencia a Trelles, fue en el Archivo Histórico del Principado de Asturias, al adquirir este los fondos de los Duques del Parque. Tuve la oportunidad de consultar estos legajos, aún apenas sin clasificar, y hoy, años después, magistralmente tratados por doña Conchita Paredes en su libro Archivo de la Casa Trelles, Duques del Parque3, prologado por don Gonzalo Anes, Director de la Real Academia de la Historia. Efectivamente, en el verano del año 2002, dediqué varias jornadas para hacer una relación de estos documentos, que entregué posteriormente a un descendiente de la familia Jovellanos, patrono de esta Casa, persona cultivada y de grandes inquietudes históricas que le llevan continuamente a volcarse en actividades culturales de todo tipo que tengan relación con nuestro gran personaje ilustrado: Domingo CienfuegosJovellanos y Caramés, Marqués de Montemura, siempre pendiente de desarrollar una labor de investigación y mecenazgo. También otra descendiente de Jovellanos, doña Marta Yglesias y Cienfuegos-Jovellanos, junto con su marido Juan González de Quirós y Sánchez del Río, han trabajado sobremanera a este personaje, logrando con ello las bases para una publicación que sus amigos y admiradores esperamos con anhelo. A ellos agradezco, muy especialmente, la gran información desinteresada que me han facilitado sobre tantos aspectos trascendentales para este pequeño trabajo. No obstante, hay que decir también que en los fondos de este magnífico archivo de la Casa de los Duques del Parque, de los cuales parte está en el Archivo Histórico de Asturias y parte en otros archivos como el Histórico Nacional4, no se encuentra mucha documentación sobre el personaje que estudiamos hoy, don Benito Trelles, refiriéndose esta, en su mayoría, a sus descendientes, en la línea de los duques del Parque. Y esta escasez será aún mayor si queremos profundizar especialmente en el plano personal. Salvo alguna correspondencia entre él y su hermano don Alonso, algunos memoriales que nos hablan de sus méritos, inventarios de sus muchas posesiones, fundaciones de capellanías, capitulaciones matrimoniales de sus hijos y parientes, o algún nombramiento en particular, poco más hay que nos pueda hacer profundizar con detalle en una vida tan apasionante como la de nuestro protagonista. Sin emMª Concepción Paredes Naves, Archivo de la Casa Trelles, Duques del Parque. Real Instituto de Estudios Asturianos, Oviedo, 2008. 4 Encontramos también documentación sobre la Casa de los Duques del Parque, en el Archivo Provincial de Zamora, en los fondos del Marqués de Castrillón, Duque del Parque (siglos XIV a XX). 3 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 161-205 164 Manuel Mª Rodríguez de Maribona y Dávila bargo, no me corresponde a mi analizarlo, cuando tenemos hoy con nosotros a la mayor experta en este importante fondo nobiliario. Y sin extenderme más en estos preámbulos, sin duda necesarios, nos sumergimos someramente en la vida de don Benito Trelles Coaña y Villamil, en sus ascendientes de la más tradicional hidalguía asturiana, en sus matrimonios fuertemente ligados a los reinos italianos y, sobre todo, en sus descendientes, para enlazar, como colofón, con su tercer nieto, don Gaspar de Jovellanos y Ramírez de Jove. EL LINAJE DE VARONÍA: COAÑA El linaje de Coaña, que es el que le corresponde a don Benito Trelles por varonía, tiene su origen en el concejo del mismo nombre, partiendo su tronco del noble y antiguo de Trelles, habiendo tenido casa solar, torre fuerte con foso y trasfoso, que se erigía en el municipio de su nombre. En el expediente de ingreso en la Orden de Santiago5 del propio don Benito Trelles Coaña, se hablaba sobre esta fortificación, al citar los informantes encargados para ello, la antigua torre de mampostería con cuatro esquinas, de cinco o seis pisos de alto, con troneras y una puerta de arco de entrada. Se especificaba también que uno de sus ángulos estaba desmoronado. Por diversos documentos sabemos que en el año 1760 seguía existiendo, pero ya ruinosa y abandonada. Según los antiguos genealogistas, el progenitor más lejano conocido de este linaje fue don Álvaro Pérez de Coaña, que poseía su solar, casa y torre fuerte, llamada los Picos de Coaña, en esta misma villa. Contemporáneo del Rey Don Pedro I de Castilla, llamado el Cruel, fue tenaz defensor suyo, lo que le valió, como a otros muchos en Asturias, la persecución de su sucesor Don Enrique de Trastamara, confiscándole su casa de Coaña, los lugares de Nadou y Llosoiro, así como patronatos de iglesias y otros bienes. Salvó en cambio el hospital que había fundado para albergue de peregrinos jacobeos en Jarrio. Su hijo, don Alonso Álvarez de Coaña, fundaría nueva casa solar en Meiro, dentro del mismo concejo, y en el año 1378 acudió en ayuda del Obispo Gutierre, junto con otros caballeros, en la lucha contra la tiranía del Conde de Gijón. Hijo de don Alonso, fue don Álvaro Pérez de Coaña, que sirvió al Rey Don Enrique III —el primer Príncipe de Asturias de nuestra historia—6, participando también en las luchas contra el Conde de Gijón, don Alonso Henríquez. Continuó sirviendo al Rey Don Juan II, enfrentándose con los poderosos Quiñones y sus partidarios. Su sucesor, don Gonzalo Pérez de Coaña, heredó las casas de Meiro, el recuperado lugar A.H.N. Sección de Órdenes Militares, Santiago, exp. 8220. Sobre este tema, ver el libro del autor: Los Herederos de la Corona Española: Historia de los Príncipes de Asturias. Editorial Sotuer, Madrid, 1996. 5 6 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 161-205 La ascendencia de don Gaspar de Jovellanos en Italia: don Benito Trelles Coaña y Villamil 165 de Nadou, así como Castañeira, y le tocó vivir en tiempos del Rey Don Enrique IV. Le sucedió don Álvaro González de Coaña, Señor de la Casa de Meiro, que sirvió a los Reyes Católicos. Fue padre de don Alfonso González de Coaña, Señor de la Casa de Meiro, que casó con doña Catalina Suárez de Trelles (hija de Gómez Arias de Trelles). A don Alfonso le sucedió su hijo don Lope Suárez de Coaña y Trelles, capitán que fue de milicias, que contrajo matrimonio con doña Leonor Alfonso de Lantoira y Villamil, Señora de la Casa y Solar de Trelles, en Serandinas, Boal, (era hija única de don Gonzalo Méndez de Trelles y de doña María Pereira, natural de Miñagón). Fueron padres de don Gonzalo Méndez de Coaña y Trelles Villamil que celebró sus esponsales con doña Catalina Trelles Infanzón (hija de Suero González de Trelles y de María Infanzón), y procrearon al personaje que hoy nos ocupa, don Benito Trelles Coaña y Villamil. Don Gonzalo y doña Catalina fueron padres también de don Lope, primogénito que sucedió en los mayorazgos de su familia, y que casó con doña Inés García de Sierra, y de don Alonso, que fue chantre en la Catedral de Santiago de Compostela. BENITO TRELLES COAÑA Y VILLAMIL Nació don Benito en Villar de Serandinas, concejo de Boal, donde fue bautizado el día 10 de mayo del año 1613, siendo hijo de don Gonzalo Méndez de Coaña y de doña Catalina Trelles Infanzón. Sobre él, y sobre su genealogía tanto ascendente como descendente, ya nos habla el gran José Manuel Trelles Villademoros en su Asturias Ilustrada7, recogiendo testimonios de sus contemporáneos, como Pablo Antonio de Tarsia8 o el consejero Pablo Estaivano9. Hay que decir que José Manuel Trelles era descendiente de la hermana de la madre de don Benito Trelles10. Posteriormente, otros varios autores nos tratarán sobre el personaje, como es el caso de Constantino Suárez, en su obra Escritores y artistas asturianos11, por citar alguno. Ya desde muy pequeño demostró su facilidad para los estudios, lo que animaría a dos de sus tíos sacerdotes, que ejercían de párrocos en San Antolín de Navia y en Miudes, el Franco, a apoyarle en su educación. Gracias a esto, don Benito logró obtener una beca, e ingresó en 1636 en el Colegio Mayor de San Salvador de Oviedo, de la José Manuel Trelles Villademoros, Asturias Ilustrada, origen de la Nobleza de España, su antigüedad y diferencias. Tres tomos. Madrid, 1736 8 Pablo Antonio de Tarsia, Sobre los tumultos de Nápoles, año de 1647. 9 Pablo Estaivano, Resoluciones forenses. 10 José Manuel Trelles Villademoros nos relata en su obra que los descendientes de Trelles poseían en esos años tres grandezas de España, doce títulos de Castilla, y habían hecho más de cuarenta pruebas de nobleza, para órdenes militares, colegios mayores, inquisición y cargos de la iglesia. Vid nota 6. 11 Constantino Suárez, Escritores y artistas asturianos. Oviedo 1959. 7 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 161-205 166 Manuel Mª Rodríguez de Maribona y Dávila Detalle del escudo de armas de Don Benito Trelles, que figura en el margen superior derecho de su retrato, y que se describiría: en campo de oro un escudete elíptico, de azur, cargado de siete estrellas de plata, y acompañado de dos árboles de su color. Acolada al escudo la cruz de santiago, y por timbre corona marquesal (Foto: Juan González de Quirós). Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 161-205 La ascendencia de don Gaspar de Jovellanos en Italia: don Benito Trelles Coaña y Villamil 167 Universidad de Salamanca. Finalizando en el año 1643, fue promovido para el puesto de Oidor en Santa Clara, en el Reino de Nápoles, de donde pasaría muy pronto a ser Consultor en el Reino de Sicilia. En estos cargos obtuvo un éxito notable, por sus muchos aciertos obtenidos, gracias a su saber y a su prudencia, especialmente en los graves tumultos que se produjeron en Nápoles en el año 1647, y que nos narrará su propio hijo, don Gonzalo Trelles y Agliata, en el Memorial que presenta al Rey el año siguiente al fallecimiento de su padre, con el fin de solicitarle un nuevo título nobiliario, y que se encuentra también en los fondos del Archivo Histórico12. Nos dirá que siendo Virrey el duque de Arcos, don Benito estando a sus órdenes pasó a gobernar y apaciguar la ciudad de Capua, que estaba armada y amotinada, y en la cual […] con su actividad, prudencia y buena disposición, consiguió la quietud común, restituyendo la Nobleza que estaba oprimida, a su libertad. También sobre Trelles en estos años, y basándose en los escritos de Tarsia, nos dirá Rezábal y Ugarte13: Este insigne varón fue celebrado por su acertada conducta en los muchos empleos que manejó, y el duque de Arcos, virrey del reino, no halló otro caballero ni ministro más a propósito que él para atajar los excesos de la plebe; los que, en efecto, consiguió disipar con su valor, cordura, desvelo y buena inteligencia; señalándose no menos en las armas que en las letras, imitando a sus nobilísimos abuelos que florecieron en ambas profesiones. Incidiendo a este respecto, Pablo Antonio de Tarsia, en el elogio del marqués de Torralba, nos dice también: Estando ya todos ellos en armas y amotinados con voz de pueblo; para atajar estos sucesos e impedir mayores inconvenientes, que con razón se temían, no halló el virrey para empresa tan ardua y de tanta importancia caballero y ministro que fuese más a propósito que el consejero don Benito Trelles, Marqués de Torralba. El que este autor le denominase como Marqués de Torralba, nos lleva a un tema que resulta muy curioso e interesante, porque Trelles, como veremos, enlazaba por su Memorial presentado al Rey por Gonzalo Trelles Agliata, Duque del Parque, Príncipe de la Sala de Partinico. Año 1683. Archivo Histórico de Asturias, tres ejemplares. Archivo de la Casa Trelles, doc. Nº. 68688/8 13 José Rezábal y Ugarte, Biblioteca de los escritores que han sido individuos de los seis Colegios Mayores. Madrid, 1805. 12 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 161-205 168 Manuel Mª Rodríguez de Maribona y Dávila primer matrimonio con la marquesa de Torralba14, pero a pesar de enviudar continuó utilizando el título el resto de su vida. Efectivamente, ejerciendo sus cargos en Sicilia conoció a doña Teodora Carrillo de Albornoz, Marquesa de Torralba y de Bonanaro (o Bonani según algunos documentos), y Señora de las baronías de Ittiri, Uri, Odas de Meylogo (estas dos últimas hoy denominadas Utre y Odas de Maylida) y Costa de Bals, en Cerdeña, con la que celebró sus esponsales, y en la que luego volveremos a incidir. Quedando viudo de ella al poco tiempo, y dejándole una niña de corta edad —que será la línea que enlace con Jovellanos—, contrajo de nuevo matrimonio con doña Isabel de Agliata15, Duquesa de Sala Paruta (título convertido en ducado del Parque en 1780). Esta era hija de los príncipes de Villafranca, don José Agliata Paruta y Gravinia16, II Duque de Sala Paruta17, y Señor de muchas baronías en Sicilia, como la de Regiulfo18, además de caballero de la Orden de Calatrava, Maestre de Campo y Pretor de Palermo, y doña Giovanna Lanza Barrese Colonna Gaetano y Cardona19 (hija de don Lorenzo Lanza, III Conde de Mussomeli, y de la Condesa doña Elisabetta de Barrese), vecinos de la ciudad de Palermo, que formaban parte de las primeras familias del Reino de Sicilia. Su hermano Francesco20 Agliata heredó los estados sicilianos de su padre, y su hermano Lorenzo Agliata fue Maestre de Campo, En la obra de don Vicenzo Amat, Origen del Cavallerato y de la Noblesa de varias Familias del Reyno de Cerdena, nos dice que al primer Conde de Torralba, don Miguel Comprat el mismo año de la concesión del título de Conde, 1630, se le hizo Marqués de la misma denominación, pero no hemos encontrado el documento. 15 Este apellido también lo encontramos como Alliata, que es como lo utilizan en la actualidad los miembros de esta importante familia en Italia. 16 Don José Agliata nació en 1600, y falleció en Villafranca en 1648. 17 El ducado de Sala Paruta fue concedido por el Rey Don Felipe IV, como soberano del Reino de Sicilia, por Real carta de 20 de enero de 1625, a don Francesco Agliata Paruta, Príncipe de Villafranca y Grande de España, sobre el feudo de Sala Paruta, que desde el año 1432 detentaba su familia en la provincia de Trapani, Sicilia. La concesión se conserva en el Archivo Histórico de Simancas. Posteriormente el Rey Don Carlos IV, en 1780, al VI Duque, don Manuel Joaquín de Cañas y Trelles, le cambiará la denominación del título, pasando a ser ducado del Parque, con el fin de evitar el problema con la línea italiana, que también usaba esta misma dignidad de Sala Paruta. Para este tema es imprescindible leer el libro de Vicenta Márquez de la Plata y Luís Valero de Bernabé, El libro de oro de los duques, editado por Prensa y Ediciones Iberoamericanas, colección Persevante de Borgoña, Madrid, 1994, págs. 273 a 275. 18 La baronía de Regiulfo se les adjudicó a los duques de Sala Paaruta, por un legado que en 1638 la abuela de doña Elisabetta de Agliata, doña Isabel Barrese, hizo a su nieta y su marido, por un valor de 30.200 onzas, y que al no habérseles pagado por los herederos príncipes de la Trabia, se les ejecutó judicialmente, adjudicándoseles esta baronía de Regiulfo. 19 Doña Giovanna Barrese contrajo matrimonio con don José Agliata en 1626, y falleció el mismo año que su marido, 1648, en Villafranca. 20 Su padre, el Príncipe de Villafranca, en su testamento de 1648, reconoce como hijos a Francesco, que le sucede, y a la citada Elisabetta. 14 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 161-205 La ascendencia de don Gaspar de Jovellanos en Italia: don Benito Trelles Coaña y Villamil 169 y caballero de la Orden de Calatrava. En los documentos se especificaba su dote, que constaba de […] veinte mil escudos en dinero, veinte mil en tapicerías, colgaduras de brocado y otros géneros, ropa blanca, plata labrada, joyas y otras alhajas; además también recibe como dote sobre estados y bienes feudales de su padre el Príncipe otros quince mil ducados, por los cuales su hermano que heredase el título de príncipe, don Francisco, constituye un censo de 57 escudos al año. También su abuela materna, doña Elisabetta Barrese Colonna, casada como decíamos con don Lorenzo Lanza, hijo del Príncipe de Trabia y Conde de Mussomeli, le favorece en su testamento, por lo que don Benito Trelles recibirá también mil ducados, tres mil de censo, así como unos créditos dotales sobre los estados de Trabia. Sus abuelos paternos habían sido don Francesco José Agliata y Paruta, I príncipe de Villafranca y I Duque de Sala Paruta, además de Pretor de Palermo, y doña Francesca Gravinia, marquesa de Francofonte. Precisamente de la hermana de su abuelo don Francesco, doña Ymara Tagliavia y Agliata, heredaría también doña Elisabetta, lo que motivó una serie de pleitos con su hermano don Lorenzo. Del matrimonio de don Benito Trelles con la duquesa de Sala Paruta, nacieron tres hijos, don Gonzalo, doña Juana y don Francisco Trelles Agliata. Este último, nacido en Palermo, casó con doña Luisa de Valdés, y no dejaron descendencia. Sobre el primogénito, don Gonzalo, que sucederá en el ducado de Sala Paruta (luego del Parque), y que será la línea de la que nos hable con gran conocimiento doña Concepción Paredes, en su libro citado sobre el Archivo de la Casa de Trelles, Duques del Parque, solo diremos que fue bautizado en la parroquia de Santa Cruz, en Palermo, el día 3 de mayo de 1652, y que contrajo primeras nupcias con doña Margarita de Palafox y Cardona, hija de los marqueses de Ariza. Este título había sido concedido a don Francisco de Palafox, en el año 1611, y hoy pertenece a la Casa de los duques de Infantado. Al fallecer prematuramente doña Margarita, sin descendencia, don Gonzalo contrae de nuevo matrimonio con doña Luisa Antonia de Valdés y Trelles, en la parroquia de San Pedro de Gijón, el 24 de enero de 1682. Doña Luisa era hija de don Fernando de Valdés, Señor de esta Casa en Gijón, caballero de la Orden de Santiago, y de doña Leonor de Trelles Coaña, sobrina que era del propio don Benito, como hija de su hermano, el Capitán don Lucas Trelles Coaña. Don Gonzalo vistió, como su padre, el hábito de caballero de la Orden de Santiago. Fueron progenitores de doña Isabel y de doña Leonor de Trelles y Valdés. La segunda hija de don Gonzalo y doña Luisa fue doña Leonor Eulalia, que casó a su vez con don Pedro de Miranda y Omaña, Marqués de Santa María del Villar y Conde de San Román, fallecido en 1757. De los hijos de este matrimonio, don Pedro contrajo matrimonio con doña María Joaquina de Aldao Gayoso, doña Ignacia con Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 161-205 170 Manuel Mª Rodríguez de Maribona y Dávila don Juan de Navia-Osorio, Marqués de Santa Cruz de Marcenado, y doña María Luisa con don Luís Villamil; tuvieron también a doña Teresa, que fue monja en San Pelayo de Oviedo, y a doña Agustina, doña Josefa, doña Rosa y doña Isabel. La primogénita de don Gonzalo Trelles y Agliata, y de doña Luisa Antonia de Valdés y Trelles, doña Isabel, fue bautizada en la parroquia de San Isidoro de Oviedo, y sucedió a su padre en el Mayorazgo. Contrajo matrimonio con don Francisco Antonio de Cañas y Acuña, Marqués de Vallecerrato. Precisamente sobre este matrimonio nos habla en su libro Linajes y palacios ovetenses, el Marqués de Jaureguizar21, al ser los que levantaron el magnífico palacio del Fontán, en Oviedo, hoy conocido como palacio de los duques del Parque, y gracias fundamentalmente a la fortuna heredada de su abuelo en sus posesiones italianas. El hijo de los anteriores fue don Manuel Joaquín de Cañas y Trelles, VI Duque de Sala Paruta, VIII Marqués de Vallecerrato y Príncipe de la Sala de Partinico, al que el Rey Don Carlos III le concedió la Grandeza de España de segunda clase, el 22 de octubre de 1771. Posteriormente el Rey Don Carlos IV, el 14 de noviembre de 1780, le cambia la denominación del título, pasando a ser ducado del Parque, con el fin de solucionar el problema que se había creado al utilizar este mismo título de Sala Paruta la línea italiana de los Agliata, y la línea española de los descendientes de Trelles-Agliata. El VI Duque de Sala Paruta, por tanto, pasará a ser el I Duque del Parque22, y la Grandeza de España será de primera clase desde el año 1792, también por Real merced del Rey Don Carlos IV. Don Manuel Joaquín de Cañas y Trelles, I Duque del Parque, fue Teniente General de los Reales Ejércitos, Embajador de S.M., Gentilhombre de Cámara del Rey, con ejercicio, Alguacil Mayor del Santo Tribunal de la Inquisición en Valladolid, Teniente de ayo del Infante Don Javier, y Caballero Gran Cruz de la Orden de Carlos III. Falleció en el año 1796, habiendo casado con doña Agustina Portocarrero y Maldonado, Marquesa de Castrillo y Condesa de Belmonte, por donde se mantuvo la sucesión de estos títulos. Por último, la otra hija de don Benito Trelles y de doña Isabel Agliata, que fue doña Juana Trelles y Agliata, celebró sus esponsales con don José de Mendoza y Toledo, VII Conde de Orgaz y Señor de la Casa de Mendoza, Prestamero Mayor de Vizcaya. El título de Orgaz fue concedido por el Emperador Don Carlos V, a don Álvaro Pérez de Guzmán y Suárez de Mendoza, Señor de Orgaz y de Santaolalla, en 1529. Don Benito Trelles había dotado a su hija para su matrimonio con setenta mil ducados, en joyas, 21 Marqués de Jaureguizar, y marqués del Saltillo, Linajes y palacios ovetenses: datos para su historia. Prólogo de Gonzalo Anes. Hidalguía, Madrid, 1992. 22 En casi todos los trabajos que tratan de esta familia, erróneamente se les llama duques del Parque, especialmente desde doña Isabel Agliata, al contraer matrimonio con don Benito Trelles, cuando en realidad eran duques de Sala Paruta, hasta la reconversión por parte del Rey Don Carlos IV, en el año 1780, en la figura del VI Duque de Sala Paruta, y que sería realmente el I Duque del Parque. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 161-205 La ascendencia de don Gaspar de Jovellanos en Italia: don Benito Trelles Coaña y Villamil 171 plata labrada, ropa blanca y alhajas, más cincuenta mil en dinero de contado. Fueron hijos de este matrimonio, don Agustín, don Esteban, doña María, doña Isabel, doña Josefa y doña Teresa de Mendoza y Trelles. De algunos de ellos nos hablará el Marqués de Torralba en su testamento, como luego veremos. Siguiendo con la biografía de don Benito Trelles, veremos que posteriormente continuaron las sublevaciones en el Reino de Nápoles, motivadas sobre todo por el descontento con el Virrey el duque de Arcos, y apoyadas además por Francia, extendiéndose a otras ciudades circunvecinas. El Marqués de Torralba logró que Capua se mantuviera fiel al Rey, costeando de su pecunia doscientos alemanes, tres compañías de caballos y tres de infantería, lo que le hizo gastar más de cuatro mil ducados de su hacienda, pero pudiendo así velar por la seguridad territorial y consiguiendo que los víveres pudiesen llegar a la ciudad de Nápoles, que se encontraba en una difícil situación. Se destituyó al Duque de Arcos, nombrando Virrey a don Juan de Austria, al que se le concedieron plenos poderes, pero apenas un mes después cesaría a favor del Conde de Oñate. En la noche del 6 de abril de 1648 concluyeron los sucesos de esta guerra con la entrada de don Juan de Austria, asistido del Conde de Oñate, nuevo Virrey de Nápoles y Capitán General, en los cuarteles rebeldes de la ciudad napolitana, y con la eficaz ayuda de don Benito Trelles que con una tropa de criados suyos armados, y como nos cuenta su hijo en el Memorial citado […] fue de los primeros que salieron al avance de las trincheras; y aviendo llegado a los quarteles contrarios que estavan en resistencia le habló y exortó tan prudentemente, que le abrieron las trincheras, dando passo a los barrios por aquella parte; y aclamaron con veneración el Real nombre de V. Magestad23. Con el éxito de las operaciones, el Rey quiso nombrar de nuevo a don Juan de Austria Virrey de Nápoles, cargo que no aceptó, pero a final de ese mismo año de 1648 se le nombraría Virrey de Sicilia, donde estuvo hasta 1651. A nuestro personaje, don Benito Trelles, se le nombró el día 7 de septiembre de 164924 Consultor del Virrey, y en cuyo nombramiento, que se conserva en Simancas, ya figura como Marqués de Torralba. De hecho gozaba de toda la confianza de don Juan, que cuando salió de la isla para participar en las jornadas de Porto Longone, que Francia había ocupado junto con Piombino en 1646, y que tenía la orden de reconquistar, le dejaría encargado de los negocios más importantes y de mayor responsabilidad, ocupándose especialmente de las expediciones de víveres que habían de llegar para el sustento de las galeras de la Real Armada, lo que realizó con gran acierto. Vid. Nota 6. Archivo General de Simancas. Sección de Secretarías Provinciales. Nombramiento a don Benito Trelles, Marqués de Torralba, de Consultor del Virrey de Sicilia. 23 24 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 161-205 172 Manuel Mª Rodríguez de Maribona y Dávila En el año 1651 obtendría don Benito el hábito de Caballero de la Orden de Santiago, cuyo expediente de ingreso con toda su genealogía se custodia en el Archivo Histórico Nacional. Al año siguiente fue nombrado Viceprotonotario del Reino de Sicilia25, y en el documento figura como Marqués. En el Archivo de los Duques de Osuna26, se custodia una carta de don Benito Trelles, Marqués de Torralba, fechada el 4 de octubre de 1652, y dirigida a don Rodrigo de Sandoval y Mendoza, VII Duque del Infantado, a la sazón Virrey de Sicilia, ofreciendo sus servicios y los de sus cuñados, el Príncipe de Villafranca y el Conde de San Marcos. En el mismo fondo, hay dos curiosas cartas del Rey Don Felipe IV al Duque del Infantado, instando a que se visitara a don Benito Trelles, consultor de los virreyes de Sicilia, en averiguación de ciertas sospechas que de él había. Lamentablemente estas cartas no aportan detalles sobre este aspecto, ni hay ningún documento más que nos lo aclare. Obviamente, y viendo su trayectoria posterior, estos hechos no tuvieron ninguna trascendencia. En 1652 regresó de nuevo a Nápoles27, y ocupó el cargo de Regente del Consejo Colateral de Nápoles, puesto que dejó al año siguiente para ser miembro del Consejo Supremo de Italia. En Nápoles fue también Regente Prefecto de la Annona, organismo que se ocupaba de abastecer a la ciudad, y Presidente del Consejo de Santa Clara, cargos que ninguna persona de su época desempeñó simultáneamente, además de otros servicios ajenos a su profesión. En el Reino de Nápoles existían en esa época dos grandes instituciones para la administración de la justicia, el Sacro Regio Consiglio o Tribunal de Santa Clara, que se ocupaba fundamentalmente de cuestiones feudales administrativas de la judicatura, y por debajo la Gran Corte de la Vicaría. Se pretendía que el Consejo de Santa Clara pudiera ejercer la administración de la justicia, sin dependencia de ningún otro tribunal. En unos y en otros, realizó una labor ejemplar, obrando con sumo acierto, lo que le valió que sus contemporáneos escribiesen de él que desempeñaba sus puestos con valor, letras, prudencia y legalidad. Gracias al interés del Conde de Oñate, Virrey que fue de Nápoles, aparecerán en 1653 las primeras obras musicales de producción local en la ciudad de Nápoles, y 25 Concedido por Real Cédula de 14 de junio de 1652. Archivo General de Simancas, Sección de Secretarías Provinciales, libro 210, fols. 155 a 157 vtº. 26 A.H.N.,Sección Nobleza, Archivo de los Duques de Osuna, C.T. 15. D. 43. 27 De estos años hay documentación muy interesante: Carta de Benito Trelles, Marqués de Torralba (a Rodrigo Sandoval Mendoza, VII Duque del Infantado, Virrey de Sicilia) ofreciéndole sus servicios y los de sus cuñados, el Príncipe de Villafranca y el Conde de San Marcos. Palermo, 4-X-1652. A.H.N., Sección Nobleza, Osuna, caja 15, doc. 43. Siete cartas de Felipe IV al Duque del Infantado, una de ellas para que se visitase a Benito Trelles, consultor de los virreyes de Sicilia, en averiguación de ciertas sospechas que de él había (duplicada), y otra para que el visitador general no ejercitara su misión en el caso de Trelles, por haberlo cometido al Arzobispo de Reggio. AHN, sección Nobleza, Osuna, caja 1982, doc. 15. Consultas y otros documentos relativos a la visita contra el consultor don Benito Trelles. Archivo General de Simancas, Secretarías Provinciales, legajo 1297. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 161-205 La ascendencia de don Gaspar de Jovellanos en Italia: don Benito Trelles Coaña y Villamil 173 entre los dramas musicales que se representarán en Palacio o en San Bartolomeo, figurará La Vittoria Fuggitiva, de Giuseppe Castaldo, con música de Francesco Marinelli, y que se dedicó a nuestro personaje, don Benito. Don Benito Trelles Coaña y Villamil, permaneció once años al frente de sus funciones en Nápoles, regresando a la Corte en 1664, como miembro del Consejo de Castilla. En 1672 dio un paso adelante y entró a formar parte de la Cámara de Castilla, que era el Consejo Supremo de la Corona, como órgano anexo al Consejo de Castilla, y compuesto por su Presidente y por algunos de sus ministros, siempre miembros del Consejo, además de un Secretario Real. La Cámara era una comisión reducida del Consejo de Castilla, pero separado de este, y funcionaba como despacho secreto y reservado que se encargaba de aconsejar al Rey en la administración de la gracia o la merced. Nos dirá también su hijo don Gonzalo en el Memorial citado dirigido al Rey […] fue servido V. Magestad de ocuparle en Plaza de la Cámara, para que se exercitasse en las materias mas arduas, y en las resoluciones mas secretas del Gobierno, aviendo juntamente assistido a innumerables conferencias, y juntas, que de orden de V. Magestad, en su tiempo se hizieron, para las quales fue señaladamente nombrado28. Precisamente siendo Consejero de Castilla contribuyó con su entusiasmo a la fundación del antiguo Hospicio de Madrid, con importantes aportaciones económicas, y motivando el que publicase el Tratado de recogimiento de los pobres, que firmó con el seudónimo de Juan Ordóñez. Sobre este aspecto nos habla el Conde de Campomanes en su Discurso sobre el fomento de la Industria Popular29. Como hombre docto en diferentes disciplinas, principalmente en asuntos históricos y jurídicos, dejó por escrito algunas muestras de su saber pero, desgraciadamente, poco más que esta obra es lo que ha llegado a nuestros días. Sobre 1660 publicó en Nápoles el Tratado sobre la Regia Potestad; y en Madrid en 1680 el Memorial genealógico de las Casas del Conde de Orgaz y sus apellidos, de Mendoza, Guzmán y Rojas, que fue su obra póstuma, escrita en obsequio de su yerno don José de Mendoza Guzmán y Rojas, VI Conde de Orgaz. Un escrito suyo que no vio la luz fue Alegación que hizo a favor de su mujer la Marquesa de Torralba, contra el Conde de Bonorba, sobre unos feudos, obra que fue elogiada por don Pedro Fraso, en su De Regio Patronato Indiarum30. Don Benito, además del título que ya usaba de Marqués de Torralba, obtuvo también Real Carta de concesión en el título de Príncipe de la Sala de Partinico, con fecha Vid. Nota 6 Pedro Rodríguez de Campomanes, I Conde de Campomanes, Discurso sobre el fomento de la Industria Popular. Imprenta de Antonio Sancha, Madrid 1774. 30 Pedro Fraso, De Regium Patronato Indiarum, tomo II. Madrid, 1775. 28 29 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 161-205 174 Manuel Mª Rodríguez de Maribona y Dávila de 15 de enero de 1660, cuyo documento se custodia en el Archivo de Simancas31. Esto había sido en base a que compró también al Rey, por la cantidad de cuatrocientas ochenta piezas de a ocho, los casales de Parco y Martinico32, en el Reino de Sicilia, y que era, como el propio documento decía: […] para sí, sus herederos y sucesores, perpetuamente por juro de heredad, con calidad de nombrar teniente para el servicio del oficio conyugal tratamiento de señoría por escrito y de palabra, que a los mismos consejeros, con asiento en el Consejo y actos públicos inmediato a los secretarios, y la facultad de nombrar un portero para su asistencia, con otras preeminencias, gajes, sueldo y prevenciones. Por medio de la merced, venta y donación de los Casales de Parco y de Martinico en el Reino de Sicilia, con su jurisdicción, mero mixto imperio en todas instancias, y de todo lo jurisdiccional que S.M. tenía en ellos (excepto el directo y supremo dominio como Señor natural) y cualquier oficios, así anuales como perpetuos de dichos casales, sus Cortes, así Civiles como Criminales, nombramientos de Justicias y demás oficios, y con título de Príncipe en la forma ordinaria, con facultad de poder disponer de dichos casales, y otras declaradas en dicho título. En estos mismos años presidió también temporalmente el Concejo de la Mesta, y será ejerciendo estos importantísimos cargos, cuando don Benito Trelles, Marqués de Torralba y Príncipe de la Sala de Partinico, encuentre la muerte, en sus casas propias de Leganitos, el día 7 de noviembre del año de 168233, y que como había dispuesto en su testamento, será sepultado en la Capilla Mayor de Santiago de Folgueiras, de la que el mismo dice que…reedificó desde los zimientos… y donde están enterrados también sus abuelos paternos, don Lope Suárez de Coaña y Trelles y doña Leonor Alfonso de Lantoira y Villamil, encargando que se digan por su alma y por las de […] mis padres y por las de mis abuelos y tíos y hermanos difuntos y por las de todos aquellos a quienes tengo obligación alguna diezmill misas y dosmill de ellas en las Parrochias de Serandinas Trelles y Folgueiras Diócesis de Oviedo en cuias Capillas Maiores están sepultados mis señores padres y quatro abuelos. Efectivamente, el día 26 de octubre de 1682 don Benito Trelles realizaba su testamento junto con la fundación de mayorazgo34, en virtud de real privilegio, ante Tomás Título de Príncipe de la Sala de Partinico a favor de don Benito Trelles, Marqués de Torralba y Bonanaro, por Real Despacho y privilegio del 15 de enero de 1660, con antigüedad del 10 de febrero de 1657, en el Archivo General de Simancas, Secretarías Provinciales, libro 981, folio 377 y siguientes. 32 Documentos sobre la venta de los casales de Parco y Martinico hecha al Marqués de Torralba, sin fecha, en el Archivo General de Simancas, Secretaría Provinciales, legajo 1455. 33 Su partida de defunción se custodia en la parroquia de San Martín, libro 9 de defunciones, folio 187. 34 Merced del Rey Don Carlos II, a don Benito Trelles para fundar Mayorazgo, dado conjuntamente a él y a su mujer, doña Isabel Agliata, el 31 de diciembre de 1681. Archivo de Protocolos de Madrid, núm. 31 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 161-205 La ascendencia de don Gaspar de Jovellanos en Italia: don Benito Trelles Coaña y Villamil 175 López Crespo, y en este documento podemos ver por su encabezamiento los títulos y cargos que utilizaba en esos últimos años de su vida En el Nombre de Dios y de la Virgen Santísima yo don Benito Trelles Qoaña y Villamil Cavallero de la Orden de Santiago Marques de Torralva Príncipe de la Sala de Partinico Varon de Regiulfo y Señor de los Consexos de Valdevellan y San Mamed de Nodar, del Consejo de Cámara de Su Majestad y Alguacil Mayor deel de Italia. Y será precisamente por medio de este tan extenso como interesantísimo protocolo, que por si mismo daría para un trabajo monográfico, por lo que podemos saber no solo las muchas propiedades que dejó don Benito, sino también sobre su propia vida, sus matrimonios, y los criterios que siguió para muchas de sus decisiones. Dejaría como heredero de su mayorazgo y de la mayor parte de sus bienes a su hijo don Gonzalo, siendo usufructuaria su mujer, doña Isabel35, especificando que para el orden de la sucesión entre sus descendientes legítimos, y como era habitual, se preferiría al varón sobre la hembra, y al mayor sobre el menor que estuvieran en una misma línea y grado, debiendo tener además para ello la obligación de llevar el apellido Trelles Coaña, así como las armas propias de su linaje, representando las cuatro casas solariegas que fueron de sus abuelos: TRELLES, con los dos árboles y el escudete cubierto de estrellas, COAÑA, que es una torre esquinada con dos aspas de oro, VILLAMIL, con el hombre armado con un estoque en su mano diestra y una cruz en la siniestra, acompañado de dos águilas, y las de LANTOIRA, con un castillo almenado, del que salen tres lanzas. Si don Gonzalo no hubiera tenido hijos, el testamento especificaba que heredaría doña Juana de Trelles Agliata, Condesa de Orgaz, y al fallecimiento de doña Juana, el segundo hijo de esta, varón o hembra, con el fin de que no se juntasen las dos casas, la de Orgaz, que recibiría el primogénito, y la de Trelles. Si doña Juana tampoco tuviera descendencia, pasaría a heredar su otra hija, y segunda abuela materna de Jovellanos, doña Josefa Trelles y Carrillo de Albornoz, Marquesa de Valdecarzana, y a la cual sucedería también su segundogénito, evitando que se juntasen las casas de Valdecarzana y Trelles. Continúa el testamento, en el caso de que doña Josefa tampoco hubiera procreado, especificando que la herencia pasaría a su sobrino don Lope Trelles, caballero de la 11.485, del Escribano Tomás López Crespo. Se conserva otra copia en el Archivo de Simancas: «Juro a favor de don Benito Trelles, Marqués de Torralba, de 1.775.000 maravedís, que incluye el testamento fundando mayorazgo otorgado por don Benito Trelles, el testamento de doña Isabel de Agliata y Lanza, escritura de transación otorgada por doña Juana de Trelles, Condesa de Orgaz y doña Josefa Trelles, Marquesa de Valdecarzana». Archivo General de Simancas, signatura CME 1370.28. Código referencia ES. 47161.AGS/1.1.16.2.7//CME 1370.28. Hay también otra copia del testamento en el Archivo de los condes de Revillagigedo, Biblioteca de Gijón, fondo Padre Patac, Casa de Valdés, legajo 15, nº 31. 35 Doña Isabel de Agliata otorgó testamento el 2 de agosto de 1685, y el 16 de enero de 1686. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 161-205 176 Manuel Mª Rodríguez de Maribona y Dávila Orden de Santiago e hijo de su hermano don Lope Suárez de Trelles y de doña Inés García de Sierra, antes citados, y que heredaría con las mismas calidades de apellidos y armas impuestas a sus hijos. Este don Lope estaba casado con doña María Luisa Rodríguez de León Valdés, Señora de la Casa de Trasona. A continuación, y en el mismo caso de no tener descendencia los anteriores, explica el documento que sucederían sus otros hermanos, con las mismas condiciones impuestas, o sus sobrinos sucesivamente, y a falta de todos ellos, los hijos de su tío, don Antonio Suárez Coaña Villamil, hermano de su padre, o incluso don Diego García de Trelles, hermano de su madre, y termina esta cláusula, que será la número 59 del testamento, diciendo […] de todos los referidos al pariente mas propincuo de mi linaje que sea legítimo excluyendo siempre a los naturales y en cada una de los dichos llamados se entiendan repetidas las cláusulas gravámenes y condiciones puestas a los dichos mis hijos. Sin duda, uno de los aspectos más interesantes del protocolo es en lo que se refiere a sus dos matrimonios, que trata con todo lujo de detalles, hablando de sus nobles familias, las dotes que aportaron o también de los problemas que en algunos casos le pudieron ocasionar. Esto último será especialmente dedicado a doña Teodora Carrillo de Albornoz, como luego veremos, tanto en lo que se refería a la situación con su anterior marido, como con los pleitos que le ocasionaban sus posesiones en Cerdeña. En la cláusula décimo quinta nos dice Ytem digo que quando me casé con la dicha Señora Marquesa me hizo merced de hacerme donación por contemplación del dicho matrimonio y de ser su Señoría viuda y de mas edad y por otros justos respectos de amor y cariño sin embargo de ser yo el dichoso en propiedad sino tuviésemos hijos y si los tuviésemos en usufructo por mis días… Todos estos beneficios, así como también los problemas que pudiera haber con la administración de los bienes italianos, don Benito se los traspasa a su hija doña Josefa en el momento que esta contrae matrimonio con el Marqués de Valdecarzana. Pero también en lo que se refiere al matrimonio con doña Isabel Agliata nos aportará multitud de datos, definiendo el origen de esta Casa en Palermo como una de las primeras familias del reino de Sicilia. Para ello se remite al memorial comprobado y documentado del expediente de Calatrava del maestre de campo don Lorenzo Agliata, su hermano. La relación de la muy importante dote que doña Isabel aporta al matrimonio, entre dinero, propiedades, plata labrada joias, tapezerías colgaduras camas y otras alajas, y la manera de detallarla es impresionante. Añade además los legados que recibió de su abuela, la condesa doña Elisabetta Barrese, y ya casados, de su propio hermano don Lorenzo o de su tía paterna, doña Ymara Tagliavia y Agliata. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 161-205 La ascendencia de don Gaspar de Jovellanos en Italia: don Benito Trelles Coaña y Villamil 177 De todos estos bienes, y como también nos detalla el documento, dirá don Benito Trelles que son bienes suyos propios, por haberse casado en Palermo, cuando él ejercía el cargo de Consultor, a la greca, que es como allí llaman al contrato total more magnatum, y por el cual a la mujer se le restituye y paga la dote y arras enteramente, y son del marido todos los gananciales. La otra opción es la que se llama a la latina, y que es cuando los capítulos y contrato dotal se contraen y se otorgan en forma vulgar y común, ganando el marido únicamente la mitad de la dote. Por este motivo, Trelles dirá en su testamento, que manda y declara […] por la estimación que hago de la dicha mi mujer y para que viva y se conserve con el lustre y dezencia de vida a su grande sangre y calidad es mi voluntad que ladicha mi muger sea usufructuaria de mis vienes por los días de su vida… De la misma forma, don Benito Trelles, especificará también en su testamento cada uno de los matrimonios que han efectuado sus hijos, con noticia detallada de las familias con las que emparentan, y con las dotes y aportaciones que de él han recibido. Igualmente lo hará con sus nietos, señalando incluso que deseaba que su nieto don Sancho de Miranda, hijo mayor de doña Josefa, Marquesa de Valdecarzana, celebrase sus esponsales con su propia prima hermana, doña María de Mendoza, hija a su vez de su otra hija, doña Juana, Condesa de Orgaz. En el caso de que alguno de los dos falleciera antes, la condición pasaría al siguiente de sus hermanos. A este respecto dejará establecidas una serie de condiciones económicas muy detalladas. Es curioso igualmente lo que determina en el caso de otras tres de sus nietas, hijas de los condes de Orgaz, de los seis que tuvieron estos, y a las que se refiere como pobres de solemnidad, y de las que dirá […] que atendiendo a esto y a que no puede haver limosna mas asepta a Dios que el dar a mugeres de tan esclarecida sangre medios con que puedan tomar decente estado lego y mando a cada una de las dichas mis tres nietas mill Doblones de a dos escudos de oro cada uno para que se entren religiosas en el Convento de la Encarnación… Gracias también a este documento testamentario, y fundacional con respecto al mayorazgo, podemos conocer con gran detalle los innumerables bienes que estaban en posesión de don Benito Trelles. Además de los ubicados en Italia, adquiridos fundamentalmente por sus dos matrimonios, la mayor parte se encontraban en el Principado de Asturias, especialmente en los concejos de Navia y Castropol, siendo aquí donde fundó además dos capellanías perpetuas: la del Hospital de Santa Ana de Jarrio, que era la antigua fundación de sus antepasados del año 1370, en la parroquia de Santiago de Folgueras, en Coaña; y la de la villa de Vivero, en la parroquia de San Juan de Trelles, y que quedarían dentro del mayorazgo. Mandaría fundar capellanías en otras parroquias, como la de Serandinas, su pueblo natal, o la de San Antolín de Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 161-205 178 Manuel Mª Rodríguez de Maribona y Dávila Villanueva, en las tierras que había comprado al Marqués de Valdecarzana, y de las que luego volveremos a tratar. Sobre la fundación de todas estas capellanías nos dará también profusos detalles el protocolo. Será precisamente en la parroquia de Serandinas, en su capilla mayor, donde estaban enterrados sus padres, y será donde se sepulte también a su hermano mayor el Capitán don Lope Suárez de Trelles Coaña y Villamil. Don Benito dispuso en su testamento que los hijos de este se enterrasen también en la misma capilla, con la condición de que cuidasen de esta iglesia en memoria de su padre y de sus mayores, en atención a los beneficios que de él habían recibido. Eran sus hijos: don Lope de Trelles, que fue caballero de la Orden de Santiago y Señor de la Casa de Trasona, por su matrimonio con doña María Luisa Rodríguez de León; don Lucas, colegial que fue del Mayor de Oviedo y Oidor de Sevilla; don Francisco, colegial mayor de Cuenca y Alcalde de los Hijosdalgo en Valladolid, y don Gonzalo, también colegial mayor de Cuenca y Oidor de la Real Audiencia de Charcas. Siguiendo, como decíamos, esta documentación, podemos saber sobre la jurisdicción y administración de sus propiedades en los concejos de Piloña, Corvera, Pravia, Valdés, Navia y Castropol. De la misma forma, tenía otros bienes en Asturias, como los de Pumarín, concejo de Coaña, Cadavedo, concejo de Luarca, en Grado, en los Molinos de Santa María de Llovio, en Gijón, o las caserías y un monte de robles en Castiello, Villaviciosa, y en Langreo, entre otros. También fuera del Principado, como es el caso de unos bienes en Villafranca del Bierzo, en León, que había adquirido en 1676, o en el Coto de San Mamed de Nodar, en Galicia, que había heredado de don Juan Pardo de Ruia de Neira, Señor de Villa Sant y Soto de Pineda, en 1677. En Toledo, poseía los lugares de Azoreras y Vega de las Espigas, pertenecientes a Mocejón36. En Madrid poseía también varios censos y rentas que incorporó a su mayorazgo, varias casas en la calle de Fuencarral, en la de Santa María, y en la de San Mateo, así como una serie de panaderías, ubicadas desde el centro hasta Leganitos, donde estaban sus casas principales. En la ciudad de Salamanca poseyó varios Juros37, así como en la de León, y en el partido de Puñoenrostro. En Guadalajara había adquirido, en 1605, la Villa de Valdeavellano38, de la que sería 36 Poder de Benito Trelles para solicitar jurisdicción plena sobre los lugares de las Azoreras y Vega de las Espigas, en Mocejón, Toledo. Año 1671. Colección de manuscritos e impresos genealógicos pertenecientes a los Duques del Parque. A.H.N., sección Nobleza, Torrelaguna, caja 429, doc. 2. 37 Hay cuatro mercedes de juro hechas a don Benito Trelles, en el Archivo General de Simancas, Contaduría Mayor de Hacienda, legajo 1370, núms. 16, 20, 27 y 28. Y juro a favor de Isabel Agliata, Princesa de la Sala, Marquesa de Torralba, AGS, Contaduría Mayor de Hacienda, legajo 1406, núm. 13. 38 El Señorío de la Villa de Valdeavellano fue adquirido por don Benito Trelles en 1605, por 51.238 reales, según escritura de venta, fechada en Madrid el 7 de noviembre de dicho año. Este documento se conserva en el Archivo Provincial de Zamora, sig. C-104. Hay también un pleito de Benito Trelles, sobre la jurisdicción de Valdeavellanos, con Melchor de la Bastida, en 1665. A.H.N., Consejos, legajo 36.513. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 161-205 La ascendencia de don Gaspar de Jovellanos en Italia: don Benito Trelles Coaña y Villamil 179 Señor, por 51.238 reales, y en Villar del Olmo y en la Olmeda, en Alcalá, disponía de una serie de alcabalas, así como la propiedad de las casas principales, y otros muchos bienes de la citada Olmeda. Poseía también los derechos sobre la administración del tabaco de Asturias y Galicia, así como en Madrid sobre las sisas del vino, del millón de la carne del Rastro, y las del tocino, además del privilegio de un juro de renta sobre la de las lanas. De la misma forma se le adjudicaban censos en Castellón, y en Juliana, en Sevilla, bienes que le tocaron a su segunda mujer, doña Isabel, al haber estado casada la madre de esta, doña Giovanna, en primeras nupcias con el Príncipe de Castellón. Se especifican así algunos, como el Jardín de Januzo, o una casa en Palermo, entre otros muchos bienes que adquirió por su segundo matrimonio. Don Benito Trelles, se ocupa también de incluir en su última voluntad a los Santos lugares de Jerusalén, a los que deja quinientos pesos, así como a cinco doncellas pobres y nobles, sin especificar, a las que se entregarán a su fallecimiento quinientos ducados de vellón, y en el momento en que tomen el estado de matrimonio o religión. DOÑA TEODORA CARRILLO DE ALBORNOZ, MARQUESA DE TORRALBA: TERCERA ABUELA DE DON GASPAR DE JOVELLANOS La primera mujer de don Benito de Trelles Coaña y Villamil, como vimos, fue doña Teodora Carrillo de Albornoz y Artez Carroz, que sería Marquesa de Torralba y de Bonanaro, y Señora de las baronías de Ittiri, Uri, Odas de Meylogo y Costa de Bals en Cerdeña. Fue bautizada en el Duomo de Cagliari, el día 22 de mayo de 1608, siendo hija de don Giovanni Carrillo de Albornoz Comprat 39 y de doña Hipólita Artez Carroz y Mercader. Este apellido de Carrillo de Albornoz que utilizaban, era en principio solamente Carrillo, proveniente de Aragón, al que adornaron posteriormente. En cuanto a doña Hipólita, pertenecía a una importante familia valenciana, siendo hija de don Gaspar Artez Carroz y doña Leonor Mercader, y hermana de doña Teodora Artez Carroz, Condesa de Virat, que fue la madre de don Francisco de Rojas, colegial mayor de Salamanca, y obispo de Murcia, y que citamos en el testamento de don Benito Trelles, al hablar de las joyas de doña Teodora. Doña Hipólita contrajo segundas nupcias con don Miguel Comprat y Castelví, primer Conde-Marqués de Torralba. El propio Trelles, en su testamento, nos dirá que doña Teodora descendía de un muy distinguido linaje, y que él citará brevemente 39 Trelles nos dice en su testamento que sobre esta noble familia nos trata don Mario Cuteli, autor italiano del siglo XVII. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 161-205 180 Manuel Mª Rodríguez de Maribona y Dávila […] cuios ascendentes pongo aquí en remisión, solamente porque aunque de Familias Ylustres puede con el tiempo perderse la memoria siendo provincias tan retiradas… Doña Teodora había estado casada en primeras nupcias con don Fernando de Azcón, Regente de la Audiencia de Cerdeña, sin haber tenido descendencia. Sin embargo, en lo referente al título de Torralba tenemos que apuntar que su investigación supone un verdadero quebradero de cabeza, no solo por su creación, que se hizo como condado y que se utiliza poco tiempo después como marquesado, sino por toda su trayectoria posterior. Entre las muchas teorías que he revisado, hay algunas tan curiosas como la de unos investigadores italianos, que han trabajado especialmente el antiguo reino de Cerdeña, y para los cuales doña Teodora, aunque utilizase el apellido Carrillo, era hija, sí, de doña Hipólita, pero no de don Giovanni Carrillo, sino de don Miguel Comprat y Castelví, su segundo marido, y primer Conde de Torralba. Habrían sido padres también de don Jerónimo Comprat, que sería el segundo Marqués de Torralba, fallecido en 1672, sin sucesión, y de don Gabriel Comprat, que fue canónico, y de los que luego volveremos a tratar. Doña Hipolita habría casado anteriormente con el citado don Giovanni Carrillo de Albornoz y Comprat, que era además hijo de la tía carnal de su segundo marido, doña Beatriz Comprat y Castellví. Sin embargo, los documentos que hemos consultado en el Archivo del Ministerio de Justicia40 y en el Histórico Nacional, especialmente el testamento del propio Conde de Torralba, que luego veremos con detalle, desmienten esta teoría. El título de Torralba fue otorgado como condado por el Rey Don Felipe IV, el día 9 de febrero de 163141, pero parece ser que al poco tiempo fue elevado a marquesado, como nos dice un manuscrito sardo de 179042, recayendo en la persona del citado don 40 En el Archivo del Ministerio de Justicia hay un expediente sobre este título, que figura como vacante, y con la denominación de marquesado de Torralba de Trelles. En los años ochenta del pasado siglo, lo solicitaron varios pretendientes. Curiosamente algunos de ellos descendían del matrimonio de don Benito Trelles con Isabel Agliata, por lo que no tendrían derecho alguno, al ser el título de la familia de su primera mujer, doña Teodora Carrillo de Albornoz. Este era el caso de don Cristóbal Colón de Carvajal y Maroto, Duque de Veragua, y de don Luís Pardo-Manuel de Villena y Berthelemy. A estas peticiones se opuso también don Gonzalo Anes y Álvarez-Castrillón, pero él si desciende del primer matrimonio con doña Teodora. Sin embargo, tanto la Diputación de la Grandeza como el Consejo de Estado y el propio Ministerio de Justicia, informaron desfavorablemente, argumentando que no se había documentado la concesión del citado título. 41 Archivo de la Corona de Aragón, Registro nº 307. 42 Origen del Cavallerato y de la Noblesa de varias Familias del Reyno de Cerdeña. Recopilado de los Privilegios originales y respectivos del oportuno registro existente en el Real Archivo y de varias otras escrituras auténticas y autores clásicos. Año 1790. Uno de los originales se encuentra en la Biblioteca de la Universidad de Cagliari. Publicado por el Profesor Francesco Loddo Canepa, en XXIV volumen dell´ Archivio Storico Sardo. Año 1954. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 161-205 La ascendencia de don Gaspar de Jovellanos en Italia: don Benito Trelles Coaña y Villamil 181 Miguel Comprat de Castellví, noble del Reino de Cerdeña, y cuya concesión como condado se conserva en el Archivo General del Reino de Aragón43. En el Archivo Histórico Nacional, se custodia una carta de don Miguel, agradeciendo al Rey la concesión de la merced44. Sobre la reconversión del título en marquesado, solo hemos hallado un documento en el Archivo Histórico Nacional45, fechado el 23 de marzo de 1632, por el cual el Presidente de Cerdeña, Marqués de Bayona, recomienda a Su Majestad que conceda al Conde de Torralba el título de Marqués en el Reino de Cerdeña, por sus muchos méritos. Esto probablemente se debió cumplir, aunque no encontremos el documento definitivo que lo acredite, y por este motivo en los años siguientes siempre lo veamos como marquesado, incluso en las cartas del propio Rey al dirigirse a los miembros de la familia. En el mismo testamento de don Miguel Comprat de Castellví46, redactado en catalán, este figura como Marqués de Torralba En nom de nostre Senor Deu sia y de la humil Verge Sta. Maria mare sua y señora Nostra y de tota la cort celestial de paradis amen= com a qui es licit testar per lo malcir lies licit en ans y apres de son testamto codiciliar per tant yo don Miguel Comprat y de Castellvi Marques de Torralba… El primer Conde-Marqués de Torralba, fue bautizado el 7 de noviembre de 1585, y falleció en Caller en 1637. Era hijo de don Juan Baltasar Comprat Aymerich, y de doña Miguela de Castellví (hija del I Conde de Laconi), y nieto del doctor don Miguel Comprat, noble de Cerdeña, Regente del Consejo del Reino de Cerdeña en 1548, y Asesor del Procurador Real, en 1550, que contrajo matrimonio con doña Marquesa Aymerich, y que testó ante Pedro Sabater, en Cagliari, capital de Cerdeña, el 28 de abril de 1578. Este linaje de Comprat, poseedor de una importante fortuna, aunque se había ennoblecido, era de origen judío, habiéndose pasado al cristianismo a finales del siglo XVI. La otra hija del doctor don Miguel Comprat y de doña Marquesa Aymerich, fue doña Beatriz Comprat Aymerich, antes citada, al celebrar sus esponsales con don Sebastiano Carrillo de Albornoz Simó, Señor de Monteleone, Torralba, Bonanaro, Costavall, Ittiri, Uri y Odas de Meylogo, en Cerdeña47, y ser la madre del primer marido de doña Hipólita. En el A.H.N., Sección Consejos, hay una «mención de haberse concedido el título de Conde de Torralba», fechada el día 10 de septiembre de 1640. Legajo 5.240, relación 3 bis. 44 A.H.N., Sección Consejos, legajo 18.825, exp. nº 5. 45 A.H.N., Sección Consejos, legajo 18.825, exp. nº 9. 46 Testamento de don Michele Comprat de Castellví, otorgado el día 24 de diciembre de 1637, ante don Giovanni Sarigo, notario público de la ciudad de Sasser. A.H.N.. Sección Consejos, legajo 37.054, nº 2. 47 Sobre esta familia trata también José Manuel Trelles Villademoros en su Asturias Ilustrada, tomo III, parte segunda, pág. 74. 43 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 161-205 182 Manuel Mª Rodríguez de Maribona y Dávila Don Sebastiano era a su vez hijo de don Michele Carrillo de Albornoz, que heredó de su padre en Cerdeña, las baronías de Costa de Bals y Meylogo, que había comprado en 1506 a doña Francisca y a doña Elvira Henríquez (hijas del Almirante de Sicilia), y de doña Ana Simó, señora de la baronía de Monteleone, e hija del Regente don Bernat Simó, Señor de esta baronía y fundador del mayorazgo de la misma, así como de las de Ittiri y Uri, que había comprado a don Giovanni Girolamo Cedrelles en 1542. Fue su hijo y sucesor don Giovanni Carrillo de Albornoz y Comprat, Señor de Meylogo y Torralba, que testó ante Gavino Casaragio el día 8 de noviembre de 1614. Contrajo matrimonio en Valencia con doña Hipólita Artéz Carroz y Mercader, hija de don Gaspar Artéz y Carroz y de doña Leonor Mercader, y tuvieron dos hijos: don Ignacio Carrillo de Albornoz, al que se le concedió un título de Marqués, sin denominación, por Real Cédula de 10 de febrero de 1630 (siendo doña Teodora la que escogió el nombre de Bonanaro cuando sucedió en la merced, como luego veremos, al haber sido su hermano Señor de esas tierras en Cerdeña), y que falleció sin descendencia; y la citada doña Teodora Carrillo de Albornoz, tercera abuela de don Gaspar de Jovellanos, y que sucedió en todos los títulos y señoríos de sus padres y de su hermano, no sin antes haber entablado una serie de complicadísimos pleitos con los hijos espúreos —según sus propias palabras— del primer Conde de Torralba. Doña Teodora exponía al Rey Don Felipe IV48, el 8 de enero de 1638, que habiendo muerto su tío, sin hijos legítimos, le correspondía a ella ser la sucesora legítima de su Casa, por los vínculos y testamentos de sus antecesores y contratos de ellos y de los míos, incluido el Estado de Torralba, que ella definía como el Estado raíz de mi Casa, y que había pertenecido a su abuelo don Sebastiano Carrillo, solicitando para ello a la Real Audiencia salvaguardas reales para poder entrar en la posesión del Estado y Marquesado, lo que se le llegó a conceder, por lo que ella nos dirá […] tome posesión en los Lugares y bienes, con mucho gusto de los vasallos por restituirse a sus originarios dueños y quedo al presente en la quieta y pacifica possession. Y aunque no se me ha opuesto terçero alguno ni he visto el testamento del diffunto dicen que llama en el a tres hijos bastardos que reconoçe successivamte y después de ellos a mi, y que para llamarlos se vale de un rescripto de Vª Magd en que expresso la bastardia; pero como mas de ella concurra sean incestuosos estos hijos (si lo son del diffunto y de la madre que les señalan) y estos bienes sean de fideicomisso parece que no es compatible esta gracia con la Justicia… En el interesante testamento que antes citábamos del propio don Miguel Comprat de Castellví49, I Conde-Marqués de Torralba, se habla de estos hijos, aunque sin decir quién era su madre 48 49 A.H.N., Sección Consejos, legajo 18.825, exp. nº 13. Vid. nota 45. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 161-205 La ascendencia de don Gaspar de Jovellanos en Italia: don Benito Trelles Coaña y Villamil 183 Primeramte per quant havia dispost en dit mon testamto quela educasio de tres fills que tinch nomenats Balthasar, Hieroni y Rpl, latingues la dona Ypoleta Arter y Comprat Marquesa de Torralba ma carissima Muller mudant perer ara es ma boluntat quela dita educasio de dchos mos fills latinga dona Anna Comprat ma filla natural Muller del nob. Don Nicolao del Arca ab parte y condisio y no Altram de que resider en la Ciutat de Sasser donant los aliments lis tinch segnalat en dit mon testmto quante deri la dita educasio adita la Marquesa ma Carissima Muller y mes que si le done la casa de la q. ma maraper habitacio y entre tanto que se liquida dita hazienda de ma mara se pague lo lloguer de dita casa de ma hazienda y supplich a mi Señora Dona Isabel de Castellvi Señora de la Baronia de Ossini ma cusina hermana que prenga bair sa protectio lo amparo de dits mos fills puer es persona de qui he fet sempre mes confiansa procurant sempre que se lis done birtut y obligue a dita dona Anna que en tot siguesea lo parer de ma cusina y sa tia. En el testamento habla también de compensar los gastos que le hayan supuesto a un tal Diego Marondo, al haber tenido en su casa a su propio hijo don Baltasar, ocupándose de criarle y alimentarle. Vemos por tanto que habla de estos tres hijos habidos fuera de su matrimonio con doña Hipólita, y que —curiosamente— en un primer testamento que cita, le dejaba a ella la custodia. Recapacita ahora, y en este nuevo codicilo encomienda que se ocupe de la educación de los menores otra hija natural que reconoce, doña Ana Comprat. Para pagar estos gastos destina unos bienes heredados de su madre. Sin embargo, y lo que es más interesante, le pide también a su prima hermana doña Isabel de Castellví, señora de la baronía de Ossini, que tome bajo su protección a los tres niños. ¿Cabría la posibilidad de que una de estas dos damas citadas fuera la madre de las criaturas? ¿Sería por este motivo por lo que doña Teodora dice de ellos que eran hijos «espúreos»? Obviamente es muy arriesgado afirmar nada seguro, no hay una documentación definitiva que lo acredite, pero sí hemos de dejar señalada esta posible hipótesis. En el documento especifica la pensión que deja a su mujer, doña Hipólita, per ad juda de sos aliments /…/ durant sa vida natural…, además de la meitat de tota la roba blanca. Explica que la dote que la Marquesa había aportado a su matrimonio provenía de los bienes de su anterior marido, don Giovanni Carrillo sobre tota sa hazienda y particur sobre la Encontrada de Meilogo y drets que tenía en la vila de Uri, y ordena y manda que se le restituya lo que corresponda. El resto, aparte de una cantidad asignada a sus dos hijos menores, se entiende que lo deja todo a su ereu, su hijo mayor, don Baltasare, como es propio en el derecho aragonés, y lo que es más importante para nuestro estudio, le dejará también el título de Marqués de Torralba Ytem bull y mane que dit mon eur quant mes prest despache lo privilegi de marques que sa Magestat me ha fit de merçe. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 161-205 184 Manuel Mª Rodríguez de Maribona y Dávila En este testamento, don Miguel Comprat cita también a su sobrina, doña Teodora, a la que no deja precisamente grandes bienes Ytem deze y llegue a la noble dona Theodora Carrillo y Azcon ma carissima neboda en segnat de amor las cadiras brodadas que han portat ara de Genova y una joia de diamants ab rubins y perlas que compri de Nicolao de Jugo aurifice napolitá a que suplich perdona de la poquedad que la cortedad de ma hazienda es causa no mostrarsi lo que li bull. En cambio, sí vemos que tenía una gran confianza en su marido, don Fernando de Azcón, al que encomienda que en el momento de ocurrir el óbito, junto con don Gaspar Malendo, se le entreguen las llaves de su casa, papeles y hacienda hasta que se abra el testamento, además de beneficiarle con algunos objetos y toda su biblioteca Ytem dere y llegue adit Señor Don Fernando Azcon per segnat de amor quele tinch insquants de Ambar y mijas de España que tinch al meu Escriptor de ebano y aribe lo esclavo tinch en casa y tots los llibres tinch en la Ciutat de Caller y en la de Sasser. En estas mismas fechas hay otra carta de don Fernando de Azcón50, que nos habla de algunos de estos mismos hechos, y de la situación tan tensa que se debió producir en los últimos momentos del primer Marqués Desde que estuvo en riesgo de la vida el Marqués de Torralba tio de mi mujer, ella por sus derechos y la Marquesa su madre, por la de su dote y creditos instaron conmigo por medio de diversas personas y de mi confesor para que las dejasse tratar judicialmte lo que les compitiesse de que me abstuve en tal manera que viviendo el Marqués no consenti en accion alguna, y muerto el, solo se pudo recabar conmigo el consentimiento en que mi muger otorgasse poder para que se hiciessen las diligencias convenientes exonerandome de la causa que passo al mas antiguo de la Audiencia y por su decreto se mandaron dar salvas y guardia para aprehenderles la posesión del estado y bienes del difunto a petición de la dicha mi muger como llamada en los fideicomisos del difunto por los fundadores dellos, y tambien por creditos muy cuantiosos contra del Marques procedidos de la administración de lugares y hazienda de la mi muger mas de 20 años… Don Fernando que, como vemos, no quería tomar las decisiones en la Audiencia sobre estos asuntos familiares, y delega para ello a su miembro más antiguo, nos sigue contando que el Virrey le mandó salir de la sala, donde se reunió con los oidores y el Juez de Corte, que también estuvo, y nos dirá que se dio cuenta de lo que se quería tratar 50 Vid. nota 44. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 161-205 La ascendencia de don Gaspar de Jovellanos en Italia: don Benito Trelles Coaña y Villamil 185 […] entendi que era el conceder a mi mujer que usasse del titulo de Marquesa como quien esta en posesión del estado y consiguientemente a mi como a su marido, y apenas lo propuso el Virrey como provision de Audiencia, quando lo resisti con quanto supe y pude representar advirtiendo que no soy ni tengo mas action en estos hechos quede Regente, ylo que a mi muger toca esta litigioso, y no era yo persona que havía de disimular en mi lo que en otros no hiziera y que siendo contrayente salir algun tercero aunque hasta agora no ha salido el Virrey y Audiencia se adelantavan aque se plicaron con muchas razones con muchas raçones que omitto por ser a mi favor… Por otra parte, en el Archivo Histórico Nacional se conserva una carta del Rey dirigida al Cardenal Tribulcio, Virrey de Cerdeña51, fechada el 14 de septiembre de 1649, en la que menciona otra remitida a su antecesor en el cargo, el Duque de Montalto, y en la cual se decía que a don Ignacio Carrillo se le había concedido el título de Marqués en 1630, como vimos, pero dejando en blanco el lugar para su denominación, lo que no se había llegado a cumplimentar. Sigue diciendo el documento que al morir don Ignacio ese mismo año, su hermana y heredera, doña Teodora no quiso recibir este privilegio en el momento, pero sí posteriormente, presentándolo en las cortes del año 1642, y ya con la denominación especificada de Bonnanaro. El fin último de la carta, que nos aporta esta curiosa información, era cobrar los derechos pertinentes del sello y media annata. En el documento el Rey se refiere continuamente a doña Teodora como Marquesa de Torralba. En el mismo expediente se conserva otro documento del 13 de enero de 1650, en el que se comunica al Rey que ya se habían satisfecho todos estos pagos. El que doña Teodora no quisiera recibir en un principio la sucesión en estos títulos, encuentra su justificación en las cartas que se conservan de su primer marido, don Fernando de Azcón52, como hemos visto. En otra de ellas, fechada en febrero de 1638, y dirigida al Rey, nos dice Quando case con doña Theodora Carrillo, me propusieron su tio y su madre, que me valiesse de un título de Marqs; que Vª Magd. el año de 1630 fue servido hacer med. a Don Ignacio Carrillo mi cuñado, y a sus herederos y sucesores, que oy lo es dicha doña Theodora, a lo qual me resistí, y me resistiré, porq. mi Personasolo el maior titulo y principal mira es ser criado de Vª Magd, y mirar como tan obligado por su Rl hacienda= Estos días con la muerte del Marques de Torralba, entro en posesión dicha mi muger, por differentes titulos que en aquella hacienda tiene, assi por la razon dicha me resistí al virrey y audiencia, para q en mi persona no hiciessen novedad, y haviendolos visto opuestos dije lo que cumplo q daria cuenta a Vª Magd… 51 52 A.H.N. Sección Consejos, legajo 18.825, exp. nº 17. A.H.N. Sección Consejos, legajo 18.825, exp. nº 13. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 161-205 186 Manuel Mª Rodríguez de Maribona y Dávila Con fecha de 12 de abril del mismo año, incide en su petición Quando murio el Marqs de Torralba entro a poseher su hazienda Doña Theodora Carrillo su sobrina con quien estoi casado, y el Virrey y Audª deste Reyº por essa caussa quisieron tratarme como a título, a lo q siempre me he resistido tildando quantos despachos han venido con el, de lo q di qta a Vª Magd suplicandole q por su grandeza fuesse servido mandar lo contrario= LAS BARONÍAS DE ITTIRI Y DE URI Vemos, por tanto, que doña Teodora habría sido Marquesa de Torralba y de Bonanaro, títulos que hereda del segundo marido de su madre, y de su hermano, pero también Señora de las baronías de Ittiri, Uri, Odas de Meylogo y Costa de Bals en Cerdeña. ¿De donde procedían estas baronías? Para aclarar convenientemente estos antecedentes italianos de don Gaspar de Jovellanos, explicaremos su origen sardo. Los feudos de Ittiri y de Uri, se encontraban en la curaduría de Coros, en Cerdeña, y antes habían dependido del feudo de Oliva, formado en el ex-reino de Torres o Logudoro. Durante cinco siglos han ido pasando por distintas familias, que por extinción o por transmitirse por línea femenina, han hecho que vaya cambiando de apellido titular, provocando también una serie de pleitos interminables. Su primer poseedor fue don Bernardo Centelles Riusech-Corbera, Virrey de Cerdeña de 1421 a 1430, natural de Valencia, y que sería Señor del vasto complejo feudal de Oliva, comprendiendo los lugares de Ittiri y Uri. Al haber ayudado a la expedición del Rey Don Alfonso el Magnánimo, acabando con las pretensiones del Vizconde de Narbona sobre Sicilia, el Soberano le concedió, mediante diplomas de los años 1421 y 1424, la investidura feudal del enorme señorío de Oliva, que se extendía por un sexto de la isla, en el territorio comprendido en la antigua curaduría de Coros, Montes, Figulina, Oppia, Nughedú y Montacuto, de Meilogu, Anglona, Costavall, de Morghine y Goceano. Según la costumbre italiana se reconocía a Centelles la jurisdicción civil y criminal. A su muerte heredó su hijo don Francisco Giliberto, habido en su mujer doña Eleonora de Queralt. Este no gozaba como su padre del favor del Rey. En 1437 fue nombrado Gobernador de Logudoro, y el 24 de junio de 1438 obtenía, como otros grandes barones sardos, el poder transmitir el feudo a sus descendientes por línea femenina y colateral, aunque falleciese ab-intestato. Por este motivo donó a su hermana doña Violante la villa de Osilo con parte del territorio perteneciente a la curadoría de Montes, Coros y Figulina, que dieron lugar a la baronía de Osilo. Doña Violante llevó esta dote a su matrimonio con el Caballero Ángelo Cano, hijo del Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 161-205 La ascendencia de don Gaspar de Jovellanos en Italia: don Benito Trelles Coaña y Villamil 187 Barisone, que era el cargo del principal personaje de Cerdeña, y que siglos antes se había intentado que fuese rey de la isla, y que además ostentaba la Generositá en 1420 y la potestad de Sassari en 1421. La Generositá era el privilegio de nobleza, que había otorgado a los sardos el Rey Don Alfonso V de Aragón, y que era Alfonso II como Rey de Cerdeña. Don Ángelo fue Embajador de Sassari en Nápoles en 1444, y se distingue combatiendo en nombre del Magnánimo, pero en aquel mismo año fue incluido en la lista de grandes feudatarios sujetos al pago de la suma de 350 ducados como donativo a la Corona. Obligado por las deudas, el 15 de marzo de 1447 desmembraba la baronía de Osilo, restituía la villa de Osilo a don Francesco Giliberto, futuro Conde de Oliva, teniendo para sí solamente cinco villas del coracense, Itiri, Cannedu, Uri, Tissi, Ossi, Usini, y la de Muros en la tierra de Figulina, bajo la nueva denominación de baronía de Usini o San Jorge. Doña Violante y don Ángelo fueron padres de don Miguel y de doña Antonia. Al fallecer Miguel prematuramente, obtuvieron del Rey Don Juan de Aragón, el 2 de junio de 1467, el poder dejar la baronía de Usini a su hija doña Antonia, con motivo de su boda con el caballero valenciano don Pedro Cedrelles; la donación contenía la obligación de disponer a favor del descendiente barón de esa unión, para no cambiar la auténtica naturaleza feudal. No pasaron muchos años y don Pedro moría en 1447 de peste bubónica, dejando a la joven doña Antonia con tres hijos menores, Vincenzo Gerolamo, Tommaso Giovanni y Beatrice Cedrelles-Cano. Doña Antonia Cano, que había vuelto a casar con el Procurador Real don Juan Fabra, falleció de edad muy avanzada, sobreviviendo a sus dos maridos y a todos sus hijos, habidos de los dos matrimonios. Entre sus nietos se produjeron los primeros litigios por estas importantes propiedades, sin embargo, con motivo de la precaución realizada por don Ángelo Cano en 1467, disponiendo la salvaguardia para la línea Cedrelles-Cano, se ganó en 1512 sentencia favorable a nombre de don Galzerando, hijo de don Vicenzo, que representaba a los descendientes de don Pedro Cedrelles. El Señor del Feudo de Usino, el barón Galzerando Cedrelles, era hombre de armas y de acción, que luchaba con el Emperador Don Carlos V. Era una época de graves problemas, por las epidemias, como la peste de 1528, y por las invasiones y saqueos turcos y berberiscos. Contrajo matrimonio con doña Giovanna Carrillo, hija del Procurador Real don Alfonso, Señor del Feudo de Torralba y Costavall, siendo padres de Ángela y de Isabella. Don Galzerando, por problemas económicos, obtendrá autorización real para desmembrar el feudo, y así el 23 de junio de 1542 vende con la jurisdicción civil y criminal, al Regente de la Real Cancillería de Cerdeña, don Bernardo Simó, los lugares de Uri y de Ittiri. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 161-205 188 Manuel Mª Rodríguez de Maribona y Dávila El nuevo Señor de Ittiri y Uri, don Bernardo Simó, hijo de otro don Bernardo originario de Mallorca, era abogado fiscal del Patrimonio Real, y se había establecido en Cagliari. Posteriormente fue nombrado Regente de la Real Cancillería de Cerdeña, en 1523. Don Bernardo tuvo cinco hijos, de los cuales heredó el feudo don Giovanni Michele. Su hermana doña Anna, nacida en torno a 1515, casó con don Michele Carrillo, que también era hijo del don Alfonso Carrillo, Señor de Torralva y Costavall. Don Giovanni Michele matrimonió con doña Elena Bellit. De esta unión nació doña Anna, que falleció sin tomar estado, y doña Giovanna Simó-Bellit. A partir de aquí comenzará un nuevo pleito por la rica heredad del feudo, de una parte la línea de don Giovanni, y de la otra lo hijos de doña Anna y de don Michele Carrillo. El Supremo Consejo de Aragón, en 1567, asignaba definitivamente el mayorazgo de todos los feudos al joven don Sebastiano Carrillo-Simó, hijo de estos últimos, y que heredará también de su abuelo paterno, don Alfonso Carrillo, Procurador Real, el señorío de Torralba y Costavall, aunque precisamente por las deudas de este, adquiridas por su ilícito enriquecimiento en el transcurso de su cargo, tuvo que vender Monteleone en 1570, y en 1578 cede Costavall, con varias villas, entre ellas la de Bonorva, a Mosén Gerolano Ledá di Alguer. Sebastiano conserva la baronía de Ittiri y Uri, así como el señorío de Torralba con Bonnaro y Borutta. Don Sebastiano Carrillo-Simó, Señor de Torralba y Costavall, casa primero con doña María Zapata Alagón, siendo padres de doña Isabella, que a su vez casará con don Gerolano II Ledá. Al enviudar, don Sebastiano Carrillo contrae nuevas nupcias con doña Beatriz Comprat, teniendo otros cinco hijos, y siendo don Giovanni quién heredará el feudo en 1591. Y precisamente este don Giovanni Carrillo Comprat, de su matrimonio celebrado en Valencia, en 1607, con doña Hipólita Artez y Carroz, como ya hemos visto anteriormente, será el padre de don Ignacio y de doña Teodora, la primera mujer de don Benito Trelles, y tercera abuela de don Gaspar de Jovellanos. Don Giovanni falleció sobre 1615, heredando su hijo don Ignacio, bajo la tutela de su madre. Con la intención de administrar mejor el feudo, se trasladarán a vivir a Sassari, a un palacio del viejo cuartel de Santa Catarina, donde habitaba la mayor parte de la nobleza de la ciudad. En el año 1629, para la defensa del territorio que atacaban los piratas berberiscos, fue llamado en calidad de Capitán de la Armada el Barón don Ignacio Carrillo, muriendo en el cuartel de Castelló el 16 de marzo de 1630, sin haber tenido descendencia, y siendo por tanto su única heredera doña Teodora Carrillo de Albornoz, que pasará a ser Señora de Borutta, Ittiri y Uri, y unos años después sucederá también en el marquesado que se le había concedido a don Ignacio, con la denominación que ella misma escogerá de Bonanaro. No obstante a partir de aquí comienza un nuevo litigio sobre el Feudo de Ittiri y Uri. Por una parte la línea de doña Isabella Carrillo Zapata, que antes hemos visto, Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 161-205 La ascendencia de don Gaspar de Jovellanos en Italia: don Benito Trelles Coaña y Villamil 189 con su hijo don Francesco Simone Ledá-Carrillo Simó, Conde de Bonorva y Señor de Costavall, como principal antagonista de doña Teodora, que se mantendrá varios años, y en el cual tuvo una participación importante don Benito Trelles, tanto en vida de su mujer, como a favor de los intereses de su hija doña Josefa Trelles Carrillo, Marquesa de Torralba y Bonnanaro, que todavía usó las baronías de Ittiri y Uri, aunque la sentencia fue favorable al Conde de Bonorva53. Sin embargo, don Francesco Simone Gerolamo, II Conde de Bonorva, murió en 1677, y poco después fallecería también su hijo sin sucesión. Al extinguirse esta línea primogénita de la Casa de Ledá, comenzaron de nuevo los pleitos con otras ramas de los Ledá, y en 1699 obtuvo los feudos de Ittiri y Uri, la Marquesa de Torralba, y cuya administración se encomendaría al noble asturiano don Rodrigo Ignacio de Mieres54. En octubre de 1708 don Fernando Menezes de Silva toma posesión de la isla en nombre del Archiduque Don Carlos de Austria, pretendiente a la Corona de España, por lo que muchos grandes feudatarios comprometidos con Don Felipe V, abandonaron la isla y sus feudos, y por represalia serían confiscados. Entre estos se encontraban las baronías de Ittiri y Uri. En 1713 las potencias europeas con la Paz de Utretch reconocieron como Rey de España a Don Felipe V, pero el reino de Sicilia se le otorgó al Duque de Saboya, Don Víctor Amadeo, que sería su nuevo Rey, y Cerdeña a Don Carlos VI de Austria. En 1724 se decide cambiar, dándosele a Don Amadeo Cerdeña, en vez de Sicilia. Pasados estos acontecimientos, continuaron los litigios, y don Sancho José Fernández de Miranda y Ponce de León, IV Marqués de Valdecarzana, y IV Marqués de Torralba, nieto que era de doña Francisca de Trelles Carrillo, y por tanto primo hermano de la madre de Jovellanos, continuó intentando mantener las baronías de Ittiri y Uri. Sin embargo el Marqués de Valdecarzana no encontró el favor del Rey de Saboya, el cual, después de 138 años de controversias en tribunales de Madrid, Torino, Cagliari y Sassari, determinó la asignación de la baronía a don Gerolamo Ledá-Vaca, el cual descendía por línea femenina de Carrillo-Simó Zapata, y así el día 7 de febrero de 1770, Don Carlo Emanuel III de Saboya concederá a don Gerolamo el título hereditario de Conde de Ittiri y Barón de Uri, obteniendo oficialmente la consignación feudal de la rica baronía, y haciendo juramento al nuevo soberano. Esta situación se mantuvo hasta que el 21 de mayo de 1836, el Rey firmaba un edicto por el que finalmente se suprimía el feudalismo en Italia. 53 Sentencia y memoriales del pleito seguido por la Marquesa de Torralba, con los hijos y herederos del Marqués de Torralba y con el curador del hijo del Conde de Bonorva, sobre los atentados del marquesado de Torralba y Condado de Bonorva y su revocación, 1638-1642. A.H.N., Sección Nobleza, Fernán Núñez, caja 863, doc. 38. 54 La Marquesa de Torralba, con el Conde de Bonorva, sobre las baronías de Ittiri y Uri en Cerdeña, año 1660. A.H.N., Consejos, legajo 22.247, expediente. 3. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 161-205 190 Manuel Mª Rodríguez de Maribona y Dávila Siguiendo con doña Teodora Carrillo de Albornoz, ya vimos que al contraer matrimonio con don Benito Trelles, estaba viuda de don Fernando Azcón, Caballero de Santiago, que falleció en Nápoles siendo Regente de la Audiencia de Cerdeña, el cual habiendo heredado su mujer doña Teodora los marquesados de Torralba y de Bonnanaro, solicita que en su cargo a él no se le trate como tal marqués. A don Fernando de Azcón le heredará de forma usufructuaria doña Teodora, aunque luego parte de los bienes debían de pasar a los sobrinos de él, y parte se quedó el propio don Benito al morir ella, como especificará en su testamento. Doña Teodora, al enviudar, por medio del obispo Ávalos, envió a Roma a su primo don Francisco de Rojas, que era auditor de la Sacra Rota, y que luego sería Obispo de Murcia, toda su plata, joyas y su mejor menaje, con el fin de obtener el dinero que cubriese una serie de deudas de su primer marido. Su primo vendió toda la plata, y empeñó algunas de las joyas, quedándose con gran parte. Por este motivo en el inventario que se hizo de los bienes de la marquesa a su muerte no figuran, al estar en poder del de Rojas. Don Benito Trelles al morir doña Teodora las desempeñó, con el fin de entregárselas a su hija doña Josefa de Trelles, con motivo de sus esponsales con don Lope de Miranda, Marqués de Valdecarzana. Y como ya vimos, habiendo transcurrido poco más de un año de la boda, en 1648, doña Teodora falleció en Gaeta, en la región del Lazio, en Italia, dando a luz a su única hija, doña Josefa de Trelles y Carrillo de Albornoz. Fue sepultada en el presbiterio de la capilla mayor de San Francisco de Cerdeña, en lo alto de las gradas, junto al altar, y tanto para el entierro, como para el posterior traslado de sus huesos a Cerdeña, había dejado una cantidad especificada para pagarlo. Su hija, doña Josefa Trelles y Carrillo de Albornoz, segunda abuela materna de don Gaspar de Jovellanos, III Marquesa de Torralba y III de Bonanaro, Señora de Meylogo y de las baronías de Ittiri y Uri, así como de los demás estados en Cerdeña había nacido en la misma localidad de Gaeta. Al quedarse sin madre, se ocuparon de su tutela tanto su padre don Benito, como su abuela materna, la Marquesa doña Hipólita. En el Archivo Histórico Nacional55 hay otro documento, fechado en 1666, por el que sabemos que se seguía el pleito en el Consejo por el marquesado de Torralba, en Cerdeña, en nombre de doña Hipólita Artés y Carroz, Marquesa viuda de Torralba, como abuela, tutora y curadora de doña Josefa Trelles, que figura como Marquesa de Torralba, y don Benito Trelles, como padre y legítimo administrador de la dicha María Josefa, contra don Jerónimo Comprat de Castellví, recurriendo la sentencia, del día 9 de enero de 1666, por la cual se daba la posesión al citado don Jerónimo, del estado y marquesado de la villa de Torralba, con todos sus derechos y pertenencias, así como 55 A.H.N., Sección Consejos Suprimidos, legajo nº 37.054, nº 2. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 161-205 La ascendencia de don Gaspar de Jovellanos en Italia: don Benito Trelles Coaña y Villamil 191 de los bienes y herencia del Marqués don Miguel Comprat de Castellví, conforme a la cláusula de su testamento, con todos los frutos desde el año 1654. Doña Josefa había heredado de su madre los estados de Cerdeña, como hemos visto, que por la mala administración no estaban siendo muy rentables, así como las baronías citadas de Ittiri y Uri, y Costa del Bals, que don Benito también cede a su hija al contraer matrimonio, aunque tuvo que pleitearlas también con el Conde de Bonorva en nombre primero de su mujer, doña Teodora, y luego en el de su hija. Sobre estos aspectos detallará también profusamente en su testamento, sobre todo por los gastos que le supuso, y así en la cláusula décimo octava comenzará Ytem Digo que yo he dado ala dicha Marquesa Doña Hipólita mi suegra y a la dicha mi hixa y su nieta desde la muerte de su madre hasta que casó los alimentos de tabla casa omenaxe de ella, vestidos y ropa y demás de esto Cincuenta escudos cada mes pagados puntualmente… Y continuará Trelles en la siguiente cláusula Yten digo que yo segui por la dicha mi hixa los pleitos de las Varonías de Ytri y Uri y del Marquesado de Torralva /…/ y además de los gastos del viage los prerissos que hize en estos pleitos fueron de mas de Seis mill Ducados, y las partes contrarias que fueron el Conde de Bonorva y don Jerónimo Comprat que los continuaron mas de doce años sin intermisión… Don Benito Trelles pretendía con esto que las cuentas quedasen muy claras, y que su hija doña Josefa no pudiera reclamar nada de las rentas obtenidas de este periodo anterior a su matrimonio. Sin embargo matizará Todas estas partidas que tengo de créditos derechos y acciones contra la dicha Marquesa mi hixa montan sumas mui considerables pero por el amor que la tengo y por sus muchas partes y en satisfazion de lo que yo hubiere obrado que le pudiere pertenecer Y por que no haia entre mis hixos Causa o ocasión de Pleitos le mando y lego a todos estos derechos y acciones… Además conocemos también lo que aportó don Benito Trelles para casar a su hija doña Josefa, según se especifica en la documentación de la Carta de Pago […] su dote ascendía a 4000 Ducados en dinero, 3000 Ducados mas o menos en plata labrada y ropa blanca que se hizo nueva, bienes, muebles y plata de su padre y 317.339 Reales de su madre. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 161-205 192 Manuel Mª Rodríguez de Maribona y Dávila Efectivamente, doña Josefa de Trelles y Carrillo, contrajo matrimonio con don Lope Fernández de Miranda Ponce de León y Pardo, II Marqués de Valdecarzana, Señor de la Casa de Miranda de Muros y de Ranón. Era hijo de don Sancho Fernández de Miranda y Ponce de León Pardo y Osorio, I Marqués de Valdecarzana, con el vizcondado previo del Infantazgo, y de su segunda mujer, doña Rosenda Pardo Donlebún y Osorio. Doña Josefa muere en Oviedo el día 23 de febrero de 1714. Fueron padres de seis hijos, siendo el primogénito don Sancho Fernández de Miranda Ponce de León y Trelles, III Marqués de Valdecarzana, IV Marqués de Torralba y IV Marqués de Bonanaro. Contrajo matrimonio con doña María Atocha de Saavedra Guevara y Fenollet, XII Condesa de Tahalú y de Escalante. Y será en esta línea por la que continuará la Casa de Valdecarzana, con los marquesados de Torralba y Bonanaro, y el resto de las baronías. Don Lope de Miranda había vendido a don Benito Trelles unos bienes que había heredado en los concejos de Navia, Coaña y Boal, que no se podían dividir, y que vimos al tratar de los bienes que figuraban en el testamento de don Benito. Habían pertenecido a su tía, doña Catalina Pardo Osorio, y que los había donado en 1655, a don Sancho, I Marqués de Valdecarzana. Con estos bienes, y para que no salieran de la familia, don Benito dispuso que su nieto, don Sancho de Miranda y Trelles, que era el primogénito, o en el caso de faltar él, sus hermanos, contrajese matrimonio con doña María de Mendoza, a la sazón su nieta también, como hija que era de doña Juana Trelles Agliata y de su marido don José de Mendoza Toledo y Guzmán, Conde de Orgaz y Señor de la Casa de Mendoza, o en su defecto una de sus hermanas. Especificaba no obstante, que si este enlace no se llevase a buen término, fuera su propia hija doña Josefa la que dispusiera la repartición. Pero de los hijos de doña Josefa y don Lope, será la tercera de ellos la que nos interesa, como abuela que fue de don Gaspar de Jovellanos: doña Francisca de Miranda y Trelles, que nació en Muros de Nalón, el día 8 de marzo de 1667, falleciendo en Gijón, el 9 de marzo de 1742. Contrajo matrimonio con don Carlos Miguel Ramírez de Jove Vigil, I Marqués de San Esteban del Mar, Señor del Coto de Natahoyo y Comisario Provincial de Artillería del Principado de Asturias. Doña Francisca y don Carlos Miguel, tuvieron siete hijos, siendo también el primogénito el que herede todos los títulos, don Alonso Antonio Ramírez de Jove Fernández Miranda, II Marqués de San Esteban, y Señor del Coto de Natahoyo. Casó dos veces, y de su segundo matrimonio con doña María Josefa Bernardo de Miranda, Señora y heredera de la Casa de Campomanes, tuvo sucesión, en la que se transmitirán todos los títulos de esta Casa. Será la sexta hija de doña Francisca de Miranda y de don Carlos Miguel Ramírez de Jove, la que nos ocupe, como madre de don Gaspar de Jovellanos, doña Francisca Apolinaria Ramírez de Jove. Nacida en el Palacio de San Esteban del Mar, el día 20 de Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 161-205 La ascendencia de don Gaspar de Jovellanos en Italia: don Benito Trelles Coaña y Villamil 193 julio de 1703, y que contrajo matrimonio con don Francisco Gregorio de Jovellanos Carreño, Señor de la Casa de Jove, Alférez Mayor de Gijón, Juez Noble y Procurador General del Principado. Fueron padres de trece hijos, de los cuales cuatro murieron en la infancia, Francisco de Paula, Petronila, Juan Bautista y otro del que desconocemos el nombre. Los otros nueve fueron, como todos sabemos, doña Benita, doña Juana, doña Catalina, don Miguel, don Alonso, don Francisco, doña Josefa y don Gregorio, además de, por supuesto, DON GASPAR MELCHOR DE JOVELLANOS Y RAMÍREZ DE JOVE, que nació en la Casa Solar de los Jovellanos, el día 5 de enero de 1744, y que falleció en Puerto de Vega, el 27 de noviembre de 1811, después de haber vivido una apasionante vida, y dejándonos un trascendental legado a la España Moderna, pero del que obviamente no voy a hablar ahora, teniendo en cuenta los magníficos especialistas que hoy se encuentran entre nosotros. Muchas gracias. \ ANEXO I Genealogía de Varonía de Don Benito Trelles Coaña y Villamil I. II. Álvaro Pérez de Coaña. Era dueño y señor del solar y la casa torre fuerte, llamada de los Picos de Coaña, en esta villa. Vivió en época del Rey Don Pedro I de Castilla, del que fue partidario. Por este motivo a su muerte, el nuevo Rey Don Enrique tomó venganza contra él, igual que como a otros señores en Asturias, confiscándole patronatos de iglesias, los lugares de Nadou y Llosoiro, así como su casa de Coaña, siendo desposeído de ella él y sus hijos. Pasaron a vivir al lugar de Meyro, donde levantaron nueva Casa y constituyeron solar. De la confiscación se salvó el hospital que había fundado en Jarrio, para albergue de los peregrinos jacobeos. La primitiva casa de Coaña la compraron posteriormente sus descendientes, por la línea de su nieta, doña Teresa González de Coaña, casada con don Juan Alonso de Navia. Alonso Álvarez de Coaña. Fundó la Casa solar en la aldea de Meyro. En 1378, junto con otros caballeros, asistió al Obispo don Gutierre contra las tiranías del Conde de Gijón. En el año 1381, asistió a la Junta que celebraron en Avilés los nobles asturianos con el fin de estudiar los medios de defender sus libertades contra los abusos del citado Conde. Sabemos que dejó varios hijos, pero solo tenemos noticia de: 1. Álvaro Pérez de Coaña, segundo del nombre, que sigue. 2. Teresa González de Coaña, que casó con Juan Alonso de Navia. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 161-205 194 Manuel Mª Rodríguez de Maribona y Dávila III. Álvaro Pérez de Coaña. Fue Señor de la Casa solar fundada por su padre en la aldea de Meyro. En su mocedad sirvió al Rey Don Enrique III, de nuevo en la lucha contra el Conde de Gijón, don Alonso Henríquez. Posteriormente, y bajo el reinado del Rey Don Juan II, también contribuyó, junto con otros caballeros asturianos, en la lucha contra los Quiñones y sus partidarios. Fue padre de varios hijos, entre los que repartió su patrimonio, y de los que desconocemos sus datos, salvo el primogénito: IV. Gonzalo Pérez de Coaña. Señor de esta Casa torre y solar, heredó las aldeas de Meyro, Nadou y Castañeira. Vivió en tiempos del Rey Don Enrique IV. Fue padre de V. Álvaro González de Coaña. Tercero del nombre, señor de la Casa de Meyro, que sirvió a los Reyes Católicos. VI. Alfonso González de Coaña. Continuador del linaje, fue Señor de la Casa de Meyro. Contrajo matrimonio con doña Catalina Suárez de Trelles, que era hija de don Gómez Arias de Trelles56. Fueron padres de: VII. Lope Suárez de Coaña y Trelles. Casó con doña Leonor Alfonso Trelles Villamil y Lantoira, Señora de la Casa y solar de Trelles, en el lugar de Serandinas, Boal, al ser hija única de don Gonzalo Méndez de Trelles y de doña María Pereira, natural de Miñagon. De esta unión nació: VIII. Gonzalo Méndez de Coaña y Trelles Villamil. Fue sucesor de las casas de sus antepasados, y contrajo matrimonio con doña Catalina Trelles Infanzón, hija de don Suero González de Trelles y de doña María Infanzón. Fueron padres de: 1. Lope Suárez de Trelles y Coaña, que sigue. 2. Benito Trelles Coaña Villamil, Marqués de Torralba y Príncipe de la Sala de Partinico. Señor de la Casa de Meyro, Coaña, Trelles y Villamil. Licenciado, caballero de la Orden de Santiago. Regente del Consejo Supremo de Italia, y miembro del Consejo de Castilla. Nació en Serandines, en el año 1613, y falleció el 12 de junio de 1670. Contrajo matrimonio en primeras nupcias con doña Teodora Carrillo de Albornoz, Marquesa de Torralba y Bonanaro, Señora de las baronías de Ytri, Yri, Odas de Maylogo y Costa de Bals, en Cerdeña. Y al enviudar volvió a casar con doña Isabel de Agliata Barresi, y Duquesa de Sala Paruta. Los hermanos de doña Teresa fueron: doña Teresa Díaz de Trelles, casada con don Diego Pérez de Trelles Villamil, siendo padres de Domingo, Pedro, Juan e Isabel; don Lucas González de Trelles; don Suero González de Trelles; don Alonso López de Trelles; don Marcos González de Trelles, y don Gonzalo González de Trelles (estos cuatro anteriores fueron eclesiásticos); don Fernando González de Trelles; don Juan García de Trelles; don Diego García de Trelles; don García Morán de Trelles; doña María Alonso de Trelles, que casó con don Alonso López Infanzón, con descendencia; y doña Isabel y doña Ana Alonso de Trelles, de las que no sabemos si tomaron estado. 56 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 161-205 La ascendencia de don Gaspar de Jovellanos en Italia: don Benito Trelles Coaña y Villamil IX. 195 3. Alonso de Trelles Coaña, Chantre de la catedral de Santiago de Compostela. Lope Suárez de Trelles y Coaña. Era el primogénito, sucediendo en los mayorazgos de sus padres; fue también Capitán de Milicias del partido. Contrajo matrimonio con doña Inés de Trelles y Sierra, hija de don Lope Méndez de Trelles, Señor de esta Casa en Villacondide, y de doña Inés de Sierra y Florez Valledor. Fueron padres de: 1. Benito Trelles Coaña y Villamil. Colegial en el Mayor de San Ildefonso, de Alcalá, chantre de la catedral de Santiago de Compostela, catedrático de Instituto e Inquisidor de Murcia. 2. Lucas Trelles. Natural de Villacondide, en Navia, colegial de San Pelayo y del Mayor de Oviedo, en el año 1649. Fue oidor de Sevilla, La Coruña y Granada, y del Consejo de Hacienda. Falleció siendo presidente de la Chancillería de Granada. Contrajo matrimonio con doña Felipa Manuela Forero de Guzmán, sucesora de los mayorazgos de su familia en Cazalla. Tuvieron una sola hija: 2.1. Doña María Josefa Trelles Coaña y Guzmán, que casó con don José Benito Trelles Coaña y Guzmán, su primo hermano. 3. Francisco Trelles Coaña Villamil. Colegial en el Mayor de Cuenca, Corregidor de San Sebastián, Alcalde de Hijosdalgo y Oidor en la Chancillería de Valladolid, Alcalde de Casa y Corte y del Consejo de Indias, en tiempos del Rey Don Carlos II. González de Posada encontró de él, en el Archivo de la Presidencia de Castilla, papeles en los que consta que era Alcaide de Corte en 1694, así como una pragmática contra los gitanos, fechada en 1695. Contrajo matrimonio con doña Teresa González de Lanzas, enterrada en la bóveda de la iglesia de San Bernardo de Madrid, y con la que no tuvo sucesión. 4. Lope Trelles Coaña y Villamil, que sigue. 5. Gonzalo Trelles Coaña y Villamil. Fue colegial en el Mayor de Cuenca, caballero de la Orden de Santiago, y Oidor de la Real Audiencia de Charcas, donde falleció sin tomar estado. 6. Francisca Trelles Coaña y Villamil. Celebró sus esponsales con don Antonio de la Vega Moscoso, Señor de la Casa de la Magdalena, en el concejo del Franco. Con sucesión. 7. Leonor Trelles Coaña y Villamil. Casó dos veces, la primera con don Juan de Villamarín Mosquera y Sarmiento, Señor de la Casa de Villamarín y Regidor de Orense, del que no tuvo sucesión, y la segunda con don Fernando de Valdés Miranda, Señor de la Casa de Valdés en Gijón, y Caballero de la Orden de Santiago, con sucesión. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 161-205 196 X. Manuel Mª Rodríguez de Maribona y Dávila 8. Catalina Trelles Coaña y Villamil. Celebró matrimonio con don García Valledor y Presno, Señor de las casas de sus apellidos en el concejo de Castropol. Con descendencia. Lope Trelles Coaña y Villamil. Sucedió en todas las casas y mayorazgos por cesión de su hermano Lucas. Fue Alférez Mayor del concejo de Corvera, Regidor Perpetuo de Avilés y Caballero de Santiago. Contrajo matrimonio con doña María Luisa Rodríguez de León Valdés, Señora de la Casa y solar de Trasona, y fueron padres de: 1. Juan Antonio Trelles Coaña y León. Caballero de la Orden de Santiago, pasó a América y tuvo el gobierno de la provincia de Porco, en el Potosí, Bolivia, donde casó con doña Tomasa de Saavedra y Moscoso, de la que tuvo dos hijas: 2. José Benito Trelles Coaña y León, en quién continuará la línea principal. 3. Benito Trelles Coaña y León. 4. Lucas Trelles Coaña y León. ANEXO II Genealogía descendente de Don Benito Trelles, en la línea de Jovellanos I. II. Don Benito Trelles Coaña y Villamil, Marqués de Torralba, Príncipe de la Sala de Partinico, Señor de la Casa de Meiro, Coaña, Trelles y Villamil, Caballero de la Orden de Santiago, y Consejero Real de Castilla en Italia, como hemos visto, entre otros muchos cargos, que contrajo matrimonio en primeras nupcias con doña Teodora Carrillo de Albornoz, II Marquesa de Torralba y II de Bonanaro, y Señora de las Baronías de Ittiri y de Uri, en Cerdeña. Doña María Josefa Trelles y Carrillo de Albornoz, III Marquesa de Torralba y III de Bonanaro, y Señora de las Baronías de Ittiri y Uri, había nacido en Gaeta (Italia). Contrajo matrimonio con don Lope Fernández de Miranda Ponce de León y Pardo, II Marqués de Valdecarzana, Señor de la Casa de Miranda de Muros y de Ranón. Fue Mayordomo de la Reina Doña Mariana de Austria. Nació en Muros de Nalón, y era hijo de don Sancho Fernández de Miranda y Ponce de León Pardo y Osorio, I Marqués de Valdecarzana57, con el vizcondado previo del Infantazgo, y de su segunda mujer, doña Rosenda Pardo Don Lebún y Osorio, nacida en Mondoñedo de Castropol, y fallecida 57 El Marquesado de Valdecarzana se concedió por Real Cédula del Rey Don Felipe IV, fechada el día 1 de junio de 1639. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 161-205 La ascendencia de don Gaspar de Jovellanos en Italia: don Benito Trelles Coaña y Villamil 197 en Oviedo en 1668 (hija de Sancho Pardo y Osorio). Doña Josefa muere en Oviedo el día 23 de febrero de 1714. Fueron padres de: 1. Don Sancho Fernández de Miranda Ponce de León y Trelles, III Marqués de Valdecarzana, IV Marqués de Torralba y IV Marqués de Bonanaro. Fue bautizado en Oviedo, en la iglesia de San Juan, en 1671, y falleció en 1739. Contrajo matrimonio con doña María Atocha de Saavedra Guevara y Fenollet, XII Condesa de Tahalú y de Escalante. En esta línea continuará la Casa de Valdecarzana58. 2. Don Pedro Analso de Miranda y Trelles, Abad de la Colegiata de Teverga, Obispo de Teruel e Inquisidor de Santiago, que está enterrado en la Colegiata de San Pedro de Teverga. 3. Don Benito de Miranda y Trelles, Capitán de la Guardia del Conde de Orgaz. 4. Doña Francisca de Miranda y Trelles, que sigue. 5. Doña Rosenda de Miranda y Trelles, casada con don Diego de Hevia Avilés, Señor de las Casas de Hevia, de Avilés, de Bolgues y de Flórez de Babia. 6. Doña Eulalia de Miranda y Trelles, que casó con don Gaspar de Caso Álvarez de las Asturias. III. Doña Francisca de Miranda y Trelles. Nació en Muros de Nalón, el día 8 de marzo de 1667, falleciendo en Gijón, el 9 de marzo de 1742. Contrajo matrimonio con don Carlos Miguel Ramírez de Jove Vigil, I Marqués de San Esteban del Mar, Señor del Coto de Natahoyo y Comisario Provincial de Artillería del Principado de Asturias, que nació en Gijón el día 20 de febrero de 1673. Caballero de la Orden Militar de Calatrava, y Regidor de Oviedo y de Gijón. El título de Marqués de San Esteban del Mar, fue concedido en memoria de los méritos de su tío don Francisco Ramírez, con fecha de 20 de enero de 1707, y con el vizcondado previo de la Peña de Francia, que se canceló el 20 de marzo de 1708, aunque posteriormente se viniera utilizando en algunos casos por los primogénitos del poseedor del marquesado. Don Carlos Miguel falleció en Gijón el 20 de febrero de 1749, habiendo testado en la misma ciudad en 1748, y está enterrado en la Colegiata de San Juan Bautista, hoy sin culto, fundada y financiada por él y por su tío don Luis. Doña Francisca y don Carlos Miguel, tuvieron siete hijos: 58 La genealogía de la Casa del marquesado de Valdecarzana está recogida en las siguientes obras del autor: Rodríguez de Maribona y Dávila, Manuel Mª, Don Gaspar de Jovellanos y Ramírez de Jove, Caballero de la Orden de Alcántara: Genealogía, Nobleza y Armas, Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, 2007. - Rodríguez de Maribona y Dávila, Manuel Mª, Los Feudos Señoriales de Ittiri y Uri, en Cerdeña, y la Casa de Valdecarzana, Boletín de la Academia Asturiana de Heráldica y Genealogía, número 11, págs. 61 a 83, Oviedo 2008. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 161-205 198 IV. Manuel Mª Rodríguez de Maribona y Dávila 1. Don Alonso Antonio Ramírez de Jove Fernández Miranda, II Marqués de San Esteban, Señor del Coto de Natahoyo, Comisario Provincial de Artillería del Principado por el privilegio de su familia unido al título, y fue también Coronel de Artillería. Nacido en Gijón el 27 de abril de 1696. Regidor de Oviedo y de Gijón, y Procurador General del Principado. Falleció el día 20 de enero de 1784. Casó dos veces, la primera, con doña Eulalia Jacinta de Jovellanos Carreño, hija de don Andrés de Jovellanos y Ramírez de Jove y de doña Serafina de Carreño y Peón, de la que no tuvo sucesión. El segundo matrimonio lo contrajo, en 1714, con doña María Josefa Bernardo de Miranda, Señora y heredera de la Casa de Campomanes, Mayorazgo fundado en 1622 por don Francisco de Tuñón, Regidor de Oviedo y de Lena, e hija de don Rodrigo Antonio Bernardo de Miranda y de doña Catalina Dumont de Sabelger. Con sucesión. 2. Doña Isabel Teresa Ramírez de Jove, Abadesa del Monasterio de San Pelayo de Oviedo. 3. Don Francisco de Paula Ramírez de Jove, Abad de Teverga, y Canónigo de la Catedral de Oviedo. 4. Doña Josefa Brígida de Jove Ramírez, que casó en 1716 con don José Clemente Vigil de Aramil y de la Rúa. 5. Doña María Teresa Ramírez de Jove, nacida en Oviedo en 1695, y casada con don Alvaro Antonio Cienfuegos Miranda Villazón, Regidor de Pravia, nacido en 1699. 6. Doña Catalina Ramírez de Miranda, que casó en 1739 con don Gregorio José Tineo Hevia Fuertes. 7. Doña Francisca Apolinaria Ramírez de Jove, que sigue. Doña Francisca Apolinaria Ramírez de Jove, nacida también en el Palacio de San Esteban del Mar, el día 20 de julio de 1703, y que contrajo matrimonio con don Francisco Gregorio de Jovellanos Carreño, Señor de la Casa de Jove, Alférez Mayor de Gijón, Juez Noble y Procurador General del Principado. Hijo de don Andrés Francisco de Jovellanos y de doña Serafina de Carreño Peón. Doña Francisca Apolinaria y don Francisco Gregorio fueron padres de trece hijos, de los cuales cuatro murieron en la infancia, Francisco de Paula, Petronila, Juan Bautista y otro del que desconocemos el nombre. Los otros nueve fueron: 1. Doña Benita Antonia de Paula de Jovellanos, que sigue. 2. Doña Juana Jacinta de Jovellanos, nacida el 8 de febrero de 1734, y que murió en 1770, en el parto de su hijo Joaquín. Contrajo matrimonio con don Antonio López Pandiello, con el que no tuvo sucesión. Volvió a casar don Sebastián de Posada y Soto, y fueron padres de tres hijos. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 161-205 La ascendencia de don Gaspar de Jovellanos en Italia: don Benito Trelles Coaña y Villamil V. 199 3. Doña Catalina de Sena Jovellanos, nació el día 30 de abril de 1738, y fallecería en diciembre de 1808. Había casado con don José Alonso de Faes, comerciante de Nava, viudo y sin hijos, y en el que no tuvo sucesión. 4. Don Miguel de Jovellanos, nació el 8 de mayo de 1740, y falleció joven, de dolencia no conocida por los médicos. Había estudiado Humanidades. 5. Don Alonso de Jovellanos, nacido en 1741. Llegó a ser Alférez de Fragata, pero falleció en 1756, a la edad de veinticinco años. 6. Don Francisco de Paula de Jovellanos, nació en Gijón, el 22 de febrero de de 1743, y fue el heredero del mayorazgo de su familia. Como sus hermanos don Alonso y don Gregorio, hizo la carrera en la Armada Española, siendo Alférez de Navío. Don Francisco de Paula vistió el hábito de la Órden de Santiago, en la misma fecha que su hermano don Gregorio, en 1773, y llegó a obtener la Encomienda de Aguilarejo. Ascendido a Capitán de Navío, después de ciertas vicisitudes, decidió volver a su tierra, donde realizaría una gran labor en pro de la villa de Gijón. Contrajo matrimonio con doña Gertrudis del Busto y Miranda, sin sucesión. 7. DON GASPAR MELCHOR DE JOVELLANOS Y RAMÍREZ DE JOVE, que nació en la Casa Solar de los Jovellanos, el día 5 de enero de 1744. Siguió la carrera eclesiástica, que abandonó al recibir las primeras órdenes. Caballero de la Orden de Alcántara desde 1780. Consejero del Real Consejo de las Órdenes y Ministro de Gracia y Justicia. Fue excelente poeta, escritor y pedagogo. Falleció en Puerto de Vega, el 27 de noviembre de 1811, después de haber vivido una apasionante vida, y dejándonos un trascendental legado a la España Moderna. 8. Doña Josefa de Jovellanos, nacida en 1745, y que contrajo matrimonio con don Domingo González de Argandona, Procurador General del Príncipado de Asturias, con el que tuvo tres hijos, que la premurieron. Doña Josefa al enviudar ingresó de monja en el convento de las Recoletas de Gijón, falleciendo en el año 1807 en olor de santidad. 9. Don Gregorio de Jovellanos, nacido en 1746, y fue Teniente de Navío de la Real Armada y Caballero de la Orden de Santiago, en la que ingresó el 13 de febrero de 1773. Falleció en combate contra la Armada inglesa, en 1780. Doña Benita Antonia de Paula de Jovellanos, que continuará la línea al fallecer sus hermanos, y que había nacido el 21 de marzo de 1733. Contrajo matrimonio, en 1757, con don Baltasar González de Cienfuegos y Caso, V Conde de Marcel de Peñalva, para el que eran sus terceros esponsales. El Conde de Marcel de Peñalba había estado casado anteriormente dos veces, en primeras núpcias con doña María Teresa Bernaldo de Quirós, de cuya unión había nacido doña María Teresa González de Cienfuegos y Bernaldo de Quirós, esposa Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 161-205 200 VI. Manuel Mª Rodríguez de Maribona y Dávila que fue de don José de Llanes Campomanes y Argüelles, y que no dejaron descendencia. Su segundo matrimonio fue con doña Mª Josefa Velarde y Queipo, de cuya unión nació don Rodrigo Antonio González de Cienfuegos y Velarde, VI Conde de Marcel de Peñalba, y que a su vez contrajo matrimonio con doña María Bernarda de Carrio Argüelles Miranda, con sucesión. Doña Benita y don Baltasar fueron padres de: 1. Don Baltasar Ramón González de Cienfuegos-Jovellanos, que destinado a la iglesia y ya con la dignidad de arcediano de la Catedral de Oviedo, renunció al cargo y a la carrera eclesiástica. Sucedió a don Gaspar Melchor de Jovellanos. 2. Don José María González de Cienfuegos-Jovellanos, que sigue 3. Don Francisco Javier González de Cienfuegos-Jovellanos, Canónigo de la Catedral de Sevilla, Obispo de Cádiz en 1819, Arzobispo de Sevilla desde 1825, y poco después Cardenal. 4. Doña Escolástica González de Cienfuegos-Jovellanos, que casó con don Antonio María de Argüelles Quiñones y Velarde, Regidor Perpetuo de Oviedo. Dueño, Señor y poseedor del Coto y Jurisdicción de Peñerudes. Procurador General del Principado de Asturias, en quien tuvo sucesión. 5. Doña María González de Cienfuegos-Jovellanos, que fue religiosa de la Orden de San Benito, en el monasterio de San Pelayo de Oviedo. Don José María Ignacio González de Cienfuegos-Jovellanos. Nació en Oviedo el día uno de febrero de 1763, siendo bautizado en San Isidoro el Real a los tres días. Falleció en 1825. Fue Teniente General del Consejo Supremo de Guerra durante la Guerra de la Independencia, Capitán General de la Isla de Cuba, fundador en 1829 de la ciudad que llevaría su propio apellido Cienfuegos, y Ministro de la Guerra. Al no tener su hermano don Baltasar descendencia, fue don José María, el que continuó la sucesión de la Casa de Jovellanos, usando como un solo apellido González de Cienfuegos-Jovellanos, obedeciendo los deseos de su tío, don Gaspar Melchor de Jovellanos, el cual, encarecía en su testamento al descendiente directo de su hermana Benita, que ya que ni él ni sus hermanos varones tenían hijos, usara el apellido Jovellanos unido al de la línea varonil. Solicitó autorización para usar unidos ambos apellidos, y en tal sentido el Rey de Armas Francisco Doroteo de la Cámara, libró ejecutoria el treinta de enero de 1876. Contrajo matrimonio el día diecinueve de noviembre de 1806, en la Parroquia de San Tirso, de Oviedo, con doña María del Carmen Argüelles Quiñones y González de Cienfuegos, de la Casa de los Señores de Peñerudes, en Asturias. Ella había nacido el diecisiete de febrero de 1788, siendo natural de la parroquia de Santa María de Brañes, Concejo de Oviedo, y era hija de don Antonio Mª Argüelles y Velarde, Regidor perpetuo de Oviedo, Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 161-205 La ascendencia de don Gaspar de Jovellanos en Italia: don Benito Trelles Coaña y Villamil 201 y doña Escolástica González de Cienfuegos y Jovellanos. Eran por lo tanto tío y sobrina. Fue su hijo: VII. Don Gaspar Cienfuegos-Jovellanos y Argüelles. Nació en Trubia el día dieciocho de noviembre de 1807. Alcalde de Gijón, y Caballero de la Orden de Carlos III (16 de octubre de 1848). Casó en San Pedro, de Gijón el 3 de agosto de 1833 con doña Cándida García-Sala y Blanco Cirieño, nacida en Gijón el 14 de Septiembre de 1814. Fueron padres de: VIII. Don José María Cienfuegos-Jovellanos y García-Sala. Contrajo matrimonio en el Palacio de Villa, Langreo, el 6 de Junio de 1864, con doña Maria Bernaldo de Quirós y González de Cienfuegos, nacida en Alba de Tormes, Salamanca, e hija de don José María Bernaldo de Quirós y Llanes, Marqués de Camposagrado y doña María Josefa González de Cienfuegos y Navia-Osorio. Fueron sus hijos: 1. Don Gaspar Cienfuegos-Jovellanos y Bernáldo de Quirós, Gentilhombre de Su Majestad, que contrajo matrimonio con doña Rita Rubín de Celis. Sin sucesión. 2. Don Jose María Cienfuegos-Jovellanos y Bernaldo de Quirós, I Marqués de San Martín de Mohías, título pontificio. Casó el 25 de mayo de 1895, con doña María de Cotarelo y de Trelles. Con sucesión. 3. Don Carlos Cienfuegos-Jovellanos y Bernaldo de Quirós, nació el 30 de noviembre de 1878. Último poseedor de la Casa Palacio de los Jovellanos en Gijón. Alcalde de Gijón por dos veces. Casó en primeras nupcias, el dieciséis de mayo de 1903, con doña María Teresa Menéndez Estrada, hija de don José Menéndez Álvarez, natural de Caldones, y de doña Pilar Estrada y Junco, natural de Villaviciosa. Y en segundas nupcias con doña Rafaela Vigil Escalera. Con sucesión en los dos matrimonios. 4. Don Luis Cienfuegos-Jovellanos y Bernaldo de Quirós, I Conde de Cienfuegos, Coronel de Caballería y Director de las Reales Caballerizas. Contrajo matrimonio con doña María Victoria García-Baxter. Falleció el 3 de noviembre de 1929. Con sucesión. 5. Doña Consuelo Cienfuegos-Jovellanos y Bernaldo de Quirós, casó con don José González Argüelles. Con sucesión. 6. Doña María Cienfuegos-Jovellanos y Bernaldo de Quirós, que casó con don Ramón González de Coto. Con sucesión. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 161-205 202 Manuel Mª Rodríguez de Maribona y Dávila ANEXO III GENEALOGÍAS DE LOS POSEEDORES DE LAS BARONÍAS. I Bernardo Centelles Riusech-Corbera Virrey de Cerdeña c.c. Eleonora de Queralt Francisco Giliberto Centelles Conde de Oliva Con sucesión Miguel Cano Centelles + sin sucesión Violante Centelles Queralt c.c. Ángelo Cano Hijo del Barisone de Cerdeña Antonia Cano Centelles casó 1º con casó 2º con Pedro Cedrelles Juan Fabra Vincenzo Tommaso Cedrelles Beatrice Galzerando Cedrelles c.c. Giovanna Carrillo (hermana de Miguel Carrillo que casará con Ana Simó —ver árbol 2—) Galzerando vende a Bernardo Simó los lugares de Ittiri y Uri (sigue línea 2) Anna Cedrelles Carrillo Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 161-205 Gaspare Fabra La ascendencia de don Gaspar de Jovellanos en Italia: don Benito Trelles Coaña y Villamil 203 GENEALOGÍAS DE LOS POSEEDORES DE LAS BARONÍAS. II Bernardo Simó Señor de Ittiri y Uri Ana Simó c.c. Michele Carrillo (hermano de Giovanna Carrillo, en árbol I) Giovanni Michele Simó c.c. Elena Bellit Anna + soltera Giovanna Simó-Carrillo con suces. Sebastiano Carrillo-Simó c.1º c. c.2º.c. Mª Zapata Beatriz Comprat Isabella Carrillo c.c. Gerolamo II Ledá Giovanni Con suces. De esta Línea procede Gerolamo V Ledá-Vaca, que gana las baronías de Ittiri y Uri, al IV Marqués de Valdecarzana desde 1770 Francesca Carrillo-Simó c.c. Francesco Zapata Giovanni Carrillo c.c. Hipólita Artez Ignacio Andrea Simó c.c. Antonia Nin Con suces. femenina Antonia Zapata c.c. Sr. Barbará Teodora Carrillo Señora de Ittiri y Uri c.c. Benito Trelles Francesco Conde de Bonorva Su único hijo + sin suces. Francesco Barbará Josefa Trelles Carrillo c.c. II Marqués de Valdecarzana LÍNEA DE JOVELLANOS Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 161-205 204 Manuel Mª Rodríguez de Maribona y Dávila BIBLIOGRAFÍA Alcocer Martínez, Mariano, Documentos referentes a títulos de Castilla, Archivo General de Simancas, Valladolid, 1942. Alonso de Cadenas y López, Ampelio, y Cadenas y Vicent, Vicente de, Elenco de Grandezas y Títulos nobiliarios españoles, Madrid, Editorial Hidalguía, Instituto Salazar y Castro, varios años. Álvarez de la Rivera, Senén, Biblioteca Histórico-Genealógica Asturiana. III Tomos, Santiago de Chile, 1925. Anes y Álvarez-Castrillón, Gonzalo, Los Señoríos asturianos, Gijón, Biblioteca Histórico Asturiana, Editorial Silverio Cañada, 1989. —La ascensión social en el estado nobiliario: de la hidalguía la título, conferencia publicada en Nobleza y Sociedad en la Edad Media, Fundación Cultural de la Nobleza Española, Editorial Nobel, 1996. Págs. 187 y siguientes Atienza, Julio de, Nobiliario Español, Madrid, Editorial Aguilar, 1959. Avilés, Tirso de, Armas y Linajes de Asturias y Antigüedades del Principado, Oviedo, Grupo Editorial Asturiano, 1991. Bellmunt y Traver, Octavio, y Canella Secades, Fermín, Asturias, III tomos, Gijón 1895-1900. Cárdenas Piera, Emilio de, Catálogo de Títulos Nobiliarios. Hidalguía, 1982. Caso González, José Miguel, Vida y obra de Jovellanos. 2 tomos. Edición de Caja de Asturias y El Comercio, 1993. Catálogo de Títulos y Privilegios de Nápoles. Siglos XVI-XVIII. Archivo General de Simancas, 2 tomos. Ceballos-Escalera y Gila, Alfonso de, Jovellanos y las Órdenes Militares, conferencia pronunciada en la Fundación Foro Jovellanos, en Gijón, el día 2 de abril de 2001. Inédita. Culpes, Gianni, Il Signori del Feudo D’Ittiri e Uri. Editorial Digiter Sassari. Sassari, 1999. Elenco de Grandezas y Títulos Nobiliarios Españoles, Instituto Salazar y Castro, Editorial Hidalguía, Madrid 2008. Fraso, Pedro, De Regio Patronato Indiarium, tomo II, Madrid, 1775. Recoge y elogia la obra, sin publicar, de Benito Trelles: Alegación que hizo a favor de su mujer la Marquesa de Torralba, contra el Conde de Bonorba, sobre unos feudos. García Carraffa, Alberto y Arturo, Diccionario Heráldico de apellidos españoles y americanos, 86 tomos. Salamanca, Imprenta Comercial Salmantina, 1935. González Santos, Javier, Jovellanos aficionado y coleccionista. Fundación Municipal de Cultura, Ayuntamiento de Gijón. Gran Enciclopedia Asturiana. Silverio Cañada Editor, 17 tomos. Hevia Ballina, Agustín, Los Archivos de la Iglesia. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 161-205 La ascendencia de don Gaspar de Jovellanos en Italia: don Benito Trelles Coaña y Villamil 205 Jovellanos, Gaspar Melchor, Memorias familiares (1790-1810), en Obras publicadas e inéditas de don Gaspar Melchor de Jovellanos, tres tomos: LXXXV, LXXXVI, LXXXVII, Madrid, B.A.E., Editorial Atlas, 1956. Márquez de la Plata, Vicenta, y Luís Valero de Bernabé, El Libro de Oro de los Duques. Colección El Persevante de Borgoña. Editorial Prensa y Ediciones Iberoamericanas S.L. 1994. Nocedal, Cándido, Vida de Jovellanos, Madrid, Imprenta de Rivadeneyra, 1865. Origen del Cavallerato y de la Noblesa de varias Familias del Reyno de Cerdeña. Recopilado de los Privilegios originales y respectivos del oportuno registro existente en el Real Archivo y de varias otras escrituras auténticas y autores clásicos. Año 1790. Uno de los originales se encuentra en la Biblioteca de la Universidad de Cagliari. Publicado por el Profesor Francesco Loddo Canepa, en XXIV volumen dell´ Archivio Storico Sardo. Año 1954. Paredes y Naves, María Concepción, Archivo de la Casa de Trelles, Duques del Parque, Fuentes y Estudios de Historia de Asturias, Real Instituto de Estudios Asturianos, Oviedo, 2008. Patac de las Traviesas, José María, Vínculo Mayorazgo de Jovellanos, Gijón, editado por el Ayuntamiento de Gijón y el Museo-Casa Natal de Jovellanos, 1977. Pérez de Rada y Díaz Rubín, Javier, Linajes y palacios ovetenses. Fundación  Jaureguizar,  Madrid 1999. Plaza Bores, Ángel, Títulos Nobiliarios concedidos por nuestros Reyes en Flandes, Italia y Portugal, Catálogo VI del Archivo General de Simancas, dirigido por Mariano Alcocer Martínez. Valladolid, 1923. Rodríguez de Maribona y Dávila, Manuel Mª, Don Gaspar de Jovellanos y Ramírez de Jove, Caballero de la Orden de Alcántara: Genealogía, Nobleza y Armas, Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, 2007. —El Escudo de Armas del Palacio de San Esteban del Mar de Natahoyo, hoy conocido como Revillagigedo, de Gijón, Anales de la Real Academia Matritense de Heráldica y Genealogía, Volumen VI, 2000-2001. —Los Feudos Señoriales de Ittiri y Uri, en Cerdeña, y la Casa de Valdecarzana, Boletín de la Academia Asturiana de Heráldica y Genealogía, número 11, págs. 61 a 83, Oviedo 2008. Suárez, Constantino, Escritores y artistas asturianos. Sarandeses, Francisco, Heráldica de los apellidos asturianos, Oviedo, Real Instituto de Estudios Asturianos, 1994. Trelles Villademoros, José Manuel, Asturias Ilustrada. Dos tomos, Madri1760. Uría Ríu, Juan, Rasgo Histórico Genealógico de la Casa de Valdecarzana (s.XIV y XV), Revista de la Universidad de Oviedo, 1948. Vulpes, Gianni, I Signori del Feudo d´Ittiri e Uri. Editorial Digiter Sassari. Sassari 1999. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 161-205 III Bibliografía jovellanista Bibliografía Jovellanista. Apéndice IX Orlando Moratinos Otero U n nuevo apéndice de bibliografía jovellanista viene a confirmar lo viva que se encuentra la herencia de don Gaspar. Desde la primera edición de la Bibliografía Jovellanista en 1998 ya han pasado doce años y se ha duplicado aquel número inicial de registros. Algún día se tendrá que afrontar la unificación y revisión de este extenso registro bibliográfico. El mantenimiento de la llama jovellanista es el único estímulo que nos mueve diariamente a seguir investigando en todos los medios a nuestro alcance para conseguir registrar cualquier aporte bibliográfico: obra, trascripción, antología o artículo que merezca la atención de quienes hacen uso de esta herramienta de trabajo para la investigación. Nos mantenemos en la idea y afirmamos que la continuidad de una «empresa» de estas características únicamente se puede llevar a cabo con un profundo anhelo y una ilusión persistente y desinteresada. Estas son nuestras únicas armas. Mi gratitud a quienes, continuamente, muestran su ayuda, apoyo y amistad, especialmente a mi familia por la paciencia y la generosidad con que, en ocasiones, soportan el cúmulo de papeles que nos inundan. [email protected] Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 209-232 ISSN: 1888-7643 210 Orlando Moratinos Otero ÍNDICE DE LOCALIZACIÓN DE REGISTROS Desde la edición de la Bibliografía Jovellanista en 1998, se han ido sumando registros a través de consecutivos apéndices. Los apéndices I al VI han formado parte de las correspondientes ediciones del Boletín Jovellanista. A partir del Apéndice VII han pasado a formar parte de Cuadernos de Investigación. Con el fin de situar al lector y facilitar la búsqueda de registros, detallamos a continuación un índice esquemático de localización de registros bibliográficos recogidos en tanto en el Boletín Jovellanista como en Cuadernos de Investigación, así como la numeración de registros de cada apéndice ya publicado: Bibliografía Jovellanista, 1998. Registros 1-1984 Boletín Jovellanista, I, 1999. Apéndice I Registros 1985-2093 Boletín Jovellanista, II, 2001. Apéndice II Registros 2094-2327 Boletín Jovellanista, III, 2002. Apéndice III Registros 2328-2667 Boletín Jovellanista, IV, 2003. Apéndice IV Registros 2668-2866 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 209-232 Boletín Jovellanista, V, 2004. Apéndice V Registros 2867-3023 Boletín Jovellanista, VI, 2005 Apéndice VI Registros 3024-3224 Cuadernos de Investigación, 1, 2007. Apéndice VII Registros 3225-3466 Cuadernos de Investigación, 2, 2008. Apéndice VIII Registros 3467-3746 Cuadernos de Investigación, 3, 2009. Apéndice IX Registros 3747-3902 Bibliografía Jovellanista. Apéndice IX 211 ABREVIATURAS ap. art./arts. cap./caps cat. cía. cm coord. corr. col. ed./eds. edit. est. tip. facs. fasc./s fol./s foll. fot./s. fragm./s h./hh. imp. ind. il. int. lám./s. lib. may. men. ms./mss. apéndice artículo/s capítulo/s catálogo compañía centímetros coordinador/ra corregido/a colección edición/nes-editor/es editorial establecimiento tipográfico facsímil/es fascículo/s folio/s folleto fotografía/s fragmento/s hoja/s imprenta indistintamente ilustraciones introducción lámina/s libro mayor menor manuscrito/s n./s núm./s pleg. pág./s. pról. reed. reg./s rep. res. res. bibl. retr. rev. s.a. s.e. s.l. s.n. sel. seud. ss. tall./s t/tt. trad. Vid. tro) vol./s vda. vv. aa. nota/s número/s plegada página/s prólogo reedición registro/s Reproducido/reproducción reseñado/a reseña/s bibliográfica/s retrato revista sin año de edición conocido sin mención del editor sin lugar de edición sin número/sin numerar selección seudónimo siguientes taller/es tomo/s traducción véase (ficha entrada regisvolumen/es viuda varios autores Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 209-232 212 Orlando Moratinos Otero SIGLAS 1 Boletín de la Asociación Asturiana de Bibliotecarios, Archiveros, Documentalistas y Museólogos (Oviedo). AEDEAN. Asociación Española de Estudios Anglo-Norteamericanos (Sevilla). AHDE. Anuario de Historia del Derecho Español (Madrid). AHN. Archivo Histórico Nacional (Madrid). BAE. Biblioteca de Autores Españoles. BA. Biblioteca Asturiana del P. Patac (Gijón). BBMP. Boletín de la Biblioteca Menéndez Pelayo (Santander). BHi. Bulletin Hispanique (Burdeaux). BIBJOV. Bibliografía Jovellanista (Gijón). BJ. Boletín Jovellanista (Gijón). BIDEA. Boletín del Instituto de Estudios Asturianos (Oviedo). BMP. Biblioteca Menéndez Pelayo (Santander). BOCES.XVIII Boletín del Centro de Estudios Siglo XVIII, (Oviedo). BRAH. Boletín de la Real Academia de la Historia (Madrid). CAA. Caja de Asturias (Oviedo). CAE. Cuadernos Aragoneses de Economía (Zaragoza). CEHIMO. Centro de Estudios de historia de Monzón. CES. XVIII Cuadernos de Estudios del Siglo XVIII (Oviedo). CSIC. Consejo Superior de Investigaciones Científicas (Madrid). ICE. Información comercial Española (Madrid) IDEA. Instituto de Estudios Asturianos (Oviedo). IFES. XVIII Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII (Oviedo). FFJPA. Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias (Gijón) MAPA. Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (Madrid). MyC. Moneda y Crédito (Madrid). RAE. Real Academia Española (Madrid). RAH. Real Academia de la Historia (Madrid). RIDEA. Real Instituto de Estudios Asturianos (Oviedo). RSMAP. Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País. (Madrid) RDP. Revista de Derecho Político (Madrid). RHE. Revista de Historia Económica (Madrid). R.CC. Revista de las Ciencias (Madrid). RL. Revista de Literatura (Madrid). ROCC. Revista de Occidente (Madrid). RUO. Revista de la Universidad de Oviedo. UCM. Universidad Complutense de Madrid UNED. Universidad Nacional de educación a distancia. AABADOM. 1 Se refiere a las siglas que se vienen utilizando desde el primer registro. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 209-232 Bibliografía Jovellanista. Apéndice IX 213 CONTENIDO I. Ediciones de obras de Jovellanos. Obras completas, parciales y antologías. (Por orden cronológico). II. Estudios, ensayos y artículos sobre Jovellanos. (Por orden alfabético). III. Artículos y citas en diccionarios y enciclopedias. (Por orden alfabético). I. EDICIONES DE OBRAS DE JOVELLANOS Obras completas, parciales y antologías (Por orden cronológico) 3747. Jovellanos, Gaspar Melchor de.- La Muerte de Munuza (Pelayo).- Charleston, (SC, USA), BiblioBazaar, 2007.- 90 págs. 3748. Jovellanos, Gaspar Melchor de y Lord Vassall Holland.-Cartas de Jovellanos y Lord Vassall Holland sobre la Guerra de la Independencia (18081811), con prólogo y notas de Julio Somoza y García-Sala.-Estudio preliminar de Silverio Sánchez Corredera.-Oviedo, Junta General del Principado de Asturias, Col. Relatos de los protagonistas, IV, 2009.-2 vols.-CVI+711 págs.24 x 16 cm. Res. bibl. de Julio Antonio Vaquero Iglesias, La Nueva España. «La Nueva Quintana», 22 de junio de 2010, págs. 1-2. En 1911, en el contexto del primer centenario de la muerte de Jovellanos, Julio Somoza publicó —con prólogo y notas— la correspondencia que mantuvieron lord Holland y Jovellanos acerca de la de la Guerra de la Independencia. Más que proporcionar información novedosa —que también— sobre los acontecimientos de la guerra, la importancia de esas cartas radica en que Jovellanos expone en ellas su posición ante las reformas de la Junta Suprema Central y las Cortes de Cádiz. Posición que refleja claramente (según mantiene Sánchez Corredera en su estudio preliminar) el protoliberalismo, alejado del conservadurismo, que conformó el ideario político del gijonés en los últimos años de su vida. 3749. — Carta sobre el edificio de la lonja en Mallorca, que escribió en 1807 Gaspar de Jovellanos.-Valladolid, Edit. Maxtor Librería, 2009.-53 págs.-15 x 11 cm. 3750. — Informe en el Expediente de Ley Agraria.-Madrid, Sevilla, Extramuros Ed., [2009].- 160 págs.- 24 x 17 cm. Ed. Fac. de la de Madrid, Imp. de Sancha,1795. 3751. — Memoria sobre las diversiones públicas.-Madrid, Sevilla, Extramuros Ed., 2009.- 124 págs.- 21 x 14,5 cm. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 209-232 214 Orlando Moratinos Otero Ed. facs. de la de Sancha, Madrid, 1812. 3752. — Obras Completas. Escritos sobre literatura. T. XII. Ed. crítica, estudio preliminar y notas de Elena de Lorenzo Álvarez.-Oviedo, Ayuntamiento de Gijón, IFES. XVIII, Col. de Autores Españoles del Siglo XVIII, 22-IX, KRK Ed., 2009.- LVI+670 págs.- 24 x 17 cm. Res. bibl. de Silverio Sánchez Corredera, «Jovellanos inédito», en La Nueva España, Oviedo, 17 de diciembre de 2009. El noveno tomo de las Obras Completas cuenta con un extenso aparato crítico, un detallado estudio preliminar y una amplia selección de apéndices, recupera ediciones y manuscritos perdidos de textos conocidos e incorpora una treintena de escritos inéditos; entre ellos, censuras de Ponz, Iriarte, Voltaire o Condillac, una memoria sobre la metáfora, diversos apuntes sobre certámenes y poetas mallorquines, notas tomadas de Cicerón, Hume o Addison, una defensa de la edición del Quijote de la Academia y diversos apuntes biográficos sobre Floridablanca, la enfermedad de Carlos III o los primeros días del reinado de Carlos IV. 3753. — «Carta de Don Gaspar Melchor de Jovellanos al Teniente de navío D. José Vargas Ponce». En Moratín, Jovellanos, Fígaro. Sus escritos sobre tauromaquia.Sevilla, Ed. Extramuros – Madrid, Edit. Complutense, 2009.112 págs.- 17 x 12 cm.- Págs. 61-84. Con grabado de Jovellanos. Rep. fasc. de la ed. de Barcelona, Edit. de La Fiesta Brava, 1929.- 17 x 12 cm. II. ESTUDIOS, ENSAYOS Y ARTÍCULOS SOBRE JOVELLANOS (Por orden alfabético) 3754. Adaro de Jove, Fernando.- (Vid. reg. 3898). 3755. Alonso, Cuca.- (Vid. reg. 3898). 3756. Álvarez Faedo, María José.- (Vid. reg. 3897). 3757. Álvarez-Valdés y Valdés, Manuel.- (Vid. reg. 3899). 3758. Alzaga Ruiz, Amaya.-«El viaje a Mallorca en el siglo XIX: la configuración del mito romántico y de sus itinerarios artísticos». En Espacio, Tiempo y Forma, Serie VII, Historia del Arte, t. 18-19. Uneda, Madrid, 2005-2006.Págs. 163-193. 3759. Amengual i Batle, Josep.-«Jovellanos i la unitat de la llengua catalana. Uns antecedents medievals en els textos religiosos i literaris». En Estudis Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 209-232 Bibliografía Jovellanista. Apéndice IX 215 Baleàrics, Institut d’Estudis Baleàrics, núm. 90/91, febrer/setembre, Palma de Mallorca, 2008.- Págs. 23-36.- 26,5 x 19 cm. 3760. Aragón Fernández, María Aurora.- (Vid. reg. 3897). 3761. Arbeloa, Víctor Manuel.-«El dechado Jovellanos». En Clericalismo y anticlericalismo en España (1767-1930). Una introducción.-Madrid, Ed. Encuentro, 2009.- 363 págs.- 23 x 15 cm. Sobre Jovellanos vid. págs. 44, 48, 49, 50, 51-55. 3762. Astigarraga, Jesús y Javier Usoz.-«Política y economía en el Análisis del comercio del trigo (1795) de Tomás Anzano». En Hispania, Revista española de Historia, vol. LXIX, núm. 232, Instituto de Historia, CSIC, Madrid, mayoagosto, 2009.- Págs. 395-422. 3763. Astorgano Abajo, Antonio.- «El otro 98: el fracaso en 1798 de los políticos ilustrados». En Historia y Vida, XXXI, núm. 365, Barcelona, 1998.- Págs. 12-27. 3764. Ayala, Francisco.- «Jovellanos en su centenario (1945)». En Los Políticos. Ed. de Pedro Cerezo Galán.- Madrid, Ed. Biblioteca Nueva, Clásicos del pensamiento, 2008.- 205 págs.- 21 x 13,5 cm. Sobre Jovellanos vid. págs. 157-205. 3765. Aymes, Jean-René… [et al.]; Ouvrage coordonné par Jean-Pierre Sánchez. Ville et campagne en Espagne au XVIIIe siècle: [Cadalso, Jovellanos, Olavide: questions de civilisation].- Paris, Editions du temps, 1997.- 190 págs.- 24 x 17 cm. 3766. Basabe, Nere.- «Jeremy Bentham y las dimensiones internacionalistas del concepto ilustrado de opinión pública». En rev. Historia Contemporánea, 27, Universidad del País Vasco, Bilbao, 2003 (II).- Págs. 601-614. 3767. Bejarano Galdino, Emilio.- (Vid. reg. 3897). 3768. — «Cronología didáctica de Jovellanos, la seva època». En Estudis Baleàrics, Institut d’Estudis Baleàrics, núm. 90/91, febrer/setembre, Palma de Mallorca, 2008.- Págs. 71-76.- 26,5 x 19 cm. 3769. — «Biografia breu de Gaspar Melchor de Jovellanos». En Estudis Baleàrics, Institut d’Estudis Baleàrics, núm. 90/91, febrer/setembre, Palma de Mallorca, 2008.- Págs. 67-70.- 26,5 x 19 cm. 3770. Berzosa Martínez, Raúl.- (Vid. reg. 3898). 3771. Bolufer Peruga, Mónica (dir.), [et al].- Mujeres y modernización: estrategias culturales y prácticas sociales (siglos XVIII-XX).- Madrid, Instituto de la Mujer, Ministerio de Igualdad, 2008.- 314 págs. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 209-232 216 Orlando Moratinos Otero Sobre Jovellanos vid. págs. 137, 144, 156, 149, 151, 155, 158, 171, 269. 3772. Bueno Martínez, Gustavo.- «En torno al concepto de ‘izquierda política’». En El Basilisco, Segunda época, 29, Enero-Marzo, Oviedo 2001.- Págs. 3-28. 3773. Cagiao Vila, María del Pilar.- (Vid. reg. 3802). 3774. Calvo, Aina.- (Vid. reg. 3898). 3775. Calvo Ruata, José Ignacio.- (Vid. reg. 3895). 3776. Calvo Seraller, Francisco.- (Vid. reg. 3815). 3777. Campo Gorostidi, Juan José del.- (Vid. reg. 3898). 3778. Cantos Casenave, M. Marieta.- (Vid. reg. 3797). 3779. Carantoña Álvarez, Francisco.- «1808. Revolución periférica y soberanía nacional. Asturias y la formación del Gobierno central». En Ciclo de conferencias 1808-2008. La Guerra de la Independencia en Asturias: La Historia 200 años después. Junta General del Principado, Oviedo, 2009.- 119 págs. Sobre Jovellanos vid. págs. 15, 31, 32, 33, 34, 35, 37-39. 3780. — «Política en Gijón en el siglo XIX».-Oviedo, Edit. Prensa Asturiana, La Nueva España, Historia de Gijón, t. 8, 2010.- 96 págs.- 26 x 19 cm. Sobre Jovellanos vid. págs. 8, 15, 21, 24-25, 27, 59, 60, 75, 76. 3781. — «Soberanía y derechos constitucionales: la Junta Suprema de Asturias (1808-1809)». En Trienio. Ilustración y Liberalismo, Ed. Clásicas, 55. Universidad de Salamanca, Madrid, mayo, 2010.- Págs. 5-55. La utilización de documentación hasta ahora no consultada le permite al autor ofrecer nuevos datos sobre la composición y el conflictivo proceso electoral que llevó a Jovellanos a la Junta Central. Proporciona información que arroja nueva luz sobre las causas de decisiones políticas aparentemente contradictorias, los motines populares que se producen entre junio y septiembre de 1808, y su abrupto final a manos de un autoritario general. Se trata de un trabajo elaborado con nuevos datos, hasta ahora inéditos, donde se confirman, en líneas generales, las tesis que el propio autor venía manteniendo, con incorporación de nuevos matices. Aporta datos muy relevantes sobre la elección de Jovellanos para la Junta Central. 3782. Carnero Arbat, Guillermo.- «Historia de la cultura y reformismo ilustrado en Gaspar Melchor de Jovellanos». En Estudios sobre narrativa y otros temas dieciochescos.- Salamanca, Ed. Universidad de Salamanca, Col. Estudios Filológicos, 323, Prensas Universitarias de Zaragoza, 2009.- 450 págs.- Págs. 359-422. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 209-232 Bibliografía Jovellanista. Apéndice IX 217 Además, sobre Jovellanos vid. págs. 8, 54-56, 58, 60, 62, 64, 67, 76, 77, 143, 172, 180, 189, 190, 229, 232, 280, 295, 296, 297, 298, 336, 353, 359, 425-428, 431-434, 440, 444, 446, 450. 3783. Caso de los Cobos, Guillermo.- «Morán versus Jovellanos».- Gijón, El Comercio, 6 de mayo, 1999.- Pág. 6. 3784. Caso Machicado, María Teresa.- (Vid. reg. 3897). 3785. — «La ‘muerte civil’ de Jovellanos (Mallorca, 1801-1808)». En Homenaje al Ateneo Jovellanos.- Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, 16 y Ateneo Jovellanos, 2004.- 44 págs.- Págs. 19-44.- 23,5 x 17 cm. 3786. Cerezo Galán, Pedro.- (Vid. reg. 3764). 3787. Clovis, Claude.- «Jovellanos cena en la Pola».- Gijón, El Comercio, 11 de marzo, 2010.- Pág. 9. 3788. Corona Baratech, Carlos E.- (Vid. reg. 3903). 3789. Coronas [González], Santos M.- «Entre Minerva y Temis»: magistrados y poetas en la España de la Ilustración». 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En él vuelve a poner el tema sobre la mesa cuando está más que demostrado que dicho texto no pudo salir de la pluma de Jovellanos. 3808. Franco Pino, Adolfo.- (Vid. reg. 3897). 3809. Fraser, Ronald.- La maldita guerra de España. Historia social de la guerra de la Independencia, 1808-1814.- Barcelona, Ed. Crítica, 2008.- 932 págs.- 23 x 15,5 cm. Sobre Jovellanos vid. págs. 16, 51, 54, 337-338, 408-410, 553, 570, 572-574, 752. 3810. Fray Gerundio. [Lafuente y Zamalloa, Modesto].- «Fray Gerundio al hermano Jovellanos». En Teatro social del siglo XIX.- Madrid, Est. Tipográfico de D. F. de P. Mellado, T. II, 1846.- 340 págs. Sobre Jovellanos vid. págs. 57-68. 3811. Friera Álvarez, Marta.- «Escritos políticos de Jovellanos». En Revista de Estudios Políticos, núm. 128, Madrid, 2007.- Págs. 337-345. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 209-232 220 Orlando Moratinos Otero Res. bibl. de Obras Completas de Gaspar Melchor de Jovellanos, XI. Escritos políticos. 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El ilustrado insistía en dejar de considerar a América como una colonia, para reconocerla como una provincia más de la monarquía, así como en el derecho de representación en Cortes de los ciudadanos americanos. Mas el temor jovellanista a la escisión del imperio español terminó haciéndose real y, paradójicamente, sus ideas de reforma constitucional resultaron decisivas para precipitarla. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 209-232 222 3833. Orlando Moratinos Otero — «Sempere y Guarinos como educador». En Cuadernos Dieciochistas, Vol. 5, Religiones y culturas en el siglo XVIII, Universidad de Salamanca, 2004.Págs. 171-188. 3834. Iglesias, Carmen.- «Jovellanos: la ocasión perdida».- Madrid, ABC, 10 de enero, 1994.- Pág. 46. 3835. Lafuente y Zamalloa, Modesto.- (Vid. reg. 3811 con seud. de Fray Gerundio). 3836. Lara Nieto, María del Carmen.- «Consideraciones sobre la estética en la España del siglo XVIII». En Moda y sociedad. La indumentaria: Estética y poder. Vv. 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Sánchez Corredera, Silverio.- (Vid. reg. 3748, 3752). 3875. — «La trascendencia del pensamiento de Jovellanos: la estrategia jovinista». En Seminario Internacional. «Estrategias de pensamiento en el aula». Centro de Filosofía para niños del Principado de Asturias. Gijón, 4-8 de septiembre, 2006.- En CD. Conferencia de apertura, el 4 de septiembre de 2006, dentro del Seminario Internacional Estrategias de pensamiento en el aula. 3876. — Ética, Política y Moral en Jovellanos, desde la perspectiva del materialismo filosófico.- Oviedo, Universidad de Oviedo, Dep. de Filosofía, 2003.- 753 págs. Tesis Doctoral. Premio extraordinario de Doctorado. Inédita. Existe un ejemplar en la Biblioteca Pública «Jovellanos». Gijón. 3877. — «Jovellanos inédito».- Oviedo, La Nueva España, «Cultura», 17 de diciembre de 2009.- Pág. 6. Res. bibl. del T. XII de Obras Completas de Jovellanos. Escritos sobre Literatura. Ed. crítica, estudio preliminar, prólogo y notas de Elena de Lorenzo Álvarez, Ayuntamiento de Gijón, Instituto Feijoo de Estudios del siglo XVIII, KRK Ed., 2009. 3878. Sánchez Rodríguez, María José.- «Jovellanos y la educación de su tiempo». En La enseñanza de las letras en la educación de la mujer española (Siglos XIIIXIX).- Universidad de Granada, 2003.- Págs. 279-284. Tesis realizada bajo la dirección de Mª Isabel Montoya Ramírez, Profesora Titular del Departamento de Lengua Española. Leída el 18 de septiembre de 2003. Visualizado el 8 de julio de 2010 en: URL: http://digibug.ugr.es/handle/10481/4626 Hasta bien entrado el siglo XX, a las mujeres se las educaba pero no se las instruía en las materias científicas que sólo debían conocer los hombres. La enseñanza escolar no se consideraba necesaria porque el destino ineludible de las mujeres era, únicamente, el matrimonio. Con la Novísima Recopilación se comienza a legislar la enseñanza escolar femenina, pero su incorporación a la formación instructiva tenía como objeto favorecer la educación de los hijos y transmitir la moral social. La legislación liberal en España contribuyó muy poco al desarrollo de la escolarización de las niñas y de la educación de la mujer en general por el recelo de la sociedad española a su ascenso instructivo. 3879. Santos, José E.- «Discurso, persuasión y la gesta del ilustrado hispánico. La pugna retórica de Jovellanos». En Letras Peninsulares, vol. 19.2-19.3. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 209-232 226 Orlando Moratinos Otero Departament of Spanish. Davidson College, Davidson, Carolina del Norte, USA., 2006.- Págs. 195-206. 3880. Saugnieux, Jöel.- La Ilustración católica en España. Escritos de D. Antonio Tavira, obispo de Salamanca (1737-1807). [En cubierta: «La Ilustración cristiana española. Escritos de Antonio Tavira (1737-1807)»]. Salamanca, Ed. Universidad de Salamanca; Universidad de Oviedo, CES. XVIII, 1986.232 págs.- 23 x 17 cm. Sobre Jovellanos vid. págs. 14-15, 34, 35, 39, 40, 58-59, 60, 211-226. 3881. Sciuti Russi, Vittorio.- «Sources. Abolir l’inquisition d’Espagne: une lettre de l’abbé Grégoire». En Annales historiques de la Révolution française, vol. 233, Université Lumière Lyon, 2003.- Págs. 121-132. 3882. Seseña, Natacha.- «Goya y las mujeres».- Madrid, Taurus Ed., 2004.- 318 págs.- 25 x 17 cm. Sobre Jovellanos vid. págs. 27, 29, 50, 66, 75, 76, 87, 90, 93, 146, 150, 168, 177, 195. 3883. Suau, Nadal.- (Vid. reg. 3898). 3884. Sureda Blanes, Josep.- Jovellanos en Bellver. Homenaje de J. Sureda Blanes a G. M. de Jovellanos. Estudio introductorio de Antonio Quintana.- Palma de Mallorca, Consejería de Educación y Cultura, 2009.- 209 págs.- 21 x 20 cm. Originalmente, «Jovellanos en Bellver» fue publicado en fascículos en el Boletín de la Sociedad Arqueológica Luliana. El primero de los siete capítulos salió a la luz en 1945 con motivo de la conmemoración del 200 aniversario del nacimiento de Gaspar Melchor de Jovellanos, y tratan sobre la estancia de Jovellanos en Mallorca durante su destierro entre los años 1801-1808. 3885. Taibo I, Paco Ignacio.- «Buenos días, don Gaspar». En Asturias imaginada.Gijón, Asturín S.A., 1985.- Págs. 85-86.- 25 x 23,5 cm. 3886. Torre, Guillermo.- «Jovellanos, español de integración».- Buenos Aires, La Nación, 1 de septiembre, 1944. 3887. Vaquero Iglesias, Julio Antonio.- (Vid. reg. 3748). 3888. Velarde Fuertes, Juan.- (Vid. reg. 3898). 3889. — «La serenidad en la tormenta».- Madrid, ABC, 10 de enero, 1994.- Pág. 46. 3890. Vila Selma, José.- Ideario de Manuel José Quintana.- Madrid, CSIC., Instituto «Miguel de Cervantes» de Filología Hispánica, Anejos de Revista de Literatura, 19, 1961.-XI +191 págs.- 25 x 16,5 cm. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 209-232 Bibliografía Jovellanista. Apéndice IX 227 Sobre Jovellanos vid. págs. 2, 3, 5, 7, 11, 17, 22, 23, 28, 29, 30, 31, 32, 33, 35, 55, 57, 58, 67, 70, 71, 72, 73, 74, 78, 79, 82, 84, 91, 92, 93, 94, 96, 97, 98, 110, 113, 121, 123, 124, 126, 133, 157, 171, 174, 177, 181, 183, 184. 3891. Villota, Juan Luis.- «El País Vasco visto por Jovellanos a finales del siglo XVIII». En Estudios Vizcaínos, 4, Real Soc. Vascongada de Amigos del País, 1973.- Págs. 11-54. 3892. Viñao Frago, Antonio.- «La educación cívica o del ciudadano en la Ilustración Española: entre la tradición republicana y el liberalismo emergente». En Res publica, Rev. de Filosofía Política, 22, UCM, Madrid, 2009.- Págs. 279-300. 3893. Vv. Aa.- Homenaje a Juan Uría Ríu.- Oviedo, Universidad de Oviedo, 2 vols.1997.- 1085 págs. Sobre Jovellanos vid. págs. 72, 76, 77, 453, 486, 659, 662, 680, 685-687, 690, 692, 693, 707, 758, 759, 826, 828, 829, 831, 832, 840, 854, 865, 962, 973, 995, 1068. 3894. Vv. Aa.- Poesía española del siglo XVIII. Ed. de Rogelio Reyes.- Madrid, Cátedra, Letras Hispánicas, 277, 2000.- 432 págs.- 18 x 11 cm. Sobre Jovellanos vid. págs. 18, 22, 26, 31, 33, 34, 42, 99, 153-192, 232, 277, 289, 426, 434. 3895. Vv. Aa.- Fra Manuel Bayeu i Jovellanos a l’alba del segle XIX a Mallorca.- Palma de Mallorca, Ajuntament de Palma, Consell de Mallorca, 2009.- 231 págs.- 28 x 21 cm. Catálogo de la exposición celebrada en el Monasterio de la Purísima Concepción (Palma) del 13 de noviembre de 2008 al 13 de enero de 2009. Edición bilingüe (catalán-castellano). Contiene (en castellano): Jaime Llabrés / Aina Pascual.- «Jovellanos y Bayeu, una exposición conmemorativa en el convento». Págs. 165-171. José Ignacio Calvo Ruata.- «Aproximación a fray Manuel Bayeu, cartujo y pintor en las postrimerías del Antiguo Régimen». Págs. 172-179; «Fray Manuel Bayeu en Mallorca». Págs. 180-194. Jaime Llabres Mulet.- «Visión romántica del Palma, comentarios para a un tema». Págs. 194-199. Elvira González Gozalo.- «La mirada de Jovellanos: Las vistas de Palma a comienzos del siglo XIX en ocho cuadros de la pinacoteca de Lluc». Págs. 199-201. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 209-232 228 Orlando Moratinos Otero Los mismos textos en catalán. 3896. Vv. Aa.- Cuadernos de Investigación.- Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, Año 2008, núm. 2, 2009.- 235 págs.- 23,5 x 17 cm. Contiene: María José Álvarez Faedo.- «Anhelos y añoranzas de Gaspar de Jovellanos a la luz de sus cartas a su hermana Josefa desde Bellver».- Págs. 17-50. Emilio Bejarano Galdino.- «Rasgos de la Sociedad de Mallorca anteriores a las conmociones de 1808».- Págs. 51-83. Francisco Ramos Oliver.- «El ejército que vio Jovellanos».- Págs. 85-100. María Aurora Aragón Fernández.- «Las ideas de la Ilustración francesa sobre la mujer y su educación».- Págs.103-142. Vicente Cueva Díaz.- «Los sonetos de Jovellanos. Un acercamiento musical».- Págs. 143-154. Orlando Moratinos Otero.- «Bibliografía Jovellanista». Apéndice VIII».Págs. 157-191. María Teresa Caso Machicado.- «Dos representaciones de Jovellanos a Carlos IV».- Págs. 195-222. Adolfo Franco Pino.- «La predicación en el siglo XVIII».- (Res. bibl.).Págs. 225-229. 3897. Vv. Aa.- Boletín Jovellanista.- Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, IX, 9, 2009.-246 págs.- 23,5 x 17 cm. Contiene: Agustín Guzmán Sancho.- «Arias de Saavedra, el fénix de los amigos».Págs.15-24. Juan José del Campo Gorostidi.- «Técnica, empresa y humanismo, aspiraciones de Jovellanos».- Págs. 25-36. Vicente José González García y Mª Belén González Collado.- «Gijón y Quirós: dos concejos unidos por Jovellanos».- Págs.37-65. Raúl Berzosa Martínez.- «Un pregón jovellanista para una Navidad diferente».- Págs. 67-78. Orlando Moratinos Otero.- «Vicente Cueva. Cincuenta años con la música».- Págs. 81-84. María Luisa Donaire Fernández.- «María Aurora Aragón».- Págs. 85-90. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 209-232 Bibliografía Jovellanista. Apéndice IX 229 Fernando Adaro de Jove.- «Presentación en Mallorca de la obra «Jovellanos, poema dramático», de Joaquín Alonso Bonet».- Págs. 99-103. Aina Calvo.- «Palma de Mallorca: Inauguración del ‘Any Jovellanos’».- Págs. 105-107. Nanda Ramón Tous.- «Presentación de la obra Gaspar Melchor de Jovellanos. Un model de tolerància i diàleg».- Págs. 109-111. Pere Fullana Puigserve.- «La conmemoración del año Jovellanista».- Págs. 113-118. Agustín Guzmán Sancho.- «Jovellanos en Jadraque».- Págs.- 123-130 Nadal Suau.- «Jovellanos es el XVIII».- Págs. 137-140. Juan Velarde.- «Jovellanos libre de Bellver: una interpretación económica».- Págs. 141-142. Cuca Alonso.- «El Foro Jovellanos y sus muchos atractivos».- Págs. 143-144. A. G. S.- «Los Trelles».- Págs. 147-156. 3898. Vv. Aa.- La época de Carlos IV (1788-1808). Actas del IV Congreso Internacional de la Sociedad Española de Estudios del Siglo XVIII. Ed. coord. por Elena de Lorenzo Álvarez. Oviedo, IFES XVIII - Sociedad Española de Estudios del Siglo XVIII - Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, 2009.- 1199 págs.- 24 x 16 cm. Contiene (sobre Jovellanos): Manuel Álvarez-Valdés y Valdés.- «Jovellanos, caballero de Alcántara, ministro del Consejo de las Órdenes Militares. Su concepto de la nobleza».Págs. 131-177. Alejandro Diz.- «Progreso frente a revolución. La visión de Jovellanos».Págs. 401-414. José García Fernández.- «Noticias sobre Gijón (1789-1793): el comercio, la Revolución Francesa, Jovellanos».- Págs. 539-563. Ángela Gracia Menéndez.- «El enfoque interdisciplinario en los escritos filológicos de Gaspar de Jovellanos».- Págs. 623-635. Vicent Llombart Rosa.- «Una ‘monarquía ilustrada’ en tiempos de Revolución: la alternativa de Jovellanos (1788-1808)».- Págs. 707-718. Olegario Negrín Fajardo.- «Las bases para el Plan general de instrucción pública de Jovellanos, o la alternativa ilustrada necesaria».- Págs. 815-829. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 209-232 230 Orlando Moratinos Otero Rodrigo Mancho, Ricardo.- «Jovellanos y lord Holland. Disparidades en torno a Lope de Vega».- Págs. 935-952. Además, sobre Jovellanos vid. págs. 12, 13, 20, 21, 24, 44, 51, 52, 57, 70, 118, 119, 220, 222, 229, 250, 342, 344, 354, 368, 394, 395, 397, 417, 485, 486, 491, 493, 498, 507, 519, 529, 532, 572, 604, 608, 613, 620, 640, 641, 644, 645, 646, 648, 687, 694, 695, 699, 700, 793, 832, 843, 850, 851, 852, 854, 856, 877, 878, 993, 1002, 1004, 1006, 1027, 1096, 1097, 1130, 1150, 1160. Se recogen las investigaciones presentadas en el IV Congreso Internacional de la Sociedad Española de Estudios del Siglo XVIII, celebrado en Oviedo y en Gijón en octubre del 2008 y dedicado a la época de Carlos IV. Incluye cerca de un centenar de ponencias y comunicaciones sobre una etapa de la historia marcada por la Revolución Francesa. La plenitud de los tres genios que España dio en aquel siglo: Goya, Moratín y Jovellanos y la espiral de tensiones, desembocará en la liquidación del Antiguo Régimen y el nacimiento del liberalismo. 3899. Yanes Cabrera, Cristina.- «Hacia un nuevo significado de tolerancia: Baltasar Gracián y Jovellanos». En Antecedentes de una educación para la tolerancia en la Historia de la Educación española a través de algunos de los educadores más representativos. Revista Iberoamericana de Educación, Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura 39/4, Madrid, 2006.- Págs. 7-9. En este trabajo se recogen las principales aportaciones y reflexiones, relacionadas con el concepto de tolerancia, de algunos de los grandes educadores de la Historia de la Educación española. La autora realiza un análisis que parte de tres importantes educadores de los orígenes de la Pedagogía española: Séneca, Quintiliano y San Isidoro de Sevilla. Posteriormente se expone el importante legado de Ramón Llull, pasando al Renacimiento español con Juan Luis Vives para finalizar con dos grandes aportaciones de los siglos XVII y XVIII españoles, las de Baltasar Gracián y Jovellanos, fieles reflejos de sus correspondientes sociedades y de la evolución que en esos siglos experimentó el concepto y significado de tolerancia. 3900. Zeda. Seud. de Francisco Fernández Villegas.- (Vid. reg. 3806). Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 209-232 Bibliografía Jovellanista. Apéndice IX 231 III. ARTÍCULOS Y CITAS EN DICCIONARIOS Y ENCICLOPEDIAS (Por orden alfabético) 3901. Aldea Vaquero, Quintín.- La educación en la España moderna (Siglos XVIXVIII).- Madrid, Fundación Santa María y Ediciones SM., Vol. II de «Historia de la educación en España y América», 1993.- 991 págs. Sobre Jovellanos vid. págs. 17, 196, 559, 650, 660, 665, 669, 683, 685, 693, 730, 732, 733, 743, 745-752, 772, 773, 775, 796, 798, 805, 813, 815, 824, 921. 3902. Armillas Vicente, José A. y Carlos E. Corona Baratech.-Historia general de España y América. La España de las reformas. Hasta el final del reinado de Carlos IV.- Madrid, Rialp, T. X, 2, 1984.- 597 págs.- 30 x 22 cm. Sobre Jovellanos, Vid. págs. 44, 46, 49, 54, 55, 59, 62, 72, 79, 80, 82, 101, 108, 147, 214, 215, 322, 450, 454, 456, 460, 465, 466, 467, 468, 470, 484, 488, 490, 492, 494, 495, 496, 504, 512, 522, 579, 580, 581, 589, 591, 600, 601, 602, 626. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 209-232 IV Textos Luis Blasco, un compositor en el Oviedo ilustrado (1781-1790) María Sanhuesa Fonseca Universidad de Oviedo RESUMEN El artículo hace un recorrido por la trayectoria vital y creativa de Luis Blasco (*Zaragoza, 1752; †Málaga, 1829) en los diez años que pasó al servicio de la capilla de música de la Catedral de Oviedo. Blasco fue salmista, contralto, ayudante del maestro de capilla Joaquín Lázaro, copista de música y compositor. Muy comprometido con las instituciones religiosas y civiles de la sociedad ovetense del momento, compuso varias obras para la Catedral y también para la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Asturias, de la que era socio de mérito. Se reproduce además el texto impreso de una de sus composiciones, los villancicos Acordes armoniosas consonancias (1786); este opúsculo se ha conservado en la biblioteca del monasterio de San Millán de la Cogolla, entre los papeles que pertenecieron al benedictino asturiano Fr. Braulio Cónsul Jove. Palabras clave: Luis Blasco; Joaquín Lázaro; Catedral de Oviedo; Magisterio de capilla; Real Sociedad Económica de Amigos del País de Asturias; Fr. Braulio Cónsul Jove; Siglo XVIII. ABSTRACT This essay offers an overview of Luis Blasco’s lifelong and creative trajectory (*Zaragoza, 1752, †Málaga 1829) throughout the ten years that he spent working in Oviedo Cathedral music chapel. Blasco was a Psalmist, a contralto, an assistant to Joaquín Lázaro, a music copyist and a composer. He was fully committed to the religious and civil institutions of the Oviedo society of the time, he composed several works for the Cathedral and also for the Asturian Royal Economic Society of Friends of the Country, of which he was a member of merit. Besides, the printed text of one of his compositions, the Acordes armoniosas consonancias (Harmonious Harmonies in Tune) carols (1786), is also reproduced; this opuscule is kept in the library of the Monastery of San Millán de la Cogolla, among the documents that belonged to the Asturian Benedictine monk, Brother Braulio Cónsul Jove. Key words: Luis Blasco, Joaquin Lazaro, Cathedral of Oviedo; Magisterium chapel Real Sociedad Economica de Amigos del Pais de Asturias; Fr Braulio Consul Jove, XVIII Century. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 235-267 ISSN: 1888-7643 236 María Sanhuesa Fonseca I maginar el paisaje sonoro de una ciudad en un momento de su historia es un atractivo ejercicio que nos transporta a otras épocas, animadas por sonidos muy distintos a los actuales. Y ese paisaje tiene luces y sombras que le confieren profundidad y contrastes, haciéndolo único. Es fácil prestar atención a los hechos y personajes más sobresalientes, olvidando el contexto. La historia de la música en las catedrales españolas ha sido en buena medida la historia de los maestros de capilla que se sucedieron en cada una de ellas. El enfoque individualista desdibujó la perspectiva del conjunto, del paisaje sonoro urbano animado por esa colectividad que es la capilla musical bajo la dirección del maestro. Los cantores e instrumentistas de las capillas catedralicias españolas servían a las respectivas catedrales, pero también a otras instituciones religiosas y civiles. Estos músicos, compositores además de intérpretes, han permanecido en la sombra al lado de los máximos responsables de la vida musical en las catedrales. Los archivos capitulares también custodian sus obras, y la documentación histórica proporciona testimonios de su paso y actividad entre los muros del templo. Para bien ó para mal, la cabeza visible del mundo sonoro catedralicio es el maestro de capilla, pero el cuadro no resultaría completo si olvidásemos que tras él hay un conjunto de músicos de sólida formación con una trayectoria de creadores e intérpretes que es preciso conocer, so pena de quedarnos con una visión incompleta del fenómeno. La catedral de Oviedo no fue una excepción. Su gran esplendor musical en el siglo XVIII, impulsado de manera decisiva a partir de la estabilidad proporcionada gracias a los cincuenta años del magisterio de capilla de Enrique Villaverde (1724-1774), se manifestó en la llegada de cantantes e instrumentistas a la capilla catedralicia, algo que permitió consolidar un conjunto de gran calidad1. Con el excelente aunque problemático maestro Pedro Furió (1775-1780) continuaría la tónica de brillantez de la capilla, en instrumentos y en voces. El sucesor del ilicitano Furió será Joaquín Lázaro (1781-1786), que en los años de su magisterio desplegó una incesante actividad con los músicos catedralicios dentro y fuera de los muros del templo. Tras la temprana Acerca de la dilatada labor de Enrique Villaverde al frente de la capilla catedralicia, cfr. Quintanal Sánchez, Mª Inmaculada: «Enrique Villaverde, maestro de capilla de la catedral de Oviedo», Revista de Musicología, I/1-2, 1978, pp. 124-190. Ha sido la misma investigadora la responsable de la edición de obras del maestro Villaverde, en los volúmenes Enrique Villaverde (1702-1774): Misa Breve y Salve. Oviedo, Gráficas Luz, 1978, y Enrique Villaverde. Obra musical. Transcripción y estudio. Oviedo, Servicio de Publicaciones de la Comunidad Autónoma del Principado de Asturias, 1986. Uno de los músicos que formaron parte de la capilla ovetense con Villaverde fue el virtuoso del oboe Ignazio Rion, compañero de Antonio Vivaldi en el Ospedale Della Pietà y que llegó a Oviedo desde Nápoles. Cfr. Bernardini, Alfredo: «The oboe in the Venetian Republic, 1692-1797», Early Music, XVI/3, 1988, pp. 115-146, y Berrocal Cebrián, Joseba-Endika: «Y que toque el abuè. Una aproximación a los oboístas en el entorno eclesiástico español del siglo XVIII», Artigrama, nº 12, 1996-1997, pp. 293-312. 1 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 235-267 Luis Blasco, un compositor en el Oviedo ilustrado (1781–1790) 237 muerte de Lázaro, el maestro Juan Páez Centella (1786-1814), protegido del Conde de Campomanes, regiría los destinos de la capilla ovetense entre dos épocas2. Con los dos últimos maestros de capilla del XVIII asturiano coincidirá un músico no demasiado bien tratado por la historiografía posterior. Es el aragonés Luis Blasco (*1752; †1829), salmista y contralto, copista de música y compositor en la capilla catedralicia ovetense, donde estuvo entre 1781 y 1790. Convivió con el magisterio de Joaquín Lázaro, pues de su mano llegó y fue el encargado de sustituirle a su fallecimiento en 1786, y marchó a desempeñar el magisterio en la catedral de Zamora en 1790, cuando ya era Juan Páez quien regía a los cantores y músicos de instrumento de la Sancta Ovetensis. Casi una década de actividad incesante, en la que Blasco se implica de manera muy activa en la vida musical de algunas instituciones de la ciudad: la Catedral, la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Asturias y la Universidad. Blasco fue copista, director y compositor de música para diversas ocasiones celebrativas en el ámbito del templo y de las instituciones civiles3. Su fortuna posterior no ha sido la que debiera, al ser citado como «Don Luis Blanco, profesor de la Iglesia Catedral» por Fermín Canella y otros autores que perpetuaron el malentendido4. Ha llegado la hora de conocer las aportaciones de este compositor a los ambientes musicales de la ciudad que lo acogió casi diez años de su vida y que apenas se ha preocupado por su recuerdo. UNA SEMBLANZA BIOGRÁFICA DE UN COMPOSITOR MAL CONOCIDO Luis Blasco había nacido en Zaragoza en 1752. Llegó a la capilla catedralicia de Oviedo con Joaquín Lázaro (*Aliaga, Teruel, 1746; †Mondoñedo, Lugo, 1786), Sobre la trayectoria de Juan Páez en Oviedo, cfr. Quintanal Sánchez, Mª Inmaculada: «Juan Páez Centella, Maestro de Capilla de la Catedral de Oviedo (1786-1814)», BIDEA, 90-91, 1977, pp. 153-172. 3 Acerca de la estrecha colaboración de Luis Blasco con instituciones ovetenses como la Universidad y la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Asturias, cfr. Sanhuesa Fonseca, María: «Una breve historia de la música en la Universidad de Oviedo», Boletín del Real Instituto de Estudios Asturianos, nº 170, Julio-Diciembre 2007, pp. 125-143, y de la misma autora, «De triunfos y méritos: tres celebraciones en la Universidad de Oviedo en el último cuarto del siglo XVIII (1783-1798)», Actas del VII Congreso de la Sociedad Española de Musicología (Cáceres, 15 al 18-XI-2008), en Revista de Musicología [en prensa]. 4 Canella y Secades, Fermín: Historia de la Universidad de Oviedo y noticias de los establecimientos de enseñanza de su distrito. Oviedo, Imprenta de Flórez, Gusano y Compañía, 1903 (2ª ed. costeada por D. Eduardo de Llanos Álvarez de las Asturias, y facsímil ed. en Oviedo, Universidad, 1995; 1ª ed.: Oviedo, Imprenta de E. Uría, 1873), p. 152. Aparece como «Don Luis Blanco, canónigo de la Catedral» en Menéndez Peláez, Jesús; Menéndez Fernández, Carla: «Teatro en los siglos XVII y XVIII. Algunas noticias de teatro escolar y universitario en Oviedo», La Ratonera. Revista asturiana de teatro, nº 22, Enero 2008, p. 8. 2 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 235-267 238 María Sanhuesa Fonseca maestro de capilla en la Sancta Ovetensis que comenzó a residir su plaza el 10-II-1781. Lázaro se había formado en la basílica zaragozana de Nuestra Señora del Pilar5, y es probable que Blasco procediese del mismo entorno. Lázaro recomendó a Blasco al Cabildo en marzo de 1781 y lo presentó como discípulo suyo: […] pide se admita a cantar en el coro a Luis Blasco, su discípulo, en atención a que puede ser útil a la iglesia y en su vista se acordó que se le admita y permita cantar en el coro y órgano cuando se ofrezca6. En efecto, Blasco será definitivamente admitido como cantor en enero de 17827. Luis Blasco hacía de copista de música para el maestro y también era salmista. Desempeñaba partes de contralto, aunque el timbre de su voz debía ser peculiar y no agradaba demasiado a los miembros del Cabildo, que reconviene al maestro Lázaro para «que emplee a Saliella8 y más contraltos en las funciones de capilla y use menos de la voz de su copiante, por ser poco del gusto de los asistentes»9. Es posible que Lázaro confiase demasiadas partes de contralto solista a su ayudante y discípulo, en detrimento de otros cantores. En 1783 Blasco opositó a una plaza de contralto en la catedral de Burgos, pero solamente obtuvo un voto10, y continuó prestando sus servicios en la capilla ovetense. El nacimiento de infantes gemelos en la Casa Real el 5-IX-1783 y la firma del tratado de paz con Gran Bretaña fue el motivo de dilatadas celebraciones que se prolongaron durante meses, y en las que Blasco tomó parte significativa con la composición del oratorio Oviedo festivo, y su Real Sociedad Económica regocijada… para la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Asturias, que fue interpretado bajo su dirección la noche del 24-VIII-1784. No se ha conservado la música de esta obra. En enero de Joaquín Lázaro había entrado en el Pilar como infante de coro en 1755, y sería maestro de capilla de la basílica de 1771 a 1778, año en el que se despide por haber obtenido el magisterio de capilla en Mondoñedo, donde permanecería hasta principios de 1781, cuando toma posesión en Oviedo. Agradezco la información al M. I. Señor D. Isidoro Miguel García, Canónigo Archivero y Bibliotecario de la Basílica del Pilar; los datos proceden del fondo del Archivo de Infantes de la basílica zaragozana. 6 E: OV, Actas Capitulares —a partir de ahora, abrevio como AC—, vol. 60, Cabildo de 15-III-1781, fol. 266rº. E: OV es la sigla correspondiente al Archivo Capitular de Oviedo en RISM, Répertoire International des Sources Musicales. 7 E: OV, AC, vol. 60, Cabildo de 14-I-1782, fol. 310rº. 8 Se trata del cantor Manuel Saliella, contralto de la capilla catedralicia, que además había sido uno de los examinadores nombrados por el Cabildo para la oposición que confirió el magisterio a Lázaro. 9 E: OV, AC, vol. 61, Cabildo de 4-VII-1783, fol. 49vº. 10 López-Calo, José: La música en la Catedral de Burgos. Vol. VII. Documentario musical: Actas Capitulares (V) (1776-1839). Burgos, Caja de Ahorros y Monte de Piedad del Círculo Católico de Obreros, 1996, documento nº 5611. 5 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 235-267 Luis Blasco, un compositor en el Oviedo ilustrado (1781–1790) 239 1785 fue admitido Blasco en una plaza de tenor en la catedral de Mondoñedo, pero solicitó su readmisión en la capilla ovetense en el mes de julio; el mismo año había pedido licencia para oponerse al magisterio de capilla de Santander11. El 3-IX-1786 fallecía el maestro Joaquín Lázaro en Mondoñedo, donde se había desplazado en busca de una mejoría en su salud12. Por ello, Blasco fue nombrado maestro de capilla interino y se ocupó de la enseñanza de los niños de coro13, además de encargarse de la composición de los villancicos para las Navidades de aquel año, titulados Acordes armoniosas consonancias… Como en el caso del oratorio de 1784, tampoco se ha conservado la música. Sólo disponemos de la letra de los villancicos de 1786, en un ejemplar impreso conservado en los fondos del archivo del monasterio de San Millán de la Cogolla entre los papeles pertenecientes al benedictino asturiano Fray Braulio Cónsul Jove. Trataremos pormenorizadamente sobre este interesantísimo impreso, que se reproduce en facsímil en el anexo a este trabajo. El 30-III-1789 la corporación capitular concede a Blasco licencia para después de la Semana Santa, a fin de que fuese a opositar al magisterio de capilla de Zamora, vacante por el fallecimiento de Manuel Mancebo, «para que vaya, sin perder, a la oposición del magisterio de capilla, vacante en la catedral de Zamora y que se le dé testimonio que pide de los méritos contraídos en esta catedral»14. Esta vez el músico obtiene la plaza15, en competencia con Bernardo Pérez, Juan Ezequiel Fernández y Manuel Doyagüe, y marcha de Oviedo en 1790 para tomar posesión de su nuevo cargo en Zamora con cierto retraso, ya que en la capital del Principado se interpretaron varias obras suyas compuestas con ocasión del ascenso del Conde de Campomanes a la presidencia del Consejo de Castilla, y Blasco deseaba estar presente en los ensayos y el estreno de su música. Son las Letras que se cantaron en la Iglesia Catedral de Oviedo en la noche del 20 de septiembre de 1789, con música de Luis Blasco «maestro de capilla en dicha Santa Iglesia», y la música para el drama alegórico Triunfo del Mérito, del militar y escritor Alonso de Arango y Sierra, que como Blasco era miembro de la Sociedad Económica. El drama fue representado la noche del 3-II-1790. Al marchar Blasco a ocupar el magisterio de Zamora, pidió al Cabildo ovetense se sirviese E: OV, AC, vol. 61, Cabildo de 14-II-1785, fol. 124. Cal Pardo, Enrique; Bourligueux, Guy: «Los Maestros de Capilla de la Santa Iglesia Catedral de Mondoñedo. Primera parte», Estudios Mindonienses, II, 1986, pp. 64-66. 13 E: OV, AC, vol. 61, Cabildo de 23-IX-1786, fol. 183vº, y Cabildo de 25-IX-1786, fol. 185vº. Cfr. Arias del Valle, Raúl: La orquesta de la S. I. Catedral de Oviedo (1572-1933). Oviedo, Real Instituto de Estudios Asturianos, 1990, p. 229. 14 E: OV, AC, vol. 61, Cabildo de 30-III-1789, fol. 148vº. Cfr. Arias del Valle, La orquesta de la S. I. Catedral de Oviedo…, p. 235. 15 La enhorabuena capitular por el éxito en la oposición se refleja en Cabildo de 27-XI-1789 (E: OV, AC, vol. 62, fol. 38rº); cfr. Arias del Valle, La orquesta de la S. I. Catedral de Oviedo…, p. 236. 11 12 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 235-267 240 María Sanhuesa Fonseca […] recivir en reconocim[ien]to de su obligaz[ió]n el corto obsequio q[u]e le ofrecía de unas obras de música, q[u]e havía compuesto durante su residencia en esta Sta. Ygl[esi]a; en cuya vista se acordó darle gracias por su atenz[i]on, y dos doblones de a ocho de gratificazion que se libraron de la Fábrica: Que los Sres. Comisarios de Música recojan d[ic]has obras, y las entreguen al M[aest]ro de Capilla con quenta y razón […]16. Las composiciones que Blasco ofreció al Cabildo de Oviedo no se han conservado, pero sí conocemos sus títulos, como addenda a un inventario de música realizado en 1776 a la muerte del maestro Villaverde, y conservado en el Archivo Capitular. Son cinco obras: La Hora de Nona para la Ascensión de Nro. Sr. J. C. a 8 vozes, con todos ynstrumentos y Órgano obligado. Un Oficio de Difuntos: Completo, que se cantó para las Exequias Reales de D. Carlos III Rey de España, a 4 y a 8 vozes y el Parce michi a 6 con todos ynstrumentos. Una Misa a 8 vozes de Pastorela para las Pasquas del Nacimiento de N.S.J.C. con todos ynstrumentos y Órgano obligado. Otra Misa entera y brebe a 4 y a 8 vozes con todos ynstrumentos. Un Motete a Sta. Eulalia, a 5 vozes, con todos ynstrumentos y Órgano obligado17. En 1806 Blasco decide tomar parte en las oposiciones de 1807 al magisterio de capilla de Málaga, vacante por el fallecimiento de Jaime Torrens en 1803; tras los ejercicios obtuvo el primer puesto Juan Bros, que renunció porque la plaza no podía secularizarse y el cabildo malacitano había sabido que era casado. Blasco, que había quedado en segundo lugar, fue nombrado el 12-III-1808, y al fin tomó posesión el 12-III-1809. Durante el Trienio Liberal fue deportado en 1822 a Ávila con ocho prebendados malagueños. El magisterio de Blasco en Málaga coincidió con una época de precariedad de recursos y el inicio de la decadencia de la capilla catedralicia. Por ello hubo de adaptar el repertorio musical para que pudiese ser interpretado con efectivos mínimos18. En 1817 y 1825 se le pidió un plan para mejorar el funcionamiento de la E: OV, AC, vol. 62, Cabildo de 1-II-1790, fol. 54rº. Pueden consultarse varios datos acerca de la trayectoria de Blasco en Oviedo en Quintanal Sánchez, Mª Inmaculada: La música en la Catedral de Oviedo en el siglo XVIII. Oviedo, Centro de Estudios del Siglo XVIII-Consejería de Educación y Cultura del Principado de Asturias, 1983, pp. 36, 42, 93, 95, 98. 17 Arias del Valle, Raúl: «Tres catálogos musicales pertenecientes al Archivo Capitular de la Catedral de Oviedo», Studium Ovetense, V, 1977, pp. 357, 360-361. La Nona, una de las misas y el Oficio de Difuntos con el Parce mihi aún aparecen en un inventario posterior, realizado en 1853. 18 Cfr. Martínez Solaesa, Adalberto: Catedral de Málaga. Órganos y música en su entorno. Málaga, Servicio de Publicaciones de la Universidad, 1996, pp. 289-292, 605. 16 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 235-267 Luis Blasco, un compositor en el Oviedo ilustrado (1781–1790) 241 capilla; Blasco recurrió en ambas ocasiones a la promoción de seises a las plazas de música. Falleció en el desempeño de su cargo el 20-XII-1829, sucediéndole de manera interina Antonio Godoy, el beneficiado de voz más antiguo de la capilla musical malacitana19. En la actualidad se conservan composiciones de Luis Blasco en varios archivos catedralicios españoles: Astorga20, León21, Málaga22, Mondoñedo23, Salamanca24, Valladolid25, Zamora26, y Zaragoza27. EL CICLO CELEBRATIVO DE LOS INFANTES GEMELOS: 1783-1784 Uno de los grandes acontecimientos del último cuarto del siglo XVIII en España fue la firma del tratado de paz con Gran Bretaña, y el nacimiento de infantes gemelos en la Casa Real el 5-IX-1783. La llegada de los infantes Carlos y Felipe fue muy festejada en Oviedo, con celebraciones que se prolongaron desde el 29-XII-1783 hasta el 29-I-1784, por espacio de un mes. Hemos conservado un relato pormenorizado Martín Tenllado, Gonzalo: «Blasco, Luis», Diccionario de la Música Española e Hispanoamericana, vol. 2: Baa-Cancio, Madrid, SGAE, 1999, pp. 525-526. Es de lamentar que esta entrada solamente recoja la biografía de Luis Blasco en su última etapa en la catedral de Málaga, ignorando toda su trayectoria anterior. 20 En el archivo de Astorga se conservan dos obras; una de ellas es un recitado y aria a Santa Eulalia de Mérida, con violines, oboes, trompas y acompañamiento, titulado En su primera edad, Eulalia hermosa supo salir triunfante (E: AS, Caja 4, nº 3). Cfr. Álvarez Pérez, Jose Mª: Catálogo y estudio del Archivo Musical de la Catedral de Astorga. Cuenca, Instituto de Música Religiosa de la Diputación Provincial, 1985, p. 37. Una obra compuesta por y para la catedral de Oviedo, dado su tema. 21 Casares Rodicio, Emilio: «La música en la catedral de León: maestros del siglo XVIII y catálogo musical», Archivos Leoneses, LXVII, 1980, p. 56. 22 Martín Moreno, Antonio, et.al.: Catálogo del Archivo de Música de la Catedral de Málaga. 2 vols. Granada, Centro de Documentación Musical de Andalucía [ Junta de Andalucía-Consejería de Cultura], 2003, Vol. I, pp. 124-145. 23 Trillo, Joám; Villanueva, Carlos: El archivo de música de la catedral de Mondoñedo. Mondoñedo, Publicaciones de Estudios Mindonienses, vol. X, 1993, p. 334. 24 García Fraile, Dámaso: Catálogo Archivo de Música de la Catedral de Salamanca. Cuenca, Instituto de Música Religiosa de la Diputación Provincial, 1981, p. 162. 25 López-Calo, José: La música en la Catedral de Valladolid. Catálogo del Archivo de Música. Valladolid, Ayuntamiento, 2008. 26 López-Calo, José: La música en la Catedral de Zamora. Vol. I. Catálogo del Archivo de Música. Zamora, Diputación Provincial, 1985, pp. 158-168. 27 Ezquerro Esteban, Antonio: «Memoria de actividades RISM-España/1998 [Notas sobre manuscritos de música histórica española. Materiales depositados en la Redacción Central del RISMEspaña, Barcelona]», Anuario Musical, 53, 1998, pp. 293, 294. 19 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 235-267 242 María Sanhuesa Fonseca gracias a la relación publicada en 1784 por el impresor Díaz Pedregal28. La complicada organización de los fastos fue compartida por el ayuntamiento, el cabildo catedralicio y la Universidad. Todos los estamentos de la sociedad asturiana de la época tomaron parte en los diversos festejos en honor de los infantes gemelos. La Real Sociedad Económica de Amigos del País de Asturias no fue una excepción, pues también solemnizó el doble nacimiento. Esta sociedad se había constituido formalmente el 18-IV-1780 en Oviedo29, y celebraba sus reuniones en un salón de las casas consistoriales hasta que en 1844 pudo disponer de locales propios30. Luis Blasco era socio, inscrito desde el principio en aquel cuerpo patriótico, como gustaban de llamarse31. Y hace constar con orgullo su condición de socio de mérito32 en la portada del opúsculo impreso con los textos para un oratorio33, compuesto para esta ocasión34. Es el oratorio titulado Oviedo festivo, y su Real Sociedad Económica regocijada, al celebrar las prosperidades, que dispensa el Cielo a la Católica España, particularmente, en el Nacimiento de los dos Infantes Gemelos, y ajuste de la Paz con la Gran Bretaña. Oratorio que ha de cantarse por los Músicos de la Santa Iglesia Catedral de la Ciudad de Oviedo, Capital del Principado de 28 Descripción breve de las fiestas que hizo la Ciudad de Oviedo, con los plausibles motivos del feliz Nacimiento de los Infantes Gemelos, Carlos, y Felipe de Borbón, y ajuste de la Paz con la Gran Bretaña. En Oviedo, por Francisco Díaz Pedregal, [1784]. 29 Los documentos fundacionales de la Sociedad enviados al Consejo de Castilla se conservan en el Archivo Histórico Nacional (Consejos, Leg. 7787); cfr. Caso González, José Miguel: «La Sociedad Económica de Asturias desde su fundación hasta 1808», De Ilustración e ilustrados, Oviedo, Instituto Feijoó de Estudios del Siglo XVIII, 1988, Apéndice I, p. 147. Este trabajo del Prof. Caso ya había sido publicado en el Boletín del Centro de Estudios del Siglo XVIII (BOCES), nº 1, 1973, pp. 21-67. Ruiz de la Peña, Álvaro: «La Sociedad Económica de Asturias: estatutos, libros y discursos (1781-1803)», Asturias y la Ilustración, Oviedo, Principado de Asturias-Consejería de Cultura, 1996, p. 143. 30 Casielles, Ricardo: «Estatutos de la Sociedad Económica de Amigos del País de Asturias. Año de 1781 y resumen de su obra», BIDEA, nº 42, 1961, p. 155. 31 Caso González, José Miguel: «La Sociedad Económica de Asturias…», 1988, Apéndice II, p. 157. Caso señala a Blasco entre los primeros inscritos, aunque la llegada del músico a Oviedo no se produciría hasta 1781. 32 Había tres clases de socios, honorarios, numerarios y profesores, «y en todas tres se crearán de mérito, los que según su talento, y circunstancias lo merezcan en cada una dellas». Cfr. Estatutos de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Asturias. Madrid, Antonio de Sancha, 1781, Título III, pp. 9-12. 33 Caso González, José Miguel: «La Sociedad Económica de Asturias…», pp. 131-132. 34 La Sociedad Económica contribuyó a las celebraciones entregando dotes a doce doncellas pobres y virtuosas, elegidas en las parroquias ovetenses. Cfr. «Funciones públicas de regocijo desde la erección del Cuerpo. La [función] hecha con motivo del nacimiento de los Serenísimos Infantes Gemelos en 1784» (Archivo de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Asturias —abrevio en adelante con la sigla RSEAP—, Secretaría, Leg. 6, nº 33, A; Archivo del Real Instituto de Estudios Asturianos, RIDEA). Agradezco a Mª Jesús Villaverde Amieva, bibliotecaria del RIDEA, su disponibilidad y amable atención en mis consultas al archivo de la RSEAP, custodiado en la institución citada. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 235-267 Luis Blasco, un compositor en el Oviedo ilustrado (1781–1790) 243 Asturias, en la Noche del 24 de Agosto de este año de 1784. Puesto en música por Don Luis Blasco, Profesor de ella en la misma Santa Iglesia. Quien lo dedica a dicha Real Sociedad Asturiana. Con licencia, por Don Francisco Díaz Pedregal, Impresor del Principado de Asturias, [1784]35. Hay cinco personajes alegóricos, como la Antigüedad, Fama, Reflexión, Amor y Conocimiento. Pero también hay un Peregrino y dos niños: Floro, motejado de «Niño Pastorcillo» y Narciso, «Niño de la Escuela». Y un personaje colectivo, el «Pueblo de Oviedo». La obra se estructura en dos partes que alternan recitados, arias, cavatinas e intervenciones del coro. En la primera parte, Oviedo y la Sociedad Económica se alegran y felicitan por el doble natalicio, por boca de la Antigüedad, la Fama y el coro que representa a los habitantes de Oviedo36. El Peregrino llega a la ciudad, preguntándose «el motivo de regocijo tanto» (p. 4). En un recitado y aria, el Conocimiento le explica que los festejos se deben al nacimiento de los infantes gemelos (pp. 5-8). La segunda parte introduce en el contexto de las celebraciones uno de los fines de la Sociedad Económica, como es la filantropía, pues en su recitado y aria el Conocimiento alude a las dotes que iban a entregarse a doncellas pobres, como premio a su virtud (pp. 8-10). Tras el recitado y duo de los niños Narciso y Floro (pp. 11-13), el aria de Amor subraya el afecto paternal de Carlos III por sus súbditos, ya que el monarca se preocupa de establecer en todo el reino sociedades económicas que ayuden al progreso de sus habitantes (pp. 13-14). La Reflexión introduce el coro final, que alaba a Carlos III, a los Príncipes de Asturias y a los infantes gemelos (p. 15). La obra fue estrenada por músicos de la capilla catedralicia el 24-VIII-1784 en una velada celebrada por la Sociedad Económica. No se escatimaron medios en la celebración, pues las cuentas conservadas reflejan varias partidas de gastos de música. Se pagó «a los carpinteros por hacer el teatro, y tablado en que la capilla executó el orotario [sic] músico, 100 reales», «a los músicos y voces de la Capilla que executaron el oratorio sin inclusión del tenor D. Josef Agramontel que asistió gratis, 304 reales»37. El texto de Oviedo festivo… fue impreso, en edición de lujo y en rústica, como indican los pagos al impresor «por la impresión del oratorio músico, papel fino y ordinario, El texto se menciona en Menéndez Fernández, Carla; Menéndez Peláez, Jesús: «Teatro y pedagogía. El teatro escolar en la Asturias del siglo XVIII», Cuadernos de Investigación de la Fundación Foro Jovellanos, nº 1, 2007, p. 119. 36 Blasco, Luis: Oviedo festivo…, pp. 2-3. A partir de aquí señalamos las páginas de las citas de fragmentos del oratorio en el cuerpo de texto, para no sobrecargar el pie de página. 37 «Relación de los gastos hechos con motivo de la fiesta que celebró la Real Sociedad de Asturias en acción de gracias por el feliz nacimiento de los dos Serenísimos Infantes Gemelos, y ajuste de la paz con la Gran Bretaña, para lo que fueron nombrados Comisarios los Sres. Socios D. Bernardino de Sierra Vicedirector, el Conde de Marcel de Peñalba Secretario, D. Josef Barbón, y el Dr. D. Antonio Durán, cuya fiesta se executó los días 24 y 25 de Agosto del presente año de 1784», en Cuentas de los años de 1793, 794, 795, 796, 797 y 798. Por D. Manuel Méndez de Vigo (RSEAP, Secretaría, Leg. 3, nº 21, C; Archivo RIDEA). 35 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 235-267 244 María Sanhuesa Fonseca sin inclusión de varias partidas que pone gratis, y acredita con su cuenta, 202 reales», «por cien pliegos de papel dorado para los exemplares del oratorio a 16 maravedíes, 47 reales, 2 maravedíes», y al encuadernador «a Santos Azero por la encuadernación, 29 reales y 14 maravedíes»38. Las copias necesarias de las partes de voces e instrumentos fueron hechas por el propio Luis Blasco y por otro miembro de la capilla catedralicia, el violinista Joseph Sara. Blasco hizo el trabajo gratis, pues la obra era su contribución personal a los festejos organizados por la Sociedad Económica, pero Joseph Sara fue remunerado: «al músico Sara por una porción que copió del oratorio músico, por la mayor parte la copió su autor D. Luis Blasco que le dedicó y presentó a la Sociedad, y rigió la noche del 24 todo gratis, 60 reales»39. Blasco renunció a recibir pago alguno por la composición y copia de la obra y su dirección en la noche del estreno, pues como socio de mérito colaboraba así en los festejos organizados por la Sociedad. Se desconoce el paradero de la música compuesta por Blasco para este oratorio. Y la historia tampoco concluye bien. Los infantes gemelos, tan ensalzados en las composiciones de circunstancias, fallecieron el 18-X y 11-XI-1784, cuando contaban poco más de un año de vida. UNOS VILLANCICOS PARA LA NAVIDAD DE 1786: ACORDES ARMONIOSAS CONSONANCIAS Tras el prematuro fallecimiento del maestro Lázaro en Mondoñedo a principios de septiembre de 1786, Luis Blasco hubo de hacerse cargo de la enseñanza de los niños de coro, así como de componer los villancicos para las Navidades de aquel año. Tampoco se ha conservado la música de estos villancicos, pero sí conocemos el texto gracias al impreso titulado Acordes armoniosas consonancias a la festividad del Sagrado Nacimiento de N. S. Jesu-Christo. Han de cantarse en la Santa Yglesia Catedral de Oviedo. Año de MDCCLXXXVI. Puestas en música por D. Luis Blasco, Socio de Mérito de la Real Sociedad Asturiana, Músico, y Maestro de Capilla Interino de dicha Santa Yglesia. Las dedica a su Ilustrísimo Deán y Cabildo. Con licencia en Oviedo, por Don Francisco Díaz Pedregal, Impresor del Principado de Asturias, [1786]. En la portada del opúsculo, «Relación de los gastos hechos con motivo de la fiesta que celebró la Real Sociedad de Asturias en acción de gracias por el feliz nacimiento de los dos Serenísimos Infantes Gemelos…», en Cuentas de los años de 1793, 794, 795, 796, 797 y 798. Por D. Manuel Méndez de Vigo (RSEAP, Secretaría, Leg. 3, nº 21, C; Archivo RIDEA). 39 «Relación de los gastos hechos con motivo de la fiesta que celebró la Real Sociedad de Asturias en acción de gracias por el feliz nacimiento de los dos Serenísimos Infantes Gemelos…», en Cuentas de los años de 1793, 794, 795, 796, 797 y 798. Por D. Manuel Méndez de Vigo (RSEAP, Secretaría, Leg. 3, nº 21, C; Archivo RIDEA). 38 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 235-267 Luis Blasco, un compositor en el Oviedo ilustrado (1781–1790) 245 Blasco no deja de citar su puesto al frente de la capilla catedralicia y su vinculación con la Sociedad Económica. El impresor Díaz Pedregal también estaba muy relacionado con la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Asturias, con el Cabildo y con la Universidad. La intensa dedicación de Blasco a la composición y copia de los villancicos a fin de que estuviesen listos para las celebraciones navideñas hizo que la corporación capitular le dispensase de otros cometidos en la capilla con razonable antelación: Dispensa de residencia al sostituto de Maestro. Atendiendo al trabajo que tiene el sostituto de maestro de capilla en las muchas obras que hay para la Natividad, y que es preciso las copie por sí mismo, se le dispensa de la residencia hasta pasado Reyes en todo lo que no haya facistol40. Y se cambian y arreglan facistoles del coro, dentro de los dilatados preparativos que exigían las celebraciones navideñas en el primer templo de la diócesis41. Blasco dedica su obra al Ilustrísimo Deán y Cabildo Catedral, como muestra de gratitud por haberle nombrado para desempeñar de manera interina el magisterio de capilla tras el fallecimiento de Joaquín Lázaro. Ya en vida del maestro Lázaro, Blasco había sido una valiosa ayuda como salmista, contralto y copista de la capilla. Desde 1786 ejerce el magisterio de forma interina mientras se convocaba la plaza, como era habitual. Y hace la dedicatoria de los villancicos en términos sumisos y llenos de respeto: La sustitución del Magisterio, con que a muerte de mi amado Maestro se me ha honrado sobre mi mérito, y mi dependiencia [sic] de U.S.I. en que justamente me felicito y complazco, por todo derecho exigían de mi gratitud este omenage. Ni la indignidad del que ofrece, ni la pequeñez de la oferta bastaron a retraerme; por que había oído yo que humildísimos dones merecieron de los Grandes atentísima acogida. Tras la dedicatoria, comienzan los textos de los villancicos, ó de las acordes armoniosas consonancias, como optó por llamarlos su autor utilizando este metalenguaje como referencia a la música que había compuesto para ellos. Son en total diez consonancias, comenzando con el villancico de Kalenda destinado a ser interpretado en la Nochebuena, para finalizar con un recitado y aria destinados a la procesión de la tercera fiesta de Pascua de Navidad. La consonancia primera, para la Kalenda, se estructura en un recitado, una intervención de dos coros en alternancia con un duo de solistas, y otro recitado que precede 40 41 E: OV, AC, vol. 61, Cabildo de 10-XI-1786, fol. 190vº. E: OV, AC, vol. 61, Cabildo de 5-XII-1786, fol. 192vº. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 235-267 246 María Sanhuesa Fonseca a un rondó final. El tema es la redención del pecado: «Por una deuda en prisiones/ gimen los hijos de Adán». El pueblo suplica la llegada del Salvador, para salir de las sombras del pecado y recibir la luz de la gracia divina. Las plegarias más anhelantes se confían a los coros alternados en ecos: Unos. Rompan las Esferas con el suspirar. Todos. Pues así lo ruegan: ay, ay, ay, ay, ay. El rondó final insiste en el consuelo que supondrá el nacimiento de Cristo para la humanidad pecadora, pues «porque el hombre enfermo sane/llega hombre el mismo Dios». El villancico de Vísperas forma la consonancia segunda, en un estilo habitual de buena parte de los villancicos barrocos españoles, con el uso de la copla de seguidilla, alternando el solista con los coros. De nuevo se alude, esta vez en un tono más festivo, al nacimiento de Cristo. El solista menciona la «oscuridad» del pecado, pero no es inverosímil suponer que de alguna forma se asimila de una manera muy plástica esta oscuridad metafórica a la real y cercana del frío invierno astur: Porque gracioso, y cariñoso haga la entrada en nuestra tierra, que de sombras opacas toda está llena. Resulta muy colorista la consonancia tercera, un villancico para el nocturno primero. En él, un indiano llega a Belén para adorar al Niño Jesús, y ofrece como regalo un loro que se erige en protagonista de la composición con sus respuestas ingeniosas y descaradas. Uno de los solistas vocales encarna al loro, que comienza con un solo y alterna sus réplicas con el coro. Otros dos solistas hacen de zagalas que preguntan al loro acerca del Niño Jesús, San José, el buey y la mula, alternándose en los versos impares de las coplas. Estas coplas utilizan la forma de jácara coreada con ecos, recogiendo en el estribillo las respuestas anteriores del loro: Solista 1. Loro. Solista 2. Loro. Solista 1. ¿Qué dices del niño? Lindo ¿Y cómo te llamas? Loro ¿Quién es quien le abraza? Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 235-267 Luis Blasco, un compositor en el Oviedo ilustrado (1781–1790) Loro. Solista 2. Loro. Todos. 247 Mama ¿Quién son los pastores? Bobos Lindo, Loro, mama, bobos ¿Cómo estás, Niño de oro, cómo cautivo y solo? Y no es menos pintoresco el villancico para el nocturno segundo, o consonancia cuarta, donde también hay un personaje cómico que llega al portal de Belén. Esta vez es un viejo sordo, tartamudo y con tos. Acompaña a los pastores al portal, y es allí el objeto de las bromas, pues sus respuestas absurdas se deben a su sordera y tartamudez. Un solo presenta al personaje, que ya comienza tartamudeando cuando se dirige a los pastores, representados por el conjunto de músicos de voz. Dos solistas alternan haciéndole preguntas, que son respondidas de forma disparatada: Solista 1. Sordo. Solista 2. Sordo. ¿Por qué vino tan viejo? ¿Vi, vino añejo? Lindo ¿Está sordo? ¿Con quien hablo? Pa, Pablo el tordo es mi primo. Los versos de vuelta aluden a la tos del sordo: «Ee, ee, la tos esta noche/me tiene molido». La consonancia quinta es para el nocturno tercero, y se destina a tres salmistas del coro que desempeñan las partes solistas. Se trata de la sección más desarrollada de toda la obra, e introduce el asturiano en los textos de las coplas. El primer solista representa al compositor, una suerte de trasunto del propio Luis Blasco. Describe cómo compuso el villancico ayudándose del violín —¿se trata de un guiño autobiográfico, una velada alusión a que Blasco era también violinista?—, y va enumerando los instrumentos que intervienen en la obra, que suenan en los momentos oportunos, como se señala en las acotaciones al efecto: Siguiendo pues el hilo de mi cuento, el Villancico de hoy es un contento, al son de mi Violín este Verano le hice una Mañana muy temprano, y ahora están atentos que ya empieza por un duo de Trompas con presteza. Suena el duo de trompas, que el segundo solista llama turullos utilizando el término que designa un instrumento tradicional asturiano. Aparecerá luego un dueto de vioCuadernos de Investigación, 3, 2009, 235-267 248 María Sanhuesa Fonseca lines con sordina, tocando «una cosita peregrina» que es objeto de alabanzas, pues no es el fandango, tan admirado como criticado en la época por su carácter lascivo e insinuante. Finalizan estas intervenciones de los tres solistas entonando Laetentur Coeli, & exultet terra, en tono de salmo, que se introduce con la frase «Dé término Candás con su Ronquiello», aludiendo así a la voz grave de uno de los cantores de la capilla, que era conocido por el sobrenombre de «Candás»42. Siguen diez coplas en asturiano, que comienzan parafraseando el conocido villancico tradicional castellano Guárdame las vacas, tan utilizado por los vihuelistas del XVI para componer diferencias sobre este tema. Las coplas de Blasco van precedidas de un estribillo de cuatro versos que confiere un tono más neutro al texto: Guárdame las vacas, Carillejo, y besart’he Bésame tú a mí y yo te las guardaré. Guárdame las cabras Perico en Alta Sierra, guárdamelas bien que ninguna se me pierda. Se alternan con este estribillo diez coplas en asturiano, en las que dos pastores describen el portal de Belén mientras mecen a su nieto para dormirlo. A la primera fiesta de la Pascua de Navidad se destinan las dos siguientes «consonancias». La consonancia sexta es un villancico de tonadilla para la procesión: un pastor danza acompañándose con sus sonajas ante el Niño Jesús, y se compara con el Rey David danzando ante el Arca. Un recitado y aria que glosan el portal de Belén forman la consonancia séptima, para la misa. Análoga estructura se refleja en las piezas destinadas a la segunda fiesta de la Pascua, donde la consonancia octava incluye las seguidillas «Tus ojitos, mi Niño/hieren el alma», para la procesión. La consonancia novena se compone de un recitado y aria, que aluden al frío en Belén. Para concluir la obra, la consonancia décima está destinada a la procesión de la tercera fiesta de la Pascua: de nuevo un recitado y aria, que subrayan la naturaleza divina y la condición regia de Cristo recien nacido. La obra es una mezcla de géneros musicales españoles e italianos, algo habitual en la época. Las dos primeras secciones ó consonancias expresan el anhelo y expectación de la humanidad por el nacimiento de Cristo, utilizando en la primera formas como el recitado y el rondó, propias del lenguaje musical internacional del XVIII, y en la segunda un género tradicional español como la seguidilla. Las cuatro secciones siguientes contienen las partes más desenfadadas de toda la composición, con personajes pintorescos que llegan al portal de Belén —el loro, el sordo tartamudo, los pas42 Su nombre era Juan de Salas, pero era conocido como «Candás». En 1758 se fugó del Colegio de San José, cuando era acólito. Cfr. Arias del Valle, La orquesta de la S. I. Catedral de Oviedo…, p. 154. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 235-267 Luis Blasco, un compositor en el Oviedo ilustrado (1781–1790) 249 tores que cantan y danzan con sonajas—, y se utilizan géneros musicales tan hispanos como la jácara y la tonadilla, habituales en los villancicos del XVII. En contraste, las últimas secciones vuelven a las formas dieciochescas italianizantes, con la presencia de recitados y arie da capo, y es la excepción la consonancia octava con coplas de seguidilla para cantar durante la procesión. En el texto no se indica en ningún momento las tesituras vocales de los solistas. Un ejemplar del texto impreso de Acordes armoniosas consonancias… se ha conservado en el archivo del monasterio de San Millán de la Cogolla, pues formaba parte de los papeles que pertenecieron al benedictino asturiano Fr. Braulio Cónsul Jove, nacido en Vega de Poja (Pola de Siero). Había profesado en San Millán en 1785 y falleció después de 1836. Fr. Braulio Cónsul pertenecía a una familia de origen francés establecida en Asturias, con algunos lazos de parentesco con los Jove Llanos. Era hijo de Juan Benito Cónsul Jove (*1718?; †1771) y de Gertrudis Requejo y Tineo. Este matrimonio tuvo una descendencia numerosa, con varios miembros destacados: Juan Nepomuceno, Francisco, Diego y Escolástica Teresa Cónsul Jove y Requejo43. La llegada de manuscritos e impresos de diversos temas a San Millán tiene una explicación. Los hermanos de Fr. Braulio se preocupaban de mantenerle al corriente de las últimas novedades literarias, culturales y científicas de Asturias, dicho sea en un sentido amplio. Para ello, remitían al monasterio todo tipo de textos, que se han conservado hasta la actualidad en su biblioteca. El interesantísimo conjunto de manuscritos e impresos enviados a Fr. Braulio por sus tres hermanos configura una serie facticia de unos diez volúmenes; en todos los opúsculos hay un ex-libris que alude a que eran propiedad de Fr. Braulio Cónsul44. Entre los manuscritos se encuentra la traducción que Gaspar Melchor de Jovellanos hizo en 1769 de la tragedia Ifigenia de Jean Racine, para ser representada en el teatro de los Reales Sitios45, así como una memoria sobre el vino, Los hermanos Cónsul Jove destacaron en diversos terrenos. Juan Nepomuceno fue regidor perpetuo y juez noble de la ciudad de Oviedo, y promotor y primer director de la Escuela de Dibujo de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Asturias. Francisco Cónsul Jove fue Catedrático de Física Experimental en la Universidad de Santiago de Compostela y fundador de las Reales Sociedades Económicas de Amigos del País de Asturias y de Santiago de Compostela, además de ser un destacado polígrafo y violinista. El otro hermano, Diego, era físico y químico, dirigió la Real Fábrica de Hules de Cádiz y allí desarrolló curiosos inventos. Acerca de Fr. Braulio y sus hermanos, cfr. Olarte, Juan Bautista: «Un inédito de Jovellanos en San Millán», en la edición realizada por Jesús Menéndez Peláez del manuscrito de Iphigenia. Tragedia escrita en Francés por Juan Racine y Traducida al Español por Dn. Gaspar de Jove y Llanos […] Año de 1769. Gijón, Fundación Foro Jovellanos-Cajastur, 2007, pp. 66-67. Escolástica Teresa Cónsul fue religiosa benedictina en el monasterio ovetense de Santa María de la Vega, y autora de una pieza teatral breve, que ha sido publicada con un estudio previo por arias cabal, Álvaro: Cartafueyos de lliteratura escaecida, 11: Entremés (1789). Uviéu, Academia de la Llingua Asturiana, 1996. 44 Estos volúmenes se describen en Olarte, op. cit., pp. 67-68. 45 Sobre Iphigenia, cfr. el estudio introductorio de Olarte, op. cit., pp. 63-76. 43 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 235-267 250 María Sanhuesa Fonseca debida a Francisco Cónsul Jove (1786). Y así llegó a San Millán el ejemplar del opúsculo impreso de las Acordes armoniosas consonancias… de Luis Blasco; en la portada ostenta el acostumbrado ex-libris manuscrito «F. Braulio Cónsul ad usum año 1792», como marca personal de su poseedor. 1789-1790: LAS CELEBRACIONES EN HONOR DEL CONDE DE CAMPOMANES Pedro Rodríguez, Conde de Campomanes, fue promovido en 1789 a la presidencia del Consejo de Castilla. Por ello, el Cabildo Catedral celebró una solemne función, como se deduce de las Letras que se cantaron en la Iglesia Catedral de Oviedo en la noche del 20 de septiembre de 1789 con el motivo del ascenso del Ilustrísimo Señor Conde de Campomanes al Gobierno del Supremo Consejo de Castilla del que era decano. Función hecha por el Ilustrísimo Cabildo de la Santa Iglesia de Oviedo. Púsolas en Música Don Luis Blasco, Maestro de Capilla en dicha Santa Iglesia. El manuscrito original de los textos, de autoría desconocida, perteneció también a Fr. Braulio Cónsul Jove, como da a entender el ex-libris manuscrito «Fr. Braulio Cónsul ad usum año 1792», para pasar después a la biblioteca de Máximo Fuertes Acevedo, conservándose actualmente en el RIDEA46. Es de nuevo Luis Blasco quien presta su concurso para solemnizar con música las celebraciones en honor de un asturiano ilustre. La función consta de dos villancicos, con una estructura propia de la época, que aproxima el villancico a formas como la cantata al incluir recitados y arias además del estribillo ó villancico propiamente dicho, reservado a una intervención coral. El primer villancico, con texto en castellano, es una alabanza de Campomanes que insiste en la alegría y agradecimiento de Asturias hacia su ilustre paisano. Tras un recitado inicial y un estribillo que alterna los coros con la intervención de un solista, siguen tres recitados alternados con tres arias. Es en realidad una cantata precedida de un villancico con la alternancia de coros y solista en la copla. El segundo villancico tiene casi todo el texto en asturiano, e introduce el juego dramático al poner en escena a tres personajes que dialogan, además del coro que realza el final apostillando las réplicas de los personajes. El resumen que precede al texto de este villancico es muy expresivo: «Dos aldeanos de los innumerables que concurren la noche de la víspera de San Mateo con el motivo del jubileo de la Exaltación de la Santa Cruz, que vulgarmente llaLa signatura topográfica es F-107, pues el manuscrito está encuadernado con otros opúsculos de temática diversa. El texto de estos villancicos ha sido publicado con un breve estudio introductorio por arias cabal, Álvaro: Cartafueyos de lliteratura escaecida, 13: Loa al Conde de Campomanes (1789). Uviéu, Academia de la Llingua Asturiana, 1996. 46 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 235-267 Luis Blasco, un compositor en el Oviedo ilustrado (1781–1790) 251 man de San Mateo por fenecer el 22 de Septiembre, al ver tan magnífica iluminación con tan completa orquesta, decían así…»47. Los aldeanos se extrañan de tanto festejo, y preguntan a un niño la razón de las celebraciones. Frente al asturiano de los aldeanos, el niño se expresa en castellano y en un registro lingüístico de enorme corrección, cantando unas seguidillas en las que explica que el nombramiento de Campomanes es el motivo de la iluminación y la música que ha dispuesto el Cabildo Catedral, seguidillas que son alternadas con las intervenciones del coro. La obra concluye con los vivas de rigor a la Casa Real. Las dos partes de la función son muy diferentes y logran un atractivo contraste entre ese primer villancico, cultista e influido por la cantata italiana, y el segundo, con personajes populares —y el cortés niño que les responde, que podría muy bien ser un niño de coro— y formas literarias y musicales tan enraizadas en la tradición española como la copla de seguidilla. No se ha conservado la música de Blasco para estos villancicos. La Universidad de Oviedo, institución a la que Campomanes había dispensado un importantísimo patrocinio48, organizó también unos grandes festejos que gozaron de una destacada participación de la música, de nuevo con la colaboración de Luis Blasco. El monarca había concedido a Campomanes el 17-XII-1789 la Gran Cruz de Caballero de la Real y Distinguida Orden Española de Carlos III, y la mayor parte de los actos universitarios se reservó para el mes de febrero siguiente. Se representó el drama alegórico Triunfo del Mérito, del militar y escritor pixueto Alonso de Arango y Sierra (*Cudillero, mediados del XVIII; †Avilés, 1827), Capitán de Infantería y de Cazadores del Regimiento Provincial de Oviedo, y Vice-Director de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Asturias49. Varios profesores universitarios fueron los actores que encarnaron los personajes del drama50. El estreno tuvo lugar la noche del 3-II-1790, y la música de la representación se debía de nuevo a Blasco. Este drama alegórico iba precedido de un grandilocuente monólogo introductorio en el que la Sabiduría ensalza a Campomanes. Su comienzo ya da una idea del tono enfático del texto: Cartafueyos de lliteratura escaecida, 13: Loa al Conde de Campomanes (1789), p. 19. Campomanes se preocupó de que el legado del Brigadier Lorenzo Solís, fallecido en Veracruz en 1765, se destinase para la adquisición de importantes fondos bibliográficos para la Universidad. Cfr. Quijada Espina, Ana; Vázquez-Canónico Costales, Sara; Rodríguez Álvarez, Ramón: Bienes culturales de la Universidad de Oviedo. Oviedo, Universidad, 2004, p. 162. 49 Entre los fondos del archivo de la RSEAP se conserva un oficio de gracias de Alonso Arango y Sierra, fechado en Avilés el 19-XII-1792, agradeciendo su designación; cfr. «Oficios dando gracias los Socios por su nombramiento desde 1782 hasta 1818» (RSEAP, Secretaría, Legajo 7, nº 37, B; Archivo RIDEA). 50 Una completa descripción del festejo puede leerse en «Noticia del regocijo de la Universidad de Oviedo con motivo del nombramiento por S.M. del Excmo. Sr. Conde de Campomanes, al Gobierno del Supremo Consejo de Castilla, y concesión de la Gran Cruz de Carlos III», Memorial Literario, Instructivo y Curioso de la Corte de Madrid, Febrero de 1790, parte primera, número CIII, pp. 213, 215. 47 48 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 235-267 252 María Sanhuesa Fonseca Esta pompa que veis, nobles oyentes, Este aparato del mayor contento, Obsequios son que al mérito dedica Y a la heroica virtud este Liceo. Yo los inspiro, y del celeste Olimpo De Fruela a los Lares descendiendo, De Patriotismo y gratitud la llama Vengo a encender en los Astures pechos51. Es de lamentar que tampoco se haya conservado la música de Blasco para el texto dramático de Alonso de Arango. Blasco había opositado en 1789 al magisterio de capilla de Zamora, y fue elegido el 18 de noviembre para el puesto52. Sin embargo, pospuso el traslado a su nuevo destino hasta mediados de febrero de 1790 para estar presente en los ensayos y el estreno de su música para la representación teatral incluida en los festejos universitarios a Campomanes53. El cabildo zamorano concedió su autorización, que fue oportunamente agradecida por la Universidad de Oviedo en una rimbombante misiva que revela el aprecio que sentía por el músico zaragozano54. En el Archivo Capitular de Oviedo se han conservado algunas obras que guardan relación con los festejos en honor de Campomanes. Una de ellas es el recitado Nuestro excelso monarca soberano, y el aria Feliz eres, Asturias, con hijo tan glorioso, para tiple. En realidad, es una composición anterior del maestro Joaquín Lázaro, con textos alusivos a la circunstancia festiva del momento55. También se interpretó el recitado A la fineza del amor más puro y el aria A éste que arrogante, para bajo56: se trata de otra obra preexistente de Joaquín Lázaro escrita en 1783, precisamente para el nacimiento de los infantes gemelos57. Es fácil que la adaptación de este repertorio fuese de mano de Blasco, antiguo discípulo del difunto maestro. El texto completo aparece en el Memorial Literario, Instructivo y Curioso de la Corte de Madrid, vol. XIX, 19 de Febrero de 1790 (parte primera, número CIII), pp. 212-219. La cita corresponde a las pp. 216-217. 52 E: ZA —sigla del Archivo Capitular de Zamora en RISM—, Libros Manuscritos, Actas Capitulares 1789-1794, vol. 141, fol. 59rº, Cabildo de 18-XI-1789; fol. 60rº, 20-XI-1789. Se considera a Blasco vicemaestro de capilla en Oviedo. 53 E: ZA, Libros Manuscritos, Actas Capitulares 1789-1794, vol. 141, fol. 65vº, Cabildo de 22-XII1789. En Cabildo de 20-II-1790 se comunica que Luis Blasco se halla ya en Zamora, y que solicita la posesión de su cargo. El chantre toma posesión en su lugar. Cf. E: ZA, Libros Manuscritos, Actas Capitulares 1789-1794, vol. 141, fol. 75rº-vº. 54 E: ZA, Libros Manuscritos, Actas Capitulares 1789-1794, vol. 141, fol. 79rº, Cabildo de 16-III-1790. 55 E: OV, Legajo 13 B, nº 22. 56 E: OV, Leg. 76, nº 1. 57 En E: OV, Leg. 76, nº 9 se conserva la obra original, con los textos del recitado «Lleno de un amor Real el pecho puro», y del aria «A la Heroína amante». No han sido muchas las modificaciones respecto de las letras de 1789 para el Conde de Campomanes, manteniendo incluso las rimas del texto primitivo. 51 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 235-267 Luis Blasco, un compositor en el Oviedo ilustrado (1781–1790) 253 Luis Blasco pasó casi diez años de su vida profesional al servicio de la sociedad ovetense de finales del XVIII, con una fuerte implicación en la actividad de instituciones como la Universidad, la Real Sociedad Económica de Amigos del País y la capilla catedralicia. En todas ellas fue muy apreciado por su gran disposición y su trabajo, altruista en ocasiones y reconocido por ello a título honorífico. Entre el gusto musical italianizante y las formas heredadas de la tradición barroca del XVII en las catedrales españolas, el músico zaragozano ocupó un lugar propio y destacado en el paisaje sonoro del Oviedo de su tiempo. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 235-267 254 María Sanhuesa Fonseca Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 235-267 Luis Blasco, un compositor en el Oviedo ilustrado (1781–1790) 255 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 235-267 256 María Sanhuesa Fonseca Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 235-267 Luis Blasco, un compositor en el Oviedo ilustrado (1781–1790) 257 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 235-267 258 María Sanhuesa Fonseca Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 235-267 Luis Blasco, un compositor en el Oviedo ilustrado (1781–1790) 259 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 235-267 260 María Sanhuesa Fonseca Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 235-267 Luis Blasco, un compositor en el Oviedo ilustrado (1781–1790) 261 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 235-267 262 María Sanhuesa Fonseca Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 235-267 Luis Blasco, un compositor en el Oviedo ilustrado (1781–1790) 263 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 235-267 264 María Sanhuesa Fonseca Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 235-267 Luis Blasco, un compositor en el Oviedo ilustrado (1781–1790) 265 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 235-267 266 María Sanhuesa Fonseca Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 235-267 Luis Blasco, un compositor en el Oviedo ilustrado (1781–1790) 267 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 235-267 V Recensiones y reseñas La estética en Jovellanos y Hume A propósito del tomo XII de las obras completas de Jovellanos Silverio Sánchez Corredera Gaspar Melchor de JOVELLANOS, Obras completas, XII. Escritos sobre Literatura. Ed. crítica, estudio preliminar y notas de Elena de Lorenzo Álvarez. Oviedo, Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII. Ayuntamiento de Gijón. KRK Ediciones, 2009, 671 págs. E l presente artículo pretende cubrir dos objetivos: 1º) servir de reseña al último tomo de las obras completas de Jovellanos (el tomo XII, de los dieciséis previstos), del IFES XVIII; y 2º) reflexionar sobre el tema que se suscita en alguno de los inéditos que aparecen ahora publicados, para acabar abordando una cuestión que desde ahí se nos impone: qué paralelismo o contraste cabe ver entre Jovellanos y Hume. En «Cultura» de La Nueva España del jueves 17 de diciembre de 2009 publicábamos una reseña sobre el tomo XII de las obras completas, que titulamos «Jovellanos inédito», que ahora prácticamente reproducimos y retomamos para ampliarla con el segundo objetivo arriba señalado. El estudio crítico y las notas de este tomo XII, dedicado a «Escritos sobre Literatura», han corrido a cargo de Elena de Lorenzo Álvarez, siempre, por lo que de ella he leído, tan magnífica. Ya estábamos acostumbrados a su buen hacer, pues ya en el tomo IX («Escritos Asturianos») nos encontramos con una también excelente edición crítica, cuyos méritos eran también de Álvaro Ruiz de la Peña Solar. En la «Introducción» (págs. XV-LVI) Elena de Lorenzo nos ilustra sobre los escritos de Jovellanos que aquí se publican y sobre las secciones que se establecen para acogerlos. Tenemos con nosotros al Jovellanos censor de la Real Academia de la Historia, a quien también redacta para esta misma institución la Memoria sobre espectáculos y diversiones públicas, a quien también compone juicios, informes y memorias (aquí se recogen los de asunto literario), a quien escribe, comúnmente bajo algún seudónimo, algunos textos periodísticos para ser publicados en la prensa, a quien escribe la Carta sobre la poesía provenzal y a quien toma apuntamientos, a la par que los traduce, de obras de otros autores, como son Hume, Cicerón, Madame de Sévigné, Joseph Addison, y sobre las Notas para la biografía de la beata Catalina Thomas. Conjunto de escriCuadernos de Investigación, 3, 2009, 271-284 ISSN: 1888-7643 272 Silverio Sánchez Corredera tos (anotaciones o extractos parafrásticos), que permanecían inéditos. Se va cerrando el tomo con apuntes biográficos y anécdotas, otro grupo de escritos también inéditos, y se concluye con dos secciones finales: los apéndices (un Borrador de una supuesta carta literaria y una serie de fragmentos que contienen reflexiones sobre literatura) y la referencia a los que aún siguen perdidos. Entre las alegrías que nos depara la edición del tomo XII figura, así pues, la de incluir varios inéditos. ¿Cabe esperar alguna sorpresa sobre estos inéditos? Para un simple curioso, ¡soslayemos al apasionado investigador!, el hallazgo de inéditos puede suponer un placer intelectual como pocos: matices nuevos, esclarecimiento de algunas sombras¸ secretos enterrados. En lo doctrinal ha de implicar, también, la necesidad de revisar las conclusiones que hasta la fecha se habían establecido. Fijémonos en dos de los inéditos. I. LA IDEA DE METÁFORA EN JOVELLANOS Situémonos, primero, en un Jovellanos que tiene treinta y siete años, recién nombrado académico supernumerario de la Real Academia Española, que firma el 6 de noviembre de 1781 una «Memoria sobre la metáfora». Se debatía en la academia de la lengua qué metáforas deberían ser incluidas en el diccionario. Algunos defendían que podían incluirse las utilizadas por dos o tres autores clásicos pero Jovellanos se opone; defiende que sólo han de incluirse las que estén atestiguadas por un uso general y constante. Pero para resolver el problema práctico de qué metáforas incluir y cuáles no, Jovellanos ha de abordar el tema de fondo que viene dado y supuesto: qúe es una metáfora. Y también: cuándo algo que nació como metáfora deja de serlo porque funcionalmente pasa a ser ya otra cosa. Y por tanto: ha de diferenciarse entre metáforas retóricas, las que lo son en sentido estricto, y aquellas otras que son palabras de origen metafórico pero que no son ya metáforas porque han perdido ese objetivo retórico. La Academia definía la metáfora como una figura retórica que traslada un significado propio a otro que no lo es. Jovellanos, a lo largo de ocho páginas llena de argumentos bien trabados, estima que no siempre es figura retórica, porque hay metáforas que se establecen fuera de los objetivos retóricos. El lenguaje opera, según el español, trasladando sentidos no sólo para intensificar o adornar sino como medio de expresar de alguna manera lo que no puede decirse directamente. Pone como ejemplo «desenfrenarse»: quitar el freno a los vicios, y no ya a un carruaje. «Desenfrenarse» se genera, pues, como metáfora, pero no es propiamente una figura retórica. Del mismo modo todas aquellas palabras metafóricas determinadas por un uso general y constante, que pasan a ser nuevos modos de hablar y que nada tienen que ver ya con el adorno retórico del discurso. El uso de las metáforas se hace más necesario, puntuaCuadernos de Investigación, 3, 2009, 271-284 La estética en Jovellanos y Hume 273 liza, cuando se quieren expresar ideas espirituales difíciles de concretar si no es con la ayuda de las ideas materiales. Pasado un tiempo, puede el sentido metafórico transformarse en directo, por el uso repetido, y entonces dejan de considerarse metáforas, como sucede con el verbo «turbar»: «confusión de multitud de gente» (del «turbare» latino) que pasa a ser «confusión de afectos encontrados». La lengua, viene a decir el joven y osado académico, sólo es creada por un pueblo de hablantes y no por los literatos. Los literatos pueden, eso sí, como todos, usar la lengua con todas aquellas tonalidades de que el ingenio sea capaz. Las metáforas «voluntarias», buscadas e ingeniosas, no deben figurar en el diccionario, pues entonces, argumenta Jovellanos, ¿cómo podríamos catalogar toda la inventiva habladora humana? ¿Dónde pondríamos todas las metáforas, pero también las metonimias, sinécdoques, alegorías e ironías, en qué diccionario haríamos aparecer todas la ya dichas, y preparados a incluir todas las posibles? Así pues, deben aparecer en el diccionario no las metáforas voluntarias (retóricas y particulares) sino las ya determinadas por el uso general y constante y que han pasado a ser ya, por ello, vocablos normalizados. Es decir, en el diccionario deben figurar sólo las metáforas utilizadas por el pueblo en cuanto conserven todavía su esencia retórica; y no las que son fruto de las ingeniosidades del literato: éstas son inacabables o, cuando menos, un repertorio demasiado abierto y en producción constante. II. LA OBJETIVIDAD DEL GUSTO EN HUME Y JOVELLANOS Avancemos ahora hasta los cincuenta y ocho años del gijonés, con otro de los inéditos que aparecen en «Escritos sobre Literatura»: «Apuntamientos de Hume» [Bellver, 1802] o extractos parafrásticos que Jovellanos toma de los Essays de Hume, en concreto de «On the delicacy of taste and passion», de «Of refinement in the arts», de «Of the standard of taste» y de «On the rise and progress of the arts and sciences». Jovellanos lleva prisionero en Mallorca un año. Estamos en 1802 y el proscrito desconoce todavía su largo y negro futuro, porque, a la luz de lo acontecido, ojalá que las intenciones se hubieran dirigido a castigarle por el delito que supuestamente hubiese cometido y no a retirarle sine die de la vida política. Mientras que para el castigo hubiera hecho falta un juicio, para un encarcelamiento arbitrario no se necesitaba sino una orden. Justamente acaba de ser trasladado de Valdemossa a Bellver. Ha habido que recrudecer el encierro, pues el prisionero sigue escribiendo y, además, ha tenido el atrevimiento de dirigir dos representaciones a Carlos IV pidiendo ser juzgado. Se trata entonces, a toda costa, de que no escriba, de enmudecerle, de evitar el peligro que al parecer suponían su actitud y sus ideas. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 271-284 274 Silverio Sánchez Corredera Con órdenes estrictas de no escribir, mientras tanto el filósofo ha comenzado su «Memoria sobre educación pública». ¿Qué lecturas retoma y consulta en paralelo? Algo sabemos ahora por los apuntamientos recientemente publicados: además de recrearse en la lectura de Cicerón, su filósofo predilecto, anota extractos parafrásticos de los «Ensayos» de David Hume. El escocés es autor prohibido en la católica España. Jovellanos ha de ser un inconsciente arriesgándose tanto. Los papeles se le requisan: menos mal, por eso los conservamos ahora (y por eso están truncados). ¿Qué le interesa del autor británico? Su doctrina sobre el gusto: cómo se traban la sensibilidad, la moral y la belleza de las artes. Jovellanos tiene ya muy afianzadas sus propias ideas estéticas, pero, podemos suponerlo con fundamento, se halla perfilando tantos matices que quedan siempre abiertos y, en concreto y muy probablemente, ha de matizar cuanto pueda la conexión que existe entre los sentimientos y la razón. Aunque tome ideas de Hume la solución que dará a este problema se resolverá de otro modo. Obligados a comparar ambos sistemas habríamos de apuntar que mientras para el filósofo empirista el sentimiento se traduce en una especie de «instinto vital» que funciona como verdadera guía de la vida, para el filósofo español el sentimiento es guía de la vida cuando confluye con la razón y cuando en esta unión el conjunto de todo lo que existe puede ser pensado y sentido (indistintamente) en su total armonía, donde la virtud, la verdad y la belleza se entremezclan confudiéndose en una única realidad. Las ideas estéticas de Hume van acordes, como las del asturiano, con los tiempos ilustrados, pero tienen un freno escéptico mayor que el que va a ponerles Jovellanos, tan imbuido como el escocés de las ideas sobre el buen gusto que entonces se debatían. La teoría estética de Hume y la de Jovellanos resuenan similares a la luz del reformismo ilustrado, pero mientras que en Hume lo sublime y lo bello del gusto se alía con el agnosticismo, la inmanencia y la mera «naturaleza humana», en Jovellanos lo sublime y lo bello del gusto conduce al teísmo, la trascendencia y lo sobrenatural y ve en la «Naturaleza toda» un orden admirable que sólo es conocido si es amado y que tanto más perfectamente es amado, cuanto más perfectamente es conocido. Hume, aunque hace algunas concesiones en este sentido que apunta el español, limita mucho más sus conclusiones, imbuido de su constante escepticismo, y, por tanto, mucho más próximo a una actitud agnóstica. Este es el Rubicón que separa a uno y otro. Reconstruyamos con más detalle este balance que acabamos de hacer a vista de pájaro. Si leemos las ideas estéticas de Hume y las de Jovellanos, en lo que tienen de concepciones circunscritas, aplicadas a la idea de arte y de buen gusto o aplicadas a la fuente de donde surgiría el canon de la belleza, seguramente nos costaría discernir las diferencias entre uno y otro, porque en el trazado de sus líneas fundamentales son muy similares. De hecho, en este inédito que ahora comentamos, Jovellanos está tomando anotaciones de varios capítulos y párrafos (que hubieran sido más si no se le Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 271-284 La estética en Jovellanos y Hume 275 hubieran requisado) porque, creemos, las ideas de Hume delinean muy bien lo que él también piensa. ¿Dónde están, pues, las diferencias ente ambos autores, ésas que nosotros ahora queremos poner de relieve? Las diferencias podrán empezar a advertirse cuando estas ideas estéticas pasen a encajarse con el resto de ideas de otros ámbitos: sobre todo las ideas metafísicas y religiosas. III. ESCRITOS ESTÉTICOS DE JOVELLANOS Jovellanos no ha compuesto ningún tratado sobre estética pero sí ha redactado múltiples escritos donde ha ido dejando constancia de su ideario estético, de sus concepciones sobre el arte y de sus convicciones como preceptista (algunos de estos escritos forman parte, precisamente, del tomo XII que venimos comentando). Podemos rastrear múltiples datos sobre esta temática en su «Correspondencia» (tomos II-V de las obras completas de las que venimos hablando, publicados por el Ayuntamiento de Gijón, el Instituto Feijoo y KRK Ediciones) y en el «Diario» (tomos VI y VII, y a falta de la retardada edición del VIII han de consultarse los de Somoza y Artola, en la BAE y en el IDEA), sin olvidarnos de las «Censuras». Pero además de estos tres paradigmáticos escritos, correspondencia, diario y censuras, Jovellanos cuenta con una importante contribución de contenido estético. Para empezar, en la etapa madrileña, el «Elogio de las Bellas Artes» (1781, mencionamos la fecha de redacción), algunas de las «Cartas del viaje de Asturias o Cartas a Ponz» (1782-1792 y 1796), el «Informe sobre la publicación de los monumentos de Granada y Córdoba» (1786), el «Elogio de Don Ventura Rodríguez» (1788), el «Discurso sobre el lenguaje y estilo propio de un Diccionario geográfico» (1788), las «Reflexiones y conjeturas sobre el boceto original del cuadro llamado «La familia», de Velázquez» (1789), y prosiguiendo en la etapa asturiana con la «Memoria para el arreglo de la policía de los espectáculos y diversiones públicas, y sobre su origen en España» (1790 y 1796), (obra esta última que aunque la cierra en Asturias es inicialmente de redacción madrileña), el «Curso de Humanidades Castellanas» (1794-1802), el «Tratado del análisis del discurso» (1794), la «Oración sobre la necesidad de unir el estudio de la literatura al de las ciencias» (1797), la «Oración sobre el estudio de las ciencias naturales» (1799), y finalmente, en su etapa mallorquina, la «Memoria sobre la educación pública o sea tratado teóricopráctico de enseñanza con aplicación a las escuelas y colegios de niños» (1801-1802 [?]) y las «Memorias histórico-artísticas de arquitectura» (1802 ó 1804-1807). Y sin fecha conocida podemos incluso citar: la «Manifestación a la Real Academia Española sobre el premio ofrecido por ésta al compositor de una sátira contra los malos juegos», los «Dos fragmentos sobre las Bellas Artes y la Literatura» y las «Ideas de Jovellanos sobre Arquitectura (Arquitectura Altomedieval)». Además, no sería justo dejar de reCuadernos de Investigación, 3, 2009, 271-284 276 Silverio Sánchez Corredera saltar en su correspondencia la carta de 5 de mayo de 1805 enviada a Ceán, desde la prisión, con pseudónimo de Philo Ultramarino (que se ha publicado como un apartado más, dentro de las memorias histórico-artísticas), ni tampoco su gran epístola didáctica dirigida al grupo poético salmantino devoto del preceptismo de Jovellanos en los años setenta: «Carta de Jovino a sus amigos salmantinos» (Obras completas, I, 85-96). Una obra muy recomendable, diríamos que imprescindible, para comprender y abarcar bien la dimensión de los escritos estéticos del filósofo español, es la de María del Carmen Lara Nieto: Ilustración española y pensamiento inglés: Jovellanos, especialmente la parte séptima («Teoría estética», págs. 495-520), publicado por la Universidad de Granada, en 2008. Precisamente, tuvimos la suerte de ser visitados por María Del Carmen Lara el 28 de mayo de 2010, en la Casa Natal de Jovellanos, donde pudimos seguir su preciosa conferencia titulada «Jovellanos o la sensibilidad ilustrada», que con suerte quizá el lector de este número de Cuadernos de Investigación pueda encontrar reproducida entre sus páginas. La conclusión, a la vista del interés continuo y potente que el tema estético ha suscitado siempre en Jovellanos, es que cuando el filósofo español extracta y traduce en 1802 las ideas sobre el gusto mantenidas por Hume no está ante un tema para él nuevo sino que sobre ello tiene toda una teoría estética que ha ido elaborando a lo largo de su vida pero que no ha estructurado formalmente nunca y de manera sistemática —en un escrito con «autonomía académica expresa», como pudo haber sido, por ejemplo, la Indagación filosófica sobre el origen de nuestras ideas acerca de lo sublime y de lo bello, de Edmund Burke (1757)—, aunque sí se ha servido de su sistema de ideas estético para iluminar el problema práctico al que estuviere haciendo frente en cada ocasión determinada (un elogio, un informe, una carta, etc.) y, sobre todo, sí lo ha estado teniendo en cuenta en sus escritos tanto profesionales como personales en el momento de tejer sus ideas de reforma social, partiendo de las cuestiones político-económicas al mismo tiempo que de las jurídicas, pedagógicas, culturales o de las estéticas. Parecería que Jovellanos no tiene un sistema de ideas estético. Lo tiene, pero está entreverado con el resto de su sistema de ideas global. Y esto, a su vez, escrito de manera dispersa y, por ello, pendiente aún de una mejor y mayor comprensión de su conjunto y estructura. IV. ESTÉTICA Y SIGLO XVIII No olvidamos que el siglo que comparten Hume y Jovellanos es el tiempo de la constitución de la estética como saber autónomo. El racionalista alemán Baumgarten escribe en 1735 Ästhetik, apuntando por primera vez a una disciplina que ha de poder ser conocida como las demás ciencias, «ciencia» podría decirse del «conocimiento Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 271-284 La estética en Jovellanos y Hume 277 sensorial» donde las ideas no nacen claras y distintas como las geométricas sino bastante confusas, aunque no por ello sin la suficiente claridad para desarrollar un saber sistemático del tema. La disciplina ha quedado inaugurada en su autonomía propia. La obra de Winckelmann sobre la historia del arte y su preocupación sobre la arqueología contribuirá al florecimiento de esta nueva sensibilidad estética. Kant, a finales de siglo, se encargará de encajar arquitectónicamente el juicio estético en el conjunto de los juicios lógicos propios de las ciencias naturales y, por otra parte, de los de la razón práctica o de la moralidad. El artículo de D’Alembert en la Encyclopédie sobre la clasificación de las artes contribuye a impulsar y divulgar el tema estético. Y autores como Batteux (Las bellas artes reducidas a un único principio, 1746) y Lessing, con su Laokoon (1766), imprimen renovados impulsos a la idea objetiva de lo que ha de entenderse por arte. En la otra vertiente del impulso, la corriente empirista, autores como Shaftesbury o su discípulo Francis Hutcheson (An Inquiry into the original of our Ideas of Beauty and Virtue, 1725), o como Addison, Burke, Blair, Smith y el mismo Hume (objeto de nuestra actual aproximación) están tratando de desarrollar un pensamiento estético que pretende solventar el problema introduciendo una nueva facultad (el sentimiento: el sentimiento moral y el sentimiento estético) que discurriría paralela a los sentidos corpóreos (las sensaciones) aunque con objetivos propios y con capacidad de establecer juicios de valor diferentes a los del entendimiento. Sería inútil querer ocultar que el siglo XVIII nace y toma sus elementos de los siglos anteriores, sobre todo de los dos inmediatos. Sería inútil olvidarse de que ya Bacon había puesto en correlación las distintas facultades humanas con los diferentes conocimientos (suele citarse la correlación entre la memoria y la historia) y que ya había indagado en la función de la imaginación y su relación con el arte. Y, en esta línea de precedentes de las ideas estéticas modernas, habría que partir también de Boileau (L’Art poétique, 1674), de Pope (Essay on Criticism, 1711), de Dryden, de Corneille, de Muratori (1672-1750) y de la corriente española que podemos iniciar en Cascales (Tablas poéticas, 1617) y que podríamos continuar con Luzán (1702-1754) y tantos otros. Sería miope, a su vez, perder la perspectiva histórica total y no recordar que antes de estos renacentistas y modernos, hubo los clásicos: Apeles (352-308), Praxíteles (s. IV a.C.), Cicerón (106-43) y Longino (Sobre lo sublime, entre los siglos III y I a.C.), sin olvidarnos de Platón (s. V-IV a.C.) y de Aristóteles (s. IV a.C.). Pues bien, la consulta de los escritos de Jovellanos nos lleva precisamente a la comprobación de que conocía muy bien las cuatro fuentes de influencia: la remota o del clasicismo greco-latino, la renacentista y moderna, la dieciochesca racionalista procedente del enfoque de Descartes y de Leibniz y la empirista que arranca en Locke y en la escuela escocesa. La mayor parte de los nombres que componen esta nómina de influencias son citados por Jovellanos a lo largo de su dilatada obra; además, de muchos Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 271-284 278 Silverio Sánchez Corredera de ellos aparecen datos muy precisos fruto de un notable trabajo de investigación. Es de esperar que, desde estos presupuestos históricos, remotos y próximos, haya que contar con un filósofo ilustrado español, Jovellanos, totalmente implicado en la conformación de un ideario estético a la altura de los tiempos, al lado de los Hume (On the Standard of Taste), Burke (A Philosophical Enquiry into the origin of our Ideas of the Sublime and Beautiful, 1757), Diderot (Essais sur la peinture, entre otras, llegando a crear incluso una revista de crítica de arte: Salons), y al lado de la generación de españoles sensibles con los temas estéticos como Mayans, Montiano, Isla, Burriel (Compendio de arte poética, 1757) o Arteaga (Investigaciones filosóficas sobre la belleza ideal, 1789). V. ESTÉTICA Y RELIGIÓN Mantenemos la tesis, apenas apuntada aquí y allá en hilos aún sueltos, de que la estética y la religión entran en una confluencia especial en el siglo XVIII, y que en el siglo XIX van a derivar una y otra dentro de correlaciones muy fuertes, de modo que, por ejemplo, la mengua de una (en principio, la religión, en crisis y en retroceso como consecuencia de la deriva que lleva del teísmo hacia el deísmo, el agnosticismo y el ateísmo) va a influir directamente en la importancia relativa de la otra (normalmente, el crecimiento del estatus y de la función intelectual y social de la estética). Hay que decir también que hemos observado que la espiritualidad religiosa más genuina que se mantiene a partir del siglo XIX entra en una relación de interdependencia con los temas estéticos con un grado de intensidad muy superior al modelo de religiosidad que puede encontrarse en los siglos que preceden al XVIII. (Salvo que se esté hablando de una religiosidad practicada mecánicamente o fruto de una mera inercia moldeadora). Finalmente, y dicho por ahora de modo muy abrupto, la tarea del ateísmo del siglo XX ha tenido mucho que ver con el esfuerzo por sustituir las motivaciones religiosas por motivaciones estéticas. No queremos decir que la estética se riña con la religión, todo lo contrario: queremos apuntar que ambas hunden sus raíces en una estructura fenomenológica y antropológica muy próxima; y de ahí su fuerte interdependencia, que según defendemos podrá rastrearse históricamente también en los inicios de las primeras formas de religión y de las primeras expresiones estéticas de la humanidad. VI. LA IDEA DE DIOS EN HUME A grandes trazos las ideas estéticas de Hume y de Jovellanos son muy parejas. Las diferencias empiezan al comprobar la función que ejercen en el conjunto del sistema de ideas (sociales, antropológicas, religiosas, etc.). Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 271-284 La estética en Jovellanos y Hume 279 La teoría gnoseo-psicológica del conocimiento en Hume, empirista por sus orígenes y escéptica y antidogmática por sus consecuencias, implica una ontología radicalmente distinta de la defendida por el racionalismo. Las ideas metafísicas de Dios, alma, objetos externos y sustancia quedarán remodeladas en manos de Hume. En las dos ocasiones que Hume intentó obtener una plaza como profesor de Universidad, fue rechazado, alegándose en contra de él que profesaba unas ideas antirreligiosas y ateas. La verdad, sobre este tema, es que parece que en sus escritos manifiesta una actitud variable, seguramente dependiendo del contexto desde el que considerara la idea de Dios. Desde el punto de vista de la fe en Dios, a nivel personal, se comporta como un hombre respetuoso hacia la religión, dando a entender que admite las posiciones teístas generalizadas en su tiempo. Desde el punto de vista de un análisis crítico y filosófico de la idea de Dios, sus conclusiones se inclinan hacia el agnosticismo en donde es posible el deísmo. En sus análisis desarrollados en obras como Historia natural sobre la religión, Diálogos sobre la religión natural, e Investigación sobre los principios de la moral, Hume llega a expresarse en estos términos: «la intolerancia de casi todas las religiones que han conservado la unidad de Dios es tan evidente como los principios contrarios del politeísmo» (Historia natural sobre la religión), lo que parece querer decir que desde una perspectiva histórica, la idea monoteísta de Dios (que es la que está asentada en la cultura en la que vive Hume) ha aportado manifiestas consecuencias negativas (preludiando las ideas de Feuerbach y Marx en el siglo XIX). Lo que, a su vez, podría parecer llevar soterrado una manifiesta profesión de ateísmo, que en la época no convenía airear en absoluto abiertamente. La impresión general que se obtiene es que entre el teísmo y el deísmo preferiría este último, y, más allá del deísmo penetra en los contornos del agnosticismo y quizás del ateísmo, a juzgar por sus mordaces análisis sobre la religión. Técnicamente, en la perspectiva de sus estudios epistemológicos, el tema lo desarrolla de la siguiente manera. Ante el análisis de cualquier idea Hume nunca pierde de vista la fuente de su teoría del conocimiento, que nace del principio de que a toda idea debe pertenecerle una impresión correspondiente. La pregunta es, pues, ¿con qué impresión está ligada la idea de Dios?, ¿tenemos alguna impresión de eso que llamamos Dios? Para Hume es evidente que no tenemos tal impresión. Por tanto, tampoco tenemos propiamente idea alguna sobre Dios, con lo que vendría a ser uno de esos términos que la imaginación compone, en su capacidad de articular las ideas con entera libertad, pero que no tiene ningún fundamento real. ¿De dónde procede, no obstante, el término «Dios»?: «Toda nuestra idea de una Deidad (de acuerdo con los que niegan las ideas innatas) no es otra cosa que una composición de esas ideas que adquirimos al reflexionar sobre las operaciones de nuestra mente» (Compendio, párrafo 26º. Vid. también Tratado de la naturaleza humana, pág. 24, en la edición de F. Duque, Tecnos, 1988). Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 271-284 280 Silverio Sánchez Corredera Dios es, pues, una proyección imaginaria de la mente humana (claro antecedente de Feuerbach). Sin embargo, el propósito de Hume no es exactamente idéntico al de Feuerbach, ya que: «Las acciones de la mente son a este respecto iguales que las de la materia […] la misma imperfección acompaña a las ideas que nos hacemos de la Divinidad; sin embargo, ello no puede tener efecto alguno ni sobre la religión ni sobre la moral. El orden del universo prueba la existencia de una mente omnipotente; esto es una mente cuya voluntad está «constantemente acompañada» por la obediencia de todo ser y criatura» (Tratado, pág. 243). Dios, en definitiva, aunque no es conocido, es pensado, a través de la apelación a este argumento físico-teológico del orden, raro en el discurso humeano. En este punto prácticamente se da la mano con Jovellanos. La naturaleza humana, como hemos podido apreciar en la teoría empirista de las ideas del escocés, está ordenada, con un cierto aunque deficiente orden (a través de los principios de asociación). El orden de la naturaleza externa, del universo, nos es desconocido en sí mismo, sin embargo parece que ahora se afirma un cierto orden, que se desenvolvería paralelamente a esta «mente omnipotente». Pero desde estos presupuestos es más fácil derivar hacia el deísmo que hacia el teísmo. Esta última conclusión a la que parece que hemos ido a parar sobre la idea de Dios, no evita que más adelante Hume reequilibre su propia postura, decidiéndose aquí, parece, hacia posturas más agnósticas, al indicar que la idea de Dios recae en el fondo en una tautología: «No tenemos idea alguna de un ser dotado de poder, y menos aún de un ser dotado de un poder infinito. Pero, si deseamos cambiar de expresión, lo más que podemos hacer es definir el poder por medio de la conexión. Y entonces, al decir que la idea de un ser infinitamente poderoso está conectada con cualquier efecto deseado por él, no decimos realmente sino que un ser, cuya volición está conectada con todo efecto, está conectado con todo efecto, lo que es una proposición idéntica y no nos permite comprender la naturaleza de ese poder o conexión» (Tratado, pág. 350). En resumen, parece que podríamos concluir que Hume niega rotundamente la posibilidad de conocer la esencia de Dios, y, en consecuencia, todos los atributos que la teología y la metafísica le atribuyen deberán ser considerados como términos sin fundamento efectivo y sólo podrá atribuirse a la idea de Dios una conexión con la idea de orden que suponemos que existe en la naturaleza. VII. LA IDEA DE DIOS EN JOVELLANOS Cuando Hume es simplemente deísta, y no agnóstico o ateo (puesto que las tres posibilidades quedan abiertas), aparece muy próximo a las ideas de Jovellanos. Cuando Jovellanos es francamente teísta y se involucra en una tradición cristiana conCuadernos de Investigación, 3, 2009, 271-284 La estética en Jovellanos y Hume 281 creta concediendo que ahí está contenido el mejor proyecto histórico que hasta el momento la humanidad ha sabido darse, entonces, es cuando se distancia algo más de Hume. Nuevamente podemos volver a verlos aproximarse cuando escrutamos de cerca la religiosidad de Jovellanos y lo vemos al trasluz del llamado «jansenismo español» (mal llamado pero en todo caso así ha quedado fijado, precisamente porque fue el modo como sus contrincantes de entonces, los antinovatores, les increpaban e insultaban). El jansenismo español involucraba un modo de religiosidad donde Dios era mucho más una idea estética (ético-estética, para ser más precisos) que un conjunto de formalidades externas, de creencias fijadas o de principios que trataban de ser racionalizados por la teología dogmática. La creencia de Jovellanos da continuos signos de alejamiento de ciertas tradiciones (empezando por los enterramientos en el interior de las iglesias que rehuía racionalistamente por motivos de salubridad y continuando con la crítica que hace de las procesiones de Semana Santa) y del estatus social y económico de las órdenes religiosas (la indebida amortización eclesiástica de las tierras y el exceso de órdenes religiosas) pero también respecto a las cuestiones dogmáticas, además de criticar el improcedente poder del Papa en cuestiones de Estado, pretende quedarse con aquellos elementos evangélicos y prístinos que conforman los verdaderos y más puros principios de la religión alejándose al máximo de toda esa casuística de normas y creencias que la historia de la iglesia ha ido acumulando. De ahí su inclinación por el Kempis y su preferencia por la Biblia y los Evangelios. Le interesan mucho las expresiones artísticas religiosas, como las vírgenes de Murillo, y, en general, el arte religioso (que era, entonces, por antonomasia, «el» arte): recordemos sus continuas y finísimas descripciones de iglesias y edificios religiosos tanto en las cartas a Ponz como en su diario, y durante su reclusión las memorias histórico-artísticas donde describe diversas iglesias y conventos mallorquines. Jovellanos unía sin duda sus sentimientos religiosos a sus sentimientos estéticos de manera muy fuerte y dentro de una clara interdependencia. La estética considerada en el amplio sentido de su extensión (no sólo el arte religioso), porque lo mismo que hemos dicho respecto de esta despierta sensibilidad hacia el arte religioso lo vemos en igual medida manifestarse respecto de los sentimientos ante la belleza de la naturaleza: Nube; calma […] La dudosa y triste luz del cielo; la extensión del mar, descubierta de tiempo en tiempo por medrosos relámpagos que rompían el lejano horizonte; el ruido sordo de las aguas, quebrantadas entre las peñas al pie de las montañas; la soledad, la calma y el silencio de todos los vivientes hacían la situación sublime y magnífica sobre toda ponderación [y en medio de todo ello el cantar patético de un centinela] contrastaba maravillosamente con el silencio universal. ¡Hombre!, si quieres ser venturoso, contempla la naturaleza y acércate a ella; en ella está la fuente del escaso placer y felicidad que fueron dados a tu ser (Diario, miércoles, 30 de julio de 1794, Obras completas, VI. pág. 621). Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 271-284 282 Silverio Sánchez Corredera El placer y la felicidad, en suma el sentido de la vida, está directamente ligado y dependiente de las emociones estéticas. Y bien se ve que éstas contienen un colorido difícil de diferenciar de aquellas que se desprenden del mismo sentimiento religioso, las que surgen ante la sublime idea del creador y dador de todos los sentidos: Dios, según Jovellanos. La expresividad del lenguaje estético y del religioso en Jovellanos llegan a ser la misma cosa. VIII. JOVELLANOS Y HUME: PARALELISMOS Y CONTRASTES Las ideas estéticas de ambos son muy próximas, porque comparten una misma influencia histórica y porque en Jovellanos predomina la concepción empirista sobre la racionalista, que resuelve el tema de la belleza y del buen gusto concediendo al hombre un sentimiento estético-moral específico. Ahora bien, los nexos del sentimiento con la razón son más fuertes y estrechos en Jovellanos que en Hume, en quien la razón queda muy depreciada y rebajada de atribuciones. Las ideas religiosas de ambos en sus puntos más próximos pueden conciliarse bastante bien, pero mientras que en Hume sólo es posible una visión histórico religiosa deísta, donde Dios ocupa una función de dador de orden del conjunto del cosmos, en Jovellanos esa misma función sigue siendo la fundamental, pero ese orden se traslada del cosmos a todos los estratos de la realidad, porque en el fondo todo es expresión de una realidad unánime, y, en ese sentido, la idea de Dios da sentido también al ser humano y a su historia. Mientras que Hume es un declarado combatiente de la metafísica, Jovellanos no encuentra ningún hiato entre la cadena de sentidos que enlazan a los entes todos y, por otra parte, un sentido global que los unifica a todos y a través del cual, precisamente, adquieren su sentido particular cada uno de los entes. Sin embargo, no sería justo extraer la conclusión de que Hume mantiene una postura totalmente definida frente a otra de Jovellanos también totalmente definida, aunque distante de la del escocés. Visto de cerca, comparten muchos presupuestos, hasta incluso pueden hallarse muy próximos en su idea de Dios (sobre todo, si pudieran hablar sin prevenciones y sin miedos). Pero hay algo particular y diferente para cada uno empezando por la propia personalidad, por la función profesional que desempeñan y por la tradición cultural de cada cual. Hay pequeñas distancias en uno y otro respecto de temáticas diversas, y es considerado en bloque y en el conjunto de las ideas que mantienen como más se advierten las diferencias: la clave está, seguramente, según creemos, en que uno, Hume, representa ya un modelo de sensibilidad estética, religiosa y epistemológica al que se le ha roto la unidad de lo real y queda abocado, aún sin haberlo claramente asumido, hacia un pluralismo ontológico, mucho más composible con el ateísmo del siglo XIX, mientras que el otro, Jovellanos, representa un modelo Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 271-284 La estética en Jovellanos y Hume 283 de sensibilidad estética, religiosa y espistemológica que puede seguir manteniendo la unicidad de lo real, a través de la unión que la idea trascendente de un Dios (principio y fin) puede mantener con el resto del cosmos, considerado éste como un todo, donde lo heterogéneo siempre se halla cubierto por alguna capa de homogeneidad. Se trata de dos distintas posibilidades que se abren después del universo unificado, racional y «autónomo» de Newton, dos posibilidades «estéticas»: o comprendo las cosas más bien bajo la especie de un pluralismo de fondo o más bien las comprendo bajo la globalización de un principio articulador y único. Las dos salidas parecían plausibles, entonces. Ambas posibilidades estéticas son las que se han estado desarrollando en los siglos XIX y XX. IX. DE CÓMO LA ESTÉTICA PUEDE ABSORBER A DIOS Apuntaré, ahora, en tanto mi inspección deja de ser distante y paso yo mismo a comprometerme con alguna de estas ideas arriba descritas (el último objetivo de leer, ilustrarse y recrearse seguramente es el de mejorar nuestro propio modo de pensar), apuntaré, reitero, que el modelo unitario, monológico o monista (monismo que incluye un dualismo: alma-cuerpo o cielos-tierra o Dios-naturaleza) cada vez entra en más y más problemas y en más y más contradicciones que se le acumulan y que ha de salvar o vadear (multiplicadas desde la teoría de la evolución y desde la desustacialización de lo real que se impone desde los estratos microfísicos y macrofícos de la materia). Mientras tanto y por el contrario, el modelo pluralista y abierto no necesita de trascendencia y queda de este modo liberado de dar cuenta de un problema sobrevenido y extraño que cada vez obstaculiza más la natural comprensión de la lógica del mundo material. Cuando depender de una idea de un ser trascendente influía directamente en el modo estable de racionalizar el mundo y, con ello, en la misma manera de concebir la bondad humana y los valores de lo bello y lo sublime, aquella idea tenía toda su virtualidad funcional. El siglo XVIII es el tiempo en que comienza a abrirse y a generalizarse de manera práctica la doble posibilidad: un cosmos cerrado regido unitariamente desde una instancia trascendente o un universo abierto regido por sus propias leyes inmanentes. Teóricamente esta alternativa no era nueva, pero ahora se vuelve más palpable y próxima la doble posibilidad, sobre todo cuando el modelo hegemónico (procedente del mundo de las ideas platónico, procedente también del cosmos aristotélico y ptolemaico, y de su motor inmóvil, y procedente, bien se sabe, del Dios creador monoteísta) entra en recesión, porque el conjunto de saberes científicos se pliega mejor al nuevo modelo en alza que al antiguo. Pero durante el siglo XIX quedaba todavía el problema de que la idea de un ser moral exigía un orden trascendente, Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 271-284 284 Silverio Sánchez Corredera porque, de otro modo, si Dios no existe todo está permitido. Sin embargo una nueva eticidad y moralidad ha ido creciendo sin necesidad de afianzarse en las ideas religiosas y esto ha hecho ver que la ética, al igual que la estética y al igual que la lógica pueden funcionar y funcionan de hecho dentro de esquemas exclusivamente inmanentes. E incluso cabe concluir que son los modelos trascendentes los que más problemas artificiosos reproducen al propiciar a un ser humano no enteramente autónomo y al propulsar formas culturales diversas fuertemente dependientes de ideas absorbentes y totalizantes que son fuente de conflictos humanos que vienen a añadirse a los inevitables simples y puros problemas de subsistencia. Por decirlo con brusquedad: si Dios existiera, todas las culturas que lo comparten ya han tenido el tiempo de unirse y de compartirlo, y, sin embargo, no lo han hecho. Luego, a partir de ahí, y en un mundo globalizado, las diferencias religiosas (que ya no son necesarias históricamente como signos de identidad, pues ya hay otros modelos de identidad igualmente potentes) son sobre todo fuente de enfrentamientos. La estabilidad y equilibrio que dio la religión durante mucho tiempo a los problemas éticos, antropológicos y cosmológicos (¿quién ha creado el mundo?), por no decir a los políticos, psicológicos y morales (un cura me ahorra cien gendarmes), puede ser sustituida cada vez más por una nueva estética, que parte de la inmanencia fenomenológica del ser humano y de la realidad material circundante, y que tiene la capacidad de reconstruir de otra manera todos los valores que durante muchos siglos quedaron encargados a los fines de la religión. Jovellanos y Hume unidos por sus circunstancias históricas, hijos del siglo XVIII, pero estando muy próximos en tantos temas, apreciamos que están ya algo separados. Uno mira más bien hacia un ángulo de la escena que se abre y el otro hacia un ángulo algo divergente. El español puede todavía experimentar un perfecto encaje entre la idea de trascendencia y sus emociones estéticas y el escocés, a pesar de que mantiene cierta idea de trascendencia, no puede ya encajar las distintas piezas sino en la idea de una naturaleza, pero una naturaleza que cada vez se le descompone más y que cada vez pierde más su unicidad. Perdida la unicidad del sujeto que le daba su alma («No tenemos ninguna noción de que nuestras percepciones inhieran o se encuentren albergadas en una especie de receptáculo unificante, al que llamamos nuestra alma», vid. Tratado, pág. 333) todo lo demás va a ir también rompiéndose. Hasta que con renovados esfuerzos, en los siglos XIX y XX, vuelven a recomponerse, bajo otros modelos fundamentalmente estéticos, aquellas partes que siguen siendo necesarias para sobrevivir con coherencia y con consecuencia. Gijón, 27 de julio de 2010 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 271-284 «Jovellanos: un ilustrado en guerra». Una biografía filosófica Nieves Fernández González Gaspar Melchor de Jovellanos, Cartas de Jovellanos y Lord Vassall Holland sobre la Guerra de la Independencia (1808-1811), con prólogo y notas de Julio Somoza. Volumen I y II. Estudio preliminar de Silverio Sánchez Corredera. Colección Relatos de los Protagonistas, IV. Junta General del Principado de Asturias, Oviedo, 2009. A lgunos libros tienen el don de la oportunidad y éste, del que me propongo hacer la reseña, es uno de ellos. En efecto, este libro, publicado en 2009 por la Junta del Principado, recupera la edición que Julio Somoza hiciera en 1911, con motivo del primer centenario de la muerte del ilustrado gijonés. Esta edición, que recoge la correspondencia de Jovellanos con Lord Vassall Holland de los años 1808 a 1811, nos permite ir siguiendo casi día a día los últimos años de vida Jovellanos, doscientos años después. Es interesante comprobar que Jovellanos en estos años, mantiene una más que cordial relación con Lord Vasall y su familia, familia verdaderamente «moderna» para la época y que supo dar ejemplo de verdadero afecto entre sí y hacia Jovellanos cuando tuvieron que demostrarlo. Cuando Jovellanos sufrió el descalabro final, es a Lord y Lady Holland a quienes escribe, advirtiéndoles que quizá tenga que recurrir a ellos para poder vivir, lo que hace que Lord Holland comience a movilizarse inmediatamente para poder socorrerle cuando llegue el caso. El trasfondo en esta correspondencia es la guerra de la Independencia española frente al ejército francés. Nuestro ilustrado está en Sevilla y escribe muy a menudo cartas a Holland, que en algún periodo también reside en Sevilla, en las que podemos analizar con bastante precisión el talante, las inquietudes, el pensamiento político, etc., de Jovellanos, pero también rasgos de su personalidad e ideología que desbordan lo político. Por las páginas de esta valiosa correspondencia vamos siguiendo los avances y retrocesos de las tropas francesas, las actuaciones más o menos acertadas de nuestros militares, los problemas de intendencia y las teorizaciones políticas de Jovellanos y Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 285-289 ISSN: 1888-7643 286 Nieves Fernández González Holland, un apasionado de la libertad de imprenta y detractor furibundo de las tiranías, de cualquier tiranía. Ambos comparten un gran deseo, lo que llaman «la grande affaire», el llamamiento a Cortes. Pero en esta colección de cartas también se incluyen siempre noticias personales en las que Jovellanos confía a su amigo su pensamiento acerca de las cuestiones que más trascendencia tendrán en la historia de España, porque son cuestiones de las que hoy día nos beneficiamos. Además de la situación de las tropas, Jovellanos cuenta sus actividades diarias, y dialoga con Lord Vassall acerca de la necesidad de convocar las Cortes, sobre la libertad de imprenta, sobre la torpeza de algunas decisiones políticas, etc., pero también se muestra como un amigo leal y cariñoso, preocupado siempre por la salud del inglés y su familia. También podemos apreciar su talante generoso, su desprendimiento, pues es capaz de regalar un cuadro de Murillo a Lord Holland, por ejemplo, aparte de vino y pavos y regalitos de esa naturaleza. No se olvida nunca de interesarse por la familia y dar noticias de las amistades españolas. Su bonhomía y su deseo sincero de colaborar en la consecución del bien común, su falta de prejuicios, en general, hacen que sea agradable leer sus cartas aún hoy día. Pondré como ejemplo, por lo que de excepcional tiene, el trato que dispensa a las mujeres, a las que nombra en estas cartas. Por ejemplo, es patente el afecto que siente por Lady Elizabeth Vassall, esposa de Lord Vassall Holland, mujer extraordinaria, que pese a estar perpetuamente embarazada, tanto de su primer marido como de Lord Holland, escribió libros de cierto mérito. Pues bien, Jovellanos le escribe a ella en un par de ocasiones y en todas las cartas que dirige a su marido, le dedica unas frases de una gran ternura y deferencia, y cada vez que tiene oportunidad de estar con ella lo hace con evidente agrado. Por cierto, esta actitud no la mantiene solo con Lady Vassall, sino que también se muestra respetuoso con otras mujeres a las que cita: asiste a un concierto dado por Madama Hermida, marquesa de Santa Colomba y su opinión no es despreciativa como solía ocurrir en los enjuiciamientos acerca de las actividades de las mujeres; asegura que cuando tenga tiempo leerá los libros de Ann Radcliffe, recomendados por Lady Holland; tiene palabras amables para la condesa de Montijo y es suave en la ironía sobre Miss Clark, amante del Duque de York. En general, todas las mujeres a las que nombra merecen su discreta aprobación. Un siglo después, julio Somoza, recopilador de esta colección de Cartas, no está libre del «prejuicio más extendido de la humanidad», el de una cierta inferioridad de las mujeres, pues es capaz de escribir: Elizabeth, muger dotada de superior cultura, dejó algunas producciones literarias (tal vez ayudada por la benevolencia del respetable John Allen), como los Diarios de su vida, la Biografía de Sidney Spencer y algunas más que desconocemos. (pág. 39) Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 285-289 Jovellanos: un ilustrado en guerra 287 Este comentario, un siglo después de Jovellanos, repito, no hace más que engrandecer a Jovellanos, que no solo consideró teóricamente la necesidad de la educación de las mujeres, sino que en su trato con ellas fue verdaderamente consecuente con sus ideas. Los comentarios de Somoza a las Cartas, son, sin embargo muy interesantes, aunque algunos de ellos resulten un poco pintorescos, pues, jovellanista apasionado, toma partido muy vehementemente, pero está bastante documentado y sirven para clarificar algunas cuestiones que pasarían desapercibidas. Son sus excesos verbales, contra el pueblo español y sus malas costumbres, por ejemplo, los que hacen de sus cometarios algo vivo y «actual», aunque en la actualidad no se comenta así. Veamos un ejemplo, comentario 500: De la lectura de esta triste carta, se infiere que año y medio después de declarar la guerra al coloso de Europa, no teníamos ni egército, ni generales, ni fusiles, ni vestuario, ni dinero, ni disciplina, ni aliados, ni víveres, ni nada.¡Y todavía estaban aquellos cándidos, pensando en Cámaras, Juntas, decretos, reglamentos, libertad de imprenta, y otras zarandajas! Solo con la insoportable soberanía de las Juntas provinciales, su estúpida altivez, desobediencia e intrigas, tenía Napoleón más que suficiente para aniquilarnos. ¡Y todavía los optimistas de Holland y Mr. Allen, clamaban a voz en grito por las dos cámaras, libertad de imprenta, soberanía nacional y precedentes históricos escudriñados en los infolios y mamotretos del siglo XIV! ¡Ilusos! ¡ni por asomo conocían al pueblo español! Heroico, sí, en la desesperación, pero imprevisor e impotente ante la gravedad del peligro que se avecinaba. (Págs. 509-10) Aunque es un párrafo muy largo, creo que muestra con bastante precisión, por una parte el carácter de Julio Somoza, apasionado un poco en exceso en sus denuestos acerca de las carencias del sufrido pueblo español, y por otra los temas e intereses, así como la visión del pasado y del futuro que tenían Holland y también Jovellanos, que se esforzó cuanto pudo en buscar soluciones, hoy diríamos progresistas, a nuestros problemas, sin olvidar nuestros propios usos y costumbres. Con todo y ser interesante las Cartas en sí mismas e incluso la interpretación de Somoza, un siglo después, como decía, el interés especial de este libro se encuentra, a mi juicio, en el Estudio Preliminar, «Jovellanos: un ilustrado en guerra», de Silverio Sánchez Corredera, Doctor en filosofía y Catedrático de dicha materia, que ha escrito miles de excelentes páginas sobre Jovellanos, pero que ha sabido, con un verdadero alarde didáctico y pedagógico, explicar en ciento y poco páginas una biografía filosófica de Jovellanos, en la que es posible seguir los hitos imprescindibles vitales de Jovellanos, pero sobre todo, Sánchez Corredera nos muestra con una claridad inédita hasta ahora en los estudios sobre Jovellanos, el itinerario intelectual de este ilustrado gijonés, español y europeo, de quien sentimos un legítimo orgullo. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 285-289 288 Nieves Fernández González Meticuloso y concienzudo, Sánchez Corredera me ruega que incluya esta nota, para corregir cuanto antes una errata: Donde dice (pág. XX): «El décimo de los once hermanos nacidos», debe decir: «El décimo de los doce hermanos nacidos vivos». Y en la nota 3 ligada a esta frase la aclaración debe ser: «Los hijos de Francisco Gregorio Jove Llanos y de Francisca Apolinaria Jove Ramírez son, según las «Memorias familiares» del propio G. M. de Jovellanos: Francisco de Paula y Petronila, que mueren ambos de corta edad. Después: Benita (1733), Juana (1734) y Catalina (1738). A continuación Juan Bautista (muere niño) y Miguel (muere cumplidos los dieciocho años). Le siguen: Alonso (1741) y, con nombre idéntico al primer hijo ya muerto, Francisco de Paula (1743). Finalmente, el décimo, Gaspar Melchor (1744), y tras él, Josefa (1745) y Gregorio (1746). Hubo además tres criaturas más que nacieron muertas: un parto, entre 1735 y 1737, y otro con dos gemelos, después de 1746. Agradezco a Agustín Guzmán Sancho el haberme recordado la fuente donde se reseñan estos datos. Aclarado queda. En este estudio, el Doctor Sánchez Corredera nos pone delante los temas jovellanistas sobre Asturias, de los que incluso hoy seguimos hablando: las comunicaciones en este nuestro rincón perpetuamente aislado, el problema de las minas de carbón, la necesidad de un gran puerto en Gijón para lograr el despegue económico de la región, el impulso a la formación profesional como vehículo de desarrollo… incluso la necesidad de legislar sobre los espectáculos públicos y el «arte» del toreo. Pero lo más interesante es la pasión (otra vez la pasión) con la que defiende su tesis de un Jovellanos proto liberal, «jovinista». Escribe: [… ] Contentados con esta apariencia «conservadora» nos habremos olvidado del Jovellanos que está al lado del anatematizado Olavide perseguido por la inquisición, simpatizante del rupturismo de Aranda, defensor caluroso de las reformas atrevidas de Campomanes y Floridablanca, comprometido intelectualmente con los novatores y crítico de la iglesia institucional de su tiempo, alineado con el movimiento jansenista, desterrado dos veces, envenenado una, y encarcelado con determinación por los guardianes del viejo orden, buscado con ahínco por la policía «progresista y revolucionaria» de Napoleón, que quería extender la revolución a toda Europa —cuando la revolución y Francia se equivalían políticamente hablando—, autor de una obra de reforma institucional y agraria que estuvo en el índice de libros prohibidos hasta la mitad del siglo XX, referente de los reformistas más atrevidos y radicales de su tiempo, amigo de la clerecía crítica, crítico con todas las injusticias de su tiempo, introductor de reformas y cambios reales como el Instituto asturiano y el resto de obras que jalonaron Gijón y Asturias que fue donde se materializaron bien sus esfuerzos, promotor siendo ministro del control gubernamental de la esclerotizada universidad de entonces, impulsor de todas las reformas económicas progresistas de Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 285-289 Jovellanos: un ilustrado en guerra 289 su tiempo, defensor del liberalismo en economía —aunque el término liberalismo no estaba todavía consagrado— contra la miopía estatista de un mercantilismo rancio, pero un liberalismo dirigido desde el estado —«liberalismo jovinista»—, defensor de la reforma de los hospicios, de la infancia y de las mujeres, de la desaparición del suplicio, del derecho a la educación de todos, de la libertad de pensamiento, de opinión y de prensa, del derecho a la soberanía del pueblo —que él llamó supremacía— y de la igualdad ante las leyes, y benemérito de la patria en boca de los doceañistas que lo situaron como primer héroe del nuevo mundo liberal y democrático. (págs. XCVIII-XCIX) No se puede hacer una síntesis ni más clara ni más brillante. Es éste uno de esos libros que al placer de la lectura añade la posibilidad de saber un poco más y ser un poco mejor después de haberlo leído. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 285-289 Publicaciones COLECCIÓN GENERAL. MONOGRAFÍAS 1. DISCURSOS de Puerto de Vega.- Gijón, Foro Jovellanos, 1996.- 32 págs. (Agotado). 2. Carantoña, Francisco.- La estancia de Jovellanos en Muros de Galicia.- Francisco Carantoña.-Gijón, Foro Jovellanos, 1997.- 56 págs. (Agotado). 3. Sagredo, Santiago.- Jovellanos y la educación en valores: (antecedentes en la reflexión y práctica de un Ilustrado).- Prólogo por Francisco Carantoña.- Gijón, Foro Jovellanos, 1998.- 139 págs. Trabajo premiado en el Concurso Nacional «Contribución de la obra de Jovellanos y del pensamiento ilustrado español a la mejora de la enseñanza en España». (Agotado). 4. Moratinos Otero, Orlando, Cueto Fernández, Vicente.- Bibliografía jovellanista.- Gijón, Foro Jovellanos, Fundación Hidrocantábrico, 1998.- 277 págs.1 CD-Rom. ISBN 84-920201-4-8. (Agotado). 5. Jovellanos, Gaspar Melchor de.- El «Diario» de los viajes.- Gijón, Foro Jovellanos, ALSA Grupo, 1998.- 238 págs., il. (Agotado). 6. Caso González, José Miguel.- Biografía de Jovellanos; adaptación y edición de María Teresa Caso.- Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, 1998.- 122 págs. (Agotado). Hay 2º edición revisada. Véase nº 18. 7. BOLETÍN Jovellanista.- (Vid. apartado Boletín Jovellanista). 8. JOVELLANOS y el siglo XXI.- Conferencias organizadas por la Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias.- Gijón, Foro Jovellanos del Principado de Asturias, 1999.- 106 págs. Contiene los textos de las conferencias pronunciadas por Francisco Álvarez-Cascos, Fernando Morán López, Agustín Guzmán Sancho, Antonio del Valle Menéndez y María Teresa Álvarez García. 9. Coronas González, Santos M.- Jovellanos, justicia, estado y constitución en la España del Antiguo Régimen.- Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, 2000.- 353 págs., 28 h. de láms. Obra galardonada con el Premio de Investigación Fundación Foro Jovellanos. ISBN 84-607-0169-7. (Agotado). Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 291-295 ISSN: 1888-7643 292 Publicaciones de la Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias 10. INFORME de la Sociedad Económica de Madrid al Real y Supremo Consejo de Castilla en el expediente de Ley Agraria / extendido por su individuo de número el Sr. D. Gaspar Melchor de Jovellanos.- Gijón, Fundación Foro Jovellanos, 2000.- 192 págs. Rep. facs. de la ed. de Palma, Imprenta de Miguel Domingo, 1814. (Agotado) 11. BOLETÍN Jovellanista. (Vid. apartado Boletín Jovellanista) 12. Guzmán Sancho, Agustín.- Biografía del insigne jovellanista Don Julio Somoza y García-Sala, correspondiente de la Academia de la Historia, Cronista de Gijón y de Asturias, escrita y anotada por Agustín Guzmán Sancho, para la Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias.- Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, Fundación Hidrocantábrico, 2001.- 427 págs. ISBN 84-607-2737-8. 13. Álvarez-Valdés y Valdés, Manuel.- Jovellanos: enigmas y certezas. Gijón, Fundación Alvargonzález y Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, 2002.- 585 págs. + 2 hh. ISBN 84-922-159-2. 14. Ruiz Alonso, José Gerardo.- Jovellanos y la Educación Física.- Estudio introductorio, selección y comentarios de ___. Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, Real Grupo de Cultura Covadonga y Fundación Ángel Varela, 2002.- 154 págs. ISBN 84-607-6207-6. (Agotado). 15.  Adaro Ruiz, Luis.- Jovellanos y la minería en Asturias.- Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, Unión Española de Explosivos, S.A., 2003.481 págs. ISBN 84-933191-0-4. 16.  Homenaje al Ateneo Jovellanos. «La muerte «civil» de Jovellanos. Mallorca, 18011808)». (Conferencia pronunciada por Teresa Caso Machicado en el castillo de Bellver (Mallorca) el día 21 de marzo de 2003).- Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, Ateneo Jovellanos, 2004.- 44 págs. 17. Cienfuegos-Jovellanos González-Coto, Francisco de Borja.- Memorias del artillero José María Cienfuegos Jovellanos. (1763-1825).- Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, Ideas en Metal, S.A., 2004.- 293 págs. il.ISBN 84-933191-1-2. 18. Caso González, José Miguel.- Biografía de Jovellanos.- Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, 2005. - 145 págs., il.- ISBN 84-933191-2-0 19. Caso González, José Miguel, Bernardo Canga y Carmen Piñán.- Jovellanos y la Naturaleza.- Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, 2006 - XXX págs., il.-ISBN 84-933191-3-9 20. Robles Muñiz, Emilio, (Pachín de Melás)… [et. al].- Minucias trascendentales en torno a Jovellanos. Homenaje al Ateneo Obrero de Gijón (1881-2006).- Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, 2006.- 198 págs. Il. ISBN 84-933191-5-5 (Agotado). 21. Rodríguez de Maribona y Dávila, Manuel Mª.- Don Gaspar de Jovellanos y Ramírez de Jove, caballero de la Orden de Alcántara: genealogía, nobleza y armas. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 291-295 Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias. Publicaciones 293 Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, 2007.- 360 págs. il.- ISBN 978-84-933191-6-8. 22. Friera Álvarez, Marta.- La Desamortización de la propiedad de la tierra en el tránsito del Antiguo Régimen al Liberalismo.- Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, Caja Rural de Asturias, 2007.- 376 págs., il. ISBN 978-84933191-7-5. BOLETÍN JOVELLANISTA 1. BOLETÍN Jovellanista.- Año I, nº 1.- Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, 1999.- 125 págs. [Publicación núm. 7]. (Agotado). 2. BOLETÍN Jovellanista.- Año II, nº 2.- Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, 2001.- 177 págs. [Publicación núm. 11] (Agotado). 3. BOLETÍN Jovellanista.- Año III, nº 3.- Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, 2002.- 242 págs. 4. BOLETÍN Jovellanista.- Año IV, nº 4.- Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, 2003.- 276 págs. 5. BOLETÍN Jovellanista.- Año V, nº 5.- Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, 2004.- 318 págs. 6. BOLETÍN Jovellanista.- Año VI, nº 6.- Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, 2005.- 487 págs. 7-8 BOLETÍN Jovellanista.- Año VII-VIII, núms. 7-8.- Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, 2008.- 378 págs. 9 BOLETÍN Jovellanista.- Año IX, nº. 9.- Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, 2009.- 246 págs. CUADERNOS DE INVESTIGACION Monografías I. II. Martínez Noval, Bernardo.- Jovellanos.- Int. de Pipo Álvarez.- Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, 2006.- XXXVIII + 123 págs., il. ISBN 84-933191-4-7. Jovellanos, Gaspar Melchor de.- Iphigenia. Tragedia escrita en Francés Por Juan Racine y Traducida al Español por Dn. Gaspar de Jove y Llanos, Alcalde de la Cuadra de la Rl. Audª de Sevilla… Para uso del Teatro de los Sitios Rs. Año de 1769. Jesús Menéndez Peláez (Coord.)…[et al.].- Gijón, Fundación Foro Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 291-295 294 Publicaciones de la Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias Jovellanos del Principado de Asturias; Cajastur, 2007.- 355 págs., il. ISBN 97884-933191-8-2. (Agotado). III. A. Bonet, Joaquín.- Jovellanos. Poema dramático.- Gijón, Fundación Foro Jovellanos; Ideas en Metal S.A., 2007.- 396 págs. ISBN 978-84-936171-0-3. IV. Coronas González, Santos M.- Jovellanos y la Universidad.- Gijón, Fundación Foro Jovellanos, Universidad de Oviedo, 2008.- 285 págs. ISBN 978-84936171-1-0. (Agotado). V. Gracia Menendez, Ángela.- Las ideas lingüísticas de Don Gaspar de Jovellanos.Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, Banco Herrero, 2008.- 321 págs. ISBN 978-84-936171-2-7 VI. Álvarez Faedo, María José.- Josefa de Jovellanos. Semblanza de una dama a los ojos de su hermano Gaspar de Jovellanos.- Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, Ideas en Metal S.A., 2008.- 227 págs. ISBN 978-84936171-3-4. VII. Vv. Aa.- Jesús Menéndez Peláez (Coord.).- José Moñino y Redondo, Conde de Floridablanca (1728-1808). Estudios en el bicentenario de su muerte.- Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, 2009.- 338 págs. ISBN 978-84-936171-4-1. VIII. Insúa, Mariela.- La mujer casada en la Nueva España de la Ilustración: la obra de José Joaquín Fernández de Lizardi.- Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias — Ideas en Metal S.A., 2009.- 282 págs. ISBN 978-84936171-6-5. Cuadernos Cuadernos de Investigación. Núm. 1 - Año 2007.- Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, 2008.- 356 págs.- ISSN: 1888-7643 Cuadernos de Investigación. Núm. 2 - Año 2008.- Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, 2009.- 235 págs.- ISSN: 1888-7643 VARIA Revista. X aniversario.- Gijón, Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, 2005.- 62 págs. il. Vv. Aa.- Luis Adaro Ruiz-Falcó. Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias; Cámara de Comercio, Industria y Navegación de Gijón, 2007.- 75 págs. il. ISBN 978-84-933191-9-9. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 291-295 Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias. Publicaciones 295 Menéndez Peláez, Jesús e Isabel Barthe García de Castro.- Colección de documentos de la Casa de los Jove Llanos en el Palacio de Mohías.- Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias y Fundación Caja Rural de Asturias, 2009.- 95 págs. ISBN: 978-84-936171-5-8. Una parte importante de las publicaciones, disponible en: www.jovellanos.org Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 291-295 Información y normas de publicacion Cuadernos de Investigación Con el fin de unificar criterios en el contenido de la revista, todos aquellos artículos que se deseen publicar en Cuadernos de Investigación deben de ajustarse, en lo posible, a las siguientes normas: 1. ORIGINALES Artículos Los originales se enviarán a la secretaría de la Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias con una extensión no superior a los 25 folios mecanografiados tamaño DIN A-4 a doble espacio, treinta y cinco líneas por página, cuerpo de texto 12, en letra redonda, en versión impresa y/o con soporte informático. A título orientativo el texto no podrá superar los 70.000 caracteres, incluidos espacios, notas y bibliografía. Los apartados y subapartados en que se dividan los artículos deberán emplear números arábigos. No se dejarán espacios entre párrafos (salvo en las citas sangradas que se mencionan en el apartado anterior) y cada párrafo empezará con una sola pulsación del tabulador, nunca con el espaciador. En los artículos no se requiere bibliografía de referencia al final del trabajo, ya que se supone que el autor realizó las referencias bibliográficas oportunas a lo largo de las citas a pie de página. Recensiones Las recensiones no deberán superar los tres folios mecanografiados a doble espacio, en hojas DIN A-4 no conteniendo más de 9.000 caracteres. Los libros recensionados Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 297-302 ISSN: 1888-7643 298 Normas de publicación en Cuadernos de Investigación deben haber sido publicados, como máximo, durante los dos años previos al número de Cuadernos de Investigación correspondiente. 2. RESUMEN/ABSTRACT Cada artículo deberá ser acompañado, además, de un resumen (abstract) no superior a veinte líneas a doble espacio en castellano e inglés (entre 150 y 200 palabras), junto con una relación de las palabras clave (keywords) que describan el contenido del trabajo de forma que ayuden a los indizadores a clasificar el artículo. 3. NOTAS A PIE DE PÁGINA Las notas a pie de página, en cuerpo de texto 9, irán numeradas correlativamente en caracteres árabes y voladas sobre el texto y nunca entre paréntesis o en superíndice entre paréntesis. Los signos de puntuación en ningún caso podrán preceder a la llamada e insertas a pie de página. Las excepciones serán los signos de interrogación y de admiración (p. Ej.: ¿en que año tuvo lugar el descubrimiento?1 y no: ¿en que año tuvo lugar el descubrimiento 1?). Se seguirá el siguiente criterio: a) Libro o monografía: Nombre y Apellido del autor si se cita por vez primera; Apellido, en adelante), título de la obra (libro, artículo, capítulo de libro), lugar de publicación, editorial o imprenta, año de edición y página/s. Ejemplo: José Miguel Caso González, La poética de Jovellanos, Madrid, Editorial Prensa Española, 1972. b) Artículo: El título del artículo irá entre comillas, seguido del título de la revista, número o volumen de la revista (en cursiva), año (entre paréntesis) y la(s) página(s). Ejemplo: Emilio Bejarano Galdino, «Rasgos de la Sociedad de Mallorca anteriores a las conmociones de 1808», Cuadernos de Investigación, n° 2, 2008. Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, (2009), pp. 51-83. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 297-302 Normas de publicación en Cuadernos de Investigación 299 c) Volumen colectivo: Si se trata de un trabajo colectivo, las siglas Vv. Aa. servirán para referirse a la autoría genérica de la obra, o a los autores como en el ejemplo anterior: título, lugar, editorial, fecha, páginas, añadiendo, en su caso, al nombre del editor/es o coordinador/es la abreviatura (ed.) o (coord.), y (eds.) o (coords.) si es más de uno. Ejemplos: Vv. Aa., Cuadernos de Investigación.- Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, Año 2008, núm. 2, 2009.- 235 pp. Jesús Menéndez Peláez, «El teatro escolar latino-castellano», Javier Huerta Calvo, (dir.). En Historia del Teatro Español. Vol. I. De la Edad Media al Siglo de Oro, Madrid, Gredos, 2003, pp. 581-608. d) Publicaciones periódicas: Para citar trabajos en publicaciones periódicas: apellido/s del autor o autores en versalita, seguido del nombre en minúscula, título del artículo entre comillas, nombre del volumen o de la revista en cursiva, número, editor, ciudad, año y páginas. Ejemplos: Íñigo Noriega, «Vigencia y necesidad de Jovellanos», El Comercio, Gijón, 27 de diciembre de 2009, p. 2. Santos M. Coronas, «Entre Minerva y Temis»: magistrados y poetas en la España de la Ilustración». En Anuario de historia del derecho español, 74, BOE., Ministerio de Justicia, Madrid, 2004, pp. 59-96. e) Textos de Internet: Ana Rueda, “Jovellanos en sus escritos íntimos: el paisaje y la emoción estética de lo sublime”. En Revista de literatura, 68 (136), pp. 489-502. Visualizado el 14-08-2010, en URL: http://revistadeliteratura.revistas.csic.es/index.php/revistadeliteratura/article/ view/17/19 Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 297-302 300 Normas de publicación en Cuadernos de Investigación f) Referencias repetidas En las sucesivas referencias a una obra ya citada deberán omitirse las expresiones Ibid., Op. Cit. o similares, consignándose en todos los casos el autor y el título abreviado. 4. CITAS LITERALES Las citas de pasajes literales de más de dos líneas que incluya el artículo se harán en párrafo aparte, con un espacio en blanco antes y otro después, sangradas, sin entrecomillar, en letra redonda y un cuerpo de letra inferior que el resto. Las citas breves incluidas dentro del texto irán siempre entrecomilladas y en letra redonda. 5. GRÁFICOS, MAPAS, CUADROS Y TABLAS Los gráficos, mapas, cuadros estadísticos, tablas y figuras incluirán una mención a las fuentes. Estarán convenientemente titulados y numerados con numeros arábigos correlativamente, y las referencias en el texto, si hubiera lugar, se harán a este número, de forma que su colocación pueda alterarse si así lo exige el ajuste tipográfico. Las imágenes deberán enviarse preferentemente en formato digital JPG y TIFF por encima de 300 píxeles por pulgada. 6. USO DE NEGRITA Y CURSIVA El uso de negrita se restringe a títulos, subtítulos o epígrafes. Sin embargo, si lo que se pretende es que el lector encuentre fácilmente un punto del texto o justamente llamar mucho la atención, la negrita puede ser adecuada, aunque su uso abusivo pude llevar a lo superfluo e incorrecto por innecesario. La cursiva dentro de texto debe de utilizarse para dar énfasis a una palabra o una frase. El principal uso de las cursivas es señalar las palabras que, sin ser nombres propios, no tienen un uso conforme al léxico español: extranjerismos, términos usados impropiamente, cita textual de una frase o texto breve. De esta norma se excluyen bibliografía y notas a pie de página, que se tratan en otro apartado. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 297-302 Normas de publicación en Cuadernos de Investigación 301 7. USO DE COMILLAS Y OTROS SIGNOS Se emplearán exclusivamente las comillas españolas o angulares, y sólo en el interior de un periodo ya entrecomillado se usarán las comillas dobles o inglesas y dentro de éstas las simples. Ejemplo: «Dijo: “eso no lo escribió ‘Jovino’ en ningún sitio”». No se usarán las comillas rectas o sajonas (“) en ningún caso. Irán entrecomillados los títulos de artículos (tanto de revistas científicas como de prensa periódica), conferencias, capítulos de libros o de misceláneas; los textos, periodos, frases y palabras tomados de otros autores; los términos o frases con sentido familiar y figurado. Los guiones (-) son signos ortográficos que sirven para unir dos partes de un término compuesto (p. Ej.: bio-bibliografía) o para indicar la división de una palabra que no cabe en un renglón y se continúa en el siguiente. Por tanto, no les corresponde la función de indicar periodos, oraciones, aclaraciones o incisos, cuyo signo ortográfico son los paréntesis () o, al menudo, las comas. En el caso de incisos dentro de paréntesis se usará el signo menos que es un guión más largo (¾). En Word no debe fragmentarse manualmente ninguna palabra al finalizar la línea. La omisión de frases o párrafos en fuentes se señalará con puntos suspensivos entre corchetes: «Sabia máxima fue siempre [...] la de comenzar por el principio». Recuérdese que las mayúsculas y versalitas también se acentúan. Los siglos, paginación en numeración romana, ordinales de monarcas, títulos de nobleza, tomos, volúmenes se teclearán en versalita o mayúsculas 8. ALGUNOS TÉRMINOS LATINOS Y ABREVIATURAS DE USO FRECUENTE Se teclean en cursiva, respetando la acentuación ortográfica propia del castellano: infra, vid, ídem (íd.) ibídem (ibíd.), cfr., pássim, ápud o apud (según DRAE), op. Cit., v. Gr., e. gr., loc. Cit., sic, supra, etc. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 297-302 302 Normas de publicación en Cuadernos de Investigación cfr. (siempre con minúscula, aunque sea a comienzo de párrafo o nota), significa confer = consultar. Se puede referir a un autor, a una obra, a un artículo, y se utiliza cuando no hay una cita expresa en el texto, sino una referencia o una llamada de atención. Ibíd o Ibídem = En el mismo lugar (es decir, en la misma obra y la misma página); si es la misma obra pero distinta página debe escribirse op. cit. (o art. cit.) seguido del número de página/as. Ídem, pronombre latino que significa «el mismo» o «lo mismo». En las citas, ápud significa «en la obra del tal autor», «en el libro de» o «extraído de». Pássim, adverbio latino que significa «por todas partes»; si emplea cuando se desea significar que una idea está expresada en varios lugares o a lo largo de toda la obra referenciada. Sic, «es así en el original», en el caso de erratas, faltas de ortografía o disparates diversos. Ver: es semejante o equivalente a cfr. Aunque es quizá una llamada más P./pp. = Página / páginas. 9. CORRECCIÓN DE PRUEBAS Los autores que dispongan de dirección electrónica recibirán una sola prueba de imprenta para su corrección. 10. DERECHOS DE EDICIÓN Los derechos de la edición corresponden a la FFJPA, y es necesario su permiso para su reproducción parcial o total. La publicación de los trabajos no da lugar a la percepción de haberes. El Consejo de Redacción será respetuoso con la libertad intelectual de los autores pero no compartirá necesariamente las opiniones expresadas por los mismos. La FFJPA acusará recibo por e-mail de los originales que le lleguen cumpliendo con las normas internacionales. Cuadernos de Investigación, 3, 2009, 297-302 Este tercer número de Cuadernos de Investigación se terminó de imprimir en Gráficas Apel, de Gijón, el día 24 de septiembre de 2010, coincidiendo con el 200 aniversario del comienzo en la isla de León de las sesiones de las Cortes Extraordinarias Constituyentes, para las que Don Gaspar Melchor de Jovellanos había sido elegido representante el 1 de septiembre de 1808 por la Junta General del Principado de Asturias.