1 - Dirección General De Bibliotecas

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• ~lM'fH~V@ ~ y • IW{LC TORE. S: Acv,sT IN · LOERA;Y·CH AvtZ. . M'©)ID>lt~[f'U©,S) . - • • y.- -JVL10 'TORRI .,-- - ' TOMO I. NÚM. Angel de Campo «MICRaS» o «TICK-TACK» MEXICO . Agosto 15 de 1916. «IMPRENTA VICTORIA" 4A . VICTORIA , 112 . 1. • • • , MICROS • SENSACIONES INTIMAS. A noticia. no me sorprendió; me alcanzó. Yo huía de ella en un rdpido nocturno que devoraba tierra. Sentado junto a la ventanilla del tren miraba paisajes burrados a corta distancia por una bruma azul tramada de repentinas y fulgurantes redes blancas. La luna poetizaba con el misterio en el fondo del horizonte . .EI tren rodaba, rompiendo el silencio de la noche, con su ruido, rítmico e hipnotizador, de fierro viejo. La angustiada sofocación de la máquina me iba produciendo una dolerosa turbación. Porque, dentro de mí, los fantasmas de la luna, el rumor acompasado del rodaje y el estertor de la caldera, mezclábanse hasta fundirse en una sensación de horror y de miedo, semejantes a. la del niño que oye, en las veladas de la abuela, un cuento de aparecidos. Ni mis ideas ni mis impresiones eran definidas y clara,s; .pero, sin embargo r me daba cuenta: de que una vaga obsesión me punzaba, cruelmente, el cerebro. ' Era como una espina que llevase clavada en la cabeza. Se morirá, se morirá, se morirá repetía, como una fúnebre muletilla, mi voz interior. . Cerca de mí, en la estrecha banca del .wagón, mi. amigo Rafael, callaba como yo, hundido en un sopor nervioso y disgustante. Y en su ensimismamiento, en su mirada, en- MICRÓS 4- • • la inquietud febril con que sus manos llevaban a la boca el cigarrillo, pude sorpreNder la semejanza entre su malestar y el mío. Ibamos atados, con hilos de penosa meditaci6n, a un mismo pensamiento. El forzado callar nuestro, era un subterfugio' del dolor para no difundirse y agrandarse en confidencias excitantes. Un tácito deseo de huir de la idl?a fatal nos ponía una mordaza de prudencia. El carro en que íbamos, estaba solo y obscuro: tenía la forma de un largo ataúd; crujía medrosamente. Las dos lámparas de petróleo que lo alumbraban, con luz amarilla y débil, hu· meaban, empotradas en el techo corvo y bajo, como una tapa de féretro. I ¡Huir! ¿Para qué? Desde hace muchos días me siento enfermo y tristón. Mi neurastenia, exacerbada baso ta el período agudo, me impide continuar la ruda tarea emprendida desde tantos años atrás. La anemia principia a inutilizarme. Me siento cansado y pesimista. Mis ami· gos lo comprenden y Rafael me arranca unas horas, unas cien horas, al trabajo cotidiano. Y. temeroso, como yo, del choque, del golpe que tem~mos y esperamos, me invita a ocultarnos, mientras pasa la racha, en un rincón de ver· dura tropical. Acepto, y nos fugamos. N o es egoís~mo el nuestro, ni tampoco miedo. Es más bien pudor sen timen· tal: deseo de sufrir en paz, olvidados de las gentes, y de hallar en la serenidad de la naturaleza, un poco de fuerza\ un poco de consuelo y otro poco de fe, para proseguir el camino en el corto trecho que nos separa del secreto del más allá. En la estrategia de la vida, no es ésta la fuga de una derrota; es una breve y falsa retirada para engañar al enemigo. Un momento de reposo, y vol veremos a la carga. ' Por de pronto, el enemi.go, . s.ospechando nuestros planes, ' nos dió alcance. El enemigo era un telegrama, la· cónico y elocue.ntísimo. Cuando lo 'r ecibí no tuve necesi· dad de leerlo: lo adiviné: ACABA DE MORIR MICROS. !Claro! Eso decía. • 5 CULTURA Nos separamos de él días después ,d e que él se pabía separado de nosotros y de todo. La fiebre del tifo lo alejó de la realidad muy pronto: el delirio lo hizo violentamente suyo. . Recibí el telegrama al bajar del tren, en la estación; lo leí con los ojos de la doble vista que nos da el presentimiento en los trances supremos, y me lo guardé en el bolsillo. No quise avisara mi amigo. Adrede y furtivamente lo escamotée con la habilidad de un prestidigitador. En vano, la curiosidad de Rafael fué también adivinadora. Nada me dijo; pero yo sentí que él como yo, sin abrirlo, había leído el mensaje. • • • •• •• •• • • • • ••• ••• •• •• • • •• •• •• •• ••• • • • • • •• • • • • • • • • • • • • • • • • • En la desnuda y desmantelada estancia que me sirve de recámara, sigo, con la fantasía, las peripecias de mi punzadora obsesión. Tendido estoy en el camastro rústico, tengo clavados los ojos del cuerpo en la tiniebla y los del alma en el recuerdo. Hace un instante cerré el libro que no logré leer, a pesar de mis esfuerzos; maté de un soplo la llama de la vela lacrimosa, y seguí despierto, más despierto que nunca en la obscurid-ad. Desde afuera, la soledad del campo me acompaña. Es un grande y único silencio, compuesto de muchos y pequeños rumores. Son las mil y una vocecitas secretas de la sombra. Cantan, charlan, lloran, ríen, gritan con palabras de leyenda becqueriana. Se prestan a decir, a expresar lo que escudriña y halla, en la sima de su insomnio, la medit·ación. Unos perros aullan y ladran intermitentemente, a distancia. , y así, poco a poco, la balada del viento, como en el cuentecillo de Andersen, (1) me narró la historia, mi propia historia, la historia de los míos ...... , ........ . No éramos muchos ........ ¿Más de quince? ¿Menos de veinte? Por ahí. Pepe Bustillos, Fernán Grana, Enri• Hans Christian Andersen [1805-1875] poeta y novelista dinama.rqués. autor de belUsimos cuentos que próximamente publicaremos.-(Toda.s las notas han sido puestas por los directores.) (1) 6 MICRÓS • que- Santibáñez, Antonio de la Peña y Reyes, Ezequiel Cbávez, Pepe Rivera, Alberto Micbel, Luis González Obre· g6n; Balbino Dávalos, Torres Quintero, y luego Carlos L6pez. . . . . . .. y las figuras y los nombres de estos imber· bes, juegan suertes de baraja en mi memoria. Ahí está MICROS ~ Cuerpecito endeble, raquítico, minúsculo; ca· beza proporcionada al C'lerpo; rostro fino, de frente amplia y nítida, nariz delgada y aguda, Qoca de labios angostos y semi abiertos de continuo, por una sonrisa de leve ironía. y esa ironía, más sutil, más leve, chispeante y casi agresi· va, relucía en los ojos vivaces, -luminosos; de un negro bruñido, con inesperadas fulguraciones de acero; ojos de malicios-a inteligencia, siempre en acecho, reveladores de una incesante actividad mental. Los caricaturistas que suelen encontrar relaciones fison6micas y cognaciones de gesticulaci6n entre hombres y animales, representan a MI· CROS en forma de ratón. Alargándole la nariz, contra· yéndole la boca, retocando extravagantemente las líneas de la cara, verificaban la ridícula metamorfosis. Un ha· llaz,g''), unatrouvo,ille. Sí, viveza de ratón mostraba MI· CROS en sus ademanes, minuciosos y rápidos, en sus ges· tos movibles, y sobre todo, en sus miradas indagadoras y brillantes. Todos estos mozal vetes se agrupaban al derredor del maestro Altamirano. Este hombre sabio y generoso los empollaba, les ensayaba los primeros vuelos; se entre· tenía en abrir las alas de estos pajarillos implumes qué co· menzaban a dar los primeros píos literarios. El MAESTRO era experto, y había lanzado ya fuera del nido a dos generaciones de aves literarias. y en MICROS vi6 Altamirano un extraordinario caso de poeta observador, de analista imaginativo. He aquí . exclam6 en público un elemento de selección para la obra magna de la literatura nacional. El maestro no se equi voc6. MICROS fué uno de sus predilectos: lo educ6, lo mim6, lo estimuló, lo lanz6. CULTURA ) 7 ¡Po,b re MICROSlTOI Bueno como el pan, 'afable co. mo un cura de aldea, risl,leño como un colegial alegre, lo miro atravesar por mi vida, derramando salud espiritual, ingenio y gracia. En las sesiones del LICEO, en la casa de las Peña, (resonante de ecos gloriosos de poesía y de ayes de trágicos dolores); en la calle, en la redacción de «El Nacional», vuelvo a mirarle chiquitín, dulce, epigramático y candoroso. Era un niño zumbón. Gustaba de travesear con los chistes. La burla sana, espiritual, ingenua, la burla, que no traspasaba la epidermis, la burla, quebradizo dardo de cristal que al menor obstáculo se rompe, esa era su manía. La tomaba como una gimnasia del entendimiento. y hacía prodigiosos juegos malavares con vocablos de doble sentido, retrúecanos, quid-proquos y sutilezas. Tenía el don del conversador. Era impagable en un corro de camaradas, en un ruedo de señoritas, en un palique de sobremesa. Sabía aderezar con nimiedades y pormenores de miniaturista un chascarrillo y una anécdota corrientes. y este dicharachero regocijado, era, a la vez, lin • muchacho serio, formal, ilustrado, lector perpetuo, estudiante infatigable, huroneador de libros. viejos y nue vos, y asiduo concurrente a bibliotecas y librelÍas. La burlomanía tenía su reverso en la bibliomanía. (1) ¡Pobre MICROSITO! Su existencia es un modelo de orden; una existencia clara, limpia, de hombre honrado que sabe tener en calma el espíritu, porque sabe también tene!' la ahnegación del deber. Su aspiración era el método. No cometió jamás locuras ni calaveradas como nosotros. El siguió por la senda recta de una admirable burguesía. Las tempestades de su corazón se estrellaron en los diques de su carácter. Le veo salir • • (1) Pasión por los libros. 8 MICkÓS , como hace doce años de la puerta de Palacio. Va con Federico Gamboa, con Antonio de la Peña y conmigo. Habla con nosotros en un exaltado desorden, casi siempre de lo mismo: de arte, de literatura, de música, de un cuadro, de una página recién leída, de un artículo. Nos . deja en el umbral de la Cervecería donde Gamboa, Pe:ñita y yo refrescamos, con un bock espumoso, nuestros fastidios de empleados inferiores que se han pasado siete horas del día sobre los empolvados pupitres de una oficina, y se va ........ ¿A dónde va MICROS'l A donde siempre, a casa, a cuidar de sus hermacos porque, desde que quedó huérfana la familia, él es el padre; a estudiar, a escribir, a pasar la velada frente a la lumbre del cariño fraternal. Le veo en nuestras fiestas juveniles, pulcro, juicioso, correcto. Todo su entusiasmo se prodigaba en locuacidad. Era un magnífico improvisador. Su oratori¡¡. era frágil pero deliciosa como una chuchería. Si él tomaba la palabra era para decir cosas profundas envueltas en elegantes gracejos. Sus salidas eran 'c omo los golpes de las comedias de magia: oportunas e inesperadas. Subrayaba con las entonaciones e~quisitas de su vQz timbrada en el alto registro, esos impromptus (1) de raro y pintoresco humorismo. Le veo en el taller de Chucho Contreras o en el salón de Jes.ús , Valenzuela, clavando su picuda nariz en algún curioso bibelot, o en la casa de Raúl Mille, arrastrando los cristales de sus anteojos de miope por la.s portadas de los tomos flamantes, o en ]a redacción de «El Nacionab hojeando la prensa extranjera, o en los corredores de la Escuela Preparatoria, revisando, con paciencia de sacerdote, el ejercicio de un alumno de Lengua N acional. Por todas partes le veo ocupado, laborioso, infatigable, risueño y feliz . • • • (1' Destellos. improvisaciones. CULTURA 9 • ¡Pobre Microsito! El creyó como Dado que «la virtud está en ser sereno y fuerte::.. Nuncatuvo un desfallecimiento; nunca salió de sus labios una palabra. de amargura o despecho en contra de sus malquerientes o · envidiosos. Su· protesta se deshacía en sátiras infantiles. Su rencor, si lo tuvo, estallaba en Hores de ingenio . . El sí que conoció a los envidiosos, pero no la envidia; él si que inclinó siempre su juicio del lado de la cletnencia, cuando no pudo elevarlo hasta la altura de la alabanza y d~l encomio. · • Imposible me será aqui hacer una crítica de la obra literaria de MICROS. Necesitaría. ya. no reeordar sino releer. Creo que Angel de Campo es el primer escritor festivo de nuestros tiempos. La espontanei• dad de su verba intencionada, las fórmulas originales de que se valió para reproducir la vida, la potencia plástica de sus descripciones que eran evocadoras y sugestivas como la fascinación de un faki?', son únicas en nuestra literatura. MICROS poseía una facultadad reteilti va verda,deramente estupenda. Lo que él veía quedaba para siempre grabado en su cerebro como en una placa fotográfica. y toda la vida, esta vida en que él se agit6,todo este medio por el que paseó sus observaciones, los había visto, los había sentido, los había vivido con extraordinaria intensidad. Por eso su vena era fácil y caudalosa: como que la enriquecía desde lo alto un inagotable tor:rente de impresiones. Pero MICROS retocaba sus negativas con mano de artista. Con elementos reales componía él cuadros imaginativos. Porque en su cabeza se ad~naban, se mezclaban y confundían la observación y la fantasía, el analizador y el poeta. No era una reproducción siempre y sin objeto la:su- 10 MICRÓS ya: con frecuencia era, por el contrario, intencionada y simbólica. Dentro de su ligereza epigramática y zumbona había un fustigador de vicios e injusticias sociales. y aquí, en el moralista, ' aparece un aspecto peculiar de MICROS, quizás el más distintivo, el más caracterÍstico, el de la ternura, el de la piedad, el de la misericordia. Notadlo: notad que, en proporciones iguales, Angel de Campo llevaba en el alma la burla y el sentimentalismo. Y si -se me apurara, afirmaría, que en ,él predominaba el sentimental. MICROS era un romántico suave, casi femenino, un idealista delicado, un soñador virginal. En sus impresiones de adolescente, en sus primeras aventuras amorosas, narradas con sedeña sinceridad, en sus fábulas hechas con encantadora gracia, en , sus apólogos en que suele animar, con honda penetración psicológica, las cosas inanimadas, se revela MICROS un poeta amable y tierno, y, como al descuido, como al desgaire, de cuando en cuando, prende entre los arabescos de oro de las risas, el diamante de una lágrima. Piadoso, sí, para todos los que sufren, los que lloran, los que están tristes; piadoso para todos los señalados en las bienaventuranzas; los hambrientos, los desnudos, los perseguidos. En los tres libros de MICROS hay derramada una infinita caridad para los débiles. En el último, en «Cartones», se acentúa y prolonga esa nota iniciada en «Ocios y apuntes» y vibrante en «Cosas vistas». (1) Has• ta a los animales sacrificados por la crueldad humana se extiende esa conmiseración. Un caballo de picador destripado en la plaza de toros; la agonía de un can mÍsero, en mitad del arroyo; la fatiga de una mula vieja, , , , Los tres (lOicos libros que public6: breves pero valiosos, Su obra 'está dispersa eo)os peri6dicos y revistas ,de su tiempo. (1) CULTURA tI qncida al carro rechinante, le sugieren conmovedoras historietas, dulces como una caricia. . La vida popular no. tenía secretos para este COS, TUMBRISTA. Las casas, las calles, los barrios, las gentes revivían bajo su pluma. Es en estas obras un ad· mirable pintor de género. No ve en grande, pero ve en detalle y ve límpidamente. Su dibujoes asombroso; su color brillante y enérgico. Tiene las cualidades de un Meissonier. Su mirada de curioso es microscópica . ¡Lo que él sabe encontrar, y nadie percibe en las cosas más insignificantes: en un muro desconchado, en un árbol viejo, en una pluma que juguetea en los aü'es, en una cáscara que rueda por el suelo! y es asimismo, un psicólogo; contempla el reino interior tanto como el mundo exterior. Allí también es delicado su análisis. Almas de niños y almas de mujeres son su predilección. Gusta de hacer introspecciones de enamorados. Su verismo y su natu?'alisrno siguen en las descripciones espirituales: complicándose de bondadosa indulgencia. . i Y qué estilo tan flexible el suyo, de ornamentaciones claras, de símiles sugerentes, de imágines frescas y vivas, de giros gallardos que caracolean en los períodos como briosos corceles hábilmente movidos! En la copia de diálogos, MICROS no tiene rival entre nos-O otros. Sus modismos, sus interrupciones, sus reticencias, • sus malicias, conservan una fidelidad pasmosa. Ha recogido como un fonógrafo las conversaciones de su país, y no s610 la manera de hablar, sino la manera de sentir y de pensar del ranchero, del indio, de nuestra clase media de nuestro pueblo bajo. Día llegará, en un futuro no remoto, en que se con", suIte a MICROS para saber c6mo se existía en esta buena México, y hasta dónde habíamos llegado en hábitos, en pensamiento y en léxico: de igual modo que hoy se consulta a Fernández de Lizat'di, y se lee a Guillermo • MICRÓS 12 , , 7 f ' - Prieto para reconocernos en las chocheoes de nuestros ancestrales. (1) Nuestra personalidad entera., lo que conservamos de ca.racterístico y peculiar, está en MICROS: en sus cuentos, en sus novelas, en sus artículos, en sus «Semanas alegres.~ Es preciso coleccionar esa fecunda labor del gran humorista. Yo la conozco, la ví hacer; es labor violenta, ejecutada en la mesa de las redacciones; labor de periodista, en su mayor parte. Sin embargo, es digna, como pocas, de figurar y perdurar en el libro. y .... Me detengo. Oculta en el cercano ma.torral, con temeridad. con monotonía una paloma, zurea .... LUIS G. URBINA. , {l) Antep&ndoll. · 5 7 EL CHATO BARRIOS - - sal6n de nuestra escuela estaba lnconocible, salón de escuela de barrio que, gracias a • muebles alquilados, había perdido su aspecto lamentable de otras veces. El heno y las ramas de ciprés, colocadas profusamente a lo largo de las manchadas paredes; banderas tricolores de papel y águilas empleadas para fiestas cívicas, servían de altar a grandes retratos de Hidalgo, Juárez y otros héroes, amén del Corazón de Jesús iluminado, inmediatamente arriba de una esfera terrestre cubierta de crespón. Barrido el piso de ladrillos y en vez de ban.cas, triple hilera de sillas austriacas que, arrancando de la mesa, cubierta por un tápalo chino, terminaba junto a la puerta de la Dirección. Era el día de premios, ese gran día para la infancia de aquellos rumbos, luminoso día para los padres de familia y de constante preocupación para el Sr. Quiroz (q. e. p. d.) Y su ayudante, el paupérrimo cuanto simpático Borbolla. CULTURA , . _-- ." _ . ' . . Recuerdo que dos días duraba la compostura del salón, en la cual tomaban parte activa unos ve· cinos, la criada y aquellos alumnos que se distin· guían por su juicio y mayor edad. Las economías del afio se empleaban en comprar libros baratos y en imprimir los diplomas cuya ide: -una matrona rodeada de chicuelos que cargaban escolares atributos pertenecía a Borbolla. Libros y diplomas, atados con listones de color, se hacinaban en la mesa, a los lados de un tintero de porcelana; dos, candelabros con velas jamás encen· didas y amarillentas ya, y un par de bustos de yeso, representando a Minerva el uno y a Minerva tamo bién el otro. Se alquilaba un piano y en él lucia sus anuales adelantos la Srita. Pe red o, tanto en e) piano como en el canto. Era el factótum, y desempefiaba todo lo concerniente a la parte musJ,cal, inclusive el acompanamiento de las fant;lsfas que sobre viejas óperas ejecutaba un antiguo tocador de flauta, Bibiano Ar· menta. Hénos aquí desde las siete de la. mafiana, muy lavados, con traje nuevo los unos, cepillado y remendado los otros, sin adormo alguno los más. Pobres nUlos de barrio, hijos de porteros, artesanos y gente arrancada, que no podían hacer más gasto que el de medio real: cuartilla para pomada y cuartilla para betún. ¿Pero el traje, qué importaba? Todos eramos felices, y sin parpadear, colgándonos los pies, nos sentábamos en las altas bancas, con los \ , , • EL CHATO BARRIOS brazos cruzados, contemplando un sillón, miembro de no sé qué ajuar de reps verde, en el que debía de tomar asiento, frente a la mesa, un eclesiástico, me parece que canónigo o cura de la parroquia, -que siem pre presidía el acto y era el gran personaje. Llegá ban las familias sin que nadie se moviese: sefioras de enaguas ruidosas y rebozo nuevo, papás de fieltro o soIIi brero ancho con ruidosos zapatos y que cruzaban sobre la barriga las manos o se acariciaban las rodillas; nitías de profusos rizos y vestiditos de lana ... , Las personas distinguidas eran invitadas por el Sr. Quiroz para tomar asiento en la primera fila, en la que, .vestida de blanco, con zapatos bajos, listOI'les tricolores y pelo espolvoreado con partículas de oro o hilos de escarcha. estaba. ya la Srita Peredo, -muy tiesa y empUllando el enorme rollo de piezas de música. Sordo y elocuente murmullo se levantaba del salón, cuando se presentaba en escena la familia de Isidorito Cafias; el Sl'. Quiroz bajaba las esca.leras, Borbolla se apoderaba de una de las nil1as, los hom bres se ponían en pie y las mujeres miraban con respeto casi, a la familia que vestía de seda, usaba costosos sombreros, claros guantes y deslumbantes abanicos. Isidorito separábase de la familia para ocu~ar su puesto en la banca, y todos 10mirá19amos de hito en hito; cada afio estrenaba traje y cada allo se ~a­ caba el premio y cada allo se lo disputaba ¡oh coincidencia! el chato Barrios, hijo del carbonero de la • • • 16 CULTURA 2 ! E! esquina, el más feo y desarrapado alumno de laes' , cuela. En nuestros corazones de rapazuelos de cinco ailos, influía la elegancia en sumo grado, y veíamos' a Isidorito, no como a un simple condiscípulo, sino como a un sér colocado en más alta esfera. Su traje nuevo, su cuello enorme y blanquísimo, la corbata de seda, el cinturón de charol brillante con hebilla de metal, las medias restiradas a rayas azules, las botitas hasta media pierna, el pelo rizado ad hoc y - los diminutos guantes, hacían de él un héroe de la fiesta. . .. Con razón parecíamos los demás un atajo de indios, mal vestidos, .mal peinados y con una ac- titud de gentes sin educación. El seilor Quiroz le hacía un carino y daba conversación a la familia en actitud de hom bre juicioso, cruzando los dedos, dando vueltas al pulgar, semiinclinado.Y con leve sonrisa que entreabría sus labios. Borbolla, incomodado por elestrechojaquety , la corbata refractaria a guardar el sitio conveniente, abría el piano, sacudía las teclas, y al sonar un mi bemol por casualidad, reinaba el silencio; veía el eclesiástico el reloj y tín, sonaba el timbre, oíase ruido de sillas y bancas, cruzábamos los brazos al sentir la severa mirada de Borbolla, que co'n el mayor disimulo apretaba los labios, y con los ojos parecía decirnos: compostura, seilores. Poníase en pie el seilor Quiroz y leía la memoria que terminaba siempre con estas frases: c:Réstame s610, respetable p'\Íblico, daros las graciaspor:l~ • • EL CHATO BARRIOS ! 17 2 • ~~sistencia a esta solemnidad, y en particular a aquellas personas (la niíla Peredo y el flautista Armenta) que han contribuido con sus altas dotes a la solemnidad del acto. He dicho.::' Mirábamos a Borbolla para ver si era tiempo de aplaudir, y aplaudíamos con rabia lanzando un ¡viva! al senor Quiroz, que respondíamos nosotros • mIsmos. . Stella confidente, leía el eclesiástico en un papel pequeno, y la nina. Peredo, con voz trémula que parecía arrancada por nervioso dolor, gorgoreaba la fantasía. Tornábamos a ver a Borbolla y aplaudíamos lanzando el ¡viva la senoritaPeredo! que se nos habían enseílado. «Fábula en francés por el nino Isidoro Cafl.as::. -Nuestro director palidecía, Borbolla dejaba que se pronunciara la corbata y la familia de Isidorito se conmovía; avanzaba el muchachillo, miraba a todos lados, sacudía la cabeza poniéndose en el pecho el rollo de papel atado con un listón y gritaba: Maitre corb6 sur un abre perché. . .. tenet á son bec, in fromage. Cada palabra acompanábala con un ademán especial: parecía arrancarse un bot6n del saco, dándose antes un golpe de pecho, y al concluir sonaban nutridos aplausos; abría la boca el eclesiástico, respiraba el senor Quiroz, sonreía Borbolla, se refugiaba Isidorito en las faldas de su madre y gritábamos: ¡Viva el nit1.o • C~nas! 18 CULTURA , . Desde ese momento Isidoi:'ito era el héroe y lo besaban las señoras cuando, tropezando, podía apenas cargar los grandes libros que había merecido como premio .... y envidiábamos a Isidorito. 1J1ención honorífica, leía Borbolla con voz clara, al alumno Rito Barrios, y oíase en las bancas estudiantiles un rumor: «ándale, chato, chato Barrios, a tí te toca»; pero el muchacho no se atrevía a pararse y había necesidad de que Quiroz, con voz amable, le dijera: -Señor Barrios, acérquese usted .... y un muchacho descalzo, de blusa hecha girones, mordiéndose un dedo, arrastrando el sombrero de petate y viendo a todos lados con ca;ra de imbécil, cruzaba el salón: las gentes lo miraban con lástima, 'los nifios con desprecio, y unos ojos empapados en lágrimas 10 seguían, los de una mujer que ocupaba la última fila, perdida en la multitud: su madre; y el cbato Barrios, aqu.~l modelo, en el último grado del desconcierto, olvidando público y lugar, pegaba la carrera de la mesaa sil asiento. Me acuerdo que sentía no sé qué dolor, no sé qué tristeza al mirar a Barrios; inexplicable amargura de cosas aun no comprendidas, cuando paseaba mi observación de nifio, ya de Isidorito al Chato y viceversa. Isidorito que vestía bien; Isidorito, que decía una tontería y no le pe· gaban; Isidorito, que estudiaba menos; Isidorito, o EL CHATO BARRIOS . • 'q ue usaba reloj, y el Chato, que llegaba al colegio antes que otro; el Chato, que aprendía la lección en .un segundo; el Chato que vivía en una carbonería; el Chato, que iba al colegio de balde: el Chato : ... que era muy infeliz. - • • .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. • • .. .. • .. .. .. .. .. • .. .. .. lO .. .. .. .. • .. • .. He visto, después de muchos años, aquellos diplomas: el de Isidorlto 's e ostenta sobre el bufete de un abogado, su padre, encerrado en un mar- _ co desdorado, como si acusara una ironía del ayer comparado con el hoy, denunciando el favoritismo de otra época y la imbecilidad actual, que es la cualidad notable de mi antiguo compafiero de escuela. Alguien me dijo, no lo sé, que lo~ premios del Chato iban al Empeño; y ese ChatO .e s un muchacho de traje hecho girones, que estudia en libros prestados, vive en un suburbio, jamás falta a clase y parece prometer.... Cuando tal ,me dicen, pienso en el pasado, porque no ignoro cuál es la vida del que no posee más que un libro y un 'mendrugo; lucha por elevarse del cieno en que vive, perseguido por esa amargura que se encarna en todos los enemigos de)a pobreza; pe· ro me consuela saber que de ese barro amasado con lágrimas, de esa lucha con el hambre, de esa humillación continua, de esa plebe infeliz y pisoteada surgen las testas coronadas de los sabios que, os lo juro, valen más que esos muílecos de porcelana, esos juguetes de tocador, que en la comedia hu mana se llaman Isidorito Caílas. •• . . EL PINTO s ?· era una perrita poblana, gordita, muy lavada, muy blanca, con su listón azul al cuello, siempre dormitando en las faldas de Dona Felicia, su ama, que era duena de un estanquilloy había concentrado en ella todo su amor de vieja solterona. Cuidaba del buen nombre del animal como las madres cuidan de la inocencia de sus hijos, y casi murió de dolor cuando supo la terrible noticia. Chilindrina, la doncella sin mancha, había tenido amores con el Capitán, escuintle horroroso de un zapatero vecino: frutos de estos amores fueron la Diana, el Turco y el Pinto, en • qUIen vaya ocuparme. Era un perro de pueblo, enteramente flaco, de orejas derechas y agudas, ojo vivaz, hocico puntiagudo, grandes pelos lacios y cerdosos, patas delgadas y cola pendiente; era de esa clase de perros de raza indígena, que tienen semejanza con los lobos, de un color amarillo sucio manchado de negro, lo que le había valido su nombre de Pinto. HILINDRINA o CULTURA 7 ' 7 Su historia puede encerrarse en estos capítulos: el hogar, el cuartel, la calle, la vagancia. Muy pocos días duró bajo el brasero en el cajón de vino, lleno de trapos manchados de petróleo que le sirvió de cuna. Aun no abría bien los ojos, que tenían esa opacidad azulosa. de los recién nacidos, aun su paso era débil, cuando lo re· galaron a la. primera que lo pidió, y fué Dona Petra, portera del 6 de Mesones, seilora fea, que no teniendo quien la amara, amaba a los animales. Un gato se le había desertado, y para mitigar la a.usencia ibaa substituirlo con un consentido más fiel, el Pinto. Con calma maternal daba las migas de pan en leche al tierno nino, lo acostaba en un rincón envuelto en·trozos de alfombra, lo arrullaba en el regazo y en horas de quehacer lo expo. nía al sol tibio de la manana; ahí reposaba el Pin, to cazando moscas al vuelo, dando paseos cortos, oliendo las junturas del embaldosado y acostán· dose de nuevo, previas las vueltas de ordenanza. Creció, y comía entonces las sobras que daba a su ama una familia de la vivienda principal. Su v.ida era sedentaria; se reducía a vegetar y nosalía del zaguán de la casa, porque sentía. un temor invencible· por los transeuntes, los coches y los perros más grandes que él. Cuando la ama salía, 10 dejaba encerrado, y más de una vez se oyeron tras la puerta aullidos lastimeros a 109 que respondían frases coléricas de los vecinos nervio-sos. . • EL PINTO 22 . ' . Viví~n arrjpa d013 niflos que al irse al colegio . .-. . le arrojaban un pedazo de pan, y al volver Je ha· cían un carip..o diciéndole con voz muy dulce: Pino Úto, toma, y tronánd'ole los .dedos Jo llainaban en . éHrección de la escalera. Ellos hubiera seguidQ, . . pero te i~spiraba serios temores aquella ascen· sión peligrosa, y, sobre todo, la opinión de su ama. Un día se decidió 3¡ su bir; los Angulo le colmaron de carifios, lQ hicieron corretear por eLco· rredor, ensefiándole y escondiéndole un Wa;ñ.u~lo . ' . que desgarraba a mordiscos y les hada exclamar con infinito placer: ¡Sabe jugar al toro~ Ya eran amigos: ya el pobre Pinto seguía a la criada hasta el colegio, y con disimulo señalaba su huelJa en todas las esquinas par a reconocer el camino . Aparecían los Angulito y corría con esa vlvaddad infantil propia de una gran emoción. Todo lo sufría el buen amigo: que lo ensillaran, lo vistieran de mufieco, lo hicieran tirar de un carrito de palo lleno de ladrillos, lo forzaran a saltar por el mango de una escoba, o hacer de toro y hasta de verdugo, cuando alguna' rata infeli·z _ salía, de un agujero por sus negras desdichas. Sin embargo ¡qué de temores en aquellas visitas! ¡Qué odio debía tenerle aquella sefiora descolorida que lo veía con ojos tan malos y lo hacía despejar el corredor! Una ocasión los ninos no lo llamaron como otras veces y él subió. La criada lo esperaba tras de la puerta y lo llamaba, ¡cosa rara! con voz dul. .' o . • _ . . . ~ • . . . . . . o . . . . _ . • • • • - CÚLTURA ce. Acudió, y entonces lo suspendió por el aire tomándolo por el pescuezo; '10 llevó a un rincón del corredor, le restregó el hocico contra un ladrillo sucio y le pegó de escobazos. En vano aulló, en vano decía con los ojos ¡yo no he sido! La fuerte mocetona le pegó duro, y los .niños lo veían con inmensa compasión tras los vidrios ..... . ¡Pobre Pinto! su ama lo abandonó. Días enteros se pasó en las calles oliendo todos los rincones y en busca:de ella. Aulló a la puerta de la antigua. portería hasta que una vecina se compadeció de él; era mujer de cascos lígeros que tenía amores con un albañil. Hacían tres viajes diarios hasta la Alameda para que comiera en una banca el señor aquel lleno de cal. Gravemente sentado esperaba que le echaran su piltrafa de carne: como perro bien ed ucado, Ji parpadeaba. Después el amor de su nueva ama 'pas6 a un soldado, y supo lo que era la 'vida de cuartel. Comió el vil rancho, tuvo amistad con gentes malignas, pero sucedió lo que tenía que suceder: el regimiento salió y de nuevo le abandonaron ...... . ¿ Qué comer? Si se detenía a la puerta de una fonda, le aventaban unas tenazas; si iba a ·una carnicería, lo pateaban; si encontraba un hueso, se lo arrancaba otro can fam élico más fuerte que él. En aquellos días se apiadó de él un viejo de ' barba blanca y sucia, pantalones rotos y zapatos llenos de agujeros: era un mendigo que se fingía • el' ciego ...... • .. • EL P,NTO . Todo el día se pa.saban a la puerta de las iglesias donde había función o jubileo. El amo apoya~ do en el ·g rasientobastón en forma de báculo, y él amarrado del cuello con un mecate lleno de punzantes hilos. Comió las tortillas heladas y los mendrugos de pan frío de la miseria; sufrió 108 palos de más de un sacristán, y tenía también en aquella época un aire de mendicidad, la cabeza gacha, los ojos tristes, el rabo entre las piernas y la apariencia de un esqueleto .. _..... Estaba predestinado para el martirio. Su amo, el falso ciego, robó una vez y lo condujeron a la inspección. ¡Terrible noche al aire libre! La pasó en la puerta de la comisaría. y nunca olvidó la escena del día siguiente: el rostro demacrado del amo, que acompanado por muchos pillos, con un / jarrito colgando a la espalda, entre dos hileras de gendarmes fué conducido a Belén. Quiso entrar, pero no tuvo ni una mirada de despedida de su amo, y sí un culatazo de un centinela. . ¿Qué hacer? Caminar al acaso. Anduvo calles y más calles, fatigado, sudoroso, sediento, y lo recibían en los barrios con ladridos de amenaza . El ham bre lo postraba; ni una fonda, ni una carnicería, ¡nada! El aislamiento, el verano de calores quemantes, la .repulsión en todas partes; buscaba la som bra en el hueco de un zaguán, y crueles porteros lo espantaban; seguía a alguien, y aquel alguien al entrar a su casa., dando una pa· . tada en el suelo, le cerraba las puertas en los ho' • . cicos. ¡Pobre Pinto! Dos veces intentó olvidar - con el amor sus desdichas, pero las dos fué desgraciado. Ya casi había conquistado a una deseonocida, cuando un senor alto, moralista tal vez, lo espantó pegándóle un bastonazo; lo iba a machucar un tren, y perdió a la dama_ Su segunda tentativa fué tan desgraciada como la primera: un terranova, abusando de la fuerza, le arrebató a la que tanto había sonado. iPobre Pinto! .Llegaron aquellas noches interminables de vagancia, aquel husmear continuo en todos los rincones, a la puerta de las accesorias esperando que arrojaran al cano el agua sucia de la cena, par& pescar un hueso y huir con él donde nadie lo dis· putara; rebuscar en los montones de basura; se· guir a los ebrios para ......... '¡Qué fúnebres rondas hacía con otros com paneros de desgracia! Se olfateaban los unos a los.otros para saludarse, se mordían, ladraban, y un vecino les arrejaba agua desde un balcón: dormían hechos rosca en el dintel de una puerta. Eran noches de pesadillas terribles. Pinto sonaba estar en una azotea con la cazuela de sobras repleta; subía la Diana, le hablaba de amores, junto al tinaco le decía.: eres mi vida, y ipaf! .... Un senor que entraba a deshoras a su casa lo despertaba con un puntapié. Aquello no era vida, los carretones de basura no traían ni un solo hueso que roer; y cuando lo había, la fuerza bruta se lo arranca.ba de los dientes. • • 26 EL PINTO • . Evocaba aquel pasado siempre adverso: ¿Para qué había nacido? Sin creencias, sin paraís.o, sin palabra siquiera para pedir un mendrugo! Y cazaba moscas al vuelo o saciaba su sed en los charcos ....... . Una mañ.ana lo llamó un seBor y le arrojó un . pedazo de carne. ¡Al fin! Sí, sí; había indudablemente un espíritu protector de los ham brientos; sintió una em briaguez de placer al aspirar el aroma tibio de aquella pulpa, ¡y era fresca! y la comió con glotonería .. ~ ..... Un fuego devorador circulaba por sus venas; parecía que desgarrabansus entrafias; sus mi-embrosse estremecían en dolorosas convulsiones; tambaleaba como un ebrio, y, por fin, se desplomó: ¡Lo habían enve· nenado! ./ ¡Qué cuadro! Yacía en el ~odazal. Todo ' fué crueldad en aquellos momentos. Un carro al pasar le trituró una pata; había un círculo de curiosos; criadas que volvían de la compra; mandaderos con la canasta en la mano y que se entretenían en picarlo para provocarle lar.gos estremecimientos convulsivos. La cabeza caída, los ojos ' inyectados fuera de las órbitas; los blancos colmillos descn biertos: la lengua de fuera; el hocico abierto y babeante; la respirac~ón de un sofocado, y las patas agitándose en nervioso desorden. ¡y aun en su agonía lo azuzaban y se reían de sus contracciones de epiléptico ...... Ni una queja, ni un ladrido . ... .. Los nifíos Angulo pasaron y 27 CULTURA - se 'detuvie'i'on; SUS ojos infantiles lo vieron con gran tristeza y les oyó murmurar: -Pobrecito; y se parece al Pinto. Era el Pinto: ¡qué flaco -estaría para ser incoo nocible! Después de un último sacudimiento quedó inmóvil! . • . , El carro de la limpia fué su ataúd y el muladar su cementerio. Ahí, sobre montones de ceniza, ca,scarones de huevo, zapatos rotos, harapos y momias de gato, fué arrojado junto a un casco de botella; quizá lo hubieran devorado los mismos que lo acompaílaron a su última morada, si no hu· biera habido otro entierro, el de un caballo que llegó en un carretón con una bandera blanca y escoltado por canes ham brientos que hicieron de sus despojos una atroz carnicería ..... . Lamiéndose los bigotes dijo uno de los comensales: «He ahí al Pinto, ciudadano honrado, de origen noble, fiel, trabajador, digno de un cojín de .viuda o de una azotea de ranchería, convertido en cadaver iy envenenado!.. . .. ' Pero ¡esta es la vida!» Y se alejó al trote por el potrero, donde ya las sombras se extendían; el crepúsculo daba un fulgor sangriento a aquel cuadro y perfilaba en el horizonte las siluetas macabras de esas limosneras . que remueven las basuras para encontrar hilaohas . ..... La sombra tendió sus alas de buho 28 EL PINTO ! 2 L • en aquel cementerio de cosas · viejas y animales muertos! Cementerio sin epitafios. - ¡Cuántos en la plebe son como el Pinto! ..... ¡Cuántos desdichados hay que con forma hu· mana no son sino perros que hablan y que visten pantalones! • , · EL ¡CLE! ' iZ . & . EL PUNTERO Y EL SOLDADO la columnaungigant6nde barro que no podía presentar al público más que el frente, pues el buen ciudadano, hecho al molde, tenía las espaldas com pletamente lisas; los colores limitaban los miem bros del hijo de Marte, y un popote fungía de fusil: era un soldado de a centavo; seguía la infantería, esa sí que era buena, de puro plomo y procedente de los cuarteles de una dulcería francesa, así como una batería de montafia, unos veinte de a caballo y tres árboles de frondas muy verdes y muy recortadas; cerraban la marcha fuerzas del país, las que se venden al menudeo en los estanquillos, pintados al barniz los jinetes, y en cuanto a los caballos, desnudo el metal de toda pincelada. Un cafi6n de resorte y un fusil del mismo sistema completaban los aparatos de guerra, y esto sin hablar de un héroe desconocido, un zuavo de amplios pantalones rojos,' casquete borlado y polainas; el barbudo adalid-j .rodiHa en tierra, presentaba la bayoneta: era ANDABA 3° CULTURA -- .----------------~------ un beligerante tan bien hecho, ataviado con pri· mortal, que sólo en las grandes oportunidades aparecía-en las filas: su vida, por preciosa, se exponía pocas veces a la mala puntería de un arvejón ... ,.Como los grandes generales, detrás de las barricadas (una caja de puros) esperaba el momento del triunfo, y si era el último en la guerra, en cam bio veíasele el pri mero en la paz, a la cabeza de las huestes vencedoras; saludado por ' el redoble de un tambor de humilde origen de juguetería y los toques de trompeta fingidos por voces infantiles de Marticorena Guilebaldo y Eufrosina Pérez Tagle, dos amigos que daban vida, valor y arranques bélicos a las inanimadas tropas. Helos dhí, de bruces en la aUom bra, o en el ladrillo, o al borde de la mesa, repartiéndose por suerte los individuos de tropa, . poniendo las manos tras de la espalda y presentando los pu, fios cruzados para adivinar si las municiones forman pares o nones; el interrogado, frunciendo el cefio, lamiéndose el dorso de la mano, ,)elliz- , cándose la piel y decidiendo por las arrugas el enigma dice: -Pares. -Salieron nones, así es que te tocan los de a caballo . . Previos los pegotes de cera se alineaba la carne de cafión, y después, .. _.. ni garbanzos ni municiones, ni pelotas de migajón endurecidas, , EL PUNTERO y EL SOLDADO ni. canicas; nada ~e eco11l.omizaba para derribar . . . uno por uno, y con variable puntería, a aquellos valientes, tiesos, inmóviles, impasibles ante la gran. i zada mortal de los proyectiles. Más de una . vez estrellóse un cristal de la vidriera; más de una vez un plato o vas o del aparador produjo . ~hasquidos de muerte, sin que aquellos bravos diesen un paso atrás: el deber, lacera de Campe che, los tenía clavados en su sitio . y el zuavo, entre tanto, en el fondo de la caja que servía de arnqulancia, esp~raba . el desenlace., rodilla en tierra y ,bayoneta Galada. . . . ", . . ¡Cómo lo amaban aml>os! Sus vivos colores . , " . . .~educían; era de bulto, es (lecir, distinto de aquella raza de valientes, delgados ~omo una hoja de cuchillo, frágiles, inseguros, lIin el apoyo del pe. gamento y, sobre todo, baratos. Aquel general había visto muchos combates . . El contempló la toma de un cajón de buró; donde sucumbieron vergonzosamente unos infantes de papel recortado que se habían pegado .a los dorsos de moscas sin alas: huestes indisciplinadas y siempre vencidas; él podía contar el trágico pero glorioso fin de una religión de zacapoax· . tlas de barro, que inexperto pié redujo a polvo en la alfombra, sin que la cirugía casera fuese capaz de unir sus miem bros disperso'); él acompaííó a los acuartelados de una caja ovalada, unos lanceros que antes de la pelea se hicieron pedazos, y él, por último, desde un rincón, siempre relu. ." • • • ' . • ' • . ... • • • • . . . o , . . - . . .. . . . • • . • • . • o • CULTURA , 7 " ciente, siempre nuevo, esperaba, que es de los grandes jefes ........ esperar que los otros se maten para echarles la culpa o cenirse la corona de laureles, ¡cada hoja tinta en sangre, cada hoja conquistada por elobscuro héroe de las filas! y de aquellas diarias luchas nació el tiernísi· mo afecto de Guilebaldo y de Eufrosina: el peligrt> crea esas uniones de almas, la angustia común enciende la hoguera de las amistades profundas; su carifio surgía de tanta sangre, de tanto dolor, de tanto sufrimiento, como una alborada serpna. Rivales en el extremo de la meta, concluida la. brega, olvidando odios internacionales de un momento, con humanihrio celo levantaban al herido y no enterraban al degollado hasta no convencerse de que la cera, ese último recurso de la ciencia, era inútil. Acuartelaban a sus tropas en la caja de puros con cuidado paternal, enderezaban las cabezas y bayonetas torcidas, daban a las colas de los caballos la natural inclinación y contemplaban al general, al zuavo: (rodilla en tierra y bayoneta calada), con los ojos' húmedos. iAhí hay un héroe! significaba el mirar amoroso de Guilebaldo y Eufrosina. . La paz, esa hermana del progreso, como dicen los periódicos, hubiera sido una catástrofe para aquellos muchachos; la paz hubiera interrumpido aquellos momentos felices encerrados como en un paréntesis, entre la salida del colegio y la merienda. La lucha .... ahí en el comedor, a • 33 EL PUNTERO y EL SOLDADO . la escasa luz del crepúsculo o a la claridad intensa del quinqué suspendido del techo, significaban el sueno de todo el día; podeis jurar que Eufrosina descosiendo el mal pespunte de un dobladillo de panuelo ennegrecido por el frotamientó, y Guilebaldo recorriendo los cuadrados de la tabla Pitagórica, pensaban en sus valientes, lejos ¡ay! en el fondo de un buró cerrado con más trampas que una caja fuerte. ' Eran muy ninos t(ldavía; pero algo que no fué ni el temor de una derrota, ni la esperanza de un triunfo, les producía bizarros síntomas. Salir del colegio; saber que el vecino de pantalón corto la atis baría desde el balcón, o vice-versa; pedir, con el alma en un hilo, licencia a mamá para jugar un ratito, nada más un ratito,hasta antes de la oradón; llevar en la bolsa una estampita sucia para cambalacharla por un lápiz aguzado con un cuchiHo, o en último caso, donarla generosamente; charlar dejas cosas del día; formar tropas y compartir, por último, la merienda; sentir, sin saber por qué, más. predilección que por los de la familia, por un simple vecino; no tener envidia de sus juguetes y sí orgullo de ellos; sentirse triste los días que él·o ella se van a una visita; estar convencidos de que la enfermedad o la ausencia de cualquiera de .los dos arrancaría lágrimas, es algo así como el primer albor de sentimientos desconocidos que dejarán su huella como dulce recuerdo en todauna .vida, y, amanecía en aquellas dos almas . • • . • 34 _ __._C_~_LT_U_l_A_________________ Por eso, cuando se supo que ella tenía que salir fuera de México, porque su , papá se iba ~ no sé qué, muy lejos, lloraron tanto al despedir· se .... ahíenelcosturero frente ala cª,jaabierta, en cuyo fondo dormían en las cuadras, los sol· dados, pasado ya el toque de retreta y silencio .... ella nerviosa por los preparativos de su viaje, él sin darse cuenta de todo lo que se llevaba aquella nilla sin formas todavía, estremecida bajo su cubrepolvode dril. Se vierop., miraron a sus amigos invencibles, tornaron a · mirarse y con. una lágrima al borde de los párpados: -¡'Adiós, Eufrosina! -iAdios, Guilebaldo! Nos escribiremos. Ma· má te manda recados. Toma este puntero de cristal como recuerdo, Guilebaldo. Entonces él, temblándole la mano, sacó del cajoncito un bulto, lo d~senvolvió, era el zuavo,. el valiente• 'general, rodilla en tierra y bayoneta calada. -iTómalo, es lo mejor que tengo! y sin mirarse, sin un abrazo, sin un beso, ella huyó rum bo a la escalera y él obedeció al gritQ que lo llamaba al comedor: . ¡Baldo .... se enfría tu chocolate! • • . Yo conozco a un licenciado que entre sus pa.-. peles muy serios guarda un puntero de,crista,l, y I 3S EL PUNTERO y EL SOLDADO sé de una mujer hermosa, que en un palco lumi· noso, deslumbradora de elegancia, ostenta una . joya original y sencilla: es un zuavo de orp, rodilla en tierra y bayoneta calada. ¿Serán Eufrosina y Guilebaldo? No lo sé. Si son ¿por qué guar• dan recuerdos de hace tanto tiempo? Eso, amigo • mío, está usted muy muchacho para sauerlo. Basta de cuento, porque ya le gritan desde el comedor como al otro: -iSe enfría el chocolate! . • • ¡POBRE VIEJO! , " duda, aquella era la casa; lo encontré todo igual. El tiempo, es verdad, la había he· cho más triste, porque estaban manchadas las paredes con las huellas de la lluvia, y el musgo dibujaba en ellas siluetas verdinegras: el santo de cantera, el roto macetón en la azotea, el balcón mohoso, la entrada angosta ¡todo lo mismo! Solo que en el ventanillo no se veía la jaula del loro lo· cuaz, ni aquellos tiestos de geranio y rosa decas· tilla ...... ¡Con qué emoción leí aquel rótulo que en fondo negro y letras blancas casi borradas, decía: «Colegio para niños» ..... . Subí la escalera de mampostería. Como siem· pre, ardía en el descanso la lamparilla frente a la Virgen de Guadalupe " ..... Asomó tras el portón verde, no la muchacha harapienta, la pelona famosa, sino una viejecilla enjuta. . . . .. En el silencio de la casa, en el aire discreto de la criada, en todo, adiviné lo que había p"a sado. . . . .. ¿El señor Quiroz? pregunté .. 1 " , " " i POBRE VIEJO! 37 -Esta mafiana a las tres, me respondió con . aire compungido la vieja, llevándose el delantal a los ojos ...... pa.se usted. .. . . . El seilor Quiroz había muerto! Aquel hombre . intachable,cuyo recuerdo apenas vive en tantos que, corno yo, mucho le debieron. . . . .. ¡solo! ni uno de sus discípulos lo acompafiaba en aquella pieza desmantelada que conocía tan bien: el mobiliario miserable de aquella sala pobre; las consolas sin pie; el sofá de cerda; el estante de libros . -vie)()'.:)j la e'.:)fera t~rr~stre; aquel diploma pegado a la pared ...... junto a un Mapa--Mundi; la mesa revuelta que le regalarnos de cuelga el afio d.e 70, llena de fiqnas infantiles y borroneadas; en medio de la pieza, el---catre de hierro, y sobre sus .- .-tablas desnudas, un cadáver vestido de luto; un pafiuelo cubría su cara, ya los lados dos grandes cirios que ardían. ¡Era el Maestro de primeras letras! Con respeto y temor lo descubrí. ¡Cómo había envejecido! ¡Qué aspectó tan desconsolador en aquellas líneas modeladas por la muerte!. ... , ¡Qué elocuente aquella soledad silenciosa, donde antes. todo era bullicio! ...... Pobre amigo, yo lo acompafiarí!t. Y me senté en el viejo sofá de cero da y me puse a pensar en el pasado! ..... . ¿Te acuerdas? Aquellas mafianas cuando oía la voz de mi madre que me gritaba: ¡van a dar las ocho! Aquel mal humor con que me levantaba, aquellas cóleras diarias contra la criada que me reRtregaba con demasiada fuerza el zacate yel ja• . • CVLTVltA bón al lavarme el pescuezo, la brusquedad con que pasaba el cepillo por los cabellos aún rubios el desayuno apurado de prisa, y aquel desconsuelo al tomar la bolsa deshecha, donde dormían la pizarra,ellibrode Mantilla y el padre Ripalda .... , ¡Las ocho! Era hora; llorando todavía, llegaba al colegio; la criada me veía BU bir desde el zaguán, , mientras le gritaba antes de tirar del grasiento cordón de la campanilla: ¡Ven a las doce en punto! yentraba. No puedo 01 vidaraq uella pieza ...... aq uel te" cho lleno de pelotas de papel mascado; las pare· des con letreros y manchadas de tinta morada, negra y roja; los mapas polvorientos'; las muestras de dibujo; el sistema métricO-decimal; el Corazón de Jesús, al frente, sobre un reloj siem· pre parado ..... . La plataforma pintada de negro y encima lamesa del senor Quiroz; el tintero representando' un ciervo; la regla, las planas en orden; los libros formando pilas. . . . .. las dos hileras de bancas y mesas con sus tinteros de plomo; sus candados , en las tapas de las papeleras, y tantas letras grao badas con navaja en la madera de los muebies. . . . .. Me parece volver a aquellos tiempos, siento el aire fresco de aquellas mananas, el olor del ladrillo recién regado, el sol entrando por el balcón abierto; el senor Quiroz golpeando la me· sa con la regla y gritando: «¡Pepito López, a su lugar!> para seguir rayando concienzudamente el i POBRE V liJO! I 39 papel. ..... Juanito Llamas borraba cifras aritméticas en el pizarrón; Miguel Vilches, oculto por la tapa de la papelera, mordía un cuerno de rosca; tras el antifaz de los catecismos platicaban Mejía y Méndez: leía en voz alta Zamudio, y Pepito Lópe.z, inquietísimo, se deslizaba hipócritamente a lo largo de la banca (siempre era esa su disculpa) para pedir un lápiz a Marticorena o a mí, que con la vista vaga seguía el vuelo de las moscas que aprisionaba Orozco y pegaba con cer& a soldados de papel. ¡Ah, época inolvidable! No se cuidaba uno ni del día ni del mes, sino para saber, porque todos los juegos tienen su tempora, d a, cuándo se debía • jugar a las canicas, cuándo al balero, cuándo concluía el reinado del trompo y comenzaba el de los . huesos de (~havacano, el piso y el burro . ..... Sin más temor que el de ser sorprendidos en in fraganti conversación, en desiguales cam balaches de pizarrines y caramelos o en el mayor crimen, fumando, pálidos de~ espanto, tras la puerta del común, el primer cigarro de mpnzón robad.o a la ama de llaves! -iPepito, media hora de castigo! ---'iSenor, si no he hecho nada! -Sí, senor; está usted distrayendo a Orozco; media hora! . No, sanar (jirimiqueando) ia la otra! -A su lugar! (reglazo) y después de estos diálogos, e~ Sr. Quiroz • • • 4° CULTURA • , - '-o, . s'e guía rayando papel, hasta que alguno alzaba el brazo y ensefiando dos -dedos, pedía 'permiso para hacer de las aguas. " ¡Está ocupado! Aquel era el gran pretexto; ira tomar agua o a cumplir alguna función fisio· lógica de grande importancia. En aquellas eseapadas se mordía el pedazo de pan, resto del desayuno; se contaban las canicas, y, sobre todo, s"e estaba fuera de"aquella pfeza estrecha, de aque: Has durísimas bancas, donde colgaban los pies; se lavaban las manos llenas de tinta, frotando2os dedos en el ladrillo del lavadero .... y haciendo repetir al perico aquella mala palabra que sabíay todos oían con una punzante curiosidad, y se.repetía en voz baja, muy baja, porqué si el Sr. Quiroz . ·la oía ¡al caclwte! a4uel cuarto húmedo y obscuro, lleno de , sillas "rotas, tinas desfondadas y ropa sucia; donde paseaban las ratas dél 't amallo de un conejo. Había alacranes y mestizos, que acobardaban a los más valientes; era preferible dar cien líneas del Urcullu, estar media hora hincado. yen cruz, hasta recibir la orden de que no le dieran dulce y fruta en su casa, a entrar a aquella pieza que olía a ropa sucia y a humedad. ¿Cuántas cosas habría en el bufete del Sr. " . Quiroz? Dicen que ahí guardaba todo Id que les quitaba a los nifios; muchas canicas,' membrillos mordidos, pedazos de charám~sca,soldados de plomo, juguetes de madera, pinturas, caramelos, . baleros, trompos; la teja de plomo que servía- para ' " ' " , " ' " " " ' , " " " " " " i POBRE 41 VIEJO! . jugar al piso, pliegos de papel de colores-parafo· rrar libros y tapizar los cajones, arrnellas, ¡qué sé yo! era un tesóro. ' ¡Qué tristes aquellas tardes cuando estaba . uno en la lista con dos o tres rayitas: cada una eni• media hora. Todos se iban a jugar al patio y upo se quedaba solo. Gritaba la criada: ¡Por el nifio' Mendoza! Hasta las seis, respondía muy serio el Sr. QuirQz. No valían ruegos, no valían pre.textos. ¡Es la'ÚLtima, sefior! ¡Ya no lo vuel vo , a hacer! Nada, era inflexible! . . ¿Qué decir en casa, al llegar? ¿Cómo resistir . . aquella pregunta: «¿Por qué viene usted tan tard.e?> Y aquella comparación humillante de «ya v'e s a tu primo Félix, pues nunca lo castigan>. ¿Cómo, presentar los sábados aq uella plana donde . se repetían cinco veces -las palabras Venecia, Va. lladolid, Valencia, o aquella máxima escrita con . bella. letra inglesa:. «el estudio es fuente de rique. za>, que uno copiaba con caracteres q ne pare-Cían patas de mosca o como aseguraba el Sr. Quiroz, hechos con popotes? ¿Cómomóstrar aquella calificación: Conducta, Mal. ... Aplicación, Mal. ... Aseo, Bien, escrita al dorso? ¿Cómo coser los pantalones hechos pedazos, el saco lleno de gis, la eamisa de tinta, las medias de ladrillo? ¿Cómo curar los moretones sacados en aquellos lances de honor que se ventilaban a las cinco, enun rin; cónde 1aal:otehuela? Graves preocupaciones de la edad imposibles de resolver a los siete afios. . .' , , • . . • • • • . " o • . . • _ • • : . . ' . • . . . CULTUItA , - Para nosotros, el Sr. Qui era un inquisidor: ¿por qué nos daba garnuchos en las orejas? ¡Cómo se enfullinaba cuando alguno se le paraba de ga· llito/ ¡Pobre viejo! alguna vez me pregunté, ¿por qué será tan pálido y tan flaco? Más tarde lo he sabido, más tarde he resuelto aquel enigma. . Ya sé por qué llevaba siempre aquel saco café Heno de manchas, aquel chaleco gris, aquel pantál6n de casimir del país con grandes rodilleras: sé por qué se ponía pensativo al reflexionar en el mana· na, y por qué está palido y fll:lcO un hombre que no tiene dinero, a quien matan lentamente las privaciones, a quien consume el cerebro el repe· ,tir ano tras ano ¿qué es' gramática? escribir día. tras día el mismo ejemplo de sumar quebrados, resistir el eterno dos por dos cuatro, dos por tres seis; levantarse con el alba, sufrir malas respues· tas y cargos de papás descontentos . . • . Esa es, la vida. ¿Por qué el inventor no tien~ bustos de bronce que lo inmortalicen, retratos y biografías en los periódicos ilustrados? • ¿Por qué el me'rcader es grande y el sembra· dor se olvida? . ¿Por qué sólo se alaba el encaje de piedra que corona las hermosas cornisas y no hay una meo· ción para el cimiente? Es un amigo de- los primeros anos; descifra ese jeroglífico encerrado en las páginas de un i POBRE V_J~EJ_O_t_ _ _ _ _ _ _4..:.,;3~·_ silabario, esa frase milagrosa que al pronunciarla se abren los inmensos horizontes desconocidos de la vida; da la clave para arrancar al libro su riqueza; arroja en el alma ese primer germen que diferencia al estúpido del hombre social, y sin em bargo, es para todos un pobre viejo retrógrado, :porque a fuerza de ensenar ya nada puede aprender, un bilioso que castiga sin justicia, a quien se le paga una vil mensualidad, y ¡hasta luego! ¡Pobre Sr. Quiroz! ¡muerto! ¿Qué se habían hecho aquellos campaneros de colegio? ¿Por qué no había venido uno solo a recoger la última mirada dulce, dulce como la tenía el día de la comunión general y de la repartición de ,premios? ¡Era bueno, sí; el día que acabé , el libro de Mantilla y dejé el colegio; cuando yo usaba pantalón corto, no lo olvido, me regaló una estampa con un San Luis Gonzaga, y conmovido, llorando, se despidió diciéndome: «que logre verte hecho un licenciado:. . . .. y entró con los ojos húmedos a explicar los denominados por partes alícuotas! No puede ser malo el que muerto tiene cara de santo .... no; me arrepentía de mis malos pensamientos de nino: la gratitud, una gratitud inmensa brotaba a mi labio. . .. ¿Para qué besar aquella frente? Era demasiado tarde. • • 4.4. CULTURA • , ¡Pobre viejo, como le decían los vecJnosl ya . descansa; y me alejé con una tristeza profunda mientras un grupo de niftos salía festivo del za· guán, nifios que reían contentos como la maflana porque .... ¡no había Colegio! , , ' • ., , • • SEMANA ALEGRE médico, poeta, agricultor, barbero, callista, diácon.o, dentista, músico, pintor, etcétera y loco, todos tenemos un poco. De hecho ejercemos multitud de artes y oficios, sin tener título para ello y ni falta que hace, porque en suma, un profesionista no es más que un aficionado con vista a la calle yagua corriente . A veces el título estorba. Pasó con Conchita Kamery, por más sellas; se arrancó después de comer con una polonesa de Listz para forte-piano, con piezas de refacción; los oyentes, todos del arma sonora gritaban: -iAire! iMucho! . -Sellorita, choque usted; vengan esos cinco; ha ejecutado usted esa maniobra musical hasta mojar los dedos. - y con razón: su~a «un.a> de la pura congoja. , ...y no crean ustedes .. todo eso lo ejecuta de E • • • . . CULTURA - .. oído (con acento en la o); sin maestro, en sus ratos de ocio -No tanto, Carrascosa; mi poca técnica se la debo al sellor Pérez Revuelta! -¿A ése? Al pavimento se caen las alas del corazón: todo es que la «virtuosa~ co.nfiese . la marca de fábrica, y los admiradores toman el olivo. -·Calle usted, hombre, no tiene mano izquierda, ni ojo derecho, ¡qué acordes sin color loca)! iqué falta de lógica en las notas tenidas! iqué tartam udeo en los arpegios! imamarrachos de ésos los encuentra usted a montones! Luego .sucede que el título o díploma (con acento en la í), después de adquirirlo con allos de estudios asiduos y vacaciones alegres, apenas si sirve para llenar hueco sobre el bufete entre un almanaque de Droguería y «L'amour maternel~ litografíadel afio cuarenta y pico, representando a una va· ca de ordefia, lamiendo a su primogénito. -Por qué no ejerce usted, Medinilla, teniendo su casa tan bien puesta y poseyendo tan lindos teodolitos. -Porque convénzase dona Lola ,soy inge·· niero, pero la afición me llama a la preparación de platillos al estilo del país ...... -. Cuando veo que las pirámides de Egipto fue. . . SEMANA ALEGR! 47 ron ideadas por un rey poeta; que nos dióla brújula un sastre chino; que inspiró la prep~ración de los aguardi.entes un albeitar árabe; que Alfonso el Sabio no hizo en materia jurídica otra cosa que prestar su nombre a las ideas de su callista; cuando me cuentan que la extirpación de las anginas fué golpe de un calígrafo; los dulces de leche invención de un sacristán, y otras cosas , que callo por no cansar más la atención, ya fatigada de' la Cámara, entonces me dan ganas de estudiar el harpa de pedales para ejercer de farmacéutico. ' Así de licenciados veo más conocidos en el salón de patinar que en los Juzgados. ¡Cuántos médicos inmortalizan sus recetas de cocina! ¡cuántos boticarios sobresalieron en el manejo -de la vihuela nacional! !cuántos ingenieros agrónomos dominaron la homeopatía! ¡cuántos notarios se malograron al día siguiente de haberse revelado toreros de vergüenza en un quiebro de rodillas! ¡cuántos tinterillos son excelentes cunados! , ¡cuántos curanderos se mueren en el hospital! . Insisto en que no es el título, sino la carestía de cereales, lo que decide de nuestra vocación, y la mejor prueba de ' ello pueden darla los ricos mausoleos de nuestras - metrópolis esas de vecindad de sordo- mudos _ detrás de cada cruz e4Stá, _. _.. -una junta de médicos. - ¿Los médicos? Anda el mundQ tan mal, qu.e todos traemos esa ciencia en la sa»gfe, y la per. , - -- CULTURA - - - feccionamosen los Ferrocarriles del Distrito; en los telones, en las cantinas, en la esquina, ,en los almanaques,- en las «instrucciones> de -las medi o cinas de patente, donde qliieraque puede des'é ribirse una enfermedad contados sus pelos y 's enales (excepto la calvicie), y el , remedio eficaz, ' que no se hace uno porque no quiere, ¡pues qué has ta lo regalan! . . ,- Lea ustedbi cuarta plana de un periódico y , «Un padre desgraciado,> «Un hijo pundonorosu,» cUna viuda convaleciente~~ ,cUnesposo desesperado,> escriben por decirlo así las memorias Íntimas dé un rinónburriciego,de"un peritoneo des'e nganadó de ,la vida, de una circulacióhindolente, de Un sistema nervioso en la última-miseria. _-, Hasta \fn chico de escuela puede -discutir con un profesional sobre cualquieradoleilcia de las que obligan a' guardar cama. - " ' -, _ Cuando está uno ,enfermo, lo ; mismo puede lIamar ·al sastre que al que vende Helados griégos;ainbos cargan' en la bolsa ' gtáhuFos·~ dosimé· tricos,-y simücholes apuran, hastaehavétás qui, ,.. . rurgICas. . . .. . ,En cualquier estrado las ' Sen()rasdis'(~ü~en ún cólico de invagitia.ciOn , con la': mi~Irta ' periliiaque ' un dentista ha:bla'- de las :ranrlas, ' lbs relind'éS. -v - -lOs dobladillo'sde ojo>' -¿Que hay de nu~-vb, 'Biéba-? : f Ay t\1,::safó'ro Itiátrit1üEria pela:-'d'esta'hecha. . ~ "¡No; 'irlujer! ; ,- - - - , - , , , I , - ' , , ,. , , , . . 49 '.,¡Un precioso caso d~ paráljsis tripal ~ . .' Intestinal, mamá :. :" . ,.. . . ' , Es lo mismo; intestinal por ,falta dedigestión de un cuerpo extraílo con réditos. Como es tan distraído y tan hambriento se tragó un (:apq, Uo de gusano de seda Y' haz de 'cuenta ' que se; ha comido una fábrica . . . 'de mantas. Nada más te'digo que escupe seda-cruda Y aY~:rarrojó un jeme de cinta de popotillo para ribetes, sin digerir. . -¿y el diagnóstico? . -Reservado, hija, reservado, porno entorpe· cer.' la acción . de la justicia. • • • , • .. ," . ..y ,e ne(eQto, Sanromán, ' por angas o por. man- . gravlS1mo. . , gas, , &~, . pO,Ile, . . . Ll~mados a la cabecera, más bien. dicho ajos , pies q~l en,fermo, .P orque la cabecera la. o'c upa un . santó borroso y no identificado, pero bueno para los .mi~agros; llamados d'igo, al Jecho del dolor tres médicos, ' uno opta por una medicina líquida, otro se inclina abiertamente a la hiq.roterapia, Y . el ú,ltim9 se aferra en q~e la interye.Il,c,iÓn quirúrgica .e 5)o indicado .. , ~ . • .,' y como lo cortés noquita:los,e nsiole, echan sue,r tes ....... y gana el as de espadas, quien frotáudose las manos con un gusto profesional, prorn~mpe: . . , . , . -Verda.dero alboroto ,tenía yo porestre,n ar . • • • • • / • _o . " • ,SO ? . CULTUR..\ unos cuchillos que a.caban d.e llegar a la Tocinería del Amor de Dios. Mafiana, si Dios no manda gtra cosa, Sanromancito, a estas horas he tenido' el honor de saca.rle a usted todo el menudo, darle una enjabonada y volverlo a su sitio. Pero mientras lo purgan, para dar mayor solemnidad al aeto; llega una visita .... -¿Operación? ~o sean tontos; aquí traigo esta hierba,· receta de indio, viejecito, no faila. Pa· ro. los gusanos de seda, morera en ayunas D;lasca· da. !Se salen como con la mano. - y si a eso agrega el confesor, (llamado por las dudas), anaden ustedes plátanos largos, papas al vapor, camote, euerpos en fin, que ímpelan a los intrusos .... -Yademás (tercia e} notal"io, por ante quien otorga el paciente su testamento) le colocan en el vientre un tain bor y lo redoblan, para que la trepidación mueva los intestinos .... i porq ne eso es empacho! -Pues entonces, seno ras (dice el dliefio de la casa), háganle un remedio infalible: basta dos onzas de municiones con vaselina o azogue tibio ... ; Y cU8il1do la medicina casera comienza a sur· tir sus efectos, llegan los titulados a echarlo' todo a perder, con sus trastes de:matar: cloroformIzan al enfermo ' en camiseta casi, y empieza la faena; a cada metida aullan de admiración; lo destripan y después de buscar con toda escrupulosidad; no enCllentran ni capullo ni gusanos, sino un botón • • I . . , I • SEMANA ALEGl.I , de calzoncillos. con una hebra de hilo, un ámbar de boquilla, puntillas de lápiz y cascajo, porque Sanromán tenía el vicio de comer tierra: lavan aquello, lo empacan de nuevo, echan unos cuantos pespuntes, yel sujeto, con una cara de gente feliz, muere ev. el seno de la Santa Facultad. Pero el operador ha manejado de tal modo el acero, que en el último metisaca, (un poco tendido, pero en su sitio), enloquece a los practicantes, y al ver que con eso bastó para pulverizar al otro, gritan .... -iLa oreja! ¡que le den la oreja! De modo que el título .... es lo de menos, valen las buenas relaciones:y la mejor ' suerte que os deseo. • • .. , . - EL JARRO . • . . «Cuándo ro uera:, 'de mi barro Hágase, comadre, un jarro; Si ,d~fmí'tienesed, beba; . . -Si :la boca se té pega, . .. . '. . .. Serán besos de su charl'o~. . ~ . . ' • . fino amador de sombrero anchísimo y guitarra negra y ronca, pide a la elegida desus coplas que recoja sus cenizas tapatías; que con ellas amase las pastas de los alfareros, que las convierta en la copa de los humildes y recuerde al difunto a la hora de la libación, cuando más lo eche de menos; segura de que si el labio le agarra la lengu~ o labios, es que el alma en pena la besa todavía, la besa furiosamente hasta la adherencia, soldadura. o aglutinación. ¿y por qué el cantador no pide convertirse en algo más poético que un trasto, un cacharro, una cosa frágil que al menor descuido se cae y se • EL - 53 ]AItRO . - • . . rompe? Porque para esos -rápsodas dé caminos poI voríen tos, cortijos, " trojes 'y rancherías, el ja· < rro' sigUé siendo un utensilio étnico, simbólicb, . . amado. ' . . ,. ' Sí, ei jarro que vemos alternar con legumbres ' . . . -en las recauderías; el que viste de lum bre por tb, do su vidriado en las verbenas, ~n los puestos al aire libre, caldeado por el sol; el jarro que' forma .. . labores en las cocinas anticuadas y hasta en los frescos corredores a la castellana, constituye, en ocasiones, el ti'n ico bien ID ue blé de Iiluchos que . ., siempre tendrán hambre ysed de tpdo. " El mendigo de verdad, el que disputa un guifiapo a los perros de muladar, el.oliscador de co· cinas, ade~ás de ~u bordón, su capa de remien· dos, s~ tonelaq.a 'de vendajes en los piés reventados por el mucho andar, lleva siempre consigo, . . ' . . cerca del escapulario, con la misma delicadeza qué si fuera un nifio dormidito,el ja' r ro de rigor, . . . atezado, desportillado, adobado .... En la ma1lana le sirve de cigarrera; al. mediodía, de alcarraza; en la siesta, de vajilla; en la prima noche, decrá·' tera, y durante el sue1lo, envuelto en los mismos repliegueslque e~ lirón . ~e cerrada escarcelá . . habéis ' v isto , e n la ma1lana a esos' presos ¿N: o . . . en cuadrilla que llaman. la «remisión>., rumbo a Belem1l Hombres y h~mbras,. demacrados, abo. , tagados, cenicien tos~ ~xte:r;t uados por la vela,e~, la ' 'Comisaría; unos, llenos 'de cardenale's en laéarai . .. : . "otros, ':cón' las ' ropas hechas tiras; esté,' s1n- él , . . , , , , . ' , ' . ~ . ,' , . ' . , , , . , , " , ~ - ' . , , , ' . , . , , , ' . ' - , . ' . , 54- CULTURft sombrero; aquél, con jaquet pero sin corbata y con hombreras de fango. ' Toado 10 .han perdido; pa.san por las vías populosas; qu . con un poco de . en la orgía, en la b.orra· cQel'a, en Iariria, dejaron su dinero de bolsillo y todas sus amistades, porque si de esa guisa los ve pasar, un su amigo, o un protegido o su expIotador, éstos se harán de la vista gorda .... Sólo el re ese rebozo que no se anda con distingos, y lo mismo es velo para casamientos que sudariopara el que no tiene .s udario, s~lo ,e l rebozo desprestigiado, vuela tras los pobrecitos aprehendidQs, y les da cigarros, criollos, calderilla... y un jarro. .Ante.s que todo, hay que llevar un ja. 1'1'0 a la prisión, donde nunca se Us.ó tener vajillaspara las visitas. ¿En qué beberá, alma mm dé mi hijo, el encausado? ¿En qué toma.rá su ración el mentado costello, si no tiene cerca a la china, que ha jurado gastar en velas para la Soledad todo laque le queda de pulmones de planchá.. dora? En 'Uo 'jarro se liba, pues, el prime.r trago de los acíbares de la justicia. En ca~bio, ved esa mujer solícita, que cuando las fábricas silban, y cuando las campanas pla- . !len las doce, va por ahí bebiéndose los vientos. Lleva en el regazo el adorable infante sin apelli· do, y en la mano colgante y robusta, una cesta que h'Uele a almuerzo apetitoso, cons: e rvillet, a s de , . puntas duras por el almidón, y asomando su 00·ca vidriada, ~l jarro. donde elpulqu-e se golpea y , • , , • • EL JURO Ta haciendo babas y espuma. Allá, bajo de los . . andamios, el hombre que parece modelado en ese mismo barro de los humildes; allá viene cubierto de arena, de cal y de sudor; un beso al muchacho, a quien' por los aires voltea como si fuese es~ q uHa, y en seguida, tras un toma a dos ma;nos la vasija pesada y, trasegando, la aligera: una' donde no han respirado hondo sino dos-bocas: la suya y la de su mujer legítima, que-lava, escurre, orea y cuida la prenda como si fuera un cáliz. y hace bien. iAy de la pobre molendera- que contempla boca abajo sin uso el jar'ro de su hom- ' bre! iDe seguro abreva en fuentes de aduIterio1 ¡Esas despedidas de los pobres a las puertas' del Hospital! Después de las bendiciones¡ del , pungitivo testamento verbal; cuando las mujeres se enjuga.n el llanto con el rebozo, o con las ena.guas, o con la mano trémula; después de hacer de' nuevo los veinte encargos, ¡sobre todo que nole falte aceite a la lámpara ni sa.lga. Luz después' de las siete! tras de repetir cinco veces cuáles son los días de visita y qué trámites se siguen pa.ra ella. y c6mo se llama la sala .... uno de los oyentes, tragándose el llanto} los sollozos, el alma, con ademán trágico alarga al paciente .... un' jarro, un jarro para su atolito. ¡Creen toda.vía esas gentes rudas, q ue'los hospitales son antesalas de, la tu mba; creen todavía q ne como en épocas de" Ii con atolito -vamos san-ando, e-tc., se alimenta'a; los , , • • • . - 56 CULTURA .' , , epfermos con eso, y , p~ra recibirlo cada quien . . . . debe llevar el pistero que su piedad le dicte. . En las verbenas, pasean los novios. Casi todo . -· el gasto se les-ha ido en pagar el tren y en unas cuantas cafias y naranjas; recorren las callejuelas de. barracas .y, de seguro, donde se detienen más tiempo es en los puestos de loza. ¿Para qué le sirve a la prometida de un insolvente el cerdoalcancía? · ¿Para qué el mono que representa un charro? ¿Para qué las ensaladeras? Yel espíritu práctico y la ternura elemental concuerdan en elegir nada menos que ~n jarrito de esos de for. . . ' ma gall~rda, de esos que por un lado parecen . . verdes, por el otro, bronceados, por otro, negros. La luz juega en sus cambiantes metálicos, y ¡qué fría y sabrosa po~drá el agua !?erenada, en el borde de la pileta, junto a la macetita ae )a a)ba-. . haca!A.caso esta .vasija, acaso sirva para con te. ner el agua, con que la doncella .asperje con la punta de los dedos, o con cham belán de boca fresca el ramillete; tal vez descollará en la mesa de ' palo blanco, con su mofio azul, como juguete de tocador; quizá repleto de espuelas de caballero, . mastuerzos y rosas de Castilla, inciense con aroI!!as del jardín, al Santo borroso de la planafl~cada de papel de china azul y blanco. Mil veces don Atenógenes se , ha bajadq del pescante para volarle los cascos a la viuda de ese pobre Nemesio, a la garrida mulata de camisa bordada de rojo, la' que vive de lava.r camisas de . . ~ . - ' . , ' , . " . ~ • • • . ' • - . . ' , . . , , "; ' ' ' . ' . , " , o , . • _ • • . ' . • • , ' , , • • 57 • sefior. Ella, sin dejar las prendas almidonadas, le oye y ríe, patina que patina su planchá ea,· líen te. ', , , -iAbr que mi compadie tan ~boqu'i-llojo! i puras echadas! ¡usted no quiere a nadie! " Parece fuei'te como una , torre de castillo, pero no' lo ve freptea frente;A ,lahora en .que él habla de irse ] 1'~m\ldaT sus euaC08, nunéa falta el , barrilitó hervoroso para refrescarse, nna jícara dOnde ver· ter 'el licor de la amistad. ' Uno de ' taIito~ días, 'la viuda de Nemesio,: llega'attl'asteror toma de : ahí un jarrito ,muycuco, 'de los de ' Guadalajara,' " Y • echando llam:aspor los ojos, des'a tinadamerite'sir· ve el ,refresco de' la hospitalidad~en : el Jarro sagrado, en el jarro donde el otro be oía; en el ~atrd , íntimo yde lujo. --,-: ,¿Yo nada más bebo? ' ¿Por qué no sirve para' dos? Ella contesta con 'una carcajada dedespecno y d'e burla: ' .. Con todo y andar, compadre,portodas las calles de MéxIco y üesvelársetoda la IÍó'che .. ;. >. ¡'e s 'usted muynifio! iservir dos jarros después de cuatro meses de coIi.versa ..' .. :. .'! :," Se:percata el debelador deJa recia matrona de todQ el significado deun solo jarro; parados per· " sonas de distirito sexo; seda cuenta dtl'queella por; finc~de 'y' -iBésel